The Shadow Self - Privado

por **Vesper Mozes-Kor** Vie Oct 21, 2016 6:53 pm

La única forma de expiar su culpabilidad era a través de la sensación efímera pero bella que la música le transmitía. Frente a una audiencia que vitoreaba sus presentaciones y enaltecía la forma en la cual la garganta de la inmortal acariciaba las notas más complejas. No obstante cuando la teatralidad terminaba, regresaba una vez más a sumergirse en la soledad y la penumbra que la noche ofrecía a los caminantes nocturnos como ella. Era en dichos paseos que el pasado recaía sobre sus hombros, recordándole que sin importar las máscaras que ella vistiera, su naturaleza sería la de un monstruo, uno que había aprendido a la perfección como ocultar sus cicatrices bajo un velo de falsa seguridad. Y en esa noche precisamente los demonios encarnados emergían de sus escondites para distorsionar su realidad trayendo de regreso malos recuerdos. Las mortecinas lámparas apenas alumbraban su sendero cuando pisó la última callejuela del centro de la capital gala. Dirigió sus pasos a un espacio menos concurrido entonces.

No tenía intención alguna de charlar con nadie, si había regresado a ese lugar era solo porque necesitaba volver a encontrar el sendero en ese pesado automatismo que le guiaba todos los días a realizar las mismas actividades. La tierra fría había abrazado con premura a muchos seres humanos de esas áreas, Sybelle estaba consciente de que su presencia alertaría a más de un habitante nocturno, pero no buscaba confrontar a nadie, no ahora que su visita se enfocaba a brindar un discurso gris hacia una vieja amiga, una mujer que se cruzó en su camino cuando la helénica recién había sido convertida. Esos años resultaron un infierno en su existencia y fue gracias a la bondad de esa desconocida que Sybelle aprendió a perdonar a sus enemigos, a olvidar y a recapacitar que rumbo tomaría su destino en ese entonces.

La noticia de su desaparición seguía siendo un misterio y si tan solo conociera algún familiar suyo haría hasta lo imposible por ayudarle o aminorar su luto. Su fortuna y dotes sobrenaturales no significaban nada si no podía ayudar a los desamparados, era ahí justamente donde erradicaba su talón de Aquiles. Acarició con sus largos dedos enguantados la maleza, tratando de hacer un espacio para depositar un par de rosas blancas. No estaba segura si en aquel reducido espacio yacía el cuerpo de la mujer, pero se aferraba a pensar que así era. Después de unos minutos irguió su cuerpo y dio media vuelta para toparse con un hombre que al igual que ella parecía estar distraído. Encerrado en lo lúgubre que ese lugar inundaba a los visitantes de aquella hora.