Diario de Ninel

por **Charlize De Nantes** Lun Nov 28, 2016 6:27 pm

Primavera de 1800

No hacía mucho que había llegado a París, aún se estaba terminando de acomodar en su nueva mansión. Había logrado conseguir un buen pasar, gracias a su reina, las dos salían ganando, aunque estaba segura de que su soberana, mucho más que ella, ¿Qué pasaba cuando una esclava se alejaba de su fuente de alimento? ¿Qué sucedería con Ninel? ¿Acaso su belleza se ajaría como las hermosas flores del jarrón que decoraban su pequeño estudio? Podía ser, pero ¿Qué otra solución le quedaba? ¿No la había despreciado aquella última noche, el hombre que se suponía era su todo? Si ni siquiera le había dado de su sangre para alimentarla. No, Dragos jamás pensaba en ella y seguramente no le habría molestado su desaparición de palacio, por el contrario, eliminando su presencia, los conflictos entre el matrimonio, si no desaparecían, por lo menos se aplacarían.

Caminó por el pequeño estudio, acarició los pétalos de una rosa, tan oscura que parecía del color del vino, o de la sangre, su mirada se perdió en recuerdos, en aquellos ojos rojos como el rubí, en los colmillos que herían su cuello, mientras bebía de su sangre y la poseía, haciendo que llegara al orgasmo, cerró los ojos, no debía pensar en esas cosas, eran parte de su pasado, de un pasado que debía sepultar, cualquiera de esos pensamientos podían ser como diminutos fragmentos de aroma, que su depredador podría usar para encontrarla, no, debía enterrar esos malditos recuerdos. Su mano estrujó el pimpollo, destrozándolo, hiriendo con las espinas circundantes, su mano, que comenzó a sangrar, humedeciendo su piel. Soltó lentamente el pimpollo y contempló su mano, así, como su víctima se manchaba de su sangre, de igual modo Dragos hacía con ella, él la hería y ella a su vez hacía lo mismo, solo que al final, ella había logrado escapar y jamás volvería a os brazos de aquel inmortal, aunque su belleza se esfumara con los años, aunque la muerte la esperase al final de su vida.
Extrajo del bolsillo de su vestido un pañuelo y se limpió el rastro de sangre, tomó el pimpollo maltrecho, lo llevó a su nariz, inhaló el agradable perfume a rosas, se deslizó suavemente por la habitación y tras un delicado beso en sus maltrechos pétalos, lo dejó caer en el fuego del hogar. Allí quedaban su pasado y lo que alguna vez hubiera sentido por su monarca, convirtiéndose lentamente en polvo, en cenizas.

por **Charlize De Nantes** Miér Dic 05, 2018 6:14 pm

En tan solo unos meses, su vida había dado un vuelco tan grande, que si alguien de su pasado la viera hoy, no podría creer que era la misma mujer que huyera del palacio, de los Países Bajos y del que fuera su amo. Mas todo eso se lo debía, a una sola persona, un solo ser, que con su presencia, con sus cuidados, lograra sanar su herido espíritu y devolver aquella lozanía que se esfumara al convertirse en la esclava de un vampiro.

La navidad inundaba todo París, y aunque de niña había disfrutado de alguna navidad,, con sus dulces tradiciones. Desde que ella y su familia llegaron al amparo del rey Dragos, nunca más se celebró tan agradable acontecimiento, por lo que al ver como en ese lugar, la gente se desvivía por realizar todo tipo de tradiciones en los días antes del veinticinco de Diciembre, Ninel, decidió que deseaba disfrutar de una navidad tan hermosa, como jamás la hubiera vivido, y en especial, junto a la persona que mas quería, y por la que había vuelto a creer en el amor incondicional.

Con el espíritu navideño cruzando por sus venas, se lanzó a las calles, dispuesta a comprar todo lo necesario para adornar su hogar, y ademas, pedir a su cocinera realizara una cena muy especial, puesto que Fagan y ella, no tenían familia, deseaba pasar aquella noche, al lado del lobo, comer una deliciosa cena y recorrer las calles, escuchando villancicos, observando belenes y prometiendo se mutuamente que jamás volverían a pasar una nueva navidad solos.

Unas horas mas tarde, ya de vuelta en su mansión, se dedicó a dirigir a sus sirvientes, mientras éstos adornaban, claro que dependía mucho de ellos, no solo porque le hubiera sido imposible colocar los adornos, las guías de muérdagos, alrededor de los dinteles, o el acebo en las columnas, sino porque al casi no haber experimentado que era la navidad, no sabía muy bien como adornar, por lo que dejó que ellos le enseñaran. Pasó una tarde maravillosa, tras lo cual se preparó para esperar a su querido lobo y contarle sus planes para las próximas navidades. Sonrió como una niña pequeña, su corazón latía como un tambor de juguete, era feliz, después de tanto tiempo, por fin podía decir que era feliz.

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