AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Humo rosa. El sonido de sus propias carcajadas la devolvieron al salón donde estaba sentada en un sillón de orejas, vestida sólo con la bata de seda china de un imposible color azul turquesa y bordados de flor de loto. El opio la había hecho alucinar y veía el humo de colores, pero ya se estaba pasando el efecto.
Últimamente se había aficionado peligrosamente a la sustancia, presa del aburrimiento, de la desidia, de que cada día fuera igual al resto. Como siempre, intentaba llegar al límite de las cosas, buscando en esa cercanía al abismo cualquier rastro de sensación nueva y estimulante. Pero el opio ya le había dado todo cuanto podía ofrecerle.
Con los ojos enrojecidos y una sensación de embotamiento, lanzó la pipa a la chimenea. No era lo que buscaba. La destrucción que causaban los opiáceos no valía la pena en comparación de las emociones que aportaban. Se hizo un ovillo en el sillón y se dejó llevar por el letargo que la sumió en una siesta de horas. No abrió los ojos hasta que alguien del servicio la sacudió suavemente. Tenía visita.
¿Visita? ¿Quién? no recordaba en qué día estaba. El maldito opio la había atrapado y realmente ya era viernes. ¡Ah! cierto, el viernes tenía programada ua cita con un nuevo y posible cliente. Su contacto de París le dijo que ese hombre valía la pena, que había estado un tiempo fuera de la ciudad, posiblemente preso, y que tenía negocios allende de los mares. Mmmmmm...un preso. Esperaba que hubiera cometido algun delito mejor que estafar al erario público, quizás fuera interesante conocer a un asesino, pues la mayoría de sus clientes sólo eran tiburones de los negocios, ratas que urdían complots en la sombra. ¿Miedo? en absoluto. Su vida no corría peligro, nadie de alta clase mataba a una prostituta de su calaña cuando podían tenerla y disfrutarla sin temor a represalias. Ella enganchaba como la más potente droga, era su opio particular, su adrenalina, la emoción que le hacía falta a sus tristes vidas. ¿Pero quién le daría esa emoción a ella? Tendría que seguir buscando.
-dile que espere, estaré en unos minutos, ofrécele algo de beber.
No era cortés hacer esperar, pero por otro lado aumentaba la curiosidad de quien esperaba. Subió la escaleras y se metió en la bañera, necesitaba sacudirse el embotamiento que las amapolas le habían producido. Se colocó un camisón de seda china, color perla, con toda la espalda surcada de tiras de encaje que lo sujetaban a su estilizado cuerpo, y encima otra bata, esta vez negra, también de seda, con tigres y dragones orientales bordados en colores cálidos como el naranja, el rojo y el ocre. Por la algo la llamaban la Viuda de Seda. Su pelo húmedo lo recogió con un palito de plata en forma de aguja terminado en un brillante (que perteneció a la anterior emperatriz china) y bajó las escaleras liviana como una hoja hasta entrar en el inmenso salón donde habían hecho pasar al desconocido.
- buenas noches monsieur. Siento la espera.- Algo en su lenguaje corporal, en sus gestos y en su expresión, decían que no lo sentía en absoluto, pero esa dualidad que destilaba la rodeaba como una misteriosa aura. Fijó sus ojos de gata en la figura que tenía delante. Vaya sopresa... era joven y estaba bien hecho. Un delicuente en toda regla, la velada empezaba bien.- me atraparon los brazos de otro hombre, uno al que llaman Morfeo, y no me pude resistir. ¿Le han servido algo de beber?
Humo rosa. El sonido de sus propias carcajadas la devolvieron al salón donde estaba sentada en un sillón de orejas, vestida sólo con la bata de seda china de un imposible color azul turquesa y bordados de flor de loto. El opio la había hecho alucinar y veía el humo de colores, pero ya se estaba pasando el efecto.
Últimamente se había aficionado peligrosamente a la sustancia, presa del aburrimiento, de la desidia, de que cada día fuera igual al resto. Como siempre, intentaba llegar al límite de las cosas, buscando en esa cercanía al abismo cualquier rastro de sensación nueva y estimulante. Pero el opio ya le había dado todo cuanto podía ofrecerle.
Con los ojos enrojecidos y una sensación de embotamiento, lanzó la pipa a la chimenea. No era lo que buscaba. La destrucción que causaban los opiáceos no valía la pena en comparación de las emociones que aportaban. Se hizo un ovillo en el sillón y se dejó llevar por el letargo que la sumió en una siesta de horas. No abrió los ojos hasta que alguien del servicio la sacudió suavemente. Tenía visita.
¿Visita? ¿Quién? no recordaba en qué día estaba. El maldito opio la había atrapado y realmente ya era viernes. ¡Ah! cierto, el viernes tenía programada ua cita con un nuevo y posible cliente. Su contacto de París le dijo que ese hombre valía la pena, que había estado un tiempo fuera de la ciudad, posiblemente preso, y que tenía negocios allende de los mares. Mmmmmm...un preso. Esperaba que hubiera cometido algun delito mejor que estafar al erario público, quizás fuera interesante conocer a un asesino, pues la mayoría de sus clientes sólo eran tiburones de los negocios, ratas que urdían complots en la sombra. ¿Miedo? en absoluto. Su vida no corría peligro, nadie de alta clase mataba a una prostituta de su calaña cuando podían tenerla y disfrutarla sin temor a represalias. Ella enganchaba como la más potente droga, era su opio particular, su adrenalina, la emoción que le hacía falta a sus tristes vidas. ¿Pero quién le daría esa emoción a ella? Tendría que seguir buscando.
-dile que espere, estaré en unos minutos, ofrécele algo de beber.
No era cortés hacer esperar, pero por otro lado aumentaba la curiosidad de quien esperaba. Subió la escaleras y se metió en la bañera, necesitaba sacudirse el embotamiento que las amapolas le habían producido. Se colocó un camisón de seda china, color perla, con toda la espalda surcada de tiras de encaje que lo sujetaban a su estilizado cuerpo, y encima otra bata, esta vez negra, también de seda, con tigres y dragones orientales bordados en colores cálidos como el naranja, el rojo y el ocre. Por la algo la llamaban la Viuda de Seda. Su pelo húmedo lo recogió con un palito de plata en forma de aguja terminado en un brillante (que perteneció a la anterior emperatriz china) y bajó las escaleras liviana como una hoja hasta entrar en el inmenso salón donde habían hecho pasar al desconocido.
- buenas noches monsieur. Siento la espera.- Algo en su lenguaje corporal, en sus gestos y en su expresión, decían que no lo sentía en absoluto, pero esa dualidad que destilaba la rodeaba como una misteriosa aura. Fijó sus ojos de gata en la figura que tenía delante. Vaya sopresa... era joven y estaba bien hecho. Un delicuente en toda regla, la velada empezaba bien.- me atraparon los brazos de otro hombre, uno al que llaman Morfeo, y no me pude resistir. ¿Le han servido algo de beber?
Última edición por Erline D'Amencourt el Mar Mayo 02, 2017 4:05 pm, editado 2 veces
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Más sangre que manaba del labio del vampiro y enloquecía a Erline, sedienta, ansiosa, necesitada de más líquido rojo que le proporcionara la saciedad que todas y cada una de sus células reclamaban. Sorbió la vitae sin darle respiro, pidió más sin darle tregua al empuje del cainita, pues la combinación de esa sangre con el sexo salvaje la habían enloquecido de una forma como jamás había sentido. No escatimó en jadeos, gemidos, gruñidos y gritos. Su garganta ejecutó a la perfección la sinfonía del placer a dos voces.
No es que no le gustase el sexo, pero le podía gustar tanto como al cocinero la cocina, no dejaba de ser también un trabajo que se acababa volviendo rutinario. Sin embargo aquello era fuera de lo común, ni siquiera podía pensar en ello, estaba completamente abandonada a la locura oscura y carmesí en las que la había sumido Joe.
Las embestidas frenéticas del vampiro unido a sus propios movimientos descontrolados aumentaron el roce y el placer hasta sumirla en un orgasmo tras otro, contra la virgen, a los pies del santo, sobre el altar o los bancos. El subidón le duró todo el tiempo que Joe continuó proporcionándole sorbos de sangre. Ambos disfrutaron del desenfreno, de la sangre derramada, de toda la herejía de aquel acto, que provocaba a una religión entera, a sus pilares y a su dios. El escenario parecía sacado de una novela de Lovecraft, la triste capilla gris de una prisión manchada de sangre, mancillada sin ningún respeto ni consideración por una abominación, un monstruo, y la concubina que lo había llevado allí. El aire estaba saturado por un aroma a sangre, sexo y cera de las velas que ardían iluminando escasamente los rincones del santo lugar. Tras abrasarse y consumirse una y otra vez, el cuerpo de la viuda de seda dijo basta, no podía aguantar más, no era tan resistente como un inmortal, necesitaba parar o le estallaría el corazón, que le bombeaba a un ritmo endiablado.
Su pecho subía y bajaba, sus labios entreabiertos jadeaban buscando aire que respirar y el sabor metálico de la sangre rezumaba en su boca. Las pupilas seguían dilatadas y apenas distinguía la forma borrosa del crucificado sobre su cabeza, contemplándola. Sentía el cuerpo de Joe clavado en el suyo, atrapado en su interior hasta que se estremeció alcanzando el clímax, pero no podía moverse, de pronto toda la energía se había disipado abandonando su cuerpo y dejándola casi como muerta. Había sido un viaje al infierno en toda regla, uno que había estado muy bien, pero ahora necesitaba encontrar la forma de regresar a su persona, levantarse, vestirse, las cosas básicas. La mente iba en piloto automático y el cuerpo no respondía, necesitaba unos minutos.
Lo normal hubiera sido notar la respiración de Joe, su aliento sobre la piel pero...no respiraba. ¡Maldita sea! no respiraba. Empezó siendo un sonrisa amplia pero de pronto su abdomen se contrajo en espasmos, estaba riendo a carcajadas, pero éstas todavía no podían salir de su garganta, no le quedaban fuerzas. Por fin consiguió materializar alguna y reir a rienda suelta. Era del todo espeluznante, inquietante, devastador.
— eres...jajaja.. eres... un... vampiro.
Esa epifanía le había provocado una risa floja que no podía parar, él era un vampiro y ella iba puesta hasta las cejas de su sangre. Glorioso. Grandioso. Un jodido vampiro, más muerto que una piedra había conseguido que ella sintiera el mayor subidón de su vida, había experimentado la adrenalina de la sangre, de la muerte, de la sed de vitae y los instintos homicidas y destructores. No estaba nada mal. Cuando la certeza de lo que estaba diciendo llegó a su cerebro, dejó de reir. Eso cambiaba mucho las cosas, pero no estaba en disposición de entablar una conversación al respecto todavía.
No es que no le gustase el sexo, pero le podía gustar tanto como al cocinero la cocina, no dejaba de ser también un trabajo que se acababa volviendo rutinario. Sin embargo aquello era fuera de lo común, ni siquiera podía pensar en ello, estaba completamente abandonada a la locura oscura y carmesí en las que la había sumido Joe.
Las embestidas frenéticas del vampiro unido a sus propios movimientos descontrolados aumentaron el roce y el placer hasta sumirla en un orgasmo tras otro, contra la virgen, a los pies del santo, sobre el altar o los bancos. El subidón le duró todo el tiempo que Joe continuó proporcionándole sorbos de sangre. Ambos disfrutaron del desenfreno, de la sangre derramada, de toda la herejía de aquel acto, que provocaba a una religión entera, a sus pilares y a su dios. El escenario parecía sacado de una novela de Lovecraft, la triste capilla gris de una prisión manchada de sangre, mancillada sin ningún respeto ni consideración por una abominación, un monstruo, y la concubina que lo había llevado allí. El aire estaba saturado por un aroma a sangre, sexo y cera de las velas que ardían iluminando escasamente los rincones del santo lugar. Tras abrasarse y consumirse una y otra vez, el cuerpo de la viuda de seda dijo basta, no podía aguantar más, no era tan resistente como un inmortal, necesitaba parar o le estallaría el corazón, que le bombeaba a un ritmo endiablado.
Su pecho subía y bajaba, sus labios entreabiertos jadeaban buscando aire que respirar y el sabor metálico de la sangre rezumaba en su boca. Las pupilas seguían dilatadas y apenas distinguía la forma borrosa del crucificado sobre su cabeza, contemplándola. Sentía el cuerpo de Joe clavado en el suyo, atrapado en su interior hasta que se estremeció alcanzando el clímax, pero no podía moverse, de pronto toda la energía se había disipado abandonando su cuerpo y dejándola casi como muerta. Había sido un viaje al infierno en toda regla, uno que había estado muy bien, pero ahora necesitaba encontrar la forma de regresar a su persona, levantarse, vestirse, las cosas básicas. La mente iba en piloto automático y el cuerpo no respondía, necesitaba unos minutos.
Lo normal hubiera sido notar la respiración de Joe, su aliento sobre la piel pero...no respiraba. ¡Maldita sea! no respiraba. Empezó siendo un sonrisa amplia pero de pronto su abdomen se contrajo en espasmos, estaba riendo a carcajadas, pero éstas todavía no podían salir de su garganta, no le quedaban fuerzas. Por fin consiguió materializar alguna y reir a rienda suelta. Era del todo espeluznante, inquietante, devastador.
— eres...jajaja.. eres... un... vampiro.
Esa epifanía le había provocado una risa floja que no podía parar, él era un vampiro y ella iba puesta hasta las cejas de su sangre. Glorioso. Grandioso. Un jodido vampiro, más muerto que una piedra había conseguido que ella sintiera el mayor subidón de su vida, había experimentado la adrenalina de la sangre, de la muerte, de la sed de vitae y los instintos homicidas y destructores. No estaba nada mal. Cuando la certeza de lo que estaba diciendo llegó a su cerebro, dejó de reir. Eso cambiaba mucho las cosas, pero no estaba en disposición de entablar una conversación al respecto todavía.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Ambos nos habíamos sumido en un frenesí inagotable, como si nuestros cuerpos siempre hubieran estado hechos para encajar de este modo y no otro, danzaban una peligrosa danza de embestidas sacrílegas frente a los apenados ojos del crucificado.
La estatua de la madre se movía virginal frente a las sádicas embestidas de mi cuerpo contra el ajeno que las recibía rasguñado mi espalda como un animal hasta hacerme sangrar.
Sus dientes marcaban mi piel ,era una bestia salvaje, indómita, que quería mas de todo.
La estatua impulsada por los demonios calló al suelo estallando en pedazos.
Gruñí contra su boca sintiendo que como la misma piedra blanca de la imagen esculpida, yo también me sentía al borde de esparcirme dentro de ella.
Sus ojos turbios por la droga, dilatados, miraban perdidos en un limbo de pasión. Cuerpo que se estremecía contra el mio regalándome un sin fin de jadeos, gemidos cuyo único protagonista era yo.
Sentencie con mis labios su cuello ,repasando su mandíbula, navegando por su boca entreabierta hasta que mi hombría hundida en ella hasta los cimientos explotó. Sus caderas danzaban ardientes acogiendo mi simiente, los dos estábamos completamente enajenados por el momento. Yo porque era una bestia a la que le habían permitido dar rienda suelta a sus impulsos en un ambiente tan tétrico como hermoso y ella porque drogada de mi vitae no sabia posiblemente ni donde estaba.
Ladeé la sonrisa apoyando mi boca en sus pechos, succionandolos, repasándolos con mis colmillos para arrancar de nuevo dos jadeos a su cuerpo, estaba agotada, lo notaba por lo inmóvil que ahora estaba, extasiada por ese todo que ahora corría por sus venas y desgarrada por mis ruda embestidas que cicatrizarían con facilidad pues mi sangre obraba mas milagros que solo el de condenarla al éxtasis mas absoluto.
Salí de su interior cuando esta hizo el intento de moverse para poder vestirse, mi brazo, no abandono su cintura permitiendole flotar todavía en la espesura del infierno, pues creo que solo veía brumas.
Reía sin parar buscando su ropa y admito que esa mujer me estaba volviendo loco con cada roce.
-Si, soy un vampiro -respondí ladeando la sonrisa mientras deslizaba la ropa por su cuerpo como si se tratara de una niña.
Estaba tan colocada que sus intentos por mantenerse derecha eran vanos.
-Deja que te lleve a casa, hablaremos mañana o cuando me invites a la siguiente velada -susurré en su oído a sabiendas que esas palabras las recordaría cuando se le pasara el colocon que llevaba..
La dejé apoyada en uno de los atriles, la risa había menguado, parecía darse cuenta ahora de la gravedad de sus palabras. Allí, arrodillada me miraba tomar la ropa para con destreza cubrir mi cuerpo.
-No me temas, no te haré daño -susurré acercándome a ella.
Mi capa negra cubrió su cuerpo, la alcé por la cintura contemplando esos dos ojos que todavía oscurecidos me miraban fijamente.
La saqué de la capilla dejando atrás suelo sagrado con olor a sexo, sangre y pecado. Nada en ese lugar seria como hasta el momento, pues el demonio y su concubina lo habían mancillado hasta puntos insospechados.
La alcé por la cintura subiéndola en el carruaje dispuesto para ella, quedo sentada en sobre el rojo raso mientras sus ojos me buscaban quizás anhelando que hiciera este viaje con ella.
-Buenas noches Erline -susurré desde la puerta ladeand la sonrisa antes de cerrarla y dar dos golpes al carro para que le cochero emprendiera la marcha.
Sinceramente esperaba noticias de esa mujer. Mi vida estaba sumida en un caos que yo mismo me había buscado. Mi futura esposa no me permitía tocarla, me odiaba,amaba a un mequetrefe cazador por el que perdía el culo y en Erline encontraba consuelo, placer. Esta velada había ido demasiado bien como para dejar escapar la oportunidad de volvernos a ver, mas la decisión era suya ¿vendería su alma al diablo?
La estatua de la madre se movía virginal frente a las sádicas embestidas de mi cuerpo contra el ajeno que las recibía rasguñado mi espalda como un animal hasta hacerme sangrar.
Sus dientes marcaban mi piel ,era una bestia salvaje, indómita, que quería mas de todo.
La estatua impulsada por los demonios calló al suelo estallando en pedazos.
Gruñí contra su boca sintiendo que como la misma piedra blanca de la imagen esculpida, yo también me sentía al borde de esparcirme dentro de ella.
Sus ojos turbios por la droga, dilatados, miraban perdidos en un limbo de pasión. Cuerpo que se estremecía contra el mio regalándome un sin fin de jadeos, gemidos cuyo único protagonista era yo.
Sentencie con mis labios su cuello ,repasando su mandíbula, navegando por su boca entreabierta hasta que mi hombría hundida en ella hasta los cimientos explotó. Sus caderas danzaban ardientes acogiendo mi simiente, los dos estábamos completamente enajenados por el momento. Yo porque era una bestia a la que le habían permitido dar rienda suelta a sus impulsos en un ambiente tan tétrico como hermoso y ella porque drogada de mi vitae no sabia posiblemente ni donde estaba.
Ladeé la sonrisa apoyando mi boca en sus pechos, succionandolos, repasándolos con mis colmillos para arrancar de nuevo dos jadeos a su cuerpo, estaba agotada, lo notaba por lo inmóvil que ahora estaba, extasiada por ese todo que ahora corría por sus venas y desgarrada por mis ruda embestidas que cicatrizarían con facilidad pues mi sangre obraba mas milagros que solo el de condenarla al éxtasis mas absoluto.
Salí de su interior cuando esta hizo el intento de moverse para poder vestirse, mi brazo, no abandono su cintura permitiendole flotar todavía en la espesura del infierno, pues creo que solo veía brumas.
Reía sin parar buscando su ropa y admito que esa mujer me estaba volviendo loco con cada roce.
-Si, soy un vampiro -respondí ladeando la sonrisa mientras deslizaba la ropa por su cuerpo como si se tratara de una niña.
Estaba tan colocada que sus intentos por mantenerse derecha eran vanos.
-Deja que te lleve a casa, hablaremos mañana o cuando me invites a la siguiente velada -susurré en su oído a sabiendas que esas palabras las recordaría cuando se le pasara el colocon que llevaba..
La dejé apoyada en uno de los atriles, la risa había menguado, parecía darse cuenta ahora de la gravedad de sus palabras. Allí, arrodillada me miraba tomar la ropa para con destreza cubrir mi cuerpo.
-No me temas, no te haré daño -susurré acercándome a ella.
Mi capa negra cubrió su cuerpo, la alcé por la cintura contemplando esos dos ojos que todavía oscurecidos me miraban fijamente.
La saqué de la capilla dejando atrás suelo sagrado con olor a sexo, sangre y pecado. Nada en ese lugar seria como hasta el momento, pues el demonio y su concubina lo habían mancillado hasta puntos insospechados.
La alcé por la cintura subiéndola en el carruaje dispuesto para ella, quedo sentada en sobre el rojo raso mientras sus ojos me buscaban quizás anhelando que hiciera este viaje con ella.
-Buenas noches Erline -susurré desde la puerta ladeand la sonrisa antes de cerrarla y dar dos golpes al carro para que le cochero emprendiera la marcha.
Sinceramente esperaba noticias de esa mujer. Mi vida estaba sumida en un caos que yo mismo me había buscado. Mi futura esposa no me permitía tocarla, me odiaba,amaba a un mequetrefe cazador por el que perdía el culo y en Erline encontraba consuelo, placer. Esta velada había ido demasiado bien como para dejar escapar la oportunidad de volvernos a ver, mas la decisión era suya ¿vendería su alma al diablo?
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
La noche había sido caótica, apocalíptica y estaba completamente agotada, pero empezaba a recobrar la lucidez. La acompañó al coche y le dio instrucciones al cochero para que llevase a la dama sana y salva a su residencia.
Se sentía hueca, ligera, como si algun tipo de lastre enraizado en su persona hubiera sido soltado, como si algún tipo de lodo ponzoñoso hubiera sido removido. Agotada, aturdida y muy hambrienta, así es como se encontraba, a la par que estaba saciada y satisfecha. Todo era contradictorio en su cuerpo y ese caos abrumador la tenía desconcertada y maravillada. Ella era una máquina perfectamente calculada, calibrada, con todo bajo control y ese frenesí la había descontrolado como un vendaval.
Durmió todo y el día parte de la noche siguiente, cuando despertó pasó dos horas en el baño, relajando la musculatura contraída de el esfuerzo realizado. Acabó con un desayuno que bien podía ser la comida de una familia y finalmente se entregó de nuevo a la sábanas limpias. Lo que había descubierto de Joe debería haberla asustado, pero hacía tiempo que se preguntaba si aquello eran invenciones de los compañeros del Satine y le producía mucha curiosidad.
¿Era Joe inmortal? ¿Era una bestia sedienta de sangre? había comprobado que lo era en el sexo, pero realmente ¿podría ser como un león furibundo cazando un ciervo? ese salvajismo la intrigaba y la motivaba a saber más. ¿Cómo funcionaba eso del vampirisimo? ¿Si estaba muerto, cómo era posible que su cuerpo funcionase mejor que el de un vivo? demasiadas preguntas sin respuesta.
Lo que tenía claro es que era un demonio desatado y cruel, sediento de los placeres de la carne mortal, abandonado a la lujuria y a la oscuridad. No parecía tener filtro ni límite, a fin de cuentas no tenía nada que perder y todo el tiempo del mundo. Pero por la misma regla de tres, Erline entendió que su inmortalidad lo hacía insensible, que el hastío de la repetición de los mismos hechos y aconteciemientos siglo tras siglo, lo tendrían sumido en un tedio insoportable. Su vida estaría tan vacía y carente de emociones como la de la propia viuda o más.
Ella podía sacarlo de ese tedio, era muy creativa, era inteligente y tenía el instinto depredador de una serpiente, que se enrosca poco a poco, asfixiando lenta y dolorosamente hasta engullir la presa que se cree a salvo entre sus cálidos anillos. En su mente se fue formando una idea a la que debía dar forma, porque los encuentros casuales podía ser placenteros, pero cuanto más preparada la función, más impacto tenía.
Los siguientes días los dedicó a ciertas labores necesarias, quería información sobre Joe Black y con sus contactos y posición no tardó en conseguirla. Estaba a punto de celebrar su enlace con una familia rica venida a menos, al parecer su prometida era una mujer de armas tomar. Esas eran las mejores. Ella rompía lanzas por toda aquella mujer que fuera capaz de imponer su voluntad de la manera que supiera o pudiera. La esclavitud era cosa del pasado y ninguna mujer debería ser esclava a no ser que lo fuera voluntariamente, que lo eligiera por algun motivo.
Se esperaba la presencia de Black en una fiesta en la mansión Von Kleimt, al parecer el barón había fusionado con éxito varias empresas, aumentando considerablemente su fortuna, y la puesta de largo de su hija menor la había convertido en una excusa para citar a toda la alta sociedad y a los empresarios importantes. A fin de cuentas, ahora la viuda era la señora de sus negocios y no es que tuviera muchos con Von Kleimt, pero su presencia allí no extrañaría en demasía.
Se presentó en la fiesta con un espectacular vestido de seda negra bordado con motivos orientales en rojo. Los intrincados dragones se fusionaban con las flores del almendro y los kois, los peces de colores japoneses. Llevaba su larga melena recogida en la nuca con un largo tirabuzón escapando del peinado y en el cuello reposaba una espectacular gargantilla de rubíes y ónices. Guardaba el luto a medias, no se podía decir que fuera descarada del todo, pero tampoco era un vestido negro convencional, cada pliegue se ajustaba a su figura e insinuaba lo suficiente para hacer que la imaginación del que la contemplara volase. Su estilo bohemio, lejos de las rigideces de la moda parisina, solía arrancar críticas pero iban diluidas en la misma cantidad de envidia, porque a pocas personas podría quedarles tan bien ese tipo de tejidos y bordados.
Saludó a varios "viejos conocidos", que desde que se casó con Olivier y accedió a sentarse en los mismos salones que sus respetables esposas, le profesaban un respeto y una consideración digna de mencionar. Nadie quería que sus secretos más sucios salieran a la luz, y ella disfrutaba de ser la guardiana de esos secretos, manteniendo siempre la corrección y no metiendo a sus antiguos amantes en líos innecesarios. Pero podía hacerlo, y eso la volvía poderosa.
Tenía en mente varias cosas, pero una de ellas apenas la había dejado dormir, sentía como un motorcillo interno que no paraba de funcionar desde que probó la sangre de Joe. Había sido un viaje muy potente, pero no era eso lo que buscaba en concreto en ese momento. Esa sensación era como un anhelo materializado en mordisco, en hambre, algo que la empujaba a aparecer en esa fiesta, localizar la cabellera revuelta de Black y acercarse hasta él, cogiendo una copa de champán mientras le susurraba al oido.
— Ave maría purísima...pérdoneme padre porque he pecado. Me fui de una iglesia sin santiguarme.
Se sentía hueca, ligera, como si algun tipo de lastre enraizado en su persona hubiera sido soltado, como si algún tipo de lodo ponzoñoso hubiera sido removido. Agotada, aturdida y muy hambrienta, así es como se encontraba, a la par que estaba saciada y satisfecha. Todo era contradictorio en su cuerpo y ese caos abrumador la tenía desconcertada y maravillada. Ella era una máquina perfectamente calculada, calibrada, con todo bajo control y ese frenesí la había descontrolado como un vendaval.
Durmió todo y el día parte de la noche siguiente, cuando despertó pasó dos horas en el baño, relajando la musculatura contraída de el esfuerzo realizado. Acabó con un desayuno que bien podía ser la comida de una familia y finalmente se entregó de nuevo a la sábanas limpias. Lo que había descubierto de Joe debería haberla asustado, pero hacía tiempo que se preguntaba si aquello eran invenciones de los compañeros del Satine y le producía mucha curiosidad.
¿Era Joe inmortal? ¿Era una bestia sedienta de sangre? había comprobado que lo era en el sexo, pero realmente ¿podría ser como un león furibundo cazando un ciervo? ese salvajismo la intrigaba y la motivaba a saber más. ¿Cómo funcionaba eso del vampirisimo? ¿Si estaba muerto, cómo era posible que su cuerpo funcionase mejor que el de un vivo? demasiadas preguntas sin respuesta.
Lo que tenía claro es que era un demonio desatado y cruel, sediento de los placeres de la carne mortal, abandonado a la lujuria y a la oscuridad. No parecía tener filtro ni límite, a fin de cuentas no tenía nada que perder y todo el tiempo del mundo. Pero por la misma regla de tres, Erline entendió que su inmortalidad lo hacía insensible, que el hastío de la repetición de los mismos hechos y aconteciemientos siglo tras siglo, lo tendrían sumido en un tedio insoportable. Su vida estaría tan vacía y carente de emociones como la de la propia viuda o más.
Ella podía sacarlo de ese tedio, era muy creativa, era inteligente y tenía el instinto depredador de una serpiente, que se enrosca poco a poco, asfixiando lenta y dolorosamente hasta engullir la presa que se cree a salvo entre sus cálidos anillos. En su mente se fue formando una idea a la que debía dar forma, porque los encuentros casuales podía ser placenteros, pero cuanto más preparada la función, más impacto tenía.
Los siguientes días los dedicó a ciertas labores necesarias, quería información sobre Joe Black y con sus contactos y posición no tardó en conseguirla. Estaba a punto de celebrar su enlace con una familia rica venida a menos, al parecer su prometida era una mujer de armas tomar. Esas eran las mejores. Ella rompía lanzas por toda aquella mujer que fuera capaz de imponer su voluntad de la manera que supiera o pudiera. La esclavitud era cosa del pasado y ninguna mujer debería ser esclava a no ser que lo fuera voluntariamente, que lo eligiera por algun motivo.
Se esperaba la presencia de Black en una fiesta en la mansión Von Kleimt, al parecer el barón había fusionado con éxito varias empresas, aumentando considerablemente su fortuna, y la puesta de largo de su hija menor la había convertido en una excusa para citar a toda la alta sociedad y a los empresarios importantes. A fin de cuentas, ahora la viuda era la señora de sus negocios y no es que tuviera muchos con Von Kleimt, pero su presencia allí no extrañaría en demasía.
Se presentó en la fiesta con un espectacular vestido de seda negra bordado con motivos orientales en rojo. Los intrincados dragones se fusionaban con las flores del almendro y los kois, los peces de colores japoneses. Llevaba su larga melena recogida en la nuca con un largo tirabuzón escapando del peinado y en el cuello reposaba una espectacular gargantilla de rubíes y ónices. Guardaba el luto a medias, no se podía decir que fuera descarada del todo, pero tampoco era un vestido negro convencional, cada pliegue se ajustaba a su figura e insinuaba lo suficiente para hacer que la imaginación del que la contemplara volase. Su estilo bohemio, lejos de las rigideces de la moda parisina, solía arrancar críticas pero iban diluidas en la misma cantidad de envidia, porque a pocas personas podría quedarles tan bien ese tipo de tejidos y bordados.
Saludó a varios "viejos conocidos", que desde que se casó con Olivier y accedió a sentarse en los mismos salones que sus respetables esposas, le profesaban un respeto y una consideración digna de mencionar. Nadie quería que sus secretos más sucios salieran a la luz, y ella disfrutaba de ser la guardiana de esos secretos, manteniendo siempre la corrección y no metiendo a sus antiguos amantes en líos innecesarios. Pero podía hacerlo, y eso la volvía poderosa.
Tenía en mente varias cosas, pero una de ellas apenas la había dejado dormir, sentía como un motorcillo interno que no paraba de funcionar desde que probó la sangre de Joe. Había sido un viaje muy potente, pero no era eso lo que buscaba en concreto en ese momento. Esa sensación era como un anhelo materializado en mordisco, en hambre, algo que la empujaba a aparecer en esa fiesta, localizar la cabellera revuelta de Black y acercarse hasta él, cogiendo una copa de champán mientras le susurraba al oido.
— Ave maría purísima...pérdoneme padre porque he pecado. Me fui de una iglesia sin santiguarme.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Habían pasado días desde la ultima vez que vi a la viuda de seda, no negaré que pensé en ella a lo largo de breves instantes, supongo que porque esa mujer lograba despertar una parte pasional, al limite de lo prohibido que me excitaba en demasía.
Me prometí darle tiempo y espacio, ahora que sabia que era un vampiro era decisión suya que nuestro “peligroso juego” continuara o no.
Estaba seguro que a estas alturas ya sabría que iba a desposarme con una dama de clase alta, una mujer que me odiaba en lo mas profundo de su ala y que no me saciaba porque mi presencia le asqueaba.
Di mi palabra de no tomarla hasta después de la boda y como buen caballero que era pretendía cumplirla a no ser que esta me liberara de tan pesada carga.
Frente al espejó de mi cámara anudé al cuello la corbata, odiaba llevarla, me oprimía no permitiéndome sentirme libre.
Un traje azul marino de corte ingles hecho para mi por las mejores modistas de París y por último los gemelos.
Hoy se celebraba una fiesta en la mansión Von Kleimt, la puesta de largo de su hija mayor se convirtió en una cita obligatoria para la alta aristocracia.
No tenia muchas ganas de acudir, imaginé que pasarían la noche hablando de negocios, de esa fusión de empresas exitosa que había hecho a su familia ganar una buena fortuna.
Intentaría escaparme de la fiesta en cuanto mi presencia pasara desapercibida, claro que eso era algo complicado teniendo en cuenta que mi ego iba a juego con la intriga que un desconocido recién llegado a París despertaba.
Me adentré en la fiesta parándome a saludar a varios conocidos, otros simplemente me pedían consejo para hacer fortuna y muchas damas de las que conocí en la fiesta en la que elegí prometida que se acercaron a saludarme y darme la enhorabuena por mi reciente compromiso.
Finalmente logre quedar solo frente a la barra pidiendo una copa que me ayudara a sobrellevar la tortura de esta soporífera fiesta.
La voz inconfundible de Erline a mis espaldas me despertaron de la ensoñación, mi sonrisa se ladeo con cierta picardia y me giré para enfrentar sus esmeraldas.
-Sin pecado concebida...le impondré como penitencia el regresar a esa capilla para redimirse de sus actos a poder ser de rodillas
Tomé otra copa de champan para la dama y se la agradecí deslizando mis ojos hasta su boca, sabia que teníamos ambos que mantener la compostura en ese lugar, algo complicado cuando su boca era tan apetecible como la mas cara de las botellas.
-¿me buscabais? -pregunte haciendo alarde del ego del que gozaba.
Di un sorbo de la copa dejando que el burbujeante liquido ámbar entrara por mis labios lentamente.
-Estáis preciosa con ese vestido negro, aunque confieso que la imagen que guardo en el recuerdo era tremendamente mas excitante.
Me prometí darle tiempo y espacio, ahora que sabia que era un vampiro era decisión suya que nuestro “peligroso juego” continuara o no.
Estaba seguro que a estas alturas ya sabría que iba a desposarme con una dama de clase alta, una mujer que me odiaba en lo mas profundo de su ala y que no me saciaba porque mi presencia le asqueaba.
Di mi palabra de no tomarla hasta después de la boda y como buen caballero que era pretendía cumplirla a no ser que esta me liberara de tan pesada carga.
Frente al espejó de mi cámara anudé al cuello la corbata, odiaba llevarla, me oprimía no permitiéndome sentirme libre.
Un traje azul marino de corte ingles hecho para mi por las mejores modistas de París y por último los gemelos.
Hoy se celebraba una fiesta en la mansión Von Kleimt, la puesta de largo de su hija mayor se convirtió en una cita obligatoria para la alta aristocracia.
No tenia muchas ganas de acudir, imaginé que pasarían la noche hablando de negocios, de esa fusión de empresas exitosa que había hecho a su familia ganar una buena fortuna.
Intentaría escaparme de la fiesta en cuanto mi presencia pasara desapercibida, claro que eso era algo complicado teniendo en cuenta que mi ego iba a juego con la intriga que un desconocido recién llegado a París despertaba.
Me adentré en la fiesta parándome a saludar a varios conocidos, otros simplemente me pedían consejo para hacer fortuna y muchas damas de las que conocí en la fiesta en la que elegí prometida que se acercaron a saludarme y darme la enhorabuena por mi reciente compromiso.
Finalmente logre quedar solo frente a la barra pidiendo una copa que me ayudara a sobrellevar la tortura de esta soporífera fiesta.
La voz inconfundible de Erline a mis espaldas me despertaron de la ensoñación, mi sonrisa se ladeo con cierta picardia y me giré para enfrentar sus esmeraldas.
-Sin pecado concebida...le impondré como penitencia el regresar a esa capilla para redimirse de sus actos a poder ser de rodillas
Tomé otra copa de champan para la dama y se la agradecí deslizando mis ojos hasta su boca, sabia que teníamos ambos que mantener la compostura en ese lugar, algo complicado cuando su boca era tan apetecible como la mas cara de las botellas.
-¿me buscabais? -pregunte haciendo alarde del ego del que gozaba.
Di un sorbo de la copa dejando que el burbujeante liquido ámbar entrara por mis labios lentamente.
-Estáis preciosa con ese vestido negro, aunque confieso que la imagen que guardo en el recuerdo era tremendamente mas excitante.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Observó la percha que ofrecía el vampiro, era un cuerpo perfecto, que a pesar de estar muerto, de tener muchos años y haber sufrido a saber cuantas cosas, parecía como de otro mundo. Los vampiros le parecían criaturas fascinantes. Seguramente los hubiera también viejos, escuálidos o arrugados, pero éste en concreto le parecía la criatura sobrenatural más increible del mundo. Muerto y vivo. Depredador y humano. Demonio y pecado. Carne y sangre. Definitivamente quería saberlo todo sobre ellos.
— ¡Oh! pues tendré que ponerme medias, no quiero que se me agrieten las rodillas.— Sonrió provocadora y tomó un sorbo de champán.Se movió hacia un lado y tomó entre los dedos un bombón que estaba coronado con una frambuesa, mordisqueándolo mientras estudiaba la mirada de Joe.— Tengo que reconocer que mis recuerdos son borrosos, pero la sensación de bienestar todavía perdura, no me importaría tener que deshacerme de este vestido de nuevo.
Se acabó el bombón y le lamió el pulgar sonriendo de medio lado después.— ciertamente le buscaba, sí. Tenía la esperanza de que le apeteciese dar un paseo conmigo, hay algunas preguntas que me gustaría que me contestase, es pura curiosidad.
Salieron a pasear a los jardines de la mansión Von Kleimt y hasta que no estuvieron fuera Erline no se enganchó del brazo de Joe, ante todo las apariencias mandaban y él era un hombre prometido.
— No he dejado de pensar que para estar muerto, está usted muy vivo...para qué negar que en la Bastilla me lo pasé muy bien. Las leyendas no hacen justicia a los suyos. ¿Dónde está la criatura grimosa, calva y de orejas puntiagudas que se arrastra por los cementerios y alcantarillas? ¿Cómo es posible que existan? es una maldición? un embrujo? nacen así? tengo mil preguntas que me rondan por la cabeza.
Sus ojos manifestaban la curiosidad, la chispa de emoción que se producía cuando algo lograba captar su interés y sus sentidos, y eso era algo que hacía mucho tiempo que no sucedía.
— ¡Oh! pues tendré que ponerme medias, no quiero que se me agrieten las rodillas.— Sonrió provocadora y tomó un sorbo de champán.Se movió hacia un lado y tomó entre los dedos un bombón que estaba coronado con una frambuesa, mordisqueándolo mientras estudiaba la mirada de Joe.— Tengo que reconocer que mis recuerdos son borrosos, pero la sensación de bienestar todavía perdura, no me importaría tener que deshacerme de este vestido de nuevo.
Se acabó el bombón y le lamió el pulgar sonriendo de medio lado después.— ciertamente le buscaba, sí. Tenía la esperanza de que le apeteciese dar un paseo conmigo, hay algunas preguntas que me gustaría que me contestase, es pura curiosidad.
Salieron a pasear a los jardines de la mansión Von Kleimt y hasta que no estuvieron fuera Erline no se enganchó del brazo de Joe, ante todo las apariencias mandaban y él era un hombre prometido.
— No he dejado de pensar que para estar muerto, está usted muy vivo...para qué negar que en la Bastilla me lo pasé muy bien. Las leyendas no hacen justicia a los suyos. ¿Dónde está la criatura grimosa, calva y de orejas puntiagudas que se arrastra por los cementerios y alcantarillas? ¿Cómo es posible que existan? es una maldición? un embrujo? nacen así? tengo mil preguntas que me rondan por la cabeza.
Sus ojos manifestaban la curiosidad, la chispa de emoción que se producía cuando algo lograba captar su interés y sus sentidos, y eso era algo que hacía mucho tiempo que no sucedía.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Provocadora, si una palabra podía definir a la dama de seda, sin duda era esta.
Dispuesta a todo por salir del tedio de una vida demasiado clásica para una mente que parecía pertenecer a su tiempo, me tentó con su mordaz respuesta. ¿Medias? Ladeé la sonrisa, sin duda era resuelta la dama.
Tomó un bombón llevándolo a su boca sin apartar de mis ojos sus esmeraldas, me relamí contemplando aquella devastadora imagen que me llevaba a imaginar cosas bastante mas pecaminosas que degustar chocolate en publico.
Saludamos a un par mas de personas, por supuesto guardando las formas, ambos teníamos un nombre que mantener y a fin de cuentas yo era un hombre prometido y ella una reciente viuda apenada por la perdida de su amado esposo.
Sonreí hundiendo mis ojos en los suyos, admitía buscarme y al verdad no me sorprendía, había visto en ella la curiosidad implícita en sus ojos ,así como la lujuria pintada en sus labios, quería saber y por ese motivo y no otro me buscaba.
Mi mundo le fascinaba, mi sangre aun la hacia sentir bien, plena, eufórica, distinta mas bien.
Sabia lo que era ese viaje que ella había emprendido y conocía como la arrastraría al infierno conmigo.
Acepté de buen grado dar ese paseo por los jardines y solo cuando estuvimos lo suficientemente lejos de miradas indiscretas le tendí mi brazo para que esta lo tomara con delicadeza.
Tras sus primeras preguntas una sonrisa picara se instaló en mi cara, acerqué mis labios a su oído como si estuviera a punto de desvelarle el mayor secreto conocido.
-Falacias, nunca hemos sido seres calvos de orejas puntiagudas, bueno, quizás algunos seres de la noche degeneran en eso, nosferatu los llaman y créeme, no gozarías abriéndoles las piernas a esos engendros como lo has hecho conmigo.
Mi boca acarició el lóbulo de su oreja dejando que mi aliento moviera su pelo ligeramente recogido.
-Nada tiene esto que ver con un embrujo señora D Amnecourt. Somos convertidos por otros seres de la noche como nosotros, la inmortalidad es un don que se otorga.
Mi mano se posó en la parte baja de su espalda guiándola hacia un laberinto de altos arbustos perfectamente recortados, en su centro había una fuente de gran belleza que podría servirnos como lugar tranquilo para conversar de todo aquello que la dama necesitara saber.
Mis ojos se centraron en su cuello ,deslizándose por aquel vestido rojo de encajes negros.
-El vestido no le hace justicia cuando la he visto desnuda -susurré con picardia.
Tenia que admitir que estaba preciosa, pero...la imagen de esa mujer sobre el altar semidesnuda aun quedaba guardada en mi retina.
-Me ha hecho pensar en vos mas de una vez esa bata de seda que portó a nuestra ultima cita. -dije con cierta diversión, esperando que intuyera que tipo de pensamientos había tenido y acerca de que.
Dispuesta a todo por salir del tedio de una vida demasiado clásica para una mente que parecía pertenecer a su tiempo, me tentó con su mordaz respuesta. ¿Medias? Ladeé la sonrisa, sin duda era resuelta la dama.
Tomó un bombón llevándolo a su boca sin apartar de mis ojos sus esmeraldas, me relamí contemplando aquella devastadora imagen que me llevaba a imaginar cosas bastante mas pecaminosas que degustar chocolate en publico.
Saludamos a un par mas de personas, por supuesto guardando las formas, ambos teníamos un nombre que mantener y a fin de cuentas yo era un hombre prometido y ella una reciente viuda apenada por la perdida de su amado esposo.
Sonreí hundiendo mis ojos en los suyos, admitía buscarme y al verdad no me sorprendía, había visto en ella la curiosidad implícita en sus ojos ,así como la lujuria pintada en sus labios, quería saber y por ese motivo y no otro me buscaba.
Mi mundo le fascinaba, mi sangre aun la hacia sentir bien, plena, eufórica, distinta mas bien.
Sabia lo que era ese viaje que ella había emprendido y conocía como la arrastraría al infierno conmigo.
Acepté de buen grado dar ese paseo por los jardines y solo cuando estuvimos lo suficientemente lejos de miradas indiscretas le tendí mi brazo para que esta lo tomara con delicadeza.
Tras sus primeras preguntas una sonrisa picara se instaló en mi cara, acerqué mis labios a su oído como si estuviera a punto de desvelarle el mayor secreto conocido.
-Falacias, nunca hemos sido seres calvos de orejas puntiagudas, bueno, quizás algunos seres de la noche degeneran en eso, nosferatu los llaman y créeme, no gozarías abriéndoles las piernas a esos engendros como lo has hecho conmigo.
Mi boca acarició el lóbulo de su oreja dejando que mi aliento moviera su pelo ligeramente recogido.
-Nada tiene esto que ver con un embrujo señora D Amnecourt. Somos convertidos por otros seres de la noche como nosotros, la inmortalidad es un don que se otorga.
Mi mano se posó en la parte baja de su espalda guiándola hacia un laberinto de altos arbustos perfectamente recortados, en su centro había una fuente de gran belleza que podría servirnos como lugar tranquilo para conversar de todo aquello que la dama necesitara saber.
Mis ojos se centraron en su cuello ,deslizándose por aquel vestido rojo de encajes negros.
-El vestido no le hace justicia cuando la he visto desnuda -susurré con picardia.
Tenia que admitir que estaba preciosa, pero...la imagen de esa mujer sobre el altar semidesnuda aun quedaba guardada en mi retina.
-Me ha hecho pensar en vos mas de una vez esa bata de seda que portó a nuestra ultima cita. -dije con cierta diversión, esperando que intuyera que tipo de pensamientos había tenido y acerca de que.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Asintió levemente a sus explicaciones escuchando con atención. Había hipotetizado con muchas cosas, pero lo cierto es que la realidad era la más lógica de todas.
— debería tener miedo...supongo. Pero no lo tengo. Rara vez lo tengo.— Esa reflexión era privada pero lo dijo en voz alta. Realmente había una falta de sentimientos algo alarmante, quizás podría tener un cierto grado de psicopatía. Quizás fuera algo innato, propio, o quizás lo hubiera adquirido con los años... quién sabe. Pero no recordaba haber llorado demasiado cuando se quedó huérfana tras le epidemia ni tras las primeras duras noches de burdel. Pasada la angustia del primer momento, se centró en escalar y en conseguir lo que estuviera en sus manos, siendo práctica.— quizás por eso me guste su compañía, porque tal vez me haga sentir alguna cosa. Le propongo un trato: yo le doy algo que sé que desea ahora mismo y usted...me complace un pequeño capricho. Es tarde para la mayoría de los mortales pero para los que vivimos de noche, el día acaba de empezar y estoy hambrienta.
Se pegó a Joe, desplazándolo hasta un muro de setos, sobre el cual se apoyó la espalda de su chaqueta. Bajó la mano por su vientre y la coló por el pantalón llegando hasta su miembro. Entreabrió los labios pasando su lengua por una hilera de blanquísimos dientes.
— Le cambio mi cena por la suya. Yo le ceno a usted y usted se cena a alguien... quiero ver cómo lo hace ¿Tenemos trato?
Tenía en mente dónde encontrar a alguien a quien se pudiera cenar Joe, quería ver cómo un vampiro de alimentaba y drenaba a su víctima, quería ver sus colmillos, la sangre, el acto de la muerte que le daba la vida... no había visto nunca algo así. Habia visto peleas, navajazos, alguna violación, pero jamás un vampiro asesinando a su víctima.
Desabrochó el cinturón y el botón y sacó la mano acompañando al sable. Se deslizó despacio hacia abajo, arrodillándose en el suelo de gravilla. Sonrió para sí misma pensando que sus medias iban a quedar hechas un asco. Entreabrió los labios y acarició con ellos el miembro del vampiro, primero de un lado, después de otro. Deslizó la lengua por su contorno y por el glande, comprobando que estaba erecto pero frío. Qué curioso era eso. Se detuvo un momento clavando aquellos ojos verdes y cristalinos en los de Black, observando cómo éstos se tornaban rojizos. Así que no se lo había imaginado, el deseo se los teñía de carmesí. Lo sujetó con ambas manos y los introdujo en su boca, humedeciéndolo a su paso, jugando con la lengua y acariciándolo con ella. Se movió despacio, englobando su anatomía suavemente, hacia dentro y hacia fuera. Lo sacó y lo lamió de nuevo, repasándolo con sus labios jugosos, mordisqueando su piel y vuelta a empezar.
— debería tener miedo...supongo. Pero no lo tengo. Rara vez lo tengo.— Esa reflexión era privada pero lo dijo en voz alta. Realmente había una falta de sentimientos algo alarmante, quizás podría tener un cierto grado de psicopatía. Quizás fuera algo innato, propio, o quizás lo hubiera adquirido con los años... quién sabe. Pero no recordaba haber llorado demasiado cuando se quedó huérfana tras le epidemia ni tras las primeras duras noches de burdel. Pasada la angustia del primer momento, se centró en escalar y en conseguir lo que estuviera en sus manos, siendo práctica.— quizás por eso me guste su compañía, porque tal vez me haga sentir alguna cosa. Le propongo un trato: yo le doy algo que sé que desea ahora mismo y usted...me complace un pequeño capricho. Es tarde para la mayoría de los mortales pero para los que vivimos de noche, el día acaba de empezar y estoy hambrienta.
Se pegó a Joe, desplazándolo hasta un muro de setos, sobre el cual se apoyó la espalda de su chaqueta. Bajó la mano por su vientre y la coló por el pantalón llegando hasta su miembro. Entreabrió los labios pasando su lengua por una hilera de blanquísimos dientes.
— Le cambio mi cena por la suya. Yo le ceno a usted y usted se cena a alguien... quiero ver cómo lo hace ¿Tenemos trato?
Tenía en mente dónde encontrar a alguien a quien se pudiera cenar Joe, quería ver cómo un vampiro de alimentaba y drenaba a su víctima, quería ver sus colmillos, la sangre, el acto de la muerte que le daba la vida... no había visto nunca algo así. Habia visto peleas, navajazos, alguna violación, pero jamás un vampiro asesinando a su víctima.
Desabrochó el cinturón y el botón y sacó la mano acompañando al sable. Se deslizó despacio hacia abajo, arrodillándose en el suelo de gravilla. Sonrió para sí misma pensando que sus medias iban a quedar hechas un asco. Entreabrió los labios y acarició con ellos el miembro del vampiro, primero de un lado, después de otro. Deslizó la lengua por su contorno y por el glande, comprobando que estaba erecto pero frío. Qué curioso era eso. Se detuvo un momento clavando aquellos ojos verdes y cristalinos en los de Black, observando cómo éstos se tornaban rojizos. Así que no se lo había imaginado, el deseo se los teñía de carmesí. Lo sujetó con ambas manos y los introdujo en su boca, humedeciéndolo a su paso, jugando con la lengua y acariciándolo con ella. Se movió despacio, englobando su anatomía suavemente, hacia dentro y hacia fuera. Lo sacó y lo lamió de nuevo, repasándolo con sus labios jugosos, mordisqueando su piel y vuelta a empezar.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Pronto el laberinto nos engulló, perdiéndonos entre sus altos muros perfectamente recortados, regalándonos la intimidad que buscábamos.
Ladeé la sonrisa escuchándola hablar, parecía ni temerme a mi, ni hacerlo con nada de lo que hasta el día de hoy le había pasado.
Me fascinaba el talante de esa mujer, su vida no debía de haber sido fácil, pero algo me decía que conseguía todo lo que se proponía, solo hacia falta verla ¿como se llega de ser una ramera a ser de la nobleza?
Quizás esa pregunta también se la hicieron con mi madre, claro que nuestra historia es bien distinta.
La viuda de seda se pegó a mi orillando nuestros cuerpos contra el muerte de setos, sus palabras susurradas contra mi boca sonaban provocadoras, como si de nuevo un juego pecaminoso se presentara para ambos. ¿ como no aceptarlo?
Me relamí los labios escuchando su propuesta, no sonaba mal, ella me cenaría a mi y yo cenaría a un tipo cualquiera, a decir verdad, ganaba en ambas partes de la apuesta.
No se lo pensó, ni siquiera necesitó respuesta, pues su mano rauda sobrevoló la distancia ínfima que nos separaba para desabrochar el botón y colarse por mi pantalón bajándolo ligeramente sacando el mandoble junto a su mano que ya lo plagaba de caricias calentándolo.
Mis labios se entreabrieron, bajando la cabeza para observar sus turbadores movimientos, no se lo pensó, como si rezara un padre nuestro sus rodillas contra la tierra y sus ojos alzados para contemplar las brasas que se encendieron en mi mirada.
Los labios de Erline se pasearon por el tronco de mi miembro, acariciándolo con suavidad, primero por un lado, después por el otro, pronto su lengua entró en el juego, lenta recorrió mi glande, lamiéndolo, apoyándolo entre sus labios para saborearlo antes de lentamente envolverlo con su cálida boca.
Mi espalda contra el seto, respiración errática que escapaba por mi boca, mis manso se posaron en su pelo, dejándola hacer.
Su lengua saqueó mi frenillo, moviéndose rauda por el para después volver a cambar la velocidad en una tortura que no dejaba de hacerme jadear.
Húmeda su boca recorría cada resquicio de mi piel, rozaba el infierno hasta el ritmo me hizo empujar contra ella con fuera, atrayendola por el pelo.
Incapaz de detener aquel satánico vals me esparcí en su boca, la sentí gemir de placer sabiendo lo que en mi había provocado, se relamió, al parecer la cena estaba deliciosa.
Ladee la sonrisa ayudándola a alzarse, mi respiración aun entrecortada murió en sus labios antes de tomarlos, relamiendome de ese beso largo, húmedo y prolongado en el tiempo.
-¿Y bien señora D Amencourt? ¿que desea de mi? ¿quien sera mi afortunada presa de la noche? -pregunté con superioridad.
Para mi cumplir el trato no suponía nada, pues a fin de cuentas cada noche salia a cazar, que mas me daba un desgraciado mas.
Ladeé la sonrisa escuchándola hablar, parecía ni temerme a mi, ni hacerlo con nada de lo que hasta el día de hoy le había pasado.
Me fascinaba el talante de esa mujer, su vida no debía de haber sido fácil, pero algo me decía que conseguía todo lo que se proponía, solo hacia falta verla ¿como se llega de ser una ramera a ser de la nobleza?
Quizás esa pregunta también se la hicieron con mi madre, claro que nuestra historia es bien distinta.
La viuda de seda se pegó a mi orillando nuestros cuerpos contra el muerte de setos, sus palabras susurradas contra mi boca sonaban provocadoras, como si de nuevo un juego pecaminoso se presentara para ambos. ¿ como no aceptarlo?
Me relamí los labios escuchando su propuesta, no sonaba mal, ella me cenaría a mi y yo cenaría a un tipo cualquiera, a decir verdad, ganaba en ambas partes de la apuesta.
No se lo pensó, ni siquiera necesitó respuesta, pues su mano rauda sobrevoló la distancia ínfima que nos separaba para desabrochar el botón y colarse por mi pantalón bajándolo ligeramente sacando el mandoble junto a su mano que ya lo plagaba de caricias calentándolo.
Mis labios se entreabrieron, bajando la cabeza para observar sus turbadores movimientos, no se lo pensó, como si rezara un padre nuestro sus rodillas contra la tierra y sus ojos alzados para contemplar las brasas que se encendieron en mi mirada.
Los labios de Erline se pasearon por el tronco de mi miembro, acariciándolo con suavidad, primero por un lado, después por el otro, pronto su lengua entró en el juego, lenta recorrió mi glande, lamiéndolo, apoyándolo entre sus labios para saborearlo antes de lentamente envolverlo con su cálida boca.
Mi espalda contra el seto, respiración errática que escapaba por mi boca, mis manso se posaron en su pelo, dejándola hacer.
Su lengua saqueó mi frenillo, moviéndose rauda por el para después volver a cambar la velocidad en una tortura que no dejaba de hacerme jadear.
Húmeda su boca recorría cada resquicio de mi piel, rozaba el infierno hasta el ritmo me hizo empujar contra ella con fuera, atrayendola por el pelo.
Incapaz de detener aquel satánico vals me esparcí en su boca, la sentí gemir de placer sabiendo lo que en mi había provocado, se relamió, al parecer la cena estaba deliciosa.
Ladee la sonrisa ayudándola a alzarse, mi respiración aun entrecortada murió en sus labios antes de tomarlos, relamiendome de ese beso largo, húmedo y prolongado en el tiempo.
-¿Y bien señora D Amencourt? ¿que desea de mi? ¿quien sera mi afortunada presa de la noche? -pregunté con superioridad.
Para mi cumplir el trato no suponía nada, pues a fin de cuentas cada noche salia a cazar, que mas me daba un desgraciado mas.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Se sacudió las medias en la zona de las rodillas, tenían algo de hierba prendida entre las hebras, males menores de aquella profesión. Se arregló el pelo que se le había salido del recogido, no se avergonzaba de lo que era, ni de lo que hacía. El sexo, la seducción y utilizar su cuerpo y sus armas para conseguir lo que quería no era peor que explotar a obreros oprimidos para ganar dinero, o extorsionar a un socio, o casarse por viles monedas y títulos. Al menos ella era honesta con lo que sabía hacer y no se las daba de mojigata de reputación intachable.
Se alisó los pliegues del vestido y levantó la barbilla oteando el horizonte, estaba sonando una melodía en la sala de baile de la mansión donde se celebraba las fiesta. Compuso una sonrisa cargada de ocultas intenciones, una de esas sonrisas que siempre escondía algo más de lo que mostraba.
— Hora de bailar, señor Black, y le toca a usted. Tiene suerte de que no sea la más fea de esta fiesta.— Sus palabras conetnía muchos dobles sentidos, alguno aún estaba por descubrir.
Se sujetó a su brazo y lo guió hasta donde su cochero la esperaba pacientemente. Le dio un par de indicaciones y subieron ambos al carruaje que les sacó de la zona residencial de París para llevarlos cerca del puerto. El paisaje fue cambiando, desde las más opulentas casas y jardines a los edificios pestilentes donde se hacinaban los de la más baja clase. Caras toscas, ropas raídas y suciedad. Olores que ofendían a cualquier nariz que osas respirar. Se detuvieron en una plazoleta y descendieron del coche. La dama volvió a sujetarse del brazo del vampiro bajo la macilenta luz de un farol de gas que apenas arrojaba un poco de brillo amarillento.
— Espero que no le importe pasear, la noche es joven todavía.— Caminaron varias calles abajo y luego torcieron por un callejón a la izquierda que los sacó a una especie de placita oculta de la vista de la calle principal. Sobre una puerta desgastada de madera había un rótulo metálico con letras pintadas en rojo óxido que rezaba "Elixir". Era un burdel de baja estofa. Erline se sentó en un banco de dicha placita instando a Joe a sentarse con ella.— sólo será un ratito, a quien hemos venido a buscar no tardará en salir.
Le dio conversación a Joe sobre lo que había estado escuchando por ahi de su inminente matrimonio, de las barbaridades que se cotilleaban en la alta sociedad, y evidentemente no le dijo nada de que su amigo Jack sabía de la Bastilla y no sólo él, su "hijastro" Emmanuel la había seguido también hasta allí con la intención de liquidarla y quedarse con lo que él creía que le pertenecía. Había corrido peligro virtualmente porque en realidad eran ellos los que deberían preocuparse si supieran quién era Joe Black.
Detuvo sus palabras abruptamente cuando el sujeto salió del Elixir, era un hombre fornido, vestido mejor que los simples obreros, grueso y con una calva que remataba con una coronilla de pelo blanco a modo de corona trasera. Quizás Joe lo conociera, quizás no. Era el concejal Desmarais, un político de segunda fila, que de normal iba predicando sus virtudes, como político intachable, marido y padre devoto...pero solía acercarse a los bajos fondos a dar rienda suelta a sus peores instintos.
Erline le indicó a Joe que ese y no otro era el tributo que quería, era el premio que había pedido a cambio de sus atenciones. Se acercaron al callejón, siguiéndolo y ella se detuvo al principio del mismo, quería observar la escena con todo lujo de detalles.
Observó a Joe agarrarlo de forma que el patético y miserable concejal se debatía inútilmente moviendo sus grasientas carnes como una vaca en las manos del matarife. Casi podía hasta oirlo mugir. Las manos del vampiro sepraron su cuello para dejar al descubierto su yugular que apenas se veía bajo la papada. Vio los ojos rojos de la bestia, los colmillos reluciendo y clavándose en la carne sin piedad. Los gimoteos de Desmarais eran tan ridículos que casi rompió a reir. Siguió la escena con atención, sin despegar los labios hasta que la sangre comenzó a brotar de aquel cuello sin control, Joe retiró los colmillos, pero no estaba muerto. De alguna forma estaba preguntándole a Erline si quería matarlo, ella asintió en silencio. La mano de Black atravesó el pecho de aquel infeliz y extrajo el corazón de un seco movimiento. El pobre diablo cayó al suelo convulsionando dos veces y con los ojos abiertos.
Erline se quedó quieta unos segundos en silencio, observando la escena a cámara lenta, fascinada por la sangre y el latido del órgano en las manos de Joe. Caminó despacio, un pie delante del otro hasta detenerse frente al cadáver de ojos abiertos. Despegó los labios y le habló al muerto, como si tuvieran un diálogo antiguo que acabar.
— ¿sabes lo que es la moralidad, querido Desmarais? son las barreras que los mediocdres imponen al mundo para que su patetismo sea menos visible, quede menos molesto.— Alargó las manos y cogió aquel corazón notando la sangre resbalar por sus manos y cómo se movía levemnete aún, hasta que dejó de hacerlo.— Ahora mismo hay mil millones de personas en este mundo, y hubo otros miles que la pisaron antes. La mayoría va de aquí para allá sin saber qué hacer con su vida, muchos desperdician su potencial, los que son como tu no tienen nada que ofrecer al mundo y otros... simplemente no tienen suerte. Pero la gente como tú deja una huella tras de si que es aplastada por el peso de la historia. Unos pocos tienen el coraje de cambiar las cosas, y lo hacen porque son capaces de crear sus propias normas. No imaginabas cuando tan sólo era una cría que sería yo quien acabase con tu doble moral, siempre creíste que no saldría de aquí, y lo hice, establecí mis normas ya lo ves.
Echó un último vostazo al corazón y lo lanzó a un lado donde un par de gatos callejeros se detuvieron a a olerlo. Se giró sobre sus talones y salió del callejón esperando a Joe. La escena no le había producido ni un solo sentimiento de repulsión, de culpa, de remordimiento, de horror. Acababa de matar a alguien indirectamente, había visto la crueldad del acto, la sangre y la violencia y no sentía nada, al menos no en ese momento. Se miró las manos llenas de sangre y luego miró a Joe.
— Le invito a una copa en mi casa.
Se alisó los pliegues del vestido y levantó la barbilla oteando el horizonte, estaba sonando una melodía en la sala de baile de la mansión donde se celebraba las fiesta. Compuso una sonrisa cargada de ocultas intenciones, una de esas sonrisas que siempre escondía algo más de lo que mostraba.
— Hora de bailar, señor Black, y le toca a usted. Tiene suerte de que no sea la más fea de esta fiesta.— Sus palabras conetnía muchos dobles sentidos, alguno aún estaba por descubrir.
Se sujetó a su brazo y lo guió hasta donde su cochero la esperaba pacientemente. Le dio un par de indicaciones y subieron ambos al carruaje que les sacó de la zona residencial de París para llevarlos cerca del puerto. El paisaje fue cambiando, desde las más opulentas casas y jardines a los edificios pestilentes donde se hacinaban los de la más baja clase. Caras toscas, ropas raídas y suciedad. Olores que ofendían a cualquier nariz que osas respirar. Se detuvieron en una plazoleta y descendieron del coche. La dama volvió a sujetarse del brazo del vampiro bajo la macilenta luz de un farol de gas que apenas arrojaba un poco de brillo amarillento.
— Espero que no le importe pasear, la noche es joven todavía.— Caminaron varias calles abajo y luego torcieron por un callejón a la izquierda que los sacó a una especie de placita oculta de la vista de la calle principal. Sobre una puerta desgastada de madera había un rótulo metálico con letras pintadas en rojo óxido que rezaba "Elixir". Era un burdel de baja estofa. Erline se sentó en un banco de dicha placita instando a Joe a sentarse con ella.— sólo será un ratito, a quien hemos venido a buscar no tardará en salir.
Le dio conversación a Joe sobre lo que había estado escuchando por ahi de su inminente matrimonio, de las barbaridades que se cotilleaban en la alta sociedad, y evidentemente no le dijo nada de que su amigo Jack sabía de la Bastilla y no sólo él, su "hijastro" Emmanuel la había seguido también hasta allí con la intención de liquidarla y quedarse con lo que él creía que le pertenecía. Había corrido peligro virtualmente porque en realidad eran ellos los que deberían preocuparse si supieran quién era Joe Black.
Detuvo sus palabras abruptamente cuando el sujeto salió del Elixir, era un hombre fornido, vestido mejor que los simples obreros, grueso y con una calva que remataba con una coronilla de pelo blanco a modo de corona trasera. Quizás Joe lo conociera, quizás no. Era el concejal Desmarais, un político de segunda fila, que de normal iba predicando sus virtudes, como político intachable, marido y padre devoto...pero solía acercarse a los bajos fondos a dar rienda suelta a sus peores instintos.
Erline le indicó a Joe que ese y no otro era el tributo que quería, era el premio que había pedido a cambio de sus atenciones. Se acercaron al callejón, siguiéndolo y ella se detuvo al principio del mismo, quería observar la escena con todo lujo de detalles.
Observó a Joe agarrarlo de forma que el patético y miserable concejal se debatía inútilmente moviendo sus grasientas carnes como una vaca en las manos del matarife. Casi podía hasta oirlo mugir. Las manos del vampiro sepraron su cuello para dejar al descubierto su yugular que apenas se veía bajo la papada. Vio los ojos rojos de la bestia, los colmillos reluciendo y clavándose en la carne sin piedad. Los gimoteos de Desmarais eran tan ridículos que casi rompió a reir. Siguió la escena con atención, sin despegar los labios hasta que la sangre comenzó a brotar de aquel cuello sin control, Joe retiró los colmillos, pero no estaba muerto. De alguna forma estaba preguntándole a Erline si quería matarlo, ella asintió en silencio. La mano de Black atravesó el pecho de aquel infeliz y extrajo el corazón de un seco movimiento. El pobre diablo cayó al suelo convulsionando dos veces y con los ojos abiertos.
Erline se quedó quieta unos segundos en silencio, observando la escena a cámara lenta, fascinada por la sangre y el latido del órgano en las manos de Joe. Caminó despacio, un pie delante del otro hasta detenerse frente al cadáver de ojos abiertos. Despegó los labios y le habló al muerto, como si tuvieran un diálogo antiguo que acabar.
— ¿sabes lo que es la moralidad, querido Desmarais? son las barreras que los mediocdres imponen al mundo para que su patetismo sea menos visible, quede menos molesto.— Alargó las manos y cogió aquel corazón notando la sangre resbalar por sus manos y cómo se movía levemnete aún, hasta que dejó de hacerlo.— Ahora mismo hay mil millones de personas en este mundo, y hubo otros miles que la pisaron antes. La mayoría va de aquí para allá sin saber qué hacer con su vida, muchos desperdician su potencial, los que son como tu no tienen nada que ofrecer al mundo y otros... simplemente no tienen suerte. Pero la gente como tú deja una huella tras de si que es aplastada por el peso de la historia. Unos pocos tienen el coraje de cambiar las cosas, y lo hacen porque son capaces de crear sus propias normas. No imaginabas cuando tan sólo era una cría que sería yo quien acabase con tu doble moral, siempre creíste que no saldría de aquí, y lo hice, establecí mis normas ya lo ves.
Echó un último vostazo al corazón y lo lanzó a un lado donde un par de gatos callejeros se detuvieron a a olerlo. Se giró sobre sus talones y salió del callejón esperando a Joe. La escena no le había producido ni un solo sentimiento de repulsión, de culpa, de remordimiento, de horror. Acababa de matar a alguien indirectamente, había visto la crueldad del acto, la sangre y la violencia y no sentía nada, al menos no en ese momento. Se miró las manos llenas de sangre y luego miró a Joe.
— Le invito a una copa en mi casa.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Su mano sobre mi brazo, así, con una ladeada sonrisa reflejada en esas peligrosas esmeraldas caminamos lentamente por los jardines de la mansión rumbo a donde nos esperaba el cochero.
Ambos íbamos a abandonar la fiesta juntos, y posiblemente eso diera de que hablar, algo que realmente no me preocupo en demasía, pues ni mi matrimonio era uno por amor ni ella parecía una de esas mujeres que se deja llevar por lo que dice de ella la alta sociedad.
Subimos en el carruaje, entre conversaciones banales el paisaje fue cambiando, desde las opulentas casas bien decoradas con motivos florales, calles iluminadas y engalardonadas para la ocasión a una zona tétrica, llena de podredumbre y mujeres de la mas baja calaña ofreciendo su cuerpo al mejor postor.
Nos apeamos en una plazoleta cuyo olor a orín, a enfermedad y a alcohol apestaba, un lugar nada adecuado a gente como nosotros, claro que los depredadores tienden a adaptarse bien a cada circunstancia que se les platea delante.
Caminamos como si lo hiciéramos por un palacio, con la elegancia de los que saben flotar y así tomamos finalmente asiento en un banco frente a una mierda de burdel donde cualquiera podría salir con ladillas y otros males.
No tuve que preguntar para saber que de ese lugar provenía la mujer que me acompañaba, mas lejos de eso casarme cierto desazón, me cautivo, ahora entendía esa oscuridad que ostentaba, la vendetta corría por sus venas y olía dulce, apetitosa.
Conversamos sobre mi reciente futuro matrimonio, no porfundizaramos en el tema, tan solo la elección de la dama y como trascurrió aquella fiesta.
Sus palabras se detuvieron abruptamete al ver salir por la puerta un hombre calvo, gordo y a decir verdad bastante desagradable a la vista humana incluso una presa que jamas hubiera elegido como alimento, no me gustaba el exceso de grasa, ni siquiera en la vitae que consumía habitualmente.
Me puse en pie, presa marcada, depredador al acecho y sin tener que cubrir demasiado mi rastro pues en ese lugar de degeneración las muertes no tenían mayor importancia, atrape al tipo por el cuello adentrándome sin esfuerzo con el cerdo gritando al callejón del lado.
La matanza empezaba y la verdad es que no me deleité con aquel que nada atraía a mi ser, ladeé su cuello ante la atenta mirada de la dama y así mis ojos echos fuego delinearon sus labios antes de hundir mis colmillos en el cuello del marrano y con grandes tirones succionar gran parte del alimento que me daba sustento.
Podía sentir cierta excitación en la viuda de seda, y al separarme con los labios chorreando sangre y relamerme esta comenzó un discurso posiblemente estudiado que repitió frente al moribundo.
Su asentimiento basto como para desde la espalda introducir mi mano por su espina dorsal y sacarle el corazón.
Le dejé deleitarse de este acto, que viera a su verdugo morir mirándole a los ojos y para finalizar el pecaminoso momento le entregué el corazón sacando un pañuelo para limpiar mi mano de todo rastro carmesí.
-¿Una copa? Acepto -susurré volviendo a tenderle el vaso para alejarnos de aquel lugar que había marcado un antes y un después para ambos.
Ambos íbamos a abandonar la fiesta juntos, y posiblemente eso diera de que hablar, algo que realmente no me preocupo en demasía, pues ni mi matrimonio era uno por amor ni ella parecía una de esas mujeres que se deja llevar por lo que dice de ella la alta sociedad.
Subimos en el carruaje, entre conversaciones banales el paisaje fue cambiando, desde las opulentas casas bien decoradas con motivos florales, calles iluminadas y engalardonadas para la ocasión a una zona tétrica, llena de podredumbre y mujeres de la mas baja calaña ofreciendo su cuerpo al mejor postor.
Nos apeamos en una plazoleta cuyo olor a orín, a enfermedad y a alcohol apestaba, un lugar nada adecuado a gente como nosotros, claro que los depredadores tienden a adaptarse bien a cada circunstancia que se les platea delante.
Caminamos como si lo hiciéramos por un palacio, con la elegancia de los que saben flotar y así tomamos finalmente asiento en un banco frente a una mierda de burdel donde cualquiera podría salir con ladillas y otros males.
No tuve que preguntar para saber que de ese lugar provenía la mujer que me acompañaba, mas lejos de eso casarme cierto desazón, me cautivo, ahora entendía esa oscuridad que ostentaba, la vendetta corría por sus venas y olía dulce, apetitosa.
Conversamos sobre mi reciente futuro matrimonio, no porfundizaramos en el tema, tan solo la elección de la dama y como trascurrió aquella fiesta.
Sus palabras se detuvieron abruptamete al ver salir por la puerta un hombre calvo, gordo y a decir verdad bastante desagradable a la vista humana incluso una presa que jamas hubiera elegido como alimento, no me gustaba el exceso de grasa, ni siquiera en la vitae que consumía habitualmente.
Me puse en pie, presa marcada, depredador al acecho y sin tener que cubrir demasiado mi rastro pues en ese lugar de degeneración las muertes no tenían mayor importancia, atrape al tipo por el cuello adentrándome sin esfuerzo con el cerdo gritando al callejón del lado.
La matanza empezaba y la verdad es que no me deleité con aquel que nada atraía a mi ser, ladeé su cuello ante la atenta mirada de la dama y así mis ojos echos fuego delinearon sus labios antes de hundir mis colmillos en el cuello del marrano y con grandes tirones succionar gran parte del alimento que me daba sustento.
Podía sentir cierta excitación en la viuda de seda, y al separarme con los labios chorreando sangre y relamerme esta comenzó un discurso posiblemente estudiado que repitió frente al moribundo.
Su asentimiento basto como para desde la espalda introducir mi mano por su espina dorsal y sacarle el corazón.
Le dejé deleitarse de este acto, que viera a su verdugo morir mirándole a los ojos y para finalizar el pecaminoso momento le entregué el corazón sacando un pañuelo para limpiar mi mano de todo rastro carmesí.
-¿Una copa? Acepto -susurré volviendo a tenderle el vaso para alejarnos de aquel lugar que había marcado un antes y un después para ambos.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Las verjas de metal se abrieron tragándose el carruaje en cuyo interior la viuda de seda había estado callada, mirando por la ventana todo el trayecto, perdida en sus propios pensamientos. Esa noche había descubierto muchas cosas, no sólo sobre los vampiros, sobre todo sobre ella misma. Erline no era una persona altruista, se movía por su propio interés y la persona que más le importaba en el mundo a parte de Jack, era ella misma. Había aprendido que tenía un instinto psicópata subyaciendo en su interior. había visto la muerte con colmillos y nombre propio y no la había temido, sólo la deseaba. Había aprendido que excepto una persona el resto de la humanidad por ella podía morirse y no movería un dedo para ayudarlos. Estaba más vacía de lo que pensaba. Lejos de asustarse, eso le había abierto un mundo uevo de posibilidades. Muchas ya rondaban por su cabeza. Entró en la mansión seguida de Joe y se dirigió a la sala de la chimenea allí se desprendió del abrigo, que cayó de cualquier manera en el suelo, después desabotonó el vestido de seda mientras iba en busca de una botella de armagnac. El vestido también fue al suelo.
Sus esbeltas piernas estaban envueltas en medias rematadas con encaje en el muslo, mas éstas estaban algo sucias en las rodillas por lo obvio. Llevaba unas finas enaguas negras de raso sobre la ropa interior. Sin mediar palabra le tendió la mano a Joe y activó el mecanismo secreto que abría la pared descubriendo una escalera de piedra que bajaba a algun lugar oculto bajo el grueso suelo del caserón.
Tras ellos la puerta se cerró despacio con un crujido de encaje de los rodamientos. Encendió la lampara de aceite que iluminaba el corredor y descendieron una planta hasta detenerse frente a una puerta cuya cerradura no se abría con una llave tradicional, la viuda desabrochó el collar de cuentas negras de su cuello y apretó el broche central, éste sacó una especie de estilete que encajó perfectamente y pudo abrir. Tenía la llave de su habitación secreta engarzada en todos sus collares.
Cuando las luces se hicieron se iluminó una sala cuyas paredes estaban cubiertas por completo de seda negra, el suelo era de piedra de cantería. El centro de la sala lo presidía una enorme cama redonda llena de multitud de almohadones de diferentes tamaños y brocados, todos rojos y negros. Colgados en la pared había todo tipo de artilugios que podían colmar el ansia de un adicto a la dominación, desde varas, palas, látigos de nueve colas o mordazas. Era una puta ¿qué esperaba encontrar allí abajo? ¿a Santa Klaus dentro de un saco? la mayoría de sus clientes no pagaban sus absurdos precios por un polvo en la postura del misionero.
Los ojos de Erline engañaban como los de cualquier buena actriz, pero la pura realidad es que estaba completamente vacía, le daba igual azotar a un millonario hasta desollarle el trasero, que ser amarrada y amordazada. Al final nada conseguía llenar ese vacío, nada la hacía sentir una persona, ni siquiera la visión de la muerte, sostener un corazón aún latente entre las manos. Cada vez bajaba más y más abajo hacia algún tipo de infierno helado, ¿era un monstruo? qué más daba.
Separó los brazos del cuerpo enseñándole la sala. Dio un trago a la botella de armagnac y se dirigió al vampiro.
— haz tu magia Joe... consigue que sienta algo esta noche...odio, dolor, placer, arrepentimiento... lo que sea. Porque lo de antes me ha dejado como una puta piedra. Sigo muerta.
Sus esbeltas piernas estaban envueltas en medias rematadas con encaje en el muslo, mas éstas estaban algo sucias en las rodillas por lo obvio. Llevaba unas finas enaguas negras de raso sobre la ropa interior. Sin mediar palabra le tendió la mano a Joe y activó el mecanismo secreto que abría la pared descubriendo una escalera de piedra que bajaba a algun lugar oculto bajo el grueso suelo del caserón.
Tras ellos la puerta se cerró despacio con un crujido de encaje de los rodamientos. Encendió la lampara de aceite que iluminaba el corredor y descendieron una planta hasta detenerse frente a una puerta cuya cerradura no se abría con una llave tradicional, la viuda desabrochó el collar de cuentas negras de su cuello y apretó el broche central, éste sacó una especie de estilete que encajó perfectamente y pudo abrir. Tenía la llave de su habitación secreta engarzada en todos sus collares.
- way down we go:
'Cause they will run you down, down til the dark
Yes and they will run you down, down til you fall
And they will run you down, down til you go
Yeah so you can't crawl no more
Cuando las luces se hicieron se iluminó una sala cuyas paredes estaban cubiertas por completo de seda negra, el suelo era de piedra de cantería. El centro de la sala lo presidía una enorme cama redonda llena de multitud de almohadones de diferentes tamaños y brocados, todos rojos y negros. Colgados en la pared había todo tipo de artilugios que podían colmar el ansia de un adicto a la dominación, desde varas, palas, látigos de nueve colas o mordazas. Era una puta ¿qué esperaba encontrar allí abajo? ¿a Santa Klaus dentro de un saco? la mayoría de sus clientes no pagaban sus absurdos precios por un polvo en la postura del misionero.
Los ojos de Erline engañaban como los de cualquier buena actriz, pero la pura realidad es que estaba completamente vacía, le daba igual azotar a un millonario hasta desollarle el trasero, que ser amarrada y amordazada. Al final nada conseguía llenar ese vacío, nada la hacía sentir una persona, ni siquiera la visión de la muerte, sostener un corazón aún latente entre las manos. Cada vez bajaba más y más abajo hacia algún tipo de infierno helado, ¿era un monstruo? qué más daba.
Separó los brazos del cuerpo enseñándole la sala. Dio un trago a la botella de armagnac y se dirigió al vampiro.
— haz tu magia Joe... consigue que sienta algo esta noche...odio, dolor, placer, arrepentimiento... lo que sea. Porque lo de antes me ha dejado como una puta piedra. Sigo muerta.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
La mano de Eva guiaba a Cain hacia el paraíso, no había duda que la manzana seria mordida, pues la tentación serpenteaba entre sus piernas y se perdía en su sexo reclamándome para convertirme en el único dueño de su averno.
Me relamí los labios observando como la pared quedaba desencajada , un laberinto oscuro nos llevo frente a otra sala que solo fue abierta por el estilete que en posesión de la dama y escondido entre las negras cuencas de su colgante se encontraba.
Una puerta se abrió bajo su tacto de porcelana, de la mano juntos nos adentramos en ella, como dos adolescentes que por primera vez pecan aunque ambos eramos ya confesos traidores, asesinos, mentirosos, todos los pecados capitales corrían por nuestras venas mas.. ¿no convertía este juego eso en algo mas excitante?
Seda negra en las paredes, los candelabros iluminaban la estancia y una cama redonda presidia el lugar para que la tortura acariciara la piel de uno y otro hasta que el amanecer nos destruyera.
Sus palabras me indicaban hasta que punto la muerte se había apoderado de ella, era irónico pues el fuerte latido de su corazón me decía justo lo contrario, que esa mujer era vida y yo muerte, oscuridad, delirio y demencia.
-Déjame hacer de tu vida un infierno, arderás entre las llamas suplicando que te libre de ese sufrimiento.
Me orillé a su cuerpo alzando su mirada esmeralda tomándola del mentón.
-Porque el dolor es vida, y cuanto mas desgarrador sea, mas te aferraras a esta. Sobrevive viuda de seda porque solo así te darás cuenta de la diferencia que hay entre tu y yo.
Soy un demonio sin escrúpulos ni miramientos y si esperas a un príncipe azul a lomos de un caballo solo encontraras al jinete muerte sobre su caballo negro.
¿Estas preparada para cabalgar sobre el apocalipsis?
Le tendí la mano para alzarla sobre el lecho, mi sonrisa se ladeó atrayendo las cadenas que del techo pendían. Alcé su muñeca con suavidad, nuestros rostros se rozaban embriagador aliento de uno y otro que nos pintaba escenas de sangre, destrucción y hambruna en un mundo en el que todo lo habíamos perdido, incluso a nosotros mismos.
Dolor eso reflejaba aquel acto de confianza mutua. El grillete encerró su muñeca, gélido, agresivo y nuestros labios se rozaron cuando la otra mano subió como acto reflejo para del mismo modo ser presa de mi embrujo.
-¿Preparada? -pregunté antes de alejarme de su cuerpo para buscar por la habitación algo que pudiera llevarla al limite..la vida y la muerte separadas por una fina linea imaginaria que hoy quebrantaría.
Me relamí los labios observando como la pared quedaba desencajada , un laberinto oscuro nos llevo frente a otra sala que solo fue abierta por el estilete que en posesión de la dama y escondido entre las negras cuencas de su colgante se encontraba.
Una puerta se abrió bajo su tacto de porcelana, de la mano juntos nos adentramos en ella, como dos adolescentes que por primera vez pecan aunque ambos eramos ya confesos traidores, asesinos, mentirosos, todos los pecados capitales corrían por nuestras venas mas.. ¿no convertía este juego eso en algo mas excitante?
Seda negra en las paredes, los candelabros iluminaban la estancia y una cama redonda presidia el lugar para que la tortura acariciara la piel de uno y otro hasta que el amanecer nos destruyera.
Sus palabras me indicaban hasta que punto la muerte se había apoderado de ella, era irónico pues el fuerte latido de su corazón me decía justo lo contrario, que esa mujer era vida y yo muerte, oscuridad, delirio y demencia.
-Déjame hacer de tu vida un infierno, arderás entre las llamas suplicando que te libre de ese sufrimiento.
Me orillé a su cuerpo alzando su mirada esmeralda tomándola del mentón.
-Porque el dolor es vida, y cuanto mas desgarrador sea, mas te aferraras a esta. Sobrevive viuda de seda porque solo así te darás cuenta de la diferencia que hay entre tu y yo.
Soy un demonio sin escrúpulos ni miramientos y si esperas a un príncipe azul a lomos de un caballo solo encontraras al jinete muerte sobre su caballo negro.
¿Estas preparada para cabalgar sobre el apocalipsis?
Le tendí la mano para alzarla sobre el lecho, mi sonrisa se ladeó atrayendo las cadenas que del techo pendían. Alcé su muñeca con suavidad, nuestros rostros se rozaban embriagador aliento de uno y otro que nos pintaba escenas de sangre, destrucción y hambruna en un mundo en el que todo lo habíamos perdido, incluso a nosotros mismos.
Dolor eso reflejaba aquel acto de confianza mutua. El grillete encerró su muñeca, gélido, agresivo y nuestros labios se rozaron cuando la otra mano subió como acto reflejo para del mismo modo ser presa de mi embrujo.
-¿Preparada? -pregunté antes de alejarme de su cuerpo para buscar por la habitación algo que pudiera llevarla al limite..la vida y la muerte separadas por una fina linea imaginaria que hoy quebrantaría.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
¿Qué tendrían las súplicas para que tanto excitasen a los hombres? a ella le parecía muy patético cuando le suplicaban, le producía más asco que excitación y eso que significaba estar en la cima del poder, tener la felicidad o la desgracia del otro en tus manos. No terminaba de entender el mecanismo que lo producía, pero lo que sí sabía es que funcionaba.
Joe necesitaba seguir sabiendo que era la destrucción, que la mujer le suplicaría, se rendiría a su poder para seguir reafirmando quién era él. Él era la muerte, el dolor, el fuego y el hielo, el odio y la venganza, el depredeador y el demonio. No necesitaba reafirmarlo, pero al parecer una parte de Joe sí lo necesitaba. Sin embargo ella no sabía quién era, estaba hecha de mil capas, de cientos de papeles interpretados cual actriz,no era nadie, no era nada, su identidad se la había inventado, su vida había sido una farsa y no había nada auténtico en ella. Así pues...no necesitaba suplicar, no había por qué, no había nada que perder. ¿La vida? Oh, sí. Una vida vacía. Ciertamente no le tenía apego, vivir sin sentir nada era como estar muerto pero seguir respirando.
Los grilletes hicieron "clic" y supo en ese preciso instante que sentiría dolor, crudo y descarnado, sin drogas que la aturdieran, nada más que puro dolor. Pues que así fuera. ¿Suplicaría en un último instante por su vida? eso quería saber ella, ¿cuánto valoraba vivir? lo averiguaría pronto. No había estado tan cerca de la muerte como estaría esta noche y cuando te asomas al abismo corres mucho riesgo de rodar y carte por él. Asumía el reto. También en ese instante sintió el frío ascendiendo por su espalda, no eran sólo juegos sexuales, esa noche podía haber muerte y podía ser la suya, aquello iba en serio. Miró fijamente a Joe ¿a qué estaba esperando? jugaba con ella, jugaba con sus palabras para asustarla, para que se fuera acumulando el miedo y la ansiedad y después alimentarse de él. No era mala técnica, estaba consiguiendo hacerla pensar, no sabía por dónde le saldría y su cabeza iba a mil por hora observando al depredador jugar con su presa. Eso sí, sería una puta, pero tomaba notas mentales de todo.
Joe necesitaba seguir sabiendo que era la destrucción, que la mujer le suplicaría, se rendiría a su poder para seguir reafirmando quién era él. Él era la muerte, el dolor, el fuego y el hielo, el odio y la venganza, el depredeador y el demonio. No necesitaba reafirmarlo, pero al parecer una parte de Joe sí lo necesitaba. Sin embargo ella no sabía quién era, estaba hecha de mil capas, de cientos de papeles interpretados cual actriz,no era nadie, no era nada, su identidad se la había inventado, su vida había sido una farsa y no había nada auténtico en ella. Así pues...no necesitaba suplicar, no había por qué, no había nada que perder. ¿La vida? Oh, sí. Una vida vacía. Ciertamente no le tenía apego, vivir sin sentir nada era como estar muerto pero seguir respirando.
Los grilletes hicieron "clic" y supo en ese preciso instante que sentiría dolor, crudo y descarnado, sin drogas que la aturdieran, nada más que puro dolor. Pues que así fuera. ¿Suplicaría en un último instante por su vida? eso quería saber ella, ¿cuánto valoraba vivir? lo averiguaría pronto. No había estado tan cerca de la muerte como estaría esta noche y cuando te asomas al abismo corres mucho riesgo de rodar y carte por él. Asumía el reto. También en ese instante sintió el frío ascendiendo por su espalda, no eran sólo juegos sexuales, esa noche podía haber muerte y podía ser la suya, aquello iba en serio. Miró fijamente a Joe ¿a qué estaba esperando? jugaba con ella, jugaba con sus palabras para asustarla, para que se fuera acumulando el miedo y la ansiedad y después alimentarse de él. No era mala técnica, estaba consiguiendo hacerla pensar, no sabía por dónde le saldría y su cabeza iba a mil por hora observando al depredador jugar con su presa. Eso sí, sería una puta, pero tomaba notas mentales de todo.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Podía analizar sin lugar a error la mirada de la viuda de seda, en ella había cierta intriga, miedo ¿por que no? Y excitación, me seguía en cada uno de mis movimientos como si tomara notas mentales de la bestia que frente a ella danzaba marcando los tiempos.
Una fusta en mis manos, una afilada daga en mi cinto y la sonrisa ladina que mostré frente a ella fue mi saludo de bienvenida al infierno.
Mis ojos rojos como el fuego desfilaron por su precioso cuerpo, no perdí ni un segundo de mi tiempo en desnudarlo con paciencia, con caricias que a ningún sitio nos llevaban.
La fusta en mi boca, el cuchillo en mi mano y de un corte seco partí la ropa por la mitad dejándola caer al suelo.
-Te compraré un vestido -susurré deleitándome con la semi-desnudez de la que ahora gozaba la dama.
Unas bragas de encaje negras y las manchadas medias que oprimían su muslo sujetas por el ligero eran mi premio.
Su pecho subía y bajaba, cuando ladeé la cabeza para escuchar mejor el rítmico latir de su corazón, hacia apenas unas horas que con mis propia mano había arrancado uno frente a ella, si no me temía, debería.
Me relamí ahora centrando mis turbios ojos en la vena yugular que recorría su cuello hinchada por el gran caudal de sangre que su corazón impulsaba.
-¿estas nerviosa? -pregunté con la voz ronca acercándome mas a ella.
Me tomé mi tiempo como el depredador que era, hasta que la hoja del cuchillo se deslizó por su piel erizandola por completo.
El acero frio contrastaba con el calor que manaba su cuerpo, y sin mas preámbulos ladeé ligeramente el arma para con el filo marcar un sendero que descendía desde su cuello, por el valle que entre las dos montañas se perdía hasta alcanzar el ombligo.
Aulló de dolor al sentir la sangre espesa brotar por su piel haciéndole perder la razón.
Mis ojos oscurecidos contemplaban como la vitae descendía por su cuerpo, manchando sus bragas por completo hasta formar un charco sobre las sabanas.
-¿cuanto crees que una mujer de tu constitución tardaría en desangrarse? -pregunté con una picara sonrisa, alzando ahora su rostro por el mentón.
Mi aliento se perdió contra sus labios, mi lengua los dibujó en una caricia muda esperando intuir su excitación o por contra el deseo de terminar con este sádico juego.
Pegué mi cuerpo al suyo, mi hombría contra su vientre, mi ropa elegante y cara pronto quedó manchada de carmesí.
-¿que sientes Erline? -pregunté llevando mis dedos a su vientre y tomando una muestra de su elixir. Lo lleve a mi boca cerrando los ojos para emitir un tentador jadeo -estas deliciosa.
Con mi dedo aun ligeramente manchado recorrí sus labios, deslizando el pulgar por su inferior, orillando mi boca a este para besarla de forma ruda, salvaje.
Una fusta en mis manos, una afilada daga en mi cinto y la sonrisa ladina que mostré frente a ella fue mi saludo de bienvenida al infierno.
Mis ojos rojos como el fuego desfilaron por su precioso cuerpo, no perdí ni un segundo de mi tiempo en desnudarlo con paciencia, con caricias que a ningún sitio nos llevaban.
La fusta en mi boca, el cuchillo en mi mano y de un corte seco partí la ropa por la mitad dejándola caer al suelo.
-Te compraré un vestido -susurré deleitándome con la semi-desnudez de la que ahora gozaba la dama.
Unas bragas de encaje negras y las manchadas medias que oprimían su muslo sujetas por el ligero eran mi premio.
Su pecho subía y bajaba, cuando ladeé la cabeza para escuchar mejor el rítmico latir de su corazón, hacia apenas unas horas que con mis propia mano había arrancado uno frente a ella, si no me temía, debería.
Me relamí ahora centrando mis turbios ojos en la vena yugular que recorría su cuello hinchada por el gran caudal de sangre que su corazón impulsaba.
-¿estas nerviosa? -pregunté con la voz ronca acercándome mas a ella.
Me tomé mi tiempo como el depredador que era, hasta que la hoja del cuchillo se deslizó por su piel erizandola por completo.
El acero frio contrastaba con el calor que manaba su cuerpo, y sin mas preámbulos ladeé ligeramente el arma para con el filo marcar un sendero que descendía desde su cuello, por el valle que entre las dos montañas se perdía hasta alcanzar el ombligo.
Aulló de dolor al sentir la sangre espesa brotar por su piel haciéndole perder la razón.
Mis ojos oscurecidos contemplaban como la vitae descendía por su cuerpo, manchando sus bragas por completo hasta formar un charco sobre las sabanas.
-¿cuanto crees que una mujer de tu constitución tardaría en desangrarse? -pregunté con una picara sonrisa, alzando ahora su rostro por el mentón.
Mi aliento se perdió contra sus labios, mi lengua los dibujó en una caricia muda esperando intuir su excitación o por contra el deseo de terminar con este sádico juego.
Pegué mi cuerpo al suyo, mi hombría contra su vientre, mi ropa elegante y cara pronto quedó manchada de carmesí.
-¿que sientes Erline? -pregunté llevando mis dedos a su vientre y tomando una muestra de su elixir. Lo lleve a mi boca cerrando los ojos para emitir un tentador jadeo -estas deliciosa.
Con mi dedo aun ligeramente manchado recorrí sus labios, deslizando el pulgar por su inferior, orillando mi boca a este para besarla de forma ruda, salvaje.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
La rondaba como un tigre ronda a un ciervo instantes antes de abalanzarse sobre ella. Eso la hizo estremecer, la inquietud se instalaba poco a poco en su alma, dejando un poso frío y desesperante. Paseó la daga por su piel haciendo que se le pusiera de gallina, pero cuando la hundió separando la carne Erline gritó y apretó los dientes. Dolía. El dolor estaba ahí, venía de las manos de Joe que ni se inmutó, es más, jugó con su sangre y sus palabras.
— más de lo que tardaría en robarte un orgasmo...— ese era el tiempo en el que se desangraría. Sus palabras salieron en un ronco murmullo entorpecido por algún jadeo cuando el dolor la punzaba y le quebraba la voz. No era una vaca de 300 kg, así que su sangre escaparía rauda y veloz y en pocas horas estaría muerta. Pero ella no necesitaba horas para complacer a Joe, se lo había demostrado antes en los jardines. Eso era un tiempo objetivo, mas había cierta provocación en sus palabras. Era consciente de ello, a Joe Black no le iban las mojigatas sumisas, no podía jugar con él en igualdad de condiciones, así que tan sólo se dejaría llevar por su instinto.
¿Qué sentía? sentía la sangre latir en las muñecas donde los grilletes la aprisionaban y le hacían daño,sentía el calor pegajoso de su propia sangre bajando por el ombligo, el olor férreo que ésta desprendía y se le antojaba un poco grotesco y desagradable, era como si estuviera de visita en el matadero pero la vaca muerta fuera ella.
—...duele...— echó la cabeza hacia un lado, apoyándola sobre su propio brazo tenso, mirando a Joe desde aquellas esmeraldas líquidas.— tú dueles...tu vacío, tu oscuridad, ... me arrastras contigo hacia ella.
Se pegó a ella, lamió su sangre y le dijo que estaba deliciosa. Era comida, sólo era un plato a degustar, tan insignificante como eso. En ese preciso instante lo supo: para un vampiro, los humanos no eran más que comida, no podía sentir por ella más que el mismo aprecio o la misma indiferencia de la que Erline podría sentir por un periquito de su pajarera. Ni si quiera odio. ¡Qué terrible! no sentir amor era hasta cierto punto normal, pero ni siquiera odio...De algún modo ese pensamiento la hizo sobrecogerse. En ese instante, estando colgada y herida, posiblemente en breve estaría muerta...el vampiro le había provocado un sentimiento:compasión.
Se sorprendió tanto que abrió los ojos de forma desmesurada y su respiración se aceleró.
— ¡bájame! no quiero morir... por favor bájame...sueltame, deja que me marche... por tu culpa... por tu culpa quiero vivir, ahora no puedo morirme!! hay... hay algo que... dioses!!
Forcejeó con los grilletes, aún no estaba debilitada del todo, y su cabeza no acertaba a recordar que las cadenas podían ser soltadas realizando un movimiento específico, ella las encargó así, no se fiaba de que a los clientes no se les fuera la mano y las puso con un mecanismo de escape.
— más de lo que tardaría en robarte un orgasmo...— ese era el tiempo en el que se desangraría. Sus palabras salieron en un ronco murmullo entorpecido por algún jadeo cuando el dolor la punzaba y le quebraba la voz. No era una vaca de 300 kg, así que su sangre escaparía rauda y veloz y en pocas horas estaría muerta. Pero ella no necesitaba horas para complacer a Joe, se lo había demostrado antes en los jardines. Eso era un tiempo objetivo, mas había cierta provocación en sus palabras. Era consciente de ello, a Joe Black no le iban las mojigatas sumisas, no podía jugar con él en igualdad de condiciones, así que tan sólo se dejaría llevar por su instinto.
¿Qué sentía? sentía la sangre latir en las muñecas donde los grilletes la aprisionaban y le hacían daño,sentía el calor pegajoso de su propia sangre bajando por el ombligo, el olor férreo que ésta desprendía y se le antojaba un poco grotesco y desagradable, era como si estuviera de visita en el matadero pero la vaca muerta fuera ella.
—...duele...— echó la cabeza hacia un lado, apoyándola sobre su propio brazo tenso, mirando a Joe desde aquellas esmeraldas líquidas.— tú dueles...tu vacío, tu oscuridad, ... me arrastras contigo hacia ella.
Se pegó a ella, lamió su sangre y le dijo que estaba deliciosa. Era comida, sólo era un plato a degustar, tan insignificante como eso. En ese preciso instante lo supo: para un vampiro, los humanos no eran más que comida, no podía sentir por ella más que el mismo aprecio o la misma indiferencia de la que Erline podría sentir por un periquito de su pajarera. Ni si quiera odio. ¡Qué terrible! no sentir amor era hasta cierto punto normal, pero ni siquiera odio...De algún modo ese pensamiento la hizo sobrecogerse. En ese instante, estando colgada y herida, posiblemente en breve estaría muerta...el vampiro le había provocado un sentimiento:compasión.
Se sorprendió tanto que abrió los ojos de forma desmesurada y su respiración se aceleró.
— ¡bájame! no quiero morir... por favor bájame...sueltame, deja que me marche... por tu culpa... por tu culpa quiero vivir, ahora no puedo morirme!! hay... hay algo que... dioses!!
Forcejeó con los grilletes, aún no estaba debilitada del todo, y su cabeza no acertaba a recordar que las cadenas podían ser soltadas realizando un movimiento específico, ella las encargó así, no se fiaba de que a los clientes no se les fuera la mano y las puso con un mecanismo de escape.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Erline mostraba la seguridad de un depredador, la sangre fluía por su estomago, caliente, espesa, manchando mi camisa por completo, me retó a que antes de desangrarse, de morir por la herida por mi infligida me provocaría un orgasmo, pues no necesitaba mas tiempo para llevarme a la locura.
Jadeé excitado contra sus labios, deslizandole las bragas por los muslos dispuesto a adentrarme en su laberinto con la rudeza que la ocasión merecía, admito que aquella situación me llevaba al infierno y ese era el trato dispuesto que ambos acabáramos haciéndonos rozar el pecado, que nuestras vidas tuvieran sentido aunque eso implicara consumirnos frente al otro.
En este caso ella descubriría lo que implicaba aferrarse a la vida, no era necesario decir que no permitiría que nada le sucediera a la mujer que me abría las piernas, pero..claro..eso ella no lo sabia.
Como respuesta a mi pregunta un “duele”
Lo sabia, era consciente de lo que posiblemente se desquebrajaba en su interior, su corazón latía desbocado, sentía miedo, y ahora y no antes se daba cuenta que jugaba con el diablo, un hombre que en sus manso tenia su vida, ese que había arrancado para ella un corazón sin inmutarse y seguro se preguntaba porque no era capaz de dejar que se desangrara frente a mis ojos ¿acaso no había belleza en la muerte?
Su rostro se hundió en su brazo, podía ver como la desesperación empezaba a anidar en ella, como si en mil pedazos se rompiera. Empezó a forcejear, algo que hizo que mas sangre perdiera.
Asustada gritaba que quería que la soltara, que necesitaba vivir, que la muerte no era para ella.
Me sorprendió ver como se derrumbaba por un momento me quede quieto contemplando la devastación.
Ladeé el rostro, me había bajado los pantalones lo suficiente para tomarla, mas volví a enfundarla y acercándome raudo hasta su posición arranque las cadenas del techo, acariciándola suavemente dejándonos a los dos caer sobre el redondo lecho.
-Shhhh, ya esta -susurré en su oído tratando de calmarla mientras su pelo se movía bajo mi aliento.
Llevé mis dientes a la muñeca sajandola, se la ofrecí acariciando sus labios con mi vitae carmesí dándole de beber sin dejar de acariciar su pelo mientras esta bebía sedienta de mi.
El dolor se disipaba, mis dedos acariciaron su viente sintiendo como la carne desquebrajada se unía nuevamente sin ni siquiera dejar una cicatriz en su inmaculada piel.
La acuné entre mis brazos, no pensaba, solo trataba de calmarla, como tantas veces mi madre hizo conmigo, ella me abrazaba aun con el susto en el cuerpo, por primera vez creo que se había dado cuenta de la fragilidad que un ser humano representa frente a un vampiro milenario.
Me detuve de golpe, dejé caer mis brazos a los lados, esto se salia de lo acrodado, el afecto estaba prohibido, yo no estaba dispuesto a eso y abrazarla, calmarla, no entraba en el trato. Solo sexo, infierno y dolor..
Me despojé de su piel, ahora era yo el que huía, nunca mas seria encadenado a una mujer, tomé mi chaqueta y la coloqué raudo sobre mis hombros.
-No te quedara marca alguna, solo sentirás el éxtasis de mi sangre produce. Adiós Erline, disfruta del viaje.
Caminé hacia la puerta sin mirar atrás dejándola jadeante sobre el lecho, era lo mejor, lo mejor para los dos...
Jadeé excitado contra sus labios, deslizandole las bragas por los muslos dispuesto a adentrarme en su laberinto con la rudeza que la ocasión merecía, admito que aquella situación me llevaba al infierno y ese era el trato dispuesto que ambos acabáramos haciéndonos rozar el pecado, que nuestras vidas tuvieran sentido aunque eso implicara consumirnos frente al otro.
En este caso ella descubriría lo que implicaba aferrarse a la vida, no era necesario decir que no permitiría que nada le sucediera a la mujer que me abría las piernas, pero..claro..eso ella no lo sabia.
Como respuesta a mi pregunta un “duele”
Lo sabia, era consciente de lo que posiblemente se desquebrajaba en su interior, su corazón latía desbocado, sentía miedo, y ahora y no antes se daba cuenta que jugaba con el diablo, un hombre que en sus manso tenia su vida, ese que había arrancado para ella un corazón sin inmutarse y seguro se preguntaba porque no era capaz de dejar que se desangrara frente a mis ojos ¿acaso no había belleza en la muerte?
Su rostro se hundió en su brazo, podía ver como la desesperación empezaba a anidar en ella, como si en mil pedazos se rompiera. Empezó a forcejear, algo que hizo que mas sangre perdiera.
Asustada gritaba que quería que la soltara, que necesitaba vivir, que la muerte no era para ella.
Me sorprendió ver como se derrumbaba por un momento me quede quieto contemplando la devastación.
Ladeé el rostro, me había bajado los pantalones lo suficiente para tomarla, mas volví a enfundarla y acercándome raudo hasta su posición arranque las cadenas del techo, acariciándola suavemente dejándonos a los dos caer sobre el redondo lecho.
-Shhhh, ya esta -susurré en su oído tratando de calmarla mientras su pelo se movía bajo mi aliento.
Llevé mis dientes a la muñeca sajandola, se la ofrecí acariciando sus labios con mi vitae carmesí dándole de beber sin dejar de acariciar su pelo mientras esta bebía sedienta de mi.
El dolor se disipaba, mis dedos acariciaron su viente sintiendo como la carne desquebrajada se unía nuevamente sin ni siquiera dejar una cicatriz en su inmaculada piel.
La acuné entre mis brazos, no pensaba, solo trataba de calmarla, como tantas veces mi madre hizo conmigo, ella me abrazaba aun con el susto en el cuerpo, por primera vez creo que se había dado cuenta de la fragilidad que un ser humano representa frente a un vampiro milenario.
Me detuve de golpe, dejé caer mis brazos a los lados, esto se salia de lo acrodado, el afecto estaba prohibido, yo no estaba dispuesto a eso y abrazarla, calmarla, no entraba en el trato. Solo sexo, infierno y dolor..
Me despojé de su piel, ahora era yo el que huía, nunca mas seria encadenado a una mujer, tomé mi chaqueta y la coloqué raudo sobre mis hombros.
-No te quedara marca alguna, solo sentirás el éxtasis de mi sangre produce. Adiós Erline, disfruta del viaje.
Caminé hacia la puerta sin mirar atrás dejándola jadeante sobre el lecho, era lo mejor, lo mejor para los dos...
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Paradis de l'enfer [priv. +18]
Esa noche fue infernal, un infierno de pensamientos que dolían más que el puto corte que le había hecho Joe. Se pasó horas flotando por el limbo del subidón que le provocaba la sangre de vampiro. Ya estaba bien entrada la mañana cuando abandonó el sótano para ir directa a la bañera. Una de sus sirvientas la vio subir la escalera completamente embadurnada de sangre y se le cayó una sopera de las manos armando un desastre considerable. Erline se detuvo a mitad escalera y la fulminó con una clara y vacía mirada. El mundo era un puto cementerio de gente gris y decepcionante pero ella era la peor de todos!! había necesitado que una criatura asesina la cortase, le dejase claro que no era más que una hormiga y que se podía vivir sin sentimiento alguno para que ella recordase su humanidad.
Estaba confusa, sus ganas de vivir habían aflorado pero ¿para qué? ¿cuál era su propósito en la vida? no tenía ninguno, deambulaba de aquí para allá mecida por el tiempo como una autómata a la que lleva la corriente, sin sentir realmente que estuviera viviendo. Había sentido por primera vez en muchos años algo que le costó reconocer: compasión. Se había compadecido de esa criatura inerte, muerto en vida, vacío, oscuro e insensible. Y lo peor es que ella estaba en un punto similar, y cualquiera que supiera cuanta "nada" había en su alma, la compadecería también.
Nunca le habían afectado los comentarios de la gente en plan "pobrecita, es guapa para ser puta". Pero si que le dolería que alguien que la hubiera conocido más, como Jack, llegase a compadecerse por su vacío interior.No, antes que ser compadecida prefería ser odiada, como Joe.
Estaba harta. No quería ser recordada por cuatro hombres de negocios que se aburrían con sus mujeres. Quería rubricar su nombre en la historia. Joe había puesto en su mano la llave que le abría la puerta a la bestia. "Aférrate a la vida" le había dicho. Muy bien, lo haría. Pero no pensaba pasarse sus años venideros criando hijos ni aburriendose en fiestas provocando escándalos. El mundo iba a conocerla, pero no por su coño ni por su cara bonita, el mundo iba a saber de que estaba llena su alma.
————————————— ~oOo~ —————————————
Una semana más tarde...(recorte del periódico Le Monde, sección de sucesos)
El Barón de Montesquieu es hallado muerto tras diez días desaparecido.
Esta mañana a las 7.10 a.m ha sido hallado el cadáver del Barón en unas cajas de mercancía del puerto de Le Havre. El caballero desapareció diez días atrás, sus empleados fueron los últimos en verlo, y la familia denunció su desaparición a la mañana siguiente. Se deconoce qué hizo el noble cuando salió de su despacho en los muelles, la familia Montesquieu posee negocios de importación y exportación y numerosas empresas navieras. No era raro que la víctima pasase largas jornadas allí, pero la caja en la que apareció no pertenece a ninguna de sus compañías.
Los investigadores están siguiendo esa pista para tratar de esclarecer quién o quiénes dieron muerte a tan importante personalidad y luego lo dejaron como si fuera una mercancía más en el muelle de carga. La policía baraja varias opciones, puede tratarse de un asesino con complices o de varios, pues mover tanta carga es complicado para una persona sola.
Los forenses han detectado restos de opiáceos y un detalle inquietante, la víctima no tenía el corazón. El asesino abrió la caja torácica por detrás y se llevó el órgano, cerrandola después, cosiéndola con hilo y aguja. El caso empieza a rumorearse que podría ser similar al de Jack el Destripador en Londres, no se descarta que aparezcan más cadáveres pues el modus operandi del asesino tiene semejanzas con los de otros asesinos en serie. Se ha tomado muchas molestias para que se descubra su crimen, lo cual le otorga notoriedad.
Todavía no existe un patrón, pero la policía sigue trabajando en el perfil de quien o quienes podrían haber cometido esta atrocidad.
Estaba confusa, sus ganas de vivir habían aflorado pero ¿para qué? ¿cuál era su propósito en la vida? no tenía ninguno, deambulaba de aquí para allá mecida por el tiempo como una autómata a la que lleva la corriente, sin sentir realmente que estuviera viviendo. Había sentido por primera vez en muchos años algo que le costó reconocer: compasión. Se había compadecido de esa criatura inerte, muerto en vida, vacío, oscuro e insensible. Y lo peor es que ella estaba en un punto similar, y cualquiera que supiera cuanta "nada" había en su alma, la compadecería también.
Nunca le habían afectado los comentarios de la gente en plan "pobrecita, es guapa para ser puta". Pero si que le dolería que alguien que la hubiera conocido más, como Jack, llegase a compadecerse por su vacío interior.No, antes que ser compadecida prefería ser odiada, como Joe.
Estaba harta. No quería ser recordada por cuatro hombres de negocios que se aburrían con sus mujeres. Quería rubricar su nombre en la historia. Joe había puesto en su mano la llave que le abría la puerta a la bestia. "Aférrate a la vida" le había dicho. Muy bien, lo haría. Pero no pensaba pasarse sus años venideros criando hijos ni aburriendose en fiestas provocando escándalos. El mundo iba a conocerla, pero no por su coño ni por su cara bonita, el mundo iba a saber de que estaba llena su alma.
————————————— ~oOo~ —————————————
Una semana más tarde...(recorte del periódico Le Monde, sección de sucesos)
El Barón de Montesquieu es hallado muerto tras diez días desaparecido.
Esta mañana a las 7.10 a.m ha sido hallado el cadáver del Barón en unas cajas de mercancía del puerto de Le Havre. El caballero desapareció diez días atrás, sus empleados fueron los últimos en verlo, y la familia denunció su desaparición a la mañana siguiente. Se deconoce qué hizo el noble cuando salió de su despacho en los muelles, la familia Montesquieu posee negocios de importación y exportación y numerosas empresas navieras. No era raro que la víctima pasase largas jornadas allí, pero la caja en la que apareció no pertenece a ninguna de sus compañías.
Los investigadores están siguiendo esa pista para tratar de esclarecer quién o quiénes dieron muerte a tan importante personalidad y luego lo dejaron como si fuera una mercancía más en el muelle de carga. La policía baraja varias opciones, puede tratarse de un asesino con complices o de varios, pues mover tanta carga es complicado para una persona sola.
Los forenses han detectado restos de opiáceos y un detalle inquietante, la víctima no tenía el corazón. El asesino abrió la caja torácica por detrás y se llevó el órgano, cerrandola después, cosiéndola con hilo y aguja. El caso empieza a rumorearse que podría ser similar al de Jack el Destripador en Londres, no se descarta que aparezcan más cadáveres pues el modus operandi del asesino tiene semejanzas con los de otros asesinos en serie. Se ha tomado muchas molestias para que se descubra su crimen, lo cual le otorga notoriedad.
Todavía no existe un patrón, pero la policía sigue trabajando en el perfil de quien o quienes podrían haber cometido esta atrocidad.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
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