Ethereal | Privado

por **Ichabod Craven** Miér Oct 12, 2016 10:44 pm

Unbeing dead isn't being alive.

Ichabod acostumbraba a levantarse muy temprano. A las seis en punto de la mañana, ya se encontraba en pie, listo para salir. Con todas sus herramientas se encaminaba hacia la laguna, donde pescaba diariamente, y más tarde, habiendo cumplido con su meta diaria, transportaba a su cabaña los peces recolectados en un canasto de mimbre, donde los preparaba para luego ser vendidos en el mercado. Sin embargo, esa mañana, mientras recorría el camino de regreso a su modesto hogar, algo le impidió cumplir debidamente con su rutina de todos los días.

Agotado, se detuvo, dejó el canasto a un lado y luego se tumbó sobre la hierba, preguntándose por qué diablos había elegido vivir tan lejos de la ciudad. Desde luego, conocía la respuesta. Lo había hecho a propósito, para mantenerse lo más alejado posible de la muchedumbre que caracterizaba a París. No obstante, era consciente que de no haber elegido el bosque para construir la casa en la que vivía, no tendría que hacer esas largas y extenuantes caminatas de todos los días que lo dejaban exhausto. La respiración agitada le hizo recordar que ya no era precisamente un jovencito. Estaba cerca de cumplir los cuarenta años, y aunque no los aparentaba por completo y seguía siendo un hombre fuerte y entero, en ocasiones, algunos males lo aquejaban. Uno en especial, que lo venía persiguiendo desde hacía un buen tiempo.

Se llevó la mano hasta el pecho cuando sintió nuevamente ese maldito dolor que le estrujaba el corazón. Era un dolor que lo dejaba sin aliento y con la sensación de morir un poco cada vez. El remedio que le había dado Emilia hacía algunos meses atrás, lo había aplacado durante un tiempo, pero éste se le había terminado bastante pronto. Él poseía los conocimientos necesarios para conseguir hacer más de esa medicina, pero cuando se trataba de su salud, podía ser verdaderamente descuidado y necio.

En cuanto le pareció que se sentía mejor, volvió a echarse el cesto sobre la espalda y continuó su camino. Pero no llegó demasiado lejos. El dolor regresó, tan fuerte, que en esta ocasión cayó de bruces sobre el suelo. Se quedó allí por un largo rato, rodeado de una cama de peces, completamente inconsciente.

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