AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Addicted to you [Privado]
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Addicted to you [Privado]
Astor Gray sabía perfectamente que en algún momento que no era capaz de recordar su vida había comenzado a colapsar. Perdió una prometida, perdió una mujer a la que amaba y junto a ella al parecer había perdido un hijo, ahora de cierta manera perdía la libertad de la que siempre se sentía tan orgulloso, esa que era lo único que podía ligarle a todo lo perdido. Pese a lo que dejaba, resultaba curioso que ganará una aliada, algo parecido a estabilidad que tanto necesitaba y finalmente una esposa; todo gracias a la mujer que apareció en la vida de Astor como si de una tabla salvavidas se tratase, Juliette Kettering.
Kettering era una mujer con una presencia poderosa, con un cuerpo que resultaba tan atractivo como el mismo demonio para los pecadores, inteligente y además de eso, hermosa. Si bien al principio Astor la pensó simplemente como una manera de escapar de aquello que le atormentaba diariamente, ella poco a poco se convirtió en algo más. Gray no podía decir que la amaba, pero la quería a su manera y ¿cómo no hacerlo? Si ella lo rescató en su momento más vulnerable y le mostró que en el fondo, seguía siendo el mismo hombre de siempre. Juliette le permitió una vez más ver al temible inquisidor que era, al hombre poderoso y que ansiaba poder pero sobre todo, le mostró que no necesitaba de los sentimentalismos que comenzó a despertar en él cuando perdió a Gianna. Claro que existían otras cosas que volvían a su esposa perfecta, como por ejemplo el hecho de que ella no le pedía fidelidad; de hecho le otorgaba la posibilidad de ser tan libertino como hasta aquellos momentos, siempre y cuando él se lo permitiera a ella, algo en lo que Gray estaba dispuesto a ceder, pues al final del día, ambos se pertenecían y se deseaban que era quizás lo que lo orillo a casarse con ella. El lobo solía desear a muchas mujeres y a la mayoría las olvidaba tras pocos encuentros, con la Kettering no resulto de esa manera, ni siquiera después de casados.
Lo único con lo que Gray de hecho teniendo problemas era con las rutinas de los matrimonios, sobre todo por sus horarios de trabajo y las misiones fuera. Aún así, siempre que le era posible, salía de los cuarteles de la inquisición para encontrarse en algún restaurante junto con su flamante esposa, quien causaba admiración no solo en hombres sino también mujeres.
Ese día en particular, Gray había salido de los cuarteles no solamente para comer con Juliette sino también para informarle que le asignaban una misión para la que debería estar fuera cerca de una semana, así que ella tendría pase libre para encontrarse tanto como quisiera con su amante de turno. Pensar en su esposa y su amante le hizo fruncir el ceño, no porque estuviese celoso sino porque pensar que ella estaría disfrutando mientras él trabajaba le ponía de mal humor. Quizás, él también necesitaba una amante de planta, tal como su esposa quien en esos momentos, llegaba al restaurante según se lo indicaba el olfato del inquisidor.
Kettering era una mujer con una presencia poderosa, con un cuerpo que resultaba tan atractivo como el mismo demonio para los pecadores, inteligente y además de eso, hermosa. Si bien al principio Astor la pensó simplemente como una manera de escapar de aquello que le atormentaba diariamente, ella poco a poco se convirtió en algo más. Gray no podía decir que la amaba, pero la quería a su manera y ¿cómo no hacerlo? Si ella lo rescató en su momento más vulnerable y le mostró que en el fondo, seguía siendo el mismo hombre de siempre. Juliette le permitió una vez más ver al temible inquisidor que era, al hombre poderoso y que ansiaba poder pero sobre todo, le mostró que no necesitaba de los sentimentalismos que comenzó a despertar en él cuando perdió a Gianna. Claro que existían otras cosas que volvían a su esposa perfecta, como por ejemplo el hecho de que ella no le pedía fidelidad; de hecho le otorgaba la posibilidad de ser tan libertino como hasta aquellos momentos, siempre y cuando él se lo permitiera a ella, algo en lo que Gray estaba dispuesto a ceder, pues al final del día, ambos se pertenecían y se deseaban que era quizás lo que lo orillo a casarse con ella. El lobo solía desear a muchas mujeres y a la mayoría las olvidaba tras pocos encuentros, con la Kettering no resulto de esa manera, ni siquiera después de casados.
Lo único con lo que Gray de hecho teniendo problemas era con las rutinas de los matrimonios, sobre todo por sus horarios de trabajo y las misiones fuera. Aún así, siempre que le era posible, salía de los cuarteles de la inquisición para encontrarse en algún restaurante junto con su flamante esposa, quien causaba admiración no solo en hombres sino también mujeres.
Ese día en particular, Gray había salido de los cuarteles no solamente para comer con Juliette sino también para informarle que le asignaban una misión para la que debería estar fuera cerca de una semana, así que ella tendría pase libre para encontrarse tanto como quisiera con su amante de turno. Pensar en su esposa y su amante le hizo fruncir el ceño, no porque estuviese celoso sino porque pensar que ella estaría disfrutando mientras él trabajaba le ponía de mal humor. Quizás, él también necesitaba una amante de planta, tal como su esposa quien en esos momentos, llegaba al restaurante según se lo indicaba el olfato del inquisidor.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2013
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Re: Addicted to you [Privado]
—Pero mi Sol, ¿qué es esto? Odio que no me avises de las cartas y simplemente las dejes ahí tiradas —refunfuñó. Su criada, una jovencita de unos quince años, apenas se adaptaba a las exigencias de Juliette, pero, a pesar de estar molesta por aquel descuido, cuando observó detenidamente la misiva, todo el malestar se disipó—. Tranquila, niña. Puedes marcharte, pero recuerda esforzarte más, mira que te salve de esa vieja cascarrabias de Helena.
La despachó con la misma serenidad con la que solía tratarla en ocasiones anteriores, cuando no metía la pata, claro está. Quedándose sola en el despacho, dejó caer su cuerpo en un sillón y se dedicó a leer detenidamente aquella carta. No podía tratarse de otra persona. Juliette no supo cómo recibir la noticia; no estaba segura si eso era buena idea o no. Astor le comunicaba que saldría de los cuarteles de la Inquisición durante unos días (y no eran pocos, en realidad); siendo su esposo, era de suponerse que reclamaría la debida atención de ella. ¡Justo ahora! Cuando sólo rondaba en su mente acudir a los encuentros casi clandestinos con Gustav.
Hubo una pequeña derrota para Kettering, quien siempre se había encargado de llevar su vida bajo control. A veces sus caprichos la superaban, y justo ahora, ocurría lo mismo. Astor le satisfacía, pero había un vacío que sólo llenaba aquel pintor que había hecho su amante. Sin embargo, conociendo el genio endiablado de su esposo, lo mejor era continuar como si nada hubiera pasado. Él prácticamente la reclamaba como su propiedad, cosa que a ella no le molestaba; no cuando estaba aburrida y necesitaba que la atendiesen. Sin embargo, las actuales circunstancias no eran dignas. Aquello le arrancó un pesado suspiro, y por un instante, sintió que el mundo se le vino encima. Más no podía doblegarse, no ella que ostentaba con tanto orgullo el apellido de su padre. No ella que se jactaba de ser una mujer independiente. No le quedaba más alternativa que continuar con aquellos arquetipos matrimoniales, a los que solía sacarle provecho, porque así era.
Por un momento consideró que lo mejor era que se reunieran en casa, pero Astor resultaba tan quisquilloso, que no podía sencillamente decirle “no”. Bien, tampoco podía negar que en lo caprichosos se parecían. Aquello no le agradó del todo, porque hasta en algo esa podía ser muy egoísta. Ay, Juliette era una caja de Pandora cuando se lo proponía.
Se dirigió pues al restaurante en donde era citada con tanta vehemencia. Aunque no estaba muy contenta con la cita, se propuso a lucir tan deslumbrante como de costumbre; vistió las mejores prendas, incluso parecía destacar entre otras damas que se hallaban en el lugar. Sin duda, Juliette sabía en donde atacar. Sus jugadas eran impecables, siempre dando en el punto débil de cualquiera que osara a desafiarle. Hasta en sus negocios actuaba de manera tan veraz.
—¡Mi amor! ¿Llevas mucho esperando aquí? —habló, una vez estando frente a él. Esa maldita sonrisa que tenía podía ser la perdición de cualquiera—. Lo lamento, tuve que atender algunos asuntos, aparte, tampoco podía presentarme tan desaliñada, hacía mucho que no nos veíamos. —Finalmente decidió tomar asiento, luego de que su empleado le acomodara la silla—. ¿Cómo has estado? Se te nota cansado, ¿has dormido bien?
La despachó con la misma serenidad con la que solía tratarla en ocasiones anteriores, cuando no metía la pata, claro está. Quedándose sola en el despacho, dejó caer su cuerpo en un sillón y se dedicó a leer detenidamente aquella carta. No podía tratarse de otra persona. Juliette no supo cómo recibir la noticia; no estaba segura si eso era buena idea o no. Astor le comunicaba que saldría de los cuarteles de la Inquisición durante unos días (y no eran pocos, en realidad); siendo su esposo, era de suponerse que reclamaría la debida atención de ella. ¡Justo ahora! Cuando sólo rondaba en su mente acudir a los encuentros casi clandestinos con Gustav.
Hubo una pequeña derrota para Kettering, quien siempre se había encargado de llevar su vida bajo control. A veces sus caprichos la superaban, y justo ahora, ocurría lo mismo. Astor le satisfacía, pero había un vacío que sólo llenaba aquel pintor que había hecho su amante. Sin embargo, conociendo el genio endiablado de su esposo, lo mejor era continuar como si nada hubiera pasado. Él prácticamente la reclamaba como su propiedad, cosa que a ella no le molestaba; no cuando estaba aburrida y necesitaba que la atendiesen. Sin embargo, las actuales circunstancias no eran dignas. Aquello le arrancó un pesado suspiro, y por un instante, sintió que el mundo se le vino encima. Más no podía doblegarse, no ella que ostentaba con tanto orgullo el apellido de su padre. No ella que se jactaba de ser una mujer independiente. No le quedaba más alternativa que continuar con aquellos arquetipos matrimoniales, a los que solía sacarle provecho, porque así era.
Por un momento consideró que lo mejor era que se reunieran en casa, pero Astor resultaba tan quisquilloso, que no podía sencillamente decirle “no”. Bien, tampoco podía negar que en lo caprichosos se parecían. Aquello no le agradó del todo, porque hasta en algo esa podía ser muy egoísta. Ay, Juliette era una caja de Pandora cuando se lo proponía.
Se dirigió pues al restaurante en donde era citada con tanta vehemencia. Aunque no estaba muy contenta con la cita, se propuso a lucir tan deslumbrante como de costumbre; vistió las mejores prendas, incluso parecía destacar entre otras damas que se hallaban en el lugar. Sin duda, Juliette sabía en donde atacar. Sus jugadas eran impecables, siempre dando en el punto débil de cualquiera que osara a desafiarle. Hasta en sus negocios actuaba de manera tan veraz.
—¡Mi amor! ¿Llevas mucho esperando aquí? —habló, una vez estando frente a él. Esa maldita sonrisa que tenía podía ser la perdición de cualquiera—. Lo lamento, tuve que atender algunos asuntos, aparte, tampoco podía presentarme tan desaliñada, hacía mucho que no nos veíamos. —Finalmente decidió tomar asiento, luego de que su empleado le acomodara la silla—. ¿Cómo has estado? Se te nota cansado, ¿has dormido bien?
Juliette Kettering- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/01/2017
Localización : París
Re: Addicted to you [Privado]
Su buen olfato volvía imposible que su esposa llegará de sorpresa a cualquier sitio donde quedaran de reunirse y eso le agradaba al licántropo, quien generalmente se giraba a la entrada de los restaurantes, cafés, teatros o cualquiera fuera el sitio en que decidían encontrarse. El motivo de su actuar era bastante sencillo; amaba ver la manera en que las miradas de las mujeres y hombres que se encontrarán en el lugar, fueran a posarse sobre la figura de Juliette, además que claro, ella caminaba de una manera tan naturalmente seductora que Astor disfrutaba demasiado de verla hacerlo y ese día no fue la excepción.
Con cuidado, Gray levantó el rostro para centrar su atención en la puerta de entrada, por la que la Kettering ya había entrado. Una sonrisa divertida se asomo a los labios del inquisidor, quien de reojo observo como una mujer reprendía a su acompañante por no despegar la vista de Juliette, pero eso no fue todo. Astor también fue capaz de escuchar a un grupo de mujeres que hablaban del buen porte y la belleza de su esposa, aunque evidentemente lo hacían de una manera poco agradable, manera que igual le parecía a Astor un cumplido para su esposa.
Aún a pesar de todo lo que ocurría a su alrededor gracias a la llegada de la Kettering, Astor no despegó su mirada de ella sino por el contrario, recorrió el cuerpo de su esposa con ella, de arriba a abajo para después de hacerlo, centrar sus orbes en los ajenos y mostrar una sonrisa seductora a la belleza que ya se encontraba frente a él.
– Amor mío, el tiempo nunca es largo o pesado cuando debo aguardar por tu llegada – de manera divertida, observó a su alrededor solamente para avergonzar a quienes aún les contemplaban, los que al toparse con la mirada de Astor, desviaron su atención a sus propios asuntos – Y de no tienes que disculparte, ya hemos hablado sobre la importancia de nuestros trabajos y como ellos están antes que otras cosas – porque ni siquiera en eso se exigían de más. Ambos conocían el trabajo del otro y lo importante que resultaba para cada uno, así que su acuerdo matrimonial incluía no solo respeto a sus infidelidades, sino también a sus prioridades personales, aunque evidentemente eso no anulaba sus obligaciones matrimoniales.
– ¿Desaliñada? ¿Tú? – no pudo ocultar la gracia que eso le causaba, misma que lo llevó a soltar una carcajada que no fue capaz de contener del todo – Juliette, eso es una locura. Eres la mujer más hermosa de París. Ni aunque trataras de volverte vagabunda lucirías desaliñada – agregó aquella realidad una vez que fue capaz de controlar su carcajada.
Levantando su mano, Astor llamó la atención de un joven mesero que se acercaba hasta ellos para depositar frente a cada uno, el menú de lugar.
– He dormido que es lo que cuenta – susurró antes de centrar su atención en el menú dejado por el mesero – Porque ya sabes, cuando se esta de guardia en los cuarteles no se puede tener mucha paz – levantó la mirada para centrarse en Juliette – aunque cuando estoy contigo tampoco es que tenga mucha paz para descansar, pero de eso hablaremos luego, ahora quisiera saber, ¿En qué ha pasado mi bellísima esposa su tiempo? ¿Los negocios van como desea o quiere que su esposo la ayude en algo?.
Con cuidado, Gray levantó el rostro para centrar su atención en la puerta de entrada, por la que la Kettering ya había entrado. Una sonrisa divertida se asomo a los labios del inquisidor, quien de reojo observo como una mujer reprendía a su acompañante por no despegar la vista de Juliette, pero eso no fue todo. Astor también fue capaz de escuchar a un grupo de mujeres que hablaban del buen porte y la belleza de su esposa, aunque evidentemente lo hacían de una manera poco agradable, manera que igual le parecía a Astor un cumplido para su esposa.
Aún a pesar de todo lo que ocurría a su alrededor gracias a la llegada de la Kettering, Astor no despegó su mirada de ella sino por el contrario, recorrió el cuerpo de su esposa con ella, de arriba a abajo para después de hacerlo, centrar sus orbes en los ajenos y mostrar una sonrisa seductora a la belleza que ya se encontraba frente a él.
– Amor mío, el tiempo nunca es largo o pesado cuando debo aguardar por tu llegada – de manera divertida, observó a su alrededor solamente para avergonzar a quienes aún les contemplaban, los que al toparse con la mirada de Astor, desviaron su atención a sus propios asuntos – Y de no tienes que disculparte, ya hemos hablado sobre la importancia de nuestros trabajos y como ellos están antes que otras cosas – porque ni siquiera en eso se exigían de más. Ambos conocían el trabajo del otro y lo importante que resultaba para cada uno, así que su acuerdo matrimonial incluía no solo respeto a sus infidelidades, sino también a sus prioridades personales, aunque evidentemente eso no anulaba sus obligaciones matrimoniales.
– ¿Desaliñada? ¿Tú? – no pudo ocultar la gracia que eso le causaba, misma que lo llevó a soltar una carcajada que no fue capaz de contener del todo – Juliette, eso es una locura. Eres la mujer más hermosa de París. Ni aunque trataras de volverte vagabunda lucirías desaliñada – agregó aquella realidad una vez que fue capaz de controlar su carcajada.
Levantando su mano, Astor llamó la atención de un joven mesero que se acercaba hasta ellos para depositar frente a cada uno, el menú de lugar.
– He dormido que es lo que cuenta – susurró antes de centrar su atención en el menú dejado por el mesero – Porque ya sabes, cuando se esta de guardia en los cuarteles no se puede tener mucha paz – levantó la mirada para centrarse en Juliette – aunque cuando estoy contigo tampoco es que tenga mucha paz para descansar, pero de eso hablaremos luego, ahora quisiera saber, ¿En qué ha pasado mi bellísima esposa su tiempo? ¿Los negocios van como desea o quiere que su esposo la ayude en algo?.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Addicted to you [Privado]
¡Y que hablen las lenguas largas todo lo que quiera! A Juliette, evidentemente, le tenía sin cuidado, es más, casi podía asegurar con orgullo que aquello le subía mucho más el ego, ese que mantenía de manera constante por las nubes. Porque sí, ella se sentía bien consigo misma y eso lo demostraba en sus gestos, incluso en su manera de expresarse. ¿Qué le gustaba ser el centro de atención? Dependía de la ocasión y de quien estuviera de por medio. Por supuesto, tenía bastante clara la idea de para quien quería ser eso y mucho más, pero esa era otra cuestión muy aparte, que debía dejar a un lado en ese preciso momento.
Lo cierto es que, a pesar de las habladurías de aquellos que presenciaban su llegada triunfal, Juliette siguió destacando, burlándose internamente de lo poco agraciadas que eran algunas de esas mujeres. Uh, ahora entendía mejor el motivo de su insana envidia. En fin, ignorando lo ocurrido, se centró en su esposo (y esposo le seguía pareciendo una palabra demasiado amplia para ella, que siempre había gozado de plena libertad. Bueno, igual seguía disfrutando de ella, ¿a quién engañaba?), quien parecía satisfecho con su presencia. ¡Bien! Tampoco podía ser tan malo estar casada como un hombre como Astor, ¿verdad que no?
—Que cursi, Astor. Haces avergonzar más a los demás que a mí —respondió con una sonrisa un tanto cínica mientras soslayaba a los metiches del lugar—. Ah sí, el trabajo. Algo de lo que nos hemos un tanto adictos, pero, ¿qué más da? Para alcanzar el éxito se necesitan siempre sacrificios, ¿no?
Comentaba distraída en lo que se quitaba los guantes y los colocaba cuidadosamente a un lado. Astor parecía siempre guardar halagos para ella, ¡y para qué engañarse!, le encantaba que fuese de ese modo, porque vamos, a Juliette siempre le causaba mucha gracia que le hicieran mérito de esa manera, sobre todo los hombres... atractivos e interesantes como su señor esposo.
—Sería una vagabunda con clase, desde luego que sí. Nunca hay que perder el estilo, ni siquiera siendo una pordiosera —le guiñó un ojo con cierta confidencialidad. Pero dejando las bromas aparte, decidió enfocarse en lo justo, luego de que el mesero les dejara las cartillas con los menús—. Eh, esa respuesta no me ha dejado satisfecha. ¿Qué tanto has dormido? Tres horas diarias no es algo muy confortante, querido mío.
De un momento a otro intentó enfocarse en el menú, pero no pudo hacerlo, porque, básicamente, las palabras de Astor no fueron muy agradables. Ese "hablaremos luego" definitivamente no sonaba nada atractivo, y menos tratándose de él. ¡Qué enorme fastidio! Sin embargo, ella seguía siendo Juliette Kettering, y eso significaba que no iba a dejarse apabullar por nadie, en lo absoluto.
—Van bien, por ahora —respondió a secas. Claro, su negocio era el arte, y el arte le había llevado a conocer a Gustav, su amante. ¿Qué más podía responderle?—. No te preocupes, la Inquisición te absorbe demasiado como para que yo te sobrecargue más de trabajo con mis cosas. Aunque —hizo una pausa y le observó de manera inquisitiva—, ¿cómo es eso de que no te doy paz? Me ofendes, Astor Gray.
Lo cierto es que, a pesar de las habladurías de aquellos que presenciaban su llegada triunfal, Juliette siguió destacando, burlándose internamente de lo poco agraciadas que eran algunas de esas mujeres. Uh, ahora entendía mejor el motivo de su insana envidia. En fin, ignorando lo ocurrido, se centró en su esposo (y esposo le seguía pareciendo una palabra demasiado amplia para ella, que siempre había gozado de plena libertad. Bueno, igual seguía disfrutando de ella, ¿a quién engañaba?), quien parecía satisfecho con su presencia. ¡Bien! Tampoco podía ser tan malo estar casada como un hombre como Astor, ¿verdad que no?
—Que cursi, Astor. Haces avergonzar más a los demás que a mí —respondió con una sonrisa un tanto cínica mientras soslayaba a los metiches del lugar—. Ah sí, el trabajo. Algo de lo que nos hemos un tanto adictos, pero, ¿qué más da? Para alcanzar el éxito se necesitan siempre sacrificios, ¿no?
Comentaba distraída en lo que se quitaba los guantes y los colocaba cuidadosamente a un lado. Astor parecía siempre guardar halagos para ella, ¡y para qué engañarse!, le encantaba que fuese de ese modo, porque vamos, a Juliette siempre le causaba mucha gracia que le hicieran mérito de esa manera, sobre todo los hombres... atractivos e interesantes como su señor esposo.
—Sería una vagabunda con clase, desde luego que sí. Nunca hay que perder el estilo, ni siquiera siendo una pordiosera —le guiñó un ojo con cierta confidencialidad. Pero dejando las bromas aparte, decidió enfocarse en lo justo, luego de que el mesero les dejara las cartillas con los menús—. Eh, esa respuesta no me ha dejado satisfecha. ¿Qué tanto has dormido? Tres horas diarias no es algo muy confortante, querido mío.
De un momento a otro intentó enfocarse en el menú, pero no pudo hacerlo, porque, básicamente, las palabras de Astor no fueron muy agradables. Ese "hablaremos luego" definitivamente no sonaba nada atractivo, y menos tratándose de él. ¡Qué enorme fastidio! Sin embargo, ella seguía siendo Juliette Kettering, y eso significaba que no iba a dejarse apabullar por nadie, en lo absoluto.
—Van bien, por ahora —respondió a secas. Claro, su negocio era el arte, y el arte le había llevado a conocer a Gustav, su amante. ¿Qué más podía responderle?—. No te preocupes, la Inquisición te absorbe demasiado como para que yo te sobrecargue más de trabajo con mis cosas. Aunque —hizo una pausa y le observó de manera inquisitiva—, ¿cómo es eso de que no te doy paz? Me ofendes, Astor Gray.
Juliette Kettering- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/01/2017
Localización : París
Re: Addicted to you [Privado]
Le divertía en grande lo que Juliette era capaz de causar en cualquier lugar donde decidía estar y claro, para que decir que no, también a él le gustaba ver lo que ella era capaz de causar en él. Con una sonrisa entre divertida por las miradas curiosidad y por la manera en que se dirigía a su esposa, respondió.
– ¿Cursi? Nada de eso Juliette – desecho la idea de la cursilería como el sonar así hubiera sido un mero accidente y no un acto deliberado para ver la actitud que tomaban las personas a su alrededor y su propia esposa – Mis palabras son nada menos que realidad, esperarte no resulta tedioso y verte es completamente magnifico para cualquier hombre – hizo una pausa – aunque eso último ya lo sabes – y tras decir eso guiño un ojo. Astor Gray era en algunas ocasiones un descarado, afortunadamente, nadie más que ellos conocía el acuerdo previó a su matrimonio, ese donde se aseguraban completa libertad para vivir su vida como les placiera, siempre y cuando eso no afectara al otro o a los planes en conjunto (que aún no eran muchos).
Los negocios, aquello que les había orillado a creer que formar una sociedad llamada matrimonio resultaría conveniente y benéfica para los mismos, algo en lo que de hecho, no habían errado. Los nombres de ambos comenzaban a hacerse escuchar más de lo que hubieran sido escuchados por separado y eso aunque bueno, solía traer consigo situaciones indeseadas que era actualmente lo que parecía mantenerlos a cada uno más atareado, pero como su esposa decía, para alcanzar el éxito se necesitan siempre sacrificios.
– No tenemos más opción, lo que deseamos, no va a caernos del cielo – aquel fue el único comentario que dio en el momento, ya que se centró en atraer la atención del mesero para que les llevara de una buena vez el menú.
En lo que aguardaban por la llegada del joven mesero, la peculiar pareja bromeo sobre el aspecto de Juliette y como ella era demasiado hasta para ser una pobretona; pero las bromas aunque siempre bien recibidas por ambos, no desaparecían los temas centrales de conversación.
– Tres horas diarias es más de lo que necesito por día – aseguró a la Kettering – además, ¿No has sido tú quién dijo que se necesitan hacer sacrificios? – sonrió tras preguntar eso porque se sentía victorioso, al menos en lo que correspondía a su propio trabajo.
Adoraba ver la manera en que Juliette esquivaba siempre que podía el tema de sus negocios. El licántropo sabía que cada uno se movía en diferentes ramas pero eso no era un impedimento para que pudieran auxiliarse, aunque claro, él se ofrecía más que nada porque la incomodidad de su esposa era su placer personal.
– ¿Segura? Porque aunque no lo creas, sé reconocer el arte cuando lo veo – le miro con un destello de picardía en los ojos – Por eso me case contigo – susurró después, solo para enseguida encogerse de hombros – Mi trabajo es únicamente pesado por los viajes pero fuera de eso, es como estar de vacaciones, haciendo lo que te gusta – y es que al licántropo, le gustaba matar, de eso no cabía la menor duda.
No respondió a la pregunta de su esposa de inmediato, sino que se tomó el tiempo para hacerlo y que mejor para hacer tiempo que expresarle al mesero lo que deseaba.
– ¿Querida? – preguntó, esperando pacientemente a que Juliette terminara de ordenar para proseguir él – Dame un corte de la mejor carne que tengan, termino medio y una botella del mejor vino tinto, tanto para mi como para mi esposa – dicho eso, entregó el menú al joven y espero hasta que se alejó de la mesa para observar directamente a Juliette – ¿Quién podría tener paz contigo a su lado? – preguntó fingiendo estar ofendido – Es sencillamente imposible, en especial cuando tengo días de descanso y estoy en casa, viéndote ir y venir con ropa – sonrió – o sin ella – peligrosa para él. Eso era lo que fue la Kettering desde el primer momento en que la vió pero, bien valía la pena estar casado, siempre que lo estuviera con quien parecía ser su contraparte femenina.
– ¿Cursi? Nada de eso Juliette – desecho la idea de la cursilería como el sonar así hubiera sido un mero accidente y no un acto deliberado para ver la actitud que tomaban las personas a su alrededor y su propia esposa – Mis palabras son nada menos que realidad, esperarte no resulta tedioso y verte es completamente magnifico para cualquier hombre – hizo una pausa – aunque eso último ya lo sabes – y tras decir eso guiño un ojo. Astor Gray era en algunas ocasiones un descarado, afortunadamente, nadie más que ellos conocía el acuerdo previó a su matrimonio, ese donde se aseguraban completa libertad para vivir su vida como les placiera, siempre y cuando eso no afectara al otro o a los planes en conjunto (que aún no eran muchos).
Los negocios, aquello que les había orillado a creer que formar una sociedad llamada matrimonio resultaría conveniente y benéfica para los mismos, algo en lo que de hecho, no habían errado. Los nombres de ambos comenzaban a hacerse escuchar más de lo que hubieran sido escuchados por separado y eso aunque bueno, solía traer consigo situaciones indeseadas que era actualmente lo que parecía mantenerlos a cada uno más atareado, pero como su esposa decía, para alcanzar el éxito se necesitan siempre sacrificios.
– No tenemos más opción, lo que deseamos, no va a caernos del cielo – aquel fue el único comentario que dio en el momento, ya que se centró en atraer la atención del mesero para que les llevara de una buena vez el menú.
En lo que aguardaban por la llegada del joven mesero, la peculiar pareja bromeo sobre el aspecto de Juliette y como ella era demasiado hasta para ser una pobretona; pero las bromas aunque siempre bien recibidas por ambos, no desaparecían los temas centrales de conversación.
– Tres horas diarias es más de lo que necesito por día – aseguró a la Kettering – además, ¿No has sido tú quién dijo que se necesitan hacer sacrificios? – sonrió tras preguntar eso porque se sentía victorioso, al menos en lo que correspondía a su propio trabajo.
Adoraba ver la manera en que Juliette esquivaba siempre que podía el tema de sus negocios. El licántropo sabía que cada uno se movía en diferentes ramas pero eso no era un impedimento para que pudieran auxiliarse, aunque claro, él se ofrecía más que nada porque la incomodidad de su esposa era su placer personal.
– ¿Segura? Porque aunque no lo creas, sé reconocer el arte cuando lo veo – le miro con un destello de picardía en los ojos – Por eso me case contigo – susurró después, solo para enseguida encogerse de hombros – Mi trabajo es únicamente pesado por los viajes pero fuera de eso, es como estar de vacaciones, haciendo lo que te gusta – y es que al licántropo, le gustaba matar, de eso no cabía la menor duda.
No respondió a la pregunta de su esposa de inmediato, sino que se tomó el tiempo para hacerlo y que mejor para hacer tiempo que expresarle al mesero lo que deseaba.
– ¿Querida? – preguntó, esperando pacientemente a que Juliette terminara de ordenar para proseguir él – Dame un corte de la mejor carne que tengan, termino medio y una botella del mejor vino tinto, tanto para mi como para mi esposa – dicho eso, entregó el menú al joven y espero hasta que se alejó de la mesa para observar directamente a Juliette – ¿Quién podría tener paz contigo a su lado? – preguntó fingiendo estar ofendido – Es sencillamente imposible, en especial cuando tengo días de descanso y estoy en casa, viéndote ir y venir con ropa – sonrió – o sin ella – peligrosa para él. Eso era lo que fue la Kettering desde el primer momento en que la vió pero, bien valía la pena estar casado, siempre que lo estuviera con quien parecía ser su contraparte femenina.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Addicted to you [Privado]
uliette tenía una idea bastante clara sobre el matrimonio, y esa era, precisamente, la de un negocio. Algunos, de formas muy negativas y quejumbrosas, consideraban aquello una fatalidad, un enorme peso sobre los hombros, y pare usted de contar. Desde luego, no negaba que algunos terminaban en esos términos, pero, por fortuna, ella se topó con el candidato indicado, o mejor dicho, con el socio perfecto para llevar a cabo semejante riesgo. Desde luego, tampoco es que estaba deseosa de hacerlo, porque siempre se había considerado una mujer independiente, que disfrutaba por completo de su libertad, pero, debido a su posición social (y una que le agradaba mantener), no tuvo más opciones, aunque no se quejaba del todo, porque Astor había resultado algo positivo.
Una de las grandes ventajas era, si duda, cuando quedaba sola en casa, porque él debía permanecer encerrado en los cuarteles de la Inquisición. Así no tendrían que limitarse a aparentar que eran la pareja perfecta, y ese montón de babosadas con las que salían por ahí. Ambos tenían ciertas teorías sobre las relaciones de pareja, y a pesar de que disfrutaban ciertas ocasiones juntos, no siempre estaban contentos o cómodos actuando como si realmente existiera amor. ¿Amor? ¿Eso se comía? Juliette era emocional, sí, mas no una romántica empedernida, porque aquello la aburriría muchísimo, temía. O tal vez porque no había tropezado con el indicado, o quién lo sabía, tampoco iba a ponerse a gastar energía mental en algo tan nimio como eso, menos cuando Astor le hacía comentarios que no podía pasar por alto.
Dejó que él se hiciera cargo de la orden del menú, como siempre, porque confiaba en su buen gusto. Ella, mientras tanto, permaneció en silencio, al menos hasta que el mesero se marchó.
—Eso que dijiste, es hasta contradictorio. Aprecias el arte, pero ya luego dices que ese trabajo desquiciante te gusta. Terrible —bromeó, aunque en partes tenía razón, aun así, no lo juzgaba por eso, ni menos iba a tomar decisiones por él. Así no era ella, ni lo sería nunca—. De acuerdo, que hay artistas que ven arte en las cosas feas, así que, ¡bien! Tú ganas. Pero sólo esta vez, Gray...
Continuó con el buen humor y las bromas, sin embargo, se obligó a cambiar de tema, incluso, a adoptar una postura más seria, más neutral. Habían ciertas cosas que se le pasaban por la mente en ese momento, y siendo una mujer directa, que odiaba andarse con rodeos, prefirió encarar todo cuanto podía. A Astor le gustaba eso, lo sabía, así que sintió una libertad inmensa en expresarse tal y como quería.
—Oye, Astor. Sé que no es el mejor momento para tocar el tema, pero es algo que me ha estado rondando cerca hace días —mencionó, con la vista clavada en otro lado, menos en el rostro de su esposo. Luego lo observó, extraña, diferente a la de Juliette de costumbre—. ¿Crees que estuvo bien esto, lo de casarnos? No lo niego, a veces me asaltan las dudas. Me gusta fastidiar a los envidiosos, aun así, ha llegado a un punto agobiante, y ambos tenemos apariencias que cuidar. No quisiera representar una atadura más adelante, en serio. Yo agradezco muchísimo que seas de mente tan abierta con estas cosas, en serio, es una fortuna eso. De haberme casado con una machista cascarrabias, creo que habría cometido algo "malo".
¿Malo? Ah, cierto, ¿qué tanto se puede esperar de un contrabandista? Nada bueno, por supuesto que no, y Juliette Kettering no era especialmente benevolente.
Una de las grandes ventajas era, si duda, cuando quedaba sola en casa, porque él debía permanecer encerrado en los cuarteles de la Inquisición. Así no tendrían que limitarse a aparentar que eran la pareja perfecta, y ese montón de babosadas con las que salían por ahí. Ambos tenían ciertas teorías sobre las relaciones de pareja, y a pesar de que disfrutaban ciertas ocasiones juntos, no siempre estaban contentos o cómodos actuando como si realmente existiera amor. ¿Amor? ¿Eso se comía? Juliette era emocional, sí, mas no una romántica empedernida, porque aquello la aburriría muchísimo, temía. O tal vez porque no había tropezado con el indicado, o quién lo sabía, tampoco iba a ponerse a gastar energía mental en algo tan nimio como eso, menos cuando Astor le hacía comentarios que no podía pasar por alto.
Dejó que él se hiciera cargo de la orden del menú, como siempre, porque confiaba en su buen gusto. Ella, mientras tanto, permaneció en silencio, al menos hasta que el mesero se marchó.
—Eso que dijiste, es hasta contradictorio. Aprecias el arte, pero ya luego dices que ese trabajo desquiciante te gusta. Terrible —bromeó, aunque en partes tenía razón, aun así, no lo juzgaba por eso, ni menos iba a tomar decisiones por él. Así no era ella, ni lo sería nunca—. De acuerdo, que hay artistas que ven arte en las cosas feas, así que, ¡bien! Tú ganas. Pero sólo esta vez, Gray...
Continuó con el buen humor y las bromas, sin embargo, se obligó a cambiar de tema, incluso, a adoptar una postura más seria, más neutral. Habían ciertas cosas que se le pasaban por la mente en ese momento, y siendo una mujer directa, que odiaba andarse con rodeos, prefirió encarar todo cuanto podía. A Astor le gustaba eso, lo sabía, así que sintió una libertad inmensa en expresarse tal y como quería.
—Oye, Astor. Sé que no es el mejor momento para tocar el tema, pero es algo que me ha estado rondando cerca hace días —mencionó, con la vista clavada en otro lado, menos en el rostro de su esposo. Luego lo observó, extraña, diferente a la de Juliette de costumbre—. ¿Crees que estuvo bien esto, lo de casarnos? No lo niego, a veces me asaltan las dudas. Me gusta fastidiar a los envidiosos, aun así, ha llegado a un punto agobiante, y ambos tenemos apariencias que cuidar. No quisiera representar una atadura más adelante, en serio. Yo agradezco muchísimo que seas de mente tan abierta con estas cosas, en serio, es una fortuna eso. De haberme casado con una machista cascarrabias, creo que habría cometido algo "malo".
¿Malo? Ah, cierto, ¿qué tanto se puede esperar de un contrabandista? Nada bueno, por supuesto que no, y Juliette Kettering no era especialmente benevolente.
Juliette Kettering- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/01/2017
Localización : París
Re: Addicted to you [Privado]
Quienes le veían en ese restaurante, uno frente al otro, sonriéndose y hablando de manera tan pacifica definitivamente creerían que eran una pareja enamorada, algo que se encontraba muy lejos de la realidad de aquella peculiar pareja. Astor, quien había tratado varias ocasiones de demostrarse a si mismo que no era un monstruo y que podía tener algo parecido a una vida real, aspirando ingenuamente a algo llamado amor, todo para encontrarse una y otra vez con el terrible dolor de la perdida, la decepción y por supuesto, traición. Fue gracias a esos momentos de sufrimiento que se deshizo de la poca esperanza que le quedaba en el alma. Él había llegado a aquel mundo a destruir, así que sin nada más a lo que aspirar, abrazo la oscuridad en su interior y camino por el mundo de esa manera hasta que Juliette llegó a su vida y le demostró que la búsqueda de compañía no tenía que incluir amor, solo beneficio mutuo y algunas reglas.
Después de que la orden estuvo hecha, el mesero se alejó de la mesa y la apariencia de pareja perfecta logró finalmente hacer que los curiosos alejaran su mirada de ellos, dejándolos por primera vez lo más a solas que se podía estar en un restaurante como en el que se encontraban.
– Trabajo desquiciante – repitió las palabras pronunciadas por la Kettering antes de reír. En algún punto de su historia la inquisición le pareció desquiciante, sobre todo debido al hecho de que escapar no era una opción cuando eras uno de los mejores soldados condenados, quienes eran perseguidos y asesinados sin excepción; pero si bien Astor hubiera podido resistir durante muchos años, dejar su estilo de vida y huir como una rata no era lo suyo, optando entonces por resistir, hacerse a la idea de que esa era su vida y nada más, sin embargo ahora, se sentía en paz – Es un trabajo solamente, nada más y nada menos, además, el mundo no son solo cosas hermosas – tras decir eso, escucho con satisfacción como es que Juliette cedía, al menos por aquella ocasión.
El licántropo vio como de manera lenta la sonrisa en los labios de la mujer que fungía el rol de su esposa desparecía. Algo la preocupaba, no se necesitaba ser un genio para comprenderlo y aunque Astor pensó que sería algo relacionado con los negocios, con Herbert o con algún amante despechado de ella, la preocupación real de Juliette no hizo más que provocarle soltar un suspiro de alivio.
– No estoy seguro de que mi respuesta a tu pregunta pueda aliviar de alguna manera tus dudas, pero no puedo mentirte – se inclino más en dirección a ella – También yo tengo mis dudas respecto a esta unión, a si hicimos lo correcto y sobre todo yo me cuestiono si no te estaré arrastrando a algo mucho más peligroso de lo que piensas – cierto era que la Kettering no era ningún ángel. Ella estaba ligada a contrabandistas, al mercado negro y muchas personas de mala reputación; aún así, ella no formaba parte de la más peligrosa de las instituciones y no había recolectado años de rencores – pero al mismo tiempo que esas ideas rondan mi mente, también lo hace la certeza de que nunca encontraría mejor compañera de travesía. Tú no me atas Juliette – sonrió – más bien me has liberado de compromisos innecesarios – de reojo vio al mesero acercarse y antes de que este llegara añadió – ¿Te ha ayudado en algo mi respuesta?.
Después de que la orden estuvo hecha, el mesero se alejó de la mesa y la apariencia de pareja perfecta logró finalmente hacer que los curiosos alejaran su mirada de ellos, dejándolos por primera vez lo más a solas que se podía estar en un restaurante como en el que se encontraban.
– Trabajo desquiciante – repitió las palabras pronunciadas por la Kettering antes de reír. En algún punto de su historia la inquisición le pareció desquiciante, sobre todo debido al hecho de que escapar no era una opción cuando eras uno de los mejores soldados condenados, quienes eran perseguidos y asesinados sin excepción; pero si bien Astor hubiera podido resistir durante muchos años, dejar su estilo de vida y huir como una rata no era lo suyo, optando entonces por resistir, hacerse a la idea de que esa era su vida y nada más, sin embargo ahora, se sentía en paz – Es un trabajo solamente, nada más y nada menos, además, el mundo no son solo cosas hermosas – tras decir eso, escucho con satisfacción como es que Juliette cedía, al menos por aquella ocasión.
El licántropo vio como de manera lenta la sonrisa en los labios de la mujer que fungía el rol de su esposa desparecía. Algo la preocupaba, no se necesitaba ser un genio para comprenderlo y aunque Astor pensó que sería algo relacionado con los negocios, con Herbert o con algún amante despechado de ella, la preocupación real de Juliette no hizo más que provocarle soltar un suspiro de alivio.
– No estoy seguro de que mi respuesta a tu pregunta pueda aliviar de alguna manera tus dudas, pero no puedo mentirte – se inclino más en dirección a ella – También yo tengo mis dudas respecto a esta unión, a si hicimos lo correcto y sobre todo yo me cuestiono si no te estaré arrastrando a algo mucho más peligroso de lo que piensas – cierto era que la Kettering no era ningún ángel. Ella estaba ligada a contrabandistas, al mercado negro y muchas personas de mala reputación; aún así, ella no formaba parte de la más peligrosa de las instituciones y no había recolectado años de rencores – pero al mismo tiempo que esas ideas rondan mi mente, también lo hace la certeza de que nunca encontraría mejor compañera de travesía. Tú no me atas Juliette – sonrió – más bien me has liberado de compromisos innecesarios – de reojo vio al mesero acercarse y antes de que este llegara añadió – ¿Te ha ayudado en algo mi respuesta?.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2013
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Re: Addicted to you [Privado]
¿Era ella la mejor compañera? ¡Vaya! Resultaba que, para Astor, aquello sí que había sido una buena elección, a pesar de toda la intriga que pudiera encontrarse en el camino que tenían que recorrer. Desde luego, en muchas ocasiones, había pensado lo mismo, que la mejor oportunidad que tuvo para lidiar con las malditas apariencias, era, justamente, haberse comprometido y casado con Astor. Además de llevar en paz los negocios, lograban entenderse en otros términos más íntimos, porque, por muy libertinos que fueran, ambos cumplían con esa parte del matrimonio que demandaba compartir el mismo lecho, y lo hacían con gusto, cómo no. Ni Juliette, ni Astor, estaban aferrados a ese concepto de amor que significaba no faltarle nunca a la pareja, porque, lo menos que querían, era lidiar con esas costumbres arcaicas. Ellos eran algo así como "poliamorosos", y les agradaba la idea. Sin embargo, ante la vista de todos, aquello era terrible, así que no les quedaba más alternativa que cuidar las apariencias, algo que podía ser condenadamente pesado.
Y ese era el problema, que las cosas con su amante fueran a más, y luego arrastrara a Astor, cuando él no tenía mucho qué ver. Si bien se le notaba bastante satisfecho con todo el asunto, ¿de verdad no le prestaba tanta atención? Él solía pasar mucho tiempo fuera de casa, lo que le daba oportunidades a Juliette de hacer y deshacer a sus anchas, pero cuando se tomaba días de descanso, bueno, la cosa no era tan sencilla. A pesar de todo, Astor solía demandarle atención, y por muy simpático y comprensible que se mostrara, Juliette sabía que su peor error era hacerlo enfadar, y no quería eso, ya bastante tenía con lidiar con su caos en el contrabando, y también en el trabajo.
¿Y si se puso la soga al cuello ella solita? Un frío le recorrió toda la espalda, pero lo disimuló, al menos mientras el mesero dejaba todo en su lugar, y luego, por fin, decidiera marcharse.
—Quizá no te ate ahora, pero, ¿y después? Llevamos poco tiempo en esto, y pensar en el futuro, honestamente, me preocupa un poco, Astor —aseguró. Ella no era mujer de apagarse de esa manera, pero seguía siendo humana, y como tal, también tenía sus momentos de susceptibilidad—. Y a ver, creo que ambos estamos en cosas peligrosas, así que nos hemos arrastrado mutuamente, ¿no lo crees? Además, yo no soy, ya sabes, de categoría sobrenatural como para que la Inquisición se interese en mis cosas. Aunque, hacer ciertas cosas nada sacras, bueno, eso no es tan sano, pero, ¿qué hay de la vida si no se asumen riesgos?
Y tenía razón. A ella siempre le había gustado jugar con el peligro, de rozar por diversión el borde del abismo, como forma de diversión, de distracción, ¡de lo que fuera! Juliette no era como las típicas mujeres de sociedad. No, ella era diferente a su época, y tanto que le gustaba, además.
—Me gusta todo esto, no lo niego. Incluso nuestro "matrimonio", pero siento que sólo es un sueño dentro de un sueño, que no he despertado, y la realidad puede mostrarse más terrible que cualquier cosa, y no sé —admitió, bebiendo luego un poco de agua para refrescarse la garganta—. Astor, estabas mejor sin casarte, nadie te obligaba a hacerlo, y lo sabes. ¿Por qué cambiar de opinión? ¿O acaso estabas huyendo de alguna fanática enamorada a la que querías romperle el corazón?
Y ese era el problema, que las cosas con su amante fueran a más, y luego arrastrara a Astor, cuando él no tenía mucho qué ver. Si bien se le notaba bastante satisfecho con todo el asunto, ¿de verdad no le prestaba tanta atención? Él solía pasar mucho tiempo fuera de casa, lo que le daba oportunidades a Juliette de hacer y deshacer a sus anchas, pero cuando se tomaba días de descanso, bueno, la cosa no era tan sencilla. A pesar de todo, Astor solía demandarle atención, y por muy simpático y comprensible que se mostrara, Juliette sabía que su peor error era hacerlo enfadar, y no quería eso, ya bastante tenía con lidiar con su caos en el contrabando, y también en el trabajo.
¿Y si se puso la soga al cuello ella solita? Un frío le recorrió toda la espalda, pero lo disimuló, al menos mientras el mesero dejaba todo en su lugar, y luego, por fin, decidiera marcharse.
—Quizá no te ate ahora, pero, ¿y después? Llevamos poco tiempo en esto, y pensar en el futuro, honestamente, me preocupa un poco, Astor —aseguró. Ella no era mujer de apagarse de esa manera, pero seguía siendo humana, y como tal, también tenía sus momentos de susceptibilidad—. Y a ver, creo que ambos estamos en cosas peligrosas, así que nos hemos arrastrado mutuamente, ¿no lo crees? Además, yo no soy, ya sabes, de categoría sobrenatural como para que la Inquisición se interese en mis cosas. Aunque, hacer ciertas cosas nada sacras, bueno, eso no es tan sano, pero, ¿qué hay de la vida si no se asumen riesgos?
Y tenía razón. A ella siempre le había gustado jugar con el peligro, de rozar por diversión el borde del abismo, como forma de diversión, de distracción, ¡de lo que fuera! Juliette no era como las típicas mujeres de sociedad. No, ella era diferente a su época, y tanto que le gustaba, además.
—Me gusta todo esto, no lo niego. Incluso nuestro "matrimonio", pero siento que sólo es un sueño dentro de un sueño, que no he despertado, y la realidad puede mostrarse más terrible que cualquier cosa, y no sé —admitió, bebiendo luego un poco de agua para refrescarse la garganta—. Astor, estabas mejor sin casarte, nadie te obligaba a hacerlo, y lo sabes. ¿Por qué cambiar de opinión? ¿O acaso estabas huyendo de alguna fanática enamorada a la que querías romperle el corazón?
Juliette Kettering- Humano Clase Alta
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