AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fondue de fruta (Nora Hausheer)
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Fondue de fruta (Nora Hausheer)
La suave brisa otoñal repartía el olor a fruta y verdura por la calle pobre más frecuentada de París. Tenía unas pocas monedas que por fin podría gastar en algo de comer. La semana había sido bastante dura, y realmente dudaba que alguien contratase mis servicios de brujería durante la semana siguiente, del mismo modo que había sucedido con esta. Sin embargo, lo principal ahora era acabar mi libro, y para poder escribir, necesitaba tener el estómago lleno.
Recorrí un par de veces los puestos de fruta, y me llevé lo que más saludable parecía y lo que mejor aspecto tenía. Las gentes esquivaban los carros, los niños jugueteaban por las calles, y alguna jovencita ofrecía su cuerpo en alquiler cerca de los puestos, bajo la atenta mirada de sus familiares pedigüeños. En cualquier caso, era un día normal.
Una dulce niña chapoteaba en un charco de barro que había resultado de la noche anterior, lluviosa como siempre en esta estación parisina. Me acerqué con una sonrisa y la ayudé a levantarse. Me miró con su carita sucia, y dándome las gracias, corrió perdiéndose entre la gente que hoy invadía las calles del mercado ambulante.
Todo hasta entonces parecía normal, excepto cuando una mujer joven, cuyo rostro no pude ver, se lanzó cerca de una carreta de verduras y malrobó unas cuantas judías. El tendero gritó y maldijo a la mujer, pero no abandonó su carro debido al temor a que el resto de clientes también les robaran.
Los gritos e insultos del hombre, que pedían a la gente que pasaba por allí que persiguiera a la muchacha, se perdieron en el aire. Todo el mundo hablaba en voz alta, evitando escucharle. Algunos, incluso se encaraban con él diciéndole "mala suerte" o "hay que joderse". Sin embargo, yo sí fui tras ella. Me perdí entre la gente presa de pisotones y empujones, pero pude avistarla. Corrí tras ella, cuyo único rasgo significativo desde tan lejos era su cabellera rojiza.
Pude ver como se intentaba esconder tras de una casita chapucera, pensando que estaba a salvo. Sin embargo, yo me acerqué con sigilo a la espera de que me viera.
-Tranquila, no voy a desvelarte.-dije mientras me acercaba.- Sólo quiero ayudarte -dije esperando que saliera a mi encuentro.
Recorrí un par de veces los puestos de fruta, y me llevé lo que más saludable parecía y lo que mejor aspecto tenía. Las gentes esquivaban los carros, los niños jugueteaban por las calles, y alguna jovencita ofrecía su cuerpo en alquiler cerca de los puestos, bajo la atenta mirada de sus familiares pedigüeños. En cualquier caso, era un día normal.
Una dulce niña chapoteaba en un charco de barro que había resultado de la noche anterior, lluviosa como siempre en esta estación parisina. Me acerqué con una sonrisa y la ayudé a levantarse. Me miró con su carita sucia, y dándome las gracias, corrió perdiéndose entre la gente que hoy invadía las calles del mercado ambulante.
Todo hasta entonces parecía normal, excepto cuando una mujer joven, cuyo rostro no pude ver, se lanzó cerca de una carreta de verduras y malrobó unas cuantas judías. El tendero gritó y maldijo a la mujer, pero no abandonó su carro debido al temor a que el resto de clientes también les robaran.
Los gritos e insultos del hombre, que pedían a la gente que pasaba por allí que persiguiera a la muchacha, se perdieron en el aire. Todo el mundo hablaba en voz alta, evitando escucharle. Algunos, incluso se encaraban con él diciéndole "mala suerte" o "hay que joderse". Sin embargo, yo sí fui tras ella. Me perdí entre la gente presa de pisotones y empujones, pero pude avistarla. Corrí tras ella, cuyo único rasgo significativo desde tan lejos era su cabellera rojiza.
Pude ver como se intentaba esconder tras de una casita chapucera, pensando que estaba a salvo. Sin embargo, yo me acerqué con sigilo a la espera de que me viera.
-Tranquila, no voy a desvelarte.-dije mientras me acercaba.- Sólo quiero ayudarte -dije esperando que saliera a mi encuentro.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Aquel día no sería como los demás. Era un presentimiento que me perseguía mientras avanzaba con paso seguro hasta un puesto concreto del mercado. Yo, que nunca robaba más que lo necesario para comer y elegía para ello a mercaderes de mala calaña, me había visto impulsada a actuar como cualquier otro bandido en un día cualquiera. Observé entre la gente al hombre gordinflón y de sonrisa irónica que atendía a sus clientes como si fueran inferiores, el mismo que me había entregado días atrás a los guardias alegando que había hecho desaparecer toda su bolsa de dinero que seguramente había escondido minuciosamente para que no la encontraran al registrar su horrible puesto y verificar así la versión de que yo se la había quitado. Sin embargo, ahora que me encontraba frente a él dos días después, la bolsa de dinero se encontraba sana y salva entre sus dedos y dejaba entrar monedas y más monedas. Chirrié los dientes.
Gracias a sus mentiras él había conseguido que me despojaran del poco dinero que había ganado trabajando. Además, si Albert no hubiera intercedido por mé en la cárcel ahora me encontraría moribunda en una celda rodeada de horribles hombres que babeaban con cada mujer que se presentaba allí. Sentí un escalofrío mientras me abalanzaba sobre las legumbres y cogía todo lo que podía, usando una capa negra a modo de bolsa. Nadie me detuvo, y cuando los gritos del mercader y de las gentes resonaron en mis oidos, yo ya llevaba una gran ventaja y atravesaba sin dificultad la masa de hombres y mujeres que habían acudido allí con intención de llenar sus despensas.
Sentí que alguien me seguía... y aunque yo era ágil y una experta en huidas, las heridas en mi espalda, fruto de un licántropo que me había elegido como presa cada luna llena, me incapacitaban para correr a más velocidad. No fui capaz ni de llegar a la linde del bosque. Me escondí tras una casa abandonada, cuyos cristales chirriaban con el aire, y palpé mi espalda con un leve quejido, pero guardé la compostura. Asomé la cabeza insegura para ver a la persona que me dirigía la palabra. Parecía alguien de clase baja. Quizás quería robarme lo que había conseguido... y no se lo permitiría. Las mujeres siempre estábamos en desventaja en aquel juego de supervivencia.
-¿Quién sois y qué quereis? - dije con el aire entrecortado.
Gracias a sus mentiras él había conseguido que me despojaran del poco dinero que había ganado trabajando. Además, si Albert no hubiera intercedido por mé en la cárcel ahora me encontraría moribunda en una celda rodeada de horribles hombres que babeaban con cada mujer que se presentaba allí. Sentí un escalofrío mientras me abalanzaba sobre las legumbres y cogía todo lo que podía, usando una capa negra a modo de bolsa. Nadie me detuvo, y cuando los gritos del mercader y de las gentes resonaron en mis oidos, yo ya llevaba una gran ventaja y atravesaba sin dificultad la masa de hombres y mujeres que habían acudido allí con intención de llenar sus despensas.
Sentí que alguien me seguía... y aunque yo era ágil y una experta en huidas, las heridas en mi espalda, fruto de un licántropo que me había elegido como presa cada luna llena, me incapacitaban para correr a más velocidad. No fui capaz ni de llegar a la linde del bosque. Me escondí tras una casa abandonada, cuyos cristales chirriaban con el aire, y palpé mi espalda con un leve quejido, pero guardé la compostura. Asomé la cabeza insegura para ver a la persona que me dirigía la palabra. Parecía alguien de clase baja. Quizás quería robarme lo que había conseguido... y no se lo permitiría. Las mujeres siempre estábamos en desventaja en aquel juego de supervivencia.
-¿Quién sois y qué quereis? - dije con el aire entrecortado.
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Noté el nerviosismo de aquella mujer en el momento en que ella comenzó a hablar, luchando por respirar entrecortadamente y hablar al mismo tiempo. Sus palabres fueron hostiles, pero tampoco esperaba menos puesto que había acuidido en su busca después de que ella hubiese cometido un acto infame.
-Tranquila, por favor. No vengo a hacerte ningún daño.
Tan sólo pretendía calmarla en aquel momento, para poder iniciar una conversación con ella.
-En realidad estoy de tu parte -dije con una sonrisa, acercándome a ella.
Cuando entré en el interior de la casa hecha pedazos, con pasos lentos, pude al fin ver el rostro de mi interlocutora. Era, sencillamente, preciosa. Me acerqué con suavidad a ella, aún manteniendo una distancia prudente, para que no huyese o se sintiese incómoda. Pretendía transmitirle serenidad, tan sólo para que comenzase a verme con otros ojos. Su cabello pelirrojo era digno de aparecer entre mis versos, aquellos que cada noche escribía en la oscuridad de mi carro en la zona gitana, y sus ojos azules eran propios de una dama de la más alta nobleza. Eso era ella, una dama encerrada en una sociedad de doncellas.
-Quiero decir, que odio al vendedor, al tendero del puesto. -concluí, volviendo al presente.- No voy a delataros, tan sólo quería asegurarme de que estás bien.
Ciertamente, era una de las excusas más estúpidas que había dicho en los últimos días, pero era la única forma de romper el hielo con ella. La llevaba observando varios días, en aquel mercado. La mayoría de días que acudía, que podía ver su melena rojiza siempre desde lejos, compraba comida. Hoy, sin embargo, la había robado. ¿Qué había cambiado? Sin duda, algo iba mal. Y quería ayudarla. Pero si le contaba todo aquello, me tomaría por un acosador o un pirado. Quizá lo segundo sí era cierto, pero era la mejor forma de empezar.
-Tan sólo quería ofreceros algo más de comer que esas tristes verduras. -le dije con una sonrisa. Ciertamente, me estaba sorprendiendo a mí mismo. No solía hablar, era más bien de los que observaba desde lejos, como había hecho hasta entonces con ella, pero ahora que había tenido la oportunidad, quizá había llegado la hora de conocerla de cerca. - Esta semana he tenido suerte y cuento con algo más de dinero de lo habitual. No me importaría ofreceros algo de comer.
-Tranquila, por favor. No vengo a hacerte ningún daño.
Tan sólo pretendía calmarla en aquel momento, para poder iniciar una conversación con ella.
-En realidad estoy de tu parte -dije con una sonrisa, acercándome a ella.
Cuando entré en el interior de la casa hecha pedazos, con pasos lentos, pude al fin ver el rostro de mi interlocutora. Era, sencillamente, preciosa. Me acerqué con suavidad a ella, aún manteniendo una distancia prudente, para que no huyese o se sintiese incómoda. Pretendía transmitirle serenidad, tan sólo para que comenzase a verme con otros ojos. Su cabello pelirrojo era digno de aparecer entre mis versos, aquellos que cada noche escribía en la oscuridad de mi carro en la zona gitana, y sus ojos azules eran propios de una dama de la más alta nobleza. Eso era ella, una dama encerrada en una sociedad de doncellas.
-Quiero decir, que odio al vendedor, al tendero del puesto. -concluí, volviendo al presente.- No voy a delataros, tan sólo quería asegurarme de que estás bien.
Ciertamente, era una de las excusas más estúpidas que había dicho en los últimos días, pero era la única forma de romper el hielo con ella. La llevaba observando varios días, en aquel mercado. La mayoría de días que acudía, que podía ver su melena rojiza siempre desde lejos, compraba comida. Hoy, sin embargo, la había robado. ¿Qué había cambiado? Sin duda, algo iba mal. Y quería ayudarla. Pero si le contaba todo aquello, me tomaría por un acosador o un pirado. Quizá lo segundo sí era cierto, pero era la mejor forma de empezar.
-Tan sólo quería ofreceros algo más de comer que esas tristes verduras. -le dije con una sonrisa. Ciertamente, me estaba sorprendiendo a mí mismo. No solía hablar, era más bien de los que observaba desde lejos, como había hecho hasta entonces con ella, pero ahora que había tenido la oportunidad, quizá había llegado la hora de conocerla de cerca. - Esta semana he tenido suerte y cuento con algo más de dinero de lo habitual. No me importaría ofreceros algo de comer.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Cuando vi que el hombre se acercaba, solo alcancé a dar un torpe traspies para ocultarme en las sombras, pero di con la espalda en una pared y ya no pude moverme. No obstante, el chico tampoco hizo ningún movimiento extraño. Parecía más bien calmado, y eso me hizo que poco a poco aflojara los brazos alrededor de la improvisada bolsa con legumbres que cargaba frente a mi. Escuché todas sus palabras, y aunque seguía sin confiar en él (el tiempo me había dado demasiadas lecciones como para saber que las aparciencias engañan), me relajé completamente sin proponérmelo.
Cambié el peso de una pierna a otra, titubeante, mientras me percataba del color tan peculiar de los ojos del que se hallaba frente a mi. Ojos bicolores. Apreté los labios negándome a sonreir por aquella peculiaridad. En realidad, toda su persona me era extravagante... como si no perteneciera a la sociedad en la que nos encontrábamos. Me sentí intrigada por él, pero obviamente no lo diría en voz alta. Habría sido una debilidad por mi parte mostrar interés.
-Estoy bien...- dije en un susurro-. Sois muy amable por ofrecerme vuestra comida pero... no me atrevería a quitaros vuestro alimento. Estoy segura de que os cuesta tanto conseguirlo como a mi.
Mi voz se fue apagando poco a poco. Miré las judias en sus vainas verdes, y las otras, blancas dentro de mi capa. Después miré al chico y pensé en que realmente él no parecía peligroso. Me sonrojé levemente al darme cuenta de que quizás le pareciera mal que una chica robara.
-A mi tampoco me gusta el tendero - comenté con voz apagada-. Por eso le he quitado esto. El otro día... bueno... en realidad no importa. No pensaba quedármelo... iba a llevarlo a las zonas abandonadas. Hay... niños. A mi no me importa no tener comida... durante unos días.
Bajé la mirada al darme cuenta de mis frases inconexas. Estaba un poco nerviosa, y la mirada sosegada de aquel hombre me desconcertaba. Nadie me había mirado así sin demostrar otros intereses menos honrados, y hasta ese momento él solo había parecido querer ayudarme.
-Me llamo Nora... - dije omitiendo mi apellido. ¿Qué importaba éste en la clase a la que pertenecía?
Cambié el peso de una pierna a otra, titubeante, mientras me percataba del color tan peculiar de los ojos del que se hallaba frente a mi. Ojos bicolores. Apreté los labios negándome a sonreir por aquella peculiaridad. En realidad, toda su persona me era extravagante... como si no perteneciera a la sociedad en la que nos encontrábamos. Me sentí intrigada por él, pero obviamente no lo diría en voz alta. Habría sido una debilidad por mi parte mostrar interés.
-Estoy bien...- dije en un susurro-. Sois muy amable por ofrecerme vuestra comida pero... no me atrevería a quitaros vuestro alimento. Estoy segura de que os cuesta tanto conseguirlo como a mi.
Mi voz se fue apagando poco a poco. Miré las judias en sus vainas verdes, y las otras, blancas dentro de mi capa. Después miré al chico y pensé en que realmente él no parecía peligroso. Me sonrojé levemente al darme cuenta de que quizás le pareciera mal que una chica robara.
-A mi tampoco me gusta el tendero - comenté con voz apagada-. Por eso le he quitado esto. El otro día... bueno... en realidad no importa. No pensaba quedármelo... iba a llevarlo a las zonas abandonadas. Hay... niños. A mi no me importa no tener comida... durante unos días.
Bajé la mirada al darme cuenta de mis frases inconexas. Estaba un poco nerviosa, y la mirada sosegada de aquel hombre me desconcertaba. Nadie me había mirado así sin demostrar otros intereses menos honrados, y hasta ese momento él solo había parecido querer ayudarme.
-Me llamo Nora... - dije omitiendo mi apellido. ¿Qué importaba éste en la clase a la que pertenecía?
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Una vez más, noté su nerviosismo palpable en el aire. Me agradaba su voz, ahora que había hablado sin temor, dirigiendo sus palabras hacia mí. El calor de su sonrisa parecía hacer menos fría la mañana otoñal. Quise decirle que a mí tampoco me importaba no comer, si con eso ayudaba a alguien a pasar menos hambre. Decían las malas lenguas que los barrios bajos de París acogían a las gentes más truhanes, ladronas y pícaras de la ciudad, aunque ciertamente yo conocía que en el lugar donde vivía, la zona gitana, podías encontrar más calor que en cualquier otra parte. La hipocresía era quizá lo que más caracterizaba a aquellas malas lenguas, aunque también debía reconocer que todo dependía del punto de vista. Para el tendero de verduras, aquella mujer de melena rojiza era una ladrona; para mí, tan sólo era una superviviente haciendo su trabajo; vivir en la calle. Y para los niños que aquel día comerían judías, era toda una heroína.
Sonreí interiormente al descubrirme perdido en mis pensamientos, como tanto solía pasarme. Volví a aquel callejón, y aquel viaje de vuelta me trajo de nuevo al rostro níveo de aquella mujer sonriente.
No importaba, si ella había rechazado mi ofrecimiento, no sería yo quien volviera a intentarlo. Bien sabido era que yo era hombre de pocas palabras.
Antes de que pudiera buscar algo que decirle a aquella mujer, alguna forma de destrabar mi lengua pastosa, ella pronunció su nombre. Una hermosa francesa, me dije.
-Mi nombre es Arsène, Nora. Encantado de conocerte.
Obvié el detalle del apellido. La mayoría de las veces lo decía, con la esperanza de que mi interlocutor conociera mi nombre, aunque sólo fuese de oídas, o alguno de mis poemas o relatos que constantemente publicaba y por los que me daban algunos peniques que me servían para comer. En cambio, decidé seguirle la corriente. Si ella era Nora, yo era Arsène, y punto.
-¿Son tus hijos esos niños de los que hablas? -dije con una sonrisa. Por un momento imaginé un montón de cabecitas pelirrojas pidiendo comida a su madre. Desde luego, si así era, eran unos pequeños muy afortunados.
Sonreí interiormente al descubrirme perdido en mis pensamientos, como tanto solía pasarme. Volví a aquel callejón, y aquel viaje de vuelta me trajo de nuevo al rostro níveo de aquella mujer sonriente.
No importaba, si ella había rechazado mi ofrecimiento, no sería yo quien volviera a intentarlo. Bien sabido era que yo era hombre de pocas palabras.
Antes de que pudiera buscar algo que decirle a aquella mujer, alguna forma de destrabar mi lengua pastosa, ella pronunció su nombre. Una hermosa francesa, me dije.
-Mi nombre es Arsène, Nora. Encantado de conocerte.
Obvié el detalle del apellido. La mayoría de las veces lo decía, con la esperanza de que mi interlocutor conociera mi nombre, aunque sólo fuese de oídas, o alguno de mis poemas o relatos que constantemente publicaba y por los que me daban algunos peniques que me servían para comer. En cambio, decidé seguirle la corriente. Si ella era Nora, yo era Arsène, y punto.
-¿Son tus hijos esos niños de los que hablas? -dije con una sonrisa. Por un momento imaginé un montón de cabecitas pelirrojas pidiendo comida a su madre. Desde luego, si así era, eran unos pequeños muy afortunados.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Abrí mucho los ojos ante la última pregunta de Arséne, y solo pude sonreír avergonzada y emitir una risa suave negando con la cabeza. Estaba segura de que mis mejillas habían adquirido un tono rosado que contrastaba con mi piel blaquecina. ¿Hijos? No. Ni siquiera había tenido la oportunidad de probar aquello de lo que todos los poetas hablaban continuamente. Un simple beso. Mi condición de clase baja hacía que la mayor parte del tiempo la dedicara a trabajar y demás. Mi sueño era tener una familia, pero ¿cómo siendo lo que era? No sabía la respuesta, pero solo pensar en algún romance fortuito mi corazón aceleraba su ritmo, haciéndome soñar despierta. Demasiadas veces me había regañado a mi misma por desear cosas que se me antojaban imposibles en aquella sociedad.
-No son mis hijos monsieur, pero en las zonas abandonadas todos debemos comportarnos como una familia. Compartir allí es ley de supervivencia... es lo único que sirve si no queremos extinguirnos...- dije con tono dulce-. Además aun soy demasiado joven.
Me quedé en silencio aun con una sonrisa divertida ante la inocente pregunta del joven. Su nombre me había resultado familiar al oirle pronunciarlo... pero quién sabe. Quizás solo habían sido imaginaciones mías. Decidí de todas formas salir de entre las sombras y acercarme un poco más a él para verle mejor. No sabía decir a qué clase pertenecía... aunque su aspecto desaliñado le hacía que lo situara en las clases bajas, yo nunca le había visto por los alrededores. Supuse entonces que vivía en la zona gitana. Volví la mirada pensativa a lo que había conseguido robar en el mercado.
-Quizá debería llevar esto a casa...- musité para mi misma-. ¿Tiene prisa monsieur? Me gustaría hablar con vos si le apetece acompañarme... ha dejar esto.
-No son mis hijos monsieur, pero en las zonas abandonadas todos debemos comportarnos como una familia. Compartir allí es ley de supervivencia... es lo único que sirve si no queremos extinguirnos...- dije con tono dulce-. Además aun soy demasiado joven.
Me quedé en silencio aun con una sonrisa divertida ante la inocente pregunta del joven. Su nombre me había resultado familiar al oirle pronunciarlo... pero quién sabe. Quizás solo habían sido imaginaciones mías. Decidí de todas formas salir de entre las sombras y acercarme un poco más a él para verle mejor. No sabía decir a qué clase pertenecía... aunque su aspecto desaliñado le hacía que lo situara en las clases bajas, yo nunca le había visto por los alrededores. Supuse entonces que vivía en la zona gitana. Volví la mirada pensativa a lo que había conseguido robar en el mercado.
-Quizá debería llevar esto a casa...- musité para mi misma-. ¿Tiene prisa monsieur? Me gustaría hablar con vos si le apetece acompañarme... ha dejar esto.
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 17/01/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
La reacción de Nora casi me gustó, e indudablemente me hizo gracia. Tenía un rostro muy expresivo, y cuando alzó las cejas sorprendida ante mi pregunta, no pude evitar sonreír interiormente. Ella negó, sin embargo, que aquellos niños de los que me había hablado y a los que estaba deseando volver a ver para llevarles comida fuesen parte de su descendencia. No, al parecer aún no había fijado lazos de sangre con nadie, vivía entonces como yo.
Escuché con tranquilidad su comentario. En efecto, en los barrios bajos todos éramos una gran familia, más aún en mi caso, tratándose de gitanos. Aunque me etnia no era gitana, me tomaron como uno mas desde el principio, y ahora formaba parte de aquel grupo que daba la vida por proteger a sus miembros.
Me agradaba la naturalidad con la que me hablaba aquella pelirroja. Si bien hace un momento para ella tan sólo era un desconocido al que temer, puesto que la había seguido después de descubrirla robando, ahora me había convertido en un agradable conocido con el que tener una charla. O al menos, eso pensaba yo.
El último comentario, sin embargo, no me agradó tanto.
-Nunca se es joven para tener seres a los que amar -dije mientras fijaba la mirada en sus ojos azules- Aunque quizás sí para aprender a perderlos.
Fue inevitable para mí recordar el trágico final de mi familia, pero enseguida deseché aquel pensamiento de mi cabeza. Ella, con su grácil voz, de nuevo volvió a apartarme de mis torturadores recuerdos.
No fue necesaria hablar para contestar a su propuesta. Simplemente sonreí y comencé a anadar junto a ella. En aquel momento, pese a que sabía que ella deseaba iniciar una conversación, sólo podía observarla. Era una gran belleza, y cada vez estaba más seguro de que aquella misma noche aparecería entre mis sueños, y por tanto, me despertaría para plasmarla entre mis versos, oculta entre palabras metafóricas que describirían su magnificencia.
Así pues, como era típico de mí, en lugar de hablar, simplemente observé.
Escuché con tranquilidad su comentario. En efecto, en los barrios bajos todos éramos una gran familia, más aún en mi caso, tratándose de gitanos. Aunque me etnia no era gitana, me tomaron como uno mas desde el principio, y ahora formaba parte de aquel grupo que daba la vida por proteger a sus miembros.
Me agradaba la naturalidad con la que me hablaba aquella pelirroja. Si bien hace un momento para ella tan sólo era un desconocido al que temer, puesto que la había seguido después de descubrirla robando, ahora me había convertido en un agradable conocido con el que tener una charla. O al menos, eso pensaba yo.
El último comentario, sin embargo, no me agradó tanto.
-Nunca se es joven para tener seres a los que amar -dije mientras fijaba la mirada en sus ojos azules- Aunque quizás sí para aprender a perderlos.
Fue inevitable para mí recordar el trágico final de mi familia, pero enseguida deseché aquel pensamiento de mi cabeza. Ella, con su grácil voz, de nuevo volvió a apartarme de mis torturadores recuerdos.
No fue necesaria hablar para contestar a su propuesta. Simplemente sonreí y comencé a anadar junto a ella. En aquel momento, pese a que sabía que ella deseaba iniciar una conversación, sólo podía observarla. Era una gran belleza, y cada vez estaba más seguro de que aquella misma noche aparecería entre mis sueños, y por tanto, me despertaría para plasmarla entre mis versos, oculta entre palabras metafóricas que describirían su magnificencia.
Así pues, como era típico de mí, en lugar de hablar, simplemente observé.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Sentí cierta alegría cuando Arsène comenzó a andar a mi lado, aunque fuera en silencio. Poco a poco empezaba a comprender que aquel joven no era ni mucho menos hablador... una característica que con el paso de los años también había recaido en mi persona. No obstante, el silencio que usaba Arsène no era incómodo, y no pareció que necesitáramos hablar a pesar de la desconfianza. Él me hacía sentir calmada.
Durante un largo trecho avanzamos a través de caminos de arena, hasta que le guié al interior del bosque. Había varias maneras de llegar a las zonas abandonadas, una mediante los caminos subterraneos que solo los de clases como la mia conocíamos, otra dando un rodeo alrededor de París, y otra a través del bosque, la que utilizaríamos aquella tarde cuando el sol estaba a medio caer. En mis pensamientos bailaban las últimas palabras de Arséne. Me había parecido que por un momento algún recuerdo de antaño había invadido su mente, alterando su rostro tranquilo, pero por su pronta recuperación y por el hecho de no conocerle mucho había omitido preguntas. No obstante ahora que caminabamos juntos, parecía que podía hablar casi de cualquier cosa...
-Antes... no quería decir que fuera demasiado joven como para amar...- comencé sin saber cómo abordar el tema-. Amo muchas cosas, he amado a mi familia y también he tenido que aprender a superar sus pérdidas a pesar de que la huella que me han dejado no se extinga nunca... Solo pienso que no es muy normal que alguien como yo sea madre de una familia. Es.... complicado.
No quise dar más detalles de lo que pensaba. Alcé la vista hacia Arsène, descubriendo que me observaba con interés. Vi cómo se tomaba su tiempo para responder, y cómo un leve tinte del dolor que había creído ver en la casa derruida afloraba de nuevo a pesar de un mal intento de no demostrarlo delante de una desconocida.
-No tiene que contestarme, solo quería que lo supiera - sonreí amablemente-. Le agradezco que me acompañe, y no es necesario que hable si ve que mis comentarios son inoportunos. Se que sois de las personas que dicen más en silencio...
Por la cara que puso supe que había acertado, si no en todo, en la mayor parte de mis comentarios. ¿A caso tenía tanto en común con aquel hombre que me había visto reflejada en su actitud? Desvié la mirada pensativa y continué andando con un suspiro. Me escocían las heridas de la espalda, y aunque fuera casi imperceptible, andaba cada vez más despacio por el dolor. No hice ninguna mueca, nada que desvelara aquello. ¿Quién iba a creer que un licántropo me había atacado?
Durante un largo trecho avanzamos a través de caminos de arena, hasta que le guié al interior del bosque. Había varias maneras de llegar a las zonas abandonadas, una mediante los caminos subterraneos que solo los de clases como la mia conocíamos, otra dando un rodeo alrededor de París, y otra a través del bosque, la que utilizaríamos aquella tarde cuando el sol estaba a medio caer. En mis pensamientos bailaban las últimas palabras de Arséne. Me había parecido que por un momento algún recuerdo de antaño había invadido su mente, alterando su rostro tranquilo, pero por su pronta recuperación y por el hecho de no conocerle mucho había omitido preguntas. No obstante ahora que caminabamos juntos, parecía que podía hablar casi de cualquier cosa...
-Antes... no quería decir que fuera demasiado joven como para amar...- comencé sin saber cómo abordar el tema-. Amo muchas cosas, he amado a mi familia y también he tenido que aprender a superar sus pérdidas a pesar de que la huella que me han dejado no se extinga nunca... Solo pienso que no es muy normal que alguien como yo sea madre de una familia. Es.... complicado.
No quise dar más detalles de lo que pensaba. Alcé la vista hacia Arsène, descubriendo que me observaba con interés. Vi cómo se tomaba su tiempo para responder, y cómo un leve tinte del dolor que había creído ver en la casa derruida afloraba de nuevo a pesar de un mal intento de no demostrarlo delante de una desconocida.
-No tiene que contestarme, solo quería que lo supiera - sonreí amablemente-. Le agradezco que me acompañe, y no es necesario que hable si ve que mis comentarios son inoportunos. Se que sois de las personas que dicen más en silencio...
Por la cara que puso supe que había acertado, si no en todo, en la mayor parte de mis comentarios. ¿A caso tenía tanto en común con aquel hombre que me había visto reflejada en su actitud? Desvié la mirada pensativa y continué andando con un suspiro. Me escocían las heridas de la espalda, y aunque fuera casi imperceptible, andaba cada vez más despacio por el dolor. No hice ninguna mueca, nada que desvelara aquello. ¿Quién iba a creer que un licántropo me había atacado?
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Noté como el paso de Nora se iba relajando poco a poco. No sabía si se debía a que mis palabras o quizá la falta de ellas le estaban produciendo incomodidad, pero en cualuqier caso, me mantuve junto a ella durante aquel paseo silvestre.
Los árboles parecían susurrarnos, pero en aquel momento no tenía tiempo para mi mitad poética. Estaba demasiado enredado en los recuerdos que habían aflorado en mi mente, aquellos mismos que odiaba que deambularan por mi cabeza y que, sin embargo, parecían haber venido para quedarse.
Sonreí ante las palabras explicativas de Nora. Mi intención, desde luego, no había sido hacerla sentir mal, pero tampoco había considerado qué consecuencias tendrían mis palabras. Simplemente las había dicho y ya está. Quizá por ese miedo a dañar a los demás era por lo que nunca hablaba demasiado. Ese era mi problema, y desde luego, siempre lo había sido. Tenía miedo a causar daño a las personas que me rodeaban. Aunque, teniendo en cuenta mi currículum en ese aspecto, no era difícil encontrar una respuesta al porqué.
Desperté de mi aletargamiento y me dí cuenta de que habíamos recorrido un buen trecho del bosque. Fijé mi vista una vez más en sus preciosos ojos oceánicos y me mantuve al margen de toda conversación.
-¿Sucede algo? -dije, sin embargo. Estaba apaciguando la marcha, como si algo la hubiese hecho detenerse.- ¿Has visto algo que te alarme, Nora? -pregunté finalmente. Su actitud parecía más bien cuidadosa, huyendo de toda temeridad. Esperé a que su voz sonara de nuevo, interrumpiendo el hilo de mi mente divagatoria.
Quizá aquel día sería distinto al resto, o quizá tan sólo sería un buen comienzo.
Los árboles parecían susurrarnos, pero en aquel momento no tenía tiempo para mi mitad poética. Estaba demasiado enredado en los recuerdos que habían aflorado en mi mente, aquellos mismos que odiaba que deambularan por mi cabeza y que, sin embargo, parecían haber venido para quedarse.
Sonreí ante las palabras explicativas de Nora. Mi intención, desde luego, no había sido hacerla sentir mal, pero tampoco había considerado qué consecuencias tendrían mis palabras. Simplemente las había dicho y ya está. Quizá por ese miedo a dañar a los demás era por lo que nunca hablaba demasiado. Ese era mi problema, y desde luego, siempre lo había sido. Tenía miedo a causar daño a las personas que me rodeaban. Aunque, teniendo en cuenta mi currículum en ese aspecto, no era difícil encontrar una respuesta al porqué.
Desperté de mi aletargamiento y me dí cuenta de que habíamos recorrido un buen trecho del bosque. Fijé mi vista una vez más en sus preciosos ojos oceánicos y me mantuve al margen de toda conversación.
-¿Sucede algo? -dije, sin embargo. Estaba apaciguando la marcha, como si algo la hubiese hecho detenerse.- ¿Has visto algo que te alarme, Nora? -pregunté finalmente. Su actitud parecía más bien cuidadosa, huyendo de toda temeridad. Esperé a que su voz sonara de nuevo, interrumpiendo el hilo de mi mente divagatoria.
Quizá aquel día sería distinto al resto, o quizá tan sólo sería un buen comienzo.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Miré a Arséne como preguntándome si podía confiar en él, un extraño. Sabía por experiencia que desahogarse era a veces más sencillo cuando se sabía que el oyente no te iba a reprochar nada, pero en aquel tema... no sabía si sería igual. Clavé mis ojos en los suyos, y me detuve sin darme cuenta, cerrando con fuerza las manos alrededor de la tela que soportaba el peso de las vainas de judias. Solo dos personas sabían lo sucedido en aquella noche. El joven Anuar, al que había tenido la suerte de encontrar en el cementerio mientras huia, y James, mi amigo y casi hermano durante mucho tiempo. De Anuar no había vuelto a saber nada, y James... prefería evitar el tema, pues aquello le había puesto en alerta. No, quizás no era el momento más adecuado para hablar de ello de nuevo. No quería que me tomara por loca. Desvié la mirada hacia el cielo, que ya mostraba un color oscuro, y después continué andando insegura.
-No... no he visto nada monsieur. Es solo... que...- titubeé-. No me gusta la noche.
Me mordí la lengua con fuerza. No debía de haber mencionado aquello. ¿Qué explicación le iba a dar si me preguntaba? ¿Había acaso manera de esquivar las sospechas de que algo me ocurría? Suspiré fuerte. Quizás debía decir algo, avisarle de que era peligroso andar por ahí a esas horas.
-De todas formas si... veo algo... le avisaré y espero que corra. ¿De acuerdo? - dije girándome levemente para mirar a mi acompañante.
Vi la extrañeza en sus ojos, y supe que no entendia aquello lo que me puso nerviosa. El hecho de saber que un hombre lobo podía aparecer de improviso para atacarme estándo Arséne conmigo no me producía precisamente una sensación agradable. Por ello me puse seria y tomé la manga de Arséne, haciéndole parar. Supe que podía enfadarse por aquella confianza repentina, asi que traté de ser educada al menos, al hablar. Clavé mis ojos suplicantes en los suyos.
-No quiero alarmarle monsieur pero por favor, si de verdad quiere acompañarme necesito que me prometa que correrá si se da el caso que le he expuesto. Si yo grito, y le pido que se vaya, se irá. No puedo explicarle a qué me refiero pero puede ser peligroso ir por el bosque a estas horas conmigo... porque....- hice una pausa y negué con la cabeza como para concentrarme en simplemente, darle las indicaciones justas. Solté su manga con suavidad y me mordí el labio, bajando la voz antes de hablar-, el por qué da igual. Solo quiero que me lo prometa. Es lo único que le pediré hoy.
-No... no he visto nada monsieur. Es solo... que...- titubeé-. No me gusta la noche.
Me mordí la lengua con fuerza. No debía de haber mencionado aquello. ¿Qué explicación le iba a dar si me preguntaba? ¿Había acaso manera de esquivar las sospechas de que algo me ocurría? Suspiré fuerte. Quizás debía decir algo, avisarle de que era peligroso andar por ahí a esas horas.
-De todas formas si... veo algo... le avisaré y espero que corra. ¿De acuerdo? - dije girándome levemente para mirar a mi acompañante.
Vi la extrañeza en sus ojos, y supe que no entendia aquello lo que me puso nerviosa. El hecho de saber que un hombre lobo podía aparecer de improviso para atacarme estándo Arséne conmigo no me producía precisamente una sensación agradable. Por ello me puse seria y tomé la manga de Arséne, haciéndole parar. Supe que podía enfadarse por aquella confianza repentina, asi que traté de ser educada al menos, al hablar. Clavé mis ojos suplicantes en los suyos.
-No quiero alarmarle monsieur pero por favor, si de verdad quiere acompañarme necesito que me prometa que correrá si se da el caso que le he expuesto. Si yo grito, y le pido que se vaya, se irá. No puedo explicarle a qué me refiero pero puede ser peligroso ir por el bosque a estas horas conmigo... porque....- hice una pausa y negué con la cabeza como para concentrarme en simplemente, darle las indicaciones justas. Solté su manga con suavidad y me mordí el labio, bajando la voz antes de hablar-, el por qué da igual. Solo quiero que me lo prometa. Es lo único que le pediré hoy.
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Sinceramente, no entendía nada. Había pasado los últimos minutos ensimismado y ahora, de repente, Nora se había puesto rígida. Al principio no sabía por qué, o quizá me eché la culpa a mí mismo, pero en el fondo sabía que no era así. Cuando le pregunté la razón de ese cambio de humor, ella me dijo que no era nada. Sin embargo, al rato, paró de nuevo y esta vez se dirigió a mí con ojos suplicantes, lo cual volvió a desconcertarme y me hundió más en la confusión.
-Nora, ¿qué es lo que sucederá si gritas? -dije intentando no tomarla por una loca. Quería saber a qué se refería, si había pasado algo anteriormente. Sin embargo, la comunicación no era mi fuerte, al menos no la oral. Mantuve los ojos fijos en los suyos y esperé a que contestara, pero ella dijo que el porqué no importaba.- El bosque es tan peligroso como cualquier otro lugar. No entiendo qué pasa, pero créeme que si gritas tú correrás conmigo. -dije finalmente - No pienso dejarte aquí sola sea lo que sea. Que por cierto, ¿de qué estamos hablando?
Intenté tomarme las cosas con guasa, pero veía auténtica preocupación en el rostro de aquella pelirroja. Esperé a que hablara, aunque probablemente no me aclarase nada.
-Nora, ¿qué es lo que sucederá si gritas? -dije intentando no tomarla por una loca. Quería saber a qué se refería, si había pasado algo anteriormente. Sin embargo, la comunicación no era mi fuerte, al menos no la oral. Mantuve los ojos fijos en los suyos y esperé a que contestara, pero ella dijo que el porqué no importaba.- El bosque es tan peligroso como cualquier otro lugar. No entiendo qué pasa, pero créeme que si gritas tú correrás conmigo. -dije finalmente - No pienso dejarte aquí sola sea lo que sea. Que por cierto, ¿de qué estamos hablando?
Intenté tomarme las cosas con guasa, pero veía auténtica preocupación en el rostro de aquella pelirroja. Esperé a que hablara, aunque probablemente no me aclarase nada.
Arsène Leboublé- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Re: Fondue de fruta (Nora Hausheer)
Miré a Arséne emitiendo un profundo suspiro. ¿Cómo había podido pensar que por una vez algún hombre me escucharía? No quería que saliera herido... y no creía que tuviera más opciones que contarle la verdad si pretendía que me hiciera caso.
-Yo no puedo correr...- confesé mirándo al suelo como si allí fuera a hallar las respuestas.
Andé despacio, con la cabeza gacha hasta que visualicé las zonas abandonadas. Teníamos que bajar una pequeña colina para llegar hasta donde pretendía. Miré a Arséne, que me seguía con las dudas pintadas en la cara. Me mordí el labio cavilando sobre cuál era la mejor forma de explicar aquello. Dejé el "saco" de judias apoyado en un árbol. Hice una mueca al agacharme. Después me puse de pie, me acerqué hasta el joven y le di la espalda, apartándome la melena rojiza que hasta ahora había cubierto el principio de los arañazos que me impedían andar a la velocidad normal. Los cortes se alargaban hasta la cadera, pero para cubrirlos los vestidos eran de mucha ayuda.
- El bosque es más peligroso que el resto de lugares... créame- musité un poco cohibida. Me di la vuelta de nuevo para mirar a Arséne, que me miraba entre sorprendido y tenso, y dejé que mi pelo cubriera de nuevo uno de mis mayores secretos-. No me creerá si le digo qué me hizo esto pero no quiero que resulte herido, y hace tiempo que no atraigo a la suerte precisamente... de todas formas ya casi hemos llegado.
-Yo no puedo correr...- confesé mirándo al suelo como si allí fuera a hallar las respuestas.
Andé despacio, con la cabeza gacha hasta que visualicé las zonas abandonadas. Teníamos que bajar una pequeña colina para llegar hasta donde pretendía. Miré a Arséne, que me seguía con las dudas pintadas en la cara. Me mordí el labio cavilando sobre cuál era la mejor forma de explicar aquello. Dejé el "saco" de judias apoyado en un árbol. Hice una mueca al agacharme. Después me puse de pie, me acerqué hasta el joven y le di la espalda, apartándome la melena rojiza que hasta ahora había cubierto el principio de los arañazos que me impedían andar a la velocidad normal. Los cortes se alargaban hasta la cadera, pero para cubrirlos los vestidos eran de mucha ayuda.
- El bosque es más peligroso que el resto de lugares... créame- musité un poco cohibida. Me di la vuelta de nuevo para mirar a Arséne, que me miraba entre sorprendido y tenso, y dejé que mi pelo cubriera de nuevo uno de mis mayores secretos-. No me creerá si le digo qué me hizo esto pero no quiero que resulte herido, y hace tiempo que no atraigo a la suerte precisamente... de todas formas ya casi hemos llegado.
Denna Setterfield- Cambiante Clase Media
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