June Roulette - Privado - Viktor Paine (2017)

Cincuenta largos años evitando los lugares con demasiada gente, era mucho tiempo. Sabía perfectamente cuales eran los motivos para alejarse del gentío y aun así no hacía ningún esfuerzo para cambiarlo. Estaba acostumbrada a oír todos los sonidos más nimios que la rodeaban, a añorar el espacio que su cuerpo ocupaba cuando estaba sola, y sobretodo, no podía obviar que la gente la perturbaba y confundía, dejándola en ese total silencio que cargaba desde su infancia.

Ésta vez haría algo diferente y no se limitaría a los paseos nocturnos por el parque, iría a dar una vuelta por la feria ambulante que tenía a los habitantes de París en un éxtasis alentador, como si toda la gente anduviera feliz y la idea de que un vampiro bebiera de un cuello era parte de la ilusión del ambiente. Pero Unna no tenía hambre; que beber ya no era su justificación.

Sólo se vistió como lo haría una muchacha de diecinueve años en la Alemania, en un ambiente cálido, nada moderno pero tampoco que la hiciera llamar demasiado la atención, ocultando de cierta forma parte de su cuerpo, pero dejando a la vista, su popular piel nívea tan características de los muertos. Metió en un bolso de mano una libreta por si surgían algunas ideas para un reportaje sobre la feria ambulante, un celular y salió de su casa.

Caminó a la velocidad promedio de una criatura como ella y a los cinco minutos estaba pagando una entrada, para poder deleitarse de los juegos instalados alrededor de una gran rueda que giraba llena de luces, recordándole necesariamente Londres.

Siguió recorriendo, pero se dirigió con cierta cautela hacia los diferentes puestos, echándole un vistazo a la gente que se congregaba alrededor, pero manteniéndose lejos de todos ellos, evitando de cierta forma que alguien pudiera tocarla o simplemente un niño derramara helado en sus zapatos. Se sentía perturbada, pero a pesar de eso algo la impulsaba a estar emocionada, con ese constante éxtasis que le produce a un niño subir a cada a uno de los juegos de la feria, sólo que ella tenía cincuenta años y era un vampiro.

Corrió una brisa típica de comienzos de otoño pero no sintió frío, solo se despeinó su pelo y un aroma la llevó a girar su rostro en dirección a la gran rueda que estaba detenida en espera de pasajeros. Algo la impulsó a caminar hasta el hombre que recibía los boletos, pero jamás se percató del humano, como dijimos, no tenía hambre.

-Me gustaría subir- comentó Unna bajo un susurro. Luego, subió un par de escalones cuando el hombre le dio el paso y se sentó a la izquierda.

Quieta, inmutable e imperturbable. Posó sus manos sobre sus muslos y sostuvo su bolso de mano teniendo sus ojos fijos al frente, en espera de que la pequeña puerta del vagón se cerrara y la rueda comenzara. Un segundo, luego otro...