Caminaba entre espinas a un paraíso incierto. → Libre

por **Do'ingn Mbah** Sáb Feb 04, 2017 11:30 am

La vida de la jovencita había cambiado por completo, aunque reconocía que nada le parecía divertido, y que tampoco le resultaba muy gracioso. Todo había dado vueltas, un giro de 360 grados. A veces no comprendía los designios de Dios, pero tampoco era quien para cuestionar lo que el altísimo quisiera hacer con ella. Su nueva vida la ponía tan nerviosa, que los primeros tres días poco pudo dormir, cuando se veía en el espejo recordaba la realidad de las cosas, ella seguía siendo negra, probablemente siempre lo sería, y lo peor de todo es que nunca habría una cura para tal mal social. A veces se creía bonita, pero una mujer con ese color de piel tenía prohibido serlo, más aún pensar en serlo, era un acto completamente en contra de lo real, de lo permitido. Tanta confusión la ponía mal, ¿qué se suponía debía de ser? No se acostumbraba a ser tratada como si fuera una mujer blanca, como si su voz de verdad importara en la sociedad, y sobretodo en una casa.

Mucho tiempo atrás llevaba sin ir al mercado ambulante. Damien se lo había prohibido, se había enterado de la forma en que la trataba la gente cuando la veía, y no quiso volverla a poner en riesgo. Sin embargo vivir encerrada por el miedo de morir no era su deporte favorito, por esa razón esa tarde se negó a no hacer las compras. En un principio todos se negaron, pero a final de cuentas accedieron porque sabían no era para nada saludable que no viera el mundo exterior. Uno de los empleados había accedido a acompañarla, aunque ella no lo supera en realidad.

Do’ingn iba a ir custodiada desde lo lejos, así no la hacían infeliz al no dejarla salir, y tampoco pero tampoco desobedecían las instrucciones del patrón.

La negra caminaba por las calles de París, a paso lento se dirigía con emoción a su destino. Observaba de forma soñadora todo al detalle, quizás estaba empezando a creerse tanto su burbuja de cuentos de hada, que ignoraba lo que en verdad podría pasarle, llegaba verse bastante ingenua, pero ¿qué otra cosa se le podía pedir? Cuando se vive con miedo, sintiéndose inferior, lo más normal resultaba que con un poco de amor se llegara a sentir indestructible, pero poco le duró el gusto, pues la negra termino por ser observaba de mala manera por un grupo de nueva ricas, y las palabras ofensivas no se hicieron esperar. Los hombros rectos de la jovencita terminaron por encorvarse, hasta el grado que su mirada se incrustó en el suelo, el temblor se hizo presente, y también el miedo a la muerte; algunas de esas mujeres se acercaban de forma que la intimidaban. Lo peor del caso vino cuando la empujaron, y tontamente se escondió en un pequeño y sucio local. La voz del ser humano de adentro la hizo respingar.

— Perdóneme, no quería molestarle, es sólo que tenía miedo — Su rostro volvió a agacharse, cerró con fuerza los ojos, sintió vergüenza de llorar frente a un desconocido, quizás hasta la podría cundir en golpes por su insolencia.

por **Raffaello Di Fiorenza** Jue Abr 20, 2017 3:32 pm

La mansión Grant, en París, se encontraba en una zona residencial antigua, un reducto de lo que habían sido las fantásticas residencias de un régimen monárquico absolutistas, como el que imperara, en Francia, no hacía mucho tiempo atrás. Por gusto, por seguridad, su padre había comprado ese chateau, porque había observado el brillo en los ojos de su esposa, quien se enamoró del lugar tan solo observar su fachada. Tras la desaparición de su padre, de la enfermedad de su madre y de los meses en que pasara escapando de la inquisición, Cedric había logrado dar con su madre y recuperar las riendas de su vida. A pesar de ser un joven, lo vivido desde la desaparición de su progenitor, le había hecho madurar de tal forma, que poco quedaba de el niño que alguna vez fue.

La mañana la había pasado leyendo para su madre, quien solo escuchaba pensativa, fugando la mirada por el cristal del ventanal, esperando incansablemente el regreso de su amado esposo. Cuando Cedric terminó el capitulo de la novela que le estaba relatando. Pidió permiso para salir a caminar, y tras conseguir el permiso, s dirigió hacia la zona comercial, en donde entró en una pequeña tienda, allí vendían de todo un poco, y tras elegir un diario para su madre, pidió que lo envolvieran para regalo, mientras rebuscaba por la tienda, en busca de algún otro objeto que llamara su atención y por ende, el de su madre. Ensimismado en ello estaba, cuando escuchó que afuera de la tienda se comenzaba a producir un escándalo. Asombrado observó como unas damas, maltrataban a una joven, elegantemente vestida, quien asustada entró a la tienda, mientras se disculpaba por su irrupción.

- No se sienta mal, no es su culpa - dijo Cedric, quien había observado lo ocurrido, desde el interior de aquel local, donde había entrado a comprar algunas cosas que creía podían interesarle a su madre, con el solo objetivo de verla sonreír aunque fuera una vez mas.

Se acercó a la joven con el porte de un caballero, aunque era algo mas grande que un simple niño, mas en su interior ya se sentía tan valiente como lo había sido su padre, al que poco recordaba, pero que siempre imaginaba, como un ser justo, dispuesto a defender lo que creía que era lo correcto. - Si me permite, desearía acompañarla, es seguro que esas mujeres ridículas no se animaran a tratarle así, si es acompañada por un caballero - sonrió, inspirando profundamente y cuadrándose como si se tratase de todo un soldado. Claro, era alto para su edad, pero aún así, no dejaba de ser un joven, al que le faltaban varias primaveras para ser considerado un hombre y más un caballero.

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