AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El reflexionar del tiempo [Medea]
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El reflexionar del tiempo [Medea]
Que especiales son los momentos de reflexión. Aquellos que generalmente suelen presentarse cuando la mente recae en un peculiar estado de serenidad creado por el silencio del entorno, por la belleza visual del paisaje o simplemente por la falta de sueño en la oscuridad, cuando la cabeza suele estar apoyada sobre la almohada.
La serenidad se había apoderado de mí ser momentos después de que mis agotadas piernas exigieran un merecedor descanso tras una larga caminata. Una maderada banca frente a un pequeño estanque donde el agua no parecía moverse fue el lugar de mi reposo. La inmovilidad de aquel cumulo acuático era tal que el mismo simulaba actuar como un pulcro espejo natural, reflejando así con suma claridad todo a su alcance. Observando mi rostro en el agua y con tal sigilo a mí alrededor fue que mi mente cayó en la reflexión.
El tiempo había pasado magníficamente. Mi rostro hablaba de ello, mis manos y hasta los recuerdos que cruzaban fugazmente mi corazón daban fe de ello. Cada arruga plasmada en mi exterior y ahora reflejada en aquel estanque verdoso me recordaba de alguna forma todo lo que frente a mis ojos había transcurrido. Todo el sufrimiento, la lucha y el amor que mi ser había degustado tan fervientemente y que aun me hacia estar en pie. Todas aquellas personas, vivas y muertas que acrecentaron en forma positiva y negativa la sabiduría en mi interior. Ese cumulo de años y experiencias me había llevado hasta allí, a estar sentada frente a mi actual edad comprendiendo muchas cosas y deseando entender otras.
También sabía que lo aprendido en todos estos años me había llevado hasta la plaza. Ellos me habían comentado que debía estar allí y sinceramente nunca pase por alto sus avisos. Ellos eran mis fieles y queridos informantes. Ellos eran parte de mi vida, de mis arrugas y de mi historia.
Sonreí ligeramente al retomar atención a la realidad, cuando desde un árbol una amarillenta hoja recayó sobre el estanque y sacudió con pequeñas ondas la imagen perfecta que casi mágicamente se había hecho momentos atrás.
La serenidad se había apoderado de mí ser momentos después de que mis agotadas piernas exigieran un merecedor descanso tras una larga caminata. Una maderada banca frente a un pequeño estanque donde el agua no parecía moverse fue el lugar de mi reposo. La inmovilidad de aquel cumulo acuático era tal que el mismo simulaba actuar como un pulcro espejo natural, reflejando así con suma claridad todo a su alcance. Observando mi rostro en el agua y con tal sigilo a mí alrededor fue que mi mente cayó en la reflexión.
El tiempo había pasado magníficamente. Mi rostro hablaba de ello, mis manos y hasta los recuerdos que cruzaban fugazmente mi corazón daban fe de ello. Cada arruga plasmada en mi exterior y ahora reflejada en aquel estanque verdoso me recordaba de alguna forma todo lo que frente a mis ojos había transcurrido. Todo el sufrimiento, la lucha y el amor que mi ser había degustado tan fervientemente y que aun me hacia estar en pie. Todas aquellas personas, vivas y muertas que acrecentaron en forma positiva y negativa la sabiduría en mi interior. Ese cumulo de años y experiencias me había llevado hasta allí, a estar sentada frente a mi actual edad comprendiendo muchas cosas y deseando entender otras.
También sabía que lo aprendido en todos estos años me había llevado hasta la plaza. Ellos me habían comentado que debía estar allí y sinceramente nunca pase por alto sus avisos. Ellos eran mis fieles y queridos informantes. Ellos eran parte de mi vida, de mis arrugas y de mi historia.
Sonreí ligeramente al retomar atención a la realidad, cuando desde un árbol una amarillenta hoja recayó sobre el estanque y sacudió con pequeñas ondas la imagen perfecta que casi mágicamente se había hecho momentos atrás.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Una extraña sensación había conseguido agitarme durante toda la mañana. Cuanto mas avanzaba el día, mas agitada me sentía. Tras desayunar, decidí salir de mi mansión. Algo me decía que en la tranquilidad de las aguas encontraría algo de reposo.
El calendario hablaba, y muy seriamente…
El tiempo pasa. Ya hacía veinte años que había utilizado por ultima vez mi magia brutal. Pero el tiempo seguía pasando sin compasión. Una nueva arruga me había aparecido en el cuello, y otra nueva saldría mañana si no hacia pronto algo. Irremediablemente tenia que hacer lo que siempre hacía en esos casos. Una nueva victima caería fulminada en pos de la eternidad de Medea.
Que injusto era el destino. Me había dotado un poder inconmensurable, y de una maldición de un tamaño igual de espectacular. Pero no había acompañado a tal don de una mente completamente malvada.
¿Pero que decía?¿No era malvada Medea?
Desde que recuerdo… y recuerdo desde hace mucho tiempo, no había tenido compasión con aquellos que creí inferiores a mí. Nunca habían estado mis manos limpias de sangre. Todas esas bestias con aspecto humano, pero que no tenian mayor intelecto que un caballo o un cerdo bien alimentado siempre habían estado a mi merced. ¿Para que flaquear ahora?
Apreté los puños con fuerza mientras el viento me soplaba en la cara. El cielo se reflejaba perfectamente en la superficie del lago. De pronto… una cara conocida.
Me acerqué a ella poco a poco. Temía encontrarme con algo desconocido.
-Alanis?- dije, cerrando mi parasol.
El calendario hablaba, y muy seriamente…
El tiempo pasa. Ya hacía veinte años que había utilizado por ultima vez mi magia brutal. Pero el tiempo seguía pasando sin compasión. Una nueva arruga me había aparecido en el cuello, y otra nueva saldría mañana si no hacia pronto algo. Irremediablemente tenia que hacer lo que siempre hacía en esos casos. Una nueva victima caería fulminada en pos de la eternidad de Medea.
Que injusto era el destino. Me había dotado un poder inconmensurable, y de una maldición de un tamaño igual de espectacular. Pero no había acompañado a tal don de una mente completamente malvada.
¿Pero que decía?¿No era malvada Medea?
Desde que recuerdo… y recuerdo desde hace mucho tiempo, no había tenido compasión con aquellos que creí inferiores a mí. Nunca habían estado mis manos limpias de sangre. Todas esas bestias con aspecto humano, pero que no tenian mayor intelecto que un caballo o un cerdo bien alimentado siempre habían estado a mi merced. ¿Para que flaquear ahora?
Apreté los puños con fuerza mientras el viento me soplaba en la cara. El cielo se reflejaba perfectamente en la superficie del lago. De pronto… una cara conocida.
Me acerqué a ella poco a poco. Temía encontrarme con algo desconocido.
-Alanis?- dije, cerrando mi parasol.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Sin duda el destino era una de las fuerzas más descomunales sobre la Tierra. O eso solía pensar yo. ¿Tendría el destino la capacidad de conllevar luego de tantos años a una persona a un punto específico para rencontrarse con alguien o algo que tuvo presencia en su pasado? Mi respuesta seguramente siempre sería positiva.
Lo sería en ese momento también, cuando aquella elegante y refinada damisela se acerco hacia mí. A primera vista nada familiar era palpable para mí memoria ¿Acaso un triste corazón que tiempo atrás solicito mi ayuda para entregarle un último mensaje a su ya fallecido esposo? Lo dudaba, pues solía recordar a esas personas como si llevase internamente conmigo retratos físicos de su apariencia en mi lucida mente.
-¿Alanis?- proclamo la arrimada con su familiar voz al tiempo que cerraba el costoso parasol que añadía otra cuota a la elegancia que irradiaba tan solo con su respirar. No creía conocer a una dama tan joven, pues pese a las invitaciones no solía concurrir a las fiestas donde era invitada. Algunos tomaban como privilegio el tener conocidos tan adinerados. Yo no era de esas personas.
Finalmente vislumbre los ojos de quien me hablaba y fue en ese entonces donde mi mente se entrelazo con el brusco y fuerte palpitar de mi corazón. La noche pasada en el cementerio de la ciudad aquellos que se comunicaban conmigo me habían dado aviso de un rencuentro especial, aquel que ahora se plasmaba frente a mi persona ¿Pero aquella despojante de juventud podría ser acaso la amiga que hacía décadas no contemplaba? Su exterior me decía que no, más el reflejar de sus ojos era el mismo, era el que mínimamente dejaba conocer el interior de Medea.
-La misma que tus ojos ven, la misma que no cree estar hablando contigo- proferí con una leve sonrisa, aun incrédula por aquel magnifico suceso que revivía dentro de mi centenares de anécdotas. Una gran amiga ante mí y luciendo casi igual a cuando le conocí. Sin duda del destino era poderoso y cada día estaba más segura de ello.
Lo sería en ese momento también, cuando aquella elegante y refinada damisela se acerco hacia mí. A primera vista nada familiar era palpable para mí memoria ¿Acaso un triste corazón que tiempo atrás solicito mi ayuda para entregarle un último mensaje a su ya fallecido esposo? Lo dudaba, pues solía recordar a esas personas como si llevase internamente conmigo retratos físicos de su apariencia en mi lucida mente.
-¿Alanis?- proclamo la arrimada con su familiar voz al tiempo que cerraba el costoso parasol que añadía otra cuota a la elegancia que irradiaba tan solo con su respirar. No creía conocer a una dama tan joven, pues pese a las invitaciones no solía concurrir a las fiestas donde era invitada. Algunos tomaban como privilegio el tener conocidos tan adinerados. Yo no era de esas personas.
Finalmente vislumbre los ojos de quien me hablaba y fue en ese entonces donde mi mente se entrelazo con el brusco y fuerte palpitar de mi corazón. La noche pasada en el cementerio de la ciudad aquellos que se comunicaban conmigo me habían dado aviso de un rencuentro especial, aquel que ahora se plasmaba frente a mi persona ¿Pero aquella despojante de juventud podría ser acaso la amiga que hacía décadas no contemplaba? Su exterior me decía que no, más el reflejar de sus ojos era el mismo, era el que mínimamente dejaba conocer el interior de Medea.
-La misma que tus ojos ven, la misma que no cree estar hablando contigo- proferí con una leve sonrisa, aun incrédula por aquel magnifico suceso que revivía dentro de mi centenares de anécdotas. Una gran amiga ante mí y luciendo casi igual a cuando le conocí. Sin duda del destino era poderoso y cada día estaba más segura de ello.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Estaba en lo cierto. No se había desbocado mi mente. No era demencia lo que sufría. Era Alanis. Los años habían conseguido derrotar a su juventud. Aún siendo su rostro exactamente igual de andrógeno, la edad no perdonaba vidas. Aunque su edad siempre había resultado bastante difícil de calcular. Pero seguía siendo su piel tan tersa, y sus ojos tenia el mismo brillo que antaño. Ante ella debería aparentar yo muchísimos años, y no solo por el hecho de que la conocí hace mucho. Yo llevaba en el mundo bastante más tiempo que ella… por desgracia.
Definitivamente, hoy era un día muy depresivo. Solo en esos días incurría en esos delirios oscuros de mi mente, que creían que sería mejor acurrucarme definitivamente en el parnaso que seguir vagando por la pestilente tierra.
Que sorprendente era todo aquello. Esa enigmática mujer y yo habíamos compartido hacia ya mucho una profunda amistad. Yo admiraba su singularidad, su independencia, y sus dotes…
Alanis hablaba tan fluidamente con los muertos como lo hacía yo. Y eso es espectacular. Yo llevaba casi un siglo aprendiendo como hacerlo, y ella casi nació con ese don.
Supongo que ella admiraba de mí mis artes mágicas. También soy una excepcional cantante, cuya voz ha hecho desmayarse a reyes de puro gozo, y una poderosa envenenadora, que ha asesinado a algunos hombres brutalmente poderosos. Pero supongo que eso a ella no le parecerían en absoluto dotes de las cuales enorgullecerse.
Apoye el parasol cerrado en el suelo y me apoye sobre él. Esbocé una sonrisa maliciosa mientras arqueaba una ceja.
-Sin duda, eres tu-Contesté sonriendo y acercandome a ella.
Definitivamente, hoy era un día muy depresivo. Solo en esos días incurría en esos delirios oscuros de mi mente, que creían que sería mejor acurrucarme definitivamente en el parnaso que seguir vagando por la pestilente tierra.
Que sorprendente era todo aquello. Esa enigmática mujer y yo habíamos compartido hacia ya mucho una profunda amistad. Yo admiraba su singularidad, su independencia, y sus dotes…
Alanis hablaba tan fluidamente con los muertos como lo hacía yo. Y eso es espectacular. Yo llevaba casi un siglo aprendiendo como hacerlo, y ella casi nació con ese don.
Supongo que ella admiraba de mí mis artes mágicas. También soy una excepcional cantante, cuya voz ha hecho desmayarse a reyes de puro gozo, y una poderosa envenenadora, que ha asesinado a algunos hombres brutalmente poderosos. Pero supongo que eso a ella no le parecerían en absoluto dotes de las cuales enorgullecerse.
Apoye el parasol cerrado en el suelo y me apoye sobre él. Esbocé una sonrisa maliciosa mientras arqueaba una ceja.
-Sin duda, eres tu-Contesté sonriendo y acercandome a ella.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Inexplicable. Tener frente a mis ojos a Medea Makropulos después de tanto tiempo era inexplicable. Así también lo era su juventud, porcelanica e intacta como en aquellos días donde las dos compartíamos muchas cosas, como las amigas verdaderas suelen hacer. Al observarla mis ojos parecían rebalsarse en ese tono verde esmeralda que tomaban cuando algo me alegraba enormemente. Últimamente los días habían sido algo opacos, como el verde del musgo que se junta sobre las rocas olvidadas.
-El tiempo te ha sido indiferente querida Medea- le comente al tiempo en que extendía una de mis manos para acariciar la de ella. El contraste fue inevitable. Cada día de mi vida estaba representado de alguna manera en mi piel, sin embargo para la griega era todo diferente. Sus manos tersas y lisas no se comparaban con las mías, ya con algunas manchas acarreadas por el simple hecho de envejecer.
Medea era un ser sumamente peculiar. Creo que nuestra amistad se consolido en el instante que comprendí que indagar en su vida era igual tener el deseo de ahogarme en lo desconocido. Todo su ser exterior era de admirar. Su elegancia, su especial belleza y su exquisito gusto siempre me dejaban boquiabierta. Y su voz ¡todos amaban la voz de Medea! El idolatrarla no era algo difícil sin embargo yo aprendí a quererle porque siempre la vi con ojos humanos, como un ser terrenal y tan palpable como yo y cualquier otro. Un ser de carne y hueso pero bendecida con una infinidad de superficiales dotes.
Pero nuestra amistad estaba sellada por lo secreto. Por lo que ningún desconocido debería saber. Por el misticismo que nos rodeaba y que ambas manipulábamos a nuestro gusto. Aun no sabía si yo y mi preciada amiga teníamos una compatibilidad mágica o una visión equivalente en cuanto a la utilidad de nuestros dotes. Nunca lo discutimos. Seguramente nunca lo haríamos, porque tal vez ese día tendríamos que estar completamente dispuestas a cambiar nuestros destinos, y el día de hoy este solo deseaba volvernos a juntar. Y lo ha hecho.
-El tiempo te ha sido indiferente querida Medea- le comente al tiempo en que extendía una de mis manos para acariciar la de ella. El contraste fue inevitable. Cada día de mi vida estaba representado de alguna manera en mi piel, sin embargo para la griega era todo diferente. Sus manos tersas y lisas no se comparaban con las mías, ya con algunas manchas acarreadas por el simple hecho de envejecer.
Medea era un ser sumamente peculiar. Creo que nuestra amistad se consolido en el instante que comprendí que indagar en su vida era igual tener el deseo de ahogarme en lo desconocido. Todo su ser exterior era de admirar. Su elegancia, su especial belleza y su exquisito gusto siempre me dejaban boquiabierta. Y su voz ¡todos amaban la voz de Medea! El idolatrarla no era algo difícil sin embargo yo aprendí a quererle porque siempre la vi con ojos humanos, como un ser terrenal y tan palpable como yo y cualquier otro. Un ser de carne y hueso pero bendecida con una infinidad de superficiales dotes.
Pero nuestra amistad estaba sellada por lo secreto. Por lo que ningún desconocido debería saber. Por el misticismo que nos rodeaba y que ambas manipulábamos a nuestro gusto. Aun no sabía si yo y mi preciada amiga teníamos una compatibilidad mágica o una visión equivalente en cuanto a la utilidad de nuestros dotes. Nunca lo discutimos. Seguramente nunca lo haríamos, porque tal vez ese día tendríamos que estar completamente dispuestas a cambiar nuestros destinos, y el día de hoy este solo deseaba volvernos a juntar. Y lo ha hecho.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
-Siempre has sido tan sumamente educada Alanis. Permite que te diga que tienes un aspecto estupendo.
–Le dije, observándola de arriba abajo.
-Recuerdo cuando me acompañabas a cualquier lugar… y elegías aquellas vestimentas masculinas tan peculiares, por pura diversión, o tal vez por costumbre. Resultabas incluso atractiva como hombre a la vista, querida.
-Deje escapar una risa histriónica, y me tape la cara con el abanico que siempre llevaba colgando de mi mano.
-Querida, ¿cuando fue la ultima vez que nos vimos? Creo que fue en Italia. Y ahora te veo aquí en París. Que extraños acontecimientos nos depara el destino. Aún recuerdo cuando, acabada de llegar a esta luminosa ciudad, con una partitura en una mano y mi voz en la otra conocí al maestro compositor Cherubini. Sola en esta ciudad creí que me consumirían la desgraciada y la penumbra. Pero como puedes ver… eso no ha ocurrido-dije, con una mezcla de alivio y orgullo.
Todo ese discurso tenia una clara premisa. Pasar por alto lo que las dos pensábamos. Pasar por alto aquella enorme verdad, que ninguna de las dos parecía reconocer. Yo aparentaba menos años que los que tenía cuando la había conocido. Era chocante. ¿Como explicarle eso a una mujer que conocía la magia bastante bien?
Jamás debía saberse el secreto de Medea. La Medea de la que tanto se había hablado. La Medea escondida y extranjera en todas partes. La Medea expulsada y eterna. La Medea que no chupaba sangre del cuello de su victima, si no que, entre gritos, absorbía la energía vital, dejando solo muerte y devastación a su paso.
¿Pero que decirle a Alanis? Jamás creería que este portento de juventud se consigue mezclando cuatro plantas con ojos de sapo mientras se recitan un par de versos en latín.
–Le dije, observándola de arriba abajo.
-Recuerdo cuando me acompañabas a cualquier lugar… y elegías aquellas vestimentas masculinas tan peculiares, por pura diversión, o tal vez por costumbre. Resultabas incluso atractiva como hombre a la vista, querida.
-Deje escapar una risa histriónica, y me tape la cara con el abanico que siempre llevaba colgando de mi mano.
-Querida, ¿cuando fue la ultima vez que nos vimos? Creo que fue en Italia. Y ahora te veo aquí en París. Que extraños acontecimientos nos depara el destino. Aún recuerdo cuando, acabada de llegar a esta luminosa ciudad, con una partitura en una mano y mi voz en la otra conocí al maestro compositor Cherubini. Sola en esta ciudad creí que me consumirían la desgraciada y la penumbra. Pero como puedes ver… eso no ha ocurrido-dije, con una mezcla de alivio y orgullo.
Todo ese discurso tenia una clara premisa. Pasar por alto lo que las dos pensábamos. Pasar por alto aquella enorme verdad, que ninguna de las dos parecía reconocer. Yo aparentaba menos años que los que tenía cuando la había conocido. Era chocante. ¿Como explicarle eso a una mujer que conocía la magia bastante bien?
Jamás debía saberse el secreto de Medea. La Medea de la que tanto se había hablado. La Medea escondida y extranjera en todas partes. La Medea expulsada y eterna. La Medea que no chupaba sangre del cuello de su victima, si no que, entre gritos, absorbía la energía vital, dejando solo muerte y devastación a su paso.
¿Pero que decirle a Alanis? Jamás creería que este portento de juventud se consigue mezclando cuatro plantas con ojos de sapo mientras se recitan un par de versos en latín.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Bastaron las melódicas palabras de Medea para mentalmente retroceder ¿unos 40 años quizás? Los días de paseo por Italia habían sido magníficos. Recuerdo haber conocido a mi amiga en una fiesta sumamente elegante. Y sin duda no estábamos allí porque mi madre fuese tan adinerada como todos los presentes incluyendo a la griega. Seguramente la dueña de la inmensa mansión necesitaba los servicios nigrománticos de mi progenitora y por mera educación habíamos sido invitadas.
Igual que en el presente, Medea era un ser imposible de ignorar. Su presencia en esa fiesta dejaba a sus espaldas los arreglos florales, la orquesta en vivo y los bocadillos exóticos cocinados expresamente para el evento. Todo giraba en torno a ella. Lo bueno y lo malo, pues la envidia a esas alturas ya era una compañera a su lado. Todos envidiaban a Medea, y tal vez como yo no, fue que pude acercarme a ella.
En vestidos de encaje o trajes brillantes Medea siempre respeto mis decisiones. Aún recordaba cuando salía junto a ella por las calles. Y apuesto a que más de una persona al cruzarnos habría jurado que éramos una pareja de novios espectaculares. La peculiaridad de parecerme tanto a un hombre como a una mujer estaba presente en mí desde pequeña y con el tiempo le tome agrado. Hasta recuerdo haberle sacado provecho para adentrarme a uno que otro burdel espiando las infidelidades de algún antiguo novio.
-Tú y Cherubini juntos, que cosa tan magnífica ¿Qué más le puedes pedir a la vida querida Medea, que ya no te lo haya dado?- tuve la necesidad de preguntarle mientras posicionaba mis dos manos a la altura del pecho, una sobre la otra. Una pregunta del corazón, una cuestión a la que no le encontraba respuesta y que Medea podía aclarar. Pues estaba segura que a otro tipo de interrogante, nunca lo haría.
Igual que en el presente, Medea era un ser imposible de ignorar. Su presencia en esa fiesta dejaba a sus espaldas los arreglos florales, la orquesta en vivo y los bocadillos exóticos cocinados expresamente para el evento. Todo giraba en torno a ella. Lo bueno y lo malo, pues la envidia a esas alturas ya era una compañera a su lado. Todos envidiaban a Medea, y tal vez como yo no, fue que pude acercarme a ella.
En vestidos de encaje o trajes brillantes Medea siempre respeto mis decisiones. Aún recordaba cuando salía junto a ella por las calles. Y apuesto a que más de una persona al cruzarnos habría jurado que éramos una pareja de novios espectaculares. La peculiaridad de parecerme tanto a un hombre como a una mujer estaba presente en mí desde pequeña y con el tiempo le tome agrado. Hasta recuerdo haberle sacado provecho para adentrarme a uno que otro burdel espiando las infidelidades de algún antiguo novio.
-Tú y Cherubini juntos, que cosa tan magnífica ¿Qué más le puedes pedir a la vida querida Medea, que ya no te lo haya dado?- tuve la necesidad de preguntarle mientras posicionaba mis dos manos a la altura del pecho, una sobre la otra. Una pregunta del corazón, una cuestión a la que no le encontraba respuesta y que Medea podía aclarar. Pues estaba segura que a otro tipo de interrogante, nunca lo haría.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
-Es raro que la vida nos ofrezca solo virtudes Alanis. La vida… siempre te despoja de algo cuando te surte de bienes materiales. Surtida estoy de riquezas y de placeres… pero.... ¿Soy feliz?.
-En el aire esa funesta pregunta quedo suspendida. Miré al horizonte durante unos instantes, pero volví en mí y sonreí, borrando la angustia de mi rostro.
-Ante todo, dejemos de filosofar. Sedme sincera. ¿Qué tramáis ahora en parís? ¿Qué es de vos? Conozco de sobra vuestro origen francés, pero di por hecho que no os vería más cuando os despedí tan amargamente en Italia.
Recuerdo aún con pasmosa facilidad como vuestra madre ofreció a los duques de Mantua un servicio muy valioso. Quedaron encantados los duques. Lástima que a los pocos meses me informaran de que tenía que marcharme de su pequeña corte. Supongo que la fama me precede.
-todas las conversaciones posibles parecían conducirme siempre a mi maldita maldición. A veces envidiaba la vida de esos sanguinolentos seres que algunos llaman vampiros. Sus violentos y fríos corazones no sienten ya nada. Pero el mío… que era antiguo como el mármol del Partenón de Atenas… como las columnas de Hércules, como las piedras del coliseo… mi corazón aún sentía. Suerte que los dioses me habían concedido el arte. Sin él… sin esa belleza inmortal… no podría seguir adelante.
Deje a un lado mis divagaciones y tome la mano de Alanis.
-Contadme. Estoy deseosa de saber que ha sido de vos estos años. ¿Pensáis instalaros definitivamente en París?
-En el aire esa funesta pregunta quedo suspendida. Miré al horizonte durante unos instantes, pero volví en mí y sonreí, borrando la angustia de mi rostro.
-Ante todo, dejemos de filosofar. Sedme sincera. ¿Qué tramáis ahora en parís? ¿Qué es de vos? Conozco de sobra vuestro origen francés, pero di por hecho que no os vería más cuando os despedí tan amargamente en Italia.
Recuerdo aún con pasmosa facilidad como vuestra madre ofreció a los duques de Mantua un servicio muy valioso. Quedaron encantados los duques. Lástima que a los pocos meses me informaran de que tenía que marcharme de su pequeña corte. Supongo que la fama me precede.
-todas las conversaciones posibles parecían conducirme siempre a mi maldita maldición. A veces envidiaba la vida de esos sanguinolentos seres que algunos llaman vampiros. Sus violentos y fríos corazones no sienten ya nada. Pero el mío… que era antiguo como el mármol del Partenón de Atenas… como las columnas de Hércules, como las piedras del coliseo… mi corazón aún sentía. Suerte que los dioses me habían concedido el arte. Sin él… sin esa belleza inmortal… no podría seguir adelante.
Deje a un lado mis divagaciones y tome la mano de Alanis.
-Contadme. Estoy deseosa de saber que ha sido de vos estos años. ¿Pensáis instalaros definitivamente en París?
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
Entrar en contacto nuevamente con Medea era algo muy especial. Sentir su piel, el irradiar que su ser despojaba era único. No era lógico actuar como si no supiese de aquel encuentro. Los seres difuntos con los que trataba me lo habían advertido, pero era inevitable para mí en ese momento no sentir sorpresa ¡Tenia a la Makropulos frente a mí tomándome la mano!
-Así es, tengo una asuntos que tratar en esta ciudad lo que me llevará a residir aquí por un tiempo- le respondí aferrándome a su mano y bajando la mirada por un instante solo para liberar un suspiro y retomar nuevamente la mirada hacia Medea.
En mi interior sabía que mi estadía allí trataba en parte de llegar al fin de un tema específico con mi amiga. También sabía que mi destino era morir en Paris y como aun no conocía fuerza más poderosa que el destino, estaba casi segura de que eso pasaría.
Aun siendo ya anciana, me era muy tortuoso el tratar con ciertos temas que mis practicas nigrománticas desataban. Algunos de los muertos con los que hablaba desde mi adolescencia y que aun no encontraban aquello que los dejara descansar en paz habían entablado una relación tan estrecha conmigo que me advertían sobre sucesos que se cruzarían futuramente mi camino, mi vida. El encuentro con una gran amiga fue uno de esos avisos y muerte, también. Pero no era momento de preocuparme por ello, sabía que aun debía solucionar unos cuantos temas para que eso se desatara.
-Podremos ponernos al día en cuanto a lo que la vida nos ha estado entregando, hermosa Medea- agregue sonrientemente sincera. Mi corazón se llenaba de entusiasmo, como si tuviera veinte años nuevamente y estuviera dispuesta a todo, pues mi amiga generaba eso y mucho mas en mi siempre que se aparecía.
-Así es, tengo una asuntos que tratar en esta ciudad lo que me llevará a residir aquí por un tiempo- le respondí aferrándome a su mano y bajando la mirada por un instante solo para liberar un suspiro y retomar nuevamente la mirada hacia Medea.
En mi interior sabía que mi estadía allí trataba en parte de llegar al fin de un tema específico con mi amiga. También sabía que mi destino era morir en Paris y como aun no conocía fuerza más poderosa que el destino, estaba casi segura de que eso pasaría.
Aun siendo ya anciana, me era muy tortuoso el tratar con ciertos temas que mis practicas nigrománticas desataban. Algunos de los muertos con los que hablaba desde mi adolescencia y que aun no encontraban aquello que los dejara descansar en paz habían entablado una relación tan estrecha conmigo que me advertían sobre sucesos que se cruzarían futuramente mi camino, mi vida. El encuentro con una gran amiga fue uno de esos avisos y muerte, también. Pero no era momento de preocuparme por ello, sabía que aun debía solucionar unos cuantos temas para que eso se desatara.
-Podremos ponernos al día en cuanto a lo que la vida nos ha estado entregando, hermosa Medea- agregue sonrientemente sincera. Mi corazón se llenaba de entusiasmo, como si tuviera veinte años nuevamente y estuviera dispuesta a todo, pues mi amiga generaba eso y mucho mas en mi siempre que se aparecía.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: El reflexionar del tiempo [Medea]
-Amiga mía… cuando he deseado veros. Ya sabéis como disfrutaba de nuestras charlas en Italia. Espero que la vida… haya sido generosa con vos.
Miré en el interior de sus ojos verdes. Algo había en ellos, algo que me dejaba claro que tenía un tema importante que comunicarme. Casi me asustaba que podía ser ese algo. Hacia ya años que no preguntaba a los hados que me depararía el destino. Afincada en París y disfrutando de mi nueva vida como cantante de éxito extranjera en la ciudad de la luces casi podía decirse que me había dejado de importar lo que los dioses tenían planeado para mi.
Miré al sol. Estaba ya algo bajo. Mis ensayos empezarían dentro de poco, y tenia que repasar algunas partes de la partitura con la oronda soprano que me acompañaría en los dúos. Oh… que genial idea… decirle a la profunda Alanis que asista a los ensayos sería un gran detalle sabiendo lo que ella disfruta del teatro.
-¿Y que asunto tan urgente es ese que os ha traído hasta aquí?.
Dije, mientras continuaba caminando tranquilamente para que me siguiera.
Medea Makropulos- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 23/10/2010
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