AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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áweh-privado-
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áweh-privado-
Visitando la imprenta la prensa Hereb arrugo el periódico desechándolo, la prensa sensacionalista que empujaban a la histeria al público en general seguía repitiendo extraños sucesos propios de los pueblos romanís o irlandeses. Y pese a que él compartía su sangre se le antojaba casi imposible creer en la existencia de criaturas que se alimentaban del hombre y podían imitar su apariencia.—¡Sandeces!
Su madre, una mujer profundamente religiosa pero de raíces gitanas siempre le había procurado con protecciones y amuletos que no deseaba. La menuda mujer murmuraba siempre sobre las criaturas que podrían aparecer en dado caso de olvidar algún ritual. Negando con la cabeza, se saco el recuerdo de su difunta madre de encima como si fuera un trozo de hierro caliente aferrándose a la boca de su estomago. Vestido elegantemente con una levita negra y un pantalón del mismo color apuro sus pasos, almorzaría en algún restaurant de la zona para continuar con los planes.
En el centro según entendía se citaban con regularidad muchos artistas, escritores, políticos y filósofos haciendo un hervidero de conocimiento y contactos poderosos que bien podían beneficiarse. A paso lento se dio la vuelta entrando en uno de los locales, escoltado de inmediato por uno de los meceros a una mesa en la banqueta cubierta por una carpa que le daba un aire simple y ameno.
La ventaja de poder ver a los transeúntes y distinguir a la perfección los rostros no le paso inadvertido, nunca se debía desestimar el conseguir buenos contactos. Reconociendo su interés con un asentimiento de cabeza.
Su madre, una mujer profundamente religiosa pero de raíces gitanas siempre le había procurado con protecciones y amuletos que no deseaba. La menuda mujer murmuraba siempre sobre las criaturas que podrían aparecer en dado caso de olvidar algún ritual. Negando con la cabeza, se saco el recuerdo de su difunta madre de encima como si fuera un trozo de hierro caliente aferrándose a la boca de su estomago. Vestido elegantemente con una levita negra y un pantalón del mismo color apuro sus pasos, almorzaría en algún restaurant de la zona para continuar con los planes.
En el centro según entendía se citaban con regularidad muchos artistas, escritores, políticos y filósofos haciendo un hervidero de conocimiento y contactos poderosos que bien podían beneficiarse. A paso lento se dio la vuelta entrando en uno de los locales, escoltado de inmediato por uno de los meceros a una mesa en la banqueta cubierta por una carpa que le daba un aire simple y ameno.
La ventaja de poder ver a los transeúntes y distinguir a la perfección los rostros no le paso inadvertido, nunca se debía desestimar el conseguir buenos contactos. Reconociendo su interés con un asentimiento de cabeza.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
Nuevas pistas sobre el paradero del inmortal que había asesinado a mi padre me llevaron hasta ese restaurante del centro de la ciudad. En un principio no me planteé que mi indumentaria no pasaría inadvertida, y ahora ya era demasiado tarde para volver al hostal a cambiarme. Además, no me avergonzaba de lo que era; vestía como la mayoría de las cazadoras, no era culpa mía que los pantalones de cuero, camisola y corsé fuesen más cómodos para cazar que esas largas e insoportables faldas que hacían que cada paso fuese una odisea.
Desconocía al caballero que me había citado en dicho lugar, más por el aspecto del resto de clientes del restaurante apostaría que como mínimo pertenecía a la clase media de la ciudad. La tarde anterior la dueña del hostal me había entregado una pequeña nota con ese lugar y una hora fijada, acompañada de una extraña frase "Tengo información sobre el motivo de su estancia en París". Aunque tenía mis dudas sobre que ésto fuese cierto, la curiosidad me pudo y esa mañana había conseguido despistar a mi maestro para acudir a la cita a solas. Lo que no ponía la nota era como lo reconocería, claro que, después de sentir como me miraban el resto de comensales, seguramente quien me encontraría sería él a mí.
Después de rehusar varías veces la invitación del mesonero de ocupar una de las mesas mientras esperaba, me acerqué a la barra que había en uno de los laterales con la intención de tomarme una copa de whisky para calmar los nervios por la espera. Detestaba que me hiciesen esperar, aunque tenía que reconocer que el whisky era exquisito. Desabroché el abrigo que ocultaba la mayoría de armas que portaba, haciéndolo a un lado para poder sentarme en uno de los taburetes. Era consciente que algunas dagas quedaban a la vista con este gesto, pero también que serviría para que gente no grata se acercase a mí.
Un nuevo cliente entró en el restaurante y fijé mi mirada en él. Iba solo, hecho por lo general poco común, de modo que se me pasó por la cabeza la idea de que pudiese ser mi informador. Observé cada movimiento de él mientras el mesero lo acercaba a una de las mesas y éste se acomodaba. Era un hombre de mediana edad, pelo castaño y ojos claros; por su aspecto podría decir que pertenecía a la clase alta y por la forma en que observaba al resto de personas que pasaban por allí, parecía que estaba buscando a alguien.
Me encogí de hombros, tomando mi copa y acercándome a su mesa.- Disculpe, creo que es a mí a quién está buscando. Soy Maggie Craig.- la paciencia nunca había sido mi fuerte, así que mejor tomar la iniciativa que seguir esperando hasta que me saliesen canas. Estiré mi mano libre con el fin de presentarme cordialmente, buscando en su mirada la confirmación de que era el dueño de la nota que llevaba en el bolsillo del abrigo.
Desconocía al caballero que me había citado en dicho lugar, más por el aspecto del resto de clientes del restaurante apostaría que como mínimo pertenecía a la clase media de la ciudad. La tarde anterior la dueña del hostal me había entregado una pequeña nota con ese lugar y una hora fijada, acompañada de una extraña frase "Tengo información sobre el motivo de su estancia en París". Aunque tenía mis dudas sobre que ésto fuese cierto, la curiosidad me pudo y esa mañana había conseguido despistar a mi maestro para acudir a la cita a solas. Lo que no ponía la nota era como lo reconocería, claro que, después de sentir como me miraban el resto de comensales, seguramente quien me encontraría sería él a mí.
Después de rehusar varías veces la invitación del mesonero de ocupar una de las mesas mientras esperaba, me acerqué a la barra que había en uno de los laterales con la intención de tomarme una copa de whisky para calmar los nervios por la espera. Detestaba que me hiciesen esperar, aunque tenía que reconocer que el whisky era exquisito. Desabroché el abrigo que ocultaba la mayoría de armas que portaba, haciéndolo a un lado para poder sentarme en uno de los taburetes. Era consciente que algunas dagas quedaban a la vista con este gesto, pero también que serviría para que gente no grata se acercase a mí.
Un nuevo cliente entró en el restaurante y fijé mi mirada en él. Iba solo, hecho por lo general poco común, de modo que se me pasó por la cabeza la idea de que pudiese ser mi informador. Observé cada movimiento de él mientras el mesero lo acercaba a una de las mesas y éste se acomodaba. Era un hombre de mediana edad, pelo castaño y ojos claros; por su aspecto podría decir que pertenecía a la clase alta y por la forma en que observaba al resto de personas que pasaban por allí, parecía que estaba buscando a alguien.
Me encogí de hombros, tomando mi copa y acercándome a su mesa.- Disculpe, creo que es a mí a quién está buscando. Soy Maggie Craig.- la paciencia nunca había sido mi fuerte, así que mejor tomar la iniciativa que seguir esperando hasta que me saliesen canas. Estiré mi mano libre con el fin de presentarme cordialmente, buscando en su mirada la confirmación de que era el dueño de la nota que llevaba en el bolsillo del abrigo.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: áweh-privado-
Distraído en sus asuntos, principalmente en la inversión en las locomotoras americanas, la figura oscura frente a él no alcanzo las dimensiones de una joven mujer hasta quedar a escasos metros de distancia. Mirándola de arriba abajo le resultaba extraño que una mujer de color caminara en ese ambiento parisino esnobista con los hombros rectos y la frente en alto, así que de inmediato simpatizo un poco con la chiquilla ahuyentando la rígida cortesía que se veía obligado a emplear con mujeres protegidas de las clases pudientes. Lo que hizo que sus cejas negras se arquearan fue la presentación, como si fuera decididamente a él a quien se dirigía, confirmado por la mano de dedos finos que se extendía hacia él esperando una respuesta.
Hereb se permitió vagar la mirada de forma escudriñadora sobre el cuerpo ajeno y finalmente su rostro, bebiendo de la silenciosa información que ella le daba. Su acento no era propio de los volubles parisinos, ni siquiera de los ingleses, por lo que debía de ser un lugar más rustico por la forma en la que las letras se resbalaban de su boca. Era también impresionante el atuendo de amazona y su indumentaria, esa mujer estaba preparada para matar, y tal vez a la menor provocación. Ocasionalmente había visto a algunas féminas que compartían sus descripciones pero más allá de considerarlas pequeñas manchas de color en el cuadro insípido y vertiginoso de la ciudad no les dio la mayor atención hasta ahora.
Hereb se permitió vagar la mirada de forma escudriñadora sobre el cuerpo ajeno y finalmente su rostro, bebiendo de la silenciosa información que ella le daba. Su acento no era propio de los volubles parisinos, ni siquiera de los ingleses, por lo que debía de ser un lugar más rustico por la forma en la que las letras se resbalaban de su boca. Era también impresionante el atuendo de amazona y su indumentaria, esa mujer estaba preparada para matar, y tal vez a la menor provocación. Ocasionalmente había visto a algunas féminas que compartían sus descripciones pero más allá de considerarlas pequeñas manchas de color en el cuadro insípido y vertiginoso de la ciudad no les dio la mayor atención hasta ahora.
Estrechando los ojos tomándose su tiempo en silenciosa provocación tardó en darle la mano considerando lo que se podía arruinar de su imagen si entablaba conversación con la chiquilla que era físicamente un desaire a las buenas costumbres, encogiéndose de hombros al recordarse que después de todo, era él un diablo multimillonario de sangre roja, así que ningún daño habría ya, aferrándose a la mano la estrecho acariciando la punta de las yemas con sus dedos como un reflejo adquirido antes de dejarla ir.
—¿Marguerite?—Agregó en francés grave ante su acento irlandés, mirándola a los ojos con parpados pesados en aparente aburrimiento ante la mención de lo que creyó era el diminutivo de su nombre. Esta era la primera vez que alguna mujer aseguraba tal cosa, y se dirigían directo a su mesa.
—¿Che vuoi?—Señalando una silla frente a él como lo hacía al reunirse con un socio de negocios indicando si deseaba sentarse con un ademán se reclino con la espalda cómodamente en una de las sillas continuando con su evaluación sus ojos destellaban con interés. No tenía idea de lo que buscaba y ella pudiese proporcionarle sin embargo le daría tiempo al asunto sin involucrarse demasiado, no es como si estuviese indefenso en la lucha pero estaba en contra de sus principios incluso ir contra la amenaza de una mujer.
Cuando el mesero se acerco deposito sobre la mesa un café espeso, turco, esa era la especialidad del local junto a la gran variedad de alcohol. Y al pensar en ello la chispa en los latos pómulos y la forma en la que su boca se relajaba era obvio que ella había bebido.— Continúe querida…que está dispuesta a dar a cambio de lo que tengo…
Se entretendría en esa atmósfera de negocios que los cubría como un manto pesado hasta que fuese tiempo de volver a la fabrica.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
La interminable tranquilidad y calma que profesaba ese hombre me estaba crispando los nervios. Sin moverse un ápice de su asiento recorrió con su mirada todo mi ser de una forma tan pausada que empezaba a pensar que algún vampiro le había mordido y que estaba falto de sangre en las venas. Probablemente era un snob que disponía de todo el tiempo libre del mundo, pero yo tenía que salir de caza esa noche y finalizar esa cita era de suma importancia.
Se me estaba empezando a cansar el brazo que todavía mantenía en esa posición a la espera de que continuase el saludo, y como se demorase mucho en estrecharme la mano lo más probable es que ésta terminase estampada en su mejilla por hacerme perder el tiempo de forma tan gratuita. Finalmente pareció entender lo que tenía que hacer, y tomó mi mano entre las suyas, acariciándome levemente la punta de los dedos. Enarqué una ceja confundida ante éste extraño gesto, retirándola con rapidez junto a la otra, que todavía mantenía el vaso de whisky en la mano.
-Si pretende que le responda, le aconsejo que no me llame así.- sentencié cuando el desconocido dedujo el nombre pomposo del que provenía el mío. Asentí con la cabeza ante su invitación y tomé asiento frente a él en una de las sillas que estaban disponibles. Clavé mi mirada en sus ojos claros con la intención de deducir de él algo más que lo más lógico por su atuendo y modales. Parecía un hombre inteligente y perspicaz, nada que ver con los típicos caza-recompensas. Pero entonces, ¿cómo se había enterado de lo que yo buscaba en París?
Nos mantuvimos en silencio durante unos incómodos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron en varias ocasiones, descifrando y recabando seguramente el uno del otro toda la información que nos pudiese ser de utilidad en el negocio que traíamos entre manos.- Antes de decirle que le ofrezco a cambio de su información, tengo algunas preguntas, puesto que dudo que el tema del que hablemos sea el mismo.- sonreí ladina y saqué la nota del bolsillo de mi abrigo.- Aquí dice que tiene información sobre la razón por la que estoy aquí en París. Está bien. Según usted, ¿por qué estoy en la ciudad?- pregunté escudriñando cada uno de sus gestos; un solo movimiento de sus ojos, un titubeo de sus labios...y sabría que estaba mintiendo.
Se me estaba empezando a cansar el brazo que todavía mantenía en esa posición a la espera de que continuase el saludo, y como se demorase mucho en estrecharme la mano lo más probable es que ésta terminase estampada en su mejilla por hacerme perder el tiempo de forma tan gratuita. Finalmente pareció entender lo que tenía que hacer, y tomó mi mano entre las suyas, acariciándome levemente la punta de los dedos. Enarqué una ceja confundida ante éste extraño gesto, retirándola con rapidez junto a la otra, que todavía mantenía el vaso de whisky en la mano.
-Si pretende que le responda, le aconsejo que no me llame así.- sentencié cuando el desconocido dedujo el nombre pomposo del que provenía el mío. Asentí con la cabeza ante su invitación y tomé asiento frente a él en una de las sillas que estaban disponibles. Clavé mi mirada en sus ojos claros con la intención de deducir de él algo más que lo más lógico por su atuendo y modales. Parecía un hombre inteligente y perspicaz, nada que ver con los típicos caza-recompensas. Pero entonces, ¿cómo se había enterado de lo que yo buscaba en París?
Nos mantuvimos en silencio durante unos incómodos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron en varias ocasiones, descifrando y recabando seguramente el uno del otro toda la información que nos pudiese ser de utilidad en el negocio que traíamos entre manos.- Antes de decirle que le ofrezco a cambio de su información, tengo algunas preguntas, puesto que dudo que el tema del que hablemos sea el mismo.- sonreí ladina y saqué la nota del bolsillo de mi abrigo.- Aquí dice que tiene información sobre la razón por la que estoy aquí en París. Está bien. Según usted, ¿por qué estoy en la ciudad?- pregunté escudriñando cada uno de sus gestos; un solo movimiento de sus ojos, un titubeo de sus labios...y sabría que estaba mintiendo.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: áweh-privado-
Cómodamente instalado espero a que uno de los siervos del local rellenara el vaso de la mujer.
Dejando en el aire su respuesta a su silenciosa advertencia. ¡Cuánta animosidad sentía de su parte!, generalmente las mujeres dejaban pasar un par de horas antes de mostrarse espinosas, sin embargo aquella había impuesto un record que recordaría en futuros encuentros. Dando un trago al espeso café, sintió el calor golpear hacia sus extremidades relajando su humor.— Creí que la única que pretendía respuesta era usted, cheri.
Agregó sin dejarse intimidar ni caer en provocaciones, ligeramente desentendido y desdeñando maliciosamente cualquier importancia que ella pudiese albergar en cuanto a su presencia frente a él, conscientemente para incomodarla.
Así como ella se mostraba, Hereb no podía negar que había en él un habito perversamente morboso por hacerse desagradable a los ojos de la mayoría, cosa que generalmente le llevaba su tiempo debido a que era un hombre justo que trataba a la gente con educación pesé a que no con amabilidad, de la que carecía casi por completo y sólo la reservaba para sus más cercanos.
Dando otro sorbo de su café se tomó su tiempo para pensar en lo que ella decía, más amenazas; ¿Por qué las mujeres teniendo tantas ventajas sobre los hombres escogían su mismo patrón de conducta para medirse y enfrentarlos?, ¿es que había alguna extraña atracción en una mujer que imitaba el comportamiento masculino a niveles peligrosos?
—Pregunte, puede hacer cuantas desee. Y respecto a lo otro, posiblemente sé más de lo que usted es capaz de ofrecer—con esa palabra sus ojos se oscurecieron haciendo obvio que se refería desde su atractivo físico a la variable cantidad de dinero que cualquiera que fuese su profesión podría proveer y que de ningún modo le interesaba y suponía la más mínima tentación ni asombro…— De lo que yo puedo ofrecerle a usted.
Jugando con la urgencia de saber de ella y cualquier cosa que se leyera por debajo. Le devolvió la sonrisa con aire perezoso como si incluso ese gesto le costara en sus maneras felinas que no admitían ningún esfuerzo para romper su ocio momentáneo. Mirando la nota, sin reflejar ninguna emoción apenas la leyó sin tocarla. Si se ve como un chantaje, huele a chantaje y se escucha como un chantaje no había que mirar demasiado…
Pero ya que era ella quien se mostraba a la defensiva como una gata de espaldas, su papel era ahí el de villano, sin duda.
—Un motivo familiar... es decir, de familia.—Agregó luego de someterla de nuevo a su penetrante mirada “… como no me ha arrastrado a alguna esquina, ansiosa, a cambio de un par de francos …” Pensó. Lamentándolo un poco, pero disfrutando más del juego que estaban jugando.
Una mujer como aquella era una “virgen martirizada”, ¡Una Juana de arco a la que no se le consideraba nunca esposa, madre, ni mujer!, pero todas esas eran hijas…hijas de algún hombre sin escrúpulos canonizado por los suyos tras una muerte sin sentido…
protectoras de los débiles que además compartían su gusto por la moda…
Dejando en el aire su respuesta a su silenciosa advertencia. ¡Cuánta animosidad sentía de su parte!, generalmente las mujeres dejaban pasar un par de horas antes de mostrarse espinosas, sin embargo aquella había impuesto un record que recordaría en futuros encuentros. Dando un trago al espeso café, sintió el calor golpear hacia sus extremidades relajando su humor.— Creí que la única que pretendía respuesta era usted, cheri.
Agregó sin dejarse intimidar ni caer en provocaciones, ligeramente desentendido y desdeñando maliciosamente cualquier importancia que ella pudiese albergar en cuanto a su presencia frente a él, conscientemente para incomodarla.
Así como ella se mostraba, Hereb no podía negar que había en él un habito perversamente morboso por hacerse desagradable a los ojos de la mayoría, cosa que generalmente le llevaba su tiempo debido a que era un hombre justo que trataba a la gente con educación pesé a que no con amabilidad, de la que carecía casi por completo y sólo la reservaba para sus más cercanos.
Dando otro sorbo de su café se tomó su tiempo para pensar en lo que ella decía, más amenazas; ¿Por qué las mujeres teniendo tantas ventajas sobre los hombres escogían su mismo patrón de conducta para medirse y enfrentarlos?, ¿es que había alguna extraña atracción en una mujer que imitaba el comportamiento masculino a niveles peligrosos?
—Pregunte, puede hacer cuantas desee. Y respecto a lo otro, posiblemente sé más de lo que usted es capaz de ofrecer—con esa palabra sus ojos se oscurecieron haciendo obvio que se refería desde su atractivo físico a la variable cantidad de dinero que cualquiera que fuese su profesión podría proveer y que de ningún modo le interesaba y suponía la más mínima tentación ni asombro…— De lo que yo puedo ofrecerle a usted.
Jugando con la urgencia de saber de ella y cualquier cosa que se leyera por debajo. Le devolvió la sonrisa con aire perezoso como si incluso ese gesto le costara en sus maneras felinas que no admitían ningún esfuerzo para romper su ocio momentáneo. Mirando la nota, sin reflejar ninguna emoción apenas la leyó sin tocarla. Si se ve como un chantaje, huele a chantaje y se escucha como un chantaje no había que mirar demasiado…
Pero ya que era ella quien se mostraba a la defensiva como una gata de espaldas, su papel era ahí el de villano, sin duda.
—Un motivo familiar... es decir, de familia.—Agregó luego de someterla de nuevo a su penetrante mirada “… como no me ha arrastrado a alguna esquina, ansiosa, a cambio de un par de francos …” Pensó. Lamentándolo un poco, pero disfrutando más del juego que estaban jugando.
Una mujer como aquella era una “virgen martirizada”, ¡Una Juana de arco a la que no se le consideraba nunca esposa, madre, ni mujer!, pero todas esas eran hijas…hijas de algún hombre sin escrúpulos canonizado por los suyos tras una muerte sin sentido…
protectoras de los débiles que además compartían su gusto por la moda…
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2017
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Re: áweh-privado-
Observé atentamente al camarero que rellenaba mi copa de whisky sin que lo hubiese solicitado, sorprendiéndome por el extraño comportamiento de los mesoneros de ese restaurante. Cuando éste me dejó a solas de nuevo con el desconocido, centré toda mi atención en él. La negociación estaba a punto de comenzar, y era consciente de que no debía dejarme engatusar por ese hombre cuya inteligencia parecía sobresalir de la media.
Mi padre me había enseñado que no todo era siempre lo que parecía, y no se refería solo a esos sobrenaturales que pasaban desapercibidos ante la mayoría de nosotros, sino que habían multitud de personas que se dedicaban a engañar al resto de sus conciudadanos en beneficio propio. Desde que recibí la nota una señal de sobre aviso se iluminó en mi mente, y si había acudido a dicha cita era por pura curiosidad. Mi escepticismo era tal que dudaba que aquel hombre consiguiese convencerme de lo contrario por muy buen orador que fuese.
- Señor...- hice una pausa sopesando lo extraño que era que no se hubiese presentado cortesmente al estrecharme la mano.- Poco puedo ofrecerle a cambio de la información que dice poder proporcionarme. En caso de que ésta fuese verdadera, solo podría poner a su servicio mi espada y mi protección, pues carezco de dinero como para pagar por ella.- apunté mientras bebía de mi copa, escondiendo una sonrisa de medio lado tras ésta. Me acomodé contra el respaldo del mullido sillón en el que me hallaba sentada. Si pensaba que podía recompensarle con dinero era mejor que le quedase claro desde un principio que ésto no iba a ser posible, pues apenas me mantenía con los francos que había traído de casa, y algún que otro trabajo esporádico es lo que me daba de comer.
Me llamó la atención de que apenas mirase la nota que le había extendido sobre la mesa, nota que teóricamente había escrito él. Sus palabras, aunque acertadas, hablaban en líneas demasiado generales, de modo que no podía considerar todavía que ese hombre supiese de mí más lo que podría haber deducido cualquier persona cuya facultad de deducción estuviese bien desarrollada.
- No es complicado deducir eso según los datos que le he ido dando. Sabe que no soy de París porque yo se lo dije, y el hecho de que el membrete del hostal donde me alojo esté xerografiado en la nota que le mostré, le dan pistas inequívocas de que estoy aquí sola. ¿Podría haber una razón más probable de que esté lejos de mi hogar si no fuese por temas familiares?.- suspiré hondo y di de nuevo un largo trago a mi copa. Estaba acostumbrada a desconfiar de todo el mundo, de modo que no le iba a resultar fácil que me creyese a pies juntillas sus afirmaciones.
-Deberá ser un poco más convincente. Es como si yo le dijese que conozco su mayor secreto por aventurarme a afirmar que pertenece a la clase alta, que es soltero y que pensaba que mi acercamiento tenía otros motivos muy distintos a los reales.- sonreí de lado con esta última afirmación. Un destello en su mirada me había dejado entrever cierta decepción cuando tras enseñarle la nota infirió que mi presencia no era la de sacar unos cuantos francos a cambio de dejarle usar mi cuerpo. ¿Es que acaso tenía yo pinta de ramera? ¿Una ramera con dagas y estacas? Empezaba a pensar que la razón de ser de los hombres estaba en un lugar localizado por debajo de su cintura.
Mi padre me había enseñado que no todo era siempre lo que parecía, y no se refería solo a esos sobrenaturales que pasaban desapercibidos ante la mayoría de nosotros, sino que habían multitud de personas que se dedicaban a engañar al resto de sus conciudadanos en beneficio propio. Desde que recibí la nota una señal de sobre aviso se iluminó en mi mente, y si había acudido a dicha cita era por pura curiosidad. Mi escepticismo era tal que dudaba que aquel hombre consiguiese convencerme de lo contrario por muy buen orador que fuese.
- Señor...- hice una pausa sopesando lo extraño que era que no se hubiese presentado cortesmente al estrecharme la mano.- Poco puedo ofrecerle a cambio de la información que dice poder proporcionarme. En caso de que ésta fuese verdadera, solo podría poner a su servicio mi espada y mi protección, pues carezco de dinero como para pagar por ella.- apunté mientras bebía de mi copa, escondiendo una sonrisa de medio lado tras ésta. Me acomodé contra el respaldo del mullido sillón en el que me hallaba sentada. Si pensaba que podía recompensarle con dinero era mejor que le quedase claro desde un principio que ésto no iba a ser posible, pues apenas me mantenía con los francos que había traído de casa, y algún que otro trabajo esporádico es lo que me daba de comer.
Me llamó la atención de que apenas mirase la nota que le había extendido sobre la mesa, nota que teóricamente había escrito él. Sus palabras, aunque acertadas, hablaban en líneas demasiado generales, de modo que no podía considerar todavía que ese hombre supiese de mí más lo que podría haber deducido cualquier persona cuya facultad de deducción estuviese bien desarrollada.
- No es complicado deducir eso según los datos que le he ido dando. Sabe que no soy de París porque yo se lo dije, y el hecho de que el membrete del hostal donde me alojo esté xerografiado en la nota que le mostré, le dan pistas inequívocas de que estoy aquí sola. ¿Podría haber una razón más probable de que esté lejos de mi hogar si no fuese por temas familiares?.- suspiré hondo y di de nuevo un largo trago a mi copa. Estaba acostumbrada a desconfiar de todo el mundo, de modo que no le iba a resultar fácil que me creyese a pies juntillas sus afirmaciones.
-Deberá ser un poco más convincente. Es como si yo le dijese que conozco su mayor secreto por aventurarme a afirmar que pertenece a la clase alta, que es soltero y que pensaba que mi acercamiento tenía otros motivos muy distintos a los reales.- sonreí de lado con esta última afirmación. Un destello en su mirada me había dejado entrever cierta decepción cuando tras enseñarle la nota infirió que mi presencia no era la de sacar unos cuantos francos a cambio de dejarle usar mi cuerpo. ¿Es que acaso tenía yo pinta de ramera? ¿Una ramera con dagas y estacas? Empezaba a pensar que la razón de ser de los hombres estaba en un lugar localizado por debajo de su cintura.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: áweh-privado-
Echado hacia atrás con los ojos entrecerrados, aquella declaración difícilmente le arranco alguna reacción, era obvio que ella no poseía dinero, sólo tenía que mirarla para saber la clase de vida que seguramente llevaba y con la que él esperaba tener los menos roces posibles, rellenando su taza de café con placer se relamió mientras le daba un sorbo antes de contestar, lamentando el no poder beber antes de una junta.—Sé que usted no puede pagarme— masculló con elegancia desdeñosa mirándola a los ojos.— pero nunca solicitaría los servicios de protección de una mujer , ¡Cielos santo!, ¿Qué cree que le haría eso a mi reputación, madame?— agregó con el brilló de la pulla escurriéndose bajo las pestañas estrechas.
¡Chica lista!, pensó con placer. Seguramente si sus socios comerciales fueran la mitad de avispados, no tendría que trabajar tanto. El juego se estaba tambaleando cerca del final pesé a lo divertido que lo encontraba ella se había llevado una impresión negativa de él seguro, pero con aquella mujer se encontraba poco dispuesto a comportarse como un caballero en toda la regla, había algo que lo empujaba a irritarla, tal vez porque se veía más bonita mientras le taladraba el cráneo con la mirada…
—por trabajo—dijo tranquilo. —Pero eso hubiese dicho si se tratará de un hombre.
Sonrió apreciativamente ante el arrojo de ella, cierto que todo eso era fácilmente deducible para cualquiera y aquella rama era en especial una habilidad femenina que tal vez no podía desarrollar demasiado.—Soy de la clase alta, si— se termino el café empujando la taza suavemente con el pulgar para volver a mirarla.— Pero no soy soltero…y respecto a lo último, más que motivos eran aspiraciones…fantasías— Dijo levantando las cejas.
— Nunca he estado con una mujer como usted, pero debo decir que hay suficientes riesgos…y aunque quiera.— se encogió de hombros metiendo la mano para jugar con un anillo de plata delgado, colándoselo al anular izquierdo.— Estoy comprometido.—soltó con un suspiro desdeñoso. Ya que no iba a suceder nada que involucrará a un sucio callejón no valía la pena mantenerlo escondido.
Colocando las manos juntas sobre la mesa, repentinamente cansado, se inclino hacia ella con un gesto que rayaba en la complicidad burlona.— pero detrás suyo hay un hombre que nos ha estado mirando…y su finta es peor que la suya madame.
¡Chica lista!, pensó con placer. Seguramente si sus socios comerciales fueran la mitad de avispados, no tendría que trabajar tanto. El juego se estaba tambaleando cerca del final pesé a lo divertido que lo encontraba ella se había llevado una impresión negativa de él seguro, pero con aquella mujer se encontraba poco dispuesto a comportarse como un caballero en toda la regla, había algo que lo empujaba a irritarla, tal vez porque se veía más bonita mientras le taladraba el cráneo con la mirada…
—por trabajo—dijo tranquilo. —Pero eso hubiese dicho si se tratará de un hombre.
Sonrió apreciativamente ante el arrojo de ella, cierto que todo eso era fácilmente deducible para cualquiera y aquella rama era en especial una habilidad femenina que tal vez no podía desarrollar demasiado.—Soy de la clase alta, si— se termino el café empujando la taza suavemente con el pulgar para volver a mirarla.— Pero no soy soltero…y respecto a lo último, más que motivos eran aspiraciones…fantasías— Dijo levantando las cejas.
— Nunca he estado con una mujer como usted, pero debo decir que hay suficientes riesgos…y aunque quiera.— se encogió de hombros metiendo la mano para jugar con un anillo de plata delgado, colándoselo al anular izquierdo.— Estoy comprometido.—soltó con un suspiro desdeñoso. Ya que no iba a suceder nada que involucrará a un sucio callejón no valía la pena mantenerlo escondido.
Colocando las manos juntas sobre la mesa, repentinamente cansado, se inclino hacia ella con un gesto que rayaba en la complicidad burlona.— pero detrás suyo hay un hombre que nos ha estado mirando…y su finta es peor que la suya madame.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
Una jocosa sonrisa se dibujó con timidez en mis labios al escucharle hablar de su reputación, la cual de hecho no conocía, pero teniendo en cuenta que parecía estar intentado chantajearme con una información a mi parecer inexistente, ésta dejaba muchísimo que desear. Ladeé la cabeza fingiendo una mirada de total incredulidad, observándolo con atención. - No se ofenda, pero no parece que sea el tipo de hombre que sabe defenderse de ataques inesperados. Diría que es más de resolver sus problemas detrás de un despacho o dejando algunos francos a escondidas en un saquito de piel.- mi inquisitiva mirada lo decía todo en esos momentos, no me fiaba de él.
-Tal vez alguien como yo,que pueda socorrerle en el caso de que algún indeseado quiera vengarse por algún asunto turbio en el que se sintió engañado por vos, pueda serle de gran utilidad. No se deje engañar por las apariencias, puedo ser más efectiva que cualquier hombre rudo.- si estaba acostumbrado a negociar información con otros hombres como lo estaba haciendo conmigo, no tenía duda alguna de que en algún momento cualquiera de ellos se sintiese engañado por el hombre que tenía frente a mí.
- Un comentario sin duda avanzado para los tiempos que corren, señor desconocido.-apunté con cierto tono sarcástico en mis palabras.- Aunque le puedo asegurar que los servicios que yo le presto a la sociedad son de mucha más valía que cualquier trabajo remunerado que pueda realizar un hombre.- De momento la información que seguía saliendo de sus labios no me daban a entender que supiese mucho más de mí; había descubierto su farol con rapidez y era absurdo que siguiente intentado demostrar lo contrario.- No sé a que se refiere con " una mujer como yo" o los riesgos que crea que puede haber, a parte de acabar con una daga clavada en la parte de su anatomía más querida por vos. Me alegro de que solo fuese una fantasía, jamás he permitido que un hombre me toque, y así continuará siendo.- tomé mi copa, dando pequeños tragos mientras observaba a ese hombre con curiosidad. ¿Por qué no me había revelado su nombre cuando nos presentamos? Observé como mostraba un anillo que había mantenido oculto hasta el momento, suspirando al darme cuenta de la mala suerte que tenía su prometida al contar con semejante hombre como futuro marido.
Su siguiente revelación fue lo que me confundió sobremanera. ¿Un hombre detrás de mí? No había entrado ningún cliente nuevo desde que había tomado asiento, así que solo podía significar que me habían seguido y permanecido oculto hasta ahora. Pero, ¿por qué? Pensé quien podría querer algo de mí, y me estremecí al darme cuenta que no podía ser nada bueno. Abrí el abrigo, dejando al descubierto las armas que portaba. Varias dagas y estacas podían verse sujetas a mi cinturón, y la espada bastarda de mi padre asomando tras mi espalda.- Está bien; descríbame como es exactamente ese hombre. Si en algún momento se acerca a nosotros, márchese corriendo de aquí.- susurré al inclinarme también sobre la mesa. Lo que tenía claro es que un vampiro no podía ser, puesto que el sol iluminaba todavía la ciudad. Así que solo me quedaban dos opciones, un licántropo o un inquisidor al que hubiese fastidiado en alguna ocasión.
-Tal vez alguien como yo,que pueda socorrerle en el caso de que algún indeseado quiera vengarse por algún asunto turbio en el que se sintió engañado por vos, pueda serle de gran utilidad. No se deje engañar por las apariencias, puedo ser más efectiva que cualquier hombre rudo.- si estaba acostumbrado a negociar información con otros hombres como lo estaba haciendo conmigo, no tenía duda alguna de que en algún momento cualquiera de ellos se sintiese engañado por el hombre que tenía frente a mí.
- Un comentario sin duda avanzado para los tiempos que corren, señor desconocido.-apunté con cierto tono sarcástico en mis palabras.- Aunque le puedo asegurar que los servicios que yo le presto a la sociedad son de mucha más valía que cualquier trabajo remunerado que pueda realizar un hombre.- De momento la información que seguía saliendo de sus labios no me daban a entender que supiese mucho más de mí; había descubierto su farol con rapidez y era absurdo que siguiente intentado demostrar lo contrario.- No sé a que se refiere con " una mujer como yo" o los riesgos que crea que puede haber, a parte de acabar con una daga clavada en la parte de su anatomía más querida por vos. Me alegro de que solo fuese una fantasía, jamás he permitido que un hombre me toque, y así continuará siendo.- tomé mi copa, dando pequeños tragos mientras observaba a ese hombre con curiosidad. ¿Por qué no me había revelado su nombre cuando nos presentamos? Observé como mostraba un anillo que había mantenido oculto hasta el momento, suspirando al darme cuenta de la mala suerte que tenía su prometida al contar con semejante hombre como futuro marido.
Su siguiente revelación fue lo que me confundió sobremanera. ¿Un hombre detrás de mí? No había entrado ningún cliente nuevo desde que había tomado asiento, así que solo podía significar que me habían seguido y permanecido oculto hasta ahora. Pero, ¿por qué? Pensé quien podría querer algo de mí, y me estremecí al darme cuenta que no podía ser nada bueno. Abrí el abrigo, dejando al descubierto las armas que portaba. Varias dagas y estacas podían verse sujetas a mi cinturón, y la espada bastarda de mi padre asomando tras mi espalda.- Está bien; descríbame como es exactamente ese hombre. Si en algún momento se acerca a nosotros, márchese corriendo de aquí.- susurré al inclinarme también sobre la mesa. Lo que tenía claro es que un vampiro no podía ser, puesto que el sol iluminaba todavía la ciudad. Así que solo me quedaban dos opciones, un licántropo o un inquisidor al que hubiese fastidiado en alguna ocasión.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: áweh-privado-
Arrugo el ceño ante la exhibición grotesca de las armas enmarcando el curvilíneo cuerpo. Echándose hacia atrás ante el rechazo que le producía llegar a ese punto de salvajismo humano, su espalda se reclino cómodamente pegada a la silla. Apartando las manos de la mesa sin ocultar su desagrado busco la mirada de ella y luego la poso más allá de su espalda, sobre el hombre que seguía lanzando pequeñas miradas hacia ellos.— Sé ve bastante normal, chaqueta de buena tela, costuras perfectas, zapatos pulidos y el corte de moda, como cualquier otro caballero de la zona —musitó mientras sus ojos verdes se detenían un momento en la enjuta cara.
— Pero —.Volvió sobre el rostro moreno frente a él.— Sus gemelos están mal anudados, la corbata no está colocada de manera correcta para su posición, la levita le queda chica y se ha atado la bufanda como si fuera algún jeque o un príncipe exótico alrededor de la cintura…¿ocultando algo quizá?
Una persona de dinero posee un ayudante de cama para que lo vista y si no, nadie podría cometer semejantes equivocaciones si está acostumbrado a usar las prendas.
Sonrió cínico, sin sentir un ápice de alegría, aquello parecía demasiado bizarro, tan lejos de la porcelana fina y el café que bebía y de la imagen de civilidad que las paredes y los coches proyectaban. Aquella mujer era poco más que una carnicera con tantas cuchillas, hacía algo más que matar para defenderse. Cierto es que para cualquiera el caballero lucia más como si estuviese pasando una mala racha, tenía los ojos enrojecidos y la piel irritada, pero en los altos círculos aquello se consideraba normal, la mayoría de los pares del reino no resistían una hora sin un buen oporto o coñac. A los veinte años la mayoría eran adictos a la bebida, las mujeres y el juego. Respecto a sus prendas, una noche con una furcia, sería una buena explicación, más el hombre no se veía afectado por lo que implica retozar en la cama de una mujer hasta saciarse. De hecho se veía como todo lo contrario, sus ojos fríos tenían una película de nerviosismo, brillante, como si la luz rebotara en algún punto. En un principio Hereb pensó que se encontraba atraído por la fémina pero una mejor observación le llevó a afirmar que no era deseo, si no un odio crudo. Si las miradas matarán…él estaría charlando con un bonito cadáver desde el comienzo.
— Y respecto a su “preocupación” hacia mi… —Agregó con una sonrisa acariciante y complaciente, pero que no llegaba a sus ojos, la sonrisa que usaba con las hijas de los grandes nobles.— Esta mal fundada, puedo cuidar de mi mismo, pucelle. Detrás de un escritorio o fuera de él.
Ser subestimado era mejor a ser sobrevalorado, mejor si tenía alguna ventaja extra además, no era como si deseara ganarse algún respeto por parte de la mujer, bastaba con saberlo él, como ella se sabía capaz de cuidar de sí misma. Dejando de lado la réplica, si era honesto, prefería morir a tener que recurrir era honesto, prefería morir a tener que recurrir a una mujer, simplemente estaba en contra de su naturaleza, una mujer no era una criatura tan confiable y cualquiera lo sabía, al menos él nunca había conocido a una que demostrara ser digna de esa confianza. Era mejor dejarlas coleccionar listones y escribir cartas mientras aprendían otro idioma, en estos tiempos modernos, se les permitía incluso trabajar, ¿Por qué iban a aspirar a más?
— Cualquier servicio que pueda ofrecerse por más noble que fuera, palidece en comparación del dinero, es el dinero y no las buenas acciones lo que mueve el mundo. — Enarcando las cejas corrió aún lado la silla, puesto que tenía crédito en casi todo parís no era necesario llevar dinero contable encima en grandes cantidades. Estirando la espalda para desperezarse la miro como si mirara a una niña pequeña.— Una pena para usted, no pensé que fuera tan frígida querida, pero se equivoca si me refería a la parte física mi querida Juana de arco…es más una cuestión de honorabilidad, un hombre que aspira a ser alguien en la buena sociedad y el mundo no podría ver con buenos ojos su compañía —levantando una mano antes de que fuera a saltarle encima negó con la cabeza.— y no vaya a tomármelo a mal, no es personal, si usted no fuera usted y se presentara con el mismo porte realizando la misma presentación diría lo mismo...
Más fue incapaz de decir más levantando el rostro frunciendo las cejas el extraño que los había estado mirando avanzaba con violentas zancadas que comenzaron a ganar velocidad conforme se acercaba, su levita ondeaba a su alrededor mientras que el brillo en su muñeca atrajo algunas miradas antes de que blandiera una especie de cuña, pero no fue el arma, que era un mero distractor, lo que atrajo su atención, con cada paso en la atestada estancia su rostro parecía deformarse enmarcado en extrañas sombras, ganado musculatura y tamaño.
De todos modos Hereb no correría, no era un cobarde.
— Pero —.Volvió sobre el rostro moreno frente a él.— Sus gemelos están mal anudados, la corbata no está colocada de manera correcta para su posición, la levita le queda chica y se ha atado la bufanda como si fuera algún jeque o un príncipe exótico alrededor de la cintura…¿ocultando algo quizá?
Una persona de dinero posee un ayudante de cama para que lo vista y si no, nadie podría cometer semejantes equivocaciones si está acostumbrado a usar las prendas.
Sonrió cínico, sin sentir un ápice de alegría, aquello parecía demasiado bizarro, tan lejos de la porcelana fina y el café que bebía y de la imagen de civilidad que las paredes y los coches proyectaban. Aquella mujer era poco más que una carnicera con tantas cuchillas, hacía algo más que matar para defenderse. Cierto es que para cualquiera el caballero lucia más como si estuviese pasando una mala racha, tenía los ojos enrojecidos y la piel irritada, pero en los altos círculos aquello se consideraba normal, la mayoría de los pares del reino no resistían una hora sin un buen oporto o coñac. A los veinte años la mayoría eran adictos a la bebida, las mujeres y el juego. Respecto a sus prendas, una noche con una furcia, sería una buena explicación, más el hombre no se veía afectado por lo que implica retozar en la cama de una mujer hasta saciarse. De hecho se veía como todo lo contrario, sus ojos fríos tenían una película de nerviosismo, brillante, como si la luz rebotara en algún punto. En un principio Hereb pensó que se encontraba atraído por la fémina pero una mejor observación le llevó a afirmar que no era deseo, si no un odio crudo. Si las miradas matarán…él estaría charlando con un bonito cadáver desde el comienzo.
— Y respecto a su “preocupación” hacia mi… —Agregó con una sonrisa acariciante y complaciente, pero que no llegaba a sus ojos, la sonrisa que usaba con las hijas de los grandes nobles.— Esta mal fundada, puedo cuidar de mi mismo, pucelle. Detrás de un escritorio o fuera de él.
Ser subestimado era mejor a ser sobrevalorado, mejor si tenía alguna ventaja extra además, no era como si deseara ganarse algún respeto por parte de la mujer, bastaba con saberlo él, como ella se sabía capaz de cuidar de sí misma. Dejando de lado la réplica, si era honesto, prefería morir a tener que recurrir era honesto, prefería morir a tener que recurrir a una mujer, simplemente estaba en contra de su naturaleza, una mujer no era una criatura tan confiable y cualquiera lo sabía, al menos él nunca había conocido a una que demostrara ser digna de esa confianza. Era mejor dejarlas coleccionar listones y escribir cartas mientras aprendían otro idioma, en estos tiempos modernos, se les permitía incluso trabajar, ¿Por qué iban a aspirar a más?
— Cualquier servicio que pueda ofrecerse por más noble que fuera, palidece en comparación del dinero, es el dinero y no las buenas acciones lo que mueve el mundo. — Enarcando las cejas corrió aún lado la silla, puesto que tenía crédito en casi todo parís no era necesario llevar dinero contable encima en grandes cantidades. Estirando la espalda para desperezarse la miro como si mirara a una niña pequeña.— Una pena para usted, no pensé que fuera tan frígida querida, pero se equivoca si me refería a la parte física mi querida Juana de arco…es más una cuestión de honorabilidad, un hombre que aspira a ser alguien en la buena sociedad y el mundo no podría ver con buenos ojos su compañía —levantando una mano antes de que fuera a saltarle encima negó con la cabeza.— y no vaya a tomármelo a mal, no es personal, si usted no fuera usted y se presentara con el mismo porte realizando la misma presentación diría lo mismo...
Más fue incapaz de decir más levantando el rostro frunciendo las cejas el extraño que los había estado mirando avanzaba con violentas zancadas que comenzaron a ganar velocidad conforme se acercaba, su levita ondeaba a su alrededor mientras que el brillo en su muñeca atrajo algunas miradas antes de que blandiera una especie de cuña, pero no fue el arma, que era un mero distractor, lo que atrajo su atención, con cada paso en la atestada estancia su rostro parecía deformarse enmarcado en extrañas sombras, ganado musculatura y tamaño.
De todos modos Hereb no correría, no era un cobarde.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
Fruncí el ceño al escuchar la curiosa descripción que el desconocido que tenía frente a mí realizaba sobre un hombre que según él nos estaba observando. Lo que en un principio pensé que podría ser un licántropo ya no lo tenía tan claro, puesto que estos acostumbraban a ser bastantes más rudos en cuanto a su indumentaria. - ¿Me está diciendo que, según su opinión, el aspecto sospechoso de ese hombre es porque lleva mal anudada la corbata y un par más de detalles superficiales de sus complementos?- pregunté con la mirada cargada de incredulidad, recostándome de nuevo en la silla. Lo más probable es que a ese caballero le hubiese llamado la atención mi forma de vestir, no sería el primero al que le ocurría y apostaba que tampoco el último. O tal vez estaba pendiente de mi acompañante, tratando de deducir si podría sacar partido de un hombre que emanaba por cada poro de su piel esa esencia exclusiva que solo los de clase alta poseían. –Debería saber, querido señor desconocido, que no todos tienen la suerte o la desgracia de poder tener a un mayordomo que les prepare la ropa y les vista por las mañanas. Algunos hacen lo que pueden con su indumentaria, y no por ello merecemos ser juzgados de antemano.- respondí con una sonrisa condescendiente dibujada en los labios.
Ese enigmático ser que tenía frente a mí, y que continuaba sin pronunciar siquiera un nombre inventado al que referirme, me había prejuzgado erróneamente por mi atuendo ligeramente masculino, y como no, por las armas que portaba y que con disimulo había recorrido con la mirada. En momentos así, sentía la imperiosa necesidad de explicarle a mi interlocutor lo incómodo de cazar sobrenaturales con falda y corsé, pero entonces debería hablar de un tema que no le concernía; eso sin contar con que pensase que estaba completamente ida al hablarle de vampiros y licántropos. – No siento especial preocupación hacia vos, solo le ofrecía los únicos servicios con los que estoy dispuesta a pagarle por una información que a estas alturas creo más que inexistente.- apunté tomando de nuevo mi copa, tratando de degustar lo poco que quedaba de ese magnífico licor.
En pocas horas anochecería, y mi jornada laboral se pondría en marcha.
-¿Sabe? En el fondo me da bastante lástima. Algún día entenderá que no es el dinero lo que mueve al mundo; cuando la muerte viene a por nosotros da igual si somos pobres o ricos; y todo lo que acumules aquí, aquí se queda. La fortuna es efímera, sin embargo son nuestros hechos y sacrificios los que nos marcan como personas, los que completan nuestra alma, que es con quien continuaremos nuestro viaje.
Su mirada pareció cambiar en cuestión de segundos, pero no por mi duro comentario que solo había sido uno más de los que le había dirigido desde que había tomado asiento, sino por algo que sucedía a mi espalda. Me tensé en mi asiento percatándome de que el silencio sepulcral que se hizo dueño del local no podía ser otra cosa que el advenimiento de una pelea, y puesto que todavía no se escuchaban gritos ni golpes me temí lo peor. El extraño caballero con poco gusto para vestir, al final iba a resultar un peligro inminente para mi persona.
Me puse en pie de un salto, tirando la silla al suelo por pura inercia. Tenía todos mis sentidos más que alerta y me giré con rapidez para enfrentarme a ese personaje que había captado la atención de todo el local. Me agaché al tiempo cuando con un rápido movimiento un licántropo en plena transformación se abalanzó sobre mí, tratando de sesgarme la yugular con una especie de cuña. Cogiéndome con ambas manos del cuello, me tumbó de un golpe sobre la mesa sobe la que minutos antes tomaba un delicioso whisky. El sonido de las copas al romperse fue lo único que se escuchó en esos momentos.- Váyase de aquí.; corra- le murmuré a duras penas al hombre que me acompañaba. La presión en mi cuello me impedía respirar con normalidad.
La transformación de ese fornido monstruo se iba sucediendo encima de mí, mientras yo trataba de soltarme de sus manos. Su fétido aliento acaricio mis labios cuando decidió explicarme el por qué de su osadía.- Tu mataste a mi hermano, cazadora.-gruñó a la par que sus ojos se tornaba ámbar por la rabia que sentía.
Tanteé con la mano la empuñadura de una de las dagas de plata que llevaba sujetas en el cinturón, sacándola con rapidez para clavarla con tino en el costado del animal.- Tendré que darle entonces el pésame a tu madre, porque en breve te reunirás con él.- aproveché el respingo que dio al sentir como la hoja cortaba su piel, para de una patada en el pecho sacarlo de encima mío y volver a tener distancia entre nosotros.
Ese enigmático ser que tenía frente a mí, y que continuaba sin pronunciar siquiera un nombre inventado al que referirme, me había prejuzgado erróneamente por mi atuendo ligeramente masculino, y como no, por las armas que portaba y que con disimulo había recorrido con la mirada. En momentos así, sentía la imperiosa necesidad de explicarle a mi interlocutor lo incómodo de cazar sobrenaturales con falda y corsé, pero entonces debería hablar de un tema que no le concernía; eso sin contar con que pensase que estaba completamente ida al hablarle de vampiros y licántropos. – No siento especial preocupación hacia vos, solo le ofrecía los únicos servicios con los que estoy dispuesta a pagarle por una información que a estas alturas creo más que inexistente.- apunté tomando de nuevo mi copa, tratando de degustar lo poco que quedaba de ese magnífico licor.
En pocas horas anochecería, y mi jornada laboral se pondría en marcha.
-¿Sabe? En el fondo me da bastante lástima. Algún día entenderá que no es el dinero lo que mueve al mundo; cuando la muerte viene a por nosotros da igual si somos pobres o ricos; y todo lo que acumules aquí, aquí se queda. La fortuna es efímera, sin embargo son nuestros hechos y sacrificios los que nos marcan como personas, los que completan nuestra alma, que es con quien continuaremos nuestro viaje.
Su mirada pareció cambiar en cuestión de segundos, pero no por mi duro comentario que solo había sido uno más de los que le había dirigido desde que había tomado asiento, sino por algo que sucedía a mi espalda. Me tensé en mi asiento percatándome de que el silencio sepulcral que se hizo dueño del local no podía ser otra cosa que el advenimiento de una pelea, y puesto que todavía no se escuchaban gritos ni golpes me temí lo peor. El extraño caballero con poco gusto para vestir, al final iba a resultar un peligro inminente para mi persona.
Me puse en pie de un salto, tirando la silla al suelo por pura inercia. Tenía todos mis sentidos más que alerta y me giré con rapidez para enfrentarme a ese personaje que había captado la atención de todo el local. Me agaché al tiempo cuando con un rápido movimiento un licántropo en plena transformación se abalanzó sobre mí, tratando de sesgarme la yugular con una especie de cuña. Cogiéndome con ambas manos del cuello, me tumbó de un golpe sobre la mesa sobe la que minutos antes tomaba un delicioso whisky. El sonido de las copas al romperse fue lo único que se escuchó en esos momentos.- Váyase de aquí.; corra- le murmuré a duras penas al hombre que me acompañaba. La presión en mi cuello me impedía respirar con normalidad.
La transformación de ese fornido monstruo se iba sucediendo encima de mí, mientras yo trataba de soltarme de sus manos. Su fétido aliento acaricio mis labios cuando decidió explicarme el por qué de su osadía.- Tu mataste a mi hermano, cazadora.-gruñó a la par que sus ojos se tornaba ámbar por la rabia que sentía.
Tanteé con la mano la empuñadura de una de las dagas de plata que llevaba sujetas en el cinturón, sacándola con rapidez para clavarla con tino en el costado del animal.- Tendré que darle entonces el pésame a tu madre, porque en breve te reunirás con él.- aproveché el respingo que dio al sentir como la hoja cortaba su piel, para de una patada en el pecho sacarlo de encima mío y volver a tener distancia entre nosotros.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: áweh-privado-
La cosa, porque no podía llamarle de otra manera, mutó a sus ojos, exhibiendo la más bizarra transformación en un latido de corazón, las prendas se habían convertido en jirones de tela desgarrada que caía al suelo como la muda de los arboles. Pelo brotaba por cada poro hasta convertirse en una maraña donde atinaban dos pequeños ojos amarillos brillantes. Músculos latían descompasados conforme crecían estirando la piel al límite. La criatura dio un prolongado rugido escupiendo un par de palabras antes de que su dentadura sufriera también la transformación en dientes filosos. Con el cuerpo tenso y la piel fría lo vio saltar en el aire para caer frente a él, sobre la mujer con la que compartía compañía y se vio incapacitado, privado de todo movimiento, sus ojos bebían a regañadientes de la horrible escena esperando que en cualquier momento despertará de aquello. No supo cuando llevo una mano a su rostro sólo para notar que esta se deshacía en pequeños temblores involuntarios. Y la oscuridad amenazó con venírsele encima bombardeándolo con destellos blancos tras los parpados. —Un demonio.
Giro la cabeza sólo para ver los labios de la mujer morena sacudirse, aturdido, el mundo se caía a pedazos a su alrededor conforme la cosa salía despedida y aterrizaba en el suelo barriendo las mesas a su paso ahora vacías o con alguna victima arrastrándose entre los escombros. Reconoció su propia turbación como un estado de trance del que debía librarse si deseaba salir vivo, sin embargo sus piernas no le respondían, ¡había viajado por todo el mundo y jamás se topo con una criatura como aquella!
Frunciendo el cejo sujeto un trozo de cristal que le alcanzo con lentitud, incluso hasta ese pequeño acto le resultaba extraño y ajeno, tomando en su palma lo apretó hasta abrir la carne y el dolor llego a él como un acto liberador en todos los sentidos, la niebla que cubría su pensamiento retrocedió, y soltando el trozo enrojecido ladeo la cabeza con el cuerpo construido tenso ante la amenaza.—Esa es la peor frase que jamás escuche madame, ¿quiere que sienta vergüenza o se muera de risa?
Mirando más allá, el enorme cánido se sacudía el golpe desprendiendo trozos de madera del pelambre, a cuatro patas, preparándose para volver al asecho. La herida antes producida era un rasguño rojizo a la distancia. Arrugando las aletas de la nariz, percibió el olor a pelo quemado en el aire junto al del hierro caliente y algo sobre magia y amuletos que alguna vez su madre contó vino a su mente.—¿Qué es esa cosa?—Pregunto estirando una mano para ayudar a levantar a la fémina guerrera.
—¿Cómo es que existe algo así?, una coraza humana lleva dentro un demonio.—Masculló estrechando los ojos, él era alto, pero aquella criatura le sacaba un par de cabezas. Incluso aunque era un buen peleador y tenía un buen gancho jamás rivalizaría en un encuentro limpio con esa abominación. Girando la cabeza, ignoro su pequeña herida para exigir respuestas con una mirada fría y distante.—¡¿Y qué eres tu Juana de Arco?, ¿lo has traído aquí a propósito para demostrar algún punto?!...—De pronto algo pareció embonar.
— Es tu cita secreta, la de la nota…
No era una pregunta sin embargo antes de que obtuviese una reacción de su parte, el rugido quebrado rompía el silencio y saltaba una vez más, rodeándolos, en un pequeño círculo apretado se movía esperando un momento de debilidad. Era demasiado tarde para escapar, sin embargo tampoco confiaba en la fémina, menos ahora.
—¡Maldita sea!, esto me saco por jugar con mujeres extrañas—masculló por lo bajo estirando una mano hacia la parte trasera de su pantalón bajo la levita negra. La pistola descanso en su palma en un segundo deslizándose entre los dedos y cuando la bestia extendió las fauces hacia él disparo.
Una bala normal, aunque no estaba seguro de matarle, con el tamaño y a esa distancia no debía fallar. El guijarro metálico se sacudió en el aire y atravesó piel y carne apenas para ser despedido hacia un lado y terminar empotrado en la pared, la criatura apenas herida sacudió la cabeza y enfurecida se empujo entre ellos buscando aunque sea una extremidad.
Giro la cabeza sólo para ver los labios de la mujer morena sacudirse, aturdido, el mundo se caía a pedazos a su alrededor conforme la cosa salía despedida y aterrizaba en el suelo barriendo las mesas a su paso ahora vacías o con alguna victima arrastrándose entre los escombros. Reconoció su propia turbación como un estado de trance del que debía librarse si deseaba salir vivo, sin embargo sus piernas no le respondían, ¡había viajado por todo el mundo y jamás se topo con una criatura como aquella!
Frunciendo el cejo sujeto un trozo de cristal que le alcanzo con lentitud, incluso hasta ese pequeño acto le resultaba extraño y ajeno, tomando en su palma lo apretó hasta abrir la carne y el dolor llego a él como un acto liberador en todos los sentidos, la niebla que cubría su pensamiento retrocedió, y soltando el trozo enrojecido ladeo la cabeza con el cuerpo construido tenso ante la amenaza.—Esa es la peor frase que jamás escuche madame, ¿quiere que sienta vergüenza o se muera de risa?
Mirando más allá, el enorme cánido se sacudía el golpe desprendiendo trozos de madera del pelambre, a cuatro patas, preparándose para volver al asecho. La herida antes producida era un rasguño rojizo a la distancia. Arrugando las aletas de la nariz, percibió el olor a pelo quemado en el aire junto al del hierro caliente y algo sobre magia y amuletos que alguna vez su madre contó vino a su mente.—¿Qué es esa cosa?—Pregunto estirando una mano para ayudar a levantar a la fémina guerrera.
—¿Cómo es que existe algo así?, una coraza humana lleva dentro un demonio.—Masculló estrechando los ojos, él era alto, pero aquella criatura le sacaba un par de cabezas. Incluso aunque era un buen peleador y tenía un buen gancho jamás rivalizaría en un encuentro limpio con esa abominación. Girando la cabeza, ignoro su pequeña herida para exigir respuestas con una mirada fría y distante.—¡¿Y qué eres tu Juana de Arco?, ¿lo has traído aquí a propósito para demostrar algún punto?!...—De pronto algo pareció embonar.
— Es tu cita secreta, la de la nota…
No era una pregunta sin embargo antes de que obtuviese una reacción de su parte, el rugido quebrado rompía el silencio y saltaba una vez más, rodeándolos, en un pequeño círculo apretado se movía esperando un momento de debilidad. Era demasiado tarde para escapar, sin embargo tampoco confiaba en la fémina, menos ahora.
—¡Maldita sea!, esto me saco por jugar con mujeres extrañas—masculló por lo bajo estirando una mano hacia la parte trasera de su pantalón bajo la levita negra. La pistola descanso en su palma en un segundo deslizándose entre los dedos y cuando la bestia extendió las fauces hacia él disparo.
Una bala normal, aunque no estaba seguro de matarle, con el tamaño y a esa distancia no debía fallar. El guijarro metálico se sacudió en el aire y atravesó piel y carne apenas para ser despedido hacia un lado y terminar empotrado en la pared, la criatura apenas herida sacudió la cabeza y enfurecida se empujo entre ellos buscando aunque sea una extremidad.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
Tras mi patada, el licántropo salió despedido unos metros más allá, destrozando al caer una mesa donde una pareja estaban tomando su almuerzo. Miré de reojo al camarero, que desde detrás de la barra observaba aterrorizado como su local se estaba convirtiendo en el caos más absoluto a cada minuto que pasaba. Ladeé la cabeza, sintiendo lástima por ese empresario que no sabía todavía todo lo que faltaba por venir. Acabar con un sobrenatural no era tarea fácil, y menos aún cuando a éste le importaba más bien poco ser visto por un gran número de humanos. Tenía que darme prisa antes de que alertasen a las autoridades y la Inquisición hiciese acto de presencia.
- Pues si lo mato de la risa eso que nos ahorramos, ¿No cree?- respondí al tiempo que una sonrisa ladina se dibujaba en mi rostro. Podía presentir el terror en las palabras del desconocido con el que llevaba un largo rato compartiendo mesa e intercambio de opiniones, así como en su mirada, que me hacía ver lo desconcertado que se encontraba. El miedo era palpable en el ambiente, y solo los gruñidos de esa bestia resonaban por las cuatro paredes del local.
Acepté de buen grado la mano del hombre que parecía recobrar la compostura por segundos, para ponerme de nuevo en pie.- Es un licántropo. Ya sabe, como los que salen en los típicos cuentos para que los niños no vayan al bosque por la noche. No es un demonio, es un hombre lobo.- si no fuese porque con el golpe juraría que me había lastimado alguna costilla, la situación me habría parecido hasta graciosa. Toda la seguridad que ese hombre demostraba segundos antes cuando conversábamos se había esfumado al mismo tiempo que apareció mi "amigo" de ojos amarillos e interrumpió en nuestra mesa.
- Soy cazadora de sobrenaturales, monseiur. Y no acostumbro a llevarme el trabajo a lugares donde otras personas puedan salir dañadas, es más bien al contrario..- me quité el abrigo para dejar a mano el resto de mis dagas de plata, evitando reirme a carcajadas con cada comentario de mi acompañante, mientras mi mirada seguía clavada en el lobo que aturdido por el golpe trataba de quitarse el arma de su costado. La herida no era mortal, pero al ser de plata tardaría más en sanarse, y a mí me daría ventaja para ir debilitándolo en cada golpe que pudiese asestarle; eso si no me mataba antes, claro.- Mireló atentamente, ¿cree vos que ese engendro sería capaz de redactar una nota y elaborar un plan para darme caza? Habría subido directamente a la habitación de mi hostal para matarme mientras dormía.
El juego continuó cuando tras un breve descanso en el que el licántropo recuperó fuerzas se abalanzó de nuevo hacía mí, acercándose inevitablemente hacía ese hombre que no paraba de quejarse desde que la bestia apareció. De verdad que como no se lo comiese el lobo, acabaría siendo yo quien le clavase una daga como advertencia.- ¿A quién llama mujer extraña?- apunté fingiendo enfado cuando lo escuché quejarse una vez más. Empezaba a pensar que había algo en mi cabeza que no estaba bien, pues lejos de estar preocupada por la situación, me lo estaba pasando en grande al ver las reacciones de ese hombre al que le faltaba suplicarme que lo sacase de allí con vida.
Haciéndome con dos dagas, una por cada mano, me preparé para el ataque del animal, que imaginando que prefería dejarme para el final, atacó en primer lugar a mi acompañante. El sonido de un disparo resonó en toda la estancia, provocando que enarcase una ceja confundida, mirando de reojo al dueño del disparo. El lobo sacudía la cabeza recomponiéndose de nuevo, seguramente más aturdido por el ensordecedor ruido que por el tiro en sí. Aproveché de nuevo esos segundos para resbalar por el suelo una de las dagas de plata en dirección al desconocido, esperando que no terminase clavándosela a sí mismo.- ¿Es que no prestaba atención cuando le contaban los cuentos? Si no es de plata, lo único que hará es cabrearlo. Coja la daga, le será más útil.
Le dediqué una última mirada cuando sentí como el lican arremetía de nuevo hacia nosotros; apoyando el pie sobre la mesa para coger altura, antes saltando por encima del licántropo para subirme a su lomo. Éste, distraído al intentar morder al nombre que le había disparado, no pudo evitar que cayese sobre él. Hinqué con fuerza las rodillas en su costado y comencé a clavarle en varios lugares de su pecho la daga de plata que me quedaba, al tiempo que me abrazaba a su cuello con el otro brazo para que no se pudiese librar de mí.
Entre rugidos y zarandeos, el lobo se puso en forma bípeda, obligándome a cogerme a él con ambas manos para no caerme.- Clávele con todas sus fuerzas la daga en el corazón.- le grité al desconocido, mientras cogiendo el cuello del licántropo trataba de mantener sus fauces lejos de nosotros.
- Pues si lo mato de la risa eso que nos ahorramos, ¿No cree?- respondí al tiempo que una sonrisa ladina se dibujaba en mi rostro. Podía presentir el terror en las palabras del desconocido con el que llevaba un largo rato compartiendo mesa e intercambio de opiniones, así como en su mirada, que me hacía ver lo desconcertado que se encontraba. El miedo era palpable en el ambiente, y solo los gruñidos de esa bestia resonaban por las cuatro paredes del local.
Acepté de buen grado la mano del hombre que parecía recobrar la compostura por segundos, para ponerme de nuevo en pie.- Es un licántropo. Ya sabe, como los que salen en los típicos cuentos para que los niños no vayan al bosque por la noche. No es un demonio, es un hombre lobo.- si no fuese porque con el golpe juraría que me había lastimado alguna costilla, la situación me habría parecido hasta graciosa. Toda la seguridad que ese hombre demostraba segundos antes cuando conversábamos se había esfumado al mismo tiempo que apareció mi "amigo" de ojos amarillos e interrumpió en nuestra mesa.
- Soy cazadora de sobrenaturales, monseiur. Y no acostumbro a llevarme el trabajo a lugares donde otras personas puedan salir dañadas, es más bien al contrario..- me quité el abrigo para dejar a mano el resto de mis dagas de plata, evitando reirme a carcajadas con cada comentario de mi acompañante, mientras mi mirada seguía clavada en el lobo que aturdido por el golpe trataba de quitarse el arma de su costado. La herida no era mortal, pero al ser de plata tardaría más en sanarse, y a mí me daría ventaja para ir debilitándolo en cada golpe que pudiese asestarle; eso si no me mataba antes, claro.- Mireló atentamente, ¿cree vos que ese engendro sería capaz de redactar una nota y elaborar un plan para darme caza? Habría subido directamente a la habitación de mi hostal para matarme mientras dormía.
El juego continuó cuando tras un breve descanso en el que el licántropo recuperó fuerzas se abalanzó de nuevo hacía mí, acercándose inevitablemente hacía ese hombre que no paraba de quejarse desde que la bestia apareció. De verdad que como no se lo comiese el lobo, acabaría siendo yo quien le clavase una daga como advertencia.- ¿A quién llama mujer extraña?- apunté fingiendo enfado cuando lo escuché quejarse una vez más. Empezaba a pensar que había algo en mi cabeza que no estaba bien, pues lejos de estar preocupada por la situación, me lo estaba pasando en grande al ver las reacciones de ese hombre al que le faltaba suplicarme que lo sacase de allí con vida.
Haciéndome con dos dagas, una por cada mano, me preparé para el ataque del animal, que imaginando que prefería dejarme para el final, atacó en primer lugar a mi acompañante. El sonido de un disparo resonó en toda la estancia, provocando que enarcase una ceja confundida, mirando de reojo al dueño del disparo. El lobo sacudía la cabeza recomponiéndose de nuevo, seguramente más aturdido por el ensordecedor ruido que por el tiro en sí. Aproveché de nuevo esos segundos para resbalar por el suelo una de las dagas de plata en dirección al desconocido, esperando que no terminase clavándosela a sí mismo.- ¿Es que no prestaba atención cuando le contaban los cuentos? Si no es de plata, lo único que hará es cabrearlo. Coja la daga, le será más útil.
Le dediqué una última mirada cuando sentí como el lican arremetía de nuevo hacia nosotros; apoyando el pie sobre la mesa para coger altura, antes saltando por encima del licántropo para subirme a su lomo. Éste, distraído al intentar morder al nombre que le había disparado, no pudo evitar que cayese sobre él. Hinqué con fuerza las rodillas en su costado y comencé a clavarle en varios lugares de su pecho la daga de plata que me quedaba, al tiempo que me abrazaba a su cuello con el otro brazo para que no se pudiese librar de mí.
Entre rugidos y zarandeos, el lobo se puso en forma bípeda, obligándome a cogerme a él con ambas manos para no caerme.- Clávele con todas sus fuerzas la daga en el corazón.- le grité al desconocido, mientras cogiendo el cuello del licántropo trataba de mantener sus fauces lejos de nosotros.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: áweh-privado-
El beso frío de la hoja afilada y su tamaño pesaron entre sus dedos en silencioso reconocimiento. Trazando sus formar evito el lado más afilado para asirlo con fuerza, ambidiestro de nacimiento, por suerte manipularía el arma con relativa facilidad. La única practica que poseía era su pasado desollando pescado y cortando cabezas en el barco hacia América, hacia ya tanto de esos años y aún así ahora mismo lo sentía terriblemente cerca, casi tanto como la abominación que se arrastraba hacia ellos. No había abierto la boca aún para contestar a la mujer, sabiendo que el hablar era lo único que le posibilitaba manejarse en esa situación extraña y confusa.—Útil.
Repitió flexionando las rodillas, agazapado a la espera, la vio saltar como si todo fuera en cámara lenta y recuperara de pronto el sentido del tiempo y estallaba en un manchón de formas y colores. La mujer, la cazadora…la pucelle de Orleans, sacudida como una burda muñeca de trapo, y la sustancia rojiza salpicando fuera del cuerpo en todas direcciones, saturando el local del aroma dulzón de la sangre, mezclado con la pólvora volviéndolo desagradable. El sonido de la carne abriéndose, la presión sobre los muros de músculos traspasados para regar hacia afuera sus jugos, el desencanto furioso de la criatura a la que importaba poco el dolor más allá de la ira…
“Corazón…el chuisle…”
Rápido entorno las cejas negras mientras que la sombra devoraba el verde de sus ojos convirtiéndose también en un muñeco, retrocedió a las calles y al instinto y se dejo arropar un poco por esa sensación de indiferencia que brinda un perpetuo estado de sobrevivencia. Asintiendo a la mujer se inclino al frente veloz, sus pies seguían teniendo la agilidad del cuadrilátero. Levantando el brazo, el movimiento fue el de un extraño, la mano cubierta con una levita negra de la mejor calidad, pulcra y perfecta que acentuaba su bronceado y al final de sus dedos largos el filo uniéndose también la mano libre, brillante se estrello al igual que como con la mujer, vio la hoja perderse en un brillo pálido como una lágrima, entrar ridículamente lento en la piel del animal, abrirse paso en un chillido. Su golpe encontró los mismos músculos, las mismas capas de piel, raspo algo duro con el sonido de un fosforo al ser restregado para encender y luego el bulto caliente que se sacudía con violencia en un espasmo al ser traspasado. Suficiente alto para usar todas sus fuerzas levantando las manos a la altura de su rostro. Empujo y dio vuelta. Si se quiere provocar una herida que no cierre la cuchilla debe girar, remover para impedir que la piel pegue.
—¡Maldita seas mujer! —boqueó por aire mientras que intentaba no ser alcanzado por la suciedad ni por la sangre de la criatura. Y clavar aún más adentro el puñal—¡¿Sabe cuánto cuesta esta levita?!, ¡Las telas son de la india, teñidas especialmente para no perder el color…y los grabados…¡Incluso mis gemelos!, ¿Qué hará si no se quitará del oro y las perlas?, ¡Ya deberá pagarme por todo esto!, ni trabajando toda su vida podrá…
Aquello provoco un bombeo involuntario por el órgano y un rugido de desconcierto de la criatura. Empujado hacia atrás dejo la daga en el lugar perdiendo el agarre por su herida. Lo que ella llamo licántropo se sacudió entre violentos temblores dejando caer las garra que intentaban cogerla a ella para arremeter contra él. Hereb se estrello contra la mesa ante el movimiento, destrozándola por su tamaño cayó al suelo. No sentía dolor y le costaba reprogramar su cuerpo para que manejara funciones básicas como respirar y tragar saliva. Peor aún al mirarse arrugo el ceño al notar su cuerpo recubierto de sangre, mirando hacia abajo la tela de su hombro izquierdo se abría asomando debajo el chaleco gris, la camisa blanca y la piel que pintaba un manchón rojizo alrededor de un corte.
El hombre le frunció el ceño como si con eso la herida fuera a desaparecer.— Que cuentos ni que nada, ¿Qué clase de infancia es esa?, plata…— continuo refunfuñando como si el alejarse de la bestia le hubiese devuelto su capacidad de hablar de nuevo.— Ya es demasiado tarde para ahorrarse nada, apresúrese de una vez y termine con eso, ¿no se supone que es su trabajo?
Soltó rodando los ojos para presionar una mano sobre el rasguño, aliviado de que no parecía ser tan profundo y levantándose de vuelta con la mano libre en puño, su estomago se sacudía con violencia, sin embargo ya habiendo pasado por todo de apoco su semblante desdeñoso volvía.
Repitió flexionando las rodillas, agazapado a la espera, la vio saltar como si todo fuera en cámara lenta y recuperara de pronto el sentido del tiempo y estallaba en un manchón de formas y colores. La mujer, la cazadora…la pucelle de Orleans, sacudida como una burda muñeca de trapo, y la sustancia rojiza salpicando fuera del cuerpo en todas direcciones, saturando el local del aroma dulzón de la sangre, mezclado con la pólvora volviéndolo desagradable. El sonido de la carne abriéndose, la presión sobre los muros de músculos traspasados para regar hacia afuera sus jugos, el desencanto furioso de la criatura a la que importaba poco el dolor más allá de la ira…
“Corazón…el chuisle…”
Rápido entorno las cejas negras mientras que la sombra devoraba el verde de sus ojos convirtiéndose también en un muñeco, retrocedió a las calles y al instinto y se dejo arropar un poco por esa sensación de indiferencia que brinda un perpetuo estado de sobrevivencia. Asintiendo a la mujer se inclino al frente veloz, sus pies seguían teniendo la agilidad del cuadrilátero. Levantando el brazo, el movimiento fue el de un extraño, la mano cubierta con una levita negra de la mejor calidad, pulcra y perfecta que acentuaba su bronceado y al final de sus dedos largos el filo uniéndose también la mano libre, brillante se estrello al igual que como con la mujer, vio la hoja perderse en un brillo pálido como una lágrima, entrar ridículamente lento en la piel del animal, abrirse paso en un chillido. Su golpe encontró los mismos músculos, las mismas capas de piel, raspo algo duro con el sonido de un fosforo al ser restregado para encender y luego el bulto caliente que se sacudía con violencia en un espasmo al ser traspasado. Suficiente alto para usar todas sus fuerzas levantando las manos a la altura de su rostro. Empujo y dio vuelta. Si se quiere provocar una herida que no cierre la cuchilla debe girar, remover para impedir que la piel pegue.
—¡Maldita seas mujer! —boqueó por aire mientras que intentaba no ser alcanzado por la suciedad ni por la sangre de la criatura. Y clavar aún más adentro el puñal—¡¿Sabe cuánto cuesta esta levita?!, ¡Las telas son de la india, teñidas especialmente para no perder el color…y los grabados…¡Incluso mis gemelos!, ¿Qué hará si no se quitará del oro y las perlas?, ¡Ya deberá pagarme por todo esto!, ni trabajando toda su vida podrá…
Aquello provoco un bombeo involuntario por el órgano y un rugido de desconcierto de la criatura. Empujado hacia atrás dejo la daga en el lugar perdiendo el agarre por su herida. Lo que ella llamo licántropo se sacudió entre violentos temblores dejando caer las garra que intentaban cogerla a ella para arremeter contra él. Hereb se estrello contra la mesa ante el movimiento, destrozándola por su tamaño cayó al suelo. No sentía dolor y le costaba reprogramar su cuerpo para que manejara funciones básicas como respirar y tragar saliva. Peor aún al mirarse arrugo el ceño al notar su cuerpo recubierto de sangre, mirando hacia abajo la tela de su hombro izquierdo se abría asomando debajo el chaleco gris, la camisa blanca y la piel que pintaba un manchón rojizo alrededor de un corte.
El hombre le frunció el ceño como si con eso la herida fuera a desaparecer.— Que cuentos ni que nada, ¿Qué clase de infancia es esa?, plata…— continuo refunfuñando como si el alejarse de la bestia le hubiese devuelto su capacidad de hablar de nuevo.— Ya es demasiado tarde para ahorrarse nada, apresúrese de una vez y termine con eso, ¿no se supone que es su trabajo?
Soltó rodando los ojos para presionar una mano sobre el rasguño, aliviado de que no parecía ser tan profundo y levantándose de vuelta con la mano libre en puño, su estomago se sacudía con violencia, sin embargo ya habiendo pasado por todo de apoco su semblante desdeñoso volvía.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
Lo que tan solo fueron unos pocos segundos en el reloj de pared que estaba hecho añicos en el suelo tras el golpe que recibió con el cuerpo del lobo, a mí me parecieron horas observando como el desconocido no terminaba de decidirse sobre qué hacer. El licántropo no paraba de sacudirse con la intención de hacerme caer; intentando apresarme con sus garras para hacerme pasar a mejor vida. A esas alturas mi fuerza comenzaba a menguar, apenas podría aguantar unos minutos más y la vida de todos los clientes del restaurante, a parte de la mía, estaba en manos de ese hombre culto y refinado que estaba asustado como un cervatillo.
Suspiré aliviada cuando por fin se decidió a actuar y, empuñando la daga de plata que le había entregado, se lanzó hacia la bestia que se removía entre mis brazos con rabia, hundiendo con fuerza la afilada hoja en el peludo cuerpo del animal.
-Nadie le obligó a ir vestido de esa forma, y si puede permitirsélo me apuesto lo que quiera a que podrá comprarse uno nuevo. Si lo mira por el lado bueno, mejor manchar su ropa con un poco de sangre que convertirla en su traje funerario, ¿no cree?- respondí divertida por las rídiculas quejas de un hombre hecho y derecho que parecía más preocupado en dañar su atuendo que en terminar siendo agredido por las feroces fauces del animal. Tras herir a la bestia, cayó hacia atrás, rompiendo una de las pocas mesas que quedaban en pie antes de terminar recostado en el suelo. Negué con la cabeza, incapaz de disimular una sonrisa. Aquello parecía una película cómica en lugar de la caza de un sobrenatural.
El estremecedor aullido del lican resonó en todo el local, un grito que demostraba la gravedad de su herida. Volvió a quedarse a cuatro patas, enfurecido ahora con el caballero de porte elegante que desde el suelo seguía increpándome por una conducta que hasta ahora nos había salvado la vida; cierto que también nos había llevado hasta esas circunstancias, pero...¿quién estaba a salvo de un ataque licántropo durante toda su vida?- Si no le contaron ese tipo de leyendas cuando era niño, tuvo una infancia muy aburrida.- apunté con una sonrisa antes de bajar de un salto del lobo del animal, que caminaba con lentitud hacia el desconocido.
La herida del pecho, si había sido certera como a mí me parecía, era mortal. Sería cuestión de minutos que el lobo cayese muerto en el suelo, claro que por el rumbo que llevaba lo más probable es que mordiese a mi acompañante antes de ello. Sus pasos eran lentos pero seguros y su proximidad al hombre más que peligrosa. Desenfundé la espada bastarda que llevaba sujeta en la espalda y que perteneció a mi padre. Caminé hasta su dirección, llegando a ellos cuando un fuerte gruñido avisó de que no pensaba dejar pasar la puñalada. Sujeté la empuñadura del arma con las dos manos elevándola hacia el techo, y de un movimiento seco, corté su cabeza antes de que las fauces del animal marcasen el muslo del hombre.- Lamento mucho que su ropa se haya manchado un poco más.- fingí preocupación, siguiendo el movimiento de la cabeza del lican que salió rodando hasta la entrepierna del hombre. Tuve que morderme el labio inferior para no reírme a carcajadas. Era sin duda una imagen de lo más dantesca, pero pagaría lo que fuera por poder poner a todos los caballeros estirados en la misma tesitura que se encontraba ahora ese desconocido.
Suspiré aliviada cuando por fin se decidió a actuar y, empuñando la daga de plata que le había entregado, se lanzó hacia la bestia que se removía entre mis brazos con rabia, hundiendo con fuerza la afilada hoja en el peludo cuerpo del animal.
-Nadie le obligó a ir vestido de esa forma, y si puede permitirsélo me apuesto lo que quiera a que podrá comprarse uno nuevo. Si lo mira por el lado bueno, mejor manchar su ropa con un poco de sangre que convertirla en su traje funerario, ¿no cree?- respondí divertida por las rídiculas quejas de un hombre hecho y derecho que parecía más preocupado en dañar su atuendo que en terminar siendo agredido por las feroces fauces del animal. Tras herir a la bestia, cayó hacia atrás, rompiendo una de las pocas mesas que quedaban en pie antes de terminar recostado en el suelo. Negué con la cabeza, incapaz de disimular una sonrisa. Aquello parecía una película cómica en lugar de la caza de un sobrenatural.
El estremecedor aullido del lican resonó en todo el local, un grito que demostraba la gravedad de su herida. Volvió a quedarse a cuatro patas, enfurecido ahora con el caballero de porte elegante que desde el suelo seguía increpándome por una conducta que hasta ahora nos había salvado la vida; cierto que también nos había llevado hasta esas circunstancias, pero...¿quién estaba a salvo de un ataque licántropo durante toda su vida?- Si no le contaron ese tipo de leyendas cuando era niño, tuvo una infancia muy aburrida.- apunté con una sonrisa antes de bajar de un salto del lobo del animal, que caminaba con lentitud hacia el desconocido.
La herida del pecho, si había sido certera como a mí me parecía, era mortal. Sería cuestión de minutos que el lobo cayese muerto en el suelo, claro que por el rumbo que llevaba lo más probable es que mordiese a mi acompañante antes de ello. Sus pasos eran lentos pero seguros y su proximidad al hombre más que peligrosa. Desenfundé la espada bastarda que llevaba sujeta en la espalda y que perteneció a mi padre. Caminé hasta su dirección, llegando a ellos cuando un fuerte gruñido avisó de que no pensaba dejar pasar la puñalada. Sujeté la empuñadura del arma con las dos manos elevándola hacia el techo, y de un movimiento seco, corté su cabeza antes de que las fauces del animal marcasen el muslo del hombre.- Lamento mucho que su ropa se haya manchado un poco más.- fingí preocupación, siguiendo el movimiento de la cabeza del lican que salió rodando hasta la entrepierna del hombre. Tuve que morderme el labio inferior para no reírme a carcajadas. Era sin duda una imagen de lo más dantesca, pero pagaría lo que fuera por poder poner a todos los caballeros estirados en la misma tesitura que se encontraba ahora ese desconocido.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: áweh-privado-
A punto de responder la ultima afrenta de la salvaje mujer le dejo congelado, salvándose la cavidad por una milésima de segundo en el momento en el que la asquerosa sustancia lo bañaba hasta alcanzar el nacimiento de sus cabellos, dejando su rastro hasta las suelas. Daba ahora por perdida por completo su indumentaria.
Estrechando las cejas con el rostro severo y sin emociones escupió hacia afuera en un resoplido en busca de ahuyentar cualquier trozo o gota que hubiese quedado rezagada en sus labios. Estremeciéndose por la película apestosa a cobre y sudor que lo cubría. Sus ojos verdes aguijonearon a la fémina mientras que se quedaba durante un largo minuto congelado con los brazos extendidos lejos de su cuerpo y las piernas separadas. Una de sus manos se movió atreviéndose al fin de barrer su cara para apartar la suciedad.
Lleno de ira y de una calma hueca, considero verter toda esta en la mujer, sin embargo pronto todo aquello se esfumo al darse cuenta de que no valía la pena, ni acusarla, ni redimirla, una palabra más le rebajaría al mismo nivel que la bestia y su modo de vida, y él era más inteligente que eso, es decir, él era el hombre rico.
En silencio dispuso del saco negro empujándolo lejos de su cuerpo al igual que el chaleco y mirando con algo de pena la camisa que parecía más un trapo para limpiar, sus dedos tiraron con desdén de los botones para dejarla de lado y limpiando con esta el exceso que quedará en su cuerpo, intentando por todos los medios conservar algo de su pulcritud.—Mi infancia fue eso, y no la cosa enferma que usted tuvo…—Levantando una palma paso esta por su cabello para apartarlo y lanzar la camisa a una esquina.—Y no me corrija sea o no cierto, no quiero saberlo.
Aseguro con convicción dándole la espalda para esquivar la cabeza con un gesto de horror y asco apenas disfrazados. Dio un par de pasos para después trastabillar y aferrándose a uno de los muros arañados le fue imposible mantenerse sereno, sintiendo el estomago hecho una masa extraña, sus entrañas se oprimieron al tiempo que su cansada y estresada mente se sacudía. El sonido del vomito lleno el local, mientras que el pelinegro vaciaba su costoso café sobre las maderas, no paró hasta que la bilis le quemo la garganta dejándolo descansar. Con cara de pocos amigos se limpio con el dorso de la mano soltando un gruñido.—Si algo faltaba…
Separándose se encamino con el torso desnudo hacia la salida dispuesto a conseguir tan rápido como le fuera posible un baño, incluso montaría todo el camino con el fin de no ensuciar su hermoso carruaje. Rodando los ojos, lo pensó mejor, mandaría al cochero dentro. Recordando de vuelta a la mujer se giro hacia ella.—Soy un hedonista querida, si hubiese tenido la oportunidad de escoger, la muerte sería la afortunada, no me importa morir, sino el esfuerzo y el dolor, bien lo aceptaría entre los muslos de un amante dispuesto—Sus ojos se fijaron de nueva cuenta en la cabeza de la criatura.—Incluso con una fulana inexperta a someterme a esta experiencia.
Rodando los ojos le dedico una sonrisa desdeñosa al tiempo que hacia una reverencia perezosa sin perder la elegancia callejera que le caracterizaba.
—No fue un placer, y no espero volver a verla jamás, no le agradeceré puesto que hice mi parte del trabajo…agradézcame usted que no le cobre lo que he perdido esta noche. Tomaré esto como un interesante aprendizaje para el futuro…
Canturreó dejando el lugar guiñándole un ojo, cansado. —Hasta nunca, hasta siempre Juana de Arco.
Estrechando las cejas con el rostro severo y sin emociones escupió hacia afuera en un resoplido en busca de ahuyentar cualquier trozo o gota que hubiese quedado rezagada en sus labios. Estremeciéndose por la película apestosa a cobre y sudor que lo cubría. Sus ojos verdes aguijonearon a la fémina mientras que se quedaba durante un largo minuto congelado con los brazos extendidos lejos de su cuerpo y las piernas separadas. Una de sus manos se movió atreviéndose al fin de barrer su cara para apartar la suciedad.
Lleno de ira y de una calma hueca, considero verter toda esta en la mujer, sin embargo pronto todo aquello se esfumo al darse cuenta de que no valía la pena, ni acusarla, ni redimirla, una palabra más le rebajaría al mismo nivel que la bestia y su modo de vida, y él era más inteligente que eso, es decir, él era el hombre rico.
En silencio dispuso del saco negro empujándolo lejos de su cuerpo al igual que el chaleco y mirando con algo de pena la camisa que parecía más un trapo para limpiar, sus dedos tiraron con desdén de los botones para dejarla de lado y limpiando con esta el exceso que quedará en su cuerpo, intentando por todos los medios conservar algo de su pulcritud.—Mi infancia fue eso, y no la cosa enferma que usted tuvo…—Levantando una palma paso esta por su cabello para apartarlo y lanzar la camisa a una esquina.—Y no me corrija sea o no cierto, no quiero saberlo.
Aseguro con convicción dándole la espalda para esquivar la cabeza con un gesto de horror y asco apenas disfrazados. Dio un par de pasos para después trastabillar y aferrándose a uno de los muros arañados le fue imposible mantenerse sereno, sintiendo el estomago hecho una masa extraña, sus entrañas se oprimieron al tiempo que su cansada y estresada mente se sacudía. El sonido del vomito lleno el local, mientras que el pelinegro vaciaba su costoso café sobre las maderas, no paró hasta que la bilis le quemo la garganta dejándolo descansar. Con cara de pocos amigos se limpio con el dorso de la mano soltando un gruñido.—Si algo faltaba…
Separándose se encamino con el torso desnudo hacia la salida dispuesto a conseguir tan rápido como le fuera posible un baño, incluso montaría todo el camino con el fin de no ensuciar su hermoso carruaje. Rodando los ojos, lo pensó mejor, mandaría al cochero dentro. Recordando de vuelta a la mujer se giro hacia ella.—Soy un hedonista querida, si hubiese tenido la oportunidad de escoger, la muerte sería la afortunada, no me importa morir, sino el esfuerzo y el dolor, bien lo aceptaría entre los muslos de un amante dispuesto—Sus ojos se fijaron de nueva cuenta en la cabeza de la criatura.—Incluso con una fulana inexperta a someterme a esta experiencia.
Rodando los ojos le dedico una sonrisa desdeñosa al tiempo que hacia una reverencia perezosa sin perder la elegancia callejera que le caracterizaba.
—No fue un placer, y no espero volver a verla jamás, no le agradeceré puesto que hice mi parte del trabajo…agradézcame usted que no le cobre lo que he perdido esta noche. Tomaré esto como un interesante aprendizaje para el futuro…
Canturreó dejando el lugar guiñándole un ojo, cansado. —Hasta nunca, hasta siempre Juana de Arco.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: áweh-privado-
No me hacía falta ser adivina para estar segura de que en ese preciso momento el caballero desconocido y con refinados modales me odiaba con todas sus fuerzas. El pobre infeliz trataba, todavía sentado en el suelo sobre un charco de sangre y sustancia blanca, limpiar de sus caros ropajes, y sin mucho éxito, los restos biológicos del licántropo. Ese hombre no comprendía lo importante que era haber salido de esa situación con vida y sin un claro rasguño. Las ropas eran lo de menos si podíamos celebrar que viviríamos un día más para contarlo. Tal vez era la manera de ver la vida de una persona que cada noche, e incluso día, se enfrentaba con la muerte. Alguien para quien poseer bienes materiales carecía de importancia cuando ver el siguiente amanecer era lo más preciado que tenía.
Así era la vida de un cazador; una vida sencilla donde lo más importante residía en tener una familia en quien apoyarse en nuestros momentos más vulnerables. Aunque no sería yo quien en esa ocasión le explicase a ese caballero que debía ser lo importante y que no en su vida. Algo en sus ojos me decía que su respuesta dejaría de ser todo lo cordial que había sido hasta entonces, y que su exquisita educación demostrada hasta el momento desaparecería por completo.
Observé en silencio cómo, todavía en estado de shock y mostrando su desagrado en cada movimiento que realizaba, el caballero apartó a un lado el cuerpo mutilado y sin vida del lobo que había decidido convertirme en su vendetta personal, para poder ponerse en pie y continuar con una serie de conductas de lo más inusuales. Enarqué una ceja confundida cuando sus manos comenzaron a volar por encima de su camisa para deshacerse de ésta y quedarse desnudo de cintura para arriba. ¿De verdad pensaba que conseguiría quedarse presentable con toda la sangre que llevaba encima?
Tuve que contener una sonrisa viendo como el líquido carmesí que todavía llevaba sobre el rostro, fue esparcido por todo éste cuando su labor con lo que quedaba de su camisa no era la que esperaba; mordiéndome el labio inferior con fuerza para no indicarle que estaba consiguiendo más bien el efecto contrario y parecía un gran jefe indio dispuesto a entrar en batalla. Aunque era entretenido convertirse en la mosca cojonera de un hombre de esa clase, también había aprendido con el tiempo cuando alguien había llegado a su límite, y ese hombre lo había sobrepasado con creces.
¿Había tenido en realidad una infancia tan enfermiza como él creía? Negué con la cabeza, respondiéndome a mí misma que por el contrario había sido de lo más entretenida y particular. ¿A qué niña le dejan jugar con armas desde que es capaz de blandirlas? Tal vez para alguien que ha crecido entre algodones y lejos de cualquier peligro sobrenatural mi niñez estaba muy lejos de ser aceptable, pero para mí había sido un honor ser la cazadora más joven que entraba en la orden de mi aldea. Y cada mañana me sentía orgullosa de saber que gracias a personas como yo, habían otras muchas que podían continuar con sus vidas porque esos seres que los acechaban por la noche, habían sido eliminados. Estaba por responderle a su afirmación, a pesar de que había dejado claro que no deseaba conocer mi opinión, cuando un suceso del todo inesperado ocurrió ante mi desconcertada mirada.
Ladeé la cabeza ligeramente para desviar la mirada de una escena que requería otorgarle por mi parte cierta intimidad a ese hombre; al fin y al cabo se había visto envuelto en una situación tan dantesca solo por mi culpa. Saqué un pañuelo bordado que permanecía todavía intacto, en el bolsillo de mi pantalón para ofrecérselo, sintiéndome un tanto culpable por ver como un hombre tan altivo y seguro de sí mismo se veía afectado de esa forma, demostrando que el dinero y el poder no nos hace distintos al resto de los humanos. Ignoró por completo mi gesto, y se encaminó mostrándose un tanto inestable hacia la puerta.
-¿Se encuentra usted bien? No se preocupe, es normal que se sienta de esa forma. Suele ocurrir las primeras veces que se caza a un sobrenatural.- apunté tratando de ser amable por una vez con ese caballero desconocido y en pleno estado de shock. Ladeé la cabeza confundida ante sus afirmaciones, pero no estaba en situación de preguntar de a qué se refería. Avancé unos pasos hacia la salida, sin poder evitar una sonrisa ante su último comentario. “Juana de Arco”, susurré para mí misma.- ¿Necesita que le ayude o le lleve a casa? No tengo la montura muy lejos de aquí, y me da la sensación que no estáis en situación de cabalgar solo hasta su hogar.
No era costumbre acompañar a nadie a su casa, pero en esta ocasión me sentía responsable de lo que le ocurriese a aquel caballero que había salido tranquilamente a tomarse un café, y había terminado sus minutos de ocio envuelto en una sangrienta cacería por haberse cruzado en mi camino. ¿Sería realmente eso lo que le esperaba a todo aquel se entrase en mi vida?¿Le rodearía continuamente la muerte y el terror sobrenatural?
Así era la vida de un cazador; una vida sencilla donde lo más importante residía en tener una familia en quien apoyarse en nuestros momentos más vulnerables. Aunque no sería yo quien en esa ocasión le explicase a ese caballero que debía ser lo importante y que no en su vida. Algo en sus ojos me decía que su respuesta dejaría de ser todo lo cordial que había sido hasta entonces, y que su exquisita educación demostrada hasta el momento desaparecería por completo.
Observé en silencio cómo, todavía en estado de shock y mostrando su desagrado en cada movimiento que realizaba, el caballero apartó a un lado el cuerpo mutilado y sin vida del lobo que había decidido convertirme en su vendetta personal, para poder ponerse en pie y continuar con una serie de conductas de lo más inusuales. Enarqué una ceja confundida cuando sus manos comenzaron a volar por encima de su camisa para deshacerse de ésta y quedarse desnudo de cintura para arriba. ¿De verdad pensaba que conseguiría quedarse presentable con toda la sangre que llevaba encima?
Tuve que contener una sonrisa viendo como el líquido carmesí que todavía llevaba sobre el rostro, fue esparcido por todo éste cuando su labor con lo que quedaba de su camisa no era la que esperaba; mordiéndome el labio inferior con fuerza para no indicarle que estaba consiguiendo más bien el efecto contrario y parecía un gran jefe indio dispuesto a entrar en batalla. Aunque era entretenido convertirse en la mosca cojonera de un hombre de esa clase, también había aprendido con el tiempo cuando alguien había llegado a su límite, y ese hombre lo había sobrepasado con creces.
¿Había tenido en realidad una infancia tan enfermiza como él creía? Negué con la cabeza, respondiéndome a mí misma que por el contrario había sido de lo más entretenida y particular. ¿A qué niña le dejan jugar con armas desde que es capaz de blandirlas? Tal vez para alguien que ha crecido entre algodones y lejos de cualquier peligro sobrenatural mi niñez estaba muy lejos de ser aceptable, pero para mí había sido un honor ser la cazadora más joven que entraba en la orden de mi aldea. Y cada mañana me sentía orgullosa de saber que gracias a personas como yo, habían otras muchas que podían continuar con sus vidas porque esos seres que los acechaban por la noche, habían sido eliminados. Estaba por responderle a su afirmación, a pesar de que había dejado claro que no deseaba conocer mi opinión, cuando un suceso del todo inesperado ocurrió ante mi desconcertada mirada.
Ladeé la cabeza ligeramente para desviar la mirada de una escena que requería otorgarle por mi parte cierta intimidad a ese hombre; al fin y al cabo se había visto envuelto en una situación tan dantesca solo por mi culpa. Saqué un pañuelo bordado que permanecía todavía intacto, en el bolsillo de mi pantalón para ofrecérselo, sintiéndome un tanto culpable por ver como un hombre tan altivo y seguro de sí mismo se veía afectado de esa forma, demostrando que el dinero y el poder no nos hace distintos al resto de los humanos. Ignoró por completo mi gesto, y se encaminó mostrándose un tanto inestable hacia la puerta.
-¿Se encuentra usted bien? No se preocupe, es normal que se sienta de esa forma. Suele ocurrir las primeras veces que se caza a un sobrenatural.- apunté tratando de ser amable por una vez con ese caballero desconocido y en pleno estado de shock. Ladeé la cabeza confundida ante sus afirmaciones, pero no estaba en situación de preguntar de a qué se refería. Avancé unos pasos hacia la salida, sin poder evitar una sonrisa ante su último comentario. “Juana de Arco”, susurré para mí misma.- ¿Necesita que le ayude o le lleve a casa? No tengo la montura muy lejos de aquí, y me da la sensación que no estáis en situación de cabalgar solo hasta su hogar.
No era costumbre acompañar a nadie a su casa, pero en esta ocasión me sentía responsable de lo que le ocurriese a aquel caballero que había salido tranquilamente a tomarse un café, y había terminado sus minutos de ocio envuelto en una sangrienta cacería por haberse cruzado en mi camino. ¿Sería realmente eso lo que le esperaba a todo aquel se entrase en mi vida?¿Le rodearía continuamente la muerte y el terror sobrenatural?
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
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