AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Song For Two Sousl ~ Privado
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Song For Two Sousl ~ Privado
La naturaleza… era donde más seguro me sentía, donde encontraba más paz y tranquilidad de todo el mundo. Quizás fuera por el hecho de que me sentía muy ligado a ella, desde que había tenido que huir de mí hogar siendo niño había pasado mucho tiempo escondido en ella, hasta que un hechicero me acogió en su hogar en mitad del bosque, uno muy sabio que me enseñó todo lo que ahora sabía, no sobre la magia puesto que yo no podía utilizarla nunca, pero sí sobre la vida, la gente, las formas que tenía la humanidad y cómo a lo largo de los siglos estos se habían adueñado del mundo. También fue quien me enseñó a controlar las formas que a día de hoy manejaba sin problema, muchas veces me paseaba por la ciudad en forma de gato solamente porque no me gustaba demasiado el gentío y las grandes aglomeraciones, me sentía bastante oprimido y siendo un gato podía observar la ciudad de mejor forma.
Por el bosque era la única vez que me transformaba en pantera o en leopardo donde podía correr en libertad, la sensación de libertad mientras corrías como un animal de esa forma era… no había palabras suficientes para describirlo. Me gustaba la sensación, la adrenalina recorriendo mí cuerpo, la velocidad, disfrutando de los sentidos aumentados del felino, la agilidad… sin duda alguna era una de las mejores cosas que tenía, eso y un viejo violín recuerdo de mí madre. Ella había sido profesora de música, enseñaba a los niños clases de canto, de solfeo, tocar el piano y el violín. La había visto muchas veces impartiendo las clases y había aprendido de ella quien me había enseñado a tocar dicho instrumento, el que llevaba conmigo y no lo dejaba atrás era lo único que me quedaba de ella, de su recuerdo.
Observé el instrumento entre mis manos sentado bajo la sombra de un árbol, cerca de un claro donde no había nadie, se respiraba paz, lejos de la ciudad de sus humos, sus ruidos y las grandes aglomeraciones de gente. Estaba en mí territorio, podía escuchar los pájaros por el lugar así como la suave brisa que mecía los árboles. Lancé un suspiro y saqué del estuche el instrumento así como el objeto más preciado que poseía. El violín estaba ya algo degastado por su uso pero su valor sentimental era incalculable, cuando lo tenía entre mis manos podía recordar a mí madre impartiendo clases con él.
Lo cogí y lo puse sobre mí hombro para comenzar a tocar una melodía tan conocida como el mismo tiempo, antigua pero que me traía gratos recuerdos de cuando todavía estaba junto a ella. Añoraba a toda mi familia y el hecho de que los hubieran matado por mí culpaba seguía pesando sobre mis hombros, pero nada podía hacer al respecto por ello más que intentar lograr que no me dieran caza, que no hubieran muerto en vano. La música comenzó a sonar en el silencio del bosque inundándolo con la suave melodía que salía de aquel instrumento, cerré los ojos dejándome llevar por la suave melodía envolviéndome en recuerdos de una vida ya pasada y que jamás regresaría.
Pude escuchar como algunos animales curiosos por el ruido se habían acercado, me había percatado que solían huir de los humanos que a veces pasaban por allí, pero conmigo sin embargo parecían que, en cierta parte, también fuera un animal porque no se solían alejar asustados e incluso a veces como estaba pasando ahora se acercaban. Quizás por el sonido de la canción, quizás porque vieran mí alma y supieran que no era un peligro para ellos, quizás porque también sabía que no era muy diferente de ellos.
Por el bosque era la única vez que me transformaba en pantera o en leopardo donde podía correr en libertad, la sensación de libertad mientras corrías como un animal de esa forma era… no había palabras suficientes para describirlo. Me gustaba la sensación, la adrenalina recorriendo mí cuerpo, la velocidad, disfrutando de los sentidos aumentados del felino, la agilidad… sin duda alguna era una de las mejores cosas que tenía, eso y un viejo violín recuerdo de mí madre. Ella había sido profesora de música, enseñaba a los niños clases de canto, de solfeo, tocar el piano y el violín. La había visto muchas veces impartiendo las clases y había aprendido de ella quien me había enseñado a tocar dicho instrumento, el que llevaba conmigo y no lo dejaba atrás era lo único que me quedaba de ella, de su recuerdo.
Observé el instrumento entre mis manos sentado bajo la sombra de un árbol, cerca de un claro donde no había nadie, se respiraba paz, lejos de la ciudad de sus humos, sus ruidos y las grandes aglomeraciones de gente. Estaba en mí territorio, podía escuchar los pájaros por el lugar así como la suave brisa que mecía los árboles. Lancé un suspiro y saqué del estuche el instrumento así como el objeto más preciado que poseía. El violín estaba ya algo degastado por su uso pero su valor sentimental era incalculable, cuando lo tenía entre mis manos podía recordar a mí madre impartiendo clases con él.
Lo cogí y lo puse sobre mí hombro para comenzar a tocar una melodía tan conocida como el mismo tiempo, antigua pero que me traía gratos recuerdos de cuando todavía estaba junto a ella. Añoraba a toda mi familia y el hecho de que los hubieran matado por mí culpaba seguía pesando sobre mis hombros, pero nada podía hacer al respecto por ello más que intentar lograr que no me dieran caza, que no hubieran muerto en vano. La música comenzó a sonar en el silencio del bosque inundándolo con la suave melodía que salía de aquel instrumento, cerré los ojos dejándome llevar por la suave melodía envolviéndome en recuerdos de una vida ya pasada y que jamás regresaría.
Pude escuchar como algunos animales curiosos por el ruido se habían acercado, me había percatado que solían huir de los humanos que a veces pasaban por allí, pero conmigo sin embargo parecían que, en cierta parte, también fuera un animal porque no se solían alejar asustados e incluso a veces como estaba pasando ahora se acercaban. Quizás por el sonido de la canción, quizás porque vieran mí alma y supieran que no era un peligro para ellos, quizás porque también sabía que no era muy diferente de ellos.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/10/2016
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Re: Song For Two Sousl ~ Privado
Había tardado una semana en reunir el valor necesario para venir a este lugar, pensé mientras caminaba bajo las frondosas copas de los árboles. Siete dias que habían sido los primeros de mi nueva vida, durante los cuales tuve que afrontar grandes retos para sobrevivir. Comida, refugio, compañía... parecían tan básicas para cualquiera. Y sin embargo, pasaron a ocupar el primer lugar en mi lista de prioridades. Porque indagar en mi desconocido pasado perdía importancia en comparación con una hogaza de pan, cuando mi estómago ardía de hambre. Cuando el entumecimiento provocaba que mi cuerpo tiritase durante las frías noches de primavera, tapado bajo la delgada manta que ofrecían en el albergue. Cuando llegaba el momento de beber, y el único agua disponible era la que había quedado acumulada por la lluvia.
Hastiada de esa existencia, tomé la determinación de ir al bosque para romper la espiral de desamparo. Para ver si la naturaleza despertaba en mi más recuerdos, igual que lo había hecho la visión del inquisidor cuando estaba con Reydek. Y allí estaba. Con mis pies descalzos sobre la hierba, sintiéndome reconfortada al percibir la arenosa tierra esparciéndose bajo mis dedos. Deseando que los recuerdos me embargasen para despejar la incógnita que era mi vida.
Sin embargo, ninguno de los árboles que me rodeaban evocaba en mi imagen alguna. Eran lo que eran: alargados troncos de corteza oscura. Ninguno ocultaba bajo sus pequeñas flores, todavía cerradas, cuál era mi apellido. Ni tampoco se hallaba mi origen entre sus gruesas y frescas raíces, en ocasiones tan grandes que tenía que esquivarlas para poder continuar con mi camino. Lo que si ocultaban, y arrastró el viento hacia mi dirección, era el sonido de las cuerdas de un violín al ser rasgadas por un arco. Formando una melodía que despertó algo dormido en mi alma, y que por primera vez desde que desperté en el Sena, me hizo sentirme como en casa.
Olvidada cualquier precaución, eché a correr en dirección al sonido. Mis sentidos animales me guiaron sin error hacia un pequeño claro, en el que un hombre de largos cabellos negros tocaba el instrumento con pasión. Sus dedos se movían hábiles sobre las cuerdas, sosteniéndolas para arrancar las notas precisas de la canción. Su mentón reposaba sobre la madera pulida, por tal de evitar que se moviera. No tenía partitura, pero no la necesitaba; era una melodía creada desde su alma.
Conmovida, observé desde las sombras durante unos minutos al extraño desconocido. Después, y presa de un impulso que no supe controlar, empecé a cantar con voz clara y límpida una melodía sin letra.
Hastiada de esa existencia, tomé la determinación de ir al bosque para romper la espiral de desamparo. Para ver si la naturaleza despertaba en mi más recuerdos, igual que lo había hecho la visión del inquisidor cuando estaba con Reydek. Y allí estaba. Con mis pies descalzos sobre la hierba, sintiéndome reconfortada al percibir la arenosa tierra esparciéndose bajo mis dedos. Deseando que los recuerdos me embargasen para despejar la incógnita que era mi vida.
Sin embargo, ninguno de los árboles que me rodeaban evocaba en mi imagen alguna. Eran lo que eran: alargados troncos de corteza oscura. Ninguno ocultaba bajo sus pequeñas flores, todavía cerradas, cuál era mi apellido. Ni tampoco se hallaba mi origen entre sus gruesas y frescas raíces, en ocasiones tan grandes que tenía que esquivarlas para poder continuar con mi camino. Lo que si ocultaban, y arrastró el viento hacia mi dirección, era el sonido de las cuerdas de un violín al ser rasgadas por un arco. Formando una melodía que despertó algo dormido en mi alma, y que por primera vez desde que desperté en el Sena, me hizo sentirme como en casa.
Olvidada cualquier precaución, eché a correr en dirección al sonido. Mis sentidos animales me guiaron sin error hacia un pequeño claro, en el que un hombre de largos cabellos negros tocaba el instrumento con pasión. Sus dedos se movían hábiles sobre las cuerdas, sosteniéndolas para arrancar las notas precisas de la canción. Su mentón reposaba sobre la madera pulida, por tal de evitar que se moviera. No tenía partitura, pero no la necesitaba; era una melodía creada desde su alma.
Conmovida, observé desde las sombras durante unos minutos al extraño desconocido. Después, y presa de un impulso que no supe controlar, empecé a cantar con voz clara y límpida una melodía sin letra.
Syri Vinterson- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 02/03/2017
Re: Song For Two Sousl ~ Privado
La melodía seguía sonando en el bosque como si fuera lo único que se escuchaba en el lugar, lleno de paz y de tranquilidad, roto únicamente por la melodía que salía del violín y que envolvía el lugar. Era una canción muy antigua, una que siempre había escuchado tocar de mi madre y que me llevaba a otro tiempo donde ella estaba con vida, donde ella aún vivía y podía verla impartir esas clases de las que yo también había sido partícipe. El violín era lo único que me quedaba de mi familia, obligado a vagar sin rumbo y sin destino y sin poder detenerme pues la Inquisición me seguía allá a donde fuera, y no había nada que pudiera hacer para evitar que eso pasara.
Ya me habían encontrado cuando durante años había estado viviendo con un gran hechicero en el bosque del cual aprendió mucho, hasta que una mujer a la que había amado, como no había amado a nadie, me delató presa de lo que era cuando le conté mi mayor secreto. ¿Podía culparme por haberlo hecho? A veces sí, lo hacía. Porque de aquella traición de la mujer que amaba habían vuelto a encontrarme y de nuevo la persecución se reanudaba… jamás estaría tranquilo hasta que o bien consiguieran atraparme, o bien me olvidara de todo cuanto había conocido y me iba a otras tierras más lejanas, lejos de su alcance. Pero me sentía bien en aquel lugar, y algo me decía que parte de mi destino estaba allí.
Ni siquiera me había dado cuenta, ensimismado en la música que creaba con aquel viejo instrumento, que no estaba solo en el lugar, que alguien más atraído por la melodía se había acercado. No había notado su presencia porque me había dejado embargar por los recuerdos de la vieja canción, ni siquiera había reparado en el aura que ahora podía notar con más nitidez… solo me di cuenta cuando una voz, procedente de detrás de unos arbustos se alzó para unirse a la melodía con una vieja letra. Mis ojos se fijaron en el lugar donde podía notar el aura de la otra persona, por la voz, la de una mujer… pero apenas podía ver nada ya que esta no se dejaba ver.
Una melodía creada con su voz que ahora se oía en el lugar al haber parado yo de tocar la canción, esperé unos segundos y cerrando los ojos centrado en la melodía que se oía de la voz de la joven, mis dedos se movieron por si solos creando junto con ella una melodía conjunta sin letra pero que juntas parecían combinar a la perfección, llenando el ambiente de aquel bosque confiriéndole un aspecto aún más mágico del que ya tenía. Un par de minutos fue lo que duró aquella unión de melodías hasta que su voz se perdió de forma débil y gradual así como yo lo estaba haciendo con el violín, del cual sonaba la última nota hasta que esta se perdió en el lugar donde el silencio volvió a reinar de nuevo.
Mis ojos se abrieron y me centré en el lugar de donde provenía la voz, bajé el violín dejándolo a mi lado y esperé a ver si la joven se atrevía a restar la distancia que nos separaba y me dejaba ver su rostro, al no hacerlo comencé a guardar el violín en la vieja funda donde siempre lo llevaba esperando y dándole algo de margen, no me moví por si la asustaba y finalmente tras lanzar un suspiro, fijé mis ojos en aquellos arbustos.
-¿Podrías acercarte, por favor? –Pedí en una pregunta amable que quizás pudiera contrastar con mi aspecto, algo más fiero- No voy a hacerte daño, solo quiero conocer a la joven que ha cantado esa canción que ha sido muy hermosa –mis manos estaban sobre mi regazo, como haciéndole ver que no iba a hacerle daño- Vamos, a este músico le gustaría dar las gracias en persona –sonreí de lado mientras esperaba que la joven terminara por acercarse para ver el rostro de quien había cantado tan bella melodía.
Ya me habían encontrado cuando durante años había estado viviendo con un gran hechicero en el bosque del cual aprendió mucho, hasta que una mujer a la que había amado, como no había amado a nadie, me delató presa de lo que era cuando le conté mi mayor secreto. ¿Podía culparme por haberlo hecho? A veces sí, lo hacía. Porque de aquella traición de la mujer que amaba habían vuelto a encontrarme y de nuevo la persecución se reanudaba… jamás estaría tranquilo hasta que o bien consiguieran atraparme, o bien me olvidara de todo cuanto había conocido y me iba a otras tierras más lejanas, lejos de su alcance. Pero me sentía bien en aquel lugar, y algo me decía que parte de mi destino estaba allí.
Ni siquiera me había dado cuenta, ensimismado en la música que creaba con aquel viejo instrumento, que no estaba solo en el lugar, que alguien más atraído por la melodía se había acercado. No había notado su presencia porque me había dejado embargar por los recuerdos de la vieja canción, ni siquiera había reparado en el aura que ahora podía notar con más nitidez… solo me di cuenta cuando una voz, procedente de detrás de unos arbustos se alzó para unirse a la melodía con una vieja letra. Mis ojos se fijaron en el lugar donde podía notar el aura de la otra persona, por la voz, la de una mujer… pero apenas podía ver nada ya que esta no se dejaba ver.
Una melodía creada con su voz que ahora se oía en el lugar al haber parado yo de tocar la canción, esperé unos segundos y cerrando los ojos centrado en la melodía que se oía de la voz de la joven, mis dedos se movieron por si solos creando junto con ella una melodía conjunta sin letra pero que juntas parecían combinar a la perfección, llenando el ambiente de aquel bosque confiriéndole un aspecto aún más mágico del que ya tenía. Un par de minutos fue lo que duró aquella unión de melodías hasta que su voz se perdió de forma débil y gradual así como yo lo estaba haciendo con el violín, del cual sonaba la última nota hasta que esta se perdió en el lugar donde el silencio volvió a reinar de nuevo.
Mis ojos se abrieron y me centré en el lugar de donde provenía la voz, bajé el violín dejándolo a mi lado y esperé a ver si la joven se atrevía a restar la distancia que nos separaba y me dejaba ver su rostro, al no hacerlo comencé a guardar el violín en la vieja funda donde siempre lo llevaba esperando y dándole algo de margen, no me moví por si la asustaba y finalmente tras lanzar un suspiro, fijé mis ojos en aquellos arbustos.
-¿Podrías acercarte, por favor? –Pedí en una pregunta amable que quizás pudiera contrastar con mi aspecto, algo más fiero- No voy a hacerte daño, solo quiero conocer a la joven que ha cantado esa canción que ha sido muy hermosa –mis manos estaban sobre mi regazo, como haciéndole ver que no iba a hacerle daño- Vamos, a este músico le gustaría dar las gracias en persona –sonreí de lado mientras esperaba que la joven terminara por acercarse para ver el rostro de quien había cantado tan bella melodía.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: Song For Two Sousl ~ Privado
El rasgar de las cuerdas del violín cesó durante unos instantes, al percatarse de que una nueva invitada se había unido a su recital. El silencio fue acompañado por una mirada penetrante, que de no ser porque me hallaba bien oculta entre los arbustos, no habría tardado en encontrarme. Aun así, el instrumento no tardó demasiado en volver a sonar, esta vez con una melodía que buscaba acoplarse a la que yo emitía con mi voz. Parecía que el extraño músico prefería centrarse en su arte, en lugar de conocer la identidad de quien había interrumpido su canción.
Las notas que emitían las cuerdas se acoplaban perfectamente a mi canto. Creaban una armonía de aquellas que te llegaban al alma, erizando la piel hasta tornarla sensible a los elementos. No sé cuanto duró, porque presa de la improvisación, la canción se alargó todo lo que nuestras almas desearon. Hasta que al final empezó a apagarse paulatinamente, dejándonos de nuevo en el vivo silencio que es propio de los bosques.
Aunque el desconocido no podía verme, yo tenía los ojos annegados en lágrimas. Porque algunos recuerdos habían empezado a fluir en mi interior en el mismo instante en el que lo hizo la música. Eran recuerdos de mi infancia, estaba segura de ello; de cuando aprendí a cantar y a tocar el piano, para deleite de unas borrosas figuras que ahora estaba convencida de que eran mi padre y mi madre. Él tenía los cabellos como oro blanco, recogidos en la nuca con una cinta de terciopelo. Sus rasgos eran severos, pero sus ojos verdosos expresaban un cariño infinito hacia mi cuando me miraban. Mi madre también era rubia, pero su larga melena tenía unos matices dorados que la hacían parecer oro. Sus ojos eran exactamente iguales que los míos, y sus manos, finas y delicadas, se deslizaban sobre las teclas del piano para que yo pudiera cantar con ella.
Era un recuerdo sencillo, lo sabía. Y tal vez para otra persona no habría significado nada. Pero para mi, que en aquel instante me sentía sola en el mundo, significó todo y más. Porque tal vez hubiera alguien esperándome en mi hogar, sin saber que estaba viva. Alguien que me quería, y sufría sin saber cuál había sido mi destino. Yo no sabía nada, pero ellos tampoco. A su manera, estaban tan amnésicos como yo misma, perdida en una ciudad que ni siquiera era la mía.
Tal vez fuese por ello que, cuando el cambiante (su aura no tardó en delatarle a mis ojos) me invitó a salir de mi escondite, no me limitase a arrastrarme sobre la hierba para desaparecer en silencio. Pues ¿cómo iba a conseguir avanzar hacia mi destino, si lo único que hacía era subsistir a duras penas y escapar de aquellos con los que me cruzaba? Si hubiera escapado de Reydek, me habría ahogado en aquel río. Si hubiera escapado de Iris, no habría conseguido trabajo. No; había llegado el momento de ser valiente, y de salir de entre las sombras.
Pasándome las manos por la sencilla falda de paño, me levanté y avancé un par de pasos en dirección al desconocido. Tenía algunas hojas entre los plateados cabellos, pero no había miedo reflejado en mis grandes ojos azules. Sólo curiosidad, entremezclada con dudas.
- He sido yo quien ha cantado. Perdona si te he interrumpido - Le dije al moreno, cuyos rasgos afilados reflejaban cierta gracia felina. En aquel instante estaban relajados, igual que sus brazos; cubiertos de tatuajes negros y espiralados, más intensos de lo que jamás había visto en nadie. - Tu música me había hecho transportarme a mi infancia y no he podido evitar unirme a ella. Soy Syri. - Me presenté, esbozando media sonrisa tímida. - Tocas muy bien. ¿Dónde has aprendido a hacerlo?
Las notas que emitían las cuerdas se acoplaban perfectamente a mi canto. Creaban una armonía de aquellas que te llegaban al alma, erizando la piel hasta tornarla sensible a los elementos. No sé cuanto duró, porque presa de la improvisación, la canción se alargó todo lo que nuestras almas desearon. Hasta que al final empezó a apagarse paulatinamente, dejándonos de nuevo en el vivo silencio que es propio de los bosques.
Aunque el desconocido no podía verme, yo tenía los ojos annegados en lágrimas. Porque algunos recuerdos habían empezado a fluir en mi interior en el mismo instante en el que lo hizo la música. Eran recuerdos de mi infancia, estaba segura de ello; de cuando aprendí a cantar y a tocar el piano, para deleite de unas borrosas figuras que ahora estaba convencida de que eran mi padre y mi madre. Él tenía los cabellos como oro blanco, recogidos en la nuca con una cinta de terciopelo. Sus rasgos eran severos, pero sus ojos verdosos expresaban un cariño infinito hacia mi cuando me miraban. Mi madre también era rubia, pero su larga melena tenía unos matices dorados que la hacían parecer oro. Sus ojos eran exactamente iguales que los míos, y sus manos, finas y delicadas, se deslizaban sobre las teclas del piano para que yo pudiera cantar con ella.
Era un recuerdo sencillo, lo sabía. Y tal vez para otra persona no habría significado nada. Pero para mi, que en aquel instante me sentía sola en el mundo, significó todo y más. Porque tal vez hubiera alguien esperándome en mi hogar, sin saber que estaba viva. Alguien que me quería, y sufría sin saber cuál había sido mi destino. Yo no sabía nada, pero ellos tampoco. A su manera, estaban tan amnésicos como yo misma, perdida en una ciudad que ni siquiera era la mía.
Tal vez fuese por ello que, cuando el cambiante (su aura no tardó en delatarle a mis ojos) me invitó a salir de mi escondite, no me limitase a arrastrarme sobre la hierba para desaparecer en silencio. Pues ¿cómo iba a conseguir avanzar hacia mi destino, si lo único que hacía era subsistir a duras penas y escapar de aquellos con los que me cruzaba? Si hubiera escapado de Reydek, me habría ahogado en aquel río. Si hubiera escapado de Iris, no habría conseguido trabajo. No; había llegado el momento de ser valiente, y de salir de entre las sombras.
Pasándome las manos por la sencilla falda de paño, me levanté y avancé un par de pasos en dirección al desconocido. Tenía algunas hojas entre los plateados cabellos, pero no había miedo reflejado en mis grandes ojos azules. Sólo curiosidad, entremezclada con dudas.
- He sido yo quien ha cantado. Perdona si te he interrumpido - Le dije al moreno, cuyos rasgos afilados reflejaban cierta gracia felina. En aquel instante estaban relajados, igual que sus brazos; cubiertos de tatuajes negros y espiralados, más intensos de lo que jamás había visto en nadie. - Tu música me había hecho transportarme a mi infancia y no he podido evitar unirme a ella. Soy Syri. - Me presenté, esbozando media sonrisa tímida. - Tocas muy bien. ¿Dónde has aprendido a hacerlo?
Syri Vinterson- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 02/03/2017
Re: Song For Two Sousl ~ Privado
De siempre era sabido que la música amansaba las fieras y que la música era la voz y el reflejo del alma… quizás por eso la joven que había empezado a cantar de forma improvisada, en aquella melodía que yo tocaba, se había dejado llevar incapaz de contenerse por lo que la música representaba, ese sentimiento que todos teníamos escondidos en nuestro interior y que a veces salía a flote con la música, o al menos en mi caso era eso lo que pasaba. Dejé el violín cuando terminamos aquella pieza improvisada para guardarlo con mimo y con cuidado en la funda que había a mi lado sobre el suelo. Una funda algo vieja que denotaba los años que tenía aquel instrumento, pero que era lo único que me quedaba de mi madre y que me recordaba que una vez había tenido una familia. No solía tocar para nadie sino que más bien tocaba para mí, cuando algo me pasaba, cuando me sentía… melancólico, triste, invadido por los recuerdos.
Ahora había una joven escondida frente a los arbustos que había alzado su voz para combinarla con el sonido de mi violín, no me costó demasiado darme cuenta de que como yo era también una cambiante… había conocido a pocos que podían hacer lo mismo que yo, aunque el hechicero con el que había pasado gran parte de mi vida siempre me había dicho que había muchas formas y clases de transformaciones, por lo que me pregunté cuál de todas tendría la joven. Una vez el violín quedó guardado en su funda le pedí, con voz amable que distaba con el aspecto que de normal tenía, que se dejara ver para agradecerle aquella hermosa voz con la que me había deleitado sin pedírselo.
Los músicos siempre alababan a otros músicos y estaban encantados de compartir su afición y su arte, así que si se había acercado como para cantar, ¿Por qué no terminar de salir de entre los arbustos y darse a conocer? Sabía que mucha gente se echaba hacia atrás por las pintas que llevaba, pero eso no le había parado para acercarse y cantar así que… ¿qué tenía que temer? Seguramente pudiera ver que era un cambiante como ella, nada iba a hacerle y de normalidad aunque fuera un humano tampoco le haría nada, esperé con la espalda apoyada contra el tronco del árbol que decidiera dar el paso y asomarse para dejarse ver.
Al final lo hizo y mis ojos recorrieron la figura que se dibujaba frente a mí, se podía ver que era una joven por su rostro, por lo “niña” que parecía, rostro perlado e inmaculado que resplandecía con la luz del sol, su pelo de un color que rara vez había visto estaba más bien entre el rubio y el platino, y sus ojos azules enmarcaban un rostro que iba a juego con su color. Parecía joven, muy joven… ¿quizás rondaría los veinte años? Sí, no la hacía mucho más mayor que eso. Su voz sonó en aquel lugar que seguía estando en calma y sonreí de lado cuando pidió perdón por si había interrumpido, a lo que yo negué con la cabeza por sus palabras.
-Para nada me ha interrumpido, señorita. Ha sido un placer poder escuchar tan bella melodía –dije apoyando la cabeza contra el tronco sin moverme, se había mostrado finalmente pero no quería asustarla con algún movimiento brusco y que se fuera, hacía tiempo que no tenía una conversación que no tuviera que ver con sangre, muerte y persecuciones… no estaba nada mal tengo algo más y si encima era sobre la música ¿qué más podía pedir? Sus ojos recorrieron los tatuajes que llevaba, aquella marca que se podía ver en mi brazo que se extendía cada cierto tiempo como una maldición, bueno, es que realmente era una maldición… una que crecía y de la que no sabía demasiado. Sonreí de lado, casi riendo entre dientes, cuando dijo que la música tenía el poder de transportarte a otros lugares… a mí me transportaba hacia atrás cuando estaba en casa con mi familia y mi madre enseñaba a los niños solfeo, tocar el violín, el piano…- Ah, la música es algo maravilloso que tenemos en este mundo, ¿no cree señorita…? –Dejé la pregunta a medias para que pudiera presentarse, si así ella lo quería, hasta que escuché su nombre- Syri, encantado señorita. Mi nombre es Garrus –dije haciendo un leve movimiento de cabeza, como una pequeña reverencia, y sonreí alzando mi mirada al cielo- Se podría decir que llevo toda la vida en el mundo de la música, mi madre enseñaba cuando yo era pequeño solfeo, tocar el violín, el piano… crecí viendo como daba las clases y luego me enseñaba a mí lo que me costaba aprender –mis ojos bajaron de nuevo a sus azules- siempre han dicho que la música tiene el poder de amansar y calmar a las fieras –sonreí de lado- tocar el violín es de alguna manera recordar a mi madre, mantenerla viva en mis recuerdos y de alguna forma sentir que sigue conmigo… -aunque estuviera muerta por mi culpa, por querer salvarme. Lancé un suspiro y quité esos pensamientos de mi mente- ¿Qué hacéis en el bosque, Syri? ¿Un paseo tranquilo? –Pregunté porque yo normalmente iba al bosque a encontrar paz y tranquilidad, que era lo que me aportaba aquel lugar- Podéis descansar aquí conmigo, os prometo que no os voy a hacer daño… no a alguien que posee una voz tan bonita –hice una pequeña gracia para que el ambiente se relajara y fuera más distendido.
Ahora había una joven escondida frente a los arbustos que había alzado su voz para combinarla con el sonido de mi violín, no me costó demasiado darme cuenta de que como yo era también una cambiante… había conocido a pocos que podían hacer lo mismo que yo, aunque el hechicero con el que había pasado gran parte de mi vida siempre me había dicho que había muchas formas y clases de transformaciones, por lo que me pregunté cuál de todas tendría la joven. Una vez el violín quedó guardado en su funda le pedí, con voz amable que distaba con el aspecto que de normal tenía, que se dejara ver para agradecerle aquella hermosa voz con la que me había deleitado sin pedírselo.
Los músicos siempre alababan a otros músicos y estaban encantados de compartir su afición y su arte, así que si se había acercado como para cantar, ¿Por qué no terminar de salir de entre los arbustos y darse a conocer? Sabía que mucha gente se echaba hacia atrás por las pintas que llevaba, pero eso no le había parado para acercarse y cantar así que… ¿qué tenía que temer? Seguramente pudiera ver que era un cambiante como ella, nada iba a hacerle y de normalidad aunque fuera un humano tampoco le haría nada, esperé con la espalda apoyada contra el tronco del árbol que decidiera dar el paso y asomarse para dejarse ver.
Al final lo hizo y mis ojos recorrieron la figura que se dibujaba frente a mí, se podía ver que era una joven por su rostro, por lo “niña” que parecía, rostro perlado e inmaculado que resplandecía con la luz del sol, su pelo de un color que rara vez había visto estaba más bien entre el rubio y el platino, y sus ojos azules enmarcaban un rostro que iba a juego con su color. Parecía joven, muy joven… ¿quizás rondaría los veinte años? Sí, no la hacía mucho más mayor que eso. Su voz sonó en aquel lugar que seguía estando en calma y sonreí de lado cuando pidió perdón por si había interrumpido, a lo que yo negué con la cabeza por sus palabras.
-Para nada me ha interrumpido, señorita. Ha sido un placer poder escuchar tan bella melodía –dije apoyando la cabeza contra el tronco sin moverme, se había mostrado finalmente pero no quería asustarla con algún movimiento brusco y que se fuera, hacía tiempo que no tenía una conversación que no tuviera que ver con sangre, muerte y persecuciones… no estaba nada mal tengo algo más y si encima era sobre la música ¿qué más podía pedir? Sus ojos recorrieron los tatuajes que llevaba, aquella marca que se podía ver en mi brazo que se extendía cada cierto tiempo como una maldición, bueno, es que realmente era una maldición… una que crecía y de la que no sabía demasiado. Sonreí de lado, casi riendo entre dientes, cuando dijo que la música tenía el poder de transportarte a otros lugares… a mí me transportaba hacia atrás cuando estaba en casa con mi familia y mi madre enseñaba a los niños solfeo, tocar el violín, el piano…- Ah, la música es algo maravilloso que tenemos en este mundo, ¿no cree señorita…? –Dejé la pregunta a medias para que pudiera presentarse, si así ella lo quería, hasta que escuché su nombre- Syri, encantado señorita. Mi nombre es Garrus –dije haciendo un leve movimiento de cabeza, como una pequeña reverencia, y sonreí alzando mi mirada al cielo- Se podría decir que llevo toda la vida en el mundo de la música, mi madre enseñaba cuando yo era pequeño solfeo, tocar el violín, el piano… crecí viendo como daba las clases y luego me enseñaba a mí lo que me costaba aprender –mis ojos bajaron de nuevo a sus azules- siempre han dicho que la música tiene el poder de amansar y calmar a las fieras –sonreí de lado- tocar el violín es de alguna manera recordar a mi madre, mantenerla viva en mis recuerdos y de alguna forma sentir que sigue conmigo… -aunque estuviera muerta por mi culpa, por querer salvarme. Lancé un suspiro y quité esos pensamientos de mi mente- ¿Qué hacéis en el bosque, Syri? ¿Un paseo tranquilo? –Pregunté porque yo normalmente iba al bosque a encontrar paz y tranquilidad, que era lo que me aportaba aquel lugar- Podéis descansar aquí conmigo, os prometo que no os voy a hacer daño… no a alguien que posee una voz tan bonita –hice una pequeña gracia para que el ambiente se relajara y fuera más distendido.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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