AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El truco del mago || Yendra
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El truco del mago || Yendra
Ni siquiera un mes después de por fin llegar a mi destino, aquel lugar extraño llamado París, sentí por primera vez un gran pinchazo de dolor como nunca antes, sentía que me oprimía el corazón y se llevaba un poco de mi vida a cada segundo. Extrañaba mi hogar y a mi gente, mi pueblo, mis padres, mis amigos; por una parte me recriminaba por esos sentimientos porque, a fin de cuentas yo escogí la libertad de mi tribu por sobre la mía y con ese compromiso aceptaba las consecuencias de mi decisión. El problema yacía en que ya no estaba seguro si había hecho lo correcto o si mi resolución, lejos de ser valerosa, había sido en realidad muy estúpida. Posiblemente.
Suspiré con pesar mientras me recargaba contra la pared de piedra. Durante el largo trayecto en barco hice lo mejor por moderar mi conducta pero algo sucedió cuando puse un pie en tierra; tal vez mi razonamiento no tenía ni pies ni cabeza pero llegué a pensar… tal vez cedí mi libertad pero no mi voluntad. ¿Estaba retorciendo mis propias palabras? quizá, pero la mera idea de ir “sí, amo” o “sí, ama” me revolvía el estómago.
Intenté distraerme de ese hilo de pensamientos o corría con el riesgo de desatarme y hacer otra idiotez. El castigo estándar para los esclavos que no se comportaban era una ronda de azotes y claro que ya había pasado por dicho procedimiento pero era obvio que el dueño del mercado sabía poco o nada sobre los “cambiaformas”, en verdad pensaba que el castigo ejercía el mismo efecto sobre mí. Mejor así. Que ya la estaba pasando mal encerrado y, para colmo, alejado de cualquier contacto humano. Lo que causó mi aislamiento fue la “aparición” de un león en medio de la bodega donde se tenían a los esclavos que iban a ser vendidos.
Tras varias horas de esfuerzo en conjunto, los vendedores armados lograron sujetarme a base de cadenas, látigos y una red. Inmediatamente después fui arrastrado hasta una jaula aparte, escondida tras una puerta. Los barrotes habían resultado demasiado sólidos como para romperlos, aún con mi fuerza sobrenatural. Estuve ahí encerrado por un par de días hasta que, sin previo aviso. El dueño del mercado se apareció con un collar hecho con aleaciones de plata, solo la suficiente como para debilitarme y evitar que me transformara, pero sin llegar a sentir que me quemaba el desgraciado metal.
Acto seguido fui jalado hasta otra jaula más pequeña, podía estar de pie o sentado, nada más. La jaula fue cubierta con una manta, cegándome de cualquier cosa que pasaba a mi alrededor. De repente sentí que el suelo se movía bruscamente, como si la pequeña cárcel se levantara y luego la hubieran colocado en otra parte, algo así como una carreta.
¿Esto significa que me vendieron? Me pregunté aún confundido de lo que pasaba.
Suspiré con pesar mientras me recargaba contra la pared de piedra. Durante el largo trayecto en barco hice lo mejor por moderar mi conducta pero algo sucedió cuando puse un pie en tierra; tal vez mi razonamiento no tenía ni pies ni cabeza pero llegué a pensar… tal vez cedí mi libertad pero no mi voluntad. ¿Estaba retorciendo mis propias palabras? quizá, pero la mera idea de ir “sí, amo” o “sí, ama” me revolvía el estómago.
Intenté distraerme de ese hilo de pensamientos o corría con el riesgo de desatarme y hacer otra idiotez. El castigo estándar para los esclavos que no se comportaban era una ronda de azotes y claro que ya había pasado por dicho procedimiento pero era obvio que el dueño del mercado sabía poco o nada sobre los “cambiaformas”, en verdad pensaba que el castigo ejercía el mismo efecto sobre mí. Mejor así. Que ya la estaba pasando mal encerrado y, para colmo, alejado de cualquier contacto humano. Lo que causó mi aislamiento fue la “aparición” de un león en medio de la bodega donde se tenían a los esclavos que iban a ser vendidos.
Tras varias horas de esfuerzo en conjunto, los vendedores armados lograron sujetarme a base de cadenas, látigos y una red. Inmediatamente después fui arrastrado hasta una jaula aparte, escondida tras una puerta. Los barrotes habían resultado demasiado sólidos como para romperlos, aún con mi fuerza sobrenatural. Estuve ahí encerrado por un par de días hasta que, sin previo aviso. El dueño del mercado se apareció con un collar hecho con aleaciones de plata, solo la suficiente como para debilitarme y evitar que me transformara, pero sin llegar a sentir que me quemaba el desgraciado metal.
Acto seguido fui jalado hasta otra jaula más pequeña, podía estar de pie o sentado, nada más. La jaula fue cubierta con una manta, cegándome de cualquier cosa que pasaba a mi alrededor. De repente sentí que el suelo se movía bruscamente, como si la pequeña cárcel se levantara y luego la hubieran colocado en otra parte, algo así como una carreta.
¿Esto significa que me vendieron? Me pregunté aún confundido de lo que pasaba.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
La cambiante entrecerraba los ojos y perseguía a uno de los que estaban al mando. -Soy una artista, no un mimo más o un payaso, sabes que sín mi no tienes a nadie con los huevos suficientes para subirse a hacer acrobacias a tanta altura sin red de seguridad, exijó más pago. - Gruñó mientras seguía a uno de los dueños, mientras este caminaba y suspiraba ante la insistancía de la cambiante, aunque claro, de está que él no sabía la verdadera naturaleza de Yendra, y está realmente se aprovechaba de eso para sacar algún dinero extra con cosas que los demas no se atrevían por no tener la fuerza o los dones necesarios, claro que la platina muchacha no descartaba que otros de naturaleza extrabagante que puede que estar por el circo, pero por ahora no lo había o al menos la felina aun no había captado el olor. -No puedo darte más querida.- Replicó el hombre. -Más te vale que eso cambie...o...- -Calma, calma...lo pensaré.- Dijo el hombre, Yendra le señaló dandole toques en el pecho. -Más te vale.
Yendra tomó otro camino, mientras reía entre dientes su maldad, le encantaba hacer el papel, de dama creida, es un papel que le encasillaban en ese papel de delicada dama creida a la que le quedaba bien un traje de colorines a juego con la tematica del circo, trenzaba su pelo mientras caminaba, y daba algunos saltitos, más escuchó a los hombres de atrás, parece que traian nueva mercancía, a veces traian bestias exoticas para el circo, y a veces Yendra las "entrenaba" o mejor dicho, charlaba con ellas para asegurarles una mejor vida, si eran buenas y dociles, aunque no era la primera vez que golpearía a un domador y no sería la ultima, ciertamente. Rió recordando cuando rompió la cara a ese domadór que osó golpear a uno de sus osos con un latigo, ella hacía tratos, los animales eran dociles y ella les traeria comida rica y procuraría su bien estar. Suspiró mientras negaba con la cabeza sonriendo, más empezó a prestar atención a las voces de los hombres que parecían traer algo nuevo, Yendra miró a un lado y a otro, que empiece la curiosidad.
Yendra se acercó a hurtadillas, por detras de unas cajas y se asomó por encima, veia a unos hombres traer algo en una señora carretilla, ¿Qué sería esta vez? ¿Un elefante? ¿un tigre? ¿algun exotico animal de un lugar remoto? estaba cubierto por una manta la jaula y no se veía lo que dentro estaba, los seguía para ir allí donde depositaran la nueva mercancia, ahora que se acercaba a la carreta que avanzaba se dió cuenta de que era pequeña, y alargada, no podía caber un animal grande, Yendra se dedicó a seguir a escondidas la carreta para ver que era lo que habían traido, algún capricho para alguno de los "señores" que se llevaban el dinero gordo en este lugar.
Yendra tomó otro camino, mientras reía entre dientes su maldad, le encantaba hacer el papel, de dama creida, es un papel que le encasillaban en ese papel de delicada dama creida a la que le quedaba bien un traje de colorines a juego con la tematica del circo, trenzaba su pelo mientras caminaba, y daba algunos saltitos, más escuchó a los hombres de atrás, parece que traian nueva mercancía, a veces traian bestias exoticas para el circo, y a veces Yendra las "entrenaba" o mejor dicho, charlaba con ellas para asegurarles una mejor vida, si eran buenas y dociles, aunque no era la primera vez que golpearía a un domador y no sería la ultima, ciertamente. Rió recordando cuando rompió la cara a ese domadór que osó golpear a uno de sus osos con un latigo, ella hacía tratos, los animales eran dociles y ella les traeria comida rica y procuraría su bien estar. Suspiró mientras negaba con la cabeza sonriendo, más empezó a prestar atención a las voces de los hombres que parecían traer algo nuevo, Yendra miró a un lado y a otro, que empiece la curiosidad.
Yendra se acercó a hurtadillas, por detras de unas cajas y se asomó por encima, veia a unos hombres traer algo en una señora carretilla, ¿Qué sería esta vez? ¿Un elefante? ¿un tigre? ¿algun exotico animal de un lugar remoto? estaba cubierto por una manta la jaula y no se veía lo que dentro estaba, los seguía para ir allí donde depositaran la nueva mercancia, ahora que se acercaba a la carreta que avanzaba se dió cuenta de que era pequeña, y alargada, no podía caber un animal grande, Yendra se dedicó a seguir a escondidas la carreta para ver que era lo que habían traido, algún capricho para alguno de los "señores" que se llevaban el dinero gordo en este lugar.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
Después de lo que pareció una eternidad, la jaula dejó de moverse, parecía ser que estaba en el suelo y no encima de algo. Difícil saberlo, no podía ver nada y, para colmo, todos los movimientos bruscos que hizo la jaula, las vueltas, los brincos y el balanceo en realidad solo sirvieron para ponerme mal y el pesado collar alrededor de mi cuello tampoco estaba ayudando; me hacía sentir débil y de solo sentirlo presionando contra mi cuello creaba la ilusión de que no respiraba como debía. Todo esto estaba poniéndome muy mal, me sentía tremendamente mareado.
La oscuridad en la que estaba sumido también era otro factor que estaba afectándome, si tan solo pudiera orientarme…
Tomé aire intentando reponerme y escurrí mi mano izquierda por entre los barrotes, intentando jalar la manta que cubría la jaula. Una vez que conseguí tomar un trozo de la tela comencé a tirar de esta hasta que la manta cayó al suelo. Al hacerlo, una mujer se materializó a apenas unos centímetros de mí. La sorpresa fue muy grande y di un salto hacia atrás, sin querer empujándola hacia atrás, balanceándola y finalmente haciendo que cayera al suelo con un escándalo. -Uff. -Me sobé la cabeza por el golpe que me había dado al caer.
No tenía de otra más que quedarme boca abajo en el suelo, no podía ponerme de pie o sentarme con la jaula en esa posición.
-¡Yendra! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!-Ladró una voz de entre las sombras
La oscuridad en la que estaba sumido también era otro factor que estaba afectándome, si tan solo pudiera orientarme…
Tomé aire intentando reponerme y escurrí mi mano izquierda por entre los barrotes, intentando jalar la manta que cubría la jaula. Una vez que conseguí tomar un trozo de la tela comencé a tirar de esta hasta que la manta cayó al suelo. Al hacerlo, una mujer se materializó a apenas unos centímetros de mí. La sorpresa fue muy grande y di un salto hacia atrás, sin querer empujándola hacia atrás, balanceándola y finalmente haciendo que cayera al suelo con un escándalo. -Uff. -Me sobé la cabeza por el golpe que me había dado al caer.
No tenía de otra más que quedarme boca abajo en el suelo, no podía ponerme de pie o sentarme con la jaula en esa posición.
-¡Yendra! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!-Ladró una voz de entre las sombras
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
Había seguido aquel carro a ver donde ponian aquello que traían y lo que más interesaba era lo que ocultaba, parecía que al fin le encontraban un buen sitió para dejarlo, Yendra se acercaba muy a escondidas siguiendolos, siempre había sido muy curiosa y por más cosas que le hubiesen pasado por meter las narices la felina cambiante no se daba por vencida de seguir intentando saber todo lo que le llamase la atención, la rubia se acercó a inspeccionar, olía algo, algo o alguien había en esa cosa, oculto, Yendra abría mucho sus azules ojos observando aquella lona, mientras alargaba la mano para descubrirla, pero derrepente está se movió descubriendose sola para desvelar el misterio que intrigaba a la cambiante.
Yendra dió un sonoro bufido por ello, cuando vio como la lona se descubría hacía abajo, una jaula, extrecha y alta con un joven de piel tostada dentro, Yendra dió un leve grito, pero parece ser que no fue la unica que se asustó puesto que quien andaba dentro tambien dió tal sobresalto que la jaula en la que estaba volcó. -¡¡Que demonios!!.- Exclamó la malhumorada cambiante que se acercaba velozmente a mirar al joven que parecia que se habia dado en la cabeza al volcar la jaula. -¿Que haces?- Gruñó la cambiante, cuando derrepente fue otra voz la que les importunó, Yendra se giró bruscamente a mirar a quien la llamo. -¿¡Que!? ¿como que qué estoy haciendo?- Gruñó la malhumorada rubia que miró en dirección a las sombras -Requiero una explicación de esto.- Rugió enfadada mientras notaba como el cabello de su nuca se erizaba por la tensión.
Yendra dió un sonoro bufido por ello, cuando vio como la lona se descubría hacía abajo, una jaula, extrecha y alta con un joven de piel tostada dentro, Yendra dió un leve grito, pero parece ser que no fue la unica que se asustó puesto que quien andaba dentro tambien dió tal sobresalto que la jaula en la que estaba volcó. -¡¡Que demonios!!.- Exclamó la malhumorada cambiante que se acercaba velozmente a mirar al joven que parecia que se habia dado en la cabeza al volcar la jaula. -¿Que haces?- Gruñó la cambiante, cuando derrepente fue otra voz la que les importunó, Yendra se giró bruscamente a mirar a quien la llamo. -¿¡Que!? ¿como que qué estoy haciendo?- Gruñó la malhumorada rubia que miró en dirección a las sombras -Requiero una explicación de esto.- Rugió enfadada mientras notaba como el cabello de su nuca se erizaba por la tensión.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
Apenas unos segundos habían transcurrido desde que la jaula volcó y me había golpeado pero, gracias a mi naturaleza de cambiante el dolor se disipó casi al instante aunque continuaba un pequeño malestar en la cabeza. Me sacudí y exhalé una especie de gruñido mientras seguía boca abajo, la postura era extremadamente humillante pero no había mucho que hacer, yo no podía voltear la jaula de nuevo ni mucho menos erguirme. Lo único que pude hacer fue girar sobre mí mismo para quedar boca arriba y al menos poder ver la escena que ocurría a mis espaldas.
No entendía nada de lo que estaban diciendo pero, a juzgar por el creciente tono de voz y sus miradas hacia mi persona, pude entender que estaban discutiendo por mí aunque no entendía bien la razón. Que apenas había llegado, no había hecho nada malo y si la jaula se había caído era un mero accidente. Rodé los ojos y esperé a que terminaran de pelear, pues más no podía hacer. -¡Esto… –dijo señalándome con un dedo. -… es la nueva atracción del circo! Este negro me va a hacer ganar una fortuna y pobre de ti si le ha pasado algo. –Luego de eso se inclinó para examinar que no tuviera nada, contuve el impulso de atacarlo por entre los barrotes pero no oculté mi desdén por su cercanía. Luego de eso levantó la jaula haciendo acopio de su fuerza.
-Mira Yendra, este esclavo no es como cualquier otro y tuve mucha suerte de poder conseguirlo. ¿Quieres un aumento? Él conseguirá el dinero suficiente, ya lo verás. –Suspiró exasperado antes de sacar una llave de su bolsillo y procedió a abrir la jaula. -¡Vamos, sal de ahí! –Gruñó antes de señalar un espacio en el suelo, haciéndome entender que quería que me parara allí. ¿Para qué? Quien sabe pero igual lo hice. Se acercó a mí y, colocando un dedo en mi barbilla, me hizo alzar la cabeza, exponiendo el collar que lucía en mi cuello. –Tengo que encerrarlo, Yendra. Me han dicho que es peligroso tenerlo suelto. ¿Ves ese collar? Es lo que impide que nos ataque. Así que ni se te ocurra quitárselo.
No entendía nada de lo que estaban diciendo pero, a juzgar por el creciente tono de voz y sus miradas hacia mi persona, pude entender que estaban discutiendo por mí aunque no entendía bien la razón. Que apenas había llegado, no había hecho nada malo y si la jaula se había caído era un mero accidente. Rodé los ojos y esperé a que terminaran de pelear, pues más no podía hacer. -¡Esto… –dijo señalándome con un dedo. -… es la nueva atracción del circo! Este negro me va a hacer ganar una fortuna y pobre de ti si le ha pasado algo. –Luego de eso se inclinó para examinar que no tuviera nada, contuve el impulso de atacarlo por entre los barrotes pero no oculté mi desdén por su cercanía. Luego de eso levantó la jaula haciendo acopio de su fuerza.
-Mira Yendra, este esclavo no es como cualquier otro y tuve mucha suerte de poder conseguirlo. ¿Quieres un aumento? Él conseguirá el dinero suficiente, ya lo verás. –Suspiró exasperado antes de sacar una llave de su bolsillo y procedió a abrir la jaula. -¡Vamos, sal de ahí! –Gruñó antes de señalar un espacio en el suelo, haciéndome entender que quería que me parara allí. ¿Para qué? Quien sabe pero igual lo hice. Se acercó a mí y, colocando un dedo en mi barbilla, me hizo alzar la cabeza, exponiendo el collar que lucía en mi cuello. –Tengo que encerrarlo, Yendra. Me han dicho que es peligroso tenerlo suelto. ¿Ves ese collar? Es lo que impide que nos ataque. Así que ni se te ocurra quitárselo.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
La cambiante abría mucho los ojos mirando al capataz, como gritaba enfadado por volcar la jaula, Yendra le seguía con la mirada, una mirada que podría matar perfectamente, apretaba los dientes y abría mucho los ojos observandole, se había atrevido a amenazarla...ladeó la cabeza y empezo a agacharse lentamente, mientras deslizaba su mano hacia sus botas, como si fuese atarselas, pero lo que ocultaba en ellas era un cuchillo que empezó a deslizar para sacarlo, demasiado impulsiva era la cambiante, observó como levantaba la jaula y como despues el tono fue más calmado, Yendra abandono la idea de ensartarlo y se volvió a incorporar sin importarle en demasia si el chico se había fijado en lo que había sido su intención o no.
Yendra miraba con estrañeza al superior y despues al chico, era jovencito sin duda, incluso se acercó un poco a observarle de cerca. -¿él? ¿Por que te ha costado tanto?- Preguntó ella con curiosidad mientras observaba como habría la jaula, y le ordenaba salir, el joven le hizo caso ante la sorpresa de la cambiante, si hubiera sido ella según esa puerta se habría abierto ella le habría intentado sacar los ojos como poco, más atonita observó como el joven se coloco ahí en medio, la cambiante aprovechó para olfatearle, olía a bestia ciertamente, pero dado el viaje y la compañía de posibles fieras no sabía si era él o el haber estado al lado de animales. Miró el collar que le indico y frunció el ceño. -Aham, entiendo...pero aun quiero que me respondas al hecho de que él sea tán importante.- Gruñó ahora la cambiante cruzandose de brazos, mientras andaba alrededor del joven mirandole con suma curiosidad, era incluso un poco más alto que ella. Tenía ganas de ver que tramaba y el destino del joven que no parecía entender muy bien lo que ocurría.
Yendra miraba con estrañeza al superior y despues al chico, era jovencito sin duda, incluso se acercó un poco a observarle de cerca. -¿él? ¿Por que te ha costado tanto?- Preguntó ella con curiosidad mientras observaba como habría la jaula, y le ordenaba salir, el joven le hizo caso ante la sorpresa de la cambiante, si hubiera sido ella según esa puerta se habría abierto ella le habría intentado sacar los ojos como poco, más atonita observó como el joven se coloco ahí en medio, la cambiante aprovechó para olfatearle, olía a bestia ciertamente, pero dado el viaje y la compañía de posibles fieras no sabía si era él o el haber estado al lado de animales. Miró el collar que le indico y frunció el ceño. -Aham, entiendo...pero aun quiero que me respondas al hecho de que él sea tán importante.- Gruñó ahora la cambiante cruzandose de brazos, mientras andaba alrededor del joven mirandole con suma curiosidad, era incluso un poco más alto que ella. Tenía ganas de ver que tramaba y el destino del joven que no parecía entender muy bien lo que ocurría.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
El hombre, aparentemente frustrado por la actitud de la mujer, negó con la cabeza y miró hacia el horizonte, pronto anochecería y pude ver en sus ojos que tenía algo planeado conmigo al anochecer. –Preferiría no decírtelo pero sé que lo averiguarás eventualmente. –Suspiró y se pellizcó la nariz en frustración. Rodé los ojos, no les entendía nada y personalmente no eran de mi interés, bueno, al menos él. Miré de reojo a la mujer de cabellos dorados que estaba a mi lado, podía percibir su “aura” como había escuchado que le llamaban. Ella y yo éramos iguales y eso sí que captaba mi atención.
-Bien, por ahora vuelve a ensayar. Recuerda que tenemos un espectáculo esta noche, no quiero tropiezos ni retardos. Estaré toda la noche ocupándome del esclavo, mañana por la mañana te diré todo lo que quieres saber pero por esta noche no quiero saber nada más. –Y me jaló del collar, prácticamente arrastrándome hacia otro lado, ahí estaban todos los animales del circo. Había un elefante, jirafas, varios monos y una enorme jaula vacía. Supe de inmediato que ahí es a donde quería meterme. ¿Salí de una jaula solo para entrar a otra? Tal vez era una maniobra estúpida pero no pude evitarlo, cuando la puerta de acero se abrió, me sostuve del marco para no entrar. -¡Joder, ¿es en serio?! –Bramó y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, volvió a intentar meterme. Detestaba el encierro y no iba a escaparme pero no podía comunicárselo al hombre. Puedo ser obediente pero no me encierres como animal. -¡Yendra, ayúdame! –Gritó con la cabeza volteando a la dirección en la que estaba la rubia. No desaproveché eso y le clavé una mordida en la mano antes de trepar por los barrotes de la jaula y sentarme en la cima donde él no podía alcanzarme.
Lo contemplé desde mi posición en las alturas y me senté con ambas peirnas cruzados y brazos cruzados a forma de protesta. ¿De verdad era necesario todo el espectáculo de la jaula? Al parecer él lo consideraba así. -¡Baja de ahí, Aasim! –Gritó con la cara enrojecida de furia y agitando su mano lastimada en el aire.
-Bien, por ahora vuelve a ensayar. Recuerda que tenemos un espectáculo esta noche, no quiero tropiezos ni retardos. Estaré toda la noche ocupándome del esclavo, mañana por la mañana te diré todo lo que quieres saber pero por esta noche no quiero saber nada más. –Y me jaló del collar, prácticamente arrastrándome hacia otro lado, ahí estaban todos los animales del circo. Había un elefante, jirafas, varios monos y una enorme jaula vacía. Supe de inmediato que ahí es a donde quería meterme. ¿Salí de una jaula solo para entrar a otra? Tal vez era una maniobra estúpida pero no pude evitarlo, cuando la puerta de acero se abrió, me sostuve del marco para no entrar. -¡Joder, ¿es en serio?! –Bramó y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, volvió a intentar meterme. Detestaba el encierro y no iba a escaparme pero no podía comunicárselo al hombre. Puedo ser obediente pero no me encierres como animal. -¡Yendra, ayúdame! –Gritó con la cabeza volteando a la dirección en la que estaba la rubia. No desaproveché eso y le clavé una mordida en la mano antes de trepar por los barrotes de la jaula y sentarme en la cima donde él no podía alcanzarme.
Lo contemplé desde mi posición en las alturas y me senté con ambas peirnas cruzados y brazos cruzados a forma de protesta. ¿De verdad era necesario todo el espectáculo de la jaula? Al parecer él lo consideraba así. -¡Baja de ahí, Aasim! –Gritó con la cara enrojecida de furia y agitando su mano lastimada en el aire.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
Suspira con notable impaciencia, la cambiante hacía tronar su cuello mientras escuchaba a ese carcamal buscar todas las escusas del mundo para no revelar sus verdaderas intenciones, y las que tenía con aquel pobre chico, mientras el otro parecía sucumbir a la frustración la rubia se giro a mirar al joven aprovechando la distracción del otro para empezar a olisquear a ese chico ya que estaba terminando de confirmar la percepción de aura, se colocó rapidamente en su posición inicial, ladeando la cabeza con notablemente curiosidad, estaba claro que no estaba dispuesto a revelar las intenciones con el joven afirmando que se lo diría sin querer revelar nada al menos por ahora. La cambiante bufó con exasperación por el ocultismo del jefe.
Se cruzó de brazos con cara de pocos amigos por la falta de información. Frunció el ceño mirando al capataz mandandola ensayar para que la función de la noche estuviera perfecta. -Jamas me tropiezo..- Respondió de manera fria, replicando por no satisfacer su curiosidad tal como ella deseaba, el joven chico no parecía entender nada de lo que ocurría allí, y miraba esa cadena que tenía el pobre chico al cuello. Observó como le arrastraron hasta el pabellón donde tenía a los pobres animales a los que Yendra solía acercarse para mimarlos en cuanto todos se iban, se cruzó de brazos y siguió a ambos de camino a donde las fieras, mirando la jaula en la que tenía intención de meterse, la cambiante observó apoyada de remolona forma en uno de los postes como el chico no quiso meterse en la jaula. Cosa que hizo enfadar a ese bruto que empezó a maldecir, la rubia siguió con la mirada al joven esclavo y sonrió de maliciosa forma divertida por todo lo que había creado esa actitud rebelde. Arqueó una ceja cuando ese idiota osó llamar a Yendra para que le ayudase, lo que hizo que la rubia soltase una sarcastica risa egolatra. -Vaya vaya, ¿ahora necesitas mi ayuda?.- Replicó con egocentrismo, mientras aguantó la risa cuando vió como le mordía la nueva adquisición, y se subía a lo alto de la jaula mientras el otro rabiaba.
Yendra negó con la cabeza y se acercó finalmente mientras el otro exigia que bajase de nuevo para entrar en la jaula, Yendra le dió unas palmaditas en el hombro a modo consolación aunque igual de una forma notablemente sarcastica. -¿Y en vez de meterlo en una jaula por que no le dejas estar en unas de las alcobas como tenemos los demas?.- Sugirió la rubia mientras miraba al chico, la verdad tenía unas dudas, sobre todo no sabía si el capataz sabía lo que era el chico, ni siquiera sabía si él sabia lo que era ella, generalmente sus cambios de forma no lo solían mostrar a no ser que fuese urgentemente necesario, y no solía desde hace tiempo dar el cambiazo cuando se metía en una pelea, se miró las uñas con aire superior esperando que el hombre entrase en razón y dejase de comportarse como el energumeno que estaba siendo en ese instante. Dió un resoplido colmando la poca paciencia que tenía la cambiante, pero sonreía de amable manera al esclavo.
Se cruzó de brazos con cara de pocos amigos por la falta de información. Frunció el ceño mirando al capataz mandandola ensayar para que la función de la noche estuviera perfecta. -Jamas me tropiezo..- Respondió de manera fria, replicando por no satisfacer su curiosidad tal como ella deseaba, el joven chico no parecía entender nada de lo que ocurría allí, y miraba esa cadena que tenía el pobre chico al cuello. Observó como le arrastraron hasta el pabellón donde tenía a los pobres animales a los que Yendra solía acercarse para mimarlos en cuanto todos se iban, se cruzó de brazos y siguió a ambos de camino a donde las fieras, mirando la jaula en la que tenía intención de meterse, la cambiante observó apoyada de remolona forma en uno de los postes como el chico no quiso meterse en la jaula. Cosa que hizo enfadar a ese bruto que empezó a maldecir, la rubia siguió con la mirada al joven esclavo y sonrió de maliciosa forma divertida por todo lo que había creado esa actitud rebelde. Arqueó una ceja cuando ese idiota osó llamar a Yendra para que le ayudase, lo que hizo que la rubia soltase una sarcastica risa egolatra. -Vaya vaya, ¿ahora necesitas mi ayuda?.- Replicó con egocentrismo, mientras aguantó la risa cuando vió como le mordía la nueva adquisición, y se subía a lo alto de la jaula mientras el otro rabiaba.
Yendra negó con la cabeza y se acercó finalmente mientras el otro exigia que bajase de nuevo para entrar en la jaula, Yendra le dió unas palmaditas en el hombro a modo consolación aunque igual de una forma notablemente sarcastica. -¿Y en vez de meterlo en una jaula por que no le dejas estar en unas de las alcobas como tenemos los demas?.- Sugirió la rubia mientras miraba al chico, la verdad tenía unas dudas, sobre todo no sabía si el capataz sabía lo que era el chico, ni siquiera sabía si él sabia lo que era ella, generalmente sus cambios de forma no lo solían mostrar a no ser que fuese urgentemente necesario, y no solía desde hace tiempo dar el cambiazo cuando se metía en una pelea, se miró las uñas con aire superior esperando que el hombre entrase en razón y dejase de comportarse como el energumeno que estaba siendo en ese instante. Dió un resoplido colmando la poca paciencia que tenía la cambiante, pero sonreía de amable manera al esclavo.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
El hombre continuaba mirando su mano lastimada mientras hacía presión en la misma, intentando hacer que el potente dolor de la mordida disminuyera, cosa que me pareció muy extraña puesto que yo juraba que no le había mordido tan fuerte como para que tuviera esa reacción, él estaba exagerando la situación.
Comencé a relajar mi postura a medida que la escena debajo de mí se desenvolvía, aquella muchacha de pelos rubios se aproximó unos pasos hacia él y, a juzgar por su lenguaje corporal, ella no tenía deseo alguno de ayudarle a que yo bajara; podía darme cuenta de que aquella muchacha disfrutaba de verlo enfadado casi tanto como yo lo hacía. Aun así, esa no era razón suficiente como para que sintiera empatía hacia ella, tampoco lo era el que compartiéramos la misma naturaleza sobrehumana. A pesar de la ira del hombre, sus gritos, y la combinación de golpes y patadas que daba a la jaula; él no era una amenaza en ningún sentido, por más que lo intentara. En cambio, aquella muchacha sí que lo era. Sabía de sus dones ocultos así como ella sabía de los míos, resolví que lo más inteligente sería no tentar la paciencia de la joven, no sino hasta saber qué tanta era su fuerza y aprender qué otros dones poseía que pudieran aventajarme. Resumiendo, lo mejor era mantener la paz con ella, observarla mejor.
Viendo que el hombre no se atrevía a subir para buscarme, y la mujer se rehusaba a ayudarle, me relajé en mi lugar y cambié de posición, quedando boca abajo sobre el techo de madera de la jaula. Dejé mi brazo colgando de la orilla y comencé a balancearlo suavemente de una forma tan tranquila que parecía que no me importaba el castigo que iba a recibir una vez me decidiera a bajar de allí. Ladeé la cabeza con mediano asombro al ver que la ira del hombre aumentaba cada vez más; mis movimientos resultaban, para ojos ajenos, extrañamente felinos pero para mí resultaba, simple y sencillamente, mi forma natural de moverme. Mi naturaleza era parcialmente felina y no hacía esfuerzo alguno por ocultarlo.
-No, Yendra. Debo hacerlo entender cuál es su lugar, es un esclavo y me pertenece a mí así como al circo. –Jadeó el hombre, su pelo estaba despeinado. –Además, mira su piel. No es como nosotros, se comporta como un salvaje y me ha mordido. Yendra, ese esclavo me mordió. Si va a comportarse como animal pues así se le tiene que tratar. –A medida que hablaba su rostro enrojeció cada vez más y más. La verdad no entendía ni media palabra de lo que estaba diciendo, solo atinaba a decir que estaba muy molesto conmigo. –Hazlo bajar y te diré para qué lo quiero.
Comencé a relajar mi postura a medida que la escena debajo de mí se desenvolvía, aquella muchacha de pelos rubios se aproximó unos pasos hacia él y, a juzgar por su lenguaje corporal, ella no tenía deseo alguno de ayudarle a que yo bajara; podía darme cuenta de que aquella muchacha disfrutaba de verlo enfadado casi tanto como yo lo hacía. Aun así, esa no era razón suficiente como para que sintiera empatía hacia ella, tampoco lo era el que compartiéramos la misma naturaleza sobrehumana. A pesar de la ira del hombre, sus gritos, y la combinación de golpes y patadas que daba a la jaula; él no era una amenaza en ningún sentido, por más que lo intentara. En cambio, aquella muchacha sí que lo era. Sabía de sus dones ocultos así como ella sabía de los míos, resolví que lo más inteligente sería no tentar la paciencia de la joven, no sino hasta saber qué tanta era su fuerza y aprender qué otros dones poseía que pudieran aventajarme. Resumiendo, lo mejor era mantener la paz con ella, observarla mejor.
Viendo que el hombre no se atrevía a subir para buscarme, y la mujer se rehusaba a ayudarle, me relajé en mi lugar y cambié de posición, quedando boca abajo sobre el techo de madera de la jaula. Dejé mi brazo colgando de la orilla y comencé a balancearlo suavemente de una forma tan tranquila que parecía que no me importaba el castigo que iba a recibir una vez me decidiera a bajar de allí. Ladeé la cabeza con mediano asombro al ver que la ira del hombre aumentaba cada vez más; mis movimientos resultaban, para ojos ajenos, extrañamente felinos pero para mí resultaba, simple y sencillamente, mi forma natural de moverme. Mi naturaleza era parcialmente felina y no hacía esfuerzo alguno por ocultarlo.
-No, Yendra. Debo hacerlo entender cuál es su lugar, es un esclavo y me pertenece a mí así como al circo. –Jadeó el hombre, su pelo estaba despeinado. –Además, mira su piel. No es como nosotros, se comporta como un salvaje y me ha mordido. Yendra, ese esclavo me mordió. Si va a comportarse como animal pues así se le tiene que tratar. –A medida que hablaba su rostro enrojeció cada vez más y más. La verdad no entendía ni media palabra de lo que estaba diciendo, solo atinaba a decir que estaba muy molesto conmigo. –Hazlo bajar y te diré para qué lo quiero.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
Yendra resoplaba en un agotamiento de paciencia, sin muchas ganas de ayudar al capataz, solía mostrarse siempre como justiciera de los más desfavorecidos, aunque con desfavorecido se refería principalmente a las bestias, ya que busca que esten dentro de lo que cabe lo mejor posible, dejó escapar un suspiro mientras negaba con la cabeza, mirando al joven de reojo, incluso permitiendose guiñarle un ojo y sonreirle, cosa que no le cayó en gracía al capataz y mucho menos despues de la mano herida de la cual se quejaba cual nenaza, cosa que hacía que la cambiante se mofase de ese hecho, y por supuesto, eso mermaba mucho la paciencia del hombre.
Más las palabras del hombre no convencían a la rubia, Yendra no veía el color de la piel, veía la bestia que era, su lado salvaje, su condición, olía a felino como ella, quizá otro tipo, pero felino, cambiante, y no podía fijarse en lo que los humanos normales se fijaban, miró la mano mordida y chasqueo la lengua. -No te ha hecho nada...no seas quejica.- Se mofó, quizá de manera muy inoportuna, pues la ira del hombre hizo que alargara la mano sana y agarrara la melena platina de la pequeña cambiante, que soltó un "ay" sencillamente mientras se movía por el tiron de melena hacia el capataz acercandose a él, mientras agarraba la mano del hombre que la tenía sujeta por la melena. -Bajalo ¡¡¡ya!!.- Gritó este casi fuera de sí, soltando a Yendra que se acariciaba la melena por la zona que la había tirado del pelo, gruñendo.
No es que le tuviera miedo al capataz, pero seguía trabajando para él, y este se tomaba ciertas libertades en el trato de la cambiante, pues siempre la restregaba lo mucho que le debía por haberla ayudado cuando llegó a París, aunque no era el jefe entero del circo, era de los mandamas, más la cambiante se solía frenar en cuanto a los enfados, pero no le permitiría pasarse mucho. -¿Es del circo? pues es un artista como el resto, asi que calmate....le haré bajar y primero me dirás que planes tienes para con él y segundo no le golpearas, te ha mordido, es culpa tuya, le has asustado.- Gruño la rubía señalandole, era gracioso lo bravucona que se ponía frente al capataz notablemente más grande que ella, miró en dirección al jovencito. -Si pudieras bajar aquí por favor...yo te defiendo si te intenta golpear...- Dijo la cambiante entrelazando sus manos a su espalda, mientras le sonreía con amabilidad.
Más las palabras del hombre no convencían a la rubia, Yendra no veía el color de la piel, veía la bestia que era, su lado salvaje, su condición, olía a felino como ella, quizá otro tipo, pero felino, cambiante, y no podía fijarse en lo que los humanos normales se fijaban, miró la mano mordida y chasqueo la lengua. -No te ha hecho nada...no seas quejica.- Se mofó, quizá de manera muy inoportuna, pues la ira del hombre hizo que alargara la mano sana y agarrara la melena platina de la pequeña cambiante, que soltó un "ay" sencillamente mientras se movía por el tiron de melena hacia el capataz acercandose a él, mientras agarraba la mano del hombre que la tenía sujeta por la melena. -Bajalo ¡¡¡ya!!.- Gritó este casi fuera de sí, soltando a Yendra que se acariciaba la melena por la zona que la había tirado del pelo, gruñendo.
No es que le tuviera miedo al capataz, pero seguía trabajando para él, y este se tomaba ciertas libertades en el trato de la cambiante, pues siempre la restregaba lo mucho que le debía por haberla ayudado cuando llegó a París, aunque no era el jefe entero del circo, era de los mandamas, más la cambiante se solía frenar en cuanto a los enfados, pero no le permitiría pasarse mucho. -¿Es del circo? pues es un artista como el resto, asi que calmate....le haré bajar y primero me dirás que planes tienes para con él y segundo no le golpearas, te ha mordido, es culpa tuya, le has asustado.- Gruño la rubía señalandole, era gracioso lo bravucona que se ponía frente al capataz notablemente más grande que ella, miró en dirección al jovencito. -Si pudieras bajar aquí por favor...yo te defiendo si te intenta golpear...- Dijo la cambiante entrelazando sus manos a su espalda, mientras le sonreía con amabilidad.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
El gesto del guiño por parte de la rubia provocó que alzara una ceja en confusión, no entendía si aquello pretendía indicarme que era mi cómplice o, simplemente se estaba burlando de mí. De cualquier manera esbocé una sonrisa ladina, divertido hasta cierto punto. Sí que había terminado en un lugar extraño, no solo mi “amo” tenía un corto temperamento y personas a su alrededor que no le tomaban en serio, sino que también me había encontrado a alguien que, hasta cierto punto podía decir que era igual a mí. Vaya escena más pintoresca.
Lo que me hizo erguirme en alerta y dejar de lado las bromas fue ver cómo el hombre, perdiendo lo poco que le quedaba de compostura, sujetó a la mujer del pelo y comenzó a sacudirla. Aquello me hizo abrir los ojos en sorpresa ¿es que acaso ella también estaba sometida ante él? ¿o simplemente le gustaba meterse con cualquiera? Gruñí descontento, el hombre seguía sin ser una amenaza pero aquello no significaba que no me provocara un desgrado inmenso. Sería muy divertido hacerle la vida imposible, pero por ahora, trataría de dedicarme a observar a todos los habitantes de ese lugar, sabía que había más, mis sentidos detectaban voces y pasos no muy lejos. Había más gente en los alrededores y mi misión era aprender cómo eran, cómo se llevaban entre ellos y, por supuesto, entender qué demonios sucedía a mi alrededor.
La situación volvió a dar otro giro cuando la rubia dio un paso al frente y habló algunas palabras en un tono dulce, tal vez demasiado, me daba sospechas. La observé de manera metódica, tratando de descifrar qué decía y ver si lo mejor era responder de alguna forma. Noté que ambos estaban quietos, a la expectativa de algo, supuse que a que me decidiera bajar de allí. Ladeé la cabeza una vez más antes de optar por obedecer, al menos esa vez, a ver qué pasaba. -¿Cómo has logrado que bajar así nada más? El vendedor dijo que ni siquiera habla francés. –Se quejó el hombre que parecía atónito. –Bueno, como sea. Supongo que me toca cumplir mi parte del trato. Escucha, sé que vas a pensar que estoy loco pero este esclavo no es como cualquiera, será el acto de magia de nuestro mago, Halastor. Solo imagínalo, ¡Un mago que puede convertir a un esclavo corriente en un feroz león! ¿Qué tal? Nos va a hacer ricos.
Lo que me hizo erguirme en alerta y dejar de lado las bromas fue ver cómo el hombre, perdiendo lo poco que le quedaba de compostura, sujetó a la mujer del pelo y comenzó a sacudirla. Aquello me hizo abrir los ojos en sorpresa ¿es que acaso ella también estaba sometida ante él? ¿o simplemente le gustaba meterse con cualquiera? Gruñí descontento, el hombre seguía sin ser una amenaza pero aquello no significaba que no me provocara un desgrado inmenso. Sería muy divertido hacerle la vida imposible, pero por ahora, trataría de dedicarme a observar a todos los habitantes de ese lugar, sabía que había más, mis sentidos detectaban voces y pasos no muy lejos. Había más gente en los alrededores y mi misión era aprender cómo eran, cómo se llevaban entre ellos y, por supuesto, entender qué demonios sucedía a mi alrededor.
La situación volvió a dar otro giro cuando la rubia dio un paso al frente y habló algunas palabras en un tono dulce, tal vez demasiado, me daba sospechas. La observé de manera metódica, tratando de descifrar qué decía y ver si lo mejor era responder de alguna forma. Noté que ambos estaban quietos, a la expectativa de algo, supuse que a que me decidiera bajar de allí. Ladeé la cabeza una vez más antes de optar por obedecer, al menos esa vez, a ver qué pasaba. -¿Cómo has logrado que bajar así nada más? El vendedor dijo que ni siquiera habla francés. –Se quejó el hombre que parecía atónito. –Bueno, como sea. Supongo que me toca cumplir mi parte del trato. Escucha, sé que vas a pensar que estoy loco pero este esclavo no es como cualquiera, será el acto de magia de nuestro mago, Halastor. Solo imagínalo, ¡Un mago que puede convertir a un esclavo corriente en un feroz león! ¿Qué tal? Nos va a hacer ricos.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
Yendra odiaba al capataz, al menos de una manera que hacía que no quisiera matarlo pero si, si lo suficiente para que lo despreciase, más miraba al joven que tenía frente a ella que se hacía de rogar para bajar de ahí, mientras intentaba no emitir bufidos que desvelasen la misma naturaleza que el otro, pues el capataz no sabia que Yendra se convertía en un tigre, y asi tenía intención de seguir guardandolo en secreto solo para disfrute personal y cuando ella lo considerase oportuno, ya que rara vez se daban cuenta de si habia 5 o 6 tigres a los que domar, aunque no era algo que hiciera normalmente, al menos cuando cambiaba de forma no era en el circo salvo casos bastante puntuales, observó como el joven decidió finalmente bajar, más la chica decidió no dar paso al capataz a que lo golpease ni mucho menos, pero echó la cabeza hacía atras resoplando aliviando la tensión acumulada que había sufrido con el capataz.
Sonrió al joven, que finalmente se decidio a bajar, y le dio unas suaves palmadas y observó con sorpresa al capataz.-Asi que en leon eh, bien bien, entonces con más razon debemos tener contento a nuestro nuevo artista, asi sera más facil que haga de buen grado lo que le pides, se cazan mas moscas con miel que con vinagre.- Dijo la rubia mientras observaba ladeadamente al capataz. - Ademas ya sabes lo tiquismiquis es el mago, tiene que estar todo impoluto, asi que será mejor tener a nuestro nuevo amigo comodo.- Se tomó la libertad de pasar el brazo por los hombros del joven, mientras miraba al capataz. -Ahora dejame que le guie y le enseñe las cosas, no necesita hablar frances, ni ingles, con que observe le irá bien, yo lo cuidare ¿si?- Impuso la rubia al capataz, mientras extendia la sonrisa maliciosa mirando al hombre, mintras tiraba ligeramente del chico.
Quería en verdad llevarle a un sitio mas intimo, movio la mano haciendo caso omiso. -Voy a buscarle donde pueda instalarle, no va a estar en una jaula.- Comentó autoproclamandose institutriz del joven moreno, ella se alejó de donde estaba, tiró de el joven que parecía algo confuso, pero necesitaba la intimidad para poder comunicarse con él, una vez le arrastro hacia un sitio donde nadie les iba a molestar estiró las manos diciendo que se quedara ahí parado, se fue tras unos cajones para quitarse la ropa y salio de detras convertida en un enorme tigre y miro al joven con aire docil para que no se asustase y de paso asi confirmarle la sospecha que seguramente él tenia sobre la muchacha platina.
Sonrió al joven, que finalmente se decidio a bajar, y le dio unas suaves palmadas y observó con sorpresa al capataz.-Asi que en leon eh, bien bien, entonces con más razon debemos tener contento a nuestro nuevo artista, asi sera más facil que haga de buen grado lo que le pides, se cazan mas moscas con miel que con vinagre.- Dijo la rubia mientras observaba ladeadamente al capataz. - Ademas ya sabes lo tiquismiquis es el mago, tiene que estar todo impoluto, asi que será mejor tener a nuestro nuevo amigo comodo.- Se tomó la libertad de pasar el brazo por los hombros del joven, mientras miraba al capataz. -Ahora dejame que le guie y le enseñe las cosas, no necesita hablar frances, ni ingles, con que observe le irá bien, yo lo cuidare ¿si?- Impuso la rubia al capataz, mientras extendia la sonrisa maliciosa mirando al hombre, mintras tiraba ligeramente del chico.
Quería en verdad llevarle a un sitio mas intimo, movio la mano haciendo caso omiso. -Voy a buscarle donde pueda instalarle, no va a estar en una jaula.- Comentó autoproclamandose institutriz del joven moreno, ella se alejó de donde estaba, tiró de el joven que parecía algo confuso, pero necesitaba la intimidad para poder comunicarse con él, una vez le arrastro hacia un sitio donde nadie les iba a molestar estiró las manos diciendo que se quedara ahí parado, se fue tras unos cajones para quitarse la ropa y salio de detras convertida en un enorme tigre y miro al joven con aire docil para que no se asustase y de paso asi confirmarle la sospecha que seguramente él tenia sobre la muchacha platina.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
Mi cabeza giraba de un lado a otro, mirando a cada uno de los interlocutores mientras me mantenía de brazos cruzados y con el pecho salido, decidido a no mostrarme vulnerable a pesar de todo lo que pasaba, yo era un guerrero y mi intención era y siempre sería pelear hasta la muerte. Ese no era el caso. Podría hacerlo, podría acabar con su vida en ese instante y lo sabía, pero no sería inteligente, después de matarlo ¿qué haría? Vendrían a buscarme, no, necesitaba un plan más elaborado. Hasta entonces, tendría que permanecer allí y cooperar hasta donde mi orgullo me lo permitiera, aunque también mentiría si no estaba asustado, no porque pudieran lastimar mi cuerpo, sino que no quería que me doblegaran, si pasaba eso no me lo perdonaría nunca.
Distraído pensando todo en ello, apenas noté que la chica me jalaba hacia una zona más alejada y sin pensarlo la aparté de forma brusca, gruñendo por lo bajo en advertencia. Aléjate, me toques. Como si pudiera entender lo que pensaba en ese momento, la mujer se apartó y pude ver que se escondía detrás de algunos objetos de madera, ignorando su petición silenciosa me acerqué a paso lento hacia donde estaba y, vaya sorpresa, ya no estaba la mujer, sino que en su lugar había un animal enorme, de características felinas. Su color era anaranjado y tenía un pelaje muy curioso, lleno de rayas negras, y la parte de su pecho tenía un color blanco. Hera un animal precioso.
Noté que caminaba hacia mí y, sin pensarlo, me agazapé, recostándome con el pecho contra el suelo antes de extender mi mano hacia su hocico, demostrando que no era un peligro y tampoco pretendía ser una amenaza. Estaba en lo correcto, la mujer de cabellos dorados era como yo, me preguntaba entonces si tendría otras pieles, o si las demás personas sabían que ella podría transformarse en aquella feroz bestia a voluntad, supuse que no, de ser así el otro hombre no se habría atrevido a ser tan insolente con ella. Aunque no nos conocíamos, y no tenía razones para confiar en ella, tuve deseos de mostrarle mis otras formas, pero no podía con ese collar. La plata incrustada me robaba fuerzas… ¿y si?
Sin decir palabra alguna señalé al collar que me ajustaba el cuello, luego forcejeé un poco con él, sabía que no podría romperlo pero podía darle a entender mi mensaje ¿me lo quitaría?
Distraído pensando todo en ello, apenas noté que la chica me jalaba hacia una zona más alejada y sin pensarlo la aparté de forma brusca, gruñendo por lo bajo en advertencia. Aléjate, me toques. Como si pudiera entender lo que pensaba en ese momento, la mujer se apartó y pude ver que se escondía detrás de algunos objetos de madera, ignorando su petición silenciosa me acerqué a paso lento hacia donde estaba y, vaya sorpresa, ya no estaba la mujer, sino que en su lugar había un animal enorme, de características felinas. Su color era anaranjado y tenía un pelaje muy curioso, lleno de rayas negras, y la parte de su pecho tenía un color blanco. Hera un animal precioso.
Noté que caminaba hacia mí y, sin pensarlo, me agazapé, recostándome con el pecho contra el suelo antes de extender mi mano hacia su hocico, demostrando que no era un peligro y tampoco pretendía ser una amenaza. Estaba en lo correcto, la mujer de cabellos dorados era como yo, me preguntaba entonces si tendría otras pieles, o si las demás personas sabían que ella podría transformarse en aquella feroz bestia a voluntad, supuse que no, de ser así el otro hombre no se habría atrevido a ser tan insolente con ella. Aunque no nos conocíamos, y no tenía razones para confiar en ella, tuve deseos de mostrarle mis otras formas, pero no podía con ese collar. La plata incrustada me robaba fuerzas… ¿y si?
Sin decir palabra alguna señalé al collar que me ajustaba el cuello, luego forcejeé un poco con él, sabía que no podría romperlo pero podía darle a entender mi mensaje ¿me lo quitaría?
- Perdona:
- Hola, en verdad lamento haberme ausentado así de la nada. La universidad me consume y encima no he estado bien de salud, pero estoy en vacaciones y aproveché, prometo estar más activo. En verdad lo siento ;-;
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
El joven parecía en principio bastante tenso, no era para menos el capataz era un mastuerzo griton normalmente, estaba obsesionado, y no era para menos, había descubierto la realidad del joven, quizá pensando que tenía una pieza unica, y no, un humano realmente no vé los sobrenaturales que tiene delante, y mejor que siga asi, o acabara viendo al capataz con unas intenciones demasiado oscuras, con tal de sacar dinero por todos lados, a veces la avaricia de ese hombre desde luego que no conocía limites y cada día que pasaba lo demostraba más todavía, Yendra le despreciaba pero le daba un trabajo para ganarse la vida que ella dentro de lo que cabía le gustaba bastante, ser el centro de atención, acrobacias a gran altura, donde se mostraba elegancia, agilidad, fuerza y flexibilidad, aparte que para algunas cosas...pocos sospechaban de una circense, la veían tan pequeña, y tan adorable muchas veces que él hecho de imaginarsela convertida en tigres desgarrando y destrozando era impensable, o de imaginarsela con ese traje de colorines y sus dos coletas hiendo a las peleas clandestinas tambien era algo que desvirtuaría a muchos, Yendra le gustaba jugar con la fachada que poseía, y ese capataz no iba a ser menos.
Miró al joven cuando le arrastró, como se presentó de manera agresiva y amenazante, no le gustó que le jalara del brazo, pero no entendió que esperara ahi, de haber aparecido un segundo antes habría visto demasiada anatomia femenina de Yendra, aunque no era algo que la preocupase, más observó el comportamiento del chiquillo cuando se presentó en forma de imponente tigresa, claro que si venía de exclavo de su tierra natal era normal que no hubiera visto un tigre nunca, más se notó que los rasgos los conocía, un gran felino de garras y hocico intimidante, y pelaje llamativo, observó entonces el collar de plata entendiendo muchas cosas, miró a ambos lados antes de mirarle a él y volver a ocultarse entre los cajones para aparecer vestida.
No hablaba francés, y dudaba mucho que hablase ingles, o alguna que otra lengua que ella conocíera, quizá solo saltaría las distancias la telepatía animal, eso era la solución. -Muy bien...te quitare esto..- Comentó ella, se irritó las manos con el contacto de la plata, pero no consiguió soltarlo, se quedó pensativa y chasqueó los dedos, hizo una señal de espera, y sacó de entre sus cosas una orquilla, esperaba que el chico no la causara problemas por esta pequeña travesura, si los pillaban iba a ser un problema pero de momento no se captaba el olor de nadie que anduviera por ahí husmeando.
Cogió la orquilla y gracias a la costumbre que solía tener de hurto, consiguió abrir el collar del joven aunque le costó otra quemazón de manos, pero se lo quitó finalmente. -Ya está...no te vayas eh.- Advirtió a expensas que dudaba mucho que la entendiera, pero le miró, si era un cambiante podrían salvar las distancias con una transformación que sin duda les ayudaría a comunicarse mejor entre ellos, y por algun modo mejorar la calidad de vida que le esperaba como esclavo, Yendra le observó poniendo un semblante compansivo para despues finalmente sonreirle de manera amigable para que no la tomara como rival.
Miró al joven cuando le arrastró, como se presentó de manera agresiva y amenazante, no le gustó que le jalara del brazo, pero no entendió que esperara ahi, de haber aparecido un segundo antes habría visto demasiada anatomia femenina de Yendra, aunque no era algo que la preocupase, más observó el comportamiento del chiquillo cuando se presentó en forma de imponente tigresa, claro que si venía de exclavo de su tierra natal era normal que no hubiera visto un tigre nunca, más se notó que los rasgos los conocía, un gran felino de garras y hocico intimidante, y pelaje llamativo, observó entonces el collar de plata entendiendo muchas cosas, miró a ambos lados antes de mirarle a él y volver a ocultarse entre los cajones para aparecer vestida.
No hablaba francés, y dudaba mucho que hablase ingles, o alguna que otra lengua que ella conocíera, quizá solo saltaría las distancias la telepatía animal, eso era la solución. -Muy bien...te quitare esto..- Comentó ella, se irritó las manos con el contacto de la plata, pero no consiguió soltarlo, se quedó pensativa y chasqueó los dedos, hizo una señal de espera, y sacó de entre sus cosas una orquilla, esperaba que el chico no la causara problemas por esta pequeña travesura, si los pillaban iba a ser un problema pero de momento no se captaba el olor de nadie que anduviera por ahí husmeando.
Cogió la orquilla y gracias a la costumbre que solía tener de hurto, consiguió abrir el collar del joven aunque le costó otra quemazón de manos, pero se lo quitó finalmente. -Ya está...no te vayas eh.- Advirtió a expensas que dudaba mucho que la entendiera, pero le miró, si era un cambiante podrían salvar las distancias con una transformación que sin duda les ayudaría a comunicarse mejor entre ellos, y por algun modo mejorar la calidad de vida que le esperaba como esclavo, Yendra le observó poniendo un semblante compansivo para despues finalmente sonreirle de manera amigable para que no la tomara como rival.
- Spoiler:
- No te preocupes que yo te espero ^^
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: El truco del mago || Yendra
Seguí contemplando al animal frente a mí, apenas dignándome a tocarlo puesto que se me hacía tan majestuoso e irreal que temí que se desvanecería en cuanto le pusiera un dedo encima, como si fuera una ilusión, pero mi alegría fue grande al comprobar que no era así, el feroz animal que tenía a menos de un metro de distancia era real así como la condición de la mujer de cabellos rubios.
Ella era como yo y, a juzgar por la situación, lo más probable es que solo yo supiera ese detalle, la pregunta era ¿por qué? la capacidad de transformarse y, sobre todo, en un felino tan bello como en el que ella podía, era digno de ser alabado e incluso envidiado ¿por qué no lo lucía? ¿o es que acaso le podría pasar algo malo de hacerlo? era posible y, me parecía de lo más absurdo ¿a dónde había terminado que la gente no era cuerda?
Me quedé quieto, ladeando la cabeza confundido mientras la mujer se me acercaba, cosa que no me agradaría en otras circunstancias, pero dada la reciente interacción, supuse que podría dejarlo pasar en esa ocasión, tenía mucha curiosidad de saber qué haría a continuación. Aunque claro, esperé de todo, menos de lo que hizo. Mentiría de decir que no quería que me quitara el collar, sabía que tendría que temer pero la idea de poder transformarme a voluntad me era demasiado llamativa para dejar pasar, eso sí, sentí una sensación muy familiar en mi estómago, la misma que sentía cuando estaba a punto de meterme en problemas, ese nudo en el estómago resultaba incómodo pero la adrenalina que comenzaba a correr por mi cuerpo era embriagadora.
Por fin el collar se abrió, cayendo al suelo con un ruido notorio, provocándome voltear a todas direcciones y agudizando mis oídos y nariz, esperando a ver si alguien se acercaba, pero por suerte no fue así. Instintivamente llevé mis manos a mi cuello, notando un ardor al instante, el collar sí me había lastimado al igual que a ella al intentar romperlo. Lo más sensato era devolverle el favor así que tomé su muñeca y la guié con paso apresurado hacia el exterior, había visto algo que nos podría servir a ambos, puesto que como las heridas eran de plata, no sanarían como quisiéramos. La tierra estaba húmeda por la lluvia de la noche anterior lo cual venía perfecto.
Como supuse, la tierra tenía el color y la textura que necesitaba, cualquier persona lo vería como algo inmundo pero, si se fijaban con atención, podrían darse cuenta de que tenían bajo sus pies un suelo de arcilla, y una aparentemente pura. Tomé un puñado y sin decir nada, (¿para qué, si no podíamos entendernos?) la embarré sobre las heridas, luego hice lo mismo con las lesiones que yo mismo tenía en mi cuello. Al instante sentí un alivio. Al menos eso nos ayudaría con el dolor. -Estamos a mano. -Dije en mi lengua.
Ella era como yo y, a juzgar por la situación, lo más probable es que solo yo supiera ese detalle, la pregunta era ¿por qué? la capacidad de transformarse y, sobre todo, en un felino tan bello como en el que ella podía, era digno de ser alabado e incluso envidiado ¿por qué no lo lucía? ¿o es que acaso le podría pasar algo malo de hacerlo? era posible y, me parecía de lo más absurdo ¿a dónde había terminado que la gente no era cuerda?
Me quedé quieto, ladeando la cabeza confundido mientras la mujer se me acercaba, cosa que no me agradaría en otras circunstancias, pero dada la reciente interacción, supuse que podría dejarlo pasar en esa ocasión, tenía mucha curiosidad de saber qué haría a continuación. Aunque claro, esperé de todo, menos de lo que hizo. Mentiría de decir que no quería que me quitara el collar, sabía que tendría que temer pero la idea de poder transformarme a voluntad me era demasiado llamativa para dejar pasar, eso sí, sentí una sensación muy familiar en mi estómago, la misma que sentía cuando estaba a punto de meterme en problemas, ese nudo en el estómago resultaba incómodo pero la adrenalina que comenzaba a correr por mi cuerpo era embriagadora.
Por fin el collar se abrió, cayendo al suelo con un ruido notorio, provocándome voltear a todas direcciones y agudizando mis oídos y nariz, esperando a ver si alguien se acercaba, pero por suerte no fue así. Instintivamente llevé mis manos a mi cuello, notando un ardor al instante, el collar sí me había lastimado al igual que a ella al intentar romperlo. Lo más sensato era devolverle el favor así que tomé su muñeca y la guié con paso apresurado hacia el exterior, había visto algo que nos podría servir a ambos, puesto que como las heridas eran de plata, no sanarían como quisiéramos. La tierra estaba húmeda por la lluvia de la noche anterior lo cual venía perfecto.
Como supuse, la tierra tenía el color y la textura que necesitaba, cualquier persona lo vería como algo inmundo pero, si se fijaban con atención, podrían darse cuenta de que tenían bajo sus pies un suelo de arcilla, y una aparentemente pura. Tomé un puñado y sin decir nada, (¿para qué, si no podíamos entendernos?) la embarré sobre las heridas, luego hice lo mismo con las lesiones que yo mismo tenía en mi cuello. Al instante sentí un alivio. Al menos eso nos ayudaría con el dolor. -Estamos a mano. -Dije en mi lengua.
Aasim- Esclavo
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Re: El truco del mago || Yendra
Ella le había mostrado su naturaleza, le había enseñado su lado salvaje, su lado animal, sin duda esa acción había dado sus frutos, le había enseñado su piel de tigresa por que creía que estaba en confianza suficiente para haberle mostrado la montura felina, pocas veces Yendra había estado con otro cambiante, y ahora él, ¿por qué lo ayudaba? compasión tal vez, o simplemente por que la felina a veces tenía ese sentido de la justicia, que no veía justo que el capataz le tratara como una mierda, pensar en ello la ponía enferma y dentro de lo que cabía no estaba dispuesta a tolerar esa situación si ella podía evitarlo, odiaba al capataz, era un engreido, y un avaricioso, claro que si ella también iba bien servida de avaricia, no era en ese sentido, y no a costa de esclavos exoticos como ese maldito cerdo les llamaba, no, la avaricia de Yendra por lo general era a desplumar a gente de alta cuna por el placer de hacerlo simplemente, nada más y nada menos, que crear una molestía en ellos cuando se percataran de que habían perdido la cartera, o de que los habían dejado sin blanca y ellos simplemente no se habían ni enterado de ello.
Pero ahora se lo habían quitado de encima al capataz, podía estar agusto con él y viendo como tenía eso de plata en el cuello, era molesto, ella bien lo sabía asi que se acercó a él, ella pudo percibir como él se puso tenso cuando ella invadió su espacio personal, más su unica intención era liberarlo del molesto collar de plata, que irritó las manos de la cambiante mientras se deshacia del collar que mantenía limitado al cambiante de piel morena, consiguio soltar el collar del cambiante el cual dejó caer al suelo, Yendra sonrió satisfecha, no había cerradura, candado que se la resistiera, ni siquiera lo que ella llamaba collar de castigo como era que lo llamaba la cambiante, sin duda el hombre, el capataz conocia los efectos de la plata sobre los cambiantes, para su alivio Yendra sabia que el capataz no era ni nunca fue consciente de la naturaleza real de Yendra.
Se sobresaltó cuando el otro cambiante le tomó de la muñeca. -¿Que haces?- Preguntó sobresaltada instintivamente, mientras observaba los movimientos del otro cambiante, recordando que él no podía entenderla, ya habría tiempo de enseñarle a hablar fances, aunque solo sea por la ciudad en que se encontraba. Respiró hondo mientras mantenía sus ojos bien abiertos. Tiró de ella para salir al esterior, oliendo asi el frio que hacía fuera, que le agradaba notablemente, miró las acciones del otro cambiante que cogio tierra rapidamente. Pronto Yendra entendió que trataba de hacer el joven, el barro aliviaba y no se mostró molesta, incluso asintió con la cabeza indicandole que entendía lo que hacía, y como se lo repartía por el cuerpo. -No te preocupes...intentaré cuidar de ti...pero será nuestro secreto ¿si?- Sabía que no lo entendia, no compartían idioma. Acompañaba sus palabras con gestos para intentar comunicarse mejor con él.
Pero ahora se lo habían quitado de encima al capataz, podía estar agusto con él y viendo como tenía eso de plata en el cuello, era molesto, ella bien lo sabía asi que se acercó a él, ella pudo percibir como él se puso tenso cuando ella invadió su espacio personal, más su unica intención era liberarlo del molesto collar de plata, que irritó las manos de la cambiante mientras se deshacia del collar que mantenía limitado al cambiante de piel morena, consiguio soltar el collar del cambiante el cual dejó caer al suelo, Yendra sonrió satisfecha, no había cerradura, candado que se la resistiera, ni siquiera lo que ella llamaba collar de castigo como era que lo llamaba la cambiante, sin duda el hombre, el capataz conocia los efectos de la plata sobre los cambiantes, para su alivio Yendra sabia que el capataz no era ni nunca fue consciente de la naturaleza real de Yendra.
Se sobresaltó cuando el otro cambiante le tomó de la muñeca. -¿Que haces?- Preguntó sobresaltada instintivamente, mientras observaba los movimientos del otro cambiante, recordando que él no podía entenderla, ya habría tiempo de enseñarle a hablar fances, aunque solo sea por la ciudad en que se encontraba. Respiró hondo mientras mantenía sus ojos bien abiertos. Tiró de ella para salir al esterior, oliendo asi el frio que hacía fuera, que le agradaba notablemente, miró las acciones del otro cambiante que cogio tierra rapidamente. Pronto Yendra entendió que trataba de hacer el joven, el barro aliviaba y no se mostró molesta, incluso asintió con la cabeza indicandole que entendía lo que hacía, y como se lo repartía por el cuerpo. -No te preocupes...intentaré cuidar de ti...pero será nuestro secreto ¿si?- Sabía que no lo entendia, no compartían idioma. Acompañaba sus palabras con gestos para intentar comunicarse mejor con él.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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