AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Quién baila con los muertos?
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¿Quién baila con los muertos?
Las damas salen a pasear del brazo de sus prometidos o simples pretendientes. Los caballeros se sientan a fumar y debatir sobre asuntos políticos de dudosa relevancia, o tal vez acerca del miserable animal que escapó milagrosamente de sus infalibles instintos y estruendo de pólvora la estación anterior. Las más jóvenes señoritas tal vez escapen de sus institutrices y se raspen las rodillas al bajar de un árbol, todo a escondidas de los estrictos ojos del Señor que todo lo sabe. Los niños comparten sonrisas y palizas equitativamente entre los suyos, o trabajan, traduciendo en sudor y dolor los años más frescos de sus vidas.
Las doncellas elevan su dignidad con notas de piano en el salón o se pasean, perfumadas, por cada rincón del jardín, aguardando impacientes por el beso escondido detrás de la porcelana de sus expresiones. Los campesinos soñadores le hablan a las frutas y las flores, les relatan poemas de amor y desdicha. El más viejo de los vagabundos reúne a media docena de personas a su alrededor, mientras sus ojos se llenan de nostalgia y la vida recorrida escapa de sus labios, a través de palabras. Hasta el más pequeño ratón se aventura a través de las pisadas y el hedor de los callejones, esquiva las fieras que le acechan y obtiene al fin el alimento que deseaba.
Todos tienen algo que hacer, sea en el campo o la ciudad. Lleven o no los relojes de sus vidas atados al cuello o escondidos bajo la falda. Sean suaves o estridentes sus pisadas y habladurías. Pero más allá del bullicio, más allá de la interminable tierra, incluso más allá de todo pensamiento o memoria, ¿Qué hacen los fantasmas cuando se aburren?
(...)
No deja huellas al andar. Tampoco le sigue el eco de sus pasos. Una brisa fresca de la tarde susurra a través de su vestido, sin alterar su pasivo semblante ni encontrar obstáculo alguno que le desvíe en lo más nimio. La amargura invade de pronto su extinguido corazón, una vez más, al pensar en que incluso al no poseer color ni forma alguna, el aire está mucho más presente que ella en aquel mundo. Pero es irónico, ciertamente, que aquella misma sensación de amargura la acerque nuevamente a algo similar a la existencia.
Es tal vez la razón por la que los muertos se aferran a los sentimientos, es tal vez la razón por la que sienten (o más bien, fingen sentir) lo mismo que cuando estuvieron vivos. Lo imitan con tal habilidad que, por segundos, casi lo creen real. Al fin y al cabo, no son más que un cúmulo de memorias conectadas con forma. Sin aquellas experiencias e imitaciones de vida, no quedaría más que una monstruosa presencia vacía. Es tal vez la razón por la cual la joven fallecida decidió usar de aquella "magia" para dejar huellas al andar.
Es tal vez la razón por la que asumió corporeidad y se permitió sentir un poco de aquel frío silencioso. Por la que giró sobre sus talones, con los ojos cerrados, y respiró (o más bien fingió respirar) el aroma de los árboles creciendo juntos en humedad. Dejó que la inexistente pero visible seda de su vestido de labores se alzara a su antojo, describiendo círculos a medida que la pelirroja lo deseaba. No podía deshacerse de su aspecto melancólico y espectral, no podía permitir a la sangre viajar debajo de sus poros y brindar calor a su pálida belleza, pero ciertamente podía dejarse bailar con las hojas al viento.
Y las hojas respondieron a su llamado. No eran demasiadas aún, puesto que apenas el gélido invierno abandonaba aquel sitio y su espíritu podía saborearse en los colores apaciguados del entorno, pero bastaron para ella. Las haría sus acompañantes mientras el recuerdo de unas notas de violín le invadía sus oídos y ponía ritmo al caos de sus pasos.
Se encontró entonces sumida en un trance maravilloso y olvidó el paso de las horas. En una oscura noche sin luna, la tenue luz de las estrellas descubría sus erráticos movimientos y la hacía lucir ridícula e insignificante como tan sólo ella podía serlo. Añoraba el sonido de las palmas batientes al ritmo de la música. Añoraba el calor de la fogata rozando sus pies descalzos mientras a coro, sus conocidos entonaban viejas historias del bosque. Estaba viva de nuevo, era grandiosa y lo sabía. Los recuerdos de una celebración casi profana de su pasado se aproximaban y lo sentía.
¿Lograría recordar ésta vez...?
El crujido de una rama a pocos metros de distancia rompió el hechizo. Las hojas cayeron al suelo con elegante frustración y sus ojos claros se posaron en el culpable. ¿Quién se atrevía a interrumpir su baile?
Lady Rouge- Fantasma
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Fecha de inscripción : 16/03/2017
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Re: ¿Quién baila con los muertos?
El bosque de Boulogne era otro de mis lugares predilectos para salir y poder cambiar de forma libremente. Muy pocos se adentraban en él, porque quedaba lejos de la ciudad pues entre ir y volver de ella, toma casi uno o dos días. Yo me refugiaba siempre en los bosques, admirando los distintos colores que toma el cielo en las diferentes estaciones del año. En primavera por ejemplo, abundan los cielos amarillos durante el día, y los atardeceres se tornan rojizos y castaños; luego las noches abrazan libremente despejando el cielo. La libertad que me provocaba estar transformado era algo demasiado valioso para mí, la vida que llevaba en la ciudad solo era mera presencia… pero cuando realmente estaba vivo era cuando estaba de animal.
Al entrar al bosque, percibí algunas auras pero había mucho espacio y distancia para determinar qué tipos de auras eran. Después de haberme pasado horas transformado en lobo blanco, me sentía agotado y mi forma humana resurgió. Caminé adentrándome lejos del perímetro que conocía, esto hacía que poco a poco sintiera una brisa inmortal cerca y rondando. Una brisa gélida, que desequilibraba la temperatura normal de aquel lugar. Fruncí el ceño, al sentir un ligero aroma a cementerio, un olor como a muerte cerca. Y escuché a través de mis sentidos, cierta voz… bastante femenina, y era como de júbilo… Continué mi paseo, traté de recomponerme pero me faltaba algo de energía, sentía que en el bosque había poco oxígeno… como si me estuviera asfixiando.
Entonces, entre medio de los árboles cerca de los arbustos conjuntos y desordenados pude observar con claridad, dudosa claridad la silueta de una joven que parecía danzar entre la ligera brisa tan revividora del bosque. No sabía si realmente estaba alucinando, imaginando cosas debido a mi falta de energía y no sabría determinar cómo es que encontré a la joven de rojizos cabellos y vestido de seda, las hojas caídas parecían rodearla como a un ritual de la memoria. Y luego, inesperadamente caí de rodillas al suelo, me sentía mareado y sin vida. Mis transformaciones parecían estar en hiatus y entrecerrando los ojos levemente me quedé sentado al pie de un gran tronco de árbol, que había servido de pasaje para ver a la joven danzante. Ella parecía ser un fantasma del viento…
La naturaleza tiene tantos secretos y es muy difícil definirla cuando uno tiene todas las capacidades y poderes que ningún otro humano poseía por lo que cuántas veces yo había sido presa de mis alucinaciones...
-Violines…- susurré porque sentí que los escuchaba en el bosque vagamente. ¿Pero de dónde provenían? Parecía magia, algo fuera de mi entendimiento en ese momento… esta falta de energía no me ayudaba y me quedé algo extrañado contemplando al espectro, y muy agonizante desde mi posición.
Al entrar al bosque, percibí algunas auras pero había mucho espacio y distancia para determinar qué tipos de auras eran. Después de haberme pasado horas transformado en lobo blanco, me sentía agotado y mi forma humana resurgió. Caminé adentrándome lejos del perímetro que conocía, esto hacía que poco a poco sintiera una brisa inmortal cerca y rondando. Una brisa gélida, que desequilibraba la temperatura normal de aquel lugar. Fruncí el ceño, al sentir un ligero aroma a cementerio, un olor como a muerte cerca. Y escuché a través de mis sentidos, cierta voz… bastante femenina, y era como de júbilo… Continué mi paseo, traté de recomponerme pero me faltaba algo de energía, sentía que en el bosque había poco oxígeno… como si me estuviera asfixiando.
Entonces, entre medio de los árboles cerca de los arbustos conjuntos y desordenados pude observar con claridad, dudosa claridad la silueta de una joven que parecía danzar entre la ligera brisa tan revividora del bosque. No sabía si realmente estaba alucinando, imaginando cosas debido a mi falta de energía y no sabría determinar cómo es que encontré a la joven de rojizos cabellos y vestido de seda, las hojas caídas parecían rodearla como a un ritual de la memoria. Y luego, inesperadamente caí de rodillas al suelo, me sentía mareado y sin vida. Mis transformaciones parecían estar en hiatus y entrecerrando los ojos levemente me quedé sentado al pie de un gran tronco de árbol, que había servido de pasaje para ver a la joven danzante. Ella parecía ser un fantasma del viento…
La naturaleza tiene tantos secretos y es muy difícil definirla cuando uno tiene todas las capacidades y poderes que ningún otro humano poseía por lo que cuántas veces yo había sido presa de mis alucinaciones...
-Violines…- susurré porque sentí que los escuchaba en el bosque vagamente. ¿Pero de dónde provenían? Parecía magia, algo fuera de mi entendimiento en ese momento… esta falta de energía no me ayudaba y me quedé algo extrañado contemplando al espectro, y muy agonizante desde mi posición.
Martin Nazgul- Cambiante Clase Media
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Re: ¿Quién baila con los muertos?
Fue entonces cuando lo miró. ¿De dónde pudo haber salido aquel joven? Decidió justificar su descuido y falta de previsión al evidente paroxismo que cubrió sus sentidos, dando pie a la inusitada visita. No se trataba de la primera vez que tomaba prestado un trozo de bosque para sí, sin embargo, la primera en que se veía descubierta por un ser humano a mitad de sus distracciones. ¿Avergonzada? ¿Halagada? No pudo decidir rápidamente qué convenía más al momento; más lo que sí le quedaba clara era la necesidad de reaccionar.
Se mantuvo inmóvil durante un miserable puñado de granos de arena que, más bien, pudieron haberse comparado a eones en sensación. Más allá de la inquietud por su repentina aparición restaba el lamentable estado del hombre, ¿Había causado ella aquel visible letargo? A simple vista no pudo juzgarle atacado por alguna enfermedad, mientras que su actitud concordaba con la de una víctima de algún acceso febril. Oyó el susurro del viento nuevamente llevándose lejos las únicas sílabas pronunciadas por aquel, aparentemente trastornado, perturbado por la esencia de la fallecida.
Sintiéndose cruelmente culpable de aquella debilidad y, siendo plenamente consciente del frío e impacto que su sola presencia solían causar en algunos más sensibles cuyos corazones aún latían, se acercó lo suficiente como para mirarle con detalle. Se inclinó sobre la tierra, posando sus rodillas sobre la misma para quedar a una altura similar a la de su pecho. Dirigió la vista a sus rasgos, admirando aquel par de ojos claros parecidos a los suyos, dejando que un torrente de pensamientos diversos debatiera dentro de sí.
Finalmente, una idea resaltó entre las demás y dejó que la más adusta expresión dominara la anterior sorpresa. Colmó su voz de empalagosa malicia y pronunció cada sílaba con su mejor actuación de villana ─ ¿Sientes escalofríos? Es el castigo por molestar al espíritu dueño de este bosque. El viento te ha juzgado y decidido que no eres merecedor de presenciar sus sagrados rituales ─ Imposible para ella dejar atrás su verdadera personalidad, sobre todo en cuanto finalmente emergía una porción ─ Pero debes considerarte afortunado; te he visto de cerca y he decidido permitirte vivir un poco más.
Procurando dejar un gélido tacto de sus dedos sobre el hombro del joven para dar teatralidad, si se lo permitía, se levantó y caminó hacia atrás. Sin apartar nunca la mirada de su "víctima" y desapareciendo luego, gradualmente, tras algunos troncos y follaje. Con algo de suerte se creería su historia y pasaría a ser una travesura de final exitoso. Muy a pesar de su juego, seguía preguntándose si no estaría realmente necesitando auxilio de alguna clase.
Aunque la muerte tampoco era realmente un grave problema, a menos que se tratase de la suya propia.
Se mantuvo inmóvil durante un miserable puñado de granos de arena que, más bien, pudieron haberse comparado a eones en sensación. Más allá de la inquietud por su repentina aparición restaba el lamentable estado del hombre, ¿Había causado ella aquel visible letargo? A simple vista no pudo juzgarle atacado por alguna enfermedad, mientras que su actitud concordaba con la de una víctima de algún acceso febril. Oyó el susurro del viento nuevamente llevándose lejos las únicas sílabas pronunciadas por aquel, aparentemente trastornado, perturbado por la esencia de la fallecida.
Sintiéndose cruelmente culpable de aquella debilidad y, siendo plenamente consciente del frío e impacto que su sola presencia solían causar en algunos más sensibles cuyos corazones aún latían, se acercó lo suficiente como para mirarle con detalle. Se inclinó sobre la tierra, posando sus rodillas sobre la misma para quedar a una altura similar a la de su pecho. Dirigió la vista a sus rasgos, admirando aquel par de ojos claros parecidos a los suyos, dejando que un torrente de pensamientos diversos debatiera dentro de sí.
Finalmente, una idea resaltó entre las demás y dejó que la más adusta expresión dominara la anterior sorpresa. Colmó su voz de empalagosa malicia y pronunció cada sílaba con su mejor actuación de villana ─ ¿Sientes escalofríos? Es el castigo por molestar al espíritu dueño de este bosque. El viento te ha juzgado y decidido que no eres merecedor de presenciar sus sagrados rituales ─ Imposible para ella dejar atrás su verdadera personalidad, sobre todo en cuanto finalmente emergía una porción ─ Pero debes considerarte afortunado; te he visto de cerca y he decidido permitirte vivir un poco más.
Procurando dejar un gélido tacto de sus dedos sobre el hombro del joven para dar teatralidad, si se lo permitía, se levantó y caminó hacia atrás. Sin apartar nunca la mirada de su "víctima" y desapareciendo luego, gradualmente, tras algunos troncos y follaje. Con algo de suerte se creería su historia y pasaría a ser una travesura de final exitoso. Muy a pesar de su juego, seguía preguntándose si no estaría realmente necesitando auxilio de alguna clase.
Aunque la muerte tampoco era realmente un grave problema, a menos que se tratase de la suya propia.
Lady Rouge- Fantasma
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Fecha de inscripción : 16/03/2017
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Re: ¿Quién baila con los muertos?
El espectro cuya presencia me había debilitado parecía emplear un diverso juego de palabras mezcladas con la teatralidad, yo aún me sentía consciente y sabía cuándo los seres jugaban contigo de alguna forma, algo que era bastante característico en mi hermano mayor por lo que sabía que intentaba hacer aquel espíritu, que era el asustarme. Decidí no tomarlo en cuenta, y al tiempo en que se había acercado a mí, con su roce frío lleno del viento con aroma a hiedra seca la miré a los ojos directamente, hasta que me reincorporé afirmándome de un árbol para poder levantarme.
Seguramente, mi aspecto parecía el de un pordiosero vagando por el bosque borracho pero la verdad, es que lo único que buscaba en ese momento era un poco de paz. La joven espíritu, se perdió entre el paisaje pero sabía que seguía allí, estaba latente y los instintos de mis animales me lo confirmaban. Para mí, seguía siendo muy difícil encontrar “el equilibrio entre lo humano y lo divno”, como le llamaba yo a mi condición de cambiante. Muchas cosas de ello, se entremezclaban en mi vida diaria como un ser humano “normal”, por eso me afectaba más que a cualquiera aun a mi longeva edad.
Decidí intentar caminar una vez más, esta vez buscando a la fantasma que aunque a veces invisible y muy rápida ante mis ojos, casi como una ilusión óptica, permanecía en el bosque. Contemplé a mi alrededor y mi temperatura comenzaba a volver a su estado normal, lo único que tenía que hacer era moverme un poco y hacer circular mi sangre. No estaba enfermo, pero estaba debilitado y transformarme en una criatura no era la mejor opción en ese momento, tampoco.
-Lo lamento si te sentiste invadida... sé lo que eres, no tienes por qué jugar conmigo. Aunque yo tampoco, soy el ciento por ciento lo que puedes ver…- le dije a la leve brisa que acariciaba mi rostro. –Ten en cuenta mujer, que yo sólo pasaba por aquí… después de….- no terminé la frase, pensar nuevamente en la idea de la transformación podría traerme resultados catastróficos a mi salud.
Recién había podido recuperarme de todo lo perturbado que estaba, y al agudizar mi vista mi cabeza comenzó a doler, pero nuevamente, pude ver a la fantasma de rojizos cabellos y delgado cuerpo de ninfa que la envolvía en su misteriosa naturaleza. Borrosa la vi, pero seguía siendo una muchacha muy joven… me preguntaba en mi mente, a qué edad habría fallecido. No había tenido contacto con un fantasma tan cercanamente, pero sabía de su existencia en el bosque se hallaban muchos más solo los divisaba de lejos, perdidos en su propia miseria. Aquella joven muchacha con la que me topé, seguramente tampoco tendría una misión específica dentro del bosque… porque… ¿Qué cosas pueden decir los muertos?, ¿Cuál es su misión?, y… ¿Por qué algunos danzan en la soledad?… como aquella juvenil alma. Me senté a esperar al lado de un riachuelo, a que la joven volviera pronunciarse, aunque para ello podrían suceder años… y nuevamente volví a lo que venía: recuperarme completamente de mi transformación de lobo.
Seguramente, mi aspecto parecía el de un pordiosero vagando por el bosque borracho pero la verdad, es que lo único que buscaba en ese momento era un poco de paz. La joven espíritu, se perdió entre el paisaje pero sabía que seguía allí, estaba latente y los instintos de mis animales me lo confirmaban. Para mí, seguía siendo muy difícil encontrar “el equilibrio entre lo humano y lo divno”, como le llamaba yo a mi condición de cambiante. Muchas cosas de ello, se entremezclaban en mi vida diaria como un ser humano “normal”, por eso me afectaba más que a cualquiera aun a mi longeva edad.
Decidí intentar caminar una vez más, esta vez buscando a la fantasma que aunque a veces invisible y muy rápida ante mis ojos, casi como una ilusión óptica, permanecía en el bosque. Contemplé a mi alrededor y mi temperatura comenzaba a volver a su estado normal, lo único que tenía que hacer era moverme un poco y hacer circular mi sangre. No estaba enfermo, pero estaba debilitado y transformarme en una criatura no era la mejor opción en ese momento, tampoco.
-Lo lamento si te sentiste invadida... sé lo que eres, no tienes por qué jugar conmigo. Aunque yo tampoco, soy el ciento por ciento lo que puedes ver…- le dije a la leve brisa que acariciaba mi rostro. –Ten en cuenta mujer, que yo sólo pasaba por aquí… después de….- no terminé la frase, pensar nuevamente en la idea de la transformación podría traerme resultados catastróficos a mi salud.
Recién había podido recuperarme de todo lo perturbado que estaba, y al agudizar mi vista mi cabeza comenzó a doler, pero nuevamente, pude ver a la fantasma de rojizos cabellos y delgado cuerpo de ninfa que la envolvía en su misteriosa naturaleza. Borrosa la vi, pero seguía siendo una muchacha muy joven… me preguntaba en mi mente, a qué edad habría fallecido. No había tenido contacto con un fantasma tan cercanamente, pero sabía de su existencia en el bosque se hallaban muchos más solo los divisaba de lejos, perdidos en su propia miseria. Aquella joven muchacha con la que me topé, seguramente tampoco tendría una misión específica dentro del bosque… porque… ¿Qué cosas pueden decir los muertos?, ¿Cuál es su misión?, y… ¿Por qué algunos danzan en la soledad?… como aquella juvenil alma. Me senté a esperar al lado de un riachuelo, a que la joven volviera pronunciarse, aunque para ello podrían suceder años… y nuevamente volví a lo que venía: recuperarme completamente de mi transformación de lobo.
Martin Nazgul- Cambiante Clase Media
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Re: ¿Quién baila con los muertos?
Lo vio erguirse y andar. Observó la cadencia de sus pasos y en algún momento imaginó que tal vez la buscaba a ella. Se mantuvo en movimiento, procurando no reducir -pero tampoco ampliar- la distancia que los iba separando a medida que recorrían aquella porción de bosque. Sintióse inquieta ante la falta de respuesta o de reacción acorde a sus palabras, pero la espera resultó ser tan breve como la estadía de los sueños en el recuerdo y el resultado, tan frustrante como ser descubierto a mitad de una fechoría.
¿Invadida? ¿Jugar con él? Saber lo que era, decir que jugaba, ¿Trataba aquel, acaso, de hacerla ver como una cachorra acorralada? ¿De herir su orgullo? Lo cierto es que tal vez lo consiguió, pues el sentimiento de vergüenza que recorrió su espectral figura afortunadamente sólo fue notorio para ella misma. Lo consideró una indiscreción, un ataque hacia su persona... Pero tan sólo se trató de su propia percepción, filtrada a través de una capa de hinchada dignidad y la vaga sombra de un anterior -muy fuerte- amor propio que aún intentaba prevalecer por encima de la frialdad de su estado. De todos modos, ¿No había sido ella la culpable de querer intimidarle, en principio? Pero tal lógica no funciona en quien se cree por encima y más bien termina por merecerlo.
Arrepintióse inmediatamente de su triste jugarreta, reconociendo lo infantil de su arranque y la gran falta de habilidad y credibilidad en su lamentable actuación. Infeliz señorita creyéndose la mejor en perfomance y derrumbada al primer fracaso en varios años. Pero no podía, oh no, dejar las cosas así de simples, de darle la razón al desconocido por medio de su denso silencio. Tenía que recuperar la compostura, por su honor, por su caprichosa personalidad. Sin embargo, seguía lo suficientemente perturbada como para no lograr hilar ninguna frase llena de sarcasmo, alguna defensa, cualquier cosa que pudiese figurar como buena respuesta y volver a elevar su posición ante el joven. Claramente, esto volvió a molestarle.
Sumergida en sus propias ideas de ofensa y humillación, ignoró la noción del espacio y dióse cuenta de haber perdido de vista al desconocido, causante momentáneo de sus conflictos internos. ¿Habría caído muerto en algún sitio? Es gracioso de notar que para la pelirroja, cualquier otra idea no fue lo suficientemente relevante como para quedar por encima de lo que concierne al fallecimiento; tal vez, sin notarlo, le obsesionaba la idea. Reemplazando indignación por curiosidad, dejóse ver nuevamente y deshizo sus pasos, creyendo haberse adelantado en algún punto incierto.
Habiendo encontrado tan sólo los usuales sonidos nocturnos y el andar del viento entre los troncos, se impacientó. Deseó intentar llamarle y esperar una respuesta para guiarse, pero desechó la idea tan rápido como apareció, movida tanto por su actitud anterior como por darse cuenta que no conocía el nombre de aquel, y gritar cualquier cosa a los habitantes de aquella porción de tierra no era cosa de hacer una joven dama como ella. No en vano había pasado algunas décadas visitando aquel bosque; lo conocía lo suficiente como para poder descartar rápidamente algunos de los sitios donde podría haber quedado rezagado el susodicho y tras esto, comenzó su búsqueda.
Se detuvo al cabo de lo que tal vez fue una hora, pero apenas lo que dura un latido para una existencia larga como la suya. Cada vez más convencida de tener que visitar el sitio que estuvo evitando concienzudamente, aquel que le inspiraba emociones de las más negativas, inquietudes de lo más profundas. Aquello a lo que no debía temer, pues no hay cabida alguna para el miedo tras haber perecido una vez. Dándose por vencida y segura esta vez de hallarle, apareció a la orilla de una pequeña, casi ridícula porción de agua en movimiento. Y a su lado, respirando aún, al joven de ojos claros.
No pudo evitar dirigir una serie de breves miradas de rechazo al joven camino de agua que, odioso, le devolvía un silencioso gesto de indiferencia total ─Veo que sigues vivo, he de admitir que me siento un poco decepcionada─. Más que realmente esperar ver la frescura de su reciente cadáver, desquitaba su molestia anterior. Los brazos cruzados por debajo del busto procuraban un marco acorde a la actitud altanera que dominaba sus pálidas -ligeramente azuladas y húmedas- facciones. ¿Qué pretendía con ello? Tal vez un triste intento de disimular que verdaderamente no había tenido motivo alguno en especial para salir nuevamente a su encuentro. Procuraría un intento de entablar conversación, más interiormente rogaba que no sacase a flote su triste actuación anterior.
─Me parece, joven... ─esperó, invitando a que dijese su nombre─ que no has terminado de hablar. Bien sabrás que no es de buenos modales dejar las ideas inconclusas, por lo que ¿después de...?
¿Invadida? ¿Jugar con él? Saber lo que era, decir que jugaba, ¿Trataba aquel, acaso, de hacerla ver como una cachorra acorralada? ¿De herir su orgullo? Lo cierto es que tal vez lo consiguió, pues el sentimiento de vergüenza que recorrió su espectral figura afortunadamente sólo fue notorio para ella misma. Lo consideró una indiscreción, un ataque hacia su persona... Pero tan sólo se trató de su propia percepción, filtrada a través de una capa de hinchada dignidad y la vaga sombra de un anterior -muy fuerte- amor propio que aún intentaba prevalecer por encima de la frialdad de su estado. De todos modos, ¿No había sido ella la culpable de querer intimidarle, en principio? Pero tal lógica no funciona en quien se cree por encima y más bien termina por merecerlo.
Arrepintióse inmediatamente de su triste jugarreta, reconociendo lo infantil de su arranque y la gran falta de habilidad y credibilidad en su lamentable actuación. Infeliz señorita creyéndose la mejor en perfomance y derrumbada al primer fracaso en varios años. Pero no podía, oh no, dejar las cosas así de simples, de darle la razón al desconocido por medio de su denso silencio. Tenía que recuperar la compostura, por su honor, por su caprichosa personalidad. Sin embargo, seguía lo suficientemente perturbada como para no lograr hilar ninguna frase llena de sarcasmo, alguna defensa, cualquier cosa que pudiese figurar como buena respuesta y volver a elevar su posición ante el joven. Claramente, esto volvió a molestarle.
Sumergida en sus propias ideas de ofensa y humillación, ignoró la noción del espacio y dióse cuenta de haber perdido de vista al desconocido, causante momentáneo de sus conflictos internos. ¿Habría caído muerto en algún sitio? Es gracioso de notar que para la pelirroja, cualquier otra idea no fue lo suficientemente relevante como para quedar por encima de lo que concierne al fallecimiento; tal vez, sin notarlo, le obsesionaba la idea. Reemplazando indignación por curiosidad, dejóse ver nuevamente y deshizo sus pasos, creyendo haberse adelantado en algún punto incierto.
Habiendo encontrado tan sólo los usuales sonidos nocturnos y el andar del viento entre los troncos, se impacientó. Deseó intentar llamarle y esperar una respuesta para guiarse, pero desechó la idea tan rápido como apareció, movida tanto por su actitud anterior como por darse cuenta que no conocía el nombre de aquel, y gritar cualquier cosa a los habitantes de aquella porción de tierra no era cosa de hacer una joven dama como ella. No en vano había pasado algunas décadas visitando aquel bosque; lo conocía lo suficiente como para poder descartar rápidamente algunos de los sitios donde podría haber quedado rezagado el susodicho y tras esto, comenzó su búsqueda.
Se detuvo al cabo de lo que tal vez fue una hora, pero apenas lo que dura un latido para una existencia larga como la suya. Cada vez más convencida de tener que visitar el sitio que estuvo evitando concienzudamente, aquel que le inspiraba emociones de las más negativas, inquietudes de lo más profundas. Aquello a lo que no debía temer, pues no hay cabida alguna para el miedo tras haber perecido una vez. Dándose por vencida y segura esta vez de hallarle, apareció a la orilla de una pequeña, casi ridícula porción de agua en movimiento. Y a su lado, respirando aún, al joven de ojos claros.
No pudo evitar dirigir una serie de breves miradas de rechazo al joven camino de agua que, odioso, le devolvía un silencioso gesto de indiferencia total ─Veo que sigues vivo, he de admitir que me siento un poco decepcionada─. Más que realmente esperar ver la frescura de su reciente cadáver, desquitaba su molestia anterior. Los brazos cruzados por debajo del busto procuraban un marco acorde a la actitud altanera que dominaba sus pálidas -ligeramente azuladas y húmedas- facciones. ¿Qué pretendía con ello? Tal vez un triste intento de disimular que verdaderamente no había tenido motivo alguno en especial para salir nuevamente a su encuentro. Procuraría un intento de entablar conversación, más interiormente rogaba que no sacase a flote su triste actuación anterior.
─Me parece, joven... ─esperó, invitando a que dijese su nombre─ que no has terminado de hablar. Bien sabrás que no es de buenos modales dejar las ideas inconclusas, por lo que ¿después de...?
Lady Rouge- Fantasma
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