Ahora el cielo es nuestro | Privado

por **Ivasmila Pekkus** Sáb Mar 24, 2018 5:08 pm

Había dormido poco y muy mal, el recuerdo de Kiara la atormentaba y consolaba a la vez. Por momentos creía que lo había soñado todo, que ese día y esa noche no habían existido más que en su mente atormentada, que en verdad no había conocido a esa mujer misteriosa y que no eran amigas. Con la certeza de que no volverían a verse vivió la jornada siguiente. Lo pensaba mientras aseaba la casa, mientras cocinaba y también al hacerle compañía en la herrería a su hermano.

Se alistó para dirigirse al cabaret, nuevamente rechazó el pedido de su hermano que deseaba que se llevase el único caballo que tenían. Ivasmila no quería montar, prefería caminar para así poder tomar el camino del puente nuevo cuando regresara, quería volver a pasar por allí para recordar lo que había vivido –o soñado- con Kiara. Tal vez en el viento fresco hallase las respuestas que su cuerpo necesitaba al respecto de lo que había ocurrido en la madrugada anterior.

La noche en el cabaret no fue especial, nada la diferenciaba de las anteriores. La muchachas se alistaban todas juntas, algunas reían –las que habían trabado amistad con otras, como no era el caso de Ivasmila-, luego salían al recinto y bailaban para una treintena de personas, en su mayoría hombres, borrachos que apenas veían. ¿Quién podría disfrutar de algo así? Pues Ivasmila lo hacía, a ella le fascinaba ser observada y deseada, le gustaba gustar.

En la noche, mientras sacudía sus faldas al ritmo de la música, cuando tomaba de la cintura a su compañera para crear figuras juntas, cuando sonría sin falsedades, fue el único momento en el que no pensó en su nueva amiga. Por eso, porque no la sentía dueña de su mente en esos minutos –como sí lo había sido durante el día-, Ivasmila se sorprendió al verla entre la gente que las observaba bailar. Por un instante pensó que estaba equivocada, pero sabía que no porque algo en su pecho se lo decía: Kiara estaba allí esa noche, estaban cerca otra vez.

Pasó el tiempo, tal vez de manera demasiado lenta... Pero en cuanto todo acabó, Ivasmila corrió a la parte trasera del lugar. No se preocupó por limpiarse la cara de todo el maquillaje que siempre usaban. Se apuró por deshacerse de la ropa de trabajo y ponerse la suya, porque quería buscarla entre la gente, decirle que era ella la que había bailado sobre el pequeño escenario. ¿Acaso la había reconocido? ¿La recordaba? Confiaba en que sí.

-¿A dónde vas? –le preguntó un hombre, deteniéndola a mitad del pasillo.

-A buscar a mi mejor amiga –le dijo, alzando el mentón desafiante. No lo conocía, de hecho era extraño que alguien que no trabajaba en el cabaret estuviese en los pasillos donde se movían los empleados-. Debo irme, ella me está esperando. Déjeme pasar –le pidió, pero con voz de orden. Algo le decía que debía mantener su postura defensiva con él.

-¿Por qué te pones así? –le preguntó con una sonrisa y le acarició el contorno del rostro-. Yo solo quiero conocerte, ¿tú no quieres conocerme, Ivasmila?

Y ella se quedó sin habla, porque no entendía que ese desconocido, que ahora la tomaba con fuerza del brazo, supiera su nombre si ella jamás lo había visto. ¿Qué más daba? Ella no quería saber de él, solo quería hallar a su amiga antes de que ésta se fuera del lugar.