Back to Black - Privado

-¡Maldita sea!

Arrojé el hacha hacia ningún punto en particular. Estaba siendo asaltado por decenas de imágenes en mi cabeza. ¡Odiaba con todas mis malditas fuerzas que ocurriesen ésta clase de eventos de manera inesperada! porque odiaba también, la maldición que se cernía sobre mi persona, al momento de visualizar un futuro muy lejano o muy cercano. Me ponía de muy mal humor, y sobre todo cuando estaba en medio de un saqueo a una de las casas más ricas en las afueras de París, en donde había cometido una gran masacre ( asesiné a sangre fría a todos y cada uno de los miembros de la familia, por no querer entregar por las buenas todas y cada una de sus pertenencias más preciadas ) A recientes fechas, la capacidad de hurgar eventos futuros, me presentaba las mismas estúpidas imágenes: Nombres, lugares. Rostros borrosos, llantos, risas y música de violin...

Llevé ambas manos a mi cabeza, golpeándola, como si de este modo se calmasen los demonios que me estaban volviendo loco. Sin embargo continuaban ahí, jodiendome la existencia. Inclusive desquebrajé la grandiosa mesa del comedor de doce plazas, de un solo golpe, pues era tal mi desesperación, que a cada paso que daba dentro de la estancia, iban convirtiéndose en pedazos cada uno de los objetos que adornaban la misma. De haber tenido tiempo, habría destruído toda la casa con mis propias manos.

Tratando de guardar calma, volví a recoger mi valiosa hacha. La ajusté al cinto de mi pantalón, levanté el saco de cuero que llevaba dentro todas mis ganancias del hurto, y lo cerré colocándolo sobre mi hombro. Ya nada tenía que hacer ahí, lo hecho hecho estaba. La sangre había caído a raudales manchando mi indumentaria, más no me importó. La sangre derramada de aquellos miserables infelices no valia nada. Si lo pensaba fríamente, había hecho un beneficio a la comunidad, librándola de aquellos saqueadores, asesinos y violadores de mujeres y niños.

Escupí sobres sus cuerpos mutilados y salí caminando por la puerta principal sin temor a ser visto. Un simple gesto de burla, al menos así lo pensé., escabulléndome posteriormente hacia mi guarida en el bosque denso, donde oculté ingeniosamente mi valioso botín. A pesar del gran robo y beneficio subsecuente, no estaba para nada conforme y satisfecho. Ese aire de incertidumbre que me rodeaba no me dejaba en paz ni un instante. Cercenándome el cerebro, taladrándome las entrañas. ¿Acaso eran señales que no estaba interpretando adecuadamente? Probablemente...

La segunda noche después de aquello, volví a ser asaltado por las mismas cosas. Gruñendo, tomé un filoso cuchillo y comencé a escribir sobre la mesa de madera, los nombres visualizados en mis premoniciones. Clavé el arma sobre la superficie y no aparté mis ojos de ahí. Estaba seguro de haber visto ese nombre en alguna parte, en mis escasas visitas al centro de la ciudad. Traté de concentrarme lo más que pude, hasta que finalmente decidí que no podía seguir siendo presa de mis propias "armas" si acaso fuese una señal de advertencia. Iría directamente al centro de todo para descubrir el génesis.

Decidido, me vestí lo más dicretamente posible para una visita a la ciudad. Una vez ahí comenzó mi investigación, guiándome por el instinto. Yendo de una calle a otra. De callejón en callejón, hasta encontrar lo que había ido a buscar. No regresaría a mi guarida hasta quitarme la duda del pellejo. Estaba decidido.

Fue así como luego de varias horas que me parecieron eternas - irónicamente - pude al fin encontrar ese nombre. Caminé lentamente hacia el edificio y alcé la vista, observando toda su infraextructura. Entrecerré los ojos. ¿Encontraría adentro, todas las respuestas a todas mis preguntas? Sin pensarlo más, me las ingenié para colarme. Ya veríamos lo que sucedería...

La primera vez que pisaba un sitio como éste. No por falta de recursos, ni tiempo. Nunca le vi el caso, nunca me llamó la atención, pues todo lo que aquí se representaba, no eran más que mentiras. Falacias que los humanos se inventaban para entretener a los más adinerados, sin embargo, algo aquí era - sin embargo - diferente. Un sitio poco convencional, impregnado de aromas peculiares, que solamente podían provenir de una especie única sobre la faz de la tierra y a la cual pertenecia. Había que andarse con cuidado.

Desde las alturas del teatro, podía apreciar su magnificencia y decadencia. Tomé asiento en una de las butacas del centro y subí los pies sobre el respaldo del lugar de adelante, cruzando las manos por detrás de la nuca. Cerré los ojos tratando de buscar las respuestas que había venido a buscar, implorando a los dioses encontrarlas lo más pronto posible. No me encontraba en paz, no me era grato salir de mi escondrijo para dar rienda suelta a mis estúpidas premoniciones. Nunca había hecho caso a ninguna, pues absurdas resultaban, de poca importancia. Poco trascendentales. No así aquella por la cuál había venido buscando respuestas, puesto que las necesitaba para que me dejasen en paz de una maldita vez.

El eco de unas pisadas interrumpió mis pensamientos. Por más absurdo que pareciese, supe en el acto, que ya la respuesta venía acercándose, lenta y disimuladamente, deslizandose por el escenario. Por instinto, me agazapé velozmente entre las butacas, y esperé observando con mucha curiosidad a aquel que fuese dueño de ellas.

Una figura femenina de mi misma especie había revelado su presencia, por fin. Iba sola, aunque acompañada por un violín. ¡Claro, ahora todo empezaba a tener sentido! Ella era la causante de mis tribulaciones. Entrecerré los ojos. Ya me sentía molesto, furioso, sin siquiera conocerla. ¿Qué demonios quería de mí?

Gruñi al momento en que el arco se encontró con las cuerdas del violín. ¡La misma melodía que no me había dejado en paz  se presentaba armoniosa, lenta, tímida! Inclusive hermosa, mas lo único que me hacía sentir, era una terrible indignación. ¿Como era posible que aquella figura de mujer fuese...? Volví a gruñir. La sangre hervía en mis venas. Por un segundo cruzó por mi mente la estúpida idea de interrumpirla y partir el violín en dos, haciéndole callar de una buena vez.

Muy contrario a mis pensamientos, esperaría a que terminase, y después... ¡Ah! Lo que ocurriría. Se desataría un infierno ahí mismo si acaso no lograse contener la bestia que habitaba en mí.

Terminó de tocar las piezas musicales, mientras desde mi escondite le examinaba con detenimiento; sin perder uno sólo de sus movimientos. El violín y ella confraternizaban, eran el uno del otro, podía percibirlo. Una vampiresa con amplio oído musical y sentimiento por las bellas artes. Yo había descubierto ciertas habilidades en mi actual condición, que nunca imaginé capaz de sentir, de poseer. Como si el simple hecho de pertenecer a ésta raza, te otorgase dones especiales. En esa misteriosa magia radicaba el poderme sentir superior al cualquier humano. Me gustaba el poder, la supremacía del fuerte sobre el débil ¿para qué negarlo? Pisotear antes de ser pisoteado. Mordí mi labio inferior analizando concienzudamente abandonar el sitio cual sombra - sin que ella se enterase de mi presencia - O en su defecto, revelarme ante la vampiresa, dando por zanjado de una maldita vez, éste sentimiento de persecución mental, de la cuál ella formaba parte. Ya sin pensarlo demasiado, erguí mi cuerpo y hablé con voz clara y profunda:

-No sé cómo ni porqué, pero tu presencia ha estado rondando mi cabeza durante semanas. -Fruncí en entrecejo, clavando mi mirada en la ajena. Comencé a caminar por el borde  de la fila de butacas, deslizando mi dedo sobre la superficie de madera, misma que se iba levantando debido al filo de mi uña, dejando atrás una fina línea de polvo y madera arrancada. -Esta clase de situaciones me molestan. Y creo que a ti también. - mi voz hizo eco, retumbando en todo el teatro - Por una extraña razón que aún desconozco - pero que voy a averiguar - enfaticé - Tu sombra me ha perseguido insistentemente. Ha sido ésta extraña conexión la que me ha traído hoy aquí. A éste teatro... Y no pienso irme sin respuestas.

Había alcanzado ya el borde de la fila de asientos, por lo que de un par de saltos, aterricé en el entarimado principal. Ya no me moví, permanecí en ese espacio de un metro cuadrado, que había "conquistado". Alerta como siempre. Listo y completamente dispuesto para lo que pudiese ocurrir, que potencialmente pudiesen ser dos cosas: Charla o pelea. No estaba acostumbrado al diálogo, así que apostaba por la segunda opción, aunque se tratase de una vampiresa.

-¿Quién eres? - pregunté escueto y directo. -¿Por qué no me dejas en paz? ¡Sal ya de mi cabeza! - Cerré ambas manos en un puño. Molesto.

Para ser una vampiresa era bastante altanera. Había osado poner una saga sobre mi mejilla, haciéndome un corte. Nadie en sano juicio, se habría atrevido a hacerlo, mucho menos infringir dolor con la mente, pero lo soporté como el guerrero que soy. Ni siquiera estaba escuchando sus palabras, solamente pensaba en sujetar su muñeca -que lo hice- y quebrarla en dos, para cortar el contacto; de cualquier modo, no iba a poder sostenerse a ese nivel por mucho tiempo. Se debilitaria en cualquier momento y entonces llegaría mi turno de hacerla sufrir.

Más algo ocurrió que nos descolocó. El contacto de su fría piel con la mía, nos hizo entrar en una especie de juego agridulce. Nuestras miradas se encontraron y con ello, la visión de volvió solo una, remontándonos a decenas de cientos de años atrás. ¡Por fin comprendía todo! Yo era el creador de aquella criatura salvaje. Yo le había arrebatado la vida, arrastrándola a la oscuridad. Un costoso error, de un joven vampuro neófito de aquel entonces.

Una gota de mi sangre resbaló hacia su daga, misma que probó con descaro, haciéndome rabiar:

-Disfruta tu cena, porque será la última.

No sabía qué era con exactitud lo que más me molestaba, el hecho de la herida o saber que cargaba con una vampiresa a mis espaldas. Luego de vagar por la tierra bajo el manto de la sangre, sabía el vínculo maldito que existía entre creador y..,¡maldición! No, no podía aceptar tal situación, ella debía morir.

Le sujeté por el cuello y apreté con toda la intención de arrancarle la cabeza, mientras trataba de obligarle a dar unos pasos hacia atrás.

[b]-Creo que, no has entendido el punto.¡Tú no eres buenvenida! ¡Voy a hacerte pedazos!

Esa mujer representaba el mayor error de mi vida pasada, había que desaparecerla de la faz de la tierra.