AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quince centímetros (privado)
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Quince centímetros (privado)
A quince centímetros del suelo la vida es muy distinta.
Los miedos, por ejemplo. A quince centímetros tienes miedo de piernas y pies; de manos largas buscando pescuezo; miedo a la noche y lo que trae consigo, como lechuzas hambrientas y ojos rojos en oscuras esquinas; miedo a las ratas, a los perros... a cualquier animal más grande que tú. Miedo a la lluvia, capaz de arrastrarte, o el estruendo feroz que corta el aire en dos. ¿Qué temible criatura es capaz de provocar algo así?
Quince centímetros son a veces un inconveniente. Si alzas la mirada te encuentras con un mundo lleno de dificultades, unas más fáciles que otras. No obstante, los objetos nunca han sido un problema real, aunque el camino se haga más largo siempre puedes sortear los obstáculos y seguir adelante. El problema reside en todo aquello que tiene vida. Los hombres golpean. Empujan. Patean. Los hombres son más grandes. Cuando el aire huele a alcohol, los hombres son una amenaza.
A ras de suelo se encuentra lo mejor. Migas de pan, fruta desechada, charcos enormes donde aliviar la sed... Quince centímetros son suficientes para salvarte de morir de hambre. Sobrevives de desechos y basura, un manjar cuando no conoces nada más. Aunque en ocasiones, muy pocas realmente, la torpeza de un niño te ofrece un banquete si eres suficientemente rápido para llevarte su merienda nada más roce el suelo.
Con quince centímetros la vida te adiestra. Las experiencias, accidentes y torpezas te liman. El frío y la soledad te endurecen. Y la curiosidad... eso es algo que nunca muere. El olor de otro igual viajando por el viento. El sonido lejano de una rama al romperse. Incluso el amargo sabor de un cojín remendado. La vida está llena de cosas maravillosas por las que vale la pena perder el tiempo.
No tengo padre ni madre. No tengo nada a lo que aferrarme más que estos quince centímetros a los que debo mi vida.
Mi historia cuenta con varias lunas ya, pero el antes y el después lo marcará este día aunque yo aún no lo sé...
Un zumbido me despertó. Un revoloteo cerca de mi oreja, el batir de alas de una alimaña que, con la hambruna como compañera, se veía deliciosa. La persecución empezó. Cola arriba y morro al suelo. Con los voladores hay que ser implacable pero, sobretodo, prever sus movimientos. ¿Qué dirección tomará? Caminé, salté, corrí buscando alcanzarla. Ya mi ser se preparaba, ansioso por sentir la viscosidad de sus entrañas bajando hacia mi estómago. Mas ¡ah! triste Fortuna, un paso en falso me llevó a una aterradora comodidad: el regazo de un humano, el ser que más temía entre todas las cosas.
Los miedos, por ejemplo. A quince centímetros tienes miedo de piernas y pies; de manos largas buscando pescuezo; miedo a la noche y lo que trae consigo, como lechuzas hambrientas y ojos rojos en oscuras esquinas; miedo a las ratas, a los perros... a cualquier animal más grande que tú. Miedo a la lluvia, capaz de arrastrarte, o el estruendo feroz que corta el aire en dos. ¿Qué temible criatura es capaz de provocar algo así?
Quince centímetros son a veces un inconveniente. Si alzas la mirada te encuentras con un mundo lleno de dificultades, unas más fáciles que otras. No obstante, los objetos nunca han sido un problema real, aunque el camino se haga más largo siempre puedes sortear los obstáculos y seguir adelante. El problema reside en todo aquello que tiene vida. Los hombres golpean. Empujan. Patean. Los hombres son más grandes. Cuando el aire huele a alcohol, los hombres son una amenaza.
A ras de suelo se encuentra lo mejor. Migas de pan, fruta desechada, charcos enormes donde aliviar la sed... Quince centímetros son suficientes para salvarte de morir de hambre. Sobrevives de desechos y basura, un manjar cuando no conoces nada más. Aunque en ocasiones, muy pocas realmente, la torpeza de un niño te ofrece un banquete si eres suficientemente rápido para llevarte su merienda nada más roce el suelo.
Con quince centímetros la vida te adiestra. Las experiencias, accidentes y torpezas te liman. El frío y la soledad te endurecen. Y la curiosidad... eso es algo que nunca muere. El olor de otro igual viajando por el viento. El sonido lejano de una rama al romperse. Incluso el amargo sabor de un cojín remendado. La vida está llena de cosas maravillosas por las que vale la pena perder el tiempo.
No tengo padre ni madre. No tengo nada a lo que aferrarme más que estos quince centímetros a los que debo mi vida.
Mi historia cuenta con varias lunas ya, pero el antes y el después lo marcará este día aunque yo aún no lo sé...
Un zumbido me despertó. Un revoloteo cerca de mi oreja, el batir de alas de una alimaña que, con la hambruna como compañera, se veía deliciosa. La persecución empezó. Cola arriba y morro al suelo. Con los voladores hay que ser implacable pero, sobretodo, prever sus movimientos. ¿Qué dirección tomará? Caminé, salté, corrí buscando alcanzarla. Ya mi ser se preparaba, ansioso por sentir la viscosidad de sus entrañas bajando hacia mi estómago. Mas ¡ah! triste Fortuna, un paso en falso me llevó a una aterradora comodidad: el regazo de un humano, el ser que más temía entre todas las cosas.
Theron- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Quince centímetros (privado)
La bruja estaba sentada en su escritorio, repasando algunos flecos sueltos en su plan maestro, escribiendo misivas, leyendo en librotes que olían a papel mohoso y polvo, y removiendo de tanto en tanto el té que humeaba en su taza favorita.
Hasta la fecha todo lo que le había ocurrido en la vida parecía formar parte de un cúmulo de despropósitos. Debía haber alguien por ahí arriba a quien le gustaba tirar los dados y jugar con su destino, porque a veces era tan surrealista que le daban ganas de echarse a reír. ¡Ah! la vida era extraña e intensa, al menos la suya. Desde hacía unas semanas tenía la sensación de que aquello era como un gigante dinosaurio al que le costaba ponerse en marcha, pero que ya había echado a andar y por donde pasase, no iba a quedar resistencia a su paso. Una boda, un entierro y un viaje a la vista. Bien, iba a rubricar un año redondo.
De pronto algo blando aterrizó sobre su regazo. Inicialmente se asustó y se le cayó la pluma de la mano, pero al mirar, observó que el bicho en cuestión era el gato pelirrojo que dormitaba con frecuencia en su alféizar.
— vaya...a ti no te esperaba!!.— sonrió y sin tener en cuenta si el animal le bufaría o le mordería, alargó la mano para acariciarle la cabeza.— ¡Oh, mírate! ¡si estás muy delgado!! ¿te gusta la leche?...mmmmmffff... me van a llamar la loca que habla con los gatos, pero ¿sabes? que hablen, me da igual todo.
Elora cogió la jarrilla de la leche del servicio de té y directamente se la acercó al hocico al gato. A los gatos les gustaba la leche ¿no? bueno, iba a averiguarlo. El felino parecía joven y estaba algo sucio y demacrado. Pero bueno, los gatos eran los reyes de la naturaleza, y sus inteligentes ojos captaban hasta la más mínima vibración de magia sin temerla, de ahí que los hechiceros se llevasen bien con los gatos. Ambos tenían auras misteriosas y fuertes.
— Pues verás, resulta que yo no tengo gato, y debería, porque todas las brujas solemos tener alguno. No eres negro, pero yo tampoco soy una bruja típica, así que tener un gato pelirrojo es lo más. ¿Qué me dices? ¿me adoptas? porque tengo claro que los humanos no adoptamos gatos, sois los gatos lo que nos adoptáis...
El parloteo de Elora tenía la particular habilidad de adormecer a las fieras; lo hacía con Xaryne, lo hacía con Leif...y ¿por qué no? quizás el gato también entendiera que era inofensiva para aquellos a los que quería. Acarició el lomo del felino y de nuevo la cabecita. Tenía pinta de haber pasado miseria, y ella se identificaba con aquellos seres inocentes que pasaban hambre y frío, así que tiró con la mano del brasero para acercarlo un poco y que emitiese calor. Podría ser que tuviera pulgas...bueno, su padre también las tenía, no era tan grave, se las quitaría. Y si el animal se decidía a acompañarla, le buscaría un almohadón bien mullido para que descansara en él. Podía entender perfectamente a los egipcios, porque los gatos eran fascinantes. Nunca había tenido animales de compañía porque no tenían apenas para comer, y además se movían continuamente de ciudad. Ya era hora de hacer todo aquello que la vida le había negado, y comenzaría por eso.
— ¿tienes nombre? supongo que no... mmmm veamos... Arioch... no. Es un demonio mayor. ¿Abbadon? demasiado destructivo...déjame ver...¿de qué tienes cara tú?.— Observó el aura del felino y era algo extraña, no era la tipica de una animal. No supo decir por qué, pero el aura del animalito le inspiró el nombre.— Te llamaré Theron. ¡Si! es un nombre precioso, ni bueno ni malo, sin diminutivos y sin rimas ridículas...¡genial! Theron.—
Miró satisfecha al gato pelirrojo y conforma más lo miraba, más cara de Theron tenía. Cosas de bruja chiflada que habla con los gatos, una de las muchas excentricidades que Xaryne iba a tener que aguantar.
Hasta la fecha todo lo que le había ocurrido en la vida parecía formar parte de un cúmulo de despropósitos. Debía haber alguien por ahí arriba a quien le gustaba tirar los dados y jugar con su destino, porque a veces era tan surrealista que le daban ganas de echarse a reír. ¡Ah! la vida era extraña e intensa, al menos la suya. Desde hacía unas semanas tenía la sensación de que aquello era como un gigante dinosaurio al que le costaba ponerse en marcha, pero que ya había echado a andar y por donde pasase, no iba a quedar resistencia a su paso. Una boda, un entierro y un viaje a la vista. Bien, iba a rubricar un año redondo.
De pronto algo blando aterrizó sobre su regazo. Inicialmente se asustó y se le cayó la pluma de la mano, pero al mirar, observó que el bicho en cuestión era el gato pelirrojo que dormitaba con frecuencia en su alféizar.
— vaya...a ti no te esperaba!!.— sonrió y sin tener en cuenta si el animal le bufaría o le mordería, alargó la mano para acariciarle la cabeza.— ¡Oh, mírate! ¡si estás muy delgado!! ¿te gusta la leche?...mmmmmffff... me van a llamar la loca que habla con los gatos, pero ¿sabes? que hablen, me da igual todo.
Elora cogió la jarrilla de la leche del servicio de té y directamente se la acercó al hocico al gato. A los gatos les gustaba la leche ¿no? bueno, iba a averiguarlo. El felino parecía joven y estaba algo sucio y demacrado. Pero bueno, los gatos eran los reyes de la naturaleza, y sus inteligentes ojos captaban hasta la más mínima vibración de magia sin temerla, de ahí que los hechiceros se llevasen bien con los gatos. Ambos tenían auras misteriosas y fuertes.
— Pues verás, resulta que yo no tengo gato, y debería, porque todas las brujas solemos tener alguno. No eres negro, pero yo tampoco soy una bruja típica, así que tener un gato pelirrojo es lo más. ¿Qué me dices? ¿me adoptas? porque tengo claro que los humanos no adoptamos gatos, sois los gatos lo que nos adoptáis...
El parloteo de Elora tenía la particular habilidad de adormecer a las fieras; lo hacía con Xaryne, lo hacía con Leif...y ¿por qué no? quizás el gato también entendiera que era inofensiva para aquellos a los que quería. Acarició el lomo del felino y de nuevo la cabecita. Tenía pinta de haber pasado miseria, y ella se identificaba con aquellos seres inocentes que pasaban hambre y frío, así que tiró con la mano del brasero para acercarlo un poco y que emitiese calor. Podría ser que tuviera pulgas...bueno, su padre también las tenía, no era tan grave, se las quitaría. Y si el animal se decidía a acompañarla, le buscaría un almohadón bien mullido para que descansara en él. Podía entender perfectamente a los egipcios, porque los gatos eran fascinantes. Nunca había tenido animales de compañía porque no tenían apenas para comer, y además se movían continuamente de ciudad. Ya era hora de hacer todo aquello que la vida le había negado, y comenzaría por eso.
— ¿tienes nombre? supongo que no... mmmm veamos... Arioch... no. Es un demonio mayor. ¿Abbadon? demasiado destructivo...déjame ver...¿de qué tienes cara tú?.— Observó el aura del felino y era algo extraña, no era la tipica de una animal. No supo decir por qué, pero el aura del animalito le inspiró el nombre.— Te llamaré Theron. ¡Si! es un nombre precioso, ni bueno ni malo, sin diminutivos y sin rimas ridículas...¡genial! Theron.—
Miró satisfecha al gato pelirrojo y conforma más lo miraba, más cara de Theron tenía. Cosas de bruja chiflada que habla con los gatos, una de las muchas excentricidades que Xaryne iba a tener que aguantar.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: Quince centímetros (privado)
El miedo me paralizó, recorriendo mi espina dorsal cual gélida brisa en invierno. Mi instinto más primitivo gritaba a los cuatro vientos que saltara inmediatamente y me alejara de aquella humana, Dios sabe qué intenciones tendría, mas fue la luz que desprendía lo que frenó el pensamiento de huida. Hasta ahora la mayoría de humanos que encontraba durante mis aventuras estaban rodeados por halos de vibrante violencia y/u oscura malicia. Ella era una de las pocas excepciones, tal vez por ello solía frecuentar su alféizar, un lugar tranquilo donde el sol calentaba los estragos de la noche. Aún así no podía evitar estar asustado, encogido en mí mismo con la mirada abrumada ante cualquier movimiento.
Me retorcí entre sus dedos hasta que el aroma a leche subió por mi nariz. No había tenido el privilegio de tomarla en demasiadas ocasiones, era escasa y altamente apreciada por los humanos, ni siquiera recordaba la última vez que mojé los bigotes en ella. La bruja había logrado convencerme con ese sencillo detalle y, aunque seguía bastante alterado, avancé lento olisqueando el borde de la jarra hasta finalmente sacar la lengua y dar la primera probada. Inconsciente de mis actos, movido por el hambre, metí más la cabeza para beber tanto como mi estómago aceptara, empapando el pelaje de mi rostro en la dulzona leche que trajo calidez a mi tembloroso cuerpo. El parloteo incesante no interrumpió mi afición, aunque sin unos padres que me educaran me era difícil entender la mayor parte de lo que decía. Solo podía percibir la bondad en sus palabras, suficiente para sosegar un poco mi espíritu desconfiado.
Reculé hasta sus rodillas una vez saciada el hambre y alcé inseguro la mirada para observar mejor a la joven dama, que insistía en hablarme como si de veras creyera que podría comprenderla. Yo no escuchaba realmente sus palabras, me centraba en sus gestos, su tono... cualquier detalle que hablara en mi idioma de instintos. Sin duda era cándida, no parecía una amenaza, ¿pero cómo podía estar yo seguro? Los humanos solían resultar irracionales y alterables, totalmente ambiguos. Temiendo cualquier sorpresa, salté de su regazo y me escondí bajo la mesa, demasiadas cosas sobre esta para encontrar una vía rápida de vuelta al alféizar. Ahí me quedé, medio escondido al lado de la pata con los ojos fijos en la mujer.
Me retorcí entre sus dedos hasta que el aroma a leche subió por mi nariz. No había tenido el privilegio de tomarla en demasiadas ocasiones, era escasa y altamente apreciada por los humanos, ni siquiera recordaba la última vez que mojé los bigotes en ella. La bruja había logrado convencerme con ese sencillo detalle y, aunque seguía bastante alterado, avancé lento olisqueando el borde de la jarra hasta finalmente sacar la lengua y dar la primera probada. Inconsciente de mis actos, movido por el hambre, metí más la cabeza para beber tanto como mi estómago aceptara, empapando el pelaje de mi rostro en la dulzona leche que trajo calidez a mi tembloroso cuerpo. El parloteo incesante no interrumpió mi afición, aunque sin unos padres que me educaran me era difícil entender la mayor parte de lo que decía. Solo podía percibir la bondad en sus palabras, suficiente para sosegar un poco mi espíritu desconfiado.
Reculé hasta sus rodillas una vez saciada el hambre y alcé inseguro la mirada para observar mejor a la joven dama, que insistía en hablarme como si de veras creyera que podría comprenderla. Yo no escuchaba realmente sus palabras, me centraba en sus gestos, su tono... cualquier detalle que hablara en mi idioma de instintos. Sin duda era cándida, no parecía una amenaza, ¿pero cómo podía estar yo seguro? Los humanos solían resultar irracionales y alterables, totalmente ambiguos. Temiendo cualquier sorpresa, salté de su regazo y me escondí bajo la mesa, demasiadas cosas sobre esta para encontrar una vía rápida de vuelta al alféizar. Ahí me quedé, medio escondido al lado de la pata con los ojos fijos en la mujer.
Theron- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Quince centímetros (privado)
Cuando lo vio con los bigotes manchados y relamiéndose no pudo evitar sonreir. ¿Qué tenían esos animales que le hacían explotar la vena tierna? Era un gato pulgosillo, callejero y hambriento, como ella. Y si quería quedarse, iba a estar como un rey, porque Elora no era capaz de guardarse para si misma la felicidad conseguida. Le pasó los pulgares por lo bigotes y le rascó detrás de las orejas con suavidad.
El minino saltó al suelo con cierto recelo, quedándose allí. A saber qué penurias habría soportado ya por parte de la peor raza depredadora sobre la faz de la tierra... los humanos. Como mínimo escobazos, patadas o golpes. Aquella etapa podía quedarse atrás si conseguían conectar. Pocas veces lo lograba con los animales, que sentían su energía alterada; pero el gato era el errante de la noche, el ser que veía más allá del velo de la muerte, el animal más similar a ella. ¿Por qué no? sólo era cuestión de tiempo y confianza.
La bruja se levantó despacio y fue en busca de un almohadón color crema, de suave terciopelo con borlas en las esquinas. Lo tenía en un sillón orejero, pero al parecer el gato no quería todavía tomarse confianzas, así que se acercó despacio, se arrodilló en el suelo y posó suavemente en él la mullida cama que pretendía que fuera.
— bsssbssss... Theron, mira, si lo quieres es tuyo, es calentito y cómodo.— palmeó la superficie y luego lo empujó despacio hacia el gato, levantandose después y dejándolo a su aire. Sabía que los gatos eran curiosos y les gustaba olisquearlo todo en busca de cosas nuevas. Allí tendría emociones para aburrirse, con tanto frasco, poción y libro con olores raros de hierbas, minerales y esencias extrañas.
Se sentó de nuevo en su sillón frente a la mesa y se puso a escribir otra vez, dejando que el gato hiciera lo que quisiera, deambular, olisquear o dormir sobre el almohadón. Ella era independiente, fuerte y siempre había ansiado ser parte de algo. Quizás al gato le pasaba igual. No necesitaba atención continuada, ni ser el centro de la fiesta, pero sí tener un lugar seguro y ser parte de una familia o algo similar. A nadie le amargaba el cariño, aunque fuera en pequeñas dosis, y en principio era lo que pensaba entregarle a Theron. No quería abrumarlo, quizás la naturaleza felina le era menos desconocida que otras.
El despacho estaba caldeado, crepitaban unos troncos en la chimenea, y el brasero despedía un agradable calor. Afuera el frio era húmedo, y la bruja no tenía pensado salir. Cuando se acercaba la hora de la comida, Jana apreció por la puerta discretamente y le trajo una sopa con pasta y un filete a la parrilla. Elora cortó trocitos de carne y los colocó en un platillo de té, bajandolo al suelo, dejandolo cerca de la pata de la mesa, al alcance de Theron. Sobornarle con comida era lo más fácil, pero si funcionaba, bienvenido fuera.
El minino saltó al suelo con cierto recelo, quedándose allí. A saber qué penurias habría soportado ya por parte de la peor raza depredadora sobre la faz de la tierra... los humanos. Como mínimo escobazos, patadas o golpes. Aquella etapa podía quedarse atrás si conseguían conectar. Pocas veces lo lograba con los animales, que sentían su energía alterada; pero el gato era el errante de la noche, el ser que veía más allá del velo de la muerte, el animal más similar a ella. ¿Por qué no? sólo era cuestión de tiempo y confianza.
La bruja se levantó despacio y fue en busca de un almohadón color crema, de suave terciopelo con borlas en las esquinas. Lo tenía en un sillón orejero, pero al parecer el gato no quería todavía tomarse confianzas, así que se acercó despacio, se arrodilló en el suelo y posó suavemente en él la mullida cama que pretendía que fuera.
— bsssbssss... Theron, mira, si lo quieres es tuyo, es calentito y cómodo.— palmeó la superficie y luego lo empujó despacio hacia el gato, levantandose después y dejándolo a su aire. Sabía que los gatos eran curiosos y les gustaba olisquearlo todo en busca de cosas nuevas. Allí tendría emociones para aburrirse, con tanto frasco, poción y libro con olores raros de hierbas, minerales y esencias extrañas.
Se sentó de nuevo en su sillón frente a la mesa y se puso a escribir otra vez, dejando que el gato hiciera lo que quisiera, deambular, olisquear o dormir sobre el almohadón. Ella era independiente, fuerte y siempre había ansiado ser parte de algo. Quizás al gato le pasaba igual. No necesitaba atención continuada, ni ser el centro de la fiesta, pero sí tener un lugar seguro y ser parte de una familia o algo similar. A nadie le amargaba el cariño, aunque fuera en pequeñas dosis, y en principio era lo que pensaba entregarle a Theron. No quería abrumarlo, quizás la naturaleza felina le era menos desconocida que otras.
El despacho estaba caldeado, crepitaban unos troncos en la chimenea, y el brasero despedía un agradable calor. Afuera el frio era húmedo, y la bruja no tenía pensado salir. Cuando se acercaba la hora de la comida, Jana apreció por la puerta discretamente y le trajo una sopa con pasta y un filete a la parrilla. Elora cortó trocitos de carne y los colocó en un platillo de té, bajandolo al suelo, dejandolo cerca de la pata de la mesa, al alcance de Theron. Sobornarle con comida era lo más fácil, pero si funcionaba, bienvenido fuera.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: Quince centímetros (privado)
Había un millar de cosas interesantes en aquella habitación por descubrir, cientos de tesoros que deseaba llevarme a mi rincón... pero no podía despegar la mirada de la bruja. Me sentía encerrado y amenazado aún cuando no había nada que lo provocara más que mi desconfianza adquirida a través de la experiencia. La oscuridad que tanto me asustaba se convirtía en mi escondite cada vez que la humana hacía algún movimiento, obligándome a recular para alejarme de sus manos. Podía ver la promesa de una vida mejor en sus ojos, mas me negaba a creerlo. Muchos me habían ofrecido su cariño en las calles, manos atrevidas dándome limosna, pero ninguno era sincero. ¿Sería aquella bruja tan distinta a los demás?
Morro al suelo, retrocedí ante su acercamiento mirando el cojín, buscando contener mi fuerte curiosidad. Sin duda se veía mucho más cómodo que el pedazo de tela convertido en cama que tenía escondido en un rincón del jardín. Asomé la cabeza y la miré una vez más, quería asegurarme que estaba distraída y que yo había dejado de ser el centro de atención. En el momento que tuve vía libre salí corriendo de debajo la mesa y recorrí la estancia como si el mismísimo diablo estuviera persiguiéndome, creyendo que la mujer iría tras de mí al no tener la oscuridad de protectora. Me metí bajo la cama, alejándome de los rincones, y esperé.
Nada. Asomé la cabeza. Nada de nuevo. La bruja seguía concentrada en sus cosas, eso me permitía más libertad de movimiento, pero aún así esperé un poco más a recaudo de la cama. Las pelusas se convirtieron en mi mayor entretenimiento durante un buen rato, persiguiéndolas, tratando de cogerlas... y de sacármelas de la boca cuando algún pelo se enredaba entre los dientes. Una vez pasada la novedad la curiosidad se inquietó. Siguiente parada: la mesa con colores. Corrí hacia allí mirando de soslayo a la dama y escalé hasta la cima ayudado por mis uñas, que torpemente se enredaban en el tramado de hilos que formaba aquel tapete. Paseé lento y precavido para no tirar nada que alertara a la mujer y olisqueé todo cuanto había encima, analizando cada uno de los objetos con total profundidad. Algunos hacían que mi nariz se arrugara por el hedor que desprendían; otros me incitaban a sacar la lengua y probar si se comía; hubo uno que al tocarlo espolvoreó mi nariz provocando una horrible e incómoda sensación de malestar. Rodando traté de quitarme aquellos polvos con las patas. Todo iba bien hasta que arrojé al suelo un frasco de cristal cuyo estallido encendió de nuevo el pavor que me arrojó a los brazos de la oscuridad bajo la cama.
Nuevamente esperé en silencio, paciente, temiendo represalias, pero todo cuanto recibí fue el delicioso aroma de una comida en condiciones. No quise salir, de nuevo inseguro, mas mi estómago resultó ser más fuerte que mi convicción. Tras olisquear un poco la carne de aquel plato no tardé en hincarle el diente y disfrutar del festín que tan desinteresadamente parecía haber sido servido.
Estómago lleno. Curiosidad saciada. Miedo controlado. Lo último que quedaba era el sueño que empezaba a abrazarme. Recorrí la estancia hasta la almohada que aún no había provado y, aunque no las tenía todas con eso de dormir tan desprotegido en presencia humana, el peso de mis párpados me llevó pronto a los brazos de Morpheo.
Morro al suelo, retrocedí ante su acercamiento mirando el cojín, buscando contener mi fuerte curiosidad. Sin duda se veía mucho más cómodo que el pedazo de tela convertido en cama que tenía escondido en un rincón del jardín. Asomé la cabeza y la miré una vez más, quería asegurarme que estaba distraída y que yo había dejado de ser el centro de atención. En el momento que tuve vía libre salí corriendo de debajo la mesa y recorrí la estancia como si el mismísimo diablo estuviera persiguiéndome, creyendo que la mujer iría tras de mí al no tener la oscuridad de protectora. Me metí bajo la cama, alejándome de los rincones, y esperé.
Nada. Asomé la cabeza. Nada de nuevo. La bruja seguía concentrada en sus cosas, eso me permitía más libertad de movimiento, pero aún así esperé un poco más a recaudo de la cama. Las pelusas se convirtieron en mi mayor entretenimiento durante un buen rato, persiguiéndolas, tratando de cogerlas... y de sacármelas de la boca cuando algún pelo se enredaba entre los dientes. Una vez pasada la novedad la curiosidad se inquietó. Siguiente parada: la mesa con colores. Corrí hacia allí mirando de soslayo a la dama y escalé hasta la cima ayudado por mis uñas, que torpemente se enredaban en el tramado de hilos que formaba aquel tapete. Paseé lento y precavido para no tirar nada que alertara a la mujer y olisqueé todo cuanto había encima, analizando cada uno de los objetos con total profundidad. Algunos hacían que mi nariz se arrugara por el hedor que desprendían; otros me incitaban a sacar la lengua y probar si se comía; hubo uno que al tocarlo espolvoreó mi nariz provocando una horrible e incómoda sensación de malestar. Rodando traté de quitarme aquellos polvos con las patas. Todo iba bien hasta que arrojé al suelo un frasco de cristal cuyo estallido encendió de nuevo el pavor que me arrojó a los brazos de la oscuridad bajo la cama.
Nuevamente esperé en silencio, paciente, temiendo represalias, pero todo cuanto recibí fue el delicioso aroma de una comida en condiciones. No quise salir, de nuevo inseguro, mas mi estómago resultó ser más fuerte que mi convicción. Tras olisquear un poco la carne de aquel plato no tardé en hincarle el diente y disfrutar del festín que tan desinteresadamente parecía haber sido servido.
Estómago lleno. Curiosidad saciada. Miedo controlado. Lo último que quedaba era el sueño que empezaba a abrazarme. Recorrí la estancia hasta la almohada que aún no había provado y, aunque no las tenía todas con eso de dormir tan desprotegido en presencia humana, el peso de mis párpados me llevó pronto a los brazos de Morpheo.
Theron- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Quince centímetros (privado)
El gato descansaba sobre el almohadón tan tranquilo. Elora trabajó un rato más en el escritorio y el fuego empezó a extinguirse. Al rato entró Jana, con leña para alimentarlo y la bruja le hizo el gesto de silencio señalando al gato. La chica enarcó una ceja pero se encogió de hombros y obedeció a su señora, tratando de ser silenciosa.
Le dio órdenes precisas a Jana para que buscase unos cuencos que podrían ser para el gato y una bandeja llena de arena donde pudiera hacer sus necesidades si afuera el tiempo arreciaba tormenta. Una hora después la muchacha regresó con lo que su señora le había encargado y lo colocó en un lugar discreto de la estancia, donde no estaría muy a la vista si venían visitas. Elora pasaba allí más tiempo que n cualquier otro lugar de la casa, era justo que Theron tuviera allí también sus cosas. Se estaba haciendo tarde y tenía ganas de cenar y dormir. Cuando Xaryne llegase de ver a Thomas se encontrarían para pasar ese rato juntas, como debería ser costumbre ahora que ya no había nada que lo impidiese. Por “nada” se podría entender un montón de carne adinerada llamada Mauritz.
Se agachó y le acarició el lomo al gato hablandole en tono suave.
— vaya…eres un dormilón. Mira, aqui tienes tu comida, tu agua y tu bandeja, por si quieres quedarte, y si no, la ventana la dejaré abierta por el respiradero.
Como si el gato pudiera entenderla. Igualmente fue derecha a la ventana y la cerró, dejando abierta una pequeña porción del cristal, que tenía su propia manecilla, a modo de respiradero. Si el gato decidía quedarse, haría instalar gateras en las puertas que iba a utilizar.
— bueno amiguito, pues yo me voy a cambiar, a cenar y a dormir, sientete como en tu casa y haz lo que quieras, aqui nadie te echará a escobazos.
La bruja salió por la puerta, dejandola entreabierta para entrar en su habitación y quitarse el vestido, cambiándolo por un camisón y una bata, soltándose el pelo y sentándose frente al tocador a cepillarselo. Se estaba volviendo algo presumida, ahora que podía permitirse lujos, no veía la necesidad de ir con el pelo hecho un desastre, o la ropa remendada. Se estaba empezando a dar cuenta de su propia belleza. Antes era simplemente una muchacha linda de los bajos fondos, ahora era una viuda cotizada y con recursos, ahora había subido de nivel, era toda una mujer. Estaba observando su propio reflejo en el espejo cuando Xaryne llegó.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Quince centímetros (privado)
Llegué a la mansión casi arrastrándome, dado el cansancio que llevaba. Había cazado la noche anterior y vuelto de madrugada, dormido tres horas y pasado el día entero cuidando a Thomas. Se lo debía a Gael por el destrozo del restaurante.
No acababa de acostumbrarme a esto de tener tanto lujo, pero la vida era bastante más fácil, eso tenía que admitirlo. Entré en el cuarto de Elora sin llamar si quiera mientras me quitaba la cazadora de cuero y suspiraba.
- El viejo cada día esta peor de la cabeza. Novia. ¡Ahora dice que tiene novia! Lo mejor es que debe ser la madame del burdel donde trabajaba Jana, por lo que me ha contado Gael. Yo ya no sé qué hacer con él, me saca de quicio. Casi se ahoga con su propio vómito esta noche.
Chasqueé la lengua cuando me di cuenta de algo. Iba tan absorta en mi monólogo que ni había mirado a Elora. Me observaba en camisón y bata, con el pelo suelto y recién cepillado. No podía resistirme a la cascada morena que caía ondulada por su espalda y la hacía parecer una leona.
- Perdóname, he tenido un día bastante cargante y ni siquiera te saludo como te mereces...- Sonreí de medio lado con gesto pícaro y puse las manos en los reposabrazos de la silla en la que estaba sentada, quedando a milímetros de su cara.
- Señorita... ¿es que se ha puesto guapa para mí? - Le di un suave beso en los labios y un mordisco juguetón en el cuello.
La levanté de un movimiento rápido y dejé que se enganchara a mi cintura, dejándonos caer sentadas en la cama, ella a horcajadas sobre mis piernas. Su rostro y toda ella seguían cautivándome.
Le dediqué una sonrisa y enterré el rostro en su cuello, abrazándola con fuerza.
- ¿Qué tal tu día, brujita? ¿Cuántos males de ojo has echado hoy?
Me quedé allí, embriagada del olor suave de su cuello y sin ninguna intención de moverme.
No acababa de acostumbrarme a esto de tener tanto lujo, pero la vida era bastante más fácil, eso tenía que admitirlo. Entré en el cuarto de Elora sin llamar si quiera mientras me quitaba la cazadora de cuero y suspiraba.
- El viejo cada día esta peor de la cabeza. Novia. ¡Ahora dice que tiene novia! Lo mejor es que debe ser la madame del burdel donde trabajaba Jana, por lo que me ha contado Gael. Yo ya no sé qué hacer con él, me saca de quicio. Casi se ahoga con su propio vómito esta noche.
Chasqueé la lengua cuando me di cuenta de algo. Iba tan absorta en mi monólogo que ni había mirado a Elora. Me observaba en camisón y bata, con el pelo suelto y recién cepillado. No podía resistirme a la cascada morena que caía ondulada por su espalda y la hacía parecer una leona.
- Perdóname, he tenido un día bastante cargante y ni siquiera te saludo como te mereces...- Sonreí de medio lado con gesto pícaro y puse las manos en los reposabrazos de la silla en la que estaba sentada, quedando a milímetros de su cara.
- Señorita... ¿es que se ha puesto guapa para mí? - Le di un suave beso en los labios y un mordisco juguetón en el cuello.
La levanté de un movimiento rápido y dejé que se enganchara a mi cintura, dejándonos caer sentadas en la cama, ella a horcajadas sobre mis piernas. Su rostro y toda ella seguían cautivándome.
Le dediqué una sonrisa y enterré el rostro en su cuello, abrazándola con fuerza.
- ¿Qué tal tu día, brujita? ¿Cuántos males de ojo has echado hoy?
Me quedé allí, embriagada del olor suave de su cuello y sin ninguna intención de moverme.
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
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Re: Quince centímetros (privado)
La tensión que cargaban mis hombros ante el sentimiento de haber caído en una claustrofobia accidental fue menguando conforme el sueño me traía descanso. No recordaba cuándo fue la última vez que pude dormir sin frío, ruido o humedad, siquiera poder hacerlo por más tiempo del que mi cuerpo necesitaba. Si el Cielo del que todos hablaban en las calles existía, sin duda se parecería mucho a poder dormir en aquel cálido almohadón. Sin embargo no había bajado la guardia, no podía fiarme todavía de aquella bruja de ojos cándidos; tan pequeño y ya tenía miedo de cosas que ni siquiera había visto o experimentado.
Mis orejas estaban en alerta siempre, aguardando inmóviles cualquier signo de amenaza hacia mi ser. Rígidas cuando la puerta se abrió dando paso a alguien nuevo, pero el silencio cómplice y la distancia premeditaba me permitieron seguir disfrutando de mi plácido sueño. Quien fuera que hubiera entrado no parecía tampoco una amenaza, me di vuelta y seguí durmiendo.
Distinto fue con la última visita. El fuerte olor que envolvía su cuerpo me trajo recuerdos de malas experiencias, pude sentir en mi lengua el repugnante sabor a hierro. Alcé enseguida la cabeza y observé alterado a lado y lado buscando el culpable del cambio en el ambiente, encontrándome de frente con dos pares de piernas que impedían mi salida del refugio bajo la mesa. El miedo erizó de nuevo mi vello y me empujó en una rápida huida, tropezando con los pies de la recién llegada mientras me abalanzaba deprisa a buen recaudo bajo la cama.
Allí me quedé por un buen tiempo, observando a través de la fina rendija que restaba entre el suelo y las sábanas, a la espera de ver los acontecimientos siguientes.
Mis orejas estaban en alerta siempre, aguardando inmóviles cualquier signo de amenaza hacia mi ser. Rígidas cuando la puerta se abrió dando paso a alguien nuevo, pero el silencio cómplice y la distancia premeditaba me permitieron seguir disfrutando de mi plácido sueño. Quien fuera que hubiera entrado no parecía tampoco una amenaza, me di vuelta y seguí durmiendo.
Distinto fue con la última visita. El fuerte olor que envolvía su cuerpo me trajo recuerdos de malas experiencias, pude sentir en mi lengua el repugnante sabor a hierro. Alcé enseguida la cabeza y observé alterado a lado y lado buscando el culpable del cambio en el ambiente, encontrándome de frente con dos pares de piernas que impedían mi salida del refugio bajo la mesa. El miedo erizó de nuevo mi vello y me empujó en una rápida huida, tropezando con los pies de la recién llegada mientras me abalanzaba deprisa a buen recaudo bajo la cama.
Allí me quedé por un buen tiempo, observando a través de la fina rendija que restaba entre el suelo y las sábanas, a la espera de ver los acontecimientos siguientes.
Theron- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Quince centímetros (privado)
Elora se alegró de verla, pero ciertamente Xaryne tenía el aura cargada, igual que su olor corporal, que tras una noche de caza seguida de un día intenso, se había concentrado. Le pasó las manos por ese pelo rebelde y corto sonriéndole.
— Necesitas un baño, hueles a troll de las cavernas...jajajaja.— cuando la levantó en volandas y se sentaron de golpe en la cama, el gatito chocó contra los pies de Xaryne y se escondió bajo el mueble.— ¡Ah! mira, he hecho un amigo nuevo, se llama Theron. De momento ha querido quedarse aquí. Me gusta que esté por casa, es como yo...una criatura sensible que se ha tenido que hacer duro para sobrevivir a la miseria. ¿No es bonito? a ver, déjame que te prepare el baño.
Se soltó de Xaryne y fue a darle al grifo del agua caliente de la bañera, poniendole unas gotas de esencia de lavanda y jabón de flores azules. Regresó a donde la cazadora estaba sentada pero se agachó llamando al gato.
— Theron... bsbsbsbs gatito... ven, no tengas miedo, ven.— Alargó la mano, llamandolo, para que el gato no se asustase y viera que no había escobas ni nada que lo pudiera dañar.— Tranquilo, puedes salir de ahí abajo, tienes tu cama en ese almohadón y si quieres jugar un poco...Xar, pásame esa pluma que hay en mi tocador, a ver si quiere jugar y lo saco de ahí.
Recibió la pluma de manos de la alemana y mientras ésta se iba a dar un baño, empezó a agitarla despacio, para que el felino se fijase en ella y tratara de cazarla, como hacían todos los gatos. El impulso de jugar solía ser demasiado fuerte como para delarlo escapar.
— Necesitas un baño, hueles a troll de las cavernas...jajajaja.— cuando la levantó en volandas y se sentaron de golpe en la cama, el gatito chocó contra los pies de Xaryne y se escondió bajo el mueble.— ¡Ah! mira, he hecho un amigo nuevo, se llama Theron. De momento ha querido quedarse aquí. Me gusta que esté por casa, es como yo...una criatura sensible que se ha tenido que hacer duro para sobrevivir a la miseria. ¿No es bonito? a ver, déjame que te prepare el baño.
Se soltó de Xaryne y fue a darle al grifo del agua caliente de la bañera, poniendole unas gotas de esencia de lavanda y jabón de flores azules. Regresó a donde la cazadora estaba sentada pero se agachó llamando al gato.
— Theron... bsbsbsbs gatito... ven, no tengas miedo, ven.— Alargó la mano, llamandolo, para que el gato no se asustase y viera que no había escobas ni nada que lo pudiera dañar.— Tranquilo, puedes salir de ahí abajo, tienes tu cama en ese almohadón y si quieres jugar un poco...Xar, pásame esa pluma que hay en mi tocador, a ver si quiere jugar y lo saco de ahí.
Recibió la pluma de manos de la alemana y mientras ésta se iba a dar un baño, empezó a agitarla despacio, para que el felino se fijase en ella y tratara de cazarla, como hacían todos los gatos. El impulso de jugar solía ser demasiado fuerte como para delarlo escapar.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Quince centímetros (privado)
¿Un gato? Lo que me faltaba. No me gustaban los animales que no fueran caballos. Quizás porque antes de conocer a Elora, apenas sabía cómo dar cariño a algo vivo que no fuera Zaros o Gael, y "cariñosa" tampoco encajaba en mi definición. Pero con aquella bruja... era diferente. Algo nacía dentro de mí, como entre el estómago y el esternón, que me impulsaba a querer tenerla en contacto con mi piel a cada instante, a querer devorarla a besos y sentir la calidez y suavidad de su piel contra la mía. Su calor derretía esa capa de escarcha que rodeaba mi humanidad y solía aislarme de todo.
Me metí en la bañera con un suspiro de cansancio. El calor del agua y el aroma a lavanda me adormilaron, relajando mis músculos y suavizando el dolor de las contracturas de mi espalda. El sobreesfuerzo de la caza y de cuidar del viejo estaban causando estragos. Me sumergí en la bañera y con la cabeza bajo el agua dejé la mente en blanco. Creo que nunca había llegado a pensar que pudiera llegar a vivir este momento. Bañándome en una mansión, con una bruja de lengua viperina en el cuarto de al lado por la que daría mi vida. Aún seguía esperando la letra pequeña. Saqué la cabeza del agua y miré a Elora, su pequeña figura intentando sacar al animal de debajo de la cama.
Cuando estuve bien limpia, salí de la bañera y me puse lo que solía utilizar como "pijama": una camiseta negra de manga corta y tacto agradable y un pantalón largo de algodón suave y del mismo color. Mi variante de "pijama de verano" consistía en lo mismo pero sin la parte de abajo. El vestuari o la moda no constituían ninguna prioridad para mí, por eso buscaba siempre la comodidad. Salí del baño pasándome una toalla por el pelo húmedo, que dejé sobre mis hombros mientras me sentaba en la silla que antes ocupaba Elora y observaba al animalillo. Me crucé de brazos y enarqué una ceja.
- Sabes que no me llevo bien con animales que no sean caballos.
A su comentario de semejanza con el gato respondí:
- ¿Sensible? ¿Desde cuándo esa lengua viperina tuya se puede considerar sensible?- por supuesto, intentaba tomarle un poco el pelo, lo que constituía uno de mis pasatiempos favoritos.
Me metí en la bañera con un suspiro de cansancio. El calor del agua y el aroma a lavanda me adormilaron, relajando mis músculos y suavizando el dolor de las contracturas de mi espalda. El sobreesfuerzo de la caza y de cuidar del viejo estaban causando estragos. Me sumergí en la bañera y con la cabeza bajo el agua dejé la mente en blanco. Creo que nunca había llegado a pensar que pudiera llegar a vivir este momento. Bañándome en una mansión, con una bruja de lengua viperina en el cuarto de al lado por la que daría mi vida. Aún seguía esperando la letra pequeña. Saqué la cabeza del agua y miré a Elora, su pequeña figura intentando sacar al animal de debajo de la cama.
Cuando estuve bien limpia, salí de la bañera y me puse lo que solía utilizar como "pijama": una camiseta negra de manga corta y tacto agradable y un pantalón largo de algodón suave y del mismo color. Mi variante de "pijama de verano" consistía en lo mismo pero sin la parte de abajo. El vestuari o la moda no constituían ninguna prioridad para mí, por eso buscaba siempre la comodidad. Salí del baño pasándome una toalla por el pelo húmedo, que dejé sobre mis hombros mientras me sentaba en la silla que antes ocupaba Elora y observaba al animalillo. Me crucé de brazos y enarqué una ceja.
- Sabes que no me llevo bien con animales que no sean caballos.
A su comentario de semejanza con el gato respondí:
- ¿Sensible? ¿Desde cuándo esa lengua viperina tuya se puede considerar sensible?- por supuesto, intentaba tomarle un poco el pelo, lo que constituía uno de mis pasatiempos favoritos.
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/04/2016
Re: Quince centímetros (privado)
La aparición de otra humana inquietó más aún mi ya de por sí deconfiada alma, preguntándome cuántas visitas más recibiría la bruja, cuántas veces me harían saltar para correr a esconderme. ¿Estaba seguro en aquel lugar? ¿No buscarían hacerme daño de alguna forma que aún desconocía? Me puse a pensar en la cotidianidad anterior a caer por aquella ventana -los desvelos, miedos, golpes e innumerables peligros- y entendí entonces que siempre estaría asustado, pero que quedándome ahí tal vez tendría una oportunidad de sobrevivir. Me habían dado comida, calidez y tranquilidad en un mismo día, algo imposible cuando vivía en las calles.
Lentamente, y con la mirada atenta, salí de mi refugio asomando la cabeza con la vista clavada en la mujer recién llegada. Su olor -como llamaba yo al aura en aquel tiempo- no me gustaba; habría sido igual que el de muchos otros en las calles de no ser porque, cada vez que miraba a la bruja, parecía cambiar de color. Era curioso, no lo había visto antes, y como todo lo desconocido acabó dándome miedo. Sin embargo el miedo duró poco cuando algo más obtuvo mi atención. ¿Qué era esa cosa que se movía tanto? A un lado y a otro, y de vuelta otra vez, un pequeño objeto en manos de la bruja movía mi cabeza sin poder yo controlarlo.
Quería agarrarlo.
Salté hacia ella. De nuevo. Y otra vez. ¿Por qué no dejaba de moverse? Quería olerlo, tocarlo, descubrir qué era aquella cosa. Lo que tampoco sabía, es que fue suficiente distracción para sacarme de mi escondite, quedando totalmente expuesto a la mirada de ambas que parecían más entretenidas en mirarme que en ayudarme a detener ese objeto.
Me detuve mirando a la bruja a los ojos e hice lo único que podía para pedir ayuda. Maullar. No estaba acostumbrado a hacerlo, siempre buscaba hacer el menor ruido posible, así que mi voz sonó fina, tan aguda que medio maullido murió en el silencio.
Lentamente, y con la mirada atenta, salí de mi refugio asomando la cabeza con la vista clavada en la mujer recién llegada. Su olor -como llamaba yo al aura en aquel tiempo- no me gustaba; habría sido igual que el de muchos otros en las calles de no ser porque, cada vez que miraba a la bruja, parecía cambiar de color. Era curioso, no lo había visto antes, y como todo lo desconocido acabó dándome miedo. Sin embargo el miedo duró poco cuando algo más obtuvo mi atención. ¿Qué era esa cosa que se movía tanto? A un lado y a otro, y de vuelta otra vez, un pequeño objeto en manos de la bruja movía mi cabeza sin poder yo controlarlo.
Quería agarrarlo.
Salté hacia ella. De nuevo. Y otra vez. ¿Por qué no dejaba de moverse? Quería olerlo, tocarlo, descubrir qué era aquella cosa. Lo que tampoco sabía, es que fue suficiente distracción para sacarme de mi escondite, quedando totalmente expuesto a la mirada de ambas que parecían más entretenidas en mirarme que en ayudarme a detener ese objeto.
Me detuve mirando a la bruja a los ojos e hice lo único que podía para pedir ayuda. Maullar. No estaba acostumbrado a hacerlo, siempre buscaba hacer el menor ruido posible, así que mi voz sonó fina, tan aguda que medio maullido murió en el silencio.
Theron- Cambiante Clase Baja
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Re: Quince centímetros (privado)
Cuando observó al minino maullar se le derritió el alma.
— oooohhhhh... ¿lo ves? es tan mono...— detuvo la pluma y dejó que el felino la cazase y aprovechó para acariciarle suavemente la cabecita. después pasó las yemas de los dedos por su lomo, recorriéndolo despacio y hablándole cariñosamente.— ¿qué te pasa? tienes hambre otra vez? supongo que no, has comido mucho…mmmm… ¿quieres esto?.— le enseñó la pluma otra vez, agitandola y dejando que la cazara de nuevo, estableciendo así un juego con el que el gato parecía disfrutar.
Transcurridos unos minutos se decidió a cogerlo en brazos, parecía que Theron le había tomado confianza. Lo elevó por las axilas y se lo colocó contra el pecho hasta que ambos se sentaron en la cama, y fue allí donde dejó al animalito sobre su regazo, acariciándolo.
— Ya verás, vivir aquí es genial, Jana te traerá la comida todos los días y puedes quedarte con el almohadón de antes para ti, aunque sé que cuando tengas suficiente confianza querrás dormir aquí, porque está calentito.— La bruja le hablaba al gato como si pudiera entenderla, pero es que se sabía desde tiempos inmemoriales que los animales respondían a la magia y la los gestos, tonos de voz etc.— No te preocupes por Xar, es un poco bruta, pero no te hará daño, ya lo verás.— esto lo dijo bien alto para que la escuchase desde el baño.
Cuando Xar salió de la bañera y se cambió, Elora dejó al gato de nuevo sobre la butaca del cojín y fue hacia la cazadora pasando sus brazos alrededor de su cintura y abrazandola.— ah! ahora ya no hueles a estercolero de vampiro. Ahora sí que tengo ganas de morderte, y esta vez ya no voy a ser nada sensible contigo. Sin piedad.— la besó y mordisqueó su labio inferior. Si Theron se quedaba a dormir en aquel cuarto, sería testigo de un sinfín de noches movidas, donde en el ambiente se respiraba pasión y amor. Esa habitación estaba sellada contra entes, la bruja no quería que ningun muerto invadiera ese santuario, ninguna energía pululando excepto la que ellas irradiasen.
— oooohhhhh... ¿lo ves? es tan mono...— detuvo la pluma y dejó que el felino la cazase y aprovechó para acariciarle suavemente la cabecita. después pasó las yemas de los dedos por su lomo, recorriéndolo despacio y hablándole cariñosamente.— ¿qué te pasa? tienes hambre otra vez? supongo que no, has comido mucho…mmmm… ¿quieres esto?.— le enseñó la pluma otra vez, agitandola y dejando que la cazara de nuevo, estableciendo así un juego con el que el gato parecía disfrutar.
Transcurridos unos minutos se decidió a cogerlo en brazos, parecía que Theron le había tomado confianza. Lo elevó por las axilas y se lo colocó contra el pecho hasta que ambos se sentaron en la cama, y fue allí donde dejó al animalito sobre su regazo, acariciándolo.
— Ya verás, vivir aquí es genial, Jana te traerá la comida todos los días y puedes quedarte con el almohadón de antes para ti, aunque sé que cuando tengas suficiente confianza querrás dormir aquí, porque está calentito.— La bruja le hablaba al gato como si pudiera entenderla, pero es que se sabía desde tiempos inmemoriales que los animales respondían a la magia y la los gestos, tonos de voz etc.— No te preocupes por Xar, es un poco bruta, pero no te hará daño, ya lo verás.— esto lo dijo bien alto para que la escuchase desde el baño.
Cuando Xar salió de la bañera y se cambió, Elora dejó al gato de nuevo sobre la butaca del cojín y fue hacia la cazadora pasando sus brazos alrededor de su cintura y abrazandola.— ah! ahora ya no hueles a estercolero de vampiro. Ahora sí que tengo ganas de morderte, y esta vez ya no voy a ser nada sensible contigo. Sin piedad.— la besó y mordisqueó su labio inferior. Si Theron se quedaba a dormir en aquel cuarto, sería testigo de un sinfín de noches movidas, donde en el ambiente se respiraba pasión y amor. Esa habitación estaba sellada contra entes, la bruja no quería que ningun muerto invadiera ese santuario, ninguna energía pululando excepto la que ellas irradiasen.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Quince centímetros (privado)
Sonreí al notar su pequeño cuerpo cálido contra el mío, ahora relajado por el baño. Estaba agotada físicamente, pero nunca lo suficiente como para no responder a sus besos con vehemencia, sin dejarme ninguno. Siempre quería más de aquellos labios carnosos que escondían la lengua que había conseguido conquistar el hielo que antes constituía mi corazón. Mis ojos se volvían dos cálidos zafiros al mirarla, lo que me recordó algo de lo que hacía poco tiempo que había empezado a ser consciente.
La abracé y deposité un suave beso en una de sus sienes, antes de decirle:
- ¿Sabes? No eres la única que está haciendo avances con esto de la brujería. - Le dirigí una mirada divertida y la miré a los ojos. - He descubierto que puedo empezar a hacerlo a voluntad. Más o menos.
Me concentré y conseguí que mis ojos se volvieran algo más fríos, tornando del azul zafiro a un suave azul celeste. El truco duró unos segundos, porque su mirada me inundaba tanto que volvieron a oscurecerse en cuanto atisbé el comienzo de su sonrisa. No pude evitar recortar el poco espacio que nos separaba para devorar su boca y saborear las caricias de su lengua. Me aparté para coger algo de aire, totalmente relajada, como pocas veces se me podía ver.
Entonces me percaté de que el gato seguía allí. Arrugué un poco la nariz, pero me encogí de hombros. Sabía que se lo iba a quedar, dijese yo lo que dijese. Tenía debilidad por las criaturillas solitarias y abandonadas. Miré al gato, no era del todo feo, aunque seguía sin darme muy buena espina. Esos bichos te soltaban un zarpazo a los ojos en cuanto te descuidabas. Pero entonces recordé lo que me había dicho nada más entrar:
- Créeme, los trolls de las cavernas huelen mucho peor que yo. Además, cuando quedábamos en tu buhardilla volvía de cazar y no recibía ninguna queja. Esto de que te hayas vuelto la marquesa de... lo que sea, te está volviendo una remilgada.- por supuesto estaba intentando tomarle el pelo, me encantaba cuando se hacía la ofendida.
La abracé y deposité un suave beso en una de sus sienes, antes de decirle:
- ¿Sabes? No eres la única que está haciendo avances con esto de la brujería. - Le dirigí una mirada divertida y la miré a los ojos. - He descubierto que puedo empezar a hacerlo a voluntad. Más o menos.
Me concentré y conseguí que mis ojos se volvieran algo más fríos, tornando del azul zafiro a un suave azul celeste. El truco duró unos segundos, porque su mirada me inundaba tanto que volvieron a oscurecerse en cuanto atisbé el comienzo de su sonrisa. No pude evitar recortar el poco espacio que nos separaba para devorar su boca y saborear las caricias de su lengua. Me aparté para coger algo de aire, totalmente relajada, como pocas veces se me podía ver.
Entonces me percaté de que el gato seguía allí. Arrugué un poco la nariz, pero me encogí de hombros. Sabía que se lo iba a quedar, dijese yo lo que dijese. Tenía debilidad por las criaturillas solitarias y abandonadas. Miré al gato, no era del todo feo, aunque seguía sin darme muy buena espina. Esos bichos te soltaban un zarpazo a los ojos en cuanto te descuidabas. Pero entonces recordé lo que me había dicho nada más entrar:
- Créeme, los trolls de las cavernas huelen mucho peor que yo. Además, cuando quedábamos en tu buhardilla volvía de cazar y no recibía ninguna queja. Esto de que te hayas vuelto la marquesa de... lo que sea, te está volviendo una remilgada.- por supuesto estaba intentando tomarle el pelo, me encantaba cuando se hacía la ofendida.
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
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Re: Quince centímetros (privado)
Vivir con la bruja hizo que ganara más confianza en mí mismo y en todo cuanto me rodeaba. Perdí parte del miedo que me atenazaba ante cualquier ruido, movimiento o cambio de luces; ya solo los humanos desconocidos, aquellos que no visitaban habitualmente a la bruja, recibían mi desconfianza. Incluso me habitué a la otra mujer, la que solía a oler a sangre. No es que me acercara a ella ni mucho menos, mi instinto me decía que era mejor guardar las distancias, pero aunque no recibiera de ella más que alguna mirada de soslayo, con el tiempo acepté su presencia a mi alrededor.
Terminé convirtiéndome en una especie de príncipe entre aquellas cuatro cálidas paredes. Me daban comida, cobijo e incluso amor, algo que jamás había conocido pero que, conforme lo iba recibiendo, me volvía más adicto a ello. Llegó un momento en que era yo quien buscaba a la bruja, saltándole al regazo cuando estaba en su escritorio; paseando por su mesa cuando decía estar trabajando, e incluso colándome en su cama cuando aquella a quien llamaba Xaryne no estaba por ahí. Solo buscaba con cierta necesidad que sus dedos se pasearan por mi cada vez más sano pelaje.
Mi innata curiosidad creció y con ello mis aventuras, escapaba muchas veces cuando no había nadie en la casa y recorría los alrededores con la esperanza de descubrir más cosas. Podría decirse que, por primera vez, conocí lo que era la felicidad, aún cuando nadie jamás me había enseñado aquella palabra. Lo que tampoco me enseñaron, pero aprendí con la experiencia, es que la felicidad es muy voluble...
Regresando de una de mis aventuras, noté enseguida el ambiente turbio y oscuro que se respiraba en el hogar. Había mucha gente, más de la que jamás vi ahí dentro, y ninguna de aquellas auras me dio muy buena espina. Sentía la necesidad de huir, pero mucho mayor era el deseo de volver a reunirme con la bruja que me rescató. Así pues rondé la casa, esperando ver qué pasaba. Acariciando estaba el cristal de una de las ventanas, anhelando que ella me viera y viniera a por mí, cuando unas toscas y grandes manos me cogieron alejándome de ahí.
"No es momento para estar aquí, chico" escuché la voz, áspera y ronca de alguien cuyo olor se me hacía similar al de mi bruja. El miedo me impidió escapar, solo pude hacerme bola y permanecer en manos de aquel desconocido que, por alguna extraña razón, no había intentado hacerme daño aún cuando estaba alejándome de mi hogar.
Terminé convirtiéndome en una especie de príncipe entre aquellas cuatro cálidas paredes. Me daban comida, cobijo e incluso amor, algo que jamás había conocido pero que, conforme lo iba recibiendo, me volvía más adicto a ello. Llegó un momento en que era yo quien buscaba a la bruja, saltándole al regazo cuando estaba en su escritorio; paseando por su mesa cuando decía estar trabajando, e incluso colándome en su cama cuando aquella a quien llamaba Xaryne no estaba por ahí. Solo buscaba con cierta necesidad que sus dedos se pasearan por mi cada vez más sano pelaje.
Mi innata curiosidad creció y con ello mis aventuras, escapaba muchas veces cuando no había nadie en la casa y recorría los alrededores con la esperanza de descubrir más cosas. Podría decirse que, por primera vez, conocí lo que era la felicidad, aún cuando nadie jamás me había enseñado aquella palabra. Lo que tampoco me enseñaron, pero aprendí con la experiencia, es que la felicidad es muy voluble...
Regresando de una de mis aventuras, noté enseguida el ambiente turbio y oscuro que se respiraba en el hogar. Había mucha gente, más de la que jamás vi ahí dentro, y ninguna de aquellas auras me dio muy buena espina. Sentía la necesidad de huir, pero mucho mayor era el deseo de volver a reunirme con la bruja que me rescató. Así pues rondé la casa, esperando ver qué pasaba. Acariciando estaba el cristal de una de las ventanas, anhelando que ella me viera y viniera a por mí, cuando unas toscas y grandes manos me cogieron alejándome de ahí.
"No es momento para estar aquí, chico" escuché la voz, áspera y ronca de alguien cuyo olor se me hacía similar al de mi bruja. El miedo me impidió escapar, solo pude hacerme bola y permanecer en manos de aquel desconocido que, por alguna extraña razón, no había intentado hacerme daño aún cuando estaba alejándome de mi hogar.
Theron- Cambiante Clase Baja
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