AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Madre luna (tessa)
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Madre luna (tessa)
Los días habían pasado tranquilos, cada vez me alegraba mucho mas de haber cedido a las exigencias de mi madre, tanto era así que hoy era incapaz de ver mi futuro sin ir de la mano de esa precisa mujer que tenia frente a mi.
Esa preciosidad que el destino había puesto frente a mis ojos, y que no solo era una de las mujeres mas bellas de París, si no posiblemente del mundo, ademas, tenis una dulzura, un férreo carácter, ella englobaba todo lo que yo esperaba de una dama.
Sus padres cada vez se sentían mas cómodos conmigo, así que la verdad es que ese viaje a París se había convertido en toda una experiencia.
Cada vez me sentía mas a gusto en esa casa, las risas y la complicidad de mi prometida para conmigo era inverosímil en tan poco tiempo.
Era como si ella siempre hubiera estado esperándome, como si existiera esa mitad perfecta en la que creemos los lobos y por ende la acabara de encontrar en París.
Llegó la noche del tercer día, esa que no pasaría en el lecho de mi prometida, si no en sus mazmorras, hoy la dama blanca coronaria el firmemente.
Mi madre me llamaría para convertirme en su hijo, pronto mi cuerpo se trasformaría en el de un lobo, un licantropo sin ningún tipo de control.
Por eso, su padre y yo habíamos acordado que al no conocer los bosques en París y no saber donde podría no causar estragos, lo mejor seria quedar encadenado a esas mazmorras que su propio padre con mi supervisión había pertrechado para mi.
Esa noche la hora de la cena se adelanto, para evitar así que madre luna hiciera su aparición, todo estaba dispuesto para tras la cena aventurarnos escaleras abajo, mas mientras tanto mi prometida y yo disfrutábamos de aquel suculento menú acariciándonos las manos.
Dadou nos miraba feliz, la verdad es que la pequeña era un terremoto, pero le había cogido bastante cariño, era una niña despierta, y me gustaba cuando me retaba con esas astutas palabras.
También me animaba a ser paciente con su madre, creo que mas preocupada por perder a mi montura que a mi mismo.
Esa preciosidad que el destino había puesto frente a mis ojos, y que no solo era una de las mujeres mas bellas de París, si no posiblemente del mundo, ademas, tenis una dulzura, un férreo carácter, ella englobaba todo lo que yo esperaba de una dama.
Sus padres cada vez se sentían mas cómodos conmigo, así que la verdad es que ese viaje a París se había convertido en toda una experiencia.
Cada vez me sentía mas a gusto en esa casa, las risas y la complicidad de mi prometida para conmigo era inverosímil en tan poco tiempo.
Era como si ella siempre hubiera estado esperándome, como si existiera esa mitad perfecta en la que creemos los lobos y por ende la acabara de encontrar en París.
Llegó la noche del tercer día, esa que no pasaría en el lecho de mi prometida, si no en sus mazmorras, hoy la dama blanca coronaria el firmemente.
Mi madre me llamaría para convertirme en su hijo, pronto mi cuerpo se trasformaría en el de un lobo, un licantropo sin ningún tipo de control.
Por eso, su padre y yo habíamos acordado que al no conocer los bosques en París y no saber donde podría no causar estragos, lo mejor seria quedar encadenado a esas mazmorras que su propio padre con mi supervisión había pertrechado para mi.
Esa noche la hora de la cena se adelanto, para evitar así que madre luna hiciera su aparición, todo estaba dispuesto para tras la cena aventurarnos escaleras abajo, mas mientras tanto mi prometida y yo disfrutábamos de aquel suculento menú acariciándonos las manos.
Dadou nos miraba feliz, la verdad es que la pequeña era un terremoto, pero le había cogido bastante cariño, era una niña despierta, y me gustaba cuando me retaba con esas astutas palabras.
También me animaba a ser paciente con su madre, creo que mas preocupada por perder a mi montura que a mi mismo.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
Me quedé bastante sorprendida cuando a la mañana siguiente de la llegada de Annibal a nuestras vidas, irrumpí en la habitación de mi madre como cada día, y los encontré a los dos durmiendo juntos y abrazados. ¿Por qué estaban en la misma cama si había otras habitaciones de invitados en la casa? Mi madre siempre decía que cada una debía dormir en su dormitorio, y que solo en el caso de que hubiese tormenta y estuviese asustada podría dormir con ella. ¿Sería aquello lo que le ocurría a Annibal, estaría asustado y había acudido a la cama de mi madre para que lo protegiese? Aunque la noche anterior no había habido tormenta. Arrugué la nariz tratando de buscar una explicación que no encontré a aquel hecho mientras los miraba tan juntos que hasta me provocaba risa.
Los demás días se fueron sucediendo como si Annibal hubiese estado siempre con nosotras; los paseos por parques y jardines ocupaban la mayor parte de nuestro tiempo, hasta una tarde mi madre y su prometido habían venido a recogerme al estudio de Ballet, siendo la envidia de todas las niñas que no tenía un padre tan guapo y elegante. Cierto que todavía no era mi padre, pero si se casaba con mi madre, entonces se convertiría en él ¿no?. Le pregunté a mi abuela y me dijo que sí, algo así como que Annibal me ¿adoptaría? Esta parte tampoco la comprendía.
Lo que decía, que todas las niñas se quedaron mirándolo, mientras las madres cuchicheaban entre ellas, ante la sonrisa triunfal de la mía, que de la mano de él cogió la mía para disfrutar de un tranquilo paseo hasta nuestra casa. Una de las cosas que Annibal tenía buenas, a parte de su increíble caballo, era que jamás ignoraba mis preguntas por ser pequeña, sino que se esforzaba por contestarlas de la mejor forma posible. No conocía a muchos hombres para saber si eso era lo normal, pero comparándolo con mi abuelo que seguía tratándome como a una niña, aquella virtud parecía exclusiva del prometido de mi madre.
Lo cierto es que la veía radiante. Normalmente siempre estaba más sosegada, menos risueña; siempre preocupada o triste. Solía permanecer en casa la mayor parte del tiempo entre libros y costura, y sin embargo desde la llegada de Annibal, no había dejado de lucir esa preciosa sonrisa en su rostro. Para querer deshacerse de su prometido como me había confesado días antes de la llegada de éste, lo estaba intentando de una forma un tanto extraña, pues yo juraría que a cada día que pasaba se les veía más unidos.
Aquella noche la cena se adelantó e ilusionada por poder cenar con ellos en lugar de con la nana que se ocupaba de mí cuando era momento de darme el baño y acostarme, me senté frente a ellos en la mesa, que no paraban de prodigarse caricias y unas miradas un tanto extrañas.
- ¿Por qué os miráis así? Es muy inquietante pensar que os estáis haciendo señas, como si estuvieseis jugando a un juego que solo vosotros conoceís ¿Puedo jugar yo también?.- pregunté clavando mis ojos en ambos, pasando mi mirada del rostro de mi madre a la de Annibal, y viceversa, al tiempo que fruncía el ceño y esperaba que el servicio sirviese la cena.
Los demás días se fueron sucediendo como si Annibal hubiese estado siempre con nosotras; los paseos por parques y jardines ocupaban la mayor parte de nuestro tiempo, hasta una tarde mi madre y su prometido habían venido a recogerme al estudio de Ballet, siendo la envidia de todas las niñas que no tenía un padre tan guapo y elegante. Cierto que todavía no era mi padre, pero si se casaba con mi madre, entonces se convertiría en él ¿no?. Le pregunté a mi abuela y me dijo que sí, algo así como que Annibal me ¿adoptaría? Esta parte tampoco la comprendía.
Lo que decía, que todas las niñas se quedaron mirándolo, mientras las madres cuchicheaban entre ellas, ante la sonrisa triunfal de la mía, que de la mano de él cogió la mía para disfrutar de un tranquilo paseo hasta nuestra casa. Una de las cosas que Annibal tenía buenas, a parte de su increíble caballo, era que jamás ignoraba mis preguntas por ser pequeña, sino que se esforzaba por contestarlas de la mejor forma posible. No conocía a muchos hombres para saber si eso era lo normal, pero comparándolo con mi abuelo que seguía tratándome como a una niña, aquella virtud parecía exclusiva del prometido de mi madre.
Lo cierto es que la veía radiante. Normalmente siempre estaba más sosegada, menos risueña; siempre preocupada o triste. Solía permanecer en casa la mayor parte del tiempo entre libros y costura, y sin embargo desde la llegada de Annibal, no había dejado de lucir esa preciosa sonrisa en su rostro. Para querer deshacerse de su prometido como me había confesado días antes de la llegada de éste, lo estaba intentando de una forma un tanto extraña, pues yo juraría que a cada día que pasaba se les veía más unidos.
Aquella noche la cena se adelantó e ilusionada por poder cenar con ellos en lugar de con la nana que se ocupaba de mí cuando era momento de darme el baño y acostarme, me senté frente a ellos en la mesa, que no paraban de prodigarse caricias y unas miradas un tanto extrañas.
- ¿Por qué os miráis así? Es muy inquietante pensar que os estáis haciendo señas, como si estuvieseis jugando a un juego que solo vosotros conoceís ¿Puedo jugar yo también?.- pregunté clavando mis ojos en ambos, pasando mi mirada del rostro de mi madre a la de Annibal, y viceversa, al tiempo que fruncía el ceño y esperaba que el servicio sirviese la cena.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Madre luna (tessa)
Los días iban sucediéndose con calma, donde los paseos por la playa y las largas charlas bajo la luz de las estrellas eran los momentos que más anhelaba durante el día, horas que pasaban con rapidez y en las que yo cada vez me sentía más feliz al lado de mi prometido, Annibal. Ese hombre que desde el primer encuentro había conseguido ir haciéndose un hueco en mi corazón, que a pesar de que mi principal idea cuando mis padres me informaron de aquel enlace acordado había sido ahuyentarlo lo más lejos posible, ahora todos esos pensamientos de rebeldía habían quedado atrás, pues después de el primer roce de sus dedos sobre mi piel, habia sido incapaz no desear otra cosa que no fuese volver a ser acariciada por sus manos, besada por esos labios que me hacían volar hasta el infinito.
Me había demostrado con creces no ser un hombre común, ya no solo por la paciencia que tenía con las incesantes preguntas de Dadou y la sonrisa que siempre mostraba cuando proponía hacer cosas con la pequeña, sino por el hecho de aceptar seguir mi ritmo en cuanto a gestos más íntimos se refería. Adoraba a aquel hombre que con sus caricias me hacía sentirme querida, que con su dulzura en esos momentos más íntimos me infundaba seguridad. Ese que con nuestras cómplices miradas me prometía amarme durante el resto de nuestras vidas. Sabía que era pronto para hablar de amor, para sentir algo más fuerte que un simple sentimiento de atracción, pero en mi pecho sentía que no solo era eso lo que agitaba mi alma cuando lo tenía cerca, no era solo el hecho de que me gustase lo que me orillaba a su cuerpo cada noche para dormir abrazados. Detrás de cada gesto, de cada mirada, de cada caricia había una ebullición de sentimientos que crecían en mi interior, donde el principal de todos, aquel que gobernaba sobre los demás, era el amor.
Y es que Annibal, con lo poco que lo conocía, era más de lo que había soñado. Cumplía mis expectativas con creces de como sería mi hombre ideal. Estar entre sus brazos era el mejor refugio que jamás habría imaginado, y con él a mi lado, paseándonos continuamente cogidos de la mano como dos enamorados, no se me ocurría otra forma mejor de describir el cielo. Pues junto a ese ángel caído del cielo y puesto en mi camino, mis días (y noches) se habían convertido en el paraíso hecho realidad. No recordaba una etapa de mi vida en la que hubiese sido tan feliz, y todo se lo debía a Annibal.
Aquella noche mis padres decidieron adelantar la hora de la cena, y aunque las razones de dicho cambio no me fueron comunicadas, imaginé que el motivo era que Dadou comenzase a formar parte de esas cenas familiares junto a Annibal, después que las dos noches anteriores mi padre y mi prometido hubiesen hablado largo y tendido sobre el compromiso y la dote ya todo estaba más o menos acordado, y mi hija se moría de ganas por cenar también con nosotros. Nos sentamos juntos en la mesa a la espera de que las doncellas se ocupasen de servir la cena, riéndonos como tontos ante nuestras miradas, e incapaces de dejar de acariciarnos las manos por debajo y encima de la mesa, ante la atenta mirada de mi hija, que frente a nosotros ladeaba la cabeza en busca de una explicación a nuestros actos.
-Claro hija que puedes jugar.- contesté divertida ante la pregunta de Dadou que desde luego era tan comprometida como el resto de preguntas que salían de ese endiablado cerebro. Miré entonces a Annibal buscando su preciosa mirada, y con una sonrisa en los labios que no auguraba nada bueno proseguí.- Que Annibal te explique las reglas del juego.
No pude evitar reir y acercarme a él para darle un dulce beso en la mejilla cuando se percató que había lanzado sobre tu tejado una bomba de relojería. Sonreí inocentemente mientras observaba su rostro tratando de buscar un explicación acomodada a una niña de cinco años para el "supuesto juego" al que nosotros jugábamos. Cogí su mano por debajo de la mesa, y con el pulgar acaricié el dorso de la mano de la suya, embelesada mientras lo miraba hablar, y convenciéndome de que aquello era amor, y que quien dijese que no era posible enamorarse en tan poco tiempo, es porque no habían encontrado a su alma gemela por el camino.
Me había demostrado con creces no ser un hombre común, ya no solo por la paciencia que tenía con las incesantes preguntas de Dadou y la sonrisa que siempre mostraba cuando proponía hacer cosas con la pequeña, sino por el hecho de aceptar seguir mi ritmo en cuanto a gestos más íntimos se refería. Adoraba a aquel hombre que con sus caricias me hacía sentirme querida, que con su dulzura en esos momentos más íntimos me infundaba seguridad. Ese que con nuestras cómplices miradas me prometía amarme durante el resto de nuestras vidas. Sabía que era pronto para hablar de amor, para sentir algo más fuerte que un simple sentimiento de atracción, pero en mi pecho sentía que no solo era eso lo que agitaba mi alma cuando lo tenía cerca, no era solo el hecho de que me gustase lo que me orillaba a su cuerpo cada noche para dormir abrazados. Detrás de cada gesto, de cada mirada, de cada caricia había una ebullición de sentimientos que crecían en mi interior, donde el principal de todos, aquel que gobernaba sobre los demás, era el amor.
Y es que Annibal, con lo poco que lo conocía, era más de lo que había soñado. Cumplía mis expectativas con creces de como sería mi hombre ideal. Estar entre sus brazos era el mejor refugio que jamás habría imaginado, y con él a mi lado, paseándonos continuamente cogidos de la mano como dos enamorados, no se me ocurría otra forma mejor de describir el cielo. Pues junto a ese ángel caído del cielo y puesto en mi camino, mis días (y noches) se habían convertido en el paraíso hecho realidad. No recordaba una etapa de mi vida en la que hubiese sido tan feliz, y todo se lo debía a Annibal.
Aquella noche mis padres decidieron adelantar la hora de la cena, y aunque las razones de dicho cambio no me fueron comunicadas, imaginé que el motivo era que Dadou comenzase a formar parte de esas cenas familiares junto a Annibal, después que las dos noches anteriores mi padre y mi prometido hubiesen hablado largo y tendido sobre el compromiso y la dote ya todo estaba más o menos acordado, y mi hija se moría de ganas por cenar también con nosotros. Nos sentamos juntos en la mesa a la espera de que las doncellas se ocupasen de servir la cena, riéndonos como tontos ante nuestras miradas, e incapaces de dejar de acariciarnos las manos por debajo y encima de la mesa, ante la atenta mirada de mi hija, que frente a nosotros ladeaba la cabeza en busca de una explicación a nuestros actos.
-Claro hija que puedes jugar.- contesté divertida ante la pregunta de Dadou que desde luego era tan comprometida como el resto de preguntas que salían de ese endiablado cerebro. Miré entonces a Annibal buscando su preciosa mirada, y con una sonrisa en los labios que no auguraba nada bueno proseguí.- Que Annibal te explique las reglas del juego.
No pude evitar reir y acercarme a él para darle un dulce beso en la mejilla cuando se percató que había lanzado sobre tu tejado una bomba de relojería. Sonreí inocentemente mientras observaba su rostro tratando de buscar un explicación acomodada a una niña de cinco años para el "supuesto juego" al que nosotros jugábamos. Cogí su mano por debajo de la mesa, y con el pulgar acaricié el dorso de la mano de la suya, embelesada mientras lo miraba hablar, y convenciéndome de que aquello era amor, y que quien dijese que no era posible enamorarse en tan poco tiempo, es porque no habían encontrado a su alma gemela por el camino.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
No pude evitar sonreír cuando mi preciosa prometida me lanzo a los lobos. Quede frente a la impetuosa mirada de esa niña que quería ahora conocer las reglas del juego al que su madre y yo jugábamos.
Es que se llamaba amor y que nos orillaba no solo a mirarnos como tontos, si no a hacer manitas por debajo de la mesa.
¡Podríamos ser mas estúpidos los dos!
-es fácil pequeña, las reglas son mirarnos el uno al otro como si fuéramos helados..de esos del sabor que mas te gusten.
Le dedique una de esas miradas a la niña antes de echarme a reír -para mi eras un helado de chocolate.
Podía oír las pequeñas carcajadas de mi futura esposa, que creo no se esperaba saliera por ahí.
-Tienes que practicar mucho, de ahí que tu madre y yo pasemos el día jugando..solo así alcanzaras la perfección. Constancia se llama pequeña Dadou.
La cena trascurrió sin mas sobresaltos, no mas de las incomodas preguntas que ese pequeño demonio nos dedicaba y de las que trataba de salir airoso, pues en el fondo me encantaba.
No solo había tomado afecto a la madre, también a esa niña que pronto seria adoptada por mi y por mi manada.
La hora llegaba, el ocaso estaba cerca y su padre me dedicó una clara mirada, la misma con la que mis ojos lo buscaron a el.
Era la hora de bajar a las mazmorras, antes de que la madre luna me convirtiera en una bestia.
Su padre me había pedido cierto silencio, no quería que Dadou se enterara todavía de que yo era un licantropo y por ende, pensaba que no conversar de ese tema con mi prometida era la mejor poción pues la niña era muy lista y bastante entrometida.
Me despedí de mi esposa con un tierno beso en los labios, uno que hubiera alargado toda la noche y que me supo a fruta madura. El deseo se acrecentaba en mi cuerpo tal y como la luna empezaba ha empujar al sol. Hoy le tocaba reinar llena, plateada e inmensa.
Baje las escaleras con su padre, en cuanto Tessa ascendió por las escaleras que la portarían a nuestro conjunto lecho. Admitía que esa noche la echaría de menos, aunque la bestia pocas veces hace distinciones cuando se le arresta.
Noche larga me esperaba encerrado en esa mazmorra, mas sin duda valía la pena y no podía arriesgarme a corre tras algún pobre parisino que rondara por los bosques en busca de presa.
Es que se llamaba amor y que nos orillaba no solo a mirarnos como tontos, si no a hacer manitas por debajo de la mesa.
¡Podríamos ser mas estúpidos los dos!
-es fácil pequeña, las reglas son mirarnos el uno al otro como si fuéramos helados..de esos del sabor que mas te gusten.
Le dedique una de esas miradas a la niña antes de echarme a reír -para mi eras un helado de chocolate.
Podía oír las pequeñas carcajadas de mi futura esposa, que creo no se esperaba saliera por ahí.
-Tienes que practicar mucho, de ahí que tu madre y yo pasemos el día jugando..solo así alcanzaras la perfección. Constancia se llama pequeña Dadou.
La cena trascurrió sin mas sobresaltos, no mas de las incomodas preguntas que ese pequeño demonio nos dedicaba y de las que trataba de salir airoso, pues en el fondo me encantaba.
No solo había tomado afecto a la madre, también a esa niña que pronto seria adoptada por mi y por mi manada.
La hora llegaba, el ocaso estaba cerca y su padre me dedicó una clara mirada, la misma con la que mis ojos lo buscaron a el.
Era la hora de bajar a las mazmorras, antes de que la madre luna me convirtiera en una bestia.
Su padre me había pedido cierto silencio, no quería que Dadou se enterara todavía de que yo era un licantropo y por ende, pensaba que no conversar de ese tema con mi prometida era la mejor poción pues la niña era muy lista y bastante entrometida.
Me despedí de mi esposa con un tierno beso en los labios, uno que hubiera alargado toda la noche y que me supo a fruta madura. El deseo se acrecentaba en mi cuerpo tal y como la luna empezaba ha empujar al sol. Hoy le tocaba reinar llena, plateada e inmensa.
Baje las escaleras con su padre, en cuanto Tessa ascendió por las escaleras que la portarían a nuestro conjunto lecho. Admitía que esa noche la echaría de menos, aunque la bestia pocas veces hace distinciones cuando se le arresta.
Noche larga me esperaba encerrado en esa mazmorra, mas sin duda valía la pena y no podía arriesgarme a corre tras algún pobre parisino que rondara por los bosques en busca de presa.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
Desde luego que Annibal tenía una imaginación digna de envidiar, y una forma muy convincente de transmitir sus alocadas explicaciones, pues mi hija aceptó de buen grado las reglas de “ese juego” al que mi prometido y yo jugábamos a todas horas, asintiendo con la cabeza como si imaginarse al otro siendo un helado fuese lo más normal del mundo.
No pude evitar reír ante sus palabras, mientras Dadou me miraba confundida como si tratásemos de darle gato por liebre; pensamiento que sin duda se vio interrumpido cuando las doncellas comenzaron a servir la cena y mi padre le indicó que fuese ella quien bendijese la mesa. Eso sí, no por ello nos vimos exentos de ser sometidos al tercer grado de la pequeña, que sin duda sentía bastante curiosidad por la relación que Annibal y yo manteníamos, seguramente sorprendida por el cambio tan radical que había notado en mí con la llegada del hombre que se había convertido en mi destino, en mi futuro.
La cena fue sucediendo entre risas y miradas furtivas que ambos nos profesábamos, entre caricias por debajo de la mesa y pequeños gestos que sin duda no pasaban inadvertidos ante la mirada de mis padres. Y es que no podía evitar sentirme feliz al lado de Annibal, era incapaz de no sonreir con cada frase suya, con cada broma con la que le respondía a mi incesante hija; era incapaz de no buscar inconscientemente ese roce que nos unía de alguna forma ante los ojos de los demás.
Más poco antes de que los últimos rayos de sol desapareciesen del ventanal del comedor, mi padre y Annibal se excusaron dando por terminada la cena. He de reconocer que esto me escamó un tanto, pues ya la noche anterior ambos habían salido a tomar unas copas y a hablar de “cosas de hombres”. Aunque lo más extraño no era que pudiesen repetir dicha salida, sino la despedida de Annibal hasta la mañana siguiente.
Le di un beso a mi hija, deséandole las buenas noches antes de que la nana la subiese a su habitación, ocupándose ella de colocarle el pijama y acostarla. Estaba radiante por haber podido compartir con nosotros la cena, y traté de fingir una sonrisa para que no se percatase de que algo me preocupaba. Con lo terca que era, empezaría a preguntar que me sucedía, y pondría sobre aviso a aquellos dos hombres que me miraban de soslayo esperando que siguiese el mismo camino que Dadou.
Un dulce beso en los labios de Annibal y la promesa de que aquella noche echaría de menos su calor, fueron mis palabras antes de subir las escaleras y recorrer el pasillo que me llevaría hasta nuestra alcoba, donde abrí la puerta y sin entrar, volví a cerrarla con un sonoro golpe, quedándome pegada a la pared del pasillo donde no se me podía ver desde el piso de abajo. Algo extraño ocurría aquella noche, y pensaba averiguarlo les gustase o no.
Pasaron solo unos segundos desde que el sonido de mi puerta al cerrarse fue escuchado, hasta que mi padre y Annibal abandonaron el hall de la entrada donde se encontraban y dirigieron sus pasos hacía la escalera, pero en dirección contraria a los dormitorios. ¿Para que irían al sótano de noche? Allí no había nada, tan solo una pequeña estancia que mi padre usó durante años como bodega, antes de la construcción de una gran vinoteca en la parte norte de la casa.
Negué el gesto contrariada, y con sumo cuidado para no ser descubierta, fui descendiendo por los peldaños de aquella escalera que ahora se me hacía eterna. Minutos después y con la respiración entrecortada por el nerviosismo, llegué hasta el sótano donde un extraño ruido de cadenas era todo lo que se oía. Avancé con sigilo hacia una puerta blindada que no recordaba que estuviese allí, y desde donde salía una tenue luz. Un escalofrío recorrió mi cuerpo avisándome que nada de lo que estaba presenciando era normal, más si pensaba que todo tendría después una explicación lógica es porque todavía no había visto lo que sucedía en el interior de esa estancia.
Me quedé horrorizada y con la boca abierta cuando desde el umbral de la puerta vislumbré todo lo que sucedía en esa pequeña mazmorra improvisada, y donde mi prometido con el pecho descubierto estaba siendo atado con cadenas. Por si esta visión no fuese bastante traumatizante, el verdugo de mi prometido era mi padre, que afanoso por terminar lo que había empezado, no se percató de mi presencia mientras colocaba un fuerte grillete sobre el tobillo de Annibal. Solo una mano le quedaba libre, una mano con la que podría soltarse sin problemas. ¿Qué clase de broma macabra era aquella?
-Pero padre, ¿qué estás haciendo?- pregunté contrariada y con un tono cargado de rabia en mi voz mientras avanzaba hacia Annibal para soltar esas cadenas. Mis ojos se abnegaron en lágrimas al pensar que quizás no fuese cosa de mi padre, sino algo de los dos. ¿Habría sido tan estúpida de empezar a enamorarme de un hombre con fantasías tan extrañas? - ¿Qué clase de juego perverso es este?
Juro que no entendía nada, que no sabía si mi padre estaba castigando a mi prometido, si por el contrario ambos disfrutaban con aquello y Annibal me había estado engañando todo este tiempo en el que me había hecho creer que yo le gustaba y podía llegar a enamorarse de mí, pero necesitaba respuestas, y no pensaba esperarlas con él vulnerable de aquella forma, y sometido por los grilletes de mi padre. Los ojos de ambos eran todo un poema; de modo que sin demorarme más y con paso raudo, me acerqué hasta Annibal con la intención de soltarle las cadenas que lo sujetaban.
-Detente hija, no es lo que imaginas.- gritó mi padre, impotente al ver cómo le desobedecía incapaz de mirarlo a los ojos. Otra mentira más sin duda en un compromiso que debería haber arruinado en lugar de dejarme engatusar.- Déjame que termine de ponerle los grilletes y te lo explicaremos todo. Pero debo ponérselos si no queremos ponernos todos en peligro.
Unos ojos cargados de odio fue todo lo que pude dedicarle, muestras de lo que sentía por mi progenitor en esos momentos de traición, pero fue entonces cuando el contacto de mis dedos con la muñeca que Annibal mantenía atada captó mi total atención, desviando la mirada hasta mi prometido que preocupado me pedía que me marchase. Su temperatura era tan elevada que lo extraño era que se mantuviese en pie. ¿Estaba enfermo y por eso lo ataba? ¿Para mantenernos a salvo del contagio? Negué con la cabeza entendiendo cada vez menos lo que sucedía, culpándome por haber dudado de Annibal, que en ningún momento me había traicionado.
-¿Qué te pasa, amor? ¿Te encuentras bien?-pregunté tratando de mantener la calma en una situación que me superaba con creces, mientras acariciaba su mejilla para después continuar en mi empeño de soltarle aquel grillete y poder subir juntos a la habitación para aclarar lo sucedido.
No pude evitar reír ante sus palabras, mientras Dadou me miraba confundida como si tratásemos de darle gato por liebre; pensamiento que sin duda se vio interrumpido cuando las doncellas comenzaron a servir la cena y mi padre le indicó que fuese ella quien bendijese la mesa. Eso sí, no por ello nos vimos exentos de ser sometidos al tercer grado de la pequeña, que sin duda sentía bastante curiosidad por la relación que Annibal y yo manteníamos, seguramente sorprendida por el cambio tan radical que había notado en mí con la llegada del hombre que se había convertido en mi destino, en mi futuro.
La cena fue sucediendo entre risas y miradas furtivas que ambos nos profesábamos, entre caricias por debajo de la mesa y pequeños gestos que sin duda no pasaban inadvertidos ante la mirada de mis padres. Y es que no podía evitar sentirme feliz al lado de Annibal, era incapaz de no sonreir con cada frase suya, con cada broma con la que le respondía a mi incesante hija; era incapaz de no buscar inconscientemente ese roce que nos unía de alguna forma ante los ojos de los demás.
Más poco antes de que los últimos rayos de sol desapareciesen del ventanal del comedor, mi padre y Annibal se excusaron dando por terminada la cena. He de reconocer que esto me escamó un tanto, pues ya la noche anterior ambos habían salido a tomar unas copas y a hablar de “cosas de hombres”. Aunque lo más extraño no era que pudiesen repetir dicha salida, sino la despedida de Annibal hasta la mañana siguiente.
Le di un beso a mi hija, deséandole las buenas noches antes de que la nana la subiese a su habitación, ocupándose ella de colocarle el pijama y acostarla. Estaba radiante por haber podido compartir con nosotros la cena, y traté de fingir una sonrisa para que no se percatase de que algo me preocupaba. Con lo terca que era, empezaría a preguntar que me sucedía, y pondría sobre aviso a aquellos dos hombres que me miraban de soslayo esperando que siguiese el mismo camino que Dadou.
Un dulce beso en los labios de Annibal y la promesa de que aquella noche echaría de menos su calor, fueron mis palabras antes de subir las escaleras y recorrer el pasillo que me llevaría hasta nuestra alcoba, donde abrí la puerta y sin entrar, volví a cerrarla con un sonoro golpe, quedándome pegada a la pared del pasillo donde no se me podía ver desde el piso de abajo. Algo extraño ocurría aquella noche, y pensaba averiguarlo les gustase o no.
Pasaron solo unos segundos desde que el sonido de mi puerta al cerrarse fue escuchado, hasta que mi padre y Annibal abandonaron el hall de la entrada donde se encontraban y dirigieron sus pasos hacía la escalera, pero en dirección contraria a los dormitorios. ¿Para que irían al sótano de noche? Allí no había nada, tan solo una pequeña estancia que mi padre usó durante años como bodega, antes de la construcción de una gran vinoteca en la parte norte de la casa.
Negué el gesto contrariada, y con sumo cuidado para no ser descubierta, fui descendiendo por los peldaños de aquella escalera que ahora se me hacía eterna. Minutos después y con la respiración entrecortada por el nerviosismo, llegué hasta el sótano donde un extraño ruido de cadenas era todo lo que se oía. Avancé con sigilo hacia una puerta blindada que no recordaba que estuviese allí, y desde donde salía una tenue luz. Un escalofrío recorrió mi cuerpo avisándome que nada de lo que estaba presenciando era normal, más si pensaba que todo tendría después una explicación lógica es porque todavía no había visto lo que sucedía en el interior de esa estancia.
Me quedé horrorizada y con la boca abierta cuando desde el umbral de la puerta vislumbré todo lo que sucedía en esa pequeña mazmorra improvisada, y donde mi prometido con el pecho descubierto estaba siendo atado con cadenas. Por si esta visión no fuese bastante traumatizante, el verdugo de mi prometido era mi padre, que afanoso por terminar lo que había empezado, no se percató de mi presencia mientras colocaba un fuerte grillete sobre el tobillo de Annibal. Solo una mano le quedaba libre, una mano con la que podría soltarse sin problemas. ¿Qué clase de broma macabra era aquella?
-Pero padre, ¿qué estás haciendo?- pregunté contrariada y con un tono cargado de rabia en mi voz mientras avanzaba hacia Annibal para soltar esas cadenas. Mis ojos se abnegaron en lágrimas al pensar que quizás no fuese cosa de mi padre, sino algo de los dos. ¿Habría sido tan estúpida de empezar a enamorarme de un hombre con fantasías tan extrañas? - ¿Qué clase de juego perverso es este?
Juro que no entendía nada, que no sabía si mi padre estaba castigando a mi prometido, si por el contrario ambos disfrutaban con aquello y Annibal me había estado engañando todo este tiempo en el que me había hecho creer que yo le gustaba y podía llegar a enamorarse de mí, pero necesitaba respuestas, y no pensaba esperarlas con él vulnerable de aquella forma, y sometido por los grilletes de mi padre. Los ojos de ambos eran todo un poema; de modo que sin demorarme más y con paso raudo, me acerqué hasta Annibal con la intención de soltarle las cadenas que lo sujetaban.
-Detente hija, no es lo que imaginas.- gritó mi padre, impotente al ver cómo le desobedecía incapaz de mirarlo a los ojos. Otra mentira más sin duda en un compromiso que debería haber arruinado en lugar de dejarme engatusar.- Déjame que termine de ponerle los grilletes y te lo explicaremos todo. Pero debo ponérselos si no queremos ponernos todos en peligro.
Unos ojos cargados de odio fue todo lo que pude dedicarle, muestras de lo que sentía por mi progenitor en esos momentos de traición, pero fue entonces cuando el contacto de mis dedos con la muñeca que Annibal mantenía atada captó mi total atención, desviando la mirada hasta mi prometido que preocupado me pedía que me marchase. Su temperatura era tan elevada que lo extraño era que se mantuviese en pie. ¿Estaba enfermo y por eso lo ataba? ¿Para mantenernos a salvo del contagio? Negué con la cabeza entendiendo cada vez menos lo que sucedía, culpándome por haber dudado de Annibal, que en ningún momento me había traicionado.
-¿Qué te pasa, amor? ¿Te encuentras bien?-pregunté tratando de mantener la calma en una situación que me superaba con creces, mientras acariciaba su mejilla para después continuar en mi empeño de soltarle aquel grillete y poder subir juntos a la habitación para aclarar lo sucedido.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Re: Madre luna (tessa)
El ritual comenzó, una cadena tras otra y su ruido ensordecedor, mas todos mis sentidos demasiado agudizados como para pasar por lato no solo su olor, si no el sonido raudo de sus pasos delató a mi prometida, aunque tarde.
Hundí mis ojos en los suyos, llenos de espanto mientras en el umbral de la puerta de aquella celda, con los ojos anegados no solo en lagrimas si no en pura rabia.
Corrió hacia nosotros, podía ver la ira, la frustración y escucharla mientras luchaba por soltarme y yo por impedírselo.
Ella hablaba de juegos perturbados netre su padre y yo, eso me dejo claro algo, que no tenia ni idea de lo que era yo.
Una mirada de reproche fue directa a su padre, esa en la que de nuevo sentía que me la habían jugado a mi y a ella.
Mas ahora, con la dama blanca apunto de coronar el cielo, no era le momento de discusiones, si no de que me obedeciera, de que confiara en mi y mañana con tiempo le explicaría todo lo que necesitara saber de mi.
-Por favor, ve, mañana te lo explicaré. Si no me encadenáis, os mataré.
Quizás no eran las mejores palabras para calmarla, y menos cuando sus manso se paseaban por mi ardiente piel ,preocupada por is tenia alguna dolencia que atender.
-¡¡Ve!! -rugí cuando sentí que mi cuerpo se descontrolaba, y con el descontrol empezaba salvaje a convulsionar frente a sus ojos.
Los míos se tornaron ámbar. Mirada hundida en la suya verde que ahora espantada veía frente a sus ojos como su amor, se trasformaba en una bestia indecente.
Mis labios se alzaron dejando ver unos colmillos afilados, mi cuerpo se quebró en el suelo, el crujido de ms huesos desmontándose, para volver a solaparse convirtiéndome en un enorme licantropo lleno de pelo, que ahora luchaba por zafarse de esas cadenas mal puestas con un único objetivo.
Devorar mi cena.
La verdad es que el olor de la hembra me excitaba, deseaba tomarla, morderla y hacerla mía, mas el padre, ese seria mi cena y la madre mi postre.
Gruñí a la luna que por el ventanal parecía acunar a su hijo e invitarle a tomar lo que por derecho era suyo.
Hundí mis ojos en los suyos, llenos de espanto mientras en el umbral de la puerta de aquella celda, con los ojos anegados no solo en lagrimas si no en pura rabia.
Corrió hacia nosotros, podía ver la ira, la frustración y escucharla mientras luchaba por soltarme y yo por impedírselo.
Ella hablaba de juegos perturbados netre su padre y yo, eso me dejo claro algo, que no tenia ni idea de lo que era yo.
Una mirada de reproche fue directa a su padre, esa en la que de nuevo sentía que me la habían jugado a mi y a ella.
Mas ahora, con la dama blanca apunto de coronar el cielo, no era le momento de discusiones, si no de que me obedeciera, de que confiara en mi y mañana con tiempo le explicaría todo lo que necesitara saber de mi.
-Por favor, ve, mañana te lo explicaré. Si no me encadenáis, os mataré.
Quizás no eran las mejores palabras para calmarla, y menos cuando sus manso se paseaban por mi ardiente piel ,preocupada por is tenia alguna dolencia que atender.
-¡¡Ve!! -rugí cuando sentí que mi cuerpo se descontrolaba, y con el descontrol empezaba salvaje a convulsionar frente a sus ojos.
Los míos se tornaron ámbar. Mirada hundida en la suya verde que ahora espantada veía frente a sus ojos como su amor, se trasformaba en una bestia indecente.
Mis labios se alzaron dejando ver unos colmillos afilados, mi cuerpo se quebró en el suelo, el crujido de ms huesos desmontándose, para volver a solaparse convirtiéndome en un enorme licantropo lleno de pelo, que ahora luchaba por zafarse de esas cadenas mal puestas con un único objetivo.
Devorar mi cena.
La verdad es que el olor de la hembra me excitaba, deseaba tomarla, morderla y hacerla mía, mas el padre, ese seria mi cena y la madre mi postre.
Gruñí a la luna que por el ventanal parecía acunar a su hijo e invitarle a tomar lo que por derecho era suyo.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Re: Madre luna (tessa)
Mis manos recorrían su abdomen preocupada por su elevada temperatura cuando una mirada cargada de rabia de Annibal fue dirigida inquisitivamente a mi padre. ¿Si no estaba de acuerdo con ser atado por qué se estaba dejando hacer? ¿Acaso mi padre lo habría amenazado? Al menos este gesto me fue suficiente para percatarme de que de nuevo mi padre me había ocultado algo, aunque todavía no sabía el qué. Me concentré de nuevo en soltar esos grilletes que mantenían preso a mi prometido, zafándome de la sujeción de mi padre que, tirando de mi brazo hacia atrás, intentaba separarme de mi prometido al tiempo en que seguía insistiendo en nuestra marcha, rogándome por dejarlo allí atado y solo, asegurándome que después en el salón me contaría todo lo ocurrido. El problema era que ni yo confiaba ya en sus palabras, ni pensaba dejar solo allí a Annibal. Por supuesto que aceptaría una explicación, pero la que saliese de aquellos labios que me habían besado con ternura y que hasta ahora nunca me habían mentido.
Me detuve durante unos segundos confundida por sus palabras, reticente a obedecer y dejarlo allí pertrechado con cadenas como si de un animal se tratase. Además, ¿Por qué iba a querer matarnos? Había visto con mis propios ojos aquello que estaba surgiendo entre los dos, lo mucho que nos apreciaba a Dadou y a mí; era imposible que estuviese fingiendo todo el tiempo, era inconcebible que quisiese hacernos daños. ¿Por qué quería apartarme de su lado de esa forma tan cruel?
-¿Por qué ibas a querer hacernos daño?.- pregunté contrariada, esperando una explicación que no llegaba y una situación que se tornaba cada vez más extraña.- Annibal me estás asustando.
No podía evitar que mis lágrimas impotentes surcasen mis mejillas, provocadas por una mezcla de miedo, rabia y desconcierto al sentir que aquella situación se me escapaba de las manos, y que después de algo así, podríamos perder todo lo que había surgido entre nosotros.
Más no sabía lo que era el miedo hasta que un fuerte gruñido salió de su garganta ordenándome que me marchase. De nuevo mi padre cogía mi mano tirando de ella con la esperanza de hacerme salir de allí, mientras mis ojos horrorizados se clavaban en esa preciosa mirada que hasta entonces había sido la que me hacía derretirme por dentro, para convertirse en una espeluznante mirada de color ámbar como el oro fundido.
Me desplomé sobre el endurecido suelo de piedra caliza del sótano, cayendo sobre mi trasero y con la respiración entrecortada, presa del pánico al observar a Annibal retorciéndose por un dolor invisible que parecía estar causando estragos en su cuerpo; un cuerpo que comenzó a contorsionarse como si de una posesión demoníaca se tratase. Retrocedí unos metros hacia atrás arrastrando mi cuerpo, incapaz de ponerme en pie. Mis ojos se abrieron escépticos a cada una de las visiones que estaba presenciando, de cada uno de esos movimientos que con sonidos sordos iban remodelando el cuerpo de mi prometido en cada alarido de dolor provocados por alguna fuerza extraña.
Más no fue eso lo más inverosímil de toda aquella maquiavélica escena que deseaba con todas mis fuerzas que fuese solamente una pesadilla y que al despertar me encontrase abrazada a su pecho, sino que para más inri su cuerpo se fue cubriendo en su totalidad de un gran pelaje negro, su cara fue también modificándose, alargándose hasta formar un hocico lupino y cuando me di cuenta de en que se estaba convirtiendo, solo las cadenas le impidieron llegar hasta mí. Pude sentir su cálido aliento a solo unos centímetros de mi cara cuando por fin entendí a que se refería con que podía matarme, gruñéndome mientras mi cuerpo temblaba por el pánico al tiempo que unos grandes colmillos afilados asomaban por esa boca que yo había hecho mía tantas veces. Podía sentir sus gruñidos frente a mi rostro, dispuesto a saltar sobre mí si no fuese porque los grilletes se lo impedían.
-¿Annibal?- pregunté aterrada con la respiración agitada y un colapso de sentimientos tal que me extrañaba que todavía no me hubiese desmayado. Sabía que dentro de aquel lobo estaba el alma de mi prometido, ese que con sus caricias me había hecho sentir lo desconocido; no podía ser que no me reconociese, que no se percatase de que era yo quien estaba frente a él.
Mi padre fue quien me sacó de ese estado de shock en el que me hallaba sumergida y había quedado petrificada, siendo incapaz de reaccionar; mirando fijamente a ese gran lobo negro de ojos amarillos que sin duda podría descuartizarme en menos de un minuto. Ese lobo que minutos antes era el hombre del que empezaba a albergar sentimientos inimaginables, y ahora…no sabía que era ahora. Gateé unos metros para después ponerme en pie y salir corriendo delante de mi padre, que tras echar un último vistazo a mi prometido que trataba soltarse de las cadenas, cerró aquel portón de metal que nos mantendría a salvo. O eso pensábamos nosotros
-¡¡ Corre y encerraros en la habitación!!- gritó mi padre encolerizado dirigiendo sus pasos hacía una vitrina situada al fondo del pasillo donde escondía las armas de fuego que utilizaba cuando salía de caza con otros nobles de la zona.- Lo mantendré retenido hasta que pase el peligro; no tiene todos los grilletes apretados, y podría escapar. Ahora vete, rápido
-No le hagas daño, padre, por favor.- supliqué mientras subía la escaleras hacia la planta superior con los ojos abnegados en lágrimas y una extraña sensación instaurada en mi pecho.
Si alguna desgracia le ocurría a mi familia sería por mi culpa, por no haber sido capaz de obedecer cuando Annibal me pidió que me marchase. ¿Qué sería de nosotros ahora? Sabía lo que Annibal era, lo había escuchado cientos de veces en las leyendas de terror más locuaces, leyendas que hasta ahora no habían sido más que invenciones de mentes privilegiadas y que ahora se habían convertido en mi realidad. Y lo peor no era eso, sino la sensación de que el cuento de hadas que había estado viviendo con Annibal se había desvanecido como el papel mojado en la corriente de un río.
Me detuve durante unos segundos confundida por sus palabras, reticente a obedecer y dejarlo allí pertrechado con cadenas como si de un animal se tratase. Además, ¿Por qué iba a querer matarnos? Había visto con mis propios ojos aquello que estaba surgiendo entre los dos, lo mucho que nos apreciaba a Dadou y a mí; era imposible que estuviese fingiendo todo el tiempo, era inconcebible que quisiese hacernos daños. ¿Por qué quería apartarme de su lado de esa forma tan cruel?
-¿Por qué ibas a querer hacernos daño?.- pregunté contrariada, esperando una explicación que no llegaba y una situación que se tornaba cada vez más extraña.- Annibal me estás asustando.
No podía evitar que mis lágrimas impotentes surcasen mis mejillas, provocadas por una mezcla de miedo, rabia y desconcierto al sentir que aquella situación se me escapaba de las manos, y que después de algo así, podríamos perder todo lo que había surgido entre nosotros.
Más no sabía lo que era el miedo hasta que un fuerte gruñido salió de su garganta ordenándome que me marchase. De nuevo mi padre cogía mi mano tirando de ella con la esperanza de hacerme salir de allí, mientras mis ojos horrorizados se clavaban en esa preciosa mirada que hasta entonces había sido la que me hacía derretirme por dentro, para convertirse en una espeluznante mirada de color ámbar como el oro fundido.
Me desplomé sobre el endurecido suelo de piedra caliza del sótano, cayendo sobre mi trasero y con la respiración entrecortada, presa del pánico al observar a Annibal retorciéndose por un dolor invisible que parecía estar causando estragos en su cuerpo; un cuerpo que comenzó a contorsionarse como si de una posesión demoníaca se tratase. Retrocedí unos metros hacia atrás arrastrando mi cuerpo, incapaz de ponerme en pie. Mis ojos se abrieron escépticos a cada una de las visiones que estaba presenciando, de cada uno de esos movimientos que con sonidos sordos iban remodelando el cuerpo de mi prometido en cada alarido de dolor provocados por alguna fuerza extraña.
Más no fue eso lo más inverosímil de toda aquella maquiavélica escena que deseaba con todas mis fuerzas que fuese solamente una pesadilla y que al despertar me encontrase abrazada a su pecho, sino que para más inri su cuerpo se fue cubriendo en su totalidad de un gran pelaje negro, su cara fue también modificándose, alargándose hasta formar un hocico lupino y cuando me di cuenta de en que se estaba convirtiendo, solo las cadenas le impidieron llegar hasta mí. Pude sentir su cálido aliento a solo unos centímetros de mi cara cuando por fin entendí a que se refería con que podía matarme, gruñéndome mientras mi cuerpo temblaba por el pánico al tiempo que unos grandes colmillos afilados asomaban por esa boca que yo había hecho mía tantas veces. Podía sentir sus gruñidos frente a mi rostro, dispuesto a saltar sobre mí si no fuese porque los grilletes se lo impedían.
-¿Annibal?- pregunté aterrada con la respiración agitada y un colapso de sentimientos tal que me extrañaba que todavía no me hubiese desmayado. Sabía que dentro de aquel lobo estaba el alma de mi prometido, ese que con sus caricias me había hecho sentir lo desconocido; no podía ser que no me reconociese, que no se percatase de que era yo quien estaba frente a él.
Mi padre fue quien me sacó de ese estado de shock en el que me hallaba sumergida y había quedado petrificada, siendo incapaz de reaccionar; mirando fijamente a ese gran lobo negro de ojos amarillos que sin duda podría descuartizarme en menos de un minuto. Ese lobo que minutos antes era el hombre del que empezaba a albergar sentimientos inimaginables, y ahora…no sabía que era ahora. Gateé unos metros para después ponerme en pie y salir corriendo delante de mi padre, que tras echar un último vistazo a mi prometido que trataba soltarse de las cadenas, cerró aquel portón de metal que nos mantendría a salvo. O eso pensábamos nosotros
-¡¡ Corre y encerraros en la habitación!!- gritó mi padre encolerizado dirigiendo sus pasos hacía una vitrina situada al fondo del pasillo donde escondía las armas de fuego que utilizaba cuando salía de caza con otros nobles de la zona.- Lo mantendré retenido hasta que pase el peligro; no tiene todos los grilletes apretados, y podría escapar. Ahora vete, rápido
-No le hagas daño, padre, por favor.- supliqué mientras subía la escaleras hacia la planta superior con los ojos abnegados en lágrimas y una extraña sensación instaurada en mi pecho.
Si alguna desgracia le ocurría a mi familia sería por mi culpa, por no haber sido capaz de obedecer cuando Annibal me pidió que me marchase. ¿Qué sería de nosotros ahora? Sabía lo que Annibal era, lo había escuchado cientos de veces en las leyendas de terror más locuaces, leyendas que hasta ahora no habían sido más que invenciones de mentes privilegiadas y que ahora se habían convertido en mi realidad. Y lo peor no era eso, sino la sensación de que el cuento de hadas que había estado viviendo con Annibal se había desvanecido como el papel mojado en la corriente de un río.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Re: Madre luna (tessa)
Perdí el control, ya no era ese prometido comprensivo, que se tomaba sus tiempos para amar a su futura esposa. Ahora la bestia se había apoderado de mi, mi deseo se incrementaba como el resto de mis sentidos, así que tomarla era mi único objetivo. Ese y después morderla y trasformarla en lo mismo que yo, mi mujer eterna.
Con el resto podría darme una buena cena, estaba hambriento, nada me saciaba mas que correr por los bosques, cazar, sentir la sangre fluir caliente entre mis colmillos y como no, dejar que la adrenalina se apoderara de todos mis sentidos dando paso a mis instintos.
Tirando de las cadenas, esas que todavía me sujetaban a esa pared empedrada, vi como mis presas se alejaban, gruñí desesperado en una lucha por destrozar el ferrero hierro que me sujetaba, esas cadenas que lentamente iban cediendo frente a mi descomunal fuerza y mis garras que afiladas.
La puerta se cerro tras ellos, dejándome en completa soledad, preso, odiaba sentirme preso.
Yo era un animal salvaje, no uno domestico, no había cadenas que me mantuvieran atado, ni puerta que me evitara alcanzar el otro lado.
No cuando esa mujer de cabellos castaños me esperaba, mi hembra, dispuesta para ser mía hoy, mañana y en todas mis gestas.
Otro tirón ,otro después hasta que la cadena cedió. Ahora desesperado corrí a cuatro patas hacia la puerta impactando contra esta a lo bestia.
Un empujón, mi cuerpo se hundía en el chapado que a duras penas mantenía la estructura con cada una de mis salvajes embestidas.
Hasta que los engranajes cedieron y la puerta cayó al suelo emitiendo un golpe seco.
Sonreí de medio lado ,si es que un lobo es capaz de hacer eso, mas pronto emprendí la veloz carrera hacia el lugar donde el olor de mi amada era mas poderoso.
Quería tomarla, las escaleras las subí de dos en dos, mientras mi cuerpo se tensaba con cada salto, en una veloz carrera hacia mi presa.
Abrí paso en el comedor ,mientras le padre de esta rifle en mano trataba de alcanzarme con alguno de los disparos.
Inútil hombre, ese que de un zarpazo golpeé contra la pared, para continuar mi velos carrera ahora hacia le piso superior donde la mujer que deseaba debía haberse escondido de la bestia que cree que soy.
Con el resto podría darme una buena cena, estaba hambriento, nada me saciaba mas que correr por los bosques, cazar, sentir la sangre fluir caliente entre mis colmillos y como no, dejar que la adrenalina se apoderara de todos mis sentidos dando paso a mis instintos.
Tirando de las cadenas, esas que todavía me sujetaban a esa pared empedrada, vi como mis presas se alejaban, gruñí desesperado en una lucha por destrozar el ferrero hierro que me sujetaba, esas cadenas que lentamente iban cediendo frente a mi descomunal fuerza y mis garras que afiladas.
La puerta se cerro tras ellos, dejándome en completa soledad, preso, odiaba sentirme preso.
Yo era un animal salvaje, no uno domestico, no había cadenas que me mantuvieran atado, ni puerta que me evitara alcanzar el otro lado.
No cuando esa mujer de cabellos castaños me esperaba, mi hembra, dispuesta para ser mía hoy, mañana y en todas mis gestas.
Otro tirón ,otro después hasta que la cadena cedió. Ahora desesperado corrí a cuatro patas hacia la puerta impactando contra esta a lo bestia.
Un empujón, mi cuerpo se hundía en el chapado que a duras penas mantenía la estructura con cada una de mis salvajes embestidas.
Hasta que los engranajes cedieron y la puerta cayó al suelo emitiendo un golpe seco.
Sonreí de medio lado ,si es que un lobo es capaz de hacer eso, mas pronto emprendí la veloz carrera hacia el lugar donde el olor de mi amada era mas poderoso.
Quería tomarla, las escaleras las subí de dos en dos, mientras mi cuerpo se tensaba con cada salto, en una veloz carrera hacia mi presa.
Abrí paso en el comedor ,mientras le padre de esta rifle en mano trataba de alcanzarme con alguno de los disparos.
Inútil hombre, ese que de un zarpazo golpeé contra la pared, para continuar mi velos carrera ahora hacia le piso superior donde la mujer que deseaba debía haberse escondido de la bestia que cree que soy.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Re: Madre luna (tessa)
Los ensordecedores golpes provenientes del sótano no eran buena señal. El portón metálico estaba siendo embestido por una fuerza animal descomunal una y otra vez, por una fuerza cuyo dueño no era otro que mi amado prometido que se había convertido en un licántropo. Negué con la cabeza cuando esa palabra cruzó mi mente, como si haciendo esto pudiese olvidar lo que era, como si pudiese olvidar como sus ojos ámbar se clavaban en los míos mientras su colmillos amenazaban con desgarrarme la carne.
Estaba sentada en el rellano del primer piso, totalmente atemorizada por el hecho de que si había sido capaz de soltarse de las cadenas de hierro que lo sujetaban, sería cuestión de tiempo que la puerta que lo mantenía enjaulado cual la bestia que era cediese y nos condenase al mismísimo infierno bajo sus fauces. Y todo había sido culpa mía, por no dejar que mi padre cumpliese con su trabajo, por no haber obedecido a Annibal cuando me había pedido que me fuese y que le dejase a mi padre hacer. Recordé a Annibal antes de transformarse en esa bestia, cuando sus ojos todavía me decían que me quería, y de sus labios salían preciosas palabras que tanto uno como otro nos profesábamos; las palabras de dos tontos enamorados que no esperaban encontrar en el otro a su alma gemela, y que agradecían a los dioses la suerte por habernos encontrado.
Y ahora, ese maravilloso hombre que con sus caricias me hacía sentirme viva, solo quería matarme con esos labios que se habían convertido en un hocico puntiaguado; que ya no me miraba enamorado con esos ojos pardos, sino que me observaba con unos amenazadores ojos amarillos cargados de rabia.
Un estruendo producido por la puerta al caer fue la señal de que había llegado mi final, pues desobedeciendo de nuevo a mi padre, no iba a permitirle que llegase al piso superior. No iba a esconderme de mi destino, sino que le haría frente para proteger a mi hija, víctima inocente de todo ésto y que todavía tenía una vida por delante. Una daga en mi mano era todo de lo que disponía para salvar la vida de mi pequeña, eso y la esperanza de que se quedase saciado después de devorarme a mí.
Escuché los gruñidos de Annibal convertido en lobo subiendo por la escalera a grandes zancadas, escuchando sus jadeos que ahora no eran de placer como noches atrás sino producidos por la satisfacción de vislumbrar a su presa. La mano me temblaba mientras sujetaba la daga, sabiéndome incapaz de dañar a ese lobo donde sabía que estaba él. Pero, ¿cómo podía ser tan estúpida? ¿Cómo era posible que los sentimientos que por el florecían en mi interior me impidiesen salvar mi vida a cambio de la suya? Apareció mi padre empuñando su rifle de caza, preparado para asestarle un dardo en cuanto apareciese por el salón rumbo a las habitaciones, más la predisposición de mi padre fue en vano, pues de un empujón salió despedido chocando contra una alacena de copas de cristal bohemia, quedando después tendido en el suelo entre un mar de cristales.
-¡¡Padre!!.- grité con todas mis fuerzas al ver que mi única esperanza de salir airosa de aquella fatídica noche se desvanecía cada segundo que mi padre permanecía inconsciente en el suelo.
Bajé un peldaño más de la escalera, izando la daga con un temblor que me impedía mantener la punta de la misma hacia delante, más no podía dejarle pasar, no cuando mi hija dormía al fondo del pasillo. Fue entonces cuando por desgracia de los dioses la puerta de la habitación de mi pequeña se entreabrió, dejando ver una dulce carita que adormilada salía hasta el pasillo.
-Mamá, ¿Qué pasa? ¿qué ha sido ese ruido?- preguntó con la voz desorientada al verme de tal guisa a mitad de las escaleras.
-Escóndete Dadou y no salgas.- grité con fuerza. Mi hija abrió los ojos como platos asustada por mis gritos.- Mueve la cómoda hasta la puerta para que no entre nadie. No abras si no te llamamos alguno de nosotros. Un lobo ha entrado en la casa.
Fue la única vez que yo recuerde que mi hija me obedeció sin rechistar, encerrándose en su cuarto mientras yo fijaba la mirada de nuevo al frente para ver como Annibal subía a toda velocidad las escaleras, dándome alcance antes de que pudiese reaccionar. El impacto de nuestros cuerpos me hizo caer de espaldas, haciendo golpear con dureza mi espalda contra los escalones mientras sus colmillos volvían a estar demasiado cerca de mi rostro, y el cálido aliento de sus gruñidos acariciaba mis labios que temblaban aterrados sabiendo que aquel sería mi final.
-Annibal soy yo. No me hagas daño por favor.- supliqué quemando mi último cartucho antes de morir.- Annibal, por favor...yo te quiero.
Cerré los ojos preparada para lo que vendría a continuación, cuando escuché un sonido y a continuación el peso de Annibal en su totalidad sobre mi cuerpo, cesando los gruñidos y dando paso a una respiración ronca y agitada. Abrí los ojos confundida, y vi en su lomo un dardo de los que mi padre usaba para dormir a sus presas en lugar de para matarlos, y así como estaba, con un lobo negro inconsciente sobre mi cuerpo dolorido por el golpe, me desmayé.
Estaba sentada en el rellano del primer piso, totalmente atemorizada por el hecho de que si había sido capaz de soltarse de las cadenas de hierro que lo sujetaban, sería cuestión de tiempo que la puerta que lo mantenía enjaulado cual la bestia que era cediese y nos condenase al mismísimo infierno bajo sus fauces. Y todo había sido culpa mía, por no dejar que mi padre cumpliese con su trabajo, por no haber obedecido a Annibal cuando me había pedido que me fuese y que le dejase a mi padre hacer. Recordé a Annibal antes de transformarse en esa bestia, cuando sus ojos todavía me decían que me quería, y de sus labios salían preciosas palabras que tanto uno como otro nos profesábamos; las palabras de dos tontos enamorados que no esperaban encontrar en el otro a su alma gemela, y que agradecían a los dioses la suerte por habernos encontrado.
Y ahora, ese maravilloso hombre que con sus caricias me hacía sentirme viva, solo quería matarme con esos labios que se habían convertido en un hocico puntiaguado; que ya no me miraba enamorado con esos ojos pardos, sino que me observaba con unos amenazadores ojos amarillos cargados de rabia.
Un estruendo producido por la puerta al caer fue la señal de que había llegado mi final, pues desobedeciendo de nuevo a mi padre, no iba a permitirle que llegase al piso superior. No iba a esconderme de mi destino, sino que le haría frente para proteger a mi hija, víctima inocente de todo ésto y que todavía tenía una vida por delante. Una daga en mi mano era todo de lo que disponía para salvar la vida de mi pequeña, eso y la esperanza de que se quedase saciado después de devorarme a mí.
Escuché los gruñidos de Annibal convertido en lobo subiendo por la escalera a grandes zancadas, escuchando sus jadeos que ahora no eran de placer como noches atrás sino producidos por la satisfacción de vislumbrar a su presa. La mano me temblaba mientras sujetaba la daga, sabiéndome incapaz de dañar a ese lobo donde sabía que estaba él. Pero, ¿cómo podía ser tan estúpida? ¿Cómo era posible que los sentimientos que por el florecían en mi interior me impidiesen salvar mi vida a cambio de la suya? Apareció mi padre empuñando su rifle de caza, preparado para asestarle un dardo en cuanto apareciese por el salón rumbo a las habitaciones, más la predisposición de mi padre fue en vano, pues de un empujón salió despedido chocando contra una alacena de copas de cristal bohemia, quedando después tendido en el suelo entre un mar de cristales.
-¡¡Padre!!.- grité con todas mis fuerzas al ver que mi única esperanza de salir airosa de aquella fatídica noche se desvanecía cada segundo que mi padre permanecía inconsciente en el suelo.
Bajé un peldaño más de la escalera, izando la daga con un temblor que me impedía mantener la punta de la misma hacia delante, más no podía dejarle pasar, no cuando mi hija dormía al fondo del pasillo. Fue entonces cuando por desgracia de los dioses la puerta de la habitación de mi pequeña se entreabrió, dejando ver una dulce carita que adormilada salía hasta el pasillo.
-Mamá, ¿Qué pasa? ¿qué ha sido ese ruido?- preguntó con la voz desorientada al verme de tal guisa a mitad de las escaleras.
-Escóndete Dadou y no salgas.- grité con fuerza. Mi hija abrió los ojos como platos asustada por mis gritos.- Mueve la cómoda hasta la puerta para que no entre nadie. No abras si no te llamamos alguno de nosotros. Un lobo ha entrado en la casa.
Fue la única vez que yo recuerde que mi hija me obedeció sin rechistar, encerrándose en su cuarto mientras yo fijaba la mirada de nuevo al frente para ver como Annibal subía a toda velocidad las escaleras, dándome alcance antes de que pudiese reaccionar. El impacto de nuestros cuerpos me hizo caer de espaldas, haciendo golpear con dureza mi espalda contra los escalones mientras sus colmillos volvían a estar demasiado cerca de mi rostro, y el cálido aliento de sus gruñidos acariciaba mis labios que temblaban aterrados sabiendo que aquel sería mi final.
-Annibal soy yo. No me hagas daño por favor.- supliqué quemando mi último cartucho antes de morir.- Annibal, por favor...yo te quiero.
Cerré los ojos preparada para lo que vendría a continuación, cuando escuché un sonido y a continuación el peso de Annibal en su totalidad sobre mi cuerpo, cesando los gruñidos y dando paso a una respiración ronca y agitada. Abrí los ojos confundida, y vi en su lomo un dardo de los que mi padre usaba para dormir a sus presas en lugar de para matarlos, y así como estaba, con un lobo negro inconsciente sobre mi cuerpo dolorido por el golpe, me desmayé.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
Frente a ella. Con los ojos ámbar hundidos en sus verdes orbes me detuve. Mi aliento golpeo sin pausa su rostro ,ese que anegado en lagrimas suplicaba que me detuviese.
El afilado puñal despuntaba en su mano encarado contra mi vientre, mas ella parecía dudar de si hundirlo o dejar que me la comiese.
Gruñí desesperado, realmente devorarla no era el deseo que se extendía por mis entrañas, si no tomarla ,tomarla hasta que saliera el alba.
Dispuesto a derribarla y sajar su ropa para adentrarme en su interior, sentí como algo impactaba en mi espalda pro dos veces. Gruñí mostrandole mis colmillos completamente ido, mis ojos se entrecerraron varias veces sintiendo como mis piernas fallaban, así caí de bruces sobre las escaleras con el olor de ella anegado a mi pelaje.
Abrí los ojos en las mazmorras, completamente atado, desnudo y bastante ido. Apenas recordaba lo acontecido la noche anterior, supongo que en ese momento lo que mejor describiría mi estado era una borrachera de esas épicas, en las que las cosas pasan despacio frente a tus ojos con la diferencia de que no me reía por todo.
Me sentía engañado, esa parte si la recordaba, esa en la que vi llorar a Tessa porque me estaban atando frente al desconocimiento de que yo era un lobo. De nuevo traicionados por nuestras familias, mas con la diferencia de que esto suponía un riesgo para todos.
Traté de centrar mis ojos y de mantener la cabeza recta, apenas podía mover un musculo del cuerpo sin que este adormecido me doliera.
En mis muñecas la sangre de las cadenas, debí haber forcejeado durante la noche, algo que no tenia la menos importancia pues en breve cerrarían.
La puerta rechino al poco rato, de nuevo hice un esfuerzo sobre humano por mantenerme despierto ,porque mis ojos se mantuvieran fijos en algún punto ,me sentía tan mareado, que apenas era capaz de articular palabras o de pensar demasiado
El afilado puñal despuntaba en su mano encarado contra mi vientre, mas ella parecía dudar de si hundirlo o dejar que me la comiese.
Gruñí desesperado, realmente devorarla no era el deseo que se extendía por mis entrañas, si no tomarla ,tomarla hasta que saliera el alba.
Dispuesto a derribarla y sajar su ropa para adentrarme en su interior, sentí como algo impactaba en mi espalda pro dos veces. Gruñí mostrandole mis colmillos completamente ido, mis ojos se entrecerraron varias veces sintiendo como mis piernas fallaban, así caí de bruces sobre las escaleras con el olor de ella anegado a mi pelaje.
Abrí los ojos en las mazmorras, completamente atado, desnudo y bastante ido. Apenas recordaba lo acontecido la noche anterior, supongo que en ese momento lo que mejor describiría mi estado era una borrachera de esas épicas, en las que las cosas pasan despacio frente a tus ojos con la diferencia de que no me reía por todo.
Me sentía engañado, esa parte si la recordaba, esa en la que vi llorar a Tessa porque me estaban atando frente al desconocimiento de que yo era un lobo. De nuevo traicionados por nuestras familias, mas con la diferencia de que esto suponía un riesgo para todos.
Traté de centrar mis ojos y de mantener la cabeza recta, apenas podía mover un musculo del cuerpo sin que este adormecido me doliera.
En mis muñecas la sangre de las cadenas, debí haber forcejeado durante la noche, algo que no tenia la menos importancia pues en breve cerrarían.
La puerta rechino al poco rato, de nuevo hice un esfuerzo sobre humano por mantenerme despierto ,porque mis ojos se mantuvieran fijos en algún punto ,me sentía tan mareado, que apenas era capaz de articular palabras o de pensar demasiado
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
Negué con la cabeza cuando mi padre me insistió por décima vez que era mejor que solo él bajase a liberar a Annibal de sus cadenas. Aseguraba que con el alba toda maldición estaría rota, y que no correríamos peligro.
-¿No corremos ya suficiente peligro con vuestras mentiras?- susurré enfadada contra mi progenitor mientras me levantaba del lecho de Dadou en el que me había acostado tras recuperarme de mi inconsciencia la noche anterior. Ella seguía durmiendo y no quería que se enterase de todo lo que había sucedido durante el ataque.
La pequeña solo sabía que había un lobo en la casa, y se quedó más tranquila cuando mi padre lo neutralizó y bajó con él de nuevo hasta el sótano de mi casa que se había convertido en unas mazmorras improvisadas. No sabía cómo explicarle la verdad, ni si quiera sabía si yo sería capaz de asumirla.
Me levanté dolorida, posando mi mano sobre la espalda donde una enorme contusión daba fe del daño que me había hecho al caerme de espaldas en la escalera. Era incapaz de andar sin sentir una punzada de dolor, pero el médico que había curado la herida de mi padre del brazo producido por el impacto contra la alacena, y que a mí me había inyectado un tranquilizante, no le había dado mayor importancia que un golpe molesto.
Ni siquiera fui capaz de arreglarme mientras me miraba al espejo y observaba las terribles ojeras y los ojos hinchados de haber estado llorando toda la noche. Sin duda todo lo ocurrido no era culpa de Annibal, él no tenía la culpa de ser lo que era, pero mis padres tendrían que haberme contado la verdad; aunque si este hubiese sido el caso, ¿hasta qué punto le hubiese dejado a Annibal acercarse a mí? No lo sabía, y me preocupaba que todo lo que estaba empezando a sentir por él se esfumase después de esa fatídica noche.
Cogí una manta y algo de ropa para Annibal de mi habitación antes de encaminarme escaleras abajo con mi padre, que parecía reticente a que lo acompañase.
-Hija, ya te lo he contado todo. Deja que sea yo quien atienda a Annibal y espérale en vuestro dormitorio.- trató de convencerme mi padre al tiempo que yo le lanzaba una mirada de soslayo.
-Padre, ya no confío en vos ni en vuestras palabras. Escucharé lo que mi prometido me tenga que contar y después tomaré una decisión al respecto. Hasta entonces os agradecería que me dejaseis tranquila, y os dirigieseis a mi lo menos posible.- contesté fijando de nuevo mi mirada en esa puerta de hierro forjado que me mantenía separada de mi prometido. Sé que eran palabras duras, pero no por ello no merecidas. Nos habían mentido en todo desde el principio, pero aquella mentira se llevaba la palma.
Tras el chirriar de la puerta empujada por mi padre, lo primero que observé fue a Annibal completamente desnudo y tirado en el suelo. Seguía con las cadenas puestas y parecía encontrarse totalmente desubicado. Los ojos se me anegaron en lágrimas, pero debía ser fuerte. No podía echar a correr a su lado y abrazarlo aunque eso era lo único que me apetecía hacer. Necesitaba buscar el consuelo en los brazos del hombre al que amaba, aunque después de lo sucedido horas antes, también sentía un miedo atroz por permanecer a su lado.
Un gesto de dolor, provocado por la contusión de la espalda al emprender de nuevo mis pasos, cruzó mi rostro cuando me acerqué hasta Annibal con paso tembloroso e indeciso. Tragué saliva antes de arrodillarme a su lado y taparlo con la manta, dejando su ropa a un lado para cuando estuviese recuperado para hablar. El roce de mis dedos sobre su cálida piel cuando lo arropé con la manta, me hizo perder la poca seguridad en mí misma que todavía tenía. Ahora viéndolo así, me era imposible no quererle. Seguía siendo él, seguía siendo Annibal
-Cuando quieras padre puedes liberar a mi prometido de sus cadenas.- apunté colocándome de nuevo en pie y dándoles la espalda mientras mi mirada se perdía por aquel pequeño ventanuco enrejado por donde pasaban esperanzadores rayos de sol.
Quería darle a Annibal la oportunidad de vestirse con más intimidad, de recuperarse poco a poco de su estado de abatimiento en el que parecía hallarse sumido; y sobre todo, necesitaba infundarme a mí misma ánimos para ser capaz de afrontar el problema de otra forma. No quería dejarme llevar por los sentimientos, no cuando me sentía traicionada y consciente de que el sueño de hadas en el que me sentía con Annibal había desaparecido. ¿Qué más mentiras habrían? ¿Qué más impedimentos que me dejasen ser feliz de una vez por todas? Las lágrimas resbalaron por mis mejillas mientras rauda trataba de controlarlas con la manga de mi blusa.
Mi templanza se esfumaba al recordar de nuevo esos besos, de confirmar que de nuevo era el hombre al que amaba el que yacía en el suelo. Todo mi interior era una contradicción en la que no sabía si podría soportar la amenaza de estar prometida con un lobo, o si por ende haría lo posible por anular ese compromiso.
Sabía que lo quería, que aquello que empezaba a sentir cuando estaba con él era amor, un amor que se intensificaría con el paso del tiempo, pero ¿sería capaz de entregarme a él después de todo lo vivido? No quería cerrar de nuevo los ojos por miedo a ver sus colmillos tan cerca de mi rostro, tenía miedo a dormir por si en mis sueños conseguía darnos caza. ¿Cómo podía amarlo y temerle al mismo tiempo?
-¿No corremos ya suficiente peligro con vuestras mentiras?- susurré enfadada contra mi progenitor mientras me levantaba del lecho de Dadou en el que me había acostado tras recuperarme de mi inconsciencia la noche anterior. Ella seguía durmiendo y no quería que se enterase de todo lo que había sucedido durante el ataque.
La pequeña solo sabía que había un lobo en la casa, y se quedó más tranquila cuando mi padre lo neutralizó y bajó con él de nuevo hasta el sótano de mi casa que se había convertido en unas mazmorras improvisadas. No sabía cómo explicarle la verdad, ni si quiera sabía si yo sería capaz de asumirla.
Me levanté dolorida, posando mi mano sobre la espalda donde una enorme contusión daba fe del daño que me había hecho al caerme de espaldas en la escalera. Era incapaz de andar sin sentir una punzada de dolor, pero el médico que había curado la herida de mi padre del brazo producido por el impacto contra la alacena, y que a mí me había inyectado un tranquilizante, no le había dado mayor importancia que un golpe molesto.
Ni siquiera fui capaz de arreglarme mientras me miraba al espejo y observaba las terribles ojeras y los ojos hinchados de haber estado llorando toda la noche. Sin duda todo lo ocurrido no era culpa de Annibal, él no tenía la culpa de ser lo que era, pero mis padres tendrían que haberme contado la verdad; aunque si este hubiese sido el caso, ¿hasta qué punto le hubiese dejado a Annibal acercarse a mí? No lo sabía, y me preocupaba que todo lo que estaba empezando a sentir por él se esfumase después de esa fatídica noche.
Cogí una manta y algo de ropa para Annibal de mi habitación antes de encaminarme escaleras abajo con mi padre, que parecía reticente a que lo acompañase.
-Hija, ya te lo he contado todo. Deja que sea yo quien atienda a Annibal y espérale en vuestro dormitorio.- trató de convencerme mi padre al tiempo que yo le lanzaba una mirada de soslayo.
-Padre, ya no confío en vos ni en vuestras palabras. Escucharé lo que mi prometido me tenga que contar y después tomaré una decisión al respecto. Hasta entonces os agradecería que me dejaseis tranquila, y os dirigieseis a mi lo menos posible.- contesté fijando de nuevo mi mirada en esa puerta de hierro forjado que me mantenía separada de mi prometido. Sé que eran palabras duras, pero no por ello no merecidas. Nos habían mentido en todo desde el principio, pero aquella mentira se llevaba la palma.
Tras el chirriar de la puerta empujada por mi padre, lo primero que observé fue a Annibal completamente desnudo y tirado en el suelo. Seguía con las cadenas puestas y parecía encontrarse totalmente desubicado. Los ojos se me anegaron en lágrimas, pero debía ser fuerte. No podía echar a correr a su lado y abrazarlo aunque eso era lo único que me apetecía hacer. Necesitaba buscar el consuelo en los brazos del hombre al que amaba, aunque después de lo sucedido horas antes, también sentía un miedo atroz por permanecer a su lado.
Un gesto de dolor, provocado por la contusión de la espalda al emprender de nuevo mis pasos, cruzó mi rostro cuando me acerqué hasta Annibal con paso tembloroso e indeciso. Tragué saliva antes de arrodillarme a su lado y taparlo con la manta, dejando su ropa a un lado para cuando estuviese recuperado para hablar. El roce de mis dedos sobre su cálida piel cuando lo arropé con la manta, me hizo perder la poca seguridad en mí misma que todavía tenía. Ahora viéndolo así, me era imposible no quererle. Seguía siendo él, seguía siendo Annibal
-Cuando quieras padre puedes liberar a mi prometido de sus cadenas.- apunté colocándome de nuevo en pie y dándoles la espalda mientras mi mirada se perdía por aquel pequeño ventanuco enrejado por donde pasaban esperanzadores rayos de sol.
Quería darle a Annibal la oportunidad de vestirse con más intimidad, de recuperarse poco a poco de su estado de abatimiento en el que parecía hallarse sumido; y sobre todo, necesitaba infundarme a mí misma ánimos para ser capaz de afrontar el problema de otra forma. No quería dejarme llevar por los sentimientos, no cuando me sentía traicionada y consciente de que el sueño de hadas en el que me sentía con Annibal había desaparecido. ¿Qué más mentiras habrían? ¿Qué más impedimentos que me dejasen ser feliz de una vez por todas? Las lágrimas resbalaron por mis mejillas mientras rauda trataba de controlarlas con la manga de mi blusa.
Mi templanza se esfumaba al recordar de nuevo esos besos, de confirmar que de nuevo era el hombre al que amaba el que yacía en el suelo. Todo mi interior era una contradicción en la que no sabía si podría soportar la amenaza de estar prometida con un lobo, o si por ende haría lo posible por anular ese compromiso.
Sabía que lo quería, que aquello que empezaba a sentir cuando estaba con él era amor, un amor que se intensificaría con el paso del tiempo, pero ¿sería capaz de entregarme a él después de todo lo vivido? No quería cerrar de nuevo los ojos por miedo a ver sus colmillos tan cerca de mi rostro, tenía miedo a dormir por si en mis sueños conseguía darnos caza. ¿Cómo podía amarlo y temerle al mismo tiempo?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
Cuando logré centrar la mirada, ellos estaban allí, una manta caía sobre mi cuerpo y la ropa a mi lado derecho esparcida sobre el suelo. Podía notar su miedo, oler como mi prometida cargada de adrenalina me miraba, no había ni un resquicio de amor en sus ojos, solo temor. Un temor profundo que la hacia temblar, que la hacia mirar con desconfianza al hombre que hace una noche amaba en su lecho hasta salir el sol.
Ambos habíamos sido engañados, ambos traicionados por nuestros padres, mas hoy estaba claro que yo parecía el verdugo ,el depredador.
Lo era, era un maldito licnatropo y pensaba que ella tenia claro que al desposarse, su sino era ser lo mismo, que junto a mi lideraría la manada y que llegada la edad acordada la pequeña Dadou seria trasformada.
Ahora sabia que ni uno solo de los términos del contrato estaban hablados, que nada estaba acordado y que nuestro matrimonio solo era una falacia.
Las cadenas cayeron liberando mis muñecas, mis piernas y como borracho por la droga me alcé, tratando de vestirme sumamente mareado.
Era incomodo ver los ojos del padre escrutando cada movimiento, mas al menos ella se había girado dándome una intimidad que hoy ciertamente si necesitaba.
Caminé tambaleándome hacia ellos, estaba demasiado aturdido, por suerte las heridas de las balas habían cerrado, las ventajas de ser un licano.
Intente fijar mi mirada perdida en la de la que creía mi futura esposa.
-Creo que hay mucho de mi que no sabes, creo que tenemos demasiado que hablar y creo que es posible que nuestro enlace no tenga lugar.
Justos subimos las escaleras de aquella improvisada mazmorra donde al anochecer volvería a caer, esta vez esperando que nada malograra mi cautiverio.
El padre parecía reacio a dejarnos solos, no lo culpaba, un halo ámbar recorría mi iris remarcando que la luna esa noche volvería a coronar el cielo y que yo era un lobo fiero.
-Tengo que habar con ella.
No di mas explicaciones, me limite a subir escaleras arriba, deseando que me siguiera.
Tras nosotros cerré la puerta, podía sentir como le temblaban las piernas, me mantuve lo suficientemente distante como para que pudiera relajarse, sabia que estaba aterrada y que la soledad de ambos en la recamara no ayudaba en nada.
Alce sendas manos para que viera que nada pensaba hacerle.
-Pregunta lo que quieras, nunca te haría daño.
Ambos habíamos sido engañados, ambos traicionados por nuestros padres, mas hoy estaba claro que yo parecía el verdugo ,el depredador.
Lo era, era un maldito licnatropo y pensaba que ella tenia claro que al desposarse, su sino era ser lo mismo, que junto a mi lideraría la manada y que llegada la edad acordada la pequeña Dadou seria trasformada.
Ahora sabia que ni uno solo de los términos del contrato estaban hablados, que nada estaba acordado y que nuestro matrimonio solo era una falacia.
Las cadenas cayeron liberando mis muñecas, mis piernas y como borracho por la droga me alcé, tratando de vestirme sumamente mareado.
Era incomodo ver los ojos del padre escrutando cada movimiento, mas al menos ella se había girado dándome una intimidad que hoy ciertamente si necesitaba.
Caminé tambaleándome hacia ellos, estaba demasiado aturdido, por suerte las heridas de las balas habían cerrado, las ventajas de ser un licano.
Intente fijar mi mirada perdida en la de la que creía mi futura esposa.
-Creo que hay mucho de mi que no sabes, creo que tenemos demasiado que hablar y creo que es posible que nuestro enlace no tenga lugar.
Justos subimos las escaleras de aquella improvisada mazmorra donde al anochecer volvería a caer, esta vez esperando que nada malograra mi cautiverio.
El padre parecía reacio a dejarnos solos, no lo culpaba, un halo ámbar recorría mi iris remarcando que la luna esa noche volvería a coronar el cielo y que yo era un lobo fiero.
-Tengo que habar con ella.
No di mas explicaciones, me limite a subir escaleras arriba, deseando que me siguiera.
Tras nosotros cerré la puerta, podía sentir como le temblaban las piernas, me mantuve lo suficientemente distante como para que pudiera relajarse, sabia que estaba aterrada y que la soledad de ambos en la recamara no ayudaba en nada.
Alce sendas manos para que viera que nada pensaba hacerle.
-Pregunta lo que quieras, nunca te haría daño.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
Podía escuchar el sonido de las cadenas golpear el suelo de aquel húmedo sótano una a una mientras Annibal era liberado por mi padre, que tras finalizar su cometido se situó a mi lado observando cada movimiento de mi prometido con recelo. Permanecí de espaldas a éste, dejando un tiempo prudencial para que terminase de vestir y poder al fin recibir esa explicación que tanto necesitaba. Sabía que mis padres me habían mentido, que sabían de sobra la naturaleza de Annibal, y que él seguramente pensaría que yo era conocedora de ésta. ¿Cómo culparle por no haberlo hablado abiertamente?
Observé como terminaba de calzarse y se acercaba con paso tambaleante hacia nosotros, como mi padre se tensó cuando se posicionó frente a mí, y como yo era incapaz de reaccionar confusa por el remolino de emociones que en mí despertaba tener a Annibal tan cerca. Respiré hondo intentando refrenar mis ganas de abrazarle, de llorar sobre su pecho y confesarle el miedo que había pasado; más, ¿cómo hacer eso cuando era él quien me infundaba dicho miedo?
No pude más que asentir cuando sus ojos con un extraño brillo todavía reflejado en ellos se clavaron en los míos confirmándome algo que yo ya sabía, que era más que necesario una conversación entre nosotros. Una larga y tendida conversación en la que pudiésemos buscar una solución a todo aquello. Ahora que volvía a ser él, ahora que no eran sus colmillos los que amenazaban mi rostro, era más que capaz de encontrar una forma en la que pudiésemos ser felices. Annibal me había hecho sentir en solo dos días lo que no había sentido jamás por nadie; solo por eso, por como era conmigo y con Dadou, por la dulzura con la que me besaba, merecíamos al menos intentar arreglar aquella mentira que podría destruirnos. Más no me esperaba su duda acerca de que por fin nuestro enlace pudiese tener lugar, ¿Sería acaso que no me amaba lo suficiente como para luchar por buscar una solución?
Suspiré desconcertada acompañando a los dos hombres que ahora formaban parte de mi vida escaleras arriba hasta llegar a la planta baja. Un incómodo silencio nos rodeaba, y yo era incapaz de articular palabra para romperlo.
-Padre, somos Annibal y yo los que solucionaremos esto, de modo que le agradecería que de aquí en adelante traten de no mentirnos más, pues si su deseo es desposarme, estáis consiguiendo todo lo contrario.- apunté dirigiéndome a mi padre sin darle la oportunidad de contestar tras escuchar a Annibal su petición de que quería hablar conmigo, y ver a mi progenitor reticente con dicha propuesta.- Como le dije antes, solo aceptaré sus palabras, pues sé que él no me mentiría; ojalá pudiese decir lo mismo de vos.
Y con estas palabras hirientes y cargadas de rabia por todo lo que habían provocado, seguí a mi prometido que escaleras arriba se dirigía a nuestro dormitorio. Cruzó el umbral que nos llevaría a esa estancia que guardaba nuestros secretos, que había sido testigo de nuestras caricias, esperando a que yo me introdujese en ella para cerrar la puerta y conseguir así la intimidad que necesitábamos para hablar.
Anduve con paso tembloroso hasta el pequeño sillón que había junto a la ventana, nerviosa por encontrarme a solas con él en un espacio tan reducido. Intimidada por su presencia y por saber lo que era, pero sobre todo, entristecida por no saber si seríamos capaces de llegar a un acuerdo, si todo lo que había soñado con él en ese lecho que ahora se veía vacío desaparecería como la bruma al amanecer.
Me giré buscando su mirada, esa que noches antes se cruzaba cómplice con la mía. Y fue su gesto de rendición alzando las manos lo que me hizo saber que tenía que buscar una solución, que no me veía lejos de él, aunque tal vez encontrarla iba a ser algo muy complicado y digno de uno de los siete trabajos de Hércules.
-Por muy extraño que suene, y a sabiendas de que pensarás que estoy loca de atar, sé que no me harías daño. No así, no siendo tú.- contesté dando dos pasos hacía él, tratando de volver a sentir esa confianza que horas antes me inspiraba y que parecía haberse esfumado cuando lo ví convertirse en un lobo. Dejé salir el aire despacio al recordar sus colmillos frente a mis labios, al sentir su cálido y peludo cuerpo sobre el mío, y tragando saliva, continué hablando, esperando que mi ansiedad no me jugase una mala pasada.- A estas alturas creo que ambos somos conscientes de que nos han mentido en todo, y al igual que tú me diste una oportunidad con mi hija, yo haré lo mismo contigo. No porque no tenga miedo, que lo tengo; no porque no me aterrorice que cuando te conviertas pierdas el control y pueda suceder una desgracia, más sé que me arrepentiría toda mi vida si no intentase buscar una solución a este contratiempo.
Hice una pausa para mirarme las manos nerviosa. No tenía muy claro que quería, que buscaba, ni siquiera sabía como solucionar aquello. Necesitaba que él me guiase, saber que también estaba dispuesto a arreglarlo, que los sentimientos eran bidireccionales. Alcé de nuevo la vista clavando mis ojos en los suyos, con una sonrisa nerviosa dibujada en el rostro. Otro paso más hacia él, y mi ajetreada respiración traicionándome.
-Annibal, solo necesito tiempo. Tiempo para comprenderte, para conocer cada detalle que vaya atado a tu naturaleza. Que me expliques lo que creas necesario para que te comprenda y que deje de tener miedo.- apunté sin saber muy bien que preguntar, situándome con el último paso frente a él.- Y también que me expliques en qué consistirá exactamente nuestro enlace, pues algo me dice que no será una boda tradicional.
Estaba más que dispuesta a escucharlo, a comprenderlo, a aceptar sus condiciones siempre y cuando pudiésemos renegociarlas y encontrásemos un punto intermedio en el que poder ser felices. Si nos queríamos, no sería tan difícil, ¿no?
Observé como terminaba de calzarse y se acercaba con paso tambaleante hacia nosotros, como mi padre se tensó cuando se posicionó frente a mí, y como yo era incapaz de reaccionar confusa por el remolino de emociones que en mí despertaba tener a Annibal tan cerca. Respiré hondo intentando refrenar mis ganas de abrazarle, de llorar sobre su pecho y confesarle el miedo que había pasado; más, ¿cómo hacer eso cuando era él quien me infundaba dicho miedo?
No pude más que asentir cuando sus ojos con un extraño brillo todavía reflejado en ellos se clavaron en los míos confirmándome algo que yo ya sabía, que era más que necesario una conversación entre nosotros. Una larga y tendida conversación en la que pudiésemos buscar una solución a todo aquello. Ahora que volvía a ser él, ahora que no eran sus colmillos los que amenazaban mi rostro, era más que capaz de encontrar una forma en la que pudiésemos ser felices. Annibal me había hecho sentir en solo dos días lo que no había sentido jamás por nadie; solo por eso, por como era conmigo y con Dadou, por la dulzura con la que me besaba, merecíamos al menos intentar arreglar aquella mentira que podría destruirnos. Más no me esperaba su duda acerca de que por fin nuestro enlace pudiese tener lugar, ¿Sería acaso que no me amaba lo suficiente como para luchar por buscar una solución?
Suspiré desconcertada acompañando a los dos hombres que ahora formaban parte de mi vida escaleras arriba hasta llegar a la planta baja. Un incómodo silencio nos rodeaba, y yo era incapaz de articular palabra para romperlo.
-Padre, somos Annibal y yo los que solucionaremos esto, de modo que le agradecería que de aquí en adelante traten de no mentirnos más, pues si su deseo es desposarme, estáis consiguiendo todo lo contrario.- apunté dirigiéndome a mi padre sin darle la oportunidad de contestar tras escuchar a Annibal su petición de que quería hablar conmigo, y ver a mi progenitor reticente con dicha propuesta.- Como le dije antes, solo aceptaré sus palabras, pues sé que él no me mentiría; ojalá pudiese decir lo mismo de vos.
Y con estas palabras hirientes y cargadas de rabia por todo lo que habían provocado, seguí a mi prometido que escaleras arriba se dirigía a nuestro dormitorio. Cruzó el umbral que nos llevaría a esa estancia que guardaba nuestros secretos, que había sido testigo de nuestras caricias, esperando a que yo me introdujese en ella para cerrar la puerta y conseguir así la intimidad que necesitábamos para hablar.
Anduve con paso tembloroso hasta el pequeño sillón que había junto a la ventana, nerviosa por encontrarme a solas con él en un espacio tan reducido. Intimidada por su presencia y por saber lo que era, pero sobre todo, entristecida por no saber si seríamos capaces de llegar a un acuerdo, si todo lo que había soñado con él en ese lecho que ahora se veía vacío desaparecería como la bruma al amanecer.
Me giré buscando su mirada, esa que noches antes se cruzaba cómplice con la mía. Y fue su gesto de rendición alzando las manos lo que me hizo saber que tenía que buscar una solución, que no me veía lejos de él, aunque tal vez encontrarla iba a ser algo muy complicado y digno de uno de los siete trabajos de Hércules.
-Por muy extraño que suene, y a sabiendas de que pensarás que estoy loca de atar, sé que no me harías daño. No así, no siendo tú.- contesté dando dos pasos hacía él, tratando de volver a sentir esa confianza que horas antes me inspiraba y que parecía haberse esfumado cuando lo ví convertirse en un lobo. Dejé salir el aire despacio al recordar sus colmillos frente a mis labios, al sentir su cálido y peludo cuerpo sobre el mío, y tragando saliva, continué hablando, esperando que mi ansiedad no me jugase una mala pasada.- A estas alturas creo que ambos somos conscientes de que nos han mentido en todo, y al igual que tú me diste una oportunidad con mi hija, yo haré lo mismo contigo. No porque no tenga miedo, que lo tengo; no porque no me aterrorice que cuando te conviertas pierdas el control y pueda suceder una desgracia, más sé que me arrepentiría toda mi vida si no intentase buscar una solución a este contratiempo.
Hice una pausa para mirarme las manos nerviosa. No tenía muy claro que quería, que buscaba, ni siquiera sabía como solucionar aquello. Necesitaba que él me guiase, saber que también estaba dispuesto a arreglarlo, que los sentimientos eran bidireccionales. Alcé de nuevo la vista clavando mis ojos en los suyos, con una sonrisa nerviosa dibujada en el rostro. Otro paso más hacia él, y mi ajetreada respiración traicionándome.
-Annibal, solo necesito tiempo. Tiempo para comprenderte, para conocer cada detalle que vaya atado a tu naturaleza. Que me expliques lo que creas necesario para que te comprenda y que deje de tener miedo.- apunté sin saber muy bien que preguntar, situándome con el último paso frente a él.- Y también que me expliques en qué consistirá exactamente nuestro enlace, pues algo me dice que no será una boda tradicional.
Estaba más que dispuesta a escucharlo, a comprenderlo, a aceptar sus condiciones siempre y cuando pudiésemos renegociarlas y encontrásemos un punto intermedio en el que poder ser felices. Si nos queríamos, no sería tan difícil, ¿no?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
Tessa parecía dispuesta a dialogar, pese al miedo que era capaz de percibir en ella y que sin duda recorría todo su cuerpo. Acortó las distancias que nos separaban lentamente, con voz calma, como si de ese modo pudiera domar al lobo de mis adentros.
-¿Contratiempo? -Negué hundiendo mi mirada parda en la suya verdusca. -Esto no es un contratiempo, esto es lo que soy. Fui preparado para ser el alfa de una manada desde mi nacimiento. Estoy orgulloso de cada parte de ese lobo que hay en mi, pues aunque tu si diferencias entre el humano que amas y el lobo que odias, yo se que es lo mismo.
No hay hombre sin bestia en mi caso, este no sera un cuento en el que la bestia se trasforme olvidando su vieja piel.
Cada luna llena el lobo se hará conmigo y ¿sabes lo peor? Lo disfruto.
Disfruto la libertad, el bosque, disfruto de mis sentidos, disfruto del viento, de la sangre entre mis fauces y de las hembras que me tiro. Soy un lobo y estoy orgullosos de serlo.
Llevé mi mano a su rostro para acariciarlo con suavidad, tratando de memorizar sus labios contra mis dedos mientras los dibujaba a paso lento.
-Tu te ibas a convertir en mi mujer y con ello aceptabas la responsabilidad de alfa de la manada. Ese era el motivo por el que mi madre tenia prisa por que me desposara, ella esta cansada de esta vida, quiere pasar a un segundo plano y llorar la muerte reciente de mi padre, el anterior alfa.
Tu te trasformarías en lo que yo soy, lo que represento. Eso sucedería en la noche de bodas, esa que se celebrará en luna llena y tras la cual te tomaré y morderé.
Hice un silencio esperando que estuviera asumiendo mis palabras, pues algo me decía que estaba tan bloqueada que era incapaz de entender ni una sola de todas ellas.
-Cuando la luna reine en el cielo, te trasformaras junto a mi en licantropo y volveremos a tomarnos mientras corremos por los bosques, así sellaremos la boda, tomándonos siendo hombre y lobo. Mujer y loba ¿lo entiendes?
De nuevo guardé silencio, esperaba una respuesta, pues abordar le tema de Dadou seria aun mas complicado y si esto no era posible para que seguir discutiendo las condiciones del trato.
-¿Contratiempo? -Negué hundiendo mi mirada parda en la suya verdusca. -Esto no es un contratiempo, esto es lo que soy. Fui preparado para ser el alfa de una manada desde mi nacimiento. Estoy orgulloso de cada parte de ese lobo que hay en mi, pues aunque tu si diferencias entre el humano que amas y el lobo que odias, yo se que es lo mismo.
No hay hombre sin bestia en mi caso, este no sera un cuento en el que la bestia se trasforme olvidando su vieja piel.
Cada luna llena el lobo se hará conmigo y ¿sabes lo peor? Lo disfruto.
Disfruto la libertad, el bosque, disfruto de mis sentidos, disfruto del viento, de la sangre entre mis fauces y de las hembras que me tiro. Soy un lobo y estoy orgullosos de serlo.
Llevé mi mano a su rostro para acariciarlo con suavidad, tratando de memorizar sus labios contra mis dedos mientras los dibujaba a paso lento.
-Tu te ibas a convertir en mi mujer y con ello aceptabas la responsabilidad de alfa de la manada. Ese era el motivo por el que mi madre tenia prisa por que me desposara, ella esta cansada de esta vida, quiere pasar a un segundo plano y llorar la muerte reciente de mi padre, el anterior alfa.
Tu te trasformarías en lo que yo soy, lo que represento. Eso sucedería en la noche de bodas, esa que se celebrará en luna llena y tras la cual te tomaré y morderé.
Hice un silencio esperando que estuviera asumiendo mis palabras, pues algo me decía que estaba tan bloqueada que era incapaz de entender ni una sola de todas ellas.
-Cuando la luna reine en el cielo, te trasformaras junto a mi en licantropo y volveremos a tomarnos mientras corremos por los bosques, así sellaremos la boda, tomándonos siendo hombre y lobo. Mujer y loba ¿lo entiendes?
De nuevo guardé silencio, esperaba una respuesta, pues abordar le tema de Dadou seria aun mas complicado y si esto no era posible para que seguir discutiendo las condiciones del trato.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
La explicación que me dio Annibal no me resultaba del todo convincente; se pensaría aquel hombre que por ser una niña pequeña podría contentarme con cualquier tontería, pero conmigo las cosas no funcionaban así, de modo que me propuse el resto de la cena seguir con mi artillería pesada, y no descansar hasta que el motivo de tales gestos entre ellos se quedasen al descubierto.
Que digo yo, ¿tan difícil era reconocer que estaban enamorados y que por eso se hacían carantoñas? Parecían niños de colegio intentando disimular lo que sentían; y encima dirían después que yo era la niña y ellos los adultos.
Lo cierto es que la doncella que se ocupaba de mi cuidado llevaba un tiempo prendada de un joven burgués, y había escuchado infinidad de conversaciones privadas entre ella y la cocinera, a quien pedía consejo.Conversaciones que a mí me venían como anillo al dedo en momento como este, pues ahora podía ver cada uno de esos gestos que llevan al enamoramiento en mi madre y su prometido. Sonreí divertida al escuchar cada una de las invenciones de Annibal que trataba de salir airoso del tercer grado al que le estaba sometiendo.
La cena transcurrió sin sobresaltos, y tras las copas de sobremesa de rigor, los hombres se despidieron de nosotras. Sabía que la noche anterior mi abuelo y Annibal habían salido a hacer cosas de hombres y que volvieron bien entrada la madrugada. Lo sabía porque los había espiado desde mi ventana; pero lo que más me extrañó en esos momentos es que el prometido de mi madre se despidió de ella con un beso en los labios hasta el día siguiente. ¿Es que acaso no llegaría de madrugada como anteanoche?
Más no pude averiguar mucho más pues mi abuela fue quien se encargó de acompañarme a la habitación mientras mi madre volvía a despedirse de Annibal y se marchaba a la suya.
No le di más importancia, sería una de esas cosas que hacen los adultos y que son absurdas. Así que cansada como estaba por haber trasnochado más de lo acostumbrado, me acosté en mi cama esperando al día siguiente si no hacía demasiado frío, poder cabalgar junto a mi madre y Annibal por la playa, como el día que llegó.
Unos fuertes golpes que retumbaron por toda la casa me sacaron de mi ensoñación. Abrí los ojos confundida, pensando que tal vez había sido cosa de mi imaginación, que entre el sueño y la vigilia empezaba a mezclar ambas cosas; pero cuando estaba a punto de cerrar los ojos de nuevo, escuché un fuerte estruendo que me hizo saltar sobre la cama.
Escuché la voz de mi abuelo y de mi madre resonando en la escalera, como si estuviesen discutiendo, y decidí asomarme a ver que ocurría.
Miré confundida a mi madre cuando al abrir la puerta vi a mi madre con un cuchillo en la mano, gritándome asustada que me encerrase en la habitación, y justificando que la causa de tal alboroto era que un lobo estaba dentro de la casa.
Aunque incrédula a sus palabras obedecí sin pensarlo dos veces, y me encerré en mi cuarto esperando que mi madre viniese a por mí.
Una hora más tarde, cuando el médico que curó la herida que mi abuelo llevaba en el brazo y un golpe que mi madre se había dado al caer en la escalera se marchó, por fin la casa volvió a la tranquilidad.
Mi madre se acostó conmigo aquella noche en la cama, explicándome que ya no había peligro, pues mi abuelo había abatido a ese lobo. Todo había quedado en un susto que nos serviría como anécdota algún día, aunque, si mi abuelo estaba en la casa, ¿dónde estaba Annibal?
Algo había que no me cuadraba, pero el cansancio me venció antes de que pudiese atar cabos.
Mañana empezaría mi pequeña investigación.
Que digo yo, ¿tan difícil era reconocer que estaban enamorados y que por eso se hacían carantoñas? Parecían niños de colegio intentando disimular lo que sentían; y encima dirían después que yo era la niña y ellos los adultos.
Lo cierto es que la doncella que se ocupaba de mi cuidado llevaba un tiempo prendada de un joven burgués, y había escuchado infinidad de conversaciones privadas entre ella y la cocinera, a quien pedía consejo.Conversaciones que a mí me venían como anillo al dedo en momento como este, pues ahora podía ver cada uno de esos gestos que llevan al enamoramiento en mi madre y su prometido. Sonreí divertida al escuchar cada una de las invenciones de Annibal que trataba de salir airoso del tercer grado al que le estaba sometiendo.
La cena transcurrió sin sobresaltos, y tras las copas de sobremesa de rigor, los hombres se despidieron de nosotras. Sabía que la noche anterior mi abuelo y Annibal habían salido a hacer cosas de hombres y que volvieron bien entrada la madrugada. Lo sabía porque los había espiado desde mi ventana; pero lo que más me extrañó en esos momentos es que el prometido de mi madre se despidió de ella con un beso en los labios hasta el día siguiente. ¿Es que acaso no llegaría de madrugada como anteanoche?
Más no pude averiguar mucho más pues mi abuela fue quien se encargó de acompañarme a la habitación mientras mi madre volvía a despedirse de Annibal y se marchaba a la suya.
No le di más importancia, sería una de esas cosas que hacen los adultos y que son absurdas. Así que cansada como estaba por haber trasnochado más de lo acostumbrado, me acosté en mi cama esperando al día siguiente si no hacía demasiado frío, poder cabalgar junto a mi madre y Annibal por la playa, como el día que llegó.
Unos fuertes golpes que retumbaron por toda la casa me sacaron de mi ensoñación. Abrí los ojos confundida, pensando que tal vez había sido cosa de mi imaginación, que entre el sueño y la vigilia empezaba a mezclar ambas cosas; pero cuando estaba a punto de cerrar los ojos de nuevo, escuché un fuerte estruendo que me hizo saltar sobre la cama.
Escuché la voz de mi abuelo y de mi madre resonando en la escalera, como si estuviesen discutiendo, y decidí asomarme a ver que ocurría.
Miré confundida a mi madre cuando al abrir la puerta vi a mi madre con un cuchillo en la mano, gritándome asustada que me encerrase en la habitación, y justificando que la causa de tal alboroto era que un lobo estaba dentro de la casa.
Aunque incrédula a sus palabras obedecí sin pensarlo dos veces, y me encerré en mi cuarto esperando que mi madre viniese a por mí.
Una hora más tarde, cuando el médico que curó la herida que mi abuelo llevaba en el brazo y un golpe que mi madre se había dado al caer en la escalera se marchó, por fin la casa volvió a la tranquilidad.
Mi madre se acostó conmigo aquella noche en la cama, explicándome que ya no había peligro, pues mi abuelo había abatido a ese lobo. Todo había quedado en un susto que nos serviría como anécdota algún día, aunque, si mi abuelo estaba en la casa, ¿dónde estaba Annibal?
Algo había que no me cuadraba, pero el cansancio me venció antes de que pudiese atar cabos.
Mañana empezaría mi pequeña investigación.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Madre luna (tessa)
Negué con la cabeza al escuchar sus palabras, esas que parecían recriminarme querer domar a esa parte de él que lo conformaban como un todo; palabras que parecían dichas desde el resentimiento y que en nada me recordaban al hombre que creía conocer el día anterior. No me molestaba el hecho de que disfrutase convirtiéndose en lobo, podía entender que era parte de su naturaleza, como las dos caras de una misma moneda que no pueden estar una sin la otra. Tal vez hasta podía comprender la sensación de libertad que poder correr por el bosque debería causarle, más lo que me confundió y desde luego me turbó fue su comentario acerca de las relaciones que había tenido con otras mujeres y el sabor de la sangre en su boca. No podía concebir a Annibal como un asesino, claro que hasta ahora tampoco hubiese imaginado que era un lobo.
-Annibal, creo que has confundido mis palabras. En ningún momento he dicho que desee que dejes de ser un lobo, ni que quiera domarte de ninguna forma; ni siquiera se me había pasado por la cabeza dicha estupidez. Poco o nada conozco de los licántropos más allá de las historias de miedo que me contaban cuando era niña, pero puedo entender en parte como te sientes cuando dices disfrutar de lo que eres. Puedo comprender la plenitud que puedas sentir cuando guiado por tus instintos liberas tu mente y te dejas llevar por éstos, cuando puedes ser tú mismo sin fingir delante de los demás. - afirmé mientras disfrutaba del roce de su mano sobre mi piel, esa que había añorado cuando asustada me había atacado la noche anterior. - No deseo cambiarte, no deseo que seas otra persona o que finjas no ser lo que eres. Porque el Annibal que quiero sin duda tiene algo de ambas naturalezas, la del lobo y la del humano. Si acepto nuestro trato, si seguimos adelante con este enlace, ten por seguro que será porque acepto las dos partes que hacen de ti al hombre que conozco. Y te equivocas en una cosa, no odio al lobo en el que te conviertes durante la luna llena, solo le tengo miedo.
Sus palabras salían de sus labios y a pesar de estar escuchando cada una de éstas era incapaz de entender lo que me decía. Agradecía su franqueza, que por una vez desde que nos habíamos conocido no quedase nada en el tintero por contar, más por si no fuese suficiente escucharle hablar de cómo me tomaría, además añadía la parte de tradición licana que no terminaba de comprender.Más lo que más me confundía era que lo hablaba todo en pasado, como si después de lo sucedido no esperase que dicho enlace tuviese lugar.
Humedecí mis labios despacio, que por la tensión del momento se habían resecado, y tras un leve suspiro, tomé su mano para dirigirnos hasta la cama, donde tomé asiento a su lado, evitando así que mis piernas dejasen de temblar. Busqué su mirada con la mía, confusa por toda la información recibida y que era incapaz de comprender; o tal vez si la comprendía, pero no conseguía asimilarla.
-Puedo imaginar que significa ser el alfa de una manada, aunque jamás hubiese imaginado que podría convertirme en una. Como bien dices, tú has sido preparado desde niño para ello, ¿pero yo? Desconozco todo acerca de los lobos, ¿cómo podría ayudarte yo en tu propósito si ignoro cuál es?- comencé a decir, tratando de evitar el tema más escabroso de todos, y para el que todavía necesitaba tiempo, quizás demasiado tiempo.- Dices que en la noche de bodas me tomarás, hecho que me imaginaba aunque le temo casi como al mismo lobo que conocí anoche. Ambos sabemos cual ha sido la única experiencia que tengo respecto a ese tema tan íntimo y que no será fácil, al menos para mí, que todo suceda con normalidad. ¿Más a eso debo añadirle que quieres morderme? ¿Cómo que morderme? ¿Transformado en lobo? ¿Siendo hombre? ¿Y vas a tomarme siendo tu un lobo y yo una mujer? ¿O los dos siendo humanos? Creo que me están dando nauseas.- mi respiración comenzó a ajetrearse por el nerviosismo, ese que me engullía como una corriente en el mar, ahogándome por tantas preguntas que ahora salían atropelladamente de mis labios, o más bien se agolpaban en mi mente causándome mayor desazón. Apreté su mano con fuerza temerosa de perder el conocimiento- ¿Quieres decir que tras casarme contigo deberé convertirme en licántropo como tú? ¿Y mis padres lo sabían y estaban de acuerdo? ¿Y qué me dices del dolor que sientes cuando te transformas? He escuchado tus huesos quebrarse durante el proceso. ¿Pero se puede contagiar lo de ser licántropo? ¿No se nace ya así? ¿Y como que me tomarás siendo loba? ¿Te refieres a siendo lobo y loba? Pero Annibal.... yo no sé ser loba.
Sentí como palidecía, como mi mano libre escondía mi rostro que confundido con tanta pregunta quería desaparecer. Mi sueño de cuento de hadas se estaba convirtiendo en un cuento de terror en el que yo acabaría convirtiéndome en un monstruo cada luna llena. ¿Acaso lo amaba lo suficiente como para aceptar su parte del trato? Necesitaba tiempo; tiempo para saber si lo que sentía por él era lo suficientemente fuerte como para ceder a sus condiciones, pues si aceptaba, si decidía que claudicaba y me sometía a su maldición, dejaría de ser una humana y me convertiría en la pesadilla de niños y adultos.
-Quizás te parezca una estúpida, pero es que cuanto más lo pienso más preguntas me surgen. Necesito saber algo importante, aunque quizás no esté en mi derecho a preguntártelo.- hice una pausa sopesando si sería buena idea preguntarle aquello; pues era consciente de que su respuesta podría hacerme mucho más daño del que podía imaginar, y buscando su mirada con la mía, proseguí.- Esta misma propuesta, ¿se la has hecho a otras mujeres antes de que saliesen corriendo asustadas?
Aguanté la respiración mientras mantenía la ojos fijados en los suyos, incapaz de soltar su mano por si desaparecía de mi vida. No quería que aquello terminase así, no sin barajar todas las posibilidades de nuestro acuerdo. Y sobre todo necesitaba saber si yo era su última oportunidad de poder desposarse, o si por el contrario era capaz de sentir por mí lo mismo que yo por él.
-Annibal, ¿Por qué ahora hablas de nuestro enlace en pasado como si lo que hasta ayer pensabas que podría cumplirse ahora ya no lo ves tan claro? ¿Cómo si todo hubiese sido una ilusión y ahora con los pies en la tierra sea imposible de cumplir? ¿Tal vez ya no te merezco la pena como para intentarlo?- desvié mi mirada de la suya y me encaminé hacia el ventanal.
Mis palabras estaban cargadas de tristeza pero también de rabia. ¿Se había rendido? ¿Se topaba con un inconveniente y no luchaba por buscarle solución? Tal vez me había equivocado con él, con sus sentimientos hacia mi. Quizás solo aceptaba el compromiso porque estaba siendo todo muy fácil, y por eso en el primer muro que nos encontrábamos le había sido suficiente para dar la vuelta. Me abracé a mi misma al sentir el frío que envolvía no solo mi cuerpo sino también mi alma.
-Annibal, creo que has confundido mis palabras. En ningún momento he dicho que desee que dejes de ser un lobo, ni que quiera domarte de ninguna forma; ni siquiera se me había pasado por la cabeza dicha estupidez. Poco o nada conozco de los licántropos más allá de las historias de miedo que me contaban cuando era niña, pero puedo entender en parte como te sientes cuando dices disfrutar de lo que eres. Puedo comprender la plenitud que puedas sentir cuando guiado por tus instintos liberas tu mente y te dejas llevar por éstos, cuando puedes ser tú mismo sin fingir delante de los demás. - afirmé mientras disfrutaba del roce de su mano sobre mi piel, esa que había añorado cuando asustada me había atacado la noche anterior. - No deseo cambiarte, no deseo que seas otra persona o que finjas no ser lo que eres. Porque el Annibal que quiero sin duda tiene algo de ambas naturalezas, la del lobo y la del humano. Si acepto nuestro trato, si seguimos adelante con este enlace, ten por seguro que será porque acepto las dos partes que hacen de ti al hombre que conozco. Y te equivocas en una cosa, no odio al lobo en el que te conviertes durante la luna llena, solo le tengo miedo.
Sus palabras salían de sus labios y a pesar de estar escuchando cada una de éstas era incapaz de entender lo que me decía. Agradecía su franqueza, que por una vez desde que nos habíamos conocido no quedase nada en el tintero por contar, más por si no fuese suficiente escucharle hablar de cómo me tomaría, además añadía la parte de tradición licana que no terminaba de comprender.Más lo que más me confundía era que lo hablaba todo en pasado, como si después de lo sucedido no esperase que dicho enlace tuviese lugar.
Humedecí mis labios despacio, que por la tensión del momento se habían resecado, y tras un leve suspiro, tomé su mano para dirigirnos hasta la cama, donde tomé asiento a su lado, evitando así que mis piernas dejasen de temblar. Busqué su mirada con la mía, confusa por toda la información recibida y que era incapaz de comprender; o tal vez si la comprendía, pero no conseguía asimilarla.
-Puedo imaginar que significa ser el alfa de una manada, aunque jamás hubiese imaginado que podría convertirme en una. Como bien dices, tú has sido preparado desde niño para ello, ¿pero yo? Desconozco todo acerca de los lobos, ¿cómo podría ayudarte yo en tu propósito si ignoro cuál es?- comencé a decir, tratando de evitar el tema más escabroso de todos, y para el que todavía necesitaba tiempo, quizás demasiado tiempo.- Dices que en la noche de bodas me tomarás, hecho que me imaginaba aunque le temo casi como al mismo lobo que conocí anoche. Ambos sabemos cual ha sido la única experiencia que tengo respecto a ese tema tan íntimo y que no será fácil, al menos para mí, que todo suceda con normalidad. ¿Más a eso debo añadirle que quieres morderme? ¿Cómo que morderme? ¿Transformado en lobo? ¿Siendo hombre? ¿Y vas a tomarme siendo tu un lobo y yo una mujer? ¿O los dos siendo humanos? Creo que me están dando nauseas.- mi respiración comenzó a ajetrearse por el nerviosismo, ese que me engullía como una corriente en el mar, ahogándome por tantas preguntas que ahora salían atropelladamente de mis labios, o más bien se agolpaban en mi mente causándome mayor desazón. Apreté su mano con fuerza temerosa de perder el conocimiento- ¿Quieres decir que tras casarme contigo deberé convertirme en licántropo como tú? ¿Y mis padres lo sabían y estaban de acuerdo? ¿Y qué me dices del dolor que sientes cuando te transformas? He escuchado tus huesos quebrarse durante el proceso. ¿Pero se puede contagiar lo de ser licántropo? ¿No se nace ya así? ¿Y como que me tomarás siendo loba? ¿Te refieres a siendo lobo y loba? Pero Annibal.... yo no sé ser loba.
Sentí como palidecía, como mi mano libre escondía mi rostro que confundido con tanta pregunta quería desaparecer. Mi sueño de cuento de hadas se estaba convirtiendo en un cuento de terror en el que yo acabaría convirtiéndome en un monstruo cada luna llena. ¿Acaso lo amaba lo suficiente como para aceptar su parte del trato? Necesitaba tiempo; tiempo para saber si lo que sentía por él era lo suficientemente fuerte como para ceder a sus condiciones, pues si aceptaba, si decidía que claudicaba y me sometía a su maldición, dejaría de ser una humana y me convertiría en la pesadilla de niños y adultos.
-Quizás te parezca una estúpida, pero es que cuanto más lo pienso más preguntas me surgen. Necesito saber algo importante, aunque quizás no esté en mi derecho a preguntártelo.- hice una pausa sopesando si sería buena idea preguntarle aquello; pues era consciente de que su respuesta podría hacerme mucho más daño del que podía imaginar, y buscando su mirada con la mía, proseguí.- Esta misma propuesta, ¿se la has hecho a otras mujeres antes de que saliesen corriendo asustadas?
Aguanté la respiración mientras mantenía la ojos fijados en los suyos, incapaz de soltar su mano por si desaparecía de mi vida. No quería que aquello terminase así, no sin barajar todas las posibilidades de nuestro acuerdo. Y sobre todo necesitaba saber si yo era su última oportunidad de poder desposarse, o si por el contrario era capaz de sentir por mí lo mismo que yo por él.
-Annibal, ¿Por qué ahora hablas de nuestro enlace en pasado como si lo que hasta ayer pensabas que podría cumplirse ahora ya no lo ves tan claro? ¿Cómo si todo hubiese sido una ilusión y ahora con los pies en la tierra sea imposible de cumplir? ¿Tal vez ya no te merezco la pena como para intentarlo?- desvié mi mirada de la suya y me encaminé hacia el ventanal.
Mis palabras estaban cargadas de tristeza pero también de rabia. ¿Se había rendido? ¿Se topaba con un inconveniente y no luchaba por buscarle solución? Tal vez me había equivocado con él, con sus sentimientos hacia mi. Quizás solo aceptaba el compromiso porque estaba siendo todo muy fácil, y por eso en el primer muro que nos encontrábamos le había sido suficiente para dar la vuelta. Me abracé a mi misma al sentir el frío que envolvía no solo mi cuerpo sino también mi alma.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
Admito que una parte de mi estaba molesta, quizás lo de Dadou lo podía sobrellevar, pero que no supiera que era un lobo, que eso también se lo hubieran ocultado ya me parecía demasiado.
Era cierto que ella no era la culpable en esto, mas bien la victima de todo.
Pero ahora me veía en la tesitura de explicarle demasiadas cosas, y lo peor era que sus palabras trataban de orillarme a ella, darme la oportunidad de hacerlo, pero el endemoniado lobo seguía gruñendo en mi interior, pues esa noche habría nuevamente luna llena y mis sentidos estaban demasiado alterados para una conversación a la luz de las velas.
Escuché todo, eso que me aseguraba que no tenia que elegir entre lobo y hombre, que entendida que era sendas cosas.
-Es como si yo os dijera que tenéis que elegir entre ser madre o esposa ¿no os ofendería? ¿No sois ambas cosas?. Esto es lo mismo, y me alegro que lo entiendas porque no puedo liberarme de una parte de mi ser, como tu no podrías liberarte de ser mi mujer o la madre de Dadou.
Tiró de mi mano para que adquiriera un asiento a su lado, en la cama donde habíamos compartido caricias y gestos hacia apenas unos días.
Acaricie con mis dedos la palma de su mano dispuesto a seguir escuchando todas y cada una de sus dudas.
La sentía temblar, entendía su miedo, incluso su pesar.
Ser alfa, no le suponía el mayor de los temores, en parte era lógico, pues el resto de la historia que le había contado era infinitamente mas turbadora.
Ahí empezó su avalancha de preguntas, una tras otra iba saturando mi mente, entendía que necesitaba saber, mas yo necesitaba una copa para poder pasar aquel trago en el que lo creía todo echo y hablado. Ahora me encontraba no solo un viaje largo tomado si no que una mujer por la que estaba empezando a sentir algo había sido engañada y ahora en parte obligada a desposarse con un licano.
-A ver -deje escapar el aire de forma pesada – Nos desposaremos de forma normal, sol oque en el bosque y bajo nuestros rituales..siendo los dos humanos, después te tomaré en nuestro lecho siendo humanos ambos, asi nuestro matrimonio se afianzara como manda la tradición, con tu flor roja sobre las sabanas. La luna acariciara mi piel y hecho lobo, te morderé. Desconozco pues en cada caso es de un modo si esa misma luna llena te tras formaras o no, lo que si se, es que de igual modo te tomaré de nuevo hecho lobo.
Podía ver el pánico en sus ojos mas aun así proseguí, ella había preguntado y yo le tenia que dar respuestas.
-La trasformación es dolorosa, no te voy a mentir, mas a cambio seras libre, tu parte salvaje se adueñara de ti y disfrutaras de un modo ocmo nunca antes lo has hecho.
Todo se intensifica, los sentidos se agudizan y lo que sientes lo sientes con mayor intensidad. Ademas vivirás el doble que un humano y no enfermaras. Creo es un trato justo.
Al escuchar su segunda pregunta negué con la cabeza, acaso creía que lo que le proponía era tan malo como para que todas me dijeran que no.
-No, jamas he pedido esto a nadie antes, de echo de normal nos solemos desposar con lobas, evitamos así este tipo de problemas.
Estaba agotado, la droga, la noche, mi cabeza se me iba ligeramente, y creo que mis gestos lo denotaban.
-No se, hablo en pasado porque creo que no saldrá bien -admití.
Aun no habíamos tocado el tema mas importante Dadou
Era cierto que ella no era la culpable en esto, mas bien la victima de todo.
Pero ahora me veía en la tesitura de explicarle demasiadas cosas, y lo peor era que sus palabras trataban de orillarme a ella, darme la oportunidad de hacerlo, pero el endemoniado lobo seguía gruñendo en mi interior, pues esa noche habría nuevamente luna llena y mis sentidos estaban demasiado alterados para una conversación a la luz de las velas.
Escuché todo, eso que me aseguraba que no tenia que elegir entre lobo y hombre, que entendida que era sendas cosas.
-Es como si yo os dijera que tenéis que elegir entre ser madre o esposa ¿no os ofendería? ¿No sois ambas cosas?. Esto es lo mismo, y me alegro que lo entiendas porque no puedo liberarme de una parte de mi ser, como tu no podrías liberarte de ser mi mujer o la madre de Dadou.
Tiró de mi mano para que adquiriera un asiento a su lado, en la cama donde habíamos compartido caricias y gestos hacia apenas unos días.
Acaricie con mis dedos la palma de su mano dispuesto a seguir escuchando todas y cada una de sus dudas.
La sentía temblar, entendía su miedo, incluso su pesar.
Ser alfa, no le suponía el mayor de los temores, en parte era lógico, pues el resto de la historia que le había contado era infinitamente mas turbadora.
Ahí empezó su avalancha de preguntas, una tras otra iba saturando mi mente, entendía que necesitaba saber, mas yo necesitaba una copa para poder pasar aquel trago en el que lo creía todo echo y hablado. Ahora me encontraba no solo un viaje largo tomado si no que una mujer por la que estaba empezando a sentir algo había sido engañada y ahora en parte obligada a desposarse con un licano.
-A ver -deje escapar el aire de forma pesada – Nos desposaremos de forma normal, sol oque en el bosque y bajo nuestros rituales..siendo los dos humanos, después te tomaré en nuestro lecho siendo humanos ambos, asi nuestro matrimonio se afianzara como manda la tradición, con tu flor roja sobre las sabanas. La luna acariciara mi piel y hecho lobo, te morderé. Desconozco pues en cada caso es de un modo si esa misma luna llena te tras formaras o no, lo que si se, es que de igual modo te tomaré de nuevo hecho lobo.
Podía ver el pánico en sus ojos mas aun así proseguí, ella había preguntado y yo le tenia que dar respuestas.
-La trasformación es dolorosa, no te voy a mentir, mas a cambio seras libre, tu parte salvaje se adueñara de ti y disfrutaras de un modo ocmo nunca antes lo has hecho.
Todo se intensifica, los sentidos se agudizan y lo que sientes lo sientes con mayor intensidad. Ademas vivirás el doble que un humano y no enfermaras. Creo es un trato justo.
Al escuchar su segunda pregunta negué con la cabeza, acaso creía que lo que le proponía era tan malo como para que todas me dijeran que no.
-No, jamas he pedido esto a nadie antes, de echo de normal nos solemos desposar con lobas, evitamos así este tipo de problemas.
Estaba agotado, la droga, la noche, mi cabeza se me iba ligeramente, y creo que mis gestos lo denotaban.
-No se, hablo en pasado porque creo que no saldrá bien -admití.
Aun no habíamos tocado el tema mas importante Dadou
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Madre luna (tessa)
Me sentía como si a pesar de mis palabras, como si a pesar de tratar hacerle entender que jamás le pediría que dejase de ser lobo, Annibal continuase reticente a creerme. Era como si el hombre con el que la mañana anterior había compartido besos y caricias durante nuestro paseo por la playa hubiese desaparecido. Y lo peor de aquello, es que me sentía culpable de todo, como si hubiese sido mi desconfianza al seguirlo y posterior descubrimiento de su naturaleza lo que había mandado todo ese amor que empezaba a surgir entre nosotros al traste.
Sus dedos recorrían con ternura mi mano, y por unos instantes, durante un efímero momento, sentí como si nada hubiese cambiado entre nosotros. Su respiración pesada me devolvió a la realidad, y esperé que se tomase su tiempo para responder a la gran cantidad de preguntas que había sido capaz de plantearle en tan poco tiempo. Escuché de sus labios la explicación ahora más detallada, o al menos a mí me pareció menos confusa, de cómo sería nuestro enlace.
Aparentemente una boda normal hasta que entraba en juego el lobo. ¿Cómo sería capaz de solo darme un mordisco si en el momento en el que se convertía en lobo parecía totalmente ido? En esos momentos parecía que la mente humana y la lupina no estuviesen conectadas entre sí. ¿Qué le impediría matarme esa misma noche después de tomarme? Tomarme, pensé; eso era otro tema escabroso que me costaría asumir. Era cierto que sentía por Annibal mucho más que lo que había sentido jamás por nadie, que con él estaría dispuesta a dejarme llevar como habíamos hecho noches antes, pero había una parte en su ritual que no me convencía. ¿Y si no me transformaba esa misma noche? ¿Tendría que tomarme siendo el lobo y yo una humana? Sentí nauseas y pensé que me iba a desmayar al imaginarme la dantesca escena. Esperaba que hubiesen algunos puntos en los que pudiésemos buscar un punto intermedio, pues desde luego, cometer tal atrocidad no era algo que aceptaría.
Continuó respondiendo a mis incesantes preguntas con calma y una paciencia arroyadora; parecía agotado, y aún así se mostraba comprensivo con mis miedos y mis dudas. Tal vez tuviese razón y a fin de cuentas mereciese la pena transformarse en licántropo, que el dolor sentido durante unos minutos era ínfimo en comparación con todas las ventajas que él veía en convertirse. No era el dolor lo que más me preocupaba, aunque después de haberlo visto a él transformarse, sabía que no sería algo fácil. Una media sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar que podría vivir el doble que un humano, el doble de años para compartir mi vida con él. Podríamos disfrutar más tiempo juntos que el resto de los mortales, y saber que no enfermaría y me abandonaría a mi suerte, si que eran claras ventajas sobre el tema.
Traté de no mostrar alegría cuando dijo que no se lo había pedido a otras, aunque la afirmación de que solían casarse con lobas para no pasar por este trance no sabía si era buena o mala señal. Suspiré mirando hacia la ventana antes de retomar mis pasos y volver de nuevo hasta la cama donde él permanecía sentado. Me arrodillé ante él, posando mis codos en sus rodillas y tomándole sendas manos.
-Imagino que estarás cansado después de todo lo sucedido la noche anterior, y que necesitas descansar para recuperarte.- susurré acariciando con mis pulgares el dorso de sus manos, temerosa de no saber como salvar aquella relación que parecía hacer aguas por todas partes.- Sigo teniendo preguntas, dudas de cómo sucederían algunas cosas, pero creo que es más importante que descanses y podamos hablar en otro momento de todo este asunto con más tranquilidad, con las ideas claras y la mente despejada.- tenía parte de la información que necesitaba, al menos a grandes rasgos, sobre lo que podría trabajar. Necesitaba tiempo y espacio para sopesar los pros y los contras de esta nueva relación, que cuanto menos era extraña. Lo miré fijamente a los ojos, buscando ese brillo de días antes cuando me miraba.- Annibal, para mí solo ha cambiado una cosa, y esa cosa no es lo que siento por ti. Necesito pensarlo, estar segura de la decisión que vaya a tomar, y tal vez de negociar algunos puntos, si eso es posible; pero si hay algo de lo que estoy segura es de que si nos lo proponemos, quizás podamos lograrlo.- su última confesión me había dolido, esa en la que dudaba de que saliese bien. Hace unas semanas, antes de conocerlo, habría celebrado sus palabras, esas que parecían indicarme que quería romper el compromiso, pero ahora, después de todo lo que había pasado a su lado, se me clavaban como puñales. Estábamos bien juntos, ¿es que no lo veía?- Hace unos días estabas satisfecho de como iban sucediéndose las cosas, o al menos eso era lo que a mí me parecía. Yo sigo siendo la misma mujer que conociste hace tres días, no ha cambiado nada en mí. Si antes pensabas que podría salir bien, ¿por qué ahora ya no?- hice una pausa, no quería convencerlo de nada, solo que dejase de ser tan pesimista y tratase de ver lo bueno que había entre nosotros, ese sentimiento que florecía y al que teníamos que agarrarnos si queríamos mantenernos a flote. Yo lucharía por todos los medios por conseguirlo, ¿por qué él no?.- Voy a marcharme y a dejarte descansar. Tengo que tener una seria conversación con mis padres, y necesito estar sola para pensar; en mi casa no podría. Duerme, recuperate de esta pasada noche, y si cuando despiertes crees que puedes quererme del mismo modo que como pensabas ayer que me podrías querer, ven a buscarme.- deposité mis labios con suavidad sobre los suyos, anticipando una despedida que esperaba que no fuese definitiva; sin saber que ese beso sería el último que daba al hombre del que creía que me estaba enamorando. Me separé despacio con los ojos abnegados en lágrimas, me daba miedo perderlo, que después de todo lo sucedido desapareciese para no volver.- Yo te quiero lo suficiente para intentarlo, aunque necesite tiempo, ¿y tú? – me puse en pie soltando sus manos, dejando a las mías vacías sin su calor.
Dirigí mis pasos hacia el exterior de la habitación, cerrando la puerta tras de mí con cuidado. Apoyé la frente sobre ésta y suspiré contrariada. Las lágrimas corrieron libremente por mis mejillas. Sabía el significado de lo que sentía en mi pecho, y aquello me asustaba. Solté el aire con resignación, y fui a buscar a los responsables de que estuviese a punto de perder a mi alma gemela; a ese hombre que me había demostrado que se puede sentir en poco tiempo cuando encuentras a la persona adecuada.
No me hicieron falta más que unas cuantas tensas palabras con mis padres para descubrir que estaban al tanto de todo, hasta sabían de cada uno de los pasos que tendrían lugar tras la boda.
Según ellos era una oportunidad única de desposarme, que no era tan malo convertirme en lo mismo que Annibal. Todo lo veían perfecto con unos inapreciables daños colaterales mínimos. Escuché como trataban de convencerme de que me lo habían ocultado por mi bien, que si lo hubiese sabido desde el principio no le habría dado ninguna oportunidad a Annibal, y tal vez en parte tenían razón. No hubiese cedido a conocerlo, tal vez hasta lo hubiese echado de mi casa a patadas, más ahora que lo conocía...lo que más me preocupaba ya no era el hecho de transformarme o no, sino la posibilidad de que el lobo que ahora dormía en mi lecho no acudiese a buscarme aquella tarde.
Dejé a mis padres con la palabra en la boca, no quería escuchar más estupideces y mentiras, y tras explicarle a Dadou que tenía que hacer unos encargos para la boda, monté mi caballo y desaparecí de mi casa, con destino a la playa donde Annibal y yo nos bañamos juntos por primera vez, playa donde mis padres compraron hacía años una pequeña pero acogedora cabaña al final de la misma. Esperaría allí, y si no acudía, sabría que habría vuelto a España y nuestro compromiso quedaría cancelado. Encendí la chimenea al entrar, y tapada con una mata me tumbé en el sofá. Yo también estaba exhausta, y aunque no quería dormirme pues quería pensar en los cambios que podría acarrear en mi vida el compromiso con Annibal, acabé rindiéndome en los brazos de morfeo.
Sus dedos recorrían con ternura mi mano, y por unos instantes, durante un efímero momento, sentí como si nada hubiese cambiado entre nosotros. Su respiración pesada me devolvió a la realidad, y esperé que se tomase su tiempo para responder a la gran cantidad de preguntas que había sido capaz de plantearle en tan poco tiempo. Escuché de sus labios la explicación ahora más detallada, o al menos a mí me pareció menos confusa, de cómo sería nuestro enlace.
Aparentemente una boda normal hasta que entraba en juego el lobo. ¿Cómo sería capaz de solo darme un mordisco si en el momento en el que se convertía en lobo parecía totalmente ido? En esos momentos parecía que la mente humana y la lupina no estuviesen conectadas entre sí. ¿Qué le impediría matarme esa misma noche después de tomarme? Tomarme, pensé; eso era otro tema escabroso que me costaría asumir. Era cierto que sentía por Annibal mucho más que lo que había sentido jamás por nadie, que con él estaría dispuesta a dejarme llevar como habíamos hecho noches antes, pero había una parte en su ritual que no me convencía. ¿Y si no me transformaba esa misma noche? ¿Tendría que tomarme siendo el lobo y yo una humana? Sentí nauseas y pensé que me iba a desmayar al imaginarme la dantesca escena. Esperaba que hubiesen algunos puntos en los que pudiésemos buscar un punto intermedio, pues desde luego, cometer tal atrocidad no era algo que aceptaría.
Continuó respondiendo a mis incesantes preguntas con calma y una paciencia arroyadora; parecía agotado, y aún así se mostraba comprensivo con mis miedos y mis dudas. Tal vez tuviese razón y a fin de cuentas mereciese la pena transformarse en licántropo, que el dolor sentido durante unos minutos era ínfimo en comparación con todas las ventajas que él veía en convertirse. No era el dolor lo que más me preocupaba, aunque después de haberlo visto a él transformarse, sabía que no sería algo fácil. Una media sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar que podría vivir el doble que un humano, el doble de años para compartir mi vida con él. Podríamos disfrutar más tiempo juntos que el resto de los mortales, y saber que no enfermaría y me abandonaría a mi suerte, si que eran claras ventajas sobre el tema.
Traté de no mostrar alegría cuando dijo que no se lo había pedido a otras, aunque la afirmación de que solían casarse con lobas para no pasar por este trance no sabía si era buena o mala señal. Suspiré mirando hacia la ventana antes de retomar mis pasos y volver de nuevo hasta la cama donde él permanecía sentado. Me arrodillé ante él, posando mis codos en sus rodillas y tomándole sendas manos.
-Imagino que estarás cansado después de todo lo sucedido la noche anterior, y que necesitas descansar para recuperarte.- susurré acariciando con mis pulgares el dorso de sus manos, temerosa de no saber como salvar aquella relación que parecía hacer aguas por todas partes.- Sigo teniendo preguntas, dudas de cómo sucederían algunas cosas, pero creo que es más importante que descanses y podamos hablar en otro momento de todo este asunto con más tranquilidad, con las ideas claras y la mente despejada.- tenía parte de la información que necesitaba, al menos a grandes rasgos, sobre lo que podría trabajar. Necesitaba tiempo y espacio para sopesar los pros y los contras de esta nueva relación, que cuanto menos era extraña. Lo miré fijamente a los ojos, buscando ese brillo de días antes cuando me miraba.- Annibal, para mí solo ha cambiado una cosa, y esa cosa no es lo que siento por ti. Necesito pensarlo, estar segura de la decisión que vaya a tomar, y tal vez de negociar algunos puntos, si eso es posible; pero si hay algo de lo que estoy segura es de que si nos lo proponemos, quizás podamos lograrlo.- su última confesión me había dolido, esa en la que dudaba de que saliese bien. Hace unas semanas, antes de conocerlo, habría celebrado sus palabras, esas que parecían indicarme que quería romper el compromiso, pero ahora, después de todo lo que había pasado a su lado, se me clavaban como puñales. Estábamos bien juntos, ¿es que no lo veía?- Hace unos días estabas satisfecho de como iban sucediéndose las cosas, o al menos eso era lo que a mí me parecía. Yo sigo siendo la misma mujer que conociste hace tres días, no ha cambiado nada en mí. Si antes pensabas que podría salir bien, ¿por qué ahora ya no?- hice una pausa, no quería convencerlo de nada, solo que dejase de ser tan pesimista y tratase de ver lo bueno que había entre nosotros, ese sentimiento que florecía y al que teníamos que agarrarnos si queríamos mantenernos a flote. Yo lucharía por todos los medios por conseguirlo, ¿por qué él no?.- Voy a marcharme y a dejarte descansar. Tengo que tener una seria conversación con mis padres, y necesito estar sola para pensar; en mi casa no podría. Duerme, recuperate de esta pasada noche, y si cuando despiertes crees que puedes quererme del mismo modo que como pensabas ayer que me podrías querer, ven a buscarme.- deposité mis labios con suavidad sobre los suyos, anticipando una despedida que esperaba que no fuese definitiva; sin saber que ese beso sería el último que daba al hombre del que creía que me estaba enamorando. Me separé despacio con los ojos abnegados en lágrimas, me daba miedo perderlo, que después de todo lo sucedido desapareciese para no volver.- Yo te quiero lo suficiente para intentarlo, aunque necesite tiempo, ¿y tú? – me puse en pie soltando sus manos, dejando a las mías vacías sin su calor.
Dirigí mis pasos hacia el exterior de la habitación, cerrando la puerta tras de mí con cuidado. Apoyé la frente sobre ésta y suspiré contrariada. Las lágrimas corrieron libremente por mis mejillas. Sabía el significado de lo que sentía en mi pecho, y aquello me asustaba. Solté el aire con resignación, y fui a buscar a los responsables de que estuviese a punto de perder a mi alma gemela; a ese hombre que me había demostrado que se puede sentir en poco tiempo cuando encuentras a la persona adecuada.
No me hicieron falta más que unas cuantas tensas palabras con mis padres para descubrir que estaban al tanto de todo, hasta sabían de cada uno de los pasos que tendrían lugar tras la boda.
Según ellos era una oportunidad única de desposarme, que no era tan malo convertirme en lo mismo que Annibal. Todo lo veían perfecto con unos inapreciables daños colaterales mínimos. Escuché como trataban de convencerme de que me lo habían ocultado por mi bien, que si lo hubiese sabido desde el principio no le habría dado ninguna oportunidad a Annibal, y tal vez en parte tenían razón. No hubiese cedido a conocerlo, tal vez hasta lo hubiese echado de mi casa a patadas, más ahora que lo conocía...lo que más me preocupaba ya no era el hecho de transformarme o no, sino la posibilidad de que el lobo que ahora dormía en mi lecho no acudiese a buscarme aquella tarde.
Dejé a mis padres con la palabra en la boca, no quería escuchar más estupideces y mentiras, y tras explicarle a Dadou que tenía que hacer unos encargos para la boda, monté mi caballo y desaparecí de mi casa, con destino a la playa donde Annibal y yo nos bañamos juntos por primera vez, playa donde mis padres compraron hacía años una pequeña pero acogedora cabaña al final de la misma. Esperaría allí, y si no acudía, sabría que habría vuelto a España y nuestro compromiso quedaría cancelado. Encendí la chimenea al entrar, y tapada con una mata me tumbé en el sofá. Yo también estaba exhausta, y aunque no quería dormirme pues quería pensar en los cambios que podría acarrear en mi vida el compromiso con Annibal, acabé rindiéndome en los brazos de morfeo.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Madre luna (tessa)
Sus ojos mostraban cierta tristeza, sabia que mis palabras no estaban resultando afectuosas, solo una explicación pobre de la jugada.
Admito que estaba tenso, que no me gustaba el engaño y desde que había puesto los pies en esa casa parecía venir uno tras otro a mi vida.
Era consciente de que ella no era la responsable, que como yo era otra victima, pero me costaba demasiado bajar los escudos que frente a mi había forjado.
Dejé escapar el aire, estaba cansado, la noche había sido larga, demasiado.
Sus palabras me invitaron a pensar, a descansar y de querer continuar con aquello a buscarla en el lugar donde nos habíamos bañado.
Una parte de mi quería justamente eso, que saliera de la habitación, poder en mi soledad desahogarme, dejar que la ira fluyera y dormir cuando no fuera capaz ni de soportarme.
Otra parte de mi deseaba tomarla por la cintura, orillarla contra mi cuerpo y tomarla hasta que la lunas me encontrara de nuevo.
Solucionar aquello entre risas, besos y caricias ,quizás hubiera sido lo correcto, creo que incluso lancé la mano para detenerla cuando esta cerro tras de si al puerta.
Solo, así me sentía en esa ciudad donde de momento todo parecía demasiado complicado. Me dejé caer sobre el lecho dándole vueltas a las cosas, ya le había contado lo que sucedería respecto a nosotros.
Ya eso le había sonado inverosímil, mas la peor parte me la había guardado ,esa en la que estaba seguro no cedería, Dadou.
Dejé escapar el aire molesto, mientras miraba el techo, estaba cansado de este compromiso, sabia que era una mala idea venir a desposarme a París con una desconocida, una humana que no sabia de nuestras tradiciones, ni leyes ni costumbres.
No se en que diantres pensaba mi madre.
Gruñí con fuerza, tanto que creo que en la casa pudo escucharse el gutural sonido de mi voz.
Hubiera destrozado toda la habitación, mi ira no tenia fin, estaba desesperado porque realmente me gustaba, realmente sentía cosas por esa mujer, pero a la vez algo me decía que todo saldría mal..que no habría entendimiento y de haberlo ¿cuanto duraría?
Tendríamos demasiados problemas durante toda nuestra convivencia, no se adaptaría a vivir en le bosque, a aullar a la luna llena.
Di un puñetazo sobre el lecho, estaba asqueado, confundido y casado. Así descargando mi ira acabe dejándome caer en los brazos de Morfeo.
Cuando desperté cogí mis cosas y salí de aquella casa sin despedirme de nadie mas que el padre de la familia.
-Necesito tiempo -dije sin mirar sus ojos -dígale a su hija que la buscaré cuando este preparado.
Admito que estaba tenso, que no me gustaba el engaño y desde que había puesto los pies en esa casa parecía venir uno tras otro a mi vida.
Era consciente de que ella no era la responsable, que como yo era otra victima, pero me costaba demasiado bajar los escudos que frente a mi había forjado.
Dejé escapar el aire, estaba cansado, la noche había sido larga, demasiado.
Sus palabras me invitaron a pensar, a descansar y de querer continuar con aquello a buscarla en el lugar donde nos habíamos bañado.
Una parte de mi quería justamente eso, que saliera de la habitación, poder en mi soledad desahogarme, dejar que la ira fluyera y dormir cuando no fuera capaz ni de soportarme.
Otra parte de mi deseaba tomarla por la cintura, orillarla contra mi cuerpo y tomarla hasta que la lunas me encontrara de nuevo.
Solucionar aquello entre risas, besos y caricias ,quizás hubiera sido lo correcto, creo que incluso lancé la mano para detenerla cuando esta cerro tras de si al puerta.
Solo, así me sentía en esa ciudad donde de momento todo parecía demasiado complicado. Me dejé caer sobre el lecho dándole vueltas a las cosas, ya le había contado lo que sucedería respecto a nosotros.
Ya eso le había sonado inverosímil, mas la peor parte me la había guardado ,esa en la que estaba seguro no cedería, Dadou.
Dejé escapar el aire molesto, mientras miraba el techo, estaba cansado de este compromiso, sabia que era una mala idea venir a desposarme a París con una desconocida, una humana que no sabia de nuestras tradiciones, ni leyes ni costumbres.
No se en que diantres pensaba mi madre.
Gruñí con fuerza, tanto que creo que en la casa pudo escucharse el gutural sonido de mi voz.
Hubiera destrozado toda la habitación, mi ira no tenia fin, estaba desesperado porque realmente me gustaba, realmente sentía cosas por esa mujer, pero a la vez algo me decía que todo saldría mal..que no habría entendimiento y de haberlo ¿cuanto duraría?
Tendríamos demasiados problemas durante toda nuestra convivencia, no se adaptaría a vivir en le bosque, a aullar a la luna llena.
Di un puñetazo sobre el lecho, estaba asqueado, confundido y casado. Así descargando mi ira acabe dejándome caer en los brazos de Morfeo.
Cuando desperté cogí mis cosas y salí de aquella casa sin despedirme de nadie mas que el padre de la familia.
-Necesito tiempo -dije sin mirar sus ojos -dígale a su hija que la buscaré cuando este preparado.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 06/09/2016
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