AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Edición Limitada ~{Uryan}~
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Edición Limitada ~{Uryan}~
Recuerdo del primer mensaje :
El silencio era una utopía en su vida. Cuando el mundo se callaba y todos dormían ella estaba despierta, y entonces le sonaban las tripas, aunque no fuera un sonido real porque estaba muerta y nada se movía en su interior. O la voces de su cabeza... susurraban, hablaban, gritaban. Silencio. Sólo quería silencio, un poco de quietud, un momento que fuera suyo de verdad, que no perteneciese a nadie más... pero nunca era posible.
Había vuelto a la Morgue, una vez, sin saber muy bien por qué sus pasos la llevaron a tal lugar. Probablemente su subconsciente quiso regresar al único lugar conocido en el cual podía seguir siendo un monstruo de la noche. Pero nada más poner un pie en aquel callejón, sintió el hormigueo del miedo, el hambre extrema, el hedor y los dientes de las ratas que mordisqueaban y roían su camisón o las puntas de sus dedos. Entonces el pánico la invadió y se alejó de ese sitio.
Buscó también el silencio en el desierto jardín de Saint Clemence. El orfanato donde se crió y donde la convirtió aquel monstruo desalmado, estaba ahora desierto. Tras la masacre no quedaron monjas ni niños a los que cuidar, así que el edificio sucumbió al abandono. En aquellos tres años las malezas habían crecido mucho. No se atrevió a entrar y encontrarse de nuevo frente a frente con la mancha carbonizada sobre el suelo, donde la hermana Adolfina estacó al vampiro, donde ella perdió su vida humana. Tampoco allí encontró el consuelo que buscaba.
Vagó por las calles de París y por un comentario fortuito de Assur supo que había catacumbas. Una de las noches que él se fue con Sunshine la muchacha salió rumbo a aquellos túneles en busca de un lugar donde acallar ciertas voces, apagar esa sensación de hambre no saciada con la bolsa de sangre.
Llegó hasta el descampado en el que al parecer había una de las entradas y observó la abertura que parecía una alcantarilla, mas se trataba de una de las salidas de aquella inmensa red subterránea. Sus pasos eran apagados, livianos. Su vestido era etéreo, pálido como su piel, y su melena dorada y larga descansaba suelta sobre la espalda. Sus labios eran rojos, más que cuando era humana, sus ojos mantenían el azul celeste, cristalino y limpio de cuando estaba viva, pero se tornaban rojizos cuando la embargaba el hambre sin remedio.
Una figura delicada, casi espectral, que se adentraba en unos túneles oscuros. Tarareó por lo bajo una canción que solía cantar cuando jugaban al escondite en el patio de Saint Clemence.
Alargó la mano y fue acariciando las paredes de los túneles palpando la humedad decrépita del lugar, tratando de obviar los siseos de las voces y las palabras extrañas que parecían susurradas en el viento.
- Keep the streets empty for me:
El silencio era una utopía en su vida. Cuando el mundo se callaba y todos dormían ella estaba despierta, y entonces le sonaban las tripas, aunque no fuera un sonido real porque estaba muerta y nada se movía en su interior. O la voces de su cabeza... susurraban, hablaban, gritaban. Silencio. Sólo quería silencio, un poco de quietud, un momento que fuera suyo de verdad, que no perteneciese a nadie más... pero nunca era posible.
Había vuelto a la Morgue, una vez, sin saber muy bien por qué sus pasos la llevaron a tal lugar. Probablemente su subconsciente quiso regresar al único lugar conocido en el cual podía seguir siendo un monstruo de la noche. Pero nada más poner un pie en aquel callejón, sintió el hormigueo del miedo, el hambre extrema, el hedor y los dientes de las ratas que mordisqueaban y roían su camisón o las puntas de sus dedos. Entonces el pánico la invadió y se alejó de ese sitio.
Buscó también el silencio en el desierto jardín de Saint Clemence. El orfanato donde se crió y donde la convirtió aquel monstruo desalmado, estaba ahora desierto. Tras la masacre no quedaron monjas ni niños a los que cuidar, así que el edificio sucumbió al abandono. En aquellos tres años las malezas habían crecido mucho. No se atrevió a entrar y encontrarse de nuevo frente a frente con la mancha carbonizada sobre el suelo, donde la hermana Adolfina estacó al vampiro, donde ella perdió su vida humana. Tampoco allí encontró el consuelo que buscaba.
Vagó por las calles de París y por un comentario fortuito de Assur supo que había catacumbas. Una de las noches que él se fue con Sunshine la muchacha salió rumbo a aquellos túneles en busca de un lugar donde acallar ciertas voces, apagar esa sensación de hambre no saciada con la bolsa de sangre.
Llegó hasta el descampado en el que al parecer había una de las entradas y observó la abertura que parecía una alcantarilla, mas se trataba de una de las salidas de aquella inmensa red subterránea. Sus pasos eran apagados, livianos. Su vestido era etéreo, pálido como su piel, y su melena dorada y larga descansaba suelta sobre la espalda. Sus labios eran rojos, más que cuando era humana, sus ojos mantenían el azul celeste, cristalino y limpio de cuando estaba viva, pero se tornaban rojizos cuando la embargaba el hambre sin remedio.
Una figura delicada, casi espectral, que se adentraba en unos túneles oscuros. Tarareó por lo bajo una canción que solía cantar cuando jugaban al escondite en el patio de Saint Clemence.
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Estoy tumbado y descansando! Pronto estaré detrás!!
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Estoy poniéndome los pantalones! Pronto estaré detrás!!
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Ahora os comeré y en mi panza acabarás!
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Estoy tumbado y descansando! Pronto estaré detrás!!
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Estoy poniéndome los pantalones! Pronto estaré detrás!!
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.
- Lobo, ¿dónde estás?
- ¡Ahora os comeré y en mi panza acabarás!
Alargó la mano y fue acariciando las paredes de los túneles palpando la humedad decrépita del lugar, tratando de obviar los siseos de las voces y las palabras extrañas que parecían susurradas en el viento.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Edición Limitada ~{Uryan}~
Acompañó a Uryan hasta el bosque donde estaba la cabaña. A simple vista parecía un refugio de pastores o cazadores, pequeña, abandonada, con ese aire que tienen las cosas que han visto pasar los años por delante quedándose al margen. Pero en su cabeza la vislumbró con tejado nuevo, con el suelo limpio y seco y sin moho, una hoguera prendida en la chimenea y el olor de las hierbas secas colgando del techo, para sazonar un asado o similar.
Los cristales estaban sucios pero milagrosamente seguían en las ventanas, quizás alguno rajado y empañado, pero íntegro. Acercó la mano y con la manga limpió un círculo en uno de ellos. Miró al exterior y se imaginó el bosque nevado y frío al caer la noche. Se giró hacia Uryan y le sonrió.
—será perfecta, sólo necesita unos retoques, un poco leña quemándose en la chimenea y una manta de cuadros. Parece la casa de caperucita y la abuelita.— no tenía ni idea de si Uryan sabía ese cuento en el que el lobo grande y malo se comía a la abuelita y el cazador la rescataba abriéndole la tripa. Dudaba que ningun cazador pudiera abrirle la tripa a Slang, más bien acabaría siendo su cena.— yo puedo traer galletas y coser unas cortinas. Te ayudaré con la limpieza, tengo jabón de sobra en el orfanato. Deberías venir a verlo, es muy bonito y algún día cuando empiecen las obras y lo dejen perfecto, será un hogar para muchos niños. Puedes venir cuando quieras, pero no te los puedes comer, a ninguno de ellos en realidad, porque son todos necesarios. Los cocineros, las profesoras...¿lo entiendes, verdad?
Como si le estuviera explicando a un niño que no puede comer hormigas del jardín. Pero bajo la lógica de Hania, Slang seguiría siendo un caníbal, sus serpientes tendrían hambre y acabarían engullendo una presa, así que se conformaba con que no fuera alguien cuya presencia en el orfanato fuera indispensable porque ella no podía suplirlos de día.
En su cabeza ya había un lista de cosas que iba a tener preparadas para siguiente semana, y que Uryan las llevase al bosque. Entre ellas herramientas, artículos de cocina básicos, cosas de limpieza, algo de ropa de cama, comida y unas casitas de pájaros pintadas de colores, le gustaba pintarlas con motivos florales y colgarlas en los troncos cercanos, escuchar su trino le recordaba que allí afuera había un mundo bonito bajo la luz del sol, y ella no podía verlo, pero seguía existiendo, como si estuviera al otro lado de un espejo.
Los cristales estaban sucios pero milagrosamente seguían en las ventanas, quizás alguno rajado y empañado, pero íntegro. Acercó la mano y con la manga limpió un círculo en uno de ellos. Miró al exterior y se imaginó el bosque nevado y frío al caer la noche. Se giró hacia Uryan y le sonrió.
—será perfecta, sólo necesita unos retoques, un poco leña quemándose en la chimenea y una manta de cuadros. Parece la casa de caperucita y la abuelita.— no tenía ni idea de si Uryan sabía ese cuento en el que el lobo grande y malo se comía a la abuelita y el cazador la rescataba abriéndole la tripa. Dudaba que ningun cazador pudiera abrirle la tripa a Slang, más bien acabaría siendo su cena.— yo puedo traer galletas y coser unas cortinas. Te ayudaré con la limpieza, tengo jabón de sobra en el orfanato. Deberías venir a verlo, es muy bonito y algún día cuando empiecen las obras y lo dejen perfecto, será un hogar para muchos niños. Puedes venir cuando quieras, pero no te los puedes comer, a ninguno de ellos en realidad, porque son todos necesarios. Los cocineros, las profesoras...¿lo entiendes, verdad?
Como si le estuviera explicando a un niño que no puede comer hormigas del jardín. Pero bajo la lógica de Hania, Slang seguiría siendo un caníbal, sus serpientes tendrían hambre y acabarían engullendo una presa, así que se conformaba con que no fuera alguien cuya presencia en el orfanato fuera indispensable porque ella no podía suplirlos de día.
En su cabeza ya había un lista de cosas que iba a tener preparadas para siguiente semana, y que Uryan las llevase al bosque. Entre ellas herramientas, artículos de cocina básicos, cosas de limpieza, algo de ropa de cama, comida y unas casitas de pájaros pintadas de colores, le gustaba pintarlas con motivos florales y colgarlas en los troncos cercanos, escuchar su trino le recordaba que allí afuera había un mundo bonito bajo la luz del sol, y ella no podía verlo, pero seguía existiendo, como si estuviera al otro lado de un espejo.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Edición Limitada ~{Uryan}~
Sentía cierto alivio al escuchar a la rubia, lo que no supo fue cuándo había estado preocupado, tal vez necesitase la aprobación de alguien más, estaba entre la duda de ser una auténtica locura y la incomprensión de tener una casa, por un momento pensó que sería una especie de locura transitoria, pero cuanto más le daba vueltas a la cabeza menos dudas tenía. Solo faltaba que el cachorro estuviera dispuesto a vivir allí..¿Debería organizar la casa primero antes de enseñársela?
Miró a la rubia con los brazos cruzados.-..¿La casa de quién?- No había nadie allí cuando la encontró y no tenía ninguna pinta de estar siendo utilizada, la casa por fuera estaba hecha polvo, dentro estaba llena de él. De madera echada a perder, restos de vegetación y desperdicios de animales. Era obvio que Uryan no conocía ese cuento. La cabeza le empezó a dar vueltas cuando la rubia enumeró todo lo que podía hacer. ¿Jabón? Jabón para qué, cortinas para qué. Empezaba a plantearse si llevar a Hania hasta allí había sido un error, pero era una mujer, sabía más de estas cosas, aunque estuviera muerta. Se frotó la nuca incómodo, con el ceño muy fruncido.- Lo que te parezca bien.- Él solo quería un techo sin agujeros y una chimenea, le parecía bastante más importante que un mantel de cuadros o que hubiera excrementos de rata por todas partes. Podía sobrevivir sin esos lujos..Pero luego recordó que se trataba de vivir, no solo de mantenerse con vida.
Cerró los ojos y lo soltó muy lentamente, mirando a la chica. Un lugar lleno de niños, sonaba el típico sitio donde él no pondría un pie ni loco. Pensó que se refería a no comer niños, suponía que ella ya se había dado cuenta de que Slang era incapaz de atacar cachorros, pero cuando describió al resto del personal suspiró, eso tenía más sentido pero no le gustaba tanto.- Está bien.- Gruñó, encogiéndose de hombros.- De todas formas..Hace tiempo que no como.- Hacía tiempo no, desde que llegó Esthia, pero ese era un dato que no quería compartir. Caminó hasta la puerta cogiendo el pomo, tiró de ella pero con un crujido esta se le echó encima. Frunció el ceño y la dejó posada contra una de las paredes, se tuvo que agachar un poco para entrar por la puerta y la madera crujía bajo sus pies. Olía a humedad, pero no mucho a cerrado, faltaba prácticamente una de las paredes así que olía más a madera vieja y podrida que a otra cosa.
El interior era amplio, tenía una única habitación separada del resto, la cocina seguía allí, seguramente demasiado pesada para trasladarla a cualquier otro sitio. Se escuchaban pisadas de roedores sin mucho esfuerzo, había unos cuantos muebles aun, una mesa y dos sillas en una esquina, la habitación no tenía puerta y se podía ver desde fuera el armazón de una cama, no era muy grande, pero total, para dos personas bastaba y sobraba.- Creo que..El techo habría que tirarlo entero.- Comentó mirando hacia arriba.- Igual puedo sacarle algo más de espacio para una buhardilla.. ¿Crees que Esthia tendrá muchos trastos?- El no tenía nada, salvo lo que llevaba puesto, de modo que no necesitaba un trastero y de todas formas no se le ocurría qué podían montar ahí arriba. Frunció el ceño, concentrado, era extraño ver esa expresión en el licántropo, normalmente no se esforzaba por pensar tanto, empezaba a vislumbrar algo que podría hacer con ese espacio sin usar.
Miró a la rubia con los brazos cruzados.-..¿La casa de quién?- No había nadie allí cuando la encontró y no tenía ninguna pinta de estar siendo utilizada, la casa por fuera estaba hecha polvo, dentro estaba llena de él. De madera echada a perder, restos de vegetación y desperdicios de animales. Era obvio que Uryan no conocía ese cuento. La cabeza le empezó a dar vueltas cuando la rubia enumeró todo lo que podía hacer. ¿Jabón? Jabón para qué, cortinas para qué. Empezaba a plantearse si llevar a Hania hasta allí había sido un error, pero era una mujer, sabía más de estas cosas, aunque estuviera muerta. Se frotó la nuca incómodo, con el ceño muy fruncido.- Lo que te parezca bien.- Él solo quería un techo sin agujeros y una chimenea, le parecía bastante más importante que un mantel de cuadros o que hubiera excrementos de rata por todas partes. Podía sobrevivir sin esos lujos..Pero luego recordó que se trataba de vivir, no solo de mantenerse con vida.
Cerró los ojos y lo soltó muy lentamente, mirando a la chica. Un lugar lleno de niños, sonaba el típico sitio donde él no pondría un pie ni loco. Pensó que se refería a no comer niños, suponía que ella ya se había dado cuenta de que Slang era incapaz de atacar cachorros, pero cuando describió al resto del personal suspiró, eso tenía más sentido pero no le gustaba tanto.- Está bien.- Gruñó, encogiéndose de hombros.- De todas formas..Hace tiempo que no como.- Hacía tiempo no, desde que llegó Esthia, pero ese era un dato que no quería compartir. Caminó hasta la puerta cogiendo el pomo, tiró de ella pero con un crujido esta se le echó encima. Frunció el ceño y la dejó posada contra una de las paredes, se tuvo que agachar un poco para entrar por la puerta y la madera crujía bajo sus pies. Olía a humedad, pero no mucho a cerrado, faltaba prácticamente una de las paredes así que olía más a madera vieja y podrida que a otra cosa.
El interior era amplio, tenía una única habitación separada del resto, la cocina seguía allí, seguramente demasiado pesada para trasladarla a cualquier otro sitio. Se escuchaban pisadas de roedores sin mucho esfuerzo, había unos cuantos muebles aun, una mesa y dos sillas en una esquina, la habitación no tenía puerta y se podía ver desde fuera el armazón de una cama, no era muy grande, pero total, para dos personas bastaba y sobraba.- Creo que..El techo habría que tirarlo entero.- Comentó mirando hacia arriba.- Igual puedo sacarle algo más de espacio para una buhardilla.. ¿Crees que Esthia tendrá muchos trastos?- El no tenía nada, salvo lo que llevaba puesto, de modo que no necesitaba un trastero y de todas formas no se le ocurría qué podían montar ahí arriba. Frunció el ceño, concentrado, era extraño ver esa expresión en el licántropo, normalmente no se esforzaba por pensar tanto, empezaba a vislumbrar algo que podría hacer con ese espacio sin usar.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Re: Edición Limitada ~{Uryan}~
La casa estaba vieja y sucia, medio en ruinas, pero era mejor que las catacumbas y las alcantarillas, con unos arreglos podía ser un hogar, Hania lo veía perfecto para alguien como Uryan a quien las sedas y los doseles no le pegaban en absoluto.
— Pues no lo sé...tiene pinta de que si.— sonrió y dio una vuelta de campana sobre si misma. El lobo blanco tenía pinta de ser de los que almacenan cosas, camisas, libros o cualquier objeto que le pudiera hacer feliz.— el suelo está perfecto!!.— Si por perfecto entendían que no se había hundido ni estaba podrido, pero tenía tantos kilos de mierda que limpiarlo sería una odisea.
El amanecer estaba cerca y la rubia le pidió a Uryan que la acompañase a su casa, debía guarecerse del sol y así, emprendieron el camino de vuelta. Cuando estuvieron frente a la mansión Fortier se detuvo ya abrazó al licántropo hundiendo su cabellera rubia en el espeso pelaje del lobo.
— Gracias... gracias, gracias!! he podido volar. Y ahora sé donde está tu casa, iré a llevarte comida.— se despidió del enorme caníbal y le lanzó un beso mental a Slang que sabía que la escuchaba a hurtadillas con eso que se llama instinto.
La siguiente noche se presentó en la puerta de la cabaña con trapos, jabón, algo de ropa de cama y una cesta de víveres. Estaba dispuesta a yudarlo a adecentar ese lugar, y con sus recientes habilidades, como la velocidad aumentada y la fuerza elevada, podría hacer cosas que antes ni se le podían ocurrir. En un santiamén estaba limpio el interior, al menos lo que se podía limpiar, porque lo que se tenía que reparar no tenía caso.
Sabía que Uryan cazaba y masticaba sus presas crudas, sin cocinar. Seguramente no necesitase utensilios de cocina, pero aun así, un día de estos se los traería. Por lo pronto se iba a segurar de que al menos comiera algo cocinado un par de veces por semana, para eso estaba ella. Sacó de la cesta un caldero de carne estofada que desprendía un olor delicioso, ella no podía comerlo, pero le encantaba ver su color brillante y jugoso y las cara de felicidad de quienes se podían llevar a la boca un manjar así. Se había llevado una botella pequeña de sangre de Tyler y se sentó en un taburete junto a Uryan a darle sorbos mientras éste cenaba algo.
— Me gusta este sitio porque no se oye a la gente, sólo los pájaros y los ratones corriendo por ahí.
— Pues no lo sé...tiene pinta de que si.— sonrió y dio una vuelta de campana sobre si misma. El lobo blanco tenía pinta de ser de los que almacenan cosas, camisas, libros o cualquier objeto que le pudiera hacer feliz.— el suelo está perfecto!!.— Si por perfecto entendían que no se había hundido ni estaba podrido, pero tenía tantos kilos de mierda que limpiarlo sería una odisea.
El amanecer estaba cerca y la rubia le pidió a Uryan que la acompañase a su casa, debía guarecerse del sol y así, emprendieron el camino de vuelta. Cuando estuvieron frente a la mansión Fortier se detuvo ya abrazó al licántropo hundiendo su cabellera rubia en el espeso pelaje del lobo.
— Gracias... gracias, gracias!! he podido volar. Y ahora sé donde está tu casa, iré a llevarte comida.— se despidió del enorme caníbal y le lanzó un beso mental a Slang que sabía que la escuchaba a hurtadillas con eso que se llama instinto.
La siguiente noche se presentó en la puerta de la cabaña con trapos, jabón, algo de ropa de cama y una cesta de víveres. Estaba dispuesta a yudarlo a adecentar ese lugar, y con sus recientes habilidades, como la velocidad aumentada y la fuerza elevada, podría hacer cosas que antes ni se le podían ocurrir. En un santiamén estaba limpio el interior, al menos lo que se podía limpiar, porque lo que se tenía que reparar no tenía caso.
Sabía que Uryan cazaba y masticaba sus presas crudas, sin cocinar. Seguramente no necesitase utensilios de cocina, pero aun así, un día de estos se los traería. Por lo pronto se iba a segurar de que al menos comiera algo cocinado un par de veces por semana, para eso estaba ella. Sacó de la cesta un caldero de carne estofada que desprendía un olor delicioso, ella no podía comerlo, pero le encantaba ver su color brillante y jugoso y las cara de felicidad de quienes se podían llevar a la boca un manjar así. Se había llevado una botella pequeña de sangre de Tyler y se sentó en un taburete junto a Uryan a darle sorbos mientras éste cenaba algo.
— Me gusta este sitio porque no se oye a la gente, sólo los pájaros y los ratones corriendo por ahí.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Edición Limitada ~{Uryan}~
Uryan veía pocas posibilidades a esa cabaña, pero a él le parecía un lugar en el que poder estar sin preocuparse de nada más, ser él mismo, con Esthia, sin llamar la atención de nadie, era un concepto nuevo para él, que hasta entonces siempre había tenido cierta fama entre los mediocres y las alimañas. Lo único malo era tener que protegerse de los visitantes, tenía enemigos, como todo el mundo, además de cazadores y vampiros que podrían querer jugársela, tendría que hacerse con un territorio allí, marcar algunas zonas, dejar claro que el sitio estaba ocupado y que no iba a dejar que nadie pusiera en peligro esa casa ni a sus habitantes. Asintió con la cabeza y acompañó a la rubia, aun sumido en sus pensamientos, la poca gente que había por las calles parisinas desaparecía en cuanto veían al lobo rojo que acompañaba a la chiquilla.
Pasó la noche empezando a marcar territorio, a dejar su paso por allí de forma clara y concisa, sería fácil llamar la atención y un riesgo, pero más peligroso era dar por sentado que allí estarían a salvo. Uryan no era precisamente de los discretos, en su naturaleza estaba el ser bruto y un animal, no excavar agujeros donde esconderse, así que empezó por ahí y durmió durante el resto del día hasta que olió a Hania- y su comida- acercándose. Se desperezó primero, estirando las patas delanteras y luego las traseras antes de cambiar de forma e ir en busca de la poca ropa que normalmente llevaba.
Mientras la vampira limpiaba, él se dedicó a quitar parte del tejado y a limpiar por dentro la chimenea, una casa sin calor no se la podía imaginar. Después de horas trabajando, estaba cansado y mugriento, pero la cabaña parecía más un terreno en progreso que en mantenimiento. Se sentó en el suelo mirando lo que la chica hacía. Esperó pacientemente a que colocara todo en su sitio antes de empezar a comer, nunca se había sentido mal porque Hania no pudiera comer y él si, no se ofendió ni le importó que se pusiera a “cenar” aunque el olor le pareció peculiar y no lo reconoció. Levantó la vista de la rica cena por un momento.- Lo sé. A mi también me gusta por lo mismo. Por eso,-comentó mientras masticaba y señaló el techo.- voy a hacer una habitación para ti arriba. Se podrá tapar con más facilidad, tiene menos ventanas. Así no tendrás que irte cada vez que amanezca..Si no quieres.
Pasó la noche empezando a marcar territorio, a dejar su paso por allí de forma clara y concisa, sería fácil llamar la atención y un riesgo, pero más peligroso era dar por sentado que allí estarían a salvo. Uryan no era precisamente de los discretos, en su naturaleza estaba el ser bruto y un animal, no excavar agujeros donde esconderse, así que empezó por ahí y durmió durante el resto del día hasta que olió a Hania- y su comida- acercándose. Se desperezó primero, estirando las patas delanteras y luego las traseras antes de cambiar de forma e ir en busca de la poca ropa que normalmente llevaba.
Mientras la vampira limpiaba, él se dedicó a quitar parte del tejado y a limpiar por dentro la chimenea, una casa sin calor no se la podía imaginar. Después de horas trabajando, estaba cansado y mugriento, pero la cabaña parecía más un terreno en progreso que en mantenimiento. Se sentó en el suelo mirando lo que la chica hacía. Esperó pacientemente a que colocara todo en su sitio antes de empezar a comer, nunca se había sentido mal porque Hania no pudiera comer y él si, no se ofendió ni le importó que se pusiera a “cenar” aunque el olor le pareció peculiar y no lo reconoció. Levantó la vista de la rica cena por un momento.- Lo sé. A mi también me gusta por lo mismo. Por eso,-comentó mientras masticaba y señaló el techo.- voy a hacer una habitación para ti arriba. Se podrá tapar con más facilidad, tiene menos ventanas. Así no tendrás que irte cada vez que amanezca..Si no quieres.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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