AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Justo a tiempo (Privado)
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Justo a tiempo (Privado)
Había dejado sus ropas en un rincón de uno de los barcos abandonados del puerto. Era noche de luna delgada, por lo que las sombras eran aliadas de Lus.
Llevaba más de una hora en el aire, celebrando la libertad de poder volar sobre el mar que se agitaba algo revuelto, cuando decidió que ya era momento de volver. Se había alejado bastante del cochero en busca de ese barco apartado, pues no podía transformarse cerca de él, así que todavía le quedaba una buena caminata para poder llegar hasta donde el hombre la esperaba, seguramente convencido de que su señora se encontraba con algún amante en aquella zona tan alejada de la ciudad y de la propia residencia familiar.
Descendió planeando sobre la nave, segura de que estaba sola. Volvió –todavía en su forma de cuerva- al rincón en donde había dejado sus cosas y lentamente, entregada a disfrutar del proceso, volvió a su forma humana. Siempre que dejaba de ser ave y volvía a estirarse, el cuerpo tardaba un poco en responderle… Inspiró de manera profunda unas tres veces para volver a habituarse y luego, relajada como estaba después de hacer algo que tanto amaba –como era volar-, comenzó a vestirse.
Una vez que estuvo lista, salió de la nave volviendo al camino que bordeaba el puerto. A su derecha, mientras andaba con paso rápido para volver al coche, observó la hilera de embarcaciones.
Lusbella no supo que la seguían hasta que el hombre la tomó desde atrás y la pegó a su cuerpo. Quizás fuera que tenía la mente aún en el aire, o que solo se concentrase en llegar hasta donde Horatio la aguardaba. No lo sabía. Lo cierto era que no había sabido que tenía compañía hasta que el hombre la apresó.
-¿Pero qué hace una mujer en esta zona a estas horas de la noche? –preguntó el hombre y, cuando Lusbella se giró, el aliento alcohólico de él le golpeó el rostro.
-No tengo dinero –fue lo único que se le ocurrió decir, su voz reflejaba su pánico.
Y era cierto, no solía salir con francos cuando daba simples paseos. ¿Para qué si no necesitaba comprar nada?
Con una media sonrisa ante la afirmación de ella, el hombre comenzó a pasar sus manos sobre el cuerpo de Lusbella, seguramente buscando alguna bolsita de dinero que la mujer pudiera tener escondida entre sus ropas. Ella aprovechó aquella distracción y dio un grito antes de comenzar a correr. No duró mucho, pues él la siguió y atrapó de manera demasiado rápida, ocupándose esa vez de tapar su boca.
-Nos vamos –le avisó él, como si Lusbella comprendiera de qué hablaba, y la arrastró dirigiéndose hacia uno de los barcos.
Lusbella pateó y luchó, pero no tenía la misma fuerza que él y no pudo hacer que aquel hombre tan desagradable la soltase.
Llevaba más de una hora en el aire, celebrando la libertad de poder volar sobre el mar que se agitaba algo revuelto, cuando decidió que ya era momento de volver. Se había alejado bastante del cochero en busca de ese barco apartado, pues no podía transformarse cerca de él, así que todavía le quedaba una buena caminata para poder llegar hasta donde el hombre la esperaba, seguramente convencido de que su señora se encontraba con algún amante en aquella zona tan alejada de la ciudad y de la propia residencia familiar.
Descendió planeando sobre la nave, segura de que estaba sola. Volvió –todavía en su forma de cuerva- al rincón en donde había dejado sus cosas y lentamente, entregada a disfrutar del proceso, volvió a su forma humana. Siempre que dejaba de ser ave y volvía a estirarse, el cuerpo tardaba un poco en responderle… Inspiró de manera profunda unas tres veces para volver a habituarse y luego, relajada como estaba después de hacer algo que tanto amaba –como era volar-, comenzó a vestirse.
Una vez que estuvo lista, salió de la nave volviendo al camino que bordeaba el puerto. A su derecha, mientras andaba con paso rápido para volver al coche, observó la hilera de embarcaciones.
Lusbella no supo que la seguían hasta que el hombre la tomó desde atrás y la pegó a su cuerpo. Quizás fuera que tenía la mente aún en el aire, o que solo se concentrase en llegar hasta donde Horatio la aguardaba. No lo sabía. Lo cierto era que no había sabido que tenía compañía hasta que el hombre la apresó.
-¿Pero qué hace una mujer en esta zona a estas horas de la noche? –preguntó el hombre y, cuando Lusbella se giró, el aliento alcohólico de él le golpeó el rostro.
-No tengo dinero –fue lo único que se le ocurrió decir, su voz reflejaba su pánico.
Y era cierto, no solía salir con francos cuando daba simples paseos. ¿Para qué si no necesitaba comprar nada?
Con una media sonrisa ante la afirmación de ella, el hombre comenzó a pasar sus manos sobre el cuerpo de Lusbella, seguramente buscando alguna bolsita de dinero que la mujer pudiera tener escondida entre sus ropas. Ella aprovechó aquella distracción y dio un grito antes de comenzar a correr. No duró mucho, pues él la siguió y atrapó de manera demasiado rápida, ocupándose esa vez de tapar su boca.
-Nos vamos –le avisó él, como si Lusbella comprendiera de qué hablaba, y la arrastró dirigiéndose hacia uno de los barcos.
Lusbella pateó y luchó, pero no tenía la misma fuerza que él y no pudo hacer que aquel hombre tan desagradable la soltase.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Tras el encuentro con el conde ruso y las revelaciones posteriores sobre mi inexistente prometido, había dado por concluida la incesante búsqueda de éste. Me sentía totalmente engañada por mi hermano que debía de saber más sobre el asunto de lo que en un principio me había dado a entender. Estaba frustrada por el tiempo que había desperciado, empezando por los meses de viaje desde Rusia para llegar a París, sin contar con las semanas que llevaba recorriendo sus calles en busca de algún indicio que me llevasen hasta dar con ese fantasma.
Esa noche decidí pasear tranquilamente sin rumbo fijo por las calles parisinas, esta vez como una turista más que disfrutaba de su estancia. Una pequeña luna menguante me saludaba desde el firmamento y no pude evitar sonreír, pensando que en el fondo me alegraba de que ese dichoso prometido no existiese. Habría cumplido órdenes y de ser necesario me hubiese casado con ese desconocido, pero de esta forma todavía albergaba la esperanza de poder conocer a un hombre de quien enamorarme y ser yo misma quien tomase la decisión de contraer nupcias con él.
Inconscientemente, mis pasos me llevaron hasta la zona portuaria, probablemente acostumbrados a dirigirse hacia allí por las tabernas que se encontraban cerca y que tantas veces había visitado en busca de respuestas. Pero esta vez decidí cambiar mi rumbo y pasear por entre los navíos que a esas horas descansaban en el muelle a la espera de que al amanecer los marineros los ocupasen de nuevo para faenar.
El ambiente era apacible, la humedad de la noche refrescaba mi piel y podía hasta pasear practicamente con los ojos cerrados disfrutando de la tranquilidad y el silencio que apenas era perceptible en la ciudad, cuando de pronto el grito de una mujer me despertó de mi trance y abrí los ojos desconcertada. Cerré los ojos de nuevo, pero esta vez tratando de localizar la procedencia de ese grito que clamaba ayuda. El lejano sonido de unos pasos y la voz de un caballero me indicaron el lugar correcto, y no dudé en acudir corriendo hasta allí. Si no me equivocaba, había una joven en peligro y teniendo en cuenta que quien la acompañaba era un hombre, no me era muy difícil saber cual serían sus intenciones.
No tardé en dar con el lugar donde se encontraban. Podía escuchar al hombre hablar y la agitada respiración de la joven. Salté con agilidad sobre la cubierta del barco y saqué una de las espadas bastardas que llevaba sujetas a mi espalda.- ¿No le explicó su madre que está muy feo tratar a una dama de esa forma tan brusca?- susurré cuando me coloqué tras el caballero que mantenía sujetas las muñecas de la mujer a la espalda, colocando la hoja de mi espada en la garganta de éste. Sonreí al darme cuenta de que el aura de ésta no era común, más bien todo lo contrario. Era de una de esas especies tan extrañas de humanos que son capaces de transformarse a voluntad en otros animales.-Suéltela ahora mismo y me plantearé dejarlo continuar con vida.- levanté un poco más la hoja de la espada, cortándole livianamente la piel. Ese hombre no era rival para mí; estaba acostumbrada a luchar contra otros sobrenaturales y era una magnífica guerrera. Un simple violador ni siquiera merecía que manchase mi bastarda.
Esa noche decidí pasear tranquilamente sin rumbo fijo por las calles parisinas, esta vez como una turista más que disfrutaba de su estancia. Una pequeña luna menguante me saludaba desde el firmamento y no pude evitar sonreír, pensando que en el fondo me alegraba de que ese dichoso prometido no existiese. Habría cumplido órdenes y de ser necesario me hubiese casado con ese desconocido, pero de esta forma todavía albergaba la esperanza de poder conocer a un hombre de quien enamorarme y ser yo misma quien tomase la decisión de contraer nupcias con él.
Inconscientemente, mis pasos me llevaron hasta la zona portuaria, probablemente acostumbrados a dirigirse hacia allí por las tabernas que se encontraban cerca y que tantas veces había visitado en busca de respuestas. Pero esta vez decidí cambiar mi rumbo y pasear por entre los navíos que a esas horas descansaban en el muelle a la espera de que al amanecer los marineros los ocupasen de nuevo para faenar.
El ambiente era apacible, la humedad de la noche refrescaba mi piel y podía hasta pasear practicamente con los ojos cerrados disfrutando de la tranquilidad y el silencio que apenas era perceptible en la ciudad, cuando de pronto el grito de una mujer me despertó de mi trance y abrí los ojos desconcertada. Cerré los ojos de nuevo, pero esta vez tratando de localizar la procedencia de ese grito que clamaba ayuda. El lejano sonido de unos pasos y la voz de un caballero me indicaron el lugar correcto, y no dudé en acudir corriendo hasta allí. Si no me equivocaba, había una joven en peligro y teniendo en cuenta que quien la acompañaba era un hombre, no me era muy difícil saber cual serían sus intenciones.
No tardé en dar con el lugar donde se encontraban. Podía escuchar al hombre hablar y la agitada respiración de la joven. Salté con agilidad sobre la cubierta del barco y saqué una de las espadas bastardas que llevaba sujetas a mi espalda.- ¿No le explicó su madre que está muy feo tratar a una dama de esa forma tan brusca?- susurré cuando me coloqué tras el caballero que mantenía sujetas las muñecas de la mujer a la espalda, colocando la hoja de mi espada en la garganta de éste. Sonreí al darme cuenta de que el aura de ésta no era común, más bien todo lo contrario. Era de una de esas especies tan extrañas de humanos que son capaces de transformarse a voluntad en otros animales.-Suéltela ahora mismo y me plantearé dejarlo continuar con vida.- levanté un poco más la hoja de la espada, cortándole livianamente la piel. Ese hombre no era rival para mí; estaba acostumbrada a luchar contra otros sobrenaturales y era una magnífica guerrera. Un simple violador ni siquiera merecía que manchase mi bastarda.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
¿Cómo podía la noche transformarse por completo en un abrir y cerrar de ojos? ¿Cómo podía la libertad cambiarse a esa prisión de un momento a otro? ¿Qué había ocurrido? ¡No podía creerlo! ¡Hacía solo unos minutos estaba volando sobre el mar y ahora era manoseada por un ebrio sumamente fuerte!
Pensó en transformarse, en salir de allí en forma de cuervo... Pero sabía que no podría, cuando se ponía nerviosa, o se asustaba, le costaba mucho dominar su transformación y no lo lograba. Ya le había ocurrido antes eso de tener que transformarse bajo la presión del temor y no había tenido buenos resultados.
Lubella estaba apretada entre el cuerpo del hombre y la pared del barco sucio que se mecía por el pequeño oleaje del puerto. Estaban de cara al mar, ¿quién podría verlos con tan escasa luz? ¡Nadie la ayudaría! Ella no dejó de removerse, pero él le aprisionaba la boca con una de sus manos empleando tanta fuerza que –en caso de salir viva de aquello- estaba segura de que quedaría con sus dedos marcados en el rostro. La otra mano del hombre se había colado entre los pliegues de su falda y subía –fría y sudorosa- por la piel de sus piernas.
“No, no, no”, pensó y cerró sus piernas todo lo que pudo cuando sintió que los dedos de aquel desgraciado se acercaban a su sexo. Golpeó con su puño cerrado el brazo del hombre para detenerlo, pero era en vano.
Él nada le decía, pero se reía como si supiera que todo le saldría bien esa noche. Lo tenía tan pegado a ella que hasta respirar le costaba. Lus cerró los ojos, sin dejar de moverse como podía, y se encomendó a Dios.
Y Él le respondió.
Cuando volvió a ver el peso del hombre se había aligerado porque se alejaba de ella, poco a poco dejó libre su boca. Ya no estaban solos, una mujer lo tenía bien tomado desde atrás y con una espada en su cuello lo amenazaba para que la soltase del todo. La mujer aplicó presión sobre la garganta de él y un hilo de sangre comenzó a caer por su piel grasosa. Finalmente se despegó del todo de Lus, sus cuerpos dejaron de estar en contacto y ella volvió a respirar tranquila.
Sintió que toda la sangre se le iba a los pies, de hecho cayó al suelo y se abrazó a sí misma. ¿De dónde había salido ella? No importaba, estaba allí para ayudarla… Estudió su aura, era una cambiante también, pero no como ella… Era de los que cambian a placer de la luna, como su amigo Mathieu.
Había llegado justo a tiempo, Lus todavía sentía como si la mano del hombre se moviera sobre la piel de sus piernas y era una de las sensaciones más horribles que había tenido a lo largo de su vida. Realmente asqueroso, ultrajante.
Se había quedado tan impresionada por lo que acababa de sucederle que no entendía con claridad lo que pasaba, a unos metros de ella, entre la licántropo y el ebrio del puerto.
Pensó en transformarse, en salir de allí en forma de cuervo... Pero sabía que no podría, cuando se ponía nerviosa, o se asustaba, le costaba mucho dominar su transformación y no lo lograba. Ya le había ocurrido antes eso de tener que transformarse bajo la presión del temor y no había tenido buenos resultados.
Lubella estaba apretada entre el cuerpo del hombre y la pared del barco sucio que se mecía por el pequeño oleaje del puerto. Estaban de cara al mar, ¿quién podría verlos con tan escasa luz? ¡Nadie la ayudaría! Ella no dejó de removerse, pero él le aprisionaba la boca con una de sus manos empleando tanta fuerza que –en caso de salir viva de aquello- estaba segura de que quedaría con sus dedos marcados en el rostro. La otra mano del hombre se había colado entre los pliegues de su falda y subía –fría y sudorosa- por la piel de sus piernas.
“No, no, no”, pensó y cerró sus piernas todo lo que pudo cuando sintió que los dedos de aquel desgraciado se acercaban a su sexo. Golpeó con su puño cerrado el brazo del hombre para detenerlo, pero era en vano.
Él nada le decía, pero se reía como si supiera que todo le saldría bien esa noche. Lo tenía tan pegado a ella que hasta respirar le costaba. Lus cerró los ojos, sin dejar de moverse como podía, y se encomendó a Dios.
Y Él le respondió.
Cuando volvió a ver el peso del hombre se había aligerado porque se alejaba de ella, poco a poco dejó libre su boca. Ya no estaban solos, una mujer lo tenía bien tomado desde atrás y con una espada en su cuello lo amenazaba para que la soltase del todo. La mujer aplicó presión sobre la garganta de él y un hilo de sangre comenzó a caer por su piel grasosa. Finalmente se despegó del todo de Lus, sus cuerpos dejaron de estar en contacto y ella volvió a respirar tranquila.
Sintió que toda la sangre se le iba a los pies, de hecho cayó al suelo y se abrazó a sí misma. ¿De dónde había salido ella? No importaba, estaba allí para ayudarla… Estudió su aura, era una cambiante también, pero no como ella… Era de los que cambian a placer de la luna, como su amigo Mathieu.
Había llegado justo a tiempo, Lus todavía sentía como si la mano del hombre se moviera sobre la piel de sus piernas y era una de las sensaciones más horribles que había tenido a lo largo de su vida. Realmente asqueroso, ultrajante.
Se había quedado tan impresionada por lo que acababa de sucederle que no entendía con claridad lo que pasaba, a unos metros de ella, entre la licántropo y el ebrio del puerto.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Podía percibir una mezcla entre terror y desconcierto en la mirada de la joven cambiante, que parecía recuperar la respiración conforme ese desgraciado se alejaba de ella. Con un rápido vistazo me percaté de como la falda de su vestido caía de nuevo sobre sus piernas semidescubiertas, antes de que se desplomase en el suelo abrazándose a sí misma. ¿Hasta donde había sido sometida por ese asqueroso humano? No había transcurrido un gran periodo de tiempo desde que escuché su grito hasta que llegué hasta ellos; claro que tampoco podía afirmar que dicha pedida de auxilio hubiese sido la primera que esa inocente joven hubiese emitido desesperada.
Gruñí por imaginar lo que le podía haber pasado si no hubiese llegado a tiempo, si aquella noche mis pasos no me hubiesen llevado casualmente hacia el puerto justo para escucharla. Volví mi mirada cargada de rabia hacia él, que con mirada jocosa comenzaba a tensar sus músculos. Apenas pude reaccionar cuando sin venir a cuenta me asestó un puñetazo en la mandíbula, consiguiendo que me tambalease y mi espada se separase de su cuello, cayendo junto a mí en el húmedo suelo.- Parece que es mi noche de suerte; dos por el precio de una.- murmuró mientras reía exageradamente.
Sonreí ladina, sintiendo el sabor férreo en la boca, señal inequívoca de que con su golpe me había hecho sangrar. Con una rodilla apoyada en el suelo y la otra preparada para levantarme, limpié con el dorso de la mano la sangre que brotaba de mi labio. Ese imbécil acababa de firmar su sentencia de muerte. Guardé la cimitarra a mi espalda de nuevo, cogiendo esta vez una sola daga de mi cinturón. Y entonces, despacio y como cualquier animal que está planeando el ataque a su presa, levanté la mirada poco a poco; una mirada que era completamente ámbar.
La sonrisa del humano se desvaneció por completo cuando nuestros ojos se cruzaron y una mueca de desconcierto se dibujó en sus labios, que parecían abrirse para pronunciar alguna estupidez. Un salto me bastó para tumbarlo en el suelo y nockearlo de un puñetazo.-Recordad esto, le ofrecí la oportunidad de seguir con vida y la desaprovechásteis..- murmuré sentada a horcajadas sobre él, antes de clavarle la daga en la femoral, dejando que se desangrase poco a poco como el animal que era.
Me puse en pie de nuevo, acercándome a la joven cambiante que seguía en el suelo abrazando sus piernas. Me acuclillé frente a ella, mirándola preocupada.-¿Estáis bien?- pregunté en un susurro para no asustarla, antes de extender mi mano frente a ella.- Vayámonos de aquí; le prometo que no le haré daño.
Gruñí por imaginar lo que le podía haber pasado si no hubiese llegado a tiempo, si aquella noche mis pasos no me hubiesen llevado casualmente hacia el puerto justo para escucharla. Volví mi mirada cargada de rabia hacia él, que con mirada jocosa comenzaba a tensar sus músculos. Apenas pude reaccionar cuando sin venir a cuenta me asestó un puñetazo en la mandíbula, consiguiendo que me tambalease y mi espada se separase de su cuello, cayendo junto a mí en el húmedo suelo.- Parece que es mi noche de suerte; dos por el precio de una.- murmuró mientras reía exageradamente.
Sonreí ladina, sintiendo el sabor férreo en la boca, señal inequívoca de que con su golpe me había hecho sangrar. Con una rodilla apoyada en el suelo y la otra preparada para levantarme, limpié con el dorso de la mano la sangre que brotaba de mi labio. Ese imbécil acababa de firmar su sentencia de muerte. Guardé la cimitarra a mi espalda de nuevo, cogiendo esta vez una sola daga de mi cinturón. Y entonces, despacio y como cualquier animal que está planeando el ataque a su presa, levanté la mirada poco a poco; una mirada que era completamente ámbar.
La sonrisa del humano se desvaneció por completo cuando nuestros ojos se cruzaron y una mueca de desconcierto se dibujó en sus labios, que parecían abrirse para pronunciar alguna estupidez. Un salto me bastó para tumbarlo en el suelo y nockearlo de un puñetazo.-Recordad esto, le ofrecí la oportunidad de seguir con vida y la desaprovechásteis..- murmuré sentada a horcajadas sobre él, antes de clavarle la daga en la femoral, dejando que se desangrase poco a poco como el animal que era.
Me puse en pie de nuevo, acercándome a la joven cambiante que seguía en el suelo abrazando sus piernas. Me acuclillé frente a ella, mirándola preocupada.-¿Estáis bien?- pregunté en un susurro para no asustarla, antes de extender mi mano frente a ella.- Vayámonos de aquí; le prometo que no le haré daño.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
Lus supo inmediatamente lo que ocurriría a continuación en el momento en el que el hombre golpeó a la lupina. Ningún lobo aguantaría un atropello tal sin reaccionar… Y, obviamente, la reacción de la mujer no se hizo esperar. ¡Qué fuerza tenía! ¡Qué dominio de su cuerpo! Podía manejar al hombre casi sin esfuerzo.
Lusbella se levantó de un salto, como queriendo ayudar en aquella pelea, pero sin saber bien qué debía hacer. Por lo demás, la muchacha parecía tenerlo todo bajo control, aquel asqueroso estaba en serios problemas, algo inesperado –supuso que para todos los presentes- hacía tan solo quince minutos.
Al ver que probablemente estorbaba al control que la mujer parecía tener, volvió a sentarse en el rincón a la espera de que todo saliera bien, depositando en la desconocida su esperanza de escapar entera esa noche.
Aquella pequeña batalla no duró mucho –lo necesario en realidad- porque pronto su joven salvadora se ubicó sobre el cuerpo del hombre y le clavó la cuchilla. Lus quiso aparatar la mirada, dar un grito asustado y asqueado, pero no pudo porque la imagen de la sangre brotando y cayendo sobre el suelo movedizo de la embarcación, iluminado por la tenue luz de luna, era casi hipnótica. Era justicia.
-Estoy bien –le aseguró cuando ella se acercó con gesto preocupado-. ¿Tú lo estás? –le preguntó al recordar que el hombre la había golpeado.
Sabía que la loba debía de sanarse prontamente, a ella lo mismo le pasaba cada vez que se lastimaba. Las heridas no duraban mucho tiempo abiertas en el cuerpo de los cambiantes.
Aceptó su mano y, sin soltarla, caminó junto a ella. Pasaron muy cerca del cuerpo del hombre y Lusbella no quiso volver a mirarlo, ¿qué pasaría si descubría que aún estaba vivo? No, no quería pensar, no quería verlo.
-Gracias, señorita. Ha llegado justo a tiempo, fue horrible y no supe qué hacer. Usted me ha salvado. Gracias –volvió a decirle, apretando su mano, mientras su cuerpo tomaba noción de lo que debían hacer a continuación-. Debemos irnos rápido –le aseguró-, mi coche no está lejos, pero tenemos que darnos prisa. Es probable que esta sangre atraiga a algunos demonios –dijo, creyendo que ella entendería a qué, y a quienes, se refería.
Salieron de la embarcación y volvieron a tomar el caminito central del puerto. Todavía les quedaba un buen trecho hasta llegar al coche en donde Horatio, su empleado de confianza, aguardaba a Madame Toussaint.
Lusbella se levantó de un salto, como queriendo ayudar en aquella pelea, pero sin saber bien qué debía hacer. Por lo demás, la muchacha parecía tenerlo todo bajo control, aquel asqueroso estaba en serios problemas, algo inesperado –supuso que para todos los presentes- hacía tan solo quince minutos.
Al ver que probablemente estorbaba al control que la mujer parecía tener, volvió a sentarse en el rincón a la espera de que todo saliera bien, depositando en la desconocida su esperanza de escapar entera esa noche.
Aquella pequeña batalla no duró mucho –lo necesario en realidad- porque pronto su joven salvadora se ubicó sobre el cuerpo del hombre y le clavó la cuchilla. Lus quiso aparatar la mirada, dar un grito asustado y asqueado, pero no pudo porque la imagen de la sangre brotando y cayendo sobre el suelo movedizo de la embarcación, iluminado por la tenue luz de luna, era casi hipnótica. Era justicia.
-Estoy bien –le aseguró cuando ella se acercó con gesto preocupado-. ¿Tú lo estás? –le preguntó al recordar que el hombre la había golpeado.
Sabía que la loba debía de sanarse prontamente, a ella lo mismo le pasaba cada vez que se lastimaba. Las heridas no duraban mucho tiempo abiertas en el cuerpo de los cambiantes.
Aceptó su mano y, sin soltarla, caminó junto a ella. Pasaron muy cerca del cuerpo del hombre y Lusbella no quiso volver a mirarlo, ¿qué pasaría si descubría que aún estaba vivo? No, no quería pensar, no quería verlo.
-Gracias, señorita. Ha llegado justo a tiempo, fue horrible y no supe qué hacer. Usted me ha salvado. Gracias –volvió a decirle, apretando su mano, mientras su cuerpo tomaba noción de lo que debían hacer a continuación-. Debemos irnos rápido –le aseguró-, mi coche no está lejos, pero tenemos que darnos prisa. Es probable que esta sangre atraiga a algunos demonios –dijo, creyendo que ella entendería a qué, y a quienes, se refería.
Salieron de la embarcación y volvieron a tomar el caminito central del puerto. Todavía les quedaba un buen trecho hasta llegar al coche en donde Horatio, su empleado de confianza, aguardaba a Madame Toussaint.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Me encogí de hombros sonriendo levemente al escuchar su pregunta con cierto tono de preocupación; hacía mucho tiempo que nadie se planteaba como me encontraría yo después de una pelea y su gesto me enterneció de manera considerable. Lo cierto es que solo había sido un golpe que no tardó en sanar. Giré levemente la cabeza, enfocando mi mirada hacia el hombre que yacía sin vida en el suelo y un sentimiento de culpa se apoderó de mi interior. Yo no era una asesina, ni siquiera con mis enemigos más acérrimos decidía con tanta rapidez si merecían la muerte o no. Había sido esa sensación de impotencia que me embargó al imaginar lo que podría haberle pasado a la joven cambiante lo que me hizo que toda mi ira se desatase sin control. Tal vez esto, sumado a la certeza que había sido traicionada por alguien cercano a mí era la razón por la que tenía los sentimientos a flor de piel.
-Sí, no os preocupéis. Solo fue un corte y por suerte ya está cicatrizado.- respondí con una sonrisa mientras tiraba con suavidad de ella para levantarla del suelo. Sin soltarnos ninguna de la mano y sin la necesidad de mencionar palabra alguna comenzamos a caminar hacia el exterior del barco, pasando inevitablemente junto a su agresor.
Pude sentir como la joven se tensaba ligeramente al pasar por su lado, cambiando ligeramente su aura. Jamás la había visto hasta ahora, pero podía afirmar sin temor a equivocarme, que la cambiante era una mujer sensible y pasional.- No va a moverse, cherie. Hace unos minutos su corazón dejó de latir.- susurré continuando con el camino para salir cuanto antes de allí. Imaginé que tras el momento de shock necesitaría ayuda, así que con suavidad fui guiando sus pasos tirando de su mano.
-Hice lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar, no tiene por qué dármelas. Lamento que llegase siquiera a tocarla.- no sabía por qué, pero me sentía responsable del simple hecho de que la hubiese arrastrad hasta ese barco e incluso que hubiese llegado a tocarla. Ladeé ligeramente la cabeza al escuchar su propuesta. ¿Subir en el coche de una desconocida? Suspiré despacio mientras mi miraba buscaba la suya al tiempo que llegábamos a la cubierta del barco y solté su mano para de una salto llegar hasta el muelle. Parecía alguien de fiar, y tenía razón en algo, teníamos que salir de allí cuanto antes. La sangre derramada en el suelo sería un buen reclamo para inmortales que merodeasen por allí, y sin estar en luna llena, mi desventaja frente a ellos nos complicaría mucho la existencia.
Asentí ligeramente aceptando así su invitación y recorrimos con rapidez el camino que nos llevaba a una zona más transitada del puerto. Tras andar unos metros y antes de llegar al coche que deduje que le estaba esperando, puesto que a esas horas no había ningún otro alrededor ralenticé mi paso para poder dirigirme a ella.- Perdone por mi descuido. Mi nombre es Ayshane, encantada de conocerla.- sonreí con timidez, buscando su mirada.
-Sí, no os preocupéis. Solo fue un corte y por suerte ya está cicatrizado.- respondí con una sonrisa mientras tiraba con suavidad de ella para levantarla del suelo. Sin soltarnos ninguna de la mano y sin la necesidad de mencionar palabra alguna comenzamos a caminar hacia el exterior del barco, pasando inevitablemente junto a su agresor.
Pude sentir como la joven se tensaba ligeramente al pasar por su lado, cambiando ligeramente su aura. Jamás la había visto hasta ahora, pero podía afirmar sin temor a equivocarme, que la cambiante era una mujer sensible y pasional.- No va a moverse, cherie. Hace unos minutos su corazón dejó de latir.- susurré continuando con el camino para salir cuanto antes de allí. Imaginé que tras el momento de shock necesitaría ayuda, así que con suavidad fui guiando sus pasos tirando de su mano.
-Hice lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar, no tiene por qué dármelas. Lamento que llegase siquiera a tocarla.- no sabía por qué, pero me sentía responsable del simple hecho de que la hubiese arrastrad hasta ese barco e incluso que hubiese llegado a tocarla. Ladeé ligeramente la cabeza al escuchar su propuesta. ¿Subir en el coche de una desconocida? Suspiré despacio mientras mi miraba buscaba la suya al tiempo que llegábamos a la cubierta del barco y solté su mano para de una salto llegar hasta el muelle. Parecía alguien de fiar, y tenía razón en algo, teníamos que salir de allí cuanto antes. La sangre derramada en el suelo sería un buen reclamo para inmortales que merodeasen por allí, y sin estar en luna llena, mi desventaja frente a ellos nos complicaría mucho la existencia.
Asentí ligeramente aceptando así su invitación y recorrimos con rapidez el camino que nos llevaba a una zona más transitada del puerto. Tras andar unos metros y antes de llegar al coche que deduje que le estaba esperando, puesto que a esas horas no había ningún otro alrededor ralenticé mi paso para poder dirigirme a ella.- Perdone por mi descuido. Mi nombre es Ayshane, encantada de conocerla.- sonreí con timidez, buscando su mirada.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
Caminaron hasta la zona más transitada e iluminada –donde algunos barcos cargaban y descargaban sus mercaderías y las voces, mayormente risas, de los trabajadores nocturnos del puerto se dejaban oír- y Lusbella se relajó al fin.
“¿Por qué siempre me meto en problemas?”, se preguntó. Su esposo solía decirle que los atraía de igual e irremediable modo que las flores atraían a las abejas; y ella bien sabía que Jacquin no se quivocaba.
-A veces me pasan cosas extrañas –le confió a la joven que la había socorrido, creía que le debía alguna explicación, se sentía avergonzada ahora y necesitaba justificarse de alguna forma ante ella-, suelo meterme en problemas, pero nunca me había pasado algo así. Nunca nadie había querido lastimarme de esta forma… Gracias una vez más.
Llegaron hacia donde Horatio aguardaba de pie junto al coche y Lusbella se tomó del brazo de la joven, para que su cochero supusiera que Madame Toussaint llegaba del brazo de una amiga, lo cual era un tanto absurdo, ¿qué señora de su posición acude al puerto a mitad de la noche para encontrarse con una vieja y querida amiga? Horatio era viejo, pero no tonto. Por su silencio, y por las cientos de veces que la había ayudado a escapar de la casa, era que Lus lo quería tanto. En nadie confiaba más que en él.
-Me llamo Lusbella, Lusbella Toussaint –lo pronunció en portugués, como correspondía: Lousbela-. Fue una bendición para mí conocerla, Ayshane. –Luego se dirigió al cochero ya que él le había hablado-: Sí, está todo bien, Horatio –le aseguró-, pero espera que no sé a donde nos dirigimos –le dijo mientras él le abría la puertilla para que ambas ingresasen en el carro. El interior estaba cálido y Lus no pudo reprimir un suspiro de satisfacción al sentir el calor del brasero en contraste con el frío y el viento de la noche-. ¿Ha comido ya, Ayshane? Si no tiene nada mejor que hacer la invito a mi casa a cenar algo… Aunque es tarde no habría problema, no sería molestia en lo absoluto –le aseguró adelantándose al posible comentario de ella-, así que está invitada si así lo desea. En caso contrario sólo dígame a dónde debemos llevarla y también qué puedo hacer por usted dado que le debo un gran favor, diría que mi vida sin caer en exageraciones, por lo que ha hecho hoy por mí.
“¿Por qué siempre me meto en problemas?”, se preguntó. Su esposo solía decirle que los atraía de igual e irremediable modo que las flores atraían a las abejas; y ella bien sabía que Jacquin no se quivocaba.
-A veces me pasan cosas extrañas –le confió a la joven que la había socorrido, creía que le debía alguna explicación, se sentía avergonzada ahora y necesitaba justificarse de alguna forma ante ella-, suelo meterme en problemas, pero nunca me había pasado algo así. Nunca nadie había querido lastimarme de esta forma… Gracias una vez más.
Llegaron hacia donde Horatio aguardaba de pie junto al coche y Lusbella se tomó del brazo de la joven, para que su cochero supusiera que Madame Toussaint llegaba del brazo de una amiga, lo cual era un tanto absurdo, ¿qué señora de su posición acude al puerto a mitad de la noche para encontrarse con una vieja y querida amiga? Horatio era viejo, pero no tonto. Por su silencio, y por las cientos de veces que la había ayudado a escapar de la casa, era que Lus lo quería tanto. En nadie confiaba más que en él.
-Me llamo Lusbella, Lusbella Toussaint –lo pronunció en portugués, como correspondía: Lousbela-. Fue una bendición para mí conocerla, Ayshane. –Luego se dirigió al cochero ya que él le había hablado-: Sí, está todo bien, Horatio –le aseguró-, pero espera que no sé a donde nos dirigimos –le dijo mientras él le abría la puertilla para que ambas ingresasen en el carro. El interior estaba cálido y Lus no pudo reprimir un suspiro de satisfacción al sentir el calor del brasero en contraste con el frío y el viento de la noche-. ¿Ha comido ya, Ayshane? Si no tiene nada mejor que hacer la invito a mi casa a cenar algo… Aunque es tarde no habría problema, no sería molestia en lo absoluto –le aseguró adelantándose al posible comentario de ella-, así que está invitada si así lo desea. En caso contrario sólo dígame a dónde debemos llevarla y también qué puedo hacer por usted dado que le debo un gran favor, diría que mi vida sin caer en exageraciones, por lo que ha hecho hoy por mí.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Agradecí que llegásemos a una zona más concurrida del puerto, pues aunque no había sentido durante nuestro ligero paseo presencia alguna, todavía temía encontrarnos con algún cómplice del agresor. Era extraño que este tipo de acosadores tomasen solos a sus presas, normalmente lo hacía en grupo para evitar que la chica escapase o cualquiera pudiese estropearles sus planes.
-No se preocupe, Cherie.- sonreí con calidez, cogiendo una de sus manos entre las mías. Todavía se le notaba asustada y aún así en su mente solo se centraba en disculparse y darme las gracias.- Sois una criatura hermosa, tanto en forma humana como la que describe vuestra verdadera naturaleza. Y en los tiempos que corren, donde lo exótico y diferente claman más la atención, los seres que somos distintos corremos más peligros que antaño de ser cazados.- hice una breve pausa, mirando el camino que terminábamos de recorrer.- Además, siempre habrán desgraciados que intentarán aprovecharse de la debilidad de las mujeres.
Asentí con la cabeza cuando pronunció su nombre. Parecía extranjera y por sus ropajes y forma de hablar podría asegurar que era como yo, de clase alta. Tal vez teníamos en común más de lo que imaginé en un principio. Me sorprendí cuando la joven tomó mi brazo antes de acercarnos a su cochero, pero no tardé en relajarme. Mantener las apariencias frente a los humanos era primordial; claro que ir acompañada por una mujer que vestía pantalones y corsé en lugar de falda, tampoco es que pasase desapercibido.
-Es usted muy amable, pero cené antes de salir de mi hotel.- respondí con dulzura a su invitación. No quería parecer una desconsiderada, y tal vez la mejor opción fuese alejarnos de allí cuanto antes. Claro que podrían seguirla y asaltarl más adelante en algún camino poco transitado. Me sentía de alguna forma responsable de que aquella joven ingenua llegase a su casa sana y salva.-Tal vez podríamos tomarnos una copa en su casa, mientras me cuenta como llegó a vivir en París; he notado que al igual que yo, no sois de aquí.- me adentré junto a ella en el interior del carruaje, sintiendo como un tranquilidad que llevaba tiempo sin sentir me embargaba. Los mullidos sillones del lugar, así como la calidez era lo más similar a estar en casa de nuevo.
-No se preocupe, Cherie.- sonreí con calidez, cogiendo una de sus manos entre las mías. Todavía se le notaba asustada y aún así en su mente solo se centraba en disculparse y darme las gracias.- Sois una criatura hermosa, tanto en forma humana como la que describe vuestra verdadera naturaleza. Y en los tiempos que corren, donde lo exótico y diferente claman más la atención, los seres que somos distintos corremos más peligros que antaño de ser cazados.- hice una breve pausa, mirando el camino que terminábamos de recorrer.- Además, siempre habrán desgraciados que intentarán aprovecharse de la debilidad de las mujeres.
Asentí con la cabeza cuando pronunció su nombre. Parecía extranjera y por sus ropajes y forma de hablar podría asegurar que era como yo, de clase alta. Tal vez teníamos en común más de lo que imaginé en un principio. Me sorprendí cuando la joven tomó mi brazo antes de acercarnos a su cochero, pero no tardé en relajarme. Mantener las apariencias frente a los humanos era primordial; claro que ir acompañada por una mujer que vestía pantalones y corsé en lugar de falda, tampoco es que pasase desapercibido.
-Es usted muy amable, pero cené antes de salir de mi hotel.- respondí con dulzura a su invitación. No quería parecer una desconsiderada, y tal vez la mejor opción fuese alejarnos de allí cuanto antes. Claro que podrían seguirla y asaltarl más adelante en algún camino poco transitado. Me sentía de alguna forma responsable de que aquella joven ingenua llegase a su casa sana y salva.-Tal vez podríamos tomarnos una copa en su casa, mientras me cuenta como llegó a vivir en París; he notado que al igual que yo, no sois de aquí.- me adentré junto a ella en el interior del carruaje, sintiendo como un tranquilidad que llevaba tiempo sin sentir me embargaba. Los mullidos sillones del lugar, así como la calidez era lo más similar a estar en casa de nuevo.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
No le costaba para nada hablar, de hecho era uno de sus defectos, en cuanto entraba en confianza con alguien podía hablar durante largas horas hasta quedarse sin voz…
Mientras se dirigían a su residencia familiar, Lusbella le contó a Ayshane –la mujer que acababa de salvarle la vida- parte de su historia.
-Soy de Portugal, pero hace varios años que vivo en París. ¿Todavía se nota mi acento? –quiso saber, sintiendo algo de nostalgia por su tierra-. Mi esposo tiene una fábrica metalúrgica, la heredó de su padre porque en verdad no entiende nada de eso… Aunque no necesita hacerlo, trabaja por placer pero no en la fábrica –se rió al imaginarse a Jacquin entre aquellas maquinarias, era un imposible-. Es rector en la facultad de ciencias de la Académie de París.
El coche seguía andando y Lusbella continuaba con su relato… Le contó de sus dos pequeños hijos, de lo rebelde que estaba Lucie a pesar de su corta edad. También le habló de lo bobas que eran sus amigas…
-Yo prefiero pasear sola por el puerto antes que pasar tiempo con ellas. Su charla más emocionante puede ser criticar los modales de alguna otra que haya faltado a la reunión –se indignó-, pero debo llamarlas amigas, pues son las esposas de algunos socios de Jacquin, mi esposo.
El tiempo pasó veloz, tan veloz como aquel carro en el que viajaban, y en poco más de media hora llegaron a la casa. Era tarde sí, ¿pero qué más daba?
-Ahora, cuando estemos junto al fuego bebiendo té, le tocará a usted contarme algo de su historia, porque de seguro ya la he aburrido suficiente relatándole la mía –le dijo y la instó a seguirla.
Entraron al gran salón y Lus la invitó a tomar asiento. Pese a que era tarde, una de las sirvientas tomó los abrigos de ambas para guardarlos y Lus le pidió el servicio de té, moría por disfrutar uno de menta.
-Cuénteme usted, ¿qué la ha traído a esta ciudad? –Preguntó y se acomodó en el sofá, frente a su invitada. Estaba agotada.
Le parecía irreal estar al fin en su casa, a salvo de todo, luego de lo que había vivido hacía menos de dos horas. Aquella mujer que estaba frente a ella en esos momentos le había salvado la vida.
Mientras se dirigían a su residencia familiar, Lusbella le contó a Ayshane –la mujer que acababa de salvarle la vida- parte de su historia.
-Soy de Portugal, pero hace varios años que vivo en París. ¿Todavía se nota mi acento? –quiso saber, sintiendo algo de nostalgia por su tierra-. Mi esposo tiene una fábrica metalúrgica, la heredó de su padre porque en verdad no entiende nada de eso… Aunque no necesita hacerlo, trabaja por placer pero no en la fábrica –se rió al imaginarse a Jacquin entre aquellas maquinarias, era un imposible-. Es rector en la facultad de ciencias de la Académie de París.
El coche seguía andando y Lusbella continuaba con su relato… Le contó de sus dos pequeños hijos, de lo rebelde que estaba Lucie a pesar de su corta edad. También le habló de lo bobas que eran sus amigas…
-Yo prefiero pasear sola por el puerto antes que pasar tiempo con ellas. Su charla más emocionante puede ser criticar los modales de alguna otra que haya faltado a la reunión –se indignó-, pero debo llamarlas amigas, pues son las esposas de algunos socios de Jacquin, mi esposo.
El tiempo pasó veloz, tan veloz como aquel carro en el que viajaban, y en poco más de media hora llegaron a la casa. Era tarde sí, ¿pero qué más daba?
-Ahora, cuando estemos junto al fuego bebiendo té, le tocará a usted contarme algo de su historia, porque de seguro ya la he aburrido suficiente relatándole la mía –le dijo y la instó a seguirla.
Entraron al gran salón y Lus la invitó a tomar asiento. Pese a que era tarde, una de las sirvientas tomó los abrigos de ambas para guardarlos y Lus le pidió el servicio de té, moría por disfrutar uno de menta.
-Cuénteme usted, ¿qué la ha traído a esta ciudad? –Preguntó y se acomodó en el sofá, frente a su invitada. Estaba agotada.
Le parecía irreal estar al fin en su casa, a salvo de todo, luego de lo que había vivido hacía menos de dos horas. Aquella mujer que estaba frente a ella en esos momentos le había salvado la vida.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
La frescura y naturalidad que mostraba la joven cambiante al relatarme detalladamente las razones por las que se encontraba tan lejos de su ciudad natal, era extrañamente contagiosa y durante unos segundos me pude imaginar volviendo a casa y asistiendo a las típicas reuniones de cortesía demasiado habituales en la clase alta. La nostalgia por llevar tanto tiempo fuera de casa comenzó a hacer mella en mí, especialmente cuando recordé esos otros encuentros entre manadas donde mi opinión era bien valorada y mis planes llevados a cabo en la batalla.
Entendía a la perfección a aquella valiente dama que había cambiado la comodidad de su hogar por acompañar al hombre al que amaba a otra ciudad tan diferente. No era fácil encajar en una sociedad tan distinta y elitista como era París; las mujeres de alta alcurnia de esa ciudad eran totalmente opuestas a las de otros lugares, y sus pomposos vestidos y estirados comportamientos eran muestra de ello.
-Coincido con vos en que cualquier paseo bajo la luz de la luna, e incluso disfrutando de la naturaleza es mil veces más satisfactorio que cualquier sesión de té con una pandilla de víboras amargadas cuyas vidas están carentes de emoción.- sonreí con picardía buscando con complicidad su mirada entre las sombras que entraban por la ventana del carruaje. Algo en ella me hacía sentirme como en casa, me hacía sentir que podía hablar sin tapujos ni una cortesía que con ese tipo de nobleza no tenía.
No tardamos en llegar a una preciosa mansión bien cuidada, donde se podía percibir el gusto femenino en cada detalle de la misma. Los pequeños que Lusbella había mencionado debían estar ya dormidos, puesto que la casa gozaba de una radiante tranquilidad. Sonreí sin poder evitarlo al pensar lo joven que era la cambiante y que sin embargo ya disfrutaba de dos criaturillas nacidas de su vientre. Tal vez algún día yo también fuese madre, aunque tal y como había marchado las cosas los últimos meses todavía tardaría mucho en serlo.
-Su historia no es para nada aburrida, querida. Ha sido muy valiente al aventurarse sola en una ciudad que no conocía por acompañar a su esposo. Además de que criar a dos pequeños no es nada fácil y aún así parece que disfrutáis cada segundo que pasáis con ellos.- apunté siguiéndola fuera del carruaje, mientras nos acercábamos a la mansión
Agradeciendo su invitación y amabilidad con un ligero movimiento de cabeza, me adentré en un amplio y elegante salón, donde tomé asiento en un sofá frente al fuego. El servicio de mi nueva amiga no tardó en traernos esa taza de té caliente que templaría los nervios de una noche complicada, y supe que el momento en que le contase mi historia había llegado.
-Lo cierto es que mi historia no es muy interesante.- di un breve trago al té caliente, cogiendo fuerzas para continuar.-Hace unos meses emprendí mi viaje hasta llegar a París para encontrar a un hombre, el que sería mi prometido y con quien mi hermano había concertado el matrimonio. Tras varias semanas de búsqueda no he conseguido hallar ni una sola pista que me haga pensar que ese hombre existe.- observé el crepitar del fuego, sopesando si debía contarle los últimos acontecimientos que me habían dejado en una complicada situación. Entonces pensé que ella había sido sincera conmigo y me animé a continuar.
- Por si eso fuese poco, hace unos días sufrí en el bosque el ataque de un cazador; pero no un cazador cualquiera, sino de uno que sabía mi nombre y apellidos y aseguraba haber sido contratado para darme caza.
Busqué su mirada aferrándome a una fortaleza que en esos momentos no sentía. En unos días me volvería a reunir con el conde, esperando que éste hubiese encontrado la información que necesitaba sobre ese cazador. - No se preocupe - añadí al pensar que debía de provocarle cierto nerviosismo después de lo que había presenciado esa noche.- Todavía no hay cazador ni ser humano que haya conseguido darme caza.[/color]
Entendía a la perfección a aquella valiente dama que había cambiado la comodidad de su hogar por acompañar al hombre al que amaba a otra ciudad tan diferente. No era fácil encajar en una sociedad tan distinta y elitista como era París; las mujeres de alta alcurnia de esa ciudad eran totalmente opuestas a las de otros lugares, y sus pomposos vestidos y estirados comportamientos eran muestra de ello.
-Coincido con vos en que cualquier paseo bajo la luz de la luna, e incluso disfrutando de la naturaleza es mil veces más satisfactorio que cualquier sesión de té con una pandilla de víboras amargadas cuyas vidas están carentes de emoción.- sonreí con picardía buscando con complicidad su mirada entre las sombras que entraban por la ventana del carruaje. Algo en ella me hacía sentirme como en casa, me hacía sentir que podía hablar sin tapujos ni una cortesía que con ese tipo de nobleza no tenía.
No tardamos en llegar a una preciosa mansión bien cuidada, donde se podía percibir el gusto femenino en cada detalle de la misma. Los pequeños que Lusbella había mencionado debían estar ya dormidos, puesto que la casa gozaba de una radiante tranquilidad. Sonreí sin poder evitarlo al pensar lo joven que era la cambiante y que sin embargo ya disfrutaba de dos criaturillas nacidas de su vientre. Tal vez algún día yo también fuese madre, aunque tal y como había marchado las cosas los últimos meses todavía tardaría mucho en serlo.
-Su historia no es para nada aburrida, querida. Ha sido muy valiente al aventurarse sola en una ciudad que no conocía por acompañar a su esposo. Además de que criar a dos pequeños no es nada fácil y aún así parece que disfrutáis cada segundo que pasáis con ellos.- apunté siguiéndola fuera del carruaje, mientras nos acercábamos a la mansión
Agradeciendo su invitación y amabilidad con un ligero movimiento de cabeza, me adentré en un amplio y elegante salón, donde tomé asiento en un sofá frente al fuego. El servicio de mi nueva amiga no tardó en traernos esa taza de té caliente que templaría los nervios de una noche complicada, y supe que el momento en que le contase mi historia había llegado.
-Lo cierto es que mi historia no es muy interesante.- di un breve trago al té caliente, cogiendo fuerzas para continuar.-Hace unos meses emprendí mi viaje hasta llegar a París para encontrar a un hombre, el que sería mi prometido y con quien mi hermano había concertado el matrimonio. Tras varias semanas de búsqueda no he conseguido hallar ni una sola pista que me haga pensar que ese hombre existe.- observé el crepitar del fuego, sopesando si debía contarle los últimos acontecimientos que me habían dejado en una complicada situación. Entonces pensé que ella había sido sincera conmigo y me animé a continuar.
- Por si eso fuese poco, hace unos días sufrí en el bosque el ataque de un cazador; pero no un cazador cualquiera, sino de uno que sabía mi nombre y apellidos y aseguraba haber sido contratado para darme caza.
Busqué su mirada aferrándome a una fortaleza que en esos momentos no sentía. En unos días me volvería a reunir con el conde, esperando que éste hubiese encontrado la información que necesitaba sobre ese cazador. - No se preocupe - añadí al pensar que debía de provocarle cierto nerviosismo después de lo que había presenciado esa noche.- Todavía no hay cazador ni ser humano que haya conseguido darme caza.[/color]
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
No podía contarle la verdad, al menos no de momento. Si acabarían siendo grandes amigas o no, solo el destino lo sabría. Por ahora no podía confiarle que en verdad no amaba a su esposo, sino que solo eran buenos compañeros, y que había llegado a París por otros motivos mucho más trágicos e indecentes que finalmente la habían orillado a echar raíces en aquella tierra.
Si bien Lusbella Toussaint no necesitaba de un marco ideal para hablar –pues entablaba conversación hasta con las paredes, no podía evitar ser lo que era: sociable por naturaleza-, debía reconocer que el té mentolado y el calor del fuego hacían lo propio para relajarlas a ambas de las tensiones vividas. Su visitante se sintió cómoda, de seguro, pues comenzó a hablar de sí misma.
-¿Cree entonces que su prometido no existe? –se extrañó Lusbella ante lo que ella le confiaba-. ¿Podría ser su hermano capaz de hacerle algo así? Digo, usted ha viajado tanto… ¿podría él dejarla marchar tras una mentira? ¿qué clase de hermano haría algo así?
Ella ya no tenía trato con sus hermanos, lo cierto era que su familia era bastante peculiar... Pero no podía creer que cosas como aquella ocurriesen en las familias normales, le parecía tan desamorado… pero a la vez no podía dejar de interesarse por aquel misterio que al parecer perseguía la muchacha.
-Yo… nosotros –se corrigió, al darse cuenta que hablaría por su esposo también- tenemos algunos contactos, tal vez alguna de nuestras amistades pueda ayudarle a dar con su misterioso prometido.
El enigma en el que vivía su salvadora no quedaba ahí, sino que había sido agredida en los bosques. ¿Qué tenía aquella mujer que la llevaba a encontrarse con aquellas situaciones? Primero con el cazador y ahora -hacia unas horas- con un ebrio en el puerto... Lusbella descubrió así que estaban más unidas de lo que parecía, ella misma se reconocía como una eterna atrayente de peligros.
-¿Por qué un cazador andaría tras usted? –se espantó al imaginar la escena en la que aquella joven tenía que luchar cuerpo a cuerpo con un asesino. Luego, una imagen diferente acudió a su mente y, porque no podía contener los deseos de saber, Lusbella acabó preguntando-: ¿Qué le sucedió al cazador? ¿Usted lo… mató?
Si bien Lusbella Toussaint no necesitaba de un marco ideal para hablar –pues entablaba conversación hasta con las paredes, no podía evitar ser lo que era: sociable por naturaleza-, debía reconocer que el té mentolado y el calor del fuego hacían lo propio para relajarlas a ambas de las tensiones vividas. Su visitante se sintió cómoda, de seguro, pues comenzó a hablar de sí misma.
-¿Cree entonces que su prometido no existe? –se extrañó Lusbella ante lo que ella le confiaba-. ¿Podría ser su hermano capaz de hacerle algo así? Digo, usted ha viajado tanto… ¿podría él dejarla marchar tras una mentira? ¿qué clase de hermano haría algo así?
Ella ya no tenía trato con sus hermanos, lo cierto era que su familia era bastante peculiar... Pero no podía creer que cosas como aquella ocurriesen en las familias normales, le parecía tan desamorado… pero a la vez no podía dejar de interesarse por aquel misterio que al parecer perseguía la muchacha.
-Yo… nosotros –se corrigió, al darse cuenta que hablaría por su esposo también- tenemos algunos contactos, tal vez alguna de nuestras amistades pueda ayudarle a dar con su misterioso prometido.
El enigma en el que vivía su salvadora no quedaba ahí, sino que había sido agredida en los bosques. ¿Qué tenía aquella mujer que la llevaba a encontrarse con aquellas situaciones? Primero con el cazador y ahora -hacia unas horas- con un ebrio en el puerto... Lusbella descubrió así que estaban más unidas de lo que parecía, ella misma se reconocía como una eterna atrayente de peligros.
-¿Por qué un cazador andaría tras usted? –se espantó al imaginar la escena en la que aquella joven tenía que luchar cuerpo a cuerpo con un asesino. Luego, una imagen diferente acudió a su mente y, porque no podía contener los deseos de saber, Lusbella acabó preguntando-: ¿Qué le sucedió al cazador? ¿Usted lo… mató?
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
La taza de té que todavía sostenía entre mis manos, templaba poco a poco un nerviosismo del que no había sido consciente hasta el momento en que comencé a contarle a grandes rasgos los últimos acontecimientos de mi vida en París. Sus preguntas me hicieron darme cuenta que había más incógnitas que certezas en todo aquel asunto de la búsqueda fallida, y que me gustase o no, mi propio hermano era el mayor sospechoso en dicho engaño.
-Estoy segura de que mi supuesto prometido no existe. El rastreo es algo que se me da bastante bien, y nunca antes me había encontrado con tantos callejones sin salida. Si hay algo de lo que no tengo duda, es de que he estado buscando a un fantasma todo este tiempo.- respondí con tranquilidad, antes de beber de nuevo de esa delicada taza de porcelana. Su contenido se había enfriado lo suficiente para poder degustar su sabor sin prisas, de modo que aproveché esos segundos de cortesía mientras bebía para sopesar mi siguiente respuesta.
¿Habría sido mi hermano capaz de engañarme de esa forma tan poco ortodoxa? ¿Pondría la mano en el fuego por él y aseguraría que era incapaz de mandarme lejos? Lamentablemente mi respuesta era negativa. Era de dominio público el malestar que había en la manada debido a que no veían a mi hermano como su alfa, sino a mí. Alejarme de allí sería beneficioso para él, ya que el resto de miembros del clan no tendrían más remedio que buscar en él a su líder y olvidarse de mí durante mi ausencia.- Es complicado saber las verdaderas razones por las que mi hermano me envió tras un rastro inexistente; lo único que sé es que él era consciente de que jamás encontraria a dicho hombre en París.
-Está siendo muy amable conmigo, pero no debe molestarse con respecto al hecho de buscar contactos que puedan ayudarme.- guardé silencio durante unos segundos, recapacitando en si debería hablarle sobre ese lobo que se había convertido en mi protector. Finalmente opté por mantener la identidad de éste en secreto, ya que tanto él como yo teníamos una extraña alianza desde noches atrás.- Ya he puesto en marcha mis propios recursos para averiguar que es lo que está sucediendo en mi manada, y el por qué de todo este teatro.
Sonreí de lado al escuchar a la joven cambiante preguntar por la suerte del cazador. Probablemente después del altercado en el puerto, su concepto sobre mi persona era algo distinto a como en realidad ella. Negué con la cabeza sonriendo divertida.- El cazador salió airoso de nuestro encuentro, no se preocupe; eso sí, le avisé de que la próxima vez no tendría tanta suerte.- dejé la taza ya casi vacía sobre la mesilla de café que había frente al sofá, apoyando los codos sobre las rodillas e inclinándome levemente.- Luzbella, ni los miembros de mi manada ni yo damos muerte a los humanos, sino que los protegemos de los vampiros. El hecho de que aquel hombre en el puerto cayese bajo mi mano fue porque sus intenciones con nosotras no eran para nada aceptables, y no obedeció a mi aviso. Pero quedese tranquila, porque jamás haría daño a un humano deliberadamente.
-Estoy segura de que mi supuesto prometido no existe. El rastreo es algo que se me da bastante bien, y nunca antes me había encontrado con tantos callejones sin salida. Si hay algo de lo que no tengo duda, es de que he estado buscando a un fantasma todo este tiempo.- respondí con tranquilidad, antes de beber de nuevo de esa delicada taza de porcelana. Su contenido se había enfriado lo suficiente para poder degustar su sabor sin prisas, de modo que aproveché esos segundos de cortesía mientras bebía para sopesar mi siguiente respuesta.
¿Habría sido mi hermano capaz de engañarme de esa forma tan poco ortodoxa? ¿Pondría la mano en el fuego por él y aseguraría que era incapaz de mandarme lejos? Lamentablemente mi respuesta era negativa. Era de dominio público el malestar que había en la manada debido a que no veían a mi hermano como su alfa, sino a mí. Alejarme de allí sería beneficioso para él, ya que el resto de miembros del clan no tendrían más remedio que buscar en él a su líder y olvidarse de mí durante mi ausencia.- Es complicado saber las verdaderas razones por las que mi hermano me envió tras un rastro inexistente; lo único que sé es que él era consciente de que jamás encontraria a dicho hombre en París.
-Está siendo muy amable conmigo, pero no debe molestarse con respecto al hecho de buscar contactos que puedan ayudarme.- guardé silencio durante unos segundos, recapacitando en si debería hablarle sobre ese lobo que se había convertido en mi protector. Finalmente opté por mantener la identidad de éste en secreto, ya que tanto él como yo teníamos una extraña alianza desde noches atrás.- Ya he puesto en marcha mis propios recursos para averiguar que es lo que está sucediendo en mi manada, y el por qué de todo este teatro.
Sonreí de lado al escuchar a la joven cambiante preguntar por la suerte del cazador. Probablemente después del altercado en el puerto, su concepto sobre mi persona era algo distinto a como en realidad ella. Negué con la cabeza sonriendo divertida.- El cazador salió airoso de nuestro encuentro, no se preocupe; eso sí, le avisé de que la próxima vez no tendría tanta suerte.- dejé la taza ya casi vacía sobre la mesilla de café que había frente al sofá, apoyando los codos sobre las rodillas e inclinándome levemente.- Luzbella, ni los miembros de mi manada ni yo damos muerte a los humanos, sino que los protegemos de los vampiros. El hecho de que aquel hombre en el puerto cayese bajo mi mano fue porque sus intenciones con nosotras no eran para nada aceptables, y no obedeció a mi aviso. Pero quedese tranquila, porque jamás haría daño a un humano deliberadamente.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
Lusbella no entendía mucho –por no decir que en verdad no entendía nada- sobre manadas de licántropos. Tampoco sobre la forma en la que estas se movían ni cual era el respeto que los integrantes del grupo le debían al alfa. De igual forma, le parecía más que evidente que su inesperada amiga no podía fiarse en lo absoluto de su hermano, algo extraño había allí y de seguro que a la muchacha no se le había pasado por alto, ya que parecía una mujer inteligente, independiente y resuelta.
-Yo creo que debería rebelarse, quitarle el poder a su hermano –dijo, casi sin pensar, opinando de un tema que no le incumbía en lo absoluto.
“Ella me ha confiado todo el caos por el que atraviesa en estos momentos”, se dijo Lusbella para justificar así su actitud que bien podría haberse juzgado como metiche.
Hablaba según su propia experiencia, por supuesto. Lo cierto era que nunca había sido muy cercana a ninguno de sus hermanos. No había crecido en una familia normal, no hacían lo que todas las familias de su ciudad; tenían otras cosas en las que pensar. Lusbella no los extrañaba, hacía ya demasiados años que no visitaba Portugal, que no los veía ni sabía de ellos. Por eso, porque sólo podía mirar a través de lo que ella misma había vivido, era que creía que lo mejor que la muchacha podía hacer era pelear por el lugar que le correspondía. Lo mismo daba si enfrente tenía a su hermano o a un perfecto desconocido.
-Lo siento, tal vez tenga usted cierto cariño por su hermano… Pero creo que a veces está bien ser un poco egoísta en la vida –lo dijo deseando que la mujer no fuese una católica devota, pues se imaginaría cualquier cosa de ella.
“No puede ser una fiel católica, hoy mató a un hombre y ahora está en mi salón de visitas bebiendo té como si nada”, pensó y sonrió a levemente.
-Lo que digo es que a veces está bien pensar primero en una misma –retomó por el camino de sus pensamientos y le dio aquella explicación-. Creo que la mayoría de las mujeres pensamos en los demás antes que en nosotras mismas. Así nos han educado, para complacer, para acatar. Yo no creo que eso sea lo correcto, al menos no en todos los casos. Luche por su puesto, mídase con su hermano. ¿Quién dice que él es mejor que usted para el mando de la manada? –le aconsejó mientras volvía a llenar ambas tazas con té.
-Yo creo que debería rebelarse, quitarle el poder a su hermano –dijo, casi sin pensar, opinando de un tema que no le incumbía en lo absoluto.
“Ella me ha confiado todo el caos por el que atraviesa en estos momentos”, se dijo Lusbella para justificar así su actitud que bien podría haberse juzgado como metiche.
Hablaba según su propia experiencia, por supuesto. Lo cierto era que nunca había sido muy cercana a ninguno de sus hermanos. No había crecido en una familia normal, no hacían lo que todas las familias de su ciudad; tenían otras cosas en las que pensar. Lusbella no los extrañaba, hacía ya demasiados años que no visitaba Portugal, que no los veía ni sabía de ellos. Por eso, porque sólo podía mirar a través de lo que ella misma había vivido, era que creía que lo mejor que la muchacha podía hacer era pelear por el lugar que le correspondía. Lo mismo daba si enfrente tenía a su hermano o a un perfecto desconocido.
-Lo siento, tal vez tenga usted cierto cariño por su hermano… Pero creo que a veces está bien ser un poco egoísta en la vida –lo dijo deseando que la mujer no fuese una católica devota, pues se imaginaría cualquier cosa de ella.
“No puede ser una fiel católica, hoy mató a un hombre y ahora está en mi salón de visitas bebiendo té como si nada”, pensó y sonrió a levemente.
-Lo que digo es que a veces está bien pensar primero en una misma –retomó por el camino de sus pensamientos y le dio aquella explicación-. Creo que la mayoría de las mujeres pensamos en los demás antes que en nosotras mismas. Así nos han educado, para complacer, para acatar. Yo no creo que eso sea lo correcto, al menos no en todos los casos. Luche por su puesto, mídase con su hermano. ¿Quién dice que él es mejor que usted para el mando de la manada? –le aconsejó mientras volvía a llenar ambas tazas con té.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Sonreí de lado ante la impetuosidad de mi nueva amiga, que decía sin pudor alguno lo que alguna vez no solo se me había pasado por la cabeza, sino que además, algunos de los miembros de mi manada también me habían propuesto. Durante años yo había sido entrenada como su líder, una alfa a la que todos hubiesen seguido sin poner objección alguna. Pero las leyes lupinas era claras al respecto, y si el alfa de ésta tenía una hijo varón, aunque este fuese el menor de varias hembras, sería éste quien lideraría la manada en la sucesión del poder.
Al principio no hubieron demasiadas opiniones en contra, la ley era la ley, y estábamos más que acostumbrados a acatarla sin rechistar. Además, por petición del consejo, se me permitió continuar con mi formación, quedándome como consejera de mi padre, el alfa en esos momentos, para más tarde continuar siéndolo de mi hermano. El problema vino cuando fue éste último quien definitivamente tomó el mando tras el fallecimiento de mi padre. Pocos en la manada lo veían como su líder, pocos veían en él a un hombre de armas con una mente estratégicamente racional. Y es que, aunque jamás lo reconocería, a mi hermano todo aquello de liderar un pequeño ejército con el que defender sus tierras le traía sin cuidado. Prefería divertirse en tabernas de mala muerte, entre litros de cerveza y mujeres de dudoso honor.
-Sé que le resultará extraño, pero jamás he pensado en enfrentarme a él, aún a sabiendas que muchos de mis compatriotas se pasarían a mi bando.- respondí observando con paciencia mis manos que descansaban sobre mi regazo. No sería complicado vencerle, no cuando había sido yo quien había entrenado a su ejército y salvado a muchos de ellos de una muerte segura. Elevé de nuevo la mirada hasta cruzarla con la suya, que parecía no comprender el por qué tanta lealtad hacía un posible traidor.
-No lo hago por él, sino por mi padre y mi manada. Una manada dividida corre el riesgo de ser abatida por otra de su misma especie o por cazadores. Debemos mantenernos unidos, y si para conseguirlo me ha tenido que enviar lejos de mi hogar, pues tendré que hacerme a la idea de que este es mi sino.- le expliqué con calma, tomando la nueva taza de té que cortesmente se había molestado en servirme, y que coloqué sobre mis muslos para no quemarme las manos.
Suspiré contrariada mirando la humeante infusión que removía con una cucharita con mucho cuidado de no salpicar. Tal vez Luzbella tuviese razón y debía luchar por reclamar el rango que me pertenecía por ser la primogénita, aunque debía tener claro que ser mujer me cerraría muchas alianzas con manadas vecinas e incluso con algunos miembros de la mía, que permanecerían acérrimos a mi hermano con tal de no quebrantar las leyes.- ¿Y vos?¿Lleváis mucho tiempo alejadas de vuestra ciudad natal?- pregunté con la intención de cambiar el rumbo de la conversación, y centrarnos en algo que no fuese la traición en la que me había visto envuelta, y una inminente guerra entre hermanos.
Al principio no hubieron demasiadas opiniones en contra, la ley era la ley, y estábamos más que acostumbrados a acatarla sin rechistar. Además, por petición del consejo, se me permitió continuar con mi formación, quedándome como consejera de mi padre, el alfa en esos momentos, para más tarde continuar siéndolo de mi hermano. El problema vino cuando fue éste último quien definitivamente tomó el mando tras el fallecimiento de mi padre. Pocos en la manada lo veían como su líder, pocos veían en él a un hombre de armas con una mente estratégicamente racional. Y es que, aunque jamás lo reconocería, a mi hermano todo aquello de liderar un pequeño ejército con el que defender sus tierras le traía sin cuidado. Prefería divertirse en tabernas de mala muerte, entre litros de cerveza y mujeres de dudoso honor.
-Sé que le resultará extraño, pero jamás he pensado en enfrentarme a él, aún a sabiendas que muchos de mis compatriotas se pasarían a mi bando.- respondí observando con paciencia mis manos que descansaban sobre mi regazo. No sería complicado vencerle, no cuando había sido yo quien había entrenado a su ejército y salvado a muchos de ellos de una muerte segura. Elevé de nuevo la mirada hasta cruzarla con la suya, que parecía no comprender el por qué tanta lealtad hacía un posible traidor.
-No lo hago por él, sino por mi padre y mi manada. Una manada dividida corre el riesgo de ser abatida por otra de su misma especie o por cazadores. Debemos mantenernos unidos, y si para conseguirlo me ha tenido que enviar lejos de mi hogar, pues tendré que hacerme a la idea de que este es mi sino.- le expliqué con calma, tomando la nueva taza de té que cortesmente se había molestado en servirme, y que coloqué sobre mis muslos para no quemarme las manos.
Suspiré contrariada mirando la humeante infusión que removía con una cucharita con mucho cuidado de no salpicar. Tal vez Luzbella tuviese razón y debía luchar por reclamar el rango que me pertenecía por ser la primogénita, aunque debía tener claro que ser mujer me cerraría muchas alianzas con manadas vecinas e incluso con algunos miembros de la mía, que permanecerían acérrimos a mi hermano con tal de no quebrantar las leyes.- ¿Y vos?¿Lleváis mucho tiempo alejadas de vuestra ciudad natal?- pregunté con la intención de cambiar el rumbo de la conversación, y centrarnos en algo que no fuese la traición en la que me había visto envuelta, y una inminente guerra entre hermanos.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
Sí que era extraño. ¿Cómo no pelear por lo que se quiere? ¿Cómo no imponerse bien pudiéndolo hacer? Le costaba entenderlo, pero creía que eso que le contaba podía deberse a ciertas normas que entre las personas de su raza -de la de su visitante, claro- debían respetarse porque resultaba evidente que a su nueva amiga valentía no le faltaba, sino todo lo contrario.
Mientras la oía hablar, Lusbella supo que –a pesar de las cosas que le había contado- estaba frente a una mujer afortunada, una mujer que era importante para varias personas, alguien que podía influir, para bien o para mal, en el futuro de varios. A ella misma le gustaría ser parte de algo tan fuerte como una manada, sentir esa unión con otros… A veces, cuando volaba, se unía a alguna bandada de cuervos para sentirse parte del grupo, para sentir que era una pieza importante en el rompimiento de las corrientes de aire. Pero los cuervos cuervos eran, luego todo pasaba, el viento menguaba y ellos se alejaban mientras que ella debía volver a la tierra, a su forma y estado humano. Su sueño de pertenencia nunca duraba lo suficiente como para satisfacerla, siempre se quedaba con sabor a poco.
-Lo entiendo –le aseguró, pese a no estar del todo segura de ello-, creo que a veces es necesario hacer pequeños sacrificios personales en pos de un bien mayor para un grupo de personas a las que queremos.
Tal vez estaba hablando de sí misma, de su propia familia y de sus sacrificios. Sí, seguramente estuviese haciendo eso, pero Lusbella prefería no pensar en aquello. Así había vivido la última parte del tiempo, sin pensar demasiado, intentando hacer lo que se suponía que debía pero sin perder esa cuota de libertad que tenía, ese aire que podía permitirse casi a diario.
-Sí, llevo muchos años lejos de mi tierra. Tantos que ya perdí la cuenta, para ser sincera, pero no la extraño –le confió y no era mentira, estaba siendo realmente sincera como si se tratase de una amiga de toda la vida-, siento que París es mi tierra ahora, que esta es mi gente y casi podría decir que esta es mi lengua –meditó, tras una pausa-. Además, ¿cómo no sentirla mi lugar si es la patria donde mis hijos nacieron? Sí, ya me siento francesa. ¿Y tú? –preguntó de pronto, interesada en conocer algo más personal-. ¿Crees que podría ocurrirte lo que a mí? ¿Crees que podrías sentirte como en casa aquí, aunque estuvieses lejos de tu tierra?
Mientras la oía hablar, Lusbella supo que –a pesar de las cosas que le había contado- estaba frente a una mujer afortunada, una mujer que era importante para varias personas, alguien que podía influir, para bien o para mal, en el futuro de varios. A ella misma le gustaría ser parte de algo tan fuerte como una manada, sentir esa unión con otros… A veces, cuando volaba, se unía a alguna bandada de cuervos para sentirse parte del grupo, para sentir que era una pieza importante en el rompimiento de las corrientes de aire. Pero los cuervos cuervos eran, luego todo pasaba, el viento menguaba y ellos se alejaban mientras que ella debía volver a la tierra, a su forma y estado humano. Su sueño de pertenencia nunca duraba lo suficiente como para satisfacerla, siempre se quedaba con sabor a poco.
-Lo entiendo –le aseguró, pese a no estar del todo segura de ello-, creo que a veces es necesario hacer pequeños sacrificios personales en pos de un bien mayor para un grupo de personas a las que queremos.
Tal vez estaba hablando de sí misma, de su propia familia y de sus sacrificios. Sí, seguramente estuviese haciendo eso, pero Lusbella prefería no pensar en aquello. Así había vivido la última parte del tiempo, sin pensar demasiado, intentando hacer lo que se suponía que debía pero sin perder esa cuota de libertad que tenía, ese aire que podía permitirse casi a diario.
-Sí, llevo muchos años lejos de mi tierra. Tantos que ya perdí la cuenta, para ser sincera, pero no la extraño –le confió y no era mentira, estaba siendo realmente sincera como si se tratase de una amiga de toda la vida-, siento que París es mi tierra ahora, que esta es mi gente y casi podría decir que esta es mi lengua –meditó, tras una pausa-. Además, ¿cómo no sentirla mi lugar si es la patria donde mis hijos nacieron? Sí, ya me siento francesa. ¿Y tú? –preguntó de pronto, interesada en conocer algo más personal-. ¿Crees que podría ocurrirte lo que a mí? ¿Crees que podrías sentirte como en casa aquí, aunque estuvieses lejos de tu tierra?
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: Justo a tiempo (Privado)
Escuchaba con atención como mi nueva amiga hablaba con pasión de cómo un lugar que debió ser extraño a su llegada, acabó convirtiéndose en su hogar; sintiéndome dichosa por ella que parecía haber encontrado allí en París por fin un lugar donde formar una familia. No era sencillo albergar esa sensación de plenitud tan lejos de la ciudad donde se nacía, así que podía decirse que Luzbella era una mujer afortunada.
Podía imaginar que sus comienzos no fueron sencillos, separarse de los seres queridos durante mucho tiempo es complicado, pero había tenido la suerte de encontrar un marido que seguro que la amaba y con éste había concebido dos pequeñuelos que serían su mayor amor.
Eso me hizo pensar que hasta hacía bien poco yo también había estado pensando que contraería matrimonio en breve, claro que el mío en realidad estaba concertado por un extraño linaje y que ese hombre al que me debía entregar podía no haber sido como me esperaba. Suspiré sintiéndome en cierto modo aliviada por haber descubierto que no existía tal prometido y que volvía a ser libre. Tal vez jamás encontrase al amor de mi vida, podía ser que jamás fuese madre como ella, pero hasta el momento no era algo que me preocupase en demasía. En mi mente solo estaba ahora averiguar quien estaba en realidad detrás de mi intento de caza, y hacer todo lo posible por ayudar al conde ruso que me salvó noches atrás en su venganza.
-Es pronto para responder a esa pregunta, puesto que jamás pensé que no podría regresar al bosque que me vio crecer.- respondí tras terminar el contenido de mi taza y depositarlo en la mesa donde descansaba la tetera todavía humeante. Fijé la mirada en el fuego de la chimenea que calentaba la estancia durante unos segundos, tratando de imaginarme una vida distinta de la que había vivido hasta entonces; una vida como una ciudadana francesa y comprendí que aquello no estaba hecho para mí. Volví a mirarla a los ojos, pensando que tal vez había llegado el momento de despedirnos aquella noche.
– No sé si algún día podría hacerme a un sitio así, estoy acostumbrada a vivir entre bosques y lagos; creo que no estoy hecha para grandes ciudades. Aunque no diré de esta agua no beberé; nunca se sabe lo que nos puede deparar el futuro.- realicé una breve pausa antes de buscar la manera de despedirme.- Ha sido un placer conocerla, mademosille, pero ya es tarde y debo retirarme.- pronuncié al tiempo que me ponía en pie y cerraba mi abrigo.- Muchas gracias por el té. Si alguna vez necesitéis algo de mí no dudéis en buscarme. Me alojo en el Hotel Les Arenes. Cuidese Luzbella.
Podía imaginar que sus comienzos no fueron sencillos, separarse de los seres queridos durante mucho tiempo es complicado, pero había tenido la suerte de encontrar un marido que seguro que la amaba y con éste había concebido dos pequeñuelos que serían su mayor amor.
Eso me hizo pensar que hasta hacía bien poco yo también había estado pensando que contraería matrimonio en breve, claro que el mío en realidad estaba concertado por un extraño linaje y que ese hombre al que me debía entregar podía no haber sido como me esperaba. Suspiré sintiéndome en cierto modo aliviada por haber descubierto que no existía tal prometido y que volvía a ser libre. Tal vez jamás encontrase al amor de mi vida, podía ser que jamás fuese madre como ella, pero hasta el momento no era algo que me preocupase en demasía. En mi mente solo estaba ahora averiguar quien estaba en realidad detrás de mi intento de caza, y hacer todo lo posible por ayudar al conde ruso que me salvó noches atrás en su venganza.
-Es pronto para responder a esa pregunta, puesto que jamás pensé que no podría regresar al bosque que me vio crecer.- respondí tras terminar el contenido de mi taza y depositarlo en la mesa donde descansaba la tetera todavía humeante. Fijé la mirada en el fuego de la chimenea que calentaba la estancia durante unos segundos, tratando de imaginarme una vida distinta de la que había vivido hasta entonces; una vida como una ciudadana francesa y comprendí que aquello no estaba hecho para mí. Volví a mirarla a los ojos, pensando que tal vez había llegado el momento de despedirnos aquella noche.
– No sé si algún día podría hacerme a un sitio así, estoy acostumbrada a vivir entre bosques y lagos; creo que no estoy hecha para grandes ciudades. Aunque no diré de esta agua no beberé; nunca se sabe lo que nos puede deparar el futuro.- realicé una breve pausa antes de buscar la manera de despedirme.- Ha sido un placer conocerla, mademosille, pero ya es tarde y debo retirarme.- pronuncié al tiempo que me ponía en pie y cerraba mi abrigo.- Muchas gracias por el té. Si alguna vez necesitéis algo de mí no dudéis en buscarme. Me alojo en el Hotel Les Arenes. Cuidese Luzbella.
Ayshane Yuri- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2016
Localización : Paris
Re: Justo a tiempo (Privado)
Para fortuna o desgracia de sí mismos, los cambiantes tenían muchos años para crecer, mucho tiempo –el doble por lo general- para vivir cada etapa de la vida; eso hacía que el crecimiento los encontrase siempre moviéndose de un lugar a otro, sumado a que tenían su naturaleza animal que siempre los regía. Volver… volver siempre era una opción, volver estaba siempre en el abanico de opciones que Lusbella abría delante suyo cada vez que tenía que tomar una decisión. Pero nunca, en todos esos años, había elegido el regreso a su tierra.
Confiaba en que la muchacha encontraría el mejor camino para regresar a su bosque amado, que tomaría las decisiones correctas. Una mujer valiente como ella no debería permitirse vivir arrumbada a un lado por la figura de su hermano, lo sabía ella que había nacido a un costado prácticamente, pues en su familia no había lugar para lazos afectivos.
-Sí, las horas han pasado veloces en esta grata compañía –le concedió y dejó en la mesilla su taza de té-. Gracias una vez más, mi querida –le dijo y estiró una de sus manos, delicadas como alas, para tomar las de la mujer-, gracias por haberme ayudado esta noche, gracias por no mirar hacia otro lado y por haberte detenido ante la necesidad del prójimo. Gracias por tu corazón bondadoso y por haberme confiado todo esto.
Lusbella se puso en pie, dispuesta a acompañar a la mujer a la salida de su casa. Había pensado en ofrecerle traslado, pero algo le decía que la mujer no lo aceptaría, por lo que prefirió callar para no incomodar a su visita. Una vez cerca de la puerta, Lusbella volvió a hablar:
-Gracias otra vez. Descuida, recordaré tu lugar de alojamiento. Confío en que tú no olvidarás el camino a mi casa, debes saber que no dudaré en ayudarte así como no has dudado tú en correr a mi rescate.
Sin más, con una sonrisa y un fuerte apretón de manos, Lusbella despidió a la mujer que la había salvado. Se iría a dormir esa noche con el corazón agradecido y la certeza de que todavía quedaban personas generosas en el mundo pues, ¿dónde estaría ella en esos momentos de no haber sido por la oportuna presencia de la licántropo en el puerto?
Confiaba en que la muchacha encontraría el mejor camino para regresar a su bosque amado, que tomaría las decisiones correctas. Una mujer valiente como ella no debería permitirse vivir arrumbada a un lado por la figura de su hermano, lo sabía ella que había nacido a un costado prácticamente, pues en su familia no había lugar para lazos afectivos.
-Sí, las horas han pasado veloces en esta grata compañía –le concedió y dejó en la mesilla su taza de té-. Gracias una vez más, mi querida –le dijo y estiró una de sus manos, delicadas como alas, para tomar las de la mujer-, gracias por haberme ayudado esta noche, gracias por no mirar hacia otro lado y por haberte detenido ante la necesidad del prójimo. Gracias por tu corazón bondadoso y por haberme confiado todo esto.
Lusbella se puso en pie, dispuesta a acompañar a la mujer a la salida de su casa. Había pensado en ofrecerle traslado, pero algo le decía que la mujer no lo aceptaría, por lo que prefirió callar para no incomodar a su visita. Una vez cerca de la puerta, Lusbella volvió a hablar:
-Gracias otra vez. Descuida, recordaré tu lugar de alojamiento. Confío en que tú no olvidarás el camino a mi casa, debes saber que no dudaré en ayudarte así como no has dudado tú en correr a mi rescate.
Sin más, con una sonrisa y un fuerte apretón de manos, Lusbella despidió a la mujer que la había salvado. Se iría a dormir esa noche con el corazón agradecido y la certeza de que todavía quedaban personas generosas en el mundo pues, ¿dónde estaría ella en esos momentos de no haber sido por la oportuna presencia de la licántropo en el puerto?
TEMA FINALIZADO
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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