Subasta de una virgen - Privado

A duras penas había logrado escapar, de aquel grupo de marineros, traficantes de opio. ¿Como no se había percatado de que el navío llevaba una carga tan peligrosa como esa? pensó mientras contenía la respiración, apretando su espalda a la pared fría de una vieja y derruida construcción, con el solo fin de pasar desapercibida de algún posible rezagado delincuente. De solo pensar en caer en manos de aquellos hombres, le hacía perder el color en su piel.

Cuando creyó prudente dejar su escondite, se dejó llevar por su intuición, caminando por las calles de esa ciudad tan diferente a su ciudad natal. París era extraña, no solo por la lengua de sus habitantes, por la vestimenta, o por los diferentes aromas agradables o desagradables, a los que debía enfrentarse, sino, porque ella era un ser que parecía no encajar en ninguna parte, entonces ¡que sería de ella? Bajó su cabeza, llevando su mirada a la acera por donde caminaba, o a sus manos que temblando de frío, apretaban con fuerza el pequeño atado que contenía todo su tesoro, el hanbok que su amiga le regalara antes de partir, ademas del Dwikkoji de plata y piedras de colores que representaban un conjunto de flores, recuerdo de un amor imposible. Aquellos presentes, la unirían siempre a los buenos recuerdos que aún conservaba de su Korea Natal. Jamás podría usarlos, ¿donde lo haría? ¿para que? o ¿Para quien?

Pensando en aquel pasado se encontraba, cuando sintió un golpe en su brazo derecho y luego una exclamación cargada de fastidio. Asustada levantó la vista y se encontró con el rostro de una mujer de unos treinta años, que la miraba con desconfianza. atónita ante aquella mirada, no dijo palabra, cuando se dio cuenta de su mala educación comenzó a disculparse en su lengua natal, mientras se inclinaba una y otra vez, en señal de respeto y disculpa. La desconocida mujer, se sorprendió, ante tal efusivo pedido de disculpas, para luego sonreír amistosamente e intentar encontrar la forma de comunicarse con tal peculiar jovencita. Pronto recordó que su sirviente, que le acompañaba varios pasos tras de ella, también era oriental, a lo que llamándole, le pidió que hiciera de interprete. Aunque el hombre parecía reacio a dar sus servicios, terminó por complacer a su señora.

Tras pasar unos minutos hablando en coreano, él le explicó que la dama, deseaba saber si recién había llegado a la ciudad, si necesitaba un lugar donde quedarse y sobre todo, si tenía familiares en la ciudad. Young Mi, aunque temía aun hablar con extraños, sabía que no podría sobrevivir en las calles, no lo hubiera hecho en Seul, menos podría hacerlo en una ciudad como París, sin conocer el idioma, ni las costumbres. Lo que hizo que se aferrara a la supuesta ayuda de la dama.

Fue así que de vivir en el Oriente, terminó siendo una doncella en un Burdel, allí, en pocos días, había logrado dominar las básicas frases del francés, las necesarias para saludar, preguntar que necesitaban de ella sus amos y hacer algunas compras en el mercado.

vivía en una pequeña pieza en el altillo, junto a un grupo de doncellas y criadas de su misma edad. Solo que éstas se mantenían lejos de Young Mi, porque les resultaba extraña la forma de hablar, o de vestir de la coreana. Una noche, luego de concluir su rutina diaria, la señora Marie, le pidió que se quedara unos minutos, debían hablar, como de costumbre, el sirviente coreano, estuvo presente  y le fue traduciendo lo que la señora deseaba, - Debes devolver el favor de haber sido acogida en éste decente lugar - dijo, aunque a la joven le pareció extraño que el hombre se sonriera de medio lado, como si aquello que afirmara, no fuera cierto. - por eso, ésta noche, deberás vestir a la forma tradicional de nuestra tierra y presentarte en el salón principal, cuando los festejos de año nuevo comiencen - aseveró el traductor. No había emoción en sus palabras, era como si deseara estar al margen de lo que pasaría aquella noche, ¿acaso no debería estar contento de que la señora deseara festejar el año nuevo Coreano, como muestra de afecto? había pensado la joven, mientras asentía eufórica, feliz de pasar un momento distendido, con toda la comunidad de aquel lugar. ¿Porque dudaría? ¿que malas intenciones podría tener la francesa?

Cuando se retiró, fue detenida por el coreano, - No seas tonta, nada en esta vida es gratis, ¿crees que no te hará pagar un alto precio por su ayuda? vamos, hazme caso, huye de éste lugar lo antes posible - fueron las palabras de su compatriota, antes de subir las escaleras que la llevarían a la buhardilla. A pesar de lo que ese hombre le dijera, ella deseaba pensar bien de las personas, por eso se ocupó de acondicionar su vestido, hacer un complicado peinado con su largo cabello y decorarlo con la horquilla que le regalara Wong Ming, tras maquillarse levemente, se contempló en el espejo, y sintió orgullo de su belleza, dulce y refinada, exótica en unas tierras  tan distantes como eran éstas. Fue así que a la hora señalada, se presentó en el salón, como lo había pedido la dama de aquel lugar, mas para su sorpresa, el lugar no se parecía en nada a lo que ella había esperado. Apenas llegar, la mujer la tomó de su muñeca y tiró de ella, haciéndola subir a un improvisado escenario, - Señores, por favor, silencio - dijo la mujer, - aquí tienen a la joven que han estado esperando - exclamó, mientras hacía girar a Young Mi, como si de un caballo se tratase, - en éste momento se abre la subasta -.

Apariencia de Young Mi en la subasta: