AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aroun the world | Beatrice Delteria
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Aroun the world | Beatrice Delteria
02/11
Meses atrás vivía la felicidad plena junto a su compañera más cercana pero por una triste noticia tuvo que dejarla partir, había perdido a su padre y tendría que encargarse de todo, por lo que no podía oponerse aunque quisiera además siempre tendría su amistada cuando la necesitara y en algún momento dispondría de ella. Siguieron en contacto por medio de cartas pero hacía tiempo que no sabía nada sobre aquella mujer que una vez fue su prometida, no hasta que su madre le escribió una carta avisando de su pronta llegada, lo cual emociono al joven de cabellos dorados. En el pasado se había hecho la idea de que algún día volvería a encontrarse con Beatrice para retomar lo que habían dejado y ahora tendría la oportunidad de que se volviera realidad aquella idea olvidada.
Abraham tenía que preparar una pequeña sorpresa para la dama o tenía que avisarle sobre la visita que le haría, por su parte siempre le había gustado la espontaneidad y encontrarse con las sorpresas y si bien recordaba ella también disfrutaba aquellas acciones, por lo que decidió que era mucho mejor aparecer de improviso y ver la reacción de la chica al verle delante de ella después de tanto tiempo. Era una tarde soleada y el muchacho iba camino al hogar de su amiga pensativo en cómo se vería, ¿Qué habría cambiado?, ¿Seguiría siendo como antes?, todo pasaba por su mente mientras que los nervios iban haciendo estragos a lo largo de su esbelto cuerpo. Abe era un tipo sereno y de nervios inquebrantables pero frente a Beatrice todo eso se hacía cenizas, ella era capaz de hacerlo sentir débil y poca cosa, de asustarlo o ponerlo nervioso, era su debilidad y a la vez lo que aumentaba sus fuerzas. Además de que su conexión era tanto emocional como intelectual y se llevaban excelente.
Faltaba poco para llegar y los nervios estaban más presentes que antes, respiro profundo y paso su mano por su cabello para acomodarlo hacia atrás, bajo del carruaje y camino hasta la entrada. Anunció su llegada tocando el timbre mientras con su mano izquierda escondía un ramo de sus flores preferidas detrás de su espalda. Se quedó plantado frente a la puerta una vez más pensando en si lo recordaría.
Meses atrás vivía la felicidad plena junto a su compañera más cercana pero por una triste noticia tuvo que dejarla partir, había perdido a su padre y tendría que encargarse de todo, por lo que no podía oponerse aunque quisiera además siempre tendría su amistada cuando la necesitara y en algún momento dispondría de ella. Siguieron en contacto por medio de cartas pero hacía tiempo que no sabía nada sobre aquella mujer que una vez fue su prometida, no hasta que su madre le escribió una carta avisando de su pronta llegada, lo cual emociono al joven de cabellos dorados. En el pasado se había hecho la idea de que algún día volvería a encontrarse con Beatrice para retomar lo que habían dejado y ahora tendría la oportunidad de que se volviera realidad aquella idea olvidada.
Abraham tenía que preparar una pequeña sorpresa para la dama o tenía que avisarle sobre la visita que le haría, por su parte siempre le había gustado la espontaneidad y encontrarse con las sorpresas y si bien recordaba ella también disfrutaba aquellas acciones, por lo que decidió que era mucho mejor aparecer de improviso y ver la reacción de la chica al verle delante de ella después de tanto tiempo. Era una tarde soleada y el muchacho iba camino al hogar de su amiga pensativo en cómo se vería, ¿Qué habría cambiado?, ¿Seguiría siendo como antes?, todo pasaba por su mente mientras que los nervios iban haciendo estragos a lo largo de su esbelto cuerpo. Abe era un tipo sereno y de nervios inquebrantables pero frente a Beatrice todo eso se hacía cenizas, ella era capaz de hacerlo sentir débil y poca cosa, de asustarlo o ponerlo nervioso, era su debilidad y a la vez lo que aumentaba sus fuerzas. Además de que su conexión era tanto emocional como intelectual y se llevaban excelente.
Faltaba poco para llegar y los nervios estaban más presentes que antes, respiro profundo y paso su mano por su cabello para acomodarlo hacia atrás, bajo del carruaje y camino hasta la entrada. Anunció su llegada tocando el timbre mientras con su mano izquierda escondía un ramo de sus flores preferidas detrás de su espalda. Se quedó plantado frente a la puerta una vez más pensando en si lo recordaría.
Abraham Weir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 29/10/2016
Re: Aroun the world | Beatrice Delteria
Había amanecido un día como otro cualquiera, su madre había regresado semanas atrás de especial buen humor, primero la fiesta de dos días atrás y, ese día, mientras Bea trabajaba en su despacho, había estado entrando y saliendo con sonrisas y risas que desconcertaban a la chica. Beatrice se encontraba confusa, pero le gustaba ver que su madre estaba de tan buen humor, no la había visto así desde la muerte de su padre, y, antes de eso, solo se ponía de ese modo cuando tramaba algo.
Con una ligera risa, Beatrice siguió leyendo papeles entre sorbos de té. Tendría que ir a la galería de arte había ciertas obras que debían cambiar de lugar si quería que se vendieran, después de todo, la mayoría de los cuadros que allí había eran donaciones que viajaban de un lugar a otro, no solo eso, si no que cambiaban de manos con bastante frecuencia y todo París sabía, desde antes de morir su padre, que la empresa de mayor confianza para transportar arte, venderlo o exponerlo, era la suya.
Suspiró pasado el medio día estirándose en su sillón y lanzando un suspiro mientras se pellizcaba el puente de la nariz, estaba cansada. Comería y se sentaría a leer en la terraza, seguro que, con el buen día que hacía, sería relajante tomar un té con pastas al ritmo de lectura de un buen libro de aventuras, más tarde ya haría el inventario de los instrumentos y organizaría los cuadros, de momento, ese día, ya había terminado de revisar la montaña de contratos que había habido sobre su mesa desde hacía semanas.
Eran cerca de las seis de la tarde cuando, acabado todo, y ya leyendo desde hacía cerca de una hora, sonó la puerta. Sabía que el servicio estaba ocupado preparando la cena por lo que, mientras se levantaba, cerrando el libro, "La isla del tesoro", y dejándolo sobre la mesa, Tomó aire estirando el vestido, tan sencillo como todos los que le gustaba llevar a pesar del descontento de su madre, y abrió la puerta con una sonrisa postiza, por si algún vendedor o el cartero quería algo.
Esperaba encontrar a cualquiera, menos a él, llevaba algo más de un año sin verle, compartiendo correspondencia únicamente de vez en cuando, su compromiso llevaba roto hacía tiempo, por la muerte de su padre y su amistad era lo que había quedado de ello, la chica pensaba que seguiría por algún lugar de Inglaterra, por eso, al verle allí, frente a su puerta, tan elegante como de costumbre, no pudo evitar el entusiasmo.
- ¡Oh, cielos, Abraham!- Saludó saliendo al porche y tomándole una mano entre las suyas.-¿Qué haces aquí? ¿Estás de visita?- lo que pensaba, le salía en palabras, no podía evitarlo, las sorpresas le causaban ese efecto.- Me alegro mucho de verte.- afirmó con sinceridad, sin soltar su mano, solo una, pues la otra, el chico la tenía escondida tras la espalda, parecía que, desde su regreso de Venecia, estaba recuperando el contacto con sus amistades.
Con una ligera risa, Beatrice siguió leyendo papeles entre sorbos de té. Tendría que ir a la galería de arte había ciertas obras que debían cambiar de lugar si quería que se vendieran, después de todo, la mayoría de los cuadros que allí había eran donaciones que viajaban de un lugar a otro, no solo eso, si no que cambiaban de manos con bastante frecuencia y todo París sabía, desde antes de morir su padre, que la empresa de mayor confianza para transportar arte, venderlo o exponerlo, era la suya.
Suspiró pasado el medio día estirándose en su sillón y lanzando un suspiro mientras se pellizcaba el puente de la nariz, estaba cansada. Comería y se sentaría a leer en la terraza, seguro que, con el buen día que hacía, sería relajante tomar un té con pastas al ritmo de lectura de un buen libro de aventuras, más tarde ya haría el inventario de los instrumentos y organizaría los cuadros, de momento, ese día, ya había terminado de revisar la montaña de contratos que había habido sobre su mesa desde hacía semanas.
Eran cerca de las seis de la tarde cuando, acabado todo, y ya leyendo desde hacía cerca de una hora, sonó la puerta. Sabía que el servicio estaba ocupado preparando la cena por lo que, mientras se levantaba, cerrando el libro, "La isla del tesoro", y dejándolo sobre la mesa, Tomó aire estirando el vestido, tan sencillo como todos los que le gustaba llevar a pesar del descontento de su madre, y abrió la puerta con una sonrisa postiza, por si algún vendedor o el cartero quería algo.
Esperaba encontrar a cualquiera, menos a él, llevaba algo más de un año sin verle, compartiendo correspondencia únicamente de vez en cuando, su compromiso llevaba roto hacía tiempo, por la muerte de su padre y su amistad era lo que había quedado de ello, la chica pensaba que seguiría por algún lugar de Inglaterra, por eso, al verle allí, frente a su puerta, tan elegante como de costumbre, no pudo evitar el entusiasmo.
- ¡Oh, cielos, Abraham!- Saludó saliendo al porche y tomándole una mano entre las suyas.-¿Qué haces aquí? ¿Estás de visita?- lo que pensaba, le salía en palabras, no podía evitarlo, las sorpresas le causaban ese efecto.- Me alegro mucho de verte.- afirmó con sinceridad, sin soltar su mano, solo una, pues la otra, el chico la tenía escondida tras la espalda, parecía que, desde su regreso de Venecia, estaba recuperando el contacto con sus amistades.
Última edición por Beatrice Delteria el Dom Nov 06, 2016 2:04 am, editado 1 vez
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Aroun the world | Beatrice Delteria
Era tanta la alegría y emoción que sentía al verla salir por la puerta que su cara dibujaba una sonrisa bastante amplia y que sería difícil de quitar por lo menos por los siguientes minutos que compartiera con ella. Además era evidente que ella estaría sintiendo lo mismo en ese momento y conocía sus reacciones cuando le daban una sorpresa agradable. — Digamos que cierto pajarito me ha comentado tu regreso a la ciudad. Así que me pareció una buena oportunidad para saludarte y ver como estabas. — Dijo con franqueza aunque obviando que había sido su madre quien le conto sobre su regreso pero con lo inteligente que era Bee entendería que era ella la que había soltado la lengua para decirle sobre su llegada. Sostuvo su mano entrelazada con las ajenas mientras la muchacha hablaba y una vez término la alejo para poder darle el ramo de flores que llevaba en la otra. — Yo también me alegro mucho por verte… Oh por cierto, estas son tuyas. — Extendió su brazo para entregarle el presente que le había traído. Bajo la mirada unos segundos pues seguía apenado por verla y eso aumento cuando hizo la entrega de las flores porque sabía que se alegraría. Podía sentir como el calor en sus mejillas aumentaba lo que significaba que para ese momento deberían estar tan enrojecidas como el color de una manzana, trato de calmarse un poco para que no notara lo nervioso que se sentía por volver a verla, subió la cabeza nuevamente y le dedico una pequeña sonrisa mientras admiraba las flores que llevaba en sus manos.
Era tan extraño que luego de romper el compromiso y estar de acuerdos en ser solamente amigos, y que estuvieran separados por todo este tiempo, que todo siguiera igual que antes. Por lo menos de parte de Abraham seguía siendo igual pues todavía sentía algo por ella y era un poco difícil sentir esas cosas cuando habían pactado no seguir con lo que tenían. — Y dime Beatrice, ¿Cómo te ha ido en Venecia? ¿Y qué te ha traído de vuelta a este lugar? — Tenía curiosidad de porque había vuelto a Francia ya que cuando niños compartían el mismo sueño de salir de allí para conocer los diferentes lugares que tenía el mundo, mejor dicho, querían emprender una pequeña aventura para conocer las diferentes culturas que habían regadas por doquier. Se imaginaba que una de las razones sería el negocio del que ahora se hacía cargo por la muerte de su padre, tal vez era más fácil para ella controlarlo estando cerca de su familia o algo por el estilo. Por su parte estaba más que contento de que hubiera vuelto porque tendría una oportunidad de estar con ella nuevamente como amigos y quizás con el tiempo las cosas entre ellos volverían a ser como antes, al menos eso era lo que el joven se imaginaba.
Era tan extraño que luego de romper el compromiso y estar de acuerdos en ser solamente amigos, y que estuvieran separados por todo este tiempo, que todo siguiera igual que antes. Por lo menos de parte de Abraham seguía siendo igual pues todavía sentía algo por ella y era un poco difícil sentir esas cosas cuando habían pactado no seguir con lo que tenían. — Y dime Beatrice, ¿Cómo te ha ido en Venecia? ¿Y qué te ha traído de vuelta a este lugar? — Tenía curiosidad de porque había vuelto a Francia ya que cuando niños compartían el mismo sueño de salir de allí para conocer los diferentes lugares que tenía el mundo, mejor dicho, querían emprender una pequeña aventura para conocer las diferentes culturas que habían regadas por doquier. Se imaginaba que una de las razones sería el negocio del que ahora se hacía cargo por la muerte de su padre, tal vez era más fácil para ella controlarlo estando cerca de su familia o algo por el estilo. Por su parte estaba más que contento de que hubiera vuelto porque tendría una oportunidad de estar con ella nuevamente como amigos y quizás con el tiempo las cosas entre ellos volverían a ser como antes, al menos eso era lo que el joven se imaginaba.
Abraham Weir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2016
Re: Aroun the world | Beatrice Delteria
Un pajarito, decía, su madre ya había metido mano de por medio, no le extrañaba, cuando esa mujer quería algo, no paraba, no por nada tenía Bea esa forma de pensar, la había heredado de la mujer que la había dado a luz, y sabía, tan bien como su progenitora, que si el destino no actúa, se debe forzar. Debería sentirse molesta, el compromiso con Abe se había roto tiempo atrás, y el tiempo que habían estado separados había vivido muchas cosas, se había enamorado, nuevamente, había perdido ese amor, había perdido a su padre, había estudiado y ya no tenía interés en desposarse, no en los tiempos próximos al menos.
- Me alegro de que los pájaros hablen.- bromeó con una risa suave antes de que el chico sacase, de su espalda, un ramo de flores.- Vaya, ¿por qué te has molestado?- preguntó con una suave sonrisa tomando con cuidado las flores.- muchísimas gracias.- dijo oliendo los lirios blancos y los tulipanes rojos.- te has acordado.- susurró algo enternecida.
Los sentimientos por parte de Bea parecían haberse enfriado un poco, la amistad sincera que sentía por el joven era única, siempre habían sabido entenderse sin necesidad de demasiadas palabras, cada día había sido algo nuevo, no había habido demasiados peligros, excepto el de despertar la curiosidad de las damas de alta sociedad, que, en su momento, ya habían comenzado a especular, incluso, por el vestido de novia. Sin duda, tenían mucho en común, la música, el arte, la literatura, nunca se quedaban sin tema del que hablar, los mismos gustos y aficiones, intereses similares y familias cercanas, de niña se había enamorado del chico, había sido su primer amor y si bien la llama parecía apagada, su madre sabía que, donde había habido fuego, quedan brasas.
- Ah, pasa, no nos quedemos hablando aquí.- le dijo dejándole paso hacia el interior de la casa.- Venecia era preciosa, pero no se podía pasear y a penas había jardines, prefiero las nubes de Londres a sentirme encerrada, ya lo sabes.- Explicó sonriendo, guiándolo hasta la terraza en la que había estado leyendo. Era más parecido a un jardín botánico en miniatura, cálido, cómodo y repleto de luz y plantas.- Además, la mayoría de clientes se encuentran en París, debía volver a encargarme del negocio.- Explicó tomando un jarrón vacío y dejando cuidadosamente el ramo en él.- ¿qué ha sido de ti este tiempo? En las cartas parecías muy ocupado.- preguntó tomando las cosas de los brazos del chico y dejándolas sobre un sofá cercano.- ¿Un té negro como siempre?.- le ofreció sonriente volviendo con él, dispuesta a hacer sonar la campanilla para que acudiera la señora Marie, su cocinera de toda la vida, mientras tomaba asiento y le ofrecía lo mismo a su viejo amigo, frente a la mesa de té en la que había dejado su libro cerrado.
- Me alegro de que los pájaros hablen.- bromeó con una risa suave antes de que el chico sacase, de su espalda, un ramo de flores.- Vaya, ¿por qué te has molestado?- preguntó con una suave sonrisa tomando con cuidado las flores.- muchísimas gracias.- dijo oliendo los lirios blancos y los tulipanes rojos.- te has acordado.- susurró algo enternecida.
Los sentimientos por parte de Bea parecían haberse enfriado un poco, la amistad sincera que sentía por el joven era única, siempre habían sabido entenderse sin necesidad de demasiadas palabras, cada día había sido algo nuevo, no había habido demasiados peligros, excepto el de despertar la curiosidad de las damas de alta sociedad, que, en su momento, ya habían comenzado a especular, incluso, por el vestido de novia. Sin duda, tenían mucho en común, la música, el arte, la literatura, nunca se quedaban sin tema del que hablar, los mismos gustos y aficiones, intereses similares y familias cercanas, de niña se había enamorado del chico, había sido su primer amor y si bien la llama parecía apagada, su madre sabía que, donde había habido fuego, quedan brasas.
- Ah, pasa, no nos quedemos hablando aquí.- le dijo dejándole paso hacia el interior de la casa.- Venecia era preciosa, pero no se podía pasear y a penas había jardines, prefiero las nubes de Londres a sentirme encerrada, ya lo sabes.- Explicó sonriendo, guiándolo hasta la terraza en la que había estado leyendo. Era más parecido a un jardín botánico en miniatura, cálido, cómodo y repleto de luz y plantas.- Además, la mayoría de clientes se encuentran en París, debía volver a encargarme del negocio.- Explicó tomando un jarrón vacío y dejando cuidadosamente el ramo en él.- ¿qué ha sido de ti este tiempo? En las cartas parecías muy ocupado.- preguntó tomando las cosas de los brazos del chico y dejándolas sobre un sofá cercano.- ¿Un té negro como siempre?.- le ofreció sonriente volviendo con él, dispuesta a hacer sonar la campanilla para que acudiera la señora Marie, su cocinera de toda la vida, mientras tomaba asiento y le ofrecía lo mismo a su viejo amigo, frente a la mesa de té en la que había dejado su libro cerrado.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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