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El reinado de la noche || Adrien D. Blake 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lena Windsor Miér Jul 05, 2017 12:09 pm

Si hay algo que está destinado a suceder, sucederá.
—Virgilio —


Los cascos de los caballos eran lo único que llenaba el silencio de la noche. Hacía apenas dos horas que habían salido del ducado de los Mountbatten y aún les quedaban dos más para poder detener la marcha. Finalmente el día que tantas veces había soñado se presentaba, y aun siendo real, por los minutos que se pasó releyendo la carta con sello del mismísimo rey de Inglaterra creyó estar simplemente soñando de nuevo y que al despertar todo aquello se esfumaría. ¿Cómo podría ser verdad? Hacia años había dado la espalda a aquella realidad en la que todos habían basado su vida y ahora de pronto, cuando ella cerraba esa puerta para siempre, esta reventaba atrayéndola de nuevo del lugar del que no debió de desdecirse jamás. James Ruthven, hasta ahora el actual rey de Inglaterra había abdicado a favor de la última Windsor de Inglaterra. Este gesto viniendo de un monarca estaba segura habría sido muy duro, pero más duro era el golpe para todos aquellos que creían tener pretensiones a ocuparlo. Precisamente por ellos, era de vital importancia acudir lo más rápido posible al trono y coronarse, antes de que cualquier de sus enemigos o rivales, pudieran detener su ascenso al trono inglés. No eran pocas las conjuras y asesinatos que muchos reyes antes de ser coronados habían sufrido por el paso del tiempo y del pasado, si algo buena tenía ser tan estudiosa, era para no caer en los mismos errores que antaño se cometieron. Ahora que la noticia estaba recién tomada y aún no estaban preparados, decidió salir sin demora hacia el castillo. Una vez allí estaría a salvo, los guardias por juramento la guardarían de todo peligro, pero hasta entonces corría un muy grave peligro y como más horas dejara pasar antes de su partido, más lo estaría aún. En esta situación Lena dejó todo lo que poseía y junto los guardias que Tom había dejado custodiándola esas últimas semanas en el ducado de los Mountbatten, partió sin más dilación, sin esperar siquiera a que Tom, su más acérrimo guardián cuando la situación lo requería, se reuniera con ella. Quizás aún no le habían notificado las buenas nuevas y sin tiempo para esperar que le llevaran el mensaje de que fuera a su encuentro, la opción más lógica e inteligente era partir y esperar que para cuando él fuera en su búsqueda ella ya estuviese a salvo y sino, a medio camino de su nuevo hogar.

Enseguida el galope de los corceles fue lo único que llenó su mente, junto el ávido deseo de llegar, y así, ya llevaban gran parte del viaje. Escondiendo sus ropajes en una capa roja como la de sus soldados, el aire fresco de la noche hacia volar su capa hacia atrás y con ello, su cabello lacio se esparció en suaves hebras a su espalda. El golpeteo intenso de las patas de su montura contra el suelo de tierra era fuerte y seguro, como la determinación de la futura reina a ocupar el trono. Con mano firme, Lena no dejó que el semental acostumbrado a las manos de jinetes más fuertes que ella, notase la diferencia. Lo que sus guardias tenían de fuerza, ella poseía una ferocidad en su determinación digna de los mayores conquistadores y guerreros. No por nada era considerada una de las mejores amazonas inglesas. Con una ligera sonrisa, en cuanto los soldados le dieron un hueco por el que meterse, sin dudar ni un solo instante les pasó, colocándose a la cabeza de la partida. La joven era temeraria, sin duda, pero ¿Quién pensaría que podría llegar a exponerse tanto? Su propia temeridad a veces jugaba de su parte y cualquier enemigo que los viese esperaría que estuviese entre sus soldados, protegida y alejada de la primera fila. Únicamente quien la conociera realmente podría esperar ese comportamiento, y actualmente solo llegaban a conocerla de tal grado; tres afortunadas personalidades. Siendo ninguna de ellas, sus enemigos.

Bordeando los caminos principales,tras unas horas más de camino, su séquito de guardias y ella optaron por esconderse en la abundancia de los bosques y de allí, acortar todo el camino que pudieran permitirse. El atardecer que había contemplado la partida de Lena, había dado la bienvenida a la noche más oscura y así, sin miedo, como sombras se movían por los caminos secundarios a través de los más tenebrosos bosques. Surcando campos y cultivos, como viles fugitivos huían de cualquier mirada. Con más de medio camino ya recorrido, solo les quedaba apenas un cuarto de aquella peligrosa partida. Y era ahora, cuando el camino no haría más que empezar. Atrás dejaba la vida de noble, dejaba sus aspiraciones de un ducado y el bello sueño de un matrimonio por amor. Ahora nada de ello tenia sentido, las cartas habían tomado otro rumbo. Ahora dejaría todo atrás para convertirse en quien reinaría su patria con honor y sabiduría. No obstante, antes de ello, debería sobrevivir a esa noche en la que más sombras que ellos, se movían también por esos caminos. Y ni la joven, ni la reina que seria, esperaban que el primer sacrificio por reinar se presentase tan pronto.


Última edición por Lena Windsor el Vie Nov 03, 2017 7:24 am, editado 2 veces
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Mensaje por Invitado Mar Jul 11, 2017 5:11 pm

—Los reyes van y vienen todo el tiempo— dijo la vieja voz confiable de mi ama de llaves. Desde la butaca la observaba tejer otro de esos chales que nunca sabía dónde terminaban, pues nunca le había visto usarlos. El reflejo de las llamas de la chimenea iluminaba su rostro como si fuera una aparición. En algún lugar de mi mente había anidado la posibilidad de que esa mujer fuera en realidad un demonio en forma humana. La forma en que llegó a mi vida fue tan misteriosa como su pasado. Al igual que yo, odiaba las preguntas y prefería ahorrarse las palabras frente a personas que no fueran de nuestro pequeño círculo de confianza. Valoraba el hecho de que me fuera sumamente leal y que me diera su opinión cada vez que nos quedábamos a solas. Si es que hubiera tenido una madre viva, o el recuerdo de una, seguramente se habría parecido a ella. Claro que ese pensamiento lo reservaba solo para mí. En mi naturaleza no se encontraban esas clases de sentimentalismos y mucho menos tenía la capacidad de expresar algo parecido.

Tomé la copa que tenía cerca y bebí un sorbo. —Es aburrido tener que conocer al monarca de turno cada tanto— respondí después de saborear el líquido carmesí. La cosecha de esa sangre era fresca gracias al cuidado que tenía mi ama de llaves para elegir a las portadoras. —Es necesario, mi lord, que lo haga. Además esta vez será una joven muy hermosa la que tomará ese lugar. ¿No tiene curiosidad de conocerla? He escuchado que la mitad de los nobles ha planeado proponerle matrimonio— me comentó sin levantar la vista de su labor. Ese tono ya lo conocía bastante bien y no iba a salirse con la suya. Hace tiempo que había aprendido la forma en la que manipulaba a los esclavos de sangre y las sirvientas. En parte ese comportamiento lo había aprendido de mí y desde hace un tiempo se le había ocurrido intentar usarlo contra mí. —Tengo la misma curiosidad de saber si los colmillos de los licántropos tienen o no caries— respondí finalmente vaciando mi copa y dejándola sobre la superficie lisa de la mesa de ébano más cercana.

El sonido de la puerta interrumpió nuestra conversación. El jefe de la guardia había llegado para informar que “ella” ya estaba en nuestro territorio. —Que parta el primer escuadrón— ordené con un tono de fastidio ya que tenía que dejar el cómodo sillón para prepararme. El comité de bienvenida para la futura reina era obligatorio. Algunos de los nobles vecinos insistían que fuera personalmente ya que mi cargo de duque me obligaba a rendirle tributo a la próxima majestad. —No ponga esa cara, mi lord. De todas formas no sabe si lo disfrutará o si le encontrará algún gusto después de conocerla— añadió el ama de llaves después de verme caminar hacia la puerta. Le dirigí una mirada lo suficientemente clara para hacerle saber que ya no quería escuchar más su opinión. Una de esas noches tal vez me aburriera y la enviara a decapitar. Una versión más joven me resultaría más entretenida.

Después de prepararme partí liderando el segundo escuadrón. Quince hombres me acompañaban para completar la escolta de la futura reina. Cabalgamos en la noche mientras la niebla impedía la clara visibilidad. Eso nos retrasó un poco pero finalmente pudimos avistar al primer escuadrón. Éste se encontraba ya de escolta de la gente que acompañaba a la persona más importante de Inglaterra. En el camino habían tenido que ahorcar a un par de espías. Seguramente algunos nobles no estaban convencidos de aceptarla y planeaban una emboscada. Eso nunca sucedería dentro de mis territorios ya que cualquier intruso era castigado con la muerte, fuera cual fuera su origen.

No vi de inmediato a la reina porque obviamente estaba bien custodiada en su carruaje. Le hice saber al jefe de su guardia que los escoltaríamos hasta mi propiedad para que pasaran la noche. Al siguiente día podrían continuar la marcha. Los hombres de la reina, a quienes se les notaba el cansancio, accedieron y siguieron a mis hombres mientras yo iba por la retaguardia para proteger la caravana desde esa posición junto a otros hombres. Esa posición era bastante ventajosa para visualizar todo lo que pasaba alrededor de la caravana. Así fue que emprendimos el camino de regreso hasta mi propiedad y nos detuvimos en la entrada principal. Ya en territorio seguro, la guardia se replegó para llevar a los caballos a los establos y alimentarlos. Luego los hombres tendrían baños calientes, comida, y una cama tibia cada uno. Las damas de la reina descendieron del carruaje y para entonces me acerqué a ellas e hice el saludo ceremonial. Fue entonces cuando vi, por primera vez, a la nueva reina de Inglaterra.
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Mensaje por Lena Windsor Mar Jul 18, 2017 7:37 am

Había faltado por el camino la muerte de un espía rival, para que  tras una hora más de camino, Lena a regañadientes accediera al ruego de sus hombres de protegerse junto con las demás damas que la acompañaban en el carruaje real. Allí les seria más fácil proporcionarle una salvaguarda y poder protegerla, tal y como debían. Apenas eran más de una docena de hombres y con la reina montando junto a ellos, el miedo por su seguridad era latente en cada uno de ellos. Para la futura reina, únicamente parecía ser una excusa de sus hombres para reducirla en compañía de aquellas pomposas y desdeñosas jóvenes charlatanas, en vez de seguir acelerando el paso hacia tierras más seguras. Para ella, lo primordial era llegar cuanto antes. Llegar de poder ser; hoy mismo y poder planificar una vez allí, su coronación y sus siguientes pasos. De ello que al verse recluida con sus damas, su rostro se viese asombrecido y en vez de participar en las conversaciones mundanas de las más jóvenes que aún tras la excitación de los sucesos de ultima hora no parecían dispuestas a dormitar, se dedicase a perder la mirada al exterior por un refilón que se asomaba entre las cortinas en expresión meditabunda. La oscuridad del exterior era apabullante. Distinguía por suerte alguno de los caminos por la flora de la zona y alguna que otra señal que iban encontrase por el camino y que les hacían saber que iban por buen camino. Y sin duda, iban por buen camino. Pronto llegarían a las inmensas tierras regidas por el duque Ingles, uno de los más apellidos más leales a la monarquía desde tiempos inmemorables y seguramente, uno de los principales hombres de confianza en que pudiera recaer la protección de la futura reina. Fuera cual fuera en realidad el monarca, se podría decir que siempre encontraban en los Blake, uno de sus mayores apoyos y lealtades. Siempre así, se lo había asegurado su padre, e incluso Tom, algo receloso de que Lena pudiese confiar en nadie más que en sus consejeros y en si misma, en alguna ocasión había dejado caer el buen historial de la familia que administraba el ducado desde hacía décadas.

El golpeteo rítmico de los corceles de sus soldados, los cuales se vieron detenidos unos segundos tras la aparición de un nuevo escuadrón de soldados, hizo que todos en la comitiva se detuvieran tensos. Lena enseguida deseó salir, e hizo el intento, no obstante, cuando escuchó el apellido de los Blake resonando en la noche y que esos soldados habían sido enviados para escoltar a la reina, más tranquila volvió a sentarse junto a sus damas, las que tras esa interrupción volvieron de nuevo a sus cuchicheos y habladurías. Sus hombres no creerían jamás algo semejante de no portar un documento que así lo confirmase, y segura de la integridad de su comandante, dejó que él decidiera. Más pronto que tarde sería ella la que tendría el poder de decidir, y hasta entonces ¿Por qué no hacer recaer las decisiones de su seguridad a otros? Pensó, diciéndose que solo sería por esa noche. Una vez fuera coronada, ella impondría su mandato. De nuevo, los ojos de la reina fueron a la ventanilla desde donde se dedicó a observar a los soldados. Cada uno de ellos estaba envuelto en la capa con la insignia de la casa Blake, donde servían. Los estudió todo lo que pudo. Sus rostros completamente serios, no dejaban entrever otras emociones, estaban completamente centrados en la escolta y nada parecía perturbarlos de esa principal misión. Alabando en silencio la instrucción de aquellos hombres, fue entonces que reparó en que una segunda partida de hombres se habían unido. Sin poder detener las intenciones de sus damas, enseguida corrieron ligeramente una de las cortinas buscando al duque con la mirada, quien en esta ocasión había acudido personalmente a escoltarlas. Poco tuvieron que buscar cuando este se encontraba a la altura del carruaje, asegurándose de que nadie pudiese acceder a él y por ende, a la reina. Los comentarios sobre el porte del duque poco tardaron en florecer y una vez las más jóvenes dejaron de curiosear, la conversación volvió a girar alrededor de Lena y de los posibles pretendientes que tendría una vez fuera coronada. Tampoco en esta ocasión, tomó partido ni habló, pero tomó nota de todo y coincidiendo con todas en que debía ser el futuro rey alguien que conociese su patria y no un extranjero, sus pensamientos volvieron hacia el duque que la custodiaba. Debía reconocer que sentía curiosidad por él, por ver de nuevo su figura y su porte y constatar si las palabras de sus damas eran verdaderas al hablar sobre él.

Tras la llegada del segundo grupo, apenas restó media hora mas de camino hasta que finalmente y deteniéndose en el ducado de los Blake, su comitiva descansó de aquel inevitable pero tan largo viaje. El carruaje se detuvo frente la entrada y en lo que unos lacayos acudían prestos a abrirles para que bajaran, acomodándose lo mejor que pudo el cabello que tras el galope inicial de la primera parte del trayecto, y alisándose la falda de su vestido y la capa roja que la cubría aún todavía, esperó a que todas sus damas bajaran, bajando lentamente ella a continuación. No necesitó mucho para encontrarse al duque ante sus ojos, y allí descubrió que la belleza masculina de la que todas sus damas elogiaban, era cierta. Con una sonrisa asomándose en sus labios bajó mirando al joven y en cuanto sus pies tomaron tierra, sus celestes ojos quedaron prendados de los ajenos.

Alteza, permitidme que os presente a Adrien Blake, duque de Inglaterra. —dijo presto el coronel de su guardia, acudiendo inmediatamente a su lado, formalizando así las presentaciones entre ambos. —Señor, Lena de Windsor; nuestra reina.
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 02, 2017 10:26 pm

No dejaba de ser un tanto irónico que los inmortales vieran un rey tras otro caer. Sucedía siempre de la misma forma, en todos los reinos que existían, y la rueda seguía en movimiento. Ahora era el turno de ser el noble que escoltaba a la nueva reina que iba camino a su nuevo hogar. La perspectiva parecía haber puesto a todos mis sirvientes de cabeza. Ya que no solíamos recibir invitados, debido a mi aversión a socializar dentro de mi propia morada, todo parecía haber cobrado nueva vida. Para mí no dejaba de ser un fastidio tener que salir de la tranquilidad de una rutina ya establecida y, de hecho, nada volvería a ser igual. Cada cierto tiempo había que cambiar algo para mejorar y así seguir llevando la eterna existencia hacia la perpetuidad. La presencia de Lena Windsor en mi territorio tenía que ver con eso. No existía el deseo de ir por ella, era una obligación y allí estaba yo, camino a encontrarme con una mujer que nunca había visto en mi vida.

Su comité tenía guardias y damas de compañía. Los guardias iban a caballo y no se detuvieron a dar demasiada información, pues se veían cansados. Mis hombres guiaron a los que iban por delante, mientras que yo me quedé cerca del carruaje de la reina junto con otro grupo. El camino hasta mi morada transcurrió en relativa calma, bajo una noche oscura de silencio sepulcral. Finalmente, cuando llegamos y pasamos de la puerta principal del primer patio, hasta la puerta de la morada, noté que los hombres se veían mucho más tranquilos. Obviamente la perspectiva de una buena comida, un baño caliente y una cama cómoda los llamaba a todos. Los jinetes se dispersaron con dirección a las caballerizas y solo quedó el carruaje de la reina para ser recibido por los sirvientes de la casa. Las damas bajaron primero y al final apareció la cara de la nueva y joven reina. Me detuve a observarla sin creer lo que veía. En realidad parecía ser que el tiempo se había detenido en el momento en el que la vi. Obviamente me quedé sin palabras y tardé en responder a la presentación que nos hicieron.

Me resistí a la idea de que ella en realidad fuera una persona cuyo rostro pensé haber olvidado. Cuando la miré detenidamente, me di cuenta de que todo era una confusión. Logré reaccionar a tiempo e hice una inclinación hacia ella como muestra de respeto hacia su nuevo cargo. —Es un placer conocerla. Por favor venga conmigo— pedí sin decir más y girar para entrar a la morada. Tuve que detenerme en repetidas ocasiones esperando a que la reina pudiera seguirme. Al llegar al salón principal me detuve y las sirvientas de la casa, junto a mi ama de llaves, llegaron a tiempo para guiar a las damas de la reina a sus habitaciones. —Tendrá la mejor habitación de este lugar y se le llevará la cena, al igual que a toda su comitiva. Pasaré después a ver si se encuentra cómoda— dije dirigiéndome solo a ella. Mi ama de llaves parecía también haber notado lo mismo que yo y tardó en reaccionar para llevar a la reina a su dormitorio.

Dejé que la acompañaran y que estuviera fuera de mi vista para pensar las cosas en frío. Recordé que hace no mucho había sucedido algo parecido, pero fue otra persona la que me confundió con alguien más. Los dobles rostros, al parecer, abundaban en cualquier lugar y momento. Solo tenía que hacerme a la idea de que la nueva reina de Inglaterra tenía un parecido con una mujer que conocí en el pasado. La tarea de mentalizarlo fue sencilla, pero todavía tenía que verla nuevamente para llevarlo a la acción. Fue así que, mientras la reina se ponía cómoda ya cenaba, yo me distraje ordenando algunos pendientes que tenía para la siguiente semana. Los negocios no descansaban y, a pesar de ser de la nobleza, no podía dejar nada al azar. —Mi señor, la hora de la cena ha terminado— informó la voz impertinente de mi ama de llaves, quien siempre disfrutaba de interrumpirme cuando estaba concentrado. Asentí y le hice un gesto con la mano para que se retirara. Terminé de firmar un par de documentos y dejé mi escritorio para ir en dirección a la habitación de la reina. Al llegar, una de sus damas abrió la puerta y me anunció ante la joven Windsor.
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Mensaje por Lena Windsor Lun Oct 23, 2017 12:08 pm

Acostumbrada a que la gente al conocerla en persona titubearan frente a ella, el comportamiento del joven Blake, la sorprendió tanto que no pudo dejar de apartar ni un segundo sus ojos de él. Tras aquel primer intercambio de miradas, en que pareció que todo se detuviese y en el que el corazón de la joven tembló bajo su delicado pecho, siguió al caballero a través del inmenso pasillo principal de la morada Blake. Únicamente se oía el repiqueteo de las pisadas de sus damas tras de sí, y algunos que otros soldados que cerraban filas tras de ellas. Si habían intentado atacar a la reina, era propio pensar que pudiesen intentar atacarla también ahora que estaba bajo el amparo de los Blake. No obstante, en este caso, todos debían conocer los grandes riesgos de perder la cabeza por acercarse si quiera a las tierras del duque sin su consentimiento. Por ahora estaban todos a salvo, y quedándose los soldados apostados a un lado de la puerta principal, Lena siguiendo a Adrien, entró al salón donde un grupo de sirvientes y la ama de llaves las esperaban. Miró una última vez al joven cuando este le habló y sintiendo de nuevo como el corazón palpitaba con fuerza al cruzar sus miradas, asintió agradecida por las comodidades que este le ofrecía a ella y a sus damas. Quiso decirle algo, más cuando intentó hablar las sirvientas empezaron a caminar instándola a seguirlas mientras el joven duque desaparecía del salón y todo su sequito la obligaba a caminar con ellas hacia donde les esperaba una suculenta cena. Sonriendo en cuanto oyó los cuchicheos de sus damas detrás de ella, en la intimidad de los pasillos se sonrojó. No era la única que se había fijado en aquel intercambio de miradas.

Cuando entraron en la cámara donde aquella noche dormirían y vieron los platos calientes que se hallaban en una de las mesas junto a un pequeño salón esperándolas, todas se sentaron y comieron hambrientas. La reina sin embargo, únicamente probó algo del caldo y de fruta. Los nervios y los recientes acontecimientos, como el largo día de la coronación que le esperaba próximamente, la mantenía en vilo. Lentamente por ello, se obligó a comer y en cuanto se sintió lo más próxima a saciada, dejó que sus damas terminasen de comer. La conversación entre ellas era animada, lo que en el carruaje estas no habían hablado, ahora de pronto parecían querer soltarlo. Lena acostumbrada a la soledad de su mansión, huyó cuanto pudo del salón y admirando la habitación que ocuparía y junto a ella; sus damas, se abstrajo del mundo contemplándolo todo. Pensó en cuanto le gustaría a su hermana menor estar allí con ella y tan rápidamente este pensamiento cruzó por su mente, se obligó a olvidarla, sabiendo que había sido mejor así. Ella llegaría mañana y sería llevada directamente al castillo donde la esperaría ya como reina y allí se daría el esperado reencuentro. Hasta entonces, la quería sana y salva. Ensimismada, prontamente su sequito terminó de comer y preparando las camas, se entretuvieron, hasta que todo estuvo recogido y la puerta se abrió para dejar paso a uno de los nombres más mencionados en la cena.

Lena supo quién era la visita, antes de que sus propias demás terminasen de anunciar su presencia. Observando los jardines a través de los ventanales de la recamara, fue la primera testigo de su entrada al ver su reflejo en el cristal. De espaldas a la puerta por donde él entraba, fue capaz de por unos segundos admirar aquella belleza nívea y masculina de la que toda Inglaterra hablaba. Su piel blanca, los rasgos acerados y las facciones perfectamente definidas, más que bello, era impactante a la luz de las velas. Su cabellera oscura y su penetrante mirada que enseguida la encontró, se quedó fija en ella y aquello, aunado a la complexión fuerte del caballero, coincidió Lena en que hacía empequeñecer cualquier retrato que pudieran hacerle. No habría pintor capaz de dibujar una fuerza tan magnética en una mirada, como la que él poseía. A través del cristal, Lena le mantuvo la mirada unos segundos hasta que lentamente se volvió hacia él. — Duque— Lo saludó acercándose unos pasos con un atisbo de sonrisa enmarcando sus labios como agradecimiento —Espero que mi escolte no os esté dando mucho trabajo. —Acostumbrada a ser una dama de clase alta, sin necesidad de tanto formalismo en sus actuaciones, dirigiendo una mirada a sus damas, estas enseguida entendieron el mensaje y una a una, tras breves reverencias al duque se fueron de la recamara, dejándolos solos. Ahora mismo, ¿con quién estaría a salvo la joven reina? ¿Quién sino como Adrien Blake? Su rectitud en los negocios y en su palabra, tanto como con sus compromisos siempre le habían atribuido una imagen intachable y tras haber sido aquella noche su salvador y la de sus hombres, no pensaba desconfiar de él tan pronto. Al menos, no esa noche. En cuanto la última de sus damas desapareció por la puerta y la cerró tras ella, la reina caminó unos pasos más hasta detenerse frente uno de los ventanales. De nuevo, parecía que aquellas magníficas vistas de las que iban a ser en la brevedad oficialmente su reino, llamaban poderosamente la atención de su reina.

Deseaba agradeceros en privado vuestro servicios prestados y vuestra propia escolta tanto a mí, como a los míos. No es algo que haya que tomárselo a la ligero, ya que de no ser por vos, quizás en este momento podría estar sirviendo como alimento de cualquier alimaña de estos bosques. — Habló tras que se instalara por unos segundos el silencio entre ambos y Lena volviese la mirada hacia él nuevamente. La joven reina no era ninguna ingenua, tampoco ninguna estúpida, era consciente de que en el menor de los males, únicamente media escolta hubiese llegado hasta el castillo sano y salvo, más lo que no deseaba afirmar en voz alta era que en esa media escolta, bien podría haber llegado ella sana y salva junto a ellos, o herida y en el peor de los casos; sin vida. Habría sido el reinado más escaso y trágico de la historia. Y allí, frente a ella se hallaba quien había hecho la diferencia entre lo que podría haber pasado y lo que finalmente pasó. Como reina debía compensar a aquellos súbditos que arriesgaran su vida por la de ella. Todo noble que luchase por su causa, debía ser recompensado, como por al contrario, quien fuera en su contra, debía ser declarado enemigo del reino y como tal, seria sentenciado o en el mejor de los casos, se le echaría por siempre de Inglaterra. En un mundo donde las cartas las barajaban los varones, era difícil para una mujer encontrar su lugar, no obstante, los Windsor no eran famosos por su docilidad y la joven no sería distinta a sus antepasados. Todo y que, en estos momentos lo que se requería de ella, era muy distinto. — ¿Cómo podría agradecéroslo? Sois de la realeza, y como tal, tenéis todo el beneplácito del reino y su lealtad, como el de la corona. ¿Qué podríais desear… que ahora no tengáis?— Y allí bajo la luz de las velas, su vivaz y avispada mirada se entrelazó con la del duque sin ningún miedo, si quiera, cuando este tenía medio rostro tallado por las mismísimas sombras.
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Mensaje por Invitado Lun Nov 27, 2017 6:39 pm

¿Cuántas reinas han pasado por esa casa? Solo una hasta donde tenía memoria y su recuerdo no podía permitírmelo. Ahora todo era diferente porque la reina invitada era una mortal a la que nunca había visto antes. Se decía mucho de ella, pero las lenguas ajenas siempre exageraban o aumentaban detalles. No tenía idea de lo que me encontraría cuando la vi bajar de su carruaje. Su aspecto físico me dejó sin palabras, como en mucho tiempo no sucedía, sí, estaba un poco atónito, pero reaccioné para darle paso al interior de la residencia. Dejé que los sirvientes se encargaran de lo demás y preferí no volver a verla de momento, por lo que solo asentí cuando ella me dirigió unas palabras de agradecimiento por hacernos cargo de su escolta. La conversación la dejaría para después y, de hecho, fueron suficientes las horas hasta la cena para que pudiera pensar en cómo dirigirme a ella.

La hora de dormir se aproximaba, al menos para los invitados, pues los residentes teníamos otras costumbres. Entrada la noche, visité a la reina en las habitaciones que le fueron destinadas. Sus acompañantes, afortunadamente, nos dieron privacidad. Una vez a solas pude comprobar el enorme parecido que esa mujer tenía con otra que había conocido hace mucho. Sin embargo, su mirada era completamente diferente, al igual que su esencia. Tal vez me hubiera sentido mucho más convencido si su voz también hubiera sido diferente, pero no, esa voz era idéntica. —No tiene porqué darme las gracias. Mi proceder no fue movido por ningún interés personal, si usted lo entiende, fue en todo caso una obligación— dije fríamente conservando la distancia. De momento esperaba habituarme a esa extraña forma que, de no tener un corazón latiente, sería fantasmal.

Después de un silencio, la rubia volvió a dirigirme la palabra y me di cuenta de lo mal anfitrión que estaba siendo al mantenerme al margen de su situación. Me acerque unos pasos a ella y la miré fijamente. —Podría agradecérmelo manteniéndose viva. Una reina tan joven será sin duda blanco de algunas malas intenciones. Por el bienestar de este reino debe mantenerse en el trono. Si el reino se conserva estable, son buenas noticias para mí y mis negocios, es una buena forma de agradecerlo, ¿no cree?— respondí desviando la mirada hacia el ventanal. La niebla cubría la mayor parte del terreno y no se podía ver nada. Era el escenario perfecto para deshacerse de una reina, si esas fueran mis intenciones, pero por suerte para ella era todo lo contrario.

—Su familia ha tenido acuerdos con la mía en el pasado, es por esa razón que tiene mi lealtad y la seguirá teniendo. Usted estará segura hasta que llegue a su destino y, si lo desea, aún después. Estoy al tanto de las “negociaciones”, pero no sé si usted ha sido consultada al respecto— finalicé mencionando la razón principal por la que ella había pasado por mi territorio antes de ir a su castillo. De hecho, desde que ese tema había sido puesto sobre la mesa, quería saber quién era la otra parte y lo que creía al respecto. Ahora era mi turno de escucharla, pues en base a lo que dijera podría acceder o no al acuerdo que sus protectores proponían.
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