De sangre real y crueles destinos {Privado}

por **Ma. Tamina De Castilla** Vie Feb 17, 2017 10:40 am

La voz apagada recita con devoción recitando, las rodillas de la joven se encuentran postradas en el frio suelo de la lúgubre capilla, sus delicadas manos se encuentran juntas a la altura de su pecho y sus rosados labios liberan la plegaria que con suplicio. –Dios te salve María… llena eres de gracia… el Señor es contigo… bendita eres entre todas la mujeres… y bendito el fruto de tu vientre Jesús– el repiqueteo de la puerta hace eco en la habitación pero la joven no se mueve, continua rezando, mueve las manos un poco y cambia la cuenta que esta tocando en su rosario enredado en estas misas. La puerta se abre y una joven asoma la cabeza aclarándose la garganta –Princesa, perdone el que le interrumpa pero ha llegado una carta urgente para usted– la joven de cabellos obscuros por la cual corre sangre real española no se inmuta, ni pareciera que preste atención –Santa María, madre de Dios… ruega por nosotros… los pecadores…ahora y en la hora de nuestra muerte… Amén. – separa sus manos y gira mirando a su doncella, con la diestra hace un ademan para que esta se acerque. Poco a poco se pone de pie dándole la cara –Gracias Matilde ¿De quien… viene– susurra sintiendo como su corazón palpita fuertemente.

Su dedo rompe el cello y con ágil mirada observa las palabras que concretan la carta. –Que alisten el carruaje– solicita doblando la carta, agachando la mirada de una forma casi imperceptible.

Se encontraba en Francia por petición de su padre, o mejor dicho por ordenes duras e inquebrantables, visitando al duque de Orleans en un intento vago de negociación, en años pasados se hacia comprometido con este mismo pero el matrimonio había sido anulado, su padre siempre lograba comprometerla y descomprometerla en menos de un año. Pero haciendo a un lado los asuntos primarios no se imaginaba que su amiga, la condesa Alekséyevich, con la que solía cartearse con frecuencia se encontraba en la misma Francia. Lo extraño era que la carta no venía de su amiga, venia de una allegada informando malas noticias.

por **Yuri Alekséyevich** Dom Mar 05, 2017 4:07 pm

Acomodó las servilletas antes de iniciar el ritual del desayuno. Cerró los ojos y con las manos unidas en señal de oración ofreció.

–Señor, te agradezco por un día más de vida, bendice estos alimentos y las manos que los han preparado para llegar a esta mesa. Hágase tu voluntad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén–

Acto seguido se santiguó. Era imperativo mostrarse agradecido siempre, anteponiendo cualquier deseo egoísta, aunque a decir verdad no tenía mucho que pedir para sí mismo ese día, estaba más que agradecido y feliz, cosa extraña ya que en ocasiones su mirada taciturna mostraba el ligero deseo de segur cuestionando sobre el paradero de sus padres. Sus mejillas ligeramente sonrosadas se asemejaban a un par de melocotones cuando degustaba de los alimentos.

Después de haber bebido el vaso de leche fría recién servida y un par de mordiscos al panecillo prosiguió con la fruta finamente picada sobre la porcelana. Una sonrisa de medio lado de vez en cuando para la servidumbre quienes estaban encargados de la educación y alimentación del pequeño noble. Los orbes de este se pasearon por todo el lugar, un par de cuadros pendiendo sobre las acanaladas y violáceas paredes. El candelabro gigante como una telaraña por encima de él. Un estante con libros y nada más.

Si bien era cierto que estaba habituado a una iconografía en dimensiones distintas a las de su cuarto en la mansión esto no distaba mucho de las antesalas principales del castillo en su natal Rusia. Una vez más se persignó cuando terminó de comer y se encamino por el pasillo que daba a una pequeña biblioteca en la sala contigua al comedor. Los tomos y empastados eran demasiados, mostrando un estricto orden alfabético en sus títulos. Los ojos maravillados del pequeño apenas parpadeaban para devorar cada color iluminado en las repisas.

Sus dedos tersos se atrevieron a acariciar las texturas de algunos libros. Incauto por saber cuántas historias increíbles descansaban dentro de sus páginas. A cuantos lugares maravillosos le transportarían una vez inmerso en el relato. La voz grave del mayordomo le provocó un ligero sobresalto, pidiéndole que se alistara para recibir una visita.

El pequeño corazón del niño latió con frenesí aguardando la esperanza de que fuese mamá y papá. Afuera de la construcción el sonido de un carruaje se escuchó y el niño sin pensarlo dos veces corrió hacia el recibidor, cuando la puerta se abrió la silueta femenina de alguien noble le causó una sonrisa franca y natural, aunque esta se vio derrumbada cuando notó que las facciones no eran las mismas que las de su madre.

por **Ma. Tamina De Castilla** Mar Mayo 16, 2017 3:08 pm

La joven bajo del carruaje, la enorme palacio se impone sobre ella delicada y menuda compleción como un coloso de enorme poder pero la joven de sangre real que continuo caminando paso a paso con aquella elegancia heredada de su madre, si siquiera las débiles gotas que amenazan el cielo nocturno la opacan. Al terminar de subir las escaleras la puerta es abierta siendo recibida por el mayordomo con una reverencia –Su majestad, la princesa Maria Tamina de España– informa el hombre que le acompaña como escolta –¿En donde se encuentra el pequeño? ¿Bajo la protección de quien esta?– pregunta mirando al hombre que parece incomodarse un poco.

Él mayordomo la conduce a una de las salas sin poder responder a las preguntas realizadas informándole que no se le está permitido dar dato alguno sobre el pequeño o lo sucedido. La joven guarda silencio con tranquilidad, continuando el camino que le muestra el sirviente. Al llegar al pequeño pero elegante y cálido salón decorado en tonos verdes y con una chimenea dando calor el mayordomo se retira un momento. Con un gesto la princesa ordena que su escolta le espera afuera y este obedeciendo sale parándose en la puerta de la sala, mientras que su dama se sienta un tanto apartada de ella dándole el lugar, respeto y posición a la que esta acostumbrada.

Poco después una joven del servicio aparece con una bandeja en la que se encuentran dos tazas, una pequeña sesta con galletas y una tetera, un pequeño tarro con cuadros de azúcar y un tarrito con leche junto a dos servilletas con el escudo bordado de la familia, hace una reverencia y se retira en el instante en que el mayordomo aparece guiando a un pequeño niño de no mas de ocho años -Buenas noches Yuri– el delicado movimiento de su mano ordena que los dejen a solas –Ana déjanos a solas– la joven doncella se pone de pone de pie y sale de la sala de estar, el mayordomo inquieto y dubitativo sale a regañadientes ante la mirada inquisitoria de la joven princesa.

Mira al pequeño, es hermoso, recuerda vagamente a su padre pero al solo verle es idéntico a él –¿Deseas sentarte? Me disculpo la hora en que me he presentado de visita – pregunta ofreciendo su mano al pequeño para que ambos den unos cuantos pasos y tomen asiento –Mi nombre es Maria Tamina de Castilla, soy la princesa de España, cuando te conocí eras muy pequeño. Puede estar tranquilo, soy una vieja amiga de tu madre.– la joven le ofrece la mas cálida y tranquilizante sonrisa, pues en su pecho nace una ternura que nunca antes había provocado nadie mas.

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