Heridas {Reidar}

Mi vida era un completo desastre. Yo, el alfa de una manada en ruinas, que agonizaba a cada segundo, era incapaz de encontrar el rumbo de mi vida.
Ya hacia demasiadas lunas que había llegado a París en busca de un hermano que no conocía y que creía la solución al enfrentamiento sádico que en el norte manteníamos contra los Nosferatu. Guerra que nos estaban diezmando.
Si bien cierto es que encontré su apoyo, no del modo que esperaba. Contaba con su espada, pero no con su liderazgo, ni con la fuerza de su manada que decidió mantener al margen en Italia.

Mas ese no fue el peor de mis errores, si no conocer a la que hoy es mi mujer y durante unos días pensé que podría llegar a ser mucho mas que un simple rollo de una noche.
Se “enamoro” rápido de mi, demasiado, no me dio tiempo a seguirle el ritmo y aunque ilusionado, traté de poner un poco de cordura a ese desazón que la invadía por poner nombre a lo nuestro.
Apenas la conocía de un par de días cuando llego a mi vida un niño, mi hijo.
Desconocía su existencia, mas ahora con su madre muerta, yo era le responsable de su vida.

Moira aceptó de buen grado este regalo, craso error en mis ojos, pues lo que yo vi en ella como un acto de buena fe, de sentimientos puros, se convertir en una cárcel..en la que tras una borrachera y sin respetar que yo horas antes le había explicado no desear ir tan deprisa “me case”
Así amanecí al día siguiente, con una alianza en forma de cadenas y una obligación con nombre de Vampiresa.

Habían pasado varias semanas de todo eso, nos habíamos instalado en nuestro “hogar” y supongo que esta era la única forma de escapar de mi realidad.
Aquella noche salí a beber hasta no poder mas, no me costó demasiado meterme en una pelea de bar..estaba tan perdido que ni a puñetazos lograba desatar la rabia que me invadía, el dolor que me atenazaba.

La policía llegó, separó la reyerta y a los heridos nos obligo a ir al hospital.
Menuda tontería teniendo en cuenta que yo era un licantropo y mis heridas cerrarían en apenas un día.
Así esperé mi turno en una pequeña sala de paredes blancas y material quirúrgico.
No tardó en aparecer la enfermera que la parecer trataría mis heridas.
Una sonrisa de medio lado se instauro en mi rostro ante su afirmación.
-Por el contrario, esta es mi mejor noche en mucho tiempo -confesé enredando las palabras todavía bastante perjudicado.

Dejé que hiciera su trabajo, aunque la verdad, no era necesario, mi cuerpo estaba surcado de heridas de guerra. Demasiadas cicatrices que desde luego no me hice en pequeñas reyertas si no peleando por mi territorio y mi manada.
Sus ojos buscaron los míos sin entender y los míos guardaron silencio porque era difícil de explicar.

Sonreí de medio lado ante la siguiente afirmación de la dama. Tenia razón, el resto de mis noches habían sido infinitamente peores, al menos esa noche había logrado por unos instantes evadirme de la realidad, una mierda de realidad que me absorbía a una vida no elegida.

-Si, he tenido infecciones, pero aquí sigo señorita, de allí de donde vengo, las heridas no siempre pueden ser cogidas a tiempo, por suerte mi sistema inmunologico es bueno y la fiebre apenas me dura un par de días hasta que todo vuelve a su sitio.

La dama tomo mi brazo para inspeccionare incrédula, volví a verla mirar los informes como si algo no le cuadrara,  bien sabia yo que.
-A veces la policía exagera, la mayor parte de la sangre no era mía, si no de los demás -aseguré con cierto aire de arrogancia.

No había mentido, peor habían acabado los otros que yo, aunque tampoco había dicho del todo la verdad. Las heridas cerraban a un ritmo que de seguir allí, pronto se daría cuenta que algunas prácticamente habían desaparecido.

MirÉ al ventanal de la sala, tenia que escapar, no podía permitir que esa mujer descubriera que era un ser sobrenatural y avisara a la policía. Estos sin duda llamarían a la inquisición y de ahí a pasar a arder en una hoguera en medio de la plaza de la ciudad solo quedaria un paso. Lo llamarían brujería. si no fuera por mi hijo y la manada, ni siquiera la idea de arder en el infierno se me antojaba descabellada.

Me puse en pie tambaleándome por el alcohol ingerido mientras buscaba la mirada de aquella mujer que parecía necesitar que le explicara lo sucedido.
-Fui a una taberna, bebí y no se bien como, al rato estaba envuelto en una pelea típica de borrachos..supongo que lo habitual en estos casos ¿verdad? -pregunté hundiendo mis ojos en los suyos mientras me acercaba al ventanal.

Mi mano se apoyo en este, recorriendolo con suavidad hasta llegar al cierre que abrí de golpe dejando entrar el frio de la noche en la cámara. Un vistazo rápido hacia abajo, la distancia era mas que considerable, pero ¿me quedaba otra opción? no.

De un salto subí sobre el alfeizar, un grito ahogado escapo de los labios de aquella mujer mientras corría para impedir mi locura.
Me deje caer sin mas cuando sus dedos rozaron mi piel, cayendo al suelo en pie, con las rodillas flexionadas. Aun así, el impacto fue considerable, estaba en forma humana y mi cuerpo amortiguó lo que pudo.
Alcé los ojos para enfrentar su mirada, ojos ámbar, los de una bestia ¿acaso no era eso?
Esperaba no se bien porque, que no me delatara.

Un par de heridas se habían abierto por el impacto contra el suelo, un rastro de sangre fue lo que dejé mientras me perdía por la ciudad camino al bosque. De seguirme la inquisición prefería estar en mi terreno..buscaría alguna gruta para pasar la noche y esperar que las heridas hubieran cerrado sin infectarse por la mañana.

Cuando creía que ya nadie podría encontrarme oí la voz de esa mujer terca que la parecer no se le había ocurrido mejor idea que seguir a un borracho que había saltado por la ventana hasta la inmensidad del bosque.
Fruncí el ceño mirándola de soslayo mientras me movía como un depredador entre los matorrales mas latos observándola llamarme a gritos.
¿Podía montar mas escándalo? la habrían oído ya la mitad de los depredadores del bosque, y si seguía gritando hasta la policía.

Dejé escapar el aire contrariado antes de salir de mi escondite para enfrentar su mirada.
-¿No os ha dicho nadie Madam que el bosque es peligroso a estas horas? -pregunté acercándome lentamente, rodeándola como si fuera mi presa.
Mi intensa mirada parda se hundió en la suya para después bajar por su cuerpo hasta alcanzar a ver sus manos cargadas de vendas.
-Imagine que yo fuera un borracho que tuviera ganas de tomarla ¿que me lo impedirá en la profundidad del bosque donde sus gritos no se oirían?

Ladeé la cabeza tratando de olfatea su miedo, tratando de entender que la había llevado a perseguirme hasta ese lugar poniendo en riesgo su vida, pues aunque era cierto que yo no era de esos, los había.
Acorté la distancia para tomar las vendas de su mano, con ellas la aguja y el hilo.
-Busquemos una gruta, hay que prender fuego, hay demasiados depredadores al acecho.

Mis sentidos agudos eran capaces de percibir cada rama quebrarse, el olor de los carroñeros, si seguíamos allí, pronto seriamos la cena de algún animal hambriento.
Esa mujer era un problema que me hizo sonreirá de medio lado.
-Estoy borracho, no se como saldría de una pelea con una manada de lobos, así que obedeceme y vamos -tiré de su mano.

El bosque lo conocía bien, si mal no recordaba, tras el pequeño sendero que se abría en el lateral, había un arroyo, y una gruta de un buen tamaño para los dos.
Con la arboleda no me costaría encontrar los suficientes troncos como para mantener un fuego encendido.
Un paisaje idílico pronto se abrió frente a nuestros ojos, con la media luna reflejada en las cristalinas aguas, el verde prado de hierba húmeda y la gruta a nuestras espaldas.
-Vamos -susurré adentrándome en el interior de la cueva.
Unos minutos después la hoguera estaba prendida y nosotros frente a ella.
-¿que te ha traído aquí? ¿haces eso con todos tus pacientes? -pregunté orillando mi cuerpo al suyo para que dejara de temblar.

Pronto frente a nosotros las llamas del fuego bailaron calentando nuestros cuerpos.
Sus ojos se teñían de aquel maravilloso color rojo mientras en ellos quedaban reflejadas las llamaradas.
Se acabaron las formalidades cuando de sus labios escapó mi nombre, sin tapujos, sin el señor delante.

Intuí que el nombre había salido de ese informe que estudió con detenimiento, ahora ella estaba en clara ventaja frente a mi, pues yo no había tenido ningún papel para estudiarla.
Sonreí de medio lado alzándome la camisa para acercarme a ella y quedar arrodillado mostrandole las heridas que cerraban despacio, pero que tras el salto habían quedado de nuevo abiertas.
-Has venido para esto ¿verdad? -pregunté fijando mis ojos en los ajenos con la intensidad de la luna llena.

Acabé de sacar la camisola de mi cabeza y me posicioné mas cerca de ella para que pudiera coser la herida.
Vi como dudaba sobre clavar la aguja sin ningún tipo de anestesia, o quizás pensaba en que no había nada desinfectado.
La observe en silencio unos segundos mientras sus gestos parecían decir demasiado sin ser capaz de decir una sola palabra.

Era divertido, verla pensar, aun con todos los utensilios sobre su regazo, inspeccionando mi torso como si fuera un lienzo en blanco en el que pretendía pintar su mejor obra, como empezar a cerrar la herida.
-¿Puedo darte un consejo? -pregunté con cierto tono burlón -si miras así porque te gusta lo que ves, sigue, puedes tocar  -bromeé- si no, clava la aguja, no suelo coger infecciones y créeme, soporto bien el dolor.

Mis ojos recorrieron su cuerpo, voluptuoso, de formas perfectas pese a la ropa que llevaba, nada llamativa, mas bien de trabajo.
Era una mujer hermosa, llamaba la atención sin duda sobre muchas otras.
Alcé la vista al tiempo que ella lo hacia, nos miramos un segundo frente al fervor de las llamas, mis ojos bailaron hasta sus labios, quizás necesitado de ese tipo de cuidados infinitamente mas que de que la aguja se clavara en mi costado.

Aparte un mechón de su cabello deslizando mi mano por su rostro en completo silencio, enrede en el pelo de  atrás de su nuca mis dedos atrayedola con suavidad hacia mi boca que sedienta se entreabría para recibirla.
Nuestros alientos bailaron ajetreados, allí me detuve, meditando inconscientemente si lo que hacia era lo adecuado, no era un hombre libre.
No imaginé un matrimonio nacido de una traición, pero la fidelidad estaba grabada a fuego en mi raza.
Cerré los ojos tratando de abstraerme de aquella realidad que frente a mi se presentaba y mi frente quedo apoyada en la ajena pidiendo una pausa que no llegaba.

Una punzada tras otra la piel iba cerrando, siseé un par de veces, algo que la forzó a alzar la vista como si mi dolor fuera el mio. Nuestros ojos se encontraron cargados de deseo.
No se el tiempo que trascurrió, solo se que apenas sentía esas punzadas. Desde arriba la vista de sus gestos, de sus labios, hasta de ese ligero escote que apenas dejaba ver nada, era perfecto.

Acercó sus labios a mi torso para sajar el hilo, labios contra labios nuestras miradas se enlazaron cuando levantó la cabeza para recuperar su posición.
Mi mano atrapó un mechón de cabello rebelde, mis dedos lo acompañaron tras la oreja posándose en su nuca, palma contra esta para traerla hasta un beso lento, cargado de miradas en las que nos estudiábamos sin palabras, mas si con hechos.

Mi respiración agitada mostraban lo mismo que mis ojos ámbar, que necesitaba mas de ella en esa noche de luna nueva.
Nos devoramos con la mirada un instante antes de que su cuerpo se alejara, y mi cuerpo la busco un segundo por inercia.

Envolvió una venda con sus manos para colocarla sobre mi piel, aliento de nuevo entremezclado, cuerpos que ardían con cada roce de su piel. Ínfimos gestos que tornaban mi mirada demasiado salvaje para ser mostrada, al menos para que aquella noche tuviera que dar mas cuentas de las deseadas.
Jadeé desviando mi aspecto lobuno a un lado, mientras acababa de atar las vendas en mi costado.

De nuevo la distancia la puso ella, palabras dispersas, sobre lo rápido que curaban mis heridas, y por último lo que posiblemente le acribillaba la mente, mi estado “casado”
Debía haberlo visto en el informe.
Mis ojos la buscaron centellaron con un profundo tono ámbar.
-Si, lo estoy, mas no es un matrimonio deseado -Apunté con cierta ira en mi voz.

De nuevo busqué su aliento ,quizás porque esa noche era mi único sustento y gateando frente a ella volví a tomar sus labios, esta vez con fiereza, deseo, pasión, lujuria, un beso para los dos.
Era consciente de que podía empujarme, negarse, mas el mundo no era para los cobardes.

Colisioné mis labios con los ajenos con fiereza, deslizando mi legua entre sus labios para explorar los nuevos caminos trazados.
Mi lengua serpenteo vanidosa en un duelo a muerte mientras los jadeos se hacían mas fuertes y mis manos tiraban de su cintura para subirla sobre mi a horcajadas.

Estaba tentando a la suerte, o al infortunio, mas ¿que mas daba si estaba pecando?, ¿si aquello no era lo correcto?, ya lo habia perdido todo.

Un gemido mas de protesta que de placer contra mis labios, al subirla a horcajadas fue suficiente para darme cuenta de que esto o era lo que ella deseaba.
Podía ser muchas cosas, mas jamas fui un hombre capaz de forzar a una mujer a nada.
Tiró de mis hombros y yo me limité a dejarme hacer, impactando así mi espalda contra el suelo.

Ojos ámbar que se fundieron con sus pardos, sus labios rojos por el pasional beso, me mostraba la cruenta realidad que yo bien conocía “estas casado”
Esa lacra me acompañaría de por vida. Se equivocaba en el “no puedes hacer esto”, claro que podía, podía porque ella me había traicionado a mi, ¿no merecía acaso la misma traición por mi parte?

Me relamí los labios al sentir como me liberaba de su cuerpo, podría decir que sentí el vació del calor, mas no, no sentía nada...hacia demasiado tiempo que no era capaz de sentir mas emociones que el del odio.
Estaba furioso, con ella, conmigo, con el mundo. Un mundo que se venia abajo y y era incapaz de poner remedio a ninguno de los males que asolaban mi vida.

Mi mirada se perdió en el fuego, incapaz de pensar en otra cosa que lo que dejé atrás antes de llegar a París, una manada en guerra.
Por aquel entonces mi idea era liberarla, contar con la ayuda de un hermano al que no conocía, y junto a él, emprender la gesta que destruyera a los nosferatu de una vez por todas.

Había fracasado, era incapaz de gobernar mi propia vida ¿como pretendía ser un buen alfa para mi manada?
Las llamas intensas bailaban en mis ojos lobunos, incitándome a volver a esos bosques que posiblemente serian el infierno en este momento, donde la sangre quedaría esparcida por esa hierba que me vio crecer, convirtiendo los arroyos en carmesí.

Negué tensando el gesto, no me reconocía ¿cuando me convertí en ese guerrero que bajaba los brazos en señal de derrota?
Había tomado malas decisiones, pero tenia que volver, y si mi final estaba escrito ,seria allí, en mi hogar.
A fin de cuentas Lobbo era lo único que me importaba e este mundo y si no protegía yo, su padre, el líder de la manada, su legado ¿quien lo haría?

La voz de la dama me saco de mis pensamientos, desvié la mirada hacia ella, recolocaba el vestido ofreciéndome conversar.
No pude evitar sonreír de medio lado.
-No tengo mucho que decir...tenéis razón, estoy casado.

Guardé unos instantes silencio analizando su rostro, en ella los tonos anaranjados de las llamas brillaban con mas fuerza en una tez clara como la porcelana.
-Lo siento, no tenia intención de incomodarte...pero, me apetecía y no he medido las consecuencias de mis actos.

Los dos frente al fuego, encerrados en esa gruta que ahora se me antojaba demasiado pequeña para ambos nos mirábamos de frente intentando evitarnos.
Si algo describía esa situación era la palabra “incomodidad” estaba claro que me había seguido allí por su don de de alma caritativa, una buena samaritana que corría tras un enfermo ebrio que había saltado de un primer piso sin hacerse daño aparente.

Esa mujer era una imprudente, se había adentrado de noche, en el bosque, sin considerar siquiera los peligros que eso conllevaba, la cantidad de depredadores que entre la maleza aguardaban y corría como un trozo de carnaza pronunciando mi nombre en voz alta.
Mas eso no era todo, después de encontrarme y curarme las heridas, sus ojos bailaron por mi cuerpo.
¿La interprete mal? Lo dudo, era consciente de como una mujer mira a un hombre cuando lo desea ¿entonces? ¿Cual era el problema?

Fruncí el ceño antes de alzar la mirada hundiéndola en sus ojos de forma fija, intensa.
-Estoy casado ¿y? Acaso eres tu la que ha prometido fidelidad a mi esposa? ¿pronunciaste tu los votos de los que hoy me acusas traicionar?
Negué con cierta ironía mientras una risa de medio lado se apoderaba de mis labios.
-¿cual es tu problema? ¿nunca te dejas llevar sin mas?

Acorté de nuevo la distancia entre nosotros y deslicé mi dedo por su piel, observé como esta se erizaba bajo la yema de mis dedos que raudos continuaron ascendiendo hasta el tirante de su vestido que baje con rapidez.
-Si me deseas ¿que importa el como? ¿el cuando? ¿o el por que? Nunca volverás a estar aquí conmigo, nunca se repetirá este instante..quizás existan otros, pero no serán este. ¿Estas segura de querer perder el momento de tocarme?

Ladeé la cabeza mirándola, mis ojos ámbar volvieron al encuentro de su perdida mirada que parecía debatirse entre la moralidad y el deseo.
-¿Quieres jugar? Juguemos...adivinar cosas de ti, es fácil.
Aspiré el aroma de su piel entreabriendo los labios frente a los suyos.
-Has venido tras de mi porque eres terca, obstinada, incapaz de aceptar que un paciente decida voluntariamente que no desea tu ayuda.

Mis dedos dibujaron sus labios,tirando del inferior ligeramente.
-Me deseas, pero no eres capaz de dar tu brazo a torcer, no por orgullo, si no porque crees que es lo correcto, claro que tu mente se debate entre mandarlo todo al cuerno y cabalgar sobre mi esta noche dejando que el fuego caliente tu cuerpo.

Rocé sus labios con los míos, manteniendo esa ínfima distancia con la que mi aliento golpeaba el suyo invitándola a continuar el juego pero sin palabras.
-Eres una chica de buena familia, de ahí tus férreas convenciones, demasiado impulsiva para algunas cosas, demasiado reflexiva para lo importante.
Quieres saber de mi, por eso inventas este juego, con la esperanza de que te de un motivo para arrancarme este beso y tras el, la ropa que cubre mi cuerpo.
dime pequeña humana ¿en que me equivoco?

Empujó mi cuerpo para subir sobre mi, sus caderas se acomodaron sobe mi abultada entrepierna y mis ojos se tornaron mas miel que antes, centelleando para enfrentarla.
Gruñí escuchando como me debatía mis palabras, aunque eso no fue todo, era su turno, prepotente, creído, indomable...
Tensé cada uno de mis músculos bajo su cuerpo tentado de que la pared se convirtiera en nuestro lecho, de querer hacerla de menos que me impedía tomarla y deshacerme de su cuerpo donde os depredadores la convirtieran en carroña.
Yo era un lobo, un alfa, nací para liderar una manada, me preparé para gobernarla y ahora estaba tan perdido que ni siquiera esa mujer que casi había dado en el clavo era capaz de darse cuenta de que mi rabia no era porque ella no me obedeciera, si no que la traía de serie de casa.
Mi vida se desmoronaba frente a sus ojos, el problema es que no me conocía y yo no era de esos que cuentan sus penas para camelarse a la primera que pasa.

Gruñí, ronco, rabioso, enfadado mientras ella resoplaba, posiblemente asumiendo que ambos habíamos emprendido una gesta de la que difícilmente saldríamos victoriosos.
El viento azuzó el fuego entrando por la boca de la gruta, casi emitiendo el mismo aullido que escapó de mis labios cuando mi boca busco la ajena que para mi sorpresa se chocó con la suya igual de impetuosa.
La ira se había trasformado en una pasión desmedida, en la que nuestras lenguas se enredaban victoriosas en un duelo sin tregua.
Jadeé contra sus labios, que se entreabrían dándome paso una y otra vez, permitiéndome recorrer esos senderos inexplorados que me engullían a placer.
Mis dedos en su nuca, aferrados a su castaño cabello, la atraje mas, nada era suficiente para poder calmar el desasosiego de un hombre perdido, a la deriva y sin faro que guiara ni barco, ni capitan.

La giré con brusquedad, mis ojos centellearon un instante mirando sus pardos, tormenta que se desato en el desierto de su piel que poco a poco cedía frente a los roces de mis manos.
Mis caderas buscaron su bajo vientre, ropas que estorbaban en ese preciso instante en el que reclamaba su cuerpo contra mi piel.
Rugí completamente ofuscado, mientras mis manos se perdían en las cintas de su corseé desanudandolo.
Demasiado lento para le grado de excitación y necesidad, tire de ella, para con la daga que saque del cinto cortar las cuerdas que dejaron su torso al descubierto.

Mis ojos se oscurecieron frente a la imagen de su desnudez, su pelo sobre el suelo, su boca acompasada a los delirios de mis labios.
Hundí mis dedos en sus muslos arrastrando la falda con ellos, alzándola a su paso, hasta afianzarlos a sus caderas que empuje contra mi virilidad encendida.

No iba a preguntar si estaba segura, no cuando ella había prendido la llama y yo simplemente ardía.
Su espalda se arqueaba con cada embestida que acogía sobre sus bragas.
Llevé mi mano al botón de mi pantalón, liberando a la bestia, sus ojos en los míos, nos miramos un instante, tregua que nos concedimos posiblemente pensando en la falta de cordura de un acto desesperado que yo necesitaba y egoistamente la arrastraba conmigo al abismo mas absoluto.

Esa mujer era un volcán, lava que me empujó después de apartarse las bragas dispuesta a ser ella la dueña del momento, caderas que danzaban sedientas sobre el hacha alzada y en pie de guerra.
Aun no sabia con quien se enfrentaba a ese duelo a muerte en el que la dulzura no tenia cabida, mas si el infierno que nos envolvía.
Gruñí mirándola fijamente, ojos ámbar mientras sentía su sexo envolver de forma cálida mi endurecida virilidad.
Danzo sobre ella, moviéndose despacio, abrasando mis ganas que hundían los dedos en sus caderas marcando sin éxito un ritmo mucho mas frenético.
Sus ojos me desafiaban, como si quisiera de nuevo dejarme claro que era ella la que mandaba.
Sonrisa ladina en mi rostro, que se alzó para tomar su boca de forma violenta.

De nuevo el duelo de egos entre mordiscos salvajes, pude sentir el férreo sabor de la sangre, mi sangre, ojos oscuros por el deseo, dejando que ella sola se incendiara, mis ojos la cercaron como si fuera un lobo hambriento, posiblemente porque lo estaba, pero era incapaz de confesarlo.
La volteé de nuevo, gruñido desesperado que escapó de mi garganta al no lograr consumirla en mi propio infierno.

La empalé, mi ritmo mucho mas brusco, sus gemidos acallados por mi boca, nuestros alientos se encontraron formando uno solo.
Sus uñan en mi piel, recorriendo mi espalda, marcándose de forma desordenada, atrayéndome, quería mas lo notaba al sentir su cuerpo arquearse y sus caderas sucumbir a mis movimientos buscándome.

Ahora ambos bailábamos al mismo son, complacido sonreí victorioso contra su boca. Recorrí su mandíbula con mis dientes, lamiendo su inmaculada piel, dejando un reguero de besos cálidos hasta alcanzar las montañas que se alzaban endurecidas contra mi torso.
La oí gemir cuando las coroné succionando sus pezones una y otra vez, ritmo que frenético seguían nuestros cuerpos completamente sucumbiendo al deseo.

No se que nos llevo a eso, ni siquiera porque me perdía en su cuerpo una y otra vez, necesitado de algo mas que sexo esto era todo cuanto podía tener.
Descargué mi frustración, mi rabia, mis miedos y desencuentros contra su piel, recorriendola con mis manos como si pudiera hacerla arder.

Ella parecía entender que con cada caricia había una verdad oculta, con cada embestida una mentira a medias y con cada beso la necesidad mas absoluta.
Tenia demasiados problemas, un sinfín de todos ellos que se acumulaban en un alfa que ya no sabia como serlo.
La guerra era mi mayor reto, mi manada moría mientras yo me perdía en las calles de París buscando una solución que no había.

Me tentaba coger mi acero y volver, volver a por la muerte que merecía, perecer con los míos alzando la espada y no escondido como los cuervos negros.
Yo no era un cobarde nunca lo fui, mi tiempo se agotaba, mi rabia aumentaba mientras la empotraba tratando de calmar a la bestia que el hombre escondía

Nuestras bocas mar embravecido que colisionaba una y otra vez contra las rocas, acallé sus gemidos con mis labios, dejando que su lengua serpenteara ansiosa con la mía. Voraz le mostraba el camino de algo bien distinto a lo anteriormente sentido.
No es que fuera un engreído,que también, mas pocos humanos podían retar en duelo a un lobo y yo era un alfa, tenia que contenerme para no partir en dos a esa dama.

Sus caderas se alzaban en mi búsqueda, necesitada de incrementar mas el ritmo, entre hasta el fondo cuando sus piernas me abrazaron la cintura, sentenciando aquel duelo a muerte que producía mi espada al hundirse en su entrada. Paredes que se abrían ansiosas mojadas acogiendo el filo, estaba tan excitado que los gruñidos invadieron la gruta haciendo eco en ella.
Ahora todo olía a sudor, a sexo y a fuego. Maderos que azuzados por el viento parecían acompasarse a nuestros frenéticos movimientos.

Su mano enredada en mi pelo me atraía mas contra ella, necesitada, necesitado, ambos parecíamos sedientos de nuestros cuerpos, como si por un instante el tiempo se hubiera detenido, y solo estuviéramos ella, yo y el suelo fiel lecho de nuestro arduo encuentro.
Sus uñas en mi piel me hicieron gruñir, estaba tan cerca de correrme.
Mi lengua dibujo su labio inferior antes de tirar de el , devorándolo poco después. Mis ámbar buscaron sus orbes pardas, oscuras parecían suplicar que acabara con su tortura.
Sonreí de medio lado dejando que le aliento nos embriagara a ambos.
-No puedo mas -confesé entrando de nuevo hasta lo mas profundo de su oscuridad despertando en ella un sonido gutural -así pequeña -susurré al sentir sus paredes vibrar contra mi falo, que pronto explotó con ellas llenándolas de su simiente.

Gruñí mordiendo su cuello, jadeando enloquecido contra el, mientras mi virilidad daba sus últimos coletazos en su interior.
Lamí la marca que mis dientes habían dibujado en su inmaculada piel, mientras mi frente buscaba la ajena tratando de encontrar una calma que se acompasaba en ese duelo de respiraciones pesadas.
-Lo siento -susurré contra los labios de la dama -te he dejado una buena marca, si tienes hombre esperándote en casa...tendrás que taparla.

Era cierto no sabia nada de ella, solo que follaba bien y que tenia muy mala leche.
Sonrisa ladeada abriendo los ojos para enfrentar us mirada.
-¿como te llamabas? -pregunté con cierta curiosidad.
Era posible que me lo hubiera dicho, peor estaba borracho y ahora que se me estaba pasando empezaba a ser mas consciente de la realidad.

Deposité un beso en sus labios dejándome caer junto a ella, saliendo así de su interior, mis ojos se perdieron en el echo de la gruta por un instante antes de buscar de nuevo su mirada.
-mi mujer me engaño, apenas la conocía de un par de días, le dije varias veces durante ese tiempo que necesitaba ir mas despacio, que tenia muchas cosas en la cabeza como para centrarme solo en nuestra relación, que el tiempo diría...pero una noche, borracho como una cuba nos desposamos...el resto puedes imaginarlo.

No tenia porque cortárselo, pero supongo que era lo menos que merecía después de haber acogido una a una las desesperadas embestidas de un lobo que estaba furioso.
-Eso me ha llevado esta noche a la taberna, cuanto menos estoy en casa..mejor. No aguanto mirarla a la cara...he bebido mucho y..he buscado pelearme preso de la rabia que siento recorrer mis venas.