AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cage of Bones [Privado]
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Cage of Bones [Privado]
''La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve.''
-Herni Dominique Lacordaire.
Como suele suceder en los peores casos llegaba al punto en donde me encontraba ahora, buscando como un perro solitario la manera de sobrevivir. El dinero que había traído de Israel se iba poco a poco acabando, migrar a Francia no sólo había sido un dolor de cabeza en cuanto a costumbres se refería sino que también era costoso y mientras la búsqueda de los que supuestamente eran mis hermanos se volvía cada vez más infructuosa la fortuna que había logrado apilar durante un buen tiempo se iba como agua entre mis dedos por lo que me vi en la tarea de buscar cómo subsistir antes de tener que volver a transformarme en una bestia para alimentarme, no me molestaba pero tampoco era fanático de asesinar por hambre, no había llegado a esos extremos… aún. Gella no había aparecido en un buen tiempo para revolverme la cabeza, implantaba cada vez que podía ideas sanguinarias y locas, las cuales siempre terminaba ejecutando, me consideraba afortunado, esta vez sólo era yo contra la burguesía francesa sin ningún ánima endemoniada que me dijese qué hacer.
Esa noche mientras caminaba por las calles de uno de los barrios más pobres de París iba meditando en que estaba enfermamente cansado de la maldición que me aquejaba. Las heridas en mi cuerpo aparecían una y otra vez cada vez más constantes, me sentía como un muñeco de vudú, hechizado por algún brujo de mala paga para hacerme jodidamente patético aun así llevaba tres días de gracia ¿Correría hoy también con la misma suerte? Solté un bufido al cielo viendo cómo el aire blanco de mi espiración hacia una nube de humo a mi andar. Odiaba el frío más que nada, en el desierto donde me crie siempre lo cálido de la sabana acobijaba hasta el peor de tus pensamientos, aparte que era un animal de sangre caliente. Hubiese preferido quedarme acurrucado en mi cama mientras amanecía.
No iba a tardar mucho. Me había decidido que aquella diplomática reunión a la que me dirigía duraría poco. Cerraría el trato con algún viejo burgués, de esos estirados con sombrero y barba, pondría mis términos y condiciones en la mesa, hablaríamos sobre el precio por mis servicios y tan pronto como había llegado iba todo a terminar.
No tomó mucho para estar dentro de la taberna de mala muerte, mezclado el olor a pudrición, alcohol barato y mujeres de la vida fácil mostrando sus cuerpos. Bajando la capucha me deshice del abrigo negro que fue tomada por una de las prostitutas que se rio ebria diciendo algo a lo que no le presté ni la más mínima atención. Rápidamente mis ojos estudiaron el pequeño salón. Una corta barra con seis sillas altas ocupadas por hombres regordetes y sucios que bebían cerveza, más un barman que no parecía nada amigable y a su alrededor unas doce mesas regadas por todo el área eso era todo, sólo había una de éstas desocupada así que decidí ocuparla para esperar al que sería mi cliente.
Recordaba muy bien las palabras de Jace el licántropo que había servido de intermediario entre el ‘’señor desconocido’’ y yo. –Vas a reconocerlo al sólo llegar, ya sabes cómo son estos tipos, se destacan con solo verlos. No pertenecen a nuestro mundo, Itzak. Tú sólo dile cuanto vas a cobrarle por aliviar sus tormentos. – no me interesaba quién era el hombre, solo iba a ser mi vía de escape monetaria. Frunciendo el ceño coloqué las facciones tensas, no porque quería sino porque estar rodeado de personas me colocaba de mal humor. Odiaba la estupidez de los humanos, su comportamiento cuando se les pasaba la mano de alcohol y se transformaban en lo que verdaderamente eran.
En aquel lugar, pasaba desapercibido el hecho de que no pertenecía a Francia. Mi tez era más oscura que la de los franceses, un sutil tostado, mi cabello oscuro y ojos claros me daba un aspecto de ser de la tierra prometida justo donde pertenecía aunque en la oscuridad todos los gatos parecen iguales. Tirando la espalda hacia atrás de la silla crucé la pierna con la vista clavada en la puerta por donde haría la entrada triunfal de quien esperaba el reloj marcaba las ocho así que no iba a tardar mucho, sobre todo si éste era un hombre de palabra en diez minutos se debía de concretar la reunión y yo saldría de allí con dinero suficiente como para liberarme de mis demonios.
-Herni Dominique Lacordaire.
Como suele suceder en los peores casos llegaba al punto en donde me encontraba ahora, buscando como un perro solitario la manera de sobrevivir. El dinero que había traído de Israel se iba poco a poco acabando, migrar a Francia no sólo había sido un dolor de cabeza en cuanto a costumbres se refería sino que también era costoso y mientras la búsqueda de los que supuestamente eran mis hermanos se volvía cada vez más infructuosa la fortuna que había logrado apilar durante un buen tiempo se iba como agua entre mis dedos por lo que me vi en la tarea de buscar cómo subsistir antes de tener que volver a transformarme en una bestia para alimentarme, no me molestaba pero tampoco era fanático de asesinar por hambre, no había llegado a esos extremos… aún. Gella no había aparecido en un buen tiempo para revolverme la cabeza, implantaba cada vez que podía ideas sanguinarias y locas, las cuales siempre terminaba ejecutando, me consideraba afortunado, esta vez sólo era yo contra la burguesía francesa sin ningún ánima endemoniada que me dijese qué hacer.
Esa noche mientras caminaba por las calles de uno de los barrios más pobres de París iba meditando en que estaba enfermamente cansado de la maldición que me aquejaba. Las heridas en mi cuerpo aparecían una y otra vez cada vez más constantes, me sentía como un muñeco de vudú, hechizado por algún brujo de mala paga para hacerme jodidamente patético aun así llevaba tres días de gracia ¿Correría hoy también con la misma suerte? Solté un bufido al cielo viendo cómo el aire blanco de mi espiración hacia una nube de humo a mi andar. Odiaba el frío más que nada, en el desierto donde me crie siempre lo cálido de la sabana acobijaba hasta el peor de tus pensamientos, aparte que era un animal de sangre caliente. Hubiese preferido quedarme acurrucado en mi cama mientras amanecía.
No iba a tardar mucho. Me había decidido que aquella diplomática reunión a la que me dirigía duraría poco. Cerraría el trato con algún viejo burgués, de esos estirados con sombrero y barba, pondría mis términos y condiciones en la mesa, hablaríamos sobre el precio por mis servicios y tan pronto como había llegado iba todo a terminar.
No tomó mucho para estar dentro de la taberna de mala muerte, mezclado el olor a pudrición, alcohol barato y mujeres de la vida fácil mostrando sus cuerpos. Bajando la capucha me deshice del abrigo negro que fue tomada por una de las prostitutas que se rio ebria diciendo algo a lo que no le presté ni la más mínima atención. Rápidamente mis ojos estudiaron el pequeño salón. Una corta barra con seis sillas altas ocupadas por hombres regordetes y sucios que bebían cerveza, más un barman que no parecía nada amigable y a su alrededor unas doce mesas regadas por todo el área eso era todo, sólo había una de éstas desocupada así que decidí ocuparla para esperar al que sería mi cliente.
Recordaba muy bien las palabras de Jace el licántropo que había servido de intermediario entre el ‘’señor desconocido’’ y yo. –Vas a reconocerlo al sólo llegar, ya sabes cómo son estos tipos, se destacan con solo verlos. No pertenecen a nuestro mundo, Itzak. Tú sólo dile cuanto vas a cobrarle por aliviar sus tormentos. – no me interesaba quién era el hombre, solo iba a ser mi vía de escape monetaria. Frunciendo el ceño coloqué las facciones tensas, no porque quería sino porque estar rodeado de personas me colocaba de mal humor. Odiaba la estupidez de los humanos, su comportamiento cuando se les pasaba la mano de alcohol y se transformaban en lo que verdaderamente eran.
En aquel lugar, pasaba desapercibido el hecho de que no pertenecía a Francia. Mi tez era más oscura que la de los franceses, un sutil tostado, mi cabello oscuro y ojos claros me daba un aspecto de ser de la tierra prometida justo donde pertenecía aunque en la oscuridad todos los gatos parecen iguales. Tirando la espalda hacia atrás de la silla crucé la pierna con la vista clavada en la puerta por donde haría la entrada triunfal de quien esperaba el reloj marcaba las ocho así que no iba a tardar mucho, sobre todo si éste era un hombre de palabra en diez minutos se debía de concretar la reunión y yo saldría de allí con dinero suficiente como para liberarme de mis demonios.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Localización : Francia
Re: Cage of Bones [Privado]
El olor a orina y suciedad inundo sus fosas nasales en un duro golpe al adentrarse en las calles una vez renunciando al coche; junto con la miseria de las construcciones y la gente. Avanzando resuelto, aquello era un retrato exacto de lo que él había vivido mientras crecía, provocando en su pecho una profunda desazón. Repleto de lodo, el olor del sudor y la sangre. Una vieja se colgó de su abrigo negro mendigando una moneda, y Hereb no tuvo más remedio que sacudírsela de encima de manera tajante. Sabiendo que si cedía un poco sería asaltado por los que esperaban escondidos en la oscuridad donde el llamado de las prostitutas. Despeinado, el viento le lamia la nuca al seguir a su guía, un rapaz delgado infundado en ropas tan grandes que parecía no haber una forma definida debajo, lo había encontrado en las calles principales y más que porque necesitará de alguien para llegar al lugar, le pudo la necesidad del niño.
Estrechando los ojos a distancia una vez que la pequeña figurilla se detuvo frente a lo que sin duda era una especie de taberna en malas condiciones, lanzo la moneda un poco más valiosa de lo que prometió, preguntándose si de verdad iba a llegar tan lejos. Ahora mismo su pie se encontraba balanceándose entre dos mundos: el que siempre había conocido y que lo colocaba encima de la cadena alimenticia y el que lo catapultaba al fondo en completa oscuridad, todo eso en el nombre de su ambición, ¿eran tan grandes sus ansias de poder?
Destellando una sonrisa amarga entro con el mentón tenso, en el edificio. Sus modales aunque serios, eran dóciles pero cautelosos, su reserva parecía el resultado de un peso espiritual, de pasadas heridas y desilusiones, más que de un carácter sombrío.
Tan pronto entro el olor rancio de la cerveza lo hizo fruncir el ceño pero se recompuso con rapidez metiendo las manos en los bolsillos. Encontrando el triste consuelo de que aquello no hacía mucho era una parte fundamental de su vida en América. Desistiendo de abandonar su abrigo, negó con la cabeza dedicándole una sonrisa seductora a la mujer a su lado, pasando con habilidad pese a su tamaño entre las mesas y el resto de la clientela, escudriñando algo que saltara entre la multitud para ubicar a su contacto, del que sólo sabía era claramente extranjero y se veía peligroso, con un “aire felino”. La mayoría cumplía los dos principales por lo que se concentro en aquel aíre particular que no entendía cómo iba a descifrar sin embargo, no temía, estaba confiado de conseguir lo que quería y salir airoso.
Entre las mesas, sus ojos buscaron en la oscuridad hasta encontrar un breve resplandor junto a la sensación pesada de una mirada en la nuca y con la mano en el cuello se enfrento al hombre que casualmente observaba en su dirección encontrándose con sus ojos, formulando la pregunta silenciosa que daría pie a un entendimiento muto alzando una ceja y el mentón en actitud orgullosa.
—¿Es usted?—Agregó una vez lo suficiente cerca, empezando a desgranar cualquier detalle que el simple aspecto del hombre le brindara. Ciertamente se veía felino y contrario al bronceado que él exhibía que le daba un aire enrojecido, el hombre frente a él parecía de un color más oliváceo.—El secuaz de Jace.
Estrechando los ojos a distancia una vez que la pequeña figurilla se detuvo frente a lo que sin duda era una especie de taberna en malas condiciones, lanzo la moneda un poco más valiosa de lo que prometió, preguntándose si de verdad iba a llegar tan lejos. Ahora mismo su pie se encontraba balanceándose entre dos mundos: el que siempre había conocido y que lo colocaba encima de la cadena alimenticia y el que lo catapultaba al fondo en completa oscuridad, todo eso en el nombre de su ambición, ¿eran tan grandes sus ansias de poder?
Destellando una sonrisa amarga entro con el mentón tenso, en el edificio. Sus modales aunque serios, eran dóciles pero cautelosos, su reserva parecía el resultado de un peso espiritual, de pasadas heridas y desilusiones, más que de un carácter sombrío.
Tan pronto entro el olor rancio de la cerveza lo hizo fruncir el ceño pero se recompuso con rapidez metiendo las manos en los bolsillos. Encontrando el triste consuelo de que aquello no hacía mucho era una parte fundamental de su vida en América. Desistiendo de abandonar su abrigo, negó con la cabeza dedicándole una sonrisa seductora a la mujer a su lado, pasando con habilidad pese a su tamaño entre las mesas y el resto de la clientela, escudriñando algo que saltara entre la multitud para ubicar a su contacto, del que sólo sabía era claramente extranjero y se veía peligroso, con un “aire felino”. La mayoría cumplía los dos principales por lo que se concentro en aquel aíre particular que no entendía cómo iba a descifrar sin embargo, no temía, estaba confiado de conseguir lo que quería y salir airoso.
Entre las mesas, sus ojos buscaron en la oscuridad hasta encontrar un breve resplandor junto a la sensación pesada de una mirada en la nuca y con la mano en el cuello se enfrento al hombre que casualmente observaba en su dirección encontrándose con sus ojos, formulando la pregunta silenciosa que daría pie a un entendimiento muto alzando una ceja y el mentón en actitud orgullosa.
—¿Es usted?—Agregó una vez lo suficiente cerca, empezando a desgranar cualquier detalle que el simple aspecto del hombre le brindara. Ciertamente se veía felino y contrario al bronceado que él exhibía que le daba un aire enrojecido, el hombre frente a él parecía de un color más oliváceo.—El secuaz de Jace.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2017
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Re: Cage of Bones [Privado]
La música de aquella taberna de mala muerte era estridente y sin sentido. Las risas poco agraciadas de los presentes sumado a sus detestables hábitos higiénicos hacían que dentro de mi cabeza todo se volviera una línea blanca, casi infinita, donde iba a ocultar mis verdaderos deseos. Con la fascie de perro rabioso mis codos se apoyaron en la mesa de madera que crujió por lo podrida que estaba. Mis ojos viajaban de un lugar al otro buscando alguien que estuviera ligeramente perdido, quizás una mirada curiosa cargada de intriga pero todos estaban concentrados en el alcohol y las meseras que se desnudaban con tal de ganar algún franco. Negando lentamente miré el reloj de piso que estaba al fondo del salón, marcaba las ocho con cinco minutos. Trescientos segundos de mi valioso tiempo en los que pude haber aprovechado en otra cosa que no involucrara los sentidos. Estaba casi enfermo y falto de paciencia por la tardanza de mi invitado. Ladeé el rostro para notar la mesa vecina donde una de las prostitutas hacía su trabajo con uno de los comensales.
Mis ojos se volvieron un platearon mientras por dentro mis ganas por seguir con aquel ingenioso plan se hacían añicos cuando la peculiar campanilla hizo el curioso sonido de bienvenida. Como gato que busca el llamado cascabel rápidamente dirigí la vista hasta la entrada donde me encontré con un sujeto atrayente. Rápidamente mis sentidos volvieron a la vida. Estaba seguro al ciento por uno que ese era el hombre que estaba esperando. Lo deduje por la varianza en su aroma, el aura misteriosa y reservada, como si supiera que si colocaba cara de ratón asustadizo sería devorado por alguno de los clientes del bar de mala muerte. Una sonrisa ladina salió a medias cuando sus ojos se toparon con los míos. Enderezando la espalda relajé los hombros en la silla y lo esperé pacientemente, al parecer lo había llamado con el pensamiento.
La voz del humano salió como balde de agua mientras trataba de estudiarlo con la primera impresión. Estaba seguro que el esmeralda de mi iris era tan delatante por lo que me crucé de brazos y entrecerré los ojos. —Depende— respondí a secas elevando la mirada para estar a su altura. Mi mano en un acuerdo le señaló la silla del frente —Secuaz parece demasiado cercano, Señor…— le observé con más detenimiento intentando averiguar su nombre o al menos un pseudónimo por el cual llamarle, muchas veces para la gente que trabajaba preferían mantener su identidad como un misterio. —Mejor conocido… y sí podría decirse que soy yo— el tono de mi voz era firme y seguro —Estaba a punto de irme— confesé sin poder ocultar la molestia, era un error, esa gélida franqueza. —El tiempo es oro y como verá no puedo darme el lujo de perderlo, además de que este lugar no es de mi agrado, ¿puedo saber por qué me ha citado aquí? Pude haber pagado el precio de cualquier restaurante de los de su clase— musité con arrebato. —En fin, ya está aquí. Hablemos de negocios— volví a cruzar las piernas de manera masculina mientras daba un vistazo rápido por el rostro ajeno, claramente no me esperaba a alguien tan joven envuelto en este tipo de situaciones aunque con el tiempo había aprendido a no dejarme guiar por las apariencias.
—Dígame, sin preámbulos, ¿a quién quiere que asesine?— solté sin tapujos mientras mi boca se hacía una línea larga en toda mi cara y esperaba con paciencia su respuesta justo cuando la conversación fue interrumpida por una de las camareras que casi lograba restregarle el escote al hombre mientras le preguntaba si iba a querer alcohol, cerveza u algo más a lo que ignoré mientras volteaba a ver hacia otro lado pero de manera fugaz mis ojos curiosamente volvieron a él en tanto hablaba con la mujer que claramente me daba la espalda aunque estaba seguro que por el lado de una de las curvas de esa chica crucé miradas unos segundos con el desconocido.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Localización : Francia
Re: Cage of Bones [Privado]
Aunque la respuesta le molesto, no era algo que no esperaba. Cuadrándose de hombros su mano descanso en el gastado respaldo de la silla frente a él, y sin pudor continuo buscando en el rostro ajeno y sus maneras cualquier rastro de información. El hombre permanecía envuelto en sí mismo, y tal vez un poco Hereb lamento el que no fuese una fémina, con una sonrisa de niño y una mirada maliciosa tendría lo que quería con facilidad.-No puedo decir si es usted cercano o no Monsieur- lo que era cierto. Supo de su intermediario tras sobornar a un servidor de la iglesia con una suma considerable. Podía haberse quedado con la visión y la información que con gusto aquel hombre le entregaba sin embargo la veta religiosa profundamente arraigada en él le hacía recelar de sus descripciones. Por lo tanto una persona que se movía por interés y no por su moral era la indicada, alguien imparcial.— Ambrose, llámeme Ambrose —sugirió.
Era un hombre demasiado poderoso y con suficiente prestigio para revelarle su verdadera identidad. En este momento no importaba, sería una charla que no llegaría a afectar su vida y poco más recordaría de esa noche que los ojos brillantes evaluándole en la oscuridad.
Sentándose a la mesa, ignoro su queja, si de verdad se hubiese querido marchar ya no lo habría encontrado una vez dentro.— Puedo comprar su tiempo sin pensarlo demasiado, ahórreselo y sólo suba la cifra. — Sacudió la mano restándole importancia, estrechado los ojos separando por primera vez la mirada de la contraria, se permitió echar de nueva cuenta un vistazo a sus alrededores.
— No ha sido idea mía, si no de su contacto, yo sólo sugerí que tendría que ser un lugar donde nadie podría reconocerme. — Sus manos se movieron con un ademán explicativo. Hundiéndose de hombros ante su sugerencia, la idea de cenar en su hotel le había parecido también adecuada, sin embargo no sabía si podía confiar en su seguridad y en que el otro hombre tendría discreción. Reclinándose contra el respaldo inspiró profundamente, pensando en lo que el otro se refería con negocios, necesitaba saber, ahora que estaba empezando a meterse en todo aquello, necesitaba entender luego de su extraño encuentro…
A punto de responder a su pregunta, silenciosamente compungido ante el error, sus ojos se toparon en una maraña de pelo y un cuerpo femenino, girando la cabeza con tosca elegancia, se tomo su tiempo para sonreírle a la mujer con tensión y pedir una pinta de cerveza con el fin de que le permitiera hablar y les dejará en paz. Disculpándose con la mirada ante su compañía.
—No deseo dar muerte a ninguno —Agregó con tranquilidad, mientras se inclinaba hacia el frente con los codos sobre la mesa y las manos bajo el mentón.— Usted está aquí para hablarme, de lo que se esconde en la noche y que posee una naturaleza inhumana…—Pensándolo mejor se relamió los labios esbozando una sonrisa—Hace unos días me encontré con un extraño individuo que se refería así mismo como vampiro…no me hubiera parecido gran cosa pero…— Su gesto se volvió grave—Pasaron ciertas cosas.
Era un hombre demasiado poderoso y con suficiente prestigio para revelarle su verdadera identidad. En este momento no importaba, sería una charla que no llegaría a afectar su vida y poco más recordaría de esa noche que los ojos brillantes evaluándole en la oscuridad.
Sentándose a la mesa, ignoro su queja, si de verdad se hubiese querido marchar ya no lo habría encontrado una vez dentro.— Puedo comprar su tiempo sin pensarlo demasiado, ahórreselo y sólo suba la cifra. — Sacudió la mano restándole importancia, estrechado los ojos separando por primera vez la mirada de la contraria, se permitió echar de nueva cuenta un vistazo a sus alrededores.
— No ha sido idea mía, si no de su contacto, yo sólo sugerí que tendría que ser un lugar donde nadie podría reconocerme. — Sus manos se movieron con un ademán explicativo. Hundiéndose de hombros ante su sugerencia, la idea de cenar en su hotel le había parecido también adecuada, sin embargo no sabía si podía confiar en su seguridad y en que el otro hombre tendría discreción. Reclinándose contra el respaldo inspiró profundamente, pensando en lo que el otro se refería con negocios, necesitaba saber, ahora que estaba empezando a meterse en todo aquello, necesitaba entender luego de su extraño encuentro…
A punto de responder a su pregunta, silenciosamente compungido ante el error, sus ojos se toparon en una maraña de pelo y un cuerpo femenino, girando la cabeza con tosca elegancia, se tomo su tiempo para sonreírle a la mujer con tensión y pedir una pinta de cerveza con el fin de que le permitiera hablar y les dejará en paz. Disculpándose con la mirada ante su compañía.
—No deseo dar muerte a ninguno —Agregó con tranquilidad, mientras se inclinaba hacia el frente con los codos sobre la mesa y las manos bajo el mentón.— Usted está aquí para hablarme, de lo que se esconde en la noche y que posee una naturaleza inhumana…—Pensándolo mejor se relamió los labios esbozando una sonrisa—Hace unos días me encontré con un extraño individuo que se refería así mismo como vampiro…no me hubiera parecido gran cosa pero…— Su gesto se volvió grave—Pasaron ciertas cosas.
Última edición por Hereb Stokehurst el Dom Abr 02, 2017 6:40 pm, editado 1 vez
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: Cage of Bones [Privado]
Quedando en silencio unos minutos me dediqué a esa labor tan simple y sencilla, siendo el espectador tal cual como me comportaba en este tipo de situaciones, de las cuales no sabía nada de la persona con la que me encontraba. Iba abrir la boca hasta que certeramente debiese necesitarlo, de esa forma siempre iba a obtener lo que quería; información, ideas incluso dinero, la razón principal por la que me encontraba en aquel sitio. Después me arreglaría con Jace para hacerle quedar claro que era la primera y última vez que me colocaba en aquel tipo de situaciones. El sujeto que estaba frente a mí seguramente pensó que con su refinado vocabulario y sus modales de libro de etiqueta y protocolo iba a lograr intimidarme. Yo también conocía el modus operandi de los de su clase, no siempre fui un cambiante en aprietos económicos. Los que en un tiempo compraron mi libertad vivían de manera ostentosa entre lujos y pecado, no fue la vida que quise para mí así que mientras tuviese mis verdaderos objetivos lo demás saldría sobrando. Sabía comportarme, tener modales y hablar con la debida propiedad, tenía una refinada clase que se veía opacada por las ganas de este hombre al quererme pagar hasta por respirar.
‘’Ambrose ‘’ me aseguré de que el pseudónimo que él había elegido se grabara en mi cabeza, respetando el hecho de querer mantener su identidad en un misterio. Esperaba que fuese rápido en lo que tenía que decirme; cuál era su objetivo, concretar el pago por mis servicios y luego que éste pasara a ser uno más en el listado olvidado de personas para las cuales alguna vez me habían servido para subsistir. Veía al hombre que tenía al frente con ese porte de confianza y altanería que no hacían más que parecerme curiosamente llamativo, por esos mis ojos no abandonaban los ajenos, era una especie de juego subliminal, le hablaba a través de estos a pesar de su significado ambiguo, el no parecía captarlo. Después de unos minutos de silencio finalmente relajé los hombros mientras mi espalda permanecía rígida contra el asiento —Le sugiero que trate de disipar ese humo que le mantiene nublados los sentidos, Señor Ambrose— susurré en un tono neutro, nada amenazante — No dudo que pueda comprar bienes, bocas, suspiros, tiempo, incluso cuerpos… Pero el dinero no lo puede salvar de la forma misteriosa en la que los caminos se conectan los unos con los otros. Hoy pueda que esté arriba, pisoteando a todos con su fortuna y mañana sirviendo de alimento para Gaia, la madre tierra— sin parpadear murmuré aquello no como una amenaza sino como un recordatorio al karma que he visto retornar muchas veces para golpear como un búmeran a quienes abusan de su confianza.
Oyéndolo detenidamente mis ojos se dividieron entre la boca del humano y el par de ventanas a su alma, unas que estaban demasiado empañadas para entrar. La espumosa bebida que ordenó llegó al mismo tiempo que develaba sus verdaderas intenciones al haber aceptado aquella reunión clandestina con un desconocido y guardándome la sorpresa mis cejas se alzaron al mismo tiempo que comenzó a hablar de sobrenaturales. Con los orbes un tanto abiertos, cerré la posibilidad de asombro y mi olfato se agudizó sólo para rastrear en él alguna pizca de traición. Por un momento puse en juego la posibilidad de que fuese un cazador pero la descarté de inmediato cuando el dulce aroma a aramis, vainilla, menta y tabaco que bañaban su piel me golpeó los sentidos aparte que ninguno de los que tenían ese oficio caminaría desarmado y no percibí tras el calor que irradiaba su cuerpo si llevaba una consigo por lo que se fue directo a la basura la otra posibilidad de ser algún feligrés perteneciente a la inquisición. ¿Estaba hablando seriamente? Mis ojos estudiaron su rostro, incluso husmeé ciertas partes de su cuerpo para detectar algo que delatara sus verdaderas intenciones pero nada parecía sospechoso.
Esperando que la camarera se fuera volví nuevamente a tensar cada músculo del cuerpo mientras mi voz salía con aspereza tratando de tomar distancia entre él y yo —¿Por qué me toma? — musité firme —No soy ningún cuentacuentos, monsieur… — mi vista bajó hasta donde estaba la cerveza que burbujeaba y giré el rostro hasta el otro extremo del salón — Creo que se equivocó de mozo— volví a verle con exasperación —Su inquietud verdaderamente es perturbante ¿se oye lo que dice? — cuestioné con desaire — Si lo oye la iglesia seguramente le daría persecución. Además de que lo tacharían de loco — mis ojos se colaron por su ropa almidonada —Pero le diré esto por el precio de nada. — volviendo a su rostro —Si usted es una criatura inteligente no se acercará a quien intentó drenarle hasta la última gota de su sangre para verlo morir en sus mismísimos brazos. No se dejará abrazar por la luna llena que convierte en bestias a los que dicen ser como usted ni tampoco le dará la mano a la joven dama que está detrás suyo con los ojos clavados en esta mesa, esperando inyectarle de su magia negra para venderle el alma suya a algún nosferatu o belsebú — me incliné a la mesa justo como él había hecho y acortando ahora distancias — ¿Qué cosas pasaron con ese vampiro?— pregunté en un tono simple frunciendo ligeramente el ceño encontrándole interés a la plática por lo que me quedé ahí como si fuese cómplice de sus dudas esperando con ligera ansia sus respuestas.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Localización : Francia
Re: Cage of Bones [Privado]
Lo observo hacer y moverse, con gesto contenido mientras llevaba un dedo a su cuello para aflojar el nudo del corbatín poniéndose cómodo pero tensándose sin querer, incapaz de relajarse por completo debido a la energía que proyectaba el sujeto. El hombre vibraba con fuerza contenida y un aire exótico y letal parecía cincelar sus rasgos. Dándole un trago a la cerveza, el toque frío de la bebida se le antojo extraño junto al sabor amargo. No era un sabor particularmente agradable pero si familiar. Recogiendo una gota con la lengua frunció las cejas dejando de lado el tarro.
“He aquí la clase de hombre que es diferente a mí, he aquí la evolución que sufrí por mi propia ambición.” Pensó.
Tomó la advertencia como lo que era, sin darle mayor profundidad, no temía morir, era el saber cómo despertar día a día lo que ocupaba sus pensamientos. Una hilera de dientes blancos se extendió en forma de sonrisa cínica y breve.— Todo se consigue con dinero Monsieur…—Agregó critico, como una muestra de que no iba a cambiar su idea de ello. Después de todo él era el vivo ejemplar de esa realidad con sus modales de cuento, sus ropas y el peso del oro bajo sus prendas.
Perdido un poco en sus pensamientos. Fue brutalmente consiente de la profunda evaluación que aquellos ojos claros hicieron sobre su cuerpo. Lo sintió recorrer su cara, su torso e incluso partes de su anatomía que estaba acostumbrado a que llevaran una mirada con cierta carga de deseo. Sin embargo en el extraño no había rastro. Tensión si, como un silencio grave que se extiende entre los dos cubriéndolos como una gruesa carpa y alejándolos del mundo, pero no una carga sexual que considerará para lanzarse encima del otro a abordar su boca.
Con cada mirada su cuerpo se ponía rígido y en guardia a la vez que una extraña curiosidad echaba chispas en lo profundo de su mente, con forme era evaluado, se permitió que sus ojos vagaran también sobre el cuerpo ajeno. Reconociendo que era un hombre que le daría más que una buena pelea. Estaba ejercitado y aunque parecía delgado los músculos se delineaban donde tensaban la tela volviéndola una segunda piel, uno sólo vestía con tantos pliegues cuando se veía en la necesidad de ocultar algo…¿armas…tal vez?, levantando la vista una vez terminado el escrutinio sus manos sacaron un cigarrillo con habilidad de la pitillera de marfil que descansaba entre sus prendas, no era seguro mostrar sus objetos de lujo ahí…no era seguro mostrar absolutamente nada ni siquiera esa sonrisa que aparecía casi en automático y que tantas mujeres tacharon de irresistible.
Escuchándolo encendió el pitillo egipcio y lo llevo a su boca pellizcando el cilindro entre los labios, sus parpados pesados no se alteraron mientras hablaba, ¿la iglesia?, no era muy devoto, sin embargo donaba lo justo para que no le molestaban y sabía apenas los suficientes secretos sucios para mantener un sano equilibrio. No le temía en especial pero tampoco veía porque hacerlo. Más allá de su repulsión a los fanáticos religiosos que mantenía en secreto era un buen feligrés, y un apasionado erudito del resto de las creencias mundiales.
—A la gente como yo no nos tachan de locos sino de excéntricos Monsieur, y ahora usted mismo puede decidir ser lo que quiera, una fuente de información dudosa que volverá a casa con los bolsillos llenos, por ejemplo. Yo veo en sus ojos a un hombre inteligente, no a uno estúpido, unas migajas de orgullo no alimentarán su estomago vacío…—Su ceja se arqueo interrogante haciendo un vago ademan de preguntar su nombre y esperando en el susurro, ignorante del clamor que erizaba el ambiente, de las ganas acariciantes y los suspiros que se levantaban apenas hacían alusión a la casa religiosa y el dinero.
Su espalda pico por el deseo de volverse para observar a la antes mencionaba, incrédulo, no percibió nada diferente de las fulanas que aguardaban en los callejones, igual de sucia y con la dureza de la vida estampada en el rostro parecía común. Sin embargo decidió seguir el concejo jugando con el pitillo que formaba nubes blancas sobre su cabeza entorno los ojos hacia su oyente. Comprendiendo un poco de en esa taberna de mala muerte el diablo juega y se esconde.— Lo que me dice se contradice, en estos momentos no sé si soy Fausto o usted Mefistófeles… y quien está vendiendo su alma por las migas.
Frunciendo el ceño termino de golpe la cerveza, no esperaba relatar aquello estando sobrio ni lo prefería, agachando la cabeza sus ojos se perdieron en una mancha en la mesa mientras que su mano golpeaba el cigarro para hacer caer la ceniza al suelo y lo devolvía mecánicamente a su boca para otra calada. —Vine a Paris para encontrar esposa entre las altas esferas, soy un hombre sin pedigree y necesitó de una con titulo para lograr mis metas y en uno de los muchos soirées fue que le conocí. Fue una velada aburrida e insípida y debo admitir que si no fuera por él me hubiese aburrido mortalmente. Era músico, un solista que tocaba el violín, famoso en el mundo de los melómanos…-levantó la vista le dedico una mirada culpable- ¡Era hermoso!, tenía un Stradivarius viejo y con una reputación tan impresionante como el dueño. —Se calló de golpe pensando que su compañía tal vez no conocía ni le importaran esos pequeños detalles.— Es un violín demasiado caro para un simple músico, generalmente se prestan y quienes los poseen son familias exorbitantemente caras… por eso me permití dudar de él y la curiosidad me pico. Charlamos comenzando a apartarnos del resto y en la plática fluyo también en vino, y en un momento donde ambos nos sentíamos cómodos el uno con el otro y mucho más cerca de lo que estamos usted y yo ahora, gradualmente me hice consciente de que había un hambre hueca y dura en sus ojos. Al principio pensé que era lujuria…yo me sentía afectado al menos de esa manera, sin embargo, pronto me di cuenta de que él aspiraba a la carne caliente, al pulso vibrante en mi cuello a lo que bombeaba debajo.
Me dijo que yo le agradaba y por eso debía permitirme saber lo peligroso que era mantener un íntimo contacto entre los dos. A mí no me importaba, borracho si no podía tenerle me conformaba con oírle tocar, algo que esos estirados nunca tendrían sin pagar…un concierto privado y además estaba de ánimos y creí que halagándolo podría convencerle —Calló sintiéndose loco, y por un momento la idea de que era un absurdo vino con fuerza, más tenía que seguir…debía terminar y así podría liberarse.— Yo me burle, y él accedió, dijo que tocaría para mí pero tenía que darle algo a cambio…yo acepte sin pensarlo y de su violín se desgranó el trino del diablo, me reí con ganas ignorando la carga de peligro, cuando termino me encontró en un estado de sopor lujurioso amoldado para que hiciera conmigo lo que deseará…—su rostro se cubrió de un rojo violento en una mueca de vergüenza—las cosas se vuelven borrosas en mi memoria, recuerdo haber intercambiado un par de palabras “vampiro” fue una de ellas y un beso y el sabor de la sangre en mis labios, después de sentir un breve pinchazo en mi muñeca y una sensación de quemazón.
“He aquí la clase de hombre que es diferente a mí, he aquí la evolución que sufrí por mi propia ambición.” Pensó.
Tomó la advertencia como lo que era, sin darle mayor profundidad, no temía morir, era el saber cómo despertar día a día lo que ocupaba sus pensamientos. Una hilera de dientes blancos se extendió en forma de sonrisa cínica y breve.— Todo se consigue con dinero Monsieur…—Agregó critico, como una muestra de que no iba a cambiar su idea de ello. Después de todo él era el vivo ejemplar de esa realidad con sus modales de cuento, sus ropas y el peso del oro bajo sus prendas.
Perdido un poco en sus pensamientos. Fue brutalmente consiente de la profunda evaluación que aquellos ojos claros hicieron sobre su cuerpo. Lo sintió recorrer su cara, su torso e incluso partes de su anatomía que estaba acostumbrado a que llevaran una mirada con cierta carga de deseo. Sin embargo en el extraño no había rastro. Tensión si, como un silencio grave que se extiende entre los dos cubriéndolos como una gruesa carpa y alejándolos del mundo, pero no una carga sexual que considerará para lanzarse encima del otro a abordar su boca.
Con cada mirada su cuerpo se ponía rígido y en guardia a la vez que una extraña curiosidad echaba chispas en lo profundo de su mente, con forme era evaluado, se permitió que sus ojos vagaran también sobre el cuerpo ajeno. Reconociendo que era un hombre que le daría más que una buena pelea. Estaba ejercitado y aunque parecía delgado los músculos se delineaban donde tensaban la tela volviéndola una segunda piel, uno sólo vestía con tantos pliegues cuando se veía en la necesidad de ocultar algo…¿armas…tal vez?, levantando la vista una vez terminado el escrutinio sus manos sacaron un cigarrillo con habilidad de la pitillera de marfil que descansaba entre sus prendas, no era seguro mostrar sus objetos de lujo ahí…no era seguro mostrar absolutamente nada ni siquiera esa sonrisa que aparecía casi en automático y que tantas mujeres tacharon de irresistible.
Escuchándolo encendió el pitillo egipcio y lo llevo a su boca pellizcando el cilindro entre los labios, sus parpados pesados no se alteraron mientras hablaba, ¿la iglesia?, no era muy devoto, sin embargo donaba lo justo para que no le molestaban y sabía apenas los suficientes secretos sucios para mantener un sano equilibrio. No le temía en especial pero tampoco veía porque hacerlo. Más allá de su repulsión a los fanáticos religiosos que mantenía en secreto era un buen feligrés, y un apasionado erudito del resto de las creencias mundiales.
—A la gente como yo no nos tachan de locos sino de excéntricos Monsieur, y ahora usted mismo puede decidir ser lo que quiera, una fuente de información dudosa que volverá a casa con los bolsillos llenos, por ejemplo. Yo veo en sus ojos a un hombre inteligente, no a uno estúpido, unas migajas de orgullo no alimentarán su estomago vacío…—Su ceja se arqueo interrogante haciendo un vago ademan de preguntar su nombre y esperando en el susurro, ignorante del clamor que erizaba el ambiente, de las ganas acariciantes y los suspiros que se levantaban apenas hacían alusión a la casa religiosa y el dinero.
Su espalda pico por el deseo de volverse para observar a la antes mencionaba, incrédulo, no percibió nada diferente de las fulanas que aguardaban en los callejones, igual de sucia y con la dureza de la vida estampada en el rostro parecía común. Sin embargo decidió seguir el concejo jugando con el pitillo que formaba nubes blancas sobre su cabeza entorno los ojos hacia su oyente. Comprendiendo un poco de en esa taberna de mala muerte el diablo juega y se esconde.— Lo que me dice se contradice, en estos momentos no sé si soy Fausto o usted Mefistófeles… y quien está vendiendo su alma por las migas.
Frunciendo el ceño termino de golpe la cerveza, no esperaba relatar aquello estando sobrio ni lo prefería, agachando la cabeza sus ojos se perdieron en una mancha en la mesa mientras que su mano golpeaba el cigarro para hacer caer la ceniza al suelo y lo devolvía mecánicamente a su boca para otra calada. —Vine a Paris para encontrar esposa entre las altas esferas, soy un hombre sin pedigree y necesitó de una con titulo para lograr mis metas y en uno de los muchos soirées fue que le conocí. Fue una velada aburrida e insípida y debo admitir que si no fuera por él me hubiese aburrido mortalmente. Era músico, un solista que tocaba el violín, famoso en el mundo de los melómanos…-levantó la vista le dedico una mirada culpable- ¡Era hermoso!, tenía un Stradivarius viejo y con una reputación tan impresionante como el dueño. —Se calló de golpe pensando que su compañía tal vez no conocía ni le importaran esos pequeños detalles.— Es un violín demasiado caro para un simple músico, generalmente se prestan y quienes los poseen son familias exorbitantemente caras… por eso me permití dudar de él y la curiosidad me pico. Charlamos comenzando a apartarnos del resto y en la plática fluyo también en vino, y en un momento donde ambos nos sentíamos cómodos el uno con el otro y mucho más cerca de lo que estamos usted y yo ahora, gradualmente me hice consciente de que había un hambre hueca y dura en sus ojos. Al principio pensé que era lujuria…yo me sentía afectado al menos de esa manera, sin embargo, pronto me di cuenta de que él aspiraba a la carne caliente, al pulso vibrante en mi cuello a lo que bombeaba debajo.
Me dijo que yo le agradaba y por eso debía permitirme saber lo peligroso que era mantener un íntimo contacto entre los dos. A mí no me importaba, borracho si no podía tenerle me conformaba con oírle tocar, algo que esos estirados nunca tendrían sin pagar…un concierto privado y además estaba de ánimos y creí que halagándolo podría convencerle —Calló sintiéndose loco, y por un momento la idea de que era un absurdo vino con fuerza, más tenía que seguir…debía terminar y así podría liberarse.— Yo me burle, y él accedió, dijo que tocaría para mí pero tenía que darle algo a cambio…yo acepte sin pensarlo y de su violín se desgranó el trino del diablo, me reí con ganas ignorando la carga de peligro, cuando termino me encontró en un estado de sopor lujurioso amoldado para que hiciera conmigo lo que deseará…—su rostro se cubrió de un rojo violento en una mueca de vergüenza—las cosas se vuelven borrosas en mi memoria, recuerdo haber intercambiado un par de palabras “vampiro” fue una de ellas y un beso y el sabor de la sangre en mis labios, después de sentir un breve pinchazo en mi muñeca y una sensación de quemazón.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: Cage of Bones [Privado]
De no ser porque el tiempo se había encargado de manera bastarda en mostrarme la realidad que muchos se niegan a ver, mi cuerpo hubiese explotado en cientos de esquirlas para atravesar al humano que tenía al frente. Su altanería parecía estar valorada más que la fortuna que éste cargaba en los bolsillos, si pudiese darle un premio al mejor bufón sería a él por ser un ciego aun cuando tenía la verdad ante sus ojos pero no sería yo quien le iba a hacer entender aquello, no era mi trabajo hacer de niñera tampoco, ya tenía suficiente con tener que estar oyéndole la boca que rogaba al cielo tuviese otra habilidad… porque si no, sólo era un desperdicio en toda la extensión de la palabra. Cerrando los ojos escuché la forma de jactarse e incluso querer destacar ante la situación. Ese era su problema, querer sobresalir en un lugar como este sería su mayor perdición, lo había percibido desde que tomó asiento frente a mí con aquel aroma empalagante y traicionero si me descuidaba probablemente iba a terminar metido en algún pleito porque no había sido el único en notarlo. Este hombre, Ambrose tal cual se apodaba no era más que un enigma con ego de piedra pero hasta éstas tenían un punto débil donde se podían romper.
Asintiendo acepté sólo para no ponerme a la par de su infantil accionar. Me consideraba demasiado inteligente para seguir el juego de ‘’recibir y devolver’’. Mis ojos eran un par de escudos que escondían secretos, secretos que al parecer él más que nadie quería oír, lo que me llevó a cuestionarme ¿cómo es que alguien como él había elegido informarse de esta manera tan peligrosa? Al parecer aún existían aficionados al suicidio y este sujeto que tenía al frente era uno de ellos, si bien no estaba exento de saber los peligros a los que se había sometido con sólo pisar este lugar, reunirse con un extraño y mostrar su tajante personalidad que más de alguno le hubiese puesto la suficiente cabeza como para ponerlo en su sitio, tenía que reconocerlo y darle mérito era un bravucón valeroso, no cualquiera haría tal acto de valentía por lo cual mi curiosidad iba en ascenso con respecto a sus verdaderas intenciones. Un poco de emociones no le iban mal a nadie y la forma tan muerta en la que mostraba el desinterés de rendirme a sus pies por unas cuantas monedas solo conseguían de manera desesperada dudas y curiosidad.
Bajando la mirada hacia donde él mostró su refinada galantería al sacar uno de sus finos cigarrillos, alcé la ceja sin sorprenderme, este hombre no conocía los límites. Mi rostro viajó con disimulo a nuestros alrededores, al parecer había más de uno con los ojos encima de mi cliente, podía sentir aquella energía abusiva tras ver lo que valdría la cabeza de alguien que fumaba tan calmado en una cueva de lobos hambrientos, con deseos de acabar con su desgracia. Tensando la mandíbula fruncí el ceño mientras el aire caliente salió a través de mis fosas nasales — Usted mismo lo ha dicho… No soy estúpido, por lo mismo estoy en condiciones de actuar como mejor me parezca. Creo que se equivoca al creer que unas cuantas monedas van a solucionarme la vida. — sonreí con impaciencia — Si hago esto no es porque esté desesperado… Hasta por diversión baila el diablo ante el público, Señor— susurré apoyando un codo en la mesa para estar un poco más cerca de él — Le repito, mi intención jamás fue ser su cuentacuentos pagado. Yo no suelo contar historias para dormir, espero se dé una idea de lo que realmente hago muchas veces por placer...— aquello llevaba un tono más misterioso que de costumbre por lo que mi cara volvió a tensarse.
Volviendo a apoyar la espalda en el fondo de la silla su voz se volvió un único eco en medio del bullicio que los demás hacían alrededor nuestro. La forma en la que las palabras salían de su boca endulzó me manera discriminante mi paladar. Fue tan específico que no bastó sólo con escucharlo sino que también imaginé las escenas que relataba. Pude estar en ese salón donde Ambrose compartió una velada con el demonio. Sentí ligera ñañara en el estómago por la precisión de sus palabras que incluso en aquella situación me permití cerrar los ojos unos instantes sólo para vivir de manera más amena la experiencia de ser transportado a sus recuerdos. El verdadero narrador era el extraño que con magia contó hasta el más mínimo detalle. Abriendo los ojos para buscar su rostro al saber que había sido vilmente burlado por uno de los de esa especie noté como la conversación había acalorado el momento, eso, o quizás era la extraña cerveza de dudosa reputación que se había tomado, quería creer que era lo primero y sólo estaba reviviendo con intensidad la seducción de dejarse besar por el diablo.
— Ya veo. Así que fue seducido por uno de esos chupasangre— espeté con cierto desagrado — Ha probado en carne propia sentirse preso del placer, confundiéndolo con falso deseo para servir como un saco de sangre, comida para un carroñero que no buscó más que saciarse en usted, que permitió que robaran a pedazos su dignidad y parte de su alma…— crucé los brazos mientras el ruido de algo azotar la ventana llamó mi atención, al fondo de la taberna el cristal chorreaba los cántaros de agua fría que amenazaba con romperla. Mis sentidos rápidamente percibieron el olor a tierra mojada y cierto incómodo silencio creo una atmosfera macabra. Como si todos ponían atención a lo que se hablaba en nuestra mesa.
—Lo único que diré con respecto a su encontró es que usted corrió con suerte. Pudo haber terminado muerto o convertido en uno de los de esa especie — susurré con disgusto — Espero sea consciente y que su egoísmo le permita ver lo siguiente…. Ambrose— mis ojos automáticamente se enlazaron a los ajenos, no sin antes ver la forma en la que el cigarro se derretía en su boca —La tierra no solo le pertenece a la creación de su Dios. Ese ser ‘’supremo’’ no sólo pensó en ángeles y humanos sino también en monstruos, seres inimaginables con habilidades sorprendentes… con capacidades sobrehumanas. — susurré lo último — No pregunte el origen de esto, que probablemente sea el pecado. La aberración del cruce de un humano con algún demonio o quizás simplemente sea química aplicada a alguna ecuación que salió mal y dio como resultado un circo de bestias, la situación aquí, es que usted y todos los de su especie están en la base de la cadena alimenticia, no en el pilar. — jadeé sintiendo reseca la garganta justo cuando un ventorral frío al abrirse la puerta hiciera añicos las llamas de las lámparas de aceite que colgaban en las paredes para alumbrar.
Los gritos de felicidad y sobresalto de los locatarios se dejaron oír mientras la penumbra de lo invisible era una brecha más que separaba a mi acompañante de mí. No tuve el problema en delinear la silueta oscura en aquella condición. —Usted… — salió mi voz ronca con pasividad justo cuando alguien se posó detrás de él. Frunciendo el ceño de forma instantánea, sin dificultad descubrí de quien se trataba. La mujer de hace unos instantes no iba a esperar porque se le presentase la oportunidad que había leído en su cabeza, ella estaba haciendo su estocada final para conseguir lo que su oscuridad le marcaba. Si llegaba a leer las líneas de las manos de Ambrose sería su perdición, lo había visto antes, esa habilidad con la que convencían a sus víctimas. Ni siquiera necesitaba hablar solo debía delinear sus manos.
Instintivamente dentro de mi ser creció una especie de propiedad, de forma enferma. Mis manos se extendieron por encima de la mesa con la agilidad suficiente para hacer que antes de que la mano que sostenía el cigarro llegase a su destino siendo atrapada esta por la mía en un arrebato a las intenciones de la gitana consiguiendo que el costoso pitillo cayera al suelo junto a la jarra de cerveza vacía que se hizo cientos de pedazos al impactar en el piso. Con el puño cerrado mientras me hacía dueño de aquella piel levanté la cara con los ojos fieros en dirección al espeluznante espectro de la mujer que sonrió en señal de rendición como si la hubiesen encontrado con las manos en la masa. — Será mejor que se vaya— musité manteniendo aquel cálido contacto mientras el barman gruñía algo sobre el vaso roto soltando maldiciones a una de las meseras para que se apurase a encender las lámparas —Ahora — inquirí soltándole mientras por mi piel algo hormigueó cuando fui libre y volviendo a ver a sus ojos, la luz se hizo como arte de magia ante aquellos dos verdes faroles.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/01/2017
Localización : Francia
Re: Cage of Bones [Privado]
Perdido en el sopor sensual y extraño del relato, tenía los cabellos de la nuca erizados y le costó un tanto volver al presente. Ensimismado apenas era consciente del silencio que se había hecho en las ala y es que su propio silencio se comía al mayor dejándole una sensación de calma hueca como la que se tiene previa a la tormenta. Meneando los dedos golpeo una vez la punta del cigarrillo antes de perderlo y escuchar el estruendo de la jarra al estrellarse en el duro suelo. Parpadeando estaba a punto de decir algo sin embargo sólo logro fruncirle el ceño en la oscuridad a su acompañante, sin que le resultara particularmente extraño, seguro que en un lugar de mala muerte las cosas no abundaban, la luz no le pareció gran cosa. Pero fue la huella de calor del extraño en el breve toque, ciego, el calor creció expandiéndose por su cuerpo, y pronto se convirtió una sensación mucho más agradable. Relamiéndose los labios se tomo su tiempo para sentir y cavilar en el toque, hasta que las palabras nacieron en la oscuridad y lo obligaron a levantar la vista a donde pensó se encontraba el rostro enjuto del hombre.
—Entonces debe decirme…—Murmuro llevándose una mano a la nuca para lanzar una mirada desdeñosa a la sala, tensándose, ojos pequeños y brillantes comenzaron a adquirir narices y bocas conforme una suave luz comenzaba a propagarse por la taberna, ojos que miraban a su dirección y se encontraban con los suyos.— Antes que nada debe decirme…¿era realmente cierto?, ¿era un vampiro? —
Murmuró atropelladamente mientras que por reflejo al verlo tenso se ponía en pie ladeando la cabeza intentando tomar la información dada, su cerebro rumia. No temía enfrentarse en una pelea, pero tampoco le tenía gusto a ello. Estrechando los ojos se cerró el abrigo colocando una moneda silenciosa en la mesa.— No puede esperar a que…
Fue incapaz de terminar la frase, al sentir un dolor tirante que nacía sobre su mano, el agarre se había vuelto hierro en su piel. Chasqueando la lengua perdió un momento sus modales y tirando de la mano se movió con desenvoltura ignorando las pequeñas muestras de agitación que sucedían a su alrededor, mesas fueron empujadas y algunas sillas se movieron sobre las sombras que aún persistían. Más Hereb no estaba demasiado preocupado, el peso de la pistola contra su estomago le daba algo de confianza además era un buen tirador, Esquivando en el desconcierto y el recelo tiro del extraño sujetando la mano entre los dedos. No iba a renunciar tan pronto a saber, pero podía renunciar a él donde. Estremeciéndose su cuerpo se sacudió al sentir las gotas frías caer sobre su cabello, lamer su cuello y su rostro. En pocos minutos estarían empapados en aquel aguacero. Sacudiendo la cabeza, estrecho los ojos para buscar los ajenos entre las pestañas enmarañadas que se aferraban a las gotas, el brillo asombroso de los ojos ajenos lo encontraron:
—¡Debe darme algo!…¡luego de tanto no me iré con las manos vacía mucho menos usted! —Ladró en silenciosa amenaza que perdía fuerza y se contradijo al volver a donde se tocaban. Su pulgar trazaba círculos pequeños sobre la carne, por el placer de levantar el calor que él que se esfumaba bajo la lluvia.
Las personas calientes le agradaban, aunque las prefería en su cama. Frunciendo de nueva cuenta las cejas se obligo a soltarle, frotando entre las yemas la huella de calor. Jalo su mano contra su pecho permaneciendo en silencio, cavilando en todo lo que le había dicho, bien él creía que existía algo más, ahora que se lo había dicho, faltaban pruebas…alguna cosa más allá de una simple frase.
Pasos a sus espaldas lo hicieron desistir de pedirla, un par de botas, las cabezas ocultas bajo las gruesas capuchas eran un trozo de oscuridad, solo el filo de las cuchillas resplandecía de vez en cuando. Girando la cabeza Hereb no sabía cuántos hombres había en la noche sin embargo su mente trabajaba.
—No vamos a pelear, les daremos cuanto tengamos y ustedes podrán irse—Masculló más como una orden que como una petición, suavizando la frase con una sonrisa que le dio un tono más tranquilo. Tenía suficiente para que no le molestará deshacerse de sus pertenencias, aunque sabía luchar era un hombre que escogía sus peleas. La espada corta que escondía en su abrigo adquirió un nuevo peso entre sus dedos.
Una sombra grande avanzó entre la multitud, entre sus dedos un garrote chorreaba su forma. Blandiéndolo hacia él masculló una burla en un acento que fue imposible de descifrar para él. En este momento no podía pensar en el extraño, no le debía nada y molesto como se veía no esperaba su ayuda.—Puede irse si lo desea, no voy a arrastrarlo a esto Monsieur cuentista.
En silencio se preparó para defenderse, con el primer toque la punta choco contra el metal al encontrarse en el aire, sin embargo Hereb fue más rápido ya que su arma requería de menos esfuerzo para ser usada, arremetió contra un hombro clavando el acero en la tierna carne escuchando con satisfacción un gruñido de dolor, buscando una ruta de escape a la distancia, parpadeando hacia el extraño interesado.
—Entonces debe decirme…—Murmuro llevándose una mano a la nuca para lanzar una mirada desdeñosa a la sala, tensándose, ojos pequeños y brillantes comenzaron a adquirir narices y bocas conforme una suave luz comenzaba a propagarse por la taberna, ojos que miraban a su dirección y se encontraban con los suyos.— Antes que nada debe decirme…¿era realmente cierto?, ¿era un vampiro? —
Murmuró atropelladamente mientras que por reflejo al verlo tenso se ponía en pie ladeando la cabeza intentando tomar la información dada, su cerebro rumia. No temía enfrentarse en una pelea, pero tampoco le tenía gusto a ello. Estrechando los ojos se cerró el abrigo colocando una moneda silenciosa en la mesa.— No puede esperar a que…
Fue incapaz de terminar la frase, al sentir un dolor tirante que nacía sobre su mano, el agarre se había vuelto hierro en su piel. Chasqueando la lengua perdió un momento sus modales y tirando de la mano se movió con desenvoltura ignorando las pequeñas muestras de agitación que sucedían a su alrededor, mesas fueron empujadas y algunas sillas se movieron sobre las sombras que aún persistían. Más Hereb no estaba demasiado preocupado, el peso de la pistola contra su estomago le daba algo de confianza además era un buen tirador, Esquivando en el desconcierto y el recelo tiro del extraño sujetando la mano entre los dedos. No iba a renunciar tan pronto a saber, pero podía renunciar a él donde. Estremeciéndose su cuerpo se sacudió al sentir las gotas frías caer sobre su cabello, lamer su cuello y su rostro. En pocos minutos estarían empapados en aquel aguacero. Sacudiendo la cabeza, estrecho los ojos para buscar los ajenos entre las pestañas enmarañadas que se aferraban a las gotas, el brillo asombroso de los ojos ajenos lo encontraron:
—¡Debe darme algo!…¡luego de tanto no me iré con las manos vacía mucho menos usted! —Ladró en silenciosa amenaza que perdía fuerza y se contradijo al volver a donde se tocaban. Su pulgar trazaba círculos pequeños sobre la carne, por el placer de levantar el calor que él que se esfumaba bajo la lluvia.
Las personas calientes le agradaban, aunque las prefería en su cama. Frunciendo de nueva cuenta las cejas se obligo a soltarle, frotando entre las yemas la huella de calor. Jalo su mano contra su pecho permaneciendo en silencio, cavilando en todo lo que le había dicho, bien él creía que existía algo más, ahora que se lo había dicho, faltaban pruebas…alguna cosa más allá de una simple frase.
Pasos a sus espaldas lo hicieron desistir de pedirla, un par de botas, las cabezas ocultas bajo las gruesas capuchas eran un trozo de oscuridad, solo el filo de las cuchillas resplandecía de vez en cuando. Girando la cabeza Hereb no sabía cuántos hombres había en la noche sin embargo su mente trabajaba.
—No vamos a pelear, les daremos cuanto tengamos y ustedes podrán irse—Masculló más como una orden que como una petición, suavizando la frase con una sonrisa que le dio un tono más tranquilo. Tenía suficiente para que no le molestará deshacerse de sus pertenencias, aunque sabía luchar era un hombre que escogía sus peleas. La espada corta que escondía en su abrigo adquirió un nuevo peso entre sus dedos.
Una sombra grande avanzó entre la multitud, entre sus dedos un garrote chorreaba su forma. Blandiéndolo hacia él masculló una burla en un acento que fue imposible de descifrar para él. En este momento no podía pensar en el extraño, no le debía nada y molesto como se veía no esperaba su ayuda.—Puede irse si lo desea, no voy a arrastrarlo a esto Monsieur cuentista.
En silencio se preparó para defenderse, con el primer toque la punta choco contra el metal al encontrarse en el aire, sin embargo Hereb fue más rápido ya que su arma requería de menos esfuerzo para ser usada, arremetió contra un hombro clavando el acero en la tierna carne escuchando con satisfacción un gruñido de dolor, buscando una ruta de escape a la distancia, parpadeando hacia el extraño interesado.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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Re: Cage of Bones [Privado]
Si no iba a cazar a ningún espectro no veía la necesidad de quedarme un segundo más en aquella asquerosa taberna, además de que seguía sintiéndome incómodo con los impulsos que me hacían actuar como un verdadero descerebrado. El tacto ajeno aún quemaba en mi piel, como un jugoso platillo que sólo hubiese dejado eso… la sensación de ser delicioso con el infortunio de si quiera poderlo saborear. Frunciendo el ceño mis ojos adquirieron una forma todavía más fiera a modo de controlar el ardor de tener que despedir aquel encuentro de manera abrupta pero es que ya había sentido esa especie de tensión que tendía a cortar siempre de raíz para no perder los estribos, sumado a eso que el ambiente comenzaba a tornarse extraño con los clientes de tan concurrida pocilga. Jadeando por lo bajo volví a encarar al humano quien después de haber usado palabras claras para sus dudas existenciales seguía preguntando lo mismo, quizás le había costado digerir el hecho de que en el drama humano no eran ellos los únicos protagonistas y que habían más que querían siempre el papel principal justo como los que habían clavado los ojos en él a su extraña manía de querer mostrar de dónde provenía.
Agachando la cabeza una pequeña sonrisa fue solo un boceto de las desgracias que él confirmaba ante su pregunta. Asintiendo de manera lenta mis ojos se clavaron a los ajenos, ofreciéndole una mirada felina y agresiva, aún estaba alerta por lo que unos segundos se había suscitado con la gitana. Primero ella luego podía ser cualquiera, era como un efecto dominó que se propagaba, si uno ya había tomado valor para tocar al Señor estirado no tardaría el segundo valiente en tomar ventaja de su falta de cuidado. — ¿No ha sido capaz de captar lo que he querido decirle desde un inicio, señor? — pregunté un tanto inconforme. — Usted se topó con un vampiro y éste tomó ventaja de su desconocimiento ante sus encantos para hacerlo caer, como un infeliz en su trampa y le dio parte de su alma a un vampiro. — repetí en voz baja mientras mi voz sonaba esta vez sí amenazante, no porque quisiera intimidarlo sino porque aquello me supo grave y el no parecía entender que corría peligro mientras seguíamos ahí charlando de banalidades pasadas además de querer entender por qué aquello parecía importarme. El mismo se había metido a la boca del lobo, yo solo trataba de advertirle.
Mi temple desde la altura en la que observaba a Ambrose, denotó un tanto la tensión que me invadía al saber que pronto las cosas no terminarían para bien. Cada segundo era una eternidad mientras aquellas cuatro paredes se cerraban para dejarnos a ambos sin salida, mi instinto me decía que debía correr de ahí pronto sino iba a tener que pelear y mi humor no iba para ese fin, no en esa noche y menos con alguien como él.
Con los sentidos libres como el viento, apreté la mandíbula al oírlo una vez hablar. El aire salió caliente a través de mis fosas nasales mientras di una mirada rápida a los demás que recuperaban su cuerpo con el paso de la luz de las velas al alcanzarlos. Y tardó poco tiempo para que mi premonición se hiciera verdad. El caos comenzó a batirse cuando algo se disponía a alcanzarnos. Tratando con desesperación de dilucidar qué o quién fue todo una nada al sentirlo a él tirar de mi con demasiada confianza, una que correspondió como si mi voluntad le hubiese entregado las riendas de mi cuerpo que fácil se dejó arrastrar hasta afuera donde la tormenta parecía inclemente.
El diluvio que saludó nuestros cuerpos fue propicio. Sólo así pude volver nuevamente a la realidad sin tener que sentir el ardor de mi templo perderse. Buscando espacio pues lo sentía completamente invadido traté de trazar una línea entre ambos mientras de la cara se derramaba el frío de la lluvia. En ese momento extrañé aquel contacto que logró calentarme — Usted no sabe en lo que se está metiendo. Su dinero ya no me importa. ¿Acaso no ve lo que está por venir? — empuñé la mano con los ojos abiertos para alertarlo pero fue cuando noté que nuevamente volvía a perder la cordura por él, que tenía un no se qué al hacerme actuar tan animal. —Es de sabios saber hasta dónde puede llegar e incluso, detenerse, no se tome tan a ligera lo que le digo… — terminé por decir aquellas palabras cuando el olor a rancio volvió nuevamente a traicionarme. Mirando con desdén hacia un par de hombres con problemas de peso que reían en victoria por haberlo encontrado golpearon mis instintos.
Mis pies todavía más afincados al suelo se giraron en dirección a él oyéndolo oír hablar. Era clara las intenciones de los dos ladrones, que querían hasta el último céntimo que alguno de los dos podía llevar en los bolsillos pero había un deje todavía más de maldad en sus rostros, una saña que ya había visto antes y era esa, la que al obtener lo que querían no iban a dejar rastro de su fechoría. Jadeando supe en ese momento que no era mi lucha, no tenía que ver con Ambrose y su sed de ganas al mostrar a los otros de lo que no le hacía falta así que daba igual si me iba a quedaba, no iba a luchar por un desconocido que no importaba lo bien librado que fuese a salir de los dos grandulones que amenazaban contra su vida.
Oyendo su voz al traerme de vuelta hizo que mis pasos sólo fueran un eco silencioso mientras me retiraba del lugar de manera lenta, abandonando a mi recién conocido cliente a merced de los mercenarios que no iban a estar a gusto hasta obtener lo que querían del millonario. Desapareciendo de aquel espacio, sin decirle nada a él, ni siquiera ofrecerle una mirada me dispuse a caminar, dejando que el agua lavara mis pecados por haber sido un miserable. Mientras mis oídos escuchaban el metal chocar y luego mi olfato percibió sangre… quizás ya lo habían herido ambos de muerte.
Jadeando ante la inconformidad de imaginarme al hombre que olía a vainilla herido la ira contra el universo se hizo casi incontrolable. Nublado mi pensamiento al sentir aquello incontrolable me detuve donde la soledad golpeó mi temple y con la iracunda bastada rabia que me consumía busqué mi forma animal para desahogarme de mis desgracias. Iba a bañarme en aquella sangre.
Brutalmente rápido al transformarme en pantera ahogué un gruñido ante el dolor de ser una bestia, notando mi ropa regada en el espacio que había sido testigo del cambio. Corriendo hasta donde estaban los atacantes de Ambrose giré en una de las esquinas de la taberna para encontrarme con la sorpresa que lo que antes había percibido no había sido el cuerpo del burgués herido y destartalado sino más bien el opuesto. Se había defendido muy bien tratando de salvarse ahora del otro que con un espadazo parecía vencerlo en fuerza mientras ambos metales se reñían en el aire. Tomando velocidad antes de que el filo de la espada del contrincante de Ambrose llegara a tocar su cara logré llegar a tiempo consiguiendo la suficiente fuerza para saltar y embestir el cuello del mercenario con las fauces bien abiertas, sintiendo como aquella piel se abrió a los filosos colmillos de mi dentadura que se apretó todavía con más saña en una feroz mordida haciendo que la sangre se lavara con el agua en el suelo sintiendo en infinito placer de robarme esa esperanza de vida para mí olvidándome de por qué había vuelto para vengar a un desconocido que supuse muerto que logró despertar la bestia.
Itzak Azlor- Cambiante Clase Media
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Localización : Francia
Re: Cage of Bones [Privado]
El agua se le atascaba en las pestañas, irritándole los ojos y perjudicándole la vista, el abrigo se había convertido en un obstáculo mientras la batalla se daba, había sufrido suficiente para perder aunque sea un tanto de lo que tenía, incluso cuando podía derrochar dinero con el ataque aquellos hombres demostraron que no lo merecían. Luchando fue testigo apenas de la figura negra que se interpuso auxiliándolo del metal.
Escupiendo agua su boca se abrió en un rictus de horror al comprobar que la mancha oscura que se extendía por la roja ajena era sangre, a la luz del rayo, los dientes, las garras y los ojos de la criatura se delinearon en la oscuridad, gravándose en sus cuencas.
Un silencio terrible se había hecho a su alrededor, los hombres congelados temblaban con muecas de horror hasta lograr soltar alaridos de espanto. Al suelo algunos hierros cayeron, escuchándose el sonido del charco, pasos se alejaban sin tener en cuenta la dirección. Un par más se quedaron mirando a la criatura, incapaces de moverse y vengar a su camarada caído, el cual daba su último aliento.
Hereb se encontró en medio de todo el caos, inmóvil, sus ojos intentaban ver claro a través de la tormenta, frunciendo las cejas se sintió débil y por un breve instante desfalleció , luchando por mantenerse respirando, con un codo en el fango continuo observando a la criatura, tratando de frotarse la cara creyéndolo un sueño.
Pero el frío dolía, así como la ropa empapada.
—¡Por dios bendito!—Susurró reincorporándose lentamente, como si no quisiera ahuyentar a la pantera que lo asechaba, concentrada en lamer los fluidos de su presa abatida.
Los ojos, le resultaban especialmente familiares, ¡Aquellos ojos!, más era incapaz de pensar, sacudiendo la cabeza se movió lentamente pensando en lo poco natural que resultaba el encuentro y el ser salvado de esa manera: cosas sobrenaturales.
Ahora lo sabía, o al menos estaba destinado a saberlo, lo que era ese animal. Porque ninguno que fuese común cometería tal hazaña, en los ojos de la bestia existía una chispa de inteligencia.
Levantando las palmas respirando ruidosamente intento no pensar en lo expuesto que se sentiría al dejar la espada caer, y tentado de coger la pistola, ahora inútil, gracias a la lluvia.
Apartándose el agua del rostro estrecho los ojos caminando con lentitud, buscando encontrarse de nuevo con los ojos del felino y tratarle de hacerle ver que no era ningún enemigo.
—Me has salvado—canturreó con voz de amante.—Y por ello tienes mi gratitud.
Aguardaría a lo que vendría, y se aferraría a lo que no conocía.
Escupiendo agua su boca se abrió en un rictus de horror al comprobar que la mancha oscura que se extendía por la roja ajena era sangre, a la luz del rayo, los dientes, las garras y los ojos de la criatura se delinearon en la oscuridad, gravándose en sus cuencas.
Un silencio terrible se había hecho a su alrededor, los hombres congelados temblaban con muecas de horror hasta lograr soltar alaridos de espanto. Al suelo algunos hierros cayeron, escuchándose el sonido del charco, pasos se alejaban sin tener en cuenta la dirección. Un par más se quedaron mirando a la criatura, incapaces de moverse y vengar a su camarada caído, el cual daba su último aliento.
Hereb se encontró en medio de todo el caos, inmóvil, sus ojos intentaban ver claro a través de la tormenta, frunciendo las cejas se sintió débil y por un breve instante desfalleció , luchando por mantenerse respirando, con un codo en el fango continuo observando a la criatura, tratando de frotarse la cara creyéndolo un sueño.
Pero el frío dolía, así como la ropa empapada.
—¡Por dios bendito!—Susurró reincorporándose lentamente, como si no quisiera ahuyentar a la pantera que lo asechaba, concentrada en lamer los fluidos de su presa abatida.
Los ojos, le resultaban especialmente familiares, ¡Aquellos ojos!, más era incapaz de pensar, sacudiendo la cabeza se movió lentamente pensando en lo poco natural que resultaba el encuentro y el ser salvado de esa manera: cosas sobrenaturales.
Ahora lo sabía, o al menos estaba destinado a saberlo, lo que era ese animal. Porque ninguno que fuese común cometería tal hazaña, en los ojos de la bestia existía una chispa de inteligencia.
Levantando las palmas respirando ruidosamente intento no pensar en lo expuesto que se sentiría al dejar la espada caer, y tentado de coger la pistola, ahora inútil, gracias a la lluvia.
Apartándose el agua del rostro estrecho los ojos caminando con lentitud, buscando encontrarse de nuevo con los ojos del felino y tratarle de hacerle ver que no era ningún enemigo.
—Me has salvado—canturreó con voz de amante.—Y por ello tienes mi gratitud.
Aguardaría a lo que vendría, y se aferraría a lo que no conocía.
Hereb Stokehurst- Humano Clase Alta
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