Tequila y limón [Privado]

Recuerdo del primer mensaje :

El ansiado día libre había llegado. De toda la semana, el Jueves era el día elegido para que las señoritas pudiesen tener un poco de libertad, toda la que les permitían. El mejor día de la semana, justo el que se encontraba en medio. Perfecto para perderse y condenar al hombre que la seguía, el encargado que a la señorita Appleby no le pasase nada… a él. Esa mujer era capaz de llevarle por el camino de la amargura, condenándole todo el tiempo a ir de un lado y a otro , perdiéndole siempre en el trayecto.

La señora Gilbert, estaba cansada de esa muchacha, siempre haciendo lo que le daba la gana y no solo eso, ahora que su vigilante de siempre no se encontraba entre ellos, su marido debía de hacer esa función.

Abbey, se colocó bien el pequeño sombrero a juego con su vestido, un conjunto muy femenino y que le quedaba perfecto pero…incómodo. Más cómodo ir en camisón, si por ella fuera iría así a todas partes. Sonrío de medio lado frente al espejo de la entrada, todas las señoritas esperaban en el hall deseosas de saborear su ansiada libertad. Ningún Jueves era igual para la joven de los Appleby, cada uno de ellos era especial y qué mejor aliada que…su sombrilla. Un complemento de lo más femenino, útil pero un incordio a la hora de pasear o ir algún sitio, se lo dejaba olvidado casi siempre y el pobre señor Gilbert, a regañadientes volvía a por las pertenencias de esa chiquilla traviesa y descarada. El señor Milles la sobrellevaba pero nadie hasta ahora había podido domar a ese corcel desbocado.

-Señorita Appleby por favor, no camine tan deprisa. Imposible ¿cómo puede con ese vestido? -murmuró el hombre más para sí que a la chica. Abbey, sonrió de lo más divertida, mordiéndose el labio inferior, aligerando el paso una vez salió por las puertas de aquel lugar.

A esas horas, las calles no podían estar más transitadas y aprovechó para perderse entre ellas para poder despistar al hombre que la seguía con la lengua fuera. Esa chica tenía el don de desaparecer como por arte de magia ante los ojos del señor. Giró en una de las calles, tapándose con la pequeña sombrilla y disimular. Por encima del complemento, observó que el hombre corría calle arriba, justo el lado opuesto donde ella se encontraba. “Perfecto”, pensó mientras empezó a caminar, más pausadamente, sin percatarse de que fue a parar a uno de los callejones menos transitados de la zona comercial. Juraría que nunca había pasado por allí, pues París siempre con sus calles misteriosas, intrigantes y peligrosas.

Se relamió solo de pensar en el peligro que corría, sola, vestida de esa manera que decía a gritos “chica de clase alta de lo más inocente” cuando en absoluto era así. El murmullo de la gente a lo lejos, el chirrido de las maderas viejas, entre otros ruidos que no supo como catalogar. La calle era larga, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que despistó al señor Milles. Y sin más, la calle dio fin, no había salida ¿volver de nuevo a su captura segura? ¿cómo iba a salir de esta? En peores se había visto, así que tenía que pensar pero ¿cómo?

Apenas acababa de dar las tres de la tarde, aún era de día pero los peligros siempre acechaban. Chasqueó la lengua junto con una risa de lo más divertida ¿asustada? Más que eso intrigada ¿qué misterios ocultos le traerían esas calles? Se giró, parpadeando como toda una señorita en apuros y suspiró finalmente al ver que no estaba sola. Lejos de parecer tener miedo alguno, sus ojos azules recorrieron con total descaro a la otra persona.

-¡No me lo diga! Va a hacerme algo o mucho peor…ayudarme, en este caso, prefiero la primera opción -siempre tan valiente, tanta valentía no, no era buena en absoluto… -Espero que sepa donde sirven un buen trago, lo necesito y lo necesita seguro. Si va a seguir ahí, mirando la nada -impaciente, no tenía paciencia alguna, sus orbes recorrieron al desconocido, pura intriga.

La altivez, el orgullo  y el ego de ese joven, traspasaba fronteras. Muy seguro de sí mismo, aseguraba que de probarle querría más. Rió por sus palabras, mirándole intensamente, con la botella en la mano. A veces, las palabras sobraban y los verdaderos conversadores, los silencios. No iba a alardear, él lo buscaba y seguramente se acercaría para demostrárselo. ¿Por qué lo sabía? Porque ella era así, impulsiva por naturaleza, reservada en ciertos aspectos pero…diferente a cualquier joven que se sonrojaba por simplezas.

-Muy caballeroso. Hasta que te lo pida. Estás muy seguro de que eso fuese a ocurrir en algún momento a otro…utilizar la excusa de la barca para subirme a tu regazo sería demasiado obvio y prefiero mirar las estrellas. - sonrió de medio lado, altiva, ambos no parecían acabar con esa guerra que les llevaba al mismo punto. Una y otra vez. era su turno ¿quién era realmente? Dudaba fuese uno de esos busca vidas, o uno de esos cazadores de seres sobrenaturales aunque quien sabe, armado iba hasta seguramente sitios en donde era mejor no pensar.

Aún así, Abbey la descarada, mientras él hablaba…le recorrió con la mirada, curiosa, intentando sacar conclusiones sobre aquel desconocido. Apenas tendría su edad pero parecía que la vida ya le habría puesto a prueba, tantas veces como mujeres se habría subido al regazo. Apoyó uno de sus codos , dejando reposar su mejilla en la mano… mirándole fijamente a los ojos, riendo por su historia , ella como no… la había tomado por otro camino.

-Más bien quieres que te ofenda en vez de darte algún tipo de ofrenda, no es lo mismo. Ya te ofendí bastante, Neptuno. No soy tan delicada como una de esas ninfas, yo soy más salvaje. Puedes interpretarlo como quieras, pocas veces suelo pensar las cosas, simplemente…me dejo llevar pero si piensas que esta noche voy a pedirte algo más que me pases la botella o me subas a tu regazo…-se encogió de hombros, así tal como estaba, sí que parecía una de esas hermosas ninfas que tientan al ser más vulnerable.

-Buscas aventuras, entiendo que un buen entretenimiento para esta noche plagada de estrellas. El hecho de que ahora no seamos los que nos encontramos en la taberna, no significa que vaya a suspirar por ti. ¿Cuántas no han caído en tu red? ¿Cuántas veces ha vuelto vacía? Vamos, no te estoy juzgando pero eres lo suficientemente inteligente para no solo tomar lo que te apetezca, también… luchas por ello, en lo que crees ¿me equivoco? No puedes ser de aquí, los hombres de este lugar solo esperan una cosa de ti y es que te mantengas callada para que pueda terminar haciendo contigo lo que desees pero tú no… claro que no. Tú tiendes a arriesgarte, ponerlo todo en la mesa… todo o nada -

Quizás la descripción de su persona no era la acertada pero hasta el momento… no andaba muy lejos. La noche no solo terminaba en sexo y risas ebrias….

Ladeé la sonrisa, aquel juego implícito entre los dos, el de la seducción, el de el ego que se hacia cada vez mas patente entre los dos.
Ninguno cedería un ápice frente al otro, eramos viento y fuego.
Ella el fuego ardiente, impetuoso, salvaje, decidido a arrasar todo a su paso, mas yo, yo era el viento que sacudía las llamas avivandolo. Lo sacudía entre las copas de los arboles aumentando su poder. Libre el viento que pasaba sin compromisos entre el. Si fuego y viento se encontraban mirándose de frente en una pelea a muerte.
-Antes de que acabe la noche, tu boca buscara la mía -sentencié con una altiva sonrisa -antes de que acabe la noche no sera el firmamento quien acapare tu atención, si no yo.

Decía que estaba muy seguro de mi mismo, por supuesto, en mi mundo la seguridad era el único modo de seguir viviendo.
Alzaba el acero convencido de derrotar a quien osara desafiarme. Daba ordenes a mi ejercito sabiendo que eran las correctas, que si las seguían venceríamos en cada gesta. tomaba una mujer consciente de que nunca otro la tomaría de igual manera, que mi nombre llegaría a Asgar entre gemidos.
-¿no estas segura tu Abbey de que yo por esta noche soy tu destino? -bromeé entre risas mientras nuestros ojos se anclaban en los del otro y la mar mecía nuestros cuerpos.

Deslicé mis dedos por sus labios, ligeramente amoratados por el frio, mis ojos siguieron el contorno de estos mientras me relamía en un claro gesto provocador.
-Siempre lo mismo, soy salvaje, me dejo llevar...mas yo veo en tus ojos la contencion de una virgen y el deseo de una furcia.
Acerque mi boca a la suya, no la toqué pero nuestros alientos bailaron la danza del infierno. Mis ojos anclados en su boca. Casi podía paladear el alcohol que nos invadía a ambos, casi podía sentir su sangre hervir mientras la mía quedaba reducida a la nada.

Escuché cada una de sus palabras, quizás ahora lograba entender el por que.
Ladeé la sonrisa sin rozar ni por un instante su boca, tenia muchos defectos, mas era hombre de palabra, no la tocaría hasta que me lo pidiera y estaba convencido de que lo haría.
-¿es eso? -ladeé la cabeza alzando la vista hasta sus ojos? ¿quieres saber con cuantas me acuesto? Temes que cuando la noche acabe, el sol te queme y no me vuelvas a ver, ser solo una muesca mas en mi espada, no ser diferente al resto de piernas abiertas, por eso me las cierras.
Quieres que luche, que me desespere ante la impotencia de que una mujer no cede sin mas frente a mi.

Me separé ligeramente sin poder dejar de reír, volviendo a dejar mi espalda caer sobre la barcaza y perdiendo mis ojos verdes en el firmamento.
-Doy por sentado que no eres una mas, es solo que mi situación es complicada Abbey. -Ni siquiera sabia que me empujaba a tener con ella un ápice de sinceridad, no debía, en este tiempo ni siquiera existía -no soy de los que jura amor eterno.

Guardé silencio por unos momentos, quizás era el alcohol lo que soltaba mi lengua, así que traté de mordérmela.
Ladeé la sonrisa al sentir su mirada escrutando mi rostro como si creyera que podría leer entre lineas.
-Tu eres lo mas parecido a un pájaro que jamas he encontrado, buscas la libertad, mas vuelves a tu jaula de oro cada noche aterrada por si la libertad duele.
Y duele y lo sabes porque no es segura, porque te hace sentir pequeña.
No es que no me desees, es que ni siquiera eres libre para hacerlo, no me ha costado mucho deducir que hay otro dueño de tus labios.

Sonreí llevando la botella a mi boca y dando un buen trago mientras le hacia un sitio en la barcaza a mi lado. Tiré las pieles por encima de nuestros cuerpos, ladeandome para enfrentar sus azules. Mi mano en su cintura,de nuevo el silencio reinó entre nosotros.
-Pero hoy no eres Abbey ¿o si? -susurré sin mas cerrando los ojos después -nos tocará remar para volver -aseguré entre risas sintiendo a madre mar engullirnos, alejarnos de la costa -somos libres, la marea nos lleva.

Ninguno se rendía, daba un paso en falso. Las cartas sobre la mesa, esperando el turno. La risa de la joven Appleby, tuvo que ser callada por su mano, la cual tapó sus labios para que no los terminasen pillando en una barca que no era de ninguno de los dos. El ego de aquel joven dejaba mucho que desear , ella no iba a ser menos… le aguantó la mirada sin titubear, ni sonrojarse. Cualquier otra jovencita se hubiese sonrojado o incluso pedido que la acompañase a casa por ser “demasiado”, dos personas que los límites del decoro estaban más que sobrepasados y aún así, no importaba otra cosa que averiguar quién de los dos salía ganador.

-Justo como tu boca busca la mía ahora, tu cuerpo arde en deseos de… fundirse con el mío. Te lo estás imaginando ¿cierto? Como me movería sobre ti, de ese modo tan pecaminoso, rebelde, volvernos locos durante un rato…esta noche -entreabrió los labios, rojos como una manzana deliciosa la cual llamaba a gritos ser mordida, probada y caer rendido ante sus encantos.  Ambos rivales, orgullosos, capaces de volver loco a cualquiera. En el caso de Abbey, su carácter y determinación desquiciaba, inaguantable, caprichosa a su modo, alguien que renegaba ser quien era…repudiaba ser de ese status social clasista que miraba por encima del hombro y ella sin embargo, estaba allí.

Con alguien supuestamente inferior a ella pero que en ningún instante había mostrado. Si se suponía era alguien como ellos, dejaba mucho que desear porque no, no se comportaba como tal. Buscaba siempre ese lado más humilde, personas que la mirarían tal como era no una rica señorita caprichosa. Volvía a cruzar la línea, una  y otra vez, tentándola con palabras  a lo que le respondía con una sonrisa traviesa, segura de sí misma  , ella también sabía jugar a ese juego. No desaprovechó la oportunidad de lamer los dedos del joven al acariciárselos y reír por lo bajo, a sabiendas que estaba portándose mal y eso…le gustaba demasiado.

-¿Lees eso en mis ojos?ya te gustaría que fuese eso, como una de esas furcias que ceden cuando te oyen hablar que serás su destino. ¿Y si yo soy el tuyo? Podría ser. ¿o no?-no iba a darse el gusto de quedarse con las ganas de tentarle justo como él hacía, siempre impulsiva. Se incorporó para ser ella quien atrapase a su presa entre su cuerpo y el ajeno. No pidió permiso, se sentó sobre su regazo, mirándole intensamente…no estaba jugando y al mismo tiempo sí -¿Esto querías? No voy a pedírtelo, no vamos a hacer nada de lo que seguramente luego te arrepientas ¿sabes por qué? te gustará… te gustaría perderte en mi cuerpo, mucho, demasiado…y ya no habrá más oportunidades , si ocurriría sería una vez pero este pájaro sigue volando tan alto que dudo tú seas capaz de atraparlo -

Se inclinó hacia él, sin tocarlo, con las manos a cada lado de su cabeza, no perdía ni un instante su mirada. Esa noche iba a ser diferente, ambos lo sabían. Sonrió ante la insinuación de que tenía dueño, ella…dueño. Negó sin dejar de mirarle fijamente, dejando escapar un sonoro suspiro que  consiguió que llegase su aliento hasta él, embriagándole, llamándole a gritos silenciosos.

-No. No soy de nadie. todos hemos amado alguna vez pero también sabemos que jurar amor eterno es engaño, yo tampoco podría jurarlo aunque sí juré que amé… conservarlo no sé si podría, mi vida es demasiado complicada… - chasqueó la lengua, sentándose sobre la cintura ajena, parecía haberle hecho meditar ciertas palabras -Es mejor no ser de nadie, si no de ti mismo -se relamió los labios, arrebatándole la botella y dar un buen trago, otra noche en la que quería olvidar.-Tranquilo, sé remar...te llevaré a tu casita y si quieres te arropo ¿ahora importa eso? no, no soy Abbey, soy aquella alma que busca emociones, sensaciones, aventura creyendo que es otra piel y no la de una señorita con deberes...

Sus palabras eran un desafió velado, claro que jugaba con un as en la manga del que yo carecía, una promesa que escapo de mis labios y que yo no me corte en recordarle susurrandola contra su boca.
-No te tocaré hasta que me lo pidas
Nuestros alientos se entremezclaron, ladeé la cabeza para acortar mas la distancia, apenas un roce de nuestra nariz, estábamos tan cerca y ahí seguíamos enfrentados en un duelo a muerte en el que nuestros ojos se hundían como el acero mejor templado.
-Hazlo, se que me deseas, también tu lo imaginas, mi cuerpo sobre el tuyo, mi boca acortando la abrasadora distancia- jadeé contra ella -pídemelo

Su boca se entreabrió, roja, deliciosa y la mía la desafió sin moverse un ápice, como el árbol de enormes raíces, mas que desea que el viento lo impulse para desinhibirse.
Decía ser libre, mas seguía allí esperando, esperando no sabia bien que, pues en su mano y no en la mía estaba acortar esa distancia que nos llevaría a una noche bien distinta, una en la que ambos nos dejaríamos llevar por le placer, por la pasión, por la libertad.
Yo por ende era esclavo de mis palabras, de esa promesa que le regalé y que solo ella podía hacer que incumpliera.

Ladeé la sonrisa desafiante, engreído ¿hablaba de destino? No sabia cuanto se equivocaba conmigo.
-Yo no prometo la luna, no soy dueño de mi destino señorita Abbey como tampoco de esa dama blanca que brilla en el cielo. No hago promesas que no puedo cumplir, pero ¿acaso necesitáis eso? ¿Una promesa para seguir? Puedo ofreceros una noche de libertad, una en la que vuestros labios pecaran y los míos los saciaran- ladeé la sonrisa con picardia -os ofrezco algo que confesar en misa de domingo.
No pude evitar reír contra su boca, bruma blanquecina contra nuestros labios que seguían allí inmóviles deseándose.
-Os deseo, eso es un hecho, ahora es decisión vuestra dejaros llevar o volver a vuestra jaula de cristal. ¿Que haréis pajarillo?

Acortó la distancia subiendo a mi regazo, la dama jugaba fuerte, llevaba los cuatro ases enredados en sus faldas, mas la escalera de color era mía, así que con mis manso en sus caderas la empuje hacia mi miembro ayudándola a bailar un vals lento.
-Si, me gustara -jadeé sin poder apartar mis ojos de sus labios -y desearé mas ¿cual es el problema? ¿que no me lo darás? -bromeé con cierto sarcasmo -piensas demasiado para ser libre como el viento -susurré acariciando su nariz con la mía.

Me dejé caer hacia atrás dejando que tomara el aire, aire que no llego a mis pulmones, pues ahora ella acorto la distancia colocando sus manos a cada lado de mi cabeza.
-Yo nunca he amado -aseguré contemplando el dolor de su mirada -no pido que me ames, ni siquiera que lo intentes -aseguré sin apartar de sus ojos mis esmeraldas -sin promesas...

Fue entonces cuando me dijo que no podía jurarme amor eterno, algo que me hizo sonreír mientas emitía un ligero “ouch” y ponía cara de que con esas palabras dolorosas me había atravesado una saeta.
-Podre vivir sin esa promesa -bromeé guiñándole un ojo.

Distancia, no se atrevió ni a pedir ni a dar y la botella acaparó sus labios mientras yo la contemplaba excitado desde abajo.
-El pájaro a decidido no volar, al menos espero que sepa remar -dije entre risas negando con la cabeza -no tengo casa Abbey, ahora estoy en mi hogar, la madre mar me lleva con su corriente y el viento me da libertad ¿y tu? ¿donde esta tu hogar?

“No te tocaré hasta que me lo pidas”

Frase peligrosa. El orgullo pesaba más que los deseos. Podía desear con fervor que la tocase, tan solo que la rozase y aún así no ceder. Orbes azules como el mismo oceáno que se clavaron en él en cuanto le rogó que se lo pidiese. Sonrió de medio lado, negando con la cabeza ¿a qué negaba exactamente? ¿A sí misma? ¿a pedirle que le hiciese cualquier cosa? ¿Acortase la distancia para deleitarse y conocer el sabor de sus labios? No. No podía arriesgarse tanto y menos en ese instante en el que su cabeza era un mar de dudas, claro que su impulsividad podía jugarle una muy mala pasada.

-No voy a misa -susurró bajito, entreabriendo los labios, mordiéndoselos de forma pecaminosa, ofreciéndoselos en silencio al igual que negárselo porque no cedía, solo se miraban prometiéndose todo y nada al mismo tiempo. la dama blanca se reflejó en los ojos ajenos, los de aquel desconocido el cual bailaba con ella aquel vals… muy diferente al de cualquier fiesta. Rió por lo bajo, mordiéndose los labios , acercándose a los labios ajenos y tan solo rozarlos al hablar -¿Crees que no te lo daría? Las apariencias engañan pero en mi caso no, soy tan rebelde fuera como dentro del lecho así que no me hagas hablar - mordió su barbilla, sentándose en su regazo y apartarse de su rostro, observarle desde su posición, su cabello rubio ondeaba ligeramente por la suave brisa.

Y quizás, ella sí quería sentirse amada de un modo que nadie comprendería ni estaría dispuesto a ofrecerle. Ella no era como cualquier otra jovencita, no aceptaba sus propios sentimientos, menos creía en el amor pero…sí que amó y supo que si no salía bien, sería difícil…muy difícil volver a devolverle a la cabeza como al corazón un nuevo respiro pues ahora como ella seguían encerradas en una jaula y nadie podría sacarla de allí.

-Es mejor no tener hogar. ¿Por qué no tener un hogar cada vez que salgas por la puerta? No tengo hogar, prefiero no tenerlo y…si bailo contigo tendrás que ganarte la pieza, no me sirve un “olvida todo esta noche” yo no soy de las que olvidan… ¿por qué será diferente contigo y no con cualquier otro? -

No iba a ceder, no tan fácilmente… sus ojos azules seguían anclados en los ajenos, preguntándole muchas cosas en silencio. Cerró los ojos un instante, sonriendo por sus propios pensamientos… impulsiva, se inclinó y le rozó los labios, pasando la lengua por el inferior y reír contra su boca, como una niña traviesa que sabía no hacía bien.

-No quiero promesas, yo no las hago pero este juego lo inventé yo así que.. si te funciona con las demás…conmigo no. - aún así no dejó de sonreír, era difícil, mucho… como si ante ella, un muro, otro y otro más… que nadie podía derrivar.

Enrocados uno y otro en nuestra parte del tablero de ajedrez ninguno cede y hace lo que realmente quiere hacer, yo acortar la abrasadora distancia que separa mi boca de la ajena, dejar que me calcine su lengua de fuego y no solo su aliento. Ella ser libre por primera vez en mucho tiempo, quizás vengarse de ese que dice que un día amo o vete tu a saber, tampoco tiendo a analizar lo que desea cada mujer con la que me acuesto.
Dice ser diferente y lo es, pero si tuviera una monda por cada dama que me ha dicho esa frase seria rico, bueno, de echo en mi tiempo lo soy, mas no por eso.

Ladeo la sonrisa enfrentando mis esmeraldas al cielo azul de su mirada.
-Eres una cobarde, temes que piense que eres como el resto de mujeres que sucumbe frente a mi, tus palabras y actos no concuerdan, hablas de que buscas la libertad, no tener mas hogar que el viento y el mar, pero sigues aferrándote a las normas de la alta sociedad, esas que dicen que una mujer se ha de hacer de valer ¿acaso crees que si me pides un beso no lo apreciare?

Mis dedos recorren despacio su rostro, perfilando cada rasgo perfecto, sus labios, esos que ha utilizado para susurrar palabras contra los míos son cálidos y la yema de mis dedos se pasean por ellos arrancándole una sonrisa que mis ojos perciben y oscurecen a su paso.
-Demostrarme que sois libre, no solo lamiendo mi labio inferior buscando que rompa una promesa que ya no tiene sentido pues se que deseáis esto tanto como yo ¿cierto?

Ladeo la cabeza contemplado cada una de sus reacciones, no puedo evitar dejar escapar una risa mientras mi pecho se laza ligeramente para de nuevo quedar a escasos milímetros de sus labios.
-¿un juego de seducción en el que al parecer estamos perdiendo los dos? -susurro rozando los ajenos -os deseo, me deseáis ¿dejemos de jugar y dejémonos llevar, solo tenéis que pedirlo y ya esta.

Tomo la botella y le doy un buen trago, el alcohol calma mi desazón, mas no así el candor que mi entrepierna sufre bajo sus ardientes caderas que parecen moverse sutilmente dispuestas a que mi erección no decaiga en esa noche en el que el desafió aumenta frente a los dos.
-juguemos a algo, ya que esto de besarnos y hacer el amor parece que no sucederá, que tienes muy claro lo que deseas y eso no soy yo, entretengámonos de algún modo.
Os diría de jugar a las cartas, mas no llevo baraja encima.

Mis palabras son una clara burla al aburrimiento que nos va a producir a ambos este juego sin sentido en el que ninguno acaba de hacer lo que quiere ni de decir lo que siente.
Vuelvo a dejarme caer esta vez frustrado, admito que parte de mi esta cabreado, suele pasarme frente a las negativas, no estoy acostumbrado a ellas.
-¿que te lleva a no escapar de eso que tanto odias? -pregunto esta vez con curiosidad.
Supongo que me he rendido, así que coloco mis brazos tras mi cabeza para mirar el firmamento, es grande y me doy cuenta que el mismo que veía dese mi tiempo.
-¿sabes? Yo no entiendo porque las mujeres de París cedéis a que un hombre os doblegue, de allí de donde yo vengo las mujeres son valiosas, no temen a sentir y dejarse llevar, son libres de verdad.

La espera, se le hacía eterna. ¿Cuánto tiempo esperado? Demasiado. Abbey no hacía promesas, tampoco sabía si podría cumplirlas por ello ¿para qué arriesgarse a perder? ¿qué ganaría? Quizás, en un punto del camino en el pasado… podía haberse arriesgado, a ponerlo todo encima de la mesa y aunque perdiese, se había arriesgado. Ahora, no era esa alma aventurera del pasado, alguien capaz de arriesgar para ganar… pero ya no era así. cansada de darlo todo y no obtener nada a cambio, se pensaba más las cosas a la hora de la verdad. La rebeldía la seguía conservando, esa manera de ser tan descarada y tan diferente en pensamiento a las mujeres de esa época. Abbey se sentía libre en alma, o al menos se sintió así en el pasado pero ¿y ahora?

-Yo no regalo besos.  -recalcó, mirándolo desafiante con sus penetrantes ojos azules. -Me he cansado de esperar, yo no creía en eso que llaman amor. Ni siquiera supe que me había enamorado hasta que se fue, le perdí -chasqueó la lengua, el tema no iba por ese camino pero tenía que decirlo. Tomó aire, soltándolo despacio para no perder los nervios , le acababa llamar cobarde. ¿Y qué pasaba cuando alguien le llamaba tal cosa? Sacaba esa parte de ella que muy pocos habían podido apreciar, fue en ese instante en la que no parecía ni por asomo una chica de clase alta, más bien una guerrera…una superviviente -No soy una cobarde, antes de que me hagan daño…lo hago yo. No me importará herir sentimientos, ni dejar a medias algo que he empezado… decidí volver a ser ese pájaro libre que volaba hacia cualquier destino que me garantizase libertad, ser yo misma

No perdió el tiempo, sus orbes como el océano se entrecerraron, volviéndose aún más frías que el mismo hielo. Le tomó de la ropa , con una de sus manos, atrayéndole hacia sí…acortando toda distancia que los separaba, sin importarle otra cosa que mirarle a los ojos, desde muy cerca…tanto que podían bailar sus respiraciones. Sonrisa de medio lado, frentes apoyadas la una en la otra. Error, esa noche podría pasar cualquier cosa…ninguno podía saberlo pero lo que no esperó Abbey Applebby es que él abriese ese cajón que desde hacía mucho estaba cerrado con llave, dicha llave tirada al mar.

-Das por hecho cosas, te pareces a mí en ese sentido pero lo que aún no sabes es que no vas a tener ninguna noche como esta, ni yo tampoco. Ambos sabemos que solo nos veremos esta noche, mañana nos olvidaremos del otro ¿por qué tengo que dártelo todo? ¿qué me quedará después? la sensación de vacío está allí y está claro que tú, no buscas lo mismo -lo soltó, clavando unos segundos la mirada en sus labios. Era una cobarde, una la cual se había rendido, podía pasar ese rato con el desconocido…cerrar los ojos y dejarse llevar, pero sería jugar demasiado sucio, no quería pensar en nadie, en otro…no era justo pero tampoco podía soltárselo así tal cual que le hiciese olvidar pero acaso ¿él accedería? ¿Sería justo?

-¿Y de dónde vienes? Porque me gustará ir a ese lugar -eso sí que no lo pensó, no hablaba en broma, lo dijo de verdad pero ¿cómo accedería aquel desconocido? Apenas sabían del otro, solo que batallaban intentando ser vencedores de una batalla perdida para los dos. El deseo y la atracción era indudable, inevitable. -¿Sabes? dijimos no ser quiénes somos… así que te propongo algo, llámalo reto… no sé. Haz que olvide quien soy, no has dejado de recordármelo una y otra vez. Crees que soy una joven de clase alta que solo busca aventura pero no me has preguntado directamente qué busco. Quizás te estuviese buscando a ti. Se supone eres mi destino ¿no dijiste eso? al final de la noche puede que busque tus labios pero será después de que tú… busques los míos. -de nuevo una pelea de egos, miradas y cuerpos que se alejaban y atraían al mismo tiempo.

Mis ojos se perdieron en sus azules, no entendía bien a que venia haber negado durante todo el tiempo pertenecer a alguien para finalmente confesarme que era cierto que no sacaba de su cabeza a ese hombre al que había perdido y ahí se había dado cuenta de que el amor existía.
Ladeé la sonrisa, poda parecer un hombre carente de corazón, de echo, posiblemente en parte así era.
-Yo también se lo que es esa presión en el pecho, se lo que duele tener que dejar ir porque no es el momento y quizás no lo sea nunca. No me llames cobarde por ello, pues nunca he sido mas Valiente que renunciando a lo que no puede ser.

Asentí cuando dijo que era una cobarde, mas no estaba del todo de acuerdo con la definición que aportaba con sus palabras, esas que morían en mis labios.
-Eres una cobarde porque eres a diferencia mía incapaz de continuar con tu vida. Yo no me he convertido en un verdugo, simplemente acepto que mi destino no esta junto a la mujer por la que siento algo.
No se si alguna vez amaré, pero no voy a evitarlo, no lucharé contra nada, no soy así, demasiado impulsivo para poner muros.

Enarque una ceja cuando mi ropa quedo arrugada bajo sus dedos, cerca tan cerca que nuestra nariz se rozo con suavidad mientras nuestros alientos entrechocaban danzando la melodía lenta azuzada por las aguas del mar.
-¿Que te impide acortar la distancia que separa nuestros labios cuando lo estas deseando? A mi una promesa -susurré contra su boca impulsando mis palabras contra su boca entreabierta ¿y a ti? Cobarde -la reté de nuevo hundiendo mis esmeraldas en sus claros ojos.

Ladeé la sonrisa cuando dijo que no tendría nunca una noche como esta, posiblemente tampoco ella y no desmentí sus palabras pues cierto era cada mujer era un mundo y esta era especialmente excitante.
Sigues igual, prometes que me perderé en tu piel y me volveré loco por volver ¿no es eso lo que quieres?
Ladeé ligeramente la cabeza buscando sus orbes, al parecer no era una noche lo que me pedía si no conocernos de verdad, despacio y sin prisa.

Me relamí los labios algo confuso, no sabia si exactamente era eso o estaba malinterpretándolo todo.
Tomé la botella de whisky y le di un buen trago ,supongo que habíamos bebido demasiado y las palabras nos traicionaban a ambos.
-No te entiendo -confesé entre risas perdiéndome de nuevo en sus labios, bueno a escasos centímetros de ellos.
-Vengo del norte, soy un vikingo -confesé sin necesidad de ocultarlo -quizás algún día puedas conocer noruega, te gustaría, desprende libertad, huela hierba fresca y tierra mojada y suena a acero y a rugidos de sus guerreros.

-¿Me buscas a mi? -Pregunté divertido -lo tomaré como una petición -ataje acortando la distancia que separaba nuestras bocas, lamí su labio inferior esperando que me diera paso, roce de labios que se calcinaban, sonrisa picara contra estos.
-Vamos no esperaras que te lo de todo hecho -susurré contra su boca incitándola a darme paso.

Cuanto odio a sí misma por haber sentido, permitir que alguien fuese más importante que su propia persona. ¿Cómo fue capaz de ser tan necia? Esperar algo de alguien que no podía prometerle nada. La diferencia en la clase social, un muro que cada vez se iba volviendo más y más alto, imposible de escalar y menos, ver al otro lado. Volvía a sentirse presa en medio de la nada, aislada y encerrada en un torreón…viendo la vida pasar y a lo lejos, una oportunidad… podía saborear la libertad si al final decidía saltar al vacío. ¿Saldría herida o por el contrario intacta? En esta vida, arriesgarse lo pagabas con un alto precio y el hecho de estar allí en ese instante… volver a la jaula de oro , le costaría demasiado… más de lo que él llegase a imaginar pues ¿qué pensaría aquella mente libre, impulsiva?

Una sonrisa irónica, apareció en los deliciosos labios de manzana. Asumir la derrota era algo incapaz , siempre había sido alguien que luchaba en lo que creía pero ¿podía llegar a creer en un desconocido? Un desconocido que le susurraba palabras de amor para luego , el viento se las llevase. Esperar no era una de sus virtudes y en su caso, le había esperado durante mucho tiempo, demasiado. Tanta espera había acabado con su esperanza, en lo que creía y en lo que amaba. No estaba de acuerdo con él, los dos tenían un concepto diferente de lo que era amor y sus consecuencias. Dejó escapar un suspiro pesado, chasqueando la lengua de puro nerviosismo, inquietud… ante eso no se podía quedar callada.

-Discrepo. Tu escudo, tienes uno ¿no? yo también solo que el mío es invisible. No busco enamorarme, tampoco lo buscaba antes pero hay una gran diferencia en lo que crees y en lo que yo creo. ¿Incapaz de seguir con mi vida? Sigo mi vida sin amor, soy yo en toda mi esencia con la lección aprendida. No voy a enamorarme… nunca más -siempre mantenía fija la mirada en la otra persona pero esta vez… la desvió hacia un punto inexistente. Cuando sintió tanto y la otra persona le miraba a los ojos, la sensación de vértigo, sentirse única… había desaparecido como una ilusión. Echaba de menos ser ella misma… alguien que se burlaba del amor y todo lo que conllevaba…

-No es más cobarde que quien llama cobarde al otro ¿acaso tú no lo eres? Todos lo somos en determinados momentos de nuestra vida. ¿Qué me lo impide? Si te lo digo…te reirás, es más…me dirás “pierde cuidado, eso no sucederá” pero podría pasar y yo ya no sabría cómo actuar, ni luchar… - sus orbes se clavaron en los labios ajenos, mordiéndose ligeramente el inferior -No quiero que te enamores de mí -las orbes azules, se clavaron en él… hablaba en serio como si le advirtiese aunque esperaba risas y burlas por su parte… pues ¿él? no, él no se podría enamorar de ella jamás.. era un hombre libre, jamás se ataría a nadie y menos a alguien tan similar a él.

Quería que se lo pidiese y Abbey retrocedía paso y otro… hacia atrás. Sus orbes azules se clavaron en sus labios, sonriendo de medio lado. Sus dedos, se atrevieron a acercarse al cabello del vikingo y enredarse, no respondió pero tampoco hacía falta. Ambos parecían no ceder ante el otro por ¿orgullo quizás? Atrapó su lengua antes de que se separase, mordiéndola ligeramente y avisándole de que era mejor no la tentase demasiado. Si se arriesgaba podían perder y mucho, ahora mismo no pensaba en ganar si no en lo que perdería.

-¿Me buscas a mí?- el juego no cesaba, ambos jugaban en el mismo tablero pero seguían sin ceder, rumbo a lo desconocido…ambos se negaban algo que era evidente pero los temores y miedos de la dama…le impedían saltar un muro, uno de los tantos que tenía frente a sí.

Mis esmeraldas se pierden en sus azules, habla sin parar sobre el amor  todas esas chorradas que la llevan a un resentimiento extremo hacia los hombres.
Parece que se cree la única que en algún momento a sufrido una desilusión, apunta que no es una cobarde, mas miente.
Yo he luchado en las suficientes gestas como para saber que esas no son ni de lejos las herida que mas duelen, otras no cicatrizan, te ahogan y se instalan en tu corazón robándote por momentos la razón, mas ¿Es ese motivo para dejar de vivir?

Puede que yo también tenga muchos escudos frente a mi, mas se equivoca en algo ,cree que esos escudos son para con ella, y no es así. Los escudos solo los utilizo cuando no quiero que alguien llegue a mi, cuando no quiero que vean mi verdad y en este caso no es necesario porque apenas la conozco, hemos intercambiado cuatro palabras en un bar y parece que me hace responsable de todo su mal.
-No soy él, yo no te susurraré palabras de amor en el oído -afirmé con rotunda certeza -no, si no las siento. No, si no son ciertas.
Para colarme entre las faldas de una mujer no necesito adularla, solo te ofrezco una noche de libertad, no la quieres, no la tomes, mas deja de darme el sermón de las doce, no soy cristiano y aunque reconozco que mi madre me ha llevado repeinado a misa los domingos doy gracias a Odin que mi padre pronto se impuso ante esa sin razón.
Estoy grande para chorradas, si quisiera escuchar sermones, acudiría a comulgar para recibir la ostia sagrada.

Me dejé caer hacia atrás, la barcaza seguía trasportandonos hacia el interior del mar. Me relamí los labios entrecortados por la suave brisa, no había juego en este instante en el que había roto todo contacto con esa mujer desesperante que parecía decidida a calentar mi entrepierna y nada mas.
-Lo siento no era esto lo que esperaba -admito.
Es cierto no suele costarme hundirme entre las piernas de una dama, se que no debo cabrearme porque esta no quiera nada conmigo, mas no la entiendo, sus ojos dicen lo contrario de lo que hace y esa contradicción me arrastra a una sin razón que me obnubila el juicio, bueno eso y el alcohol.
-doy por hecho que hemos pues venido aquí ha hablar de negocios.

Mis ojos se pierden en el firmamento, imagino que en estos momentos Hakon, Violette, Synnobe y Ubbe estarán mirando el mismo cielo, enfrascados en una gesta sin cuartel, ensangrentar frente a una hoguera agradeciendo a los dioses y al acero ver un nuevo día.
Añoro no estar allí, beber con ellos, las risas y los bailes completamente ebrios.
Añoro las bromas de Erlend cuando entrenamos y a padre espada en mano batallando.
No puedo evitar sonreír ligeramente, he de admitir que pese a lo dura que es mi vida en el norte soy completamente feliz.

La idea de morir, de no existir me oprime la garganta, juro que no me perdería ni un instante de lo vivido, ha sido intenso, no siempre grato, pero sin duda amo a mi familia por encima de todo lo demás y he de seguir luchando por volver a verla, por vencer en esa guerra que de ser perdida llevará al norte a la destrucción y a sus gentes al infierno en manso de un mal rey que ha decidido implantar el caos.

Cuando las miradas se buscaban, es que algo buscaban y en este caso era difícil saber qué porque ambos… lo querían todo sin prometer nada a cambio ¿para qué gastar el tiempo en promesas cuando podían hacerse otro tipo de promesas muy diferentes. Dejarse llevar por las sensaciones y emociones del momento para luego, simplemente recordarla como una noche de deseo…de los dos. Si se habían encontrado en aquel callejón, si estaban en aquella barca compartiendo algo más que una simple charla, encuentro casual…tenía que ser por alguna razón.

Sus orbes, se clavaron en él como si nada más existiese, en completo silencio. La tranquilidad y la calma, se desvaneció en cuanto volvieron a enfrentarse. No habían hecho otra cosa desde que se conocieron aquella tarde. Una batalla de egos, del que no iba a salir vencedor ninguno. Mostraban esa parte de ellos, al menos por parte de la manzana, una parte… en la que volvía a ponerse el escudo para que nadie… él, pudiese traspasar aquel inmenso muro que ella misma había construido.

“No soy él”. frase que no dejaba de repetirse en un susurro, una y otra…y otra vez en su cabeza. No, no era él, tampoco esperaba que lo fuese pero no lo dijo en voz alta. Comparar personas no era algo que soliese hacer, simplemente…para Abbey cada persona le aportaba algo, ninguna era igual a otra y él era el claro ejemplo de ello. Le acababa de ofrecer una noche de libertad, momento placentero que se evaporaría a la melodía de un suspiro tras llegar al orgasmo. Quizás necesitase ese momento, uno en el que se olvidaría de todo por unos instantes.

Y sin poder evitarlo, una breve sonrisa aparece en sus rojos labios. Una sonrisa de incredulidad aunque ¿acaso era tan ingenua de pensar que no estaban allí para tales fines? Suspiró largamente, en silencio, como si aquella mujer desesperante no existiese. No dijo nada al respecto, tampoco es que él lo esperase. Creyó que sería como todas esas mujeres que se deshacían entre sus brazos con un par de palabras bonitas y… no, estaba muy equivocado. Su primera vez surgió sin más y…aunque los dos se mirasen con ese deseo mutuo, algo la frenaba.

-Sí, a hablar de negocios. Aún no me ha dicho si le interesa el puesto o no -ya no lo tuteaba, parecía haberse evaporado como debió aquel orgasmo. Ambos pensativos, inmersos en perder su mirada en el firmamento y olvidarse de la compañía, por unos segundos. Impulsiva, lo primero que se le ocurrió para dejar de lamerse las heridas no era otra cosa que levantarse de la barca. Ésta, se tambaleó peligrosa a la reacción de la dama. En ese momento, podía pasar cualquier cosa si la conociese pero sin embargo, él aún no sabía tan siquiera donde se había metido.

La imagen de Abbey se dibujaba como un hermoso espejismo ante él, la suave brisa acariciaba sus cabellos dorados, enredándose en ellos y mecerlos… aunque pareciese imposible, transmitía calma, seguridad con ese toque pícaro con el que desde luego podía pasar cualquier cosa. Un ofrecimiento silencioso de esa mano suave y firme en la que sin duda le ofrecía todo y nada al mismo tiempo. esperó a que la tomase y si no lo hacía, sus razones tendría pero aún así le dio absolutamente igual.

Frunció el ceño, más bonita aún con ese gesto, peligrosa e indomable. Le obligó, tomando su mano con fuerza y no pensarlo demasiado, tiró tan fuerte de él que ambos cayeron al agua. Un gesto tan impredecible como lo era la dama Appleby. Segundos bajo el agua, en la que abrió los ojos, buscando sus esmeraldas. Burbujas que salieron de sus labios, dedicándole una sonrisa juguetona, acababa de realizar una de sus travesuras. Fue la primera en salir a la superficie, la respiración entrecortada se mezcló con una divertida risa… mejor divertirse que estar discutiendo aunque la tentación y la provocación, se palpaba en el ambiente.

Alcé la vista cuando me dijo si me interesaba el trabajo, bueno cuidar de una niña mimada no era el hobby de ningún guerrero, intuía a los grandes peligros que iba a enfrentarme, hombres ebrios y llevármela borracha de los bares tras cada una de sus escapadas, de sus llamadas de atención varias.
Ladeé la sonrisa y me encogí de hombros creo que mi turbia mirada esmeralda no necesitaba palabras para expresar lo que pensaba.
-Necesitarías mas que un vikingo a una nana de cría, mas si pagas, haré las veces de ambas -bromeé mirando como ahora tendía su mano para que la tomara.

Alargué la propia sin demasiadas ganas pensando que era para así sellar el trato, un tirón para que me alzara ¡que querría ahora ? Resople ligeramente y me puse en pie, iba a preguntarle si esperaba que volviera a besadla para cerrar el contrato mas otro tiron llevo nuestros dos cuerpos de bruces al mar.

Mis ojos la buscaron bajo las gélidas y claras aguas, sus azules me miraban divertidos, el pelo dorado le brillaba reflejando los tonos de haz plata y buceé acortando la distancia que nos separaba abriendo ligeramente los labios para meter agua en mi boca.
Ella emergió primero, yo poco después y al salir le lancé un chorro como tantas veces había hecho jugando con mis primos.
Tiré de su cintura para pegar nuestros cuerpos.
-Vaya, vaya ¿quieres jugar' -pregunté enarcando una ceja mientras relamía mis labios casi contra los ajenos y las gotas resbalaban por mis pestañas, muriendo en estos.

Alcé la mirada hacia le acantilado, mi sonrisa se ladeó de nuevo, y por un momento quedé anclado a ese lugar y a un recuerdo del pasado, uno que tuve con 10 años.
-¿quieres saber lo que es la libertad? -pregunté con un aire misterioso y riesgo en mi mirada -te lo demostraré

Nadé hacia la barcaza antes de que la corriente se la llevara y la atraje hasta la posición de la dama, ayudándola a volver a ella tocándole con descaro el culo para ayudarla a subir.
-Que mal protector seria si permitiera que te ahogaras ¿no crees?
Dejé escapar una risa antes de impulsarme de la barcaza para nadar hacia la costa, a medio camino me detuve para con un gesto de la mano indicarle que mirara hacia ese acantilado que moría rabioso en el inmenso mar.
Una cascada a media montaña le daba un paisaje de ensueño y tras esta había una gruta donde poder descansar.

Pude ver su cara de pánico, como si intuyera mis intenciones, sabia que iba borracho y creo que pensó que era capaz de cometer esa locura en nombre del alcohol, aunque yo lo llamaría en beneficio de la libertad.
La perdí de vista el tiempo que fui ascendiendo la montaña, tardé cerca de una hora, pues era bastante alta, mas al coronar la cumbre, en aquella explanada podía casi vernos a todos nosotros aquel día en el que casi pierdo la vida.
En aquel entonces solo era un niño con aires de grandeza, no había perdido ese deje soberbio, pero ya no tenia 10 años y era el momento de resarcirme por lo ocurrido.
Sin pensar salí corriendo hacia el borde del precipicio...

Bajo el agua, ambas miradas se encontraron por unos segundos, las palabras sobraban y el sermón , como él lo llamaba… se había evaporado. El juego había comenzado. Como dos niños traviesos que iban corriendo tras el otro  pero no, no eran ningunos niños precisamente. No le llevaba a ninguna parte el hecho de comportarse como una niña refunfuñona repleta de miedos y temores. En el fondo, seguía siendo esa niña asustada, la cual tuvo que enfrentarse a la vida sola, superando y esquivando obstáculos, saltar las piedras en el camino y escalar muros más altos que su propio ego.

La atrapó de un modo que no pudo ser otro, acercándola a su cuerpo… y ella, sonrió divertida, perdiéndose por un instante en sus orbes esmeraldas. Le aguantó la mirada, desafiante a la par de divertida. El contacto había sido diferente que el de la taberna, más atrevido que el de la barca. Risa que se perdió contra su boca, alejándose de él y guardar las distancias pero aún así, ambas miradas ancladas en el otro. las palabras se las había llevado el viento, “el sermón” como el mismo lo había llamado… se disipó, ahora las risas cómplices y miradas retándose a cada segundo. Una noche muy diferente a como tendría que haber acabado.

Sus orbes, se clavaron en él como si nada más existiese tras formular aquella pregunta. Si él supiese, se hiciese una idea de lo que significaba cada una de esas palabras. Libertad. ¿acaso alguna vez la había saboreado a conciencia? Solo a gotas para volver a arrebatársela. Para Abbey Appleby la libertad nunca existiría, el peso de su apellido siempre lo cargaría a sus hombros. La curiosidad, brilló en sus ojos azules, una sonrisa no fingida y amplia, la que hacía tiempo no se dibujaba en sus labios, la de aquella niña feliz que fue en un pasado. ¿Y si él pudiese mostrarle esa palabra con todas las letras?

-La libertad-murmuró mientras enredaba los dedos en sus cabellos dorados y apartarlos , cayendo por uno de sus hombros. Su imagen no podía ser más rebelde y salvaje, como no parecerlo con esa sonrisa traviesa que se había formado  en su rostro. Observó hacia donde se dirigía, recorrió con la mirada el destino de aquel maldito loco. ¿Acaso…? No pudo evitar echarse a reír porque si iba a hacer lo que se le estaba pasando por la cabeza en ese momento, tanto a uno como otros… al fin y al cabo eran dos locos impulsivos que hablaban demasiado cuando podían pasar el tiempo de un modo muy diferente y enseñarse demasiado.

Impulsiva. Se levantó de su asiento, él no se lo esperaría… seguramente la tachase como una loca, una niña rica a la que le encantaba saborear las emociones fuertes. Buscó a tientas los cordones de su corsé, murmurando mil maldiciones por lo bajo al resbalarse entre sus dedos por el agua. Tiró por fin, dejando que el vestido cayese por su propio peso. La ropa interior, cayó a unos centímetros del vestido. Tembló un tanto , mordiéndose los labios a medida que recorría el mismo camino que él escasos segundos antes.

¿por qué se fió de él? ¿por qué le siguió? Podía haber ocurrido cualquier cosa pero ¿acaso importaba cuando él acababa de mencionar a la libertad? En completo silencio, le observó de espaldas…deteniéndose un segundo, admirándole en silencio. No se lo pensaría, ella tampoco… aceleró el paso observándole saltar, su silueta fundiéndose con el agua, por un segundo… hasta imaginó que en cualquier instante, alzaría el vuelo…con unas hermosas alas blancas como la nieve.

y…fue su turno, cogió un poco de carrerilla para saltar, abriendo los brazos, cerrando los ojos y sentirse por unos instantes…libre. Sensación desconocida que recorrió todo su cuerpo como un cosquilleo incesante. Sumergida, disfrutó de esos segundos de dejadez hasta que salió a la superficie y lo buscó con la mirada. La barca no estaba demasiado lejos. Sonrió con la respiración entrecortada, estaba claro que él no solo se arriesgaba. No era una sonrisa fingida , volvía a sonreír como nadie se había dado el placer de verla… tal como era.

-Libertad.  -susurró acercándose a él, nadando despacio, de fondo… el sonido de la cascada. Un sitio perfecto en donde permanecería horas -Enséñame a ser libre, al menos… fuera de esas cuatro paredes. Puedes, lo sabes y lo sabemos. -se miró de reojo , el agua cristalina dejaba a la vista su desnudez…poco le importó. Quedó frente a él, se relamió los labios, recogiendo esas diminutas gotas de agua… se inclinó, un par de centímetros y… podía paladear sus labios, claro que en el último instante sonrió divertida… -A ver si eres igual de rápido que impulsivo  -volvió a sumergirse en el agua, en dirección a dentro de la cascada, sin proponérselo…le había vuelto a retar.

Mis pies quedaron por unos segundos flotando en el aire, sentí el subido de adrenalina al empezar el descenso, el vació bajo mi cuerpo y como el viento lo golpeaba con rudeza envolviéndolo.
Varios metros después el impacto contra las gélidas aguas, me sumergí en ellas con los ojos abiertos. Sobre mi, una gran espuma blanca fruto del golpe tempestuoso, mas abajo solo madre mar y, sus aguas cristalinas atrayéndome hacia el fondo, claro símil de lo que era mi vida ahora, una lucha incesante por mantenerme a flote.

A mi lado, otro impacto, abrí los ojos sorprendido y mis verdes se fijaron en esos ojos azules que me miraban fijamente. Dorados cabellos que acariciaban las aguas como si de una diosa se tratara y de nuevo nos fundimos en una mirada oscurecida que pinto una ladeada sonrisa en mi cara.
Segundos efímeros que pronto se disiparon para ambos empezar a nadar hacia la superficie en busca del oxigeno que reclamaban nuestros pulmones.

Mi risa se fundió con la suya fuera del agua, desnuda orillo su cuerpo al mio alzando mi hombría contra su vientre con violencia.
De nuevo nuestros alientos entrechocaron, nariz que se rozo con una caricia muda y sus palabras impactando salvajes sobre mis mojados labios.
-Niñera, protector y ahora maestro -bromeé -me vas a tener que pagar un buen sueldo -¿entra incluido el sexo en el precio? -pregunté ladeando la sonrisa contra sus labios.

Deje varias carcajadas escapar antes de que Abbey me retara de nuevo, empezando a nadar hacia la cascada. Su risa se fundía con el ruido de las olas y tras ella emprendí yo el mismo camino, hundiéndome de nuevo en las aguas para bucear bajo estas en el encuentro de la dama.
Emergí rozando su cintura, acto reflejo que hizo que esta me quebrara continuando con aquel juego de niños en el que ambos nos habíamos sumergido. Me hundí de nuevo, esta vez saliendo de frente para detener su avance incesante.

Su risa escapó contra mis labios, esmeraldas que se clavaron en sus azules, ataje la distancia que separaba nuestras bocas dejando escapar contra esta un jadeo.
Mi pecho subía y bajaba como el suyo, no solo de la adrenalina que aun recorría mis venas por el salto si no por la carrera para atraparla y como no, del beso que me robaba el aliento.
Húmedo, nuestras lenguas serpentearon rabiosas, alimentándose del otro.

Mi cuerpo se orilló al suyo, sobre nuestras cabezas y hombros caía con fuerza las aguas de la cascada, blancas se fundían en ese beso apasionado, necesitado y que ambos íbamos buscando desde el inicio de la noche.
Empujé su cuerpo mas allá, ahora quedando ambos entre gruta y cascada, aun sumergidos en esas aguas blancas.
-¿Sabes? La primera vez que salté de este lugar casi muero en el intento -ladeé la sonrisa contra sus labios antes de volver a buscarlos con rudeza, impactando como las mismas aguas de la cascada lo hacían contra madre mar.

Abbey Appleby, impulsiva por naturaleza, no pensó tan siquiera en las consecuencias de saltar tan alto. Sus ganas de sentirse libre y en paz consigo misma, la llevaron a tomar el mismo camino que el joven, aquel que se había cruzado en su camino esa noche. Al contrario que él, la ropa era un impedimento, pesaba demasiado y contribuía a no sentirse tan libre como quería y deseaba. La sensación fue una inyección de adrenalina, incluso se atrevería a decir…mejor que el opio, el opio probado aquella noche con cierto otomano.

Al salir a la superficie, la sensación de bienestar , se extendió por cada poro de su piel. una sacudida de la cabeza a los pies que no dejaba de hacerla sonreír ampliamente, buscando las esmeraldas traviesas que no dejaban de observarla como si la estudiase, conociese más de ella. frunció ligeramente el ceño al comprobar cómo se acercaba, no se inmutó, la curiosidad le pudo más que su forma de ser tan reacia…

-¿El sexo en el precio?¿Vas a prostituirte para mí? suena interesante… poder tomar lo que quiera cuando lo desee .-juego de egos , palabras encadenadas, sonrisas cómplices y miradas que lo dijeron prácticamente todo, o casi todo. En la mente de aquella manzana era imposible penetrar por mucho que se intentase, si ella no dejaba... abierta la puerta de uno de sus incontables muros, sería completamente imposible. Se relamió por sus propias palabras, dejando una risa traviesa…como una niña que acababa de hacer alguna trastada.

Y lo que él no llegaría imaginar, tampoco ella… era que tenían muchas más cosas en común de las que pensaban. No solo ese “lazo familiar”, también ese ímpetu de lucha, ese guerrero que llevas dentro y aunque su fachada de niña rica decía lo contrario, ante él tenía una gran adversaria ¿Enemiga? Rápida y tenaz, una buena cazadora…como bien pudo apreciar una persona, una que seguramente se haya ido lejos, Lazarus.

La risa de Abbey, se fundía con el sonido de la cascada impactar contra las rocas, sonido fresco y melodioso, tan distinto a sus orbes azules. Océano peligroso en el que perderse , sumergirse y no salir con vida, ahogado en aquel mar rebelde y hechizante. Al llegar a las rocas, se giró de golpe sin esperar que él consiguiese atraparla tan rápido. No solía hacer ese tipo de carreras, más a pie, siempre salía victoriosa…consiguiendo no ser atrapada pero en ese instante era diferente…muy distinto a cualquier momento que hubiese tenido antes con alguien en ese elemento. El agua era muy peligrosa , no tanto como aquella joven que lo miraba curiosa y desafiante, seguía en sus trece…ambos chocaban irremediablemente y ninguno parecía dar su brazo a torcer hasta que la besó.

Risa apagada por un beso de fuego que fue devuelto con fiereza, rabia y deseo. No era ninguna experta, él pudo notar al principio en como apenas supo corresponder. se defendió con mordiscos tentadores en su labio inferior, su lengua batallar con la ajena en un beso inacabado … un beso que no parecía tener fin. Odiaba no tener el control de la situación, menos de ese beso que sin duda era muy distinto a cualquier otro que hubiese experimentado. Al separarse, seguramente se burlase de ella, alguien así…que ni tan siquiera podía seguir algo tan simple como un beso pero…aprendía deprisa y se lo demostró.

¿de qué forma? Imitándole. No eran de las que se dejaba hacer, siempre mostraba ese carácter guerrero, una mujer que había nacido en un tiempo equivocado. Capaz de sorprender y volver loco a cualquiera. Las tornas se cambiaron. Sus piernas, atraparon la cintura del joven y le obligó a girar, impactando con rudeza la espalda contra las rocas. No, no podía ser delicada y menos en ese momento. Su respiración bailaba con la ajena, un baile peligroso y tentador al mismo tiempo. apoyó ambas manos sobre la roca, a la altura de la cabeza de su acompañante de aventuras esa noche.

Separó sus labios de los ajenos, lo miró fijamente a os ojos con los labios entreabiertos, respiración entrecortada. Su pecho bajaba y subía contra el torso ajeno, un contacto íntimo y terriblemente excitante.

-Apenas… falta una hora para que amanezca. Empieza tu trabajo, es hora de…que me lleves a casa un mordisco en su barbilla, una sonrisa traviesa… estaba jugando, él también.

¿quién acorralaba a quien?

Mi boca sentenciaba la suya, parecía inexperta en el arte de amar, algo que no entendía y que juro me rompió los esquemas. Hasta el momento creía que solo era una mujer mas, una niñata que había tomado a tantos hombres como había deseado, alguien como yo, una mujer que vive la vida y se embebe sin mas.

Me aparté un instante para contemplar sus ojos azules, no hice comentario alguno solo volví a chocar mis labios con fuerza contra los ajenos, mas pasión quedaba desatada ahora que sabia que aquel juego de egos era solo una fachada y que frente a mi tenia a una mujer ¿insegura?
Sonreí contra sus labios, no había en mi ningún rastro de soberbia, era una risa sincera antes de atravesar con mi lengua le precipicio de sus labios.
Lenguas que se paladearon enredándose entre ellas, nuestra respiración entrecortada por la adrenalina el salto y para que mentir por la cercanía de su cuerpo contra el mio.
Ambos nos acariciábamos con las manos, buscando la piel por debajo de la ropa, frotando nuestros cuerpos necesitados de mucho mas que aquel húmedo beso que se prolongaba en el tiempo y el espacio.
Jadeé contra su boca, mi nariz rozó la suya al separarme para tomar aire y de nuevo entreabrí los labios para ahora permitir a su lengua adentrarse en mi.

Sus piernas se enredaron a mi cintura, gruñí al sentir el baile de sus caderas llamar a mi sexo que endurecido rugía por adentrarse entre sus piernas. Ropa que sobraba entre ambos, jadeos roncos escaparon de mi garganta cuando esta me hizo chocar contra las rocas, me relamí miando fijamente sus ojos volviendo a tomarla, a devorar sus labios inexpertos.
Creía que había dicho que había estado ya con otro hombre ¿entonces?
Mi cabeza se llenaba de dudas, parecía inexperta mas decía no serlo.

Sus palabras se estamparon contra mi boca y elevé la mirada hacia el cielo, cierto era, pronto el amanecer nos encontraría y la mujer no parecía dispuesta a continuar con el vaivén de caderas que encendía mi hombría.
-En dos horas puedo hacer muchas cosas -susurré contra sus labios girando de golpe mi cuerpo para estampar ahora su espalda contra las rocas.
Llevé mi mano al pantalón bajándolo ligeramente, mi hombría quedo liberada, ahora si, sin nada que se interpusiera entre nuestros cuerpos.
Jadeé contra su boca acariciando su entrada con mi glande
-¿estas segura que quieres que te lleve a casa? -pregunté ladeando la sonrisa sin apartarme un ápice de su boca.
Nuestros alientos chocaban, se retaban, ambos estábamos sedientos del otro, aunque ella parecía reticente a dejarse llevar del todo.
-Quedan dos horas de libertad, dos en los que eres libre ¿no? Déjame entrar -pedí incinerándola con una embestida clara.

La atracción ganó al ego. Ambos se buscaban como si nada más existiese. Sus ojos azules se perdían en los ajenos, buscando respuestas en silencio. El juego había comenzado, no buscaban quien fuese el ganador, al menos no ella. Deseaba conocer su sabor, el calor de su piel, lo que podía él darle…tanto que alardeaba de ello. Abbey no dejaba pasar ningún desafío y ese hombre le había no solo desafiado, ambos chocaban por ser demasiado parecidos y a la vez tan diferentes.

Atrapados entre los brazos de la cascada, sus ojos azules dibujaban la silueta del joven a medida que el agua caía sobre ambos, dejándole una imagen sensual y provocativa de su acompañante de esa noche. Unos juegos que tuvieron final bajo la cascada, mirándose a los ojos entre besos prohibidos a los que la manzana no estaba acostumbrado. Él se notaba experto en el terreno, fácil seguir su ritmo… imitando cada paso que él daba pero a su modo. Podía parecer una señorita delicada pero en absoluto era así, lo demostró cuando le acorraló y él como venganza…hizo lo mismo.

Lo desafió una vez con la mirada, alzando el mentón… mirándole intensamente a los ojos. Rió por sus atrevidas palabras, en dos horas no solo él podía hacer muchas cosas… ella las aprendería y se consideraba una buena alumna, solo hacía falta verla enredada en su cintura… comenzando un baile prohibido pero pisarle antes de que se pusiesen a dar vueltas en medio de la improvisada pista de baile… lo acercaba y le alejaba al mismo tiempo , él no dejaba de desistir…algo que le atraía demasiado.

-Si te dejo entrar, no te dejaré salir. Se convertirá en un círculo vicioso… ¿quieres eso? pensaba que ibas a cumplir mis fantasías sexuales, venía en el trato ¿no dijimos eso? -menudo momento para bromear y aún así, entre los dos había vuelto a surgir esa chispa extraña… atrayente. Podía ocurrir, abandonarse al placer y a la libertad por esa noche, sucumbir al pecado y lanzarse al vacío…. No pensar. Fue ella quien entreabrió los labios dispuesta a todo, buscó su boca a tientas… casi podía rozar la ajena y como poco a poco se amoldaba a su cuerpo.

No pensaba en nada ni en nadie, como siempre vivía el momento aceptando las consecuencias. Demasiado tiempo, un juego tentador al que ambos terminaban por sucumbir y al final… allí estaban, prometiéndose nada. Quizás ese momento no se repetiría nunca más, lo olvidarían al perderse en otras pieles. Unió sus labios a los ajenos, buscando su lengua, serpenteando en su boca y terminar por morderle el labio inferior con fuerza, riendo traviesa. Dos horas parecía mucho pero para Abbey era relativamente poco, vuelta atrás.

Ese hombre le estaría buscando, preguntaría a todo Paris y la perseguiría al fin del mundo. Y fue una voz la que le separó de los labios del desconocido. Alguien la llamaba a pleno pulmón, ese maldito hombre acababa de encontrarla…encima dejó su ropa a la vista y no había que ser muy listo para saber donde se encontraba. Rió, tomando su rostro entre sus manos, no iba a agradarle…a ella menos pero si no salía , irían a por ella… si se la encontraban en tal situación terminaría enterándose toda la ciudad….y Londres, la mínima reputación por mantener debía conservarla…no tenía otra.

-Tengo que irme. Tenemos que irnos. -aún respiraba entrecortadamente, seguía quieta, orillada a su cuerpo, él pudo notar que le hacía aún menos gracia que a él -Se acabó mi libertad -mordió su barbilla, deslizando sus húmedos labios hasta su oreja -Salgo primero, tú estás vestido. Puedes aportar que me has salvado de morir ahogada…le quitarás el puesto y…tendrás techo donde quedarte ¿aceptas a condenarte para siempre? sabes que ya tu vida no será la misma, me has conocido -Abbey Appleby y su ego.

Tras una noche en la que nos habíamos desafiado sin parar, caliente por ese juego de seducción, un tira y afloja sin final en el que no había vencedor pues ambos estábamos educados para ganar, por fin vi un atisbo por donde entrar.
No solo para adentrarme entre sus piernas, si no mas allá, ver que tras la mascara de niña mimada, engreída y egolatra había una mujer asustada dispuesta a no sentir nada por miedo a que de nuevo la rompieran en dos.
Ahora y no antes, podía sentirme reflejado en ella como en un espejo, pues a fin de cuentas yo también portaba mascara, una en forma de mil escudos que alzaba para que nada llegara jamas a importarme lo suficiente como para hacerme suplicar.

Nuestras bocas seguían jugando ansiosas al escondite, la cascada sobre nosotros había pasado ya y ahora nuestros cuerpos contra las rocas marcaban un nuevo ritmo en el que actuar.
No tenia experiencia en el amor, eso lo podía notar, así como lo encendida que estaba y como aun así me desafiaba con esas palabras que me juraban que de entrar jamas desearía salir.
-Demuéstramelo -la reté impactando con mi aliento en su boca mojada.

Era preciosa, podía ver las cristalinas gotas resbalar por sus pestañas, haces de plata reflejados en su intensa mirada, de nuevo nos encontramos para danzar bajo la luna enredando nuestros labios.
La embestí, esta vez mi glande se abrió paso con suavidad en su laberinto, la oí jadear de forma abrupta contra mis labios.
Sus pechos erguidos, punzantes como astas se refregaron contra mi camisa mojada, espalda que se arqueaba entre mis manos mientras sus piernas me abrazaban.

Una voz masculina en el exterior, enarqué una ceja al sentir que esta se detenía. Rubor en sus mejillas fruto de la excitación y mis manso reticentes a dejarla marchar en ese instante.
-¿En serio? -pregunté completamente perdido en su interior -estoy muy excitado, acabemos -le pedí.
Mas su cuerpo se apartó del mio dejándome claras instrucciones de lo que tenia que alegar cuando saliera del agua.
Gruñí molesto, odiaba que me dejaran a medias ¿quien mierda interrumpe a dos que están follando, solo un demente o un hombre que quiere morir pronto frente al filo de una espada.

Me quité la camisa y se la cedí para que no saliera de ese modo, no era cuestión de que una dama saliera tan expuesta frente a ese que la parecer era su mano derecha.
-Creía que el puesto estaba vacante -dije enarcando una ceja -me debes una camisa, algo me dice que nos volveremos a ver.


No pensaba dejar sin trabajo a ese hombre, posiblemente porque este tendría una familia que alimentar, si ella pensaba que saldría del agua y le arrebataría su vida por un techo estaba equivocada, yo tenia honor, eso era algo que mi padre me enseñó. Siempre me dijeron que era idéntico a mi madre, excepto en mi pelo oscuro, pero tenia mas de mi padre de lo que muchos pudieran pensar.

Pillados. Acababan de dar un paso gigantesco pero muchos pequeños hacia atrás. Todo se quedó reducido en ese instante, uno que no volvería a ocurrir jamás. Se había dejado llevar y no por cualquiera que conociese, si no por un desconocido. Sus orbes azules , le observaron intensamente. El sonido del agua, se mezclaba con la voz de aquel hombre, las respiraciones entrecortadas de ambos, miradas que dijeron todo y nada al mismo tiempo. Lo mejor sería salir, como no lo hiciese… se metería en un gran lío.

Chasqueó la lengua, intentando colocarse como buenamente pudo la camisa y poder vestirse con su ropa seca. Lo hizo aprisa, en silencio, oyendo aquella especie de reclamo… como si estuviese jugando con lo del puesto de trabajo cuando en absoluto era así. estrujó el cabello dorado, para que el agua restante cayese a sus pies. En ese instante, mostraba una image de lo más salvaje. Desafiante, lo fulminó con la mirada. No, no era ningún juego pero él creyó que así era. Y sin más, se echó a reír.

-Ese hombre me quiere perder de vista ¿es que no lo ves? Está deseoso de encontrarme, meterme en ese sitio lleno de mujeres florero e irse a la taberna. Es divertido joderle la noche. Están buscando su sustituto pero si no te interesa… ya buscarán a otro. -se encogió de hombros, hacía frío a pesar de ser primavera. Un escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, abrazándose a sí misma…aún sin salir al encuentro y dar fin a esa noche. Aún con la respiración entrecortada, sus orbes azules le recorren de arriba abajo, sin ningún tipo de vergüenza, ¿la tiene? En absoluto.

-Gracias por el whisky -no hizo mención de lo que acababa de dejar a medias, simplemente una sonrisa traviesa seguida de relamer sus labios. -Sabes dónde encontrarme, yo a ti no…y mejor porque te arrepentirías de haberme conocido. Y no, no iba a ir detrás de ti como una de esas jovencitas enamoradizas…más bien iría a terminar lo que tenemos pendiente ¿Acaso te piensas que se me ha olvidado? Y no, no te debo nada… toma -le dio la camisa, era alguien que se negaba a deberle nada a nadie, la vida le había hecho ser así, esos momentos de la vida en el que dejó de ser una jovencita de clase alta.

Antes de retomar los pasos hacia dónde debía ir… retrocede, vuelve a encararle. Busca su mirada y cuando la encuentra, sus dedos revuelven su cabello rubio. no le deja que se queje… es ella quien salvaje, rebelde… como siempre ha sido, lo atrae hacia sí de la ropa para fundir sus labios con los ajenos. un beso apasionado, en donde ya no hay ningún secreto, su boca aprende deprisa y se funde con la ajena. Lo suelta de la misma manera , mirándole a los ojos desafiante, siempre…

-Residencia Appleby-puntualiza de nuevo, sí, volverán a verse.

Enarqué una ceja frente a las palabras de aquella desafiante mujer, aseguraba que si deseaba el puesto era mio, que ese hombre solo quería librarse de ella, algo de lo que muy en el fondo de mi ser no lo culpaba, mi sonrisa se ladeo, y a su vez se borró por completo cuando esta se quitó la camisa alegando que no pensaba deberme nada.
¿Estaba loca? ¿Pensaba salir así delante de ese hombre? ¿me ofrecía el trabajo y luego me desafiaba?

Alargué la mano para aferrar su muñeca, no pensaba consentir que una dama tuviera que salir desnuda solo porque su ego no le permitiera aceptar una maldita camisa, mas fueron sus labios los que me callaron, beso profundo, húmedo y necesitado que nos robó a ambos el aliento y nos dejo jadeando.
Era cierto había quedado algo a medias. Mis esmeraldas se hundieron en sus azules, tenia algo que decir y era obvio cuando mi mano no soltó su muñeca esperando que ahora si que me escuchara.

La cascada burlaba la imagen de su desnudez y de mi presencia, espuma blanca que rompía con fuerza donde el agua rompía.
-Juro por Odin que si esa camisa no cubre tu cuerpo, no existirá motivo para que vuelva a buscarla a ningún lado.
Si deseáis que acepte el trabajo, permitirme protegeros al menos en esta ocasión, si no la aceptáis, tampoco me aceptáis a mi. Vos decidís.

Enarqué una ceja ahora si aflojando el agarre mientras con la otra mano volvía a tenderle la prenda que esperaba ahora si, cubriera su perfecto cuerpo de la mirada de ese hombre que por lo que ella decía deseaba una copa en la tebana.
Tampoco me vendría mal a mi otra copa, pasé mi mano por la barba crecida, ni afeitarme, ni un buen lecho bajo un techo caliente.
Ladeé la sonrisa era un vagabundo en toda regla.
-¿Y bien señorita Abbey?

El tipo se impacientaba fuera vociferando el nombre de la dama, sabia que estaba allí, así que no le quedaba otra que salir, la pregunta era ¿como lo haría?
Nuestras miradas se encontraron de nuevo, silencio solo roto por el ruido de la cascada, ninguno quería decir adiós o al menos eso parecía.