Whisky para dos (Elora)

Una noche mas en el hotel, tras un día agotador y como de costumbre, todos se retiraron a descansar, llegaba el turno de trasnochar a las inmortales y de cierto modo a mi, que tras establecer el vinculo con Lakme había visto reducidas mis horas de sueño como si una vitalidad nueva me invadiese.

Aquella noche baje al restaurante del hotel, no conseguía dormir y tras darme un buen baño en la tina y ponerme ropa de muda decidí tomar unos cuantos whiskys que me hicieran si no olvidar, al menos no pensar.
Valeria, aquella mujer que Lakme consideraba una mentira, una mentira a la que le era fiel sin razón, copaba mi mente en demasiadas ocasiones. No estaba en París para protegerla y eso me causaba un terrible desazón. Sabia que no estaba bien, que la partida de Haytham la había partido en dos. Frente a mis ojos la veía apagarse y no sabia como hacer para que de una vez abriera los ojos y me mirara, que se diera cuenta de que mi promesa del bosque era cierta, que le serviría de espada y escudo. Estaba allí, pero ella parecía negarse a admitirlo, me sentía invisible frente a sus ojos y eso me desesperaba de un modo u otro.

Luego estaba Skadi, ahora sabia que estaba viva, durante cuatro años me arrojo su muerte a la incesante búsqueda de la mía propia. La ira me invadió ese tiempo en el que destroce ejércitos a golpe de espada buscando encontrar el Valhalla.
Hoy esa muejr me odiaba, me creía culpable de su desdicha y de haberse trasformado en un ser sin alma, y no la culpaba. Me quería muerto y desconocía cual seria el resultado de nuestro próximo encuentro.

Volví a llevar le vaso a mis labios cuando tras de mi escuché una voz conocida, sonreí de medio lado buscando la mirada de desaprobación de la bruja.
-¿que pasa? ¿tampoco puedes dormir tu? O ¿me echabas de menos? -bromee haciéndole un sitio junto a mi en la barra.

Era cierto que desde que con magia Elora y yo nos unimos, de un modo u otro habíamos permanecido así, con una especie de magia residual.
Tenia cosas de las que hablar con ella, sabia que ella me escucharía, quizás reprobara mi decisión, mas ya eramos todos mayores para tomar las nuestras.
Yo nunca opine sobre el plan de asesinar a su difunto marido, siempre entendí que hay razones que superan la cordura y nunca me creí mejor que nadie para cuestionar las decisión ajenas, ya tenia bastante con hacerlo con las propias.

Dí un profundo trago hundiendo mis ojos en los suyos por encima del vidrio del vaso.
Sabia que no tardarían en llegar las preguntas, ella portadora de magia estaba seguro había notado algo extraño en mi, y no descartaba que aquel encuentro lejos de sr solo casual, resultara mas que premeditado por esa mujer de cabellos castaños y sonrisa pérfida.
-Elora, te estaba esperando.
Puede que no lo creyera, peor sabia que llegaría el momento en el que ambos ocupáramos asientos frente a frente.

La bruja había empezado el viaje muy feliz, por alejarse de París, de la pantomima que estaba representando de viuda deprimida, cuando en realidad lo que quería era gritar, bailar y celebrar por todo lo alto que había acabado con aquel ser despreciable que le amargó la vida. Además era una oportunidad para ella y para Xar de pasar un tiempo juntas sin nadie más y sin gente que se interpusiera. Sin obligaciones, sin mentiras...un plan perfecto.

Pero la presencia de aquellas dos inmortales y el golem negro, le había agriado un poco la fiesta. Podía ser de utilidad en el plan, pero no se fiaba de nadie, sólo de Höor. Esa noche Xaryne había decidido investigar un poco por su cuenta, nidos de vampiros y esas cosas de cazadores de las cuales casi prefería no saber. Ella no podía dormir, así que bajó a la barra del hotel. Le pidió al camarero un botella de vino blanco y dos copas, y caminó hasta el vikingo; bajo la capa había un vestido largo, blanco y con incrustaciones de encaje. En realidad era un camisón largo, pero bajo la capa apenas se adivinaba. Se había dejado el pelo suelto y al decidir bajar a por algo de beber, se lo recogió en una cola lateral. Así no parecía tan resuelta y tan misteriosa, con esas pintas se revelaba su verdadera edad y naturaleza, mucho más natural y joven de lo que habitualmente se mostraba.

— seguramente las dos cosas.— Sonrió al moreno y se sentó frente a él llenando dos copas, aunque quizás él prefiriese saborear whisky. Elora levantó su cristal hacia él.— Por las aventuras compartidas con amigos!!..— Bebió un trago y despues observó atentamente a Höor acomodándose mejor en el sillón.— tu aura está oscura...te preocupa algo.— no era una pregunta, era una afirmación, le estaba invitando a contarle alguna de sus proecupaciones que en ese momento tenía como un nubarrón sobre su cabeza.

Ciertamente cuando lo vio preocupado, casi abatido, se le removió algo internamente. Siempre había considerado que Höor era el gallito del corral, un hombre acostumbrado a hacer lo que quería, cuando quería, y se comportaba conforme le dictaba su moral. Recordó el empotre en la biblioteca. Era impulsivo, intenso. Todo lo que sentía lo reflejaba, no lo ocultaba, y en ese momento no estaba bien. Se sintió inclinada de alguna forma a consolarlo. Estiró la mano y le acarició la mejilla.

— ¿qué te ocurre? hay algo que te pesa.

Era difícil centrarse en su mirada ahora que de cerca era capaz de vislumbrar aquel camisón largo de encaje que quedaba oculto bajo ella, blanco resaltaba su tez clara, mostrando una apariencia mucho mas humana, mas salvaje, admito que mas norteña. Su cabello caía en cascada sobre sus hombros, indómito y acariciaba sin pausa la capa roja que contrastaba con sus labios. Si me hubieran prometido que era una de las hijas de Odin, lo hubiera creído.
-Hoy estáis especialmente bella ma...-los formalismos habían acabado entre nosotros, así que le regale una picara sonrisa -Elora.

Su copa se alzo una vez se acomodo a mi lado, un brindis que me regalaba no solo su presencia si no su amistad mas sincera. No se por que, mas la creía, sabia que no me traicionaría.
Quizás era por la forma en la que me miraba, en como ambos habíamos conectado desde que nos conocimos en aquella tienda o por lo que surgió en esa biblioteca.
Con ella todo resultaba fácil, incluso esa tensión que ambos esquivábamos de una forma bastante épica. Con ella todo fluía, sin mas, de un modo natural.

Alcé la copa de Whisky, no encontraba mejores palabras ni otro motivo por el que brindar aquella noche, así que el silencio era mi mejor arma.
Tras un largo trago juguetee con el hielo, hasta que la pregunta escapó de sus labios. Esa que bien sabia formularia, mas no esperaba que una caricia escapara de sus manos para morir en mi mejilla.
Sonreí contra la palma de su mano alzando la vista para mirarla.
Sus ojos reflejaban preocupación, algo que me hizo tomar su mano para enredara con la mía posandola sobre mi rodilla.
-No os deberíais preocupar por mi, se cuidarme -confesé en un primer momento.

Era un hombre orgulloso, nunca conté mis problemas y eso que mi vida había estado cargada de trágicos sucesos. No solo lo denotaba mi cuerpo plagado de cicatrices de guerras pasadas si no mi alma de gestas futuras.
Mi ego me impedía sincerarme lo suficiente como para dar lastima con mi relato, que alguien se apiadara de mi lo veía casi un insulto, pues a fuerza de látigo me había convertido en el hombre que hoy era.
Quizás mi vida no había sido fácil, muy alejada de la de los nobles de mi clase y condición, mas pese a todo así había sido forjado. Acaso el acero de la espada no se forja con fuego, hielo y golpes de maza.

Los ojos de Elora denotaron lo que ya sabia, que ni se rendiría, ni se callaría, que quería una explicación de por que bebía solo en aquel lugar y no descansaba en mi habitación.
-Antes de venir a París me encontré con una mujer, la inmortal que me acompaña Lakme. En un principio desconocía su condición, mas tras ayudarla a recuperarse del estado en el que la encontré, conversamos. Como bien has podido notar, ella también encierra como tu un gran poder.
Sabia cosas de la espada que buscamos y la curiosidad -sonreí de medio lado mientras veía sus ojos fijos en los míos -me hizo preguntar. Así que, tras descubrir que en cierto modo nuestros caminos quedaban unidos por algún motivo me propuso un trato.
Trato que acepté y que no traicionaré. Me atendré a las consecuencias llegado el momento, mas quita esa cara señorita, o debería llamarla ¿viuda? -bromeé tratando de rebajar la tensión.

El vaso volvió a mis labios dándole un buen trago, solo le había contado una pequeña porción de mis preocupaciones, mas suficientes posiblemente.
-Estas cosas se hablan con varias copas de mas Elora -dije lazando el vaso -y yo acabo de empezar -añadí guiñándole un ojo.

Elora no retiró la mano que Höor cazó, tenían cierta confianza, cierta complicidad. Él y no otra cosa eran el motivo por el que estaban allí ¿cierto?. Espadas mitológicas había muchas, objetos arcanos de poder habia miles, y nunca se había embarcado en una búsqueda tan arriesgada. Podría decirse a si misma que había un componente de interés, de negocio, de compensación, de hacer un favor para luego pedir favores. Pero en esencia la realidad es que estaba allí por él. Habían conectado y estaba cómoda con el noble, porque sabía lo que podía esperar y lo que no, y de Höor no esperaba una puñalada trapera.

Escuchó sus palabras y lo que el vikingo le relató no le hizo mucha gracia. Cuando terminó de relatarle su encuentro con Lakme y el misterioso trato "con consecuencias" que habían sellado, no pudo reprimir un mohín. Frunció el ceño y aunque intentaba controlarse, le salía la vena Paine.

— No me fío de esa serpiente. Me da igual si te ha hechizado o te ha dado a beber su sangre o cualquier mierda mágica o vampirica. Como se pase de la raya contigo la voy a sacar a saludar al sol. Y me importa una soberana mierda si te enfadas conmigo por eso, porque si me veo forzada a intervenir será porque tu alma está en juego, y créeme, que de almas sé algo. No te dejes embaucar Höor, estate atento. Ningun chupasangres se mueve por caridad, seguro que tiene intenciones ocultas...¡Ay! ya sé que no soy el mejor ejemplo, ni siquiera soy buena persona, pero no dejaré nunca que dañen a las personas que me importan.

Ergo, el vikingo le importaba, de alguna manera. Bueno, hablar así de sentimientos descarnados era algo que no solía hacer excepto con la gente que realmente consideraba su círculo íntimo. En ese círculo, la bruja no tenía filtro, decía las cosas como las pensaba y como las sentía. Era lo que Xar llamaba su "lengua viperina de bruja". Se bebió la copa de un trago y resopló, todavía con cara de bulldog masticando avispas. Tenía genio, como su padre, y saber que estaban bailando al son de una cainita poderosa no le hacía nada de gracia. Llenó de nuevo la copa.

— A mi no me hacen falta las copas de más para hablar de estos temas... pero me voy a tomar unas cuantas, porque al menos me ayudarán a disipar el mal humor. ¿Prefieres llamarme viuda? pues adelante, es lo que soy. Y si volviera a suceder, volvería a serlo.

No pude reprimir una sonrisa de medio lado cuando empezó a hablar, con su mano entre las mías, casi incendiando mi piel.
Mi sonrisa se fue ensanchando cuando sus palabras mordaces, sin filtro alguno hablaban de un modo nada noble si no mas bien sacado del peor campo de batalla.
Entendía perfectamente que veía la cazadora en ella, supongo que lo mismo que yo, una mujer fuerte, llena de ideales, que protegía sin vehemencia aquello que quería y que no le importaba morir en el empeño si con eso mantenía en cierto modo unidos a los suyos.
Ella a diferencia de muchas mujeres parisienses, no jugaba con las segundas palabras, al menos conmigo el blanco, era blanco y el negro, negro. Mujer de extremos opuestos, o quería o odiaba, y yo había tenido la suerte de entrar en ese primer grupo de un modo u otro.
-¿Seguro mi señora que no tenéis sangre norteña? -bromeé llevando mi mano al taburete de esta para orillarla mas a mi.

Quería mostrarle algo, pero no que el resto del restaurante se percatara de ello. Sus ojos me miraron desconcertada cuando saqué un cuchillo de mi cinto y con el saje mi muñeca.
Sus manos se lanzaron para parar la hemorragia, mientras sus labios se curvaban en una mueca de dolor que acompaño al siseo leve de mis labios.
Alcé la mirada al tiempo que ella lo hacia cuando la piel cerro casi de inmediato sin dejar marca del acero en ella. Solo el carmesí manchaba mi piel, sus manos y el suelo.

-No puedes sacarla a tomar el sol. No si no quieres que yo prenda en llamas. El vinculo implica una unión mas fuerte de la que tu y yo tuvimos en esa biblioteca Elora. Lo que a ella le suceda me pasara a mi y viceversa, nuestras vidas han quedado unidas en una y para que mentir, también nuestras emociones.

Guardé silencio tratando de que encajara aquello que ahora le estaba confesando y que jamas le hubiera contado si mi confianza no fuera plena para con esa mujer.
Esta vez fui yo quien acaricié su mejilla, la sentía necesitada de mucho mas que una mera caricia.
-Estoy aquí Elora -susurré acercando mi cabeza a su cuello para depositar un beso entre este y el omóplato -deja de preocuparte por mi. Créeme, no es mi primera gesta y por desgracia tampoco sera la última.

Recuperé mi posición inicial para llevarme el vaso a los labios y apurarlo de un trago.
-Bebamos pues hasta no pensar, quizás borracha te cambie ese ceño fruncido que tienes ahora mismo -bromeé entre risas, de nuevo en un vil intento de relajar el ambiente.

Aun tenia otros secretos, otros que posiblemente le preocuparían del mismo modo, pero acaso ella no los tenia. Ahora era su turno de confesar.

Elora seguía con el ceño fruncido cuando Höor le preguntó si no tendría sangre norteña.

— Pues a saber, mi padre además de pirata era bastardo, quizás algo de sangre del norte corra por mis venas.— puso una mueca divertida.— El karma es muy bromista, quizás somos primos!! jeje.

Cuando el vikingo sacó el cuchillo y se rasgó la piel Elora ahogó un grito horrorizada y llevó las manos al corte para intentar taponar la herida y que no se desangrase. Pero de pronto la piel se cerró como por arte de magia. Se quedó estupefacta y aunque al principio estaba confundida, fue como si le echasen un cubo de agua helada por encima.

—¿qué has hecho...? te has vinculado a ella por su sangre...Joder!! mierda!!!...— Se mordió el labio inferior. El moreno le dio un beso en el cuello y la rabia le hirvió por la venas, efervescente, como una furiosa oleada que la recorrió desde la cabeza hasta los pies. Sin pensárselo dos veces le arreó una colleja.

— ¡¡¿¿pero tu eres tonto??!! ¿tu sabes lo que has hecho? ahora eres su esclavo!!! de acuerdo, ahora tus heridas pueden sanar, no morirás por una herida así, pero apuesto a que si te corto la cabeza te mueres.— resopló y se dejó caer en el sillón, hundiéndose en él.— ¡¡es de locos!! ¿Y dices que también las emociones?...pfffsss... mecagüendios Höor!!! ¿Qué eres ahora? la marioneta de una vampira decrépita?? sabes que está muerta ¿verdad? es una cosa muerta, me da igual que parezca viva, guapa o atrayente. Es un trozo de carne animada por una maldicion,la peor y más fuerte, la de Caín.

No podía creer lo que había hecho el idiota de Cannif. Su afición a las mujeres y su ambición por aquella espada lo habían vuelto un loco.

— ¿Cómo se rompe el vínculo? debe haber una forma. Si no la sabes la averiguaré. No puedes ser subordinado de esa cosa de por vida.— le daba igual ser ofensiva con la palabras. Para ella los vampiros no eran seres humanos, y para Xaryne solo eran escoria que había que matar. Esa alimaña acababa de ganarse su odio profundo. Las decisiones que había tomado Höor le habían caído a la bruja encima como si fueran una losa de piedra. ¿Por qué cojones alguien haría semejante estupidez?. Si había algun modo que él no supiera, ella iba a averiguarlo. No pensaba estar a merced de esa criatura por muy bruja o vampira que fuera. Si había podido dar con esa espada, daría con el hechizo correcto para romper ese vínculo.

— por lo pronto, haznos un favor a todos y no bebas más sangre de vampiro, o te convertirás en un ghoul.

La bruja estaba cabreada, sorprendida, decepcionada con el norteño, del que no esperaba que fuera tan estúpido como para cometer un fallo así.

La vena de su cuello se hinchaba mientras su ceño lejos de perder el fruncido que tanto me divertía había adquirido otro incluso peor.
No solo era expresiva con su mordaz lengua viperina, si no con todos y cada uno de esos gestos que la acompañaban.
Mordí mi labio, juro que incapaz de contener la risa mientras su boca elaboraba casi sin destilar por su celebro suposiciones no del todo ciertas.
Claro que la realidad aun superaba la ficción.
Una colleja fue su punta de partida antes de que ahora si explotara en carcajadas frente a ella.
-Elora no soy un niño y se que lo sabes -dije con picardia recordando nuestro encuentro en la biblioteca - entiendo tu afán por protegerme, también admito que recorrería el Tártaro por cuidar de ti. Mas el vinculo no es de sangre como el de un Ghould. Solo he bebido una vez y fue para sellar el pacto, ella misma me aviso de los riesgos que conllevaría que bebiera mas veces, así que al menos concedelé el beneficio de la duda.

Acaricie su nariz dándole un toque con mi indice en un gesto divertido
-Quita ese ceño fruncido -repetí volviendo a llevar la copa recién servida a mis labios.
-Es un ente quien nos ha unido, es la magia y no la sangre o quizás sendas cosas. No se bien, ya sabes que de esto no entiendo, lo mio son las espadas.
En esta unión supongo que ambos sacamos algo, no te contaré los términos del contrato, pues creo que no es necesario, mas confió en Lakme ¿por que? No lo se, pero hasta que me demuestre lo contrario, no siento que quiera hacerme el menor daño.
No solo mis heridas cierran, si no que su muerte implica la mía y viceversa. De igual modo, los sentimientos ahora son una bogaren extraña que admito me cuesta controlar.
Cada cosa duplica o triplica su intensidad. Cuando me enfado lo hago mucho y del mismo modo todo lo demás. -Expliqué esperando que entendiera por donde iba.
Quizás esa sea la parte que mas me preocupa, pero bueno, nunca fui una persona tranquila, mi impulsividad me ha acompañado toda la vida y lidiare con esto como lo he echo con todo lo demás.

Su cabeza daba vueltas a como romper ese vinculo, podía casi escucharla pensar, algo que forzó que una nueva sonrisa se dibujara en mis labios.
-No quiero romper el vinculo y créeme, no es poder lo que ansió. Siempre soñé con otra cosa Elora. Una vida tranquila en un lugar plagado de bosques, arroyos de aguas claras, una mujer que me quisiera, con la que compartir, amor y risas y muchos niños alrededor de mi mesa. Mas jamas he tenido problema en alzar la espada, en sobrevivir por mis medios. Pero ella me puede ayudar a encontrar esta espada y sabes..una parte me mi me dice que ella me necesita. No romperás este vinculo Elora, tendrás que entender que estas son las nuevas reglas del juego. Soy el mismo y tendrás que confiar en mi -le dije esta vez poniéndome serio para hundir mis ojos en sus orbes pardos.
-Se que crees que soy un necio, pero si lo fuera, no hubiera sobrevivido todo este tiempo. No soy un niño rico, nunca fui un noble como los demás.

Ella no había visto mi cuerpo despojado de ropa, mas si lo hubiera hecho entendería a que me refería, había escapado de la parca tantas veces que había dejado de meterle.
-Dale una oportunidad a Lakme, hazlo por mi -le pedí esperando que al menos suavizara su discurso.
Como para contarle todo lo demás, se me antojaba la botella poco solo para empezar.

¡Oh! un ente. Eso ya estaba mejor. Eso entraba dentro de sus posibilidades brujeriles. Quizás hubiera lugar para la esperanza, podría encontrar la forma de deshacer ese vínculo. Ante sus palabras, acudió a su lengua todo el veneno, porque se lo había dicho muchas veces, ella no era una santa, pero para bien o para mal, era incondicional a los suyos.

— ¿Que ella te necesita? hum... pues claro que te necesita, eres un saco de comida con polla. ¡No me mires así! ¡¡es lo que eres!! esas criaturas sólo piensan en exprimirte hasta la ultima gota de sangre una vez te haya usado hasta agotarte. Si es lo que quieres... meh. Tú sabrás. Olvidate del arroyo, los niños y las largas puestas de sol. A su lado solo habrá oscuridad, soledad y muerte. Tú eliges.— miró al vikingo entornando los ojos y escupiendo las siguientes palabras con todo el veneno que pudo.— ¿Qué opina de eso la señorita Cavey? ¿Está dispuesta a renunciar a la cabaña del bosque y los críos para que tú seas siempre la marioneta de esa mortífaga?

¡Buuuum! directo al centro del corazón. ¿Que eso le podía doler a Höor? sin duda, pero si el dolor lo hacía reaccionar y recuperar la cordura, que así fuera. Le dio una voz al camarero y le hizo traer una botella entera de whisky y otra de vino, y le pagó para que echase a todo el mundo de aquella barra, quería esa sala para ellos solos. Dejó sólo al pianista, al fondo, sobre el escenario, interpretando melodias. Se sirvió otra copa y se la bebió en dos o tres tragos.

— La oportunidad que le daré a esa infame es que no voy a dejar que Xaryne la mate por el momento. Pero como se pase un ápice... ¡Ay! como se pase está muerta de verdad, definitivamente. No la verá llegar, por algo a Xar la llaman "La muerte negra".—

Se pasó las manos por el cuello, estaba acusando la tensión. Pero su tono rebajó considerablemente la acidez después de haber soltado aquellas barbaridades sobre la vampira.— De verdad, que eres increible, Höor. No entiendo cómo puedes haber sido un salvaje en la batalla, como puedes tener el mundo en tus manos y mandarlo a la mierda por una muerta. Sé que amas a la señorita Cavey ¿cuál es tu plan para conseguirla? ¿que la muerda también la colmilluda? no piensas con claridad. Si crees que admirará a un hombre que ha conseguido un objeto valioso, pero renunciando a su esencia, prostituyendose a una sanguijuela, estás muy equivocado. Conseguiremos la espada con o sin Lakme, no debías haber hipotecado tu humanidad por nada del mundo...es lo único auténtico que tenemos.

Se giró mirando a través de la ventana. La noche en Reims era calmada y fría. No llovía, ni nevaba ni se escuchaban ruidos afuera. Como bruja, podía sentir cómo el mundo giraba a su alredor, cómo el tiempo se deslizaba inexorable, avanzando paso a paso el destino que les estaba reservado a cada uno de ellos. Habló, perdida en sus propios recuerdos.

— ¿sabes lo que es ser pobre Höor? es tener tanto frío que un pajar maloliente te parece el mejor de los palacios. ¿Sabes lo que es pasar hambre? es que te duela tanto el estómago que crees que vas a desfallecer y ruegas al dormirte, que mañana no te despiertes para que deje de doler. ¿Sabes lo que es crecer siendo extraña, rechazada por todo el mundo? pues es como despertarse cada día delante de las rejas del paraiso y que todos se acerquen y te recuerden que no es para tí. Que no puedes entrar, que tu lugar es el infierno, con los tuyos.— se mordió el labio inferior, mientras buceaba en lugares de su memoria que trataba de olvidar, aunque sabía que era misión imposible.— ¿Sabes lo que es confiar en alguien y que ese alguien te hiera de tal modo que jamás volverás a ser la misma persona?.

Se desató el nudo de la capa y varios botones de su camisón, le dio la espalda a Höor, recogiendose el pelo sobre un hombro y dejando que la prenda resbalase, dejando al descubierto la carnicería que Mauritz le hizo mediante torturas. Tenía la piel surcada por cicatrices irregulares, allí donde el látigo había arrancado una parte del tejido. Se volvió a subir la prenda. Sus ojos oscuros zozobraban entre aguas rápidas.

— Este es el resultado de una mala decisión Höor. La pobreza no se elige, ni el hambre, ni el frio. Pero sí podemos elegir en quién confiar, porque cuando lo hayas hecho, estarás apostando a la ruleta y quizás algun día dejes de ser el mismo. Piensalo.

Nuestra conversación ahora lejos de tener un tono jocoso había adquirido la seriedad que la ocasión requería.
La veía molesta, sabia que no confiaba en la inmortal, que la veía como un ser maligno, destructivo en el que no se podía confiar.
Entendía que ella había vivido entre cazadores, que su novia no dudaría en clavar una estaca en el pecho de Lakme. Lo que ella no entendía es que Lakme era diferente o al menos yo así lo sentía. Confiaba en ella, quizás porque podía sentir parte de mi en ella, porque había visto en la morena algo distinto, especial.

Escuché todas y cada una de sus palabras, no erradas en su totalidad, mas si en parte. Admito que el gesto se me torció cuando el nombre de Valeria escapó de sus labios. Era cierto, a ella esto no le hubiera hecho gracia mi unión con esa inmortal, quizás por eso mantuve el secreto, nunca quise mentirle, mas tampoco preocuparla y sabia que irme de París vinculado a una inmortal era motivo mas que suficiente para añadir a su larga lista de problemas, uno mas.
En eso tenia razón Elora, en que podía olvidarme de la casa rodeada de bosques, de amaneceres y de puestas de sol con Valeria entre mis brazos.
-Amo a Valeria, eso no es un misterio, como tampoco lo es que ella necesita tiempo -confesé.
Ese tema sin duda para mi era mas doloroso que el del propio vinculo, pues el pacto con Lakme dependía en parte de mi, sin embargo con Valeria todo escapaba de mis manos, sentía que la perdía escurriéndose entre mis dedos, claro que para perder a alguien tuviste que tenerla alguna vez y no era el caso.

Mi puño se apretó entreabriéndose y cerrándose a un lado del taburete.
No quería que Elora viera que estaba perdiendo el control y ente tema si lograba afectarme demasiado.
-¿Sabes? Le pedí matrimonio antes de emprender el viaje -una pausa y el whisky en mis labios hasta agotarlo del vaso.
Lo llene hasta arriba de nuevo y lo lleve a mis labios como si se tratara de agua.
-Le di el anillo de mi abuela, el que mi madre nunca portó y su respuesta fue un “me lo pensaré”. -¿Crees que mi futuro viendo amaneceres junto a ella, colmandola de besos y amándola hasta el ocaso depende de mi? -negué dando un nuevo trago.
Desde luego la pregunta era retorica.
-La quiero Elora, como nunca he amado a nada ni a nadie. Cuando llegue a París, buscaba de forma incesante el Valhalla. hHoy solo quiero esa casa con atardeceres entre risas vanas, sentarnos en el porche para ver a la dama blanca coronar el cielo con ella sobre mi regazo, con sus labios acariciando mi boca. Envejecer juntos, ver crecer a nuestros hijo y convertirnos en abuelos. Quiero esa utopía, poco me importa el dinero o el poder, solo la quiero a ella.
Un nuevo trago ahogo ese sentimiento que ahondaba en mi pecho y no estaba acostumbrado a expresar en voz alta.
-La he dejado muriéndose en París porque su mano derecha se ha ido, me siento impotente, me siento frustrado y me ahogo..-confesé nuevamente sincerandome frente a sus ojos -¿y sabes lo peor?
Que estoy dispuesto a buscar a ese hombre y llevarlo frente a ella, renunciar a mi utopía, si con eso ella es feliz.

-Negué frente a sus siguientes afirmaciones, el pacto no es eterno y nuestro vinculo tampoco. Cuando encuentre la espada y yo cumpla mi parte ambos seremos libres. Ella seguirá su camino y yo haré lo propio con el mio -confesé esperando que eso la tranquilizara, claro que bien sabia que nada de lo que pudiera decirle lo haría.
No porque ella de un modo u otro me quería y tenia el feo vicio de proteger a esa gente que significaba algo mas para ella.
Quizás nos parecíamos mas de lo que creíamos.

Mando irse a todos los presentes, ella ocn su genio, parecia una diabla, no solo por aquella peculiar forma de moverse seductora y autoritaria, si no por le carácter salvaje e indomable que presentaba.
Dudaba que mucha gente osara decirle que no.

Lo que continuo no lo esperaba. Vi como se deslizaba la capa hasta alcanzar el suelo, dejando su hombro al descubierto frente a mis ojos. A ello le acompañaban las palabras mas tristes que había escuchado de sus labios.
Hablaba de las penurias de una niña que se había forjado frente a la nada y en parte y como yo a golpe de látigo.
-Lo mataría Elora si no estuviera ya muerto.
La rabia salio de mi garganta casi con un rugido mientras mis dedos se deslizaban por su piel, por cada marca de látigo que pintaba sobre aquel lienzo blanco.
Nuestros ojos se encontraron antes de tirar de ella para fundirla en un sincero abrazo.
-No siento lastima Elora, no porque se que cada golpe te ha convertido en esa mujer que frente a mis ojos es mas que una amiga. Esa mujer fuerte, impetuosa y valiente que eres.
Nadie volverá a tocarte, y no porque yo lo mataría sin dudarlo, si no porque tu lo harías sin pensarlo.

Tomé su mano y la acerqué por debajo de mi camisola a mi piel.
Junto a mis dedos acompañe los suyos surcando las distintas cicatrices de guerras pasada.
-Estas son las que han forjado mi vida, gestas en las que la parca me miraba de frente -ahora mis dedos acompañaron a los suyos sobre mi espalda, allí deje que ella misma investigara.
No eran difíciles de reconocer los latigazos y golpes de fusta y vara.

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Elora se estremeció cuando sus dedos tocaron su espalda. No soportaba que nadie lo hiciera salvo Xaryne, en quien confiaba ciegamente; la única que conseguía que su tacto por aquellos surcos no la removieran ni le recordaran todo el sufrimiento padecido. Se controló tratando de mantenerse serena mientras Höor le contaba sus sentimientos por Valeria. Sabía que esa mujer estaba arraigada en su alma como un roble de profundas raíces, y eso lo convertía en un hombre con un propósito en la vida. Uno difícil, pero al menos tenía un rumbo fijado por el que navegar en su drakkar emocional.

Le había pedido matrimonio y ella no estaba segura, al parecer había otro hombre o algo similar...bueno, era una situación compleja. Las personas eran complejas. Por un lado estaba tentada de decirle que si Valeria no lo trataba de la misma forma que él a ella, quizás es que esa mujer no lo merecía. Pero no podía decirle esa opinión, porque no la conocía ni sabía nada de ella, de por qué era reacia a tener una relación con él, no sabía sus motivos ni cómo era. Había aprendido que no se podía juzgar a las personas por una reacción, porque nunca sabías qué batallas podían estar librando.

Había algo que estaba meridianamente claro, que no había lugar a dudas: estaba completamente enamorado de Valeria, y eso era bueno. Tenía algo por lo que luchar, un ancla que lo retenía cuerdo y en la realidad, como la que ella llevaba tatuada cerca de su ombligo con la X de Xaryne. No todas las marcas de su piel eran recuerdos dolorosos.

— Las cicatrices de la piel pueden curar, las del alma son más profundas y ésas nos forjan, nos cambian.— recorrió con los dedos el mapa de piel que tenía Höor dibujado a cicatrices sobre el cuerpo. Le recordaba al de Xar, curtida en mil peleas a muerte.— La lucha te ha regalado un abrigo de piel retorcida... no dejes que la contrariedad te regale uno hecho de dolor. Amas a Valeria, ella es tu ancla, la que te mantiene cuerdo en este mundo de locos. Aférrate a ella, al deseo de que algun día puedas tenerla entre tus brazos como dices. Yo te ayudaré, prometo llevarte hasta ella si algun día pierdes la razón y te vuelves completamente... Estupidöor...— Sonrió recuperando la mordacidad perdida tras aquellas confesiones tan profundas.— ¡Eres un desastre! menos mal que estoy yo para solucionar este entuerto.

Elora le dio un abrazo, sin prisa, manteniendolo un poco, expulsando el aire retenido en los pulmones y pasandole la mano por el pelo. Ella tenía a Gael de su parte cuando las cosas se ponían feas con Xar, cuando necesitaba un hombro sobre el que llorar cuando se enfadaban, que no eran pocas veces porque ambas tenían un carácter de mil demonios.

—Procura que la cabaña sea grande...iremos de visita, espero que me hagas madrina de alguno de tus pequeños goblins. ¿No lo ves Höor? tú puedes tener esa familia, esa vida, te la has ganado.— suspiró.— Xar y yo no podemos, evidentemente. Soy buena bruja, pero no hasta el punto de poder fabricar bebés de la nada. Supongo que siempre podemos adoptar algun crío de la calle.

Hacía tiempo que le estaba dando vueltas a esa idea. Quería a Xar, quería pasar sus días junto a ella. Pero pensar que ese estilo de vida las llenaría para siempre, era una ilusión. Se irían haciendo viejas y estarían solas.

— Yo quiero una familia... tengo pánico a que un día salga por la puerta y no regrese. Mi padre no sabía que yo existía hasta hace unos meses, mi madre me abandonó hace cinco años...las ausencias duelen más que los desprecios. Si algun día me falta.... no sé, enloqueceré. Pero si tuviera una familia, quizás el golpe sería menos letal.— La bruja tenía verdadero pánico al abandono, era lo único que había sido constante en su vida y no se había fiado de nadie hasta que Xar se convirtió en su hogar, en su ancla, en su familia y su fuego. Sonrió para sí misma.— Tendrías que verla. Es muy divertida cuando trata de molestarme, de fastidiarme, porque quiere mi atención. Y..¡Oh! por supuesto que me hago la ofendida y le suelto maldiciones y sarcasmos.— Se le iluminaban los ojos cuando hablaba de Xaryne.— ¿Sabes? si alguien me preguntase si creo en la magia , tendría que empezar por hablarles de su sonrisa.

El tono de la conversación se había relajado bastante y le dio un trago a la botella de vino directamente sin copa.

— Por todos los dioses, Höor, ponte la camisa, que si entra alguien ahora no se van a creer que esto no es lo que parece. Pfffff ¿qué triste, no? estás bueno, casi tanto como yo...— bromeó un poco.— estás un poco pedo y acabamos de tener un momento de complicidad con el señor del piano de fondo. Es perfecto para un revolcón. Pero tú estás enamorado de de alguien que te da largas y yo de alguien con quien no puedo tener una familia. Vaya dos patas para un banco. Brindemos.— Elevó la botella y sonrió.— Por los idiotas como nosotros, porque no podemos tocar más fondo, así que solo nos queda subir.

Silencio, un quebrado silencio mientras nuestros dedos recorrían la piel del otro, tratando de vislumbrar los pesares que no eramos capaces de expresar con palabras, quizás esos mas profundos que los jirones de piel que ahora cicatrizados solo eran recuerdos de un pasado que nos forjo.
Las cicatrices del lama esas que no sueldan, esas que te mantienen en vela, que te arrastran al infierno para destruirte lentamente, esas que quiebran tu fe, o te destrozan en busca de la parca.

Eran esas las que nuestros dedos no eran capaces de vislumbrar, mas por el contrario si lo hicieron nuestros labios.
Escuche hablar de Valeria como un ancla, en silencio, asumí cada una de esas palabras y quizás calle mis miedos.
Si, Valeria era mi ancla ¿mas era eso justo para ella? Trataba de aferrarme a una mujer que tenia grandes dudas, miedos, inseguridades. No me importaba darle tiempo, andar despacio sobre las pantanosas aguas de su oscuridad. No, si sus miedos solo eran un vestigio de su propio pasado, miedo a amar, a sentir, a conocerse a conocerme.
¿Pero y si no era así? Y si aun sin saberlo una parte de ella no se daba cuenta de que Haytham era su ancla, ese hombre que desde niña peinó su pelo, acuno su cuerpo y que ahora echa mujer parecía seguir guardándole un gran aprecio que distaba mucho de ser solo eso.

Tenia miedo, si, ese hombre que jamas temió nada, pues buscaba el Valhalla, hoy temía que el ancla se elevara, que su barco quedara a la deriva y sin faro la corriente se lo llevara.
Fingía, mi mascara de la autodeterminación ,esa que coloqué desde niño para soportar una vida que no solo fue dura, si no casi inexistente.
Hijo de un hombre enemigo del reino, que para todos había violado a mi madre, era el bastardo sobrino del rey.
El hijo de la sacerdotisa que le robo el poder de las visiones a su propia madre. Luché por permanecer en su vientre incluso antes de nacer cuando las demás vírgenes del templo trataron de arrancar el embrión de sus entrañas.
Llevaba sobreviviendo tanto tiempo que estaba acostumbrado a ello, pero, después de haber visto otra vida, mi utopía, quizás ahora no estaba preparado para perderla a ella.
Mas ¿era justo que le contará mis miedos? No, quería que su decisión fuera libre, alejada de mis necesidades y solo basada en las suyas.
Quería que pensara en ella y no en mi y si Haytham era el adecuado, deseaba que fuera feliz.

Sonreí frente a su siguiente afirmación, que era un desastre era un echo, un desastre total en la búsqueda incesante del riesgo, de sentirme vivo pues de un modo u otro así había sido educado.
-Lo se Elora, soy un desastre, pero..soy tu desastre -bromeé -soy un caos, siempre lo he sido. Según mi maestro demasiado impulsivo, me falta temple y me sobra fuego.
Pero así soy yo y a estas alturas dudo que ninguno de los dos cambiemos.
Disto mucho de ser el hombre perfecto ,mas que mas da...¿existe alguien perfecto?

Sus dedos se paseaban por mi pelo, acariciando cada mechón enredándose en ellos como mi madre lo hacia cuando era niño, cuando el dolor de la fusta quebraba tanto mi cuerpo que ni siquiera podia conciliar el sueño. Cuando las lagrimas no salían de mis ojos porque la rabia era la que guiaba mi camino.
Sonreí con cierto pesar, todos eramos lo que nos habían enseñado a ser. Yo un guerrero, ella una bruja y Valeria un mujer no dispuesta a amar.
¿Eramos culpables de ello? ¿estabamos dispuestos a cambiar nuestro sino?
Demasiadas preguntas para el alcohol que llevábamos ingerido.

Llego su turno, contarme aquello que atenazaba su alma..ella a diferencia mía, tenia al amor de su vida. Ambas se procesaban amor sincero y sin duda y aunque sus caracteres fuertes impetuosos como la lava de un volcán se encontraran muchas veces en peleas vanas. Estaba seguro que siempre acabarían encontrándose de nuevo. Destilaban algo puro, felicidad y era cierto, solo había que ver como se miraban para creer en la magia.
Admito que me daban cierta envidia, al menos ella tenia unas raíces a las que aferrarse. Por mucho que soplara el viento, aquel árbol jamas caería, Xar no lo permitiría.
-Elora, serias una madre perfecta.
Yo no era muy elocuente para los discursos, mas si protegía a sus hijos con la mitad de la vehemencia con la que protegía a los suyos, esos niños podían considerarse afortunados.
-Llegará Elora, hay muchos modos de sentirse madre, padre en mi caso. Mi maestro es como el padre que nunca tuve y se que junto como Skadi, el me considera un hijo.

Reí cuando me instigo a ponerme la camisa mientras hacia comentarios jocosos sobre lo buenos que estábamos ambos, aquella mujer no tenia filtros, y eso me divertía, me gustaba y me hacia al menos abstraerme de todo lo demás.
Tome la botella de whisky alzándola para brindar con ella.
-Porque no se puede caer mas bajo -bromeé llevando la boquilla a mis labios y dándole un profundo trago.
Tomé la camisola que recaía sobre mi hombro y la coloque de nuevo cubriendo mi torso, no quería que esto nos llevara a situaciones complicadas.

Habían conectado de una forma profunda por unos momentos. No era habitual entablar conversaciones así fuera del círculo de las personas de confianza, y lo cierto es que era como un soplo de aire fresco. Elora podía contar con su padre, que soportaba a Xar y a Gael por ella, pero no les tenía ningun cariño. Y Gael era en realidad casi familia de Xar. Así que si alguna vez tuviera algun enfado con la alemana, en realidad no tendría a nadie que estuviera realmente de su parte. Quizás Höor pudiera ser ese amigo.

El hombre del piano siguió tocando melodías y a petición de la bruja, algunas más animadas. Su copa siguió llenándose y vaciándose de vino sin cesar, los minutos se escurrían lángidamente y ambos disfrutaron de la charla. Elora le contó a Höor anécdotas de su infancia y algunas posteriores. La hechicera tenía una vis cómica bastante potente cuando se soltaba.

— ...¡Y esa fue la última! tendrías que verme...¡¡¡yo!!! vestida con pantalones para aprender a montar!! me dan pánico los caballos, son unos bichos inmundos y enormes y se mueven mucho...¿¿y yo qué iba a saber que me  había puesto del revés los pantalones ??..— Imitó la voz de Xaryne.— "Prueba a ponertelos del derecho, que pareces un jodido pato mareado andando"...pfffff... se estuvo riendo de mí media noche. ¡¡¡Pero bueno!!! Estoy segura que si os pongo a vosotros uno de mis vestidos, pareceréis un chimpancé con un tutú. Ainsss...desde luego...tsk.— chasqueó la lengua y sonrió risueña.

Habían roto las barreras de las distancias y se habían dado cuenta de que podían comunicarse, hablarse sin tapujos, de cualquier cosa, de sentimientos incluso. Y eso había relajado el ambiente, haciéndolo más propicio a llevar la conversación por derroteros más ligeros y divertidos, ahora que ya se habían sincerado y habían soltado algo de lastre de ese que pesa en el corazón. Apoyó el codo sobre el respaldo de la butaca y la cabeza sobre la palma de la mano, mirando a Höor, analizando sus rasgos.

— Tienes algo... no sé qué es. La primera vez que te vi pensé...menudo gilipollas petulante. Pero luego vi esa chispa en tus ojos...la curiosidad cuando te expliqué lo que era la cortadora de dedos...callas más de lo que muestras. Y a la gente como yo que nos gusta desentrañar los secretos, eso es algo muy...hum...atractivo.— puso una mueca seria que en verdad era cómica.— ¡Oh! Valeria ha tenido suerte de que te conociera cuando ya tenia a Xaryne, porque si hubiera sido antes, la señorita Cavey tendría que buscarse a otro, no te hubiera dejado escapar.

Quizás era el alcohol, la música de fondo o esa verborrea de la dama que me hacia sentir como en casa, mas por un momento pude trasladarme frente a esas hogueras en el campo de batalla. Esas donde la botella pasaba de unos a otros contando nuestras hazañas, esperando que el sol no nos alcanzara, que el acero no volviera a surcar a jirones nuestra piel y sabiendo que a la noche siguiente muchos de nosotros no volverían frente a las llamas.
Reírnos de nosotros mismos y de nuestro sino es lo que le queda a los guerreros, hablar de las valquirias tetudas que vendrían por nosotros, semidesnudas y fantasear como seria esa cena que Odin había dispuesto para su ejercito.

Elora hablaba de aprender a montar a caballo, imaginarla con pantalón era todo un reto.
-Con un pantalón y un corseé señorita Elora debéis estar.. -sonreí de medio lado hundiendo mis orbes en su cuerpo -irresistible.
Cuando menciono lo de ponerme un vestido me recordó una anécdota, y no pude evitar reír con ganas contra el vidrio de la botella.
-Recuerdo una incursión a unas montañas, en busca de un herrero. El mejor forjador de espadas.
Todo nos llevó a un poblado en un valle, entre sendas montañas, habíamos hecho todo el viaje pensando lo buena que estaría la hidromiel de ese lugar y como no, las vírgenes doncellas que esperarían con las piernas abiertas a tan apuestos guerreros. Llevábamos unos meses de viaje e íbamos bastante hambrientos, ya me entiendes.
Cuando llegamos era un pueblo enano, no se distinguían a las mujeres de los hombres, no se quienes tenían mas barba.
Bebimos eso si una hidromiel que nos dejo casi tumbados en el suelo, pero ni eso ayudó a ver a sus mujeres con menos pelo.

Reí divertido mirando su cara, posiblemente mis chistes no eran la mitad de buenos que los suyos, mas claro mis anécdotas eran todas de guerras.
Sus ojos se centraron en los míos mientras me escudriñaba con la mirada apoyando su rostro entre las manos. Sus palabras volvieron ha hacerme reír.
-¿Gilipollas petulante? -bromeé acercándome a su rostro para depositar un beso en su mejilla -lo soy -bromeé recuperando mi posición.
-Cuando os vi la primera vez pensé que erais una mas de esas doncellas parisienses, ataviada de vuestras mejores galas, mirando a todos por encima del hombro, nada diferente, ni especial, salvo por vuestra belleza, eso siempre lo admiré de vos. -Di un buen trago de la botella -Fue cuando os acercasteis a mi para explicarme lo del corta dedos cuando supe que no teníais nada que ver con ninguna otra, ese modo en el que atrapabais con cada palabra, cuando saltó el corta dedos a vuestra voluntad y vos os movisteis de forma grácil, dejándome con las ganas de mas...Creo que me atrapasteis con un gesto...lo demás ya lo conocéis.
Es una suerte que tengáis a Xar, no soy el mejor para una relación, como vos habéis dicho, un caos es lo que me define. Supongo que hay personas que estamos condenadas a estar solas...quizás ese sea mi sino y lo demás solo una utopía.
Valeria -dejé escapar un suspiro -quizás no sea lo mejor para Valeria, no confía en mi, no me cuenta sus secretos. Tampoco hago yo lo propio con los míos y por ende, esta Haytham, en quien pese a todo -recuerda que la violó y su gesto se tensa -  pese a todo, el es parte de su vida, su pasado, su presente y para que auto engañarme también su futuro.

Escuchó atentamente la historia del pueblecito de mujeres barbuda y se echó a reir, su risa era cristalina como el agua del deshielo. Siempre había sido una niña taciturna, a la que costaba ver sonreir, siempre tensa, siempre mirando de reojo para no recibir más palos de los necesarios, sin amigos ni hermanos con los que jugar y reir a carcajadas. Siempre decía que tenía una cuenta con saldo negativo en risas, abrazos y besos, y trataba de saldarla siempre que podía.

—¡Ay, no! ¿en serio eran tan feas? menos mal que había hidromiel!! hasta yo me la habría bebido!! que horror!! jajajajaja

Y volvía al tema de Valeria. Cada cual tenía su talón de Aquiles, claro está. Podía entender que no se tenían mucha confianza, quizás atracción y buen rollo cuando estaban juntos, pero tenian barreras muy gruesas por derribar.

— Quizás deberías intentar algo diferente con Valeria, si lo que quieres es un resultado diferente. Las personas somos muy complejas y cuando se guardan tantos secretos es complicado llegar al centro del corazón del otro. Las palabras no son lo tuyo, eso lo tengo claro... peeeeeeero tendrás que hablar con ella, es la única forma de llegar a un punto de encuentro. O también puedes raptarla y secuestrarla en una cabaña del bosque, no sé tú verás.— le palmeó la mejilla dos veces.— tú puedes!! ya verás que si!!. No te vas a quedar solo, no digas tonterías, no eres tan feo ni hueles a pedo de vieja.

Lo cierto es que su relación con Xaryne era como una montaña rusa; tan pronto subían y estaban en la cima, como bajaban y se daba un tortazo de la muerte. No era una relación fácil para nada, pero habían sabido complementarse.

— La suerte en realidad no tiene mucho que ver. Sólo con el hecho de que te ponga a esa persona especial en tu vida, pero luego llegar hasta ella y mantenerla, no es suerte; es esfuerzo, dedicación y muchas dosis de paciencia. Mira, Xar y yo somos dos leonas cuando nos enfadamos. No es fácil, ambas tenemos mucho carácter y nos hemos mentido unas cuantas veces, y eso duele. Poco a poco vas aprendiendo que eso no tiene sentido y que es mejor sencillamente hablar las cosas con tranquilidad, pero las viejas costumbres cuesta mucho cambiarlas. Höor, no te digo que será fácil, te digo que valdrá la pena. Si es lo que te dicta tu corazón, escúchalo y no te arrepentirás, sea cual sea el resultado.

Las relaciones son difíciles, desde luego, y no es que ella sea la más indicada para dar consejos, que sólo ha tenido una relacion seria y es con Xar. Teniendo en cuenta que la anterior relacion acabó en torturas y cicatrices y que después se casó con él para asesinarlo y atar su alma al culo de un cerdo...en fin. Pero bueno, la intención es lo que cuenta.

— ¿cuando dejarás de tratarme como si fuera una dama desconocida? soy yo, somos amigos, olvidate de las cortesías. Anda ven, que se me ha ocurrido algo.— Tira de la mano de Höor poniendolo en pie e indicandole que coja la botella. Después suben las escaleras hasta la azotea del hotel. Hace frío pero la vista es preciosa, se ve la ciudad de Reims, la Catedral, el rio Vesla al fondo...— Hoy es luna gibosa gigante. Cada 70 años la luna está en el punto más cercano a la tierra y hoy se ve así.— No quiere ni pensar cómo estará Leif con una luna tan grande. Le indica a Höor que se siente a su lado sobre un murete de piedra donde no hay peligro de caer despeñado a la calle.— Deberiamos pedir un deseo, es una luna especial, quizás se pueda atraer la suerte, venga, hagamoslo.— Elora pide mentalmente por su padre, para que no esté pasandolo demasiado mal, para que pronto pueda aliviar su sufrimiento y regresar al mar.

Escuché a Elora y sus consejos. Si algo me gustaba de ella, es que estos, lejos de ser como te los daría una fémina normal, una de esas con las que jamas podría sincerarme y hablar de estos temas. Ella los envolvía de ese sabor jocoso de los guerreros en el campo de batalla.
Restaba importancia a lo que sabia que para mi la tenia y eso me hacia sentir bien, al menos no como si fuera un idiota llorando mis penas y ahogándolas en whisky.

Sabia que no era tan feo como una pedo, no pude evitar reírme del comentario. También sabia que podía tener mas de una mujer en mi lecho, ese nunca fue mi problema. Mi problema tenia nombre de mujer, Valeria. Admito que Elora tenia parte de razón, la sinceridad era importante, mas tenia que ser reciproca y ella me habia dejado claro tantas veces que los secretos de los Cavey se quedarían con ellos, y con Haytham, claro, que me sentía completamente apartado de su vida, sin posibilidad alguna de que algún día se convirtiera en mía.
Admito que estaba al borde de lanzar la toalla, no porque no supiera que existía algo con Valeria si no porque sabia que no era suficiente.

Elora tom´o mi mano, esta vez decidida a olvidarse de los modales al completo y yo con una sonrisa y sin soltar la botella me dejé guiar entre risas por su cuerpo menudo.
-Dejaré de tratarla como una señora cuando este lo suficientemente borracho -puntualicé dando un nuevo trago mientras alcanzábamos la azotea del edificio.

Desde allí la vista era épica, se podía ver todo Reims, la catedral, las minúsculas personas que paseaban aun por las calles pese a que la noche ya estaba en su máximo apogeo.
Elora parecía una niña pequeña, destilaba felicidad por los cuatro costados, era muy difícil no “sentir” algo por ella.

Bailoteando por la azotea hablaba de lo grande que hoy era la luna, podría mirarla durante horas y no me cansaría, claro que eso era algo que podría hacer con otras mujeres. Escucharlas hablar ,eso si que era una pesadilla que no me pasaba con Elora.
Dio un traspiés, iba ya bastante ebria y para que mentir yo también. Lancé mi brazo atrapando su cintura y la cogí acercándola a mi
Ten cuido bruja o te precipitaras al vació y tendré que explicarle a tu novia que hacíamos aquí los dos mirando la luna -bromeé dando un nuevo sorbo de mi botella.
Busqué la pared para sustentar mi espalda y me dejé resbalar por ella hasta quedar sentado.
-Anda ven -dije tendiéndole la mano para evitar sustos innecesarios.

La bruja se dejó atrapar y acomodar, porque el mundo empezaba a dar vueltas peligrosamente.

— Maldito vino!!...es por esto por lo queno me gusta beber, luego pasan estas cosas, que entrenas una vida entera para ser un guerrero colosal o la mejor hechicera del mundo, y tropiezas en una azotea y se va todo a la mierda. Si supieras la de muertos que me cuentan sus historias...a veces son realmente patéticas.

Había algo en la mezcla de carácter de Höor quela impulsaba a acercarse a él, a intentar protegerlo y a la vez ser un poco la mano que le diera la colleja para hacerlo aterrizar en la realidad. Era como un niño grande, lleno de sueños y promesas de gloria en el Valhalla, que bien sabía ella que al otro lado del velo había poca cosa esperando. Pero jamás hablaba de eso con la gente, porque la fe ayudaba a la mayoria a vivir, a tener un propósito y una guía en sus vidas, a comportarse con rectitud esperando ser recompensados tras la muerte. Tenía en su cuerpo las marcas de un hombre que había sufrido y se había forjado un carácter recio. Pero sus ojos y su sonrisa de medio lado, tan cara de ver, hablaban de un niño con ilusiones, con deseos, con sueños.

La esperanza era una zorra con doble cara, porque te mantenía en vilo para luchar y levantarte una y otra vez, y realmente a veces daban ganas de mandarlo todo a tomar viento fresco y acabar de una vez. Su esperanza se llama Valeria, y empezaba a flaquear. Ella no iba a ser la cafre que le dijera que abandonase y se marchara por donde había venido. A veces había que inflar las velas del barco a golpe de remo, y eso era justamente lo que trataba de hacer. Las probabilidades estaban en su contra, pero las mayores locuras se cometían por amor y hacían que cada día y cada paso contase.

Se acomodó contra Höor, porque allí arriba hacía frio, y ella solo llevaba un camisón y una bata. Sujetó con los dedos un trozo de encaje de su prenda y lo rasgó, era un pedacito de no más de 3 centímentros. Después se sacó una horquilla del pelo y agarró un dedo del norteño pinchandole un dedo y empapando la sangre que brotó, apenas unas gotas, en ese trozo de tela blanca.

— nisi omnibus.— susurró. La sangre carmesí desapareció ante sus ojos absorbida por el encaje, que quedó como si nada hubiera pasado. Elevó los ojos mirándolo directamente.— encontraré la forma de desatarte de Lakme, sin hacer daño a nadie. Sólo necesito una gota de la suya.— lanzó la horquilla por ahí y se guardó el trocito de tela, volviendo a acomadarse entre los brazos de Höor. Tenía tacto de roca cálida, como Xaryne, y el sopor del vino la empezaba a invadir. Cerró los ojos un momento, o eso creía ella, porque tenía intención de reabrirlos, pero le pesaban enormemente. Trató de reprimir un bostezo sin éxito.

— aaaawwww...todo irá bien... ya lo verás. No veo el futuro pero...siento que será así. No tengo sueño...solo estoy descansando un poco los ojos...— y se quedó dormida irremediablmente.

Elora se acomodó entre mis brazos, de nuevo me hizo reír con esas historias que solo ella se creía ¿como un guerrero no iba a morir en el campo de batalla y si despeñándose desde una azotea? La imagen me resultaba francamente cómica.
Claro que con su estado de embriaguez, tampoco podía pretender que lo que dijera tuviera mas lógica que nuestra propia historia.

Se acomodó entre mis brazos, sentía como le pesaba el cuerpo, como este se relajaba contra mi pecho, aunque revivió como un resorte para de nuevo hacer una de las suyas.
Un trozo de tela del vestido, la horquilla asesina que siempre nos traía algún conflicto y de nuevo sangre en mi dedo como si su vida dependiera de hacerme sangrar en cada encuentro.

Negué con la cabeza cuando escuche sus palabras, esas que arrastraba mientras guardaba el trozo de tela en su abrigo, cerrando así una promesa que escapo lenta de sus labios.
No podía permitir que deshiciera el pacto, no porque necesitaba a Lakme para encontrar la espada y quizás y aunque no quisiera reconocerlo, necesitaba a Lakme por algo mas.
Del mismo modo, ella me necesitaba a mi, sabia que si había atado ese trato es porque quería obtener algo a cambio.
Era un pacto sellado con sangre, una promesa y yo era de esos que cumplían lo prometido aunque mi vida corriera peligro.
No traicionaría a la inmortal, ni a la bruja ni tampoco a mi mismo.

La pequeña cedió entre mi cuerpo, presumía de no tener sueño, mas realmente pronto todo su cuerpo cedió contra el mio.
Introduje mi mano en su bolsillo tomando aquel trozo de tela y dejándolo ir al vació.
-Perdóname Elora, pero no puedo dejar que rompas mis pactos -susurré contra su oído.

Me puse en pie, alzándola entre mis brazos, dispuesto a llevarla sobre su cálido lecho, donde posiblemente en unas horas Xar. Haría el resto.
-Que descanses, bruja.


Fin