Desayunos fríos

por **Angus C. Neil** Mar Ene 17, 2017 3:29 pm

Los primeros rayos de la mañana empezaban a reflejarse por la ventana de la casa. Todavía se me hacía extraño vivir aquí dentro, con ella. Verla tan cerca y no poder acercarme me provocaba dolor pero me parecía poco para lo que merecía. Abrazaba la penitencia por todo lo que hice con la misma fuerza con la que la abracé a ella por última vez. Desde el rincón más oscuro que pude encontrar observaba acurrucado la puerta de la habitación de Jamie esperando a que despertara. A ella no le gustaba que estuviese observándola en todo momento. Pero ella no entendía… No podía hacerla entender… No quería hacerla entender. Por mucho que odiase disgustarla no podía hacer otra cosa.

Una muesca en el marco de su puerta hizo que me invadiera un recuerdo en el que me sumergí de inmediato:

Estábamos en la ciudad. Acababa de escuchar a un hombre decir que era Martes y eso me enfureció. Los Martes no había manera de encontrar al apotecario y la pequeña necesitaba sus medicinas. Tenía la fiebre alta y una tos que me encogía el corazón. Aquella tarde no estaba acompañado de mi hermana mayor para que me diera la monserga sobre no meterme en problemas así que decidí colarme en la casa del apotecario. El problema era que no había manera de entrar sin romper la ventana o forzar la puerta y la zona en la que vivía siempre estaba muy transitada. Pero no estaba dispuesto a rendirme así que di un rodeo, escalé aquí y allá con la pequeña colgando de mi espalda y al final pude encontrar un modesto patio trasero por el que me colé. La puerta parecía bloqueada así que me dispuse a forzarla pero qué mala suerte fue la mía que olvidé mi ganzúa casera en los otros pantalones. Todavía era demasiado pequeño para echar abajo la puerta pero la falta de altura me dio la ventaja que necesitaba. En la parte baja del marco de la puerta hacia el interior de la casa había una muesca sospechosa. No era por una rotura o golpe, parecía demasiado bonita. Fui a…

De repente un ruido me sacó de mi trance. Por instinto me incorporé de inmediato preparado para saltar cuando mi cerebro me avisó de que provenía de dentro de la habitación de Jamie. La luz en las ventanas brillaba mucho más que hacía unos instantes, pero para el mundo no fueron instantes sino horas las que pasaron.

por **Jamie L. Neil** Mar Ene 17, 2017 4:46 pm

Todo estaba oscuro. Era imposible distinguir una sola figura entre la densidad del ocaso. Su sangre corría a velocidades inhumanas y su corazón parecía que se le iba a salir de la boca de un momento a otro. Una figura masculina abrazó a la niña.
De pronto se encontraba sola, de nuevo abandonada en la oscuridad. Escuchaba voces que le instaban a correr. Escuchó un gruñido que perforó sus oídos y echó a correr. En seguida notó cómo sus pulmones ardían y no podía dejar de toser. Su carrera cesó en cuanto chocó contra una figura notablemente más corpulenta que la suya.

...

Jamie abrió rápidamente los ojos sin moverse apenas un ápice de su cama. Admiró sus aposentos sin variar su posición mientras recobraba el aire que había perdido durante su angustiosa pesadilla. Desde que había vuelto su hermano "de entre los muertos", su subconsciente estaba volviendo a revivir, noche tras noche, la fatídica tarde en la que todo cambió.
En la que, aparentemente, lo perdió todo.
Finalmente, entre toses, la pelirroja decidió levantarse de la cama. Prohibió la entrada del sol por las ventanas corriendo unas cortinas muy tupidas que tuvo que improvisar con tintes cuando llegó Angus a su casa. Se vistió con su mismo vestido del día a día y salió de su habitación, no sin antes cerciorarse de que, realmente, no se colase ni un solo rayo de sol.
Tras la puerta, como cada mañana, se encontraba el varón. Jamie no era muy partidaria de tener a su hermano vigilante las 24 horas del día los 7 días de la semana, pero poco a poco se iba haciendo a la idea de tener un guardaespaldas dondequiera que fuese.

- Morning -saludó con su característico acento escocés. Así era como se daban los buenos días entre ellos dos y su hermana mayor-.

Apenas dedicó una sola mirada a su hermano. Tan solo le apreció por el rabillo del ojo antes de dirigirse a la cocina mientras reprimía una nueva oleada de toses. Necesitaba tomarse su medicina junto a un zumo antes de comenzar el día.
Así, procedió a cortar una naranja y a exprimirla con sus manos en un vaso, con la mala fortuna de flaquearle las fuerzas cada dos por tres debido a la tos. Sin embargo, se negaba a pedir ningún tipo de ayuda para desenvolverse en su día a día.
Nunca lo había hecho y jamás lo haría.

por **Angus C. Neil** Mar Ene 17, 2017 6:22 pm

Ahí estaban las toses de nuevo. Ella forzaba por disimularlas pero podía oír como reventaban en su pecho. A pesar de todos los años que habían pasado la medicina no había avanzado lo suficiente para fortalecer la frágil salud de Jamie. Expulsaba un apenado suspiro cuando ella cruzó el umbral de su puerta y, sin intercambiar miradas, me dio los buenos días como teníamos costumbre de darnos años atrás.

- Morning…- Agarré el rosario y lo apreté contra mi pecho, otorgándole una fugaz y amarga sonrisa al suelo que desapareció tan pronto como vino.

Manteniendo las distancias y sin separar la vista del suelo la seguí hasta la cocina. A pesar de que ahora las cortinas impidiesen la entrada del sol seguía buscando el lugar más oscuro sobre el que arrinconarme. Quizás lo hacía por instinto, o quizás lo hacía para mantenerme oculto y alejado de Jamie. Ella siempre me pareció más feliz antes de que me descubriera, así que si me mantenía fuera de su vista quizá… quizá aprendería a ignorarme y volvería a enterrar el pasado. No era ella la que tenía que torturarse con él.
Aquella infernal tos volvió y me quemaba más que el sol. Cada vez que la veía flaquear mi visión de la mujer que era ahora se convertía en la pequeña y frágil niña que un día fue y no podía soportarlo.

- Te… te hice el desayuno poco antes del amanecer. Una ensalada de frutas. Lo dejé en tu despensa. -Señalé desde la penumbra.- No hace falta que hagas esfuerzos. Creo que no se ha puesto mala todavía.

Hice un amago inconsciente de acercarme para ayudarla que pronto sofoqué y volví a ocultarme. No iba a permitir que mis impulsos me hicieran acercarme. No lo merecía.

- Por favor…-Supliqué.

por **Jamie L. Neil** Mar Ene 24, 2017 2:28 am

Jamie se detuvo por unos segundos al escuchar a su hermano. Pese a que su rostro se mostraba totalmente apático, en el fondo (y aunque le costara horrores reconocerlo), se enterneció. Le recordó a cuando eran pequeños, a todas esas veces que él y su hermana mayor le prepararon el desayuno en las mañanas que más le costaba levantarse por la fiebre.

Dubitativa, se giró hacia la despensa, donde Angus dijo que se encontraba la ensalada. Abrió la puerta de la pequeña habitación y ahí estaba. Estaba como recién hecha; la lechuga estaba uniforme y los tomates desprendían un olor fresco y agradable. La joven cogió el bol de barro y se lo llevó a la mesa. Angus se había molestado hasta en aliñarla para que ella no tuviese que hacer prácticamente nada, lo cual le hizo sentirse bastante miserable. Ella no paraba de despreciarle por su actitud en el pasado, mientras que él seguía cuidándola como si ambos siguiesen en la granja de Glasgow.

- ... -se quedó dudando unos instantes antes de articular una sola palabra. Aprovechó el desorden que ella había dejado en la cocina para camuflar esa disyuntiva que se reñía en su cabeza. Fingió estar distraída recogiendo la naranja y el vaso y, cuando finalmente llegó el momento de enfrentar la situación, se giró una vez más hacia su hermano mayor- No tenías por qué molestarte -dijo finalmente.

Antes de sentarse, hizo un ademán hacia la silla que había en frente de la suya en la mesa. Se negaba a ponerse a comer estando su hermano sentado en el suelo o de pie. Le haría sentir una tirana.

por **Angus C. Neil** Mar Ene 24, 2017 8:05 am

Esperaba no recibir una negativa o un gruñido y así fue. Aunque era confuso vislumbrar si estaba agradecida al verla de espaldas, y su quietud y silencio no ayudaban con el veredicto. Realmente no era un agradecimiento lo que buscaba, no merecía eso de ella. Todas las ensaladas del mundo no arreglarían nada. Ni siquiera su olor que tanto me recordaba a lo que contra todo pronóstico fuera nuestro hogar podría provocar por mucho tiempo en ella, o en mí, agradables recuerdos. En mi nariz aquel aroma se tornaba en algo quemado. Humo y fuego. Madera y hierro. Carne y sangre. Pena… y hambre.

Jamie me miró. No siempre lo hacía, no de frente. Sentía calidez e incomodidad al mismo tiempo. Aun envuelto en sombras encontró mis ojos y éstos esquivaron torpemente los suyos hasta el bol de barro. No percibía molestia en su voz y eso era suficiente para mí. Quizás con el tiempo podría volver a convertirlo en un hábito. Cómo antes…

- No ha sido molestia ninguna. Me alegro de que no se haya puesto pocha. – Dije con una voz apagada pero envuelta en calidez.- Espero que te guste, por aquí también hay buenos granjeros. Será mejor que la bazofia que nos dejaban para comer a nosotros. – Ahogué una diminuta carcajada que al final se asemejó a un suspiro.

El gesto de ella que me invitaba a sentarme enfrente suya casi me hizo temblar. Quería sentarme junto a ella, por supuesto. Pero me prometí a mí mismo no volver a acercarme a mi sangre. Jamás. Mantendría una distancia mínima que no quebrantaría mientras ella no corriese peligro. Agarré instintivamente el rosario y lo apreté contra mi pecho, como de costumbre.

- No… No gracias. Estoy bien aquí. De verdad.- Mentí.- No te preocupes, me apaño con esta banqueta.- Golpeé ligeramente una de las patas del asiento.- ¿Ves? Es… sólido. Aguantará. No te preocupes.- Repetí, esta vez intentando sonar despreocupado.

Una fuerte lluvia helada empezaba a caer sobre la ciudad. Podía escuchar a la gente apretar el paso y lamentarse sobre pelos mojados y futuros zapatos enfangados. Había dos voces, de niños al parecer, que sobresalían del resto. Ignorando el frío estaban disfrutando chapoteando sobre los primeros charcos que se formaban en los desniveles y agujeros de la calle. Apoyé la cabeza de lado contra la pared y me dejé llevar un poco por el sonido de la lluvia, pero sin desviar mi atención de Jamie.

por Contenido patrocinado

Desayunos fríos

Desayunos fríos

Re: Desayunos fríos

Re: Desayunos fríos

Re: Desayunos fríos

Re: Desayunos fríos

Re: Desayunos fríos