AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A little taste of freedom | privado
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A little taste of freedom | privado
Empezó descubriendo mundo y le apresaron. Logró escapar de su captor y las llamas lamieron su piel, provocadas por aquella insana mujer de pelo como el fuego. Tras deshacerse de ella y seguir con su fuga, la única pregunta era ¿cuál castigo le estaban preparando sus furiosos dioses? En medio de un nuevo mundo totalmente desconocido para él, lo único que tenía claro era que había cabreado demasiado a sus ancestros. Desterrado, esclavizado y, además, culpable de la muerte del hombre que amó. ¿A caso era justo tanto castigo por algo tan puro como era el amor? Antes de subirse a aquel barco a la fuerza pensaba que era merecido, que no se podía ir en contra de los designios marcados por los antepasados y salir airoso. Sin embargo, cuanto más probaba el sabor del dolor, más decidido estaba a sobrevivir y luchar por recibir el perdón de sus dioses sin tener que dejar la vida que deseaba... y que hasta entonces solo era una fantasía.
Encontró una fuente en la que lavarse el hollín que el fuego había dejado en su piel, pero antes siquiera de poder acercarse, un grupo de hombres reconoció el hierro en su cuello y le bloquearon el paso. Conforme sus incomprensibles gritos se alzaban de tono, Napayshni no podía más que buscar una salida, una grieta por la que escapar, pues aunque no entendiera las palabras sí podía imaginar qué representaban. Debían saber que estaba huyendo y querían llevarle con su captor. Pero no pensaba permitirlo. En una muestra de sus dotes como guerrero de la tribu, noqueó a un par de ellos con dos rápidos y acertados golpes en la garganta y estómago de cada uno respectivamente. Los otros trataron de agarrarle, mas el indio tenía lava en las venas en ese instante, no quería más dolor, así que de un empujón se deshizo de ellos y echó a correr por entre el gentío, empujando gente y puestos de comida, lanzando al suelo todo cuanto encontraba para crear obstáculos entre él y sus perseguidores.
El jaleo estaba ya montado. Pronto no se hablaba de otra cosa que no fuera el indio prófugo. Esquivó la última carreta del mercado adentrándose en uno de los callejones, huyendo de la aglomeración nocturna con aroma a alcohol para huir hacia las sombras que los edificios creaban en las callejuelas. Qué ingenuo fue al pensar que había logrado escapar al fin...
Encontró una fuente en la que lavarse el hollín que el fuego había dejado en su piel, pero antes siquiera de poder acercarse, un grupo de hombres reconoció el hierro en su cuello y le bloquearon el paso. Conforme sus incomprensibles gritos se alzaban de tono, Napayshni no podía más que buscar una salida, una grieta por la que escapar, pues aunque no entendiera las palabras sí podía imaginar qué representaban. Debían saber que estaba huyendo y querían llevarle con su captor. Pero no pensaba permitirlo. En una muestra de sus dotes como guerrero de la tribu, noqueó a un par de ellos con dos rápidos y acertados golpes en la garganta y estómago de cada uno respectivamente. Los otros trataron de agarrarle, mas el indio tenía lava en las venas en ese instante, no quería más dolor, así que de un empujón se deshizo de ellos y echó a correr por entre el gentío, empujando gente y puestos de comida, lanzando al suelo todo cuanto encontraba para crear obstáculos entre él y sus perseguidores.
El jaleo estaba ya montado. Pronto no se hablaba de otra cosa que no fuera el indio prófugo. Esquivó la última carreta del mercado adentrándose en uno de los callejones, huyendo de la aglomeración nocturna con aroma a alcohol para huir hacia las sombras que los edificios creaban en las callejuelas. Qué ingenuo fue al pensar que había logrado escapar al fin...
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/06/2017
Re: A little taste of freedom | privado
El nórdico tenía uno de esos días grises, le había despertado el sonido de su ama de llaves mientras le indicaba que se iba a dormir, lo que eran los buenos días entre ellos. La señora Norton era una buena mujer, que no se metía en la vida de su señor, hacía muchos años que se conocían y ella ya conocía la naturaleza de Ysgramir, sin embargo, el vampiro no era especialmente tonto, le había salvado la vida a la mujer y de ese modo se había ganado su lealtad. Era un hombre desconfiado, taciturno y apático. Una noche más o menos no tenía ninguna diferencia para él.
Se levantó de la cama con aire aburrido y apartó las regias ventanas y cortinas para que entrase el aire nocturno que él apenas sentía. Miró hacia el exterior, las calles empezaban a estar desiertas, él vivía en una de las zonas más acomodadas, cerca del centro de París, hacia el norte, donde los jardines eran más amplios y el espacio entre vivienda y vivienda mayor. No le gustaba la algarabía, ni el ruido. En realidad se preguntaba si había algo que le gustase. Hacía mucho tiempo que no veía nada de su interés.
Se empezó a vestir, de forma automática, porque era día de mercado. Tal vez pudiera encontrar algo allí que le apeteciera comprar o sencillamente dar un paseo, nunca le había interesado París especialmente y en cuanto terminase los asuntos que le habían traído hasta allí se marcharía. Para él, francia era demasiado luminosa, aunque le gustaría pasar por ciertas ubicaciones que aun no conocía, como la región de Gevaudan que cubría parte del sur y que no había visto todavía.
Salió a la calle impecable, con su camisa blanca cuello alto y botas relucientes. No necesitaba ningún guía ni acompañante, se bastaba solo para defenderse, poco le importaba morir de todas formas. Caminó, porque de todas formas no tenía ninguna prisa y la noche terminó por caer. En su camino hacia el mercado hubo algo que le hizo gracia. Un muchacho, prácticamente en cueros, había despachado a otros tres bastante más corpulentos que él con apenas un suspiro, la poca gente decente que había aun en las calles se escandalizó. Ysgramir ladeó la cabeza, tal vez había sido el reflejo de las farolas, pero le había parecido ver un tono anaranjado en la piel del esclavo prófugo que le causó curiosidad.
Decidió seguirle, perdiéndose por los callejones, mirando de lejos, hasta que le vio metiéndose en una calle muy poco recomendable. Sonrió divertido. ¿Por qué la gente pensaba siempre que huir de la gente hacia zonas más lóbregas era buena idea? No salió inmediatamente, prefirió mirarle de lejos para ver qué hacía, a dónde pretendía huir, porque...Vestido así y con la cadena que rodeaba su cuello, iba a ser muy complicado pasar inadvertido.
Se levantó de la cama con aire aburrido y apartó las regias ventanas y cortinas para que entrase el aire nocturno que él apenas sentía. Miró hacia el exterior, las calles empezaban a estar desiertas, él vivía en una de las zonas más acomodadas, cerca del centro de París, hacia el norte, donde los jardines eran más amplios y el espacio entre vivienda y vivienda mayor. No le gustaba la algarabía, ni el ruido. En realidad se preguntaba si había algo que le gustase. Hacía mucho tiempo que no veía nada de su interés.
Se empezó a vestir, de forma automática, porque era día de mercado. Tal vez pudiera encontrar algo allí que le apeteciera comprar o sencillamente dar un paseo, nunca le había interesado París especialmente y en cuanto terminase los asuntos que le habían traído hasta allí se marcharía. Para él, francia era demasiado luminosa, aunque le gustaría pasar por ciertas ubicaciones que aun no conocía, como la región de Gevaudan que cubría parte del sur y que no había visto todavía.
Salió a la calle impecable, con su camisa blanca cuello alto y botas relucientes. No necesitaba ningún guía ni acompañante, se bastaba solo para defenderse, poco le importaba morir de todas formas. Caminó, porque de todas formas no tenía ninguna prisa y la noche terminó por caer. En su camino hacia el mercado hubo algo que le hizo gracia. Un muchacho, prácticamente en cueros, había despachado a otros tres bastante más corpulentos que él con apenas un suspiro, la poca gente decente que había aun en las calles se escandalizó. Ysgramir ladeó la cabeza, tal vez había sido el reflejo de las farolas, pero le había parecido ver un tono anaranjado en la piel del esclavo prófugo que le causó curiosidad.
Decidió seguirle, perdiéndose por los callejones, mirando de lejos, hasta que le vio metiéndose en una calle muy poco recomendable. Sonrió divertido. ¿Por qué la gente pensaba siempre que huir de la gente hacia zonas más lóbregas era buena idea? No salió inmediatamente, prefirió mirarle de lejos para ver qué hacía, a dónde pretendía huir, porque...Vestido así y con la cadena que rodeaba su cuello, iba a ser muy complicado pasar inadvertido.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Se dio unos minutos para recuperar el aliento, apoyado en la pared exterior de un viejo edificio medio derruido. La ciudad le agotaba. El ruido, ser siempre perseguido, todos los estímulos visuales nuevos... cualquier ejercicio, por mínimo que fuera, le suponía doble esfuerzo por el desgaste mental que sufría. Su intención una vez la cadena fue rota era escapar de la ciudad, llegar a cualquier zona desierta donde detenerse a planear cómo volver a su tierra natal, mas no esperaba que resultara tan difícil. Todas las calles le parecían iguales y los altos edificios le impedían guiarse por las estrellas. La frustración le hizo soltar un gemido de desesperación, pero pronto escuchó los gritos aproximándose y supo que debía seguir su carrera.
Sus pies descalzos, acostumbrados a moverse por tierras fértiles, empezaban a doler. La dura piedra embaldosada se clavaba sin misericordia en las plantas, agrietando las zonas duras, y la suciedad esparcida por doquier provocaba heridas de las cuales, sin ser consciente, iba dejando un fino camino de pequeñas gotas de sangre. Aquello, sumado al tintineo de la cadena, guiaba a sus perseguidores tras sus pasos, encontrándole allá donde fuera. Dichos hombres, nacidos entre aquellas callejuelas, conocían cada rincón como si no tuvieran más que seguir el mapa dibujado por sus venas bajo la piel cetrina, fue cuestión de tiempo que lograran acorralarlo en una calle sin salida.
Un grupo de hombres armados con garrotes y botellas vacías. Sedientos por liberar la tensión que el alcohol y sus monótonas vidas les fatigaba cada día. Napa era un guerrero, pero estaba solo y desorientado. Reconoció aquello como otro cruel castigo: sufrir en sus carnes el miedo que cualquier bestia sufrió al ser cazada por su tribu. Enseguida se abalanzaron sobre él: uno le cogió de la larga melena, otro le golpeó el estómago obligándole a arrodillarse y, a partir de ese momento, todo cuanto pudo ver fueron sus puños y piernas buscando romperle algún hueso. Mas no se dejó dominar por el miedo, con un grito tribal hizo acopio de sus fuerzas y se defendió lo mejor que pudo del mismo modo que hizo en el mercado. Debía aprovechar la ventana de no estar bajo la influencia del alcohol.
Cogió a uno del tobillo y lo arrastró hasta tirarlo al suelo, escuchando su cabeza golpearse contra la piedra. Le quitó el bastón que rápidamente blandió para darle a un segundo, mientras giraba evitando que volvieran a cogerle del cabello. Sus movimientos felinos, innatos por haberse criado en el desierto, le permitían ser más rápido y ágil que todos ellos juntos. Otro le cogió por la espalda inmovilizándole los brazos, momento que aprovechó para lanzar sus largas piernas al aire y empujar al que venía de frente dispuesto a darle nuevamente en el estómago. El sonido de una botella al romperse le hizo girarse, pero no logró liberarse a tiempo para esquivar el ataque. Un largo corte se abrió en su frente y la sangre empañó su mirada.
Al final, y no sin esfuerzo, logró dejarles a todos k.o., pero para ello perdió todas sus fuerzas. Quedó tendido en el suelo resollando, limpiándose una y otra vez la sangre que bajaba de su frente con el dorso de la mano o el mismo brazo. ¿Qué salida le quedaba? Allá donde fuera sabrían lo que era.
Sus pies descalzos, acostumbrados a moverse por tierras fértiles, empezaban a doler. La dura piedra embaldosada se clavaba sin misericordia en las plantas, agrietando las zonas duras, y la suciedad esparcida por doquier provocaba heridas de las cuales, sin ser consciente, iba dejando un fino camino de pequeñas gotas de sangre. Aquello, sumado al tintineo de la cadena, guiaba a sus perseguidores tras sus pasos, encontrándole allá donde fuera. Dichos hombres, nacidos entre aquellas callejuelas, conocían cada rincón como si no tuvieran más que seguir el mapa dibujado por sus venas bajo la piel cetrina, fue cuestión de tiempo que lograran acorralarlo en una calle sin salida.
Un grupo de hombres armados con garrotes y botellas vacías. Sedientos por liberar la tensión que el alcohol y sus monótonas vidas les fatigaba cada día. Napa era un guerrero, pero estaba solo y desorientado. Reconoció aquello como otro cruel castigo: sufrir en sus carnes el miedo que cualquier bestia sufrió al ser cazada por su tribu. Enseguida se abalanzaron sobre él: uno le cogió de la larga melena, otro le golpeó el estómago obligándole a arrodillarse y, a partir de ese momento, todo cuanto pudo ver fueron sus puños y piernas buscando romperle algún hueso. Mas no se dejó dominar por el miedo, con un grito tribal hizo acopio de sus fuerzas y se defendió lo mejor que pudo del mismo modo que hizo en el mercado. Debía aprovechar la ventana de no estar bajo la influencia del alcohol.
Cogió a uno del tobillo y lo arrastró hasta tirarlo al suelo, escuchando su cabeza golpearse contra la piedra. Le quitó el bastón que rápidamente blandió para darle a un segundo, mientras giraba evitando que volvieran a cogerle del cabello. Sus movimientos felinos, innatos por haberse criado en el desierto, le permitían ser más rápido y ágil que todos ellos juntos. Otro le cogió por la espalda inmovilizándole los brazos, momento que aprovechó para lanzar sus largas piernas al aire y empujar al que venía de frente dispuesto a darle nuevamente en el estómago. El sonido de una botella al romperse le hizo girarse, pero no logró liberarse a tiempo para esquivar el ataque. Un largo corte se abrió en su frente y la sangre empañó su mirada.
Al final, y no sin esfuerzo, logró dejarles a todos k.o., pero para ello perdió todas sus fuerzas. Quedó tendido en el suelo resollando, limpiándose una y otra vez la sangre que bajaba de su frente con el dorso de la mano o el mismo brazo. ¿Qué salida le quedaba? Allá donde fuera sabrían lo que era.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Ysgramir era observador y había estado el tiempo suficiente en París como para conocer los bajos fondos, aunque no todos, era una ciudad grande y se necesitaría un estudio intencionado pero él no estaba interesado en ese tipo de cosas, solo lo justo para poder cazar o lo que la curiosidad le dictaba, nada más. No era difícil seguir al esclavo de todas formas, estaba gritando a toda la ciudad que estaba ahí en realidad y a ciertas horas el lugar más romántico del mundo se convertía en la mayor de la depravaciones. Le siguió en silencio, con los ojos fijos en el fugitivo hasta encontrar a aquellos atacantes, de todo era sabido que si el esclavo era lo suficiente valioso recompensaban por ellos y si no valían tanto pues..Los captores podían hacer con él o ella lo que quisieran.
No le sorprendió encontrarse con aquel grupo de cobardes, la paliza que se iba a llevar el muchacho iba a ser digna de admirar, por esa misma razón se quedó en una esquina, al otro lado del callejón, tenía cierta curiosidad por ver lo que le hacían, había algo excitante en ver cómodamente cómo los demás se manchaban de sangre. Pensaba sinceramente que aquel saco de huesos y piel oscura no iba a ir lejos, pero tuvo que enarcar una ceja y admitir que el muchacho luchaba por su vida. No entendía ese afán, ¿Tanto le importaba vivir? ¿Hacía cuánto no veía esa intensidad en nadie? La sociedad parisina era escandalosa, pero morían y vivían sin pena ni gloria, rodeados de lujos y extravagancia. Qué tenía ese indio por lo que merecía la pena luchar.
Hacía rato que le había parecido que la sangre tenía un tinte diferente, al principio pensó que eran imaginaciones suyas, pero en cuanto la vitae empezó a fluir en cascada era más que obvio, tal vez no fuera algo relevante para alguien que no tuviera un fino sentido del gusto, pero sintió que sus venas se inflamaban solo con el aroma, como cuando se le echa tan poca canela a un postre que solo los expertos saben apreciar su valor.
Se encontraba caminando hacia el indígena antes de darse cuenta, pero le había llamado la atención, le inspiraba curiosidad y eso no era algo que pudiera decir de cualquiera, no en décadas. Se quedó al lado del indio, rodeado por los dolientes enemigos que se quejaban en el suelo, no tardarían en recuperar la consciencia, algunos, otros pasarían allí la noche con toda certeza.
Se recogió los pantalones para poder colocarse en cuclillas y observar de más cerca al indio, escuchaba su corazón latir y el olor era ya más que evidente. Nunca había encontrado nada parecido. ¿Todos los de su raza olerían así? ¿Pelearían así? Extendió la mano, para quitarle el cabello apelmazado de sudor y de sangre de la frente y así poder mirar mejor su rostro, pasó los dedos por uno de sus hombros, pero no era capaz de distinguir bien su tono. Fastidiado, le cogió de un brazo y le ayudó a incorporarse. Quería verle a la luz, en un lugar donde poder apreciarle con tranquilidad.
No le sorprendió encontrarse con aquel grupo de cobardes, la paliza que se iba a llevar el muchacho iba a ser digna de admirar, por esa misma razón se quedó en una esquina, al otro lado del callejón, tenía cierta curiosidad por ver lo que le hacían, había algo excitante en ver cómodamente cómo los demás se manchaban de sangre. Pensaba sinceramente que aquel saco de huesos y piel oscura no iba a ir lejos, pero tuvo que enarcar una ceja y admitir que el muchacho luchaba por su vida. No entendía ese afán, ¿Tanto le importaba vivir? ¿Hacía cuánto no veía esa intensidad en nadie? La sociedad parisina era escandalosa, pero morían y vivían sin pena ni gloria, rodeados de lujos y extravagancia. Qué tenía ese indio por lo que merecía la pena luchar.
Hacía rato que le había parecido que la sangre tenía un tinte diferente, al principio pensó que eran imaginaciones suyas, pero en cuanto la vitae empezó a fluir en cascada era más que obvio, tal vez no fuera algo relevante para alguien que no tuviera un fino sentido del gusto, pero sintió que sus venas se inflamaban solo con el aroma, como cuando se le echa tan poca canela a un postre que solo los expertos saben apreciar su valor.
Se encontraba caminando hacia el indígena antes de darse cuenta, pero le había llamado la atención, le inspiraba curiosidad y eso no era algo que pudiera decir de cualquiera, no en décadas. Se quedó al lado del indio, rodeado por los dolientes enemigos que se quejaban en el suelo, no tardarían en recuperar la consciencia, algunos, otros pasarían allí la noche con toda certeza.
Se recogió los pantalones para poder colocarse en cuclillas y observar de más cerca al indio, escuchaba su corazón latir y el olor era ya más que evidente. Nunca había encontrado nada parecido. ¿Todos los de su raza olerían así? ¿Pelearían así? Extendió la mano, para quitarle el cabello apelmazado de sudor y de sangre de la frente y así poder mirar mejor su rostro, pasó los dedos por uno de sus hombros, pero no era capaz de distinguir bien su tono. Fastidiado, le cogió de un brazo y le ayudó a incorporarse. Quería verle a la luz, en un lugar donde poder apreciarle con tranquilidad.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Sudado, sucio y dolorido, estaba al borde de sus fuerzas y aún así seguiría luchando, pues ese era el espíritu de su tribu. Pensó en su familia, en sus miradas de decepción y tristeza cuando le dijeron adiós al ser desterrado. Deseaba verles, volver a su vida anterior, pero ya no había vuelta atrás. Cometió un grave error, nacer con gustos mal vistos, y tendría que lidiar con ello el resto de su vida, fuera lo larga que fuera. En ese instante, tan exhausto como se encontraba y viendo de reojo alguien acercándose, sabía que solo tenía dos opciones: dejarse llevar y que los ancestros guiaran sus pasos, o sacar fuerzas de donde fuera para seguir luchando por la vida que deseaba. Optó por lo segundo cuando la gélida mano de aquel desconocido le rozó la piel. De inmediato se alzó apartándose con el andar agachado más parecido de un simio que de un hombre a dos patas.
-Ikuania - susurró clavando la oscura mirada en el pálido ser. Era la primera vez que se encontraba ante un vampiro y nada sabía de ellos, ni su existencia ni lo que representaban. Solo sabía que había algo extraño en él y debía mantenerse alejado, no sólo porque hasta entonces todo aquel con quien se cruzara quisiera darle caza. Le miró de arriba a abajo, desconfiado, apartándose otro poco. Su lado más animal le decía que era un hombre atractivo, demasiado pálido para sus gustos acostumbrados a la raza morena, pero con unos ojos tan claros que era imposible no observarlos detenidamente, como si hipnotizaran. Su cuerpo, tan robusto y alto, le atraía tanto como creaba inseguridad. ¿Qué tan fuerte sería ese hombre? No tenía nada que ver con los desgastados y enclenques tipos que le habían estado persiguiendo, ante este hombre tenía poco que hacer, era consciente, aún así no se amedrentaría.
-Napa tlanemani... - habló de nuevo, agachando la cabeza en señal de no ser una amenaza. Estaba actuando como haría ante un animal que no quisiera cazar, con cierto respeto y muestra de no ser una amenaza a no ser que le buscaran. - Napa eua niman axkan...
Se puso lentamente erguido a la par que el desconocido, sin apartar ni un segundo la mirada de sus ojos. Con gesto lento, intentando no alterar la aparente tregua entre ambos, se apartó la larga melena de la cara exponiendo su rostro sucio por el hollín, con aún restos de sus pinturas tribales, que nadie había hecho que se quitara desde que le apresaran en su tierra natal.
-Ikuania - susurró clavando la oscura mirada en el pálido ser. Era la primera vez que se encontraba ante un vampiro y nada sabía de ellos, ni su existencia ni lo que representaban. Solo sabía que había algo extraño en él y debía mantenerse alejado, no sólo porque hasta entonces todo aquel con quien se cruzara quisiera darle caza. Le miró de arriba a abajo, desconfiado, apartándose otro poco. Su lado más animal le decía que era un hombre atractivo, demasiado pálido para sus gustos acostumbrados a la raza morena, pero con unos ojos tan claros que era imposible no observarlos detenidamente, como si hipnotizaran. Su cuerpo, tan robusto y alto, le atraía tanto como creaba inseguridad. ¿Qué tan fuerte sería ese hombre? No tenía nada que ver con los desgastados y enclenques tipos que le habían estado persiguiendo, ante este hombre tenía poco que hacer, era consciente, aún así no se amedrentaría.
-Napa tlanemani... - habló de nuevo, agachando la cabeza en señal de no ser una amenaza. Estaba actuando como haría ante un animal que no quisiera cazar, con cierto respeto y muestra de no ser una amenaza a no ser que le buscaran. - Napa eua niman axkan...
Se puso lentamente erguido a la par que el desconocido, sin apartar ni un segundo la mirada de sus ojos. Con gesto lento, intentando no alterar la aparente tregua entre ambos, se apartó la larga melena de la cara exponiendo su rostro sucio por el hollín, con aún restos de sus pinturas tribales, que nadie había hecho que se quitara desde que le apresaran en su tierra natal.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Ysgramir vio que ayudarle había sido un error, pensar que el indio estaba al borde de la inconsciencia también. Recordó no subestimarle. Se echó hacia atrás, observando aquellos movimientos, después de mil años siendo un vampiro había perdido gran parte de su humanidad y eso era algo que no podía disimular, ya no fingía respirar, salvo algún que otro movimiento reflejo de vez en cuando, pestañeaba menos de lo natural y, por lo general, era exageradamente estático, antinatural.
Por supuesto, no entendía absolutamente nada de lo que le estaba costando, aunque le hacía gracia cómo sonaba su lengua, tampoco lo expresó pero no le interrumpió. Había algo que repetía constantemente, pero no sabía si era algo significativo o parte de su idioma, así que no le prestó atención. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón, para que él pudiera ver que tampoco era agresivo, o por lo menos no aparentaba serlo, sin embargo seguía deseando verle a la luz y empezaba a darle vueltas a cómo llevárselo. Miró fijamente sus heridas, siempre podría esperar a que se durmiera o se desvaneciera, tenía mucha paciencia, pero no mucho tiempo, ser vampiro tenía sus limitaciones.
Se pasó un dedo por el mentón, acariciándose la barba, pensativo. Levantó una mano y le hizo un gesto para que se acercara y luego le señaló el cuello, hacia las cadenas, volvió a hacerle la seña. Hablarle era una estupidez, porque de todas formas no se entenderían. Quería quitarle toda la porquería que llevaba encima, quería pasarse horas contemplándole y cuando algo se le metía en la cabeza era muy difícil distraerle. Quería al indio y lo quería ya, aunque tuviera que arrastrarle al final, lo haría, pero prefería no mancharse el traje, a ser posible, era de corte inglés y le habái costado un riñón.
Por supuesto, no entendía absolutamente nada de lo que le estaba costando, aunque le hacía gracia cómo sonaba su lengua, tampoco lo expresó pero no le interrumpió. Había algo que repetía constantemente, pero no sabía si era algo significativo o parte de su idioma, así que no le prestó atención. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón, para que él pudiera ver que tampoco era agresivo, o por lo menos no aparentaba serlo, sin embargo seguía deseando verle a la luz y empezaba a darle vueltas a cómo llevárselo. Miró fijamente sus heridas, siempre podría esperar a que se durmiera o se desvaneciera, tenía mucha paciencia, pero no mucho tiempo, ser vampiro tenía sus limitaciones.
Se pasó un dedo por el mentón, acariciándose la barba, pensativo. Levantó una mano y le hizo un gesto para que se acercara y luego le señaló el cuello, hacia las cadenas, volvió a hacerle la seña. Hablarle era una estupidez, porque de todas formas no se entenderían. Quería quitarle toda la porquería que llevaba encima, quería pasarse horas contemplándole y cuando algo se le metía en la cabeza era muy difícil distraerle. Quería al indio y lo quería ya, aunque tuviera que arrastrarle al final, lo haría, pero prefería no mancharse el traje, a ser posible, era de corte inglés y le habái costado un riñón.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
La falta de humanidad del otro no le había pasado por alto. Era un observador nato, en su tribu les enseñaban desde bien pequeños a estar atentos a todo, ya fuera un ser vivo o no, porque cualquier detalle podía marcar la diferencia entre vivir o morir. El modo en que un animal agachaba la cabeza o el movimiento de las nubes, esas pequeñas cosas podían salvarle a uno de una muerte estúpida por no haber puesto en práctica lo que se enseñaba desde varias generaciones. De modo que la ausencia de movimiento en el pecho contrario, su mirada fija sin apenas pestañear y que su piel no mostraba índice alguno de cambios de temperatura le hicieron darse cuenta que quien tenía delante no era como el resto de sus perseguidores. Ya había cometido el error de creer que aquella mujer pelirroja que inició el incendio era una diosa, pues resultó ser una simple humana con tendencias pirómanas. No quería volver a agachar la cabeza por haber confundido a un dios, sería una falta de respeto por los verdaderos, sin embargo no podía llegar a ninguna conclusión todavía. Por otro lado, muchas de las costumbres de ese nuevo mundo escapaban de su entendimiento. El gesto de meterse la mano en el bolsillo o de frotarse la barba eran desconocidos para él, no sabía si eran muestras de peligro que tener en cuenta, aunque pensaba grabarlas en su memoria. Era como volver a nacer, debía aprender todo a su alrededor de nuevo.
Se acercó receloso, sin despegar la mirada de sus extraños ojos claros, y se llevó la mano al cuello cuando lo señaló. La cadena. El desconocido quería hacer algo con su cadena. ¿Sería al fin una mano amiga que trataría de ayudarle? - Amixmachtli iknelia Napa. Napa eleuia yelisyotl tlanemani. - Le siguió con intriga y esperanza, mirando una vez más por encima de su hombro para comprobar que nadie le había logrado seguir hasta ahí, a parte de los hombres que inconscientes permanecían en el suelo.
Agilizó el paso y se puso a su lado, dejando que el cabello largo, enmarañado y sucio volviera a cubrirle el rostro para intentar pasar desapercibido, como si el taparrabos, el color de su piel y el olor a humo que desprendía no fueran significantes. Habría hablado más, intentar sonsacarle información de hacia dónde se dirigían, pero sabía que era inútil. Nadie en esas tierras entendía su idioma ni viceversa.
Se acercó receloso, sin despegar la mirada de sus extraños ojos claros, y se llevó la mano al cuello cuando lo señaló. La cadena. El desconocido quería hacer algo con su cadena. ¿Sería al fin una mano amiga que trataría de ayudarle? - Amixmachtli iknelia Napa. Napa eleuia yelisyotl tlanemani. - Le siguió con intriga y esperanza, mirando una vez más por encima de su hombro para comprobar que nadie le había logrado seguir hasta ahí, a parte de los hombres que inconscientes permanecían en el suelo.
Agilizó el paso y se puso a su lado, dejando que el cabello largo, enmarañado y sucio volviera a cubrirle el rostro para intentar pasar desapercibido, como si el taparrabos, el color de su piel y el olor a humo que desprendía no fueran significantes. Habría hablado más, intentar sonsacarle información de hacia dónde se dirigían, pero sabía que era inútil. Nadie en esas tierras entendía su idioma ni viceversa.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
A algunos esclavos les costaba obedecer al principio, no eran de su gusto, no entendía la rebeldía. Era un vikingo y estaba acostumbrado a los estamentos sociales, había amos crueles y otros no tanto, como en todas partes, pero los esclavos lo eran por tres motivos: Habían hecho algo imperdonable y se les había condenado a la esclavitud, sus progenitores también lo eran o bien eran demasiado débiles para sobrevivir por si mismos y lo único que podían hacer era servir a otros a cambio de protección. No sabía en cuál de los tres encajaba el muchacho, fuera cual fuese debería estar agradecido de seguir viviendo y protestar menos.
Ysgramir empezó a girarse con lentitud, poniendo distancia entre ambos pero sin llegar nunca a darle la espalda, ya se había fiado demasiado una vez y no volvería a ocurrir de nuevo, tenía buena memoria aunque el tiempo le había privado de muchos de sus recuerdos, era lo que más odiaba de esta maldita eternidad, que al final, lo perdía todo. No entendía nada de lo que le decía así que no se molestó en contestarle, solo esperó para ver si el indio le seguía y poco después siguió caminando. No le llevó por las calles centrales de París, porque además de tener una reputación, tampoco quería que él volviera a asustarse y huir. De vez en cuando giraba el rostro para mirarle, pero ya tendría tiempo para eso. Lo primero era llevarle a su casa, darle un baño y luego buscar su marca, a ver a quién pertenecía.
Se detuvo en la parte trasera de su jardín, era una casa clásica, con su historia y sus tres espaciosos pisos, una puerta principal y otra para el servicio, en el jardín había una voladera, con varios tipos de pájaros, que en ese momento estaban dormidos. No pidió permiso para entrar en la casa, sencillamente abrió la puerta y esperó a que el piel roja entrase primero. Todo estaba a oscuras, pero en seguida se iluminó una vela en una de las habitaciones de la casa, iluminando parte de ella.
Ysgramir empezó a girarse con lentitud, poniendo distancia entre ambos pero sin llegar nunca a darle la espalda, ya se había fiado demasiado una vez y no volvería a ocurrir de nuevo, tenía buena memoria aunque el tiempo le había privado de muchos de sus recuerdos, era lo que más odiaba de esta maldita eternidad, que al final, lo perdía todo. No entendía nada de lo que le decía así que no se molestó en contestarle, solo esperó para ver si el indio le seguía y poco después siguió caminando. No le llevó por las calles centrales de París, porque además de tener una reputación, tampoco quería que él volviera a asustarse y huir. De vez en cuando giraba el rostro para mirarle, pero ya tendría tiempo para eso. Lo primero era llevarle a su casa, darle un baño y luego buscar su marca, a ver a quién pertenecía.
Se detuvo en la parte trasera de su jardín, era una casa clásica, con su historia y sus tres espaciosos pisos, una puerta principal y otra para el servicio, en el jardín había una voladera, con varios tipos de pájaros, que en ese momento estaban dormidos. No pidió permiso para entrar en la casa, sencillamente abrió la puerta y esperó a que el piel roja entrase primero. Todo estaba a oscuras, pero en seguida se iluminó una vela en una de las habitaciones de la casa, iluminando parte de ella.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Los desconocidos y los rostros pálido no era de su agrado y aquel vampiro cumplía ambas características. No obstante, se sentía totalmente perdido y cazado como si no fuera más que un ciervo entre lobos, no tenía más opciones que barajar y, por el momento, tal vez aquel hombre sí quisiera liberarle de sus cadenas. No tenía conocimiento alguno de vampiros, ni siquiera de su existencia, para él todo aquello que escapara de lo "normal" se convertía directamente en dios o demonio. Y de lo segundo estaba seguro que había muchos más. En cuanto supiera qué era el desconocido al que estaba siguiendo iba a volver a intentar huir, de eso no cabía duda.
Viendo que era imposible comunicarse optó por mantenerse en silencio, camino al destino donde fuera a llevarle. En cuanto vio la casa se asombró, pero había visto tanto en tan pocos días que era incapaz de reaccionar al lujo que tenía en frente. Simplemente entró, mirando alrededor mezcla de curiosidad y precaución, pues nada le aseguraba todavía que las intenciones del desconocido fueran tan buenas como esperaba y deseaba. Del taparrabos sacó un cordel de cuero que usó para atarse el cabello en una trenza rápida, con la agilidad del que ha hecho aquello durante años, mientras seguía avanzando despacio por la oscura estancia.
Miró de reojo al vampiro, esperando lo siguiente que fuera a ocurrir. Estaba ansioso por quitarse de encima esa cadena, no dejaba de rascarse el cuello pues su piel no estaba acostumbrada al hierro. La marca que el vampiro esperaba encontrar se hallaba en su hombro, un círculo cuyo escudo en el interior lo reclamaba como propiedad de Monsieur Bishop, un pseudónimo para ocultar la verdadera identidad del esclavista.
Viendo que era imposible comunicarse optó por mantenerse en silencio, camino al destino donde fuera a llevarle. En cuanto vio la casa se asombró, pero había visto tanto en tan pocos días que era incapaz de reaccionar al lujo que tenía en frente. Simplemente entró, mirando alrededor mezcla de curiosidad y precaución, pues nada le aseguraba todavía que las intenciones del desconocido fueran tan buenas como esperaba y deseaba. Del taparrabos sacó un cordel de cuero que usó para atarse el cabello en una trenza rápida, con la agilidad del que ha hecho aquello durante años, mientras seguía avanzando despacio por la oscura estancia.
Miró de reojo al vampiro, esperando lo siguiente que fuera a ocurrir. Estaba ansioso por quitarse de encima esa cadena, no dejaba de rascarse el cuello pues su piel no estaba acostumbrada al hierro. La marca que el vampiro esperaba encontrar se hallaba en su hombro, un círculo cuyo escudo en el interior lo reclamaba como propiedad de Monsieur Bishop, un pseudónimo para ocultar la verdadera identidad del esclavista.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
El ama de llaves era una mujer anciana, que caminaba en pijama con una luz de vela en las manos. Miró a uno y a otro, pero no hizo ningún gesto ni comentario. Ysgramir le dijo que llamase a Jorni para que preparase un baño en la habitación correspondiente y a ella que preparase una habitación de invitados para el indio. Guió al hombre por la casa, que estaba prácticamente a oscuras, pero hacía tiempo que la oscuridad no le afectaba y le llevó hasta la cocina. Había mucho espacio, con dos únicas sillas en la mesa para el servicio, pero con todo tipo de lujos, una hornilla para hacer pan y bollos, fogones, lo que cualquiera pudiera necesitar, pero teniendo en cuenta que la cocina era para los humanos y no para él, podría sorprender.
Primero cogió una silla, en la que intentó sentar al indio, antes de ir a por algo de comer. Buscó sobras de esa misma noche y encontró algo de estofado y pan, se molestó en ponerlo a calentar y sacó algo de queso y vino, que dejó en la mesa frente al esclavo, para tenerle entretenido mientras lo demás estaba listo. Aprovechó esos pocos minutos para observarle, desde la distancia, para que se sintiera seguro y arqueó una ceja al ver cómo miraba la comida. Le dejó a su aire, hasta que notó el olor del estofado llenando la cocina y le llenó el plato con el resto de las sobras, dejándolo a su alcance.
La anciana apareció indicándole que ya estaba preparada y para preguntarle si necesitaba algo más, Ysgramir le contestó que no, que se fuera a descansar y que si necesitaba algo se lo pediría a Jorni, que seguramente seguiría con la labor de llenar la bañera de agua caliente. El vampiro extendió la mano cuando se quedaron solos, echando el cabello recogido del indio a un lado para ver mejor su piel, pasó el dedo pulgar por su cuello y su hombro, donde encontró el símbolo. Sonrió de medio lado, encontraría al tipo para llegar a un acuerdo, a ningún negrero le convenía que corriera la noticia de que sus esclavos escapaban de su control.
Primero cogió una silla, en la que intentó sentar al indio, antes de ir a por algo de comer. Buscó sobras de esa misma noche y encontró algo de estofado y pan, se molestó en ponerlo a calentar y sacó algo de queso y vino, que dejó en la mesa frente al esclavo, para tenerle entretenido mientras lo demás estaba listo. Aprovechó esos pocos minutos para observarle, desde la distancia, para que se sintiera seguro y arqueó una ceja al ver cómo miraba la comida. Le dejó a su aire, hasta que notó el olor del estofado llenando la cocina y le llenó el plato con el resto de las sobras, dejándolo a su alcance.
La anciana apareció indicándole que ya estaba preparada y para preguntarle si necesitaba algo más, Ysgramir le contestó que no, que se fuera a descansar y que si necesitaba algo se lo pediría a Jorni, que seguramente seguiría con la labor de llenar la bañera de agua caliente. El vampiro extendió la mano cuando se quedaron solos, echando el cabello recogido del indio a un lado para ver mejor su piel, pasó el dedo pulgar por su cuello y su hombro, donde encontró el símbolo. Sonrió de medio lado, encontraría al tipo para llegar a un acuerdo, a ningún negrero le convenía que corriera la noticia de que sus esclavos escapaban de su control.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
La oscuridad no era una desconocida. Como guerrero de su tribu, aprendió a moverse de noche para proteger a su gente de posibles ataques de coyotes u osos. Sin embargo aquella casa no solo era enorme, además estaba plagada de objetos que, en su humilde opinión, estorbaban más que otra cosa. Se chocó con varios, maldiciendo entre dientes en su idioma, y optó por pegarse bien al vampiro y asegurarse que no acababa con el cuello roto. Lo que más le sorprendía era los cuadros, tenía la inquietante sensación de que le seguían con la mirada allá donde fuera. Perturbador. Y en el momento que se encontró con un espejo pequeño en el pasillo casi le da un paro cardíaco. Se habría detenido a pelearse con quien fuera que le miraba de aquella manera entre marañas de pelo, pero debía seguir avanzando o acabaría perdido en aquel laberinto.
La cocina le alucinó. Los olores eran fuertes, sobretodo a comida, pero la silla se le hizo de lo más incómoda. Trató de sentarse a modo indio -valga la redundancia-, pero todo lo que conseguía era perder el equilibrio. Acabó con el culo apoyado en el borde y las manos firmes sobre la mesa por si aquella cosa le tiraba al suelo. Toda preocupación se fue en cuanto le puso la comida delante. En un alarde de salvajismo incontrolado, cogió la comida con las manos y la devoró sin pausa para respirar. El esclavista que le tenía preso lo había estado castigando sin comer debido a su rebeldía, de modo que aquel plato era como un oasis en medio del desierto. Dicen que se conquista a un hombre por el estómago y parecía que así fuera, porque el indio se relajó, cogiendo más confianza con aquel ser desconocido y pálido hasta que cruzó la línea.
Cuando le tocó se apartó de inmediato, mirándole fijamente con expresión desafiante. Ponerse en alerta era un acto reflejo, más después de todo por lo que había pasado desde que fue expulsado de su tribu. Gruñó cuando tocó la marca, cuya cicatriz aún estaba fresca y dolía al ser tocada. Parloteó en su idioma apartándole la mano, mirándole una vez más con advertencia antes de concentrarse nuevamente en el plato.
Verle comer el estofado era todo un espectáculo. Usó toda su manaza cual cuchara recogiendo cuanto podía, llenándose la boca y el mentón del jugo que empezaba a resbalar por su cuello mugriento. Cuando se cansó de pelear, optó por algo más sencillo: cogió el plato y se lo llevó directamente a la boca, como si fuera uno de los cuencos de madera donde cocinaba su madre, y fue dando bocanadas llenándose el gaznate de aquel suculento manjar. Al acabar dejó el plato con un golpe seco sobre la mesa y se sobó el estómago. Había comido demasiado rápido y eso, sumado a una gran cantidad de comida tras días sin probar bocado, pesaron en su barriga. Se le escapó un eructo, que no le dio vergüenza alguna, y miró al vampiro para ver qué venía después.
La cocina le alucinó. Los olores eran fuertes, sobretodo a comida, pero la silla se le hizo de lo más incómoda. Trató de sentarse a modo indio -valga la redundancia-, pero todo lo que conseguía era perder el equilibrio. Acabó con el culo apoyado en el borde y las manos firmes sobre la mesa por si aquella cosa le tiraba al suelo. Toda preocupación se fue en cuanto le puso la comida delante. En un alarde de salvajismo incontrolado, cogió la comida con las manos y la devoró sin pausa para respirar. El esclavista que le tenía preso lo había estado castigando sin comer debido a su rebeldía, de modo que aquel plato era como un oasis en medio del desierto. Dicen que se conquista a un hombre por el estómago y parecía que así fuera, porque el indio se relajó, cogiendo más confianza con aquel ser desconocido y pálido hasta que cruzó la línea.
Cuando le tocó se apartó de inmediato, mirándole fijamente con expresión desafiante. Ponerse en alerta era un acto reflejo, más después de todo por lo que había pasado desde que fue expulsado de su tribu. Gruñó cuando tocó la marca, cuya cicatriz aún estaba fresca y dolía al ser tocada. Parloteó en su idioma apartándole la mano, mirándole una vez más con advertencia antes de concentrarse nuevamente en el plato.
Verle comer el estofado era todo un espectáculo. Usó toda su manaza cual cuchara recogiendo cuanto podía, llenándose la boca y el mentón del jugo que empezaba a resbalar por su cuello mugriento. Cuando se cansó de pelear, optó por algo más sencillo: cogió el plato y se lo llevó directamente a la boca, como si fuera uno de los cuencos de madera donde cocinaba su madre, y fue dando bocanadas llenándose el gaznate de aquel suculento manjar. Al acabar dejó el plato con un golpe seco sobre la mesa y se sobó el estómago. Había comido demasiado rápido y eso, sumado a una gran cantidad de comida tras días sin probar bocado, pesaron en su barriga. Se le escapó un eructo, que no le dio vergüenza alguna, y miró al vampiro para ver qué venía después.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Al notar el movimiento se dio la vuelta para observar al hombre, que miraba los cuadros con sospecha, justo en ese momento se asustó con su propio reflejo e Ysgramir no pudo más que sonreír divertido. Se recordó que tendría que enseñarle lo que era un espejo para que dejara de asustarse. Era un hombre pulcro, de modo que tenía varios en diferentes habitaciones, si quería sobrevivir, el indio debía entender que no eran una amenaza.
El modo en el que el indio devoraba la comida le hizo saber dos cosas. La primera, que habían tenido al desdichado sin comer durante bastante tiempo, lo que no era una buena noticia teniendo en cuenta que era un esclavo y segundo, que era un auténtico cerdo. Miró fijamente cómo se llevaba la comida a la boca, sin saber ni cómo sentarse, ni cómo coger una cuchara. Debía ser realmente salvaje, porque hasta él conocía esos utensilios cuando era humano, aunque en su opinión la carne asada siempre sabía mejor si se comía con las manos, pero hacía tiempo que no podía comer nada y verle disfrutar tanto de un simple estofado le hizo gracia, aunque su gesto no había cambiado. Miraba al indio con curiosidad, como un niño mirando las hormigas trabajar, era totalmente nuevo para él y ya pocas veces conseguía que algo le llamara la atención.
Hizo una mueca de asco viendo cómo se llenaba de grasa, pero por suerte ya había encargado el baño, tarde o temprano acabaría en remojo y hasta iba a sacar una de las valiosas pastillas de jabón, porque si así tenía el cuello y la cara, no quería ni imaginarse cómo tendría otras zonas. Apartó la mano cuando él se lo exigió y sonrió divertido al notarle tenso, al parecer no le gustaba que le tocasen, curioso, teniendo en cuenta que era un esclavo. Se encogió de hombros, para hacerle entender que no entendía nada de lo que decía. El eructo no le molestó, era un vikingo, de viejas costumbres, había muy pocas cosas que le sorprendieran ya y que un hombre estuviera saciado no era una de ellas.
Jorni apareció en la puerta, muy tímida, con los ojos fijos en sus propios pies. No dijo nada, pero Ysgramir entendió su presencia y miró al indio, le pegó un golpecito en el hombro para que se moviera.- Vamos.- Le dijo, con voz firme y luego le señaló hacia donde estaba la esclava, para ver si entendía que quería que la siguiera hacia el baño, en una habitación a parte donde tenía un espacio hecho precisamente para bañarse con los mayores lujos que alguien como él se podía permitir. Aun así, llenar la bañera siempre era una locura y la muchacha tardaba lo suyo. El vapor del agua empañaba la habitación.
El modo en el que el indio devoraba la comida le hizo saber dos cosas. La primera, que habían tenido al desdichado sin comer durante bastante tiempo, lo que no era una buena noticia teniendo en cuenta que era un esclavo y segundo, que era un auténtico cerdo. Miró fijamente cómo se llevaba la comida a la boca, sin saber ni cómo sentarse, ni cómo coger una cuchara. Debía ser realmente salvaje, porque hasta él conocía esos utensilios cuando era humano, aunque en su opinión la carne asada siempre sabía mejor si se comía con las manos, pero hacía tiempo que no podía comer nada y verle disfrutar tanto de un simple estofado le hizo gracia, aunque su gesto no había cambiado. Miraba al indio con curiosidad, como un niño mirando las hormigas trabajar, era totalmente nuevo para él y ya pocas veces conseguía que algo le llamara la atención.
Hizo una mueca de asco viendo cómo se llenaba de grasa, pero por suerte ya había encargado el baño, tarde o temprano acabaría en remojo y hasta iba a sacar una de las valiosas pastillas de jabón, porque si así tenía el cuello y la cara, no quería ni imaginarse cómo tendría otras zonas. Apartó la mano cuando él se lo exigió y sonrió divertido al notarle tenso, al parecer no le gustaba que le tocasen, curioso, teniendo en cuenta que era un esclavo. Se encogió de hombros, para hacerle entender que no entendía nada de lo que decía. El eructo no le molestó, era un vikingo, de viejas costumbres, había muy pocas cosas que le sorprendieran ya y que un hombre estuviera saciado no era una de ellas.
Jorni apareció en la puerta, muy tímida, con los ojos fijos en sus propios pies. No dijo nada, pero Ysgramir entendió su presencia y miró al indio, le pegó un golpecito en el hombro para que se moviera.- Vamos.- Le dijo, con voz firme y luego le señaló hacia donde estaba la esclava, para ver si entendía que quería que la siguiera hacia el baño, en una habitación a parte donde tenía un espacio hecho precisamente para bañarse con los mayores lujos que alguien como él se podía permitir. Aun así, llenar la bañera siempre era una locura y la muchacha tardaba lo suyo. El vapor del agua empañaba la habitación.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Francia tenía el poder de convertir a Napayshni en un hombre exótico y salvaje, pero allá en su tribu no se caracterizaba por ello. Todos eran iguales. La diferencia erradicaba en el carácter de cada uno, como en cualquier comunidad o civilización. Y Napa era, a parte de testarudo y rebelde, un buen observador. Nada más fijarse en la criada se dio cuenta que estaba ante una dura trabajadora. Su piel no era pálida, lo cual significaba que pasaba tiempo bajo el sol y sin sombrilla -como había visto hacer a las mujeres de los hombres que visitaban el mercado de esclavos. El sudor que apelmazaba su cabello y las ropas arrugadas eran seña de que había estado haciendo sus funciones hacía poco. Ysgramir no le impresionaba, ella, en cambio, sí. Era una mujer fuerte, de las pocas que había visto, por no decir la única, desde que pisó aquel nuevo mundo. Se plantó ante la mujer y le alzó el rostro para que le mirara, entonces cerró el puño derecho y se golpeó el pecho con firmeza un par de veces. Para su gente, aquello era una muestra de reconocimiento.
Acto seguido fue tras ella pasando de largo al lado del vampiro. Intentó no mirar a los lados, obviando cuadros y espejos que pudieran atormentarle más tarde en sueños, y en cuanto vio el enorme cuarto de baño... se quedó igual. No tenía ni idea de para qué servía todo aquello, pero sí identificó el agua e, igual que el vagabundo que ha pasado días en el desierto y encuentra un oasis, se lanzó de rodillas al lado de la bañera para echarse agua por encima con las manos. Bebió de la bañera, pero escupió enseguida que el calor abrumó su garganta. Se puso en pie cuan alto era y se metió dentro, chapoteando para mojarse de arriba a abajo como lo haría de encontrarse en un río o un lago. No sabía qué tan lejos estaría el estanque de agua más próximo, pero si aquella pequeña mujer fue quien trajo toda el agua ahí, era para sentirse muy orgullosa.
Se deshizo del taparrabos chamuscado sin pena por ser visto. En su tribu solían verse desnudos a menudo, no era ningún tabú el cuerpo humano. Así nacían y nadie se avergonzaba. Poco a poco el agua de la bañera se fue tiñendo de marrón mientras el hollín iba desapareciendo de su piel, mostrando su color tostado natural como el caramelo a fuego lento. La melena, que le llegaba prácticamente a la cintura, caía en cascada azabache por su ancha espalda ocultando alguna vieja cicatriz de caza. En sus muñecas y tobillos aún quedaban costras por haber peleado sin cesar con las cadenas y grilletes que le mantuvieron atado durante semanas antes de escapar.
Nada más sentirse limpio, sin usar jabón pues no conocía tal producto, salió del agua y fue a encontrarse con el vampiro a quien le mostró su gratitud agachando la cabeza sin dejar de mirarle a los ojos. De haber mirado al suelo, en cambio, significaría respeto, lo cual no era el caso. - Napa temaka tlasojkamati uel miek. Napa axkan eua - básicamente le daba las gracias y le informaba que se iba. Y así fue, pasando de largo por su lado desandó el camino hacia la puerta por donde entraron, en cueros, porque su taparrabos estaba ya para tirar.
Acto seguido fue tras ella pasando de largo al lado del vampiro. Intentó no mirar a los lados, obviando cuadros y espejos que pudieran atormentarle más tarde en sueños, y en cuanto vio el enorme cuarto de baño... se quedó igual. No tenía ni idea de para qué servía todo aquello, pero sí identificó el agua e, igual que el vagabundo que ha pasado días en el desierto y encuentra un oasis, se lanzó de rodillas al lado de la bañera para echarse agua por encima con las manos. Bebió de la bañera, pero escupió enseguida que el calor abrumó su garganta. Se puso en pie cuan alto era y se metió dentro, chapoteando para mojarse de arriba a abajo como lo haría de encontrarse en un río o un lago. No sabía qué tan lejos estaría el estanque de agua más próximo, pero si aquella pequeña mujer fue quien trajo toda el agua ahí, era para sentirse muy orgullosa.
Se deshizo del taparrabos chamuscado sin pena por ser visto. En su tribu solían verse desnudos a menudo, no era ningún tabú el cuerpo humano. Así nacían y nadie se avergonzaba. Poco a poco el agua de la bañera se fue tiñendo de marrón mientras el hollín iba desapareciendo de su piel, mostrando su color tostado natural como el caramelo a fuego lento. La melena, que le llegaba prácticamente a la cintura, caía en cascada azabache por su ancha espalda ocultando alguna vieja cicatriz de caza. En sus muñecas y tobillos aún quedaban costras por haber peleado sin cesar con las cadenas y grilletes que le mantuvieron atado durante semanas antes de escapar.
Nada más sentirse limpio, sin usar jabón pues no conocía tal producto, salió del agua y fue a encontrarse con el vampiro a quien le mostró su gratitud agachando la cabeza sin dejar de mirarle a los ojos. De haber mirado al suelo, en cambio, significaría respeto, lo cual no era el caso. - Napa temaka tlasojkamati uel miek. Napa axkan eua - básicamente le daba las gracias y le informaba que se iba. Y así fue, pasando de largo por su lado desandó el camino hacia la puerta por donde entraron, en cueros, porque su taparrabos estaba ya para tirar.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Jorni era una esclava bastante sumisa, de modo que en cuanto el esclavo se le plantó delante y le levantó la cara le miró con los ojos muy abiertos, sin saber si estaba más sorprendida o asustada. La chica miró al vampiro, sin saber qué hacer ante los golpes en el pecho, Ysgramir movió la cabeza hacia la dirección del baño y Jorni obedeció, volviendo a mirar a Napa algo extrañada, antes de guiarle hacia el baño. El vampiro le siguió de cerca sin importarle demasiado que le ignorase, no tenía motivos, porque al final gracias a él seguía vivo y estaba en un lugar seguro, caliente y con la panza llena. Al parecer en su tierra el agradecimiento tampoco era algo común, ni la higiene.
Levantó una ceja cuando el indígena se quedó desnudo. Jorni pegó un respingo y dio la espalda primero, saliendo deprisa del lugar después. El islandés suspiró al ver cómo ponía todo de agua al echársela por encima como si estuviera en una fuente natural, pero no dijo nada, cada vez con el ceño más fruncido. Se acercó curioso, con lentitud, para que el hombre no se sintiera atacado, pero había sido su piel lo que le había llamado la atención desde un principio y ahora que estaba limpia, tenía un color aun más sobrecogedor. Estaba a punto de tocarle, cuando se levantó sin más de la tina, le salpicó algo de agua, pero estaba tan entretenido mirándole que ni se dio cuenta. Levantó una ceja de nuevo, cuando empezó a hablarle ene se galimatías, no entendió nada, obviamente, pero si entendió cómo se daba la vuelta para largarse por donde había venido. No, de eso nada.
Extendió la mano antes de que saliera por la puerta y cerró sus firmes dedos en torno a su brazo, para impedir que siguiera avanzando.- No.- Dijo, sin más. Miró al indio de arriba abajo. Entre ellos existía una gran deuda y pensaba cobrársela. - Aquí.- Señaló el suelo, para ver si entendía que se iba a quedar allí o tampoco era capaz de entender esas simples palabras. Así tuviera que atarle a la pata de la cama, se iba a quedar en esa casa.
Levantó una ceja cuando el indígena se quedó desnudo. Jorni pegó un respingo y dio la espalda primero, saliendo deprisa del lugar después. El islandés suspiró al ver cómo ponía todo de agua al echársela por encima como si estuviera en una fuente natural, pero no dijo nada, cada vez con el ceño más fruncido. Se acercó curioso, con lentitud, para que el hombre no se sintiera atacado, pero había sido su piel lo que le había llamado la atención desde un principio y ahora que estaba limpia, tenía un color aun más sobrecogedor. Estaba a punto de tocarle, cuando se levantó sin más de la tina, le salpicó algo de agua, pero estaba tan entretenido mirándole que ni se dio cuenta. Levantó una ceja de nuevo, cuando empezó a hablarle ene se galimatías, no entendió nada, obviamente, pero si entendió cómo se daba la vuelta para largarse por donde había venido. No, de eso nada.
Extendió la mano antes de que saliera por la puerta y cerró sus firmes dedos en torno a su brazo, para impedir que siguiera avanzando.- No.- Dijo, sin más. Miró al indio de arriba abajo. Entre ellos existía una gran deuda y pensaba cobrársela. - Aquí.- Señaló el suelo, para ver si entendía que se iba a quedar allí o tampoco era capaz de entender esas simples palabras. Así tuviera que atarle a la pata de la cama, se iba a quedar en esa casa.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Ese "no" era algo que había escuchado en incontables situaciones desde que fue apresado en América. Nadie se había detenido a explicarle lo que significaba, mas no hizo falta, las negativas las aprendió a base de recibir golpes por parte de su primer comprador. De modo que cuando salió expedida de los labios del vampiro con tal seriedad, no le quedó más remedio que detenerse, mirando por un fugaz instante ese agarre que no terminaba de gustarle. Su procedencia, su idioma tan diferente, no eran motivos suficientes para que la gente le tratara como si fuera un animal. Ni siquiera un animal, al menos como él había aprendido. En su tribu los animales eran altamente respetados, incluso daban gracias cuando iban a comerse la carne de uno al que habían dado caza. En aquella civilización que todos fardaban de tan "avanzada", el respeto brillaba por su ausencia.
En otras circunstancias habría respondido con otra negativa y habría peleado por marcharse. Por otro lado, aquel día había estado lleno de sobresaltos y esfuerzos, estaba realmente agotado y salir nuevamente a buscarse la suerte en medio de la noche no le apetecía en absoluto. Hasta ese momento, el vampiro le había alimentado, soltado los grilletes e incluso le dio agua con la que lavarse -otro bien muy preciado en su tierra natal. Sin duda estaba agradecido y no hizo falta que el islandés se hiciera entender para que el indio fuera consciente de que le debía una.
-Napa tlasojkamatili - le dio las gracias en su lengua, inclinando la cabeza como muestra de respeto, mirándole a los ojos. - Napa aquí - su pronunciación fue bastante buena, simplemente porque la palabra era sencilla y las consonantes las conocía bien. Señaló la puerta con la mano, mirándole con la duda en la mirada, preguntándole con ese gesto simplemente si podía salir de la habitación. Teniendo su permiso no tardó en recorrer el pasillo tal cual la madre naturaleza le trajo al mundo, y solo se detuvo cuando encontró aquello que buscaba y que vio cuando entraron: fuego.
Tomó asiento ante la chimenea con las piernas cruzadas y con la punta de los dedos tocó el hollín cerca de las brasas. Con este se pintó el rostro, una franja recta que iba de oreja a oreja cubriéndole la zona de los ojos, incluso los párpados, como si llevara un antifaz. En la mazmorra donde había estado preso no había fuego y era de lo más necesario para ponerse en contacto con los espíritus de su familia. Ansiaba saber cómo estaban las cosas en su tierra.
Unió las manos ante el rostro, con los pulgares rozándole la nariz y los dedos entrelazados, todos menos los meñiques que apuntaban hacia el techo. Con total fluidez, incluso con lo difícil que podía resultar su idioma que juntaba varias consonantes impronunciables juntas, recitó un mantra en voz suave que fue creciendo con cierta melodía en la voz. Los ojos se le pusieron en blanco, completamente abiertos, y su rostro perdió toda expresión. Estaba tan inmóvil que, de no ser por el latir de su corazón y las fosas nasales ligeramente más abiertas, podría decirse que no era más que una estatua humana.
El ambiente en la estancia se hizo más denso al tiempo que las puntas de las llamas que bailaban en la hoguera se tornaban azuladas y, aparentemente, se mecían con mucha mayor lentitud. La presencia de los espíritus acompañados de su Alma Cuervo hacían que el tiempo se hiciera más pesado. Logró que sus antepasados le visitaran, pero estos no estaban para nada contentos.
-Decidme, oh antiguos, qué debo hacer para redimir el pecado del que no puedo echarme atrás.
-Has agitado a los antiguos y has provocado una muerte innecesaria. Nada de lo que hagas te hará merecedor del perdón, Napayshni.
-Oh adorados, creedme, todo ha sido producto de la propia naturaleza que habita en mi interior.
-Entonces rebusca en tu interior y encontrarás la solución. Sigue siempre al Cuervo, Napayshni,
él te llevará hasta la redención.
Sabía que no conseguiría mayor claridad en las palabras de los ancestros, de modo que se apresuró a preguntar por su familia, alegrándose al saber que le echaban de menos y que deseaban que estuviera bien. Antes de poder despedirse, notó en el castillo la presencia de otro espíritu. No era tan fuerte como el de sus antepasados, quienes gracias al Alma animal a la que estaban por siempre atados tenían fuerza para hablar, no obstante podía notar el lamento de aquella alma que parecía atada al vampiro. Tal vez aquel pudiera ser el pago por los favores ofrecidos.
Una vez la conexión fue cortada, todo volvió a la normalidad y Napa abrió los ojos con cierto pesar. Debía seguir al Cuervo y buscar en su interior... el qué, solo el tiempo lo diría. Volteó ante la presencia del vampiro y, con una mano, le indicó que se acercara y tomara asiento ante él, dejando el fuego al lado y no en frente como antes. - Napayshni tlaxtlaui tetlatlautili - se señaló el pecho con la mano abierta, repitiendo la seña de gratitud de antes en el baño, y luego señalándole a él esperando que le comprendiera. Extendió las manos indicándole que hiciera lo mismo y se las cogió con fuerza, la necesaria para que no pudiera romperse el contacto. Nuevamente le sorprendió lo frío que estaba, pero dadas las bajas temperaturas de aquellas contradas tampoco quiso darle mucha importancia. Él mismo había tenido los pies helados hasta que el fuego se inició en aquella casa.
Un mantra diferente al anterior salió danzando de sus labios y en pocos minutos el tiempo volvió a realentizarse. Sus ojos blancos, fijos en Ysgramir, aunque no podía verle en esos instantes. Durante las conexiones todo cuanto Napa veía era oscuridad. No iba a ser capaz de transmitir su fuerza a aquel espíritu que moraba en la casa, no como para permitirle hablar, pero sí para que, por el corto lapso de unos dos o tres minutos, Ysgramir fuera capaz de verlo casi corpóreamente frente a ellos.
En otras circunstancias habría respondido con otra negativa y habría peleado por marcharse. Por otro lado, aquel día había estado lleno de sobresaltos y esfuerzos, estaba realmente agotado y salir nuevamente a buscarse la suerte en medio de la noche no le apetecía en absoluto. Hasta ese momento, el vampiro le había alimentado, soltado los grilletes e incluso le dio agua con la que lavarse -otro bien muy preciado en su tierra natal. Sin duda estaba agradecido y no hizo falta que el islandés se hiciera entender para que el indio fuera consciente de que le debía una.
-Napa tlasojkamatili - le dio las gracias en su lengua, inclinando la cabeza como muestra de respeto, mirándole a los ojos. - Napa aquí - su pronunciación fue bastante buena, simplemente porque la palabra era sencilla y las consonantes las conocía bien. Señaló la puerta con la mano, mirándole con la duda en la mirada, preguntándole con ese gesto simplemente si podía salir de la habitación. Teniendo su permiso no tardó en recorrer el pasillo tal cual la madre naturaleza le trajo al mundo, y solo se detuvo cuando encontró aquello que buscaba y que vio cuando entraron: fuego.
Tomó asiento ante la chimenea con las piernas cruzadas y con la punta de los dedos tocó el hollín cerca de las brasas. Con este se pintó el rostro, una franja recta que iba de oreja a oreja cubriéndole la zona de los ojos, incluso los párpados, como si llevara un antifaz. En la mazmorra donde había estado preso no había fuego y era de lo más necesario para ponerse en contacto con los espíritus de su familia. Ansiaba saber cómo estaban las cosas en su tierra.
Unió las manos ante el rostro, con los pulgares rozándole la nariz y los dedos entrelazados, todos menos los meñiques que apuntaban hacia el techo. Con total fluidez, incluso con lo difícil que podía resultar su idioma que juntaba varias consonantes impronunciables juntas, recitó un mantra en voz suave que fue creciendo con cierta melodía en la voz. Los ojos se le pusieron en blanco, completamente abiertos, y su rostro perdió toda expresión. Estaba tan inmóvil que, de no ser por el latir de su corazón y las fosas nasales ligeramente más abiertas, podría decirse que no era más que una estatua humana.
El ambiente en la estancia se hizo más denso al tiempo que las puntas de las llamas que bailaban en la hoguera se tornaban azuladas y, aparentemente, se mecían con mucha mayor lentitud. La presencia de los espíritus acompañados de su Alma Cuervo hacían que el tiempo se hiciera más pesado. Logró que sus antepasados le visitaran, pero estos no estaban para nada contentos.
-Decidme, oh antiguos, qué debo hacer para redimir el pecado del que no puedo echarme atrás.
-Has agitado a los antiguos y has provocado una muerte innecesaria. Nada de lo que hagas te hará merecedor del perdón, Napayshni.
-Oh adorados, creedme, todo ha sido producto de la propia naturaleza que habita en mi interior.
-Entonces rebusca en tu interior y encontrarás la solución. Sigue siempre al Cuervo, Napayshni,
él te llevará hasta la redención.
Sabía que no conseguiría mayor claridad en las palabras de los ancestros, de modo que se apresuró a preguntar por su familia, alegrándose al saber que le echaban de menos y que deseaban que estuviera bien. Antes de poder despedirse, notó en el castillo la presencia de otro espíritu. No era tan fuerte como el de sus antepasados, quienes gracias al Alma animal a la que estaban por siempre atados tenían fuerza para hablar, no obstante podía notar el lamento de aquella alma que parecía atada al vampiro. Tal vez aquel pudiera ser el pago por los favores ofrecidos.
Una vez la conexión fue cortada, todo volvió a la normalidad y Napa abrió los ojos con cierto pesar. Debía seguir al Cuervo y buscar en su interior... el qué, solo el tiempo lo diría. Volteó ante la presencia del vampiro y, con una mano, le indicó que se acercara y tomara asiento ante él, dejando el fuego al lado y no en frente como antes. - Napayshni tlaxtlaui tetlatlautili - se señaló el pecho con la mano abierta, repitiendo la seña de gratitud de antes en el baño, y luego señalándole a él esperando que le comprendiera. Extendió las manos indicándole que hiciera lo mismo y se las cogió con fuerza, la necesaria para que no pudiera romperse el contacto. Nuevamente le sorprendió lo frío que estaba, pero dadas las bajas temperaturas de aquellas contradas tampoco quiso darle mucha importancia. Él mismo había tenido los pies helados hasta que el fuego se inició en aquella casa.
Un mantra diferente al anterior salió danzando de sus labios y en pocos minutos el tiempo volvió a realentizarse. Sus ojos blancos, fijos en Ysgramir, aunque no podía verle en esos instantes. Durante las conexiones todo cuanto Napa veía era oscuridad. No iba a ser capaz de transmitir su fuerza a aquel espíritu que moraba en la casa, no como para permitirle hablar, pero sí para que, por el corto lapso de unos dos o tres minutos, Ysgramir fuera capaz de verlo casi corpóreamente frente a ellos.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Desconocía el tipo de tierra de la que venía el esclavo, no había visitado el Nuevo Mundo, pero si había seres tan extraños y genuinos como él entonces tendría que plantearse expandir sus redes hacia el este, cuando resolviera los problemas que tenía su empresa en el norte, pero desde luego las condiciones en Islandia eran duras, tierras difícil de labrar, ganado difícil de mantener, temperaturas extremas, todo ello generaba gente fría y de carácter recio, no daban las gracias a los animales, se la daban a los Dioses por proveerles y satisfacerles. No se quejaban, los norteños aceptaban las calamidades y las afrontaban, quien no lo hacía perecían a su suerte. No había tiempo para lamentaciones, pero los rituales eran también constantes en su vida diaria, como en todas las culturas.
Al menos, fue capaz de entender ese gesto de la cabeza, aunque no las palabras. No había más que repetir una en concreto pero seguía sin adivinar a qué se debía, hasta que repitió la palabra que él había utilizado. Enarcó una ceja. Napa. Al principio no supo si se refería a salir de la habitación o de la casa entera, le otorgó el beneficio del silencio, pero le siguió por la casa mientras él circulaba. No le preocupó verle en cueros, pero tanto la chica como la anciana ama de llaves habían desaparecido de la escena, mientras el vampiro recorría tranquilamente la musculatura del indígena sin ningún tipo de pudor.
Ysgramir había presenciado muchos tipos de poderes, recién convertido era más susceptible a la magia, durante toda su vida solo habían existido cierto tipo de dones, gente que era capaz de hablar con los Dioses, siempre a precios exagerados, pero tenían capacidades especiales. A pesar de perder la fe cuando fue transformado, los seres sobrenaturales y la magia se abrió camino en su día a día, la gente que tenía estos dones siempre le causaban respeto y curiosidad, algunos incluso le interesaba atesorarlos para su propio beneficio, pero nunca había visto algo como eso. Contempló en ritual en reverente silencio, no compartía las creencias de Napa, pero comprendía la solemnidad que implicaba el momento y ambiente cargado lo confirmó. Le dejó a su aire, pero lo cierto era que se sintió aliviado cuando todo terminó.
Dudó, no por nada, pero en cierta manera le recordó a su existencia humana y antes incluso de saber por qué lo hacía, acomodó los pantalones del traje antes de colocarse en la misma posición que él, pero ni su constitución ni las propias ropas daban lo suficiente, así que acabó con una pierna flexionada y la otra con el pie apoyado en el suelo a un lado. No se había dado cuenta de lo extraña que era esa postura hasta que intentó imitarla. Extendió las manos, con curiosidad, estaba corriendo un riesgo innecesario, pero le atraían demasiado las cosas desconocidas.
Observaba fijamente los ojos de Napa volviéndose blancos, debía recordarle que no hiciera nada parecido delante de nadie que no fuera él, en esa casa, si hacía eso le iban a encender una pira solo para él. Estaba pensando en cómo comunicárselo cuando una figura se perfiló en nada, no necesitó ni siquiera que lo hiciera completamente. Hubiera jurado que su corazón se había parado en seco si no llevase muerto mil años, la opresión en el pecho estaba siendo tan inmensa que parecía un dolor real, uno que hacía siglos que no sentía, uno que no pensaba que pudiera volver a sentir y que no lo deseaba en absoluto. No había pisado Islandia desde que murió, por el mismo motivo, porque los recuerdos eran demasiado duros.- Eydis..-Fue lo único que salió de su boca, la imagen de su hija trajo sentimientos encontrados, le retorció las entrañas de tal manera que pensó que iba a perder la poca cordura que le quedaba. Apretó los puños, no sabía qué hacer ni qué decir, no quería enfrentarse a aquella situación, no quería ver a su hija. Tembló, presa de la desesperación, de un profundo dolor, que había sido enterrado hacía tanto, miró con rabia al indio, que ni siquiera suponía el alcance de lo que estaba haciendo, porque supuso que era cosa suya. Le cogió del cuello en un acto reflejo y apretó, furioso.
Al menos, fue capaz de entender ese gesto de la cabeza, aunque no las palabras. No había más que repetir una en concreto pero seguía sin adivinar a qué se debía, hasta que repitió la palabra que él había utilizado. Enarcó una ceja. Napa. Al principio no supo si se refería a salir de la habitación o de la casa entera, le otorgó el beneficio del silencio, pero le siguió por la casa mientras él circulaba. No le preocupó verle en cueros, pero tanto la chica como la anciana ama de llaves habían desaparecido de la escena, mientras el vampiro recorría tranquilamente la musculatura del indígena sin ningún tipo de pudor.
Ysgramir había presenciado muchos tipos de poderes, recién convertido era más susceptible a la magia, durante toda su vida solo habían existido cierto tipo de dones, gente que era capaz de hablar con los Dioses, siempre a precios exagerados, pero tenían capacidades especiales. A pesar de perder la fe cuando fue transformado, los seres sobrenaturales y la magia se abrió camino en su día a día, la gente que tenía estos dones siempre le causaban respeto y curiosidad, algunos incluso le interesaba atesorarlos para su propio beneficio, pero nunca había visto algo como eso. Contempló en ritual en reverente silencio, no compartía las creencias de Napa, pero comprendía la solemnidad que implicaba el momento y ambiente cargado lo confirmó. Le dejó a su aire, pero lo cierto era que se sintió aliviado cuando todo terminó.
Dudó, no por nada, pero en cierta manera le recordó a su existencia humana y antes incluso de saber por qué lo hacía, acomodó los pantalones del traje antes de colocarse en la misma posición que él, pero ni su constitución ni las propias ropas daban lo suficiente, así que acabó con una pierna flexionada y la otra con el pie apoyado en el suelo a un lado. No se había dado cuenta de lo extraña que era esa postura hasta que intentó imitarla. Extendió las manos, con curiosidad, estaba corriendo un riesgo innecesario, pero le atraían demasiado las cosas desconocidas.
Observaba fijamente los ojos de Napa volviéndose blancos, debía recordarle que no hiciera nada parecido delante de nadie que no fuera él, en esa casa, si hacía eso le iban a encender una pira solo para él. Estaba pensando en cómo comunicárselo cuando una figura se perfiló en nada, no necesitó ni siquiera que lo hiciera completamente. Hubiera jurado que su corazón se había parado en seco si no llevase muerto mil años, la opresión en el pecho estaba siendo tan inmensa que parecía un dolor real, uno que hacía siglos que no sentía, uno que no pensaba que pudiera volver a sentir y que no lo deseaba en absoluto. No había pisado Islandia desde que murió, por el mismo motivo, porque los recuerdos eran demasiado duros.- Eydis..-Fue lo único que salió de su boca, la imagen de su hija trajo sentimientos encontrados, le retorció las entrañas de tal manera que pensó que iba a perder la poca cordura que le quedaba. Apretó los puños, no sabía qué hacer ni qué decir, no quería enfrentarse a aquella situación, no quería ver a su hija. Tembló, presa de la desesperación, de un profundo dolor, que había sido enterrado hacía tanto, miró con rabia al indio, que ni siquiera suponía el alcance de lo que estaba haciendo, porque supuso que era cosa suya. Le cogió del cuello en un acto reflejo y apretó, furioso.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
En su cultura la muerte no era el fin, solo un punto y aparte. El espíritu del fallecido volvía a la tierra, donde pertenecía, y formaba parte de la naturaleza. En el caso de aquellos nacidos bajo la protección del tótem, se convertían en guías espirituales para sus descendientes y cercanos. Significaba que los muertos nunca les abandonaban, siempre estaban ahí, y poder hablar con ellos o simplemente verlos era motivo de alegría. Por ese motivo, Napa no tenía mala intención alguna para con Ysgramir al mostrarle el fantasma de su hija, que parecía permanecer a su lado para protegerle. Había querido agradecerle lo que había hecho por él -la comida, el baño... la aparente libertad que aún creía le estaba ofreciendo. Por ese motivo le tomó totalmente por sorpresa el ataque repentino, rompiendo inmediatamente el contacto con el más allá. Tan abrupto, que incluso el fuego se apagó por una brisa fuerte, dejándoles a oscuras. Cara a cara, apenas iluminados por la luz que filtraba a través de las ventanas.
Las manos del indio volaron rápidamente al brazo del vampiro en un intento inútil de zafarse, siendo consciente por primera vez de la fuerza que tenía el contrario. Cierto que la muerte no era el fin, pero no quería saltar de párrafo tan pronto, no sin lograr obtener el perdón por parte de los antiguos. Gimió de dolor, con el rostro compungido intentando obtener algo de aire. Trabajo arduo con sus fuertes dedos cerrándole la garganta. No entendía aquella repentina respuesta, ese ataque de ira que parecía dominar al vampiro. - ¡Tlamakaua...! - logró articular, arañándole la piel de los brazos sin dejar de batallar por liberarse.
Hizo acopio de su instinto de supervivencia en cuanto notó que la vista se le nublaba. Soltando su brazo, empezó a golpearle el torso, el cuello, incluso el rostro. Pareciera que estuviera luchando contra un muro de piedra, sentía que se estaba haciendo más daño él mismo en los puños que el que el otro estuviera sintiendo. Finalmente optó por lo que todo hombre sabe que puede doblegar a otro... extendió la pierna con todas sus fuerzas y le dio justo en la entrepierna, logrando aunque fuera el efecto sorpresa para escapar de su agarre y agacharse en un rincón cual animal salvaje en modo alerta. Mientras se frotaba el cuello, sus ojos estaban fijos en el vampiro. Su expresión bailaba entre la incertidumbre y la rabia por, tal vez, haber caído de nuevo en un engaño.
Las manos del indio volaron rápidamente al brazo del vampiro en un intento inútil de zafarse, siendo consciente por primera vez de la fuerza que tenía el contrario. Cierto que la muerte no era el fin, pero no quería saltar de párrafo tan pronto, no sin lograr obtener el perdón por parte de los antiguos. Gimió de dolor, con el rostro compungido intentando obtener algo de aire. Trabajo arduo con sus fuertes dedos cerrándole la garganta. No entendía aquella repentina respuesta, ese ataque de ira que parecía dominar al vampiro. - ¡Tlamakaua...! - logró articular, arañándole la piel de los brazos sin dejar de batallar por liberarse.
Hizo acopio de su instinto de supervivencia en cuanto notó que la vista se le nublaba. Soltando su brazo, empezó a golpearle el torso, el cuello, incluso el rostro. Pareciera que estuviera luchando contra un muro de piedra, sentía que se estaba haciendo más daño él mismo en los puños que el que el otro estuviera sintiendo. Finalmente optó por lo que todo hombre sabe que puede doblegar a otro... extendió la pierna con todas sus fuerzas y le dio justo en la entrepierna, logrando aunque fuera el efecto sorpresa para escapar de su agarre y agacharse en un rincón cual animal salvaje en modo alerta. Mientras se frotaba el cuello, sus ojos estaban fijos en el vampiro. Su expresión bailaba entre la incertidumbre y la rabia por, tal vez, haber caído de nuevo en un engaño.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Como nórdico de la vieja escuela no le debería afectar tanto la muerte, de hecho el valhalla era un lugar idílico para cualquier hombre, pero él no tenía opción de llegar hasta él, la bruja que lo transformó le había quitado ese derecho y perdió toda fe en los dioses, espíritus y ancestros. Su mujer y su hija se encontrarían en los salones, cepillando el cabello de Freyja y sus hijas, mientras los hombres luchaban y bebían hasta hartarse, esperándole y él nunca llegaría. Su familia era un recuerdo del pasado, pero tan profundo que aun después de mil años de decadencia seguía doliendo tanto como el primer día, tal vez más, años de añoranza, de rencor, de rabia e impotencia se habían transformado en un intento de bloquear todo pensamiento a cerca de ellas. Siempre que algo le recordaba a su familia, se le revolvía algo por dentro, con sentimientos encontrados. Ver a su pequeña delante como si aun estuviera allí, fue un duro golpe, ni siquiera la templanza que le caracterizaba y la pérdida de emociones por el paso del tiempo pudieron sostener la amargura de Ysgramir para no dejarla salir.
Por un momento, lo único en lo que podía pensar era en hacer papilla el cuello del indio, hasta notar cómo sus huesos cedían bajo sus dedos, deseaba tanto deleitarse con los crujidos, ver cómo sus ojos se apagaban llenos de pavor, como lo estaba haciendo ahora. Ni siquiera sentía los golpes que el esclavo le propinaba, ni le importaron, ni le importó aparentar algo que no era. No respiraba, no pestañeaba, con las pupilas ligeramente rojizas clavadas en él totalmente enfocado en el humano al que no iba a dejar pasar aquella ofensa, aquel dedo metido en la yaga y hubiera seguido hasta el final, sin ningún tipo de duda, pero el repentino dolor que le sacudió toda la espina dorsal le hizo desconcentrarse, dejar de dar vueltas en el bucle de su desesperación.
Se inclinó gruñendo, momento que Napa aprovechó para huir de él y escaparse. Necesitó unos minutos para recomponerse, pero cuando levantó la mirada hacia él su furia no había cambiado, pero si al expresión de su rostro, ya no le dominaban los sentimientos, sus rojos ya no auguraban una muerte segura, volvían ser azules, fríos, vacíos. Se puso en pie con lentitud, aun con el cuerpo en tensión, con toda la musculatura adivinándose a través de su ropa de última moda, caminó como un coloso que no pudiera ser detenido, no dudaba de que el indio fuera de nuevo a resistirse, a pesar de haber recuperado al compostura necesitaba tiempo para encerrar todos los sentimientos de nuevo en un agujero profundo de la poca alma que le quedaba. Cogió al indio, usando su fuerza superior y su brutalidad, cerrando el puño en su largo cabello y con una mano en su espalda le obligó a caminar, aunque tuviera que obligarle. Le guió por las malas hasta una habitación, en la que pensaba encerrarle, hasta que se le pasaran las ganas de acabar con su vida.
Por un momento, lo único en lo que podía pensar era en hacer papilla el cuello del indio, hasta notar cómo sus huesos cedían bajo sus dedos, deseaba tanto deleitarse con los crujidos, ver cómo sus ojos se apagaban llenos de pavor, como lo estaba haciendo ahora. Ni siquiera sentía los golpes que el esclavo le propinaba, ni le importaron, ni le importó aparentar algo que no era. No respiraba, no pestañeaba, con las pupilas ligeramente rojizas clavadas en él totalmente enfocado en el humano al que no iba a dejar pasar aquella ofensa, aquel dedo metido en la yaga y hubiera seguido hasta el final, sin ningún tipo de duda, pero el repentino dolor que le sacudió toda la espina dorsal le hizo desconcentrarse, dejar de dar vueltas en el bucle de su desesperación.
Se inclinó gruñendo, momento que Napa aprovechó para huir de él y escaparse. Necesitó unos minutos para recomponerse, pero cuando levantó la mirada hacia él su furia no había cambiado, pero si al expresión de su rostro, ya no le dominaban los sentimientos, sus rojos ya no auguraban una muerte segura, volvían ser azules, fríos, vacíos. Se puso en pie con lentitud, aun con el cuerpo en tensión, con toda la musculatura adivinándose a través de su ropa de última moda, caminó como un coloso que no pudiera ser detenido, no dudaba de que el indio fuera de nuevo a resistirse, a pesar de haber recuperado al compostura necesitaba tiempo para encerrar todos los sentimientos de nuevo en un agujero profundo de la poca alma que le quedaba. Cogió al indio, usando su fuerza superior y su brutalidad, cerrando el puño en su largo cabello y con una mano en su espalda le obligó a caminar, aunque tuviera que obligarle. Le guió por las malas hasta una habitación, en la que pensaba encerrarle, hasta que se le pasaran las ganas de acabar con su vida.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: A little taste of freedom | privado
Fue solamente un instante muy fugaz, pero lo suficientemente fuerte para pensar en el peor horror que podía recibir. Más incluso que el haber sido desterrado. Su melena. La larga melena que seguía creciendo desde su tierna infancia. Por un instante pensó que el vampiro iba a arrancarle la cabellera como había visto hacer a otros rostros pálido con nativos de sus tierras. Para su gente el cabello era algo importante, nadie se lo cortaba. Hacerlo era un sinónimo de rechazo hacia la familia y los antepasados. Perder el cabello era perder cualquier vínculo con la naturaleza de uno mismo y, por ello, perder la protección del tótem, pues este estaba, por así decirlo, ligado a los ancestros. No importaba si uno decidía cortárselo o le era arrebatado, un adulto con el pelo corto era sinónimo de indignación para cualquier tribu nativa. Afortunadamente, el nórdico no parecía tener tales intenciones; aún así, el miedo se plasmó en su mirada mientras avanzaba a la fuerza hacia donde le guiaba.
Empezaba a preguntarse qué horrores le esperaban cuando simplemente se encontró a solas en aquella estancia a oscuras. Unos minutos después, pasada la preocupación principal, volvió a preguntarse qué había hecho tan mal para despertar la ira de su nuevo amo. Pero aquel problema también fue apartado rápidamente, puesto que parecía encontrarse ante una nueva oportunidad de escapar. Y no pensaba desaprovecharla por nada del mundo. Desconocedor de los peligros u obstáculos que pudieran aguardar más allá de aquellas gruesas paredes, se puso a investigar cómo se abría la ventana. Tal vez para cualquier otro hombre era algo de lo más sencillo, mas no para él que, en aquella travesía por el nuevo mundo, era la primera vez que veía una ventana que no fuera un mero agujero con barrotes. Finalmente optó por lo más sencillo: romper el cristal. Algunos pequeños trozos de vidrio se quedaron clavados en la carne de sus nudillos, sangrando, pero lejos de detenerse a atender la herida, salió por la ventana cual pájaro ante la jaula abierta.
Descendió por la fachada cual experta lagartija o mono en la selva. Cualquier agarre, por pequeño o sutil que pareciera, era suficiente para sujetarse y seguir bajando. No tenía ni idea que el ruido de su destrozo en la ventana ya había alertado al personal. Menos idea tenía todavía de cuán inconveniente era el estar dejando su rastro de sangre en cada piedra, del fuerte olor que esta desprendía para alguien como Ysgramir. Ni siquiera se detuvo a pensarlo. En cuanto sus pies tocaron suelo salió corriendo cual gacela perseguida por leones.
Y tal vez no era una gacela, ni había leones en aquel país. Pero sí estaba siendo perseguido. Los hombres de Ysgramir ya estaban tras él y en cuestión de segundos le bloquearon el paso a pocos metros de la casa. Podía notar el sabor de la libertad en la punta de la lengua, de modo que luchó con todas sus fuerzas contra ellos aún y estando en clara desventaja. Sin armas al alcance, hizo uso de sus propias manos -algo a lo que no estaba del todo acostumbrado-, logrando descargar algún que otro golpe en ellos, clavándose aún más profundo los cristales de su puño.
Empezaba a preguntarse qué horrores le esperaban cuando simplemente se encontró a solas en aquella estancia a oscuras. Unos minutos después, pasada la preocupación principal, volvió a preguntarse qué había hecho tan mal para despertar la ira de su nuevo amo. Pero aquel problema también fue apartado rápidamente, puesto que parecía encontrarse ante una nueva oportunidad de escapar. Y no pensaba desaprovecharla por nada del mundo. Desconocedor de los peligros u obstáculos que pudieran aguardar más allá de aquellas gruesas paredes, se puso a investigar cómo se abría la ventana. Tal vez para cualquier otro hombre era algo de lo más sencillo, mas no para él que, en aquella travesía por el nuevo mundo, era la primera vez que veía una ventana que no fuera un mero agujero con barrotes. Finalmente optó por lo más sencillo: romper el cristal. Algunos pequeños trozos de vidrio se quedaron clavados en la carne de sus nudillos, sangrando, pero lejos de detenerse a atender la herida, salió por la ventana cual pájaro ante la jaula abierta.
Descendió por la fachada cual experta lagartija o mono en la selva. Cualquier agarre, por pequeño o sutil que pareciera, era suficiente para sujetarse y seguir bajando. No tenía ni idea que el ruido de su destrozo en la ventana ya había alertado al personal. Menos idea tenía todavía de cuán inconveniente era el estar dejando su rastro de sangre en cada piedra, del fuerte olor que esta desprendía para alguien como Ysgramir. Ni siquiera se detuvo a pensarlo. En cuanto sus pies tocaron suelo salió corriendo cual gacela perseguida por leones.
Y tal vez no era una gacela, ni había leones en aquel país. Pero sí estaba siendo perseguido. Los hombres de Ysgramir ya estaban tras él y en cuestión de segundos le bloquearon el paso a pocos metros de la casa. Podía notar el sabor de la libertad en la punta de la lengua, de modo que luchó con todas sus fuerzas contra ellos aún y estando en clara desventaja. Sin armas al alcance, hizo uso de sus propias manos -algo a lo que no estaba del todo acostumbrado-, logrando descargar algún que otro golpe en ellos, clavándose aún más profundo los cristales de su puño.
Napayshni Yuvaraj- Humano Clase Baja
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Re: A little taste of freedom | privado
Para el vikingo el cabello no tenía más significado que podría tener para un occidental, al menos su largura, de modo que notó el pánico del indio pero supuso que era por la situación, por tener la vida en sus manos. Una vez le encerró le dio la espalda, necesitó varias bocanadas de aire para relajarse y aun así sentía tal odio, que estuvo a punto de dejarse llevar y echar la casa abajo si hiciera falta, pero ese era un Ysgramir que hacía tiempo había desaparecido. Se contuvo, tenso, se pasó las manos por la cabeza, moviéndose el cabello y aun con toda su concentración puesta en calmarse, escuchó crujir la ventana. Le recorrió un escalofrío por la espalda, uno que llevaba tiempo sin notar. Cerró los ojos, notando cómo sus sentidos reaccionaban, se expandían y recibían cada pisada que daba el indígena sobre los muros de piedra de su casa.
Por un momento, estuvo tentado de dejarle marchar, a ver qué suerte tenía solo en las calles parisinas, volvería a él arrastrándose, pero si quisiera una perra, hubiera llamado a la suya. Se colocó el cabello donde estaba, se arregló la ropa y dio una simple orden, que no tardó en ejecutarse. No le importaba cómo trajeran al esclavo, pero si no volvían con él sería mejor que no volviesen en absoluto.
Entró en su despacho, procurando calmarse y no pensar, volver a dejar a su hija enterrada en lo más profundo de su alma. Leer contratos, informes y papeleo vario hacía que su mente se enfocara en los negocios y así podía dejar atrás todo lo demás. Tardaron algo en volver a llevar al esclavo a su casa, había tenido ese tiempo para pensar qué hacer con él y ya lo tenía todo dispuesto. Si no podía comunicarse hablando, entonces le haría comprender de otra forma.
Llevaron a Napa a su estudio, Ysgramir actuó lento, dejando primero los papeles, no solía hacer esto, pero los esclavos no solían desobedecerle y mucho menos tener la voluntad de desafiarle. Sacó de la chimenea un hierro que había dejado entre las ascuas, se acercó al indio, suponiendo que conocía bien lo que significaba todo aquello, pues ya estaba marcado. Cuando se resistió, fue el propio Ysgramir quien le sostuvo, de hecho, contra el suelo y una rodilla sobre su espalda, para impedir que se pudiera levantar.- Eres mio.- Calcó el hierro sobre su antebrazo, con firmeza, dejando que actuara los segundos suficientes para dejar la marca y luego lo soltó.- Cerrad la ventana, atadle las manos y dejadle en la habitación.
Se giró, dejando nuevamente el hierro donde estaba, antes de sentarse frente al escritorio. A ver si con algo de castigo el hombre reaccionaba de una vez.
Por un momento, estuvo tentado de dejarle marchar, a ver qué suerte tenía solo en las calles parisinas, volvería a él arrastrándose, pero si quisiera una perra, hubiera llamado a la suya. Se colocó el cabello donde estaba, se arregló la ropa y dio una simple orden, que no tardó en ejecutarse. No le importaba cómo trajeran al esclavo, pero si no volvían con él sería mejor que no volviesen en absoluto.
Entró en su despacho, procurando calmarse y no pensar, volver a dejar a su hija enterrada en lo más profundo de su alma. Leer contratos, informes y papeleo vario hacía que su mente se enfocara en los negocios y así podía dejar atrás todo lo demás. Tardaron algo en volver a llevar al esclavo a su casa, había tenido ese tiempo para pensar qué hacer con él y ya lo tenía todo dispuesto. Si no podía comunicarse hablando, entonces le haría comprender de otra forma.
Llevaron a Napa a su estudio, Ysgramir actuó lento, dejando primero los papeles, no solía hacer esto, pero los esclavos no solían desobedecerle y mucho menos tener la voluntad de desafiarle. Sacó de la chimenea un hierro que había dejado entre las ascuas, se acercó al indio, suponiendo que conocía bien lo que significaba todo aquello, pues ya estaba marcado. Cuando se resistió, fue el propio Ysgramir quien le sostuvo, de hecho, contra el suelo y una rodilla sobre su espalda, para impedir que se pudiera levantar.- Eres mio.- Calcó el hierro sobre su antebrazo, con firmeza, dejando que actuara los segundos suficientes para dejar la marca y luego lo soltó.- Cerrad la ventana, atadle las manos y dejadle en la habitación.
Se giró, dejando nuevamente el hierro donde estaba, antes de sentarse frente al escritorio. A ver si con algo de castigo el hombre reaccionaba de una vez.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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