AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Broken [Elora]
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Broken [Elora]
Había pasado una noche de perros. Elora se había ido furiosa de la mansión y yo no dejaba de darle vueltas al tema del gato, o del crío... o de lo que fuera aquel bicho. Me había topado con algún cambiante, pero no era una de las razas que preocupara especialmente a la Orden. Bastante teníamos con vampiros y licántropos como para tener que preocuparnos por hechiceros y cambiantes.
Me había tomado un par de copas de whisky, el alcohol templaba mis nervios, que estaban acrecentados por la debilidad fastidiosa de mi cuerpo, procedente de la sobreana paliza que me habían dado aquellos bastardos de la Inquisición. Odiaba estar débil y odiaba la impotencia que ésto me generaba, lo que me hacía todavía más irascible. Pero me obligué a calmarme.
Elora y yo habíamos tratado el tema de los niños unas cuantas veces. Yo sabía que no era buena idea, simplemente porque nuestra situación vital era de todo menos segura. Dos mujeres que se aman, una cazadora y otra bruja... todo bastante susceptible de ser dianas de la Inquisición o las autoridades locales, como había quedado patente tras el incidente en el que Stein se había entregado.
Podían hacernos daño atacando a la otra, pero al fin y al cabo éramos mayorcitas y sabíamos defendernos. ¿Pero un niño? Elora no alcanzaba a ver la gravedad del asunto. Una criatura indefensa era blanco fácil, tanto para los religiosos como para las criaturas sobrenaturales que quisieran herirnos, que en mi caso eran unas cuantas. Lo miraras por donde lo miraras, era una locura que sólo nos traería sufrimiento. Pero por otro lado...
Yo sabía, en el fondo, que mi posición era egoísta en cierto modo. No quería niños porque sabía, aparte de la seguridad, lo que implicaba que Elora se quedase embarazada y sobre todo, lo que tendría que hacer para ello. Y el alma se me retorcía como bajo un hierro candente al pensar en la bruja siendo tocada, lamida, mordida... por alguien que no fuera yo. Era egoísta y los celos, el miedo a que prefiriera eso que yo no podía darle me consumían. Por eso evitaba hablar del tema cuando Elora intentaba sacarlo y por eso me cerraba en banda cuando oía siquiera mencionar la palabra "bebés". También sabía por qué Elora sufría tanto por ello. Ian.
Ian había marcado un antes y un después en nuestra relación, después de que saliéramos de aquella maldita realidad paralela, o sueño o lo que fuera, donde aquel crío moreno de ojos azules, exactamente iguales que los míos, nos había derretido a ambas el corazón. Elora amó profundamente a ese niño aunque realmente no fuera suyo, porque sabía que podía haberlo sido y que de hecho, en aquella realidad lo era. Y el recuerdo de aquellos ojos y aquella vocecita llamándola "mamá" le encogía el corazón. Y aunque me doliera, la veía añorar tanto a ese niño que nunca más volvería a ver que incluso yo sufría por ello. Sólo quería que ella fuera feliz, y si para ello tenía que tragarme mi orgullo... lo haría.
Porque ella merecía la pena. Y lo que sentía por ella estaba por encima de todo.
La escuché entrar con las luces ya de la mañana. Me levanté del sillón en el que había estado toda la noche con dificultad y me acerqué a la puerta. Carraspeé antes de todo y empecé a soltarlo todo del tirón:
- Elora, yo... siento lo que dije. He estado pensando y...
Entonces la miré, y lo que vi me dejó helada.
Me había tomado un par de copas de whisky, el alcohol templaba mis nervios, que estaban acrecentados por la debilidad fastidiosa de mi cuerpo, procedente de la sobreana paliza que me habían dado aquellos bastardos de la Inquisición. Odiaba estar débil y odiaba la impotencia que ésto me generaba, lo que me hacía todavía más irascible. Pero me obligué a calmarme.
Elora y yo habíamos tratado el tema de los niños unas cuantas veces. Yo sabía que no era buena idea, simplemente porque nuestra situación vital era de todo menos segura. Dos mujeres que se aman, una cazadora y otra bruja... todo bastante susceptible de ser dianas de la Inquisición o las autoridades locales, como había quedado patente tras el incidente en el que Stein se había entregado.
Podían hacernos daño atacando a la otra, pero al fin y al cabo éramos mayorcitas y sabíamos defendernos. ¿Pero un niño? Elora no alcanzaba a ver la gravedad del asunto. Una criatura indefensa era blanco fácil, tanto para los religiosos como para las criaturas sobrenaturales que quisieran herirnos, que en mi caso eran unas cuantas. Lo miraras por donde lo miraras, era una locura que sólo nos traería sufrimiento. Pero por otro lado...
Yo sabía, en el fondo, que mi posición era egoísta en cierto modo. No quería niños porque sabía, aparte de la seguridad, lo que implicaba que Elora se quedase embarazada y sobre todo, lo que tendría que hacer para ello. Y el alma se me retorcía como bajo un hierro candente al pensar en la bruja siendo tocada, lamida, mordida... por alguien que no fuera yo. Era egoísta y los celos, el miedo a que prefiriera eso que yo no podía darle me consumían. Por eso evitaba hablar del tema cuando Elora intentaba sacarlo y por eso me cerraba en banda cuando oía siquiera mencionar la palabra "bebés". También sabía por qué Elora sufría tanto por ello. Ian.
Ian había marcado un antes y un después en nuestra relación, después de que saliéramos de aquella maldita realidad paralela, o sueño o lo que fuera, donde aquel crío moreno de ojos azules, exactamente iguales que los míos, nos había derretido a ambas el corazón. Elora amó profundamente a ese niño aunque realmente no fuera suyo, porque sabía que podía haberlo sido y que de hecho, en aquella realidad lo era. Y el recuerdo de aquellos ojos y aquella vocecita llamándola "mamá" le encogía el corazón. Y aunque me doliera, la veía añorar tanto a ese niño que nunca más volvería a ver que incluso yo sufría por ello. Sólo quería que ella fuera feliz, y si para ello tenía que tragarme mi orgullo... lo haría.
Porque ella merecía la pena. Y lo que sentía por ella estaba por encima de todo.
La escuché entrar con las luces ya de la mañana. Me levanté del sillón en el que había estado toda la noche con dificultad y me acerqué a la puerta. Carraspeé antes de todo y empecé a soltarlo todo del tirón:
- Elora, yo... siento lo que dije. He estado pensando y...
Entonces la miré, y lo que vi me dejó helada.
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
- Mensajes : 146
Fecha de inscripción : 24/04/2016
Re: Broken [Elora]
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Elora había ido recuperando su propia identidad en el trayecto a la mansión. Conforme avanzaban los minutos el mundo dejaba de doler un poco pero el corazón se le encogía hasta sangrar lentamente, comprendiendo lo que había hecho. La rabia la había anegado tanto que al destrozar el despacho había abierto la puerta de su alma a cualquier ente que pasase por allí. Recordaba al hombre con el que había pasado la noche, sus ojos, su olor, su sabor, el tacto de su barba y de su piel.
Deseaba con toda su alma arrancarse la piel con agua hirviendo para quitar las marcas que gritaban el delito cometido. Porque a pesar de que estaba muy maltrecha ahora, horas antes no le molestaba en absoluto. Se estremeció al recordarlo, pero no era excitación, era terror. ¿Cómo podía haber hecho algo asi? Vale, no era ella, no tenía el control, pero de todas formas esa pregunta flotaba en su mente con toda la carga de la culpabilidad. ¿Cómo iba a poder mirar a los ojos a Xaryne y explicarle algo así?
Se sintió tan sucia y tan rastrera, tan desconcertada y tan culpable, que no pudo reprimir el llanto en el interior del coche hasta que éste paró frente a la mansión. Se sujetó el vestido que no podía abrochar porque estaba roto en la zona de los lazos y se encaminó despacio hacia la puerta principal, cojeaba ligeramente y probablemente no se podría sentar correctamente en unos días. Respiró hondo con el latido de la sangre en los oidos, era como tener a un troll golpeando un tambor en su cabeza. Abrió la puerta con mano temblorosa, e iba a subir hasta su cuarto para meterse en la bañera pero se encontró de frente con Xaryne.
Sus ojos castaños cargados de dolor y culpabilidad, a juego con su expresión de desconcierto, hallaron el azul helado de Xaryne, inquisitivo, expectante.
— ... lo... siento...me lo merezco por imbécil...no era yo...no sé qué...— no era capaz de hilar una explicación coherente para aquella estampa de ella misma hecha trizas.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: Broken [Elora]
Fue medio segundo lo que tardé en darme cuenta de la situación. Me planté de una zancada junto a ella y la estreché entre mis brazos, enterrando su cara en el hueco de mi cuello y soportando su peso, ya que parecía que ni ella misma podía tenerse de pie. Elora estaba destrozada. Rota. Completamente maltrecha.
Los rasgones de su ropa y la ligera cojera que había podido vislumbrar en el par de pasos que le había visto dar al entrar fueron suficiente para que mi mente empezara a hacerse una idea de lo que acababa de pasarle.
Noté como un millón de esquirlas se clavaban en mi corazón mientras la abrazaba fuerte, incapaz de creerme que aquello estuviera pasando. Mis ojos se volvieron gélidos mientras una profunda rabia visceral se iba apoderando de mi cuerpo con cada respiración. Con cada latido. Con cada una de sus erráticas respiraciones. Iba a matar a quien le hubiera hecho aquello. Iba a degollarlo y a colgar sus intestinos de la punta de la torre más alta de Notre Dame. Intenté calmarme, pensar aunque fuera un momento, pero era tarde, la ira había sustituido a mi sangre y la culpa me devoraba desde dentro, la culpa de no haber estado ahí para protegerla.
Porque me había jurado a mí misma que nunca volvería a sufrir, y no dejaba de hacerlo. Y ahora la habían destrozado de esa manera..
Pensar, por un momento, en que podía haberla perdido me hizo rugir de rabia estrechándola más contra mi cuerpo. Mi ansia asesina subía por las yugulares, latiendo con fuerza cuando con voz grave pude susurrar:
- Quién te ha hecho esto Elora. Dime quién se ha atrevido a tocarte. Di su nombre y sufrirá la peor de las torturas...
Los rasgones de su ropa y la ligera cojera que había podido vislumbrar en el par de pasos que le había visto dar al entrar fueron suficiente para que mi mente empezara a hacerse una idea de lo que acababa de pasarle.
Noté como un millón de esquirlas se clavaban en mi corazón mientras la abrazaba fuerte, incapaz de creerme que aquello estuviera pasando. Mis ojos se volvieron gélidos mientras una profunda rabia visceral se iba apoderando de mi cuerpo con cada respiración. Con cada latido. Con cada una de sus erráticas respiraciones. Iba a matar a quien le hubiera hecho aquello. Iba a degollarlo y a colgar sus intestinos de la punta de la torre más alta de Notre Dame. Intenté calmarme, pensar aunque fuera un momento, pero era tarde, la ira había sustituido a mi sangre y la culpa me devoraba desde dentro, la culpa de no haber estado ahí para protegerla.
Porque me había jurado a mí misma que nunca volvería a sufrir, y no dejaba de hacerlo. Y ahora la habían destrozado de esa manera..
Pensar, por un momento, en que podía haberla perdido me hizo rugir de rabia estrechándola más contra mi cuerpo. Mi ansia asesina subía por las yugulares, latiendo con fuerza cuando con voz grave pude susurrar:
- Quién te ha hecho esto Elora. Dime quién se ha atrevido a tocarte. Di su nombre y sufrirá la peor de las torturas...
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
- Mensajes : 146
Fecha de inscripción : 24/04/2016
Re: Broken [Elora]
La bruja estaba dolorida, pero no era como cuando aquel desalmado de Mauritz le destrozó la espalda. Ahí ella pecó de ingenua. Esta vez no podía odiar a Uryan por lo que había pasado esa noche, él no tenía ninguna culpa, no sabía que ella no era ella, que no actuaba en plenas facultades sino que estaba poseída por el espíritu de Magritte, y además ella lo habia ido a buscar expresamente.
La culpa era suya y sólo suya. Por haber sucumbido a la rabia, rompiendo el delicado y peligroso material que guardaba en su despacho, permitiendo que se colaran entes vengativos, descuidando la protección que todo nigromante debía tener ya que su poder de canalización de metria espitritual y su capacidad de atravesar el velo de la realidad, los hacían más vulnerables a este tipo de desacatos. Deebería tener más control, más paciencia, menos impulsividad, pensar dos veces las cosas...pero era una Paine y no se caracterizaba por nada de todo eso. De la misma forma, era fuerte y sabía sobreponerse a ese tipo de mierdas. ¿Que se había acostado con un extraño? pues vale. ¿Que había sido un desenfreno inusualmente fuerte? pues también. Y además era un licántropo, uno medio chalado y feroz que le había dado lo suyo y posiblemente tras eso se le habrían quitado las ganas de por vida de ver otro hombre en cueros.
Realmente eso no le importaba tanto como el dolor que le causaría a Xaryne, porque sabía que ella sufría hasta con el aire que la tocaba. Era ése y no otro el dolor que quería evitar, pero ya era demasiado tarde. Se dejó estrechar por ella, pero no lloró, la situación era muy distinta de aquella vez con Mauritz. No estaba sola, ni desamparada, ni se sentía débil e insignificante. Lo que se sentía era idiota por haber dejado la puerta abierta a los entes.
— no recuerdo mucho Xar... entré en cólera en el despacho y rompí algunos frascos del hechizo de unión de almas y...se produjo una reacción extraña. Me poseyó un ente, era vengativa, recuerdo que se llamaba Magritte y yo no podía hacer nada, ella tenía el control. Bajé al puerto, a uno de esos antros y...pffff...ella iba buscando una noche de fiesta y la tuvo. Cuando volví a ser yo...ya estaba hecho.
Mejor ahorrarle detalles de la "noche de fiesta", porque si no le iba a dar un mal. Tenía golpes, arañazos y marcas por el cuerpo, pero no como las crueldades que le inflingió Mauritz. Se abrazó a ella buscando su cobijo, sintiendo un nudo en la garganta.
— lo siento... lo siento tanto. No tendría que haberme puesto así, debería tener más control sobre mi carácter, pero no sé qué cojones pasa conmigo, por qué me da el berrinche y siempre pasan cosas malas...
La culpa era suya y sólo suya. Por haber sucumbido a la rabia, rompiendo el delicado y peligroso material que guardaba en su despacho, permitiendo que se colaran entes vengativos, descuidando la protección que todo nigromante debía tener ya que su poder de canalización de metria espitritual y su capacidad de atravesar el velo de la realidad, los hacían más vulnerables a este tipo de desacatos. Deebería tener más control, más paciencia, menos impulsividad, pensar dos veces las cosas...pero era una Paine y no se caracterizaba por nada de todo eso. De la misma forma, era fuerte y sabía sobreponerse a ese tipo de mierdas. ¿Que se había acostado con un extraño? pues vale. ¿Que había sido un desenfreno inusualmente fuerte? pues también. Y además era un licántropo, uno medio chalado y feroz que le había dado lo suyo y posiblemente tras eso se le habrían quitado las ganas de por vida de ver otro hombre en cueros.
Realmente eso no le importaba tanto como el dolor que le causaría a Xaryne, porque sabía que ella sufría hasta con el aire que la tocaba. Era ése y no otro el dolor que quería evitar, pero ya era demasiado tarde. Se dejó estrechar por ella, pero no lloró, la situación era muy distinta de aquella vez con Mauritz. No estaba sola, ni desamparada, ni se sentía débil e insignificante. Lo que se sentía era idiota por haber dejado la puerta abierta a los entes.
— no recuerdo mucho Xar... entré en cólera en el despacho y rompí algunos frascos del hechizo de unión de almas y...se produjo una reacción extraña. Me poseyó un ente, era vengativa, recuerdo que se llamaba Magritte y yo no podía hacer nada, ella tenía el control. Bajé al puerto, a uno de esos antros y...pffff...ella iba buscando una noche de fiesta y la tuvo. Cuando volví a ser yo...ya estaba hecho.
Mejor ahorrarle detalles de la "noche de fiesta", porque si no le iba a dar un mal. Tenía golpes, arañazos y marcas por el cuerpo, pero no como las crueldades que le inflingió Mauritz. Se abrazó a ella buscando su cobijo, sintiendo un nudo en la garganta.
— lo siento... lo siento tanto. No tendría que haberme puesto así, debería tener más control sobre mi carácter, pero no sé qué cojones pasa conmigo, por qué me da el berrinche y siempre pasan cosas malas...
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Broken [Elora]
(Roleado aparte)
Los días pasaron, y aquel incidente fue alejándose en el tiempo. El cuerpo de Elora parecía seguir entero, pero Xaryne no dejaba de culparse.
Por no haber estado atenta. Por haber discutido por aquello... cuando la bruja no la veía bebía, bebía hasta caer inconsciente o dormida por la culpa que la carcomía y la rabia que parecía consumirla por dentro. No podía seguir así...
El destrozo que había causado en el despacho era significativo, y ahora tendría que volver a empezar a trabajar en el hechizo de unión de almas. Habían pasado dos semanas desde aquello y su cuerpo había curado bien, su mente hacía lo que podía. Lo cierto es que había desterrado el recuerdo de esa noche bastante bien para lo que había sucedido, así que se sentía con fuerzas para dejarlo atrás y centrarse en el día a día. No quería discutir con Xar por una cosa como los hijos, que seguramente tardarían mucho en llegar si es que algún día llegaban. Por el momento le había dejado quedarse con Theron, que seguía siendo un gato, y no habían hablado más del tema.
Las ojeras de Xaryne crecían alarmantemente, pero ella insistía en que se quedaba hasta tarde cazando, pero la bruja se olía que no era del todo así. No estaban bien y lo sentía en su fuero interno. Esa noche la esperó despierta, se quedó leyendo junto al fuego, sin dejar que se extinguiesen las llamas, y cuando despuntaba el alma escuchó la puerta abrirse. Dejó el libro sobre la mesilla y se incorporó un poco en el sillón.
—¿Xar?
La alemana había comenzado la noche cazando, pero apenas había encontrado un par de vampiros los que matar, que ni siquiera se dieron cuenta cuando estallaron en cenizas. El resto de la noche, como más de las que quería admitir últimamente, la había pasado bebiendo sola en una taberna alejada. Entró dando tumbos al cuarto y se quitó la cazadora de cuero, cuando oyó algo que no se esperaba: la voz de Elora llamándola.
Enfocó la vista y vio que estaba en el sillón, despierta y esperándola. Mierda.
Le sonrió como pudo e hizo un gesto con la cabeza hacia la cama. - ¿Qué haces despierta? Venga... ve a dormir.
Enprendió el camino cruzando la habitación hasta el baño privado que ésta tenía, no quería enfrentarse a aquellos ojos, no ahora. Así que lo camuflaría como que iba a darse un baño.
Ah, no. Estaba huyendo de ella, lo notaba y no la iba a dejar. La siguió al baño y se quedó en la puerta apoyada en el marco. Primero la dejó que se metiera en el agua, era como un ritual de purificacion después de haberse contaminado con la inmundicia y la podredumbre que destilaban los vampiros y criaturas malignas.
La observó en silencio y después entró en el baño cogiendo un frasco y vertiendo unas gotas de esencia de lavanda en el agua. Se arrodilló frente a la tina donde Xar estaba metida fingiendo que el mundo no existía y que ella sólo se estaba dando un plácido baño tras una dura jornada de trabajo.
— Xar… ¿qué te pasa? no me digas que nada…no estás bien, y yo ya no sé de qué más formas pedirte disculpas por mi arrebato aquella noche.
El agua caliente me despejó un poco la mente y aclaró mis ideas, pero para mi desgracia... Elora me siguió. La observé acercarse y verter lavanda en el agua, cosa que sabía que me gustaba y que relajaba mis músculos tras las cacerías. Pero sabía que se avecinaba tormenta, cosa que confirmé cuando me preguntó que qué me ocurría. Escuché sus palabras y fruncí el ceño en una mueca de dolor cuando habló de disculparse. No era ella la que tenía que hacerlo.
- Estoy... bien, Elora. No tienes que disculparte por nada. Que te pusieras así fue mi culpa y... pasó lo que pasó porque no estuve atenta. Así que no fue tu culpa. Ve a la cama anda, no deberías estar despierta a estas horas.
Empezaba a crisparle los nervios cuando se ponía en plan cabezota y su paciencia no atravesaba los mejores días en ese momento.
— No te ha importado nunca que esté despierta cuando estamos en la cama… no me cuentes historias. ¿qué narices te pasa? no soy mentalista, joder!! no puedo entrar en tu cabeza para saberlo, así que habla. ¿Es por lo de esa noche? ¿crees que fue culpa tuya?..— resopló y se llevó la mano a la frente, mano que estaba mojada del agua de la bañera.— ¿Aún estamos asi?!! madre mia… Olvídalo Xar!! lo que pasó, pasó y no es importante. Lo importante es que estamos vivas…enteras… juntas. Me estoy rompiendo la cabeza para terminar ese maldito hechizo que nos unirá para siempre y tú eres incapaz de mirar hacia delante??
Gruñí cuando habló y desvié la mirada, entre avergonzada y llena de dolor.
- Claro que pasa, Elora... yo... me juré a mí misma que te protegería y mira... no soy lo que te mereces y... sí es importante porque... te he fallado.
Le miré a los ojos, rota completamente, soltando lo que llevaba semanas sin decir y con un profundo anhelo de que me diera una solución, de que hiciera lo que ella sabía hacer... arreglarme por dentro
Hundió las manos en el agua y le masajeó los hombros.— No digas idioteces. No me has fallado, yo fui la que se enfadó hasta perder el control, control que ya debería tener sobre mi carácter pero..¡qué se le va hacer! soy una Paine.— besó su sien y sacó las manos del agua para quitarse la ropa y meterse en la bañera tras ella, dejando que se recostase sobre su cuerpo y acariciando su pelo.— ¿sabes qué? olvídalo todo porque tengo una buena noticia… o mala según se mire. He terminado el hechizo, el que nos atará para siempre. Así que no sé si darte la enhorabuena o el pésame…porque tendrás que protegerme por toda la eternidad.— Sonrio de medio lado acariciando su cintura.
El contacto con su cuerpo siempre conseguía calmarme. Daba igual que hubiera tenido el peor día de mi vida o que sintiera que no podía dar un paso más por el dolor que agarrotaba mis músculos en noches intensas. El solo olor de su piel, su pelo o su tacto, en una caricia, en un roce de sus labios o un susurro lleno de amor; conseguían que el resto del mundo se volviera accesorio.
Nunca sabría, ni podría decirle siquiera, lo que una sola de sus miradas profundas significaba para mí. Así que hice lo único que sabía hacer. La abracé con fuerza, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello, dejándome embriagar por su olor que ahora se entremezclaba con la lavanda y que conseguía que fuera notando cómo mis músculos se relajaban poco a poco.
Entonces le escuché decir que había terminado el hechizo. ¿Eso significaba que todavía quería unirse conmigo? Levanté la cabeza de su cuello y la miré a los ojos, notando cómo los míos se volvían zafiros donde había brillado el hielo durante casi una semana. Susurré con voz ronca:
- Daría mi vida por ti.
Entonces la besé, la besé profundamente, soltando el miedo que me había gobernado aquellos días, a su decepción, a su dolor y al mío, a la sensación de haberle fallado. Pero de una cosa estaba segura. Ella siempre sería lo único que quería proteger. Por toda la eternidad.
Los días pasaron, y aquel incidente fue alejándose en el tiempo. El cuerpo de Elora parecía seguir entero, pero Xaryne no dejaba de culparse.
Por no haber estado atenta. Por haber discutido por aquello... cuando la bruja no la veía bebía, bebía hasta caer inconsciente o dormida por la culpa que la carcomía y la rabia que parecía consumirla por dentro. No podía seguir así...
El destrozo que había causado en el despacho era significativo, y ahora tendría que volver a empezar a trabajar en el hechizo de unión de almas. Habían pasado dos semanas desde aquello y su cuerpo había curado bien, su mente hacía lo que podía. Lo cierto es que había desterrado el recuerdo de esa noche bastante bien para lo que había sucedido, así que se sentía con fuerzas para dejarlo atrás y centrarse en el día a día. No quería discutir con Xar por una cosa como los hijos, que seguramente tardarían mucho en llegar si es que algún día llegaban. Por el momento le había dejado quedarse con Theron, que seguía siendo un gato, y no habían hablado más del tema.
Las ojeras de Xaryne crecían alarmantemente, pero ella insistía en que se quedaba hasta tarde cazando, pero la bruja se olía que no era del todo así. No estaban bien y lo sentía en su fuero interno. Esa noche la esperó despierta, se quedó leyendo junto al fuego, sin dejar que se extinguiesen las llamas, y cuando despuntaba el alma escuchó la puerta abrirse. Dejó el libro sobre la mesilla y se incorporó un poco en el sillón.
—¿Xar?
La alemana había comenzado la noche cazando, pero apenas había encontrado un par de vampiros los que matar, que ni siquiera se dieron cuenta cuando estallaron en cenizas. El resto de la noche, como más de las que quería admitir últimamente, la había pasado bebiendo sola en una taberna alejada. Entró dando tumbos al cuarto y se quitó la cazadora de cuero, cuando oyó algo que no se esperaba: la voz de Elora llamándola.
Enfocó la vista y vio que estaba en el sillón, despierta y esperándola. Mierda.
Le sonrió como pudo e hizo un gesto con la cabeza hacia la cama. - ¿Qué haces despierta? Venga... ve a dormir.
Enprendió el camino cruzando la habitación hasta el baño privado que ésta tenía, no quería enfrentarse a aquellos ojos, no ahora. Así que lo camuflaría como que iba a darse un baño.
Ah, no. Estaba huyendo de ella, lo notaba y no la iba a dejar. La siguió al baño y se quedó en la puerta apoyada en el marco. Primero la dejó que se metiera en el agua, era como un ritual de purificacion después de haberse contaminado con la inmundicia y la podredumbre que destilaban los vampiros y criaturas malignas.
La observó en silencio y después entró en el baño cogiendo un frasco y vertiendo unas gotas de esencia de lavanda en el agua. Se arrodilló frente a la tina donde Xar estaba metida fingiendo que el mundo no existía y que ella sólo se estaba dando un plácido baño tras una dura jornada de trabajo.
— Xar… ¿qué te pasa? no me digas que nada…no estás bien, y yo ya no sé de qué más formas pedirte disculpas por mi arrebato aquella noche.
El agua caliente me despejó un poco la mente y aclaró mis ideas, pero para mi desgracia... Elora me siguió. La observé acercarse y verter lavanda en el agua, cosa que sabía que me gustaba y que relajaba mis músculos tras las cacerías. Pero sabía que se avecinaba tormenta, cosa que confirmé cuando me preguntó que qué me ocurría. Escuché sus palabras y fruncí el ceño en una mueca de dolor cuando habló de disculparse. No era ella la que tenía que hacerlo.
- Estoy... bien, Elora. No tienes que disculparte por nada. Que te pusieras así fue mi culpa y... pasó lo que pasó porque no estuve atenta. Así que no fue tu culpa. Ve a la cama anda, no deberías estar despierta a estas horas.
Empezaba a crisparle los nervios cuando se ponía en plan cabezota y su paciencia no atravesaba los mejores días en ese momento.
— No te ha importado nunca que esté despierta cuando estamos en la cama… no me cuentes historias. ¿qué narices te pasa? no soy mentalista, joder!! no puedo entrar en tu cabeza para saberlo, así que habla. ¿Es por lo de esa noche? ¿crees que fue culpa tuya?..— resopló y se llevó la mano a la frente, mano que estaba mojada del agua de la bañera.— ¿Aún estamos asi?!! madre mia… Olvídalo Xar!! lo que pasó, pasó y no es importante. Lo importante es que estamos vivas…enteras… juntas. Me estoy rompiendo la cabeza para terminar ese maldito hechizo que nos unirá para siempre y tú eres incapaz de mirar hacia delante??
Gruñí cuando habló y desvié la mirada, entre avergonzada y llena de dolor.
- Claro que pasa, Elora... yo... me juré a mí misma que te protegería y mira... no soy lo que te mereces y... sí es importante porque... te he fallado.
Le miré a los ojos, rota completamente, soltando lo que llevaba semanas sin decir y con un profundo anhelo de que me diera una solución, de que hiciera lo que ella sabía hacer... arreglarme por dentro
Hundió las manos en el agua y le masajeó los hombros.— No digas idioteces. No me has fallado, yo fui la que se enfadó hasta perder el control, control que ya debería tener sobre mi carácter pero..¡qué se le va hacer! soy una Paine.— besó su sien y sacó las manos del agua para quitarse la ropa y meterse en la bañera tras ella, dejando que se recostase sobre su cuerpo y acariciando su pelo.— ¿sabes qué? olvídalo todo porque tengo una buena noticia… o mala según se mire. He terminado el hechizo, el que nos atará para siempre. Así que no sé si darte la enhorabuena o el pésame…porque tendrás que protegerme por toda la eternidad.— Sonrio de medio lado acariciando su cintura.
El contacto con su cuerpo siempre conseguía calmarme. Daba igual que hubiera tenido el peor día de mi vida o que sintiera que no podía dar un paso más por el dolor que agarrotaba mis músculos en noches intensas. El solo olor de su piel, su pelo o su tacto, en una caricia, en un roce de sus labios o un susurro lleno de amor; conseguían que el resto del mundo se volviera accesorio.
Nunca sabría, ni podría decirle siquiera, lo que una sola de sus miradas profundas significaba para mí. Así que hice lo único que sabía hacer. La abracé con fuerza, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello, dejándome embriagar por su olor que ahora se entremezclaba con la lavanda y que conseguía que fuera notando cómo mis músculos se relajaban poco a poco.
Entonces le escuché decir que había terminado el hechizo. ¿Eso significaba que todavía quería unirse conmigo? Levanté la cabeza de su cuello y la miré a los ojos, notando cómo los míos se volvían zafiros donde había brillado el hielo durante casi una semana. Susurré con voz ronca:
- Daría mi vida por ti.
Entonces la besé, la besé profundamente, soltando el miedo que me había gobernado aquellos días, a su decepción, a su dolor y al mío, a la sensación de haberle fallado. Pero de una cosa estaba segura. Ella siempre sería lo único que quería proteger. Por toda la eternidad.
Xaryne Ackerman- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/04/2016
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