En el nido de la serpiente - Libre

por **Cosmos Baekje** Vie Jun 09, 2017 6:14 pm

Dicen que a los temores, es necesario enfrentarlos. El mayor terror de Eun Mi, era volver a caer presa de la inquisición. Aun recordaba, aquella terrible experiencia vivida en el convento, cuando las religiosas solían castigar a la pequeña, con incontables castigos, con el cristiano propósito de modificar su alma y hacerla mas bella para aquel Dios, que la coreana, aún, no podría entender, ¿como era posible que un ser de amor, sintiera regocijo al ver sufrir a una niña? o pensara que ésta era un demonio, por el solo hecho de haber nacido en otro reino y con otra religión. Volvió a estremecerse, al recordar aquello, al pensar en aquellas dementes mujeres, - cuantas otras habrá como ellas - se dijo, en voz baja, mientras caminaba contemplando la fachada de la catedral de París. Se detuvo justo en medio de su fachada, y su mirada recorrió la magnífica arquitectura, - verdaderamente hermosa, aunque oculte tantos asesinos en su interior - caviló, apretando la mandíbula y peguntándose si los asesinos de sus padres aún vivirían, si se encontrarían e el interior de aquel edificio.

Intentó dar un paso hacia adelante, comenzar a subir las escalinatas de la fachada, para así poder entrar en el templo dedicado a ese Dios belicoso y traicionero, mas el miedo le atenazaba el pecho, su corazón palpitaba a gran velocidad, no solo porque temía ser reconocida, sino, que sus rasgos, poco comunes, tan asiáticos, eran muy llamativos, para cualquiera de los seres que se acercaban al lugar. Intentó calmarse, concentrar su poder para así crear una ilusión, volviendo sus rasgos europeos, una mujer de ojos grandes, expresivos, de color avellana, con la tez blanca y los cabellos negros.Aquella mujer, en nada se asemejaba a la joven bruja, era un disfraz magnifico, solo esperaba poder mantenerlo, pues muchas veces al estar demasiado nerviosa, sus ilusiones se desvanecían, haciendo que la realidad llegara a mostrarse y poner en evidencia su engaño. Entonces, debía huir, lo mas rápido posible, para estar segura. Muchas veces, aquel miedo era solo una sensación, ya que las personas, pocas veces se fijaban en su rostro, en verdad, lo que hacía de la joven alguien encantadora y que era aceptada por todos, era su dulce carácter, su mirada sincera, su incondicional apoyo a las causas justas. Quien en realidad la conocía, la aceptaba tal cual era. Pero allí, en el nido de la serpiente, las cosas podían cambiar, y volverse demasiado peligroso ser descubierta. Mas ella necesitaba ver por sus propios ojos, como era el interior de los cuarteles de sus enemigos.

Se quedó un segundo en silencio, contemplando las enormes puertas que entreabiertas le llamaban, inspiró profundo, cerró sus ojos, buscó valor en su interior, - vamos Eun, tu tienes que lograr dominar los miedos, nada podrán hacerte, nadie logrará atraparte - caviló, intentando darse ánimos.

por **Arquímedes Dashwood** Dom Jul 16, 2017 8:22 pm

- ¡Perdóname padre, porque he pecado!– Arquímedes estaba en el interior del confesionario teniendo el mejor de sus aventuras pecaminosas hasta que finalmente se corrió en el interior de aquella prostituta vestida de ropas de diario, mientras que unos minutos más tarde, Arquímedes sale del confesionario vestido como un pincel. Tiene la mirada del sacerdote a distancia sobre el cogote y cogiendo del brazo a la prostituta le dio prisa para que salieran en cuanto antes.

Cuando estaba ya fuera de la catedral, se cruzó con una joven que parecía estar teniendo un dilema consigo misma – ¿Estas bien? – Pregunto sin más a la joven que pareció no hacerle caso pero la prostituta gano tirándole de la manga para que continuasen los juegos fuera en otro sitio y Arquímedes aburrido de su vida de noble le siguió el juego con una pícara risa sobre su rostro.

Un poco más tarde cuando al parecer ya estaba solo, había ido a casa para enterarse de que uno de los mayordomos queridos de la mansión había fallecido por lo que se organizó un rápido funeral en la catedral de Notre Dame. Arquímedes no lloro pero le daba rabia saber que algún día la gente ósea se, la humanidad algún día acabara dejando de existir. Tendría que llegar una época en la que las mujeres gobernarían sobre el hombre, pero el hombre daba por hecho que eso no llegaría a pesar, pero por ello las mujeres iban a seguir luchando por lo que es correcto. Eso le recordó a la muchacha que vio en la mañana.

Echo un vistazo rápido y sorprendentemente vio a la joven en la iglesia. Estaba sonriéndole cuando de repente esta cambia de aspecto delante de su vista, quedándose atónito por lo que vio. Observo la mirada hacia delante, parpadeo un poco y la miro de reojo. Ahora tenía otras facciones de rostro, más rasgadas como si fuera una persona asiática. No estaba muy seguro pero sabía algo de razas, algo de étnicas que le daban un estatus de persona culturizada y civilizada. El caso es que había cambiado delante de él, no era posible hacer eso.

Probablemente estaba teniendo demasiado sexo en su vida y tenía que detenerse antes de que su mente quedara por completo inservible. Se dio un masaje en la cabeza y después vio a la joven. Ahí estaba. Quieta y sumisa….y cuando pensó lo de sumisa su mente se abrió deliberadamente pensando en hacerle cosas a esa muchacha de las que no se podría imaginar.

por **Cosmos Baekje** Dom Jul 30, 2017 10:10 pm

Aun parada en la entrada de la catedral, pensó en como llegar hasta los sótanos, lugar en donde se ocultaban los inquisidores, o por lo menos, así se lo imaginaba, tomando como referente sus mínimos recuerdos de un tiempo demás aterrador para la joven. Inspiró profundamente, antes de comenzar a andar, en ese momento, una pareja que dejaba la catedral, pasó a su lado, golpeando su hombro levemente, uno de ellos, aunque en ese momento no se percató si había sido el hombre o la mujer, la voz que le preguntaba si se encontraba bien, era inconfundiblemente de un hombre, negó con la cabeza - no, estoy bien - contestó, un tanto descortés, mas al darse vuelta para pedir perdón por las maneras poco apropiadas con que se había dirigido al caballero, observó como la mujer se aferraba al brazo masculino, de una forma por demás inapropiada para una dama de sociedad, lo que le dio a entender, que se trataba de una mujer de la calle. Se extrañó, que una pareja tan inusual, estuviera saliendo del interior de la construcción religiosa, ¿pero acaso algo de lo que hicieran los inquisidores y los religiosos de aquella extraña religión, podía sorprenderle? - no - se respondió. suspiró, mientras, negaba suavemente con su cabeza y se quedaba mirando a la pareja que se alejaba camino a vaya a saber donde.

Una hora mas tarde, ya había podido acceder hasta el nido de la serpiente, comprobar con sus propios ojos que aunque se suponía ésta era una de las sedes mas importantes de la inquisición, apenas si había una decena de inquisidores, supuso que la mayoría estaría de redada, y eso le convenía, pues pensaba vestirse como religiosa y pedir asilo por unos días, así, sacar la información necesaria para su venganza.

Cuando por fin se dirigida a la salida, tuvo que detenerse, pues entraba un cortejo fúnebre, parecía pertenecer a un personaje importante o por lo menos, conocido y querido, ya que hacer un oficio religioso de esas características, en la catedral de París, debía costar muchas monedas de oro. Se acomodó en uno de los bancos, sentada en silencio, mientras el féretro hacía su entrada, verles tan tristes, hundidos en esa definitiva despedida, le provocó una profunda tristeza, ya que pensó en sus padre y en la posible muerte de quien había sido su única familia, sus fuerzas menguaron, la capacidad de mantener su ilusión disminuyó, y la apariencia de su fisonomía europea, dio paso a la verdadera. La piel pálida, los ojos rasgados, sus cabellos castaños y la belleza exótica, tan especial, como la de una rosa en medio de un campo nevado.

Su mirada vagó por el cortejo fúnebre, mas una mirada se mantuvo clavada en ella, sus ojos se dirigieron a los orbes ajenos y fue entonces que le reconoció, era el mismo caballero, que le había preguntado si se sentía bien, aquella mañana, a las puertas de la catedral. Asustada, bajó la mirada y se incorporó, dispuesta a huir lo mas rápido posible.

por **Arquímedes Dashwood** Miér Ago 16, 2017 6:12 pm

Era gracioso como el simple mirar de un hombre hacia una damisela, le erizo el pelo haciendo que se levantase en dirección hacia la joven que vio levantarse bancos atrás, como pretendiendo huir hacia alguna parte, pero interpretando a una persona dolida por la muerte de un allegado, Arquímedes e despedía de su familia para ir disimuladamente hacia el lado de la muchacha que le habia atrapado la atención, colocándose al lado de ella - No digas nada - Susurro en la oreja de la muchacha de rasgos orientales y cabellos castaños mientras se la llevaba hacia uno de los rincones enormes de aquella catedral, por suerte, nadie se enteraría de su conversación.

- ¿Vas a algún sitio? - Pregunto con cierta curiosidad, aprisionandola contra el muro de piedra, colocando uno de sus brazos sobre la cabeza de la muchacha mientras el otro lo mantenia caliente dentro de uno de sus bolsillos - Y tranquila, no soy de la inquisición - Dijo sonriendo de lado, guiñándole uno de sus azules ojos para que la muchacha asustada se quedara aún mucho más tranquila y pudiera confiar en sus palabras - De hecho creo que Dios, acoge a todo aquel que necesite redención de sus actos - Aún con la sonrisa en su rostro, Arquímedes se peinó aquellos espesos rizos que colgaban aún más largos de su cabeza.

- ¿Por cierto, eres de Korea? Tienes toda la pinta - Y su sonrisa se volvió aún más amplia, haciendo su curiosidad mucho más notoria y quería seguir haciendo preguntas a la muchacha que tenia acorralada en aquel instante - Podemos hacer una cosa. Ir a un café que conozco a las afueras de París, está en una aldea en la que son muy amables y sirven un té de hierbas delicioso que te puede calmar todos los delirios y penas que puedan estar atormentandote - Asentia seguro sobre sus palabras, pero puso el otro brazo para asegurarse de que la muchacha no tuviera el paso libre y entonces no tuviera mas remedio que decirle que sí.

- Estoy esperando una respuesta y no me iré hasta que me la des, koreanita - Acercó su nariz a los cabellos ajenos en los que su cuerpo se erizo aún más - Dios santo, hueles de maravilla - Susurro sobre aquellos densos cabellos de color canela oscuro, no pudo evitar sentirse atraido a aquel pequeño cuerpo femenino por lo que tuvo que pegar el propio al ajeno, sintiendo ambos cuerpos juntos, Arquímedes supo que su cuepo estaba conectado al de la muchacha que estaba aún acorralando cual gañan de zalamero.

por **Cosmos Baekje** Jue Ago 31, 2017 11:23 pm

Si algo le había enseñado la vida, era no dejarse atrapar, por lo que cuando observó que el caballero en cuestión se levantaba, dirigiéndose a donde ella caminaba, comenzó a usar su poder de ilusión, de tal forma que él pensara que la tenía bajo su dominio, aunque en verdad, ella podía dejarle en ridículo, mas no lo hizo, simplemente le permitió acercarse, para así poder juzgar que tipo de persona era. Tras haber sufrido tanto por culpa de europeos como él, Eun Mi, estaba siempre en guardia, a la espera de una traición, de ser victima de un puñal en la espalda, lo que la llevó a mantenerse en estado de alerta y calcular cuanto necesitaría usar su poder, para huir de él, si la situación lo ameritaba.

Escuchó atenta, cada una de las frases que el joven le decía, como también pudo sentir el aura enardecida que lo rodeaba, Con cautela, trató de hacer el menor contacto visual, ya que no deseaba que él sintiera que poseía el poder para dominarle, ya que ese sentimiento de superioridad, era parte de la ilusión que ella estaba manipulando.

Con su vista en el piso, no pudo mas que sonreír de lado, al escucharle tan seguro de si mismo, - Vaya, que son pagados en si mismos los jóvenes franceses - caviló, antes de levantar su mirada, para enfrentar la ajena, - Creo que se equivoca, ni soy coreana, ni me gusta que intenten retenerme en contra de mi voluntad - dijo, con voz serena, pero cargada de una solapada advertencia, - y no se quien le ha hecho creer que temo a los inquisidores... porque ni siquiera a pensado que pueda ser una de ellos - dijo, moviéndose rápidamente y tomando la muñeca derecha del hombre, para hacerla girar retorciéndosela detrás de la espalda y apretándolo entre la columna y su propio cuerpo.

Lo mantuvo en esa posición lo suficiente como para lograr correr hacia las puertas de la catedral y comenzar bajar las escalinatas, creando una nueva ilusión y permitiendo que los que la contemplaran, solo pudieran apreciar la figura de un joven de no mas de veinte años, un muchacho de clase baja, que esperaba pacientemente la salida de los deudos, en busca de alguna limosna por parte de los fieles cristianos que aún se encontraban en la catedral a esa hora de la tarde.

por **Arquímedes Dashwood** Sáb Sep 16, 2017 10:05 pm

Arquímedes se quedó un rato dolido intentando masajear la muñeca para que el dolor cesara. Este cuando se encontró bien salió corriendo de la catedral en busca de aquella muchacha para poder hacérselo pagar. Se dio un paseo por las calles de Paris intentando encontrar algo de la muchacha pero no la encontraba por ninguna parte. Se chocó con un muchacho que estaba pidiendo limosnas, estaba algo haraposo, preferiría no tocarlo no váyase que le tocara caer enfermo. Cuando se dio cuenta de que no sabía en donde estaba se detuvo frente a una cafetería en la que estaba hasta los topes y se sentó en una mesa que estaba libre.

Pidió un menú de comida ligero, se lo pusieron e inmediatamente este se lo comió, pago y salió en busca de aquella muchacha. Le dio la tarde entera buscarla, pero tampoco tuvo éxito. Sentándose ya al caer la noche sobre un banco de madera cerca de la catedral de nuevo, este suspiraba. Se dio cuenta que era demasiado tarde. En el reloj de manecillas de la torre del reloj se observaba que eran las ocho de la tarde. Tendría que volver a casa no podía quedarse en la calle por más tiempo.

Volviendo por el camino de la catedral, este se encontró a un chico de ropas recias y sucias. Ladeo el cuello de lado a lado. Se preguntó que si conocía de algo a ese muchacho que parecía completamente con el que se chocó en la mañana, mirando a ambos lados se fijó que estaba completamente a solas con ese muchacho. No había nadie por la calle, se dio cuenta de que no había nada que hacer con ese muchacho pobre por lo que se fue andando en dirección hacia su residencia. Su madre estaría completamente loca de no saber dónde estaba su hijo esa tarde. De todas maneras siempre lo hacía. Le volvía loca a su madre porque siempre llegaba de los burdeles tarde y medio borracho.

Se tropezó varias veces y pudo notar que alguien le estaba siguiendo desde muy atrás. Miro hacia atrás y no vio a nadie. Este ahora estaría imaginándose cosas. Ese día había sido bastante raro para él. Demasiadas cosas raras había visto en la catedral a la hora del funeral. Solamente sería un mal sueño y de un momento a otro se despertaría, pero ¿y si era de verdad y había cosas o criaturas que él desconocía?

No lo sabía con exactitud, lo mismo todos en su familia estaban avisados de lo que había en el mundo excepto él. De todas maneras se la traía demasiado floja. No quería seguir pensando en cosas extrañas. A lo mejor liarse con algunas de las doncellas debería de quitarle la tensión y confusión adquirida durante el día y la tarde.

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