More pain [Miklos]

por **Darko DeGrasso** Jue Mar 02, 2017 7:27 am

Exactamente cinco días habían pasado desde que el inquisidor había reclutado a su propio hijo en la casa prestada que tenía. Como era de esperarse, quien anteriormente estaba al cargo de los condenados de la iglesia había perecido. Y como en París estaba el llamado por las sombras “As negro”, terminaron por ascenderlo sin miramientos como el líder de todos aquellos que eran, en el fondo, herejes sin salvación. No existía en el mundo alguien tan leal a los llamados de la iglesia católica como Darko DeGrasso. Un licántropo capaz de acribillar a cualquier hereje o por lo contrario, tenía la capacidad de hacer vivir en sufrimiento a un sinfín de personas hasta que éstas acepten sus pecados y supliquen por la extinción. Y por ello mismo ahora tenía a su hijo a un lado. Su esperma había sido infiel a las reglas de la casa del hombre y una hembra había dado a luz a lo que estaba hoy frente a sus ojos. Un inmundo cambiaformas, testarudo y sin escrúpulos. ¿De qué manera se las podía ingeniar Darko para mostrarle a aquel muchacho como era la vida para los que no hacían lo correcto? Había llegado el día anterior luego de mucho papelerío por hacer, ser el responsable de todos esos vampiros, licántropos, hechiceros y hasta detestables cambiaformas no era divertido en absoluto y había que controlarlos de tal manera que todo estuviese calculado para lo bueno y lo malo. Por lo que el humor del inquisidor no era para nada relajado y las ganas de sentir el dolor ajeno inundando una habitación se habían hecho terriblemente grandes.

— Vamos muchacho, quedan dos en los calabozos y hay que despacharlos. A mis ciento treinta años tengo que andar con estos cargos, los niños no aprenden. — Rezongó frente a un hombre de apariencia jovial, de cabellos muy cortos y rostro completamente anguloso, bastante parecido al del más viejo muchos años atrás. Miklós era su hijo, su único hijo, aquel que nació de un enamoramiento tan profundo que a Darko le costaba verlo a los ojos y no sentir punzadas de odio al recordar la traición, ésta corría por las venas del muchacho con la forma de animales que tomaban el control de su anatomía. Y aunque no podía culparlo, sí lo hacía y mucho. Viajaba en el odio del tiempo más veces que en los últimos sesenta años, pero debía agradecérselo pues todo ese odio había desembocado en que días atrás, cuando la luna llena apareció, pudiese mantener sus sentidos más abiertos que nunca cuando estaba transformado en bestia. Tal parecía que la irracional existencia de un hijo le había dado la oportunidad de encontrar una especie de equilibrio entre lo que era llamado como “Gaia” y su maldición, una que ahora podía controlar mucho mejor que antes.

El anciano se dispuso entonces a caminar por afuera de la casa en la que ahora vivían ambos hombres y yendo por un camino de piedras apuntó a lo que era una construcción destrozada. El lugar irradiaba aura y poderes porque mantenía hechizos de barreras para contener cualquier tipo de catástrofe posible. — Los vampiros siguen siendo humanos, ¿sabes? Solo hace falta un poco más de dolor, constante y lento que los hace terminar por decir la verdad. Hoy tengo que terminar con ambos para mandarlos a la iglesia general. Dependiendo lo que saquemos hoy podrían terminar como condenados o muertos en la hoguera. — “Ese también puede ser tu final” Darko estaba tentado de decirlo pero por alguna razón no salió de su boca, sino que con la simple mirada, alzando las cejas y con una sonrisa un tanto asqueada le miró y siguió camino hasta abrir la puerta y encontrar lo que era un buen juego de escritorio y silla que estaban al lado de una escalera que empinaba varios metros en redondo. Alzó un poco la barbilla mandando al más joven a que fuese primero, no llevaban nada especial entre manos, todo se encontraba abajo aunque generalmente el inquisidor se valía de sus propias manos para encontrar una confesión de las más oscuras mentes de los sobrenaturales. El moho relucía en las paredes y un olor a sangre, defecación y tierra mojada se alzaba. Al sentir esto chasqueó los dientes y negó un poco caminando hacia abajo con la clara idea de que lo primero que tenía que hacer era lanzar agua a baldazos por doquier, en el final de las escaleras había un pozo a presión, se podía ver todo el escenario desde escalones más arriba, como uno de los cuadros de las más sangrientas batallas.

por Invitado Vie Mar 17, 2017 6:08 am

Nunca era agradable sentirse como un cachorro, y menos para alguien como Miklós, que no solamente había superado cómodamente ya el medio siglo, sino que encima se había criado sin un padre (más o menos) y había enterrado, de la forma más literal posible, a su madre. Sin embargo, el mundo siempre se encontraba lejos de agradar a Laborc, especialmente en los tiempos más recientes, y como no podía ser de otra manera, la personificación de aquello que le parecía más repulsivo fue Darko, el hombre que se había convertido en su padre. Los días que habían pasado desde el descubrimiento hasta aquel en el que se había descubierto acudiendo a su casa como si lo hubiera agarrado por el pescuezo (¡de ahí que se sintiera un cachorro de felino! La única diferencia era que si el lobo lo mordía lo destrozaría y que no había cariño de por medio, pero eso eran minucias) le habían servido para asimilarlo, y ya casi, casi se había acostumbrado a llamarse a sí mismo DeGrasso. Desde luego, tenía bastante que ver en esa renuncia suya a su herencia Rákóczi que solamente creyera a su hermana digna de un apellido de semejante enjundia, especialmente en el Sacro Imperio y aunque hubiera perdido gran parte de su histórico lustre, mas el hecho permanecía inamovible: Miklós ya era DeGrasso, para bien o para mal. ¿Sería suficiente para Darko que semejante cambio hubiera tenido ya lugar...? Bueno, las circunstancias le estaban dejando sumamente claro que no lo era, pues de lo contrario ¿por qué lo habría obligado a seguirlo hasta la mismísima celda, pestilente como ella sola por cierto, donde tenía a vampiros encerrados con la autoridad que le daban sus santas narices? Por supuesto, la Iglesia había tenido bastante que ver, pero Miklós tenía una relación tirante con la institución, y que hubieran colocado a una bestia como DeGrasso en una posición de poder no le hacía ganar puntos en el contador mental del húngaro, desde luego.

– Anciano o no, sigues sin tener pinta de ser un inválido que no puede causar dolor, pero vale, lo acepto, tienes casi siglo y medio y te pesan las telarañas, así que yo me ocupo. De todas maneras, los vampiros no son precisamente santo de mi devoción, eso tenlo por seguro. – afirmó, encogiéndose de hombros pese a su rudeza, y con la misma indiferencia que portaba siempre en el rostro, a la que al otro más le valía acostumbrarse. Ni siquiera haberse enterado de la identidad de su auténtico progenitor le iba a cambiar la apatía existencial en la que se veía apresado desde hacía ya tiempo, y si bien Darko estaba bastante cerca de conseguir que Miklós sintiera, el húngaro tenía su orgullo muy marcado, casi tanto como los rasgos en el rostro, y no iba a ceder a la satisfacción de haber satisfecho un misterio no escrito de toda su vida. Así pues, debía mantenerse frío, y para ello convirtió su expresión en la más pura neutralidad mientras se acercaba al pozo y llenaba el cubo, con el que primero regó las paredes para despegar el hedor, y a continuación regó a los vampiros, asegurándose previamente por supuesto de mezclar con el líquido plata en polvo para que cada gota les escociera y los hiciera gemir. Verdaderamente, el inquisidor lo tenía todo listo para que él se ocupara del trabajo sucio... – ¿Hay algo que deba saber de estos dos o simplemente quieres que haga lo peor que se me ocurra para ver si así me consideras digno de tu apellido? Pregunto, por saber qué preguntar, o si prefieres que esté calladito y que simplemente sufran y hables tú. – inquirió, malcarado como solía, y agarró un trozo de cristal que había cerca, antaño proveniente de un espejo, para reflejar un rayo de sol que entraba a través de las rejas del lugar directamente a la cara de uno de los vampiros.

El chisporroteo estuvo a punto de provocarle tanta hambre que, si Darko lo hubiera sabido, no habría necesitado el espectáculo para saber que su descendencia era capaz de ser tan rastrero, sádico y cruel como podía serlo él cuando verdaderamente se empeñaba.

por **Darko DeGrasso** Jue Abr 06, 2017 11:21 am

Probablemente el anciano inquisidor se hubiese reído de las palabras del húngaro, ¿no estaba inválido? Claro que no, era capaz de hacer muchas más cosas que cualquier jovencito, sin embargo sí estaba cansado. Su mente era la que más sufría en esos tiempos. Y era cierto que la psiquis maligna de Darko estaba enferma, casi triste por no haber podido tomar a su propio hijo cuando era un ser sin conciencia. ¡No sabía qué pensar al respecto cuando eso pasaba por su cabeza! Así que de eso estaba viviendo: de penas y enfados, de broncas y despilfarros. Una vez más una queja para Dios, que ponía sobre la balanza lo bueno y lo malo y por primera vez en mucho tiempo no se distinguía cuál de los cuencos estaba más pesado. La mirada cansina del As negro estaba penetrante en los ojos del nuevo DeGrasso y la sonrisa torcida y desagradable se tornaba más fría a cada paso. — ¿No te agradan los vampiros, eh? ¿Alguna buena historia para contar? Podría darte una clase de por qué son las bestias más detestables de todas. Los más cercanos al demonio sin lugar a dudas. Sucumben ante la tentación tan fácilmente, su crueldad ante los sabores de la sangre crece cada año. Deberían ser extinguidos de una vez, pero la Iglesia usa su poder, estúpidamente pero lo hace. — comentaba suelto, distendido como si hubiesen ido a tomar el té a alguna parte. Pero el olor a putrefacción del moho estaba reluciente en el ambiente y cuando la puerta se abrió y el escenario se puso en pie, la sonrisa del inquisidor se volvió un poco más tenebrosa que de costumbre. Y observó a su hijo con suspicacia, se reía por dentro de lo que le mostraba, ¿acaso había alguna probabilidad de que no fuese su esperma? ¡Podía ver en sus malditos y patéticos ojos que estaba disfrutando la sensación del dolor ajeno! Porque si le das a un hombre la libertad de despersonificar a alguien, de convertirlo en un objeto, se convierten en bestias, eso es lo que son todos, eso es de lo que estaba seguro el viejo DeGrasso. — A este de aquí lo cacé luego de que se encontraran varias niñas muertas de la misma forma, les chupaba la sangre siempre de la misma forma, parece que le gustan los corazones. Por eso le hice ese hueco. Todavía no dice que se arrepiente o quizá lo dijo algunas veces. — ironizó al respecto observando al vampiro que apenas se lo podía distinguir de un cadáver huesudo. Tenía estacas muy delgadas clavadas cerca de su pecho, como si estuviesen haciendo un camino alrededor del corazón pero ninguna partiéndolo. Se notaba aún que había sido abierto de par en par. A DeGrasso le gustaba que sus víctimas sintieran lo mismo que las ajenas una y otra vez, así es como lograba siempre su cometido. La llama afloró por un instante y el recuerdo perfecto de la niña muerta con el corazón en sus propias manos como si se lo hubiese sacado sola le hizo renacer un poco de odio. No dudo en calmarse clavándole una nueva estaca en el hombro solo para disminuir su frustración, el grito del vampiro le hizo regocijar.

— Ese otro… 'Solo' lo encontré alimentándose y matando a su presa. Es un neófito, con suerte podrá ser un condenado. O con suerte morirá más rápido... ¿Mi apellido? ¿Acaso te crees digno de él? Muchacho, mi muchachito, ¿acaso no soy un buen padre aceptándote aunque nunca supe de tu existencia? Has que hablen, que se arrepientan, cuando veas que en sus ojos se escriben las palabras terminaremos. Hoy es la última oportunidad que tienen. Mañana serán despachados salgan como salgan. Para morir o ser reclutados. — Era sorprendente con el entusiasmo que hablaba Darko, el hombre más serio y seco que en algún momento había sido catalogado como 'la parca' se encontraba animado de enseñar, de profetizar una vez más sus ideales. ¿Cuál era la razón de que eso sucediera? No era en absoluto seguro, pero en ese momento no le importó y se dejó fluir en ese mar. Pronto su cuerpo cayó contra un sillón grande y acolchonado que había detrás de él y sonrió desagradablemente, dejando que el joven hiciera lo que quisiera con ellos. No mostraba orgullo por sus acciones aunque claramente no le desagradaban, pues el chirrido de la piel le hizo entornar los ojos contra el vampiro que estaba más arruinado de los dos, aquel que era más viejo y por tanto estaba más corrompido. Siempre era importante saber las historias de por qué habían llegado a lo que eran. Por supuesto Darko había obviado las conversiones de ambos dos, quería saber si Miklos podía darse cuenta de algo. El vampiro que solo había matado a su víctima tenía estacas clavadas en sus rodillas y brazos y la piel parecía que había pasado por innumerables quemaduras. ¿La razón? Uno de los dos había decidido convertirse en vampiro, el otro había sido obligado a esa maldición. Para Darko esa era una línea inhumana que nadie debía sobrepasar.

por Invitado Vie Abr 14, 2017 3:29 pm

Miklós era perfectamente consciente, lo había sido desde el momento en que lo había mirado a la cara y le había devuelto la mirada la nada más absoluta, de que Darko DeGrasso era un desgraciado, malnacido, cruel y hasta malvado inquisidor, pero lo cierto era que se lo había tomado con filosofía, y no porque fuera apático y se necesitara más que eso para hacerlo reaccionar, sino porque muchas cosas que veía en el otro las notaba latentes en sí mismo. A su propio oficio se remitía: para ganarse la vida, había terminado golpeando y maltratando otros seres con la única justificación del mejor postor para explicar su comportamiento; al menos Darko tenía la excusa de la Inquisición, pero ¿cuál era la suya? Ninguna, salvo que en el fondo disfrutaba haciéndolo, y ahora, después de lo que les iba a hacer a los vampiros que la crueldad del otro había capturado, hasta a su padre podría llegar a quedarle clara esa faceta de su hijo que era inevitable que había recibido de él. Así era: Eszter podía haber sido una pecadora de la peor calaña, pero no había llegado nunca a tantos extremos como Darko había demostrado poseer en el pasado reciente (¡y tanto, que apenas hacía tiempo que se conocían!), y desde luego su maldad nunca había sido tanta ni tan profunda. La de Miklós aún estaba por ver, pues aunque fuera un hombre longevo, definitivamente mucho más de lo que su aspecto dejaba entrever, ya había empezado a dejarla salir en alguna ocasión, y su alcance real solamente el tiempo podría llegar a revelar, con ese dramatismo que lo caracterizaba siempre. Exactamente igual que a él, por otro lado, pues examinó a los vampiros, a ambos (sí, incluso al colador humano), y decidió que aún necesitaban más dolor antes de decidir si eran merecedores de todo eso o no. Como si la decisión dependiera, siquiera remotamente, de él...

– Me crié con uno bastante tiempo, papi, de hecho a él también podría llegar a considerarlo padre, o algo así. Sin embargo, se largó, como acabáis haciendo todos; entre eso y otra serie de vampiros que han querido liquidarme, no han acabado siendo mis favoritos. – respondió, y se inclinó hacia delante, con las manos apoyadas en las rodillas, para mirar a los dos vampiros. Había algo que se le tenía que estar escapando en la situación, en la información que el otro le había contado, pues si “sólo” había matado a una víctima, ¿por qué estaba pagando como si hubiera cometido un crimen mayor? Obviamente, Miklós creía que matar a un ser humano, si no había justificación (y alimentarse no lo era; sabía de vampiros que se alimentaban sin ir liquidando a diestro y siniestro), era un crimen bastante brutal por el que se debía pagar; aun sabiéndolo, sin embargo, era capaz de relativizar, y en esas circunstancias lo hacía, porque algo bueno tenía que tener su maldita frialdad, ¿no? – La Iglesia no siempre se caracteriza por ser inteligente, a estas alturas tú mejor que nadie deberías saberlo. Es una estúpida manera de mancillar la Palabra del Señor, pero te da de comer, así que habrá que lidiar con ello, ¿no? – comentó, criticando con cierta mordacidad la actitud de Darko de atacar aquello que lo mantenía con un nivel de vida que Miklós solamente podía envidiar, y entonces cogió una tenaza que tenía atrapada una bala de plata, la cual brillaba casi con obscenidad en la oscura habitación donde los cuatro se encontraban. – Ya has oído al viejo, no te lo repetiré más que una vez: habla. ¿Te arrepientes de algo? – preguntó, ladeando la cabeza como si quisiera establecer cierta complicidad entre el vampiro y él, y cuando el vampiro le bufó, Miklós le atravesó la oreja con la bala de plata, como si quisiera hacerle un pendiente nuevo, igual que los que llevaban las mujeres. Los alaridos llenaron el silencio de la estancia y Miklós, en consecuencia, se sintió en paz... Porque, por fin, al menos eso le era conocido.

Si no fuera por su patológico rechazo a la Iglesia como institución, un tanto curioso dado lo fervoroso creyente que era en la religión que le habían inculcado desde niño, habría podido ser un buen inquisidor... Como si quedaran dudas con respecto a la paternidad de Darko, baste eso para restregarle a su bastardo aún más por el rostro de lo que ya lo hacía él con su comportamiento.

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