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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Hannes D. Schmitt Miér Oct 27, 2010 2:52 pm

Puedo ver en sus dilatadas pupilas el miedo a ver sus pesadillas cobrar vida. [Herederos de la noche] Primerthread

En lo alto de los cielos el sol permanecía oculto tras una carcelera telaraña de algodón oscuro. Las nubes habían tomado las riendas del cielo, impidiendo de ese modo que los dulces y cálidos rayos del sol bañaran los valles, las colinas y las avenidas de una París que parecía encerrada en sus casas. Las calles permanecían vacías. Supuestamente todos los habitantes de dicha fantasma ciudad habían interpretado tal señal de los cielos como una amenaza de inminentes inundaciones. Se acercaba la época de los monzones, y así mismo, no era difícil de comprender que en temprana hora las losas del suelo quedarían ahogadas bajo una fuerte corriente de agua color otoño. Del mismo modo, a medida que sus sigilosos andares se alejaban de la civilización, una misteriosa y juguetona capa de niebla se enredaba en sus largas piernas, engullendo ese par de ceñidas perneras de sus mayas oscuras.

Su holgada camisa, acordonada con un par de tiras de fibra, ondeaba con la suave brisa que anunciaba tormenta del mismo modo que un chiquillo con boina anunciaba los titulares de los periódicos diarios. Precisamente el mismo muchacho de boina ladeada y mejillas manchadas de hollín permanecía encerrado en una de las habitaciones del orfanato local. El orfanato era una edificación antigua, construida a base de tablas de madera crujiente y vigas de hierro, había logrado mantenerse en pie más tiempo del esperado, aunque del mismo modo que tenía memoria histórica, implicaba un ligero descenso en la comodidad y conforte de sus habitantes. Básicamente los chicos de ahí, dejados de la mano de Dios y sin tutores legales de sangre con vida, vivían como ratas en una cloaca. Desde esa prudencial distancia, todo apoyando la mirada en la reja de la entrada del centro, pudo observar cómo el muchacho que repartía periódicos suspiraba agonizando. Probablemente odiara estar encerrado. Pobre ignorante. Se quejaba de su cárcel de cuatro paredes, ajeno a la de los inmortales, mucho más odiosa. Precisamente por que carecía de dichas barreras físicas fácilmente eludibles. Ellos eran condenados. Y sus condenados ya llegaban tarde.

Ese muchacho podría haber jurado ser infeliz, mas no tenía ni la más remota idea de lo que la infelicidad podría comportar. El final se acercaba a medida que esas sigilosas pisadas, que hacían crujir ramitas de un modo hasta terrorífico, y nadie con una mente cuerda era capaz de advertirlo. Alzó la mirada, clavando ese par de ojos plateados en el cielo nublado y dejó caer los párpados cuando una gota de lluvia impactó contra su pálida y marmórea mejilla, sin rastro alguno de infinitas y apasionadas noches lujuriosas. Arrugó ese pecoso puente de la nariz y las yemas de sus dedos recogieron esa desperdigada gota para examinarla antes de sacudirla. Pling. Otra gota impactó en su cuero cabelludo, adhiriendo esa mata de cabellos dorados a su frente. Poco a poco, una cortina de lluvia se fundió con la acolchada niebla, dando un aspecto de lo más fantasmagórico a la escena. Con la llegada del monzón, los herederos debían aparecer previa convocación de su líder y hermano; Hannes.

Hannes Dick Schmitt; Portador del apocalipsis, misántropo ególatra, y heredero de la negra noche.
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Mensaje por Tarik Pattakie Jue Oct 28, 2010 1:35 am

En un fino y desordenado escritorio, se puede observar una serie de documentos levemente iluminados por la incorruptible danza de una solitaria llama. Una copa vacía, con manchas rojo escarlata en su interior, se encuentra aplastando una invitación. La vela se ha consumido a tal grado, que todo lo que se alcanza a leer, es una pequeña inscripción. “Herederos de la Noche”. La única ventana de aquélla habitación está abierta, dejando entrar las ráfagas de viento; mismas que han sumido la habitación en penumbras tras su proeza. Perdido entre la neblina, Lucern Ralph enciende un cigarrillo. ¿Cómo es posible que se haya interesado por aquélla invitación? Jamás había cruzado por su mente el pertenecer a un aquelarre. La idea de ser liderado por otro vampiro, realmente apestaba. Era absurdo. En todos los años de su existencia, jamás había barajeado ese tipo de cartas y sin embargo, tenía que admitir que la curiosidad por conocer a sus “hermanos” y sus “mentes macabras” resultaba insana. Tan insano como el placer que conocía en brazos de su seductora amante.

El tic tac del viejo reloj de su sala, le hizo gruñir malhumoradamente. ¡Maldición! ¿No podía disfrutar de su soledad por solo unos minutos más? ¡Pronto se encontraría rodeado de personas! Su silencio se vio interrumpido nuevamente por la copa rodando sobre su escritorio, cayendo en picada hasta desfragmentarse en cientos de pequeños cristales. El viento azotaba su ventana y… “Suficiente” Rugió, saliendo de su mansión. La neblina acobijaba a cualquier alma andante, incapacitando a la Luna para iluminar los senderos del bosque. No había prisa por llegar. Lucern esperaba que, tras hacer su “aparición”, sus hermanos ya se encontraran presentes. Ni siquiera podía tener una idea clara y precisa acerca de su líder… Hannes D. Schmitt. El vampiro hacia gala de tener una gran visión. Haber elegido el Orfanato como punto de encuentro, resultaba esperanzador. Un banquete de carne joven y sangre fresca para brindar por el inicio de ¿algo nuevo?

Conforme se alejaba de la zona de bosques para adentrarse a los callejones, se fijó en el silencio sepulcral al que se sometía Paris esta noche. Vivir alejado de la “civilización” tenía sus pros y contras. El Orfanato parecía ser un lugar abandonado. Las rejas estaban oxidadas y las pocas ventanas que se apreciaban debido a la neblina, estaban mugrientas o rotas. Desde un viejo y torcido árbol, Lucern observaba detalladamente. Sin participar, solo siendo uno más… ese par de ojos que lo abarcaban todo… aquél que estudiaba y luego atacaba… Esperaba no ser descubierto tan pronto. En cuanto ese pensamiento cruzó su mente, las pequeñas gotas cristalinas que habían empezado a caer, dieron paso a una torrencial lluvia. Un buen augurio para los Herederos de la Noche. El escenario perfecto para hacer de sí mismos, una leyenda…
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Mensaje por Ofelia K. Von Drago Jue Oct 28, 2010 10:30 am

Una mirada fugaz a su última victima, un pobre hombre que acorralado, no tuvo otra opción que ceder su vitalidad a la inmortal que lo perseguía. Pero el creyó morir en un paraíso al ver la belleza de aquella que le quitaba la vida con una implacable seriedad. Como negarse a una inmortal que sabía utilizar sus encantos para jugar con el alimento. El cuerpo yacía en un pequeño callejón, pronto se pudriría por la lluvia que ahora caía sobre ella. Pronto alguien lloraría la perdida de un ser querido, y aunque no quería aceptarlo, esa idea rebotaba en el fondo de lo que quedaba de su humanidad. Un suave suspiro desapareció entre sus labios, y sin meditarlo más tiempo, dio la vuelta y largó a caminar en dirección al orfanato.

Era tiempo de cambios. De revolución. Y es que esa noche, se reuniría junto a los otros Herederos..Aquellos condenados que buscaban impartir entre la sociedad un legado de obscuridad. Todos condenados…Todos. Incluso ella, que no lograba perdonarse ni perdonar al resto. Ella también sabía abrazar su lado monstruoso. Ese vil y cruel ser que habitaba en lo profundo de su mente y alma. Podía ella, convertirse en lo que tanto temía, después de todo, solo quería aprender a volverse un ser implacable. Dejar de lado las culpas y remordimientos. Ese era el propósito de su entrada a un aquelarre. Para eso había entrado. Ni más ni menos. Caminó con elegancia hasta llegar al lugar de reunión. Entonces lo vio. Hannes. El vampiro líder, por decirlo de alguna manera. Tantas historias se cernían sobre el, que era difícil diferenciar las historias verdaderas a las inventadas por la comunidad de la noche.

Se acercó a el, con el semblante serio. Llegaba tarde y conocía su aversión por las faltas de respeto. Sin embargo, creyó que entendería su motivo. Una caza impulsaba los instintos más profundos de los vampiros. La naturaleza en carne viva. El sentido del tiempo, se perdía fácilmente cuando uno se encontraba hechizado bajo la sangre caliente de un desdichado humano. Una pequeña reverencia, y algo que surcó sus labios pretendiendo ser una pequeña sonrisa. Bajó la mirada, para luego levantarla nuevamente, clavando sus ojos en los de él, grises, desteñidos. Llenos de sentimientos encontrados y desencontrados. Contradicciones como las de ella. –Hermano.. –Murmuró casi en un suspiro. No dijo mas. Esperaba que llegara el resto de los “hermanos”. El resto de los Herederos de la Noche. Junto a ellos, marcarían el inicio de una nueva era. Se alegraba de formar parte de tal grupo. Juntos serían imparables. Triunfarían, y nadie los olvidaría.
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Mensaje por Hela Von Fanel Jue Oct 28, 2010 11:19 pm

“Erase una vez…”

Historias y más historias apiladas entre pergaminos de antiguas lenguas, ataviados con el cúmulo de polvo a través de los años, las décadas, los siglos. Valiosas letras cuentan la caminata que ha sufrido la humanidad desde su creación hasta el ahora, un presente tan desvariado de la realidad, tan putrefacto en formas, carente de visión y por si fuese poco corrompido por depravados demonios. Los manuscritos reposan desordenados sobre un ataúd vacío, otros descansan tranquilamente en los estantes de la biblioteca. “No, no…¡No!” Se escucha una voz femenina retumbar dentro de la aparente abandonada habitación, hojas con textos en lenguas extranjeras vuelan y caen lentamente cual copos de nieve en el invierno, el vaivén de una flama ilumina y obscurece las cercanías cada que el viento se aproxima para susurrarle a esa llama los secretos de la noche eterna. Dentro de aquellas murallas por las cuales no puede entrar ni un delgado rayo de sol, una dama pretende encontrar entre ese montón de libros viejos una historia que no haya sido disfrazada. Imposible.

Inclinada sobre un antiguo sillón de seda color vino, madera de roble y decoraciones en oro, cae exhausta la silueta albina, resopla los labios, enmudece los pensamientos que se estacionan en su mente cual telarañas entrelazadas siempre con un mismo objetivo, un mismo centro, sostener a la creadora y alimentar su hambruna. En las manos de Lorraine, un libro de pasta desgastada, con un dedo marcado sobre el polvo, hojas marchitas, título extraño y una insignia diabólica; es observado con una curiosidad desgarradora. La lectura inicia, con forme las letras toman figura dentro de la lengua hablada, una arruga se dibuja en la frente de esa mujer, pareciera que se encuentra esculpida en la estatua que esta representa, una escultura tan fina, delicada y hermosa. El contenido de aquel libro, son legendarios cuentos pintorescos, alentadores, llenos de fe y que ocultan la peor de las verdades en este mundo de barbaries.

El viento aúlla una canción de cuna, el sonido le escucha y duerme, calla, enmudece… Allí en medio de su obscuro rincón por primera vez en su maldita vida siente pena por la humanidad, una pena que no opaca sus fervientes deseos sádico-sexuales, no, no hay tiempo para remordimientos y aún cuando se sumerja en el abismo sin retorno en la búsqueda por su redención, jamás podrá levantar de sus cenizas a todo hombre que haya mutilado. El libro se cierra de golpe, un sonoro estallido confirma el fin de la lectura. Sus labios se curvean en una sonrisa casi nula “¿Quién será el príncipe azul de la humanidad, si yo soy su bruja del cuento? ¿Quién podrá detenerme?” Se pone de pie tras sopesar detenidamente esas preguntas. Levanta la gruesa capa de cortina aterciopelada que posee el ventanal de su biblioteca y admira la tormenta que se avecina. Arriba en lo alto las nubes son arrastradas por el aire, quien parece ser el verdugo de esas esponjosas figuras.

Con el influjo de su eterna curiosidad desgarra su tiempo para invertirlo en atravesar el desierto pedazo de bosque que le pertenece, recorrer las vacías, tétricas y sombrías calles de París, para poder así llegar hasta un encuentro fortuito con aquella secta a la que hace no mucho se unió ¿Por qué, si a ella no le apetecen las ordenes, mucho menos las reglas? Solo su locura nocturna puede responder, pues ni Lorraine misma se comprende del todo. Así pues los pies de esta hembra se colocan uno delante del otro acortando la distancia entre ella y su punto de reunión, el desnudo par de extremidades no son captadas por el ojo humano, no con esa rapidez y gracilidad con la que se mueven.

La delgada tela blanca que su cubre su apetitoso y deseable cuerpo ondea en un mágico vals, la melena de su cabeza brincotea por su espalda y atrapa la primer gota de lluvia. Se detiene, levanta la mirada sonríe, da un par de vueltas sobre sus talones tal y como lo haría una chiquilla jugando bajo el velo de una precipitación. Disfruta durante un par de segundos su locura, más emprende de nuevo su camino y un instante, con el semblante de fantasma hechicero, aparece entre la nebulosa capa de lluvia, con su mirada felina, sus labios en línea horizontal y su rostro, oh su perfecto y hermoso rostro… Tan inescrutable como una piedra blanca a la cual no se le sacará más que lo frío de su condición.

Erase una vez en París, una reunión clandestina a las fueras del orfanato, donde los demonios esperan con ansiedad y deseo la llegada de una tragedia…
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Mensaje por Hayleigh Harley Joke Sáb Oct 30, 2010 4:00 pm

Prologo.
Escena 1.
[Escenografía: Una habitación de madera y desordenada. Hay una cama desecha blanca de sabanas rojas, una mesa de madera con un candelabro de tres velas encendidas y lleno de papeles, gruesas cortinas rojas cubren la pared paralela a la puerta cubriendo las dos ventanas que hay. Hay un estante con tres tablas de madera y ropa tirada por el suelo junto complementos de maquillaje.]

(Hayleigh Harley va vestida con un tutu de bailarina de color rojo, con tirantes anchos y bordados negros en la falda, ajustado perfectamente a su cuerpo, unos zapatos de punta negros de ballet. Lleva el pelo rubio recogido en un pequeño moño y se recoge el flequillo con un turbante, ambos negros. La mujer tiene la cara pintada de blanco. Los labios rojos y la sombra de ojos negra comienza a desaparecer).

*Hayleigh Harley hace pasos de ballet quieta. Primero hace ejercicios de punta en mitad de la habitación mientras oye la música en su cabeza una y otra vez sin perder la sonrisa. Se oyen las manecillas de un reloj. Tic, tac, tic, tac. Pasa a hacer giros sobre si misma juntando ambas manos o extendiéndolas y dando vueltas se acerca a la mesa y se para. Coge un sombre blanco con letra y un símbolo, o sello o marca, en rojo. Comienza a leer, otra vez, pasando sus dedos por la letra fina*

Estimada Maddame Joke:
Tengo el honor de informarle que ha sido nombrada como una de los herederos de la noche, un aquelarre selecto en el cual, pocos son afortunados de poder entrar.
Sería un honor para mi y nuestros hermanos que asistiera a la reunión prevista para el sábado al anochecer en el orfanato de París:
Att: Hannes Dick Schmitt; Portador del apocalipsis, misántropo ególatra, y heredero de la negra noche.

Hayleigh Harley: *con voz eufórica* ¡Gracias a la diosa! Por fin mi rey me ha encontrado *Abraza la carta* El hada de las volverá a lucir con su tétrica belleza esta noche. *Deja la carta encima de la mesa y coge a una muñeca vestida de arlequín. Se acerca a la otra punta de la habitación dando saltos y lanza a la muñeca en la cama. Se agacha en la pila de la ropa y comienza a lanzarla*

Hayleigh Harley: Esto no...esto tampoco... esto no es apropiado...esto ni siquiera tiene rojo o negro ¿Que hace aquí?... ¿Amarillo? El amarillo trae mala suerte ¿No es verdad Pio-pio?
*imita sonido de un pájaro* Que raro, no tengo nada decente tan importante ocasión ¡Ya se! * Hayleigh Harley agarra la muñeca y sale de la habitación, recorre el pasillo y llega abre la puerta que esa en me dio de pasillo. Entra.*

Escena 2.
[Escenografía: Un vestuario lleno de percheros con ruedas colocados en filas ordenadas están llenos de ropa y vestidos elegantes., en su mayoría de rojo y negro. Hay un baúl en una esquina. Hay candelabros encendidos en las paredes.]

*Hayleigh Harley sonríe y tira la muñeca. Comienza a andar entre las pilas rozando la ropa con sus dedos, oliendo el olor que aun conserva de las humanas que los llevaron. Después del recorrido se dirige a la esquina donde esta el baúl. Se agacha y lo abre. Coge un hermoso vestido y lo huele cerrando los ojos. Aun huele a vida. Lo deja medio fuera y saca el calzado y una caja de plata*

Hayleigh Harley: Ya esta todo listo, todo esta perfecto *Coge el vestido, el calzado y la caja de plata y se va a la habitación de la anterior escena.*

Escena 3.
[Escenografía: Una habitación de madera y desordenada. Hay una cama desecha blanca de sabanas rojas, una mesa de madera con un candelabro de tres velas encendidas y lleno de papeles, gruesas cortinas rojas cubren la pared paralela a la puerta cubriendo las dos ventanas que hay. Hay un estante con tres tablas de madera y ropa tirada por el suelo junto complementos de maquillaje.]

*Hayleigh Harley esta detrás de un biombo japones vistiéndose. El tutu esta en el suelo luego las dos cintas de pelo. Sale vestida y descalza. Se dirige a una de mas mesas. Abre la caja de plata y la deja a un lado. Se peina sus cabellos rubios dejándose un flequillo de lado y mechones finos ondulados. Se retoca el maquillaje. Se pone polvos blancos por por toda la cara, se borra el pintalabios que le quedaba rosado y se pone uno rojo mas caro, se pinta un corazón por encima de los labios y el centro queda oscuro. Se pinta un triangulo que le atraviesa cada ojo. No hay ningún espejo*

Fin del prologo.

Los fríos vientos del otoño parecían seda, transparente y veloz, cuando rozaban mis brazos desnudos, pálidos como la nieve. Mis cabellos parecían tener vida propia y jugueteaban con el aire mientras caminaba hacía nuestro destino. Un farolillo negro con una vela encendida alumbraba mis pasos y me permitía ver un camino que con o sin luz sería capaz de ver, pero cuando se trata de ocasiones especiales, la teatralidad nunca viene mal. Mis pasos son lentos, mis ojos azules intensos y me muestro catiturna, me faltan las alas para ser un hada, pero aun así los soy, aun sin alas soy Hayleigh Harleen Luna Joke, el hada de las pesadillas.

La lluvia comienza a caer y no puedo reprimir una triste sonrisa. Lo han visto, se han dado cuenta. Los ángeles lloran, lloran otra vez al verme caminando entre árboles, plantas, flores y rosas. Lo saben, saben que mi humanidad ya se a ido, a desaparecido, pues se a quemado en el fuego del infierno y se a convertido en la sangre que decora el suelo de las hogueras de Lucifer. Saben quien soy ahora, la novia de la muerte y su amante, el espíritu del arlequín, malvado y diabólico, personificado en una bella,y joven arlequín inmortal.

Soy Hayleigh Harley. Hada de las pesadillas, novia y amante de la muerte, reina de los arlequines, mensajera de la diosa de la noche.

Mis pasos se detienen y mi vista va hacía el oscuro cielo. El farolillo cae al suelo y la llama no logra sobrevivir con el agua y el brusco viento que el mismo a producido. Simplemente es débil. Levanto los brazos extendidos y giro muy lentamente. Mi sonrisa muestra unos dientes blancos. EL agua cae sobre mi rostro, deslizándose, parece ahora que soy yo la que llora.
Cierro los ojos y disfruto, el dolor invisible es dulce, algunos ni creen en el. Diosa mía, te escucho.
Vuelvo a ser una muñeca andante y sin vida que se mueve, veo a lo lejos y escucho lo que debo ver y escuchar. Ojos azules que muestran locura, la vida que tenía una niña aniñada y taciturna no se ha vuelto deprimente y absurda. Corazón que no ve, corazón que no siente. ¡Que significa eso Lisabetta?.

-Buenas Lunas hermanos y hermanas-Dulce y refinada suena mi voz que fue de mezzosoprano. Espectral y maravillosa. ¡Vuela pajarito vuela!
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Mensaje por Hannes D. Schmitt Sáb Oct 30, 2010 6:15 pm

Detenido frente a la reja metálica rocambolesca, su inescrutable expresión se mostraba seria y fría, como de costumbre. Una cortina de agua se precipitaba desde lo alto de los sucios cielos, manchados por nubes negras, para caer sobre sus anchos hombros y su dorado cabello. Sintió como, de uno a uno, los herederos hacían acto de presencia, mas no se volteó, aún dándoles la espalda. Conocía a dos de los cuatro. Dos de ellas habían tenido la suerte o la desdicha de toparse anteriormente con el amo y señor de la crueldad. Lorraine, la más antigua de ellas, la había conocido en un frondoso bosque, donde entre golpes y sangre de terceros se entregaron a los irreverentes placeres carnales. Era peligrosa, temible y erótica como ninguna otra. Luego estaba la novata; Ofelia. La mujer de cabellos de fuego. La dama de la noche de mirada clara y expresión híbrida entre remordimiento y sed de sangre. A ella la había escogido para convertirla en una letal heredera, a poder ser la más letal de todas. Era un reto personal, y tenía sus esperanzas depositadas en la mujer de gacha mirada que simplemente saludó con un saludo. Olía a sangre, y eso le gustó a aquél que ocultaba su plateada mirada a los demás presentes.

Lentamente, y dejando que las finas y certeras gotas de lluvia desdibujaran su parálisis, alzó una mano para rozar con las yemas de sus largos dedos de pianista, la verja oxidada. Se volteó en un abrir y cerrar de ojos, contemplando a los que se dejaban ver y a los que se ocultaban a las espaldas del arcaico edificio dejado de la mano de Dios. - Hermanos. - Siseó, dejando que sus palabras reptaran serpenteantes entre ellos, colándose en sus oídos a modo de serpiente del pecado, brindándoles una vez más la oportunidad de morder la fruta prohibida. - ¿Qué son los vampiros? Inmortales con colmillos, creen algunos… - Volvió a sisear andando entre las tres muchachas presentes y clavando la mirada entre la maleza, donde sabía que se hallaba el cuarto condenado. Apartó la mirada y la posó en la Arlequina, a quien había escogido por su fama popularmente reconocida. Quería comprobar cuan loca estaba, en propias carnes. - Ratas voladoras, alegan otros… - Insistió retomando la elegante pero parsimoniosa caminata. Dejó que el cielo pintara largos lagrimones en su rostro y ladeó la cabeza hacia atrás. - Humanos condenados a beber sangre, apuntan ciertos entendidos… ¿Pero qué somos realmente? - Farfulló sin acelerar el ritmo de su discurso, luego gozaban de una eternidad aún.

Previo pecado, quería oir sus respuestas para saber si había escogido bien.
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Mensaje por Tarik Pattakie Lun Nov 01, 2010 9:21 pm

Somos lo que somos. Asesinos… La voz de Lucern penetró entre los presentes mientras caía con elegancia desde donde se encontraba. Las hojas se desprendían con la misma facilidad que la lluvia demostraba. Su cabello mojado lo mantenía desordenado y, sí, una vez más, la naturaleza se había deshecho de sus cigarros. ¿Con qué se suponía que se entretendría conforme observaba a sus hermanos? Es nuestra naturaleza… nuestro instinto… El incentivo con el que, nos excitamos y divertirnos. Un comentario fuera de lo normal, inapropiado quizás para el líder que observaba sin inmutarse ni decir una palabra. Apropiado, tal vez, para el único personaje que conocía y compartía su anatomía. Ideales que se perdían y confabulaban en este nuevo grupo que nacía. Su mirada vagó entre los presentes, rostros desconocidos, miradas que se regodeaban al asesinar a sus víctimas, sonrisas burlonas y siniestras que diariamente se escuchaban y que sentían; como cuchillas en la espalda, aquéllos infelices que se interponían en el camino inapropiado de éstos vampiros… Humanos ignorantes de los hijos de la noche, inconscientes de que el sol resultaba el arma más letal que siempre protegería sus hogares, pero… ¿quién esclavizaba a los demonios cuando sus cadenas se desprendían con un ligero clic? La mirada de Lucern estudiaba las facciones del único vampiro ante él. Imposible no ceder al impulso que recorría cada una de sus terminaciones nerviosas… siempre territorial. ¿Podría acostumbrarse? ¿Cuánto tiempo sería divertido?

¿Me equivoco? Giró sobre sus talones, ladeando la cabeza para estudiar a una de las vampiresas. Un hombre que adora el físico de la mujer, no puede simplemente ignorar a la integrante que tendrá que reconocer como su, ¿compañera? ¿Qué demonios lleva en su rostro? Le ha quedado claro por su forma de vestir y sus mímicas, que no es una persona “cuerda” con la que compartirá ésta y, probablemente muchas noches. Por suerte… Su sonrisa se extiende en cuanto su mirada se posa en el cuerpo que resulta una maldición y adoración a la vez… la lluvia le baña cual diosa en medio del infierno… ¿puede existir algo más erótico que ello? Quizás... Si tan solo estuviese desnuda, brindándoles de un espectáculo… Sacude con brusquedad la cabeza, dejando caer las gotas a su paso, centrándose en su otra compañera; después de todo, no queremos que el líder de tan siniestra “organización” se salga de sus cabales ante el final de tan prometedor encuentro. Con una paciencia que no posee, disfruta caminando como humano por la tierra lodosa hasta posicionarse tras sus hermanas. Pensé que… disfrutabas más tomando el control, querida. Susurros que el viento transformaba y llevaba hasta ella. Un juego de doble palabras. ¿Cuál es la razón que se esconde tras cada participante? ¿Renombre? ¿Pertenencia? ¿Traición? O, como él, un ligero cambio en sus vidas cotidianas que, si bien tiene sus disfrutes, lo tendrá más asediando y provocando terror en los habitantes parisinos.
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Mensaje por Hela Von Fanel Jue Nov 04, 2010 10:01 pm

El olor de esa tierra húmeda perfuma lentamente la calle solitaria, a excepción de aquellos condenados que deambulan por allí, sin prisa, sin necesidad de llamar la atención, sin nada que pudiese detenerles. Tras la llegada de la morena una ¿niña? Arribo, su eterna agonía reposaba inescrutable frente a la verja de aquel orfanato. Un infante de mirada perdida y sospechas en su alma les miraba fijamente, más en su ignorancia prefiere ir a jugar un rato, molestar a los menores, hacer alguna payasada… Fue imposible no desviar la mirada hasta una mujer de cabellera ardiente cual flama del infierno, cuerpo celestial y confusiones en su pensamiento. Sí, Lorraine hace de las suyas al escrudiñar la mente ajena, si le interesa, desnudará la esencia de cada uno de los presentes, si no… Su indiferencia.

La extraña figura femenina de pintoresco atavío, saluda cordial, habla como si les conociera. Una efímera arruga en la frente de la morena aparece y se difumina al instante, instante en el cual el esporádico silencio se rompe tras el habla gutural, tenebroso y ¿superior? de su líder, Hannes… Su presencia se describe en cada mohín que realiza, en cada palabra dicha. Inmutable, siempre ha sido y será así, sin el valor suficiente, sin el atrevimiento para poder expresar un sentimiento, una maldita y endemoniada emoción ¡Nada! Una roca puede sin duda alguna, tener un mejor semblante que él, su empedernido verdugo. Lágrimas llorosas cubren con su húmedo manto los cuerpos agraviados por la eternidad de los presentes. ¿Qué si el viento chilla en el fondo del discurso? ¿Y qué si las gotas de lluvia danzan a sus alrededores felices, chispeantes, suicidas? ¿Y qué si el juego no es acorde a sus reglas?... De igual forma Lorraine está allí, impaciente, sensual, enmascarada…

La cuestión de Hannes le hace sopesar su respuesta, pierde el turno en su oportunidad. Pudo sí, pudo contestar de forma rápida y poco coherente, aunque en ella ¿Qué es lo coherente? ¡Ni hablar! No quiso, ni siquiera intento apresurarse a responder, necesitaba pensar bien lo que diría. Momentos como este, en los que la lamia filosofa en sus entrañas son inesperadamente retorcidos. Esa voz… Imborrable, es inútil tratar de arrancar de sus pensamientos esa tonalidad. Crispa el cuerpo de la dama al compás en que un vampiro aterriza en el suelo. Sí, es él. Escucha detenidamente a su ¿hermano? con un toque de interés en su rostro. Sigue con sus pupilas azuladas el andar de su diabólica relación, carece de expresiones – si algo aprendió de Hannes, es eso – sus pensamientos, se encuentran bajo una gruesa capa de nada, resguardado en un lugar tan en su interior que únicamente ella puede escucharlos, entenderles y rescatarlos.

La camisa de Lucern se pega a su cuerpo marcando sus músculos, esos que rugen en la propia imaginación para tentarlos, comerlos, desgarrarlos, atormentarlos… La mirada de ese enfermizo delirio choca contra la suya, la mantiene allí durante un instante hasta que él cede primero. La dama en silencio carraspea, mira el cuerpo incitante de Hannes ¡Maldición! Una orgía bestial se cruza en su mente, sí una donde esos dos eran partícipes de sus fantasías. Cuerpos desnudos bajo esa fina capa de lluvia, jadeantes, deseosos de pecado, tan deliciosamente empapados por la lubricidad de su depravación ¿en que coño se ha sumergido? Sale de su ensimismamiento al sentir la pregunta de Lucern a su espalda, una sola mirada, tan solo una acción.

El andar de sus pies termina tras el vampiro en cuestión. Los labios se aproximan a su cuello, susurra, simplemente susurra – y aún lo tengo Lucern… - Su dedo índice recorre la curvatura de su cuello, una carcajada cantora se esparce contra su piel. Termina su juego, camina hasta encontrarse al lado del rubio. Sus cabellos caen sobre su espalda en una cascada mágica, negra, brillante, envenenada. Sus movimientos delicados, engañan, mienten, hechizan y atrapan las miradas ajenas, el iris de sus ojos destella – Difiero en eso señor… - Se dirige a Hannes – Un asesino, será asesino sin importar si es o no un vampiro, un depravado sexual – Sonríe con malicia, una broma para si misma – es depravado sin importar su raza – Se muerde el labio inferior, el ceño se frunce. ¡Esta pensando! Tal vez era un momento inapropiado para filosofar de su condición, quizá su comentario este fuera de contexto pero ¿A quién le importa? – Somos… del hombre la pesadilla, de la pesadilla el sueño, del sueño un delirio, del delirio una adicción, de la adicción el infierno y del infierno los dueños - Baja la mirada hasta el suelo, sin dejar de arrugar esa frente – No todos son crueles, no todos seducen, no todos beben sangre humana hasta la muerte – El cuerpo de la fémina se sacude en un fuerte escalofrío producido por el repudio al pensar si quiera que algún vampiro se digne a no arrancarle la vida aun humano después de jugar con él.

En medio del círculo de encuentros se detiene, cruza las manos a la altura de su pecho. Sus desnudos pies, sienten la tierra bajo su piel. Sí, está descalza. Retuerce el cabello para hacer escurrir el agua que se alojo allí en el corto tiempo. Resopla los labios resignándose a continuar con su discurso poco ortodoxo – Sin embargo, un vampiro no se crea, pienso que este nace… - Ladea la cabeza cual demente hablando sola en una tarde de verano – Sí, nace, pues todo vampiro tiene una razón de ser, todos fueron elegidos por las cualidades que se tenían de mortal ¿No? Fuimos elegidos, no del montón, no al azar. ¡Existe una razón! Y apuesto a que tú… - Sus brazos amordazan el cuerpo de Hannes – también nos seleccionaste por algo. Vampiros – suspira – amos, señores de la obscuridad eterna, somos de la noche sus herederos -
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