AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
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La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Casa de Wendy Di Coppola
Noche de Halloween, de madrugada
Noche de Halloween, de madrugada
¡Buenas noches, Kaiden! Sí, buenas noches porque, en efecto, se había quedado en casa de Wendy a dormir un par de días más. Había estado pensando en los pros y los contras (y en lo bien que olía la cama de la rubia) durante la primera noche, sin descanso. Y, finalmente, había decidido quedarse un par de días más. Había pasado aquel día con Wendy, pero ni idea de dónde se encontraba la rubia en esos momentos. Era la hora de cenar y estaba esperándola. Sin embargo, se encontraba estupendamente bien. No tenía ni idea de qué hora sería, ni siquiera era capaz de pensar en nada en esos momentos. Preocupaciones, adiós, y no volváis. ¡Incluso había bajado a la cocina a preparar la cena para cuando llegase Wendy! Suponía que la rubia estaría en el teatro o trabajando o lo que fuera que hiciera ella por las noches. El caso es que había decidido hacer la cena. Se sentía generoso. Pero no tenía nada que ver con el hecho de ir de opio hasta las cejas, ¿eh? Bueno, tal vez sí.
Con una camisola de color gris (su color original era el blanco) y unos pantalones cómodos, terminó de preparar la cena: Carne mal cocinada, un intento de ensalada con huevos y la cocina algo sucia fueron los resultados. No sabía cocinar, pero lo había intentado. El Kaiden drogado era distinto al sobrio: mucho más tranquilo, simpático y cariñoso. Estaba deseando que llegara Wendy a casa para enseñarle su estupenda obra de arte en forma de comida.
Pero Wendy tardaba. Y Kaiden se aburría. Mucho. Muchísimo. ¿Fue ese el motivo por el que decidió dar una vuelta por los alrededores? Sí. Y casualidades de la vida... se encontró con una vieja amiga. Amiga que siempre le proporcionaba hojas de coca u opio. Fuera como fuese, ambos terminaron en la casa de Wendy. Se colocaron juntos y terminaron montándoselo en el sofá. Después se estuvieron riendo un rato de cómo el gotelé de las paredes adquiría forma de miembros viriles cuando en realidad todo permanecía quieto en su lugar.
El sonido de la puerta no tardó mucho más en escucharse, alguien había entrado a la casa. ¿Adivináis quién estaba al otro lado de la puerta? ¡Bingo! No, Bingo, no, ¡Wendy! El Kowalczyk se puso los pantalones y se acercó a recibirla. ¿Qué? Se alegraba de verla.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Menuda noche más horrible. Tormenta, oscuridad, un hombre intentando verle las enaguas, el carromato roto, haber tenido que volver a caballo, sin saber montar, el miedo que había pasado en esa horripilante casa encantada, las muertes, se sentía destrozada. Temblaba, aun, de miedo mientras avanzaba por la calle envuelta en su abrigo, no había podido dormir, solo sabía que esperaba llegar a casa, darse un baño y esperar, rezar a todos los dioses que pudiera haber en cualquier religión, porque Kaiden no se hubiera ido en su ausencia. Si el chico desaparecía, a saber cuando volvería a verle.
Entró en la casa con un suspiro girando el pomo de la puerta con manos temblorosas del frío y la duda. Al principio, creyó poder estar tranquila, Kaiden se acercó a ella, de un curioso buen humor, el miedo parecía desvanecerse un poco. Sin embargo, cuando se acercó a saludarlo, con una sonrisa temblorosa, vio de reojo a una joven desnuda sentada en la alfombra que cubría el suelo.
Miró a Kaiden, el pelo revuelto, los labios enrojecidos, arañazos en los brazos, el aliento se le detuvo en la garganta y notó arder los ojos. Había tenido la que sería, probablemente, la segunda peor noche de su vida, superada, únicamente, por la que se enteró de la muerte del chico, y al llegar a su casa, esperando, no un abrazo, siquiera una conversación, después de todo, Kaiden nunca había destacado por ser cariñoso, esperando solo sentarse frente a la chimenea en silencio, se topaba con eso.
- Ah...- iba a llorar, lo notaba, y no quería.- buenos días.- murmuró plantando una sonrisa llorosa frente a Kaiden y la chica desconocida.- yo... lo siento, voy a dormir.- murmuró al tiempo que salía corriendo hacia el cuarto de baño de su dormitorio.
Sería actriz, podría, con algo de suerte, haber engañado a la chica, dudaba de que hubiera funcionado con Kaiden, pero esperaba que si, pero después de ese amanecer ensangrentado que había vivido, aun sabiendo que Kaiden no era más que un amigo, aun sabiendo que no tenía derecho a sentirse mal y que su comportamiento era irracional, se sentía dolida. Cerró con fuerza la puerta del baño y dejó correr el agua mientras e arrodillaba en el suelo y comenzaba a sollozar, con algo de suerte, la corriente de la bañera evitaría que se escuchasen sus sollozos.
Seguía helada, asustada, temblorosa y total y absolutamente desecha, además de, tras lo visto, herida, había sido una idiota, probablemente, debería haberse quedado en esa extraña casa encantada, al menos le habría dado tiempo a Kaiden a vestirse, tal vez si no hubiera sabido nada, podría estar más tranquila.
Entró en la casa con un suspiro girando el pomo de la puerta con manos temblorosas del frío y la duda. Al principio, creyó poder estar tranquila, Kaiden se acercó a ella, de un curioso buen humor, el miedo parecía desvanecerse un poco. Sin embargo, cuando se acercó a saludarlo, con una sonrisa temblorosa, vio de reojo a una joven desnuda sentada en la alfombra que cubría el suelo.
Miró a Kaiden, el pelo revuelto, los labios enrojecidos, arañazos en los brazos, el aliento se le detuvo en la garganta y notó arder los ojos. Había tenido la que sería, probablemente, la segunda peor noche de su vida, superada, únicamente, por la que se enteró de la muerte del chico, y al llegar a su casa, esperando, no un abrazo, siquiera una conversación, después de todo, Kaiden nunca había destacado por ser cariñoso, esperando solo sentarse frente a la chimenea en silencio, se topaba con eso.
- Ah...- iba a llorar, lo notaba, y no quería.- buenos días.- murmuró plantando una sonrisa llorosa frente a Kaiden y la chica desconocida.- yo... lo siento, voy a dormir.- murmuró al tiempo que salía corriendo hacia el cuarto de baño de su dormitorio.
Sería actriz, podría, con algo de suerte, haber engañado a la chica, dudaba de que hubiera funcionado con Kaiden, pero esperaba que si, pero después de ese amanecer ensangrentado que había vivido, aun sabiendo que Kaiden no era más que un amigo, aun sabiendo que no tenía derecho a sentirse mal y que su comportamiento era irracional, se sentía dolida. Cerró con fuerza la puerta del baño y dejó correr el agua mientras e arrodillaba en el suelo y comenzaba a sollozar, con algo de suerte, la corriente de la bañera evitaría que se escuchasen sus sollozos.
Seguía helada, asustada, temblorosa y total y absolutamente desecha, además de, tras lo visto, herida, había sido una idiota, probablemente, debería haberse quedado en esa extraña casa encantada, al menos le habría dado tiempo a Kaiden a vestirse, tal vez si no hubiera sabido nada, podría estar más tranquila.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
El Kowalczyk no entendió nada. La cara que se le quedó a Wendy cuando abrió la puerta y se encontró a la "amiga" de Kaiden era digna de un cuadro de Kandinsky: complicada. Iba a intentar volver a la actitud "frío como el fondo del congelador", pero sencillamente, tenía más droga que sangre en las venas. Así que, con una amplia sonrisa, trató de abrazarla. No lo consiguió, claro, pues la rubia se dirigió hacia el baño rápidamente. Parecía angustiada. A lo mejor no le gustaba que trajera visita sin avisar. Sí, tenía que ser eso...
Kaiden no era consciente del espectáculo que estaba dando. Bueno, en realidad Kaiden no era consciente de casi nada en aquellos momentos. Con andar hacia el interior de la casa sin ver ningún dragón en el camino se daba por más que satisfecho.
- Tranquilízate, nena – dijo, ignorante de que lo último que iba a hacer ella ahora era precisamente eso, tranquilizarse. Aunque probablemente ni le hubiera escuchado al salir corriendo hacia el baño. La "amiga" del brujo, ante aquel panorama, comenzó a vestirse dispuesta a largarse - - ¿Es por ella? Ya se iba.
Se acercó hasta la puerta del baño, cerrada, y se apoyó en ésta. A los pocos segundos, se escuchó la puerta principal cerrándose de golpe. La "amiga" de Kaiden acababa de desaparecer de allí. Pero esa le daba igual a él, ahora le importaba más Wendy. De hecho, comenzaba a sentirse culpable. No sabría decir por qué en realidad, porque en su estado no se enteraba de nada, pero intuía que ella estaba mal y eso le hacía sentirse... mal.
Dio unos golpecillos a la puerta del baño con los nudillos un par de veces, sin decir nada, simplemente haciéndose notar. No sabía qué decir, sólo quería que Wendy le abriera la puerta. Intentó articular palabra, pero todo lo que fue a decir murió en sus labios. Kaiden se sumió en su desesperante círculo vicioso del 'por qué soy tan cruel, por qué el mundo me ha hecho tan cabrón...' Evidentemente, el bajón del opio comenzaba a hacer sus efectos. El Kowalczyk quiso decir algo al respecto, algo que ayudase o animase a la rubia a abrirle la puerta, pero aún no controlaba bien la situación y terminó diciendo algo muy diferente.
- Me pregunto - susurró en un momento dado - cómo debe sentirse una esponja de baño.
¿Por qué había dicho eso? Tal vez porque estaba escuchando el sonido del agua del baño. De igual modo, volvió a dar golpecitos en la puerta, a la espera de que le abriese.
Kaiden no era consciente del espectáculo que estaba dando. Bueno, en realidad Kaiden no era consciente de casi nada en aquellos momentos. Con andar hacia el interior de la casa sin ver ningún dragón en el camino se daba por más que satisfecho.
- Tranquilízate, nena – dijo, ignorante de que lo último que iba a hacer ella ahora era precisamente eso, tranquilizarse. Aunque probablemente ni le hubiera escuchado al salir corriendo hacia el baño. La "amiga" del brujo, ante aquel panorama, comenzó a vestirse dispuesta a largarse - - ¿Es por ella? Ya se iba.
Se acercó hasta la puerta del baño, cerrada, y se apoyó en ésta. A los pocos segundos, se escuchó la puerta principal cerrándose de golpe. La "amiga" de Kaiden acababa de desaparecer de allí. Pero esa le daba igual a él, ahora le importaba más Wendy. De hecho, comenzaba a sentirse culpable. No sabría decir por qué en realidad, porque en su estado no se enteraba de nada, pero intuía que ella estaba mal y eso le hacía sentirse... mal.
Dio unos golpecillos a la puerta del baño con los nudillos un par de veces, sin decir nada, simplemente haciéndose notar. No sabía qué decir, sólo quería que Wendy le abriera la puerta. Intentó articular palabra, pero todo lo que fue a decir murió en sus labios. Kaiden se sumió en su desesperante círculo vicioso del 'por qué soy tan cruel, por qué el mundo me ha hecho tan cabrón...' Evidentemente, el bajón del opio comenzaba a hacer sus efectos. El Kowalczyk quiso decir algo al respecto, algo que ayudase o animase a la rubia a abrirle la puerta, pero aún no controlaba bien la situación y terminó diciendo algo muy diferente.
- Me pregunto - susurró en un momento dado - cómo debe sentirse una esponja de baño.
¿Por qué había dicho eso? Tal vez porque estaba escuchando el sonido del agua del baño. De igual modo, volvió a dar golpecitos en la puerta, a la espera de que le abriese.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Seguía llorando, abrazandose, las rodillas, ocultando su llanto que le resbalaba por las mejillas, acabando de mancharle la cara, que aun tenía algo de barro de la noche anterior. El pelo enmarañado le caía por la cara y los sonidos de fuera parecían llegarle con demasiada claridad. Había podido escuchar claramente la pregunta de Kaiden, no, no era por la chica, ni siquiera le molestaba que hubiera una extraña en su casa, en realidad, y lo sabía bien, el problema era ella.
Estaa actuando como una novia dolida a la que habían engañado, cuando, en realidad, no era así, Kai no tenía compromiso alguno con ella, era libre de ir y venir con quien le diera la gana, ya bastante que se había quedado allí con ella. No tendría porque haberlo hecho, y ella se había prometido a si misma que no iba a sentirse mal si él seguía con su vida. Se lo había dicho más de una vez, pero llegado el momento, no había sido capaz.
No es que fuera mejor que ella no estuviera, es que no debería tener esos sentimientos, lo sabía, sabía que era, además, unilateral, llorar era estúpido llorar, per se le desbordaba, no abarcaba tanto e las manos, en a penas tres días había descubierto que Kaiden estaba vivo, había contemplado un asesinato en una noche de pánico y terror, y, ahora, llegaba a casa y encontraba eso. No podía evitar las lágrimas, ni los temblores, pero cuando escuchó la pregunta sobre la esponja, no pudo evitar soltar una risilla llorosa. Esponjas.
Se secó las lágrimas, y labó la cara, de veras necesitaba un baño para templar los nervios, pero Kaiden parecía preocupado, y ella sabía que era culpa suya, cuando él no había hecho nada malo, lo menos era dejarselo saber. Se levantó algo más tranquila y abrió la puerta dispuesta a hablar con calma, sin embargo, cuando lo vio, aun sin camiseta, y con el pelo tan revuelto como a su entrada, las lágrimas volvieron a acudir y, aun a riesgo de acabar peor por la frialdad del chico, se lanzó a abrazarlo, pasando sus brazos por la cintura de él, sin poder decir nada.
Estaa actuando como una novia dolida a la que habían engañado, cuando, en realidad, no era así, Kai no tenía compromiso alguno con ella, era libre de ir y venir con quien le diera la gana, ya bastante que se había quedado allí con ella. No tendría porque haberlo hecho, y ella se había prometido a si misma que no iba a sentirse mal si él seguía con su vida. Se lo había dicho más de una vez, pero llegado el momento, no había sido capaz.
No es que fuera mejor que ella no estuviera, es que no debería tener esos sentimientos, lo sabía, sabía que era, además, unilateral, llorar era estúpido llorar, per se le desbordaba, no abarcaba tanto e las manos, en a penas tres días había descubierto que Kaiden estaba vivo, había contemplado un asesinato en una noche de pánico y terror, y, ahora, llegaba a casa y encontraba eso. No podía evitar las lágrimas, ni los temblores, pero cuando escuchó la pregunta sobre la esponja, no pudo evitar soltar una risilla llorosa. Esponjas.
Se secó las lágrimas, y labó la cara, de veras necesitaba un baño para templar los nervios, pero Kaiden parecía preocupado, y ella sabía que era culpa suya, cuando él no había hecho nada malo, lo menos era dejarselo saber. Se levantó algo más tranquila y abrió la puerta dispuesta a hablar con calma, sin embargo, cuando lo vio, aun sin camiseta, y con el pelo tan revuelto como a su entrada, las lágrimas volvieron a acudir y, aun a riesgo de acabar peor por la frialdad del chico, se lanzó a abrazarlo, pasando sus brazos por la cintura de él, sin poder decir nada.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Y de repente, cuando aún estaba pensando en cómo debía ser la vida de una esponja, un abrazo salvaje apareció. El Kowalczyk tardó en asimilarlo, pero finalmente correspondió, rodeándola con ambos brazos. Y fue en esos momentos cuando se dio cuenta de que ella tenía unas pintas algo así como... horrorosas. Parecía estar manchada de barro o algo parecido. Por no mencionar la cara de haber llorado. La rubia había estado llorando y eso a Kaiden no le gustaba.
- ¿Lloras por mi culpa? - porque no, aún no se había enterado. Los efectos del opio comenzaban a disminuir, pero aún seguía en su estado de empanamiento. Algo adormilado, repasó mentalmente la situación, causas y, por primera vez, consecuencias. Esto le permitió percatarse de que nada había salido como él había querido cuando se levantó aquella mañana - Wendy... yo... - suponía que la rubia se había dado cuenta de que iba drogado. Ya le había visto alguna vez, de hecho, pero dudaba que supiera que ahora se drogaba con mucha mayor frecuencia que antes.
Se separó del abrazo con suavidad, pues estaba ligeramente mareado y los movimientos bruscos podían hacerle perder el equilibrio con facilidad. Tenía que explicarle lo que ocurría. Lo que ocurría con él, cuál era su principal problema y por qué quería mantenerse alejado de ella. Y no, no se refería al hecho de que mucha gente quisiera verle muerto a día de hoy, que también, pero su principal problema estaba relacionado con la droga. Y tenía que contárselo, ¿no? Sería lo justo. Por eso, se armó de valor, cogió aire y volvió a hablar.
- Cuando me largué de aquí, hace cinco meses... Era adicto. Soy adicto – corrigió, en un susurro - ¿Quieres saber por qué me fui? – tenía los ojos cubiertos por una capa de neblina y clavados en los de ella como agujas – Aquí tienes cuarenta razones – dijo haciendo un movimiento de cabeza hacia los casi cuarenta pinchazos que recubrían el interior de sus brazos. Estaba avergonzado, mareado, cabreado. La miró sin poder decir nada más. Sin saber qué más añadir.
- ¿Lloras por mi culpa? - porque no, aún no se había enterado. Los efectos del opio comenzaban a disminuir, pero aún seguía en su estado de empanamiento. Algo adormilado, repasó mentalmente la situación, causas y, por primera vez, consecuencias. Esto le permitió percatarse de que nada había salido como él había querido cuando se levantó aquella mañana - Wendy... yo... - suponía que la rubia se había dado cuenta de que iba drogado. Ya le había visto alguna vez, de hecho, pero dudaba que supiera que ahora se drogaba con mucha mayor frecuencia que antes.
Se separó del abrazo con suavidad, pues estaba ligeramente mareado y los movimientos bruscos podían hacerle perder el equilibrio con facilidad. Tenía que explicarle lo que ocurría. Lo que ocurría con él, cuál era su principal problema y por qué quería mantenerse alejado de ella. Y no, no se refería al hecho de que mucha gente quisiera verle muerto a día de hoy, que también, pero su principal problema estaba relacionado con la droga. Y tenía que contárselo, ¿no? Sería lo justo. Por eso, se armó de valor, cogió aire y volvió a hablar.
- Cuando me largué de aquí, hace cinco meses... Era adicto. Soy adicto – corrigió, en un susurro - ¿Quieres saber por qué me fui? – tenía los ojos cubiertos por una capa de neblina y clavados en los de ella como agujas – Aquí tienes cuarenta razones – dijo haciendo un movimiento de cabeza hacia los casi cuarenta pinchazos que recubrían el interior de sus brazos. Estaba avergonzado, mareado, cabreado. La miró sin poder decir nada más. Sin saber qué más añadir.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Parecía que no había hecho mal, incluso con la usual frialdad de Kaiden, esa vez había correspondido a su abrazo. No sabía si porque estaría drogado, borracho, porque después del sexo estaba de buen humor o porque había entendido que ella no se sentía bien, el caso era que, de algún modo, había correspondido a su abrazo y eso, por insignificante que fuera, la hacía sentir algo mejor.
Negó con la cara escondida en el pecho del hombre. No iba a decirle que en parte, así era. Había notado, en esos dos días, que tenía un comportamiento algo errático, tan pronto nervioso como dulce, tan pronto frío como cercano. Siempre había sido un chico peculiar, pero nunca hasta ese punto. ¿Estaría bien? ¿habría caído enfermo? No parecía resfriado, ¿tal vez algo que había pillado en sus meses desaparecido?
No lo sabía, pero cuando Kaiden soltó su abrazo, separándose con suavidad, y la miró a los ojos, supo que algo le pasaba. Se mantuvo en silencio con las lágrimas resbalando por las mejillas, pero sin cegarla ya, y prestó atención cuando el chico, soltándola del todo, le mostró los brazos cubiertos de marcas. Algunas rojas, algunas cerradas, otras demasiado grandes, pinchazos, pinchazos de agujas.
Alzó la vista hacia los ojos de Kai, incrédula, ¿le estaba diciendo lo que estaba entendiendo? No podía ser verdad, Kai no era así, él era fuerte, no caería ante algo como el opio ni similares, o eso pensaba, sin embargo, cuando el puso sus suposiciones en palabras, lo vio claro. Era cierto, era adicto.
Wendy siempre lo había considerado su soporte, pensando que él era fuerte como para resistir cualquier cosa, pero era en ese momento en el que se daba cuenta. Kai era fuerte, alguien fuerte no tiene porque serlo en todo momento, incluso la persona más resistente tiene momentos de duda y necesita alguien que sea su soporte. Si, Kai era fuerte, pero en ese momento, era ella quien debía convertirse en su fuerza.
Con mejillas encharcadas y manos temblorosas, tomó dudosa la mano del hombre que tenía frente a ella y decidió dejar de temblar, con la otra mano, pasó sus dedos por el antebrazo herido del joven y sonrió entre lágrimas. Llevó la mano del chico hasta su mejilla y la mantuvo allí con ojos cerrados. Su mano derecha sosteniendo la mano de él sobre su cara, y su mano izquierda volando con suavidad a la mejilla del chico dando un paso más, hacia delante, acercándolos nuevamente.
Con una sonrisa cubierta de lágrimas y una voz suave, habló por fin. Había pasado una noche de perros, y su mañana no había sido mejor, pero Kai llevaba en una pesadilla meses, y, tal vez, ella pudiera hacerle despertar, aunque él no fuera a entender la razón, aunque él no pudiera corresponderle, debía ser consciente de la decisión que había tomado días atrás y cumplir con ella, por daño que ser hiciera a si misma, y por herido que saliera su corazón.
- Lo superaremos, ya verás, saldremos de esta.- prometió.
Negó con la cara escondida en el pecho del hombre. No iba a decirle que en parte, así era. Había notado, en esos dos días, que tenía un comportamiento algo errático, tan pronto nervioso como dulce, tan pronto frío como cercano. Siempre había sido un chico peculiar, pero nunca hasta ese punto. ¿Estaría bien? ¿habría caído enfermo? No parecía resfriado, ¿tal vez algo que había pillado en sus meses desaparecido?
No lo sabía, pero cuando Kaiden soltó su abrazo, separándose con suavidad, y la miró a los ojos, supo que algo le pasaba. Se mantuvo en silencio con las lágrimas resbalando por las mejillas, pero sin cegarla ya, y prestó atención cuando el chico, soltándola del todo, le mostró los brazos cubiertos de marcas. Algunas rojas, algunas cerradas, otras demasiado grandes, pinchazos, pinchazos de agujas.
Alzó la vista hacia los ojos de Kai, incrédula, ¿le estaba diciendo lo que estaba entendiendo? No podía ser verdad, Kai no era así, él era fuerte, no caería ante algo como el opio ni similares, o eso pensaba, sin embargo, cuando el puso sus suposiciones en palabras, lo vio claro. Era cierto, era adicto.
Wendy siempre lo había considerado su soporte, pensando que él era fuerte como para resistir cualquier cosa, pero era en ese momento en el que se daba cuenta. Kai era fuerte, alguien fuerte no tiene porque serlo en todo momento, incluso la persona más resistente tiene momentos de duda y necesita alguien que sea su soporte. Si, Kai era fuerte, pero en ese momento, era ella quien debía convertirse en su fuerza.
Con mejillas encharcadas y manos temblorosas, tomó dudosa la mano del hombre que tenía frente a ella y decidió dejar de temblar, con la otra mano, pasó sus dedos por el antebrazo herido del joven y sonrió entre lágrimas. Llevó la mano del chico hasta su mejilla y la mantuvo allí con ojos cerrados. Su mano derecha sosteniendo la mano de él sobre su cara, y su mano izquierda volando con suavidad a la mejilla del chico dando un paso más, hacia delante, acercándolos nuevamente.
Con una sonrisa cubierta de lágrimas y una voz suave, habló por fin. Había pasado una noche de perros, y su mañana no había sido mejor, pero Kai llevaba en una pesadilla meses, y, tal vez, ella pudiera hacerle despertar, aunque él no fuera a entender la razón, aunque él no pudiera corresponderle, debía ser consciente de la decisión que había tomado días atrás y cumplir con ella, por daño que ser hiciera a si misma, y por herido que saliera su corazón.
- Lo superaremos, ya verás, saldremos de esta.- prometió.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Colocarse tan cerca de Wendy y abrazarla no había sido la mejor idea del mundo. Le ponía especialmente de los nervios. No tenía las mejores pintas del mundo, varios arañazos en la zona de los pectorales, los brazos amoratados, los labios cárdenos, el pelo revuelto... Interiormente había pasado de "flotar" por culpa del opio a caer en picado. Se había sincerado de una maldita vez y ya se estaba arrepintiendo. Estaba haciendo "cómplice" a la rubia de sus problemas sin darse cuenta. Esperaba no arrepentirse también de ello.
¿Y las lágrimas de la rubia? Esas malditas lágrimas... Le hacían sentirse peor que un perro abandonado en mitad de la carretera. Sin embargo, terminó cerrando los ojos él también durante unos segundos de forma inconsciente, cuando ella le acarició el rostro y provocó que él hiciera lo mismo con ella. Era tan extraño... Ese sentimiento de tranquilidad que sentía en esos momentos. Tal vez por culpa del opio, sí, o tal vez gracias a la rubia. No estaba seguro. Eso sí, no pudo evitar mostrar media sonrisa tras aquel "Saldremos de esta". No le gustaba que ella se implicase, en realidad. No quería que se implicase. Pero, al menos, le hacía saber que no estaba solo.
- Yo me he metido en esto y salir también debería ser cosa mía -Sin embargo, se equivocaba, ¿no? Tal vez, pero no quería preocuparla. Kaiden creía que podía dejarlo cuando quisiera. Jugar a ser Dios, lo llaman algunos. Pero los dioses no existen en la Tierra, y por mucha confiaza que tuviese Kaiden en sí mismo, en el camino de las drogas dar marcha atrás es casi imposible. Kaiden quiso jugar a ser Dios y su vida se había convertido en un infierno. Por eso volvió a "casa". Tal vez, aunque no quisiera reconocerlo, necesitaba la ayuda de Wendy.
Fuera como fuese, no quería que la rubia volviera a pasarlo mal por su culpa. No. Se negaba a ver más lágrimas en el rostro de Wendy. Tal vez necesitase su ayuda, pero no se dejaría ayudar tan fácilmente, porque para él implicaba que la rubia lo pasase mal.
- Wendy - susurró en un momento dado - Cuando tengas que gritarme, grítame. Cuando tengas que enfadarte, enfádate - aunque ella no fuera así, Kaiden necesitaba que ella lo intentase. Ya no por él, sino por ella - No todo lo que haga tiene que estar bien - necesitaba que a Wendy le quedase claro. No podía permitir que, algún día, ella se cruzase con algún un capullo como él y éste la manejase a su antojo. Mientras él estuviera presente, eso nunca ocurriría, pero quería que ella fuera firme en ese sentido. No tenía por qué parecerle bien todo lo que hacía él o cualquier otra persona, por muy amigos que fueran. No quería aprovecharse de ella sin darse cuenta.
¿Y las lágrimas de la rubia? Esas malditas lágrimas... Le hacían sentirse peor que un perro abandonado en mitad de la carretera. Sin embargo, terminó cerrando los ojos él también durante unos segundos de forma inconsciente, cuando ella le acarició el rostro y provocó que él hiciera lo mismo con ella. Era tan extraño... Ese sentimiento de tranquilidad que sentía en esos momentos. Tal vez por culpa del opio, sí, o tal vez gracias a la rubia. No estaba seguro. Eso sí, no pudo evitar mostrar media sonrisa tras aquel "Saldremos de esta". No le gustaba que ella se implicase, en realidad. No quería que se implicase. Pero, al menos, le hacía saber que no estaba solo.
- Yo me he metido en esto y salir también debería ser cosa mía -Sin embargo, se equivocaba, ¿no? Tal vez, pero no quería preocuparla. Kaiden creía que podía dejarlo cuando quisiera. Jugar a ser Dios, lo llaman algunos. Pero los dioses no existen en la Tierra, y por mucha confiaza que tuviese Kaiden en sí mismo, en el camino de las drogas dar marcha atrás es casi imposible. Kaiden quiso jugar a ser Dios y su vida se había convertido en un infierno. Por eso volvió a "casa". Tal vez, aunque no quisiera reconocerlo, necesitaba la ayuda de Wendy.
Fuera como fuese, no quería que la rubia volviera a pasarlo mal por su culpa. No. Se negaba a ver más lágrimas en el rostro de Wendy. Tal vez necesitase su ayuda, pero no se dejaría ayudar tan fácilmente, porque para él implicaba que la rubia lo pasase mal.
- Wendy - susurró en un momento dado - Cuando tengas que gritarme, grítame. Cuando tengas que enfadarte, enfádate - aunque ella no fuera así, Kaiden necesitaba que ella lo intentase. Ya no por él, sino por ella - No todo lo que haga tiene que estar bien - necesitaba que a Wendy le quedase claro. No podía permitir que, algún día, ella se cruzase con algún un capullo como él y éste la manejase a su antojo. Mientras él estuviera presente, eso nunca ocurriría, pero quería que ella fuera firme en ese sentido. No tenía por qué parecerle bien todo lo que hacía él o cualquier otra persona, por muy amigos que fueran. No quería aprovecharse de ella sin darse cuenta.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Miedo, veía miedo en los ojos de Kaiden, un miedo que jamás habría pensado ver en él, tal vez él no lo notase, tal vez sus ojos no se hubieran dilatado y sus palabras no lo denotasen, pero ella intuía que él tenía miedo, y, de algún modo, parecía que este se había disipado un poco, como si el haberle dicho algo tan sencillo como que saldrían de esa le hubiera quitado un peso de encima. Había estado solo. Tan solo como ella, pero ella no había tenido nada que la hubiera más que la soledad y habia salido a flote, él, en cambio, sin estar dispuesto a pedir ayuda, había acabado peor que al irse, pero no pasaba nada, porque ya estaba en casa.
Como el decía, debería ser cosa suya, pero, sintiera lo que ella sintiera, después de todo, lo que eran, más que cualquier otra cosa, más que nada que lo empañase, eran amigos, y sucediera lo que sucediera después con ellos, seguirían, siempre, siendo amigos. Para Wendy, tras alejarse de su familia años atrás, había entendido la importancia de los amigos, eran, como solía decirse, la familia que elige uno mismo y ella, para bien o para mal, había elegido a Kai.
Se secó una lágrima y respiró hondo, necesitaba un baño con urgencia, los nervios seguían a flor de piel y necesitaba calmarlos, no porque fuera a soltar ninguna burrada, si no porque hasta que no se sumergiera en el agua caliente, dudaba de poder calmarse totalmente, quería remojarse y acostarse a descansar. Miró a Kaiden, que parecía quererle decir algo más, y esperó paciente a que se decidiera. Verlo aliviada la hacía sentirse lo bastante tranquila como para no desmoronarse en la madera del dormitorio, y ahora que la otra había desaparecido, se sentía, también, más a gusto.
Respiró hondo, sabía que debía marcar más el terreno, pero en realidad, había pocas cosas que la molestasen, solía ser bastante tolerante, y eso, sabía, le causaba problemas en ciertas ocasiones. Miró al chico, dudosa, y apartó la mirada dando un paso más hacia él, mordiendose el labio. Parecía decirlo en serio, ¿podría decirle lo que le molestaba? Tal vez, sus molestias no fueran propias de una amiga, y eso fuera raro, tal vez se enfadase, y no quería que sintiera que estaba solo, no cuando parecía haber entendido que no era así.
- Pues...- dio un paso más y lo cogió de la cintura del pantalón, para que no se alejase, algo dudosa.- no me gusta que desaparezcas sin decir nada, al menos, déjame una nota.- dijo en un murmullo.- y... Si tengo un dia libre, me gustaría poder pasar aunque sea un rato contigo.- susurró, alzando un poco la mano.- Si sales, ten cuidado, no quiero que te pase nada malo...- su mano acarició la espalda ancha del chico.- también... se que... bueno, que te ves con chicas....- se sonrojó y comenzó a ponerse tensa, esa parte era la más difícil, se abrazó a él despacio, ocultando su cara, esperando que él no la alejase.- solo... que no sea aquí, por favor.- pidió por fin, para, a continuación, quedarse en silencio.
Como el decía, debería ser cosa suya, pero, sintiera lo que ella sintiera, después de todo, lo que eran, más que cualquier otra cosa, más que nada que lo empañase, eran amigos, y sucediera lo que sucediera después con ellos, seguirían, siempre, siendo amigos. Para Wendy, tras alejarse de su familia años atrás, había entendido la importancia de los amigos, eran, como solía decirse, la familia que elige uno mismo y ella, para bien o para mal, había elegido a Kai.
Se secó una lágrima y respiró hondo, necesitaba un baño con urgencia, los nervios seguían a flor de piel y necesitaba calmarlos, no porque fuera a soltar ninguna burrada, si no porque hasta que no se sumergiera en el agua caliente, dudaba de poder calmarse totalmente, quería remojarse y acostarse a descansar. Miró a Kaiden, que parecía quererle decir algo más, y esperó paciente a que se decidiera. Verlo aliviada la hacía sentirse lo bastante tranquila como para no desmoronarse en la madera del dormitorio, y ahora que la otra había desaparecido, se sentía, también, más a gusto.
Respiró hondo, sabía que debía marcar más el terreno, pero en realidad, había pocas cosas que la molestasen, solía ser bastante tolerante, y eso, sabía, le causaba problemas en ciertas ocasiones. Miró al chico, dudosa, y apartó la mirada dando un paso más hacia él, mordiendose el labio. Parecía decirlo en serio, ¿podría decirle lo que le molestaba? Tal vez, sus molestias no fueran propias de una amiga, y eso fuera raro, tal vez se enfadase, y no quería que sintiera que estaba solo, no cuando parecía haber entendido que no era así.
- Pues...- dio un paso más y lo cogió de la cintura del pantalón, para que no se alejase, algo dudosa.- no me gusta que desaparezcas sin decir nada, al menos, déjame una nota.- dijo en un murmullo.- y... Si tengo un dia libre, me gustaría poder pasar aunque sea un rato contigo.- susurró, alzando un poco la mano.- Si sales, ten cuidado, no quiero que te pase nada malo...- su mano acarició la espalda ancha del chico.- también... se que... bueno, que te ves con chicas....- se sonrojó y comenzó a ponerse tensa, esa parte era la más difícil, se abrazó a él despacio, ocultando su cara, esperando que él no la alejase.- solo... que no sea aquí, por favor.- pidió por fin, para, a continuación, quedarse en silencio.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
La rubia le había demostrado más que cualquier otra persona en toda su vida. Más de lo que él le había demostrado a ella. Al Kowalczyk le gustaría poder darle más de lo que le pedía a ella. Le gustaría abrazarla, incluso besarla, más veces de las que lo hacía. Sin embargo, su indestructible coraza a día de hoy, le impedía que sus sentimientos salieran a flote en la mayoría de situaciones. Era un mecanismo de defensa en realidad. Si no hay sentimientos, no sufres, ¿no? ¿El problema? Que a él le gustaba esa coraza. Le daría un ataque de ansiedad sin ella, si sus sentimientos salieran de golpe algún día. Puede que fuera egoísta, pero era así como se sentía seguro. Intentaba hacer excepciones con Wendy, eso sin duda, pero no siempre le salían ni le iban a salir bien.
Igual que a ella le costaba gritar o enfadarse, a él le costaba ser cariñoso. Eran bastante distintos en ese sentido, y en muchos otros seguramente. Él ni siquiera tiene claro por qué llegaron a congeniar tan bien. Ella tan tierna, él tan frío. Aunque, tal vez, gracias a ella cada vez dejase de ser un poco menos impenetrable.
Cuando la rubia dio un paso hacia a él, supuso que iba a decirle las cosas que le molestaban. Kaiden trató de prestar atención, mirándola directamente a los ojos. Él se quedó en silencio, en ningún momento la interrumpió. Dejó que la rubia terminase de decir las cosas que le molestaban de él y, cuando lo hizo, únicamente pudo reprimir una sonrisa.
- No ha estado mal. Sólo te falta mejorar el tono para terminar de parecer mi madre - bromeó, dejándose abrazar - Está bien - de momento, podía conformarse con que ella le dijera las cosas que le molestaban de él. Le gustaría que fuera algo más autoritaria a la forma de reprocharle ciertas cosas, pero... poco a poco, ¿no?
Al final correspondió al abrazo, rodeándola con ambos brazos. Mañana negaría haber dado tantos abrazos, así que más le valía a la rubia aprovecharse ahora.
- Por cierto, te hice la cena - aunque no le recomendaba comérsela. Y mucho menos después de... ¿cuatro? ¿Cinco horas?
Igual que a ella le costaba gritar o enfadarse, a él le costaba ser cariñoso. Eran bastante distintos en ese sentido, y en muchos otros seguramente. Él ni siquiera tiene claro por qué llegaron a congeniar tan bien. Ella tan tierna, él tan frío. Aunque, tal vez, gracias a ella cada vez dejase de ser un poco menos impenetrable.
Cuando la rubia dio un paso hacia a él, supuso que iba a decirle las cosas que le molestaban. Kaiden trató de prestar atención, mirándola directamente a los ojos. Él se quedó en silencio, en ningún momento la interrumpió. Dejó que la rubia terminase de decir las cosas que le molestaban de él y, cuando lo hizo, únicamente pudo reprimir una sonrisa.
- No ha estado mal. Sólo te falta mejorar el tono para terminar de parecer mi madre - bromeó, dejándose abrazar - Está bien - de momento, podía conformarse con que ella le dijera las cosas que le molestaban de él. Le gustaría que fuera algo más autoritaria a la forma de reprocharle ciertas cosas, pero... poco a poco, ¿no?
Al final correspondió al abrazo, rodeándola con ambos brazos. Mañana negaría haber dado tantos abrazos, así que más le valía a la rubia aprovecharse ahora.
- Por cierto, te hice la cena - aunque no le recomendaba comérsela. Y mucho menos después de... ¿cuatro? ¿Cinco horas?
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Abrazada a él, sonrió un poco, al menos el chico se sentía con ánimos de bromear, no le había sentado mal que le dijera esas cosas, en cierta forma, Wendy se sentía realmente aliviada, después del día que había tenido, le faltaba enfadar a Kai. De algún modo, se negó a si misma, no, él le acababa de decir que debía ser más firme, y sabía, en cierto modo, que tenía razón, pero le iba a costar.
No era una persona que tuviera problemas con nadie, si no quería hacer algo, lo decía con educación, si se sentía incómoda, daba una excusa y se marchaba, usualmente, se llevaba bien incluso con las personas que se llevaban mal con todos, puede que porque era de hablar más bien poco, y su calma era algo que se solía agradecer. Pero a Kai le costaba decirle que no, si el chico tomaba drogas, y era adicto, ella debería reflexionar si, acaso, el chico era su adicción, puede que fuera algo complicado de entender, pero tenía ciertos detalles que hacían que se sintiera como una niña pequeña en el día de reyes.
- ¿Me hiciste la cena?.- preguntó, algo incredula, intentando ignorar el pequeño pinchazo del pecho, ¿se la habría hecho a ella, o tal vez a la joven que había invitado a pasar la noche? Porque, tal vez, al final no les había dado siquiera tiempo a probarla. Sin embargo, prefirió no pensar en ello, le había hecho la cena, eso era en lo que debía centrarse.- déjame que me de un baño y nos lo comemos.- sonrió dandole un ligero beso en el cuello a modo de "hasta ahora"
Cerró la puerta a su espalda y suspiró, le gustaría tomarse un tiempo para disfrutar del baño, necesitaba, realmente, destensar sus músculos, pero no quería tampoco hacer esperar a Kaiden, después de lo que el chico le había contado, si tardaba mucho en salir, temía que el chico pensara que su opinión de él había cambiado, o que creyera que lo que había dicho era solo palabrería. Debía ser tonta, después de haber encontrado lo que había encontrado al llegar a casa... Le daba igual ser tonta, ciertamente.
Se quitó la ropa sin cuidado, dejándola resbalar, y se sumerjió en la tina humeante cerrando el grifo. Soltó un silvido entre dientes, quemaba, pero en cierta forma, lo agradecía, estaba aun pálida y helada, y el agua caliente parecía entrarle por los poros. Suspiró tran unos instantes acostumbrándose a la temperatura y se sumergió totalmente para remojar su pelo. Se quedó unos minutos quieta, notando como poco a poco el frío la abandonaba y comenzaba a entrar en calor, no solo por fuera, si no por dentro.
Con unos aceites y algo de jabón, se labó hasta quedar limpia del barro y notar el pelo limpio, liberado de mugre y ramas, y salió de allí rápido, viendo el color que había tomado el agua tras haber frotado la suciedad que tenía encima. Quitó el tapón que vaciaba la tina y se envolvió en una toalla secando su pelo con otra, que dejó secándose, colada en una percha. Buscó la ropa con la mirada, pero no había entrado nada, demasiado deprisa habían pasado los sucesos desde su llegada, tenía, incluso, cierto dolor de cabeza, probablemente por haber llorado.
Salio del baño apresurada, esperando que Kai no siguiera en el cuarto para poder coger, ni que fuera, un pijama con tranquilidad, después de todo, iría a acostarse en cuanto tuviera la oportunidad, se encontraba agotada. Efectivamente, el chico no estaba en el cuarto, se acercó al armario y, aun no lo había abierto, que escuchó unos pasos acercarse. Nerviosa, sin querer que la viera en toalla, sobretodo tras lo sucedido días atrás, cuando había despertado desnuda a su lado. Tomó lo primero que vio a mano.
Se ató la camisa que había sobre la cama, demasiado grande para ella, dejando caer la toalla, justo a tiempo, los pasos habían llegado al cuarto.
- Perdón, he cogido lo primero que he visto.- musitó dándose cuenta de que llevaba puesta una de las camisas del chico, debía empezar a afectarle el sueño, no acostumbraba a pasar noches sin dormir.
No era una persona que tuviera problemas con nadie, si no quería hacer algo, lo decía con educación, si se sentía incómoda, daba una excusa y se marchaba, usualmente, se llevaba bien incluso con las personas que se llevaban mal con todos, puede que porque era de hablar más bien poco, y su calma era algo que se solía agradecer. Pero a Kai le costaba decirle que no, si el chico tomaba drogas, y era adicto, ella debería reflexionar si, acaso, el chico era su adicción, puede que fuera algo complicado de entender, pero tenía ciertos detalles que hacían que se sintiera como una niña pequeña en el día de reyes.
- ¿Me hiciste la cena?.- preguntó, algo incredula, intentando ignorar el pequeño pinchazo del pecho, ¿se la habría hecho a ella, o tal vez a la joven que había invitado a pasar la noche? Porque, tal vez, al final no les había dado siquiera tiempo a probarla. Sin embargo, prefirió no pensar en ello, le había hecho la cena, eso era en lo que debía centrarse.- déjame que me de un baño y nos lo comemos.- sonrió dandole un ligero beso en el cuello a modo de "hasta ahora"
Cerró la puerta a su espalda y suspiró, le gustaría tomarse un tiempo para disfrutar del baño, necesitaba, realmente, destensar sus músculos, pero no quería tampoco hacer esperar a Kaiden, después de lo que el chico le había contado, si tardaba mucho en salir, temía que el chico pensara que su opinión de él había cambiado, o que creyera que lo que había dicho era solo palabrería. Debía ser tonta, después de haber encontrado lo que había encontrado al llegar a casa... Le daba igual ser tonta, ciertamente.
Se quitó la ropa sin cuidado, dejándola resbalar, y se sumerjió en la tina humeante cerrando el grifo. Soltó un silvido entre dientes, quemaba, pero en cierta forma, lo agradecía, estaba aun pálida y helada, y el agua caliente parecía entrarle por los poros. Suspiró tran unos instantes acostumbrándose a la temperatura y se sumergió totalmente para remojar su pelo. Se quedó unos minutos quieta, notando como poco a poco el frío la abandonaba y comenzaba a entrar en calor, no solo por fuera, si no por dentro.
Con unos aceites y algo de jabón, se labó hasta quedar limpia del barro y notar el pelo limpio, liberado de mugre y ramas, y salió de allí rápido, viendo el color que había tomado el agua tras haber frotado la suciedad que tenía encima. Quitó el tapón que vaciaba la tina y se envolvió en una toalla secando su pelo con otra, que dejó secándose, colada en una percha. Buscó la ropa con la mirada, pero no había entrado nada, demasiado deprisa habían pasado los sucesos desde su llegada, tenía, incluso, cierto dolor de cabeza, probablemente por haber llorado.
Salio del baño apresurada, esperando que Kai no siguiera en el cuarto para poder coger, ni que fuera, un pijama con tranquilidad, después de todo, iría a acostarse en cuanto tuviera la oportunidad, se encontraba agotada. Efectivamente, el chico no estaba en el cuarto, se acercó al armario y, aun no lo había abierto, que escuchó unos pasos acercarse. Nerviosa, sin querer que la viera en toalla, sobretodo tras lo sucedido días atrás, cuando había despertado desnuda a su lado. Tomó lo primero que vio a mano.
Se ató la camisa que había sobre la cama, demasiado grande para ella, dejando caer la toalla, justo a tiempo, los pasos habían llegado al cuarto.
- Perdón, he cogido lo primero que he visto.- musitó dándose cuenta de que llevaba puesta una de las camisas del chico, debía empezar a afectarle el sueño, no acostumbraba a pasar noches sin dormir.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Sí, le había hecho la cena pero en el fondo no recomendaba que se la comiera. Únicamente se la recomendaría a alguna persona que supiera que le había hecho daño alguna vez a la rubia. Sin embargo, no llegó a decir nada. Dejó que la rubia fuera a darse un baño, pues notaba que le hacía falta. Ya se lo diría después. En el fondo, le gustaban los besos de la rubia a modo de "despedida", ya fueran en el cuello o en la mejilla o en cualquier otra parte.
Cuando ella se fue al baño, se sentó en el sofá durante un rato. Estaba cansado, incluso tenía algo de sueño. Los efectos del opio parecían haber desaparecido por completo y ahora notaba el cansancio que provocaba aquello. Se sentía relajado por completo y sabía que podría dormir perfectamente aquella noche. Probablemente fuera uno de los motivos por los que comenzó a drogarse meses atrás, para conseguir dormir.
Cerró los ojos, esperando a la rubia. Y justo cuando estaba a punto de caer entre los brazos de Morfeo, escuchó la puerta del baño. Se levantó del sofá de forma inconsciente y fue hasta la habitación, dando por hecho que Wendy estaría allí. Estaba tan cansado que no se le había pasado por la cabeza que la rubia pudiera estar desnuda, ni siquiera por muy obvio que fuera relacionar aquello con el hecho de que se hubiera dado un baño.
Una vez en la puerta de la habitación, vio a la rubia con una de sus camisas puestas. Inconscientemente, sonrió.
- Te queda bien - o por lo menos a él le gustaba cómo le quedaba su camisa a la rubia. Aunque, para qué engañarnos, con ese cuerpo, le quedaría bien cualquier cosa - Mejor le dejamos la cena a los gatos de la calle. No soy muy buen cocinero - aconsejó, acercándose a la rubia para poder darle un beso en la mejilla. No había podido evitarlo. Culpa del opio, tal vez. O tal vez simplemente le apetecía hacerlo. Definitivamente, era hora de irse a dormir. Demasiado cariñoso estaba como para encontrarse bien.
Cuando ella se fue al baño, se sentó en el sofá durante un rato. Estaba cansado, incluso tenía algo de sueño. Los efectos del opio parecían haber desaparecido por completo y ahora notaba el cansancio que provocaba aquello. Se sentía relajado por completo y sabía que podría dormir perfectamente aquella noche. Probablemente fuera uno de los motivos por los que comenzó a drogarse meses atrás, para conseguir dormir.
Cerró los ojos, esperando a la rubia. Y justo cuando estaba a punto de caer entre los brazos de Morfeo, escuchó la puerta del baño. Se levantó del sofá de forma inconsciente y fue hasta la habitación, dando por hecho que Wendy estaría allí. Estaba tan cansado que no se le había pasado por la cabeza que la rubia pudiera estar desnuda, ni siquiera por muy obvio que fuera relacionar aquello con el hecho de que se hubiera dado un baño.
Una vez en la puerta de la habitación, vio a la rubia con una de sus camisas puestas. Inconscientemente, sonrió.
- Te queda bien - o por lo menos a él le gustaba cómo le quedaba su camisa a la rubia. Aunque, para qué engañarnos, con ese cuerpo, le quedaría bien cualquier cosa - Mejor le dejamos la cena a los gatos de la calle. No soy muy buen cocinero - aconsejó, acercándose a la rubia para poder darle un beso en la mejilla. No había podido evitarlo. Culpa del opio, tal vez. O tal vez simplemente le apetecía hacerlo. Definitivamente, era hora de irse a dormir. Demasiado cariñoso estaba como para encontrarse bien.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Algo sonrojada, miró a Kaiden acercarse sonriendo, eso era raro, a pesar del shock de hacía a penas media hora, el chico parecía estar feliz, ¿sería cosa de la droga? Wendy lo dudaba, no parecía flotar, como a su llegada, era consciente de lo que sucedía a su alrededor y reaccionaba a ello de la forma en la que lo habría hecho de forma usual. Debía estar aliviado, ya no guardaba secretos.
No sería raro, cuando alguien se quita un peso de encima, cuando se siente aliviado y cómodo, cuando puede relajarse, parece ser más feliz,y el chico había cagado solo con un gran peso a sus espaldas durante meses, se había alejado, y desesperado. La chica esperaba que, su presencia, de nuevo, en la vida de Kai, le permitiera al chico aliviar su peso, ella, al menos, no pensaba dejarlo solo.
Sin mirarlo, avergonzada, se mordió el labio, en cualquier otra situación, si su relación fuera algo diferente, ella sería más que feliz de poder llevar su camisa, pero siendo como eran, amigos, y aunque el corazón se le aceleraba, sabía que no podía ser, y no sería, eran, y serían, amigos. Por eso él salía a buscar calor a otros lados, por eso ella, aun cariñosa, intentaba mantener cierta distancia, una distancia que había roto, un poco, poniéndose su camisa.
Rió un poco cuando comentó que la cena no era comible, y pudo alzar la cabeza, más tranquila, pero con las mejillas teñidas de un suave rojo. Para los gatos callejeros, pues, esa gata tampoco tenía demasiada hambre, estaba más cansada que otra cosa, aunque temía, después de la horrible noche que había pasado, que las pesadillas acudieran a ella.
- Vamos a dormir, pues.- musitó antes de que el chico le diera un beso en la mejilla.
Sorprendida, pues nunca, jamás de los jamases, solía hacer Kaiden esas cosas, se llevó una mano a la mejilla, incrédula, notando aun el cosquilleo de los labios del chico sobre la piel de su cara sonrosada. Sonrió, no esperaba que el chico estuviera cambiando, pero un ataque de dulzura de vez en cuando no era malo, para nada, al menos, no mientras fuera dirigido a ella.
Era más celosa de lo que parecía, aunque aceptaba que, al no ser nada, Kaiden viera a otras, no podría aceptar con facilidad que el corazón del chico se desligara del suyo, y sabía que, cuando el joven encontrase a alguien, quien fuera, que no fuera ella, y que lograse abrir su corazón como ella había conseguido, moriría por dentro y lo más oscuro de ella saldría a luz, esperaba que cuando esto sucediera, no fuera demasiado malo, ni siquiera ella conocía lo peor de si misma.
Con la camisa del chico, se acostó en la cama y se tapó hasta la nariz, temblando un poco, el aire se había colado por debajo de la tela de la camisa y el frío por los huesos, su pelo húmedo la hacía temblar más y el recuerdo de la noche anterior la asaltaba, no sabía si Kai iría a dormir al sofá, pero esa noche, ella necesitaba que estuviera a su lado.
- Kai...- musitó llamándolo, levantándose un poco entre las sábanas, temblando.- ¿Puedes dormir conmigo hoy? Por favor...- pidió cubriéndose con la sábana, con timidez, los ojos brillantes, y miedo a que el chico la rechazase de pleno, no necesitaba, si quiera, un abrazo, si hacía falta haría una barrera de cojines para separarlos, solo necesitaba saber que tenía a alguien al lado cuidándola, después de esa noche de locos.
No sería raro, cuando alguien se quita un peso de encima, cuando se siente aliviado y cómodo, cuando puede relajarse, parece ser más feliz,y el chico había cagado solo con un gran peso a sus espaldas durante meses, se había alejado, y desesperado. La chica esperaba que, su presencia, de nuevo, en la vida de Kai, le permitiera al chico aliviar su peso, ella, al menos, no pensaba dejarlo solo.
Sin mirarlo, avergonzada, se mordió el labio, en cualquier otra situación, si su relación fuera algo diferente, ella sería más que feliz de poder llevar su camisa, pero siendo como eran, amigos, y aunque el corazón se le aceleraba, sabía que no podía ser, y no sería, eran, y serían, amigos. Por eso él salía a buscar calor a otros lados, por eso ella, aun cariñosa, intentaba mantener cierta distancia, una distancia que había roto, un poco, poniéndose su camisa.
Rió un poco cuando comentó que la cena no era comible, y pudo alzar la cabeza, más tranquila, pero con las mejillas teñidas de un suave rojo. Para los gatos callejeros, pues, esa gata tampoco tenía demasiada hambre, estaba más cansada que otra cosa, aunque temía, después de la horrible noche que había pasado, que las pesadillas acudieran a ella.
- Vamos a dormir, pues.- musitó antes de que el chico le diera un beso en la mejilla.
Sorprendida, pues nunca, jamás de los jamases, solía hacer Kaiden esas cosas, se llevó una mano a la mejilla, incrédula, notando aun el cosquilleo de los labios del chico sobre la piel de su cara sonrosada. Sonrió, no esperaba que el chico estuviera cambiando, pero un ataque de dulzura de vez en cuando no era malo, para nada, al menos, no mientras fuera dirigido a ella.
Era más celosa de lo que parecía, aunque aceptaba que, al no ser nada, Kaiden viera a otras, no podría aceptar con facilidad que el corazón del chico se desligara del suyo, y sabía que, cuando el joven encontrase a alguien, quien fuera, que no fuera ella, y que lograse abrir su corazón como ella había conseguido, moriría por dentro y lo más oscuro de ella saldría a luz, esperaba que cuando esto sucediera, no fuera demasiado malo, ni siquiera ella conocía lo peor de si misma.
Con la camisa del chico, se acostó en la cama y se tapó hasta la nariz, temblando un poco, el aire se había colado por debajo de la tela de la camisa y el frío por los huesos, su pelo húmedo la hacía temblar más y el recuerdo de la noche anterior la asaltaba, no sabía si Kai iría a dormir al sofá, pero esa noche, ella necesitaba que estuviera a su lado.
- Kai...- musitó llamándolo, levantándose un poco entre las sábanas, temblando.- ¿Puedes dormir conmigo hoy? Por favor...- pidió cubriéndose con la sábana, con timidez, los ojos brillantes, y miedo a que el chico la rechazase de pleno, no necesitaba, si quiera, un abrazo, si hacía falta haría una barrera de cojines para separarlos, solo necesitaba saber que tenía a alguien al lado cuidándola, después de esa noche de locos.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
Debería dormir en el sofá. Debería dormir en el sofá. Se repitió a sí mismo, mentalmente, varias veces. Al menos hasta que Wendy hizo la pregunta. "¿Puedes dormir conmigo hoy? Por favor...". Esa frase. Esa puta frase... Le hizo cambiar de opinión al instante. Le apetecía dormir con ella. ¿Cómo no iba a apetecerle? Se moría de ganas. Y no se ruborizaba porque él mismo se daría un puñetazo en el caso de hacerlo, pero por dentro era inevitable que pensase en lo buena que estaba Wendy semi-desnuda con su camisa puesta. Al final, caminó hacia la cama y se sentó en el borde, al lado de Wendy, para finalmente tumbarse.
Efectivamente, terminó cediendo. Todos sus intentos por contenerse se fueron a la mierda en cuanto la rubia le pidió dormir con ella. Estoy completa y jodidamente enamorado de ti, ¿cómo no iba a querer dormir contigo, maldita imbécil? [...] Se había oído. Se había oído diciéndolo mentalmente por primera vez. Kaiden se puso rígido como una piedra. El silencio le consumió. Ni siquiera se atrevió a pestañear, estaba asustado. Aquellos segundos estaban siendo los más largos que jamás había vivido. Sentía como si el corazón se hubiera dado un mordisco a sí mismo. No estaba seguro de estar actuando con la cabeza cuando acercó su rostro a ella. Sí, lo acercó a ella, aprovechó la cercanía tras tumbarse a su lado. Era el momento. ¡Era el maldito momento! No. No lo era. No, no lo era. O sí. Debía hacerlo ya, tenía que besarla ya, porque sino temía explotar. Si le apartaba que lo hiciese, que lo hiciese y punto, pero iba a hacerl... NO. NO, NO, NO. ¿Pero en qué cojones estaba pensando? ¡No podía besar a Wendy, joder!
Kaiden apartó el rostro rápidamente de ella, sin llegar a besarla, intentando fingir que no había ocurrido nada. ¿Cómo reaccionar? Salir corriendo era de cobardes y estaba claro que irse sin decir nada no era una buena idea. Había confiado en ser lo suficientemente inteligente como para guardar las apariencias cuando esto ocurriera. Porque sí, una parte de su cerebro ya lo sabía. No sabría decir exactamente desde hace cuántos años, pero lo sabía. Sabía que le gustaba Wendy. Sabía que sentía cosas bastante intensas por ella antes de marcharse. Y querer poner límites entre ambos no había surgido de la nada. Había nacido de no querer joderle la vida a la rubia queriéndola. Wendy no se merecía a alguien como él... y mucho menos para una relación más íntima de la que ya tenían. No podía hacerle aquello a la rubia.
- Estoy agotado. Buenas noches, rubia... - al final fue cobarde. No se atrevió a dar un paso más, ni siquiera a confesar que había estado a punto de besarla. Creía que así le hacía bien a Wendy. La estaba protegiendo de sí mismo.
Cerró los ojos y fingió dormir, a pesar de que interiormente sabía que no iba a pegar ojo en toda la noche. Mañana sería otro día. Mañana se olvidaría de ella. Mañana dejaría de ser tan gilipollas. Mañana dejaría de sentirse gilipollas. O al menos intentó autoconvencerse.
Efectivamente, terminó cediendo. Todos sus intentos por contenerse se fueron a la mierda en cuanto la rubia le pidió dormir con ella. Estoy completa y jodidamente enamorado de ti, ¿cómo no iba a querer dormir contigo, maldita imbécil? [...] Se había oído. Se había oído diciéndolo mentalmente por primera vez. Kaiden se puso rígido como una piedra. El silencio le consumió. Ni siquiera se atrevió a pestañear, estaba asustado. Aquellos segundos estaban siendo los más largos que jamás había vivido. Sentía como si el corazón se hubiera dado un mordisco a sí mismo. No estaba seguro de estar actuando con la cabeza cuando acercó su rostro a ella. Sí, lo acercó a ella, aprovechó la cercanía tras tumbarse a su lado. Era el momento. ¡Era el maldito momento! No. No lo era. No, no lo era. O sí. Debía hacerlo ya, tenía que besarla ya, porque sino temía explotar. Si le apartaba que lo hiciese, que lo hiciese y punto, pero iba a hacerl... NO. NO, NO, NO. ¿Pero en qué cojones estaba pensando? ¡No podía besar a Wendy, joder!
Kaiden apartó el rostro rápidamente de ella, sin llegar a besarla, intentando fingir que no había ocurrido nada. ¿Cómo reaccionar? Salir corriendo era de cobardes y estaba claro que irse sin decir nada no era una buena idea. Había confiado en ser lo suficientemente inteligente como para guardar las apariencias cuando esto ocurriera. Porque sí, una parte de su cerebro ya lo sabía. No sabría decir exactamente desde hace cuántos años, pero lo sabía. Sabía que le gustaba Wendy. Sabía que sentía cosas bastante intensas por ella antes de marcharse. Y querer poner límites entre ambos no había surgido de la nada. Había nacido de no querer joderle la vida a la rubia queriéndola. Wendy no se merecía a alguien como él... y mucho menos para una relación más íntima de la que ya tenían. No podía hacerle aquello a la rubia.
- Estoy agotado. Buenas noches, rubia... - al final fue cobarde. No se atrevió a dar un paso más, ni siquiera a confesar que había estado a punto de besarla. Creía que así le hacía bien a Wendy. La estaba protegiendo de sí mismo.
Cerró los ojos y fingió dormir, a pesar de que interiormente sabía que no iba a pegar ojo en toda la noche. Mañana sería otro día. Mañana se olvidaría de ella. Mañana dejaría de ser tan gilipollas. Mañana dejaría de sentirse gilipollas. O al menos intentó autoconvencerse.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
El momento que Kaiden tardó en decidirse sintió que se hundía, había sobrepasado, finalmente, los límites. Tragó saliva, nerviosa, dispuesta a tumbarse, darse la vuelta y decirle que era broma, que descansara, aunque no fuera a poder dormir. Tenía miedo de herirlo, de hacerle daño, más incluso que de dañarse a si misma forzando la cuerda. Kaiden, en cierta forma, era frágil, más que ella.
Cuando lo vio acercarse, empezó a moverse con cuidado, parecía que le había costado decidirse. Le dejó sitio en la cama destapando las mantas y se acostó a su lado al tiempo que él se dejaba caer, mirándolo. Con la cabeza sobre la almohada, sintió un pequeño nudo en la garganta, de alguna forma, sentía que ese momento era algo importante. Nunca habían compartido cama, no de forma consciente ni con ambos en forma humana. El corazón de Wendy se desbocaba y la mente le daba vueltas.
No podía evitar pensar en lo guapo que era Kaiden, con sus ojos cansados, su pelo revuelto e, incluso, su alma herida. Wendy sabía, desde hacía tiempo, que estaba enamorada, pero que era algo que nunca podría llegar a buen puerto, porque Kaiden no parecía querer amor, daba la impresión de conformarse con una noche de sudor y gemidos y algo de droga que llevarse a las venas. Eso, al menos, era lo que había pensado la chica al conocerlo. Pero se había equivocado.
En el fondo, muy en el fondo, escondido tras cientos de capas de hierro y hielo, tenía el corazón más grande que había podido ver la chica. Era más dulce de lo que él pensaba. La primera vez que se había dado cuenta, había sido un día que lo había visto en la taberna en la que había trabajado como cantante, el chico, sentado en la barra, había mirado jugar al gato del dueño y había sonreído. Ese fue el día en que Wendy pensó que Kaiden ocultaba todo lo bueno que tenía y se decidió a conocerlo.
Esos pequeños detalles, que los hacían más similares que diferentes, esa creencia que había adquirido ella, poco a poco, de que, tal vez, podría descubrir que ocultaba el hombre que se acostaba, en ese instante, a su lado, esa dulzura oculta bajo fría indiferencia y la preocupación que había mostrado por ella cuando era pura inocencia, la había hecho enamorarse perdidamente. Lo tenía asumido, y lo celebraba y sufría por partes iguales, porque Kai era alguien que merecía ser amado, más que nadie que había conocido nunca, pero era difícil de amar, porque el mismo no se dejaba, y sabía, estaba convencida al ciento diez por cien, de que si en algún momento a ella se le ocurría decirle con palabras lo que sentía, se iría para no volver. Kai tenía miedo, y ella era consciente, pero no cambiaba lo que sentía.
No podría decírselo en palabras, no podría enredarlo en sus brazos cada noche, ni besarle los labios, pero, a su forma, con pequeños gestos, intentaba demostrarle que no estaba solo y rezaba porque, algún día, se diera cuenta de todo lo que valía.
Cuando él se acostó a su lado, mirándola y comenzó a acercarse, pareció detenerse el tiempo y el corazón de Wendy subió a su garganta, sus labios y sus mejillas enrojecieron y su cuerpo, como por puro instinto, como si supiera a dónde debía pertenecer, se movió solo, acercando su cabeza a la del hombre, el corazón había tomado el control mientras la cabeza de Wendy negaba con vehemencia, no, no podía besarlo, porque si lo hacía en ese instante, pasaría a ser, solo, otro refugio temporal.
Agradeció que él se separara, porque aunque ella quería resistirse, aunque intentaba alejarse, sabía que, si insistía, no sería capaz de rechazarlo. Se quedó paralizada, con la piel pálida enrojecida, como si se hubiera quemado con el agua de la bañera. Lo miró girarse, cubierto por las sábanas y se quedó un instante mirando su espalda, con ojos abiertos, brillantes y mejillas encendidas, con el corazón disparado.
- Buenas noches Kai.- susurró dándose, también, la vuelta, con la piel vibrando, se le habían olvidado, con ese instante de duda que habían tenido ambos, las pesadillas, pero, aun así, dudaba que esa noche fuera a lograr pegar ojo. Pero se había dado cuenta, una vez más, ella no quería ser algo temporal en la vida de Kai, quería ser su alivio y refujio, no por una noche, si no por todas las que pudiera y más, por ello, no podía permitirse acercarse y romper la pared, no, porque ella no quería ser temporal, quería ser, para él, eterna.
Cuando lo vio acercarse, empezó a moverse con cuidado, parecía que le había costado decidirse. Le dejó sitio en la cama destapando las mantas y se acostó a su lado al tiempo que él se dejaba caer, mirándolo. Con la cabeza sobre la almohada, sintió un pequeño nudo en la garganta, de alguna forma, sentía que ese momento era algo importante. Nunca habían compartido cama, no de forma consciente ni con ambos en forma humana. El corazón de Wendy se desbocaba y la mente le daba vueltas.
No podía evitar pensar en lo guapo que era Kaiden, con sus ojos cansados, su pelo revuelto e, incluso, su alma herida. Wendy sabía, desde hacía tiempo, que estaba enamorada, pero que era algo que nunca podría llegar a buen puerto, porque Kaiden no parecía querer amor, daba la impresión de conformarse con una noche de sudor y gemidos y algo de droga que llevarse a las venas. Eso, al menos, era lo que había pensado la chica al conocerlo. Pero se había equivocado.
En el fondo, muy en el fondo, escondido tras cientos de capas de hierro y hielo, tenía el corazón más grande que había podido ver la chica. Era más dulce de lo que él pensaba. La primera vez que se había dado cuenta, había sido un día que lo había visto en la taberna en la que había trabajado como cantante, el chico, sentado en la barra, había mirado jugar al gato del dueño y había sonreído. Ese fue el día en que Wendy pensó que Kaiden ocultaba todo lo bueno que tenía y se decidió a conocerlo.
Esos pequeños detalles, que los hacían más similares que diferentes, esa creencia que había adquirido ella, poco a poco, de que, tal vez, podría descubrir que ocultaba el hombre que se acostaba, en ese instante, a su lado, esa dulzura oculta bajo fría indiferencia y la preocupación que había mostrado por ella cuando era pura inocencia, la había hecho enamorarse perdidamente. Lo tenía asumido, y lo celebraba y sufría por partes iguales, porque Kai era alguien que merecía ser amado, más que nadie que había conocido nunca, pero era difícil de amar, porque el mismo no se dejaba, y sabía, estaba convencida al ciento diez por cien, de que si en algún momento a ella se le ocurría decirle con palabras lo que sentía, se iría para no volver. Kai tenía miedo, y ella era consciente, pero no cambiaba lo que sentía.
No podría decírselo en palabras, no podría enredarlo en sus brazos cada noche, ni besarle los labios, pero, a su forma, con pequeños gestos, intentaba demostrarle que no estaba solo y rezaba porque, algún día, se diera cuenta de todo lo que valía.
Cuando él se acostó a su lado, mirándola y comenzó a acercarse, pareció detenerse el tiempo y el corazón de Wendy subió a su garganta, sus labios y sus mejillas enrojecieron y su cuerpo, como por puro instinto, como si supiera a dónde debía pertenecer, se movió solo, acercando su cabeza a la del hombre, el corazón había tomado el control mientras la cabeza de Wendy negaba con vehemencia, no, no podía besarlo, porque si lo hacía en ese instante, pasaría a ser, solo, otro refugio temporal.
Agradeció que él se separara, porque aunque ella quería resistirse, aunque intentaba alejarse, sabía que, si insistía, no sería capaz de rechazarlo. Se quedó paralizada, con la piel pálida enrojecida, como si se hubiera quemado con el agua de la bañera. Lo miró girarse, cubierto por las sábanas y se quedó un instante mirando su espalda, con ojos abiertos, brillantes y mejillas encendidas, con el corazón disparado.
- Buenas noches Kai.- susurró dándose, también, la vuelta, con la piel vibrando, se le habían olvidado, con ese instante de duda que habían tenido ambos, las pesadillas, pero, aun así, dudaba que esa noche fuera a lograr pegar ojo. Pero se había dado cuenta, una vez más, ella no quería ser algo temporal en la vida de Kai, quería ser su alivio y refujio, no por una noche, si no por todas las que pudiera y más, por ello, no podía permitirse acercarse y romper la pared, no, porque ella no quería ser temporal, quería ser, para él, eterna.
Wendy Di Coppola- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 11/10/2016
Re: La crítica metafísica o la ambigüedad de Alejandro Magno [Wendy]
El Kowalczyk estaba allí, completamente quieto, como si tuviera miedo a moverse. Como si estuviera intentando desaparecer, pasar desapercibido. Sabía que tras su espalda estaba Wendy. Lo sabía perfectamente. Sabía que ella no iba a dejar de notar su presencia sobre la cama por mucho que él quisiera. ¿Cómo había llegado hasta aquella situación tan incómoda? ¿Cómo había permitido que ocurriera? Es más, ¿cómo había dejado que su escondido corazón actuase por él? No lo sabía ni él. No estaba tan confundido desde hacía mucho. Él siempre sabía qué hacer. En cambio, ahora, se encontraba más perdido que Papá Noel en el mes de mayo.
Todavía recordaba el día que conoció a la rubia. Incluso se acordaba de la primera vez que ella le abrazó. Una Wendy mucho más joven que la de ahora se acercó a él y lo abrazó en silencio al poco de conocerse. Un abrazo normal y corriente para cualquier otra persona pero que, en ese momento, provocó que el corazón de Kaiden sufriera una sacudida que jamás ha llegado a olvidar. Por eso y por mucho más, Wendy es lo más importante que tiene Kaiden con él. Porque con ella se siente vivo, y humano. Que alguien pudiera sentir afecto por él siempre le asombraba a la vez que le aturdía... Casi se podría decir que Kaiden tenía grietas en el corazón, abismos que engullían a las personas que intentaban acceder a él. Precipicios que ocultaban una mortal caída para destrozar a cualquiera que quisiera formar parte de su vida. Y por eso se cuidaba de apartar a Wendy del pozo sin fondo en el que se creía atrapado. Su forma de hacerlo era cerrándose en banda a todo y a todos. De ahí nacía su mal humor y su frialdad, al menos los momentos en los que la rubia no trastocaba su mundo con un simple gesto o mirada.
Siguió sin moverse, al menos un par de minutos más, los suficientes como para pensar que la rubia ya se había quedado dormida. Casi inconscientemente, trató de mirar de reojo por encima de su propio hombro, dándose cuenta de que Wendy le daba la espalda también. Con cuidado y suavidad, se giró sobre sí mismo para poder mirarla. Sabía que ella no podía verle, al estar de espaldas, y eso le aliviaba un poco en esos momentos. No obstante, el insomnio siempre estaba ahí, y más aquella noche.
Acercó una mano al cabello de Wendy. Quería hundir los dedos en él. Iba a hacerlo, de verdad que iba a hacerlo. Quería darle las gracias por ese primer abrazo, años después de que esto ocurriera; pero por suerte o por orgullo, volvió a alejar la mano sin siquiera haber llegado a tocarla. Y cerró los ojos de nuevo, obligándose a dormir. Como si nada. Y mañana sería otro día. Otro día más en el que no sucedía nada entre ellos.
Todavía recordaba el día que conoció a la rubia. Incluso se acordaba de la primera vez que ella le abrazó. Una Wendy mucho más joven que la de ahora se acercó a él y lo abrazó en silencio al poco de conocerse. Un abrazo normal y corriente para cualquier otra persona pero que, en ese momento, provocó que el corazón de Kaiden sufriera una sacudida que jamás ha llegado a olvidar. Por eso y por mucho más, Wendy es lo más importante que tiene Kaiden con él. Porque con ella se siente vivo, y humano. Que alguien pudiera sentir afecto por él siempre le asombraba a la vez que le aturdía... Casi se podría decir que Kaiden tenía grietas en el corazón, abismos que engullían a las personas que intentaban acceder a él. Precipicios que ocultaban una mortal caída para destrozar a cualquiera que quisiera formar parte de su vida. Y por eso se cuidaba de apartar a Wendy del pozo sin fondo en el que se creía atrapado. Su forma de hacerlo era cerrándose en banda a todo y a todos. De ahí nacía su mal humor y su frialdad, al menos los momentos en los que la rubia no trastocaba su mundo con un simple gesto o mirada.
Siguió sin moverse, al menos un par de minutos más, los suficientes como para pensar que la rubia ya se había quedado dormida. Casi inconscientemente, trató de mirar de reojo por encima de su propio hombro, dándose cuenta de que Wendy le daba la espalda también. Con cuidado y suavidad, se giró sobre sí mismo para poder mirarla. Sabía que ella no podía verle, al estar de espaldas, y eso le aliviaba un poco en esos momentos. No obstante, el insomnio siempre estaba ahí, y más aquella noche.
Acercó una mano al cabello de Wendy. Quería hundir los dedos en él. Iba a hacerlo, de verdad que iba a hacerlo. Quería darle las gracias por ese primer abrazo, años después de que esto ocurriera; pero por suerte o por orgullo, volvió a alejar la mano sin siquiera haber llegado a tocarla. Y cerró los ojos de nuevo, obligándose a dormir. Como si nada. Y mañana sería otro día. Otro día más en el que no sucedía nada entre ellos.
Kaiden Kowalczyk- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/10/2016
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