Dos gotas de agua / Privado

por **Benneth Mozes-Kor** Jue Oct 13, 2016 9:00 pm

No estaba preparado para recibir aquella clase de noticias. La carta entre mis manos, conteniendo pocas pero muy sensibles e importantes palabras me había tomado completamente desprevenido. Perplejo, anonadado. Me quedé inmóvil, con la espalda apoyada completamente sobre la silla en acabados azul rey. Impávido, y el corazón latiendo a un ritmo desmesurado. Mi vista se posó en un punto de la puerta que tenía enfrente de mí, luego de repasar la misiva hasta en diez ocasiones, obteniendo el mismo resultado. Pero, ¿en qué estaba yo pensando? ¿Deseaba tontamente que el significado o el contenido de aquella carta cambiase como por arte de magia, por el simple hecho de leerla una y otra y otra vez? ¡Estaba loco si creyese en algo absurdo como aquello! Sin embargo hubiese deseado que aquel trozo de papel escrito con excelente caligrafía, jamás hubiese llegado hasta mis manos. Sin embargo ahí estaba...

Lo arrojé sobre la superficie pulida de mi escritorio de roble, dejando que se meciese ligeramente, debido a una pequeña corriente de aire que se colaba por algún resquicio. Comencé a tamborilear el borde de aquella perfecta obra de arte, que me servía de apoyo para mis negocios, aunque finalmente terminé por levantarme y refugiarme con una copa de coñac que yo mismo me serví. Bebí desesperadamente de ella y le rellené hasta en dos ocasiones. Aproximé mis pasos hacia el ventanal cercano a la puerta y apoyé mis manos sobre el borde de la misma, con la mirada perdida y la copa moviéndose nerviosa en mi mano izquierda. Es que... Debía, tenía que haber una explicación. ¡Yo no estaba preparado para semejante compromiso! No estaba entre mis planes inmediatos el hacerme responsable de dos almas más. ¡Dos!

Me paseé nervioso por toda la instancia, sin poder ordenar mis pensamientos, remontándome varios años atrás, hasta que un par de golpes en la puerta, me arrancaron de mis pensamientos. Distraídamente, tomé el pomo de la puerta y la abrí lentamente. Detrás se revelaba la presencia de mi fiel mayordomo, mostrando el mismo semblante serio como siempre.

-Monsieur, le... Están esperando en el Hall. Si tuviese la amabilidad de acompañarme...

-En un momento- repetí aún ido de la realidad. Dejé la copa sobre alguna superficie y abandoné mi guarida, siguiendo muy de cerca sus pasos, que retumbaban debido al mármol en todos los pisos. Por primera vez en mucho tiempo, en toda mi carrera como marinero, no deseaba llegar a destino. ¡Estaba temblando! Completamente atemorizado ante lo que revelaría el destino, apenas llegase a dicho sitio.