I wait here forever

por **Daria A. Viazomskaia** Jue Jun 29, 2017 12:13 am

La dacha que la familia tenía a orillas del lago Ilmen –y en la que solían vacacionar- jamás sería igual. Taina había muerto allí, al caer de una de las ventanas de la planta alta y su gemela, Daria, era pequeña –sólo tenía siete años-, pero ya comprendía que nada en su vida seguiría como hasta el momento.

Intentaba no pensar en eso, en ese último momento, en la última mirada, en la última palabra… pero se le hacía muy difícil. Daria cerraba los ojos en su cama, pronta para dormir, y su mente la engañaba porque aunque no quería recordar no podía evitar hacerlo. Además la asaltaban preguntas existenciales: ¿cómo era posible que Taina, quien siempre había estado con ella, ahora ya no viviera? ¿Por qué la dejaba sola si había sido formada junto a ella en el vientre de su madre? Todos las confundían, a veces incluso Nassiara la hermana mayor de ambas lo hacía, ¿acaso la muerte también las había confundido? ¿Por qué había desaparecido Taina y ella no? ¿Dios se había equivocado y se había llevado a su hermana en lugar de a ella?

Una tarde, cuando a habían pasado algunas semanas desde el entierro de la pequeña, Daria le preguntó a su madre si estaba bien haber dejado el cuerpo de Taina en un lugar frío como el cementerio y, para colmo de males, bajo tierra.

-No podrá respirar, ¿qué hará cuando tenga hambre?

No era tonta, sabía que los muertos no pasaban frío, que tampoco comían y mucho menos respiraban… Pero necesitaba preguntar aquello porque la imagen de su hermana encerrada y bajo tierra era muy fuerte y su cabeza no llegaba a procesarla del todo.

La veía. Al menos eso creía… La imaginaba siempre en cada juego, saltando y corriendo junto a ella. Su hermana estaba siempre presente, aunque no pudiera tocarla, aunque no tuviera la chance de abrazarla. Cuando cantaba, cerraba los ojos y oía su propia voz duplicada, creyendo que su gemela acompañaba sus cánticos. Lo mismo ocurría cuando dormía, a veces sentía que alguien se metía en su cama y se aproximaba a ella pero sin tocarla. Daria temía abrir los ojos y que la sensación se desvaneciese, por eso simplemente disfrutaba de esa cercanía sin cuestionarla.