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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Ene 24, 2016 12:46 am

Los viajes de negocios en los Gianetti no significaban solo eso. Éferon, hábil en buscar el momento perfecto para desaparecer cuando menos debía y dejar todo el peso en su padre. Ya puso su grano de arena, conversó con los señores Fichster sobre esas tierras, llegando a un acuerdo apalabrado al que solo su padre pondría el broche final. Se desenvolvía como pez en el agua en temas de dinero y más si se trataba de ganancia para su familia y como bien merecido, necesitaba distraerse, conocer la ciudad parisina de noche una vez más.

París, se había convertido en un país visitado frecuentemente por los Gianetti, siempre relacionado con los negocios y para qué engañarnos, al más joven le encantaba la ciudad. Regentaba los mismos restaurantes, calmando su gula después de su ausencia en la ciudad y no solo ese tipo de gula. Las mujeres eran y serían siempre su perdición, eso estaba claro pero era consciente de que debía tener cuidado. Cauteloso, se relacionaba con quien sabía debía, se guardaba el secreto mutuo y solo quedaba en un recuerdo, un desliz, pasar un buen rato.

No se privaba de nada y esa noche no sería menos. Necesitaba distraerse después de llegar al acuerdo con ese señor. Le puso la cabeza del revés con tanta palabrería y sentía como en cualquier momento le explotaría la cabeza.

“Una buena copa de vino”, pensó.

Y no solo esa copa, lo complementaría algo más y ¿qué mejor que un buen espectáculo? Cansado de los mismos bailes en el burdel, las mismas caras en ese lugar y en las calles próximas a éste divisó en una de las farolas que alumbraban una de las más transitadas calles de París, un cartel. El circo gitano daría un buen espectáculo con fieras y eso se le hizo de lo más interesante ¿domar animales? Curioso, podría aprender de ello y es que de todo lo que le causaba intriga le servía en futuras situaciones para algo.

Siguió las indicaciones con paso tranquilo mientras un cigarrillo se consumía en sus labios. Tardó más de lo esperado en llegar, estaba a las afueras y no es que fuese un sitio muy transitado. Con las manos en los bolsillos de su gabardina, caminó hasta el lugar donde dicho espectáculo daría comienzo. Dentro, había más gente que la que esperaba y no pudo sentarse, llegó con el tiempo justo. Sus ojos azules divisaron un perfecto lugar en donde vería la actuación perfectamente así que en un lado, no muy lejos del escenario pero tampoco muy cerca por si acaso… esperó pacientemente que empezase.

Los murmullos no tardaron en captar su atención. Algunos parecían repetir la experiencia, otros se preguntaban qué sería eso de las fieras y demás y él, estaba deseando que ese horrible dolor de cabeza se disipase de una maldita vez. Fue a encenderse un cigarrillo cuando la gente calló de golpe, logró encendérselo antes de que empezase y segundos después, su mirada azul turquesa, no dejó de observar otra cosa que no fuesen esos movimientos, iba a ser una noche entretenida…seguro que aprendería, aprendería tanto o más que con ese señor que solo le hablaba de su hija… ¿hijas? Él solo quería a esas hijas para una cosa nada más, no para prometerle amor eterno.

Rió por lo bajo por sus pensamientos, mostrando esa media sonrisa durante toda la actuación… la noche acababa de dar comienzo.

-A ver qué me ofreces para no aburrirme...-murmuró para sí, relamiéndose después de encenderse el cigarrillo.


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Mensaje por Darina Aleksandrova Dom Ene 24, 2016 6:11 am

Latigazos. Ruido.

Gruñidos, Expectación.

Aquella mañana Carina se encontraba más nerviosa de lo normal y aunque los nervios no se reflejaran en su rostro o en sus movimientos siempre firmes empuñando el pequeño látigo que le servía para mantener a los felinos en raya y obligarles a hacer los movimientos que ella les pidiera, era consciente de que sus animales debían notarlo en la fuerza inusual que aquella mañana usaba en el espectáculo.

Las cinco fieras gruñeron y a un orden de la joven, saltaron de sus sitios cayendo al suelo, rodeando la figura humana. Eran cinco magníficos leopardos. Sus pelajes tan buscados por los cazadores de trofeos, eran una rareza exótica y aquel circo era el único que tenía de aquellas especies. Por eso los días en que Carina actuaba siempre se llenaba la carpa y las entradas se agotaban. Para los espectadores ver aquellas bestias de tan cerca era extraordinario, aún más al ver como se movían a la son y a la voz de la más joven domadora, pero no por eso, la más inexperta. Sino todo lo contrario. Carina desde bien pequeña fue entrenada para adiestrar a las bestias salvajes, había sido aprendiz del mayor domador de la historia del circo gitano, no obstante, el secreto de su función fue que salvara a esos cinco cachorros de un cazador de pieles y fortaleciera entre ellos una orden jerárquica, un respeto que no solían sobrepasar. Ella respetaba la personalidad de cada uno de los felinos, sus necesidades y tiempos y ellos, la respetaban a ella.

Los aplausos terminaron abruptamente cuando la última de las bestias rugió y las luces se apagaron. La joven sonrío en la penumbra del escenario donde se encontraba y de pronto, el espacio se llenó de velas rodeándolos al tiempo que un ayudante entre los barrotes le pasaba un aro lleno de fuego. Aquella era la última prueba y finalmente, tras un día lleno de espectáculos tanto ella como sus leopardos descansarían. Ante el aro de fuego las bestias se impacientaron y algunas, enseñaron las fauces a los espectadores que no perdían detalle a salvo de los felinos. Se oyeron exclamaciones cuando el primer leopardo se acercó a la domadora por su espalda y antes de que fuera a ir contra la joven, el leopardo a una orden del látigo saltó y entró por el aro, saliendo ileso del fuego. Al aterrizar sobre sus patas el leopardo gruñó y quedándose en su sitio, fueron el tiempo de los demás que como si bailaran entre las velas de la estancia, saltaron uno tras otro a la orden de la domadora. Cuando el ultimo leopardo saltó, los espectadores se levantaron y aplaudieron al tiempo que los animales regresaban a sus jaulas y enrollándose el látigo en el brazo Carina se despedía en una reverencia.

Y hasta aquí caballeros ¡Carina y sus felinos! — dijo una voz por megáfono dando por finalizada la sesión de aquella mañana en la carpa principal.

La joven sonrío una última vez ante su público y cuando las luces de las velas se apagaron y abrieron las puertas del palco, la joven siguió a sus felinos hasta la parte trasera del escenario, donde podrían descansar merecidamente. Enseguida su fina figura pasó delante las jaulas de las bestias y llegó donde le esperaba una botella de agua para refrescarse, unos gruñidos la alertaron de que tenían visita. A veces era simplemente personal del circo que venían a felicitar por su actuación o el otro domador de felinos, Alexandre. Sin embargo, el leopardo más pequeño que era también el segundo al mando después de ella, gruñó desafiante y aquel comportamiento solo lo hacía cuando la presencia era la de un desconocido.

No os acerquéis muchos a las bestias, por favor. —Pidió Carina aún de espaldas a ese joven demasiado osado, —que estén adiestradas, no es lo mismo a domesticadas.


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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Ene 24, 2016 2:18 pm

El recinto se iba llenando por momentos y su curiosidad se acrecentaba a cada segundo. Inquieto, tiró el cigarrillo a sus pies y lo pisó, volviendo a sacar otro pero sin encenderlo, tan solo dejándolo entre sus labios, acariciándolo suavemente mientras lo mecía, succionando y al menos tomar un poco de su sabor. Un gesto que sin duda lo delataba, estaba inquieto y quien lo conocía podía asegurarlo. Cuando algo le causaba intriga, curiosidad, no descansaba hasta averiguarlo costase lo que costase.

Se adelantó unos pasos para estar lo más cerca del escenario, lo que estaba permitido o un poco más cerca, hasta poder notar la respiración, el latido de las fieras cerca. Los rugidos, provocaron en el joven que se sorprendiese, contando con la mirada cuántos felinos realizaban su número en medio de la pista y no solo eso, algo no escapó de su visión. Más bien alguien, cuando esa chica apareció en escena, los ojos azules del italiano se clavaron en ella, estudiándola.

Decidida, sabía lo que estaba haciendo, no veía que temblase, su semblante no podía ser más sereno y tranquilo, algo que transmitía las fieras. Notó desde el primer instante la conexión de esa rubia con los felinos, como si fuesen uno. Ni un movimiento en falso, sí precisos y limpios, dando un digno espectáculo que no se cansaría de ver una y otra vez. Y es que para el italiano, pocas cosas le entretenían, le cautivaban y esa…estaba en las que no solo deseaba conocer más, quería curiosear e investigar de primera mano. No pasaría desapercibido ni mucho menos, algo pasajero como algunas aficiones o personas, al día siguiente dejaban de tener chispa y eso es lo que él necesitaba, una buena inyección de aventura y adrenalina.

Estaba seguro que esa noche no solo conoció algo desconocido para él. Inevitable que recorriese a la chica sin disimular, todo lo que pudo y le dejaron entre tanto movimiento. Una asignatura pendiente que añadía a su lista invisible. Tenía su nombre, conocía su pasión y sería la clave para solucionarle las miles de dudas que asaltaban su cabeza.

Esperó paciente, de brazos cruzados, a que todo el mundo saliese y no quedase ni un alma. Apagaron las luces así que sería perfecto para cual ladrón, colarse en la parte trasera en donde vivirían los feriantes. Sigiloso, como un minino, consiguió colarse en esa área restringida, a nadie dejaban entrar y con razón, era peligrosa y llevaba su propio nombre ¿cómo iba a negarse a entrar y conocer el lugar?

Esas criaturas eran simplemente increíbles. Sonrió de medio lado, su habitual y sensual sonrisa, la que advertía que estaba haciendo algo que le agradaba. Colarse a oscuras en un sitio desconocido, buscando algo que estaba seguro encontraría, solo era cuestión de tiempo. Y como su curiosidad era infinita, se acercó demasiado a una de las jaulas, examinando al excelente felino. Lo tocaría pero no quería quedarse sin mano, la necesitaba para un sinfín de cosas…entre ellas…bueno, eso es lo de menos.

La voz suave, dulce y melodiosa de la chica, le arrancó una leve risa de lo más divertida. Tan fina y delicada, podía poner a ralla a esas bestias, una mezcla que se lo hizo de lo más interesante . Giró el rostro, divisando a la chica entre las sombras, ese juego de luces que la definían a su vista como una diosa acabada de pisar la tierra. No se movió, quieto, volvió su mirada a la bestia, encogiéndose de hombros como si aquello lo hiciese a menudo.

-Me temo signorina que no puedo catalogar de bestias a todo lo que se encuentra ahora mismo en este lugar…claro que, según como se mire… cuando hay que serlo –hizo una pausa, con su habitual media sonrisa, no amplia, tanteando el terreno- No es lo mismo… ser adiestrado que domesticado, por supuesto que no…Corina-sonrió con suficiencia, sabía su nombre por la actuación y no pudo evitar acercarse a ella, despacio, paso a paso hasta estar a un par de metros de ella – Muy buena actuación, no debe ser fácil…¿me enseñará algo? Nunca he visto domar así… y le aseguro que sé un poco del tema. Le daré algo a cambio… solo con que me muestre una parte, lo que desee… -se mordió el labio inferior visiblemente, esos ojos azules, parecían brillar en la oscuridad…tan parecido a sus felinos, tan robusto como una pantera a punto de saltar a su presa, siempre con cautela y elegancia.


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Mensaje por Darina Aleksandrova Dom Ene 24, 2016 3:47 pm

No estaba pasando unas semanas normales y eso los animales lo intuían. Solo entrar al área de descanso de sus felinos y de ella, ellos se mantuvieron en silencio viéndola entrar, como si en cierta parte le dieran a entender que ellos sabían de su don, y a la vez, maldición y la apoyaran. La joven sonrío al verlos en silencio y pendiente de ella y solo cuando una de las hembras se acercó a olerla desde la lejanía, supo que todo estaba bien con ellos. El problema de nuevo casi nunca iba con sus felinos, sino con ella. Las últimas semanas estaban siendo agotadoras. Sin descanso entre sus espectáculos con los leopardos y luego, sus tardes de videncia en su cabaña, apenas tenía tiempo para dormir. Y cuando dormía, las premoniciones irrumpían su sueño tornándolos en una especie de dolor de cabeza que arrastraba más intensamente, sobretodo, esas últimas noches, hasta el punto de no dejarla dormir más que unas pocas horas.

Suspiró y agradeciendo la frescura del agua revitalizando su garganta, empezó a alistar en su cabeza todo lo que debía preparar para el día siguiente. A la mañana siguiente su show se vería modificado y en el número final, entraría en escena uno de los tigres blancos que recién había sido incorporado entre las bestias de Alexandre. Si, era la bestia del otro domador, pero con los serios problemas que parecía haber entre los leones y aquel tigre, los dueños del circo decidieron que se incorporase la bella criatura junto los leopardos de Carina, y ella había aceptado, sabiendo que sus felinos podrían lidiar con una bestia más entre ellos. Dejó el vaso de agua en la mesa improvisada y repasó el lugar antes de volverse para la voz masculina que parecía ir acompañada de los gruñidos y ronquidos de uno de los felinos. Estaba acostumbrada a que tanto jóvenes como niños acompañado de sus padres entrasen sin previa autorización a la zona trasera del escenario y con la de gente que en esa última actuación había acudido, no esperaba nada más ni nada menos de que alguien terminase colándose, ya fuera para felicitarla o ver a esos grandes “gatos” de más cerca.

Por ello cuando avistó entre la penumbra del lugar la figura de un joven en edad más que suficiente para poder diferenciar entre la vida y la muerte, se sorprendió. Podía entender la curiosidad de los más pequeños por estar cerca de sus felinos (para ella, los cinco leopardos ya eran de su familia) e inclusive, podía entender que un joven en edad temeraria se infiltrase pensando en aventurarse, más entender el motivo por el cual un joven en edad de desposarse y ser consciente de los riesgos de sus acciones, decidiera entrar y además, acercarse tanto a las jaulas… Eso, si era algo que no lograba entender por más vueltas que le diese a la cabeza. La única posible respuesta a ese crucigrama pudiera ser que fuese uno de los fans de ella, no obstante, si mal no recordaba, creía que era la primera vez que lo veía en alguno de sus espectáculos. Así que la idea de un loco seguidor, quedó ipso facto descartada. ¿Y con todas la opciones descartadas, que le quedaba?

Cada uno de ellos sigue una jerarquía y Skay, es muy territorial cuando se trata de sus hembras —Sonrío de medio lado al oír los gruñidos del leopardo y tras pasar la mirada por las jaulas que la rodeaban, paró sus orbes azules en la figura masculina que se encontraba, peligrosamente cerca del alcance de los grandes colmillos del leopardo. — Por lo que no os aseguro que de intentar tocarlo, este os acaricie la mano delicadamente con sus fauces.

En efecto, su intención fue avisarle de las consecuencias de aquel acercamiento y agradeciendo que le hiciera caso al verle al cabo de unos segundos alejarse, observó atentamente los movimientos del hombre que impunemente, como si aquel fuera su propio hogar, caminaba despreocupadamente entre las acechantes y cautelosas miradas de los leopardos, hacia su figura. Lo repasó en unos segundos, buscando alguna explicación del porqué se encontraba en ese lugar y por qué parecía tan despreocupado.  A caso, no sabía lo que aquellos felinos podían hacerle de salirse de sus jaulas? Frunciendo el ceño ante sus palabras contuvo su suave risa incrédula ante lo que estaba sucediendo frente a sus narices. Por qué no únicamente aquel joven venía a ver a las bestias y en cierta forma, a felicitarle por la actuación, sino que parecía ir detrás de algún propósito más grande que todo aquello; Domar a los felinos. Y eso, no era algo que pudiera enseñarse o explicarse a la ligera. Además, la voz varonil en ocasiones parecía darle a entender un doble sentido a sus palabras y que Skay le mordiese una mano, sino pese a su actitud y su firmeza y templada mirada, se encontraba nerviosa ante su cercanía.

Es cierto que muchas veces las bestias, no son ellas, sino nosotros, pero eso señor no es motivo por el que decida colarse al área restringida. —le dijo, insistiendo en que aquel lugar era peligroso para todo aquel que no estuviese capacitado para entrar. Finalmente, y a regañadientes tuvo que aceptar que la situación peculiar, por lo menos era graciosa e inesperada y sonriendo suavemente, le miró divertida, clavando sus esferas azules en las ajenas.—Caballero, lo siento, de verdad… pero no podéis entrar en este lugar y esperar que se os enseñe a domar a estas bestias.—se encogió de hombros y apartando unos segundos la vista, la clavó en uno de los felinos que esperaba impaciente la hora de la comida y que la miraba atentamente.—Me temo si os soy sincera, que no hay forma de transferir estos conocimientos, no es algo que se enseñe, simplemente debéis estar en contacto con los animales, ser parte de ellos y ganaros su respeto.—Regresó su mirada a la de él y sonrío, desenrollándose el látigo del antebrazo. — Y si lo que deseáis es saber sobre el látigo, algo me dice que usted, ya es experto en esa materia, y no se me da mal leer a las personas, ¿verdad, —hizo una pausa y ladeando ligeramente su rostro y viendo lo que podía adivinar como una sonrisa de suficiencia escondida, alzó una ceja retándolo mentalmente a que negara cada una de sus palabras—señor?— añadió.


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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Ene 24, 2016 5:33 pm

Más que curioso, sus pasos despreocupados se iban acercando a la culpable de su intriga. Esa chica tendría las respuestas a todas las preguntas que se arremolinaban sin control en su cabeza. La actuación le causó unas terribles ganas de saber, de investigar más de cerca y por mucho que le dijese ese “no os acerquéis a las fieras, por favor”, lo haría. Todo lo que le prohibían lo acababa haciendo por dos y en ese caso no iba a ser lo contario, aunque se quedase sin brazos, sin ojos y sin nada pero lo intentaría.

Y sinceramente, ahora que las veía de cerca, se asemejaba mucho a una de ellas. Movimientos elegantes y calculados, mirada penetrante y misteriosa, esa fiereza única de esos animales. Sin venir a cuento, entre medias de la conversación, se le escapó una risa de lo más provocadora sin proponérselo. Imaginarse como una de las fieras no era algo que esperase y menos pensase todos los días.

Qué descaro, pedirle a la muchacha que le enseñase domar cuando no todo el mundo podía hacerlo. Si se hubiese explicado bien desde el principio, no habría acabado como un idiota. Esperaba una risa por parte de ella, ¿un osado hombre desconocido pidiendo clases extras? Y no de alguien cualquiera. Una chica preciosa, eso no había duda. Inevitable que sus orbes azules se fijasen en ella, si le pareció hermosa y atractiva cuando hacía el número y sin apenas luz…¿cómo sería si se viesen en la luz y no entre sombras?

Alzó ambas manos, como si se rindiese en una batalla, en la que ella acababa de ganarle, tenía todo el derecho del mundo a negarse a enseñarle nada y lo aceptó con una de sus medias sonrisas pero no todo acababa ahí, quería algo más y lo iba a conseguir. Se pasó la lengua por los labios, con las manos aún levantadas, acercándose a la joven con mucho cuidado, despacio para no causar ningún malentendido con ella, solo quería verlo todo más de cerca.

-Sería un tanto descabellado pediros que me enseñe cuando es algo tan complicado, un don…solo pedía unos consejos para domar a mi perro, se pone nervioso cuando tengo que irme y dejarle solo ¿o acaso pensaba que se lo decía en otro sentido?-sonrió todo lo inocente que pudo, parpadeando incluso como un niño bueno que no había roto un plato en su vida y sin embargo, se acercaba a la chica peligrosamente, con paso decidido pero despacio, dispuesto a arriesgarse, era alguien que o todo o nada y en este caso, sería todo.

-Estar en contacto con los animales es a veces mejor que estar con personas y sé que piensa como yo, signorina… las personas somos traicioneras por naturaleza y los hombres aún más- rió por lo bajo, saltándose todos los límites del decoro cuando la chica desenrolló el látigo. En un rápido movimiento, la rodeó por la cintura con uno de sus enormes brazos y el otro, cogiendo con firmeza el látigo, envolviendo la mano de la chica con la suya, como un reto silencioso.

-¿Experto en la materia? No, se equivoca. Un experto en la materia sería si…hiciese tal cosa- sonrió de medio lado, travieso y perdidamente cautivador, esperando que llegase esa pregunta de ¿qué? cuando sin proponérselo, se inclinó lo suficiente para rozarle los labios con los propios, un suave y roce que adornó con morderle el labio inferior, atrayéndole hacia sí por la cintura y alejarla de la jaula, acercarla a él y al mismo tiempo, buscar sus labios pero sin llegar a besarla, solo sonreír de ese modo fresco, cautivador – Las fieras te harán caso pero según con quien des pero con una especie como yo solo esta noche –sus ojos azules se clavaron en sus labios, esperando cualquier cosa…esa chica no se lo iba a poner fácil y eso, le gustaba aún más….


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Mensaje por Darina Aleksandrova Lun Ene 25, 2016 3:39 pm

Ese hombre solo podía ser llamado de una forma, únicamente de esa. Insensato. Era un mero insensato y poco tardó la joven rubia en averiguarlo. Ya ni falta hizo que Skay, el leopardo, se lo dijese en forma de gruñidos, recelo y desconfianza para con el desconocido, que simplemente viéndole caminar hacia ella con las manos levantadas, ya hizo que apretase la mandíbula y se controlase. No estaba de humor, no aquel día en que justo había sido una de sus peores noches desde hacía meses y en la que se encontraba tan cansada, que ni un espectáculo podría hacer, no sin poner en riesgo su propia vida. Y en cambio de dejarle descansar parecía que el destino se había ofuscado en darle otra guerra, pero esta quizás, más condescendiente y menos peligrosa que con los felinos. Por qué a fin de cuentas, ¿Cuántas formas habrían de hacer pasar a un hombre por un aro de fuego?

Estoy acostumbrada a que los hombres hablen en cualquier otro sentido, que en el adecuado. Es algo que viene por la experiencia de los años, me temo.

Esa fue su única respuesta seguido de un encogimiento de hombros, en que intentó quitarle importancia y de nuevo hincando sus ojos azules en los ajenos —del mismo color que los de ella— intentó por unos segundos adivinar que se proponía con acercársele tanto y además, con aquel rostro que parecía decir cuan inocente que era. Cuestión que no se creyó ni un pelo. Los chicos inocentes no miraban a una joven con esa mirada, jamás mirarían a una mujer con esos ojos encendidos, porque no tenían la experiencia, más aquel hombre que no era para nada un mochuelo ni daba señales de serlo, la miraba divertido y curiosa. Literalmente la miraba tal y como Skay miraba a sus compañeras cuando estas estaban en celo, solo que en su caso ella no estaba en celo.

Cuando él se detuvo frente a ella, se podría haber esperado cualquier cosa, pero lo único que no había pensado fue en sentir como en un movimiento inesperado la rodeaba con sus manos y la apretaba contra él, encarcelándola con su cuerpo sin darle opción a separarse. Enseguida se sintió de aquella forma, tan pegada al torso masculino que alzando la mirada le miró con una mirada reprobatoria.

¿Qué se piensa que está haciendo, señor? —Le preguntó. —No creo que deba mostrarme su dominio de nada. Esto está totalmente fuera de lugar.

Por suerte o mala suerte, no necesitó mucho para saber qué planes tenía el joven pues al terminar de hablar, sintió sus labios sobre los de él. Apenas un roce, apenas sintió sus labios acariciando los suaves de ella y una ligera mordida la despertó de aquel momento. Jadeó y confundida le miró a escasos centímetros de su rostro. La acababa de besar, apenas había sido una caricia ¡Pero la había besado! Y ahora seguía mirándola con aquella mirada suya que solo la provocaba a abofetearle y a llamar a seguridad para que se lo llevasen. Respiró sobre los labios masculinos que aún seguían casi pegados a los suyos, sonrío y sintiendo su corazón acelerado bajo su pecho, le miró unos segundos confundida hasta que sin saber cómo ni porque, se acercó decidida a la boca masculina y lentamente… muy lentamente, unió de nuevo sus labios y le besó.


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Mensaje por Éferon Gianetti Miér Ene 27, 2016 11:45 am

Aquella escena sí que parecía un espectáculo. Los dos cara a cara, en una batalla de lo más espléndida y ambos dignos rivales del otro. Se le dibujó una media sonrisa, seguido de su provocadora risa cuando oyó eso del doble sentido. No lo dudó, era hermosa y domaba fieras, cualquier hombre se interesaría por ello como seguramente saldría corriendo al tener que enfrentarse a la joven.

Y supo desde que ambas miradas se cruzaron que no era como cualquier otra mujer que se escandalizaba tanto de su forma de decir las cosas, cómo la forma en la que la miraba inconscientemente. La curiosidad cada vez era más fuerte, como si lo llamase a gritos y sabía que si era capaz de calmarla aunque fuese un tanto, habría cumplido por esa noche pero no, quería saber más y no dejaría de intentarlo hasta que lo consiguiese.

No se andaba con rodeos, era experto en sacar la verdadera esencia de una persona tan simple como un gesto, una frase. Necesitó comprobar algo con ese agarre atrevido, cualquiera que los viese estaría más que alarmado ¿un hombre tan cerca de una mujer en un sitio poco transitado y a esas horas de la noche? Estaba cerca, mucho, tanto que podía notar ambas respiraciones, cada vez más aceleradas.

Y todo lo que se imaginó hasta el momento en el que ella se atrevió a devolverle no solo aquel roce, si no ese beso que no esperó pero sí devolvió, con la misma intensidad, provocación…rozando su lengua con la propia y acto seguido, apartarse de golpe de ella. algo había descubierto y lejos de aprovecharse de la situación como cualquier otro se imaginase haría, el hombre se alejó de ella un par de pasos, apartándose tanto de la chica como de esas jaulas que eran un peligro aunque las fieras estuviesen a buen recaudo.

-Signorina… entregada y vigorosa…-lo dejó a medias, sonriendo más ampliamente, apenas se podía ver sus dientes blancos como el nácar , una sonrisa traviesa y varonil que se podía antojar de lo más atractiva – No voy a tacharme de experto en mujeres porque eso sería tener el ego demasiado subido pero algo falla y no es porque no me haya gustado el beso, le temo a lo que venía después. Las chicas salvajes y en el mejor de los sentidos, actúan diferente…no iba a pasar más de ese beso ¿me equivoco? Me la ibais a jugar y…no, piccola… no puedo permitiros eso…- Se mordió el labio inferior, alzando las manos como si se estuviese rindiendo, justamente igual que cómo había venido y volvió a echarse a reír, le divertía mucho la situación.

-¿Qué os pensais que haceis, signorina? –el muy pillo le devolvió la pregunta, no podía sonar más acariciadora y tentadora, como un juego que acababa de comenzar y del que no esperaba saliese vencedor, él buscaba otra cosa…y con la actuación y ese beso se lo había llevado – Me ha encantado conoceros pero…decid la verdad ¿qué planes tenias contra mi persona? Sois como un minino travieso, juguetón y salvaje, indomable, esa es la palabra exacta para definiros y yo soy justo igual que vos… solo que no sé domar fieras… -sonrió, mirándola intensamente, alertado por lo que podía ocurrir, no se fiaba y es que alguien como ella no se dejaría besar por ningún desconocido menos por una pantera negra con bonitos ojos azules que le prometían una noche salvaje e intensa…


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Mensaje por Darina Aleksandrova Miér Feb 10, 2016 1:56 pm

Nada salió como lo habría esperado ¿Pero realmente sabía que era lo que habría esperado? Se cuestionó unos segundos después de que aquella unión terminase abruptamente, sin darle tiempo si quiera a agarrarlo contra ella, a detenerlo. El inicio había sido apenas un roce que de pronto se tornó intenso. Su fresco aliento y el cálido de ella se fundieron en uno solo. Abrió más la boca y él le robo el aliento. Sintió su lengua invitarla a salir a su encuentro y cuando se decidió, de pronto él se alejó. Un, dos, tres y hasta cuatro pasos alejados de ella, apenas era mucha distancia pero para ella esa distancia ahora parecía infranqueable. Y ahí estaba, mirándole confundida.

¿Por—q…

No terminó de hablar que las palabras ajenas impactaron con fuerza contra ella y tragando duro, regresó a su máscara de indiferencia. Aquel bruto insensible y animal, se había llevado uno quizás seguramente de sus mejores besos, y ahí estaba ahora, desechándola en aquel juego. Si, era cierto que lo había buscado ella y aunque ahora el porqué de su acción no tenía mucha coherencia, no ahora en que se había quedado anhelando más, deseando más, lo había buscado simplemente para luego poder abofetearle y como decía él; dejar que no pasara nada más que un simple beso (Si a eso, se lo podía llamar “casto beso”) Él era el que tendría que haber recibido una bofetada y ahora, magistralmente a la que habían abofeteado era a ella, pero eso no iba a quedarse así. Nadie ¡Nadie! Hería su orgullo de mujer y salía indemne.

Reconozco que tenéis razón. —Contestó sin esconder la afirmación de sus planes iniciales que la habían llevado a acercarse furtivamente a él de aquella forma tan directa y provocativa, más lo que no le iba a decir, y no saldría de su boca nada de ello era que apenas ya ni se acordaba de aquel motivo que había originado el beso. Antes terminaría en boca de sus felinos a confesar que por un momento sus ojos habían reflejado el deseo pecaminoso de seguir. — No os iba a dejar seguir, seguramente os habríais llevado un bofetón de no haberos apartado a tiempo. —Le confesó con media sonrisa.

Le miró y al verle alzar de aquel modo los brazos, se río y negó, aquel hombre parecía estar haciendo de todo, excepto rendirse. Aquellos ojos genuinamente brillantes y picaros, no parecían rendirse con facilidad y ella entendía de rendirse. Era domadora de felinos y miles de veces en sus felinos sobre todo al inicio, les había visto con esa misma mirada y siempre había sido una mera mascara de sumisión para luego acercarse a ella e intentar herirla o como en el caso de aquel joven; hincarle el diente. Siguió mirándole, recorriendo con su atenta mirada su expresión corporal y negó de nuevo, sonriéndole.

Ambos fuimos culpables, me temo. —Dijo, — Yo sé jugar de la mano de felinos y usted, de las mujeres. Yo soy más joven y usted, tiene más experiencia que yo en este tipo de situaciones. Señor, lo mío es domar felinos y si usted no es un felino y tampoco quiere ser uno, le recomiendo que se vaya. Los gatos necesitan comer y esta minina, necesita un descanso. —Le miró una última vez y encogiéndose de hombros al saber que no podría ser tan fácil hacerle abandonar en su empresa de molestarla o hacer lo que fuera que lo había llevado a entrar descaradamente en ese recinto privado, se volvió de espaldas a él y empezó a preparar la comida de los animales. —La puerta ya sabeís donde está y esta vez, no es un juego. A la próxima serán las garras desgarrando vuestra espalda.



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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Feb 13, 2016 1:23 pm

Siempre se la jugaba pero por una sola razón: salirse con la suya. En el beso, descubrió más cosas de las que esa chica pudiese imaginarse ¿cómo fue tan cínico de apartarse cuando ella correspondió? Las cosas no pasaban sin más, si no por una razón y más obvio no podía ser. El fuego que había avivado entre ambos. Se apagó de golpe cuando él se alejó pero negar que los labios le ardían con intensidad llamando a los ajenos a gritos, sería un necio si la dejaba escapar. Su experiencia, le gritaba que esa mujer le buscó pero ¿estaba seguro de ello? No.

Las mujeres como ella, decididas y no andarse con rodeos, no buscaban que cualquiera las rondase. Él solo tanteó el terreno, la probó y sí, deseó más. Esos ojos claros transmitían deseo, uno irrefrenable por aquella joven que no podía ser más hermosa y …deliciosa. Se relamió, despacio y sin prisa, volviendo a saborearla… salvaje y adictivo como seguro lo sería toda ella. Ese hombre era capaz de desesperar a cualquiera por sus silencios infinitos y miradas que podían prometerlo todo y nada al mismo tiempo.

-Un golpe que os habría devuelto- lo susurró muy serio, sin dejar de mirarla a los ojos, podía significar cualquier cosa y se lo insinuó al reír por lo bajo, una risa varonil y prometedora, aún había más. No se inmutó, la seguía observando con curiosidad, atención y sin esconderlo, los ojos claros del italiano la recorrieron de arriba abajo, deleitándose en la imagen que le mostraba aquella misteriosa y bella mujer, tan femenina que le recordaba tanto a esos felinos que tanto le extasiaron.

No podía ser, ¿le estaba insinuando que no tenía experiencia? No esperó tal cosa. Esa mujer podía tener y hacerse desear de tal manera que podía conseguir lo que se propusiese, jugar y domar a tantos hombres como le viniese en gana y él, se dejaría ¿por qué no? Dejarse domar por ella, solo esa noche, no necesitaba tan solo una para saber cómo acabaría aquello que acababa de empezar.

-La puerta, no veo ninguna, estamos al aire libre ¿me echa de tal espectáculo digno de ver? Signorina, piccola signorina por favor… ¿no tengo ni voz ni voto en lo que quiera o no hacer? No pienso irme… -se acercó un paso y otro más hacia ella, sin proponérselo estaba traspasando una barrera en la que podía ser herido pero no le importaba.

Aceleró el paso, hasta quedar a escasos centímetros de la joven y no dudarlo, no importándole perder lo más mínimo, podía ganar más. Sonrió travieso, más al gruñido de las fieras por haberse acercado a la joven domadora que por el hecho en sí de estar en el lugar. Alzó una mano para que viese lo que pretendía, deslizando los dedos por su cabellera rubia, tanteando el terreno de nuevo pero mucho más cuidadoso, tomándose su tiempo.

-¿No quiere invitarme? Puedo ser su plato principal o el de sus compañeros felinos -sonrió mirándoles de reojo, apenas unos segundos, los suficientes para asegurarse de que no le harían nada, sería raro ya que estaban bajo llave (¿) –No me haga ser yo quien le devuelva el golpe de antes, puede ser muy doloroso o…placentero –se inclinó a ella, susurrándoselo muy cerca de los labios, sin oponerse a ser lanzado a las fieras, un riesgo que estaba dispuesto a correr, eso desde luego.
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