AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sort Dronning; erotisk møde
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Sort Dronning; erotisk møde
“Sólo el latido unísono del sexo y el corazón puede crear éxtasis”.
Anaïs Nin
Anaïs Nin
Obsesivo; su templo genera la ansiedad de fornicar esa noche, justamente después de haber ejecutado a un prisionero de máxima índole bestial, como le excita la sangre derramándose de los segmentos mutilados, el imponer la fuerza a la hora de desmembrarlos, su trabajo era una excitante labor que no podía concluir en solo ese episodio, oh, claro que no, su atracción debía ser complacida ante un menguante momento, el invitar a una con cualidades especiales, no cualquiera, porque sus gustos son refinados, tanto que podía decirse que puede escoger la perfección entre sus manos y posesionarse de ello. Nadie se negaría a tan excelso amante, porque es demasiado apasionado, brinda placeres inimaginables, superados a los orgasmos habituales a los que los hombres y mujeres se jactan solo en encamar. Y con él, era un arte el fornicar, el unir los cuerpos, hasta su caravana en separar las piernas tiene, cada acto, cada momento era memorable, que pronto se descubriría con la elegida. Hubiese sido perfecto acudir al burdel con las vestimenta ensangrentada, ese mismo uniforme que viste a la hora de sentenciar, más no es adecuado, y más para alguien que se hizo famoso de la noche a la mañana. Un conserje al que todos temen, y adoran a su vez.
Sin más preámbulo, se arregla, cambiando de ropaje, vistiendo de la manera caballerosa; su traje negro con los brillosos zapatos y no se diga de los artefactos, su bastón, con su sombrero, un ejemplar hombre de elite, que camina con el porte en alto, la gallardía en la mirada y su perfecto andar, dirigiéndose al burdel, la mayoría se ha enterado que merodea aquel lugar, siendo uno de los principales señores que deja un capital mayor que los que acuden, el dinero no era de su importancia, cuando algo desea, es porque amerita el precio que ofrece, sabiéndose que si fuese por él, nada alcanzaría a pagar tremendo disfrute.
Recibido como merece, y se ha ganado, no todos tienen la fortuna de conocerle, podrán oír de él, más nunca dirigirse cercanamente, es muy selectivo, ahí es donde se destaca por su particular estética, que al entrar, las miradas salían sobrando, no se enaltece por lo que es, sino los demás hacen verlo de aquella manera, acercándose la matrona, pidiendo su especialidad, una hetera, conservadas solo a aquellos que del oro traslucen sus ojos, pero no entraría en detalle con ello, estaba ya imaginando a su musa mientras avanza a la habitación asignada, tomando la perilla la matrona y la gira con el empuje, a punto de encontrarse con quien armara una escaramuza entre sabanas de seda, y los sentidos alterados.
Sin más preámbulo, se arregla, cambiando de ropaje, vistiendo de la manera caballerosa; su traje negro con los brillosos zapatos y no se diga de los artefactos, su bastón, con su sombrero, un ejemplar hombre de elite, que camina con el porte en alto, la gallardía en la mirada y su perfecto andar, dirigiéndose al burdel, la mayoría se ha enterado que merodea aquel lugar, siendo uno de los principales señores que deja un capital mayor que los que acuden, el dinero no era de su importancia, cuando algo desea, es porque amerita el precio que ofrece, sabiéndose que si fuese por él, nada alcanzaría a pagar tremendo disfrute.
Recibido como merece, y se ha ganado, no todos tienen la fortuna de conocerle, podrán oír de él, más nunca dirigirse cercanamente, es muy selectivo, ahí es donde se destaca por su particular estética, que al entrar, las miradas salían sobrando, no se enaltece por lo que es, sino los demás hacen verlo de aquella manera, acercándose la matrona, pidiendo su especialidad, una hetera, conservadas solo a aquellos que del oro traslucen sus ojos, pero no entraría en detalle con ello, estaba ya imaginando a su musa mientras avanza a la habitación asignada, tomando la perilla la matrona y la gira con el empuje, a punto de encontrarse con quien armara una escaramuza entre sabanas de seda, y los sentidos alterados.
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/03/2016
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Como cada inicio de mes, contaba los francos que, con paciencia y esfuerzo, había conseguido reunir durante esas últimas cuatro semanas. Lo contó una, dos y hasta tres veces, obteniendo siempre el mismo resultado, que no era, ni por asomo, bueno. Suspiró y se dejó caer en la silla. De todo ese dinero, había una parte que terminaría siendo invertida en remedios para no sufrir el mismo destino que su madre. Ella, Nora, había sido un accidente que le había costado la vida a la mujer que le dio a luz. No se culpaba por ello, claro, porque ¿qué podía haber hecho ella? Nada, la señora Salazar había tenido mala suerte, y su hija no pensaba permitir que algo así le ocurriera a ella también.
Recogió todas las monedas y las guardó junto con el resto de sus ahorros, en una caja de madera al fondo de uno de los cajones del guardarropa. Aquella era su pequeña fortuna que algún día esperaba utilizar para salir de allí. Sí, algún día terminaría con todo aquello, saldaría todas las deudas que pudiera tener y dejaría de ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Ese era su objetivo, pero lo cierto era que no había pensado qué haría después, una vez que estuviera fuera de allí. La triste realidad era que no sabía hacer nada más que compartir las sábanas con hombres y mujeres, Madame Moreau ya se había encargado de ello. Ni siquiera le había enseñado a leer y, por supuesto, tampoco a escribir; los francos sabía contarlos por necesidad —y porque algún cliente satisfecho le había dado unas nociones básicas—, pero qué contenta estaría la dueña del burdel si tampoco supiera cómo hacerlo. En resumen, era una analfabeta que nada sabía de la vida y a la que salir de allí se le antojaba un sueño hermoso, pero poco práctico. Además, dentro del burdel tenía techo, comida caliente a diario y, por supuesto, protección, algo que no sabía si conseguiría fuera. Si alguna vez dejaba el oficio, necesitaría muchos más francos de los que ya tenía ahorrados. Al menos, soñar era gratis.
Escondió la caja debajo de la ropa y cerró el cajón antes de quitarse el vestido que llevaba. Pronto recibiría al primer cliente de aquella tarde, y Moreau siempre les repetía que tenían que estar listas unos cuantos minutos antes de la hora. Guardó el vestido en el armario y sacó una bata de fina seda que poco dejaba a la imaginación una vez puesta. Tras ponérsela, se sentó en el tocador frente a un espejo velado por el tiempo y esperó la hora arreglándose el cabello, buscando posibles imperfecciones en la piel y jugueteando con los botes y pinceles que tenía por allí. Escuchó que unos pasos se acercaban a su puerta, y para cuando ésta se abrió, Nora ya estaba de pie y con su mejor sonrisa en el rostro, esperando al hombre que había pagado por pasar unas horas con ella. Moreau dejó que él entrara en la habitación y cerró la puerta, dejándolos solos en la habitación.
—Buenas noches —saludó, acercándose hacia Valcourt—. Me llamo Nora.
La bata que llevaba siseaba con cada paso que daba la joven. Se podía apreciar el movimiento de sus senos bajo la tela, que marcaba cada una de las curvas y protuberancias de su cuerpo, fueran cuales fueran.
Recogió todas las monedas y las guardó junto con el resto de sus ahorros, en una caja de madera al fondo de uno de los cajones del guardarropa. Aquella era su pequeña fortuna que algún día esperaba utilizar para salir de allí. Sí, algún día terminaría con todo aquello, saldaría todas las deudas que pudiera tener y dejaría de ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Ese era su objetivo, pero lo cierto era que no había pensado qué haría después, una vez que estuviera fuera de allí. La triste realidad era que no sabía hacer nada más que compartir las sábanas con hombres y mujeres, Madame Moreau ya se había encargado de ello. Ni siquiera le había enseñado a leer y, por supuesto, tampoco a escribir; los francos sabía contarlos por necesidad —y porque algún cliente satisfecho le había dado unas nociones básicas—, pero qué contenta estaría la dueña del burdel si tampoco supiera cómo hacerlo. En resumen, era una analfabeta que nada sabía de la vida y a la que salir de allí se le antojaba un sueño hermoso, pero poco práctico. Además, dentro del burdel tenía techo, comida caliente a diario y, por supuesto, protección, algo que no sabía si conseguiría fuera. Si alguna vez dejaba el oficio, necesitaría muchos más francos de los que ya tenía ahorrados. Al menos, soñar era gratis.
Escondió la caja debajo de la ropa y cerró el cajón antes de quitarse el vestido que llevaba. Pronto recibiría al primer cliente de aquella tarde, y Moreau siempre les repetía que tenían que estar listas unos cuantos minutos antes de la hora. Guardó el vestido en el armario y sacó una bata de fina seda que poco dejaba a la imaginación una vez puesta. Tras ponérsela, se sentó en el tocador frente a un espejo velado por el tiempo y esperó la hora arreglándose el cabello, buscando posibles imperfecciones en la piel y jugueteando con los botes y pinceles que tenía por allí. Escuchó que unos pasos se acercaban a su puerta, y para cuando ésta se abrió, Nora ya estaba de pie y con su mejor sonrisa en el rostro, esperando al hombre que había pagado por pasar unas horas con ella. Moreau dejó que él entrara en la habitación y cerró la puerta, dejándolos solos en la habitación.
—Buenas noches —saludó, acercándose hacia Valcourt—. Me llamo Nora.
La bata que llevaba siseaba con cada paso que daba la joven. Se podía apreciar el movimiento de sus senos bajo la tela, que marcaba cada una de las curvas y protuberancias de su cuerpo, fueran cuales fueran.
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2016
Re: Sort Dronning; erotisk møde
Nora, ahí estaba, cuán esbelta finura se menea en un minué perfecto; sensual, provocativo, con una delicadeza reflejante en su piel, y el tenue de esta, resalta sus rasgos, y los detallados de su templo. Le observo desde los pies; en la manera en la que se balancea, hasta el rostro, enfocándose en su bata que mantiene a esos redondos y duros senos, ¿cómo lo sabía si no los ha acariciado? Era fácil, es un grandioso espectador, pero no fue por lo que le hizo inclinar la cabeza hacia quien se convirtió al fin en su musa, —y era el permiso, pero en su caso, la palabra de que le tocaría, aquella reverencia ejecutada—. Si no, a esos sedosos cabellos negros, caían como una cascada por su espalda, dando unos pasos más cuando ella se acercaba, resonando el golpe de la puerta tras cerrarse, rodeo en caminata a la dama, porque eso eran para él, —al menos con sus musas; bellas, y valiosas, perpetuas en belleza y adoradas con la grandeza de los hombres—. Extendiendo la mano hacia sus cabellos, rozando con su espalda y entrelaza los dedos con ellos, deslizándolos, apreciando la manera en que descienden, y persiguiendo la comisura de sus labios cuando se mueven de manera atrayente, conservando su sonrisa, más con el índice, acaricia esos carnosos labios, deseables, y húmedos que le invitan a gustar de ellos, ansioso de lamerlos, tirar de ellos con los propios y hasta morderlos, una sensación que a simple vista resurge, ladeando la cabeza, poseía una voz espléndida, tanto que sus armas eran potentes hacia Valcourt, motivado a desplazar el índice por su mentón, por su cuello, por la separación de sus senos, descendiendo un poco más, encontrándose con su ombligo sobre la tersa tela, formulando un círculo pero continúa, empleando la palma en esta ocasión y ahí, el tesoro escondido, la clave de la pasión, y el amor a las divinidades, palpa su base, el centro de la excitación y el lugar donde todo es excitante…
— Nora, eres realmente bella, a comparación con la reseña, fue muy descortés pues no logró describirte a la perfección. Pero, no deseo que me complazcas por hacerlo, ni que actúes por solo el dinero, aquí el precio no importa, estoy habilitado a pagar lo que exijas. Sin embargo, para poder satisfacerme, quiero que en verdad lo sientas, que no imitas gemidos, si quieres verlo de esta manera, digamos que he venido a complacerte, ya que ese es el secreto para hacerlo conmigo.
Mientras se dirige a ella con caballerosidad, tornándose su voz potente y deseosa, gruesa y con acicates inexplicables, ya había demandado por la realidad de la situación, sólo así llegaría a su orgasmo, porque se necesitan de dos para ello, y no solo por maniobras o porque el cuerpo arroje simplemente una reacción. Dedicándose a masajear por debajo de la bata, y por encima de su sexo, acercándose a su rostro, olfateando al acariciar con la nariz, reservadamente lo realizaba, emprendiendo besos cortos hasta llegar a sus gruesos labios, donde termino delineándolos con la extremidad del órgano húmedo. — Llámame Valcourt, pronúncialo.
Susurro muy cerca de sus labios, esperando el momento en que lo haga y así poder adentrar la lengua, para surcar su cavidad con lindeza, presentándose ante ella, y sobre todo ante su intimidad, ya exponiendo su objetivo.
— Nora, eres realmente bella, a comparación con la reseña, fue muy descortés pues no logró describirte a la perfección. Pero, no deseo que me complazcas por hacerlo, ni que actúes por solo el dinero, aquí el precio no importa, estoy habilitado a pagar lo que exijas. Sin embargo, para poder satisfacerme, quiero que en verdad lo sientas, que no imitas gemidos, si quieres verlo de esta manera, digamos que he venido a complacerte, ya que ese es el secreto para hacerlo conmigo.
Mientras se dirige a ella con caballerosidad, tornándose su voz potente y deseosa, gruesa y con acicates inexplicables, ya había demandado por la realidad de la situación, sólo así llegaría a su orgasmo, porque se necesitan de dos para ello, y no solo por maniobras o porque el cuerpo arroje simplemente una reacción. Dedicándose a masajear por debajo de la bata, y por encima de su sexo, acercándose a su rostro, olfateando al acariciar con la nariz, reservadamente lo realizaba, emprendiendo besos cortos hasta llegar a sus gruesos labios, donde termino delineándolos con la extremidad del órgano húmedo. — Llámame Valcourt, pronúncialo.
Susurro muy cerca de sus labios, esperando el momento en que lo haga y así poder adentrar la lengua, para surcar su cavidad con lindeza, presentándose ante ella, y sobre todo ante su intimidad, ya exponiendo su objetivo.
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/03/2016
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Él la rodeo despacio, al ritmo que la situación exigía, y ella giró ligeramente la cabeza para poder seguirle con la mirada, perdiéndole de vista sólo cuando llegó tras ella. Sintió el roce de los dedos sobre su espalda cuando los entrelazó con su pelo, y eso hizo que el vello de todo su cuerpo se erizara al paso del escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Cerró los ojos durante escasos segundos y, cuando los volvió a abrir, Valcourt se encontraba frente a ella acariciando sus labios con el índice. Cuando lo deslizó cuello abajo, Nora pasó la punta de la lengua por los labios, casi como si quisiera saborear el rastro que había dejado él sobre ella. Disfrutó de cada segundo que duró el descenso pausado de los dedos ajenos por su cuerpo, desde el cuello hasta el ombligo, donde las cosquillas la obligaron a sonreír y a tensar su vientre. Siguió bajando la mano, esta vez con la palma completamente extendida, y Nora la siguió con la mirada, curiosa y excitada a la vez. Sí, excitada, porque aquella forma que tenía de acariciarla era algo de lo que, desgraciadamente, no disfrutaba a diario. Asintió a sus palabras con una tímida sonrisa en el rostro (¿tímida? ¿ella?), a falta de algo mejor que decir. Dentro de aquella habitación sobraban las palabras, y más todavía en una situación como aquella, donde la bestialidad de unos había dado paso a la delicadeza de Blâmont.
Aguantó la respiración tras la primera caricia sobre su sexo y fue soltando el aire despacio en la medida que continuaba. El cosquilleo que le produjo el camino de pequeños besos le hizo prestar atención a lo que ocurría en la parte de arriba, y no en la de abajo, de su cuerpo. Entreabrió los labios para recibirle, pero cuál fue su sorpresa cuando él no continuó besándola, sino que le pidió que dijera su nombre en voz alta. Nora se acercó a él y agarró su camisa a la altura de la cintura, mientras que la otra mano ascendía hasta el cuello de Valcourt. Lo acarició con las yemas de los dedos siguiendo el dibujo de su mandíbula, desde la barbilla hasta la oreja, y, sin separar su rostro del ajeno, cumplió con su petición.
—Valcourt —susurró rápido junto a sus labios.
La mano que había quedado en la cintura subió hasta el cuello de la camisa del hombre y desabrochó los dos primeros botones, deslizando los dedos después por debajo la tela para poder tocar su pecho. Las caricias en su bajo vientre seguían y Nora dejó escapar un sonoro suspiro, aferrándose al cuello ajeno con fuerza. Agarró la mano libre de Valcourt y la subió hasta uno de sus senos, aprentándolo dentro de la de él y haciendo que lo masajeara. La respiración entrecortada chocaba contra el rostro de él mientras el deseo crecía con cada roce. Desabrochó los botones restantes y abrió la camisa dejando el pecho y el vientre de él semicubierto. Fue deslizando las palmas de sus manos desde las clavículas en sentido descendente, deteniéndose sólo al llegar a la cintura, donde se aferró con fuerza para aguantar el siguiente gemido, disimulado con un suspiro, pero claramente audible.
—Valcourt —repitió para pedirle algo que ni ella sabía bien qué. ¿Que parara? ¿Que siguiera? ¿Cuánto hacía que un hombre no se dedicaba a darle placer con esa pasión? Demasiado, y la falta de costumbre estaba haciendo que pareciera una virgen en la noche de bodas.
Aguantó la respiración tras la primera caricia sobre su sexo y fue soltando el aire despacio en la medida que continuaba. El cosquilleo que le produjo el camino de pequeños besos le hizo prestar atención a lo que ocurría en la parte de arriba, y no en la de abajo, de su cuerpo. Entreabrió los labios para recibirle, pero cuál fue su sorpresa cuando él no continuó besándola, sino que le pidió que dijera su nombre en voz alta. Nora se acercó a él y agarró su camisa a la altura de la cintura, mientras que la otra mano ascendía hasta el cuello de Valcourt. Lo acarició con las yemas de los dedos siguiendo el dibujo de su mandíbula, desde la barbilla hasta la oreja, y, sin separar su rostro del ajeno, cumplió con su petición.
—Valcourt —susurró rápido junto a sus labios.
La mano que había quedado en la cintura subió hasta el cuello de la camisa del hombre y desabrochó los dos primeros botones, deslizando los dedos después por debajo la tela para poder tocar su pecho. Las caricias en su bajo vientre seguían y Nora dejó escapar un sonoro suspiro, aferrándose al cuello ajeno con fuerza. Agarró la mano libre de Valcourt y la subió hasta uno de sus senos, aprentándolo dentro de la de él y haciendo que lo masajeara. La respiración entrecortada chocaba contra el rostro de él mientras el deseo crecía con cada roce. Desabrochó los botones restantes y abrió la camisa dejando el pecho y el vientre de él semicubierto. Fue deslizando las palmas de sus manos desde las clavículas en sentido descendente, deteniéndose sólo al llegar a la cintura, donde se aferró con fuerza para aguantar el siguiente gemido, disimulado con un suspiro, pero claramente audible.
—Valcourt —repitió para pedirle algo que ni ella sabía bien qué. ¿Que parara? ¿Que siguiera? ¿Cuánto hacía que un hombre no se dedicaba a darle placer con esa pasión? Demasiado, y la falta de costumbre estaba haciendo que pareciera una virgen en la noche de bodas.
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2016
Re: Sort Dronning; erotisk møde
La sensualidad se expande, les une como un imán que no se debe de perder en las irises, esa mirada cautivadora, provocativa, y atrayente. Valcourt la desea con intensidad, adorando su piel, e idolatrando sus largos cabellos. Es una obsesión deleitarlos, son de su preferencia como los de Nora; la suavidad, el brillo, esto posee la magia del cuidado del cuerpo. Sediento ante esa carnosidad, la manera en la que pasea su lengua por sus labios, el ir bajando poco a poco a familiarizarse con su piel, masajeando su femineidad, mirándole con firmeza, mientras observa su sonrisa, es satisfactorio como responde a sus caricias, elevando el ímpetu, posando besos delicados, y ascendiendo hasta que en esos labios, ese aliento, su carne rozaba con la propia, su cercanía le envolvía su perfume; un dulce, un afrodisiaco para elevar su excitación, notando como su cuerpo se desata, su pecho agitado, ansioso de pegarse a su cuerpo, que así como él deseaba hacer tantas cosas, ella las anhelara, moviendo de un lado a otro el rostro para acariciar con su barba sus mejillas, deslizando la falange desocupada al contonear su curva, un costado que detonado la tersa tela se enmarañaba con el movimiento, escuchando su nombre, su voz le invito a caer a sus labios, los recibió con una presión, otorgando un beso corto, pero el suficiente para tatuar el sabor, y el humedecerlos un poco.
Mientras ella le acariciaba el pecho, y sus clavículas, invadió un poco más su intimidad, ascendiendo la mano libre a petición de ella, y al percibir su seno, apretujo, consecutivamente hizo presiones, masajeándolo, un movimiento dulcísimo, en ambos segmentos, alzando en específico dos yemas de los dedos prosiguiendo a una masturbación, encantado de ver como su fluido se esparce por estos, es lo que quiere, es lo que aclaman sus dedos al insinuarse, candentes llevan un ritmo, contorneando sus labios de nueva cuenta hasta ir descendiendo, dejando que la barba rozara por su pecho, y como un hombre esclavo de una musa, se inclinó a sus senos, olfateando discretamente, poniéndose de rodillas lentamente hasta meterse por debajo de su bata, era corta, por lo que indicó una de sus manos que se sostenga de sus hombros, abandonando la base de su sexo, por ir acariciando por completo sus piernas, besándolas, lamiendo entre estas. Desplegándose la lengua hasta ir al monte de venus, y ahí, un dulzón, una delicia capturó, los sabores eran diferentes, cada uno poseía una sensación propia, le estaba preparando, le estaba consumiendo su interior en lengüetazos, no vulgares, nada de él parecía asqueroso, sino, tiene una habilidad para hacerlo creativo, esperado, pedido más que nada, abriendo la boca, lo suficiente para ajustarse a los labios menores e ir meneándola, compartiendo fluidos, penetrando lo posible hasta durar lo suficiente para satisfacer.
En un momento dado, de ya haber humedecido lo necesario, le toma del brazo, y le alza, cargándole y caminando en dirección a la cama, posándola con suavidad que se posesiona de sus labios tras darle un beso corto, contorneando su cadera y presionándose contra ella, haciendo fricción con su bulto entre esas piernas, alzándose para ir desprendiendo de la camisa, y del pantalón, jugueteando con ella, una complicidad con los movimientos para desnudarse, meneando la cadera, como si le estuviese penetrando; sensual, profundo y sumiendo el abdomen y liberándolo, bailando eróticamente, que gira, siendo oportunidad de ella, al tenerla encima, tomando ese tiempo para que con los pies se vaya retirando el pantalón por completo y el calzón que arrastras iba, siendo cubierto el dotado falo por las posaderas de Nora, una perfecta mujer para tomar, acariciando sus piernas, enfocando su mirada, y una sonrisa traviesa, pues ¿por qué no jugar al mismo tiempo?
Mientras ella le acariciaba el pecho, y sus clavículas, invadió un poco más su intimidad, ascendiendo la mano libre a petición de ella, y al percibir su seno, apretujo, consecutivamente hizo presiones, masajeándolo, un movimiento dulcísimo, en ambos segmentos, alzando en específico dos yemas de los dedos prosiguiendo a una masturbación, encantado de ver como su fluido se esparce por estos, es lo que quiere, es lo que aclaman sus dedos al insinuarse, candentes llevan un ritmo, contorneando sus labios de nueva cuenta hasta ir descendiendo, dejando que la barba rozara por su pecho, y como un hombre esclavo de una musa, se inclinó a sus senos, olfateando discretamente, poniéndose de rodillas lentamente hasta meterse por debajo de su bata, era corta, por lo que indicó una de sus manos que se sostenga de sus hombros, abandonando la base de su sexo, por ir acariciando por completo sus piernas, besándolas, lamiendo entre estas. Desplegándose la lengua hasta ir al monte de venus, y ahí, un dulzón, una delicia capturó, los sabores eran diferentes, cada uno poseía una sensación propia, le estaba preparando, le estaba consumiendo su interior en lengüetazos, no vulgares, nada de él parecía asqueroso, sino, tiene una habilidad para hacerlo creativo, esperado, pedido más que nada, abriendo la boca, lo suficiente para ajustarse a los labios menores e ir meneándola, compartiendo fluidos, penetrando lo posible hasta durar lo suficiente para satisfacer.
En un momento dado, de ya haber humedecido lo necesario, le toma del brazo, y le alza, cargándole y caminando en dirección a la cama, posándola con suavidad que se posesiona de sus labios tras darle un beso corto, contorneando su cadera y presionándose contra ella, haciendo fricción con su bulto entre esas piernas, alzándose para ir desprendiendo de la camisa, y del pantalón, jugueteando con ella, una complicidad con los movimientos para desnudarse, meneando la cadera, como si le estuviese penetrando; sensual, profundo y sumiendo el abdomen y liberándolo, bailando eróticamente, que gira, siendo oportunidad de ella, al tenerla encima, tomando ese tiempo para que con los pies se vaya retirando el pantalón por completo y el calzón que arrastras iba, siendo cubierto el dotado falo por las posaderas de Nora, una perfecta mujer para tomar, acariciando sus piernas, enfocando su mirada, y una sonrisa traviesa, pues ¿por qué no jugar al mismo tiempo?
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Sus manos se movían delicadas por el cuerpo de Valcourt, pero ansiosas al mismo tiempo, ansiosas de buscar más, de poseer más. Esa noche tenía la oportunidad de deleitarse con un cuerpo que lejos estaba de parecer desagradable, con un hombre que no se parecía en absolutamente nada a todos los demás que habían pasado por ahí. Ahora sí pudo saborear sus labios, por poco tiempo, y después fue su piel la que bebió de éstos, sedienta, al igual que ella, de un poco de cariño y de pasión. Sintió la humedad entre sus piernas, acrecentada primero por los dedos de él, y por su lengua después. No pudo, ni quiso, aquejar los gemidos que se le escapaban de su garganta, señal inequívoca del gran trabajo que estaba llevando a cabo Valcourt. Mientras estuvo arrodillado frente a ella, la mano de Nora pasó de su hombro a su nuca, donde enredó los dedos en su cabello, acercándolo más hacia su cuerpo. Cerró los ojos. ¡Cielos! Empezaron los calambres en su vientre, muy suaves, gustosos y exigentes. Quería más de él, mucho más.
Sus pies se separaron del suelo y terminó en tumbada en la cama, con increíble suavidad. Un nuevo beso que le supo a ella, a su cuerpo. ¡Qué delicia! Respiró cerca de su rostro para darse cuenta de que el olor de ese sabor se había impregnado en su barba. Se sintió poderosa, como si él entero le perteneciera. Deslizó las manos desde la cintura masculina hasta los hombros, empujando la camisa a su paso y deshaciéndose de ella. Cuando giraron, y una vez estuvo Nora arriba, hizo lo propio con su batín, sintiendo el miembro palpitante bajo ella. La cama era el territorio conocido de la prostituta, lo que confería a sus movimientos seguridad y saber hacer; inclinó el cuerpo hasta que ambos rostros estuvieron a apenas unos centímetros y acarició la mejilla con su nariz, sintiendo el roce de la barba sobre su piel. Posó los labios sobre el cuello de Valcourt que, en contraste, era suave como el terciopelo, y fue descendiendo de la misma manera que lo había hecho él antes. Paró cuando llegó a su entrepierna, donde depositó un beso en la base de su miembro, y después fue acariciándolo con la lengua desde ahí hasta la punta, que volvió a besar antes de envolverlo con sus labios. Lo masajeó con dedicación, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, sin prisa y sin pausa.
Lo sintió listo, pero aún así apuró un poco más antes de separarse y volver a colocarse sobre él. Volvió a inclinar el cuerpo hasta que pudo rozar la nariz ajena con la propia. Se mordió el labio inferior y después se lo hizo a él, estirándolo con suavidad y besándolo después. Coló su mano entre los cuerpos de ambos y, agarrando el miembro firmemente, lo introdujo dentro de ella. Dejó escapar un suspiro y comenzó a balancear sus caderas hacia delante y hacia atrás, arriba y abajo, mientras sus manos repasaban cada centímetro del cuerpo ajeno.
Sus pies se separaron del suelo y terminó en tumbada en la cama, con increíble suavidad. Un nuevo beso que le supo a ella, a su cuerpo. ¡Qué delicia! Respiró cerca de su rostro para darse cuenta de que el olor de ese sabor se había impregnado en su barba. Se sintió poderosa, como si él entero le perteneciera. Deslizó las manos desde la cintura masculina hasta los hombros, empujando la camisa a su paso y deshaciéndose de ella. Cuando giraron, y una vez estuvo Nora arriba, hizo lo propio con su batín, sintiendo el miembro palpitante bajo ella. La cama era el territorio conocido de la prostituta, lo que confería a sus movimientos seguridad y saber hacer; inclinó el cuerpo hasta que ambos rostros estuvieron a apenas unos centímetros y acarició la mejilla con su nariz, sintiendo el roce de la barba sobre su piel. Posó los labios sobre el cuello de Valcourt que, en contraste, era suave como el terciopelo, y fue descendiendo de la misma manera que lo había hecho él antes. Paró cuando llegó a su entrepierna, donde depositó un beso en la base de su miembro, y después fue acariciándolo con la lengua desde ahí hasta la punta, que volvió a besar antes de envolverlo con sus labios. Lo masajeó con dedicación, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, sin prisa y sin pausa.
Lo sintió listo, pero aún así apuró un poco más antes de separarse y volver a colocarse sobre él. Volvió a inclinar el cuerpo hasta que pudo rozar la nariz ajena con la propia. Se mordió el labio inferior y después se lo hizo a él, estirándolo con suavidad y besándolo después. Coló su mano entre los cuerpos de ambos y, agarrando el miembro firmemente, lo introdujo dentro de ella. Dejó escapar un suspiro y comenzó a balancear sus caderas hacia delante y hacia atrás, arriba y abajo, mientras sus manos repasaban cada centímetro del cuerpo ajeno.
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Excitado; envuelto en la magia profunda de la carne, sabe Nora acariciar con desenfreno y pasión, la siente candente, atraída a sus caricias, a las demandas que el mismo cuerpo le pide a ella, siendo cómplice del libido altivo que le sumerge a seguir frotandose contra ella, el sostener su peso, e interpretar su respiración ansiosa, anhelosa de que continúe en el clímax de las posiciones amatorias. Quizás se haya percatado que tan fogoso es Valcourt con un templo que ha sabido despertarle, pues se vuelve juguetón, y comete acciones obscenas, pero ¿quién sería libre de crímenes cuando se trata del lecho de una mujer? Porque, sí, lo vuelven loco, sus exigencias gritan por empaparse de ella. Sintiéndola ya suya al percibir como su cuerpo reacciona, por esa noche le pertenecía; en cuerpo y alma. Respirando su aroma impregnada de entre sus piernas, el perfume que el mismo calor exterioriza, hasta la humedad que las bocas ejecutan ante besos. Así, atraído a beber cada esencia que emane de su cuerpo, tal que esos suaves dedos, aparte de sentirlos entre sus cabellos, añoraba que viajasen por todo su cuerpo, que le tantearan. Sí, que su desnudez fuese acelerada por sus manos, que la impaciencia socorriera en ese instante, y que la fuerza fuese descubierta para alocarse en ya penetrarse, deleitando de manera insana su silueta, aquellos redondos senos que en cuanto fueron descubiertos los cubrió con las manos, apretando de estos, forjando movimientos sensuales de arriba y hacia abajo, meneando la cintura, para que su falo recibiera atención con esas posaderas firmes.
Con los suculentos movimientos, la manera en la que le incita a perseguir su rostro con la dulzura y provocación, giró el rostro para que no quede el roce en la mejilla sino en los labios, recorrió su nariz, de arriba hacia abajo, sus labios (sin besar) , en su mentón, hasta que se perdieron aquellos labios en el propio cuello, haciéndole cavidad para disfrutar más de ello, interesado en cómo va bajando, se alza un poco, relamiéndose los labios, sediento como su falo se denota: endurecido. Se dedicó a observar, sonriendo de manera viciosa, el cómo besa, la atención dada a su miembro, sumiendo el abdomen ante la humedad recibida, el como la carnosidad de esos labios va magreando su cuero, siendo una boca experta en el placer, ¡le encantaba!, perdiéndose en la sensación hasta que cambio con su mano al poseerlo. La atrajo a él, con un empujón para penetrar su cavidad, y hacerlo más profundo, y más adictivo, que sintiera la potencia, esa fuerza en la que le atrae, en la que lleva el beso a un ardiente meneo, combinando la agitación, mientras ella subía, él bajaba, mientras ella echaba el cuerpo hacia atrás, Valcourt iba hacia el lado que haría más penetrante, hallando el punto de ebullición.
Durando por unos momentos en esa posición, hasta que medio se alza, (sentándose, sus pies podían tocar sus posaderas), y a ella la elevo, invitándole a saltar junto con él, besando su cuello al hacer que echara la cabeza hacia atrás, caían sus cabellos por los que sintió con las manos mientras subía y bajaba de su cadera, siendo la cama su apoyo para tomar vuelo en el ajetreo, y enalteciendo aquella habitación en sonidos placidos, púes el choque entre su pelvis y sus posaderas, eran los golpes de la dureza empleada en el acto, subiendo poco a poco el ritmo, y en lo que se aceleraba, ella iba descendiendo, curveando su silueta, sujetándole de la espalda mientras los vaivenes emplean una danza como un minué. Donde la mujer era la reina de la sensualidad; pues son sus pechos los que hipnotizan al hombre para menearse y seguir viendo como estos se balancean, el omo su vientre sube y baja, siendo maravilloso como entra y sale de ella, el cómo la mantiene atada y alejada, esa música espléndida para segregar y hacer maniobras con los sexos empapados.
Con los suculentos movimientos, la manera en la que le incita a perseguir su rostro con la dulzura y provocación, giró el rostro para que no quede el roce en la mejilla sino en los labios, recorrió su nariz, de arriba hacia abajo, sus labios (sin besar) , en su mentón, hasta que se perdieron aquellos labios en el propio cuello, haciéndole cavidad para disfrutar más de ello, interesado en cómo va bajando, se alza un poco, relamiéndose los labios, sediento como su falo se denota: endurecido. Se dedicó a observar, sonriendo de manera viciosa, el cómo besa, la atención dada a su miembro, sumiendo el abdomen ante la humedad recibida, el como la carnosidad de esos labios va magreando su cuero, siendo una boca experta en el placer, ¡le encantaba!, perdiéndose en la sensación hasta que cambio con su mano al poseerlo. La atrajo a él, con un empujón para penetrar su cavidad, y hacerlo más profundo, y más adictivo, que sintiera la potencia, esa fuerza en la que le atrae, en la que lleva el beso a un ardiente meneo, combinando la agitación, mientras ella subía, él bajaba, mientras ella echaba el cuerpo hacia atrás, Valcourt iba hacia el lado que haría más penetrante, hallando el punto de ebullición.
Durando por unos momentos en esa posición, hasta que medio se alza, (sentándose, sus pies podían tocar sus posaderas), y a ella la elevo, invitándole a saltar junto con él, besando su cuello al hacer que echara la cabeza hacia atrás, caían sus cabellos por los que sintió con las manos mientras subía y bajaba de su cadera, siendo la cama su apoyo para tomar vuelo en el ajetreo, y enalteciendo aquella habitación en sonidos placidos, púes el choque entre su pelvis y sus posaderas, eran los golpes de la dureza empleada en el acto, subiendo poco a poco el ritmo, y en lo que se aceleraba, ella iba descendiendo, curveando su silueta, sujetándole de la espalda mientras los vaivenes emplean una danza como un minué. Donde la mujer era la reina de la sensualidad; pues son sus pechos los que hipnotizan al hombre para menearse y seguir viendo como estos se balancean, el omo su vientre sube y baja, siendo maravilloso como entra y sale de ella, el cómo la mantiene atada y alejada, esa música espléndida para segregar y hacer maniobras con los sexos empapados.
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Si de algo sabía Nora, era de hombres. No sabía leer ni escribir, de la vida había visto lo justo para querer quedarse entre esas paredes el mayor tiempo posible, librándose así del hambre y la precariedad. Pero de hombres… ¡Ay! Los había visto de todas las clases habidas y por haber y en todos los estados posibles. Dentro de su simple humanidad, había desarrollado un fino instinto para detectar de qué clase era el que entraba por la puerta, fruto todo de la experiencia que le habían dado los años. Es ese instinto el que le hacía esperar lo mejor y lo peor en cada ocasión, el que le ayudaba a tomar la decisión de dejarse llevar o de comedirse y hacer lo justo para satisfacer los deseos de sus clientes. Y era ese mismo instinto el que le decía que Valcourt no era un hombre corriente. Corriente, claro está, para la clase de hombres que entraban allí. Él tenía todo lo que un hombre debía tener cuando compartía el lecho con una mujer, y no sólo en el ámbito físico (porque había que admitir que era un hombre atractivo): era atento y cuidadoso, y sabía bien qué hacer con Nora para despertar en ella el mayor deseo posible; era incluso tierno cuando buscaba sus labios, aun sin conocerla de absolutamente nada, haciéndola sentirse importante y deseada.
Por supuesto, esa veneración que sentía por su cuerpo debía ser recompensada. Nora no paró el movimiento de caderas, sino que jugaba con el ritmo para darse respiros que le permitieran retomar el aliento sin privarle a él del placer carnal. Ni a ella, por supuesto. Vaciaba sus pulmones con cada embestida, a veces acompañados de suaves gemidos casi susurrantes; otras, en cambio, claramente audibles desde el vestíbulo. Se dejaba llevar, simplemente, porque no había nada de lo que avergonzarse, no allí.
Valcourt se incorporó y la alzó ligeramente, haciendo que entrara más en ella, si eso era posible. La boca entreabierta pedía un aire que comenzaba a faltarle en los pulmones, debido a ese ritmo incesante que estaban siguiendo entre los dos. Las rodillas firmemente ancladas a la cama la ayudaban a subir y bajar, a arquear la espalda tanto como podía, buscando el máximo roce entre los cuerpo en aquellos puntos en los que el placer la hacía explotar. ¡Qué placer! ¡Qué experiencia, fruto casi del azar! Deseaba darle más, pero no sabía qué. ¿Cómo hacer que aquella velada fuera tal y como él esperaba? Acercó el rostro al oído de Valcourt y reprimió un gemido para poder hablar.
—¿Qué más deseas? —susurró—. Pídemelo, lo que sea. Y lo haré.
Así era, haría lo que fuera que deseara porque, para ella, Valcourt se había ganado cada segundo de su atención. ¡Ojalá fueran así todos sus días y sus noches!
Por supuesto, esa veneración que sentía por su cuerpo debía ser recompensada. Nora no paró el movimiento de caderas, sino que jugaba con el ritmo para darse respiros que le permitieran retomar el aliento sin privarle a él del placer carnal. Ni a ella, por supuesto. Vaciaba sus pulmones con cada embestida, a veces acompañados de suaves gemidos casi susurrantes; otras, en cambio, claramente audibles desde el vestíbulo. Se dejaba llevar, simplemente, porque no había nada de lo que avergonzarse, no allí.
Valcourt se incorporó y la alzó ligeramente, haciendo que entrara más en ella, si eso era posible. La boca entreabierta pedía un aire que comenzaba a faltarle en los pulmones, debido a ese ritmo incesante que estaban siguiendo entre los dos. Las rodillas firmemente ancladas a la cama la ayudaban a subir y bajar, a arquear la espalda tanto como podía, buscando el máximo roce entre los cuerpo en aquellos puntos en los que el placer la hacía explotar. ¡Qué placer! ¡Qué experiencia, fruto casi del azar! Deseaba darle más, pero no sabía qué. ¿Cómo hacer que aquella velada fuera tal y como él esperaba? Acercó el rostro al oído de Valcourt y reprimió un gemido para poder hablar.
—¿Qué más deseas? —susurró—. Pídemelo, lo que sea. Y lo haré.
Así era, haría lo que fuera que deseara porque, para ella, Valcourt se había ganado cada segundo de su atención. ¡Ojalá fueran así todos sus días y sus noches!
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
¿Cómo decirle lo que quiere Valcourt? Que su piel, su aroma, su silueta, sus manos, cada segmento; como su perfume, sus gemidos, y sobre todo su sudor, es lo que ansía arrancarle, devorar con el mismo templo su todo: cada sensación, volverla loca, que sea su humedad la que caiga en su pelvis, en su pecho, en su boca… Que entre los placeres siempre él que guste bien de ellos, ya que lleva una demencia interna, porque entre caballerismo los peores hombres se esconden, quizás no lo ve ella, porque en esa noche; es la dulzura, la dedicación, y el disfrute entre el tiempo y el orgasmo que se debe de dar para salir satisfecho de ahí. Eso es el mismo dominio sexual, comenzar con la suavidad para que después sean ellas las que deseen la intensidad, no solo de un balanceo, sino de indagar en las oscuridades del sexo, lo que el cuerpo teme a recibir pero que anhela silenciosamente que le hagan, que no se vea la inmoralidad de los actos, ya que se pecaría de mesura excitación. Así, una vez que los cuerpos se unieron, y seguir el mismo ritmo, el mismo temperamento y el deseo al jugar entre la respiración, el movimiento y la posición. La travesía comenzaba, ahí estaba lo que esperaba. Escucharla, y fueron como respuesta su boca la que recorrió el cuello y mordió de este, ligeramente, seducido a su voz, le recorre lo que resta de este con la lengua, llegando a su boca y le delinea el contorno de sus labios.
— Haz que me corra, no de esta manera, quiero hacerlo por detrás, pero que seas tú quien lo haga.
Le susurro, mientras se iba saliendo de su intimidad, alzándola al tomar sus costados y le ayudó a girar, mostrándole la posición, mientras él se va recostando boca arriba, y ella le da la espalda, posicionando, que debía estar sentada en su miembro, mirando en dirección a los pies, y que sea su cavidad anal la que ejecute el trabajo. La quería ver, admirar su espalda, y como al principio, tiene cierta enfermedad por el cabello negro y por ende largo, que deleitarse de aquella manera, ayudaría a mantener su interés en ella, aparte que su miembro es exigente y son los lugares más estrechos al que recurre, pues verse coronado por esta, le mantiene el libido, y es como inició su demanda, ya observar esas posaderas contraídas y en acción, sin ser nada a comparación de lo que Valcourt demanda, y para ella es el principio de una locura que él mismo compartió, porque eso es lo que realmente quiere, que no le olvide, que le recuerde, que se convierta en algo perverso pensar en él, que cometa el error que algunas hacen, pensar en alguien más cuando están con otro, que sea solo a Valcourt a quien vea, porque si, la quiere volver como una adicta a las peticiones de él, que tenga esa necesidad de buscarlo y le pida que tome su cuerpo, esa es su verdadera petición, pero por si sola se tiene que hacer realidad, y no es por ser él, pero tendrá que ser así, pues hará lo necesario para que ese cuerpo solo se despierte, y sienta lo que es el sentir una mezcla de evocaciones.
Lamento la demora, ciertamente creí que ya había respondido, y hasta apenas me doy cuenta que no fue así. Una disculpa por ello.— Haz que me corra, no de esta manera, quiero hacerlo por detrás, pero que seas tú quien lo haga.
Le susurro, mientras se iba saliendo de su intimidad, alzándola al tomar sus costados y le ayudó a girar, mostrándole la posición, mientras él se va recostando boca arriba, y ella le da la espalda, posicionando, que debía estar sentada en su miembro, mirando en dirección a los pies, y que sea su cavidad anal la que ejecute el trabajo. La quería ver, admirar su espalda, y como al principio, tiene cierta enfermedad por el cabello negro y por ende largo, que deleitarse de aquella manera, ayudaría a mantener su interés en ella, aparte que su miembro es exigente y son los lugares más estrechos al que recurre, pues verse coronado por esta, le mantiene el libido, y es como inició su demanda, ya observar esas posaderas contraídas y en acción, sin ser nada a comparación de lo que Valcourt demanda, y para ella es el principio de una locura que él mismo compartió, porque eso es lo que realmente quiere, que no le olvide, que le recuerde, que se convierta en algo perverso pensar en él, que cometa el error que algunas hacen, pensar en alguien más cuando están con otro, que sea solo a Valcourt a quien vea, porque si, la quiere volver como una adicta a las peticiones de él, que tenga esa necesidad de buscarlo y le pida que tome su cuerpo, esa es su verdadera petición, pero por si sola se tiene que hacer realidad, y no es por ser él, pero tendrá que ser así, pues hará lo necesario para que ese cuerpo solo se despierte, y sienta lo que es el sentir una mezcla de evocaciones.
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Los ojos de Nora se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron más de lo que ya estaban. Quería que fuera ella la que lo hiciera terminar por detrás, algo que, a pesar de su profesión, no muchos se habían atrevido a pedirle. Pensándolo bien, Nora sólo había tenido que hacerlo en dos ocasiones, y en ambas los hombres iban demasiado borrachos (y flácidos) como para saber bien lo que hacían, con lo que no podía contarlas como experiencias completas; uno de ellos no duró ni dos minutos, y del otro ni siquiera recordaba que hubiera conseguido terminar. Había oído a sus compañeras hablar sobre un millón de experiencias distintas relacionadas con esa práctica que le pedía Valcourt; algunas temblaban cada vez que imaginaban a un hombre pidiéndoles algo así, mientras que otras estaban deseando que llegara el momento de darles la espalda y ofrecerles el trasero. Nora se mordió el labio inferior con fuerza y le sonrió de manera lujuriosa. Sus ojos brillaban expectantes porque realmente no sabía qué debía esperar de aquello, pero había entrado en una dinámica en la que dudaba de que pudiera disgustarle.
Elevó el cuerpo y dejó que él la guiara hasta ponerse en la posición correcta, pero no le dejó entrar de inmediato. Movió las caderas haciendo que sus nalgas rozaran el miembro de Valcourt, incitándolo antes de sujetarlo con su mano para introducirlo dentro de ella. Descendió despacio hasta que su trasero chocó con la pelvis de él. La sensación fue extraña, y al principio dolorosa. Ahogó un quejido y cerró los ojos con fuerza, pero no dejó de moverse; sentía que, cuando más lo hacía, la resistencia era menor y, por tanto, conseguía que el dolor remitiera, dejando paso a un cosquilleo distinto al habitual, pero igualmente delicioso.
Aflojó los párpados y entreabrió los ojos, sin fijar la mirada en un lugar en concrero. Su habitación se dibujaba algo difuminada frente a ella, pero la encontró desconocida, como si no fuera capaz de reconocerse dentro de ella. Dejó escapar el aire de golpe y echó la cabeza hacia atrás, haciendo que su melena cayera hasta que las puntas rozaran la parte baja de su espalda. Su cuerpo también se inclinó ligeramente, de manera que su sexo quedó expuesto. Aprovechó ese momento para llevar una de sus manos hasta él y comenzar así a acariciarse, aumentando el placer hasta límites que nunca creyó que sentiría. Su vientre era como el foco de un incendio que se iba extendiendo poco a poco hacia el resto de su cuerpo. Gimió desde el fondo de su garganta y gritó el nombre de Valcourt, soltando un suspiro después. Sentía que el clímax llegaba, sus muslos tensos y endurecidos seguían soportando su peso y sus movimientos, cada vez más rápidos y exigentes. Se le erizó todo el vello del cuerpo ante ese fin tan próximo. Deseaba que llegara, pero, a su vez, quería alargarlo lo máximo posible. ¡Pobre Nora! Estaba tan poco acostumbrada a esa cantidad de placer que su cuerpo parecía quedarse pequeño para albergarlo todo.
Elevó el cuerpo y dejó que él la guiara hasta ponerse en la posición correcta, pero no le dejó entrar de inmediato. Movió las caderas haciendo que sus nalgas rozaran el miembro de Valcourt, incitándolo antes de sujetarlo con su mano para introducirlo dentro de ella. Descendió despacio hasta que su trasero chocó con la pelvis de él. La sensación fue extraña, y al principio dolorosa. Ahogó un quejido y cerró los ojos con fuerza, pero no dejó de moverse; sentía que, cuando más lo hacía, la resistencia era menor y, por tanto, conseguía que el dolor remitiera, dejando paso a un cosquilleo distinto al habitual, pero igualmente delicioso.
Aflojó los párpados y entreabrió los ojos, sin fijar la mirada en un lugar en concrero. Su habitación se dibujaba algo difuminada frente a ella, pero la encontró desconocida, como si no fuera capaz de reconocerse dentro de ella. Dejó escapar el aire de golpe y echó la cabeza hacia atrás, haciendo que su melena cayera hasta que las puntas rozaran la parte baja de su espalda. Su cuerpo también se inclinó ligeramente, de manera que su sexo quedó expuesto. Aprovechó ese momento para llevar una de sus manos hasta él y comenzar así a acariciarse, aumentando el placer hasta límites que nunca creyó que sentiría. Su vientre era como el foco de un incendio que se iba extendiendo poco a poco hacia el resto de su cuerpo. Gimió desde el fondo de su garganta y gritó el nombre de Valcourt, soltando un suspiro después. Sentía que el clímax llegaba, sus muslos tensos y endurecidos seguían soportando su peso y sus movimientos, cada vez más rápidos y exigentes. Se le erizó todo el vello del cuerpo ante ese fin tan próximo. Deseaba que llegara, pero, a su vez, quería alargarlo lo máximo posible. ¡Pobre Nora! Estaba tan poco acostumbrada a esa cantidad de placer que su cuerpo parecía quedarse pequeño para albergarlo todo.
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Atractiva, y hermosa, realmente deseable en su mirada, en su subordinación, no a él, sino al mismo placer. Tan misteriosa, y tan dispuesta a conocer mas allá de lo cotidiano de lo prudente. Él ansioso, iniciaba un sendero de gemidos y golpes entre las las posaderas de Nora y su pelvis, una propia fragancia en la que, ¿cómo podía no aceptar a la enfermedad en ese instante? Porque él es el virus maligno de las perversiones, macabros deseos esconde y verse complacido por las posiciones amatorias junto con ese fetiche glamouroso de los cabellos caídos, el verlos mientras ella se posiciona, cuidadosa introduce el miembro después de jugar con este. Le encantó verse atrapado entre la carne de sus posaderas, conociendo poco a poco esa cavidad hasta que la opresión en su glande le hizo liberar un quejido, estrecho como quería, el cuero de este se vio obligado a descender conforme ella lo introducía, y se meneaba, mientras que su miembro es acariciado entre sus posaderas con un halago a la propia carne que entre las fricciones, permanecía endurecido, húmedo por la cavidad ajena y es que el perfume sexoso comenzaba a embriagar a Valcourt, seduciendole en mente y por supuesto en cuerpo. Como una droga ante la visión, veía esa silueta desplegarse con sensuales movimientos, correspondiendo al bailoteo de la misma manera, todo era verdadero en esa cama, tanto que ir acariciando esos cabellos le hacía recorrer electricidad por todo su cuerpo, considerados espasmos, tan excitado que el respirar se podía denotar en la manera que inhala y exhala, yendo más para observar, esas redondas nalgas que se abrían y cerraban conforme subían y bajaban, un divino paisaje motivandolo a que se viese como una preciosa cascada, en la que chorree agua más solo serian los fluidos, el semen que lo bañe.
Hundiéndose a los vaivenes, dejando fluir sus pensamientos y verla por un instante al cerrar los ojos, el como viene hacia él, revoloteando sus senos, abriendo los ojos y adorando esas nalgas, una y otra vez, combinado, como el ir subiendo y bajando la cadera, compensando los movimientos para que la penetración fuese completa, tan profunda. Siendo minutos los transcurridos, alocado a ella, al miembro que segregaba, apoyándose de los codos y elevo el ritmo, siendo escandaloso el choque de sus sexos, él quejándose de manera baja pero perceptible a los oídos de ella, embrujado por los gemidos ajenos y por sus movimientos, fue un momento duradero y el suficiente para correrse. Arrojando su esencia, en la que se basó en deleitar como esta se salía por el brutal movimiento, porque no se detuvo, continuaba en empujarla hasta que saliera todo, disminuyendo el ritmo de a poco, hasta que no hubo ninguno pero no le permitió que se saliera de él, Valcourt se alzó, sentándose y deslizó las falanges por debajo de sus axilas, magreando sus redondos senos y lamiendo el sudor de su nuca al mover sus cabellos con el mentón.
— Hueles exquisito, tanto que podría comerte. Has cumplido con toda expectativa, tanto que será difícil olvidarlo. Y espero que mi petición fuese verdadera, porque realmente lo sentí real.
Sono peor que un animal hambriento pero como un hombre satisfecho, queriendo recuperar energía.
Recorriendo toda esa piel expuesta, acariciando esos pezones, ya que así como se presentó debía despedirse de estas. Esperando que realmente haya cumplido con su deseo, el cual es que le recuerde y quiera mas de él. Pero, aun estan ahi, y va a aprovecharlo, realmente le gusto ese arte que representa.
Hundiéndose a los vaivenes, dejando fluir sus pensamientos y verla por un instante al cerrar los ojos, el como viene hacia él, revoloteando sus senos, abriendo los ojos y adorando esas nalgas, una y otra vez, combinado, como el ir subiendo y bajando la cadera, compensando los movimientos para que la penetración fuese completa, tan profunda. Siendo minutos los transcurridos, alocado a ella, al miembro que segregaba, apoyándose de los codos y elevo el ritmo, siendo escandaloso el choque de sus sexos, él quejándose de manera baja pero perceptible a los oídos de ella, embrujado por los gemidos ajenos y por sus movimientos, fue un momento duradero y el suficiente para correrse. Arrojando su esencia, en la que se basó en deleitar como esta se salía por el brutal movimiento, porque no se detuvo, continuaba en empujarla hasta que saliera todo, disminuyendo el ritmo de a poco, hasta que no hubo ninguno pero no le permitió que se saliera de él, Valcourt se alzó, sentándose y deslizó las falanges por debajo de sus axilas, magreando sus redondos senos y lamiendo el sudor de su nuca al mover sus cabellos con el mentón.
— Hueles exquisito, tanto que podría comerte. Has cumplido con toda expectativa, tanto que será difícil olvidarlo. Y espero que mi petición fuese verdadera, porque realmente lo sentí real.
Sono peor que un animal hambriento pero como un hombre satisfecho, queriendo recuperar energía.
Recorriendo toda esa piel expuesta, acariciando esos pezones, ya que así como se presentó debía despedirse de estas. Esperando que realmente haya cumplido con su deseo, el cual es que le recuerde y quiera mas de él. Pero, aun estan ahi, y va a aprovecharlo, realmente le gusto ese arte que representa.
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Movía su mano con violencia, tanto que hubo un momento en el que se hizo hasta daño, pero no le importó. El placer que estaba sintiendo era tan intenso que no había sitio para nada más. El miembro de Valcourt entraba y salía con movimientos cada vez más rápidos y frenéticos, fruto de la excitación que parecía que él también sentía. Escuchar sus gemidos roncos tras de sí la hizo gritar a ella también, como si se tratara de un dueto cantado en el escenario de una ópera.
Lo sintió moverse en la cama, pero no se giró para mirarlo. La postura que había adoptado, fuera cual fuera, hizo que entrara más profundo en ella, lo suficiente para dejar de masturbarse y hacer que él la llevara hasta el clímax, algo que no tardó en llegar. Dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un grito desde lo más profundo de su garganta, mientras sentía cómo el líquido caliente que emanaba su propio cuerpo corría entre sus muslos. También notó el de él desbordarse tras los últimos movimientos, energéticos y profundos, haciéndola sentirse húmeda y sucia, pero increiblemente saciada.
Para cuando quiso darse cuenta, ya lo tenía pegado a su espalda, con las manos en torno a su cuerpo estrujando sus senos. Apartó la melena con una mano para dejar su nuca al descubierto. La respiración del hombre contra su piel, seguido del roce de la lengua, le erizó la piel de tal manera que la hubiera vuelto a excitar si no se encontrara tan exhausta.
—Ya lo creo que ha sido verdadera —dijo, aún con el aliento entrecortado. Agarró una de las manos de Valcourt y la apretó, envolviendo su pecho con fuerza. Dolía, pero ella no lo notaba—. Y una de las mejores, si no la mejor.
Levantó las caderas para dejarlo salir y se dio la vuelta con un movimiento delicado y rápido. El movimiento hizo que su olfato percibiera el olor a sexo y lujuria, pero, ¿a qué iba a oler, si no, un burdel? ¿No estaban ellas allí para eso?
Se sentó a horcajadas sobre él y pasó sus brazos en torno al cuello del hombre, pegando su pelvis a la ajena. Todavía podía sentir el latido en su sexo, que no había dejado aún de segregar.
—¿Volverá? —preguntó de manera descarada, puesto que ella realmente lo deseaba—. Y, si lo hace, ¿preguntará por mí, o deberé convencerlo de que lo haga?
Lo sintió moverse en la cama, pero no se giró para mirarlo. La postura que había adoptado, fuera cual fuera, hizo que entrara más profundo en ella, lo suficiente para dejar de masturbarse y hacer que él la llevara hasta el clímax, algo que no tardó en llegar. Dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un grito desde lo más profundo de su garganta, mientras sentía cómo el líquido caliente que emanaba su propio cuerpo corría entre sus muslos. También notó el de él desbordarse tras los últimos movimientos, energéticos y profundos, haciéndola sentirse húmeda y sucia, pero increiblemente saciada.
Para cuando quiso darse cuenta, ya lo tenía pegado a su espalda, con las manos en torno a su cuerpo estrujando sus senos. Apartó la melena con una mano para dejar su nuca al descubierto. La respiración del hombre contra su piel, seguido del roce de la lengua, le erizó la piel de tal manera que la hubiera vuelto a excitar si no se encontrara tan exhausta.
—Ya lo creo que ha sido verdadera —dijo, aún con el aliento entrecortado. Agarró una de las manos de Valcourt y la apretó, envolviendo su pecho con fuerza. Dolía, pero ella no lo notaba—. Y una de las mejores, si no la mejor.
Levantó las caderas para dejarlo salir y se dio la vuelta con un movimiento delicado y rápido. El movimiento hizo que su olfato percibiera el olor a sexo y lujuria, pero, ¿a qué iba a oler, si no, un burdel? ¿No estaban ellas allí para eso?
Se sentó a horcajadas sobre él y pasó sus brazos en torno al cuello del hombre, pegando su pelvis a la ajena. Todavía podía sentir el latido en su sexo, que no había dejado aún de segregar.
—¿Volverá? —preguntó de manera descarada, puesto que ella realmente lo deseaba—. Y, si lo hace, ¿preguntará por mí, o deberé convencerlo de que lo haga?
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Decían que a un hombre se le conoce en el acto sexual, pero lo correcto es, que apenas se empieza a conocer. Porque, es ahí donde revelan los secretos más profundos, los deseos que nadie conoce hasta el momento en que se meten a la cama e inicia la revelación de uno para con el otro. (Aunque no sea necesariamente sobre la cama, hay infinidades de posiciones, y por ende lugares tan espléndidos para ello) Por lo que, no solo al hombre, sino a la mujer se le descubre, y es donde se pregunta si llego a entender sus fantasías, aquella. Ya que, Nora parece ser muy conocedora, demasiado. Que el lograr complacer al Conciergerie, eran altas expectativas que se tenían. Que ella cumplió con lo ansiado, fue tan exquisito, y excelso que era imposible no volver con ella. Y por todo lo que complació; desde que movió esas posaderas como dominante en la cama, captando toda su atención del cómo se desplazaba su figura, desde el contorno de sus caderas y el abrir y cerrar de sus redondas nalgas. Hizo que se corriera con sus vaivenes, disfruto el miembro la atención, que el presionar sus senos, y el ir lamiendo un poco de su sudor, fue que querría volver a disfrutarla. ¡No cabe la menor duda! Necesitaba volver a escucharla gemir, el ver la violencia con la que puede despertar a una mujer de manera delicada y atractiva, que está pierda el pudor en todo estricto sentido, y que al haberla golpeado con la pelvis contra sus posaderas, se convirtiera ese instante en una éxtasis, en algo más que un intercambio de fluidos que hicieron que los mismos cuerpos reaccionaran y terminaran en un orgasmo. El cual se percataron aquellas cuatro paredes del escándalo sexual, pero muy emotivo para quien goza de una nota perfecta para el sentir.
En cuanto se fueron mezclando en la pestilencia del sexo, había pegado su pecho a su espalda, magreando sus redondos senos, y al sentir su mano sobre la suya, ejerciendo presión en esta, le mordió levemente el lóbulo, hasta permitir que se alzara de él. Y ahí es donde noto como se deslizaba el fluido de entre sus piernas, cayendo escasamente gotas en las propias piernas y al final, la humedad quedó tatuada en la parte de entre su abdomen y pelvis cuando ella se giró y se sentó sobre él. Adorando el cómo se eleva ese exquisito perfume hasta su olfato, recibiendola al sostener su espalda e inclinarla un poco para ir acariciando de esta con ambas manos al sujetarle, inclinándose levemente para lamer su mentón hasta emprender una delicada mordida.
— No estoy muy convencido, ¿qué es lo que harías para irme con tu nombre y volver una vez más? —, bromeo, pero el tono de su voz sonó convencido, mirándola con firmeza, y moviendo el rostro al ajeno, como si quisiese su barba acariciar un poco a Nora, de momento hasta su nariz participó en ese movimiento; — ¿Y si te dijera que me gustaría que fueses tú, quien me fuera a visitar, irías? No es algo que sea prohibido, ¿o, sí? —. Inquirió, soltando el aliento sobre su boca, esperando que la abriera para que él accediera a esta al ir introduciendo su lengua y capturar la ajena, que se unieran en un jugueteo hasta terminar por chuparla. — Vivo en las lejanías del bosque, por donde el camino se va despejando de entre las calles, siguiendo ese sendero hasta topar con el pasto y si sigues avanzando, encontrarás la parte trasera de la cabaña, púes parece muy escondida, pero hallarás un pequeño lago. Si es que te permiten ir, o que tú quieras venir a mí, ahí búscame, alrededor de las 9 en adelante estaré…
Fue una insinuación de que el señor Blâmont podría ser que no regresara, aunque era más bien un juego nuevo, el ver si sería capaz de ir a visitarlo, exponiéndose a que pueda ocurrirle algo, púes el lugar expuesto no es un lugar adecuado para una mujer refinada, pero sí perfecto para alguien como ella, ya que, ahí sería como un escondite al cual podrían darle varias funciones, solo era cuestión de esperar lo que decidirá. Pues un hombre como él, aparte de los secretos, es muy intenso. Por lo que, ¿qué se esperaría de él con esa propuesta? Demasiado...
En cuanto se fueron mezclando en la pestilencia del sexo, había pegado su pecho a su espalda, magreando sus redondos senos, y al sentir su mano sobre la suya, ejerciendo presión en esta, le mordió levemente el lóbulo, hasta permitir que se alzara de él. Y ahí es donde noto como se deslizaba el fluido de entre sus piernas, cayendo escasamente gotas en las propias piernas y al final, la humedad quedó tatuada en la parte de entre su abdomen y pelvis cuando ella se giró y se sentó sobre él. Adorando el cómo se eleva ese exquisito perfume hasta su olfato, recibiendola al sostener su espalda e inclinarla un poco para ir acariciando de esta con ambas manos al sujetarle, inclinándose levemente para lamer su mentón hasta emprender una delicada mordida.
— No estoy muy convencido, ¿qué es lo que harías para irme con tu nombre y volver una vez más? —, bromeo, pero el tono de su voz sonó convencido, mirándola con firmeza, y moviendo el rostro al ajeno, como si quisiese su barba acariciar un poco a Nora, de momento hasta su nariz participó en ese movimiento; — ¿Y si te dijera que me gustaría que fueses tú, quien me fuera a visitar, irías? No es algo que sea prohibido, ¿o, sí? —. Inquirió, soltando el aliento sobre su boca, esperando que la abriera para que él accediera a esta al ir introduciendo su lengua y capturar la ajena, que se unieran en un jugueteo hasta terminar por chuparla. — Vivo en las lejanías del bosque, por donde el camino se va despejando de entre las calles, siguiendo ese sendero hasta topar con el pasto y si sigues avanzando, encontrarás la parte trasera de la cabaña, púes parece muy escondida, pero hallarás un pequeño lago. Si es que te permiten ir, o que tú quieras venir a mí, ahí búscame, alrededor de las 9 en adelante estaré…
Fue una insinuación de que el señor Blâmont podría ser que no regresara, aunque era más bien un juego nuevo, el ver si sería capaz de ir a visitarlo, exponiéndose a que pueda ocurrirle algo, púes el lugar expuesto no es un lugar adecuado para una mujer refinada, pero sí perfecto para alguien como ella, ya que, ahí sería como un escondite al cual podrían darle varias funciones, solo era cuestión de esperar lo que decidirá. Pues un hombre como él, aparte de los secretos, es muy intenso. Por lo que, ¿qué se esperaría de él con esa propuesta? Demasiado...
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
—¿Visitarlo yo a usted, monsieur? —preguntó, curiosa.
Eso que él le proponía era algo novedoso para ella, puesto que todos los hombres que acudían a ella de forma asidua iban siempre al burdel, no la invitaban a sus hogares. Esto se debía, principalmente, a que eran hombres de familia que sólo buscaban desfogarse entre sus piernas y, si sus aventuras llegaban a saberse en sus hogares, lo más probable es que ambos se meterían en un buen lío. Ellos por engañar a sus esposas, y ella por ser la tentación que los llevaba a cometer ese pecado. No sería la primera vez que Nora veía cómo una esposa despechada descargaba su ira contra una de sus compañeras. A ella no le había ocurrido, solía ser muy discreta con los hombres que la visitaban, pero nada le aseguraba que eso fuera a seguir siendo así en el futuro.
—No, no es algo prohibido —contestó—, pero sí es algo que no me habían pedido nunca.
Se acomodó algo mejor sobre él mientras lo recibía en su boca, una especie de despedida, al menos por lo que quedaba de día.
—Veré si puedo ir. Moreau no nos deja demasiado tiempo libre para nuestros asuntos, pero créame —susurró, en su oído—, en la primera oportunidad que se me presente buscaré ese lugar que me dice. Ya he memorizado el camino que he de seguir.
Besó el lóbulo de su oreja y lo mordisqueó con suavidad, pero con la firmeza suficiente para tirar ligeramente de él. Al separarse rozó la mejilla del hombre con la punta de su nariz, y movió la cabeza para que sus labios también sintieran el tacto de la barba incipiente. Llegó a la comisura y la besó de forma rápida, pasando después al centro de los labios, en los cuales depositó un beso mucho más pausado.
—Me temo que nuestro tiempo llega a su fin, monsieur —agachó la mirada un momento antes de fijarla en los ojos de Valcourt—, pero le aseguro que lo buscaré, en esa cabaña junto al lago. Siempre me ha gustado el campo.
Eso no era del todo cierto, pero, en esas circunstancias en las que ambos se encontraban, ¿importaba, realmente? Lo cierto es que no mucho.
Eso que él le proponía era algo novedoso para ella, puesto que todos los hombres que acudían a ella de forma asidua iban siempre al burdel, no la invitaban a sus hogares. Esto se debía, principalmente, a que eran hombres de familia que sólo buscaban desfogarse entre sus piernas y, si sus aventuras llegaban a saberse en sus hogares, lo más probable es que ambos se meterían en un buen lío. Ellos por engañar a sus esposas, y ella por ser la tentación que los llevaba a cometer ese pecado. No sería la primera vez que Nora veía cómo una esposa despechada descargaba su ira contra una de sus compañeras. A ella no le había ocurrido, solía ser muy discreta con los hombres que la visitaban, pero nada le aseguraba que eso fuera a seguir siendo así en el futuro.
—No, no es algo prohibido —contestó—, pero sí es algo que no me habían pedido nunca.
Se acomodó algo mejor sobre él mientras lo recibía en su boca, una especie de despedida, al menos por lo que quedaba de día.
—Veré si puedo ir. Moreau no nos deja demasiado tiempo libre para nuestros asuntos, pero créame —susurró, en su oído—, en la primera oportunidad que se me presente buscaré ese lugar que me dice. Ya he memorizado el camino que he de seguir.
Besó el lóbulo de su oreja y lo mordisqueó con suavidad, pero con la firmeza suficiente para tirar ligeramente de él. Al separarse rozó la mejilla del hombre con la punta de su nariz, y movió la cabeza para que sus labios también sintieran el tacto de la barba incipiente. Llegó a la comisura y la besó de forma rápida, pasando después al centro de los labios, en los cuales depositó un beso mucho más pausado.
—Me temo que nuestro tiempo llega a su fin, monsieur —agachó la mirada un momento antes de fijarla en los ojos de Valcourt—, pero le aseguro que lo buscaré, en esa cabaña junto al lago. Siempre me ha gustado el campo.
Eso no era del todo cierto, pero, en esas circunstancias en las que ambos se encontraban, ¿importaba, realmente? Lo cierto es que no mucho.
Nora Salazar- Prostituta Clase Media
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Re: Sort Dronning; erotisk møde
Las miradas, caricias y besos se tornaban cada vez más lentas, más delicadas, asintiendo a su cuestión firme, no era solo de palabras dejadas por el momento, no existía la lucidez en ello, él quería verla de nuevo, pero no ahí, no allí donde la cama ya fue manchada, ni que se convirtiera ello en monotonía, más la cuestión es que el peligro, el juego y el deseo se unificaran. Siendo la mayor razón del porque la quería, la necesitaba para no seguir manchándose de sangre, (el arte del cual está enfermo, tiene que entretenerse para no matar, algo que deba perdurar y cuidar) y no por él sino por su hijo. Y ella era la indicada, su culpa fue haber realizado un perfecto trabajo que ahora no le iba a dejar tranquila. Ese es el peligro del interés, y sin más, respondió a sus palabras mientras disfrutaba de su atención, agradecido el lóbulo hasta los mismos labios, pues el corto beso fue otorgado y la despedida se veía ya notoria, y su mordisco hizo que emitiera una ligera risa, girándose al seguir el movimiento de su nariz hasta que le robo un beso más y por última vez en esa ocasión le acaricio sus cabellos.
— Espero que por ser novedoso, aceptes, y que no me dejes solo con la invitación. Pero, debes saber que pagaré, eso será tuyo, y de nadie más. Halla la manera de salir sin que ella lo sepa, espero que algún dia puedas.
Tomando entre sus manos su rostro, acercándola lentamente hacia él y le besa la frente. — Te estaré esperando…
Murmuró, ayudando a alzarse al situar las manos sobre su cadera, haciéndose a un lado, en el cual se levantó de la cama y comenzó a tomar las prendas para vestirse pero sin dejar de mirarla, le llamaba la atención verla; el largo de sus cabellos y con el cuerpo desnudo, la admiró, y al sentarse en la orilla de la cama para colocarse los zapatos, le observó de abajo hacia arriba, pero se llevó esa imagen. — Gracias por esta noche, espero que lo hayas disfrutado Nora.
Sí, le importaba que le haya gustado el encuentro, y que no se malinterprete con afectaciones sentimentales, realmente no había una pizca de ellos, pero si interés con respecto al disfrute. Concluyendo, toma su abrigo y sacó de ese el bolsillo de monedas, un buen monto pesado en el que iba más de lo que la madrota solicitaba, un premio por solo esa noche, el cual lo puso sobre su palma al estirar su brazo. Sin haber más besos, ni caricias, estaba listo para partir, y al girarse, ya no volteo más, camino directo a la puerta, saliendo de ahí, sin tomarse la molestia de responder a la atención de las demás que esperaban que Valcourt las mirase, ni se fijó quién más estaba en el lugar, así como a la mera madrota, ella ya tenía referencias de su carácter, por lo que solo se inclino ante él y salió con facilidad del burdel, tomando el camino hacia su hogar y a plena caminata nocturna.
— Espero que por ser novedoso, aceptes, y que no me dejes solo con la invitación. Pero, debes saber que pagaré, eso será tuyo, y de nadie más. Halla la manera de salir sin que ella lo sepa, espero que algún dia puedas.
Tomando entre sus manos su rostro, acercándola lentamente hacia él y le besa la frente. — Te estaré esperando…
Murmuró, ayudando a alzarse al situar las manos sobre su cadera, haciéndose a un lado, en el cual se levantó de la cama y comenzó a tomar las prendas para vestirse pero sin dejar de mirarla, le llamaba la atención verla; el largo de sus cabellos y con el cuerpo desnudo, la admiró, y al sentarse en la orilla de la cama para colocarse los zapatos, le observó de abajo hacia arriba, pero se llevó esa imagen. — Gracias por esta noche, espero que lo hayas disfrutado Nora.
Sí, le importaba que le haya gustado el encuentro, y que no se malinterprete con afectaciones sentimentales, realmente no había una pizca de ellos, pero si interés con respecto al disfrute. Concluyendo, toma su abrigo y sacó de ese el bolsillo de monedas, un buen monto pesado en el que iba más de lo que la madrota solicitaba, un premio por solo esa noche, el cual lo puso sobre su palma al estirar su brazo. Sin haber más besos, ni caricias, estaba listo para partir, y al girarse, ya no volteo más, camino directo a la puerta, saliendo de ahí, sin tomarse la molestia de responder a la atención de las demás que esperaban que Valcourt las mirase, ni se fijó quién más estaba en el lugar, así como a la mera madrota, ella ya tenía referencias de su carácter, por lo que solo se inclino ante él y salió con facilidad del burdel, tomando el camino hacia su hogar y a plena caminata nocturna.
FINALIZADO
Valcourt Blâmont- Humano Clase Alta
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