Paura. Vendetta. [Evelyn]

Debía de ser realmente un masoca para acudir allí otra vez después de lo ocurrido. ¿Qué pretendía encontrar allí? ¿Quería rememorar aún más la muerte de Flavio? ¿No era suficiente recordarle a cada paso que daba? Estaba claro, era un maldito masoquista dispuesto a tirarme a un abismo sin fin solo para poder recordar una sola de sus sonrisas. U otra de sus miradas clavándose en mis ojos. Maldita sea...
Caminé guardando las manos en los bolsillos de mi chaquetón y me adentré en la primera iglesia que encontré. Cerré los ojos al pisar aquel maldito lugar. ¿Y si me encontraba otro cura? ¿Qué sentiría? ¿Lo mataría como la otra vez? La pregunta que más miedo me dio formularme era aquella que me cuestionaba si me había convertido en un monstruo.
Eres un monstruo desde hace mucho tiempo. Ladeé la cabeza intentando deshacerme de la voz de mi mente y continué caminando por el largo pasillo de la iglesia hasta llegar al altar.
Alzar la mirada hasta el altar me costó más trabajo del que esperaba. Ver aquella imagen y pensar lo que los curas podían llegar a hacerle a jóvenes que creían en aquella gran mentira que había creado el mismo hombre para sentirse más tranquilo...
-Y pensar cuantos crímenes se habrán cometido en tu nombre....- murmuré clavando mi mirada en aquel gran crucifijo.
Unos pasos interrumpieron mi solitario mónologo, y busqué con la mirada al autor de éstos. Un cura. Oh sí, Eric. Un cura. ¿Ya notas como nace la ira en ti? ¿Ya notas como el monstruo que llevas dentro pide a gritos que lo liberes?. Apreté los dientes molesto, echando una mano a mi frente, mientras esperaba a aquel hombre que se acercaba a mí con una sonrisa amable.
Me irritó de manera exagerada aquella falsa sonrisa, ¿de verdad quería ayudarme?
-¿Estás orando, hijo mío? Seguro que Dios escuchará tus plegarias....- me sonrió con amabilidad colocándose a mi lado.
-¿De verdad?.-murmuré sin mirarle con un fingido tono triste. ¿Qué me estaba pasando? ¿Tan rápido despertaban mi instinto asesino aquellos hombres? -He pecado, padre....- continué con aquel susurro clavando mis ojos friamente en los suyos, observando por un momento su sorpresa ante mi mirada. Sonreí friamente ante su aparente miedo.
-Dios todo lo perdona, hijo...
-¿Tendrá usted un rosario, padre? Necesito rezar... que Dios perdone mis pecados
Observé con una sonrisa dibujada en los labios como se sacaba un rosario del cuello y me lo entragaba, tomando mi mano y dejándola sobre ésta. Clavé su mirada en la mía, sonriendo pervesamente. Hazlo, me ordenó mi mente, pero aquella vez no necesitaba sus órdenes, aquella vez sabía bien lo que debía hacer.
En un rápido me coloqué detrás del cura y colocando el rosario en su cuello, apreté con fuerza para ahogarlo. Escuché con plácer sus gritos de dolor, sus inútiles forcejeos. En mi mente ni un solo ápice de culpa aparecía, ni un solo remordimiento, ni una sola palabra para cesar todo aquello. Al contrario, las imágenes de Flavio siendo violado por aquellos bastardos golpeó mi mente dolorosamente, y mi boca se fue directa al cuello de aquel cura para morderlo y alimentarme de su sangre. Y sabía tan amarga, tan sabrosa para mi paladar.
-Bastardos.- murmuré dejándole caer ya muerto en el suelo de la iglesia mientras pasaba una mano por mi boca, limpiando las últimas gotas de sangre que manchaban mis labios para luego recogerlas con mi lengua.

Una sucesión de diapositivas confusas y difusas se formaron en mi mente creando cadenas oníricas que escapaban de todo vínculo lógico. Olía a incertidumbre, mi propia incertidumbre.
Súbitamente, llegó a mis oídos un grito ahogado que disipó las tinieblas que me impedían interpretar aquel mensaje con claridad, pero de poco sirvió; tan solo vi una gota de sangre, un edificio que se asemejaba a la iglesia y una silueta sin rostro.
Finalmente desperté.

Me encontraba tumbada en un sofá elegante con un libro descansando sobre mi vientre, me había quedado dormida. Mi respiración era entrecortada y mi mente un caos de preguntas sin respuesta; ¿Qué significa ese sueño? ¿Es un mensaje o una simple pesadilla? Era bien consciente de que aquellos sueños que me producían este tipo de sensaciones no siempre se quedaban en un momento ficticio, tenía un mal presentimiento y solo había un modo de encontrar las respuestas.
Entonces me desperecé y me dirigí hacia la salida del hogar, pues mi destino en aquellos instantes era la iglesia. Quería liberarme del amargo aroma de incertidumbre atenazante.

Caminé y caminé aparentando calma, buscando con la mirada aquel edificio que se había dibujado en mi mundo onírico. El mal presentimiento que se debatía en mis adentros no hizo más que aumentar por cada paso que daba, mi mente me pedía a gritos que volviera a casa y que me olvidara del sueño, pero mi instinto me empujaba a seguir. Por fortuna o por desgracia no pude acallar la voz del instinto.

Mi llegada a la iglesia me sacó de mis divagaciones, aquel edificio que se alzaba ante mí se parecía horrorosamente al que vi, tenía que ser ese. Mala señal.
Tragué saliva, respiré hondo y me encaminé hacia la entrada. Lo hice despacio y de forma pausada, si algo había aprendido durante mis pocos años de vida, era a ser precavida. Crucé el umbral y me adentré hacia el interior de la iglesia suplicando en silencio que no ocurriera nada negativo. Poco duró aquella esperanza, pues unos gritos de agonía se clavaron en mis oídos como si de mil cuchillas se trataran. El susto me obligó a correr todo lo silenciosamente que pude hasta situarme detrás de una gran columna y una mesita con un candelabro reposando sobre ésta. Me asomé lo justo y necesario para observar la escena; Gran error.
Aquella era sin duda la imagen de la mismísima muerte. ¡¿Por qué aquel hombre estaba matando al cura en un sitio así?! ¡¿Que podría hac...?! Los pensamientos que cruzaban mi mente fueron interrumpidos por una imagen que me desconcertó aun más; pude ver claramente como el asesino se acercaba al cuello de su víctima arrebatandole sus últimos momentos de vida. Mis pensamientos se centraron en una única palabra: "Vampiro".
Si aquel ser me descubría probablemente mi vida llegaría a su fin, cierto es que siempre he sentido curiosidad hacia los vampiros, pero no era mi deseo enfrentarme a uno y mucho menos ser partícipe de su alimentación. Tenía que salir de allí.

Retrocedí unos cuantos pasos con la finalidad de alcanzar la salida, pero la condenada torpeza me jugó una mala pasada; golpeé al candelabro que descansaba sobre la mesita haciendolo caer estrepidosamente contra el suelo. Para mi desgracia algunas piezas eran de cristal, cosa que no hizo más que acentuar el ruido de la caída y el nudo que se estaba formando en mi garganta. Ya era demasiado tarde.

Soltando el cuerpo de aquel cura cubrí mi rostro con ambas manos. No era la culpa la que me invadía, no. Era la impotencia, otra vez, el saber que todas aquellas muertes no me iban a devolver a Flavio. ¿Y qué más podía hacer? Mi venganza, a fin de cuentas, no servía de nada, pero me daba vida. Si es que yo podía sentir aquello aún.
Subí mis manos hasta el pelo para pasarlo por éste y suspirar agotado. Mi mente había acallado por unos segundos, seguramente por la sangre que por fin le había dado. La calma pareció inundar el lugar, y me agaché para tomar el rosario con el que había ahorcado al cura y guardarlo en mi bolsillo. Quién sabe que maldad podría ocurrirseme con él.
Dí una leve patada al cadáver con intención de abandonar el lugar cuando un estruendo rompió el silencio. El sonido de un candelabro cayendo al suelo junto varios objetos de cristal.
Alcé la mirada rápidamente para observar quien había hecho aquel ruído y me topé con una joven de cabellos rojizos.
Te han pillado, murmuró mi mente con fingida tristeza.
La maldija a ella, a la joven y a mí mismo por no haber tenido cuidado. ¿Qué debía hacer entonces?
Guardé las manos en los bolsillos y caminé lentamente hasta la joven que parecía asustada.
-Llegas en mal momento.- dije sin más, dejándome llevar más por la ira que sentía dentro que por la cordura que tanto me faltaba.

Una parte de mi exclamaba desesperadamente que empezara a correr, que permanecer en aquel lugar ya manchado de pecado tan solo acarrearía malas consecuencias. Mas no pude obedecerla, ya que la impresión había logrado paralizarme, era como si mis pies estuvieran pegados en el suelo, no me obedecían.
Realmente no sabía como actuar pues jamás había vivido una situación semejante, aquello se me hacía altamente desconocido. ¿Cómo debería reaccionar?

Entonces aquel hombre empezó a acercarse a mí lentamente, sus palabras no se me antojaron nada agradables. Permitir que cunda el pánico o dejarme llevar por la intranquilidad en aquellos instantes era demasiado inútil además de estúpido, y por ende, decidí adoptar cierta serenidad. Una serenidad fingida.

-Mal lugar para cometer malos crímenes, raro sería llegar en buen momento.- Dije con toda la calma que me brindó mi pobre cordura. -¿Ese desgraciado le hizo algo malo? Pregunto porque me pareció percibir... ira... - Reaalmente no sabía si preguntaba por preguntar o para disimular el miedo, ni siquiera estaba segura de si mi observación era acertada. Yo no sentía especial simpatía por la iglesia o los curas, pues si éstos descubrían mi secreto me enviarían directamente a la hoguera o me dedicarían cualquier otro método de muerte agónica. Por esa razón no lamenté su suerte, los curas siempre me parecieron inútiles, crueles, hipócritas y problemáticos. Más bien me preocupaba mi vida... y mucho.

Me reí con descaro ante su fingida seguridad, intentaba aparentar que se sentía serena en una situación como aquella. ¿No le daban miedo los vampiros? ¿No temía que hiciera con ella lo mismo que con el cura?
-Mal lugar para cometer malos crímenes, raro sería llegar en buen momento..- me reí ante sus palabras y su fingida calma. ¿Malos Crímenes? ¿Había buenos crímenes? Para mí, asesinar a bastardos que acababan con la vida de niños era un crimen más que justificado. -¿Ese desgraciado le hizo algo malo? Pregunto porque me pareció percibir... ira...
Apreté los dientes molesto. ¿Qué le importaba a ella lo que hubiera hecho? ¿Por qué la gente tenía aquella estúpida manía de hacer preguntas? ¿No veía acaso que acababa de matar a un hombre? ¿Por qué no huía y me dejaba en paz?
-¿Y qué si me lo hubiera hecho?.- la cuestioné molesto caminando a su alrededor. -Que te importa a ti... ¿por qué no te vas antes de que acabe contigo como lo hice con ese cura?.- susurré casi a su oído fríamente.
La ira aún estaba muy dentro de mí como para intentar ser como siempre. Aún estaba demasiado furioso, demasiado lleno de odio, de venganza... de aquella necesidad de acabar con aquellos bastardos por el simple hecho de haber acabado con lo que más necesitaba: Flavio.
Era frustrante sentir que necesitaba a alguien que no conocía, a alguien que nunca más estaría a mi lado, alguien que había grabado en mí sus ojos y sonrisa aunque solo fuera a través del recuerdo... o más bien, de dolorosas visiones que me traían, de cuando en vez, algún claro recuerdo.

Tenía la desagradable certeza de que hiciera lo que hiciera acabaría por ser una elección estúpida, pues en aquellos casos tan solo se podía esperar a un condenado milagro. O quizá lo que ocurría era que me veía incapaz de ordenar mis ideas ante la situación, los conflictos solía solucionarlos junto con mi hermana Bridget ya que siempre nos apoyabamos, desgraciadamente en el momento en el que más la necesitaba se hallaba lejos.

Le seguí con la mirada mientras caminaba a mi al rededor, analizando todos y cada uno de sus movimientos. Cierto es que de poco me serviría, pero ya se trataba casi de una costumbre, me gustaba tenerlo todo calculado. Lástima que por una vez no era yo la que dominaba la situación.
-No es precisamente algo común venir a la iglesia y encontrarse a un hombre succionando la sangre de un cura. Alguna razón tendrá para realizar un acto tan poco precavido, dudo que sea únicamente hambre... y si es una razón de peso incluso le daría las gracias por limpiar el mundo. Sinceramente no siento simpatía hacia los curas.-Pese a que seguía teniendo miedo, lo úlltimo que quería perder era la compostura, así que mantuve mi tono de voz sereno y un tanto respetuoso.

Sonreí de medio lado ante su amenazante pregunta. Sí, me había asustado y aquello se reflejaba en mis ojos, pero se me antojó una pregunta un tanto absurda dadas las circunstancias. No obstante, sentí un gelido escalofrío.
-Sería inútil malgastar fuerzas en echar a correr a sabiendas de que podría alcanzarme sin ninguna dificultad. Además seguramente me tildarían de sospechosa si me vieran salir corriendo de aquí y al entrar descubrieran el cadaver de ese cura.- argumenté.

Entonces mi característica estupidez volvió a invadirme; preocupación por el prógimo.
Aquella rabia que irradiaba mi interlocutor tenía que poseer alguna razón de peso y ello aunque sonara estúpido me preocupaba, además de que según lo que he leído los vampiros suelen tener un pasado muy amargo. No obstante, decidí guardar para mí misma las conjeturas, no era el mejor momento para mostrar debilidad.

Observé entonces la figura de la joven con detenimiento. Pelirroja de ojos azules. ¿Pero qué demonios estaba pasando? ¿Todas se habían puesto de acuerdo para acercarse a mí y hacerme revivir una y otra vez la angustia vivida en mi transformación? La imagen de mi creadora lanzándose sobre mi cuello recorrió con rápidez mi mente, activando aún más la rabia que me llenaba.
Apreté los puños notando como aquella mujer no iba a irse de allí facilmente. ¿Qué le pasaba a todo el mundo? ¿Se habían vuelto locos? ¿Desde cuando se quedaban cerca de un asesino? ¿Qué esperaba, que acabara con ella también? Bufé molesto poniendo los ojos en blanco cuando abrió la boca para comenzar a hablar.
-No es precisamente algo común venir a la iglesia y encontrarse a un hombre succionando la sangre de un cura. Alguna razón tendrá para realizar un acto tan poco precavido, dudo que sea únicamente hambre... y si es una razón de peso incluso le daría las gracias por limpiar el mundo. Sinceramente no siento simpatía hacia los curas.- me reí ante el miedo que desprendía su voz y clavé mis ojos en los suyos. ¿Por qué se molestaba en preguntar? ¿Por qué demonios se quedaba allí? Odiaba sentir que la gente tenía piedad de mí. Yo no necesitaba su piedad, no necesitaba su compasión, su lástima. -Sería inútil malgastar fuerzas en echar a correr a sabiendas de que podría alcanzarme sin ninguna dificultad. Además seguramente me tildarían de sospechosa si me vieran salir corriendo de aquí y al entrar descubrieran el cadaver de ese cura.- continuó de pronto.
Me eché a reír y asentí.
-Quizá ya no tengas escapatoria. Salgas de aquí o no lo hagas, ya estás en peligro.- murmuré encogiéndome de hombros con una mácabra sonrisa en los labios. -Agradecería que te largases de todos modos, hay una puerta allá atrás... vete y déjame en paz, tengo cosas más importantes que hacer que responder a tus preguntas
¿Por qué no acababa con ella también? A fin de cuentas, era solo una humana. ¿Por qué podía tener piedad con los demás humanos y no con los curas? Flavio, me recordó mi mente.
Posé mi mano en el hombro de la mujer y la alejé de mi un par de pasos.
-Vete ya... no quiero hacerte daño y no creo poder controlarme mucho más tiempo.- murmuré aprentado los dientes, sintiéndome estúpido por advertirla. No le debía explicaciones, ni ella ni a nadie... pero no malgastaría una vida en vano, una vida que no tenía nada que ver en mi venganza. ¿Desde cuando podía sentir yo piedad? ¿Desde cuando dejaba de alimentarme de cualquier ser? ¿Desde cuando había dejado de alimentarme para no robar vidas inocentes? ¿Por qué ahora solo me alimentaba de curas y lo hacía cuando mi cuerpo ya no podía más?
Agité la cabeza ante todas aquellas preguntas y empujé de nuevo a la mujer, susurrando otro "vete".

Mentiría si negara que su cambio de actitud me extrañó en gran medida; pasó de poseer una postura altamente belicosa a casi suplicar que me marchara. Por muy raro que sonara, aquello me tranquilizó, ya que dio a entender que no deseaba hacerme daño. Cosa que consideré bastante lógica, porque si quisiera hacerlo, probablemente mi espíritu se hubiese topado con el del cura en las puertas del averno o en el propio reino celestial.

Aparté la mano que utilizó para alejarme de él y le tomé del brazo sin ningún tipo de cortesía o vacilación. Supuse que no le agradaría ni lo más mínimo, pero poco importaba en aquellas cincurstancias.
-No pretendo ejercer de su niñera ni nada por el estilo, pero covendría que usted también saliera en este mismo instante por la puerta que me ha indicado. Supongo que no querrá enfrentarse ni a los curiosos ni a la propia guardia, estará más tranquilo si se evita todo eso. Además...- Hice una leve pausa y deslicé lentamente la mirada hacia el cadáver. -No es un lugar agradable para divagar.-

Cualquiera me tildaría de loca, incluso de absurda, cosa que no me extrañaría. Lo cierto es que había una fuerza en mí que me exigía que no dejara atrás a aquella criatura; una mezcla entre deseos de ayudar e incertidumbre vinculadas a la propia intuición. Algo me decía que tenía que obrar de aquel modo. Y una mujer como yo siempre sigue los dictámenes de la intuición.

-Le prometo que dejaré de molestarle si se marcha conmigo. Sí, sé que podría matarme y quedaría todo solucionado, pero dudo que quiera hacerme daño.- Me aventuré a decir.