AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
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Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
Jueves por la tarde. Un día soleado. La Plaza estaba repleta, de señoritas que daban un paseo con sombrilla en mano, madres que acompañaban a sus hijos, sus pequeñas criaturas mientras lo miraban jugar con reboción.
Isobella caminaba como todas las señoritas, con su sombrilla recargada sobre su hombro, para cubrirse un poco del sol.
MIraba a los niños correr a su alrededor con una sonrisa. Incluso, un par de niños casi la tiraban al duro suelo, pero no se enfadó, solo rió con diversión, agachándose para saludar a los pequeños niños. Que habían sido una niña y un niño.
Adoraba el pasear a esa hora, evitaba que la soledad volviéra a invadirla. Como todos los días ... una película que se volvía a repetir cada uno de sus días.
Buscó un banco, para poder descansar unos momentos & proceder con su caminata por la plaza. Se sentó ,acomodando su vestido, dejándo a un lado la sombrilla, ya que se hallaba bajo la cómoda sombra de un gran roble.
Respiró profundamente mientras conservaba la sonrisa inborrable de su rostro.
Las señoras que recorrían el parque con sus hijos, le recordaban a su madre, que en algun momento, habían vivido lo mismo.
Mordió su labio inferior, desviándo la vista hacia el suelo, con nostalgia & conmoción, tratándo de olvidar todo eso.
Colocó las manos en su regazo, subiéndo la mirada de nuevo, tratándo de dejarse llevar por algún otro tipo de pensamiento, por más tonto que fuése.
Isobella caminaba como todas las señoritas, con su sombrilla recargada sobre su hombro, para cubrirse un poco del sol.
MIraba a los niños correr a su alrededor con una sonrisa. Incluso, un par de niños casi la tiraban al duro suelo, pero no se enfadó, solo rió con diversión, agachándose para saludar a los pequeños niños. Que habían sido una niña y un niño.
Adoraba el pasear a esa hora, evitaba que la soledad volviéra a invadirla. Como todos los días ... una película que se volvía a repetir cada uno de sus días.
Buscó un banco, para poder descansar unos momentos & proceder con su caminata por la plaza. Se sentó ,acomodando su vestido, dejándo a un lado la sombrilla, ya que se hallaba bajo la cómoda sombra de un gran roble.
Respiró profundamente mientras conservaba la sonrisa inborrable de su rostro.
Las señoras que recorrían el parque con sus hijos, le recordaban a su madre, que en algun momento, habían vivido lo mismo.
Mordió su labio inferior, desviándo la vista hacia el suelo, con nostalgia & conmoción, tratándo de olvidar todo eso.
Colocó las manos en su regazo, subiéndo la mirada de nuevo, tratándo de dejarse llevar por algún otro tipo de pensamiento, por más tonto que fuése.
Isobella A. Van Trousse- Humano Clase Alta
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 27/10/2010
Re: Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
Había salido de casa enfadado con su madre. Había sido herido y ¿más encima ella debía regañarle? No, era el colmo.
Caminaba algo tambaleante por su pie dañado, sin embargo la rabia le mantenía en pie. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados.
El día anterior había salido en compañía de su yegua Trèfle y había sido accidentado. De no ser por un joven extremadamente amable, quien sabe si Andrè seguiría perdido en el bosque, y herido. Por todo aquello su madre ahora lo único que quería era deshacerse de del animal y Andrè obviamente que no quería.
- ¡No tiene ningún derecho a querer venderla, ¡Es mía! Me la dio papá... no me desharé de ella - apretó los puños mientras llegaba a la Plaza Tertre y, luego de meditarlo cortos segundos, entró.
Respiró profundo, sintiendo el viento a través de las copas de los árboles e intentando calmar su expresión. De a poco iba encontrándose con más y más gente conocida y no quería que le preguntasen que le pasaba.
Sin embargo, mientras iba tranquilizándose, el dolor de su pie aumentaba, hasta casi arrancarle lágrimas. Definitivamente no había sido una buena idea forzarle tanto de inmediato. Necesitaba un asiento, sin embargo el más cercano ya estaba ocupado por una joven, pero dolía demasiado así que se acerco.
- Excuse Moi, mademoiselle... - preguntó en tono cortés, pero algo afectado. En sus ojos se leía el dolor y no apoyaba casi el pie - ¿Podría sentarme con usted? Me temo que tengo lastimado el pie y le he sobresforzado... - dándole una sonrisa adolorida.
Caminaba algo tambaleante por su pie dañado, sin embargo la rabia le mantenía en pie. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados.
El día anterior había salido en compañía de su yegua Trèfle y había sido accidentado. De no ser por un joven extremadamente amable, quien sabe si Andrè seguiría perdido en el bosque, y herido. Por todo aquello su madre ahora lo único que quería era deshacerse de del animal y Andrè obviamente que no quería.
- ¡No tiene ningún derecho a querer venderla, ¡Es mía! Me la dio papá... no me desharé de ella - apretó los puños mientras llegaba a la Plaza Tertre y, luego de meditarlo cortos segundos, entró.
Respiró profundo, sintiendo el viento a través de las copas de los árboles e intentando calmar su expresión. De a poco iba encontrándose con más y más gente conocida y no quería que le preguntasen que le pasaba.
Sin embargo, mientras iba tranquilizándose, el dolor de su pie aumentaba, hasta casi arrancarle lágrimas. Definitivamente no había sido una buena idea forzarle tanto de inmediato. Necesitaba un asiento, sin embargo el más cercano ya estaba ocupado por una joven, pero dolía demasiado así que se acerco.
- Excuse Moi, mademoiselle... - preguntó en tono cortés, pero algo afectado. En sus ojos se leía el dolor y no apoyaba casi el pie - ¿Podría sentarme con usted? Me temo que tengo lastimado el pie y le he sobresforzado... - dándole una sonrisa adolorida.
Andrè Leroy- Humano Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 05/09/2010
Edad : 32
Re: Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
Miró hacia el cielo, que era azul, de un azul muy bello, digno de verlo fijamente por horas y horas… Ojalá tuviera todo el tiempo del mundo, pero su nodriza se enfadaría. Según su nana, ella comenzaba a volverse algo rebelde, llegaba tarde a casa, todo lo que hacía lo hacía con una rareza muy peculiar en ella. Isobella no veía nada de rebeldía en sus actos, tal vez una gota de… ¿Indiferencia? O solo un poco de pereza.
Ella no solía ser así, solía ser alguien, alegre, emprendedora, sincera. Pero todo había cambiado para ella, ni siquiera se daba cuenta del porque, pero dejaba pasarlo, ella esperaba volver a ser quien había sido en algún tiempo, pero el tiempo pasaba y… ¿Qué podía hacer ella al respecto?
Escuchó una suave voz y el tenue sonido de alguien sentarse a su lado, dejando a un lado el hilo de sus pensamientos, para después retomarlos.
Giró la mirada hacia el lugar que anteriormente, había estado vacio, pero ahora era ocupado por un chico joven, tal vez un año o únicamente dos menor que ella.
Lo escuchó con atención y preocupación, al ver en su semblante una expresión adolorida y la sonrisa que le dedicó, reflejaba dolor.
— No tiene de que preocuparse, joven. Por lo que me he percatado, está herido o se ha lastimado. ¿Se encuentra bien? —dijo mientras se ponía de pie, dispuesta a ayudarlo en lo que ella pudiera.
Isobella siempre había sido muy servicial y amable, le preocupaba el bienestar de la gente, sin importar la clase a la que pertenecieran.
Se agachó para revisar el pie del joven que estaba sentado en el banco, trató de no tocarlo, para no causarle ningún tipo de dolor. Con un poco de reposo, se pondría bien.
— No debió de haberlo sobre esforzado, joven. Pero con un poco de reposo, se pondrá bien y podrá volver a caminar con normalidad. Si hay algo en lo que pueda ayudarle, no dude en decirme, aquí estaré un buen rato —le dijo con una sonrisa y se volvió a sentar a su lado.
Ella estaba segura de que a sus ojos, él se habría extrañado de tanta amabilidad, así sucedía con la mayor parte de la gente con la que trataba y ayudaba.
Pero con tal, de que aquellos se sintieron al menos un poco mejor, no le importaba lo que pensaran.
— Mi nombre es Isobella Van Trousse, espero no haberlo incomodado caballero –soltó una pequeña risa nerviosa.
Ella no solía ser así, solía ser alguien, alegre, emprendedora, sincera. Pero todo había cambiado para ella, ni siquiera se daba cuenta del porque, pero dejaba pasarlo, ella esperaba volver a ser quien había sido en algún tiempo, pero el tiempo pasaba y… ¿Qué podía hacer ella al respecto?
Escuchó una suave voz y el tenue sonido de alguien sentarse a su lado, dejando a un lado el hilo de sus pensamientos, para después retomarlos.
Giró la mirada hacia el lugar que anteriormente, había estado vacio, pero ahora era ocupado por un chico joven, tal vez un año o únicamente dos menor que ella.
Lo escuchó con atención y preocupación, al ver en su semblante una expresión adolorida y la sonrisa que le dedicó, reflejaba dolor.
— No tiene de que preocuparse, joven. Por lo que me he percatado, está herido o se ha lastimado. ¿Se encuentra bien? —dijo mientras se ponía de pie, dispuesta a ayudarlo en lo que ella pudiera.
Isobella siempre había sido muy servicial y amable, le preocupaba el bienestar de la gente, sin importar la clase a la que pertenecieran.
Se agachó para revisar el pie del joven que estaba sentado en el banco, trató de no tocarlo, para no causarle ningún tipo de dolor. Con un poco de reposo, se pondría bien.
— No debió de haberlo sobre esforzado, joven. Pero con un poco de reposo, se pondrá bien y podrá volver a caminar con normalidad. Si hay algo en lo que pueda ayudarle, no dude en decirme, aquí estaré un buen rato —le dijo con una sonrisa y se volvió a sentar a su lado.
Ella estaba segura de que a sus ojos, él se habría extrañado de tanta amabilidad, así sucedía con la mayor parte de la gente con la que trataba y ayudaba.
Pero con tal, de que aquellos se sintieron al menos un poco mejor, no le importaba lo que pensaran.
— Mi nombre es Isobella Van Trousse, espero no haberlo incomodado caballero –soltó una pequeña risa nerviosa.
Isobella A. Van Trousse- Humano Clase Alta
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 27/10/2010
Re: Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
No había querido sentarse de inmediato, sin embargo su lesión se lo exigió, y contra su voluntad tuvo que sentarse antes de que la dama le diese su permiso.
Se veía muy elegante y su belleza destacaba, aún entre todas las bellezas que Andrè ya conocía por su clase y las fiestas imposibles de evitar. No le conocía, y parecía de Clase Alta, así que solo había una explicación - Extranjero - pensó el parisiano.
- Oh, no es necesario que se preocupe, Mademoiselle, estoy bien - dijo, pero ya era tarde y ella ya estaba inclinada ante él, revisando su tobillo.
Sus mejillas se colorearon ante la situación, mirando alrededor, pero nadie les miraba. ¿Por qué nadie lo hacía? No era algo normal, que una dama tan hermosa estuviese revisando el tobillo de un joven como él.
- Oui, lo sé... - se medio disculpó - Solo no pensé antes de salir. Debería regresar a casa, pero no quiero volver allí - comentó casi sin darse cuenta, viéndole sentarse y mirándole de lado, sonriendo más
- Muchas gracias, Mademoiselle... Oh, claro que no me ha incomodado, ¿cómo podría? Es usted infinitamente amable. Yo me llamo Andrè Leroy, mademoiselle Van Trousse, es un placer y una suerte el haber podido haberme encontrado con usted en una tarde tan hermosa de otoño en este lugar - cogiendo su mano y besándosela delicadamente, mirándole luego a los ojos - ¿Es usted extranjera, Mademoiselle? Creo que nunca antes le había visto, y es difícil dejar pasar a una belleza como la usted - sonriéndole.
Se veía muy elegante y su belleza destacaba, aún entre todas las bellezas que Andrè ya conocía por su clase y las fiestas imposibles de evitar. No le conocía, y parecía de Clase Alta, así que solo había una explicación - Extranjero - pensó el parisiano.
- Oh, no es necesario que se preocupe, Mademoiselle, estoy bien - dijo, pero ya era tarde y ella ya estaba inclinada ante él, revisando su tobillo.
Sus mejillas se colorearon ante la situación, mirando alrededor, pero nadie les miraba. ¿Por qué nadie lo hacía? No era algo normal, que una dama tan hermosa estuviese revisando el tobillo de un joven como él.
- Oui, lo sé... - se medio disculpó - Solo no pensé antes de salir. Debería regresar a casa, pero no quiero volver allí - comentó casi sin darse cuenta, viéndole sentarse y mirándole de lado, sonriendo más
- Muchas gracias, Mademoiselle... Oh, claro que no me ha incomodado, ¿cómo podría? Es usted infinitamente amable. Yo me llamo Andrè Leroy, mademoiselle Van Trousse, es un placer y una suerte el haber podido haberme encontrado con usted en una tarde tan hermosa de otoño en este lugar - cogiendo su mano y besándosela delicadamente, mirándole luego a los ojos - ¿Es usted extranjera, Mademoiselle? Creo que nunca antes le había visto, y es difícil dejar pasar a una belleza como la usted - sonriéndole.
Andrè Leroy- Humano Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 05/09/2010
Edad : 32
Re: Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
— Le ofrezco mi ayuda, si la necesita. Es un placer, poder servirle —comentó con una sonrisa de media luna. Isobella lo comprendía, había veces, en que el hogar, se volvía el mismísimo infierno. Un lugar al que ni loco se quería regresar, pero tarde o temprano habría que, ya que era el único techo. El único lugar en el que en cierto modo… era nuestro cielo. Pero no caía mal de vez en cuando, escapar de ahí.
Lo escuchó con atención, concentrándose en cada palabra que salía de los labios del joven.
Se sintió enrojecer, cuando tomó su mano y la besó suavemente. Sonrió con amplitud.
— Es un placer, joven Leroy. Nunca había conocido a una persona tan agradable como usted —comentó con lentitud pero con mucha honestidad en sus palabras.
“¿Es usted extranjera?” preguntó Andrè. Isobella se preguntó que debía contestar. Con la verdad, ya que nunca le había dicho a nadie su origen, prefería permanecer en el anonimato, solo por esa parte.
— Sí, vengo de Inglaterra. No llevo viviendo en Paris mucho tiempo, tal vez, un par o tres. ¿Ha visitado Inglaterra, joven? Si lo ha hecho, tal vez pude verlo en alguna reunión o fiesta de sociedad —preguntó con curiosidad.
Hizo a un lado su vestido, porque supuso que estaba ocupando más espacio que al que le correspondía.
Esperó que el joven se encontrara ya mejor, y si ese no era el caso, con su permiso, lo llevaría a su casa para poder curarlo.
Pero esperaría. Primero, quería conocerlo y mantener una charla con él. Quería preguntarle cosas, pero “Todo a su momento”. Como siempre le decía la nodriza, Isobella amaba a su nodriza, había sido una madre para ella, en ausencia de la otra.
Su padre, siempre había sido un hombre ocupado, con poco tiempo para sus hijos, en este caso hija. Porque no tenía hermanos, algún compañero de juegos de su infancia o incluso a esta edad, ella siempre había deseado uno, pero al conocer la noticia de la muerte de su madre, esas ilusiones se desvanecieron rápidamente, para nunca volver, esperando que la ilusión regresara, pero años más tardes, al tener ella, hijos.
Aunque faltaba mucho para eso, lo primero que tenía que hacer era conocer el amor y encontrarlo.
Esperó a la respuesta de Andrè, echando una miradita a los niños que aun jugaban, se imaginó a ella misma, cuando era pequeña. Pero sin todos esos pequeños a su alrededor, ella sola, solo con su madre detrás de ella, para meterla a tomar un cálido baño.
Sonrió con suma suavidad y regresó su vista al joven.
Lo escuchó con atención, concentrándose en cada palabra que salía de los labios del joven.
Se sintió enrojecer, cuando tomó su mano y la besó suavemente. Sonrió con amplitud.
— Es un placer, joven Leroy. Nunca había conocido a una persona tan agradable como usted —comentó con lentitud pero con mucha honestidad en sus palabras.
“¿Es usted extranjera?” preguntó Andrè. Isobella se preguntó que debía contestar. Con la verdad, ya que nunca le había dicho a nadie su origen, prefería permanecer en el anonimato, solo por esa parte.
— Sí, vengo de Inglaterra. No llevo viviendo en Paris mucho tiempo, tal vez, un par o tres. ¿Ha visitado Inglaterra, joven? Si lo ha hecho, tal vez pude verlo en alguna reunión o fiesta de sociedad —preguntó con curiosidad.
Hizo a un lado su vestido, porque supuso que estaba ocupando más espacio que al que le correspondía.
Esperó que el joven se encontrara ya mejor, y si ese no era el caso, con su permiso, lo llevaría a su casa para poder curarlo.
Pero esperaría. Primero, quería conocerlo y mantener una charla con él. Quería preguntarle cosas, pero “Todo a su momento”. Como siempre le decía la nodriza, Isobella amaba a su nodriza, había sido una madre para ella, en ausencia de la otra.
Su padre, siempre había sido un hombre ocupado, con poco tiempo para sus hijos, en este caso hija. Porque no tenía hermanos, algún compañero de juegos de su infancia o incluso a esta edad, ella siempre había deseado uno, pero al conocer la noticia de la muerte de su madre, esas ilusiones se desvanecieron rápidamente, para nunca volver, esperando que la ilusión regresara, pero años más tardes, al tener ella, hijos.
Aunque faltaba mucho para eso, lo primero que tenía que hacer era conocer el amor y encontrarlo.
Esperó a la respuesta de Andrè, echando una miradita a los niños que aun jugaban, se imaginó a ella misma, cuando era pequeña. Pero sin todos esos pequeños a su alrededor, ella sola, solo con su madre detrás de ella, para meterla a tomar un cálido baño.
Sonrió con suma suavidad y regresó su vista al joven.
Isobella A. Van Trousse- Humano Clase Alta
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 27/10/2010
Re: Una tarde en la Plaza [ Andrè Leroy ]
La joven además de bella era completamente dulce y preocupada. Sentía que bajo esa delicadeza típica de las jóvenes de su época se ocultaba un gran carácter y una gran mente. No sabía realmente que era lo que se lo decía, pero quizás era su mirada, tan profunda y hermosa.
Sonrió suavemente ante sus palabras y aquel delicado sonrojo, dejando su mano con suavidad - Si es así lo lamento mucho, mademoiselle, porque usted no merece más que buenos tratos y gente agradable con la que disfrutar - sonriéndole mientras veía pasar por el frente suya a una pareja de señoras reconociéndoles y saludándolas.
- Y directo a contarle a mi madre - suspiró mientras veía a la joven y sonreía nuevamente.
- Oh, Inglaterra... mi madre es inglesa y a veces viajamos a ver a mi familia materna, pero no mucho al menos en el último tiempo... - negó con un poco con la cabeza. Desde la muerte de su padre sus abuelos no hacían más que insistirle en que se volviese a casar y, por algún motivo, ella no quería hacerlo.
A veces creía que su madre, como él, pensaba que su padre seguía vivo en alguna parte... pero otras veces solo creía que era porque para su madre era más fácil ser viuda, no tener límites en nada. Pero ahora con los problemas económicos que tenían quizás ella lo pensase dos veces antes de rechazar a algún pretendiente.
Observó a la joven y sonrió - ¿Y en qué zona de París vive, Mademoiselle? -.
Sonrió suavemente ante sus palabras y aquel delicado sonrojo, dejando su mano con suavidad - Si es así lo lamento mucho, mademoiselle, porque usted no merece más que buenos tratos y gente agradable con la que disfrutar - sonriéndole mientras veía pasar por el frente suya a una pareja de señoras reconociéndoles y saludándolas.
- Y directo a contarle a mi madre - suspiró mientras veía a la joven y sonreía nuevamente.
- Oh, Inglaterra... mi madre es inglesa y a veces viajamos a ver a mi familia materna, pero no mucho al menos en el último tiempo... - negó con un poco con la cabeza. Desde la muerte de su padre sus abuelos no hacían más que insistirle en que se volviese a casar y, por algún motivo, ella no quería hacerlo.
A veces creía que su madre, como él, pensaba que su padre seguía vivo en alguna parte... pero otras veces solo creía que era porque para su madre era más fácil ser viuda, no tener límites en nada. Pero ahora con los problemas económicos que tenían quizás ella lo pensase dos veces antes de rechazar a algún pretendiente.
Observó a la joven y sonrió - ¿Y en qué zona de París vive, Mademoiselle? -.
Andrè Leroy- Humano Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 05/09/2010
Edad : 32
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