Una luz en mitad de la devastación - Privado

por **Daviana Ruadh** Jue Sep 22, 2016 9:26 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Una luz en mitad de la devastación

¿Como había abandonado el hogar, dejando a sus hijos allí, con ese hombre que no parecía el mismo que la desposara apenas cuatro años atrás? ¿Como había llegado esa mujer a su residencia, con una niña en brazos, para increparle a su esposo que se hiciera cargo de su paternidad y que no escondiera más la relación que los unía? eran preguntas que no tenia respuesta, pero que golpeaban con fuerza su cabeza, sus oídos, escuchaban una y otra vez aquel dialogo escuchado por accidente, sus ojos, aun cerrándolos, podía contemplar el pequeño atado que sostenía la mujer y que por momentos se movía, mostrando una rubia cabellera, tan hermosa, sedosa, como la de sus propios hijos.

Había caminado por horas, deberían ser muy cerca de las tres de la mañana, las calles estaban desiertas, su rostro, mostraba una vacuidad, que podría asustar a cualquier transeúnte, confundiéndole con un espectro que deambulaba por la ciudad, buscando aquello que había perdido, cuando aún vivía. Vannia, permitió que las lagrimas corrieran libres por su rostro. Ya estaba todo dicho, no había palabras, ni lo siento, ni abrazos, ni llantos, que pudieran reparar su corazón devastado. Ningún paso la siguió, ni la voz de quien amaba y había creído amar, la intentó detener para darle una miserable explicación. Allí, en el interior de la que fuera alguna vez su mansión, habían quedado una extraña y el lobo, en silencio, como estatuas que no pueden decir verdad alguna, ni afirmarla, ni negarla. No, ya no volvería, debería hablar con su abogado, intentar encontrar la forma de mantener seguro a sus hijos, pero en éste momento, con la posibilidad de ser secuestrada, emboscada o asesinada, no podía tomarlos a su cargo, no podría defenderlos. Lloró amargamente, no tanto por la desilusión que sentía por la traición de Walter, sino, porque debería abandonar a sus hijos, hasta que todo el peligro pasara, hasta que sus enemigos cayeran, o la bruja terminara en una fosa.

Sin proponerselo, llegó a la Plaza Tertre, sus caminos tan coquetos y transitados, se encontraban vacíos, sus bancas, humedecidas por el rocío de la madrugada. Se detuvo, contemplando la soledad del lugar, sintiéndose una con ésta, tan vacía y sola como aquel lugar. Inspiró profundamente, inclinando su cabeza hacia tras, cerrando sus ojos, rogando que de ser posible, encontrara un lugar donde pasar la noche, donde rearmar su coraza y planear, su huida, alejandose lo mas posible de quienes lo significaban todo... ¿su esposo? no, él ya no significaba nada... los únicos que podían aun mantenerla viva, serían sus hijos.

Se acercó a una banca, dejando que su cuerpo cayera sin fuerzas sobre ésta, mantenía erguida su espalda, su cabeza recta, su barbilla en alto, sus ojos fijos, sin una lagrima. Pero aquellas escenas volvieron a su mente, su cuerpo tembló, para luego inclinar su cuerpo hacia adelante, sollozando, ocultando su rostro entre las manos.

BY ORIANI~© SAVAGE-THEMES & THE CLOSETTO

por **Daviana Ruadh** Vie Ene 12, 2018 12:52 pm

Las palabras del vampiro la hicieron levantar la mirada de la taza de café, para contemplar la misteriosa mirada del vampiro, ¿que pretendía en verdad aquel inmortal? ¿podía confiar en él en verdad? por un lado, su instinto le decía que podía hacerlo, aunque debía ser cuidadosa, pero por el otro, si llevaba la razón a su lógica, y tenía en cuenta que hacía poco mas de una hora que había conocido al vampiro, era lógico que no podía poner su confianza en él. Inspiró, y mantuvo la respiración, por un instante, mientras se quedaba con los labios entreabiertos, como si fuera a decir una palabra, pero al fin cerró su boca y apretó sus labios con sus dientes, - se prudente - se dijo.

Tras dar unos sorbos al café, para que éste no terminara siendo abandonado en la delicada taza, decidió que si ella confiaba en él, era justo que el vampiro lo hiciera con ella. Secó sus labios con la servilleta de tela y tras colocar la misma al lado de la taza de cafe, elevó su mirada hasta encontrar la ajena. - Le contaré, pero, creo que es justo que usted, me cuente de su pasado, puesto que es difícil confiar en un extraño, ¿será capaz de hacerlo? claro que deseo deshacerme de los enemigos de mis hijos, no temo por mí, sino por la vida de mis pequeños - terminó aceptando la joven madre, - no es que codicie los bienes que alguna vez me pertenecieron, pero... ¿acaso mis hijos no tienen derecho a ellos? ¿debo dejar de luchar por el bienestar de mis hijos? - fue las preguntas que surgieron de sus labios, antes de volver a mantenerlo apretados entre sus dientes, para luego bajar la mirada, algo cohibida, ¿aquel inmortal se daba cuenta que su presencia lograba perturbarla?

Tras un instante de silencio, volvió a levantar la mirada - no, aun no se donde podré refugiarme, puesto que todas las propiedades deben estar siendo vigiladas por los cazadores, al fin de cuenta, soy una hechicera y mi cabeza tiene in precio, tanto para los cazadores, como para la inquisición - sentenció.

por **Vlad** Miér Feb 14, 2018 11:32 pm

Le gustaba que ella deseara un trato equitativo, aunque desde la perspectiva del vampiro, su historia era tan larga que solo acabaría por aburrir a Jeanne, de la misma manera en que lo aburría a él mismo, más si eso era lo que ella deseaba, Vlad no se negaría.
– Le he dicho que mi historia es larga y aburrida, pero si desea escucharla, no tengo inconveniente alguno en contársela – pero para que su historia saliera de los labios del inmortal aun faltaba tiempo, pues lo principal era ella, ella y sus deseos.

Las preguntas hechas por Vlad a la hechicera no buscaban confundirla, mucho menos tomar otro rumbo respecto a lo que deseaba hacer. El interés del inmortal, radicaba simplemente en que quería estar completamente seguro de lo que ella deseaba y escucharla, firme y decidida a hacer todo aquello por los hijos a los que nunca más vería lo llevó a asentir.
– Por supuesto que ellos tienen derecho a esa herencia, tanto como la tienes tú – aseguro antes de observar al joven mesero que se encontraba cerca de ellos y con una seña pedir que entregara la cuenta – solo que quiero que seas consciente de que los que te persiguen no se detendrán hasta tener tu herencia, así que simplemente no puedes permitirles seguir con vida. Ellos representaran una eterna amenaza para tu estirpe, más como ya lo he dicho, te ayudare a eliminarlos y a que tanto tus hijos como tú, sean libres – el joven mesero llego para entregar la cuenta al inmortal, quien con sumo desinterés dio al muchacho más dinero del que era necesario.

– La cabeza de todos tiene un precio mi querida Jeanne. La tuya, la mía, la de tus perseguidores y hasta la de los que se creen inocentes en este mundo colmado de maldad – con calma se levantó de la mesa y ofreció su mano a la hechicera que le miraba fijamente. Poderosa, hermosa y prácticamente ya suya. Una sonrisa apareció entonces en los labios del vampiro – Ya que no tiene donde refugiarse, le ofreceré mi residencia para ello. Le garantizo que ahí se encontrara a salvo y claro, tendrá también mi compañía ahí y conocerá, si es que no desea descansar un poco antes, mi historia – ¿Acaso no temía al confesar su historia llena de deseo de poder y destrucción? Claro que no, porque a él no le podían engañar, en el fondo, tanto humanos deseaban poder más que nada en el mundo.

por **Daviana Ruadh** Miér Abr 04, 2018 7:09 pm

Aquel hombre, le causaba realmente curiosidad. Había conocido a otros inmortales, pero jamás a uno como él, tan enigmático, seguro de si mismo y de lo que esa seguridad confería, pues no se sentía ni nervioso por ser descubierto, ni perdía la calma al afirmar que todos poseían un precio, o que la única manera de terminar con la angustia de la hechicera sería asesinar a sus enemigos -"A todos" - caviló, llevando su mirada a la ajena y manteniendo aquel contacto.

Jeanne no era una mujer violenta, ni le agradaban las venganzas, pero si en algo tenía razón aquel inmortal, era que lamentablemente la estaban acorralando, y no existe peor táctica que acorralar a un animal herido ya que éste, al verse perdido, no posee nada que perder. La bruja, por un instante se sintió así. Ya no poseía un esposo, ni un hogar, ademas, sus hijos estaba mas seguros lejos de ella, que a su lado. En mitad de la ciudad, en un café desconocido, la bruja comprendió que toda su vida había terminado, que no existía posibilidad alguna para volver a su pasado, a su hogar, a su amado, a sus hijos. Debía morir, para ellos, pues no podía permitirse el lujo de ponerlos en peligro.

Inspiró profundamente y sonrió ante el ofrecimiento que el vampiro le hiciera, al momento de partir. ¿Debía aceptar aquella invitación? ¿como podía estar segura que no se trataba de una trampa? ¿ que pasaría si al llegar a ese lugar, en vez de una refugio encontrara una guarida en la que el inmortal ocultaba a sus victimas, las asesinaba y posteriormente se deshacía de los cuerpos? todas aquellas preguntas, se amontonaron en su cabeza. pero a pesar de que eran lógicas y para nada descabelladas, la bruja asintió con un suave movimiento de cabeza. - En verdad, agradezco su generosidad, no tengo a donde regresar y siempre me han interesado las historias, aún las que parecen aburridas. - sonrió con picardía, mientras se acercaba al vampiro y con suma delicadeza posaba su mano en el brazo masculino, esperando la indicación para caminar hacia la puerta y perderse en un destino incierto, pero que estaba dispuesta a enfrentar, con tal de perder el miedo y enfrentar a sus enemigos.

por **Vlad** Miér Abr 25, 2018 10:05 pm

Notaba las dudas en la mirada de la hechicera, pero que ella temiera por su vida no cambiaría nada, pues aunque ella temiera ser estafada por el inmortal, la verdad es que no tenía nadie a quien recurrir más que él. Jeanne se encontraba pues naufraga en el mar de la incertidumbre. Si decidía no aceptar el ofrecimiento de Vlad, existía la posibilidad de que aquellos que querían acabar con ella y su familia la encontrasen, la mataran y después fueran por sus hijos; por otro lado, la hechicera no estaría segura de las intenciones de Vlad ni de la veracidad de sus promesas, no hasta que hubiera pasado algún tiempo a su lado. Así pues, sin realmente nada que perder sino mucho que ganar, Vlad mantuvo su mano extendida en dirección a la hechicera, aguardando porque ella tomará la decisión final. Que ella rechazara su mano llevaría al inmortal a creer que se había equivocado con ella, pero si la aceptaba, entonces ya todo estaría dicho y él se encargaría personalmente de acabar con quienes amenazaban su vida, para después, cuando ella estuviera a salvo de todos, convertirla en la más poderosa bruja que hubiera pisado la tierra.

Cuando la mano de Jeanne se cerró sobre el brazo de Vlad, una sonrisa apareció en los labios del vampiro, quien pronto, la guío hasta la salida.
– No tiene que agradecerme, ya le dije que lo que haga por usted me será compensado con su alma, por eso, no deberá dudar ni un segundo en pedirme cosas, esas que de estar en mis posibilidades serán cumplidas al instante, mientras que aquellas que no lo estén – la miro de reojo – tan solo tendrá que ser paciente y se las daré – mientras decía aquello comenzó a andar, alejándose lentamente del café donde se habían encontrado momentos atrás.

Poco a poco los pasos de la hechicera y el inmortal fueron dirigidos a calles solitarias que recorrieron en silencio durante un buen tramo.
– Ahora, ¿Quiere conocer entonces mi historia? – preguntó de golpe, rompiendo con el silencio que se instalara desde que abandonaron el café – Si su respuesta es afirmativa, debe saber que no es una historia bonita pues esta plagada de lo peor de la naturaleza humana – se detuvo entonces – esta plagada de lo peor de mi y eso puede asustarla – sentenció, observando los ojos de la hechicera y aguardando porque ella aceptara escuchar la historia o decidiera dejarla como un completo misterio.

por **Daviana Ruadh** Sáb Jun 02, 2018 12:24 pm

El viento nocturno, chocó su rostro, haciendo que su cuerpo temblara. La frialdad que traspasaba el ropaje del vampiro, haciendo que su naturaleza sobrehumana fuera evidente, volvió a provocar en Jeanne un temblor. No se trataba que temiera por su vida, pues, ésta ya había terminado, de alguna forma, al dejar atrás a quien fuera su esposo y a sus adorados hijos. Su decisión estaba tomada, no volvería tras, no regresaría a los brazos de aquel lobo, como tampoco volvería a besar o abrazar a su hijos, debía protegerles, en la sombra, sin siquiera que ellos se dieran cuenta, y si para hacerlo, debió vender su alma al demonio, estaba segura que no se arrepentiría, ni en ese momento, ni dentro de cien años.

Apretó levemente el brazo del vampiro, cuando comenzaron a caminar, rumbo a la residencia del inmortal, ella no sabía a donde se dirigían, pero observó atenta cada uno de los callejones y calles que traspusieron sus pies, contempló la pobreza en algunos lugares, el cruel mundo de la miseria, la avaricia y el infortunio. Pensó cuanto de aquello podría conocer aquel ser que le acompañaba, puesto que al vivir como un inmortal, habría observado como las vidas de los demás, se perdían, tras sueños irresolutos, venganzas inútiles, y miles de victimas innecesarias. Una mujer, pasó a su lado, vestida con un traje que habría visto mejores épocas, delgada, casi hasta la muerte, tocio a penas cruzarles, llevaba entre sus esqueléticos brazos a un niño que parecía mas muerto que vivo. El corazón de Jeanne, se compadeció, su mirada la siguió, - si tan solo pudiera tener el don de salvar aquellas vidas, mas solo puedo observar el futuro, sin poder cambiarlo, y contemplar a los muertos que sufren por lo que ya les es imposible cambiar - suspiró, bajó la mirada, y tragó saliva, lloró en silencio, pues a si mente llegaron fragmentos del destino de esa mujer. Iba de camino a tirarse al río, apretando entre su pecho el cuerpo de su niño muerto. - Tal vez es lo mas justo, el mejor final - caviló, inspirando profundamente, alejando aquellos sentimientos ajenos.

Unas cuantas calles mas, el paisaje varió, y el silencio fue quebrado, cuando el vampiro le habló, preguntando si aún deseaba escuchar su historia, advirtiéndole primero que ésta estaría plagada de momentos difíciles, de crueldad, y dolor, - No tengo miedo, cuéntame de ti, prefiero conocerte, te he entregado mi alma, no cambiaré mi decisión, mientras logres ayudarme a encontrar la manera de proteger a mis hijos - dijo con total sinceridad, llevando su mirada, aún encharcada en lagrimas, a la fría mirada del vampiro.

por **Vlad** Jue Jul 05, 2018 6:07 pm

Caminaban por las calles oscuras y llenas de almas en precariedad. El mundo era un sitió horrible para aquellos de buen corazón como la bruja que caminaba al lado del vampiro. En otros tiempos, cuando el vampiro aún era mortal también hubiera sentido pena o dolor por aquellos que se cruzaban en sus caminos, de hecho, hubiera sentido pesar incluso de escuchar el sollozo de la hechicera a su lado, más ahora, no experimentaba más que el deseo de poder, el ansia de volver en el tiempo y ser lo que alguna vez abandono por su estúpida necesidad de vida eterna; pero con Jeanne a su lado tenía esperanza una vez más, aunque no lo hiciera evidente.

Las calles llenas de dolor y muerte que recorrieron fueron poco a poco quedando detrás y el inmortal junto a la hechicera, llegaron a calles más bendecidas en las que se veían ya grandes mansiones y no solo casuchas cayéndose a pedazos. Fue ahí, en las calles más bellas que el Vlad volvió a interrogar a Jeanne, preguntándole si realmente estaba dispuesta a saber de su vida y no solamente quería confiar ciegamente en él, esperando lo mejor.
– Sé que no tienes miedo – aseguró – ya sientes que has perdido todo lo que alguna vez fue importante para ti, así que el miedo ahora es solo una carga, sin embargo, aún eres capaz de sufrir por los demás – retiro con su dedo frío una de las lágrimas que rodaban por las mejillas de la joven hechicera – y sé que si has sufrido por las almas que encontramos durante nuestro camino, será inevitable que sufras también por mi – inclinó su rostro para mirar más de cerca aquellos ojos llenos de luz y amor, sacrificio y fuerza – hace mucho que nadie sufre por mi – sentenció antes de alejar la mirada y en silencio, guiarla unos minutos más, hasta que llegaron ante las puertas de una enorme mansión, la mansión del vampiro.

La mansión se asemejaba a su habitante, oscura, solitaria pero aún así, rodeada de un enorme y hermoso jardín de rosas rojas, flores que eran amadas y odiadas por el vampiro.
– Nací hace más de mil años, en un clan poderoso por el que corría la magia – la miró de reojo – porque sí, antes de ser esto que observas, fui como tú – sin soltar la mano de la dama, comenzó a guiarla por el camino que llevaba a la entrada de la mansión mientras que continuaba con su historia – yo, a diferencia de ti y los hechiceros actuales, era venerado pues mis poderes eran magnificentes y sin embargo, resultaban poco para mi, que había crecido entre brujos igualmente poderosos – sonrió – abandone mi hogar por eso, comencé a vagar por el mundo y en mis viajes descubrí que las personas eran solo un medio que podía usar para conseguir mis fines de volverme más poderoso, siendo precisamente mi ansia de poder lo que sería el inicio del fin para mi – se detuvo el relato al igual que sus pasos, pues llegaban ambos a la puerta de la mansión, misma que Vlad abrió para entonces soltar el brazo de la bruja y con una seña, invitarla a entrar.

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