Temp Morts [Privado]

Un año más, los pasos volvían a llevarle a aquel lugar sagrado. Allí, descansaba la única persona que de algún modo le echaría de menos. Aunque ¿qué esperar de alguien quien perdió la cordura, la memoria…? No esperó y no esperaba nada. Sean siempre fue un niño reservado pero confiado con aquellas personas que le dieron cierto cariño y confianza, lo que no significaba que él en algún momento fuese así.

La inocencia de aquel niño rubio, con el cabello casi blanco, desapareció cuando se quedó solo. Aquel momento crucial de su vida donde tan solo contaba con el servicio para seguir adelante en compañía de sus recuerdos. No comprendía muchas cosas y tampoco nadie iba a darle respuesta ¿por qué alguien como él se merecía eso? echaba la vista atrás y hacía escasos meses eran felices. La locura de su madre, trastocó aquella acomodada familia de clase alta, dejando a un niño huérfano pero que se iría haciendo fuerte a medida que pasaba el tiempo.

Era quién era porque la vida no le dio tregua, le amoldó para no solo ser fuerte si no inquebrantable. Más de la mitad de su vida, dedicada a conocer ese mundo sobrenatural y moverse en él, aquel mundo con el que tenía que ver demasiado aunque fuese un simple humano. Quería respuestas y tarde o temprano las obtendría costase lo que costase, no iba a desistir en ello pues no se encontraba en aquel punto para el simple hecho… terminar por abandonar.

En la mano derecha, un ramo de orquídeas. Lo único que le quedaba de su madre, aquella delicada y hermosa flor, aroma que le recordaba a la mujer que lo acunó entre sus brazos y cantaba con esa dulzura característica. Hermosa y frágil, tanto que su mente fue acaparada…yéndose antes que ella, quedando un cuerpo vacío… con vida pero sin recuerdos. ¿Por qué la vida le castigó de esa forma? Una de tantas preguntas.

Y allí estaba, frente la lápida de los Jensen. Sean quiso enterrarla con su apellido de soltera y no con aquel malnacido, con el de su padre que no tardó en abandonarles para crear otra familia. Estiró la mano para delinear cada letra y recordar viejos tiempos. Aún sobre la lápida, quedaban restos de flores secas…seguramente las últimas que él mismo llevó. Las apartó dejando las frescas en su lugar y medio sonreír, al menos podía estar más cerca de ella.

-No te merecías eso, madre- murmuró más para sí mismo, dejando escapar un suspiro, no era partidario de hablar con las tumbas…con los muertos, ya con el simple hecho de estar allí era más que suficiente para quedarse más tranquilo. Pero no su alma, aquella que hasta que no supiese la verdad… no descansaría tranquila y no se detendría hasta conseguirlo.

En esa lápida quedaban todos los recuerdos vividos, momentos anhelados… una parte de él que se fue con su madre para no regresar jamás. Quién debería estar allí, era su padre... aunque ya estaría pudriéndose en algún otro lugar.

Preferiría visitar a su madre en otro lugar. Un lugar acogedor, en donde solo con cruzar el escalón, los olores del hogar, el calor y los recuerdos familiares colgados en las paredes empapeladas. Pero no, no pudo verla envejecer mientras él crecía, tampoco disfrutar de su compañía lo suficiente. Los recuerdos quedaban en el aire, como una canción inacabada. Una melodía, la voz de su madre… la cual recordaba apenas pues se marcho cuando él apenas era un niño pequeño, uno que se quedaría solo y roto, para siempre.

Y aún así, la echaba terriblemente de menos. La sombra de su madre, seguía reflejándose en sus sueños y en ellos, al menos…podía abrazarla. Era injusto, muy injusto ¿por qué entonces le tuvieron? Si iba a significar tan poco. Tanto para su padre que se marchó, como para su madre quien no lo soportó…demasiadas voces, vida complicada y más que el propio Sean no entendía y no comprendería jamás.

Solo conservaba de ella un retrato, poco más. Hermosa y frágil, delicada al igual que esas orquídeas que acababa de colocar en su tumba. Suspiró largamente, dando un par de pasos hacia atrás, abrazándose a sí mismo de alguna manera. Volvía a sentirse vulnerable frente aquella tumba en la que en silencio…le susurraba que siguiese con su lucha, en su vida.

Y unos pasos, le alertaron, como siempre en guardia. Sus frías orbes azules, buscaron el causante de esos pasos... sin poder reconocer quien se escondía tras aquella capucha. No podía dejar de estar a la defensiva pero si quiso hacerlo algo , lo hubiese hecho sin duda…aún así esperó a quien iba a dejar las flores. No comprendía, ¿conocía a su madre? ¿y quién era entonces? Algo le decía que debía permanecer allí, con cautela… siempre alerta.

-Y no me lo va a decir, supongo -dijo de forma despreocupada… cruzándose de brazos…observándola detenidamente. No había visto a esa mujer en la vida, al menos que recordase. Si conocía a su madre…podría hablarle de ella, algo que ninguna persona hasta ese día había hecho. -Si la conocía, sabe mucho más que yo entonces. La perdí cuando apenas tenía unos años -

Chasqueó la lengua, no tuvo que hablar demasiado ¿y si quería información? Le seguía, era una trampa…cualquier cosa. Su mente desconfiada volvía a jugarle esa mala pasada, no se fiaba de nadie y de esa extraña menos, por mucho que conociese a su madre. Estaba impaciente, intranquilo y más… cuando el silencio se apoderó de aquel santo lugar…

-¿Me va a contar algo de ella? o… -resopló, revolviéndose el cabello… perdía los nervios y la paciencia no es que fuese la mejor de sus virtudes. Esa mujer podía hablarle de ella… podía ser testigo clave de lo que su madre fue en vida -Si va en serio, hábleme de ella pero no juegue con su memoria. ¿Queda claro? -más tajante… imposible.