AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
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Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Esa mañana Aberforth salía de la consulta del médico acompañado de su madre la cual había sido medicada porque había resultado, que todo ese odio que representaba con golpes o bipolaridades, resulto ser el uso de una fuerza interior que se había sobrecargado y dicho doctor le había recetado un tratamiento el cual ayudaría a su madre.
Aberforth estaba pendiente de su madre en aquel momento en el que estaban esperando en la sala de espera a que el médico les dijera con seguridad de que podían irse con toda seguridad. Estaban esperando a que el medico les diera la receta y el cómo de hacer el tratamiento, o que tipo de instrumentos o ingredientes necesitaba para ayudar a su madre a mejorar, esperaba que hubiera alguna solución la cual estaba sumergido en una inmensa impaciencia que sin darse cuenta, hizo que su rodilla comenzara a inquietarse hasta que paró, disculpándose después.
Esperar parecía no ser su fuerte.
Por lo que mientras tanto, se levantó del asiento en el que estaban y miró a través de la ventana, suspirando, pensando quizás en todas las personas que conocía y que estarían haciendo cosas desconocidas para él, cosas de las que quizás estaba fuera de sintonía, cosas de las que ahora mismo, Aberforth se moría de curiosidad, como si aquel cotilleo fuese a mejorar su ánimo, un ánimo que ahora mismo estaba exasperado rozando la línea extrema de la desgana.
Escuchó abrirse una puerta, pero se equivocó completamente, cuando se giró para ver quién era se quedó perplejo de a quien vio delante suya. Hacía tiempo que no la veía desde hace varios años que la vio en una de muchas fiestas, si, un cliché pero con ella se sintió bastante atraído y él pensó que lo mismo conectaron de alguna manera. El tiempo solamente los distancio y sinceramente ahora mismo no sabía que hacer o decir hola para quedar como idiota o simplemente dejar que la oportunidad se le escapara.
– Hola Madison – Dijo con aire tímido, sobretodo porque estaba sobresaltado de encontrarla en aquellos lares, en aquella consulta de un sanatorio mental que a decir verdad, estaba con su madre, ¿no tendría su madre que ingresar? Esperaba que así no fuera, la verdad que ahora su padre no estaba en la ciudad para cuidarle, iría con algún familiar que posiblemente no comprendiera su situación y tendría que ser apartado para no dañar una reputación familiar.
Aberforth estaba pendiente de su madre en aquel momento en el que estaban esperando en la sala de espera a que el médico les dijera con seguridad de que podían irse con toda seguridad. Estaban esperando a que el medico les diera la receta y el cómo de hacer el tratamiento, o que tipo de instrumentos o ingredientes necesitaba para ayudar a su madre a mejorar, esperaba que hubiera alguna solución la cual estaba sumergido en una inmensa impaciencia que sin darse cuenta, hizo que su rodilla comenzara a inquietarse hasta que paró, disculpándose después.
Esperar parecía no ser su fuerte.
Por lo que mientras tanto, se levantó del asiento en el que estaban y miró a través de la ventana, suspirando, pensando quizás en todas las personas que conocía y que estarían haciendo cosas desconocidas para él, cosas de las que quizás estaba fuera de sintonía, cosas de las que ahora mismo, Aberforth se moría de curiosidad, como si aquel cotilleo fuese a mejorar su ánimo, un ánimo que ahora mismo estaba exasperado rozando la línea extrema de la desgana.
Escuchó abrirse una puerta, pero se equivocó completamente, cuando se giró para ver quién era se quedó perplejo de a quien vio delante suya. Hacía tiempo que no la veía desde hace varios años que la vio en una de muchas fiestas, si, un cliché pero con ella se sintió bastante atraído y él pensó que lo mismo conectaron de alguna manera. El tiempo solamente los distancio y sinceramente ahora mismo no sabía que hacer o decir hola para quedar como idiota o simplemente dejar que la oportunidad se le escapara.
– Hola Madison – Dijo con aire tímido, sobretodo porque estaba sobresaltado de encontrarla en aquellos lares, en aquella consulta de un sanatorio mental que a decir verdad, estaba con su madre, ¿no tendría su madre que ingresar? Esperaba que así no fuera, la verdad que ahora su padre no estaba en la ciudad para cuidarle, iría con algún familiar que posiblemente no comprendiera su situación y tendría que ser apartado para no dañar una reputación familiar.
Darius Von Hauf- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 09/09/2016
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Los ojos de Madison se encontraban fijos en el médico que tenía delante suyo, individuo que le aseguraba lo que ella ya sabía; que no estaba loca, que todo estaba bien en ella y que enviaría una carta firmada para que su cuñado no se preocupase más por su salud. Una sonrisa que no le llegó a los ojos apareció en su rostro al pensar en aquel hombre, su cuñado, el carente de masa encefálica que la envió a la institución en primer lugar, alegando que su comportamiento no era normal, que ninguna mujer de su edad rechazaría un matrimonio tan favorable como el que conseguía para ella, como si no se los hubiera dicho ella ya tantas veces, que lo ultimo que deseaba era casarse y que si lo llegaba a hacer sería bajo sus términos.
En otras circunstancias hubiera culpado también a su hermana de estar del lado de su esposo, sin embargo, en esta ocasión le constaba a la inglesa que no fue de esa manera. Su hermana rogó hasta el cansancio a su esposo que pensará bien las cosas, que Madison era una muchacha de espíritu inquebrantable e ideas firmes, no una loca. La inglesa podía escuchar la desesperación en la voz de su hermana, misma que no fue atendida por su esposo, quien sin prestar atención a nada de lo que esposa tenía para decir, la llevó al sanatorio. Estar en el sanatorio mental resultaba ser una gran historia para contar a sus conocidos, pero ese detalle no disminuía la molestia y frustración que experimentaba la joven, que había desperdiciado una semana de su vida en aquella terrible institución.
Madison salió entonces de la consulta ansiosa por estar fuera de aquel lugar y dar un merecido paseo por París en busca de alguien con quien pasar el tiempo perdido. Así que con carta de sanidad mental en mano, cerró la puerta del consultorio escuchando en ese preciso instante una voz que la llamaba.
– ¡Abe! – exclamó antes de caminar en dirección al muchacho que le saludaba tímidamente y a quien abrazo sin temor o recato alguno – Tanto tiempo sin verte y… – se alejó del muchacho para obsérvalo bien y darse cuenta que era el mismo que conoció en una elegante fiesta hacía un par de años – ¿Qué haces aquí? – preguntó, refiriéndose no al sanatorio sino a la ciudad.
En otras circunstancias hubiera culpado también a su hermana de estar del lado de su esposo, sin embargo, en esta ocasión le constaba a la inglesa que no fue de esa manera. Su hermana rogó hasta el cansancio a su esposo que pensará bien las cosas, que Madison era una muchacha de espíritu inquebrantable e ideas firmes, no una loca. La inglesa podía escuchar la desesperación en la voz de su hermana, misma que no fue atendida por su esposo, quien sin prestar atención a nada de lo que esposa tenía para decir, la llevó al sanatorio. Estar en el sanatorio mental resultaba ser una gran historia para contar a sus conocidos, pero ese detalle no disminuía la molestia y frustración que experimentaba la joven, que había desperdiciado una semana de su vida en aquella terrible institución.
Madison salió entonces de la consulta ansiosa por estar fuera de aquel lugar y dar un merecido paseo por París en busca de alguien con quien pasar el tiempo perdido. Así que con carta de sanidad mental en mano, cerró la puerta del consultorio escuchando en ese preciso instante una voz que la llamaba.
– ¡Abe! – exclamó antes de caminar en dirección al muchacho que le saludaba tímidamente y a quien abrazo sin temor o recato alguno – Tanto tiempo sin verte y… – se alejó del muchacho para obsérvalo bien y darse cuenta que era el mismo que conoció en una elegante fiesta hacía un par de años – ¿Qué haces aquí? – preguntó, refiriéndose no al sanatorio sino a la ciudad.
Madison Simonsen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2015
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Aberforth no pudo más que sonreír cuando recibió con agrado el abrazo de Madison contra su débil y frágil cuerpo pero por ella aguantaría lo que fuera – jejeje –rio un poco para corresponderle el abrazo. Vio que se alejaba un poco y él mismo la observo de arriba abajo – Te ves hermosa – siguió con la sonrisa puesta – Pues estoy aquí en Paris…me he mudado –encogió los hombros – y no desde hace mucho la verdad, poco a poco voy acostumbrándome a los franceses – rio pues era verdad. Los franceses eran muy diferentes las personas de Gales e incluso en sus costumbres de comer y de las fiestas. Aquí en Paris eran más refinadas y llenas de gente.
En Gales, las hacían en su hacienda a lo grande, pero él siempre observaba desde la ventana de la habitación, evitando caer enfermo y romperse su estructura ósea. Para cuando quería acercarse a Madison para hacerle una caricia sobre sus dorados cabellos, el médico salió con un bastón en mano que Aberforth se había dejado aposta para por si se encontraba con alguien que este o esta no se burlase de él, pero al ver a su madre con una cara de enfado tremenda tomo el bastón a rabietas y lo posiciono para ayudarse en el equilibrio – jajaj…No te rías por favor – dijo mirando al suelo, avergonzado por que alguien tan perfecta como Madison le tuviera que ver con aquel bastón, haciendo que pareciera un discapacitado aunque en realidad, sus huesos poco le dejaban hacer.
-Aberforth Weisser – La mujer al lado de Aberforth se levantó del sitio y le dio una colleja a su hijo delante de Madison – No me hagas darte otro si te veo sin el bastón!
- ¡Madre! – Aberforth se molestó con su madre en aquel momento, le estaba haciendo un ridículo delante de Madison y de cualquier muchacha que estuviera observándoles en esos instantes en la sala de espera – Lo siento Madison, no tienes por qué ver estas imperfecciones de mi persona – dijo aún avergonzado e intentando cambiar de tema o simplemente intentando huir de los problemas que por mucho quería evitar de una vez por todas.
En Gales, las hacían en su hacienda a lo grande, pero él siempre observaba desde la ventana de la habitación, evitando caer enfermo y romperse su estructura ósea. Para cuando quería acercarse a Madison para hacerle una caricia sobre sus dorados cabellos, el médico salió con un bastón en mano que Aberforth se había dejado aposta para por si se encontraba con alguien que este o esta no se burlase de él, pero al ver a su madre con una cara de enfado tremenda tomo el bastón a rabietas y lo posiciono para ayudarse en el equilibrio – jajaj…No te rías por favor – dijo mirando al suelo, avergonzado por que alguien tan perfecta como Madison le tuviera que ver con aquel bastón, haciendo que pareciera un discapacitado aunque en realidad, sus huesos poco le dejaban hacer.
-Aberforth Weisser – La mujer al lado de Aberforth se levantó del sitio y le dio una colleja a su hijo delante de Madison – No me hagas darte otro si te veo sin el bastón!
- ¡Madre! – Aberforth se molestó con su madre en aquel momento, le estaba haciendo un ridículo delante de Madison y de cualquier muchacha que estuviera observándoles en esos instantes en la sala de espera – Lo siento Madison, no tienes por qué ver estas imperfecciones de mi persona – dijo aún avergonzado e intentando cambiar de tema o simplemente intentando huir de los problemas que por mucho quería evitar de una vez por todas.
Darius Von Hauf- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 09/09/2016
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Le resultaba refrescante poder encontrar un rostro conocido en aquella ciudad infernal, por eso fue que se aferró a Aberforth de una manera no del todo apropiada pero que expresaba lo agradecida que ella estaba con el mundo de poder tener finalmente a alguien, aparte de su hermana, en quien pudiera confiar.
– Abe, pero que dices – sonrió – harás que me avergüence – mintió, pues ella era una mujer a quien le gustaba escuchar halagos sobre su belleza – ¿Mudado? – preguntó un tanto sorprendida pues según lo que tenía entendido, la familia Weisser se encontraba cómodamente instalada en Gales y nunca habían hablado sobre mudanzas – ¿Y eso? ¿Está todo bien? – preguntó sujetando suavemente el brazo de su amigo – y puedo comprenderte, los franceses son bastante complicados – suspiro al pensar en su cuñado y sus amigos – bueno, al menos contigo aquí en la ciudad me sentiré menos sola – sonrió – ya que yo también estoy viviendo aquí, aunque supongo que ya debías de haberlo sabido – después de todo, sus padres siempre se encargaban de hacerles saber a sus conocidos sobre las nuevas familiares.
El silencio se instalo entre ambos cuando un doctor apareció para ofrecerle Aberforth un bastón, el cual fue tomado por el joven para ser usado como sostén. Una sonrisa se dibujo en los labios de Madison, a quien muchas veces se le olvidaba que su amigo no estaba del todo bien de salud.
– No seas bobo – le reprendió – No me reiría de ti nunca – hizo una pausa – al menos no por algo tan serio, quizás si te viera mancharte las ropas mientras comes si me reiría – y tras decir eso, guardo una vez más silencio. La madre de Aberforth se preocupaba mucho por su hijo, algo que era sumamente natural, por eso fue que ella no dijo nada sino hasta que una vez más, su amigo se excusaba de lo ocurrido – Deja de decir que no tengo que ver estas cosas. No eres imperfecto Abe – y tras decir eso, miro a la señora Weisser para después dirigir toda su atención a su amigo – ¿Puedes dar un paseo? – quería caminar al lado de él, preguntarle que es lo que le sucedía o quizás simplemente estar a solas a su lado.
– Abe, pero que dices – sonrió – harás que me avergüence – mintió, pues ella era una mujer a quien le gustaba escuchar halagos sobre su belleza – ¿Mudado? – preguntó un tanto sorprendida pues según lo que tenía entendido, la familia Weisser se encontraba cómodamente instalada en Gales y nunca habían hablado sobre mudanzas – ¿Y eso? ¿Está todo bien? – preguntó sujetando suavemente el brazo de su amigo – y puedo comprenderte, los franceses son bastante complicados – suspiro al pensar en su cuñado y sus amigos – bueno, al menos contigo aquí en la ciudad me sentiré menos sola – sonrió – ya que yo también estoy viviendo aquí, aunque supongo que ya debías de haberlo sabido – después de todo, sus padres siempre se encargaban de hacerles saber a sus conocidos sobre las nuevas familiares.
El silencio se instalo entre ambos cuando un doctor apareció para ofrecerle Aberforth un bastón, el cual fue tomado por el joven para ser usado como sostén. Una sonrisa se dibujo en los labios de Madison, a quien muchas veces se le olvidaba que su amigo no estaba del todo bien de salud.
– No seas bobo – le reprendió – No me reiría de ti nunca – hizo una pausa – al menos no por algo tan serio, quizás si te viera mancharte las ropas mientras comes si me reiría – y tras decir eso, guardo una vez más silencio. La madre de Aberforth se preocupaba mucho por su hijo, algo que era sumamente natural, por eso fue que ella no dijo nada sino hasta que una vez más, su amigo se excusaba de lo ocurrido – Deja de decir que no tengo que ver estas cosas. No eres imperfecto Abe – y tras decir eso, miro a la señora Weisser para después dirigir toda su atención a su amigo – ¿Puedes dar un paseo? – quería caminar al lado de él, preguntarle que es lo que le sucedía o quizás simplemente estar a solas a su lado.
Madison Simonsen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2015
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Tras pedir permiso a su madre, Aberforth Weisser asentía a la peticion de Madison - Me encantaría - Diciendo esto salió adelantandose a Madison para poder tener ventaja mientras salia con el bastón. Comenzó a andar con la compañía de Madison y poco después su madre lo dejo a solas, en buena compañía de su amiga y estando a solas con Madison, Aberforht respiraba un poco más tranquilo.
- Todo está bien - Sonrio brevemente - pero repentinamente mis padres querían cambiar de aires, querían evitar algo que por algún motivo quieren evitar en decirme, pero imagino que esos pensamientos serán para protegerme - encogiendo los hombres Aberforth sonríe halagado por su compañía - ¿Y tu, Madison? ¿cual fue tu motivo por el que estás en tierras francesas? - Preguntó Aberforth con una intensa curiosidad. Debido al fugaz baile en aquella fiesta con Madison y un poco de charla después de aquel baile, no le dio tiempo en preguntar la razón del porque una muchacha de origen inglés permanecía tanto tiempo en tierras francesas. El encuentro de la mañana había sido repentino. No pensaba que se fuera a encontrar con ella en esa precisa sala de espera, pero el destino a veces nos prepara caminos irrefutables e inesperados.
- ¿Te acuerdas de aquella noche en la que bailamos por unas canciones? - Pregunto como queriendo recordar algun bonito recuerdo - Para entonces no tenía tantos problemas en mis huesos - Bajando el rostro dijo aquello como si fuera algo que le diera la vergüenza contar pero que abría su corazón confiando en la discreción ajena. Por donde andaban era una zona tranquila. Había mucho verde, plantas en los balcones de las casas cerca de la consulta del Hospital, los niños correteaban por las calles chillando con el último juguete en sus manos. Aberforth se detuvo en seco unos momentos observando el lugar en el que estaban.
- Uhm...¿Sabes donde estamos? - Preguntó dudoso a la vez como si de verdad estuviera perdido, comprendiendo que su orientación algunas veces acertaba y otras veces se perdía facilmente, pero se quedo observando el rostro de Madison - estamos solos asi que....Estás hermosa - sonriendo de lado ya que ahora Aberforth pensaba que no tendria porque sonrojarse al estar ambos a solas - Sobre todo cuando te sonrojas - Su sonrisa se ensancho, queriendo producir una sensación de halago en Madison. Esperaba que estuviera funcionando, porque aunque él se lo callara, la primera vez que vio a Madison, algo en él se despertó, pero prefería ir despacio, que el tiempo colocara cada cosa en su sitio.
Darius Von Hauf- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 09/09/2016
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Con algo de preocupación, observó como es que Aberforth se apresuraba a avanzar, como si tratara de crear para él mismo una ventaja para no parecer tan débil ante ella. Tras darle unos segundos de ventaja, camino hasta quedar a su lado y hecho eso, disminuyo la velocidad de su paso para acoplarse al de Abe a quien miraba atentamente, con una sonrisa en el rostro. Madison no sabía cuales eran los motivos que llevaban a su amigo y su familia a instalarse en París, pero fuera cual fuera, se aseguraría de que la estancia de aquel joven en la ciudad fuera placentera.
– O quizás simplemente tenían ganas de cambiar de residencia – se encogió de hombros – No siempre la gente debe mudarse porque este pasando algo malo, ¿o sí? – preguntó aquello, esperando de verdad que la familia de Abe no se hubiera metido en algo indebido, algo de lo que debieran huir. Por unos segundos, se sintió realmente mal de pensar mal de los padres de su amigo, en especial porque Madison sabía cuando amaba a Aberforth su madre, así que creía a aquella mujer incapaz de poner en peligro a su único hijo – ¿Qué? – preguntó algo confundida, pues se había enfrascado tanto en los pensamientos desfavorables para la familia Weisser que olvido responder las preguntas que Abe formulaba – O si… Pues mi hermana se ha casado – sonrió – y mis padres han decidido que debía acompañarla mientras se adapta al asunto del matrimonio. Pero ¿sabes?, la verdad es que me han enviado aquí para que mi cuñado me encuentre un marido – suspiro – mi familia quiere verme pronto casada.
Dio gracias al cielo que el tema de conversación cambiara a uno mucho más agradable, uno del pasado, cuando Abe aun podía moverse muy bien y ella aún creía que jamás sería atrapada.
– Claro que recuerdo ese día – le observó con un a sonrisa radiante en los labios – Fue una de las mejores noches de mi vida y eso gracias a que estaba en tu compañía. Siempre me has hecho sumamente feliz Abe, con o sin problemas en los huesos – después de decir aquello, Madison se atrevió a sujetar la mano libre del Weisser – así que deja de hablar de ellos, ¿si?.
Al despegar la vista de la de su acompañante, Madison se percato de que se encontraban en una parte del hospital que ella desconocía.
– No… – comenzó a observar a un lado y otro – Nunca antes había estado en esta parte y si creo que estamos solos… – iba a continuar hablando, siendo las ultimas palabras emitidas por el Weisser las que llevaron a guardar silencio y girar el rostro para observarlo – ¡No digas eso! – pidió sin poder evitar sonrojarse – Siempre me pasa esto debido a tu sinceridad – le culpó, caminando hasta recargarse en una pilastra y llevando sus manos hasta sus mejillas.
– O quizás simplemente tenían ganas de cambiar de residencia – se encogió de hombros – No siempre la gente debe mudarse porque este pasando algo malo, ¿o sí? – preguntó aquello, esperando de verdad que la familia de Abe no se hubiera metido en algo indebido, algo de lo que debieran huir. Por unos segundos, se sintió realmente mal de pensar mal de los padres de su amigo, en especial porque Madison sabía cuando amaba a Aberforth su madre, así que creía a aquella mujer incapaz de poner en peligro a su único hijo – ¿Qué? – preguntó algo confundida, pues se había enfrascado tanto en los pensamientos desfavorables para la familia Weisser que olvido responder las preguntas que Abe formulaba – O si… Pues mi hermana se ha casado – sonrió – y mis padres han decidido que debía acompañarla mientras se adapta al asunto del matrimonio. Pero ¿sabes?, la verdad es que me han enviado aquí para que mi cuñado me encuentre un marido – suspiro – mi familia quiere verme pronto casada.
Dio gracias al cielo que el tema de conversación cambiara a uno mucho más agradable, uno del pasado, cuando Abe aun podía moverse muy bien y ella aún creía que jamás sería atrapada.
– Claro que recuerdo ese día – le observó con un a sonrisa radiante en los labios – Fue una de las mejores noches de mi vida y eso gracias a que estaba en tu compañía. Siempre me has hecho sumamente feliz Abe, con o sin problemas en los huesos – después de decir aquello, Madison se atrevió a sujetar la mano libre del Weisser – así que deja de hablar de ellos, ¿si?.
Al despegar la vista de la de su acompañante, Madison se percato de que se encontraban en una parte del hospital que ella desconocía.
– No… – comenzó a observar a un lado y otro – Nunca antes había estado en esta parte y si creo que estamos solos… – iba a continuar hablando, siendo las ultimas palabras emitidas por el Weisser las que llevaron a guardar silencio y girar el rostro para observarlo – ¡No digas eso! – pidió sin poder evitar sonrojarse – Siempre me pasa esto debido a tu sinceridad – le culpó, caminando hasta recargarse en una pilastra y llevando sus manos hasta sus mejillas.
Madison Simonsen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2015
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Aberforth Weisser rio por la inocencia de su acompañante en aquel momento.
- Perdóname pues, lo último que quiero para ti es ponerte en una situación delicada – Acabo riendo pero no en un sentido ofensivo – Cualquiera que tenga la suerte de conocerte Madison, seguro que estará de acuerdo conmigo en que…-Poco a poco fue acercándose, quedándose detrás de ella – Eres una mujer estupenda, sensible y capaz de superar cualquier obstáculo que te propongas – tomo la mano izquierda de Madison y le beso el dorso con sumo cariño, para después ofrecerle el brazo y que pudieran continuar con el paseo – Me imagino que estos caminos no suelen acostumbrar a tener pacientes perdidos por lo que te invito a unos pasteles con té cerca del Hospital. Con suerte, conozco una cafetería en la que nos tratarían como reyes – Sonriendo, Abe posó con una pose sofisticada y elegante, apoyando ambas manos esta vez sobre el pomo del bastón que llevaba ese día.
- ¡Señoritos! – Una enfermera apareció de repente y al parecer estaba malhumorada – No pueden estar por ahí, está prohibido para los visitantes a no ser que tengan autorización…
- Lo lamentamos, nos habíamos perdido – Rápidamente tomo la mano de Madison entre la suya y salió con ella de aquel lugar antes de que la enfermera con el humor de perros le dijera algo más embarazoso y con lo rápido que había corrido Aberforth este tuvo que sentarse en un banco dentro del hospital para recobrar el aire en sus pulmones. – Ahora me repongo Madison, dame unos cinco minutos….- cuando pasaron esos cinco minutos Aberforth se encontró mucho mejor – Podemos partir si gustas y me cuentas más cosas sobre ti y yo haré lo mismo…. –sonriendo de par en par, ofreció un gesto a Madison indicándole que comenzaba a andar detrás de ella, como haciéndole el típico gesto de “Las damas primero por favor” .
Él la seguiría después…querría seguirla hasta el fin del mundo y que aquel baile que compartieron hace tiempo se pudiera convertir en algo mucho más llevadero, en un baile entre almas encontradas a través de la distancia del espacio tiempo. Un baile entre decisiones, siempre un baile entre miradas de amantes o de alguna relación secreta que pudieran hasta desconocer ellos mismos.
¿Qué es si no la espera sino un baile entre corazones fieles?
A Aberforth le gustaría conocer todo tipo de bailes si fueran junto a Madison.
- Perdóname pues, lo último que quiero para ti es ponerte en una situación delicada – Acabo riendo pero no en un sentido ofensivo – Cualquiera que tenga la suerte de conocerte Madison, seguro que estará de acuerdo conmigo en que…-Poco a poco fue acercándose, quedándose detrás de ella – Eres una mujer estupenda, sensible y capaz de superar cualquier obstáculo que te propongas – tomo la mano izquierda de Madison y le beso el dorso con sumo cariño, para después ofrecerle el brazo y que pudieran continuar con el paseo – Me imagino que estos caminos no suelen acostumbrar a tener pacientes perdidos por lo que te invito a unos pasteles con té cerca del Hospital. Con suerte, conozco una cafetería en la que nos tratarían como reyes – Sonriendo, Abe posó con una pose sofisticada y elegante, apoyando ambas manos esta vez sobre el pomo del bastón que llevaba ese día.
- ¡Señoritos! – Una enfermera apareció de repente y al parecer estaba malhumorada – No pueden estar por ahí, está prohibido para los visitantes a no ser que tengan autorización…
- Lo lamentamos, nos habíamos perdido – Rápidamente tomo la mano de Madison entre la suya y salió con ella de aquel lugar antes de que la enfermera con el humor de perros le dijera algo más embarazoso y con lo rápido que había corrido Aberforth este tuvo que sentarse en un banco dentro del hospital para recobrar el aire en sus pulmones. – Ahora me repongo Madison, dame unos cinco minutos….- cuando pasaron esos cinco minutos Aberforth se encontró mucho mejor – Podemos partir si gustas y me cuentas más cosas sobre ti y yo haré lo mismo…. –sonriendo de par en par, ofreció un gesto a Madison indicándole que comenzaba a andar detrás de ella, como haciéndole el típico gesto de “Las damas primero por favor” .
Él la seguiría después…querría seguirla hasta el fin del mundo y que aquel baile que compartieron hace tiempo se pudiera convertir en algo mucho más llevadero, en un baile entre almas encontradas a través de la distancia del espacio tiempo. Un baile entre decisiones, siempre un baile entre miradas de amantes o de alguna relación secreta que pudieran hasta desconocer ellos mismos.
¿Qué es si no la espera sino un baile entre corazones fieles?
A Aberforth le gustaría conocer todo tipo de bailes si fueran junto a Madison.
Darius Von Hauf- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 09/09/2016
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Con las manos aún sobre sus mejillas miró de manera acusadora a Aberforth, quien para ese momento le miraba de manera divertida.
– Pues ya me has puesto en una situación delicada – bajo las manos – y no te perdono, no te lo mereces después de hacer que una dama se sienta tan avergonzada – sus palabras podrían sonar duras, pero su rostro permitía que su amigo viera que estaba bromeando, después de todo, ¿Quién decía no perdonar a alguien mientras sonreía?. Agito una de sus manos y movió la cabeza de un lado a otro – En estos momentos lo último que quiero es ser atractiva para nadie, de hecho, me he esforzado mucho en ser un alma libre y rebelde porque no quiero estar atada a ningún hombre – suspiro con pesar – mucho menos a uno elegido por mi cuñado – Madison siempre había poseído un carácter firme e ideas definidas con respecto a los hombres y al matrimonio, pero estando ahí en París, le parecía cada vez más complicado escapar de la “obligación” femenina de tener una familia.
– Me encanta ser tratada como reina – aseguro para, sujetando el brazo de su amigo continuaron la andanza, esa que termino por llevarles hasta donde una enfermera. La mujer los miro de mala manera y con molestia en la voz les hizo saber que la zona por la que andaban era una prohibida. Antes de que la Simonsen pudiera decir algo, notó la mano de Aberforth aferrarse a la suya y como pudo, su amigo comenzó a correr, siendo seguido y cuidado por Madison, quien se sentó a su lado en la primer banca que encontraron – No debimos correr Abe – miraba al ingles respirar con dificultad – pudimos caminar que total lo que quería esa mujer era que saliéramos de esa zona – con preocupación puso su mano sobre la de su amigo – Tranquilo, descansa lo que necesites que yo te esperare.
Fueron exactamente cinco minutos los que los jóvenes aguardaron sentados, esperando que Aberforth se recuperase y una vez que eso ocurrió, la Simonsen se puso de pie para comenzar a andar en dirección a la salida del hospital.
– ¿No se molestará tu madre porque vayamos fuera del hospital? – preguntó girando el rostro y deteniéndose de golpe cuando se encontraban ya en la puerta – Bien, de este momento en adelante tu serás quien me guiara – una vez más se aferro a la mano del ingles y sonrió, esperando porque la llevara hasta el café que prometía.
– Realmente no hay mucho que contar – sonrió al ir por la calle – quisiera que París fuera mi residencia permanente, me encanta.
– Pues ya me has puesto en una situación delicada – bajo las manos – y no te perdono, no te lo mereces después de hacer que una dama se sienta tan avergonzada – sus palabras podrían sonar duras, pero su rostro permitía que su amigo viera que estaba bromeando, después de todo, ¿Quién decía no perdonar a alguien mientras sonreía?. Agito una de sus manos y movió la cabeza de un lado a otro – En estos momentos lo último que quiero es ser atractiva para nadie, de hecho, me he esforzado mucho en ser un alma libre y rebelde porque no quiero estar atada a ningún hombre – suspiro con pesar – mucho menos a uno elegido por mi cuñado – Madison siempre había poseído un carácter firme e ideas definidas con respecto a los hombres y al matrimonio, pero estando ahí en París, le parecía cada vez más complicado escapar de la “obligación” femenina de tener una familia.
– Me encanta ser tratada como reina – aseguro para, sujetando el brazo de su amigo continuaron la andanza, esa que termino por llevarles hasta donde una enfermera. La mujer los miro de mala manera y con molestia en la voz les hizo saber que la zona por la que andaban era una prohibida. Antes de que la Simonsen pudiera decir algo, notó la mano de Aberforth aferrarse a la suya y como pudo, su amigo comenzó a correr, siendo seguido y cuidado por Madison, quien se sentó a su lado en la primer banca que encontraron – No debimos correr Abe – miraba al ingles respirar con dificultad – pudimos caminar que total lo que quería esa mujer era que saliéramos de esa zona – con preocupación puso su mano sobre la de su amigo – Tranquilo, descansa lo que necesites que yo te esperare.
Fueron exactamente cinco minutos los que los jóvenes aguardaron sentados, esperando que Aberforth se recuperase y una vez que eso ocurrió, la Simonsen se puso de pie para comenzar a andar en dirección a la salida del hospital.
– ¿No se molestará tu madre porque vayamos fuera del hospital? – preguntó girando el rostro y deteniéndose de golpe cuando se encontraban ya en la puerta – Bien, de este momento en adelante tu serás quien me guiara – una vez más se aferro a la mano del ingles y sonrió, esperando porque la llevara hasta el café que prometía.
– Realmente no hay mucho que contar – sonrió al ir por la calle – quisiera que París fuera mi residencia permanente, me encanta.
Madison Simonsen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2015
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Estuvo un rato pensando en si de verdad irse con Madison del hospital sin decírselo a su madre sería buena idea, pero quería estar con Madison a solas si pudiera ser posible al menos.
- No, estoy frágil y eso pero puedo tener mi propia independencia – Conforme andaban, Aberforth se dio cuenta de que Madison se aferró a su mano – Suelo dar pequeños paseos cerca de mi casa. Más bien por el interior del vecindario y luego vuelvo cuando estoy cansado…. – Intentaba concentrarse en el camino – Por aquí – Sujetando firme la mano de Madison, este la guiaba hacia la cafetería que le había dicho que estaba demasiado bien. En cuanto llegaron, Aberforth se sorprendió de que hubiera una gran cola, pero no porque estuvieran vendiendo unos bollos deliciosos y que estaban en boca de todos. En el interior, se podía ver un par de paramédicos envolviendo dos cadáveres. Uno de ellos se le había salido el antebrazo de dentro de la sábana blanca y Aberforth supo que se trataba de la señora Pedouer, una mujer anciana que siempre había estado en contacto con su madre desde Inglaterra y que momentáneamente, Aberforth la recordaba.
- Madame Pedouer… -La voz de Aberforth había salido como si hubiera estado colgando de un hilo. Solto delicadamente la mano de Madison para rodearla con el brazo y pegarla a ella para alejarla y dejar paso a los paramédicos para que pasaran por el estrecho pasillo que les dejaba el público. Aberforth miraba como se llevaban los cuerpos. El segundo era más pequeño por lo que ya no supo si se trataba de alguien cualquiera o de algún familiar más. Querría conocer los detalles, que había pasado pero la situación le había quitado las ganas. Era como si alguien le hubiera quitado un trocito de sí mismo. Era como si un ser querido se fuera de su lado.
Se quedó mirando a Madison detenidamente a aquellos ojos profundos que tenía. Con la mano izquierda que había estado sosteniéndole la mano, le acaricio su mejilla y después le retiro unos mechones de su rostro para metérselos por la oreja – París es un lugar peligroso – hizo una pausa. Seguía observando a Madison mientras se le tensaba la mandíbula pero cuando respiró lentamente acabó por abrazarla sin razón alguna, pero enseguida se separó de ella – Voy a llevarte a casa. No quiero que te pase nada o que corras peligro. – Diciendo esto, le tomo de la mano y fue caminando hacia delante - ¿Por cierto, donde vives exactamente? – Pregunto con la obvia duda de su localización de su hogar o de donde tuviera su residencia. No podría protegerla durante el trayecto si no sabía su localización.
Al parecer la gente comenzó a disiparse y a alejarse de la cafetería que había sido sellada por carteles de prohibido el paso. La policía estaba investigando ahora el lugar y Aberforth se preguntaba si al final le tendrían que hacer preguntas, no lo sabía en realidad – Vámonos antes de que nos pregunten si quiera.
- No, estoy frágil y eso pero puedo tener mi propia independencia – Conforme andaban, Aberforth se dio cuenta de que Madison se aferró a su mano – Suelo dar pequeños paseos cerca de mi casa. Más bien por el interior del vecindario y luego vuelvo cuando estoy cansado…. – Intentaba concentrarse en el camino – Por aquí – Sujetando firme la mano de Madison, este la guiaba hacia la cafetería que le había dicho que estaba demasiado bien. En cuanto llegaron, Aberforth se sorprendió de que hubiera una gran cola, pero no porque estuvieran vendiendo unos bollos deliciosos y que estaban en boca de todos. En el interior, se podía ver un par de paramédicos envolviendo dos cadáveres. Uno de ellos se le había salido el antebrazo de dentro de la sábana blanca y Aberforth supo que se trataba de la señora Pedouer, una mujer anciana que siempre había estado en contacto con su madre desde Inglaterra y que momentáneamente, Aberforth la recordaba.
- Madame Pedouer… -La voz de Aberforth había salido como si hubiera estado colgando de un hilo. Solto delicadamente la mano de Madison para rodearla con el brazo y pegarla a ella para alejarla y dejar paso a los paramédicos para que pasaran por el estrecho pasillo que les dejaba el público. Aberforth miraba como se llevaban los cuerpos. El segundo era más pequeño por lo que ya no supo si se trataba de alguien cualquiera o de algún familiar más. Querría conocer los detalles, que había pasado pero la situación le había quitado las ganas. Era como si alguien le hubiera quitado un trocito de sí mismo. Era como si un ser querido se fuera de su lado.
Se quedó mirando a Madison detenidamente a aquellos ojos profundos que tenía. Con la mano izquierda que había estado sosteniéndole la mano, le acaricio su mejilla y después le retiro unos mechones de su rostro para metérselos por la oreja – París es un lugar peligroso – hizo una pausa. Seguía observando a Madison mientras se le tensaba la mandíbula pero cuando respiró lentamente acabó por abrazarla sin razón alguna, pero enseguida se separó de ella – Voy a llevarte a casa. No quiero que te pase nada o que corras peligro. – Diciendo esto, le tomo de la mano y fue caminando hacia delante - ¿Por cierto, donde vives exactamente? – Pregunto con la obvia duda de su localización de su hogar o de donde tuviera su residencia. No podría protegerla durante el trayecto si no sabía su localización.
Al parecer la gente comenzó a disiparse y a alejarse de la cafetería que había sido sellada por carteles de prohibido el paso. La policía estaba investigando ahora el lugar y Aberforth se preguntaba si al final le tendrían que hacer preguntas, no lo sabía en realidad – Vámonos antes de que nos pregunten si quiera.
Darius Von Hauf- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 09/09/2016
Re: Enfermo desde nuestro pasado (Mad)
Aberforth aseguraba ser capaz de tener algo de independencia, aún así, Madison dudaba de ello. La Simonsen conocía a la madre de su amigo y sabía que no tardaría mucho en descubrir que habían abandonado el hospital, lo que seguramente desembocaría en una gran búsqueda por los alrededores así como una reprimenda sin igual para su amigo, aún así, ella no deseaba ser la aguafiestas, no en ese momento en que finalmente podía dejar el hospital en compañía de un querido amigo y sin tener que ver la molesta cara de su cuñado, quien seguramente de aparecer, lo haría con alguno de los prospectos de Madison. La inglesa iba aferrada firmemente a la mano de Abe, no solo porque así se aseguraba de que su amigo se encontraba bien sino porque además, ir de la mano con él siempre la había tranquilizado.
– Pues cuando estés cansado de andar dímelo y buscaremos un lugar en el cual sentarnos – pidió antes de dar un ligero apretón a la mano del joven y seguirlo por las calles que él indicaba.
Con paso decidido y sinceramente emocionada, Madison había seguido a Aberforth hasta la dichosa cafetería donde encontrarían no solo deliciosa comida sino también un lugar tranquilo donde charlar, más al llegar al lugar, ambos jóvenes se sorprendieron. La cafetería se había convertido en la terrible escena de un asesinato y aunque Madison podría haber evitado sentir algo, le resulto imposible ignorar el hecho cuando escuchó el nombre que salía de los labios de Abe. Con pesar entonces, la Simonsen ocultó su rostro en el pecho de su amigo. Madison recordaba a la señora Pedouer, una mujer sumamente animada que solía ir a tomar el té de vez en cuando con su madre, su hermana y ella. Recordar a la mujer hizo que la Simonsen sintiera un mareo, así que debió aferrarse de manera más firme a Aberforth, quien la miraba preocupado.
– Ya sé que es un lugar peligroso, pero que algo así ocurra a plena luz del día – turbados por lo acontecido, los jóvenes se abrazaron durante un par de segundos, tras los cuales, se separaron con el único propósito de abandonar aquella terrible escena del crimen – Gracias Abe, una vez que lleguemos a la casa de mi hermana te acompañare en el carruaje hasta tu hogar – sonrió apenas – tú solo sígueme, en esta ocasión yo seré quien guíe.
Así, antes de que alguien les preguntase si habían visto algo, los dos jóvenes se alejaron en silencio del lugar, tomados de la mano, pues su alegre reunión se tornaba ahora en un lúgubre re encuentro del que seguramente no volverían a hablar.
– Pues cuando estés cansado de andar dímelo y buscaremos un lugar en el cual sentarnos – pidió antes de dar un ligero apretón a la mano del joven y seguirlo por las calles que él indicaba.
Con paso decidido y sinceramente emocionada, Madison había seguido a Aberforth hasta la dichosa cafetería donde encontrarían no solo deliciosa comida sino también un lugar tranquilo donde charlar, más al llegar al lugar, ambos jóvenes se sorprendieron. La cafetería se había convertido en la terrible escena de un asesinato y aunque Madison podría haber evitado sentir algo, le resulto imposible ignorar el hecho cuando escuchó el nombre que salía de los labios de Abe. Con pesar entonces, la Simonsen ocultó su rostro en el pecho de su amigo. Madison recordaba a la señora Pedouer, una mujer sumamente animada que solía ir a tomar el té de vez en cuando con su madre, su hermana y ella. Recordar a la mujer hizo que la Simonsen sintiera un mareo, así que debió aferrarse de manera más firme a Aberforth, quien la miraba preocupado.
– Ya sé que es un lugar peligroso, pero que algo así ocurra a plena luz del día – turbados por lo acontecido, los jóvenes se abrazaron durante un par de segundos, tras los cuales, se separaron con el único propósito de abandonar aquella terrible escena del crimen – Gracias Abe, una vez que lleguemos a la casa de mi hermana te acompañare en el carruaje hasta tu hogar – sonrió apenas – tú solo sígueme, en esta ocasión yo seré quien guíe.
Así, antes de que alguien les preguntase si habían visto algo, los dos jóvenes se alejaron en silencio del lugar, tomados de la mano, pues su alegre reunión se tornaba ahora en un lúgubre re encuentro del que seguramente no volverían a hablar.
TERMINADO
Madison Simonsen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2015
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