La meg elsker deg [Reidar]

La velada que debería haber sido una cena agradable en familia donde se realizarían nuevas presentaciones y se pondrían sobre la mesa los planes para salvar la manada de Reidar, se había convertido en una noche de enfrentamientos y desgracias donde ninguno parecía querer dar su brazo a torcer.

Agradecí que Damon interviniese con raciocinio en el último enfrentamiento entre Reidar y Erlend, aunque sería cuestión de tiempo que volviesen  a buscarse. Erlend era mi amigo y se preocupaba por mí, y a Reidar parecía que se le había olvidado que queríamos ayudarlo, que noches atrás había sido Erlend quien le había dado esperanzas en una guerra imposible de ganar sin nosotros. Lo único que veía en nosotros ahora mismo era traición; pero estaba equivocado. Lo malo es que no me daba la oportunidad de demostrarle que se equivocaba.
De todas formas tenía que hablar con Erlend, necesitaba que dejase sus rencillas contra Reidar a un lado. Ahora lo importante no era como me encontrase yo, lo importante era que aunasen fuerzas para salvar a la manada de Reidar, y si Erlend seguía defendiéndome a capa y espada esto no sería posible.

Me despedí de Lobbo con un beso en la frente antes de que se marchase con Damon y Arely a la mansión de éste, mientras Reidar y yo volvíamos a la suya. Cogimos nuestras monturas y en silencio emprendimos el camino hacia una casa totalmente vacía. Incapaces de dirigirnos la palabra; él porque me odiaba, y yo porque me sentía tan vacía que era incapaz de hablar.
Una hora después traspasamos aquel umbral que había sido un momento de felicidad una semana antes, hasta que Reidar descubrió que se había desposado conmigo y había comenzado mi infierno particular.

-Esto es absurdo Reidar, no puedes seguir sin hablarme.- dije incapaz de moverme de la puerta que todavía permanecía abierta, buscando su mirada que estaba cargada de odio cuando se giró hacia mí.- Tienes razón en sentirte enfadado, porque me habías dicho que querías ir despacio y solucionar primero la guerra en la que está envuelta tu manada. Pero esa noche en la que tú me acusas de haberte traicionado también me dijiste que me querías, que esperabas que fuese suficiente para permanecer juntos. ¿Qué querías que hiciese cuando me pediste matrimonio? ¿Qué te hubiese dicho que no y correr el riesgo de perderte para siempre? Pensé que habías cambiado de opinión, que me querías de la misma forma que yo te quiero a ti y que querías tener una razón por la que volver a parte de tu hijo.- desvié la mirada mirándome las manos, tomando aire despacio y controlando las lágrimas que llevaban toda la noche amenazando con salir.- Jamás hubiese imaginado que te sentirías traicionado por mí, es algo que sería incapaz de hacer. Y si hubiese sabido que casándonos te iba a perder para siempre, créeme que habría declinado tu oferta. Para mi lo importante no es un anillo en mi dedo, lo que me importaba de verdad es que me quisieses; aunque ahora ya...

Mi respiración se entrecortó y supe que no podría aguantar mucho más las lágrimas. Me había mantenido en un estado de shock en el que trataba de no pensar que lo había perdido para siempre, en el que todavía había tenido esperanzas de que lo nuestro se pudiese arreglar, pero poco a poco iba asimilando la cruda realidad, sus desprecios y su mirada borraban todas mis esperanzas e ilusiones.

-No tienes porque decirle nada a tu manada respecto a nosotros. Erlend, su ejército  y yo te ayudaremos a exterminar a los nosferatu, y cuando estéis a salvo desapareceré de tu vida para siempre. Con un poco de suerte mi alma se quedará en esa guerra y acabaran todos tus problemas.- hice una breve pausa sabiendo que a Erlend no le haría gracia que luchase en esa guerra; más yo ya no tenía nada que perder, había perdido lo único bueno que tenía por dejarme llevar por lo que sentía por ese lobo.- Podrás encontrar una mujer que quiera a Lobbo y con la que ser feliz.

Cerré los ojos durante unos segundos, me ahogaba. Mis propias palabras me destrozaban por dentro. El dolor que sentía en el pecho era tan fuerte que no podía respirar; era un dolor mil veces peor que cuando me habían clavado una estaca.-Si me disculpas...- susurré con apenas un hilo de voz, para salir por la puerta de nuevo, dándole la espalda bajando la escalinata del porche. Me senté en el último escalón cuando las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas de forma arrolladora, incapaz de retenerlas durante más tiempo; escondí la cara entre mis piernas tratando de buscar un consuelo que no encontré- ¿Por qué no eres capaz de ver lo que te quiero? ¿Por qué eso no puede ser suficiente para que me des otra oportunidad?- susurré para mí, imaginando que él no me escucharía desde el interior de la casa.

Con cierto agotamiento , pesar y desazón por el trascurso de la velada, por mi fatídica vida y por los acontecimientos que aun estaban por venir y veía oscuros como la misma noche sin luna, me despedí de mi hijo con un beso en su pelo.
En brazos de mi hermano parecía descansar placido, sin duda este seria un padre mucho mejor que yo.
También era un alfa mejor que yo, sus decisiones eran las correctas, jamas perdía el control aun dejándose por el camino el alma y perdiendo a su prometida en un acto poco egoísta que fue el de proteger la vida del bebe que en el vientre de su beta crecía.

Admiraba a mi hermano por su templanza, por su carácter férreo y por poder seguir en pie pese a estar derrotado.
Yo por ende lo había hecho todo mal, lo peor enamorarme de una mujer que me había traicionado llevándome a un abismo en el que no había luz, si no sombra y del que trataba de luchar por salir pero la ira, la rabia y el desprecio me querían engullir.

En silencio sepulcral volvimos a lo que ella podría llamar nuestro hogar, mas para mi solo era mi infierno personal.
Allí estábamos atravesando el umbral de una casa que compré con ilusión y que hoy solo representaba para mi decepción y dolor.
Allí se atrevió a volver a intentarlo ,a excusarse, a decirme que no podíamos seguir así.
Una sonrisa sarcástica escapó de mis labios, incrédulo por sus palabras.
-Es muy lógico lo que cuentas. Si justo antes de emprender la noche, sobrio te digo que siento algo, pero que aun no estoy enamorado. Que necesito tiempo, que mi situación no es fácil, que estoy en guerra, que mi manada se muere.
Llega mi hijo, ves por tus propios ojos que no me lo invento, que no es una escusa, que su madre a muerto.
¿como te atreves a decir que no me has traicionado?
Me has engañado, aprovechaste que iba completamente ebrio para omitir mis palabras y crees lo que tu deseabas.
No quería esa boda, no contigo y no en ese maldito momento en el que mi manda en el norte moría mientras yo pronunciaba mis votos.
Te odio Moira, no sabes como.

Me aparté de su lado desviando la mirada ámbar a la chimenea apagada, no era capaz de entenderme, no era capaz de ver lo desesperado que estaba y sus siguieres palabras, esas cargadas de lastima, de hacerse la victima no ayudaron en nada.
Salió del salón para bajar a llorar, a lamentar su maltrecha acción y yo no pude contener la rabia, destrocé todo a mi paso a puñetazos, estaba ido, desbocado, solo quería beber, olvidar y posiblemente follar, pero con la mala suerte que tenia de hacerlo, Moira lo aprovecharía y me colaría  entre sus piernas porque esa mujer era el demonio.

Hablaba de amor, pero para mi el amor era otra cosa, no este juego en el que ella había movido sus piezas para no pasar sola su inmortalidad condenando la mía a la suya.
No quería esto para mi vida, al menos no como ella me había obligado a hacerlo.

Sus palabras de odio resonaban en mi cabeza, y no solo porque yo pudiese sentir éste en su aura, sino porque me lo había dicho claramente. Me había vuelto a acusar de traición y de esos labios que tanto anhelaba volver a besar habían salido las palabras más dolorosas que jamás pensé que escucharía, un "te odio" alto y claro que arrasaban a su caso cualquier esperanza que tuviese de conseguir una reconciliación.

Había destrozado un precioso amor que hubiese ido surgiendo poco a poco en un odio tan fuerte que podía tocarse con las manos. Si al menos accediese a escucharme, si tratase de como yo hacía con él, de ponerse en mi lugar durante un instante, comprendería que mi acción no había sido realizada con ninguna maldad, sino empujada por el amor que le profesaba y el miedo que tenía de perderlo, que era precisamente lo que había conseguido al dejarme llevar por mis sentimientos.

Todavía sentada en las escaleras, trataba de contener esas lágrimas que había estado manteniendo a raya toda la velada y que ahora se negaban a retroceder, más fue un fuerte estruendo en el interior de la casa lo que llamó mi atención. Conocía a Reidar lo suficiente para saber que estaría destrozando todo lo que estuviese a su paso, igual que había ocurrido en esa estancia durante el baile. Me enjugué las lágrimas con el dorso de la chaqueta y volví sobre mis pasos para encontrarme a mi marido (que ojalá no lo fuese) totalmente fuera de sí.

Tomé aliento y me encaré a él, poniéndome en frente suyo para evitar que siguiese arrasando el poco mobiliario que había en aquella casa. Sentía el escozor en los ojos de haber estado llorando, sentía un dolor tan fuerte en el pecho que me era imposible respirar, y aún así volví a intentar calmarlo, sabiendo que no recibiría más que dolorosas palabras que me llevarían a un pozo sin fondo del que no conseguiría salir jamás.

-Reidar, por favor.- susurré cuando traté de buscar esa mirada que distaba mucho de las que cómplices compartíamos. Rocé su mano, tal vez si volvía a ver esos recuerdos que yo podía transmitirle le sirviese para darse cuenta de que no había sido un engaño, que había amor en sus ojos cuando me hizo la propuesta y una gran felicidad en mi alma cuando acepté; pero esto no fue posible, pues con un movimiento brusco evitó todo contacto.- Entiendo tu enfado, que te sientas traicionado y que desees no haberme conocido nunca. Apresurar todo esto fue un error garrafal por mi parte, una decisión equivocada que nos está empujando a separarnos cada vez más en lugar de unirnos. Solo necesito que me perdones, que me des tiempo para que te demuestre que a pesar de no haber actuado del modo correcto todavía podemos arreglarlo. Sé que no me crees cuando te digo que te quiero, piensas que es una obsesión, pero igual que tu sabes que lo que sientes por mí es odio, yo tengo también muy claro lo que siento por ti.

Sabía que no me iba a dar una oportunidad, que lo más probable es que mis palabras de perdón y arrepentimiento lo cabreasen todavía más, pero no me enfrentaría a él. Si quería descargar su rabia contra mí no opondría resistencia alguna, ¿para qué? ¿qué ganaría si ya lo había perdido todo?

El cuerpo de la inmortal se interpuso frente al mio, mi mirada ámbar como la bestia que era, se alzó para enfrentarse a la suya.
Nunca había sentido el odio que hoy me hacia arder entre nuestras dos razas.
Ahora entendía el porque de ese sentimiento ancestral que nos predecía y que yo como un ingenuo nunca quise entender, pensando que no todos son iguales, oportunidad dada, traición tomada.

De nuevo sus palabras se me clavaban como filos de cuchillas que despuntaban frente a mi cara. ¿Como era capaz de ser tan cínica?
No iba a volver a explicarme, pues ahora de poco o nada me valían sus disculpas.
Estaba casado con una mujer que me había forzado a ir a su ritmo sin respetar en lo mas mínimo el mio.

Había cavado mi propia tumba, mas de lo que no se daba cuenta, es que mi tumba se convertiría en su cárcel y mi odio en su sepultura eterna.
-Crees que tienes lo que quieres, a mi. Te equivocas Moira, a mi me has perdido y haré como cientos de hombres con matrimonios de conveniencia, me perderé entre las piernas de las putas del burdel para llegar saciado y no tocarte ni con un palo.

Rabia, eso destilaban mis palabras, un odio profundo que venia de la traición que sentía devorarme en las entrañas.
-Espero que seas feliz conmigo como marido y que verme caer en el lecho borracho cada noche te sirva como abrigo a una inmortalidad que nunca te habrá resultado tan larga.

Me aparte de ella para que no me tocara, no quería ni siquiera mirarla.
-Tenemos muchas cosas que hacer, no hemos venido a discutir, si no a dejar esto como un hogar donde Lobbo crecerá y créeme, tu sonreirás como la madre que necesita y yo fingiré que no te odio para que el crea que esto es un sueño y no una pesadilla. Mas cuando sus ojos se cierren cuando la puerta de su cuarto le evada de la realidad, tu y yo seremos dos desconocidos que arden en el infierno sin piedad.

Sus ojos ámbar brillaron con más rabia que nunca frente a los míos, que permanecían oscuros incapaz de mostrar esa parte de mi naturaleza que marcaría el límite entre los dos. Estaba tan hundida, tan destrozada por dentro que ni siquiera mis instintos más primarios eran capaces de emerger en un momento como aquel, donde de normal me hubiese sentido amenazada y mil colmillos habrían empezado a dolerme por la adrenalina del momento.
Pero ya no tenía ganas de luchar, solo desear que de una vez por todas Reidar descargase toda su rabia sobre mí y terminase con esa inmortal vida que había condenado a su propia autodestrucción, llevándome con ella la felicidad del único hombre al que había amado y que en esos momentos me odiaba con toda mi alma.

Avanzó unos metros hasta mi posición, hasta encararse a mi persona desde las alturas haciéndome sentir pequeña frente a él. Se había convertido en un lobo desconocido para mí, alguien que no tenía nada que ver con el lobo que había conocido noches antes. Pronunció palabras lanzadas como puñales sobre mi persona, asegurándome que no volvería acercarse a mí, que buscaría compañía en otras mujeres. Apreté los puños impotente, sabiendo que no podía recriminarle nada, no podía pedirle que me fuese fiel después de haberle fallado de esa forma. Sería como pedirle que volviese a recordar la noche en que nos conocimos y esa cosa se derramó sobre mi vestido.

Una lágrima resbaló por mi mejilla cuando confirmó algo que ya sabía de antemano, que lo había perdido para siempre. Sentí un nudo en el cuello que me impedía respirar, una presión tan fuerte que era como si me estuviesen estrangulando con ambas manos. Fui incapaz de rebatirle nada, solo quería que todo terminase ya. Sus palabras dolían más que si me hubiese golpeado, su odio era peor que ser expuesta a los candentes rayos solares que me convertirían en cenizas.

Cuando me transformaron en lo que soy ahora y me sometieron a continuas y salvajes torturas día y noche, cuando pensaba que morirme sería una bendición y que no había nada que me pudiese doler más que acariciar las puertas del infierno cada noche cuando me dejaban medio muerta esperando que sanase mis heridas durante el día para empezar de nuevo, es porque desconocía el dolor que puede provocar el amar con tanta fuerza y no ser correspondida. Comparado con lo que sentía ahora frente a ese lobo que era toda mi vida y que me odiaba con toda su fuerza, el dolor físico que había sentido y por el que había rogado cada noche a los dioses que me llevasen con ellos, era como la caricia con una pluma.

-Tienes razón, hemos venido aquí por otros motivos que nada tienen que ver con nosotros.- contesté por fin, tragando saliva como pude y evitando sacar cualquier otro tema que lo enfureciese de nuevo. Todo estaba dicho, los sentimientos expuestos y mi alma destrozada.- Ahora poco podemos hacer para amueblar la casa. Todos los comercios están cerrados y cuando abran yo no podré acompañarte. Vuelve a casa de tu hermano con tu hijo, mañana por la noche cuando volvamos a vernos tendrás la casa como deseas.- concluí antes de darme la vuelta y dirigir mis pasos hacia la puerta.

Tenía los suficientes contactos en el mundo nocturno como para poder encargar por una cuantiosa suma de dinero que dejasen la casa lista para ser ocupada. Además de encontrar el servicio adecuado para que cuando ambos volviésemos a esa preciosa mansión que se había convertido en nuestra prisión todo estuviese dispuesto.