Un día en la mente de una mujer en coma

por **Gianna Castiglione** Dom Sep 25, 2016 10:59 pm

25 de Septiembre

Ya lo sé, escuché a mi hermana decirlo todo: Que mis padres han elegido creerme muerta, que se sienten decepcionados, que se cree que mi estado fue un intento de suicidio y, también, que estoy embarazada. De haberlo sabido antes, no habría hecho lo que hice. Jamás habría derretido la plata, nunca la hubiese inyectado en mi torrente sanguíneo en un arriesgado deseo de experimentar con mi despreciada y reciente licantropía. Ahora me arrepiento, claro, porque siento la plata erupcionarme la piel aunque extrajeron casi de inmediato la mayoría. Queda poco dentro de mí, pero arde como lo haría el infierno. No puedo siquiera imaginar lo que haría en mi hijo, y cada vez que me duele, pienso más en él, o ella.

Intento abrir los ojos, pero no pasa nada. Siento cuando Aryana me toma las manos, escucho cuando me habla, e intento hacerle miles de preguntas. No estoy segura si la escucho siempre, porque recuerdo poco y a veces no entiendo lo que me dice, no sé de quién me habla, no sé a quién ha traído ahora para cuidar de mí ¿Sabrá alguien más de mi estado? Quizás a nadie más que a ella le importa, y creo que es lo mejor; de todos modos, si Astor supiera que tendrá un hijo, probablemente lo negaría y le daría igual. Y así está bien, yo ya sabía cómo era antes de meterme con él. Fue una mala decisión, pero últimamente no tomé ni una sola buena. Si sobrevivo, no sé cómo podré manifestar que daré a luz. Me angustia pensar que estoy matando a mi propio hijo de todas las maneras posibles, y eso me desespera más que sentir la plata dejando sus huellas sobre mí ¿Será mejor si es luna llena? No me imagino cómo se dará ese cambio en mí cuando eso ocurre, no sé si me muevo entonces, o si el cambio ocurre con fuerza pero permanezco exactamente igual; de eso no he sido nunca consciente. Quiero despertar, lo intento en cada instante en que permanezco algo lúcida (Si es que puedo llamarlo así), pero no logro hacerlo, no puedo hacer nada, más que detestarme más a cada momento, al igual que a ellos, a esos tres hombres que me cambiaron la vida. Uno para traicionarme, otro para convertirme, y el otro por poner una semilla en mí y que ya contaminé. Y pienso en él en esta extraña forma de presente, porque de alguna manera, sé que aún vive.