AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Quien teje nuestro destino? (privado)
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¿Quien teje nuestro destino? (privado)
El consejo se había reunido alrededor de esa mesa redonda donde Ulf, Giuliana, Hoor, mi padre, mi madre, Atharal, una de las oráculos de mayor relevancia y Dani discutian los asuntos de mas importancia.
Cuando fui llamado a acudir ante ellos sabia que aquello que se traían entre manos era importante y que de algún modo necesitaban mis capacidades.
Me había especializado en la caza de seres sobrenaturales, rastrear no solo las bestias mas típicas, si no aquellas aberraciones que Randulf creaba sin tomarse tregua.
Llamé a la puerta antes de entrar, podía ver la cara de orgullo de mi madre cuando atravesé el dintel
-Höor ¿me has mandado llamar?
El semblante serio de todos ellos me hizo desviar la mirada hasta el mapa que tenían abierto sobre la mesa, me acerqué fijando mis azules en aquel poblado rodeado con un circulo.
-Niors, el poblado de Zhurt están teniendo problemas, dicen que los entes recorren su aldea, que las maldiciones están tomando forma y que las bestias no les dan tregua.
Quiero que acudas y des veracidad a sus palabras, ellas, como nosotros creen en los dioses y piensan que estos los ha maldecido, pero yo creo que mas que eso, es Randulf y sus creaciones las que están cayendo cual losa sobre ellas, no se que fin.
Se que eres hábil discerniendo la verdad de la mentira, da veracidad a las palabras de la joven norteña y ayudalos, y si nos necesitas, manda un cuervo y acudiremos.
Asentí con la cabeza cuando la puerta se abrió, elevé la mirada del mapa y busqué al causante por encima de mi hombro, encontrándome con una mujer de cabellos fuego y ojos miel, vestida con pieles.
Sin duda era una escudera, ataviada con un arco, carcaj y armada hasta los dientes entraba con gesto soberbio mirando con fijeza al conde Cannif.
-Niord, ella es la mujer que ha cruzado medio norte en busca de nuestra ayuda. Te dará toda la información que necesites, quiero que partais lo antes posible, tenéis un largo viaje por delante.
Asentí de nuevo dándome la vuelta para acercarme a la joven montaraz.
-Mi nombre es Niord, haré todo cuanto esté en mi mano para descubrir el mal que os amenaza a todos vosotros.
Estiré mi mano para estrechar la ajena.
Sabia lo que pensaban esas mujeres de nosotros los hombres, pero eso no iba a amilanarme un ápice, tenia un trabajo y su cultura aunque no me agradaba sabia tenia que respetarla o al menos intentarlo, no iba en busca de guerra, si no de encontrar paz.
Cuando fui llamado a acudir ante ellos sabia que aquello que se traían entre manos era importante y que de algún modo necesitaban mis capacidades.
Me había especializado en la caza de seres sobrenaturales, rastrear no solo las bestias mas típicas, si no aquellas aberraciones que Randulf creaba sin tomarse tregua.
Llamé a la puerta antes de entrar, podía ver la cara de orgullo de mi madre cuando atravesé el dintel
-Höor ¿me has mandado llamar?
El semblante serio de todos ellos me hizo desviar la mirada hasta el mapa que tenían abierto sobre la mesa, me acerqué fijando mis azules en aquel poblado rodeado con un circulo.
-Niors, el poblado de Zhurt están teniendo problemas, dicen que los entes recorren su aldea, que las maldiciones están tomando forma y que las bestias no les dan tregua.
Quiero que acudas y des veracidad a sus palabras, ellas, como nosotros creen en los dioses y piensan que estos los ha maldecido, pero yo creo que mas que eso, es Randulf y sus creaciones las que están cayendo cual losa sobre ellas, no se que fin.
Se que eres hábil discerniendo la verdad de la mentira, da veracidad a las palabras de la joven norteña y ayudalos, y si nos necesitas, manda un cuervo y acudiremos.
Asentí con la cabeza cuando la puerta se abrió, elevé la mirada del mapa y busqué al causante por encima de mi hombro, encontrándome con una mujer de cabellos fuego y ojos miel, vestida con pieles.
Sin duda era una escudera, ataviada con un arco, carcaj y armada hasta los dientes entraba con gesto soberbio mirando con fijeza al conde Cannif.
-Niord, ella es la mujer que ha cruzado medio norte en busca de nuestra ayuda. Te dará toda la información que necesites, quiero que partais lo antes posible, tenéis un largo viaje por delante.
Asentí de nuevo dándome la vuelta para acercarme a la joven montaraz.
-Mi nombre es Niord, haré todo cuanto esté en mi mano para descubrir el mal que os amenaza a todos vosotros.
Estiré mi mano para estrechar la ajena.
Sabia lo que pensaban esas mujeres de nosotros los hombres, pero eso no iba a amilanarme un ápice, tenia un trabajo y su cultura aunque no me agradaba sabia tenia que respetarla o al menos intentarlo, no iba en busca de guerra, si no de encontrar paz.
Niord- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Durante todos mis años siempre sentí respeto por nuestro consejo, aunque no siempre avalara sus decisiones. Una vez expresada la decisión de las mayores no dude en ofrecerme de voluntaria, aunque muchas de las nuestras habían resoplado y mostrado total disconformidad ante la inaudita idea sin precedentes de solicitar ayuda y especialmente de este tipo, pero el tiempo apremiaba y la situación demandaba actuar con rapidez. La mortandad en nuestro poblado iba aumentando a pasos agigantados como nunca lo había hecho antes, e íbamos perdiendo demasiadas hermanas como para no buscar una solución de adonde viniese.
Emprendí entonces el largo viaje que me llevó a atravesar distintos territorios para llegar a aquella fortaleza de la cual no tenía más que unas cuantas señas descriptivas, procurando no atravesar directamente los poblados si no más bien circundarlos, para no tener que verme en contacto directo con los pueblerinos.
Los días sucedieron a las noches hasta que finalmente me aproximé cada vez más a mi destino, fui dejando los bosques atrás a buen trote sobre mi caballo bermejo a quien le di un par de palmadas cariñosas. La sonrisa en mi rostro se extendió al detenernos frente a la gran fachada de piedra, no porque me ilusionara de alguna manera lo que encontraría adentro si no porque había encontrado el lugar.
A la entrada me detuvieron el paso un par de guardias a quienes contemplé sin demostrar demasiada emoción, aunque el hecho de que fuera a alguien de su género a quien se le otorgara la tarea de encargarse de la vigilancia del lugar me dejó medianamente perpleja. No dije más cosa que el motivo de mi llegada y solicité audiencia con su líder.
Mientras caminábamos hasta la entrada del castillo un par de risas atravesaron el aire antes de que uno de sus propietarios chocara conmigo. Fueron tan solo unos segundos en los que me quedé de una pieza observando el rostro de un pequeño niño que me miró sobándose la cabeza antes de salir corriendo entre risas para reunirse con otro grupo de pequeños.
Seguimos adelante, atravesando el patio de la entrada y nos detuvimos. Se me indicó que esperara así que me detuve con los brazos en jarra, aguardando algo inquieta. Permanecí de pie un buen rato hasta que se me anunció que podía entrar en un salón adonde se encontraba reunido un pequeño grupo. Mi mirada se desplazó entre los presentes, buscando al dueño del castillo.
Un joven se detuvo frente a mi para presentarse, lo cual activo mi mecanismo de defensa. Lo miré con curiosidad, no acostumbrada en lo más mínimo a la presencia de hombres. Estaba a punto de hablarle cuando recordé que de hacerlo, de acuerdo a todo lo que me habían enseñado, estaría hablando con alguien inferior.
Pregunté quien era el líder y al identificarle me dirigí a él, extendiéndole los saludos de mis mayores y explicándole el apremio que me llevaba hasta su castillo, lo importante que era para nosotras encontrar una solución a los extraños sucesos que nos acontecían y terminando con las palabras que nuestra líder le dirigiera para explicar el por qué una alianza resultaría beneficiosa para ambos ya que la amenaza no solo socavaba vidas nuestras si no también se extendía acabando con cuantos rebeldes se encontrara a su paso.
Aguardé entonces a escuchar sus palabras, hasta que se me indicó que el joven que se había acercado previamente viajaría conmigo. La revelación me dejó algo estupefacta, había pensado que se trataría de algún otro de los presentes, pero asentí con un leve movimiento de cabeza antes de retirarme.
Partiríamos dentro de una hora, por lo que se me condujo a la cocina adonde la cocinera me hizo sentar frente a una mesa de madera para dejar caer frente a mi un plato lleno a rebosar de comida que realmente disfruté. Me relajé en la compañía femenina y conversamos un poco.
Ella me compartió lo que utilizaba para darle el toque al guisado y el tiempo paso de prisa hasta que aquel hombre que había de acompañarme entró en la estancia siendo saludado por la cocinera que le entregó una buena provisión de víveres. Me puse de pie reacomodando mis armas en cuanto le escuché decir que era momento de emprender la marcha.
Hallie- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Mi frente chocó con la de Ragnar antes de echar sobre mi hombro diestro el petate. Sabía que con mi partida recaía sobre mi hermano menor todo el trabajo de la caza de bestias cerca de Akershus. Él era un gran cazador, preparado desde su mas tierna infancia como yo, mas siempre cuando las bestias eran infames acudíamos juntos y ahora...tendríamos que arreglárnoslas como pudiéramos.
Me despedí de mi madre que acunó mi rostro con sus manos besando mis labios con dulzura.
-volveré madre -aseguré.
Eramos lo que eramos, guerreros dispuestos a morir en batalla, todos habíamos consagrado nuestra vida a los dioses, en sus manso depositaba mi vida.
Padre me abrazó, golpeó con su mano mi espalda y en mi oído susurró lo orgulloso que de mi estaba.
La joven escudera me esperaba en las cocinas, degustando un plato que la cocinera rechoncha de Akershus le había servido. No pude evitar ladear la sonrisa cuando esta al verme puso los brazos en jarra con el cucharon en la mano.
-No vengo a robar alcohol -bromeé -me la llevó, partimos ya.
Shansa, que así se llamaba me entregó unos vivieres bien preparados para ambos, nos aguantarían hasta alcanzar el poblado de la pelirroja.
Me abrazó y beso mi mejilla rodeándome con su grueso cuerpo.
-Vuelve a robarme vino Niord.
Asentí dándole un azote en el culo con una ladeada sonrisa mientras esta me daba un capón y maldecía en un perfecto nórdico.
Nos habíamos criado corriendo por el palacio, el servicio nos conocía desde siempre y guardar las formas nunca fue algo que se nos diera muy bien en Akershus, al final puede que Höor fuera el conde y sus hijos los herederos de su titulo, peor si una sirvienta tenía que darle un capón a uno de ellos lo hacía porque eramos una familia unida contra la adversidad de un rey tirano.
Eché una mirada a la joven que me acompañaría durante este viaje a descubrir la verdad con mis propios ojos.
Llevaba una ligera armadura de cuero que le permitía moverse con gracilidad, era de color marrón oscuro, le revestía el torso mostrando sus bellas formas, marcando una estrecha cintura, debajo, una camiseta de tirantes de color crema, bajaba hasta la mitad de sus muslos, tapando por completo un corto pantalón de cuero marrón, en sus piernas lucia unas botas altas de piel de oso, que le cubrían hasta la mitad del gemelo, dejando sus torneados muslos al descubierto.
Las monturas estuvieron ensilladas en el patio de armas y así ambos emprendimos camino hacía sus tierras.
Ella parecía algo incomoda, apenas me miraba y menos dirigía la espalda.
-¿te pasa algo mujer?
Cabalgamos por un bosque de amplio transito, este estaba lleno de claros, la hierba verde crecía con fuerza en el suelo y contrastaba con las flores silvestres de distintos colores, había un camino ya árido de tanto pasar los caballos, era una senda, apenas había fauna, y no me extrañaba el lugar era de todo menos tranquilo. Tal y como el sol iba avanzando hacia el oeste, el bosque se fue haciendo más espeso, una gran cantidad de arboles de copas altas y frondosas, cambiaron totalmente el paisaje, ya estábamos cerca de los bosques, el suelo era árido, la tierra marrón y húmeda, ningún claro a la vista, solo entraba a trabes del follaje unos plateados rayos de sol.
-Deberíamos parar y comer algo ¿siempre eres tan callada? -pregunté enarcando una ceja -podrías ir contándome que es ese mal que os atenaza.
Me despedí de mi madre que acunó mi rostro con sus manos besando mis labios con dulzura.
-volveré madre -aseguré.
Eramos lo que eramos, guerreros dispuestos a morir en batalla, todos habíamos consagrado nuestra vida a los dioses, en sus manso depositaba mi vida.
Padre me abrazó, golpeó con su mano mi espalda y en mi oído susurró lo orgulloso que de mi estaba.
La joven escudera me esperaba en las cocinas, degustando un plato que la cocinera rechoncha de Akershus le había servido. No pude evitar ladear la sonrisa cuando esta al verme puso los brazos en jarra con el cucharon en la mano.
-No vengo a robar alcohol -bromeé -me la llevó, partimos ya.
Shansa, que así se llamaba me entregó unos vivieres bien preparados para ambos, nos aguantarían hasta alcanzar el poblado de la pelirroja.
Me abrazó y beso mi mejilla rodeándome con su grueso cuerpo.
-Vuelve a robarme vino Niord.
Asentí dándole un azote en el culo con una ladeada sonrisa mientras esta me daba un capón y maldecía en un perfecto nórdico.
Nos habíamos criado corriendo por el palacio, el servicio nos conocía desde siempre y guardar las formas nunca fue algo que se nos diera muy bien en Akershus, al final puede que Höor fuera el conde y sus hijos los herederos de su titulo, peor si una sirvienta tenía que darle un capón a uno de ellos lo hacía porque eramos una familia unida contra la adversidad de un rey tirano.
Eché una mirada a la joven que me acompañaría durante este viaje a descubrir la verdad con mis propios ojos.
Llevaba una ligera armadura de cuero que le permitía moverse con gracilidad, era de color marrón oscuro, le revestía el torso mostrando sus bellas formas, marcando una estrecha cintura, debajo, una camiseta de tirantes de color crema, bajaba hasta la mitad de sus muslos, tapando por completo un corto pantalón de cuero marrón, en sus piernas lucia unas botas altas de piel de oso, que le cubrían hasta la mitad del gemelo, dejando sus torneados muslos al descubierto.
Las monturas estuvieron ensilladas en el patio de armas y así ambos emprendimos camino hacía sus tierras.
Ella parecía algo incomoda, apenas me miraba y menos dirigía la espalda.
-¿te pasa algo mujer?
Cabalgamos por un bosque de amplio transito, este estaba lleno de claros, la hierba verde crecía con fuerza en el suelo y contrastaba con las flores silvestres de distintos colores, había un camino ya árido de tanto pasar los caballos, era una senda, apenas había fauna, y no me extrañaba el lugar era de todo menos tranquilo. Tal y como el sol iba avanzando hacia el oeste, el bosque se fue haciendo más espeso, una gran cantidad de arboles de copas altas y frondosas, cambiaron totalmente el paisaje, ya estábamos cerca de los bosques, el suelo era árido, la tierra marrón y húmeda, ningún claro a la vista, solo entraba a trabes del follaje unos plateados rayos de sol.
-Deberíamos parar y comer algo ¿siempre eres tan callada? -pregunté enarcando una ceja -podrías ir contándome que es ese mal que os atenaza.
Niord- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
La cocinera me había dado una buena impresión, tenía un carácter bonachón y antes de marcharme de la fortaleza para emprender el camino de regreso me entregó un pequeño envoltorio con pan dulce casero hecho a base de avellanas que guardé en mi alforja para probar más tarde. Le di las gracias, aunque me sorprendió que antes de abandonar la cocina me tomara del brazo e hiciera un ligero gesto hacia el joven que ya había salido por la puerta.
-Cuide de Niord, bien sabe Odín que ya va necesitando de una compañía como la suya. Demasiado sobrenatural le dañará la sesera si sigue únicamente absorto en ello, a ver si en el viaje comprende que hay algo más, usted le hará bien.-
No entendí muy bien a qué se refería pero como tenía muy buen humor y me sonreía con una amplia dentadura muy confiada de su apreciación, me limité a asentir.
No entendí muy bien a qué se refería pero como tenía muy buen humor y me sonreía con una amplia dentadura muy confiada de su apreciación, me limité a asentir.
Pronto subí nuevamente sobre mi fiel equino y al golpear sus cascos el suelo volví a ver al mismo grupo de niños jugando a mitad del patio. Sonreí ladeadamente, intrigada al mirar al pequeño chiquillo que había tropezado conmigo y recuperé mi expresión neutra cuando otro caballo se unió en el trote al mío anunciando que al menos había cumplido con la primera parte de mi misión.
Salimos pronto de la fortaleza y emprendimos el camino, cabalgando durante un buen rato.
Estaba muy acostumbrada a mi montura, por lo que a pesar de que apenas había descansado un par de horas me sentía lo suficientemente vigorosa como para proseguir la marcha, aparte de que tenía la certeza de que no había que escatimar tiempo para regresar a mi aldea. No me sentía tranquila habiendo abandonado el lugar, conocedora de que las circunstancias hacían que fuera imprescindible la presencia de cada una de nosotras.
Estaba muy acostumbrada a mi montura, por lo que a pesar de que apenas había descansado un par de horas me sentía lo suficientemente vigorosa como para proseguir la marcha, aparte de que tenía la certeza de que no había que escatimar tiempo para regresar a mi aldea. No me sentía tranquila habiendo abandonado el lugar, conocedora de que las circunstancias hacían que fuera imprescindible la presencia de cada una de nosotras.
Pensaba en ello mientras observaba el camino que poco a poco se iba estrechando hasta prácticamente desaparecer bajo la tierra húmeda, a partir de allí tendríamos que depender mucho de la orientación.
No había cruzado palabra con el joven pero mi mirada se desplazó hacia un lado y lo observé con todo detalle, con una mezcla de curiosidad y perplejidad.
Nunca había interactuado realmente con un hombre y mi mirada deambuló sobre él para observarle cabalgar, preguntándome por qué habían decidido que fuese él quien me acompañase mientras me fijaba en la manera en que sus botas se aferraban a los estribos, ascendiendo mi mirada sobre él sin percatarme del todo de que lo hacía para indagar en detalles, como la indicación de fortaleza de sus manos al mantenerse fijas en las riendas y como se marcaban firmemente los músculos en sus brazos.
Nunca había interactuado realmente con un hombre y mi mirada deambuló sobre él para observarle cabalgar, preguntándome por qué habían decidido que fuese él quien me acompañase mientras me fijaba en la manera en que sus botas se aferraban a los estribos, ascendiendo mi mirada sobre él sin percatarme del todo de que lo hacía para indagar en detalles, como la indicación de fortaleza de sus manos al mantenerse fijas en las riendas y como se marcaban firmemente los músculos en sus brazos.
Di un respingo cuando me preguntó si pasaba algo, aunque no parecía haberse percatado de que lo había estado mirando fijamente.
Me encogí ligeramente de hombros como si no tuviera realmente una respuesta a esa pregunta antes de prestar atención a la siguiente.
-Fuerzas sobrenaturales se han ensañado no solo con mi poblado, si no también con los circundantes y con los soldados que de vuestra fortaleza mantienen sus campamentos cerca de nuestros territorios. Hemos sufrido muchas pérdidas desconcertantes y la oráculo no ha hecho más que hablar de muchas más… pero es algo que será mejor que vea por si mismo… Nos espera un camino largo.-
Acaricié suavemente a mi bermejo antes de incitarle a acelerar su galope. En tres segundos cabalgaba a través del espeso bosque, avanzando en medio de los árboles tupidos, buscando algún lugar a la sombra que resultase apropiado para detenernos. Se me antojaba probar algún bocado y además comenzaba a arder en deseos de estirar mis piernas.
Última edición por Hallie el Mar Abr 03, 2018 5:05 pm, editado 2 veces
Hallie- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Desde luego la pelirroja no era muy habladora, no es que yo destacara por ser el alma de la fiesta, me tomaba muy en serio mi trabajo, quizás porque junto a mi hermano Ragnar era el único cazador especializado en Akershus en temas sobre naturales, por eso el conde tendía a enviarme cuando sucedían este tipo de asuntos que normalmente tenía tras ellos a Randulf y sus extraños experimentos.
Azuzó su montura y ambos nos pusimos nuevamente al galope manteniendo el silencio, dejando que los sonidos del bosque nos envolvieran. Hicimos las pausas justas para llevarnos algo de alimento al estomago, estábamos en tierra de nadie, las fronteras las habíamos dejado atrás hacía horas y este lugar era transitado por los demonios del tirano.
Alerta permanecimos ambos, la tensión era evidente, los dos eramos guerreros y eramos capaces de entender lo que sucedería si nos encontrábamos con una de las hordas de Randulf.
Nos movimos con rapidez hasta que el ocaso dio paso a una noche cerrada donde ni siquiera la luna iluminó el bosque con sus haces platas.
-Busquemos una gruta que nos resguarde de las bajas temperaturas, no podremos encender fuego si no queremos marcar nuestro paradero.
La escudera aceptó tan silenciosa como lo eran las oráculos cunado hacían voto de silencio para Freya.
Rastreamos el territorio hasta dar un paraje bastante denso donde una pequeña gruta estrecha se abría paso en una de las paredes escarpadas de uno de los fiordos, cerca una cascada que caía de lo alto muriendo en un rio de aguas bravas.
-es un buen lugar -dije señalando la abertura.
Una vez dentro saque las mantas de los petates, así como algo de los comestibles que ya cocinados nos habían metido, encender fuego era un riesgo que no pensaba ni de lejos permitirme.
-Ven, el calor humano nos ayudara a permanecer calientes.
Me quité la camiseta, el piel con piel ayudaría y por encima las pieles.
La cara de la pelirroja lo decía todo, me miraba como si eso no le encajara.
-¿que problema hay, no hay fuego, hace frio y tenemos que entrar en calor le dije con el blanquecino vaho escapando de mis labios -¡vamos!
Azuzó su montura y ambos nos pusimos nuevamente al galope manteniendo el silencio, dejando que los sonidos del bosque nos envolvieran. Hicimos las pausas justas para llevarnos algo de alimento al estomago, estábamos en tierra de nadie, las fronteras las habíamos dejado atrás hacía horas y este lugar era transitado por los demonios del tirano.
Alerta permanecimos ambos, la tensión era evidente, los dos eramos guerreros y eramos capaces de entender lo que sucedería si nos encontrábamos con una de las hordas de Randulf.
Nos movimos con rapidez hasta que el ocaso dio paso a una noche cerrada donde ni siquiera la luna iluminó el bosque con sus haces platas.
-Busquemos una gruta que nos resguarde de las bajas temperaturas, no podremos encender fuego si no queremos marcar nuestro paradero.
La escudera aceptó tan silenciosa como lo eran las oráculos cunado hacían voto de silencio para Freya.
Rastreamos el territorio hasta dar un paraje bastante denso donde una pequeña gruta estrecha se abría paso en una de las paredes escarpadas de uno de los fiordos, cerca una cascada que caía de lo alto muriendo en un rio de aguas bravas.
-es un buen lugar -dije señalando la abertura.
Una vez dentro saque las mantas de los petates, así como algo de los comestibles que ya cocinados nos habían metido, encender fuego era un riesgo que no pensaba ni de lejos permitirme.
-Ven, el calor humano nos ayudara a permanecer calientes.
Me quité la camiseta, el piel con piel ayudaría y por encima las pieles.
La cara de la pelirroja lo decía todo, me miraba como si eso no le encajara.
-¿que problema hay, no hay fuego, hace frio y tenemos que entrar en calor le dije con el blanquecino vaho escapando de mis labios -¡vamos!
Niord- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
El joven no habló más a lo largo del trayecto, lo cual por mi estaba bien. No me había embarcado en este viaje para conocer a ningún hombre, no lo había hecho antes y tampoco iba a comenzar ahora. Lo único fastidioso de todo esto, era precisamente, el tener que entablar una sociedad con ellos. ¿A qué fin?
De todas maneras no estaba en mi refutar la decisión de las mayores, ni la de nuestro líder… aunque fuera de su rol se lo había preguntado. Aún recordaba nuestra conversación en el puesto de vigías y la de un día después cuando después de ofrecerme como voluntaria podía intuir la preocupación en su rostro al decirme adiós a pesar de que frente al consejo nadie hubiese podido notar ni un solo cambio ni alteración en sus gestos.
Medité en nuestras pérdidas, en las piras de fuego con las que habíamos despedido a nuestras hermanas y dejé escapar el aire. Si buscar al cazador podía servir de algo, entonces no iba a contradecir el mal necesario. Sus tropas dominaban el este de nuestras tierras, y muchos de ellos también habían encontrado sus últimos días, así que en algo debía importarles, si eran capaces de sentir algo.
El camino continuaba extendiéndose frente a nosotros, por momentos desmontaba para estirar mis piernas, las sentía entumidas y me daba gusto al volverlas a utilizar, como hice cuando finalmente cayó la noche y nos dirigimos a una gruta escondida entre unas paredes escarpadas.
La miré con concentración, observando exactamente la manera en que quedaba disimulada detrás de la poderosa cascada de aguas vivas, reparando en los detalles de alrededor, por donde le sería más fácil a alguien aproximarse.
Después de mi contemplación me di por satisfecha y caminé sobre las rocas que circundaban la parte interna del rio hasta alcanzar la cascada que corría fuerte y enérgica salpicándome con sus gotas a medida que avanzaba detrás de ella para acercarme al escondite natural.
Una vez dentro hube de tantear a mi alrededor para saber por donde iba antes de comenzar a acostumbrarme a la penumbra y finalmente dejé caer mis pertenencias sobre el suelo.
Me dejé caer sobre una roca y volví a estirar mis piernas, esta vez echándome hacia atrás de forma algo perezosa, mi mirada deambuló por la caverna sin prestar mucha atención a lo que hacía el hombre que se entretenía con sus cosas. Cuando le miré de nuevo se había sacado la camisa.
Mi mirada le observó con fijeza, nunca antes había visto a un hombre con el torso descubierto desde tan escasa distancia. No sé bien en que momento me acostumbré a la semi oscuridad pero pude verle bien sin mayor esfuerzo.
No era demasiado corpulento pero si esbelto y atlético. Tenía un tórax firme y notaba las líneas de sus músculos. Las abdominales surcaban su piel bien definidas, y en el medio se distinguía un sendero de fino vello oscuro que al descender se perdía en la cinturilla de sus pantalones.
Lo contemplé más tiempo de lo que yo misma alcancé a percibir y me percaté de que lo que veía no se asimilaba a ninguna de las descripciones que hasta ahora mis hermanas me habían dado con displicencia sobre los hombres con quienes habían tenido algún encuentro… Mirarle probaba ser distinto a todo aquello.
De repente dejó salir una frase, indicándome que me acercara con no sé que idea sobre combatir el frío. Lo miré con fijeza antes de comenzar a despojarme de mi armadura, me gustaba llevarla, se acoplaba bien a mi cuerpo y me daba la protección necesaria. Después que cayeron las piezas que cubrían mi ropa volví a sentarme en la roca y me fui sacando las altas botas.
No tenía demasiada intención de hacerle caso, no me cuadraba acostarme junto a él por mucho frío que hiciera, aunque a medida que mi pierna quedaba descubierta me percataba de que sin poder encender una buena fogata el frío iba a ir aumentando y se haría sentir en todo su esplendor.
-Cada uno bien puede apañárselas por su lado.- dejé salir, aunque sonó más como un refunfuño que una aseveración.
Hallie- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Enarqué una ceja ante el bufido de la amazonas ¿apañarnoslas? A esa mujer parecía habérsele caído una tuerca o quizás todas ellas, si no podíamos prender fuego, pronto esa gruta alcanzaría temperaturas intempestivas, estábamos en el maldito norte y morir de hipotermia no era algo para nada descabellado.
-Mira, entiendo que vosotras sois algo “raras” y que estar cerca de un hombre te supone un esfuerzo, pero esto no va de “amor o sexo” va de supervivencia.
Caminé hacia ella con el ceño fruncido, de normal era un hombre calmo ,pero esta mujer empezaba a sacarme de mis casillas, quizás porque acostumbraba a trabajar solo y me costaba bastante trabajar con alguien que no cumpliera lo que yo pedía.
-Desnúdate o yo mismo te arrancará la ropa.
Señalé el lateral de la gruta donde había colocado las tupidas pieles que llevaba en mi petate a modo de lecho.
Dejé escapar el aire tratando de calmarme
-Eso nos protegerá de la humedad, nos meteremos ahí desnudos y nos cubriremos por completo con las pieles de tu petate y rezaremos a Freya porque la noche sea mas o menos estable, pero necesitamos calor y el mejor modo de obtenerlo es pegar nuestros cuerpos desnudos, piel con piel ¿entiendes?
Traté de explicarle las cosas con mas calma, a ver si así la doncella entraba en razón de una vez, pero esta seguía quieta fulminándome con la mirada, así que no lo dudé, hundí mi hombro bajo su pecho y cargué con ella llevándola hasta las pieles.
La amazonas se revolvió, tal era su fuerza y destreza que de una patada en el estomago y sacando de mi cinto la daga que colocó en mi pulmón exigiendo que la bajara y que no volviera a osar a tocarla de ese modo.
Gruñí malhumorado dejándola caer al suelo frustrado.
-Bien, arreglatelas mujer -dije sin mas -pero te recuerdo que de nada les vas a servir muerta a los tuyos.
Me giré maldiciendo en un nórdico perfecto y me dejé caer sobre las pieles cubriéndome con ellas por completo incluida la cabeza, juntos tendríamos mas calor, peor no podía hacer mas que esperar que durante la noche no congelara.
-Mira, entiendo que vosotras sois algo “raras” y que estar cerca de un hombre te supone un esfuerzo, pero esto no va de “amor o sexo” va de supervivencia.
Caminé hacia ella con el ceño fruncido, de normal era un hombre calmo ,pero esta mujer empezaba a sacarme de mis casillas, quizás porque acostumbraba a trabajar solo y me costaba bastante trabajar con alguien que no cumpliera lo que yo pedía.
-Desnúdate o yo mismo te arrancará la ropa.
Señalé el lateral de la gruta donde había colocado las tupidas pieles que llevaba en mi petate a modo de lecho.
Dejé escapar el aire tratando de calmarme
-Eso nos protegerá de la humedad, nos meteremos ahí desnudos y nos cubriremos por completo con las pieles de tu petate y rezaremos a Freya porque la noche sea mas o menos estable, pero necesitamos calor y el mejor modo de obtenerlo es pegar nuestros cuerpos desnudos, piel con piel ¿entiendes?
Traté de explicarle las cosas con mas calma, a ver si así la doncella entraba en razón de una vez, pero esta seguía quieta fulminándome con la mirada, así que no lo dudé, hundí mi hombro bajo su pecho y cargué con ella llevándola hasta las pieles.
La amazonas se revolvió, tal era su fuerza y destreza que de una patada en el estomago y sacando de mi cinto la daga que colocó en mi pulmón exigiendo que la bajara y que no volviera a osar a tocarla de ese modo.
Gruñí malhumorado dejándola caer al suelo frustrado.
-Bien, arreglatelas mujer -dije sin mas -pero te recuerdo que de nada les vas a servir muerta a los tuyos.
Me giré maldiciendo en un nórdico perfecto y me dejé caer sobre las pieles cubriéndome con ellas por completo incluida la cabeza, juntos tendríamos mas calor, peor no podía hacer mas que esperar que durante la noche no congelara.
Niord- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Lo seguí con la mirada cuando continuó hablando. Tomando en cuenta que mi interacción con los hombres era escasa e ínfima no podía evitar observarle con cierta curiosidad, aunque mis ojos se achicaron cuando al continuar con sus palabras insinuó que yo y toda mi gente éramos raras.
Me detuve en lo que hacia y lo sopesé en silencio. Mi primera apreciación acerca de él amenazó con irse al garete. Comenzaba a tomarle por observador y callado, quizás del tipo que apreciaba demasiado las palabras como para malgastarlas. Me llamó la atención su mirada porque parecía observarlo todo a su alrededor y estar tan atento como yo lo estaba por lo que para mi sorpresa me encontré interesada en que tan buen cazador podría ser.
Carraspeé aclarándome la garganta, los conceptos de los que me hablaba me resultaban extraños.
¿Amor? ¿Sexo? Desde que fui capaz de comprender a mis mayores se me inculcó que le debíamos amor y lealtad a nuestras hermanas. Se me enseñó a ser fuerte, a valerme por mi misma, debía sobresalir en todo porque el mundo externo era engañoso y los peligros abundaban ensañándose con todo aquel que no fuera más fuerte y más astuto.
¿Amar a un hombre?
No era un concepto que me resultara familiar, y en cuanto al sexo, sabía que era inevitable llegado el momento de la procreación pero para mi aún faltaban muchas lunas antes de que la maternidad se impusiera. Nuestras vidas estaban dedicadas a proteger lo que era nuestro y a quienes formaban parte de nuestra comunidad.
-En tu aldea…- La imagen del grupo de niños jugando entre ellos regresó a mi mente. Comenzaba a preguntarme si de adultos interactuarían de igual forma y sorpresivamente mi curiosidad e interés en ello se ahondó.
Antes de continuar con la idea que me acaparaba la mente, al hombre se le ocurrió alzar la voz con un tono bastante parecido a la exigencia, argumentando que debía desnudarme o me arrancaría la ropa.
Arqueé mis cejas y negué con la cabeza. ¿Me estaba dando una orden?
Me levanté para buscar mi petate y repentinamente estaba en el aire con el vientre contra su hombro. Forcejeé en seguida, el hombre había traspasado los límites. Le di una patada, me apoderé de su daga y con un resoplido volví a caer al suelo manteniéndola contra su pulmón. Lo miré con chispas encendidas y estuve a punto de clavárselo para acabar con su respiración.
Los hombres son traicioneros, desleales y egoístas, es lo que me habían enseñado.
Resoplé y me alejé de él sin quitarle la mirada de encima. Había parecido un ataque de su parte pero se había dado la media vuelta y se había vuelto a ocupar en sus cosas.
Terminé de colocar mis pieles sobre el suelo y me dejé caer sobre ellas con otro resoplido. Mi respiración era irregular y una sensación muy fuerte me recorría. ¿Indignación? ¿Perplejidad?
Me metí debajo de las pieles y me cubrí con ellas, exhalé largamente y me mantuve alerta. No confiaba en el hombre, era impredecible.
El tiempo fue transcurriendo y el frío cortante e inhóspito se coló en la caverna con fuerza, lo sentía desde cada uno de los dedos de mis pies hasta mi cuero cabelludo. Las temperaturas solían ser bajas en el norte, pero al encontrarnos en territorio elevado de la montaña este se tornaba mucho más peligroso de lo usual. El calor de una hoguera era imprescindible en este tipo de circunstancias.
Una de las nuestras había muerto de congelamiento diez lunas atrás. Era intrépida y fuerte pero había caído en un cepo al recorrer los bosques y el frío acabó con ella en una noche en el cual las temperaturas bajaron como nunca lo hicieron antes. Nuestras tierras estaban cambiando de más de una forma.
Me di la vuelta, estaba descansando sobre un costado y ahora me dejé caer boca arriba.Tenía la punta de la nariz hecha hielo, sentía pies y manos ateridos y tiritaba al no poder producir el calor suficiente con mi propio cuerpo. Procuré frotarme yo misma pero el frío calaba hasta los huesos logrando que comenzaran a dolerme las extremidades.
Me levanté, tomé las pieles y me dirigí hacia el único otro habitante de la caverna. Me quité rápidamente mi ropa, manteniendo únicamente puesta la interior, y le eché mis pieles encima antes de deslizar mi cuerpo frío a un lado suyo.
Hice una pequeña mueca con los labios, estaba congelada y él también, sentí su piel fría como un témpano y eso provocó que me encogiera. Procuré sobreponerme al frío contacto y me pegué a él buscando el calor que mi cuerpo necesitaba para combatir una posible hipotermia.
Me detuve en lo que hacia y lo sopesé en silencio. Mi primera apreciación acerca de él amenazó con irse al garete. Comenzaba a tomarle por observador y callado, quizás del tipo que apreciaba demasiado las palabras como para malgastarlas. Me llamó la atención su mirada porque parecía observarlo todo a su alrededor y estar tan atento como yo lo estaba por lo que para mi sorpresa me encontré interesada en que tan buen cazador podría ser.
Carraspeé aclarándome la garganta, los conceptos de los que me hablaba me resultaban extraños.
¿Amor? ¿Sexo? Desde que fui capaz de comprender a mis mayores se me inculcó que le debíamos amor y lealtad a nuestras hermanas. Se me enseñó a ser fuerte, a valerme por mi misma, debía sobresalir en todo porque el mundo externo era engañoso y los peligros abundaban ensañándose con todo aquel que no fuera más fuerte y más astuto.
¿Amar a un hombre?
No era un concepto que me resultara familiar, y en cuanto al sexo, sabía que era inevitable llegado el momento de la procreación pero para mi aún faltaban muchas lunas antes de que la maternidad se impusiera. Nuestras vidas estaban dedicadas a proteger lo que era nuestro y a quienes formaban parte de nuestra comunidad.
-En tu aldea…- La imagen del grupo de niños jugando entre ellos regresó a mi mente. Comenzaba a preguntarme si de adultos interactuarían de igual forma y sorpresivamente mi curiosidad e interés en ello se ahondó.
Antes de continuar con la idea que me acaparaba la mente, al hombre se le ocurrió alzar la voz con un tono bastante parecido a la exigencia, argumentando que debía desnudarme o me arrancaría la ropa.
Arqueé mis cejas y negué con la cabeza. ¿Me estaba dando una orden?
Me levanté para buscar mi petate y repentinamente estaba en el aire con el vientre contra su hombro. Forcejeé en seguida, el hombre había traspasado los límites. Le di una patada, me apoderé de su daga y con un resoplido volví a caer al suelo manteniéndola contra su pulmón. Lo miré con chispas encendidas y estuve a punto de clavárselo para acabar con su respiración.
Los hombres son traicioneros, desleales y egoístas, es lo que me habían enseñado.
Resoplé y me alejé de él sin quitarle la mirada de encima. Había parecido un ataque de su parte pero se había dado la media vuelta y se había vuelto a ocupar en sus cosas.
Terminé de colocar mis pieles sobre el suelo y me dejé caer sobre ellas con otro resoplido. Mi respiración era irregular y una sensación muy fuerte me recorría. ¿Indignación? ¿Perplejidad?
Me metí debajo de las pieles y me cubrí con ellas, exhalé largamente y me mantuve alerta. No confiaba en el hombre, era impredecible.
El tiempo fue transcurriendo y el frío cortante e inhóspito se coló en la caverna con fuerza, lo sentía desde cada uno de los dedos de mis pies hasta mi cuero cabelludo. Las temperaturas solían ser bajas en el norte, pero al encontrarnos en territorio elevado de la montaña este se tornaba mucho más peligroso de lo usual. El calor de una hoguera era imprescindible en este tipo de circunstancias.
Una de las nuestras había muerto de congelamiento diez lunas atrás. Era intrépida y fuerte pero había caído en un cepo al recorrer los bosques y el frío acabó con ella en una noche en el cual las temperaturas bajaron como nunca lo hicieron antes. Nuestras tierras estaban cambiando de más de una forma.
Me di la vuelta, estaba descansando sobre un costado y ahora me dejé caer boca arriba.Tenía la punta de la nariz hecha hielo, sentía pies y manos ateridos y tiritaba al no poder producir el calor suficiente con mi propio cuerpo. Procuré frotarme yo misma pero el frío calaba hasta los huesos logrando que comenzaran a dolerme las extremidades.
Me levanté, tomé las pieles y me dirigí hacia el único otro habitante de la caverna. Me quité rápidamente mi ropa, manteniendo únicamente puesta la interior, y le eché mis pieles encima antes de deslizar mi cuerpo frío a un lado suyo.
Hice una pequeña mueca con los labios, estaba congelada y él también, sentí su piel fría como un témpano y eso provocó que me encogiera. Procuré sobreponerme al frío contacto y me pegué a él buscando el calor que mi cuerpo necesitaba para combatir una posible hipotermia.
Hallie- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
La amazonas era terca como una mula, decidida a no acostarse conmigo no se bien porque estúpida idea de decoro o de yo que se. Sacó las pieles de su petate y como yo se arremolinó entre ellas en un hueco de la gélida y húmeda gruta.
Las temperaturas fueron descendiendo tal y como la noche se cernía sobre nosotros, mis labios amoratados exhalaban un vaho blanquecino mientras mis dientes castañeteaban acompañando el temblor del resto de mi cuerpo.
Estaba tentado de levantarme y prender una hoguera, sería un reclamo para todas las bestias de Randulf, pero empezaba a preferir luchar y morir acero en mano que por contra hacerlo congelado.
Fue entonces cuando la pelirroja, seguramente empujada por el frio se desnudó y se coló bajo mis pieles cubriendo el cuerpo de ambos también con las suyas.
Eso duplicaba la cantidad de piel que cubría nuestros cuerpos y con la fricción de estos notábamos cierta calidez, como si se desentumecieran los músculos.
-Tengo que desnudarme -le dije para que no se pusiera nerviosa.
Bajo las pieles empecé a quitarme las prendas de ropa hasta que mi piel quedó completamente desnuda -Pronto entraremos en calor -aseguré pegándome mas a ella, rodeando su cintura con mi brazo acercándola a mi por completo.
El contacto piel con piel era fundamental para calentarnos, hundí mi cabeza en el cuello de la amazonas cerrando los ojos. Poco a poco nuestro cuerpo iba dejando de tiritar, ganaban calor bajo las pieles y aun así, la amazonas estaba completamente tenso.
Preferí guardar silencio, no hacer comentarios al respecto, aunque sabia que estaba mejor porque como yo empezaba a entrar en calor.
No se cuando exactamente pero ambos acabamos sucumbiendo al sueño, hasta que las primeras luces del alba se adentraron por la boca de la cueva.
La chica me sacudió ligeramente para que me despertara mientras cubría su desnudez con las pieles.
-Perdona, me costo dormirme -dije estirando cada musculo de mi cuerpo -comamos algo y pongámonos en marcha.
Me puse en pie buscando mis pantalones para calzármelos, como prometí no la había tocado, no porque no me pareciera preciosa si no porque esto era solo trabajo y así lo habíamos acordado, no quería problemas con las amazonas y esta parecía rehacía a los hombres como todas.
Las temperaturas fueron descendiendo tal y como la noche se cernía sobre nosotros, mis labios amoratados exhalaban un vaho blanquecino mientras mis dientes castañeteaban acompañando el temblor del resto de mi cuerpo.
Estaba tentado de levantarme y prender una hoguera, sería un reclamo para todas las bestias de Randulf, pero empezaba a preferir luchar y morir acero en mano que por contra hacerlo congelado.
Fue entonces cuando la pelirroja, seguramente empujada por el frio se desnudó y se coló bajo mis pieles cubriendo el cuerpo de ambos también con las suyas.
Eso duplicaba la cantidad de piel que cubría nuestros cuerpos y con la fricción de estos notábamos cierta calidez, como si se desentumecieran los músculos.
-Tengo que desnudarme -le dije para que no se pusiera nerviosa.
Bajo las pieles empecé a quitarme las prendas de ropa hasta que mi piel quedó completamente desnuda -Pronto entraremos en calor -aseguré pegándome mas a ella, rodeando su cintura con mi brazo acercándola a mi por completo.
El contacto piel con piel era fundamental para calentarnos, hundí mi cabeza en el cuello de la amazonas cerrando los ojos. Poco a poco nuestro cuerpo iba dejando de tiritar, ganaban calor bajo las pieles y aun así, la amazonas estaba completamente tenso.
Preferí guardar silencio, no hacer comentarios al respecto, aunque sabia que estaba mejor porque como yo empezaba a entrar en calor.
No se cuando exactamente pero ambos acabamos sucumbiendo al sueño, hasta que las primeras luces del alba se adentraron por la boca de la cueva.
La chica me sacudió ligeramente para que me despertara mientras cubría su desnudez con las pieles.
-Perdona, me costo dormirme -dije estirando cada musculo de mi cuerpo -comamos algo y pongámonos en marcha.
Me puse en pie buscando mis pantalones para calzármelos, como prometí no la había tocado, no porque no me pareciera preciosa si no porque esto era solo trabajo y así lo habíamos acordado, no quería problemas con las amazonas y esta parecía rehacía a los hombres como todas.
Niord- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Después de sacudirlo de los hombros despertó, habíamos sobrevivido a las inhóspitas condiciones que creaban las temperaturas nocturnas.
Le observé en silencio, desconfiaba de él. No olvidaba que me había colocado sobre su hombro de buenas a primeras, como si tuviera todos los derechos, lo cual me hizo empequeñecer los ojos. ¿De qué manera les criaban en esa fortaleza? Al parecer eran seres libres, según vi hombres y mujeres caminaban a la par del otro… Lo más insólito era el recuerdo del número de hombres que imperaban en el salón adonde me recibió el señor de la fortaleza. Al parecer tenían voz y voto en su consejo y formaban parte del mismo.
Salió de las pieles tras despertar, así que mientras se vestía hice lo mismo detrás de unas rocas grandes que servirían para ese propósito.
Una vez hecho volví a colocarme la armadura y me senté un momento a masajearme los dedos de los pies, estaban fríos, el habernos acostado piel con piel servía, pero en cuanto nos separábamos el frío imperaba de nuevo a estas horas tempranas en las que apenas se escuchaban los primeros trinos de las aves cercanas.
La imposibilidad de encender una fogata no nos iba a permitir calentar algo para el desayuno por lo que tomé mi bolsa y busqué el envoltorio que la cocinera de la fortaleza me había entregado temprano. El pan dulce olía muy bien, lo noté en cuanto lo fui desenvolviendo. Lo partí por la mitad y me acerqué a él para entregarle una de las mitades antes de hacerle un gesto con la cabeza para que abandonásemos la cueva. Iba a ser un largo trayecto.
Aún faltaba alrededor de media hora para que amaneciera del todo lo cual nos permitía ir bajando por las escarpadas piedras y ponernos en marcha para retomar el camino y aprovechar lo más que se pudiera el día.
Acaricié a mi corcel y saqué de mi bolsa una de las manzanas que traía para él, sonreí al verle comer y trepé sobre él.
Amanecía ahora pero el cielo permanecía de un grisáceo lúgubre en lugar de presentarse soleado. Era un clima triste, cargado de calor húmedo, tornándose bochornoso al avanzar. No se parecía en nada al clima acogedor que me había ido dando la bienvenida cuando me dirigía a la fortaleza.
Al cabo de un rato disminuí el paso. -Espera.- Me acerqué a él para tirar de las riendas de su corcel y que se detuviera. -¿Oyes?-
Lo miré a los ojos antes de voltear a ver a nuestro alrededor.
Silencio, silencio sepulcral. Las aves habían dejado de cantar, no se escuchaba ni un solo sonido y las ardillas y conejos que solían verse por el paso habían desaparecido.
Todo estaba… inquietantemente silencioso.
Le observé en silencio, desconfiaba de él. No olvidaba que me había colocado sobre su hombro de buenas a primeras, como si tuviera todos los derechos, lo cual me hizo empequeñecer los ojos. ¿De qué manera les criaban en esa fortaleza? Al parecer eran seres libres, según vi hombres y mujeres caminaban a la par del otro… Lo más insólito era el recuerdo del número de hombres que imperaban en el salón adonde me recibió el señor de la fortaleza. Al parecer tenían voz y voto en su consejo y formaban parte del mismo.
Salió de las pieles tras despertar, así que mientras se vestía hice lo mismo detrás de unas rocas grandes que servirían para ese propósito.
Una vez hecho volví a colocarme la armadura y me senté un momento a masajearme los dedos de los pies, estaban fríos, el habernos acostado piel con piel servía, pero en cuanto nos separábamos el frío imperaba de nuevo a estas horas tempranas en las que apenas se escuchaban los primeros trinos de las aves cercanas.
La imposibilidad de encender una fogata no nos iba a permitir calentar algo para el desayuno por lo que tomé mi bolsa y busqué el envoltorio que la cocinera de la fortaleza me había entregado temprano. El pan dulce olía muy bien, lo noté en cuanto lo fui desenvolviendo. Lo partí por la mitad y me acerqué a él para entregarle una de las mitades antes de hacerle un gesto con la cabeza para que abandonásemos la cueva. Iba a ser un largo trayecto.
Aún faltaba alrededor de media hora para que amaneciera del todo lo cual nos permitía ir bajando por las escarpadas piedras y ponernos en marcha para retomar el camino y aprovechar lo más que se pudiera el día.
Acaricié a mi corcel y saqué de mi bolsa una de las manzanas que traía para él, sonreí al verle comer y trepé sobre él.
Amanecía ahora pero el cielo permanecía de un grisáceo lúgubre en lugar de presentarse soleado. Era un clima triste, cargado de calor húmedo, tornándose bochornoso al avanzar. No se parecía en nada al clima acogedor que me había ido dando la bienvenida cuando me dirigía a la fortaleza.
Al cabo de un rato disminuí el paso. -Espera.- Me acerqué a él para tirar de las riendas de su corcel y que se detuviera. -¿Oyes?-
Lo miré a los ojos antes de voltear a ver a nuestro alrededor.
Silencio, silencio sepulcral. Las aves habían dejado de cantar, no se escuchaba ni un solo sonido y las ardillas y conejos que solían verse por el paso habían desaparecido.
Todo estaba… inquietantemente silencioso.
Hallie- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Acabamos de tomar el desayuno, nada demasiado copioso pues al no poder prender la lumbre apenas pudimos comer los panes que llevaba ella en el petate y un poco de queso que nos había preparado y que envuelto en un trapo llevaba yo.
Aun no había amanecido cuando abandonamos la gruta, en silencio empezamos el descenso de riscos, las monturas apoyaban despacio los cascos, dando algún resbalón que otro pues era difícil afianzar sus pezuñas en esa zona tan rocosa.
El cielo estaba especialmente nublado lo que imposibilitaba a los haces de luz del sol caldear nuestros cuerpos, las pieles caían pesadas sobre nuestros hombros y el vaho escapaba blanquecino de nuestros labios delatando las bajas temperaturas de un norte en invierno.
Tras un par de horas de viaje, la amazonas aceleró el paso y llevando su diestra a mis riendas hundió su mirad en mis sorprendidos ojos.
Nuestro silencio impacto con el de la montaña que parecía estar muerta.
-Nos siguen -rugí bajando del caballo para pegar mi oreja en el suelo, este temblaba -jinetes.
Una niebla bastante espesa cubría el valle, aun así A lo lejos algo llamo poderosamente mi atención, fije la vista, una gran polvareda de tierra se levantaba un poco más abajo.
-Amazonas–la llamé mientras me acercaba a su caballo- te has fijado en eso señale con mi dedo un tumulto.
Ella miro centrando su vista en el lugar indicado
-Parece un gran grupo de guerreros al galope –dije- aunque la niebla no me deja verlo con claridad, parece que al fin y al cabo no podremos eludir la batalla, hemos pasado frio para nada.
. Apoye mis pies con firmeza sobre el lomo del caballo para ganar una posición más elevada, desde allí divise a nuestros enemigos con mayor claridad.
Eran unos treinta guerreros cubiertos con pieles de osos, todos ellos a caballo, galopaban a gran velocidad, tras ellos la imagen de dos enormes gigantes ponía fin al heterogéneo grupo.
Tres guerreros lideraban el grupo, en el centro un humano de gran tamaño que parecía el líder, su cabello era largo y negro, no distinguí muy bien su edad, pero parecía joven, su gran constitución le daba un aspecto brutal, portaba una espada a dos manos, galopaba salvajemente.
Le seguía una mujer de cabello castaño con varios mechones trenzados de los que colgaban abalorios blancos y negros, no portaba ningún arma, unas pieles de osos negras cubrían su cuerpo, portaba un collar largo lleno de colmillos de algún animal de gran tamaño, su aspecto era un tanto tétrico.
Al otro lado iba un arquero, que intuí era el rastreador por cómo iba indicando al grupo el camino a seguir.
Hallie se acerco a mí.
-en diez minutos los tendremos encima–apunto.
-Creo que tardaran bastante menos –dije sin despegar la mirada del grupo- sabia de sobra que los encontraríamos, pero desde luego han aparecido medio día antes de lo planeado. Su rastreador es mejor de lo que me esperaba, debe de conocer estas montañas al dedillo.
Aun no había amanecido cuando abandonamos la gruta, en silencio empezamos el descenso de riscos, las monturas apoyaban despacio los cascos, dando algún resbalón que otro pues era difícil afianzar sus pezuñas en esa zona tan rocosa.
El cielo estaba especialmente nublado lo que imposibilitaba a los haces de luz del sol caldear nuestros cuerpos, las pieles caían pesadas sobre nuestros hombros y el vaho escapaba blanquecino de nuestros labios delatando las bajas temperaturas de un norte en invierno.
Tras un par de horas de viaje, la amazonas aceleró el paso y llevando su diestra a mis riendas hundió su mirad en mis sorprendidos ojos.
Nuestro silencio impacto con el de la montaña que parecía estar muerta.
-Nos siguen -rugí bajando del caballo para pegar mi oreja en el suelo, este temblaba -jinetes.
Una niebla bastante espesa cubría el valle, aun así A lo lejos algo llamo poderosamente mi atención, fije la vista, una gran polvareda de tierra se levantaba un poco más abajo.
-Amazonas–la llamé mientras me acercaba a su caballo- te has fijado en eso señale con mi dedo un tumulto.
Ella miro centrando su vista en el lugar indicado
-Parece un gran grupo de guerreros al galope –dije- aunque la niebla no me deja verlo con claridad, parece que al fin y al cabo no podremos eludir la batalla, hemos pasado frio para nada.
. Apoye mis pies con firmeza sobre el lomo del caballo para ganar una posición más elevada, desde allí divise a nuestros enemigos con mayor claridad.
Eran unos treinta guerreros cubiertos con pieles de osos, todos ellos a caballo, galopaban a gran velocidad, tras ellos la imagen de dos enormes gigantes ponía fin al heterogéneo grupo.
Tres guerreros lideraban el grupo, en el centro un humano de gran tamaño que parecía el líder, su cabello era largo y negro, no distinguí muy bien su edad, pero parecía joven, su gran constitución le daba un aspecto brutal, portaba una espada a dos manos, galopaba salvajemente.
Le seguía una mujer de cabello castaño con varios mechones trenzados de los que colgaban abalorios blancos y negros, no portaba ningún arma, unas pieles de osos negras cubrían su cuerpo, portaba un collar largo lleno de colmillos de algún animal de gran tamaño, su aspecto era un tanto tétrico.
Al otro lado iba un arquero, que intuí era el rastreador por cómo iba indicando al grupo el camino a seguir.
Hallie se acerco a mí.
-en diez minutos los tendremos encima–apunto.
-Creo que tardaran bastante menos –dije sin despegar la mirada del grupo- sabia de sobra que los encontraríamos, pero desde luego han aparecido medio día antes de lo planeado. Su rastreador es mejor de lo que me esperaba, debe de conocer estas montañas al dedillo.
Niord- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
-Tanto como para nada…- dejé salir más que todo para mí misma en un sonido prácticamente ininteligible, pensando que si bien, nos había dado alcance lo que fuera que se acercaba, al no encender el fuego habíamos pasado inadvertidos para otros seres igualmente peligrosos.
No se podía deambular por los territorios norteños como lo había hecho usualmente con mis hermanas toda la vida, el cambio había empezado unos meses atrás. Investigar ahora tomaba precedencia sobre cualquier otra cosa, pero había que mantener el pellejo intacto para luchar contra todo lo que se avecinaba.
El hombre trepó sobre su caballo para poder ver si distinguía quien se aproximaba en medio de la neblina. -Grandioso.- respondí cuando habló de un grupo de treinta personas y dos gigantes. La mención de esos dos no me sorprendió, pero tampoco me lo tomaba a la ligera.
Lo único bueno es que la inteligencia de un gigante solía ir en directa oposición a su tamaño, mientras más grande menos brillantez. Quizás el cerebro no se desarrollaba a la par del resto del cuerpo o quizás se fiaban demasiado de su fuerza y dejaban de pensar.
Presté atención al grupo que me iba describiendo y fruncí el ceño pensativa cuando escuché hablar del líder y la mujer.
-He escuchado hablar de un grupo con esa descripción que se dedica a tomar aldeanos por sorpresa, se los llevan en contra de su voluntad y los utilizan… los despojan de su alma y los transforman en algo más… Si vuelves a ver a uno de los raptados preferirías no haberlo hecho.-
Ya habíamos hablado mucho, no podíamos dejar que nos atraparan y con tal supremacía de número nuestras opciones eran escasas.
-¿Ves aquella caverna?- Señalé en dirección a la ladera de la montaña. -Me advirtieron no seguir ese camino… ni aproximarme a ella. En su interior podrías encontrarte con un grupo de demonios... gigantes diabólicos de color verde, algunos les llaman trols. Aparentemente duermen de día y solo suelen hacer de las suyas por la noche, usualmente no se dejan por los humanos a menos… que alguien les moleste. Si sabes lo que es bueno nunca interrumpas el sueño de uno de ellos.-
-Cinco minutos y los tendremos encima, es hora de despertar a quienes se puedan hacer cargo de ellos.- Dicho esto, trepé sobre mi corcel con presteza y le puse al galope. El tiempo apremiaba, la nube de polvo se iba acercando mientras mi fiel compañero clavaba sus pezuñas en el suelo y como una veloz saeta salvaba obstáculos del camino dirigiéndonos hacia la caverna.
No se podía deambular por los territorios norteños como lo había hecho usualmente con mis hermanas toda la vida, el cambio había empezado unos meses atrás. Investigar ahora tomaba precedencia sobre cualquier otra cosa, pero había que mantener el pellejo intacto para luchar contra todo lo que se avecinaba.
El hombre trepó sobre su caballo para poder ver si distinguía quien se aproximaba en medio de la neblina. -Grandioso.- respondí cuando habló de un grupo de treinta personas y dos gigantes. La mención de esos dos no me sorprendió, pero tampoco me lo tomaba a la ligera.
Lo único bueno es que la inteligencia de un gigante solía ir en directa oposición a su tamaño, mientras más grande menos brillantez. Quizás el cerebro no se desarrollaba a la par del resto del cuerpo o quizás se fiaban demasiado de su fuerza y dejaban de pensar.
Presté atención al grupo que me iba describiendo y fruncí el ceño pensativa cuando escuché hablar del líder y la mujer.
-He escuchado hablar de un grupo con esa descripción que se dedica a tomar aldeanos por sorpresa, se los llevan en contra de su voluntad y los utilizan… los despojan de su alma y los transforman en algo más… Si vuelves a ver a uno de los raptados preferirías no haberlo hecho.-
Ya habíamos hablado mucho, no podíamos dejar que nos atraparan y con tal supremacía de número nuestras opciones eran escasas.
-¿Ves aquella caverna?- Señalé en dirección a la ladera de la montaña. -Me advirtieron no seguir ese camino… ni aproximarme a ella. En su interior podrías encontrarte con un grupo de demonios... gigantes diabólicos de color verde, algunos les llaman trols. Aparentemente duermen de día y solo suelen hacer de las suyas por la noche, usualmente no se dejan por los humanos a menos… que alguien les moleste. Si sabes lo que es bueno nunca interrumpas el sueño de uno de ellos.-
-Cinco minutos y los tendremos encima, es hora de despertar a quienes se puedan hacer cargo de ellos.- Dicho esto, trepé sobre mi corcel con presteza y le puse al galope. El tiempo apremiaba, la nube de polvo se iba acercando mientras mi fiel compañero clavaba sus pezuñas en el suelo y como una veloz saeta salvaba obstáculos del camino dirigiéndonos hacia la caverna.
Hallie- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/01/2018
Re: ¿Quien teje nuestro destino? (privado)
Seguí con la mirada el indice de la amazonas, según ella esa cueva que señalaba era un nido de trolls, nuestra única oportunidad de poder de alguna manera contener aquel grupo masificado al que no podríamos enfrentarnos era que esos trolls los combatieran por nosotros.
-Trataré de contenernos, date prisa Hallie, no voy a poder aguantar mucho tiempo.
Guardaba en el petate una pequeño orbe que Giuliana me dio antes de salir de Akershus, contenía magia, una bomba expansiva que podría ayudarme ahora.
Al lanzarla la tierra comenzó a moverse con fuerza, una gran cantidad de piedras se precipito por la ladera dirección a nuestros enemigos, contra mas rebotaba el orbe contra las paredes de la montaña con más ímpetu se sacudía la tierra.
Los guerreros se pararon de golpe a una orden del rastreador, vi como la mujer de cabello castaño desmonto del caballo con tranquilidad y se puso ante el resto, pronto vieron llegar las rocas que se abalanzaban sobre ellos a gran velocidad.
La mujer humana coloco sus dos manos en dirección a las rocas, me sorprendió que ninguno de los guerreros se moviera del camino aunque solo fuera para intentar salvar sus vidas.
Cuando las rocas llegaron frente a la humana, su cabello se movió airadamente mientras una fulgente luz rojiza cubrió todo su cuerpo, las rocas parecían detenerse, y convertirse en barro ante ella.
Abrí los ojos sorprendido esto no iba a ser fácil, les acompaña una bruja, y es muy buena.
Las cosas parecían complicarse, y además acabábamos de perder el factor sorpresa.
El rastreador elevo la mirada hacia nosotros, no tardo en centrar sus ojos en mi, su rostro serio marcaba la tensión del momento.
Ambos nos miramos fijamente, nos estudiábamos, intentando buscar las flaquezas del otro.
El rastreador saco una flecha de su carcaj con suavidad, por la postura de su cuerpo y su modo de tensar el arco no había duda, pretendía llegar hasta mi con aquella saeta.
Su Flecha salió del arco con furia, bien dirigida, el viento parecía atraerla hacia mi velozmente.
No moví un pie de aquel lugar, conocía perfectamente sus intenciones, la flecha paso cerca de mi rostro a gran velocidad impactando finalmente contra el suelo. Le mantuve la mirada mientras una ligera sonrisa se dibujo en mis labios.
Acaricie la pluma de una de mis flechas mientras la sacaba del carcaj y la colocaba con cuidado en la cuerda del arco. Tense con fuerza dirigiendo mi mirada hacia el rastreador.
Solté la saeta, que voló por el cielo como un águila sobrevuela el inmenso cielo azul, planeo con rapidez, para acabar cayendo en picado sobre mi objetivo.
El rastreador se mantuvo firme sobre el caballo, sin moverse un ápice, tal y como mi saeta se acercaba, vi como le cambiaba el gesto, vi cierta duda en su mirada.
Un brusco movimiento de cabeza en el último momento hizo que esquivara mi flecha, que paso rozando su mejilla
Note como la rabia le invadió al volver a clavar su mirada en la mía.
A una orden de este, una gran cantidad de lobos salieron de detrás del grupo a gran velocidad en nuestra busca mientras los guerreros volvían a ponerse ferozmente al galope.
-Vamos amazonas –dije esperando que al menos a ella le fueran mejor las cosas.
-Trataré de contenernos, date prisa Hallie, no voy a poder aguantar mucho tiempo.
Guardaba en el petate una pequeño orbe que Giuliana me dio antes de salir de Akershus, contenía magia, una bomba expansiva que podría ayudarme ahora.
Al lanzarla la tierra comenzó a moverse con fuerza, una gran cantidad de piedras se precipito por la ladera dirección a nuestros enemigos, contra mas rebotaba el orbe contra las paredes de la montaña con más ímpetu se sacudía la tierra.
Los guerreros se pararon de golpe a una orden del rastreador, vi como la mujer de cabello castaño desmonto del caballo con tranquilidad y se puso ante el resto, pronto vieron llegar las rocas que se abalanzaban sobre ellos a gran velocidad.
La mujer humana coloco sus dos manos en dirección a las rocas, me sorprendió que ninguno de los guerreros se moviera del camino aunque solo fuera para intentar salvar sus vidas.
Cuando las rocas llegaron frente a la humana, su cabello se movió airadamente mientras una fulgente luz rojiza cubrió todo su cuerpo, las rocas parecían detenerse, y convertirse en barro ante ella.
Abrí los ojos sorprendido esto no iba a ser fácil, les acompaña una bruja, y es muy buena.
Las cosas parecían complicarse, y además acabábamos de perder el factor sorpresa.
El rastreador elevo la mirada hacia nosotros, no tardo en centrar sus ojos en mi, su rostro serio marcaba la tensión del momento.
Ambos nos miramos fijamente, nos estudiábamos, intentando buscar las flaquezas del otro.
El rastreador saco una flecha de su carcaj con suavidad, por la postura de su cuerpo y su modo de tensar el arco no había duda, pretendía llegar hasta mi con aquella saeta.
Su Flecha salió del arco con furia, bien dirigida, el viento parecía atraerla hacia mi velozmente.
No moví un pie de aquel lugar, conocía perfectamente sus intenciones, la flecha paso cerca de mi rostro a gran velocidad impactando finalmente contra el suelo. Le mantuve la mirada mientras una ligera sonrisa se dibujo en mis labios.
Acaricie la pluma de una de mis flechas mientras la sacaba del carcaj y la colocaba con cuidado en la cuerda del arco. Tense con fuerza dirigiendo mi mirada hacia el rastreador.
Solté la saeta, que voló por el cielo como un águila sobrevuela el inmenso cielo azul, planeo con rapidez, para acabar cayendo en picado sobre mi objetivo.
El rastreador se mantuvo firme sobre el caballo, sin moverse un ápice, tal y como mi saeta se acercaba, vi como le cambiaba el gesto, vi cierta duda en su mirada.
Un brusco movimiento de cabeza en el último momento hizo que esquivara mi flecha, que paso rozando su mejilla
Note como la rabia le invadió al volver a clavar su mirada en la mía.
A una orden de este, una gran cantidad de lobos salieron de detrás del grupo a gran velocidad en nuestra busca mientras los guerreros volvían a ponerse ferozmente al galope.
-Vamos amazonas –dije esperando que al menos a ella le fueran mejor las cosas.
Niord- Cazador Clase Alta
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