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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Liliane Aleksandrova Miér Sep 30, 2015 1:24 pm

LE SORT DES SOEURS.


Aquella noche se estaba celebrando de una nueva obra Giselle* en la que Petra actuaba como solista por primera vez. Los nervios estuvieron a flor de piel en los ensayos del día anterior e incluso instantes antes de salir al escenario delante de lo más selecto de la sociedad parisina, pero una vez hubo empezado a bailar –como le ocurría siempre- la música se adueñó de su cuerpo generando así movimientos fluidos que encajaban a la perfección con las notas que los músicos arrancaban de sus respectivos instrumentos. Uno a uno los actos fueron pasando mostrando así a los asistentes la historia de aquella joven campesina y su trágico final. La actuación estaba llegando a su fin, los últimos pasos marcaban el punto y final de aquella representación y una vez más Petra podía asegurar que había dado todo de sí misma para el deleite de los presentes.

Tal y como marcaba la tradición, los bailarines se colocaron en una única fila en el escenario esperando para saludar, arropados por los aplausos, a los asistentes al estreno. La reverencia fue conjunta, no así el gesto de la pareja protagonista que dio dos pasos al frente para agradecer, con sonrisas y delicados gestos, el entusiasmo del público.

El ambiente era inmejorable, toda la compañía estalló de júbilo al haber recuperado el esplendor de tiempos pasados. Era innegable que el dinero que Domenic había invertido allí, sumado al cambio de prima ballerina había causado el efecto deseado. La Compañía Nacional de Ballet volvía a estar en boca de todos y exactamente eso era lo que estaban celebrando entre camerinos y pasillos, incluso Petra que normalmente presumía de ser la más correcta de todos -en aquel ambiente al menos- estaba con una copa en la mano y riendo sin parar. París había empezado por cumplir su sueño, se había hecho esperar pero ahí estaba ella, rozando la pura perfección, trabajando en la pasión de su vida y recibiendo el reconocimiento de todas y cada una de las personas que la habían visto bailar. En uno de los descansos que tuvo que tomarse en todo aquel festival de risa, alcohol y compañeros, fue a su camerino en busca de su ropa para poder cambiarse. Todo el camerino estaba lleno de ramos de flores, era impresionante. Se tuvo que sujetar al marco de la puerta impactada por aquella visión, los tonos rojizos de las rosas contrastaban con los más rosados de las peonias, era simplemente precioso pero no había ni rastro de una tarjeta que al menos sugiriera quien las había enviado…

Fue mientras se cambiaba de ropa en mitad de aquel mar de flores cuando le dijeron que había alguien interesado en conocerla. Su mente rápidamente unió aquel despliegue de caballerosidad con la misteriosa persona que no había dicho su nombre para ser presentado. La rapidez se adueñó de sus dedos que hicieron lo posible para acabar con la laboriosa tarea de atar el corsé y cada parte del pesado vestido, el pelo lo dejó recogido en el mismo moño con el que había bailado y en cuanto al rostro, tan sólo se retiró el excesivo maquillaje que usaba para ser caracterizada en cada actuación. Por fin sus ojos claros y profundos brillaban sin más adornos que la curiosidad por saber quién la estaba esperando en la zona de butacas frente al escenario. Tras despedirse de todos salió de la zona privada para regresar al escenario buscando con la mirada, entre los asientos, a algún hombre. Sin embargo una joven espigada y rubia fue la única persona que pudo vislumbrar. - Buenas noches… - echó un último vistazo antes de decidirse a caminar hacia ella suponiendo que estaba equivocada y no había varón alguno esperándola, - soy Petra Grimmonds. Twngo entendido que ha pedido conocerme, ¿en qué puedo ayudarla? - fue cuando acabó de hablar cuando se dio cuenta de que había algo familiar en la mujer rubia que tenía delante, desconocía el qué pero había una tensión entre ellas que jamás había experimentado con nadie. Era algo más allá de algo sexual, más que una atracción física, era como si ya la conociera y sin embargo estaba segura de no haber visto su rostro antes.


*Giselle: Fue estrenada en 1841 en la Ópera de París.



Última edición por Petra Grimmonds el Sáb Ene 09, 2016 8:02 am, editado 2 veces



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Mensaje por Darina Aleksandrova Mar Oct 13, 2015 3:47 pm

Todo ocurría por algo y en tanto sus pies la llevaban ante el ilustre teatro Parisiense, la joven gitana no dejaba de pensar una y otra vez, en las vueltas que propinaba el destino a quienes como ella, en cierto modo podían ver el futuro. Esa noche no era muy diferente a otras noches ya pasadas. Siempre era el maldito frío que se colaba entre sus ropas o el mismo, que penetraba en su tienda y la helaba en las noches. El invierno en París podía no ser muy duro en comparación con otras heladas tierras, pero el frío cuando no tenías mucho con lo que arroparte, si podía ser duro. Si, tras años trabajando en el circo gitano no había conseguido nada más confortable que aquella cabaña en la que vivía y en la que también trabajaba. Por suerte, por lo menos contaba con un techo que la protegía de la lluvia y cada día tenia tanto agua como comida caliente y eso, para aquellos que no tenían nada, era más de lo que se esperaban. Carina se encontraría para siempre agradecida de esa suerte, como también agradecida de conocer a gente tan generosa como su última clienta. Se hacía llamar Doña Ulissia, era la viuda de los Galdianos y aunque Carina desde el primer momento supo que aquel no podía ser su nombre real, si llamándola así la señora se alegraba, no iba a cambiarlo. Precisamente, al final de la sesión de aquella tarde, había sido ella quien le había regalado la entrada al teatro y el abrigo que esa noche protegía su cuerpo de las bajas temperaturas al encontrarse llena de gozo tras la noticia que la joven le había predicho. La señora había acudido en busca de apoyo y de alguna predicción que le devolviese la esperanza de que su hijo, un marinero regresara a casa. Por suerte para ella, así parecía ser que tuviera que pasar y la joven se lo comunicó enseguida lo vio.

Aquel era el motivo por el cual ahora se encontraba subiendo la escalinata principal del gran teatro. Inquieta al ser aquel su primer evento de esa magnitud y algo cohibida al encontrarse en un ambiente tan diferente al suyo, celebró que no desentonase demasiado entre los presentes que únicamente parecieron fijarse en ella lo normal y establecido, cuando veían en sus círculos un rostro nuevo. Sus azulados ojos enseguida se sentó en su butaca se centraron en el escenario y tras que todos se encontraran en su sitio y en silencio, el ballet empezó con una visión inesperada. La compañía recientemente había cambiado el repertorio de sus bailarinas y todos esperaban ansiosos la reapertura de Giselle con sus nuevos talentos. Se apagaron las luces y en medio un foco, apareció ella. El corazón de Carina se aceleró al verla. No podía creerlo, pero los ojos no parecían engañarla. Ahí estaba. Tras estar años soñado con ella, y tras que recientemente se rindiese al no encontrar ninguna pista, ni señal de aquella figura que conocía tan bien como a sí misma, ahora el destino la sorprendía. Esplendida, era poco para el potencial y la gracia que la nueva prima ballerina mostraba ante su entregado público, que no dejaron de contemplarla extasiados, rendidos a sus encantos. La joven también la contemplaba maravillada, todo cuanto había pasado en su vida la habían llevado a ese momento. ¿Por qué ahora la chica de sus visiones se mostraba ante ella? Después de pasarse toda su vida entre los entresijos de la adivinación del futuro y en sus premoniciones si algo había entendido, era que nada de lo que veía o se le mostraba dejaba de pasarle factura y que tras una coincidencia, sucedían desgracias, como la que se había llevado la vida de toda su familia años atrás.

Suspiró cuando terminó la función y solo entonces fue consciente de la fuerza con la que se había sujetado al reposa manos. Las manos dormidas le dolieron tras aquella tensión que había retenido las horas en que había durado el ballet. Se las acarició y aplaudió como los demás mientras, en su cabeza circulaba la idea de que aquella noche no quería que terminase. No aún. No sin descubrir por qué ella ocupaba parte de sus premoniciones y con aquella curiosidad de querer saber más, en vez de alejarse por la puerta principal como el resto del público, se coló en la parte privada del evento, allí donde la familia de las bailarinas, representantes y admiradores de mucha riqueza y poder adquisitivo se encontraban reunidos celebrando la dicha del estreno. Cuando entró no tardó mucho en localizarla entre el gentío, no obstante, al acercarse un guardia la descubrió y tras sus ruegos en vez de echarla del teatro, la llevó a la zona de butacas, donde le ordenó esperar que la prima ballerina acudiera a su encuentro.

Carina asintió y de pie se quedó esperando a que la joven de sus visiones se mostrara. Sus ojos azules dieron un rodeo al teatro, cayendo en todos los detalles, sin embargo, su mente se encontraba lejos de ese lugar solitario en el que se encontraba. Ahora en su mente las imágenes de la joven se hacían presente, acordándose de cada caricia de su mano, de cada mirada e incluso, cada risa que ambas parecían solo saber entonar. En sus oscuros días de pesadez y hambre, esas premoniciones le habían dado fuerza. Desconocía el motivo por el que ella iba a ser importante en su vida, pero no le importaba, en ese momento solo deseaba conocerla y en cierta parte, quizás agradecerle lo que había hecho aún sin ser consciente de ello, como de salvarla de esos oscuros días. Pensó en su mente que iba a decirle, lo memorizó en lo que tardaba en aparecer, pero en cuanto sus ojos dieron con la figura femenina saliendo a su encuentro enmudeció, todo pensamiento quedó anulado. ¿Cómo iba a presentarse y a confesarle que soñaba con ella? No, más bien; ¿cómo iba a decirle que sabía que ella sería parte de su futuro porque veía premoniciones, y ella se encontraba en ellas? Por lo mínimo se la llevarían los de seguridad y sería tildada como loca, pero aquella era la verdad como también;  que jamás había visto unos ojos tan deslumbrantes y mirada más brillante que la de Petra.

Buenas noches. —Tragó saliva y alisando antes de tenerla frente de si su vestido, sonrío y alargó su mano en su dirección. — Me llamo Carina y deseaba felicitaros por la actuación de hoy. Habéis estado magnifica y no deseaba irme sin decíroslo en persona y conoceros. —sus ojos brillaron en ese momento y tenuemente sus mejillas enrojecieron. Inconscientemente se mordió el labio y conectando con sus ojos, estableció una larga mirada entre ambas en la que se llenó de un silencio que parecía ninguna querer romper, no ella por lo menos. Todo cuanto sentía en sus premoniciones ahora parecía volverse en la nada, comparando con aquella sensación que ahora la llenaba por completo. Parecían conectar de una forma que nunca antes había sentido, ni acariciado de lejos. En sus ojos había el mismo brillo y la misma curiosidad e incluso, la misma forma de los labios. Había algo que se le escapaba, y debía ser algo importante. Dejando la mano libre de Petra, antes de que sus dones se activasen, dio un paso atrás alejándose de aquellos sentimientos que se estaban apoderando de ella y sonrío de nuevo. — ¿Creéis en el destino… en la magia?—Y ahí con esa pregunta, se estaba sentenciando, peor no había otra forma. Ahora las cartas se encontraban en las manos de Petra, y solo en las de ella.
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Mar Oct 20, 2015 11:53 am

Una sonrisa se cruzó en el rostro de Petra, estaba exultante por el éxito conseguido en esa representación. Los gritos de felicidad de la compañía al completo se oían desde la zona de butacas y era contagioso. Invitó a Carina a tomar asiento junto a ella en la misma zona en la que estaban e hizo una leve reverencia en señal de agradecimiento por tan gentiles palabras por parte de la joven. - Carina, es un placer haber conseguido agradarle tanto como para que se quedara a esperar - sujetó las manos de la joven entre las propias y con un gesto cariñoso las estrujó antes de dejarla nuevamente en libertad. Lo extraño de todo aquello es que tenía sensaciones encontradas respecto a Carina. Era poco común en Petra mostrar su parte tierna con los extraños y con esa rubia que tenía sentada a su lado le había nacido del alma ser cariñosa, quizás fuera porque sentía que conectaba con ella como con nadie antes. No era su tipo, demasiado ceñida a los cánones de belleza del momento, estaba segura de que volvería loco al hombre que se propusiera y a ella le atraían más las mujeres –y los hombres- peculiares, esos que te llaman la atención y no sabes el motivo concreto, los que se te meten hasta el alma y ruegas que nunca se vayan. No obstante, otra parte de sí misma rechazaba la idea de acercarse a ella, como si de una autodefensa se tratase que no lograba entender. - Creo en el trabajo duro y el esfuerzo - para su respuesta fue empleado un tono quizás más frío que el anterior, todo eso para ella no eran más que tonterías que se inventaba la gente para explicar las cosas que sus pobres mentes no eran capaces de procesar, - la magia y la religión son para mí lo mismo, comodines de la gente para poder agarrarse a algo - posiblemente ahora la joven estuviera sintiendo que su buena relación se esfumaba pero así era la bailarina, demasiado directa para unos, encomiable para otros. Una mujer hecha a sí misma y con las ideas muy claras respecto al mundo que la rodeaba. No tenían cabida en su vida las fantasías ni la fe.

El gesto de Carina, sin embargo, volvió a ablandar el férreo carácter de Petra que se ofreció a invitarla a salir de allí, - tan sólo deje que recoja mi abrigo y nos vamos - comentó antes de saltar con gracilidad de nuevo por la zona de butacas a los camerinos donde se despidió de todos y una vez con el abrigo en la mano recogió a Carina para salir del teatro. El frío calaba hasta los huesos esa noche, ni la gruesa tela de los vestidos y los abrigos lograba aislar sus cuerpos del ambiente en el que se adivinaba ya la llegada del invierno. Cogidas del brazo como si de dos íntimas amigas se trataran, avanzaban por las empedradas calles parisinas en busca de un restaurante donde poder entrar en calor y tomar algo. No muy lejos del teatro había una chocolaterie en la que Petra acostumbraba a parar antes de proseguir su camino a casa, era uno de sus lugares favoritos de París y hacia allí encaminó su marcha. Los temas de los que iban hablando no tenían nada de especial, el tiempo, la actuación, la ropa de una y de la otra… temas triviales con los que simplemente se entretenían y reían hasta llegar a su destino.

El local estaba decorado en maderas oscuras y detalles dorados que le otorgaban un aire romántico y casi mágico, por lo que supuso que a su compañía de esa noche le gustaría. El olor dulce estaba impregnado en cada pared de ese local y parecías ser transportado a otro mundo ajeno a todo el frío y el ruido de puertas hacia dentro. Las cortinas de la entrada impedían que vieras desde la puerta nada del interior, por lo que la intimidad era un factor fundamental. La mayor dejó pasar primero a su acompañante permitiendo así que fuera ella quien disfrutara de la visión de aquel pequeño oasis en mitad de Paris, no creía que hubiera estado nunca allí ni en ningún lugar similar por la expresión de sorpresa y fascinación de su rostro, siendo sus ojos protagonistas sin duda alguna. Acarició la cintura de esta al adelantarla para escoger una de las mesas privadas, con cortina que podrían cerrar si querían aún más intimidad, y extendió su mano para invitarla a tomar asiento a su lado mientras le cedía la carta con las especialidad de la casa. - Pour moi, un chocolat chaud avec de la crème fouettée , s'il vous plaît -* al conocer al propietario y llevar tanto tiempo pasando tardes ahí, sabía qué tomar en cada momento y ese se merecía un chocolate caliente a la taza con una buena dosis de nata. Si había una cosa clara en Carina es que no estaba acostumbrada a ningún tipo de lujo, lo que le llevaba a preguntarse qué hacía esa noche en el teatro. Petra no era rica ni mucho menos pero parecía tener un nivel de vida más elevado que ella por lo que suponía que una de esas entradas le había tenido que suponer semanas de trabajo… No hizo comentario alguno, cada cual debía rendirse cuentas a sí mismo y no iba a ser ella quien cuestionara la manera en que Carina gastaba su dinero o cómo pasaba su tiempo libre. - ¿Le gusta el ballet? Podría enseñarle la base si así lo desea - quizás era la situación en ese ambiente con luz tenue y el calor, quizás esa conexión que habían sentido ambas en el teatro… no lo sabía pero no le incomodaba la cercanía de la joven, ni el contacto entre los laterales de sus respectivos muslos. Había una tensión indescriptible en el ambiente.. Petra había disfrutado de diferentes amantes a lo largo de su vida, tanto hombres como mujeres, y sabía bien cómo desenvolverse en los encuentros cara a cara, pero con esa joven… con ella sentía que si daba un paso en falso todo se rompería.

¿Y si no le gustaban las mujeres y estaba pensando en todo aquello a lo tonto? No, aquello no era una posibilidad, una mirada con la de Carina no se le escaparía ni al más estúpido. Estaban las dos al mismo nivel de interés, así como de dudas por lo que parecía. Una vez ambas tuvieron ante ellas el dulce que habían pedido, Petra dejó que la cortina se deslizara por el cordón que la sujetaba a la pared, quedando junto con Carina, aislada del resto de personas de la chocolaterie. - Pruébelo - la instó antes de ella misma atender la deliciosa y caliente bebida que tenía ante ella sobre la mesa de caoba. Una sonrisa se extendió por los labios de la menor de las dos, dejando claro que había acertado con el sitio donde invitarla a tomar algo.

 
* Para mí un chocolate caliente con nata, por favor.



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Mensaje por Darina Aleksandrova Mar Nov 03, 2015 5:01 pm

Si, habría podido esperar cualquier respuesta ante su patética pregunta de si creía o no, en la magia y en el destino y tuvo su merecido. ¡Como se le podía haber ocurrido decírselo de aquella forma! No podía ir preguntando aquello como si fuese lo más normal del mundo y aún menos a ella, pero viéndola por primera vez tras tantas noches soñando con ella, le había podido el nerviosismo. Por suerte, la joven no le tomó gran importancia a su pregunta y agradecida de tener más adelante una segunda oportunidad para contarle a lo que había venido, la esperó para salir juntas. Una vez se despidió de todos Petra y salieron, rápidamente pusieron a hablarse de cualquier otro tema que no fuese magia y destino. Hablaron de los vestidos, del frío que hacia al salir a la calle aquellas tardías horas e incluso hablaron del señor que vigilaba el teatro, un tanto extraño pero agradable si le conocías un poco más. Como más tiempo estaba con ella, más dudas sentía y más se acrecentaban los sentimientos que poseía por la mayor. La curiosidad era fuerte en ella y lo que le provocaba su cercanía, no lo había vivido con nadie más, hasta el mero roce de su mano en su cintura provocó que su piel se erizase.

Me gusta mucho el ballet y me hubiera gustado de pequeña haber aprendido, mucho me temo por ello que soy mejor en otras artes. Pero sería todo un placer y orgullo que me pudieras enseñar algo, quizás solo un poco de la base del ballet... siempre que tengaís tiempo y podaís.—Le contestó la joven con una gran sonrisa, tomando asiento al lado de la mayor en aquel café. El domar animales, el hacerlos saltar por aros y controlarlos bien parecía ser un baile, solo que en vez de ser en un teatro, este era entre fieras y un público expectante. En el circo siempre le decían la bailadora de leopardos, ya que sus números por el momento únicamente solían incluir esos felinos, dejando los tigres y el león para el otro domador quien con más experiencia en esos animales les tenía más confianza, si es que se les podía tener. Carina siempre había estado feliz con sus leopardos. Los había encontrado de pequeña y los había criado ella lo que facilitaba que ella pudiera controlarlos de una forma en que muy pocos podrían intentarlo y salir con éxito. Miró de nuevo a la joven y sonriente contempló de nuevo aquel inmenso y tan exquisito lugar. Nunca antes había entrado en uno como aquel, tampoco podía permitírselo, lo que ganaba apenas le daba para mantenerse ella y sus leopardos, así que lo que le quedaba o ganaba de más con la adivinación lo guardaba para urgencias, como abrigos, manta o una cabaña nueva cuando la suya terminase por irse abajo el día menos esperado.

Enseguida se sentaron, el olor a dulce y a chocolate inundó todos sus sentidos y se encontró saboreándolo ya en su paladar. Agradeciendo a Petra el que hubiese pedido por ella, y su atención, se aproximó más a ella como si necesitase sentirla cerca y sonriendo al camarero que les trajo los chocolates, le sonrío. — Seguro que no he probado uno mejor… Solo hay que oler su aroma. —Le contestó tomando con cuidado la taza que le habían servido. Se encontraba caliente, por ello colocó los dedos de forma que no se quemase al coger la taza y lentamente se la acercó a su boca y dio un primer sorbo. Cerró los ojos al sentir el chocolate en sus papilas gustativas y sonrío. No se había equivocado en traerla en un lugar como aquel, sencillamente, ese chocolate debía de ser del mejor de todo París, sino de todo Francia entera. — Mmmm… —susurró abriendo los ojos brillantes hacia ella. — Está buenísimo. Es excelente, el mejor que he probado. ¿Cómo lo habéis encontrado? —Le preguntó tras un nuevo sorbo y dejar el chocolate en la mesa, viendo como ahora era la mayor la que tomaba su chocolate. Mordiéndose el labio al verla saborear el chocolate, desvío su mirada unos segundos hacia la ventana tapada por la cortina y colocando mejor aquella tela, las hizo invisible completamente del mundo exterior. — Debéis de venir a menudo, por lo que me he fijado el dueño del café, casi parecía teneros preparado el chocolate a la espera de que entrarais. —añadió regresando su mirada a la de ella. Su mirada inmediatamente fue de sus ojos a la taza que recién dejaba en el plato y de nuevo regresó hacia sus labios, donde una mancha oscura se adivinaba por su relieve. Se había manchado al probar el chocolate y segura de que una joven como ella debería querer saber detalles como esos, sonrío.

Petra os habéis manchado de chocolate.— le dijo señalándole el labio sin atreverse a señalarle ella el lugar exacto con su dedo. La miró intentando limpiarse y negó al verle todavía la mancha achocolatada en su piel.  — No al otro lado… aquí, en el filo. — le explicó, hasta que al ver que no lograba entenderla y limpiarse, río alegre y negó por última vez. — Venid, ya os lo arreglo yo. — y tomando la servilleta con la que se había intentado limpiar antes sin éxito de su mano, se acercó a ella.

Sus muslos rozaron los de Petra al acercarse y con una sonrisa la miró a los ojos disculpándose. En el circo gitano solía estar con otras chicas, y casi como hermanas incluso dormía con ellas, pero jamás había sentido que ante un mínimo roce como aquel todo su cuerpo se tensara a la expectativa. ¿Qué ocurría con ella? Se preguntó dejando de ver su azul mirada para centrarse en sus labios, e intentando no errar en su intento de control sobre sí misma, le limpió lentamente el filo del labio donde residía la mancha. La mancha del chocolate desapareció tras pocos segundos y satisfecha por ello volvió a pecar al posar su mirada sobre sus labios, aquellos labios que había intentado ignorar. Los labios de Petra, eran lo más cercano a la perfección que había visto antes. Delineados, suaves y rosados tenían el tamaño exacto para hacer de cualquiera que los mirase se desvelase por ellos, para tirar de ellos y mordisquearlos. La joven tragó saliva, se había quedado más tiempo del debido contemplando sus labios y Petra debía de haberlo notado. Sentía su mirada sobre ella y mordiéndose el labio inferior, terminó de limpiarle el labio con una última caricia de su dedo y jadeando interiormente se encontró desvalida al sentir la suavidad de los mismos.

Una parte de ella quiso y deseó acercarse más y probarlos para ver si se sentían como parecían o si incluso, eran mejores, lo que estaba segura debía de ser, no obstante, en su mente había una voz que se negaba a cometer aquella estupidez. Petra era alguien mucho más superior a ella, ella solo era una chica más del mundo. Una chica perdida, sin padres y sin familia. ¿Qué tenía que hacer ella con alguien como Petra? Ni si quiera sabía con cierta ciencia si le gustaban las mujeres y en ese caso, si podría ella gustarle. De ser afirmativo, tenía claro que deseaba besarla… quizás solo así pudiera sacarse de la cabeza y del ambiente aquella tensión que se palpaba entre ellas y que hacía que su piel se estremeciera por el mero contacto cálido de su piel con la suya. Quizás todos sus sueños la hubieran llevado a esto, a este momento y a esa tentación. Sin embargo, de no gustarle las mujeres, podía meterse en un grave problema. Por lo mínimo la echarían por patadas de ese lugar y como máximo incluso, podía terminar en la cárcel y enviada como hereje a la quema de brujas. Habían muchas mujeres que se escandalizarían por sugerir que besasen a alguien de su mismo sexo, y aún sin parecer su acompañante de ese tipo de mujer, se obligó a recular por su propio bien. ¿Quién le aseguraba que podría detenerse después de besarla? — Ya está, ahora si estáis perfecta. —musito y con toda la fuerza de voluntad que quedaba en ella, apartó el pañuelo de aquellos labios y subió la mirada de nuevo hacia sus ojos, maldiciéndose enseguida al hacerlo. Era tanta la tensión y tantas las ganas, que si no la apartaba…o sino se apartaba ella, por primera vez en veinte años, cedería a sus instintos y aquella mirada como así esos labios sobre los que respiraba, serían suyos. Quisiera o no, lo serían. Debían de serlo.
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Le sort des soeurs +18 || Carina Grimmonds Empty Re: Le sort des soeurs +18 || Carina Grimmonds

Mensaje por Liliane Aleksandrova Lun Nov 09, 2015 12:47 pm

Sonrió con curiosidad al ver cómo Carina se ocupaba de acabar de cerrar la cortina impidiendo que ojos curiosos pudieran ver lo que allí ocurría. Como solía decirse “las cosas claras y el chocolate espeso”, podía ser más tímida de lo que ella misma era pero más joven de las dos estaba dejando claro su interés en ella de una manera sutil y desenfadada. Durante un rato se limitó a disfrutar del chocolate y permitió por tanto que así lo hiciera la mujer que tenía junto a ella. - Vengo muchas tardes cuando salgo de los ensayos - asintió un par de veces sonriendo por lo acertada que había sido su percepción acerca del dueño del local. Era una asidua y por tanto, casi siempre tenía lista una taza de chocolate a las horas en que ella acudía allí para relajarse. No pasó desapercibida la tensión de la muchacha al mirarla y realmente le divertía ese juego. Era casi como si se negara a parecer descarada cuando en realidad lo estaba siendo y sin duda cualquier otra mujer se habría molestado con su actitud. ¡Qué oportuna esa condenada mancha! Se mantuvo quieta, casi como una estatua dejando a Carina ocuparse del chocolate que se había quedado en sus labios acabando por reír al verla así de concentrada. Los nervios estaban a flor de piel, estaba casi segura de que Carina jamás había estado con una mujer, que nunca se había sentido atraída por una y de ser así, sería delicioso dejarla experimentar cuan diferente era la relación que había entre personas del mismo y de distinto sexo. El simple roce de sus piernas era un aliciente para querer acercarse más. Carina podría temer un rechazo por parte de la bailarina, era una inexperta en esas situaciones –quedaba patente- pero Petra no era así, la mujer que era necesitaba estar en libertad. Nunca había dejado de hacer lo que le hubo apetecido siempre que esto no dañara a los demás, a esas alturas de su vida para ella besar a una mujer no era signo de maldad o de depravación, sino expresar un sentimiento de deseo que le resultaba igual de sano por un hombre que por una mujer.

La distancia entre ambas quedó acortada radicalmente cuando esta cogió la mano ajena evitando que huyera de nuevo. - ¿Por qué me temes? - no podía dejar de pensar cuán difícil estaría siendo para Carina asimilar el deseo que sentía por ella y eso la hacía aún más hermosa. Quizás eran demasiado parecidas para despertar un deseo animal en Petra pero había algo único en ella que cautivaba poco a poco, sabía que separarse de la joven una vez que se besaran sería prácticamente imposible y la relación de amantes duraría hasta que el destino dictara lo contrario. Si por ella fuera aquellos labios estarían sellados desde hacía rato, tenía constancia de que la misma necesidad había nacido en el interior de Carina pero algo ajeno a su conocimiento la frenaba. No sabía de qué se trataba y tampoco importaba ya. Estaban destinadas al pecado.

Con la fuerza suficiente tiró de la mano que tenía sujeta y acercó el rostro de Carina al propio, notaba el calor que irradiaban sus labios, la respiración entrecortada de ambas y la tensión, ahora sí sexual, no resuelta. Era indiscutible la conexión que se había generado entre las dos rubias, si antes la menor preguntaba sobre el destino ahora era Petra quien empezaba a creer que fuera este el responsable de haberlas juntado. Sin saber cómo los dedos de ambas manos habían acabado entrelazados y jugaban ahora de manera distraída liberando así parte de la tensión, nunca había dudado Petra tanto a la hora de besar a alguien. Para ella no era más que una aventura más, no la conocía y empezaría a hacerlo realmente cuando ambas hubieran conocido sus cuerpos, siempre actuaba así la bailarina. Para ella, al contrario que para la inmensa mayoría, el sexo era uno de los primeros pasos para conocer a alguien. La unión física no tenía, en un principio, nada que ver con la mental –a no ser que así lo quisiera ella- y por tanto podía divertirse y disfrutar de los placeres carnales sin involucrarse sentimentalmente. Pero con Carina estaba casi segura de que no sería así, en el momento en que sus labios al fin se tocaran no habría manera de alejarse y seguramente era lo que impedía a la mayor actuar.

Las tazas de chocolate reposaban sobre la mesa con las marcas ya frías de los restos del dulce. No parecía haber sonido alguno en el local y lo máximo que se escuchaba era el roce de las telas de ambos vestidos y su respiración. No pudo postergar más el momento y acabó por atacar los labios ajenos con una sed que hacía mucho no sentía. No, no era solo sed… era necesidad, hambre, ansia, deseo y avaricia. La dulzura y suavidad de Carina era insuperable por nada que hubiera probado con anterioridad, se amoldaban a los propios como si hubieran sido creados para ella única y exclusivamente. No permitiría que nadie tuviera acceso a un manjar semejante, había decidido que la pertenecía y por la manera en que Carina respondía a cada beso y caricia no parecía contrariar dichos pensamientos. Las manos volaron a la melena ajena acabando por recoger su rostro y así cortar el contacto entre ambas. - Eres una obra de arte - si siempre había considerado el arte en cada una de sus expresiones como parte esencial de la vida, tenía ahora ante ella a la mejor obra descubierta jamás. Todo en ello era perfecto, tenía unas facciones que no dejaban indiferente a nadie, únicas y sensuales; más aún con los labios rosados e hinchados por los besos. La falta de aliento la hacía tan deseable… dudaba de que fuera consciente la joven de cuanto ansiaba liberarla de su ropa y morder cada centímetro de su cuerpo.

Tuvo que separarse despacio de su cuerpo para evitar que las manos prosiguieran el camino que se habían propuesto. Las ganas de descender por su cuello y soltar el corsé del vestido eran demasiado elevadas y no sabía si su nueva obsesión estaba ya preparada para ahondar más en ese tipo de relación. La mirada que percibía de ella era casi como una súplica porque volviera a su lado, parecía perdida, casi indefensa ahora que la distancia había aumentado entre ambos cuerpos.

- Si quieres seguir siendo un animal libre no te acerques a mi - no podría soportar la idea de no controlarla, de no tenerla para sí cada noche en su cama. El sentimiento de posesividad y dependencia que había nacido en ella era desconocido, siempre había peleado por las relaciones libres y fugaces, pero no era eso lo que quería y en el caso de que Carina sí, ahí tenía el momento para alejarse de ella y seguir su camino, su vida en París. Era casi como si no pudiera responder con coherencia, como si el contacto con los labios de aquella maldita mujer la hubiera despertado de un sueño y ahora viera otra realidad totalmente diferente. Había estado sola, todos esos años de danza y lucha por hacerse un hueco había hecho todo sin el apoyo de más personas que su madre y ahora veía en Carina un posible pilar en su vida; alguien con la suficiente luz como para instar a cualquiera a levantarse cada mañana y con la oscuridad necesaria para despertar los más bajos instintos de la bailarina. En sus manos estaba el cómo continuar aquella situación. Tenía la opción de irse y asegurarse por tanto una vida libre de ataduras o quedarse y caer en un abismo junto a Petra.



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Mensaje por Darina Aleksandrova Jue Dic 10, 2015 8:24 pm

¿Por qué la temía? Fácil, ella por años había sido su salvadora, había sido la protagonista de sus sueños húmedos y tórridos y en otras tantas ocasiones, la causa de su desvelo aún lejos de ella y sin conocerla. Aquella era su maldición con la bailarina, la había descubierto y con ella también se había encontrado cara a cara con su debilidad. Por qué no había ninguna otra forma de llamarla. En todos sus sueños ella había sido su apoyo, su pasión y delirio. Sus ganas de reír y de besar. Lo había sido todo y en su cabeza, la rubia aún lo era todo, excepto que antes solo era un mero sueño, y ahora era una jodida realidad. Una realidad tan jodidamente seductora y buena, que se moría por palpar todo su escultural cuerpo y acariciarla con el mero propósito de adorarla como si de afrodita se tratase. Ella era su diosa, sus desvelos y sueños hechos realidad y aunque no pudiese subirla al olimpo a hacer competencias a las deidades griegas y romanas, estaba segura que de existir un olimpo de mortales, ella encabezaría a las diosas femeninas. Entonces, si su belleza bien podía hacerla caer de rodillas ante ella, ¿Cómo no temerla? Carina de tener un puesto en la mitología, sería una de las seguidoras incondicionales de Petra y su feminidad, otorgándole un control a Petra, que nunca antes había depositado en nadie más que en sí misma y aquello la llenaba de pavor y miedo como más próximos se encontraban sus labios de tomarse y saborearse.

Completamente entregada a la mirada azul de la mayor, dejó que sus alientos se entremezclaran y cuando sintió sus labios vacilantes rozar los suyos suavemente, algo en ella se quebró e incapaz de resistirse, después de unos segundos en que Petra unió sus labios, entreabrió los propios encadenándose así a su sabor. Cuando el beso se intensificó, jadeó contra su aliento y sus labios se movieron suaves contra los ajenos. Nunca había sentido una conexión semejante. Sus labios parecían haber sido exclusivamente creados para ella, y tras saber que parecía que ambas podían acoplarse perfectamente la una a la otra, se declaró irremediablemente perdida. Respiró contra sus labios cuando se separó de ella y al verla alejarse, no pudo reaccionar rápidamente. Su mente aún asimilaba el deseo que había despertado aquel único beso en todo su cuerpo, provocando que un relámpago se fundiera con su sangre por todo su cuerpo y además, ahora también debía de asimilar la corta distancia que volvía a separarlas. ¿Y cómo podría asimilar en ese estado todo aquello que embotaba su mente? Petra era la tentación perfecta y personificada para un ser como Carina. Y ella lo sabía, no por nada, se había buscado y entregado por propia voluntad a sus propias cadenas.

Por unos segundos contempló la mera idea de abandonar aquel juego peligroso y huir antes de que fuese tarde. Las palabras de Carina por unos segundos la hicieron pensar. ¿Y si hacía lo contrario a lo que había contemplado era predestinado su futuro? Su madre antes de morir le dijo que era imposible burlar el destino, no había forma de engañarlo y si algún suceso estaba predestinado a pesar de torcerse mil veces el camino a seguir, todos y cada uno de los pasos lo llevarían ante aquel destino. En su caso, si todo aquello era cierto; tarde, o más temprano se volvería adicta a Petra, si no lo era ya después de aquel primer contacto con sus labios. Y si el destino no podía burlarse, en algún momento terminaría entregándose a ella y a aquellos perfectos labios que la llamaban. Entonces, ¿Por qué resistirse… por qué esperar? La quería ahora en este instante. Quería besarla, probar su cuerpo y devorarla. La había conocido en sueños y ahora quería conocerla a través de su carne, de los sentimientos y a través de cada uno de aquellos deseos que despertaba intensamente en ella. Con aquel pensamiento, echó por tierra el libre albedrio y decidida a enfrentar su destino salvó la distancia que se había interpuesto entre ellas y tomándola de una de sus manos, la tiró hacia ella mientras su otra mano profanaba su cabello y la acercó un poco más a ella.

Una vez los animales salvajes prueban sus cadenas, ya no pueden ser libres. —Musitó en un susurro contra la tentación de sus labios. — El haber probado sus cadenas, ya los sentencia. — Con una mirada intensa, entelada por el deseo que la consumía la miró fijamente, perdiendose en sus iris. Ella si era una obra de arte, se dijo al no poder apartar la mirada de sus ojos. Sus palabras fueron delineadas apenas a un suspiro de volver a sentir el sabor fresco y dulce de sus labios y antes de siquiera darse cuenta en un impulso imposible de resistir, desvaneció la escasa distancia que las separaba y presionó sus labios contra los ajenos. De nuevo aquella boca la asombraba. ¿Cómo describirlo? Era tan húmedo y suave… tan delicioso el roce de sus bocas, que sintió la imperativa necesidad de ahogar un gemido contra sus labios e iniciar un abrasador beso que solo buscó poseerla, hacerla arder en llamas como Petra anteriormente la había hecho arder.

Apresó su endemoniado labio inferior y tiró de él, regalándole luego una mordida en su carne antes de volver a por su boca con el deseo y anhelo que quemaba sus entrañas y todo su cuerpo por dentro. Su respiración se tornó dificultosa, e irguiéndose sobre ella sin abandonar en ningún momento sus labios, terminó ladeando su cuerpo hacia ella, pegándose hasta sentir la silueta de la mayor contra la propia. La pequeña sonrío y separándose a regañadientes de sus labios, tomando un necesitado aliento de aire, bajó inmediatamente sus besos por su barbilla hasta perderse en la curvatura de su cuello. Depositó húmedos besos por toda aquella sensible piel, subió y bajó de su oído hasta sus hombros y luego regresó a su oído donde se entretuvo de más en lo que sus manos inquietas empezaron a delinear su cuerpo con más intensidad. El cuerpo que tenía entre sus manos, era más que perfecto, era una oda a la feminidad y tomándose el atrevimiento de acariciar sus costillas y de subir hacia sus pechos aún entallados dentro de aquel costoso vestido, se los acarició con la yema de sus dedos. — Son perfectos, —susurró contra su oído al tiempo en que tomándolos en sus manos inició un masaje que culminó cuando apresando con su dedo pulgar e índice sus pezones, tiró de ellos hacia arriba, provocando no solo el gemido ajeno, también el propio.

Era incapaz de contenerse y volviendo a besarla, una de sus manos subió de nuevo hacia su cabello, afianzándose así a ella mientras la otra mano, siguió torturando sus pechos alternando las caricias y los suaves pellizcos de uno a otro. Era una tortura y un sacrilegio que Petra siguiese enfundada con aquel vestido y que sus manos no pudiesen saborearse y deleitarse con la tersa piel que adivinaba bajo sus caricias. Concluyendo el beso que las mantenía unía, la mano en su pecho se movió lentamente hasta enmarcar su rostro y  juntando su frente con la ajena unos segundos, cerró los ojos. Debían de irse de allí a un lugar donde pudiese tenerla como deseaba; como deseaban. Aquel bar no lo creía preparado para todo lo que pensaba hacerle, y la mesa en la que reposaba el chocolate ahora frío, sería incapaz de aguantar el peso de cualquiera de ambas, con lo cual no podían disfrutar de esa superficie. No al antojo y al servicio de sus deseos. Suspiró y relamiéndose los labios llenos del sabor femenino de la bailarina, depositó un casto beso antes de a regañadientes y a su pesar, levantarse e incorporarse.

Debemos irnos, aquí ya han visto suficiente y no quiero que te vean. —casi fue un gruñido y cualquiera que la hubiera visto podría decir que Carina parecía celosa de la idea de que pudiesen verla. Y sin ir más lejos, así era. Solo ella quería disfrutar tanto de sus gestos y gemidos, como de sus caricias. La visión de su cuerpo expuesto y desnudo frente a ella, estaba seguro conseguiría hacerla temblar, pero ella sería la única en verla de aquella forma. Al menos, así sería esa noche, y no pensaba desperdiciar aquella oportunidad que tenía frente a sus narices. Petra estaba en su destino; era su destino y Carina no iba a dar marcha atrás. Ya le había confesado que le era imposible escapar de sus cadenas, y no pensaba huir. Aún menos ahora que podía augurar sin necesidad de sus visiones, que estaban igual de afectadas y de húmedas.

La ayudó a levantarse tras aquellas palabras y enseguida, se la llevó fuera de allí. La noche al salir del establecimiento pareció menos fría, o quizás es que su cuerpo ahora caliente y expectante dejó en segundo lugar aquel insignificante detalle. Sonrío mirándola y se sonrojó sin poderse contener. Estaba irresistible en aquel momento, su cabello ligeramente despeinado por sus caricias y los labios hinchados por los besos resaltaban, como estaba segura que pasaba también con los suyos. En la calle debían de controlarse y aparentar ser solo dos amigas, lo que habría resultado fácil en otras ocasiones, pero no en la actual, cuando se moría por volver a probar aquellos labios y contaminarse con su sabor. — Ven —Tiró de ella y sonriendo la llevó hacia las calles que aparte de ser menos concurridas, llevaban al destino que la llevaría aquella noche y a donde se encaminaba sin saberlo de su mano. Irían a su hogar; al circo gitano y allí, allí podrían desmontar toda su cabaña si deseaban. Nadie las escucharía ni espiaría, podrían ser ellas mismas, sin esconderse. Y ahora más que nunca, lo que más deseaba la joven rubia era dejarse llevar, abandonarse a ella, sin saber quién de las dos era la presa y cual el cazador. ¿Y que importaba? Tanto una como la otra, ya estaban atrapadas.


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