AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La danse sur la corde || Adrien
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La danse sur la corde || Adrien
La luna ejecutaba una danza espectral en el firmamento, bailando al son de los guijarros tras las pisadas de la doncella. Una mujer cuyo vestido ondea contra el viento; sus velos son de seda oscura y los adornos se atavían con hermosas gemas. La negrura de la prenda, entre holanes y otras cosas, contrasta a la perfección con la palidez de su rostro y el rojo de sus labios. Nunca antes un espectro resultó ser tan magnifico como aquella figura de larga cabellera y con el infierno en la mirada. Sin embargo, en calles tan desoladas y a esas horas de la madrugada, hereje sería aquel que anduviese deambulando en busca de su encuentro. Ellos ya lo saben, ellas tratan de evitarlo, pero cuando esa dama se pasea entre los laberínticos callejones, ningún hombre, mujer o niño está a salvo. Pues con su hambre devora y con su lujuria condena a cualquiera que se atreva a cruzarse en su camino.
El viento se arremolina en su cabello y hace que su perfume viaje con él hasta los recobecos del talud, y en el fondo, toma la fragancia del fantasma en la vieja mansión para devolverlo a ella como si se tratase de un conjuro. Inhala profundamente y se da el lujo de perderse en aquel efluvio, lo reconoce, lo anhela... Ha estado a su lado por más tiempo del que pudiese describir y sin embargo, no es el mismo que ella recuerda. Hay algo diferente en el, como si no se tratase del mismo dueño, como si alguien hubiese usurpado su identidad. Entonces sonríe, sus labios se deforman en una mueca siniestra, dejando ver detrás de si, el hermoso hilar de dientes afilados. Cierra sus ojos y con paso seguro asesina la distancia que la separa de la casona para encontrarse pues, con el propietario del emblemático perfume que se revuelve en sus entrañas.
-Ya sé que él no esta- Susurra apenas cruzar el umbral de la puerta. -Pero si llegué hasta aquí no fue por Ethan- Busca entre los pasillos de la casa, en las habitaciones, en el sótano quizá y en el desván, rastrea toda la maldita casa sin moverse de la sala principal y entonces lo encuentra. Un hombre propio, alto, tan pálido como la luna misma y tan diabólico como sólo ella puede entender la definición. Sabe quién es él, más no lo conoce, por eso estaba ahí. -Mi padre no ha querido confesarme nada sobre ti y la intriga me mata desde aquella noche en la que te confundí con él.- Subió las escaleras hablando completamente sola pero a sabiendas que aquel ente nocturno podía escucharle a la perfección. -¿Quién eres y por qué demonios mi deseo es tan desmesurado cuando estás presente?- Tomó la manilla de la puerta y la abrió sin pensar o advertir lo que se encontraba detrás de ella. No, tampoco había pedido permiso pues no lo necesitaba, aquel hombre sin quererlo, le había hecho una tenue invitación a su alma.
El viento se arremolina en su cabello y hace que su perfume viaje con él hasta los recobecos del talud, y en el fondo, toma la fragancia del fantasma en la vieja mansión para devolverlo a ella como si se tratase de un conjuro. Inhala profundamente y se da el lujo de perderse en aquel efluvio, lo reconoce, lo anhela... Ha estado a su lado por más tiempo del que pudiese describir y sin embargo, no es el mismo que ella recuerda. Hay algo diferente en el, como si no se tratase del mismo dueño, como si alguien hubiese usurpado su identidad. Entonces sonríe, sus labios se deforman en una mueca siniestra, dejando ver detrás de si, el hermoso hilar de dientes afilados. Cierra sus ojos y con paso seguro asesina la distancia que la separa de la casona para encontrarse pues, con el propietario del emblemático perfume que se revuelve en sus entrañas.
-Ya sé que él no esta- Susurra apenas cruzar el umbral de la puerta. -Pero si llegué hasta aquí no fue por Ethan- Busca entre los pasillos de la casa, en las habitaciones, en el sótano quizá y en el desván, rastrea toda la maldita casa sin moverse de la sala principal y entonces lo encuentra. Un hombre propio, alto, tan pálido como la luna misma y tan diabólico como sólo ella puede entender la definición. Sabe quién es él, más no lo conoce, por eso estaba ahí. -Mi padre no ha querido confesarme nada sobre ti y la intriga me mata desde aquella noche en la que te confundí con él.- Subió las escaleras hablando completamente sola pero a sabiendas que aquel ente nocturno podía escucharle a la perfección. -¿Quién eres y por qué demonios mi deseo es tan desmesurado cuando estás presente?- Tomó la manilla de la puerta y la abrió sin pensar o advertir lo que se encontraba detrás de ella. No, tampoco había pedido permiso pues no lo necesitaba, aquel hombre sin quererlo, le había hecho una tenue invitación a su alma.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: La danse sur la corde || Adrien
Quizá era mi última noche en París, no lo sabía, pero deseaba regresar a Inglaterra debido a una carta que había llegado hace solo tres días. “Ella” estaba husmeando, creando esos laberintos indescifrables para retar mi paciencia. El encuentro aún no era inminente pero de alguna forma esa mujer iba dejando huellas que quería que yo siga para darle encuentro. Sabía que era una trampa. Por suerte tenía la información necesaria y a tiempo pues mis sirvientes en Inglaterra sabían que tendrían un reconocimiento grato a mi retorno. Sin embargo, antes de partir, debía hablar con Thanos. No habíamos aclarado todo aún y era necesario que crucemos unas últimas palabras antes de mi próximo retorno. Por esa razón fui a su mansión, pero no lo encontré ni en las fétidas mazmorras donde desangra a sus víctimas. A veces creía que era una pena que fueramos tan diferentes más luego me convencía que era más grande fortuna el que no fueramos tan iguales como aparentamos en el exterior.
Decidí esperar por un rato en uno de los salones principales. La oscuridad baña toda la propiedad. ¿Dónde está Thanos? Quizá causando problemas en alguna región de Francia. Quizá trabajando por un fin que amenaza con llevarnos a la destrucción. Dejé de preocuparme por un momento al sentir una presencia cercana. Uno de nosotros estaba cerca pero no era Thanos. Cada vez que nos veíamos teníamos una sensación mucho más fuerte que no podía explicar de otra forma más que con el parentesco que nos unía. Esperé a que la visita se aproximara y pronto entró a la mansión. ¿Una mujer? Un aroma peculiar llegó hasta mis fosas nasales. Sus pasos hacían demasiado ruido, lo que significaba que quería anunciar su presencia a medida que se acercaba a la habitación en la que me encontraba a la espera del “otro”.
Finalmente, la presencia ajena llegó a la puerta. Sentí que su deseo era muy fuerte, pero no sabía a qué va dirigido. Ella tenía un aroma a lujuria y a muerte. Ninguno de los dos me interesaba aunque a Thanos sí. Logré escuchar algunas de sus palabras, como susurros perdidos en el viento, como una historia que se repetía de alguna vida que no recordaba. —Supongo que las francesas son así de elocuentes— respondí sin siquiera volver la mirada hacia la puerta mientras la mujer la abría. Yo estaba cerca de una ventaba, la única luz que penetraba tenuemente era la de la moribunda media luna. En ese momento pude sentir mucho mejor su aura, era un ser peculiar, no estaba equivocado. Entre las muchas suposiciones que se hacían en mi mente llegé a unas cuantas conclusiones. Ella era alguna amante de Thanos o quizá uno de sus proyectos. Alguna vez comentó acerca de ello pero nunca me había interesado.
Seguí sin voltear, no había ido a ese lugar para verla aunque tenía un poco de curiosidad por explorar su ser. —¿Dónde está?— pregunté y obviamente me refería al dueño de aquella mansión. Observé por la ventana, me aburrió el paisaje y todo lo que es París. Tal vez ella había llegado en el momento justo para entretenerme durante la espera. —Tú…eres el resultado de la locura de Thanos, ¿no es así?— concluí mientras volteé hacia ella sin prisa. Observé su rostro, un perfil perfecto que muchas inmortales desearían tener, pero no me causo deseo ni repulsión, simplemente nada. A diferencia de Thanos no me guiaban los deseos carnales y lo que me interesaba de ella, en ese momento, era lo que estaba dentro de su cabeza.
Decidí esperar por un rato en uno de los salones principales. La oscuridad baña toda la propiedad. ¿Dónde está Thanos? Quizá causando problemas en alguna región de Francia. Quizá trabajando por un fin que amenaza con llevarnos a la destrucción. Dejé de preocuparme por un momento al sentir una presencia cercana. Uno de nosotros estaba cerca pero no era Thanos. Cada vez que nos veíamos teníamos una sensación mucho más fuerte que no podía explicar de otra forma más que con el parentesco que nos unía. Esperé a que la visita se aproximara y pronto entró a la mansión. ¿Una mujer? Un aroma peculiar llegó hasta mis fosas nasales. Sus pasos hacían demasiado ruido, lo que significaba que quería anunciar su presencia a medida que se acercaba a la habitación en la que me encontraba a la espera del “otro”.
Finalmente, la presencia ajena llegó a la puerta. Sentí que su deseo era muy fuerte, pero no sabía a qué va dirigido. Ella tenía un aroma a lujuria y a muerte. Ninguno de los dos me interesaba aunque a Thanos sí. Logré escuchar algunas de sus palabras, como susurros perdidos en el viento, como una historia que se repetía de alguna vida que no recordaba. —Supongo que las francesas son así de elocuentes— respondí sin siquiera volver la mirada hacia la puerta mientras la mujer la abría. Yo estaba cerca de una ventaba, la única luz que penetraba tenuemente era la de la moribunda media luna. En ese momento pude sentir mucho mejor su aura, era un ser peculiar, no estaba equivocado. Entre las muchas suposiciones que se hacían en mi mente llegé a unas cuantas conclusiones. Ella era alguna amante de Thanos o quizá uno de sus proyectos. Alguna vez comentó acerca de ello pero nunca me había interesado.
Seguí sin voltear, no había ido a ese lugar para verla aunque tenía un poco de curiosidad por explorar su ser. —¿Dónde está?— pregunté y obviamente me refería al dueño de aquella mansión. Observé por la ventana, me aburrió el paisaje y todo lo que es París. Tal vez ella había llegado en el momento justo para entretenerme durante la espera. —Tú…eres el resultado de la locura de Thanos, ¿no es así?— concluí mientras volteé hacia ella sin prisa. Observé su rostro, un perfil perfecto que muchas inmortales desearían tener, pero no me causo deseo ni repulsión, simplemente nada. A diferencia de Thanos no me guiaban los deseos carnales y lo que me interesaba de ella, en ese momento, era lo que estaba dentro de su cabeza.
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Re: La danse sur la corde || Adrien
Silencio. En cuanto cruzó el umbral de la habitación todo se volvió silencio. Sus orbes se enfocaron inmediatamente en la silueta del hombre cuyo rostro había visto en sus más temibles pesadillas y también en sus vigorosas fantasías. Escudriñó cada movimiento que el sujeto ejecutaba, estudió las facciones de su rostro y se aventuró en la intuición que nunca le falla. Pasmada, sin poder moverse, dejó que él fuese quien se apropiara de la situación. Sin embargo, la serenidad que mostró ante la inquisición que le había echo, perturbó su cabeza más no logró desquiciarla. Jugando a mover las mismas fichas y mostrándose igual de perene que él, optó por una salida rápida. Sonrió.
-¿Acaso detecto sarcasmo en su suposición?- Cuestionó sin perder la mueca de media luna en sus labios. Al bajar la mirada, emitió un ligero suspiro parecido a la exhalación que emite alguien que ha conseguido la decepción.
–Francia y sus mujeres, por más bella que sea la ciudad, no podría compararse con la pomposidad y perfección de Inglaterra- habiendo musitado aquellas palabras con cierto recelo debido al tortuoso pasado, continuó abriéndose paso en la mente del extraño familiar. No deseaba purgar los pensamientos de Adrien, mucho menos apropiarse de sus memorias, lo único que pretendía con aquello era satisfacer su curiosidad y responder las preguntas que formuló minutos atrás. Se llevó una grata sorpresa al encontrarse superficial desde la perspectiva ajena. No pudo retenerse.
–Los espejos mienten ¿No es así?- Los orbes esmeraldas de la vampiresa se posaron fijamente en los suyos. Deseaba atraparlo como a otros tantos en su perfecta y maldita mirada, quería que él se rindiera a sus pies como lo consiguió con demasiados hombres cuya imponencia podría atemorizar al mismísimo demonio y es que no importaba que tan inalcanzable resultara el varón, todos y cada uno de ellos caían rendidos a sus pies. Sí, deseaba que sucediera con él de igual forma que con los demás, pero nadie quiere en verdad lo que desea, pues de ser así qué sentido tendría la existencia.
-Nos hacen ver lo que apetecemos, no importa qué tan trillado sea, si nuestra mente es capaz de imaginarlo. Los ojos pueden ser engañados- Se encaminó hasta él. Ignoró las advertencias sobre el espacio personal; le restó importancia al cómo, cuándo, dónde y por qué, simplemente se dejó llevar por la insana curiosidad. Cual felino acechante, hizo despertar a todos y cada uno de sus sentidos. –Eres idéntico, pero no igual. No hay ilusión. Salvajismo e insensatez. No logro encontrar pizca alguna de perversidad y sin embargo, apuesto que tu demencia es exquisita-
Sí, lo acechó de tal manera que quizá fuese incómodo, pero antes de que el vampiro pudiese realizar cualquier movimiento, Hela giró sobre sus talones y se encaminó hasta el sofá frente a la estantería de libros. Había leído todas y cada una de las obras que ahí podían percibirse, desde los primeros bosquejos de anatomía humana, hasta el último volumen de física. No había nada en esa habitación que le instara más morbo que él.
-No somos el resultado de los actos ajenos, Adrien- Sacó el nombre de su mente. –¿Acaso no cuentan nuestras decisiones o es que tú al igual que yo sólo eres consecuencia de alguien más?- Relajó su cuerpo sobre el sillón y sonrió desalentada – Por favor no mates mi ilusión-
-¿Acaso detecto sarcasmo en su suposición?- Cuestionó sin perder la mueca de media luna en sus labios. Al bajar la mirada, emitió un ligero suspiro parecido a la exhalación que emite alguien que ha conseguido la decepción.
–Francia y sus mujeres, por más bella que sea la ciudad, no podría compararse con la pomposidad y perfección de Inglaterra- habiendo musitado aquellas palabras con cierto recelo debido al tortuoso pasado, continuó abriéndose paso en la mente del extraño familiar. No deseaba purgar los pensamientos de Adrien, mucho menos apropiarse de sus memorias, lo único que pretendía con aquello era satisfacer su curiosidad y responder las preguntas que formuló minutos atrás. Se llevó una grata sorpresa al encontrarse superficial desde la perspectiva ajena. No pudo retenerse.
–Los espejos mienten ¿No es así?- Los orbes esmeraldas de la vampiresa se posaron fijamente en los suyos. Deseaba atraparlo como a otros tantos en su perfecta y maldita mirada, quería que él se rindiera a sus pies como lo consiguió con demasiados hombres cuya imponencia podría atemorizar al mismísimo demonio y es que no importaba que tan inalcanzable resultara el varón, todos y cada uno de ellos caían rendidos a sus pies. Sí, deseaba que sucediera con él de igual forma que con los demás, pero nadie quiere en verdad lo que desea, pues de ser así qué sentido tendría la existencia.
-Nos hacen ver lo que apetecemos, no importa qué tan trillado sea, si nuestra mente es capaz de imaginarlo. Los ojos pueden ser engañados- Se encaminó hasta él. Ignoró las advertencias sobre el espacio personal; le restó importancia al cómo, cuándo, dónde y por qué, simplemente se dejó llevar por la insana curiosidad. Cual felino acechante, hizo despertar a todos y cada uno de sus sentidos. –Eres idéntico, pero no igual. No hay ilusión. Salvajismo e insensatez. No logro encontrar pizca alguna de perversidad y sin embargo, apuesto que tu demencia es exquisita-
Sí, lo acechó de tal manera que quizá fuese incómodo, pero antes de que el vampiro pudiese realizar cualquier movimiento, Hela giró sobre sus talones y se encaminó hasta el sofá frente a la estantería de libros. Había leído todas y cada una de las obras que ahí podían percibirse, desde los primeros bosquejos de anatomía humana, hasta el último volumen de física. No había nada en esa habitación que le instara más morbo que él.
-No somos el resultado de los actos ajenos, Adrien- Sacó el nombre de su mente. –¿Acaso no cuentan nuestras decisiones o es que tú al igual que yo sólo eres consecuencia de alguien más?- Relajó su cuerpo sobre el sillón y sonrió desalentada – Por favor no mates mi ilusión-
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: La danse sur la corde || Adrien
La misma expresión que vi otras veces la volví a encontrar esa noche. Al principio era sorpresa, si, por el rostro común que tenía con otros dos sujetos. El primero, mi hermano gemelo, mi opuesto; el otro, un muerto, un recuerdo en la memoria de algunas mujeres. Sea cual fuera el caso no correspondía a ninguno de ellos más que lo circunstancial. Mi relación con Thanos databa desde hace mucho tiempo por el simple hecho de haber nacido de la misma mujer. Posteriormente nos alcanzó un destino semejante y la inmortalidad nos volvía a unir de tiempo en tiempo. Fuera de eso no compartíamos más que desacuerdos en la forma en que ambos vivíamos y las ideologías que perseguíamos. Dos gotas que en apariencia son iguales pero que en esencia son diferentes. ¿Qué sigue? El reconocimiento de esa verdad. No soy el que esperan ver pero tampoco soy igual a lo que han escuchado, entonces, ¿curiosidad?
Demasiadas preguntas, demasiadas palabras, demasiadas miradas. Las mujeres estaban llenas de interrogantes para ese rostro familiar pero me invadía el hastío de solo pensar en responder o siquiera mostrar alguna respuesta a su interés. Me limité a esperar que la pregunta que lancé sea respondida pero ese momento nunca llegó. La mujer se dedicó a hacer lo que quiso, acercándose a observarme como si fuera una pieza de museo, un artículo al que buscaba uso, o una estatua rota. No me generó ninguna emoción más que un repentino cansancio por todos los encuentros que había tenido en esa ciudad. Me recordó cuanto anhelaba volver a la privacidad que tenía en Londres. Como fuera, no moví ni un dedo mientras ella se dedicaba a revisar, a su corta distancia, cada aspecto de mi ser físico. Al final suspiré de cansancio y clave la mirada en sus ojos que insistentemente habían buscado los míos. Sus enormes orbes parecían dos joyas, eso fue lo primero que me interesó de ella hasta entonces, pero no demostré nada que pudiera elevar más su curiosidad.
—La perfección raramente existe— dije finalmente en un tono cortante mientras ella seguía hablando de los espejos, de lo que podemos ver y de lo que ella veía en mí. Finalmente, pronunció mi nombre, con la certeza de que mi atención obedecería a él. Pensé en ese momento que la mujer se tomaba demasiadas libertades pero obviamente solo era el resultado de la educación que le había dado Thanos. ¿Qué otra cosa podía esperar? Tratarla de tú a tú era admitido de mi parte hacia ella pero en viceversa parecía inaceptable. Tragué saliva para no mencionar más que lo suficiente. No me interesaba la conversación a la que ella quería guiarme porque, aunque su belleza fuera avasalladora, no poseía esa debilidad en mi sangre. Tampoco era ajeno a los placeres carnales pero para eso tenía gustos peculiares y, a veces, anticuados.
—Quizá no me he expresado correctamente, Hela. No tengo la intención de responder a tus preguntas o de ponerme a divagar de cuestiones existenciales. Si posees la misma locura que mi hermano puedes buscar en las voces de tu cabeza y encontrarás todas las respuestas que quieras imaginar. Confórmate con eso— respondí con un tono tan diplomático que a muchos les parecía molesto. Aunque no lo demostrara como otros vampiros también tenía una cuota de soberbia y narcicismo que escondía muy bien en mis modales perfectamente cultivados para la época en la que me tocaba vivir. Cada uno se adaptaba a su entorno y yo lo hacía siempre de la forma más sencilla y menos problemática. Perder mi tiempo luciendo la capa y los colmillos de un inmortal no se encontraba en mis planes ni a corto ni a largo plazo. —Si no piensas responderme donde está, esperaré, lamento matar tu ilusión— finalicé volteándome de nuevo hacia la ventana. Desde allí veía el reflejo de la mujer. No podía juzgar a Thanos por sus gustos ya que cualquier mortal o inmortal caería a los pies de una diosa con esos atributos. Sin embargo, para asombrarme necesitaba también de talentos y dadas las circunstancias era complicado el poder explorarlos. Veía la carne pero no conocía su sabor. Solo eso podría atraerme hacia ella.
Demasiadas preguntas, demasiadas palabras, demasiadas miradas. Las mujeres estaban llenas de interrogantes para ese rostro familiar pero me invadía el hastío de solo pensar en responder o siquiera mostrar alguna respuesta a su interés. Me limité a esperar que la pregunta que lancé sea respondida pero ese momento nunca llegó. La mujer se dedicó a hacer lo que quiso, acercándose a observarme como si fuera una pieza de museo, un artículo al que buscaba uso, o una estatua rota. No me generó ninguna emoción más que un repentino cansancio por todos los encuentros que había tenido en esa ciudad. Me recordó cuanto anhelaba volver a la privacidad que tenía en Londres. Como fuera, no moví ni un dedo mientras ella se dedicaba a revisar, a su corta distancia, cada aspecto de mi ser físico. Al final suspiré de cansancio y clave la mirada en sus ojos que insistentemente habían buscado los míos. Sus enormes orbes parecían dos joyas, eso fue lo primero que me interesó de ella hasta entonces, pero no demostré nada que pudiera elevar más su curiosidad.
—La perfección raramente existe— dije finalmente en un tono cortante mientras ella seguía hablando de los espejos, de lo que podemos ver y de lo que ella veía en mí. Finalmente, pronunció mi nombre, con la certeza de que mi atención obedecería a él. Pensé en ese momento que la mujer se tomaba demasiadas libertades pero obviamente solo era el resultado de la educación que le había dado Thanos. ¿Qué otra cosa podía esperar? Tratarla de tú a tú era admitido de mi parte hacia ella pero en viceversa parecía inaceptable. Tragué saliva para no mencionar más que lo suficiente. No me interesaba la conversación a la que ella quería guiarme porque, aunque su belleza fuera avasalladora, no poseía esa debilidad en mi sangre. Tampoco era ajeno a los placeres carnales pero para eso tenía gustos peculiares y, a veces, anticuados.
—Quizá no me he expresado correctamente, Hela. No tengo la intención de responder a tus preguntas o de ponerme a divagar de cuestiones existenciales. Si posees la misma locura que mi hermano puedes buscar en las voces de tu cabeza y encontrarás todas las respuestas que quieras imaginar. Confórmate con eso— respondí con un tono tan diplomático que a muchos les parecía molesto. Aunque no lo demostrara como otros vampiros también tenía una cuota de soberbia y narcicismo que escondía muy bien en mis modales perfectamente cultivados para la época en la que me tocaba vivir. Cada uno se adaptaba a su entorno y yo lo hacía siempre de la forma más sencilla y menos problemática. Perder mi tiempo luciendo la capa y los colmillos de un inmortal no se encontraba en mis planes ni a corto ni a largo plazo. —Si no piensas responderme donde está, esperaré, lamento matar tu ilusión— finalicé volteándome de nuevo hacia la ventana. Desde allí veía el reflejo de la mujer. No podía juzgar a Thanos por sus gustos ya que cualquier mortal o inmortal caería a los pies de una diosa con esos atributos. Sin embargo, para asombrarme necesitaba también de talentos y dadas las circunstancias era complicado el poder explorarlos. Veía la carne pero no conocía su sabor. Solo eso podría atraerme hacia ella.
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Re: La danse sur la corde || Adrien
Exigencia y presunción. Hela fue capaz de descifrar más de Adrien debido a su porte y escuálidos gestos, que de sus propias palabras. Definitivamente él no es igual a Thanos, pues esta criatura destilaba hastío por todos y cada uno de sus poros ¿Para qué existir cuando la vida parece ser tan miserable? Los pensamientos de la excondesa divagaron, entre ellos había algunos razonamientos que su padre le obsequió y otros tantos que aprendió por sí misma. Quizás el más valioso de todos era el que sin pretensión ni malicia, le ofreció el Conde Ralph. Al recordarlo, su sonrisa se ensancha mostrando la perfección de sus dientes y colmillos.
-No es necesario. Di con la respuesta antes de formular la pregunta- Pronunció con firmeza y desvió su mirada hasta el ventanal extendido detrás de él. La noche lucía hermosa y siniestra adueñándose de cada maldito rincón del firmamento e incluso más allá de lo que la dotada visión de la vampiresa podía alcanzar a precisar. Suspiró. –Entiendo que cuando se posee la eternidad, el tiempo no es algo que debiera ocupar la mente. Sin embargo, la espera resulta ser siempre… insoportable. ¿Por qué no hacemos de esto algo más entretenido?- Con el ceño fruncido negó ligeramente ante una cuestión que se quedó en el aire. Era bastante evidente que ella no respondería las interrogantes ajenas, no porque no quisiera hacerlo o porque no conociera la respuesta, sino porque apelando a la locura invocada anteriormente, deseaba descubrir si era capaz de exasperar la pasividad de su acompañante. -¿Puedo ofrecerte una copa del vino más barato que posee Thanos? ¿Tal vez algún aperitivo de la última cosecha nocturna? Aunque quizá tu paladar se haya vuelto más exigente con los siglos o bien puede ser que ya no distingas sabor alguno tras vaciar millones de cuerpos.- Encogió ligeramente los hombros.
¿En verdad existe esa posibilidad, ese punto sin retorno en la existencia dónde la sangre se vuelve insípida, el vino insoportable, las noches aburridas y los pecados molestias? ¿Realmente es creíble que llegado el tiempo, todos los placeres a los cuales sucumbe el hombre y por los cuales daría la vida, se tornen insignificantes? ¿Y en ese lapso, qué sigue? Incluso la búsqueda constante del saber o el sólo deseo de trascender no es más que un simple capricho humano donde es la consciencia quien engaña a la mente pretendiendo que, con alcanzar la máxima expresión de discernimiento, se está por encima de todo y todos. Y después ¿Qué sigue?
Ignorando completamente el lugar, la compañía y todo lo demás, se ensimismó en su propia búsqueda, tratando de comprender lo que ella haría una vez que se viera inmersa en aquella situación. Al ser una suposición compuesta de demasiadas variables y posibilidades infinitas, sus pensamientos se volvieron laberintos, unos sin salida y otros que sólo abrían la puerta a otra encrucijada más grande. Para empezar, bastó con saber que estando envuelta en ese punto, ya no sería la misma y que cualquier decisión que tomase ahora, sería completamente inservible. Cualquier eventualidad que ocurriese a partir del segundo enseguida, cambiaría por completo su percepción, entonces pensar y adelantarse a los hechos, resultaba ser una pérdida de tiempo. Bufó.
-Ah, sigues aquí- Dijo esperando que aquel hombre no fuese también un ávido lector de mentes, pues de ser así se habría topado con la hilarante red que había conseguido en apenas un instante. -¿Te vas quedar ahí de pie todo el tiempo?- Se levantó del sofá y se encaminó hasta él. –Al menos dame tu abrigo para colgarlo, Thanos siempre ha dicho que debemos ser excelentes anfitriones- Sonrió de forma siniestra. Sin duda alguna había una razón oscura detrás de aquellas palabras que tan impunemente se repetían los dos de forma constante. Cerrando por completo la distancia entre ambos, se detuvo detrás de él. Sus manos se posaron en el costado de ambos brazos ajenos, deslizó los dedos desde la altura del codo hasta los hombros. Suave, delicada e incitadora. Un simple rose que asemejaba caricia y susurro al mismo tiempo. Al llegar a su destino dio un par de palmadas sin que sus manos se despegaran por completo de él. Ejerció fuerza en su amarre, se aproximó aún más hasta la espalda de Adrien que sus pechos fueron comprimidos por la cercanía. Estiró el cuello hasta el costado del varón y consiguió que los labios acariciaran efímeramente su lóbulo. –Entonces, ¿Qué puedo ofrecerte además de mi ingrata compañía?- Susurró. No esperaba nada y aún así quería saber qué pasaría a continuación.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: La danse sur la corde || Adrien
¿Dónde se ha metido Thanos? La pregunta ronda por mi cabeza. Adelphos, ese nombre era tan lejano a mí como la historia que me une a Thanos. De momento recuerdo quién era ese sujeto y borro su vida mortal de mi memoria a la fuerza. Me invadió un mal presentimiento esa noche y por eso fui a la residencia de mi hermano antes de volver a Inglaterra. Solo fui a advertirle que tuviera cuidado con las cosas en las que se estaba metiendo si no quería que yo también representara una piedra en su camino. Mi hermano no era santo de mi devoción pero tenía una deuda pendiente con él como él conmigo. Solo por eso planeaba ser de cierta ayuda con él. Sin embargo, en esa residencia no había más habitante que la oscuridad. Esperé durante varios minutos hasta que finalmente un ser con vida, por decirlo de una forma elegante, llegó a donde yo estaba. Se trataba de una mujer que fue mencionada otras veces por Thanos y que hasta entonces no tuve el gusto de conocer. Su aroma era fuerte, aroma a piel y a sangre, invadiendo todo el espacio. Intenté ser indiferente a sus preguntas y a sus provocaciones.
Thanos prefería a las mujeres salvajes y esa era una clara prueba. ¿Qué debía esperar? Conservé mi postura mientras la mujer se movía de un lado a otro. Pronto ofreció que hagamos algo entretenido pero yo estaba seguro de que no teníamos la misma apreciación de lo que esa palabra podría significar. —No vine aquí a divertirme, gracias por la oferta— respondí cortante y empezando a impacientarme pero Hela era sorda o se hacía a la que lo era ya que no tomaba en cuenta mis palabras. La segunda vez que ofreció algo fue vino. La observé por el rabillo del ojo —Supongo que no puedo pedir más— dije aceptando el vino que la mujer ofrecía. No tenía ganas de beber pero de no hacerlo tendría que soportar más de sus ofrecimientos. Esperé a que el vino llegara a mí y lo acepté en silencio. El sabor, como la mujer dijo, era barato. Dejé la copa en una mesa cercana y decidí ir a esperar fuera solo por unos minutos más ya que no planeaba echar raíces allí por el resto de la noche. También pensé en dejarle un mensaje a Thanos antes de irme pero para eso tendría que hablar con Hela.
Antes de que pudiera volver a ella, sentí que se acercaba a mí por detrás y su repentino contacto me tomó por sorpresa. Sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja y eso fue suficiente para que reaccionara. Me hice a un lado de ella y giré para tomarla de la muñeca con fuerza —¿De verdad que quieres ofrecer más?— pregunté observándola fijamente por primera vez. La cercanía entre ambos era evidente pero también la tensión que acababa de generarse. —¿Te comportas así con todos los invitados de Thanos?— seguí dándole a entender si era tan descontrolada como parecía. Cada quién tenía que poner un límite y mi hermano no había educado bien a su criatura. Empezaba a preguntarme si yo debía hacerme cargo de eso. Solté su muñeca y me quité el abrigo para dejarlo sobre sus manos. —¿Qué seguiría a esto? Supongo que el placer de tu compañía, bien, demuéstrame qué clase de modales tienes— finalicé retándola a seguir. Empezaba a importarme menos la espera gracias al comportamiento insistente de Hela. Al menos aprovecharía mi tiempo haciendo una buena acción: educando.
Dejé de estar de pie en ese lugar para caminar hacia el sillón más cercano. Me senté como si fuera una visita que esperaba la mejor de las atenciones. Podía adivinar qué clase de trato me daría esa hermosa criatura así que tenía en mente como tratarla en adelante. —Un poco de vino estaría bien, uno de buena calidad, no eso…— señalé la copa que había dejado a medias. Volví la mirada a ella y la observé detenidamente. Su ropa la hacía lucir como una mujerzuela. —Si no tienes nada mejor que ofrecer puedes verter tu sangre en una copa— añadí con un tono de aburrimiento.
Thanos prefería a las mujeres salvajes y esa era una clara prueba. ¿Qué debía esperar? Conservé mi postura mientras la mujer se movía de un lado a otro. Pronto ofreció que hagamos algo entretenido pero yo estaba seguro de que no teníamos la misma apreciación de lo que esa palabra podría significar. —No vine aquí a divertirme, gracias por la oferta— respondí cortante y empezando a impacientarme pero Hela era sorda o se hacía a la que lo era ya que no tomaba en cuenta mis palabras. La segunda vez que ofreció algo fue vino. La observé por el rabillo del ojo —Supongo que no puedo pedir más— dije aceptando el vino que la mujer ofrecía. No tenía ganas de beber pero de no hacerlo tendría que soportar más de sus ofrecimientos. Esperé a que el vino llegara a mí y lo acepté en silencio. El sabor, como la mujer dijo, era barato. Dejé la copa en una mesa cercana y decidí ir a esperar fuera solo por unos minutos más ya que no planeaba echar raíces allí por el resto de la noche. También pensé en dejarle un mensaje a Thanos antes de irme pero para eso tendría que hablar con Hela.
Antes de que pudiera volver a ella, sentí que se acercaba a mí por detrás y su repentino contacto me tomó por sorpresa. Sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja y eso fue suficiente para que reaccionara. Me hice a un lado de ella y giré para tomarla de la muñeca con fuerza —¿De verdad que quieres ofrecer más?— pregunté observándola fijamente por primera vez. La cercanía entre ambos era evidente pero también la tensión que acababa de generarse. —¿Te comportas así con todos los invitados de Thanos?— seguí dándole a entender si era tan descontrolada como parecía. Cada quién tenía que poner un límite y mi hermano no había educado bien a su criatura. Empezaba a preguntarme si yo debía hacerme cargo de eso. Solté su muñeca y me quité el abrigo para dejarlo sobre sus manos. —¿Qué seguiría a esto? Supongo que el placer de tu compañía, bien, demuéstrame qué clase de modales tienes— finalicé retándola a seguir. Empezaba a importarme menos la espera gracias al comportamiento insistente de Hela. Al menos aprovecharía mi tiempo haciendo una buena acción: educando.
Dejé de estar de pie en ese lugar para caminar hacia el sillón más cercano. Me senté como si fuera una visita que esperaba la mejor de las atenciones. Podía adivinar qué clase de trato me daría esa hermosa criatura así que tenía en mente como tratarla en adelante. —Un poco de vino estaría bien, uno de buena calidad, no eso…— señalé la copa que había dejado a medias. Volví la mirada a ella y la observé detenidamente. Su ropa la hacía lucir como una mujerzuela. —Si no tienes nada mejor que ofrecer puedes verter tu sangre en una copa— añadí con un tono de aburrimiento.
Invitado- Invitado
Re: La danse sur la corde || Adrien
La presunción de Adrien, estaba por volverse tediosa. Es verdad que en primera instancia el egocentrismo es una de las cosas que Hela admira en los hombres; sin embargo y pese al gusto que tiene, existen ciertos comentarios, acciones y pensamientos que llegan a cansarle. Cerró los ojos y buscó en su cabeza alguna idea que pudiese mantenerla dentro de la conversación y no salir de ahí en busca de Ethan, que era lo que verdaderamente deseaba en ese momento. Sonrió rindiéndose ante sus palabras. –Puedes pensar lo que quieras. No importa la respuesta que te de, siempre encontrarás el modo de tergiversarlo- Dijo mientras recorría la habitación hasta llegar a la pequeña cantina. Revisó las diferentes botellas. Destapó algunas, analizo el color y olfateó el licor dentro de ellas. Ninguna conquistó su paladar. Por supuesto, a estas alturas, la exigencia de Hela podría bien ser muy alta o bastante reducida.
Observó a su compañero ponerse cómodo. Desde esa posición no era tan diferente al hombre que llama padre. Se quedó en silencio, con el ceño fruncido y tratando de adivinar cómo es que una criatura tan diabólicamente ancestral había decidido tomar un juguete como ella. ¿Qué fue lo que le motivó? ¿Soledad? ¿Empatía? ¿Lástima? Se encogió de hombros a la par en que un pensamiento sombrío acudía a su respuesta. La sugerencia sobre beber de su sangre consiguió sacarle de su ensimismamiento, a lo que burdamente respondió con un estallido de carcajadas. –No seas patético, aquel vino barato es mejor que mi sangre- Aún así levantó la muñeca y desgarró un poco la piel para que el líquido escarlata fluyera por su pálido brazo. La línea era delgada pero jodidamente tentadora. Era como observar la belleza infinita que tiene la vía láctea en el cielo nocturno. Hipnotizante, atrayente y mortífera.
-¿Puedes oler eso?- Cuestiona abriendo sus fosas nasales y haciendo un mohín de disgusto. Sabía y entendía que la sangre de vampiro suele ser bastante adictiva y únicamente en un par de ocasiones lo comprobó con la propia. No obstante, nunca le gustó el olor que provenía de ella, no de esa maldita y miserable putrefacción que corría por sus venas. -Pero si así lo deseas…- Tomó una copa y vertió su sangre sobre ella. La espesura incitaba pero de alguna u otra manera también colocaba una advertencia a cualquiera que la bebiera al igual que el arsénico. Se acercó hasta él y le ofreció la bebida con la misma mano en donde tenía la herida. En el espacio que les separaba y como si se tratase de un movimiento lento, una gota púrpura cayó al suelo. –Al menos que prefieras beber de otra forma- Y esta vez, lejos de insinuarse, lo dijo sin prestar atención.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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