AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Moonlight Shadow ~ Privado
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Moonlight Shadow ~ Privado
La noche ya había caído sobre la ciudad de París cuando me dispuse a retornar a casa, seguramente la señora Haruka ya tendría preparada la cena y estaría esperando a que yo regresara a casa. Quizás hasta me daba un pequeño sermón porque según ella ninguna mujer debería de andar solas de noche por las calles de la ciudad, aunque en todo el tiempo que llevaba allí jamás me había pasado nada, ni jamás había visto percance alguno. Que los había estaba convencida, pero a mí no me había pasado nada. Además, ¿creía que no sabía defenderme? Mí padre me había enseñado las artes marciales por lo que me defendería bloqueando a mí atacante, así como noquearlo más tarde. También sabía utilizar todo tipo de armas, por lo que no era cualquier damisela indefensa y en apuros como ella se pensaba.
Todos los días entrenaba en el jardín trasero de la casa un par de horas, era una costumbre que había adquirido con el paso del tiempo y que mí llegada a París no había cambiado. Era algo que hasta incluso me relajaba, si pasaba un día sin entrenar me sentía rara y al final siempre acababa por tener la sesión de entrenamiento. No quería oxidarme y sabía que cuando volviera a Japón, si mí padre veía que me había descuidado cuando le había pedido fervientemente que me entrenara… sería una doble vergüenza para mí. Él me había entrenado a regañadientes porque una mujer no debía de saber esas cosas, pero comprendía que podía ser beneficioso para mí y al final acabó aceptando.
Lancé un suspiro al pensar en mí tierra y en mí familia, los echaba de menos, hacía un año que no los veía aunque sí que recibía cartas de ellos de vez en cuando. Sabía que mí padre podría estar planeando un matrimonio concertado, no me habían dicho nada, pero ya tenía edad para estar casada y dudaba que mí padre no cumpliera y honrara con las tradiciones. Yo me sentía bien en París, demasiado liberada de las presiones y las costumbres sociales de allí, París era mucho más libre y permitía hacer muchas cosas que allí jamás habría podido hacer. No tenía pensado regresar por el momento, aunque sabía que mí padre de un momento a otro me pediría que volviera, y sabía cuales iban a ser sus intenciones.
Poco quedaba ya para llegar a casa de haber pasado la tarde fuera, cada vez me sentía más alguien de aquella ciudad y eso me gustaba, había logrado integrarme bien pese a la complicación al principio del idioma. Por suerte encontré a alguien que me enseñó y que se había convertido en uno de mis mejores amigos. Tenía ganas de llegar a casa, darme un baño relajante y cenar tranquilamente para luego coger uno de los libros que tenía pendiente y quedarme leyendo hasta que el sueño me venciera. A unos cuantos pasos de mí pude ver la figura de un hombre que estaba apoyado contra la pared de la calle, parecía que estuviera borracho porque le costaba mantenerse en pie y negué con la cabeza… hombres que no sabían hasta cuando decir basta.
Iba a pasar de largo cuando vi que el hombre seguía andando hacia la dirección en la que yo también iba, dando algunos tumbos porque no podía mantenerse bien en pie. Tenía una mano apoyada contra la pared como si necesitara de apoyarse en ella, avanzó un par de pasos y… cayó de bruces contra el suelo. Conforme me iba acercando me di cuenta que, en la pared, había un rastro de algo que parecía… ¿sangre? Mis ojos se abrieron con sorpresa y me apresuré a acercarme al hombre que seguía tumbado en el suelo. ¿Estaba herido?
-Señor –lo llamé para ver si respondía pero sus ojos seguían cerrados- ¡Señor! –lo moví para ver si tenía alguna reacción pero nada… seguía igual. Le di la vuelta como pude y… pude ver que tenía varias heridas. Tenía cortes por su torso, algunos profundos de los que manaba sangre, y una gran herida que tenía en uno de sus hombros, quizás de ahí había manchado la pared mientras andaba- Oh Kami* -murmuré viendo el estado del hombre, el sudor perlaba su cuerpo y tenía su rostro completamente empapado, el olor a la sangre era tan fuerte que tuve que por un par de segundos llevar mí mano a mí boca… no había visto jamás tanta sangre. Llevé mis dedos a su cuello y comprobé que tenía pulso, pero que este era muy débil. Debía de llevármelo de allí, si se quedaba ahí moriría por las heridas que tenía en su cuerpo. Intenté levantarlo pero fue tarea imposible, era mucho más pesado que yo y apenas pude levantar su torso- ¡Shimatta!* -murmuré viendo qué podía hacer para ayudarlo, mí casa no quedaba muy lejos pero yo sola no podía llevarlo. Por suerte para mí apareció un grupo de jóvenes que iban hablando de forma distraída por la otra parte de la calle, les grité para que se acercaran y les pedí que me ayudaran. Ellos se miraron algo confundidos al principio, pero les dije que era alguien importante para mí y que vivía cerca. Se extrañaron por los cortes que llevaba y la sangre que manaba de las heridas, pero al ver mí insistencia lo levantaron entre los tres que eran y me ayudaron a llevarlo hasta la entrada de mí casa. Me adelanté mientras ellos lo sostenían en la entrada todavía inconsciente- ¡Señora Haruka! ¡Señora Haruka! –grité mientras ella salía a ver qué era lo que pasaba- Prepara una de las habitaciones y lleva vendas, gasas y demás –miró hacia la puerta y soltó una exclamación pero no hizo preguntas, llamó a su marido y entre los dos pudimos coger a aquel hombre y llevarlo dentro.
Les de la gracias a los jóvenes que me habían ayudado y se quedaron mirando en la dirección de la entrada durante unos segundos, seguramente preguntándose miles de cosas. Al entrar Haruka había preparado ya una de las habitaciones de invitados y llevado lo que teníamos a nuestra disposición para curarlo. Había visto muchos cortes en mí vida, mí padre los había hecho a mis hermanos en sus entrenamiento y tenía experiencia curando heridas… pero no como aquellas. Retiramos su camisa empapada de sangre y limpiamos las heridas para luego cerrarlas, la más grave era la del hombro y por la que más sangre emanaba. La limpiamos como era debido y mientras Haruka preparaba un ungüento con hierbas medicinales que solíamos utilizar para las curas, ayudaría a que no se le infectara. Después pusimos una venda para que hiciera efecto y vendamos también su torso para no correr riesgos. Mis ropas estaban manchadas de sangre y subí para darme un baño y cambiarme de ropa, al bajar cené algo de lo que había preparado y entré de nuevo en la habitación para ver cómo iba. La fiebre había remitido algo y parecía que estaba mejor, me pregunté quién sería, y qué le habría pasado para estar en esas condiciones.
*Kami: Dios
*Shimatta: Maldición
Todos los días entrenaba en el jardín trasero de la casa un par de horas, era una costumbre que había adquirido con el paso del tiempo y que mí llegada a París no había cambiado. Era algo que hasta incluso me relajaba, si pasaba un día sin entrenar me sentía rara y al final siempre acababa por tener la sesión de entrenamiento. No quería oxidarme y sabía que cuando volviera a Japón, si mí padre veía que me había descuidado cuando le había pedido fervientemente que me entrenara… sería una doble vergüenza para mí. Él me había entrenado a regañadientes porque una mujer no debía de saber esas cosas, pero comprendía que podía ser beneficioso para mí y al final acabó aceptando.
Lancé un suspiro al pensar en mí tierra y en mí familia, los echaba de menos, hacía un año que no los veía aunque sí que recibía cartas de ellos de vez en cuando. Sabía que mí padre podría estar planeando un matrimonio concertado, no me habían dicho nada, pero ya tenía edad para estar casada y dudaba que mí padre no cumpliera y honrara con las tradiciones. Yo me sentía bien en París, demasiado liberada de las presiones y las costumbres sociales de allí, París era mucho más libre y permitía hacer muchas cosas que allí jamás habría podido hacer. No tenía pensado regresar por el momento, aunque sabía que mí padre de un momento a otro me pediría que volviera, y sabía cuales iban a ser sus intenciones.
Poco quedaba ya para llegar a casa de haber pasado la tarde fuera, cada vez me sentía más alguien de aquella ciudad y eso me gustaba, había logrado integrarme bien pese a la complicación al principio del idioma. Por suerte encontré a alguien que me enseñó y que se había convertido en uno de mis mejores amigos. Tenía ganas de llegar a casa, darme un baño relajante y cenar tranquilamente para luego coger uno de los libros que tenía pendiente y quedarme leyendo hasta que el sueño me venciera. A unos cuantos pasos de mí pude ver la figura de un hombre que estaba apoyado contra la pared de la calle, parecía que estuviera borracho porque le costaba mantenerse en pie y negué con la cabeza… hombres que no sabían hasta cuando decir basta.
Iba a pasar de largo cuando vi que el hombre seguía andando hacia la dirección en la que yo también iba, dando algunos tumbos porque no podía mantenerse bien en pie. Tenía una mano apoyada contra la pared como si necesitara de apoyarse en ella, avanzó un par de pasos y… cayó de bruces contra el suelo. Conforme me iba acercando me di cuenta que, en la pared, había un rastro de algo que parecía… ¿sangre? Mis ojos se abrieron con sorpresa y me apresuré a acercarme al hombre que seguía tumbado en el suelo. ¿Estaba herido?
-Señor –lo llamé para ver si respondía pero sus ojos seguían cerrados- ¡Señor! –lo moví para ver si tenía alguna reacción pero nada… seguía igual. Le di la vuelta como pude y… pude ver que tenía varias heridas. Tenía cortes por su torso, algunos profundos de los que manaba sangre, y una gran herida que tenía en uno de sus hombros, quizás de ahí había manchado la pared mientras andaba- Oh Kami* -murmuré viendo el estado del hombre, el sudor perlaba su cuerpo y tenía su rostro completamente empapado, el olor a la sangre era tan fuerte que tuve que por un par de segundos llevar mí mano a mí boca… no había visto jamás tanta sangre. Llevé mis dedos a su cuello y comprobé que tenía pulso, pero que este era muy débil. Debía de llevármelo de allí, si se quedaba ahí moriría por las heridas que tenía en su cuerpo. Intenté levantarlo pero fue tarea imposible, era mucho más pesado que yo y apenas pude levantar su torso- ¡Shimatta!* -murmuré viendo qué podía hacer para ayudarlo, mí casa no quedaba muy lejos pero yo sola no podía llevarlo. Por suerte para mí apareció un grupo de jóvenes que iban hablando de forma distraída por la otra parte de la calle, les grité para que se acercaran y les pedí que me ayudaran. Ellos se miraron algo confundidos al principio, pero les dije que era alguien importante para mí y que vivía cerca. Se extrañaron por los cortes que llevaba y la sangre que manaba de las heridas, pero al ver mí insistencia lo levantaron entre los tres que eran y me ayudaron a llevarlo hasta la entrada de mí casa. Me adelanté mientras ellos lo sostenían en la entrada todavía inconsciente- ¡Señora Haruka! ¡Señora Haruka! –grité mientras ella salía a ver qué era lo que pasaba- Prepara una de las habitaciones y lleva vendas, gasas y demás –miró hacia la puerta y soltó una exclamación pero no hizo preguntas, llamó a su marido y entre los dos pudimos coger a aquel hombre y llevarlo dentro.
Les de la gracias a los jóvenes que me habían ayudado y se quedaron mirando en la dirección de la entrada durante unos segundos, seguramente preguntándose miles de cosas. Al entrar Haruka había preparado ya una de las habitaciones de invitados y llevado lo que teníamos a nuestra disposición para curarlo. Había visto muchos cortes en mí vida, mí padre los había hecho a mis hermanos en sus entrenamiento y tenía experiencia curando heridas… pero no como aquellas. Retiramos su camisa empapada de sangre y limpiamos las heridas para luego cerrarlas, la más grave era la del hombro y por la que más sangre emanaba. La limpiamos como era debido y mientras Haruka preparaba un ungüento con hierbas medicinales que solíamos utilizar para las curas, ayudaría a que no se le infectara. Después pusimos una venda para que hiciera efecto y vendamos también su torso para no correr riesgos. Mis ropas estaban manchadas de sangre y subí para darme un baño y cambiarme de ropa, al bajar cené algo de lo que había preparado y entré de nuevo en la habitación para ver cómo iba. La fiebre había remitido algo y parecía que estaba mejor, me pregunté quién sería, y qué le habría pasado para estar en esas condiciones.
*Kami: Dios
*Shimatta: Maldición
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 21/11/2015
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Cazador cazado como una bestia, poco les importó a esos hombres que les explicara que mi condición sobrenatural nada tenia que ver conmigo, que yo pese a soportar la condena de la madre luna, cazaba a los de mi propia calaña. Era tan cazador como ellos, mas aun así, la sangre de todos quedo derramada en aquel callejón apenas iluminado por una maltrecha farola que pugnaba por no apagarse antes de hora.
Pelea encarnizada, choque de aceros, chispas que saltaban mientras los gruñidos se desataban en cada movimiento por salvar la vida y quebrantar la del prójimo.
La sangre enturbió el suelo, pronto lleno de cadáveres, mi mano en el costado, hombro ensangrentado, pecho magullado, nada en mi parecía haber quedado entero tras el maldito encuentro en el que no solo casi pierdo la vida si no mi humanidad en el intento.
La realidad se desdibuja mientras ando, mi mano contra la pared, no se que busco pues nada encuentro, la mansión de Agarwaen esta lejos, demasiado para llegar a pie en este estado.
Cada paso es mas y mas doloroso, la calle se convierte en manchas marrones que se ensanchan y estrechan frente a mis ojos casi incapaces de mantenerse abiertos por mas tiempo.
¿Que me mantiene en pie? Aun no lo se. El instinto de seguir con vida, la esperanza de encontrar ayuda o simplemente la férrea voluntad de un cuerpo que se apaga desangrándose con premura.
Detengo mis pasos para coger aliento, aire que parece resistirse a invadir mis pulmones.
Gruño perdiendo el norte, el juicio, casi aulló a la luna que con sus haces de plata parece reírse condenándome al sin sentido de ser herido por mis propios amigos.
Nunca dejare de ser un licantropo para los cazadores, nunca dejaré de ser un cazador para los licantropos, vivo en un limbo que cosecha mi locura y que hoy apenas tiene sentido pues me rindo.
Corriente eléctrica que sacude mi cuerpo, me quiebro arrodillándome, los ojos se achican mientras lucho sin fuerzas por volver a alzarme.
Lucha encarnizada pro lo que soy mientras la imagen de la nada pasa rauda frente a mis ojos antes de desplomarme contra el frió pavimento.
Todo se acaba, charco de sangre calienta mi cuerpo al tiempo que mis ojos se cierran y la luz me abandona dando paso a otra cosa.
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Abro los ojos sobre un mullido lecho, sobresaltado busco con la mirada entender algo de lo que pasa. Solo desconcierto y la imagen de una bella dama de origen asiático que preocupada parece buscar en mi un resquicio de algo que no hay.
Llevó mi mano a mi cabeza, me duele muchísimo ,demasiado. Tenso el gesto sin entender absolutamente nada, mil preguntas recorren mi mente, aunque una cobra mayor fuerza
¿quien soy? ¿donde estoy? ¿quien es ella?
Mis dedos se deslizan por las vendas que cubren mi cuerpo, algo me dice que he tenido un maltrecho accidente y que este es el resultado de este.
Incorporo mi torso perdiéndome en su rasgada mirada, ladeo la cabeza tratando de recordarla, posiblemente sea mi esposa ¿que otra persona cuidaría con esa devoción de un enfermo?
-¿eres mi mujer? -pregunto buscando una respuesta en el desconcierto que ahora dibuja su mirada al enfrentarme.
Todo mi cuerpo se tensa, no ha respondido, mas aun así parezco ser capaz de intuir que no lo es, como si sus gestos no tuvieran secretos para mi o quizás es el fuerte latir de su corazón lo que la delata.
-¿quien soy? ¿quien eres? ¿que me ha pasado? No recuerdo nada -las palabras se suceden mientras trato de incorporarme posando los pies en el suelo con un claro gesto de dolor.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Habían pasado ya un par de horas desde que había llegado a casa con aquel hombre que me había encontrado en la calle, herido e inconsciente al que había decidido ayudar pese a que no sabía nada de él ni por qué estaba en ese estado. Al final lo había llevado a casa y junto a la señora Haruka habíamos limpiado las heridas que llevaba, que no eran pocas, pudiendo coserlas para que no tuviera infecciones. La más grave de todas era la del hombro al que tuve que aplicar ungüento para que esta curara con el paso del tiempo, era la que mayor riesgo de infección tenía. Y así lo habíamos dejado, vendado tumbado sobre la cama mientras yo me cambiaba de ropa ya que aquella estaba llena de su sangre, poniéndome algo más cómodo, para luego bajar a comer lo que Haruka había preparado para cenar.
Curiosamente esta no me preguntó nada acerca del hombre, o más en concreto, por qué había decidido llevarlo a casa para curar sus heridas. Si supiera que me lo había encontrado en la calle desmayado de esa forma y que apenas conocía su nombre seguramente me habría dicho que aquello no era apropiado. Pero por otra parte se alegría porque había hecho una buena obra y había ayudado a quien lo necesitaba. Mientras cenaba me pregunté qué habría hecho aquel hombre para que le hubieran herido de esa forma, si no llegaba a encontrármelo seguramente se hubiera muerto tirado en el suelo por la pérdida de sangre. Lancé un suspiro que hizo que la señora Haruka me mirara pero no dijera nada, por el momento, me estaba librando de sus preguntas que no sabía cuánto tiempo iba a tardar en hacerlas.
Una vez terminada la cena decidí pasarme par ver cuál era el estado de aquel hombre y cómo seguía, su respiración era pausada y parecía que la fiebre había remitido un poco. Las vendas no estaban empapadas de sangre por lo que no hacía falta que se las cambiara. Me quedé sentada en el sillón que había enfrente de la cama al que ahora se había convertido en, de alguna forma, mí “invitado” inesperado. Era joven, quizás tuviera un par de años más que yo pero seguramente no rozara la treintena, apoyé mí rostro contra una de mis manos teniendo el codo contra el brazo del sillón y me mordí el labio. ¿Había hecho bien en llevarlo? Seguramente, sí. Si lo hubiera dejado a su suerte quizás me estuviera reprochando a mi misma el no ayudarle.
Me levanté con la intención de ir a mí cuarto a leer un rato antes de dormir echando un último vistazo antes de salir de la habitación, cuando justo estaba llegando a la puerta un leve quejido hizo que me parara y me girara para ver que abría los ojos y que se había despertado. Me quedé quieta durante unos segundos para luego poco a poco acercarme de nuevo hasta quedar al lado del sillón, le di tiempo para que asimilara un poco donde estaba. Su mirada se cruzó con la mía por unos instantes y luego llevó su mano a la cabeza haciendo un gesto de dolor, como si le doliese todavía. Su mano siguió bajando notando las vendas en su cuerpo hasta que finalmente se incorporó un poco aunque no iba a ser demasiado recomendado. Su pregunta, de si era su mujer, fue algo que me hizo fruncir levemente el ceño pensando si lo estaba diciendo en serio o no, para luego mostrar mí cara de desconcierto por aquello. ¿Su mujer? ¿Acaso estaría casado con una asiática y por eso pensaba que era ella?
Pero no se detuvo ahí, sigue haciendo preguntas que a mí me dejaron todavía más desconcertada de lo que estaba al principio. ¿Cómo que no sabía quién era? ¿Qué narices…? Oh, Kami, aquello iba a ser más extraño de lo que había pensado en un principio. Yo no tenía ninguna respuesta a sus preguntas salvo que no era su mujer, el resto no podía ayudarle porque es que no sabía nada sobre él, ni quién era, ni mucho menos lo que le había pasado y llevado a aquella situación. Me mordí el labio y me acerqué cuando quiso incorporarse, poniendo una de mis manos en su pecho y negando con la cabeza ante su intención de levantarse.
-No deberías de levantarte, has perdido mucha sangre y es mejor que te tumbes y descanses –no era médico, pero seguramente si intentara levantarse podría caerse y yo no sabía si iba a poder sostenerlo. Su piel estaba caliente al tacto con mí mano, y mí mirada le hizo saber que en aquello no iba a claudicar- Yo… me llamo Asura Nanami, y estás en mí casa –hice una leve pausa- No soy tú mujer, tú… yo… ni siquiera te conozco –esperé a que se recostara y decidí seguir hablando- Te encontré en la calle herido y decidí traerte hasta aquí para curar tus heridas, pero me temo que no puedo decirte nada sobre quién eres, o porqué estás así –lo miré ladeando un poco mí rostro- ¿No recuerdas nada de antes de desmayarte? –Quizás fuera por un golpe que se habría dado en la cabeza, quizás solamente fuera temporal y sus recuerdos volverían poco a poco- Tranquilo, primero descansa, luego averiguaremos qué es lo que ha pasado y quién eres. Tienes que curarte de esas heridas.
Curiosamente esta no me preguntó nada acerca del hombre, o más en concreto, por qué había decidido llevarlo a casa para curar sus heridas. Si supiera que me lo había encontrado en la calle desmayado de esa forma y que apenas conocía su nombre seguramente me habría dicho que aquello no era apropiado. Pero por otra parte se alegría porque había hecho una buena obra y había ayudado a quien lo necesitaba. Mientras cenaba me pregunté qué habría hecho aquel hombre para que le hubieran herido de esa forma, si no llegaba a encontrármelo seguramente se hubiera muerto tirado en el suelo por la pérdida de sangre. Lancé un suspiro que hizo que la señora Haruka me mirara pero no dijera nada, por el momento, me estaba librando de sus preguntas que no sabía cuánto tiempo iba a tardar en hacerlas.
Una vez terminada la cena decidí pasarme par ver cuál era el estado de aquel hombre y cómo seguía, su respiración era pausada y parecía que la fiebre había remitido un poco. Las vendas no estaban empapadas de sangre por lo que no hacía falta que se las cambiara. Me quedé sentada en el sillón que había enfrente de la cama al que ahora se había convertido en, de alguna forma, mí “invitado” inesperado. Era joven, quizás tuviera un par de años más que yo pero seguramente no rozara la treintena, apoyé mí rostro contra una de mis manos teniendo el codo contra el brazo del sillón y me mordí el labio. ¿Había hecho bien en llevarlo? Seguramente, sí. Si lo hubiera dejado a su suerte quizás me estuviera reprochando a mi misma el no ayudarle.
Me levanté con la intención de ir a mí cuarto a leer un rato antes de dormir echando un último vistazo antes de salir de la habitación, cuando justo estaba llegando a la puerta un leve quejido hizo que me parara y me girara para ver que abría los ojos y que se había despertado. Me quedé quieta durante unos segundos para luego poco a poco acercarme de nuevo hasta quedar al lado del sillón, le di tiempo para que asimilara un poco donde estaba. Su mirada se cruzó con la mía por unos instantes y luego llevó su mano a la cabeza haciendo un gesto de dolor, como si le doliese todavía. Su mano siguió bajando notando las vendas en su cuerpo hasta que finalmente se incorporó un poco aunque no iba a ser demasiado recomendado. Su pregunta, de si era su mujer, fue algo que me hizo fruncir levemente el ceño pensando si lo estaba diciendo en serio o no, para luego mostrar mí cara de desconcierto por aquello. ¿Su mujer? ¿Acaso estaría casado con una asiática y por eso pensaba que era ella?
Pero no se detuvo ahí, sigue haciendo preguntas que a mí me dejaron todavía más desconcertada de lo que estaba al principio. ¿Cómo que no sabía quién era? ¿Qué narices…? Oh, Kami, aquello iba a ser más extraño de lo que había pensado en un principio. Yo no tenía ninguna respuesta a sus preguntas salvo que no era su mujer, el resto no podía ayudarle porque es que no sabía nada sobre él, ni quién era, ni mucho menos lo que le había pasado y llevado a aquella situación. Me mordí el labio y me acerqué cuando quiso incorporarse, poniendo una de mis manos en su pecho y negando con la cabeza ante su intención de levantarse.
-No deberías de levantarte, has perdido mucha sangre y es mejor que te tumbes y descanses –no era médico, pero seguramente si intentara levantarse podría caerse y yo no sabía si iba a poder sostenerlo. Su piel estaba caliente al tacto con mí mano, y mí mirada le hizo saber que en aquello no iba a claudicar- Yo… me llamo Asura Nanami, y estás en mí casa –hice una leve pausa- No soy tú mujer, tú… yo… ni siquiera te conozco –esperé a que se recostara y decidí seguir hablando- Te encontré en la calle herido y decidí traerte hasta aquí para curar tus heridas, pero me temo que no puedo decirte nada sobre quién eres, o porqué estás así –lo miré ladeando un poco mí rostro- ¿No recuerdas nada de antes de desmayarte? –Quizás fuera por un golpe que se habría dado en la cabeza, quizás solamente fuera temporal y sus recuerdos volverían poco a poco- Tranquilo, primero descansa, luego averiguaremos qué es lo que ha pasado y quién eres. Tienes que curarte de esas heridas.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Enarqué una ceja escuchándola hablar, aquella mujer estaba loca ¿como metía a un desconocido herido en su casa?
Negué con la cabeza mientras la dama empujaba mi pecho con suavidad para hacerme volver sobre las sabanas.
Su voz sonaba melodiosa, dulce, como si se tratara de un ángel inocente, demasiado inocente para los tiempos que corrían.
Dejé escapar el aire de forma pesada mientras me acomodaba en el lecho, no me encontraba mal del todo, el dolor había remitido, apenas un siseo acompañaba mis movimientos.
-Estoy bien Asura, creo que las heridas no revisten gravedad, mas no puedo recordar nada, pensé que eras mi esposa ¿quien si no?
Analicé el fuerte latir de su corazón y ladeé la sonrisa al ver lo nerviosa que mis palabras la ponían.
-No deberíais mi señora dejar que un desconocido irrumpa en vuestra casa y mucho menos si esta herido -aseguré sentenciando sus ojos rasgados con mis verdes.
Por un momento se hizo el silencio entre ambos, tiempo que utilicé para descubrir los ruidos claros de la casa, estaba habitada por mas personas. Por la intensidad de sus pisadas eran femeninas en su mayoría.
-¿Podrías darme algo de beber? Tengo sed.
La joven se alzo solicita a la mesa del fondo donde había varias bebidas y tomando un vaso lo repletó de agua y me lo acercó para que pudiera tomarla.
Servicial acomodó mis cojines para que me incorporara, ahora no cabía duda de la bondad que esa joven albergaba.
-Gracias -susurré mirándola fijamente
No era precisamente agua lo que necesitaba si no algo de alcohol para pasar aquella desesperante situación, desconocer mis orígenes era algo difícil de asumir y mas cuando mi instinto me decía que de permanecer allí demasiado tiempo podría complicarle las cosas a aquella preciosa joven de sonrisa perpetua.
-No recuerdo nada -respondí -tengo un buen golpe en la cabeza, pero Asura, no quiero complicarte las cosas. Si he llegado herido hasta aquí, heridas de armas blancas es porque estaba inmerso en una batalla, puedo ser un asesino, o peor aun, tener asesinos buscándome.
Imagina que dieran conmigo ¿que crees que te pasaría?
Ladeé la cabeza buscando alguna respuesta en esos ojos que centelleaban contra los míos. Ademan nuevo de incorporarme que su mano neutralizó nuevamente con la decisión de una mujer digna del mejor de los guerreros.
-¡estas segura de que no eres mi mujer? -bromeé entre risas mientras mi pecho subía y bajaba acompañando a las carcajadas.
Asentí finalmente dejándome caer sobre las almohadas.
-Esta bien, esperaré hasta que mis heridas cierren por completo y la fiebre remita, mas tendréis que decirme de que modo puedo recompensaros este acto, teniendo en cuenta que no se quien soy y por tanto nada poseo, espero que no pongáis precio, si no algo que pueda hacer con mis manos.
Era cierto, no sabia donde podría ir, mas al salir del hogar de aquella mujer solo me quedaban las calles para dormir, necesitaba trabajo, algo que me permitiera una vida mientras recuperaba la mía.
Quizas tenia mujer, hijos, o quizás solo era un vagabundo inmerso en una pelea de bar.
Negué con la cabeza mientras la dama empujaba mi pecho con suavidad para hacerme volver sobre las sabanas.
Su voz sonaba melodiosa, dulce, como si se tratara de un ángel inocente, demasiado inocente para los tiempos que corrían.
Dejé escapar el aire de forma pesada mientras me acomodaba en el lecho, no me encontraba mal del todo, el dolor había remitido, apenas un siseo acompañaba mis movimientos.
-Estoy bien Asura, creo que las heridas no revisten gravedad, mas no puedo recordar nada, pensé que eras mi esposa ¿quien si no?
Analicé el fuerte latir de su corazón y ladeé la sonrisa al ver lo nerviosa que mis palabras la ponían.
-No deberíais mi señora dejar que un desconocido irrumpa en vuestra casa y mucho menos si esta herido -aseguré sentenciando sus ojos rasgados con mis verdes.
Por un momento se hizo el silencio entre ambos, tiempo que utilicé para descubrir los ruidos claros de la casa, estaba habitada por mas personas. Por la intensidad de sus pisadas eran femeninas en su mayoría.
-¿Podrías darme algo de beber? Tengo sed.
La joven se alzo solicita a la mesa del fondo donde había varias bebidas y tomando un vaso lo repletó de agua y me lo acercó para que pudiera tomarla.
Servicial acomodó mis cojines para que me incorporara, ahora no cabía duda de la bondad que esa joven albergaba.
-Gracias -susurré mirándola fijamente
No era precisamente agua lo que necesitaba si no algo de alcohol para pasar aquella desesperante situación, desconocer mis orígenes era algo difícil de asumir y mas cuando mi instinto me decía que de permanecer allí demasiado tiempo podría complicarle las cosas a aquella preciosa joven de sonrisa perpetua.
-No recuerdo nada -respondí -tengo un buen golpe en la cabeza, pero Asura, no quiero complicarte las cosas. Si he llegado herido hasta aquí, heridas de armas blancas es porque estaba inmerso en una batalla, puedo ser un asesino, o peor aun, tener asesinos buscándome.
Imagina que dieran conmigo ¿que crees que te pasaría?
Ladeé la cabeza buscando alguna respuesta en esos ojos que centelleaban contra los míos. Ademan nuevo de incorporarme que su mano neutralizó nuevamente con la decisión de una mujer digna del mejor de los guerreros.
-¡estas segura de que no eres mi mujer? -bromeé entre risas mientras mi pecho subía y bajaba acompañando a las carcajadas.
Asentí finalmente dejándome caer sobre las almohadas.
-Esta bien, esperaré hasta que mis heridas cierren por completo y la fiebre remita, mas tendréis que decirme de que modo puedo recompensaros este acto, teniendo en cuenta que no se quien soy y por tanto nada poseo, espero que no pongáis precio, si no algo que pueda hacer con mis manos.
Era cierto, no sabia donde podría ir, mas al salir del hogar de aquella mujer solo me quedaban las calles para dormir, necesitaba trabajo, algo que me permitiera una vida mientras recuperaba la mía.
Quizas tenia mujer, hijos, o quizás solo era un vagabundo inmerso en una pelea de bar.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Quizás tendría razón, quizás lo mejor hubiera sido no llevarlo a casa pero… realmente, había sido algo que no había podido hacer. Era dada de ayudar a las personas si estaba en mí mano el poder hacerlo, aunque era cierto que no sabía nada de él ni quién podría ser realmente, pero dejarlo allí abandonado a su suerte era algo que no habría podido dejar que pasara. Me conocía lo suficiente como para saber que durante algunos días tendría aquel pensamiento en la cabeza, atormentándome, porque no era la primera vez que algo así me pasaba aunque la otra persona no estaba herida, ni mucho menos. Luego mis pensamientos irían en la dirección suponiendo que hubiera muerto sobre aquellas baldosas de la calle… mí conciencia no podría con aquello, así que prefería ayudarle y estar tranquila conmigo misma a dejar que mis propias convicciones y pensamientos me traicionaran y atormentaran.
-No tengo conocimientos médicos, pero diría que la pérdida de memoria podría estar causada por un golpe en la cabeza, aunque a simple vista parece que no tengas nada. O eso o la tienes demasiado dura para resistir los golpes –sonreí quitándole hierro al asunto mientras veía que se recostaba, no era momento para levantarse todavía. Reí entre dientes ante su pregunta y negué con la cabeza, aunque podría ser algo obvio el pensar que fuera su mujer- Bueno, creo que más que “irrumpir” te has convertido en mí invitado temporal así que… técnicamente, te he invitado a entrar –el silencio se adueñó del lugar mientras podía oír al otro lado a la señora Haruka ir de un lado para otro. Lo miré cuando me pidió algo para beber y me levanté para coger un vaso que había sobre una mesita y llenarlo con la jarra de agua que había al lado, se lo acerqué para que pudiera beber viendo que de las vendas no salía sangre, cosa que era buena señal. Dejé el vaso de nuevo sobre la mesita y lo miré dejando que él hablara y me contara lo poco, o nada, que recordaba sobre lo que le había pasado. Enarqué una ceja, quizás estuviera frente a un asesino, o quizás simplemente fue atracado porque no había encontrado nada de identificación encima, nada de dinero… absolutamente nada- O puede que te atracaran, cuando te encontré no llevabas nada encima, podría haberte robado… -era una posibilidad, reí entre dientes cuando dijo que estaba en peligro y que qué era lo que podría hacer si venían a buscarlo- Bueno, creo que se sorprenderían de lo que soy capaz de hacer. Te haría una demostración pero estás herido y no quiero lastimarte, pero sé defenderme. Mi padre me enseñó artes marciales y defensa personal, así como a utilizar espadas y katanas –reí entre dientes- ¿Piensas ahora que sigo siendo indefensa? –Pregunté aunque no hacía falta que me respondiera, yo sabía perfectamente defenderme si algo pasara.
De nuevo intentó incorporarse a lo que mí mano volvió a posarse sobre su pecho que seguía están cálido pese a la pérdida de sangre y de estar con el torso descubierto, mí mirada subió a la suya mientras sin decir nada le obligaba a que se recostara de nuevo, su pregunta sobre si no era su mujer me hizo reír y negar con la cabeza para confirmarle de nuevo que no lo era, de serlo, ¿por qué debería de negárselo? No tendría sentido alguno. Pensé en sus palabras durante unos segundos y, por el momento, no hallé nada en lo que pudiera aquel hombre pagarme como había dicho él por aquello. Negué moviendo mi mano como solíamos hacer en mí país y luego negué con la cabeza, si habría algo tenía tiempo para pensarlo.
-Centrémonos en que te recuperes de las heridas y recobres la memoria, ya habrá tiempo de mirar lo demás –el sonido de un cascabel llamó la atención y me hizo mirar hacia la puerta. Mí gata negra de ojos verdes entró maullando a la habitación y la seguí con la mirada para luego ver cómo se subía sobre mí restregando su lomo contra mis manos para que la acariciara- Entre tanto, ¿cómo debería de llamarte? Ahora que estás despierto te están preparando algo para que tomes, no creo que sea algo sólido porque no sé si será bueno, pero peor es nada –le sonreí de lado y centré mí atención en Sora, mí gata. Esta cuando estuvo sobre la cama y se acercó al joven comenzó a sisear y a mostrar sus afiliados y diminutos colmillos, con el pelo estufado por el lomo, y lo miraba de aquella forma como si quisiera saltar sobre él- ¡Sora! –la cogí y la bajé de la cama viendo que salía de la habitación, mí vista volvió a él- Gatos... son impredecibles –pero parecía que, en el fondo, algo le había pasado por la cara que había puesto.- ¿Estás bien?
-No tengo conocimientos médicos, pero diría que la pérdida de memoria podría estar causada por un golpe en la cabeza, aunque a simple vista parece que no tengas nada. O eso o la tienes demasiado dura para resistir los golpes –sonreí quitándole hierro al asunto mientras veía que se recostaba, no era momento para levantarse todavía. Reí entre dientes ante su pregunta y negué con la cabeza, aunque podría ser algo obvio el pensar que fuera su mujer- Bueno, creo que más que “irrumpir” te has convertido en mí invitado temporal así que… técnicamente, te he invitado a entrar –el silencio se adueñó del lugar mientras podía oír al otro lado a la señora Haruka ir de un lado para otro. Lo miré cuando me pidió algo para beber y me levanté para coger un vaso que había sobre una mesita y llenarlo con la jarra de agua que había al lado, se lo acerqué para que pudiera beber viendo que de las vendas no salía sangre, cosa que era buena señal. Dejé el vaso de nuevo sobre la mesita y lo miré dejando que él hablara y me contara lo poco, o nada, que recordaba sobre lo que le había pasado. Enarqué una ceja, quizás estuviera frente a un asesino, o quizás simplemente fue atracado porque no había encontrado nada de identificación encima, nada de dinero… absolutamente nada- O puede que te atracaran, cuando te encontré no llevabas nada encima, podría haberte robado… -era una posibilidad, reí entre dientes cuando dijo que estaba en peligro y que qué era lo que podría hacer si venían a buscarlo- Bueno, creo que se sorprenderían de lo que soy capaz de hacer. Te haría una demostración pero estás herido y no quiero lastimarte, pero sé defenderme. Mi padre me enseñó artes marciales y defensa personal, así como a utilizar espadas y katanas –reí entre dientes- ¿Piensas ahora que sigo siendo indefensa? –Pregunté aunque no hacía falta que me respondiera, yo sabía perfectamente defenderme si algo pasara.
De nuevo intentó incorporarse a lo que mí mano volvió a posarse sobre su pecho que seguía están cálido pese a la pérdida de sangre y de estar con el torso descubierto, mí mirada subió a la suya mientras sin decir nada le obligaba a que se recostara de nuevo, su pregunta sobre si no era su mujer me hizo reír y negar con la cabeza para confirmarle de nuevo que no lo era, de serlo, ¿por qué debería de negárselo? No tendría sentido alguno. Pensé en sus palabras durante unos segundos y, por el momento, no hallé nada en lo que pudiera aquel hombre pagarme como había dicho él por aquello. Negué moviendo mi mano como solíamos hacer en mí país y luego negué con la cabeza, si habría algo tenía tiempo para pensarlo.
-Centrémonos en que te recuperes de las heridas y recobres la memoria, ya habrá tiempo de mirar lo demás –el sonido de un cascabel llamó la atención y me hizo mirar hacia la puerta. Mí gata negra de ojos verdes entró maullando a la habitación y la seguí con la mirada para luego ver cómo se subía sobre mí restregando su lomo contra mis manos para que la acariciara- Entre tanto, ¿cómo debería de llamarte? Ahora que estás despierto te están preparando algo para que tomes, no creo que sea algo sólido porque no sé si será bueno, pero peor es nada –le sonreí de lado y centré mí atención en Sora, mí gata. Esta cuando estuvo sobre la cama y se acercó al joven comenzó a sisear y a mostrar sus afiliados y diminutos colmillos, con el pelo estufado por el lomo, y lo miraba de aquella forma como si quisiera saltar sobre él- ¡Sora! –la cogí y la bajé de la cama viendo que salía de la habitación, mí vista volvió a él- Gatos... son impredecibles –pero parecía que, en el fondo, algo le había pasado por la cara que había puesto.- ¿Estás bien?
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
La mujer aseguró ser diestra en el manejo de las armas, algo que me hizo ladear la sonrisa mientras la miraba, desconocía si yo era bueno o no con el acero, mas algo me decía que si andaba enredado en peleas callejeras, no debía de ser del todo desconocido para mi el arte de la espada.
-Quizás algún día podáis mostrarme vuestra habilidad, quien sabe -la reté mirándola con cierta curiosidad -es posible que un buen combate me ayude a recordar.
Era una doncella menuda, de rasgos asiáticos y bastante exótica a mi parecer, ademas tenia una timidez implícita que nada tenia que ver con el arrojo que mostraba no solo al traer aquí un hombre en mi estado si no al evitar que me largara de su hogar tras habérselo yo mismo aconsejado.
Ella insistió en que pronto me seria servida la cena, algo liquido que me hizo fruncir ligeramente el ceño ,a decir verdad estaba hambriento ,excesivamente hambriento y dudaba que un caldo solucionara dicho problema.
-Quizás un buen trozo de carne me ayude a reponer fuerzas -añadí como el mal enfermo que era.
Me sentía mejor, al menos de las heridas, pero mi cuerpo por el contrario ardía, como si empezara a subirme la temperatura de un modo exagerado.
Guardé silencio, no quería preocuparla de sobremanera, posiblemente fuera el cansancio que me invadía, lo que había subido mi temperatura, nada que un sueño reparador no pudiera solucionar.
Fue entonces cuando una gato invadió la habitación, su presencia me molestó, desconozco el porque, quizás en mi vida tuviera alguna experiencia nefasta con los gatos, mas este se erizo bufandome, una sola mirada basto para que saltara de los brazos de Asura y derrapase acobardado por la habitación derrapando.
-Son impredecibles -apunté ladeando la sonrisa mientras anclaba mis ojos en los de la asiática.
Lentamente logré ponerme en pie, ciertamente me dio un latigazo la herida, mas necesitaba un poco de aire, aquel encierro empezaba a ahogarme, quizás era claustrofobia, mas yo sentía como si la naturaleza me reclamara con fuerza.
Me acerqué al ventanal y abrí los postigos dejando que el fresco aire de la noche me inundara. Alcé la mirada hacia la impertérrita dama blanca, casi estaba llena, mañana su esplendor dejaría el firmamento sin estrellas.
-Hace una noche perfecta ¿aceptarías un paseo por los jardines tras la cena? -pregunté volteandome para mirarla.
Sabia que no aprobaba que me pusiera tan pronto en pie, mas ciertamente la herida no dolía.
Llevé mi mano al vendaje para apartarlo con seguridad, apenas quedaba rastro de lo que por lo que la dama dijo era un tajo de gran envergadura.
-Voy a empezar a pensar que me deseas y me has traído aquí con otras intenciones -bromeé sonriendo divertido al percatarme que esa herida carecía de importancia así como las demás. Al parecer, solo la perdida de memoria parecía importar.
Los ojos de Asura miraban incrédulos mi cuerpo, como si no entendiera absolutamente nada, algo que me divirtió de sobremanera y por lo que acorté las distancias que nos separaban para tranquilizarla.
-Posiblemente al estar sucio de sangre todo aparentaba tener mas gravedad de la real, te has asustado, eso es todo -susurré apartándole un mechón de su rostro.
-¿que me dices? ¿cenamos y paseamos?
-Quizás algún día podáis mostrarme vuestra habilidad, quien sabe -la reté mirándola con cierta curiosidad -es posible que un buen combate me ayude a recordar.
Era una doncella menuda, de rasgos asiáticos y bastante exótica a mi parecer, ademas tenia una timidez implícita que nada tenia que ver con el arrojo que mostraba no solo al traer aquí un hombre en mi estado si no al evitar que me largara de su hogar tras habérselo yo mismo aconsejado.
Ella insistió en que pronto me seria servida la cena, algo liquido que me hizo fruncir ligeramente el ceño ,a decir verdad estaba hambriento ,excesivamente hambriento y dudaba que un caldo solucionara dicho problema.
-Quizás un buen trozo de carne me ayude a reponer fuerzas -añadí como el mal enfermo que era.
Me sentía mejor, al menos de las heridas, pero mi cuerpo por el contrario ardía, como si empezara a subirme la temperatura de un modo exagerado.
Guardé silencio, no quería preocuparla de sobremanera, posiblemente fuera el cansancio que me invadía, lo que había subido mi temperatura, nada que un sueño reparador no pudiera solucionar.
Fue entonces cuando una gato invadió la habitación, su presencia me molestó, desconozco el porque, quizás en mi vida tuviera alguna experiencia nefasta con los gatos, mas este se erizo bufandome, una sola mirada basto para que saltara de los brazos de Asura y derrapase acobardado por la habitación derrapando.
-Son impredecibles -apunté ladeando la sonrisa mientras anclaba mis ojos en los de la asiática.
Lentamente logré ponerme en pie, ciertamente me dio un latigazo la herida, mas necesitaba un poco de aire, aquel encierro empezaba a ahogarme, quizás era claustrofobia, mas yo sentía como si la naturaleza me reclamara con fuerza.
Me acerqué al ventanal y abrí los postigos dejando que el fresco aire de la noche me inundara. Alcé la mirada hacia la impertérrita dama blanca, casi estaba llena, mañana su esplendor dejaría el firmamento sin estrellas.
-Hace una noche perfecta ¿aceptarías un paseo por los jardines tras la cena? -pregunté volteandome para mirarla.
Sabia que no aprobaba que me pusiera tan pronto en pie, mas ciertamente la herida no dolía.
Llevé mi mano al vendaje para apartarlo con seguridad, apenas quedaba rastro de lo que por lo que la dama dijo era un tajo de gran envergadura.
-Voy a empezar a pensar que me deseas y me has traído aquí con otras intenciones -bromeé sonriendo divertido al percatarme que esa herida carecía de importancia así como las demás. Al parecer, solo la perdida de memoria parecía importar.
Los ojos de Asura miraban incrédulos mi cuerpo, como si no entendiera absolutamente nada, algo que me divirtió de sobremanera y por lo que acorté las distancias que nos separaban para tranquilizarla.
-Posiblemente al estar sucio de sangre todo aparentaba tener mas gravedad de la real, te has asustado, eso es todo -susurré apartándole un mechón de su rostro.
-¿que me dices? ¿cenamos y paseamos?
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
No había forma alguna de saber nada sobre aquel hombre y esperaba que tras curarse de sus heridas y estabilizase un poco pudiera recobrar la memoria del golpe que se había dado, porque sino… ¿cómo saber quién era? Sin documentación y sin saber a quién podría acudir era algo bastante difícil. No lo había visto en el tiempo que llevaba en París, claro que no solía quedarme con todas las caras que veía por la calle. Quién sabe, quizás nos hubiéramos cruzado en algún momento y ahora me era difícil reconocerlo… aunque nada hacía parecer o ver que eso hubiera podido pasar. Lo mejor era dejar que las cosas siguieran su curso y ya se desvelaría la verdad con el paso del tiempo.
Negué con la cabeza sonriendo levemente ante sus palabras, era un hombre herido y me hablaba sobre que le enseñara lo que sabía sobre peleas y manejo de armas. ¿No le había dicho ya que mí padre me había enseñado? Para él había sido una decisión bastante difícil porque en mí país las mujeres no eran adiestradas en tales manejos, fue mí insistencia lo que le hizo claudicar y finalmente entrenarte como lo había hecho con mis hermanos. Fue duro, despiadado y cruel con cada entrenamiento y yo lo agradecí, que mostrara debilidad hubiera hecho que no fuera tan buena como lo era ahora. Él era un noble guerrero que servía al emperador, no podía esperar menos de él y ahora él no iba a esperar menos de mí.
-Mí padre es un guerrero samurái que sirve al emperador, ¿crees que tendría piedad contigo de comprobar realmente cómo me manejo en el campo de batalla? –Pregunté con un deje de diversión, podía parecer menuda y frágil, pero era totalmente lo contrario- Si para cuando te cures sigues aquí y estás en forma, acepto el reto. –Porque no iba a perder nada por pelear un poco, siempre y cuando estuviera recuperado porque no quería que luego me dijera que estaba herido y por eso había perdido. Enarqué una ceja cuando dijo lo del trozo de carne, estaba herido y pensaba en comer carne… negué con la cabeza- No quieras correr tan rápido, tienes que ir poco a poco –fue entonces cuando Sora entró en la habitación con aquel cascabel que hacía resonar al subirse por algún lado, me extrañó que le bufara de aquella manera porque era una gata dócil, independiente, pero dócil. No le había visto hacerle eso a nadie y tras una reprimenda por mí parte salió de la habitación como si huyera de algo… todo había sido extraño.
Le seguí con la mirada cuando se levantó y aunque ya le había dicho un par de veces que no lo hiciera le dejé que se levantara y viera que no era lo que debía de hacer, había perdido sangre y sus heridas aunque no eran graves, no se habían curado por lo que podrían tirarle e incluso podría hacer que la herida del hombro no se curara como debiera. Pero aunque le costó para mí sorpresa se levantó sin ningún tipo de sorpresa y lo seguí con la mirada viendo cómo se acercaba a la ventana y la abría dejando que el suave y leve aire de la noche entrara para refrescar la habitación. Hacía una noche estupenda pese al tiempo que estábamos y la luz de la luna se colaba por ella iluminándolo todo con su luz nacarada. Ladeé un poco mí rostro ante su pregunta, debería de descansar pero algo me decía que por mucho que se lo repitiera no iba a hacerme caso.
-Deberías de descansar –fue lo que dije antes de que se girara para mirarme y lancé un suspiro para encogerme de hombros- pero creo que eres suficientemente inteligente como para saber lo que te conviene, así que ya que no puedo retenerte aquí te acompañaré –me fijé ahora que se quitaba un poco la venda en cómo estaba su herida y… aquello no era posible- ¿Qué? –Pregunté casi en un murmullo mientras él decía aquella frase y yo me acercaba para quitar de nuevo la venda y ver que donde antes habían estado las heridas que hacía unas horas presentaba, estas ya parecían estar casi curadas- No puede ser… -murmuré observándolas. No estaba loca, yo misma las había curado y luego puesto las vendas… era imposible que ya estuvieran así- ¿Cómo…? –Negué con la cabeza ante sus palabras. No, no y no. Era imposible, ¡había tenido que coser hasta una de sus heridas!- Sé lo que vi, y no fui la única que lo vio –afirmé dando un paso atrás sin entender absolutamente nada- Es imposible que te hayas curado tan rápido, estaba ahí cuando te limpiamos las heridas e incluso tuvimos que coserte una porque era profunda y perdías mucha sangre… ¿cómo explicas que estén casi curadas? No tiene sentido –llevé una mano a mí cabeza sin entender nada de lo que pasaba, mientras que él parecía de lo más tranquilo y apartaba un mechón de mí pelo. Lancé un suspiro profundo y cerré los ojos unos momentos intentando tranquilizarme, quizás mañana con la luz del día todo se vería con más claridad- Yo ya he cenado, en breves Haruka te traerá la cena y cuando termines si todavía sigues con la misma idea daremos un paseo, puedo enseñarte el lugar donde entreno todos los días –sonreí de lado porque justamente en el jardín era donde tenía todo lo que necesitaba para entrenar- Por cierto, ¿cómo quieres que te llame? No puedo estar todo el rato diciéndote "tú", "oye" y esas cosas... ¿algún nombre que se te ocurra? -Enarqué una ceja a ver qué me decía.
Negué con la cabeza sonriendo levemente ante sus palabras, era un hombre herido y me hablaba sobre que le enseñara lo que sabía sobre peleas y manejo de armas. ¿No le había dicho ya que mí padre me había enseñado? Para él había sido una decisión bastante difícil porque en mí país las mujeres no eran adiestradas en tales manejos, fue mí insistencia lo que le hizo claudicar y finalmente entrenarte como lo había hecho con mis hermanos. Fue duro, despiadado y cruel con cada entrenamiento y yo lo agradecí, que mostrara debilidad hubiera hecho que no fuera tan buena como lo era ahora. Él era un noble guerrero que servía al emperador, no podía esperar menos de él y ahora él no iba a esperar menos de mí.
-Mí padre es un guerrero samurái que sirve al emperador, ¿crees que tendría piedad contigo de comprobar realmente cómo me manejo en el campo de batalla? –Pregunté con un deje de diversión, podía parecer menuda y frágil, pero era totalmente lo contrario- Si para cuando te cures sigues aquí y estás en forma, acepto el reto. –Porque no iba a perder nada por pelear un poco, siempre y cuando estuviera recuperado porque no quería que luego me dijera que estaba herido y por eso había perdido. Enarqué una ceja cuando dijo lo del trozo de carne, estaba herido y pensaba en comer carne… negué con la cabeza- No quieras correr tan rápido, tienes que ir poco a poco –fue entonces cuando Sora entró en la habitación con aquel cascabel que hacía resonar al subirse por algún lado, me extrañó que le bufara de aquella manera porque era una gata dócil, independiente, pero dócil. No le había visto hacerle eso a nadie y tras una reprimenda por mí parte salió de la habitación como si huyera de algo… todo había sido extraño.
Le seguí con la mirada cuando se levantó y aunque ya le había dicho un par de veces que no lo hiciera le dejé que se levantara y viera que no era lo que debía de hacer, había perdido sangre y sus heridas aunque no eran graves, no se habían curado por lo que podrían tirarle e incluso podría hacer que la herida del hombro no se curara como debiera. Pero aunque le costó para mí sorpresa se levantó sin ningún tipo de sorpresa y lo seguí con la mirada viendo cómo se acercaba a la ventana y la abría dejando que el suave y leve aire de la noche entrara para refrescar la habitación. Hacía una noche estupenda pese al tiempo que estábamos y la luz de la luna se colaba por ella iluminándolo todo con su luz nacarada. Ladeé un poco mí rostro ante su pregunta, debería de descansar pero algo me decía que por mucho que se lo repitiera no iba a hacerme caso.
-Deberías de descansar –fue lo que dije antes de que se girara para mirarme y lancé un suspiro para encogerme de hombros- pero creo que eres suficientemente inteligente como para saber lo que te conviene, así que ya que no puedo retenerte aquí te acompañaré –me fijé ahora que se quitaba un poco la venda en cómo estaba su herida y… aquello no era posible- ¿Qué? –Pregunté casi en un murmullo mientras él decía aquella frase y yo me acercaba para quitar de nuevo la venda y ver que donde antes habían estado las heridas que hacía unas horas presentaba, estas ya parecían estar casi curadas- No puede ser… -murmuré observándolas. No estaba loca, yo misma las había curado y luego puesto las vendas… era imposible que ya estuvieran así- ¿Cómo…? –Negué con la cabeza ante sus palabras. No, no y no. Era imposible, ¡había tenido que coser hasta una de sus heridas!- Sé lo que vi, y no fui la única que lo vio –afirmé dando un paso atrás sin entender absolutamente nada- Es imposible que te hayas curado tan rápido, estaba ahí cuando te limpiamos las heridas e incluso tuvimos que coserte una porque era profunda y perdías mucha sangre… ¿cómo explicas que estén casi curadas? No tiene sentido –llevé una mano a mí cabeza sin entender nada de lo que pasaba, mientras que él parecía de lo más tranquilo y apartaba un mechón de mí pelo. Lancé un suspiro profundo y cerré los ojos unos momentos intentando tranquilizarme, quizás mañana con la luz del día todo se vería con más claridad- Yo ya he cenado, en breves Haruka te traerá la cena y cuando termines si todavía sigues con la misma idea daremos un paseo, puedo enseñarte el lugar donde entreno todos los días –sonreí de lado porque justamente en el jardín era donde tenía todo lo que necesitaba para entrenar- Por cierto, ¿cómo quieres que te llame? No puedo estar todo el rato diciéndote "tú", "oye" y esas cosas... ¿algún nombre que se te ocurra? -Enarqué una ceja a ver qué me decía.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Pude ver la cara de asombro en los ojos de la pequeña samurái, sus dedos se paseaban por mi herida incrédulos, como si no entendiera que allá donde había dado las puntadas, ahora fuera casi carne cicatrizada.
-Creo que te has asustado, la sangre es escandalosa y por el golpe en la cabeza y la perdida de consciencia has visto todo peor de lo que es, me siento bien, sin recuerdos, pero bien.
Asura pareció quedar convencida, no tanto de no haber visto la gravedad de mis heridas, mas si de que me encontraba lo suficientemente bien como para dar un paseo y que me mostrara ese jardín de aire fresco que yo tanto necesitaba.
Debía padecer claustrofobia, pues sentía como si la noche me llamara y estar encerrado se me antojaba una penosa condena.
-¿Un nombre? Me encogí de hombros, no tenia ni idea de cual era mi nombre y la verdad tampoco se me ocurría ninguno ¿o si?
-Agarwaen -susurré casi sin pensar, me resultaba familiar dicho nombre ¿quizás era el propio?
La joven se marcho dejándome solo, un plato de sopa con trozos de pan fue todo cuanto tuve pera cenar. Enarqué una ceja, aquello para nada saciaba mi hambre, tampoco el agua mi sed, mas supongo que siendo un invitado no se podía pedir mas.
Apuré hasta la ultima cucharada y no relamí el plato porque me pareció ya demasiado, mas mis tripas aullaban pidiendo carne, estaba hambriento, casi como si no hubiera sido alimentado en días.
Eso y mi temperatura que seguía aumentando como si alguna enfermedad se hubiera apoderado de mi en estos momentos.
Acabada la cena, abrí el portón de madera y me perdí por el pasillo en busca del gran salón. Podía oír con claridad la voz de la joven japonesa conversando con otra dama, así que me limité a seguir aquel melódico sonido, y como no, su inconfundible olor.
-Buenas noches -dije en voz alta para que se percataran de mi presencia ambas.
La dama de mediana edad casi recibe un pasmo al verme alzado, le falto correr para sujetar lo que ella creía un maltrecho cuerpo, mas al ver que ni me tambaleaba se llevo la mano a la boca rezando a sus dioses.
-¿Paseamos? -pregunté ladeando la sonrisa mientras mis verdes se hundían en los pardos de la dama.
Extendí el brazo con caballerosidad para que esta se cogiera a el, al menos sabia que había sido educado con modales, no debía ser un vagabundo, mis ropas tenían calidad y pese a la suciedad de la batalla y su desgaste, no estaban parcheadas. No ostentaba la clase baja, mas ¿entonces? ¿quizás tenia razón la dama y me habían intentado robar? Pero las armas que llevaba no eran las propias de un caballero, todo parecía un puzzle difícil de encajar.
Solté el aire de forma pesada, con un gesto de desesperación, que dejo mi frente encontrarse con su hombro para por unos momentos cerrar allí los ojos en busca de refugio, de aluna pieza que me ayudara a desentrañar el misterio.
Fue entonces cuando la dama se alarmo del calor que mi cuerpo ostentaba, su piel estaba helada comparada con la mía.
-Estoy bien -contesté como si leyera la profundidad de sus pensamientos.
-Creo que te has asustado, la sangre es escandalosa y por el golpe en la cabeza y la perdida de consciencia has visto todo peor de lo que es, me siento bien, sin recuerdos, pero bien.
Asura pareció quedar convencida, no tanto de no haber visto la gravedad de mis heridas, mas si de que me encontraba lo suficientemente bien como para dar un paseo y que me mostrara ese jardín de aire fresco que yo tanto necesitaba.
Debía padecer claustrofobia, pues sentía como si la noche me llamara y estar encerrado se me antojaba una penosa condena.
-¿Un nombre? Me encogí de hombros, no tenia ni idea de cual era mi nombre y la verdad tampoco se me ocurría ninguno ¿o si?
-Agarwaen -susurré casi sin pensar, me resultaba familiar dicho nombre ¿quizás era el propio?
La joven se marcho dejándome solo, un plato de sopa con trozos de pan fue todo cuanto tuve pera cenar. Enarqué una ceja, aquello para nada saciaba mi hambre, tampoco el agua mi sed, mas supongo que siendo un invitado no se podía pedir mas.
Apuré hasta la ultima cucharada y no relamí el plato porque me pareció ya demasiado, mas mis tripas aullaban pidiendo carne, estaba hambriento, casi como si no hubiera sido alimentado en días.
Eso y mi temperatura que seguía aumentando como si alguna enfermedad se hubiera apoderado de mi en estos momentos.
Acabada la cena, abrí el portón de madera y me perdí por el pasillo en busca del gran salón. Podía oír con claridad la voz de la joven japonesa conversando con otra dama, así que me limité a seguir aquel melódico sonido, y como no, su inconfundible olor.
-Buenas noches -dije en voz alta para que se percataran de mi presencia ambas.
La dama de mediana edad casi recibe un pasmo al verme alzado, le falto correr para sujetar lo que ella creía un maltrecho cuerpo, mas al ver que ni me tambaleaba se llevo la mano a la boca rezando a sus dioses.
-¿Paseamos? -pregunté ladeando la sonrisa mientras mis verdes se hundían en los pardos de la dama.
Extendí el brazo con caballerosidad para que esta se cogiera a el, al menos sabia que había sido educado con modales, no debía ser un vagabundo, mis ropas tenían calidad y pese a la suciedad de la batalla y su desgaste, no estaban parcheadas. No ostentaba la clase baja, mas ¿entonces? ¿quizás tenia razón la dama y me habían intentado robar? Pero las armas que llevaba no eran las propias de un caballero, todo parecía un puzzle difícil de encajar.
Solté el aire de forma pesada, con un gesto de desesperación, que dejo mi frente encontrarse con su hombro para por unos momentos cerrar allí los ojos en busca de refugio, de aluna pieza que me ayudara a desentrañar el misterio.
Fue entonces cuando la dama se alarmo del calor que mi cuerpo ostentaba, su piel estaba helada comparada con la mía.
-Estoy bien -contesté como si leyera la profundidad de sus pensamientos.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
No tendría que ser lo más agradable del mundo despertarte sin recordar absolutamente nada, sin saber quién eres y sin ningún objeto encima que te recordara quien eras, o siquiera darte una pista que pudiera ayudar a despejar la bruma que, sin duda alguna, él estaría sintiendo en su cabeza en esos momentos. Debía de ser complicado y no quería ponerme en su situación nunca, porque debía de ser horrendo. Pese a que todavía no podía concebir cómo se habían podido curar sus heridas decidí restarle importancia, a la luz del día se verían estas con mayor claridad y ya podría ver si estaba en lo cierto o había sido producto de mí mente. Lo miré una última vez antes de salir de la habitación sin comentar nada, seguía con la idea de que había visto lo que había visto… pero tampoco quería darle más vueltas.
-Agarwaen… -murmuré ya que era un nombre que no había oído nunca, quizás aquel nombre no fuera el suyo, o quizás sí. Pudiera ser que fuera el último nombre que oyera, o el de alguien que era familiar suyo o… había tantas opciones y posibilidades. Pero por la extrañeza que él mismo reflejó en su rostro quizás pudiera ser que fuera sino suyo, de alguien que conociera- Quizás es de algún pariente, o de algún amigo… es un punto por donde comenzar a buscar, ¿no crees? –Pregunté con una leve sonrisa, al menos había podido recordar algo aunque fuera un nombre, pero ya era algo por lo que poder comenzar a recobrar la memoria- Ahora te traerán la cena, te dejo para que cenes tranquilo. Avísame cuando acabes, ¿vale? –salí de la habitación y puse rumbo a la cocina donde seguramente estaría la señora Haruka, y así era, su marido seguramente estuviera en la parte de arriba así que decidí quedarme con ella.
En la cocina estaba la señora Haruka quien ya había preparado la cena y aunque me había dicho que tenía hambre no tenía ningún trozo de carne, por dios, estaba herido y algo mal… no iba a darle carne. Mientras lo dejábamos cenar tranquilo me senté en uno de los taburetes que había en la cocina mientras la señora Haruka se movía por la cocina terminando de limpiar lo poco que quedaba, moviéndose de un lado a otro. Aunque estuve tentada a preguntarle, finalmente no lo hice sobre si ella había visto lo mismo que yo con las heridas de aquel hombre, porque si había visto lo mismo que yo no iba a decirle absolutamente nada, si no era como yo lo había visto no quería que me preguntara por qué le hacía aquella pregunta.
Ninguna de las dos fuimos conscientes de que Agarwaen, como así había dicho él, se había acercado a la cocina porque no lo oímos que se acercara. Cuando tocó en la puerta para hacerse notar la mirada de Haruka fue hacia él sorprendida por verlo de pie, así me había quedado yo cuando lo vi alzarse, pero sabía que podía hacerlo puesto que de lo contrario no habría llegado hasta allí. Soltó un “Kami” tapándose la boca que me hizo reír entre dientes, su mirada se fijó en mi preguntándome si paseábamos y asentí con la cabeza bajando del taburete donde estaba sentada, no sin antes coger un par de galletas que había preparado Haruka por la tarde comiéndome una.
-Haruka, te presente a Agarwaen, nuestro… invitado –terminé porque no sabía qué decir exactamente y luego lo miré a él- Es mí cocinera y quien me ayudó a curarte –ella le hizo una reverencia típica de nuestro país cuando alguien se presentaba y siguió terminando de limpiar lo que llevaba entre manos- Venga, vamos –tomé su brazo que me ofrecía y comencé a andar hacia el jardín aunque no necesitara de su brazo para ello, pero vi descortés rechazarlo cuando se había ofrecido. Estábamos por llegar a la puerta que daba al jardín cuando soltó el aire y su frente se quedó recostada en mí hombro. Por Kami, podía notar lo caliente que estaba en contraste con la temperatura de mí cuerpo- ¡Estás ardiendo! –le dije para tocar su frente que, como había notado, estaba ardiendo. Lo miré enarcando una ceja por aquello, él decía que estaba bien, pero seguramente tuviera fiebre por aquello- Debes de tener un poco de fiebre, te enseñaré los jardines y después deberías de descansar –abrí la puerta soltándome de su brazo y dejé que pasara para luego cerrar tras él. El jardín era amplio e inmenso, había postes por todos lados algunos con sacos para no hacerme daño y poder practicar dando golpes con el cuerpo, y otros tenían rozaduras y hundimientos en la madera por practicar con la Katana- Pues este es mí lugar de entrenamiento –comenté abarcándolo con mí mano. También al fondo habían decoraciones típicas de mí país, como un pequeño estanque de nenúfares, con su pequeña fuente y su caña de bambú que hacía ese característico ruido cuando se llenaba de agua y bajaba dejando aquel sonido. Algunas piedras haciendo un camino y unos farolillos que daban luz al lugar- Cuando estés en condiciones te dejaré practicar si quieres, pero de momento vamos a esperar a que termines de curarte y te enseñaré un par de trucos que guardo bajo las mangas –reí levemente dejando que mirara el lugar.
-Agarwaen… -murmuré ya que era un nombre que no había oído nunca, quizás aquel nombre no fuera el suyo, o quizás sí. Pudiera ser que fuera el último nombre que oyera, o el de alguien que era familiar suyo o… había tantas opciones y posibilidades. Pero por la extrañeza que él mismo reflejó en su rostro quizás pudiera ser que fuera sino suyo, de alguien que conociera- Quizás es de algún pariente, o de algún amigo… es un punto por donde comenzar a buscar, ¿no crees? –Pregunté con una leve sonrisa, al menos había podido recordar algo aunque fuera un nombre, pero ya era algo por lo que poder comenzar a recobrar la memoria- Ahora te traerán la cena, te dejo para que cenes tranquilo. Avísame cuando acabes, ¿vale? –salí de la habitación y puse rumbo a la cocina donde seguramente estaría la señora Haruka, y así era, su marido seguramente estuviera en la parte de arriba así que decidí quedarme con ella.
En la cocina estaba la señora Haruka quien ya había preparado la cena y aunque me había dicho que tenía hambre no tenía ningún trozo de carne, por dios, estaba herido y algo mal… no iba a darle carne. Mientras lo dejábamos cenar tranquilo me senté en uno de los taburetes que había en la cocina mientras la señora Haruka se movía por la cocina terminando de limpiar lo poco que quedaba, moviéndose de un lado a otro. Aunque estuve tentada a preguntarle, finalmente no lo hice sobre si ella había visto lo mismo que yo con las heridas de aquel hombre, porque si había visto lo mismo que yo no iba a decirle absolutamente nada, si no era como yo lo había visto no quería que me preguntara por qué le hacía aquella pregunta.
Ninguna de las dos fuimos conscientes de que Agarwaen, como así había dicho él, se había acercado a la cocina porque no lo oímos que se acercara. Cuando tocó en la puerta para hacerse notar la mirada de Haruka fue hacia él sorprendida por verlo de pie, así me había quedado yo cuando lo vi alzarse, pero sabía que podía hacerlo puesto que de lo contrario no habría llegado hasta allí. Soltó un “Kami” tapándose la boca que me hizo reír entre dientes, su mirada se fijó en mi preguntándome si paseábamos y asentí con la cabeza bajando del taburete donde estaba sentada, no sin antes coger un par de galletas que había preparado Haruka por la tarde comiéndome una.
-Haruka, te presente a Agarwaen, nuestro… invitado –terminé porque no sabía qué decir exactamente y luego lo miré a él- Es mí cocinera y quien me ayudó a curarte –ella le hizo una reverencia típica de nuestro país cuando alguien se presentaba y siguió terminando de limpiar lo que llevaba entre manos- Venga, vamos –tomé su brazo que me ofrecía y comencé a andar hacia el jardín aunque no necesitara de su brazo para ello, pero vi descortés rechazarlo cuando se había ofrecido. Estábamos por llegar a la puerta que daba al jardín cuando soltó el aire y su frente se quedó recostada en mí hombro. Por Kami, podía notar lo caliente que estaba en contraste con la temperatura de mí cuerpo- ¡Estás ardiendo! –le dije para tocar su frente que, como había notado, estaba ardiendo. Lo miré enarcando una ceja por aquello, él decía que estaba bien, pero seguramente tuviera fiebre por aquello- Debes de tener un poco de fiebre, te enseñaré los jardines y después deberías de descansar –abrí la puerta soltándome de su brazo y dejé que pasara para luego cerrar tras él. El jardín era amplio e inmenso, había postes por todos lados algunos con sacos para no hacerme daño y poder practicar dando golpes con el cuerpo, y otros tenían rozaduras y hundimientos en la madera por practicar con la Katana- Pues este es mí lugar de entrenamiento –comenté abarcándolo con mí mano. También al fondo habían decoraciones típicas de mí país, como un pequeño estanque de nenúfares, con su pequeña fuente y su caña de bambú que hacía ese característico ruido cuando se llenaba de agua y bajaba dejando aquel sonido. Algunas piedras haciendo un camino y unos farolillos que daban luz al lugar- Cuando estés en condiciones te dejaré practicar si quieres, pero de momento vamos a esperar a que termines de curarte y te enseñaré un par de trucos que guardo bajo las mangas –reí levemente dejando que mirara el lugar.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
La dama insistió en que necesitaba descanso, aunque yo me encontraba perfectamente, era cierto que sentía calor y la sangre hervir por dentro, pero era una sensación rara, podría decir que incluso agradable, me sentía fuerte, invencible, engreído e intocable.
Como si estuviera en pleno subido de alguna droga, quizás era eso lo que sucedía, algún ajuste de cuentas por temas de sustancias.
Claro que eso no cuadraría con que sintiera el subido ahora, a no ser que la dama me hubiera inyectado algo. Enarque una ceja mirándola, tampoco la conocía de nada, decía saber manejar la Katana y la verdad aquel jardín precioso parecía a su vez un campo de entrenamiento.
Ladeé la sonrisa escuchando lo de los ases bajo la manga, quizás también yo pudiera enseñarle algunos trucos, algo me decía que no era malo con el acero.
-Acepto vuestro reto, que sea mañana, con el alba, es la hora con la que entrenamos los guerreros ¿cierto?
Era desconfiado por naturaleza y aunque admito algo me decía que esa chica era de fiar, otra parte de mi dudaba de todo y de todos.
Me acerqué a la fuente tomando asiento en el borde, la luna se reflejaba en sus aguas cristalinas y por unos instantes me quede mirándola embelesado, como si nada mas existiera. Asura se acercó y de un tirón la senté sobre mi, mis ojos recorrieron su cuerpo y mis manos afianzaron sus caderas para que sintiera mi dureza. No tardé en darme cuenta de lo que hacia, fue un impulso, uno que ni siquiera vi venir, como si todo mi cuerpo se dejara vencer por otro yo.
-Perdona -dije alzando las manos para dejarla ir, era consciente de que así no podía tratar a mi anfitriona y mucho menos sin saber ni siquiera quien era yo.
Mis ojos buscaron los ajenos, sabia que aquel acto la había perturbado.
-No se que me ha pasado, en vez de agradecer que me estés cuidando y alimentando me encargo de parecer un adolescente en celo que desea comerte -bromeé llevando la mano atrás de mi cabeza mientras me revolvía el pelo y le sonreía.
-Discúlpame, no volverá a pasar -aseguré en un intento de tranquilizarla
Me puse en pie y me acerqué a las zonas que tenían tajos de las armas de acero con las que la dama entrenaban, se notaba que estaban bien afiladas, su técnica era perfecta, aunque su fuerza no dejaba de ser la de una mujer media.
Deslicé por allí mi dedo, tratando de pensar en otra cosa que no fuera su cuerpo.
Era como si mis instintos primarios despertaran y yo luchara contra ellos con escudo y espada.
-Quizás tengáis razón y sea mejor que me retiré a descansar -susurré alzando la mirada del tronco.
Dejé escapar el aire tratando de tranquilizarme, todo me llevaba a ella, el olor que el aire impulsaba hacia mis fosas nasales, las formas que dibujaba frente a mis ojos, incluso el tacto que recordaba al haberme tocado la frente, todo, mis instintos mandaban y yo parecía tener que obedecer sin mas, algo que no iba a permitir de ningún modo.
-Me marcho, gracias por el paseo -sentencie tensando la mandíbula en el acto.
Como si estuviera en pleno subido de alguna droga, quizás era eso lo que sucedía, algún ajuste de cuentas por temas de sustancias.
Claro que eso no cuadraría con que sintiera el subido ahora, a no ser que la dama me hubiera inyectado algo. Enarque una ceja mirándola, tampoco la conocía de nada, decía saber manejar la Katana y la verdad aquel jardín precioso parecía a su vez un campo de entrenamiento.
Ladeé la sonrisa escuchando lo de los ases bajo la manga, quizás también yo pudiera enseñarle algunos trucos, algo me decía que no era malo con el acero.
-Acepto vuestro reto, que sea mañana, con el alba, es la hora con la que entrenamos los guerreros ¿cierto?
Era desconfiado por naturaleza y aunque admito algo me decía que esa chica era de fiar, otra parte de mi dudaba de todo y de todos.
Me acerqué a la fuente tomando asiento en el borde, la luna se reflejaba en sus aguas cristalinas y por unos instantes me quede mirándola embelesado, como si nada mas existiera. Asura se acercó y de un tirón la senté sobre mi, mis ojos recorrieron su cuerpo y mis manos afianzaron sus caderas para que sintiera mi dureza. No tardé en darme cuenta de lo que hacia, fue un impulso, uno que ni siquiera vi venir, como si todo mi cuerpo se dejara vencer por otro yo.
-Perdona -dije alzando las manos para dejarla ir, era consciente de que así no podía tratar a mi anfitriona y mucho menos sin saber ni siquiera quien era yo.
Mis ojos buscaron los ajenos, sabia que aquel acto la había perturbado.
-No se que me ha pasado, en vez de agradecer que me estés cuidando y alimentando me encargo de parecer un adolescente en celo que desea comerte -bromeé llevando la mano atrás de mi cabeza mientras me revolvía el pelo y le sonreía.
-Discúlpame, no volverá a pasar -aseguré en un intento de tranquilizarla
Me puse en pie y me acerqué a las zonas que tenían tajos de las armas de acero con las que la dama entrenaban, se notaba que estaban bien afiladas, su técnica era perfecta, aunque su fuerza no dejaba de ser la de una mujer media.
Deslicé por allí mi dedo, tratando de pensar en otra cosa que no fuera su cuerpo.
Era como si mis instintos primarios despertaran y yo luchara contra ellos con escudo y espada.
-Quizás tengáis razón y sea mejor que me retiré a descansar -susurré alzando la mirada del tronco.
Dejé escapar el aire tratando de tranquilizarme, todo me llevaba a ella, el olor que el aire impulsaba hacia mis fosas nasales, las formas que dibujaba frente a mis ojos, incluso el tacto que recordaba al haberme tocado la frente, todo, mis instintos mandaban y yo parecía tener que obedecer sin mas, algo que no iba a permitir de ningún modo.
-Me marcho, gracias por el paseo -sentencie tensando la mandíbula en el acto.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Hacía una noche estupenda pese al tiempo en el que estábamos, la luna brillaba con fuera sobre el cielo iluminando todo a su paso, las estrellas que podían verse también con perfecta claridad, y una leve pero refrescante brisa era lo que encontramos cuando salimos al jardín. Aún seguía con la idea de que no debería de estar andando y dando aquel paseo porque seguía firme en la idea de que había visto que sus heridas habían sido algunas graves, y nadie iba a quitarme aquel pensamiento de la cabeza. Pero tampoco quería darle muchas vueltas porque ya vería por la mañana quién iba a tener razón. El ruido de la caña de bambú dando contra la roca que había me sacó de mis pensamientos cuando vi que él miraba lo que le estaba mostrando.
Aquel se podía decir que era un jardín nipón en todas condiciones, porque a parte de los farolillos típicos, toda la decoración te hacía recordar como si estuvieras allí y no en París. Aparte había un árbol de cerezo que ya empezaba a florecer, nosotros lo llamábamos “sakura” a la flor que hacía, y era un símbolo en nuestro país aquellos pétalos. Aquel era uno de los pocos lugares donde más paz y tranquilidad podía sentir, donde más cerca de mí hogar me encontraba y donde también restaba la angustia y el malestar entrenando un poco y dar un par de golpes, no quería defraudar a mí padre y que pensara que al irme había perdido todo lo que él me había enseñado.
Lo miré cuando dijo que aceptaba el reto y que sería mañana y negué con la cabeza, no debería de estar de pie y ya estaba pensando en batirse contra mí por la mañana, no iba a ser justo porque no quería hacerle daño y que alguna herida estuviera peor por querer demostrar algo que, de momento, no sabía ni intuía lo que era. Aparte, ¿él sabía luchar? Al parecer algo debía de saber si había estado lleno de cortes y demás, si no se hubiera defendido ahora mismo seguramente estaría muerto.
-¿Tantas ganas tienes de perder y de que te derrote? –Sonreí divertida- Me parecería bien si no fuera porque no quiero abrirte de nuevo las heridas, mejor esperar un par de días para ver si mejoras. Lo que sí puedes hacer, es mirar como entreno… quizás así se te quiten las ganas de que te de una paliza –comenté divertida observando sus movimientos, si hubiera estado en condiciones no me habría importado batirme en un duelo con él, hacía tiempo que no entrenaba con alguien ya que lo hacía sola, tener a un contrincante lo hacía todo más divertido e inesperado. Le seguí con la mirada hasta que lo vi sentarse en el borde de la fuente, que era donde estaba aquella caña de bambú y decidí acercarme, no recordaba si en la fuente había peces o no, y de haberlos, seguramente la señora Haruka se encargaría de que no murieran. Estaba a punto de llegar y de sentarme en el borde mientras él miraba la luna que no me di cuenta de que, en un rápido movimiento, Agarwaen tomó mí cintura con sus manos y me sentó sobre él. Ya de por sí aquello me puso un poco nerviosa porque en mí país aquellos acercamientos no eran normales entre desconocidos, y no me acostumbraba a ello.
Pero lo que sí me puso extremadamente nerviosa fue el hecho de sentir como con sus manos me apretaba hacia él para… Oh, Kami. ¿Qué era aquello qué…? Me tensé sin poder evitarlo ya que no estaba acostumbrada ni mucho menos a todo aquello, solo había estado con un hombre, una vez, que había resultado ser con quien consideraba mí mejor amigo… y aún no terminaba de entender que las mentes parisinas funcionaban de forma diferente. Pude haberlo apartado de un golpe si hubiera querido, pero no lo hice porque estaba ya herido y no quería hacerle daño. En cuanto sus manos soltaron mí cintura no tardé en levarme de él y poner un poco de distancia. Lo miré mientras se disculpaba y llevaba ambos brazos como si rodeara mí cintura. Me había dejado un poco perpleja por aquello, que no había esperado para nada.
-Te perdono, pero por favor, no vuelvas a hacer eso de nuevo –por más que quisiera no iba a acostumbrarme nunca a ese tipo de cosas, era demasiado inocente como para actuar de normalidad, par ese tipo de cosas jamás estaría preparada- Tranquilo, sé que no lo harás de nuevo –porque no iba a reprocharle nada, y tampoco quería seguir con el tema. Agradecí que se disculpara que y que me dejara marchar, y lo miré cuando comenzó a mirar donde entrenaba con la Katana viendo que pasaba el dedo por los tajos que hacía al entrenar. Sus ojos me miraron y asentí con la cabeza al ver que por una vez me daba la razón- Sí, tus heridas sanarán mejor que estando aquí de pie. Mañana te llevarán el desayuno y veremos cómo están tus heridas, si estás curado te daré ese combate si es lo que quieres –negué levemente con la cabeza, ¿me agradecía el paso? No había hecho nada, quizás es que necesitaba de verdad tomar un poco el aire- No hay de qué. Oyasumi*, Agarwaen –le dije con una leve sonrisa esperando a que se marchara- Cualquier cosa que necesites se lo puedes pedir a la señora Haruka, ella te lo dará –me refería a alguna manta, o cualquier otra cosa que pudiera necesitar. Esperé a que se marchara a su habitación y yo me metí a un pequeño cuarto que era donde tenía las Katanas con las que solía entrenar, eran de varios tamaños y de diferentes colores. Las limpié dejándolas preparadas para la mañana siguiente cuando fuera a entrenar. Me metí en la cama y dormí toda la noche hasta que los rayos del sol se colaron por la ventana, bostecé incorporándome en la cama y me puse un Yukata blanco con estampados de árboles de cerezo y peces koi en el y bajé dirigiéndome a la cocina donde la señora Haruka, como siempre, ya estaba preparando el desayuno- Ohaiyo* Haruka –le sonreí- ¿Se ha despertado nuestro invitado? –Pregunté cogiendo una tostada viendo que ella terminaba de preparar más cosas para el desayuno y su negativa con la cabeza, no lo molestaría así que seguramente durmiera por un rato más para recuperar energías.
*Oyasumi: Buenas noches
*Ohaiyo: Buenos días
Aquel se podía decir que era un jardín nipón en todas condiciones, porque a parte de los farolillos típicos, toda la decoración te hacía recordar como si estuvieras allí y no en París. Aparte había un árbol de cerezo que ya empezaba a florecer, nosotros lo llamábamos “sakura” a la flor que hacía, y era un símbolo en nuestro país aquellos pétalos. Aquel era uno de los pocos lugares donde más paz y tranquilidad podía sentir, donde más cerca de mí hogar me encontraba y donde también restaba la angustia y el malestar entrenando un poco y dar un par de golpes, no quería defraudar a mí padre y que pensara que al irme había perdido todo lo que él me había enseñado.
Lo miré cuando dijo que aceptaba el reto y que sería mañana y negué con la cabeza, no debería de estar de pie y ya estaba pensando en batirse contra mí por la mañana, no iba a ser justo porque no quería hacerle daño y que alguna herida estuviera peor por querer demostrar algo que, de momento, no sabía ni intuía lo que era. Aparte, ¿él sabía luchar? Al parecer algo debía de saber si había estado lleno de cortes y demás, si no se hubiera defendido ahora mismo seguramente estaría muerto.
-¿Tantas ganas tienes de perder y de que te derrote? –Sonreí divertida- Me parecería bien si no fuera porque no quiero abrirte de nuevo las heridas, mejor esperar un par de días para ver si mejoras. Lo que sí puedes hacer, es mirar como entreno… quizás así se te quiten las ganas de que te de una paliza –comenté divertida observando sus movimientos, si hubiera estado en condiciones no me habría importado batirme en un duelo con él, hacía tiempo que no entrenaba con alguien ya que lo hacía sola, tener a un contrincante lo hacía todo más divertido e inesperado. Le seguí con la mirada hasta que lo vi sentarse en el borde de la fuente, que era donde estaba aquella caña de bambú y decidí acercarme, no recordaba si en la fuente había peces o no, y de haberlos, seguramente la señora Haruka se encargaría de que no murieran. Estaba a punto de llegar y de sentarme en el borde mientras él miraba la luna que no me di cuenta de que, en un rápido movimiento, Agarwaen tomó mí cintura con sus manos y me sentó sobre él. Ya de por sí aquello me puso un poco nerviosa porque en mí país aquellos acercamientos no eran normales entre desconocidos, y no me acostumbraba a ello.
Pero lo que sí me puso extremadamente nerviosa fue el hecho de sentir como con sus manos me apretaba hacia él para… Oh, Kami. ¿Qué era aquello qué…? Me tensé sin poder evitarlo ya que no estaba acostumbrada ni mucho menos a todo aquello, solo había estado con un hombre, una vez, que había resultado ser con quien consideraba mí mejor amigo… y aún no terminaba de entender que las mentes parisinas funcionaban de forma diferente. Pude haberlo apartado de un golpe si hubiera querido, pero no lo hice porque estaba ya herido y no quería hacerle daño. En cuanto sus manos soltaron mí cintura no tardé en levarme de él y poner un poco de distancia. Lo miré mientras se disculpaba y llevaba ambos brazos como si rodeara mí cintura. Me había dejado un poco perpleja por aquello, que no había esperado para nada.
-Te perdono, pero por favor, no vuelvas a hacer eso de nuevo –por más que quisiera no iba a acostumbrarme nunca a ese tipo de cosas, era demasiado inocente como para actuar de normalidad, par ese tipo de cosas jamás estaría preparada- Tranquilo, sé que no lo harás de nuevo –porque no iba a reprocharle nada, y tampoco quería seguir con el tema. Agradecí que se disculpara que y que me dejara marchar, y lo miré cuando comenzó a mirar donde entrenaba con la Katana viendo que pasaba el dedo por los tajos que hacía al entrenar. Sus ojos me miraron y asentí con la cabeza al ver que por una vez me daba la razón- Sí, tus heridas sanarán mejor que estando aquí de pie. Mañana te llevarán el desayuno y veremos cómo están tus heridas, si estás curado te daré ese combate si es lo que quieres –negué levemente con la cabeza, ¿me agradecía el paso? No había hecho nada, quizás es que necesitaba de verdad tomar un poco el aire- No hay de qué. Oyasumi*, Agarwaen –le dije con una leve sonrisa esperando a que se marchara- Cualquier cosa que necesites se lo puedes pedir a la señora Haruka, ella te lo dará –me refería a alguna manta, o cualquier otra cosa que pudiera necesitar. Esperé a que se marchara a su habitación y yo me metí a un pequeño cuarto que era donde tenía las Katanas con las que solía entrenar, eran de varios tamaños y de diferentes colores. Las limpié dejándolas preparadas para la mañana siguiente cuando fuera a entrenar. Me metí en la cama y dormí toda la noche hasta que los rayos del sol se colaron por la ventana, bostecé incorporándome en la cama y me puse un Yukata blanco con estampados de árboles de cerezo y peces koi en el y bajé dirigiéndome a la cocina donde la señora Haruka, como siempre, ya estaba preparando el desayuno- Ohaiyo* Haruka –le sonreí- ¿Se ha despertado nuestro invitado? –Pregunté cogiendo una tostada viendo que ella terminaba de preparar más cosas para el desayuno y su negativa con la cabeza, no lo molestaría así que seguramente durmiera por un rato más para recuperar energías.
*Oyasumi: Buenas noches
*Ohaiyo: Buenos días
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Los primeros rayos de luz entraron por el postigo de la habitación, pestañeé un par de veces mientras estiraba mi cuerpo sobre el lecho.
Me sentía bien, aparté los vendajes, mis heridas estaban completamente cicatrizadas, ningún dolor surcaba mi cuerpo, mas bien todo lo contrario, me sentía plagado de energías.
Me puse en pie, frente a mi, la vasija para lavarme el rostro, moje el pelo y me acerqué a la silla para colocarme las ropas, coloque los kukris en mi cinto y atravesé el portón en busca de mi anfitriona.
Recordaba lo que había sucedido la noche anterior, ahora estaba mas calmado, algo que posiblemente la joven asiática agradecía.
Golpeé dos veces la puerta del gran salón ladeando la sonrisa para contemplar a sendas mujeres que compartían desayuno.
-Buenos días -salude hundiendo mis ojos en los de la Asura -estoy preparado para que me des una paliza -bromeé tendiéndole la mano mientras me acercaba a ella para que la tomara.
La dama iba a abrir la boca, hasta que negué con la cabeza con una sonrisa, me alcé la camisola para que viera que mis heridas estaban totalmente curadas, no encontraría rastro de moratón, ni de rasguño alguno, habían desaparecido como por arte de magia.
Sin pensarlo tome sendas tostadas, llevándome una a la boca, estaba famélico, pero mi cuerpo me pedía aire fresco, salir, entrenar, era como si necesitara hacer algo ademas de comer sin parar.
Devoré las tostadas camino al patio de armas, bueno, mas bien a aquel jardín nipon que parecía perfecto para pasar una buena mañana los dos.
-¿sueles tener tu primera cita con un hombre con una espada en la mano? -pregunté divertido.
Deslicé mis ojos por sus dedos no había anillo de compromiso, lo que significaba que estaba libre, no me extrañaba, pocos hombres asumen que una mujer pueda darte una paliza con las armas.
Le indiqué con la cabeza que tomara sus armas, estaba impaciente, aunque algo me decía que yo tendía a ser así de impulsivo.
Saqué sendos kukris haciéndolos bailar entre mis dedos con suma facilidad, al menos no había olvidado como manejar las armas.
-Apostemos algo, estoy seguro que eso motivara mas nuestro encuentro -dije buscando su mirada.
Ladeé la sonrisa, deslizando el mango del cuchillo hasta lanzarlo por los aires para tomarlo con facilidad, como si de un habitual juego se tratase.
-Si vos ganáis, sois dueña de mi noche, podemos hacer lo que deseéis, desde una noche de opera hasta una noche cabalgado en mi lecho -bromeé - Mas si gano yo, soy dueño de vuestro tiempo ¿aceptáis o tenéis miedo?
Todos mis sentidos estaba alerta, cada movimiento del viento surcando aquellos arboles en flor, su pelo negro moviéndose al mismo son, podía escuchar su agitada respiración, el olor que desprendía su cuerpo, todo era tan intenso.
Ladeé la cabeza contemplando sus movimientos, sutiles, diestros
-¿que me dices pequeña samurái?
Me sentía bien, aparté los vendajes, mis heridas estaban completamente cicatrizadas, ningún dolor surcaba mi cuerpo, mas bien todo lo contrario, me sentía plagado de energías.
Me puse en pie, frente a mi, la vasija para lavarme el rostro, moje el pelo y me acerqué a la silla para colocarme las ropas, coloque los kukris en mi cinto y atravesé el portón en busca de mi anfitriona.
Recordaba lo que había sucedido la noche anterior, ahora estaba mas calmado, algo que posiblemente la joven asiática agradecía.
Golpeé dos veces la puerta del gran salón ladeando la sonrisa para contemplar a sendas mujeres que compartían desayuno.
-Buenos días -salude hundiendo mis ojos en los de la Asura -estoy preparado para que me des una paliza -bromeé tendiéndole la mano mientras me acercaba a ella para que la tomara.
La dama iba a abrir la boca, hasta que negué con la cabeza con una sonrisa, me alcé la camisola para que viera que mis heridas estaban totalmente curadas, no encontraría rastro de moratón, ni de rasguño alguno, habían desaparecido como por arte de magia.
Sin pensarlo tome sendas tostadas, llevándome una a la boca, estaba famélico, pero mi cuerpo me pedía aire fresco, salir, entrenar, era como si necesitara hacer algo ademas de comer sin parar.
Devoré las tostadas camino al patio de armas, bueno, mas bien a aquel jardín nipon que parecía perfecto para pasar una buena mañana los dos.
-¿sueles tener tu primera cita con un hombre con una espada en la mano? -pregunté divertido.
Deslicé mis ojos por sus dedos no había anillo de compromiso, lo que significaba que estaba libre, no me extrañaba, pocos hombres asumen que una mujer pueda darte una paliza con las armas.
Le indiqué con la cabeza que tomara sus armas, estaba impaciente, aunque algo me decía que yo tendía a ser así de impulsivo.
Saqué sendos kukris haciéndolos bailar entre mis dedos con suma facilidad, al menos no había olvidado como manejar las armas.
-Apostemos algo, estoy seguro que eso motivara mas nuestro encuentro -dije buscando su mirada.
Ladeé la sonrisa, deslizando el mango del cuchillo hasta lanzarlo por los aires para tomarlo con facilidad, como si de un habitual juego se tratase.
-Si vos ganáis, sois dueña de mi noche, podemos hacer lo que deseéis, desde una noche de opera hasta una noche cabalgado en mi lecho -bromeé - Mas si gano yo, soy dueño de vuestro tiempo ¿aceptáis o tenéis miedo?
Todos mis sentidos estaba alerta, cada movimiento del viento surcando aquellos arboles en flor, su pelo negro moviéndose al mismo son, podía escuchar su agitada respiración, el olor que desprendía su cuerpo, todo era tan intenso.
Ladeé la cabeza contemplando sus movimientos, sutiles, diestros
-¿que me dices pequeña samurái?
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Hacía una mañana estupenda para practicar un poco, el sol brillaba en lo alto, el cielo estaba despejado e incluso para ser una mañana todavía en el mes que estábamos, que íbamos de cara a la primera, el sol picaba un poco. La señora Haruka había preparado un desayuno exquisito, como siempre solía hacer. Muchas veces preparaba un desayuno típico japonés que agradecía porque a veces añoraba un poco aquello, así que había tostadas, zumo, y algo de bollería, pero también arroz, tortilla y algo más que se solía servir en nuestros desayunos. Hice un poco mezcla de ambos tipos de desayuno mientras hablábamos en la cocina esperando a que nuestro invitado pudiera despertarse para ver cómo habían evolucionado sus heridas.
Aún seguía dándole vueltas a lo que había visto por la noche, era imposible que se hubiera curado tan rápido de las heridas que presentaba y no quería comentarle nada a ella que también las había visto, así que sería perfecto cuando se levantara poder ver con claridad que era lo que tenía y como estaban. Me encontraba sentada en un taburete de la cocina mientras Haruka limpiaba lo poco que quedaba de lo que había utilizado para hacer el desayuno cuando unos golpes en la puerta fue lo que hizo que nos giráramos en dirección a la puerta. Ahí estaba nuestro invitado que educadamente nos saludaba y luego pasaba a entrar a la cocina. Lo miré enarcando una ceja mientras terminaba lo que había en mí plato, ¿tantas ganas tenía de perder? Haruka lanzó una leve risita que me hizo mirarla ante sus palabras.
-¿No crees que primero deberías de desayunar? Haruka hace unos desayunos realmente deliciosos. Luego veremos cómo están esas heridas y ya veremos si te doy esa paliza o no –comenté terminando el zumo que quedaba en el vaso pero él se adelantó a mis palabras, cogió un par de tostadas y sin ningún problema se levantó la camisa para enseñarnos su torso a ambas. Me lo quedé mirando con la boca un poco abierta, una cosa era mirarlo de noche donde no se apreciaba mucho, pero ahora con la luz del sol que se veía que no llevaba nada… ¿cómo podía ser?
-¡Arienai*! –Exclamó Haruka quien también se había quedado sorprendida como yo, buscó mí mirada y yo la miré sin saber muy bien que decirle, las dos habíamos curado y cerrado sus heridas, habíamos visto como estaba y una noche más tarde estaba completamente curado… era imposible. Iba a decirle algo cuando tomó mí brazo al parecer con ganas de entrenar y salir al jardín de nuevo, así que giré mí vista a Haruka y me encogí de hombros.
-Gochiosama*, Haruka –le dije antes de desaparecer por la puerta de la cocina y dejar que tirara de mí hasta el jardín donde podríamos entrenar. Reí ante su comentario cuando llegamos al exterior y pude ver que miraba mis dedos en busca de un anillo inexistente, mas sabía que aquello pronto iba a cambiar porque tenía la firma sospecha de que mí padre me estaba organizando un matrimonio concertado- Sí, me gusta dejarles claro que soy una mujer de armas tomar, y de paso, les doy una valiosa lección –comenté observándole mientras él se ponía en posición con esos cuchillos que llevaba entre manos. Bajé mí vista mirando las ropas que llevaba, no eran las más adecuadas para entrenar y lo sabía porque delimitaban mis movimientos- No puedo competir en igualdad de condiciones vestida así, dame un momento para cambiarme y ahora vuelvo… estira mientras tanto, te va a hacer falta –me giré para dirigirme hacia una pequeña caseta que había, deslicé la puerta corredera típica de nuestras casas, era como una pequeña salita donde había ropa para cambiarme así como donde guardaba las katanas. También tenía una armadura de un guerrero samurái, pero no iba a ponerme aquello.
Opté por quitarme la ropa y coger uno de los uniformes que solíamos usar para entrenar, este era negro y se ataba con un cinto típico del de los luchadores. Constaba de dos piezas, un pantalón ancho con el que tenías mayor movimiento, y una camisa de media manga con el centro bordado en una línea que descendía por el centro de la prenda como si fueran botones de color dorado. Cogí un kunai y una de las katanas, que tenía el mango negro con el dibujo grabado de un dragón en dorado, y salí ya cambiada acercándome a él. Hice un par de estiramientos mientras él proponía una apuesta para hacerlo más interesante. Le hice un gesto con la cabeza para que dijera qué proponía y entonces fue cuando dijo la primera de las opciones, fruncí un poco el ceño por ello sin llegar a comprender algo del todo.
-¿Cabalgar? –Pregunté extrañada aunque por la sonrisa que traía en el rostro entendí, de pronto, lo que quiso decirme. Abrí la boca con sorpresa por sus palabras notando como mis mejillas enrojecían sin poder evitarlo… ¿cómo osaba apostar siquiera algo así?- Na… nada de… mmm… ¡cabalgar! –desvié mí mirada por un momento notando la vergüenza que me había dicho decir eso, tan propia en mí, y que no iba a consentir que pasara. Él siguió hablando y lo miré mientras veía que lanzaba el cuchillo y lo cogía al vuelo, bueno, yo también sabía hacer eso con los ojos cerrados. ¿Creía que tenía miedo?- Prepárate, Agarwaen, vas a ver lo que esta pequeña samurái puede llegar a hacer –no le di tiempo a que pudiera decir nada más, le lancé el kunai que sabía que iba a desviar con uno de sus cuchillos y me abalancé hacia él con la Katana en alto, esquivó el golpe y cuando quiso devolverlo rodé por el suelo en la dirección donde estaba el kunai y mientras él atacaba con sus cuchillos yo me defendía alternando kunai y Katana, giré de forma rápida entre medio de sus ataques que eran medidos y exactos en tiempo y le di una patada en el estómago alejándolo para lanzarle el kunai a los pies, haciendo que desviando su trayectoria, pero que al mismo tiempo yo me acercaba hacia el lugar donde se iba a desviar y moví la Katana como si fuera a rebanar su cabeza pero que paré antes de que esta llegara a tocar su garganta, y sonreí por aquello- El primer asalto es mío –reí divertida y retrocedí un par de pasos poniéndome de nuevo en posición con la Katana preparada para el mejor asalto- ¿Cuántos asaltos dices que tengo que vencerte para ganar?
*Arienai: No puede ser
*Gochiosama: Gracias por la comida
Aún seguía dándole vueltas a lo que había visto por la noche, era imposible que se hubiera curado tan rápido de las heridas que presentaba y no quería comentarle nada a ella que también las había visto, así que sería perfecto cuando se levantara poder ver con claridad que era lo que tenía y como estaban. Me encontraba sentada en un taburete de la cocina mientras Haruka limpiaba lo poco que quedaba de lo que había utilizado para hacer el desayuno cuando unos golpes en la puerta fue lo que hizo que nos giráramos en dirección a la puerta. Ahí estaba nuestro invitado que educadamente nos saludaba y luego pasaba a entrar a la cocina. Lo miré enarcando una ceja mientras terminaba lo que había en mí plato, ¿tantas ganas tenía de perder? Haruka lanzó una leve risita que me hizo mirarla ante sus palabras.
-¿No crees que primero deberías de desayunar? Haruka hace unos desayunos realmente deliciosos. Luego veremos cómo están esas heridas y ya veremos si te doy esa paliza o no –comenté terminando el zumo que quedaba en el vaso pero él se adelantó a mis palabras, cogió un par de tostadas y sin ningún problema se levantó la camisa para enseñarnos su torso a ambas. Me lo quedé mirando con la boca un poco abierta, una cosa era mirarlo de noche donde no se apreciaba mucho, pero ahora con la luz del sol que se veía que no llevaba nada… ¿cómo podía ser?
-¡Arienai*! –Exclamó Haruka quien también se había quedado sorprendida como yo, buscó mí mirada y yo la miré sin saber muy bien que decirle, las dos habíamos curado y cerrado sus heridas, habíamos visto como estaba y una noche más tarde estaba completamente curado… era imposible. Iba a decirle algo cuando tomó mí brazo al parecer con ganas de entrenar y salir al jardín de nuevo, así que giré mí vista a Haruka y me encogí de hombros.
-Gochiosama*, Haruka –le dije antes de desaparecer por la puerta de la cocina y dejar que tirara de mí hasta el jardín donde podríamos entrenar. Reí ante su comentario cuando llegamos al exterior y pude ver que miraba mis dedos en busca de un anillo inexistente, mas sabía que aquello pronto iba a cambiar porque tenía la firma sospecha de que mí padre me estaba organizando un matrimonio concertado- Sí, me gusta dejarles claro que soy una mujer de armas tomar, y de paso, les doy una valiosa lección –comenté observándole mientras él se ponía en posición con esos cuchillos que llevaba entre manos. Bajé mí vista mirando las ropas que llevaba, no eran las más adecuadas para entrenar y lo sabía porque delimitaban mis movimientos- No puedo competir en igualdad de condiciones vestida así, dame un momento para cambiarme y ahora vuelvo… estira mientras tanto, te va a hacer falta –me giré para dirigirme hacia una pequeña caseta que había, deslicé la puerta corredera típica de nuestras casas, era como una pequeña salita donde había ropa para cambiarme así como donde guardaba las katanas. También tenía una armadura de un guerrero samurái, pero no iba a ponerme aquello.
Opté por quitarme la ropa y coger uno de los uniformes que solíamos usar para entrenar, este era negro y se ataba con un cinto típico del de los luchadores. Constaba de dos piezas, un pantalón ancho con el que tenías mayor movimiento, y una camisa de media manga con el centro bordado en una línea que descendía por el centro de la prenda como si fueran botones de color dorado. Cogí un kunai y una de las katanas, que tenía el mango negro con el dibujo grabado de un dragón en dorado, y salí ya cambiada acercándome a él. Hice un par de estiramientos mientras él proponía una apuesta para hacerlo más interesante. Le hice un gesto con la cabeza para que dijera qué proponía y entonces fue cuando dijo la primera de las opciones, fruncí un poco el ceño por ello sin llegar a comprender algo del todo.
-¿Cabalgar? –Pregunté extrañada aunque por la sonrisa que traía en el rostro entendí, de pronto, lo que quiso decirme. Abrí la boca con sorpresa por sus palabras notando como mis mejillas enrojecían sin poder evitarlo… ¿cómo osaba apostar siquiera algo así?- Na… nada de… mmm… ¡cabalgar! –desvié mí mirada por un momento notando la vergüenza que me había dicho decir eso, tan propia en mí, y que no iba a consentir que pasara. Él siguió hablando y lo miré mientras veía que lanzaba el cuchillo y lo cogía al vuelo, bueno, yo también sabía hacer eso con los ojos cerrados. ¿Creía que tenía miedo?- Prepárate, Agarwaen, vas a ver lo que esta pequeña samurái puede llegar a hacer –no le di tiempo a que pudiera decir nada más, le lancé el kunai que sabía que iba a desviar con uno de sus cuchillos y me abalancé hacia él con la Katana en alto, esquivó el golpe y cuando quiso devolverlo rodé por el suelo en la dirección donde estaba el kunai y mientras él atacaba con sus cuchillos yo me defendía alternando kunai y Katana, giré de forma rápida entre medio de sus ataques que eran medidos y exactos en tiempo y le di una patada en el estómago alejándolo para lanzarle el kunai a los pies, haciendo que desviando su trayectoria, pero que al mismo tiempo yo me acercaba hacia el lugar donde se iba a desviar y moví la Katana como si fuera a rebanar su cabeza pero que paré antes de que esta llegara a tocar su garganta, y sonreí por aquello- El primer asalto es mío –reí divertida y retrocedí un par de pasos poniéndome de nuevo en posición con la Katana preparada para el mejor asalto- ¿Cuántos asaltos dices que tengo que vencerte para ganar?
*Arienai: No puede ser
*Gochiosama: Gracias por la comida
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
No pude evitar ladear la sonrisa mientras mis verdes se hundían en su rasgada mirada- ¿cabalgar? ¿Tan extraño era? ¿no era eso lo que hacia un hombre y una mujer?
Negué con la cabeza al ver como sus mejillas ardían, ella era de alta cuna y al parecer, yo un hombre con ausencia de modales, algo que ya me quedo claro con el gesto de la noche pasada.
-Me disculpo -atajé haciendo una pequeña reverencia -podemos ¿cenar a la luz de unas velas?
La dama no dudo en comenzar, no era el momento de charlas, ni paseos por los jardines si no de enfrentarnos en duelo.
Sentía los mangos de los cuchillos rozar mi piel, amoldarse perfectamente a esta, como si fueran una extensión de mi.
La nipona me lanzó un kunai, al parecer sus nuevas ropas si le daban la libertad necesaria para luchar y no lo hacia nada mal.
Desvié este, mas en décimas de segundos la tenia frente a mi, con la katana en alto decidida a dar el golpe de gracia.
Esquivé el golpe, mas pese a que lleve mi acero hacia su muslo, esta rodó con tino por un lateral recuperando el Kunai.
Sendos aceros se encontraron, salvajes, fieros, movimientos raudos por una y otra parte, ella mas diestra, yo mas salvaje hasta que finalmente su hoja invadió mi cuello y sin duda era justa ganadora del primer encuentro.
Sonreí con picardia escuchando sus palabras, no tenia escusas ni las buscaba, la situación hasta me parecía divertida.
Era como si mi orgullo se resintiera a quedar devastado por una mujer, así que tensé el gesto y me abalancé sobre ella intercalando una serie de bastos ataques que ella detenía con su Katana mientras retrocedía por la intensidad y fuerza empleada en ellos.
Me esquivo varias veces, piruetas laterales y todo un arsenal de fintas que la dama hacia con suma maestría.
¿Como seria esa mujer en la cama?
Craso fue mi erro cuando desvié mi atencion hacia el suelo, alzo tierra con la punta de la espada y me cegó por un momento, el necesario para que de nuevo la hoja acariciara mi yugular.
-Y va dos -aullé
Empezaba a estar molesto, algo que evidenciaban mis movimientos circulares a su alrededor, parecía un depredador y ella mi presa.
No veía el instante en el que abalanzarme sobre esta y demostrarle que yo era mas grande, mas fuerte.
Sin pensármelo dos veces, lo hice, olvide las armas, y caí sobre esta gruñendo, sus aceros cayeron al suelo y mi cuerpo quedo como única prisión del ajeno.
Su rostro contra el mio, mis ambar en sus rasgados ojos, ladeé el rostro para contemplarla, mi presa había sucumbido y su cuello me llamaba.
Negué con la cabeza al ver como sus mejillas ardían, ella era de alta cuna y al parecer, yo un hombre con ausencia de modales, algo que ya me quedo claro con el gesto de la noche pasada.
-Me disculpo -atajé haciendo una pequeña reverencia -podemos ¿cenar a la luz de unas velas?
La dama no dudo en comenzar, no era el momento de charlas, ni paseos por los jardines si no de enfrentarnos en duelo.
Sentía los mangos de los cuchillos rozar mi piel, amoldarse perfectamente a esta, como si fueran una extensión de mi.
La nipona me lanzó un kunai, al parecer sus nuevas ropas si le daban la libertad necesaria para luchar y no lo hacia nada mal.
Desvié este, mas en décimas de segundos la tenia frente a mi, con la katana en alto decidida a dar el golpe de gracia.
Esquivé el golpe, mas pese a que lleve mi acero hacia su muslo, esta rodó con tino por un lateral recuperando el Kunai.
Sendos aceros se encontraron, salvajes, fieros, movimientos raudos por una y otra parte, ella mas diestra, yo mas salvaje hasta que finalmente su hoja invadió mi cuello y sin duda era justa ganadora del primer encuentro.
Sonreí con picardia escuchando sus palabras, no tenia escusas ni las buscaba, la situación hasta me parecía divertida.
Era como si mi orgullo se resintiera a quedar devastado por una mujer, así que tensé el gesto y me abalancé sobre ella intercalando una serie de bastos ataques que ella detenía con su Katana mientras retrocedía por la intensidad y fuerza empleada en ellos.
Me esquivo varias veces, piruetas laterales y todo un arsenal de fintas que la dama hacia con suma maestría.
¿Como seria esa mujer en la cama?
Craso fue mi erro cuando desvié mi atencion hacia el suelo, alzo tierra con la punta de la espada y me cegó por un momento, el necesario para que de nuevo la hoja acariciara mi yugular.
-Y va dos -aullé
Empezaba a estar molesto, algo que evidenciaban mis movimientos circulares a su alrededor, parecía un depredador y ella mi presa.
No veía el instante en el que abalanzarme sobre esta y demostrarle que yo era mas grande, mas fuerte.
Sin pensármelo dos veces, lo hice, olvide las armas, y caí sobre esta gruñendo, sus aceros cayeron al suelo y mi cuerpo quedo como única prisión del ajeno.
Su rostro contra el mio, mis ambar en sus rasgados ojos, ladeé el rostro para contemplarla, mi presa había sucumbido y su cuello me llamaba.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
No era el momento para ninguna charla y no pensaba responder a sus palabras, había pedido un entrenamiento y un enfrentamiento y eso es lo que iba a tener, luego ya veríamos quién de los dos ganaba y quién pedía a hacer qué al otro. Mis movimientos fueron rápidos contra él que se defendía bastante bien y tras unos minutos en los que estuvimos así fui yo quien se alzó con la primera victoria de la mañana. Retrocedí sonriendo y me puse en posición de ataque para esperar a que comenzara, y no tardó en hacerlo. Sus movimientos eran rápidos y violentos, con mucha fuerza, haciendo que tuviera que retroceder en cada estocada para poder defenderme con la Katana. Pero era algo más rápido que él y pensaba aprovechar eso a mí favor para así poder ganar el segundo asalto, aunque no había dicho cuántos eran necesarios para ganarle, pero suponía que con tres sería más que suficiente.
Rodé por el suelo esquivando uno de los golpes y me levanté con rapidez alzando la Katana para parar el siguiente golpe que dirigió contra mí, siguió acometiendo con su fuerza cuando yo solamente podía esquivar, rodar y hacer fintas para esquivar y parar sus ataques. Hubo uno de sus ataques que me obligó a rodar por el suelo y levantarme con rapidez para parar el golpe, pero aún no me había estabilizado bien cuando volvió a golpear el siguiente golpe y tuve que agacharme y girar dándole la espalda, llevar la Katana hacia un lado de forma que quedara en horizontal con mí rostro, parando el ataque que se dirigía hacía mí y haciendo fuerza hacia delante logré separar su cuchillo de la Katana, giré para intentar darle una patada que esquivó echándose hacia atrás y fue cuando lo despisté de aquella manera para de nuevo dejar mí hoja afilada junto a su cuello.
-Y van dos –repetí sus palabras y volví a ponerme en posición esperando su siguiente movimiento, él parecía centrar su mirada en mí y me dio la sensación como si me estuviera acechando de alguna forma, me rodeaba como hacían los tiburones que rondaban su presa pero que no quité ni aparté mí vista de él bajo ningún concepto, ni en ningún momento. Lo que no me esperé es que tirara sus armas al suelo y, en un parpadeo, se abalanzara sobre mí haciendo que perdiera el equilibrio, mí Katana quedara tirada por el suelo y mí espalda chocara contra este teniéndolo a él encima de mí, con todo su peso sobre mí cuerpo. Sabía defensa personal y aunque no tenía un arma a mano sabía lo que tenía que hacer para quitármelo de encima, mí padre me había instruido demasiado bien.
Sus ojos estaban fijos en los míos y parecía que más bien se le había olvidado la idea de pelear porque no me hacía nada, solamente ladeó su rostro y me miró de aquella forma que durante un momento incluso llegó a intimidarme. Fruncí el ceño no dejando que eso pudiera conmigo y con mis manos libres pues no las había apresado, cogí la camisa que llevaba por la parte de los hombros, lo empujé un poco hacía atrás haciendo que su cuerpo se separara más del mío, y de un rápido movimiento por el hueco que había dejado una de mis piernas se colara hasta apoyar la planta del pie en su pecho, con un fuerte tirón acompañando la inercia ejercida con mí pie y de tener cogida su camisa con mis manos lo lancé hacia atrás haciendo que se quitara de encima de mí. Volteé con rapidez y dejé que mí cuerpo se pusiera sobre el suyo, con mis brazos cogí uno de sus brazos y lo inmovilicé utilizado mí rodilla como si fuera a partirle el brazo inutilizando este, y mí otra rodilla se apoyó en su pecho ejerciendo la presión que necesitaría de querer hacerlo, pero que lo único que quería en ese momento era mantenerlo pegado al suelo y que no se moviera.
-Y van tres –le dije con la respiración agitada por la pelea, no me moví ni aflojé el agarre hasta que noté que parecía que volvía a la normalidad y sus ojos me miraban como si hubiera estado sumido en un trance y no se hubiera dado cuenta de ello. Lo solté para que pudiera mover el brazo pero no quité la rodilla de su pecho- ¿Estás bien? –Pregunté mirándolo, no quería que se hubiera hecho daño por mí culpa a pesar de su insistencia por entrenar- Creo que soy una justa vencedora, con lo que según tú apuesta… eso me deja con que yo decido –sonreí de lado y me aparté totalmente para luego tumbarme en el suelo que estaba todo cubierto por la hierba del jardín y miré al cielo mientras mi respiración se normalizaba- Buen combate, por cierto, hacía tiempo que no luchaba así con nadie. Está claro que tienes nociones de lucha, ¿has podido recordar algo? –Pregunté por si aquello le había ayudado de algo.
Rodé por el suelo esquivando uno de los golpes y me levanté con rapidez alzando la Katana para parar el siguiente golpe que dirigió contra mí, siguió acometiendo con su fuerza cuando yo solamente podía esquivar, rodar y hacer fintas para esquivar y parar sus ataques. Hubo uno de sus ataques que me obligó a rodar por el suelo y levantarme con rapidez para parar el golpe, pero aún no me había estabilizado bien cuando volvió a golpear el siguiente golpe y tuve que agacharme y girar dándole la espalda, llevar la Katana hacia un lado de forma que quedara en horizontal con mí rostro, parando el ataque que se dirigía hacía mí y haciendo fuerza hacia delante logré separar su cuchillo de la Katana, giré para intentar darle una patada que esquivó echándose hacia atrás y fue cuando lo despisté de aquella manera para de nuevo dejar mí hoja afilada junto a su cuello.
-Y van dos –repetí sus palabras y volví a ponerme en posición esperando su siguiente movimiento, él parecía centrar su mirada en mí y me dio la sensación como si me estuviera acechando de alguna forma, me rodeaba como hacían los tiburones que rondaban su presa pero que no quité ni aparté mí vista de él bajo ningún concepto, ni en ningún momento. Lo que no me esperé es que tirara sus armas al suelo y, en un parpadeo, se abalanzara sobre mí haciendo que perdiera el equilibrio, mí Katana quedara tirada por el suelo y mí espalda chocara contra este teniéndolo a él encima de mí, con todo su peso sobre mí cuerpo. Sabía defensa personal y aunque no tenía un arma a mano sabía lo que tenía que hacer para quitármelo de encima, mí padre me había instruido demasiado bien.
Sus ojos estaban fijos en los míos y parecía que más bien se le había olvidado la idea de pelear porque no me hacía nada, solamente ladeó su rostro y me miró de aquella forma que durante un momento incluso llegó a intimidarme. Fruncí el ceño no dejando que eso pudiera conmigo y con mis manos libres pues no las había apresado, cogí la camisa que llevaba por la parte de los hombros, lo empujé un poco hacía atrás haciendo que su cuerpo se separara más del mío, y de un rápido movimiento por el hueco que había dejado una de mis piernas se colara hasta apoyar la planta del pie en su pecho, con un fuerte tirón acompañando la inercia ejercida con mí pie y de tener cogida su camisa con mis manos lo lancé hacia atrás haciendo que se quitara de encima de mí. Volteé con rapidez y dejé que mí cuerpo se pusiera sobre el suyo, con mis brazos cogí uno de sus brazos y lo inmovilicé utilizado mí rodilla como si fuera a partirle el brazo inutilizando este, y mí otra rodilla se apoyó en su pecho ejerciendo la presión que necesitaría de querer hacerlo, pero que lo único que quería en ese momento era mantenerlo pegado al suelo y que no se moviera.
-Y van tres –le dije con la respiración agitada por la pelea, no me moví ni aflojé el agarre hasta que noté que parecía que volvía a la normalidad y sus ojos me miraban como si hubiera estado sumido en un trance y no se hubiera dado cuenta de ello. Lo solté para que pudiera mover el brazo pero no quité la rodilla de su pecho- ¿Estás bien? –Pregunté mirándolo, no quería que se hubiera hecho daño por mí culpa a pesar de su insistencia por entrenar- Creo que soy una justa vencedora, con lo que según tú apuesta… eso me deja con que yo decido –sonreí de lado y me aparté totalmente para luego tumbarme en el suelo que estaba todo cubierto por la hierba del jardín y miré al cielo mientras mi respiración se normalizaba- Buen combate, por cierto, hacía tiempo que no luchaba así con nadie. Está claro que tienes nociones de lucha, ¿has podido recordar algo? –Pregunté por si aquello le había ayudado de algo.
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
“ Y van tres” eso me saco del trance en el que me había metido, ladeé la sonrisa consciente de que esa mujer me había vencido y mi limité a permanecer sobre la mullida hierva hundiendo mis ojos esta ella
-Parece que tendré que olvidarme de la idea de montarte ¿cierto? -bromeé desviando la mirada hacia la inmensidad del cielo -no, no he recordado nada, aunque creo que tengo mal perder -bromee dejando escapar una carcajada.
-¿ y bien? ¿Que tiene pensado la dama para esta noche? Os he dado mi palabra y he perdido, así que como justa ganadora podéis elegir.
Ladeé mi cuerpo para mirarla, el codo en la hierba mi cabeza sobre la mano.
-Lucháis bien, infinitamente mejor de lo que esperaba, no voy a justificarme, he perdido porque sois mejor que yo, eso es evidente.
¿Es así como espantáis a los hombres que vienen a solicitar vuestra mano?
Mis ojos volvieron a recorrer sus dedos, no había anillo ni señal de haberlo portado en ellos.
-Perdonar mi indiscreción y no contestéis si lo veis una intromisión al honor pero ¿por que? No concibo como una mujer como vos no tiene una reta-fila de pretendientes haciendo cola en vuestra puerta, pues ademas de ostentar posición social, sois bella y salvaje.
Sus mejillas se tiñeron de rubor, algo que me divertía de ella, podía luchar con fiereza pero quedar desarmada frente a las palabras que sonaban quizás demasiado directas.
-Sois una mujer peculiar madam -aseguré contemplándola fijamente.
Me alcé del lecho de hierba y le tendí la mano para ayudarla a hacer lo mismo, mis ojos se encontraron con sus pardos aun con la mano entrelazada a la ajena.
-¿contarme algo mas de vos? -susurré tendiéndole el brazo para que lo cogiera y caminar por los preciosos jardines rumbo a la casa -Hablaría de mi, mas siento deciros que mi mente sigue en blanco. Solo ese nombre que me suena familiar mas no propio, supongo que es la única pista de donde puedo tirar, mañana me pondré a ello.
Paseamos entre los cerezos en flor rumbo a la mansión, sin duda el viento azuzaba las ramas desprendiendo un fresco aroma.
Ladeé la sonrisa y detuve mis pasos antes de adentrarme en el portón.
-Se que he perdido, pero hay una zona en el bosque con una cascada, una gruta y un lago, quizás podríamos preparar una cena y llevar algo de vino y simplemente pasar una velada tranquila. No es necesario que me respondáis ahora, pensarlo.
Me despedí de ella frente a la puerta de la casa y dirigí mis pasos hacia la habitación para darme un buen baño, mi aspecto se alejaba mucho en esos momentos de ser el adecuado para una primera cita, si es que se le podía llamar a lo que quiera que fuéramos a hacer aquella noche de luna llena.
-Parece que tendré que olvidarme de la idea de montarte ¿cierto? -bromeé desviando la mirada hacia la inmensidad del cielo -no, no he recordado nada, aunque creo que tengo mal perder -bromee dejando escapar una carcajada.
-¿ y bien? ¿Que tiene pensado la dama para esta noche? Os he dado mi palabra y he perdido, así que como justa ganadora podéis elegir.
Ladeé mi cuerpo para mirarla, el codo en la hierba mi cabeza sobre la mano.
-Lucháis bien, infinitamente mejor de lo que esperaba, no voy a justificarme, he perdido porque sois mejor que yo, eso es evidente.
¿Es así como espantáis a los hombres que vienen a solicitar vuestra mano?
Mis ojos volvieron a recorrer sus dedos, no había anillo ni señal de haberlo portado en ellos.
-Perdonar mi indiscreción y no contestéis si lo veis una intromisión al honor pero ¿por que? No concibo como una mujer como vos no tiene una reta-fila de pretendientes haciendo cola en vuestra puerta, pues ademas de ostentar posición social, sois bella y salvaje.
Sus mejillas se tiñeron de rubor, algo que me divertía de ella, podía luchar con fiereza pero quedar desarmada frente a las palabras que sonaban quizás demasiado directas.
-Sois una mujer peculiar madam -aseguré contemplándola fijamente.
Me alcé del lecho de hierba y le tendí la mano para ayudarla a hacer lo mismo, mis ojos se encontraron con sus pardos aun con la mano entrelazada a la ajena.
-¿contarme algo mas de vos? -susurré tendiéndole el brazo para que lo cogiera y caminar por los preciosos jardines rumbo a la casa -Hablaría de mi, mas siento deciros que mi mente sigue en blanco. Solo ese nombre que me suena familiar mas no propio, supongo que es la única pista de donde puedo tirar, mañana me pondré a ello.
Paseamos entre los cerezos en flor rumbo a la mansión, sin duda el viento azuzaba las ramas desprendiendo un fresco aroma.
Ladeé la sonrisa y detuve mis pasos antes de adentrarme en el portón.
-Se que he perdido, pero hay una zona en el bosque con una cascada, una gruta y un lago, quizás podríamos preparar una cena y llevar algo de vino y simplemente pasar una velada tranquila. No es necesario que me respondáis ahora, pensarlo.
Me despedí de ella frente a la puerta de la casa y dirigí mis pasos hacia la habitación para darme un buen baño, mi aspecto se alejaba mucho en esos momentos de ser el adecuado para una primera cita, si es que se le podía llamar a lo que quiera que fuéramos a hacer aquella noche de luna llena.
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Tumbada sobre la hierba recobrando el aliento perdido tras la batalla escuché sus palabras que me hacían justa merecedora de esta, aunque decía que tenía mal perder aunque no lo había parecido en absoluto…no había replicado por el hecho de que había perdido contra una mujer cuando eso, para cualquier hombre, sería un golpe muy bajo para él y parecía que para nada le había incomodado. Me mordí el labio cuando dijo eso y no aparté mí vista del cielo, no quería que notara el rubor en mis mejillas aunque en parte me alegraba de que se olvidara de esa idea porque… para mí era inconcebible. Cierto había sido que ahora al haber ganado yo debía de elegir lo qué hacer… pero en ese momento no tenía nada en claro de qué podríamos hacer.
-Déjame recobrar el aliento y luego te informaré cuando pueda pensar un poco –dije con algo de diversión sintiendo que se ponía de lado sobre la hierba y mis ojos lo buscaron mientras él seguía hablando. Sonreí cuando dijo que era mejor que él, bueno, había sido instruida duramente por mí padre durante muchos años tanto en defensa personal como en el manejo de las armas. Reí sin poder evitarlo cuando preguntó si era lo que solía hacer para espantar a los pretendientes, claro que no tenía ningún al que espantar como él decía y luego paré de reírme cuando preguntó por qué, y que debía de tener una fila de ellos en mí puerta, a lo que enarqué una ceja por ello- ¿Por qué creéis que debo de tenerlos? –Pregunté como respuesta- En el tiempo que llevo en París no he recibido ninguna petición de mano, claro que yo tampoco lo he ido buscando y apenas llevo algo más de un año en la ciudad. Viene a París para ser… digamos de alguna forma, “libre”, de momento no ostento casarme con nadie… por Kami, aún me queda mucho por vivir para atarme a una persona por el resto de mí vida –mis mejillas se tiñeron indudablemente cuando dijo que era peculiar, se levantó y tendió su mano que cogí para levantarme también, me ofreció su brazo para ir de vuelta y pensé qué era lo que podía contarle sobre mí- Nací en Japón hace veinticuatro años, soy hija de un gran samurái que sirve su vida para proteger al emperador. Mí padre se negó cuando siendo pequeña le pedí que me enseñara como hacía con mis hermanos, soy la pequeña de tres y todos son varones menos yo. Se supone que a una mujer se le debe de instruir el canto, el baile, la escritura… ser una buena esposa, pero yo quería ser como mis hermanos –hice una leve pausa- a mí padre le costó aceptar entrenarme, pero pensó que si algo pasara pudiera defenderme y no quedar a merced del enemigo. No tuvo compasión conmigo igual que no la tuvo con mis hermanos… y así es como aprendí lo que acabo de enseñarte. –Lo miré cuando dijo que el nombre le era familiar, pero que no creía que fuera el suyo propio- ¿Y si es alguien de tú familia? ¿Quizás algún amigo que tengas en la ciudad? No es un nombre francés, al menos no me lo parece a mí –seguimos andando dejando el jardín detrás- Vine a París para salir un poco de las normas y las leyes típicas de mí país, y creo que mí padre está organizando un matrimonio concertado… no me lo ha dicho, pero sería una ofensa para la familia que no me casara con alguien digno y estoy convencida de que llegado un momento me pedirá que vuelva, y ya habrá preparado y organizado todo –lancé un suspiro sin querer pensar mucho en ello, sus palabras consiguieron devolverme a donde estaba y lo miré, no me dejó responderle ya que se fue dejándome allí plantada.
De camino a la habitación pensé en sus palabras y si en aceptarlas o no, él parecía estar curado del todo y no veía ningún inconveniente en pasar la noche con él, una noche tranquila, ¿por qué no? No tenía nada mejor que hacer para aquella noche así que una vez bañada y cambiada de ropa le pedí al bajar a Haruka que preparara las cosas para la noche, esa tarde salí a hacer un par de recados y cuando volví a media tarde subí a cambiarme de ropa por una más cómoda para ir por el bosque. Cuando casi los últimos rayos del sol se escondían por el horizonte me acerqué hacia su habitación y toqué con los nudillos la puerta, esperé a que me contestara y la abrí asomándome un poco para verlo.
-La señora Haruka nos ha preparado algo para llevarnos esta noche, creo que voy a aceptar tú oferta de ir al bosque. Hace una buena noche y hoy habrá luna llena, te espero en la cocina cuando estés listo –cerré la puerta y me fui a la cocina sentándome en uno de los taburetes mientras hablaba con Haruka y le preguntaba qué iba a hacer ella con su marido esa noche, ya que al no estar tendrían esta libre. Decía que se irían a cenar y que pasarían una velada fuera, a lo que yo sonreí porque aunque siempre estaban juntos en la casa, les haría bien salir un rato.
-Déjame recobrar el aliento y luego te informaré cuando pueda pensar un poco –dije con algo de diversión sintiendo que se ponía de lado sobre la hierba y mis ojos lo buscaron mientras él seguía hablando. Sonreí cuando dijo que era mejor que él, bueno, había sido instruida duramente por mí padre durante muchos años tanto en defensa personal como en el manejo de las armas. Reí sin poder evitarlo cuando preguntó si era lo que solía hacer para espantar a los pretendientes, claro que no tenía ningún al que espantar como él decía y luego paré de reírme cuando preguntó por qué, y que debía de tener una fila de ellos en mí puerta, a lo que enarqué una ceja por ello- ¿Por qué creéis que debo de tenerlos? –Pregunté como respuesta- En el tiempo que llevo en París no he recibido ninguna petición de mano, claro que yo tampoco lo he ido buscando y apenas llevo algo más de un año en la ciudad. Viene a París para ser… digamos de alguna forma, “libre”, de momento no ostento casarme con nadie… por Kami, aún me queda mucho por vivir para atarme a una persona por el resto de mí vida –mis mejillas se tiñeron indudablemente cuando dijo que era peculiar, se levantó y tendió su mano que cogí para levantarme también, me ofreció su brazo para ir de vuelta y pensé qué era lo que podía contarle sobre mí- Nací en Japón hace veinticuatro años, soy hija de un gran samurái que sirve su vida para proteger al emperador. Mí padre se negó cuando siendo pequeña le pedí que me enseñara como hacía con mis hermanos, soy la pequeña de tres y todos son varones menos yo. Se supone que a una mujer se le debe de instruir el canto, el baile, la escritura… ser una buena esposa, pero yo quería ser como mis hermanos –hice una leve pausa- a mí padre le costó aceptar entrenarme, pero pensó que si algo pasara pudiera defenderme y no quedar a merced del enemigo. No tuvo compasión conmigo igual que no la tuvo con mis hermanos… y así es como aprendí lo que acabo de enseñarte. –Lo miré cuando dijo que el nombre le era familiar, pero que no creía que fuera el suyo propio- ¿Y si es alguien de tú familia? ¿Quizás algún amigo que tengas en la ciudad? No es un nombre francés, al menos no me lo parece a mí –seguimos andando dejando el jardín detrás- Vine a París para salir un poco de las normas y las leyes típicas de mí país, y creo que mí padre está organizando un matrimonio concertado… no me lo ha dicho, pero sería una ofensa para la familia que no me casara con alguien digno y estoy convencida de que llegado un momento me pedirá que vuelva, y ya habrá preparado y organizado todo –lancé un suspiro sin querer pensar mucho en ello, sus palabras consiguieron devolverme a donde estaba y lo miré, no me dejó responderle ya que se fue dejándome allí plantada.
De camino a la habitación pensé en sus palabras y si en aceptarlas o no, él parecía estar curado del todo y no veía ningún inconveniente en pasar la noche con él, una noche tranquila, ¿por qué no? No tenía nada mejor que hacer para aquella noche así que una vez bañada y cambiada de ropa le pedí al bajar a Haruka que preparara las cosas para la noche, esa tarde salí a hacer un par de recados y cuando volví a media tarde subí a cambiarme de ropa por una más cómoda para ir por el bosque. Cuando casi los últimos rayos del sol se escondían por el horizonte me acerqué hacia su habitación y toqué con los nudillos la puerta, esperé a que me contestara y la abrí asomándome un poco para verlo.
-La señora Haruka nos ha preparado algo para llevarnos esta noche, creo que voy a aceptar tú oferta de ir al bosque. Hace una buena noche y hoy habrá luna llena, te espero en la cocina cuando estés listo –cerré la puerta y me fui a la cocina sentándome en uno de los taburetes mientras hablaba con Haruka y le preguntaba qué iba a hacer ella con su marido esa noche, ya que al no estar tendrían esta libre. Decía que se irían a cenar y que pasarían una velada fuera, a lo que yo sonreí porque aunque siempre estaban juntos en la casa, les haría bien salir un rato.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Me dejé caer sobre el lecho pensando no solo en que la dama me había derrotado, si no que habia pasado un muy buen rato. Recordé como me había echo caer a la hierba y no pude evitar sonreír pensando en la fluidez de sus movimientos.
Era una mujer interesante, quizás no a las que estuviera acostumbrado o eso creía pues no recordaba nada de mi vida, digamos que lograba cautivarme mas incluso que su aspecto físico, que no tenia desperdicio, esa fuerza que desprendía, no solo en el combate, si no en sus palabras, era decidida, valiente y justa.
Pocas mujeres ayudarían a un hombre ensangrentado que no conocen de nada, llevándolo a su casa y cuidándolo como si fuera su propio marido. En esta sociedad eso no estaba bien visto, el honor de una mujer se perdía por cualquier cosa y la presencia de un desconocido en su lecho bien podía ser motivo para deshonrarla.
Ademas decía no estar prometida, algo que no entendía, al menos no hasta que me contó que su padre estaría preparando en su hogar esa boda que la llevaría a tener el estatus que las damas de clase alta adquieren al desposarse con un hombre de buena condición.
Sumido en mis pensamientos escuché como golpeaban la puerta antes de ser abierta. Ladeé la sonrisa al ver a la nipona asomar la cabeza por ella.
Al parecer había aceptado mi proposición, ir al bosque en aquella noche de luna llena se me antojaba un buen plan para conocernos un poco mas y agradecer lo que hasta ahora había hecho por mi.
Baje poco después las escaleras apoyándome en el umbral de la puerta mirando hacia las dos mujeres. Ambas preparaban lo que nos llevaríamos al encuentro en el bosque. Carraspeé ligeramente para que advirtieran mi presencia y me adentré en la cocina tomando una cereza.
-¿Nos vamos? -pregunté cogiendo una de las botellas de vino y la bolsa con la cena preparada, el mantel y alguna pieza de fruta para después.
Agradecí a la mujer su dedicación y posé mi mano en la espalda de la dama para que caminara conmigo hacia las caballerizas.
Aquella noche me sentía bastante fuera de mi, supuse que el aire fresco me sentaría bien, la piel de la joven en comparación con al mía estaba fría.
Sus ojos me buscaron preguntándome sin palabras si me encontraba bien, me limite a asentir depositando un casto beso en su hombro como respuesta clara a su pregunta.
Acto atrevido, pero en mi defensa diré que todo mi cuerpo hervía por dentro.
Llegamos a las caballerizas, un bello corcel negro nos esperaba en ellas dispuesto a perder sus cascos sobre la húmeda tierra para llevarnos a un lugar bastante idílico.
Tras un pequeño sendero marcado por arboles frutales, y zarzamoras llegamos frente a un lago que bañaba una llanura de fresca hierva y una gruta a nuestras espaldas para darnos cobijo en caso de inclemencias.
La noche iba cerniéndose sobre nosotros, pronto el ocaso nos alcanzaría.
La ayudé a desmontar tomándola por la cintura y bajándola con suavidad.
-Vamos a pasarlo bien, quiero agradecerte lo que has hecho por mi, sin duda hubiera muerto en ese callejón si no llegas a aparecer -susurré contra sus labios, en este momento su piel incendiaba la mía.
Era una mujer interesante, quizás no a las que estuviera acostumbrado o eso creía pues no recordaba nada de mi vida, digamos que lograba cautivarme mas incluso que su aspecto físico, que no tenia desperdicio, esa fuerza que desprendía, no solo en el combate, si no en sus palabras, era decidida, valiente y justa.
Pocas mujeres ayudarían a un hombre ensangrentado que no conocen de nada, llevándolo a su casa y cuidándolo como si fuera su propio marido. En esta sociedad eso no estaba bien visto, el honor de una mujer se perdía por cualquier cosa y la presencia de un desconocido en su lecho bien podía ser motivo para deshonrarla.
Ademas decía no estar prometida, algo que no entendía, al menos no hasta que me contó que su padre estaría preparando en su hogar esa boda que la llevaría a tener el estatus que las damas de clase alta adquieren al desposarse con un hombre de buena condición.
Sumido en mis pensamientos escuché como golpeaban la puerta antes de ser abierta. Ladeé la sonrisa al ver a la nipona asomar la cabeza por ella.
Al parecer había aceptado mi proposición, ir al bosque en aquella noche de luna llena se me antojaba un buen plan para conocernos un poco mas y agradecer lo que hasta ahora había hecho por mi.
Baje poco después las escaleras apoyándome en el umbral de la puerta mirando hacia las dos mujeres. Ambas preparaban lo que nos llevaríamos al encuentro en el bosque. Carraspeé ligeramente para que advirtieran mi presencia y me adentré en la cocina tomando una cereza.
-¿Nos vamos? -pregunté cogiendo una de las botellas de vino y la bolsa con la cena preparada, el mantel y alguna pieza de fruta para después.
Agradecí a la mujer su dedicación y posé mi mano en la espalda de la dama para que caminara conmigo hacia las caballerizas.
Aquella noche me sentía bastante fuera de mi, supuse que el aire fresco me sentaría bien, la piel de la joven en comparación con al mía estaba fría.
Sus ojos me buscaron preguntándome sin palabras si me encontraba bien, me limite a asentir depositando un casto beso en su hombro como respuesta clara a su pregunta.
Acto atrevido, pero en mi defensa diré que todo mi cuerpo hervía por dentro.
Llegamos a las caballerizas, un bello corcel negro nos esperaba en ellas dispuesto a perder sus cascos sobre la húmeda tierra para llevarnos a un lugar bastante idílico.
Tras un pequeño sendero marcado por arboles frutales, y zarzamoras llegamos frente a un lago que bañaba una llanura de fresca hierva y una gruta a nuestras espaldas para darnos cobijo en caso de inclemencias.
La noche iba cerniéndose sobre nosotros, pronto el ocaso nos alcanzaría.
La ayudé a desmontar tomándola por la cintura y bajándola con suavidad.
-Vamos a pasarlo bien, quiero agradecerte lo que has hecho por mi, sin duda hubiera muerto en ese callejón si no llegas a aparecer -susurré contra sus labios, en este momento su piel incendiaba la mía.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Ayudé a la señora Haruka a terminar de colocar las cosas que nos llevaríamos para pasar esa noche en el bosque, rara vez hacía cosas como aquella, rara vez me había ido con alguien a quien apenas conocía de un día para pasar una velada tranquila, supongo que también era su forma de agradecerme que lo ayudara aun cuando no tenía por qué hacerlo, pero estaba en mí y en la forma de ser que tenía y que hacía gala con el país del que provenía. Además era un buen pretexto para dejar que Haruka y su marido tuvieran una noche libre sin tener que servir a nadie y podrían disfrutar de una velada juntos, algo que me hizo sonreír mientras le preguntaba a la mujer a dónde irían aquella noche y cuales eran sus planes.
No tardó mucho en aparecer por la puerta anunciando su llegada tras decirle que le esperaba en la cocina, cogimos todo lo necesario para llevarnos y dejando que me guiara sin necesidad de ello nos encaminamos hacia las cuadras donde allí estaba un majestuoso corcel negro preparado y listo, si hubiera sido por mí habría montado en otro caballo pero al parecer iba a ser innecesario puesto que nos llevaríamos a aquel corcel que cargaría con los dos. Dejé que montara él primero y tomando su mano con un impulso y su fuerza me subí tras su espalda, llevando la cesta donde teníamos todo preparado.
Nos adentramos en el bosque y no sabía cómo no había descubierto aquel lugar hacía ya tiempo pero ahora, sin duda alguna, ya sabía como encontrarlo y no sería la última vez que iría por allí porque sin duda alguna era un lugar precioso. No entendía como podía recordar aquel lugar y no saber nada sobre él, quizás es que se habría borrado parte de su memoria al igual que había recordado aquel nombre que le parecía familiar, pero que no recordaba nada más. Poco a poco iría cobrando la memoria, parecía que conforme pasara el tiempo se iría acordando de más y más cosas.
Por fin llegamos al lugar indicado y el caballo se paró ante un majestuoso y espléndido lugar coronado por una cascada, un lago, la hierba a nuestros pies e incluso un lugar donde cobijarnos en caso de que el tiempo empeorara. Mis ojos dieron buena cuenta de cada detalle y del lugar donde nos encontrábamos y él bajó primero para luego ayudarme a bajar, sus manos en mi cintura me mantuvieron firmes cuando me bajó al suelo y su aliento chocaba contra mí rostro debido a la cercanía.
Asentí ante sus palabras y noté que mis mejillas se tenían por la cercanía, no estaba acostumbrada a tener a hombres tan cerca de mí con los que casi podía sentir que rozaban mis labios, aún no me había acostumbrado a esa facete parisina que tenían y era algo que sin duda en mí país ni siquiera estaba pensando. Me alejé de él deslizándome por uno de sus lados para dejar de estar nerviosa, no estaba acostumbrada a las distancias cortas y solo había habido un hombre que me había besado, y porque de alguna forma yo se lo había pedido.
-Es un lugar precioso, no sé ni cómo no he llegado nunca a parar a este lugar –dejé la cesta que llevaba en el suelo y me acerqué hasta el lago para agacharme un poco y mojar mis manos con el agua, estaba un poco fría pero era normal debido a la época en la que nos encontrábamos. Sabía que quería agradecerme de alguna forma lo que había hecho por él y por eso mismo accedí a pasar aquella noche con él. El caballo ya había comenzado a comer de la hierba que había en el lugar y yo me giré sacando las cosas, un mantel que puse sobre la hierba extendiéndolo y comencé a sacar las cosas sentada en uno de los lados dejándolos sobre el mantel- No tienes por qué darme las gracias, es algo que va con mí forma de ser, allí es normal ser bastante hospitalario, me alegro de que te estés recuperando de esa forma tan… rápida –le eché un leve vistazo y seguí sacando las cosas dejándolas sobre el mantel- Dime, ¿cómo te has acordado de este lugar? ¿Sueles traer aquí a todas tus citas? –Pregunté con una leve sonrisa ya que él se había atrevido a preguntarme a mí varias cosas- Eso significa que estás recuperando la memoria poco a poco, es un buen paso, ¿no crees? –ya no quedaba nada más salvo piezas de fruta que dejaría para después como postre.
No tardó mucho en aparecer por la puerta anunciando su llegada tras decirle que le esperaba en la cocina, cogimos todo lo necesario para llevarnos y dejando que me guiara sin necesidad de ello nos encaminamos hacia las cuadras donde allí estaba un majestuoso corcel negro preparado y listo, si hubiera sido por mí habría montado en otro caballo pero al parecer iba a ser innecesario puesto que nos llevaríamos a aquel corcel que cargaría con los dos. Dejé que montara él primero y tomando su mano con un impulso y su fuerza me subí tras su espalda, llevando la cesta donde teníamos todo preparado.
Nos adentramos en el bosque y no sabía cómo no había descubierto aquel lugar hacía ya tiempo pero ahora, sin duda alguna, ya sabía como encontrarlo y no sería la última vez que iría por allí porque sin duda alguna era un lugar precioso. No entendía como podía recordar aquel lugar y no saber nada sobre él, quizás es que se habría borrado parte de su memoria al igual que había recordado aquel nombre que le parecía familiar, pero que no recordaba nada más. Poco a poco iría cobrando la memoria, parecía que conforme pasara el tiempo se iría acordando de más y más cosas.
Por fin llegamos al lugar indicado y el caballo se paró ante un majestuoso y espléndido lugar coronado por una cascada, un lago, la hierba a nuestros pies e incluso un lugar donde cobijarnos en caso de que el tiempo empeorara. Mis ojos dieron buena cuenta de cada detalle y del lugar donde nos encontrábamos y él bajó primero para luego ayudarme a bajar, sus manos en mi cintura me mantuvieron firmes cuando me bajó al suelo y su aliento chocaba contra mí rostro debido a la cercanía.
Asentí ante sus palabras y noté que mis mejillas se tenían por la cercanía, no estaba acostumbrada a tener a hombres tan cerca de mí con los que casi podía sentir que rozaban mis labios, aún no me había acostumbrado a esa facete parisina que tenían y era algo que sin duda en mí país ni siquiera estaba pensando. Me alejé de él deslizándome por uno de sus lados para dejar de estar nerviosa, no estaba acostumbrada a las distancias cortas y solo había habido un hombre que me había besado, y porque de alguna forma yo se lo había pedido.
-Es un lugar precioso, no sé ni cómo no he llegado nunca a parar a este lugar –dejé la cesta que llevaba en el suelo y me acerqué hasta el lago para agacharme un poco y mojar mis manos con el agua, estaba un poco fría pero era normal debido a la época en la que nos encontrábamos. Sabía que quería agradecerme de alguna forma lo que había hecho por él y por eso mismo accedí a pasar aquella noche con él. El caballo ya había comenzado a comer de la hierba que había en el lugar y yo me giré sacando las cosas, un mantel que puse sobre la hierba extendiéndolo y comencé a sacar las cosas sentada en uno de los lados dejándolos sobre el mantel- No tienes por qué darme las gracias, es algo que va con mí forma de ser, allí es normal ser bastante hospitalario, me alegro de que te estés recuperando de esa forma tan… rápida –le eché un leve vistazo y seguí sacando las cosas dejándolas sobre el mantel- Dime, ¿cómo te has acordado de este lugar? ¿Sueles traer aquí a todas tus citas? –Pregunté con una leve sonrisa ya que él se había atrevido a preguntarme a mí varias cosas- Eso significa que estás recuperando la memoria poco a poco, es un buen paso, ¿no crees? –ya no quedaba nada más salvo piezas de fruta que dejaría para después como postre.
Asura Nanami- Vampiro Clase Alta
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Re: Moonlight Shadow ~ Privado
Asura parecía encantada con el lugar al que la había traído, sin duda era un sitio paradisíaco, idílico para una velada cercana, tibia o quizás como yo esperaba incendiaria..
La observe acercarse a bañar sus manos en agua mientras yo aprovechaba para extender el mantel sobre la hierva y disponer sobre este la comida que con tanto esmero había preparad la doncella de su casa.
Serví sendas copas de vino y tomé asiento esperando a que ella hiciera lo mismo.
Mis labios se acercaron a la copa sedientos, mi sangre hervía por dentro, supongo que ese era el efecto que tenia en mi una mujer tan bella como aquella.
Por encima del vidrio mis verdes se centraron en sus rasgados pardos, decía no necesitar que le agradeciera nada de lo que había hecho, mas bien sabia yo que eso no era cierto.
-De no ser por ti, ahora seria pasto de tiburones, estaría en la morgue, poca gente ayuda a un desconocido y puede que tengáis razón y tenga que agradecerlo a vuestra cultura hospitalaria, mas mientras encuentro a “cultura” permitirme agradecéroslo a vos.
Ladeé la sonrisa tirando de su mano para orillarla a mi cuerpo, estábamos muy lejos y quizás mi gesto era descarado ,mas estaba bastante perdido en ese fuego que me devoraba por dentro.
-No se bien como he llegado a este sitio, simplemente sabia que estaba aquí, llámalo instinto.
Mis dedos recorrieron con suavidad su brazo mientras de nuevo llevaba la copa a mis labios para darle otro profundo trago.
-¿y tu? Pareces una mujer tímida, ¿no? ..- pregunté con curiosidad- ya sabes ¿has estado con algún hombre?
Su cara de sorpresa por mi pregunta y como sus mejillas se tiñeron de rubor me hizo cierta gracia, no pude evitar reírme contra el vidrio del vaso apurandolo poco después por completo.
-Perdona mi descaro pero..eres demasiado bella para que nunca te hayan besado -susurré con mis ojos fijos en su boca relamiendome los labios.
Fue entonces cuando la luna baño con sus haces de plata el lago, cuando mi cuerpo se tensó como un arpa y el dolor copo cada corriente eléctrica de mi cuerpo que sedienta recorría por los nervios mis músculos agitados, encolerizados.
Caí al suelo, gruñendo, aullando por el dolor, mis huesos se rompían, jadeé a sentir mi mandíbula desquebrajarse, mis ojos se centraron presos del miedo en los de la joven nipona mientras le tendía mi mano para que hiciera algo, no sabia que me pasaba, estaba aterrado.
Mi cuerpo temblaba fruto del nerviosismo y del calor que ahora me abrasaba por completo, pronto mi piel se cubrió de pelo, aullé a la luna, sintiendo como en zarpas se convertían mis uñas, mis piernas se tornaron fuertes patas y mis orejas adquirieron un puntiagudo tamaño capaz de escuchar cada crujido, cada ulular de los búhos.
La mujer me miraba aterrada, espantada por la imagen que ahora imponente quedaba frente a sus ojos, una pata tras otra se orilló mi cuerpo al suyo. Olía a miedo, a sudor frio y a sangre fresca corriendo desaforada por su organismo. Un gruñido contra su rostro, mis fauces se abrían sedientas de devorar a mi presa, ella.
La observe acercarse a bañar sus manos en agua mientras yo aprovechaba para extender el mantel sobre la hierva y disponer sobre este la comida que con tanto esmero había preparad la doncella de su casa.
Serví sendas copas de vino y tomé asiento esperando a que ella hiciera lo mismo.
Mis labios se acercaron a la copa sedientos, mi sangre hervía por dentro, supongo que ese era el efecto que tenia en mi una mujer tan bella como aquella.
Por encima del vidrio mis verdes se centraron en sus rasgados pardos, decía no necesitar que le agradeciera nada de lo que había hecho, mas bien sabia yo que eso no era cierto.
-De no ser por ti, ahora seria pasto de tiburones, estaría en la morgue, poca gente ayuda a un desconocido y puede que tengáis razón y tenga que agradecerlo a vuestra cultura hospitalaria, mas mientras encuentro a “cultura” permitirme agradecéroslo a vos.
Ladeé la sonrisa tirando de su mano para orillarla a mi cuerpo, estábamos muy lejos y quizás mi gesto era descarado ,mas estaba bastante perdido en ese fuego que me devoraba por dentro.
-No se bien como he llegado a este sitio, simplemente sabia que estaba aquí, llámalo instinto.
Mis dedos recorrieron con suavidad su brazo mientras de nuevo llevaba la copa a mis labios para darle otro profundo trago.
-¿y tu? Pareces una mujer tímida, ¿no? ..- pregunté con curiosidad- ya sabes ¿has estado con algún hombre?
Su cara de sorpresa por mi pregunta y como sus mejillas se tiñeron de rubor me hizo cierta gracia, no pude evitar reírme contra el vidrio del vaso apurandolo poco después por completo.
-Perdona mi descaro pero..eres demasiado bella para que nunca te hayan besado -susurré con mis ojos fijos en su boca relamiendome los labios.
Fue entonces cuando la luna baño con sus haces de plata el lago, cuando mi cuerpo se tensó como un arpa y el dolor copo cada corriente eléctrica de mi cuerpo que sedienta recorría por los nervios mis músculos agitados, encolerizados.
Caí al suelo, gruñendo, aullando por el dolor, mis huesos se rompían, jadeé a sentir mi mandíbula desquebrajarse, mis ojos se centraron presos del miedo en los de la joven nipona mientras le tendía mi mano para que hiciera algo, no sabia que me pasaba, estaba aterrado.
Mi cuerpo temblaba fruto del nerviosismo y del calor que ahora me abrasaba por completo, pronto mi piel se cubrió de pelo, aullé a la luna, sintiendo como en zarpas se convertían mis uñas, mis piernas se tornaron fuertes patas y mis orejas adquirieron un puntiagudo tamaño capaz de escuchar cada crujido, cada ulular de los búhos.
La mujer me miraba aterrada, espantada por la imagen que ahora imponente quedaba frente a sus ojos, una pata tras otra se orilló mi cuerpo al suyo. Olía a miedo, a sudor frio y a sangre fresca corriendo desaforada por su organismo. Un gruñido contra su rostro, mis fauces se abrían sedientas de devorar a mi presa, ella.
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