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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Radu V. Rosenthal Vie Ago 18, 2017 8:11 pm

ADVERTENCIA
Este tema presenta contenido +18. Si se desea leer, será bajo su responsabilidad; las partes involucradas manifiestan pleno consentimiento sobre los temas aquí tratados y reconocen que este contenido se rige en el marco exclusivo de la ficción.




On greed and other sins
Receloso osa ser, aquel que ha reclamado posesión, puesto que así lo dicta la naturaleza, quien le disturbe será penado.

Horda de aguijonazos se desperdigaron sobre su piel, arrebatándole de su tormentoso letargo sólo para que la poco más prometedora realidad le recibiera con sus aromas y preámbulo de tempestad. Las gotas eran delgadas, pero no por ello menos gélidas o punzantes; descubrió que, tras todo aquel tiempo tumbado sobre el lodo, su cuerpo se había hundido en la porquería y sus prendas se habían convertido en un manojo de sucios harapos, teñidos de sangre y sudor. Quiso ponerse de pie; aunque hubiese preferido perecer allí mismo, en aquel estado, sabía que su hermano no iría a permitírselo, era capaz de traerlo de regreso desde la muerte sólo para asegurarse de que se marchara como él lo dispusiera.
Le tomó tres intentos el poder tomar asiento, fue entonces que la llovizna se hizo más intensa, como si las nubes hubiesen estado aguantando el aliento a conciencia. Radu se sentía destrozado, si acaso aquella palabra alcanzaba a describir la sensación; estaba seguro de que portaba varios huesos quebrados y los golpes sobre la piel no colaboraban a hacer más ameno el movimiento de sus extremidades.

De algún modo se encontró poniéndose de pie y, trastabillando, alcanzó a recargarse contra una pared a medio desmoronar. Logró alzar la cabeza para contemplar sus inmediaciones, aunque el agua le estorbaba la visión, fue capaz de distinguir los vestigios de la arena, la basura dejada atrás por los espectadores y, en el suelo, aquel auténtico sacrilegio que suponía la fusión entre la pureza de la lluvia y la sangre de los vencidos.
Caminó al borde de desplomarse lo suficiente como para dejar atrás aquella derruida edificación, empleada únicamente para negocios y atracciones de mala muerte, y arribar a los primeros indicios de París. La ciudad ofrecía mayor resguardo del robusto viento y la suficiente cantidad de muros para que el lobo se apoyara durante su avance.
Debido al temporal, las calles se encontraban desiertas, por lo que Radu no corrió riesgo de alertar a los oficiales durante las rondas nocturnas ni a los ladronzuelos que hacían de las callejuelas estrechas sus centros de transacción.
Le llevó un buen par de horas arribar al bulevar que precedía a la casona, entre las caídas y las pausas para recobrar aliento, había acabado completamente mojado y con la temperatura corporal tan baja que sus heridas habían lentecido su sanar.

Se introdujo en el umbral y accedió a la residencia sin llamar a la puerta; de inmediato un grupo de sirvientes se arremolinó a su alrededor, al reconocerle, se dispersaron para regresar con toallas que alojaron sobre sus hombros y prendas limpias que Radu rechazó descortésmente. Su único deseo era el de encerrarse en sus aposentos y descansar como era debido, envuelto en sábanas de seda y su ilusoria estabilidad. Creyó que su hermano no estaría allí aquella noche, así que no tomó precauciones al introducirse en la sala que le conduciría hacia el pasillo con acceso a las habitaciones; mas la áspera voz del vampiro resonó en la estancia y, maldiciendo por lo bajo, el menor se acomodó la nariz reprimiendo un gemido, tras reparar en que quizá fuera el motivo por el que se le había pasado el reconocer su aroma.
Ah, allí estaba el conde con su porte impecable y aquel fugaz brillo en los ojos que tanto fastidio le generaba; seguro se estaría regocijando en su desdicha, así era en la mayoría de las ocasiones, en otras, simplemente, le fastidiaba no ser él quien dejara la última huella sobre el cuerpo del lobo.
Radu se irguió, simulando que todos los vestigios de la paliza presentes en su organismo, no eran más que la inocente mordida de un mosquito. Por algún motivo, la cantidad de individuos apostados en la casa superaba la convencional hacia aquellas horas, el lobo disponía de la habilidad como para conocer, al menos, ese ínfimo detalle. Frunció el ceño, acopiando, repentinamente, todas sus energías.
Buenas noches, querido hermano. ¿Acaso tenemos visitas? –Le espetó con evidente recelo, desde el comienzo había dejado bien en claro entre las normas de convivencia que no toleraría intromisiones indeseadas.


Última edición por Radu V. Rosenthal el Vie Dic 08, 2017 8:09 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Dom Sep 10, 2017 10:32 pm

El Conde una vez más hace de las suyas, había accedido en aceptar una invitación; una de las más pecadoras celebraciones, ya que aquel inmortal que hizo tal ofrecimiento de un encuentro, no solo enaltecía al Conde, sino que de negociaciones a futuro era por lo que realmente se había interesado, pero no estaba mal negarse a un banquete exquisito, ¡claro que no!, el aristócrata de preferencias bizarras, más que ganancias, brindó su cuerpo, sí, (claro que era la única manera en la que el Conde podría al menos ser parte), que jamás se negaba al deseo carnal, le era atractivo, y porque no decir que era de su especialidad ese hombre. Se había visto como una puta, una ingeniosa puta que al fin de cuentas se ganó el derecho de yacer en el lecho de Sokolović, por lo que le abrió las puertas de la mansión Rosenthal, y ¿por qué justamente ahí? porque ahí tenía todo lo que le satisface. Además de querer provocar a su maldito hermano, mostrarle una cruel enseñanza donde el Conde no pertenece a nadie y si se le descuidaba, como justo en esa misma ocasión, no era el único a quien tendría para joder. Por lo que aumentó su rabia al ver que el perro no llegaba, (se le brindó la libertad correspondiente al trato, pero este llego al límite, y ya debería de estar en esa maldita jaula), pero seguía provocando, sin obedecer en su exacta observancia las reglas, ya después se encargaría de él, y peor, que las consecuencias las recibiría su invitado especial. Sin embargo eso le encantaría.

Y vaya que hay que darle puntos a Horst, se dio  la tarea de conocer las preferencias de su señor. Llego antes de lo previsto, anticipando su llegada con el mayordomo el cual le dio indicaciones de alojarse en el salón principal, púes primero lo primero, debían cerrar las negociaciones, hacer que firmara el contrato y aún mejor, conocer los puntos de vista y la posición de este para saber a lo que se enfrenta, púes no por algo le atraía ese muchacho, representaba un enemigo, y un aliado a su vez, uno que de negocios sabe manjar, y riesgosas actuaciones sobre todo, jugando con todo para ganar, por ello es que baja de las escaleras con un traje de gala que en breves momentos será destrozado, púes hasta en eso se asemejan, ambos eran bestias, animales muy traviesos. Y si nos remontamos a viejas tradiciones, el vestir de aquella manera, representaba un baile con el diablo, en el que el primero que dé, el minué, será el sirviente del otro.

— Veo que quieres ganar puntos a favor, mi querido Horst, pero por favor, toma asiento, y servirle del mejor viñedo que tengamos, o ¿prefieres una copa de sangre caliente? Lo que sea de tu elección, pídelo, así estaremos más a gusto, y más si trataremos de convenios, ¿no lo crees? …

¡Maldita sea su mirada! Tan profunda, y cómplice con las pupilas, seduciendo tan solo con mirarle, posándose en su frente y leyendo los términos en los que demanda para compartir un embarcadero, el hacerse de un nuevo local y el otorgamiento de una licencia para abrir más establecimientos donde ya no serán burdeles lo que abra, sino, clubs privados, clandestinos en el sentido de su real faceta, porque si uno va a su investigación todo estaría legalizado, sin faltar a las normas. Donde se preguntaran porqué no solo lo obliga sin tener que divertirse con él, pero esa era la verdad, que le encanta jugar, y con el elevaba la intensidad, púes su réplica se basó directamente en querer beber de los labios del Conde, por lo que las reacciones comenzaban a ser una maniobra, pues se le acercó de manera íntima, tomándolo del cuello como queriendo estrangularlo, delineando la comisura de sus labios con la extremidad de la lengua, y le pregunto: — Dicen que hago que todos tengan miedo de mí, ¿Por qué no me tienes miedo? —. Le mostró los colmillos y en cuanto tuvo lo que quería, púes resulta que el miedo lo tenía, pero era el sabor que Horst añoraba, así era su extrañeza de regocijarse y ser auténticamente complacido. Que una risa corta ejecuto el Conde, a punto de apoderarse de esos labios y dejar que su falange descendiera a la pelvis de su invitado, poniéndolo a prueba, porque ahí quedo, le soltó y fue a tomar asiento en el otro extremo, dedicándose a seguir en las cláusulas y peticiones de su parte en caso de incumplimiento al nuevo contrato que generarían. Y sí, entre la charla, las provocaciones resaltaban, insinuaciones bien vistas y entendidas se prosiguió hasta la finalización del negocio, ya solo era la parte de la celebración. Que ahí, con llamarle con la mano, le dio el permiso a que se le acercara, y que se inclinara mostrando la lealtad que tanto profesa con esa boca, y qué espléndida reverencia, Horst mostró sus respetos al masajear con delicadeza y cierta efusividad por encima del bulto del Conde, quien con los brazos extendidos en el sofá estaba, posando en este como el verdadero señor de todo. Yendo al paso en que su boca coronaria su falo, y ahí, justamente ahí, capturó ese hediondo olor, la esencia familiarizada con sonidos de movimientos, la jodida servidumbre yendo y viniendo, ¡molesto! porque había dicho que no interrumpieran en nada. Y pareciese que demandó lo contrario, lo distraían de aquel placer, y con su molestia no detuvo al otro inmortal, porque eso ansiaba, y aún más, que el otro le viese, porque era él, nada menos que Vassk, (su queridísimo hermano) y ante su presencia, y su insolente voz en ese momento, hizo ademan de que guardara silencio, dirigiendo la mirada hacia quien postrado en reverencia ante su falo se halla.

..Con inquietudes que le ocasionaron verlo, ¿porque maldita sea se hallaba en ese estado? ¿Quién oso en tocarlo? Enfurecido, conservó su disgusto, sí se fue a abrir las patas a alguien más, lo pagaría muy caro, pero por ahora le dará lo que tanto desdeña, la indiferencia, lo ignorara y que escuche como es que se revuelca su Conde con otro, que vea cómo es que deben ser fieles a sus peticiones, porque Horst jamás abandono ese falo, realizaban un excelente labor con esa boca y no se diga de su lengua, no dudo en tenerlo, y el motivo era porque era el mejor. — Retírate, como has visto estoy ocupado, mañana hablaremos y ve pensando en lo que dirás, ni una más Vasska, te lo advertí.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Vie Sep 22, 2017 7:04 pm





On greed and other sins
¿Dónde ha quedado nuestro acuerdo, donde yo bebo de tu copa y tú comes de mi mano?

La imagen que le recibió en la sala principal le dejó ciertamente perplejo. El aroma inconfundible de su hermano colmaba el ambiente con habitual intensidad, mas el repugnante hedor del otro vampiro se desperdigaba, usurpador, en un funesto intento por igualarlo. Radu conocía la primera fragancia y, aunque despreciara la pútrida característica de la raza, se había resignado a tolerar la de su congénito —venga, jamás iba a admitir que, en realidad, le agradaba—; no era el caso con la de cualquier otro no-vivo.
¿Cómo osaba, aquel bastardo traidor, infligir el acuerdo y, para colmo de males, hacerlo de un modo tan descarado?, de manera tan infame, despreciable.

Radu sintió la ira instalarse en su vientre y ascender hasta arremolinarse en la base de su garganta. Deseó abalanzarse sobre aquel par de apestosas criaturas y desgarrar con el simple uso de los colmillos sus pálidos cuellos, desprovistos de pulso, de prudencia.
Estuvo a punto de cometer un descuido, de dejarse llevar por sus impulsos y quedar en ridículo, pero fue la repentina aparición de una criada la que le detuvo en el acto. Se plantó frente a él, con completo descaro, solo para ofrecerle un paño de toalla perfectamente enrollado.
—La tina está lista, señor —anunció sin inmutarse. Debía ser una jovencilla muy tonta para interponerse a una fiera en pleno episodio de ataque, o quizá suficientemente astuta como para leer la situación y evitar una catástrofe. Radu no estaba de ánimos como para descifrar el significado oculto detrás de la mirada que le dedicó, pero sí le fue suficiente para recordar el estado deplorable en el que se encontraba.

Tomó la toalla con brusquedad y se dio la vuelta con intención de dirigirse rumbo al baño.
Ya era extenso rumor el que te acostabas con cualquier zorra con objeto de obtener tus despreciables acuerdos, hermanito. Quién iba a decir que lo comprobaría tan prontamente. En fin, disfruta de tus negocios, procura que no te rebane el pene con ese par de demoníacos colmillos, no sé cómo irás a jactarte luego si lo pierdes de un modo tan patético. —El joven se alejó por una puerta lateral, manteniendo la compostura para disimular el dolor que le suponía caminar con los huesos fisurados—. Te recordaba más… exigente, la verdad, casi pareciera que estás desesperado —añadió, antes de esfumarse completamente.

Ingresó en el cuarto de baño, se desvistió aprisa y se zambulló en la bañera tan pronto se encontró desnudo. Se lavó el lodo y la sangre a toda velocidad, aprovechando a acomodarse los huesos que se encontraban en una posición que no les correspondía. No demoró más de diez minutos, pues tenía prisa. Se secó de inmediato y se vistió con unos pantalones que habían dispuesto sobre un mobiliario junto con otras prendas limpias que se negó a calzarse. Se acomodó el cabello y abandonó la habitación con el cuerpo aún húmedo.
Ingresó en la sala una vez más, simulando no prestar atención al accionar de los otros dos presentes; se ubicó delante de uno de los libreros y tomó uno cuyo lomo le llamó la atención, sin verdadera intención de leerlo. Tomó asiento en el sofá dispuesto frente al ocupado por su hermano y se reclinó con parsimonia, abriendo el volumen en la primera página impresa. A continuación, dirigió la mirada hacia el par de vampiros.
Oh, no se preocupen por mí, no me molesta ni pretendo interferir en sus negociaciones —se excusó, sin motivo aparente, antes de devolver la atención hacia el libro.

Al hedor que invadía la habitación se sumaron los sonidos, Radu debió hacer acopio de su más profunda fuente de paciencia para no destrozar por completo el lugar. Odiaba a su hermano, lo detestaba profundamente, luego de haber experimentado una noche tan poco gratificante, debía soportar el indignante comportamiento del mayor. Había llegado a creer que realmente sufría de algún tipo de adicción al sexo y que lo sobrellevaba concurriendo a la cama con cualquier desprevenido que se cruzara en su camino. Pero el que lo llevara a la casa era un sacrilegio, una terrible violación al pacto, a su confianza.
Radu no deseaba presenciar aquella escena, disfrutaba de la ilusión de retorcer el pescuezo de aquel intruso dentro de su mente, pero se obligaba a leer las líneas del texto, sin prestar verdadera atención.
Su cuerpo estaba repleto de magullones, si bien sanarían en la brevedad, era inevitable vislumbrar las manchas violáceas que coloreaban sus tatuajes o el rojizo de los tajos en su tez.
En cierta instancia, el lobo logró compenetrarse en la historia que sus ojos recorrían y trasladarse al universo ilusorio que presentaba el relato. Reparar en la escena que se sucedía allí mismo frente a él, le generaba un sabor amargo en la boca, un malestar indescriptible en el estómago y un intenso dolor en el pecho.


Última edición por Radu V. Rosenthal el Vie Dic 08, 2017 8:09 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Jue Sep 28, 2017 1:18 am

La dureza en la que se pronuncian esas palabras, la crueldad misma para querer golpearle, y aún más la actuación de Vasska se asemejaba a la situación en la que su miembro se halla; provocado por la boca, endurecido por la habilidad de moverla, disfrutándolo pero también con un dolor gratificante porque aquel inmortal emplea sus colmillos para con su piel, su sensible piel a pesar de ser de hielo, tan lubricado, presionaba en los costados la tela del sofá, apoyándose del goce dado, y endurecido porque aquel sigue sin someterse, y peor que no peleara como la malditas rameras con sus clientes. Si no que decidiera largarse, y maldita sea de aquella que interrumpió. Amenazando a ambos en un gruñido, excitante pero intenso para anunciar su furia. Y agradeció a ese que le detuviera con sus excelsas mamadas, sí que sabe luchar con todo para asegurar el negocio. Y lo que más le divirtió fue su reclamo, le dolía, lo sabe porque cuando arroja las verdades de esa manera es porque le afecta.

— ¿Lo estás diciendo por experiencia? Sabes que no es así. Nadie se atreve a hablar de mí, y aquel que lo haga no vive para contarlo. Mis movimientos solo lo saben mis “putas” y estas no se atreverían a hablar de lo que hacemos. Ese es el juego en las negociaciones, sabemos cuándo gozar de otras maneras más entretenidas. Si supieras a cuantos y cuantas me he echado y lo poderosos que son, que hasta los tengo a mi servicio con solo tronar los dedos. ¿Crees que temo a tus insignificantes palabras? No, así sabes que tan crítico soy y que no cualquiera puede acercarse a mí. ¿Comprobarlo? Vaya manera mía de mostrarlo, ¿debo acaso montarlo para que veas como me preocupa que hables o sepas de mí? Mi amado Vasska, no te alarmes no pienso perder mi pene, aun puedo cogerte terminando de este. Puedes esperar mientras tanto. No te enceles por no ser el único. Pues mis exigencias las conoces muy bien y ahora él las conocerá.

Tan grosero es, pero es que vaya manera de hablar que pareciese que le gusta que le traten de esa manera porque siempre saca lo peor del Conde, y por consiguiente le dio la espalda, alejándose del lugar. Y él rio a carcajadas, acariciando los cabellos del inmortal, entrelazándolos en los dedos para alzarlo de manera repentina. Estaba alterado porque comenzaba a acariciar al Conde, y como su enojo radicaba, se iba a consolar de él. Que le pidió que se sentará en sus piernas, y así le comenzó a lamer la nuca, abriendo los botones de su camisa para acariciarlo, recorriendo todo su cuello con la extremidad de la lengua, inclinándose para posesionarse con uno de sus pezones cuando este se alzó un poco más, pasando el abrazo para sostenerse del sofá, y mientras tanto, sus manos se encargaban de bajar la braga del pantalón, comenzado a masajear aquel endurecido miembro. Se notaba que tan mágico es, hasta que volvió a sonreír, no por cómo le besaba el inmortal, sino porque él regresó. Ahí, merodeando entre la escena, no lo miro, se dedicó a mover la lengua con la ajena sin detener la masturbación. Lo espléndido fue que algún día a su hermano lo tuvo en la misma posición, y el pensar en ello, es por ello que no abandonó la actuación. Si, haciéndolo por Vasska, que se enfurezca el maldito, ya que merecía lo peor después de llegar a casa en esas fachadas.

— Shhh, no prestes atención a ello. Pronto se marchará estoy seguro a menos que haya regresado insatisfecho, y quiera unirse a otros. ¿No te gustaría? … bueno, no es algo que haría, a menos que ya le hayan hecho cambiar sus gustos. O ¿por qué no te acercas y juegas con mi travieso amante, Radu Vasska?

Primero tranquilizaba a su acompañante, no le gustaba para nada que el cachorro estuviera ahí con ellos, se quejaba, por primera vez se quejaba y es que todos son iguales, creen ser dueños del Conde cuando ni una mínima parte tienen. Y lo calló con su petición, invitó a su hermano a unirse, no con él, sino con el otro inmortal. No lo tocara, no lo tomara pues su suciedad es tremenda. Por más que se lavara seguirá apestando, es su manera de humillar, de despreciar. Y ahora más que nunca. Se lo restregaba en su cara como es que desea a otro. Como le toma y le miró directamente, eso de mantenerse ocupado en su libro, era una idiotez más.

— Bueno, ya que no piensas venir ni irte. Seguiremos con lo nuestro, sólo cierra los ojos para que no te sientas mal de lo que haré, a ver si así decides marcharte, ya que deberías ponerte feliz, podría suplantar tu lugar.

Removió el cuerpo que tenía encima, que se acomodara cuando liberó su miembro y se lo llevó a la boca. A nadie había realizado esa acción, más que a su hermanito pero quizás y ni lo sabía. Peor hincado, pero tomará al menos la esencia de ese. Probar algo más sería quizás la forma de no obsesionarse tanto con Vasska. Quizás es lo mejor para no terminar algún día matándolo. Siempre hay un segundo para todo, siempre hay alternativas y es a lo que acude, es el segundo que ocupa su boca con un miembro.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Lun Oct 09, 2017 8:21 pm





On greed and other sins
Regodéate en tus placeres, puesto que tus días llevan la cuenta de las lunas que se esconden con tu sangre entre sus augurios.

Radu dejó que las palabras lo indujeran en aquel universo imaginario plasmado en las páginas del libro, prefirió recorrer una extensa costa desierta, recrear el murmullo del mar en su mente, cualquier cosa antes que reparar en la escena que se desempeñaba delante de él. Y es que si dejaba que su hermano se saliera con la suya, no podía ni estimar qué catastrófico final les depararía su propio comportamiento impulsivo; quisiera o no, se conocía, y también estaba plenamente al tanto de la desventaja que le suponía el llevar varios huesos rotos en pleno augurio de confrontación.
Realmente intentaba que los personajes y sus diálogos le arrebataran de la realidad —y qué curioso resultaba, puesto que no acostumbraba a dispersarse leyendo— pero la voz de su hermano debía solo balbucear un monosílabo para volver a situarlo en tiempo y espacio. Cuán profundamente irritante.
Claro que no iría a dejar que el bastardo se follara a esa alimaña frente a sus ojos, mucho menos en esa casa, ya bastante apestaba a sanguijuela como para que, además, desperdigaran su semilla muerta sobre el tapizado del sofá.

Oh, no debió haberse dejado influir por los comentarios del mayor, tampoco haber despegado la vista del libro, porque cuando se rindió a su tonta curiosidad, a ese insistente sentimiento de opresión que le contraía el pecho, se encontró con que su consanguíneo llevaba al intruso en la boca.
Radu cerró la portada del libro de un estruendo, quizá algo más evidente de lo que le hubiese gustado y se puso de pie, retractándose en el momento, para voltear en dirección de la estantería, donde introdujo el volumen, rellenando el hueco vacío que evidenciaba su ausencia. Antes de enfrentar una vez más al par de amantes que se distendía a sus espaldas, recargó las palmas sobre el mobiliario y agachó la cabeza con intención de distraer, de ser posible, un ínfimo segundo su conciencia.

Sokolović practicaba inmundas maneras de sellar un trato, él bien lo sabía, no debía sorprenderle que, además, hubiese violado la condición de no traer a cualquier extraño a la casa, ¿qué acaso no se creía el soberano de todo aquello sobre lo que pisaba? Más aún, ¿no era cotidiano el que buscara formas sumamente reprochables de fastidiarlo? Porque he ahí la cuestión, también suponía que Radu era de su propiedad.
El joven licántropo irguió la espalda y exhaló un suspiro, dispuesto a demostrar a su hermano que las cosas no funcionaban tal y como él las diagramaba. ¡Al diablo con la situación!
Se aproximó hasta el asiento que ocupaban y envolvió con brusquedad el cuello del vampiro más joven, para luego jalarlo hacia sí, obligándole a descender del regazo de Bertok.
¿Sabes? He tenido una noche bastante puta, creo que aceptaré tu oferta para despejarme un poco la mente.
Arrastró al muchacho hacia un sofá aledaño, más pequeño, pero suficientemente espacioso, ya que no planeaba dejarle tomar asiento. Le obligó a postrarse de rodillas frente a él y, sosteniéndole por la barbilla, dedicó unos instantes a contemplarle con detenimiento. Quitando el hecho de que fuera un parásito bebedor de sangre, no iría a negar que resultaba muy atractivo. Sus pestañas eran tan prolongadas que se preguntó cómo era posible que no se le enredaran al parpadear; sus ojos se mostraban tan artificiales como los de cualquier vampiro, semejaban ser de cristal, húmedos a raíz de la reciente actividad desempeñada mediante su boca, ejercicio que el lobo planeaba hacerle replicar.
La expectación que reflejaba su semblante le resultó repugnante, ¿acaso le divertía la idea de mantener relaciones con dos personas a la vez?, ¿sería, tal vez, la primera ocasión en que experimentaba aquello con un espécimen de su raza? Oh, le hubiese encantado que bebiera su sangre por error y acabara pudriéndose por dentro, envenenado por la codicia y la lujuria, por el espesor de la maldición lunar.

Radu soltó el botón de su pantalón, única prenda que llevaba encima, y le indicó con el índice que hiciera lo suyo.
¡Ah!, —advirtió—, llegas a morderlo y eres rata muerta, ¿entendido? Ten cuidado, aún está sensible. —Agregó, sin mayor extensión de detalles, procurando interceptar la mirada de su hermano.
Oh, cómo deseaba enterrarle el puño en medio del rostro, ¡conde soberbio! ¿Qué estaría pasándosele por la cabeza al ver a sus dos putas divirtiéndose sin él? Radu se sentía más animado a estrujar el cráneo de aquel presunto socio antes que a disfrutar de su felación. Pero, ¿qué más daba? En esa residencia ya todos estaban malditos, si con cualquiera de sus acciones lograba producir el menor recelo en su hermano, pues, que así fuera.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Sáb Oct 14, 2017 2:15 am

Quién iba a imaginarse lo que pronto se vislumbraría en ese lugar; el Conde con exactitud se apodera del momento, es más audaz y maquiavélico cuando de la rabia se presenta, nadie le quiere como enemigo y aún peor, nadie desea tenerlo como amigo. Se ha visto que no hay diferencia una con otra y eso explica el como se muestra con su hermano, ese quien debería tener prioridades, más es una especialidad causar deterioro en sus cosas. El inducirlo a un sentimiento destructivo, ya que eso ansía, provocarlo, que resurja esa bestia indomable. Se ha convertido en todo un trofeo, pues quien logre dominarlo se proclama rey y el ir en contra de los perjuicios de él, hace lo que nadie es capaz de ejecutar. Al extremo de llevar un falo inerte, tan duro que podría ahogarse con este en un mal vaivén, sangrarse la garganta si la locura libera en ya verlo venirse. Sin ser suficiente, ni la satisfacción que un caliente miembro forja en su boca, (sí, habla del segmento del perro), se lo arrebataron. No presto más atención en cuanto él comenzaba a mamar, de lo que el otro hacía, sí, percibió su cercanía, más no esperaba que le quitaran aquel inmortal con brusquedad, al grado que cayó al suelo, y arañó la carne vistiendo sus labios de sangre, lo saboreo no miente, le excito, no lo niega. Por lo que permaneció sentado en el suelo, recargado del sofá y viendo la escena sacada de un melodramático libro; un amante despechado, sosegado por los instintos, y una conciencia manipulada. Ahí estaba, la diversión que proclama un monstruo hacia otro. Riendo con maldad y una cínica mirada, reconoce que el maldito sabe jugar, y cómo enfurecer más a Sokolović, su jodido dueño.

— Vamos, no te detengas, muéstrale porque te tengo en este harem. Enséñale a como complacerme, una puta enseñando a otra. ¿Acaso no deberían competir uno con el otro? A ti te quitan tu lugar, no seas tan idiota si es que quieres permanecer a mi lado, ¿no te das cuenta que con el puedo divertirme más de lo que hago contigo? Y a ti, si llegas a hacerlo correr, te daré lo que tanto ansias, más allá de los negocios. Así que dile mi hermoso inmortal, ¿Qué es lo que tanto ansias, lo que matarías por obtenerlo?...

Si lo determinan como un hijo de puta lo es, provoca a ambos, que se pelearan entre ellos, era una brillante manera de arrojar su furia contra ellos. Tanto del uno como del otro le molestaba, pero el más furioso sabe embellecer. Que en cuanto vio cómo iba bajándose la braga del pantalón, y la postura de un perro frente a otro perro. Hizo que se mofara por tanta ironía. Que muy pronto se colocó detrás de Vasska, incrustando los colmillos en su hombro derecho, sin probar de la sangre, esta se esparcía por sus colmillos, por su barba y por la piel del otro, magreando su pecho y llegando a su oído donde lame el contorno. Acercándose más a su boca, pasando la palma en su mejilla donde le hacía de lado para que le mirase y sintiera el aliento de su sangre mezclada con el sabor de un miembro. En lo que con la otra falange busca la mano de Vasska, deslizándola a que le tocara el falo.

— No lo prives de hacer, sabes bien que lo deseas, no te detengas por mí. Siempre he sabido lo puta que eres. No tengas miedo a mostrarte frente a él como lo que en verdad eres. No eres tan distinto a nosotros, así como a mí se me pone dura de salirme con la mía, a ustedes se les pone porque así lo quise. No se te olvide, maldita zorra.

Lo arrojo, no lo beso, ni todo lo hacía por querer tenerlo, lo hacía con ventaja, que se preparara de que olía todo al inmortal, que una saliva envolvía el pellejo de su miembro, y su boca una combinación. Resultando ser más un insulto que nada, y en cuanto el otro resentido escuchaba, mordió aquel miembro que tenía en la boca, comprendió al fin la situación y aventó a Vasska a un extremo, tomando del cuello al pobre Conde, resultando ser la víctima en ese ataque. Lo habían estampado contra el suelo, teniendo encima a ese y de una mordida en la yugular se regocijaba, restregándose a él que bien se notaba su excitación, la calentura desenfrenada, y ante eso no podía negarse a ronronear, lo estaban tomando, y él, el Conde solo se dejaba, ya que era su única venganza contra su querido Vasska, y era más espléndido porque cargaba a un animal embravecido, que podía notarse su rabia, sus celos, y su coraje. Después de todo, era una riña de amantes desquiciados. Mientras descifro la siguiente jugada, él atacaría al perro sin duda alguna y espero a que eso sucediera, a ese extremo llega su molestia por permitir que alguien le tocara, ¡ojala y le hubiesen extirpado el miembro! Se merece eso y más. Claro está que él hace lo que se le plazca, más nadie lo hace con él. No, están muy equivocados si tan solo lo piensan, así es el mundo de la perdición, cadenas, y afectaciones simultaneas de placer.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Mar Oct 31, 2017 10:54 am





On greed and other sins
¡Oh, fraterno!, ¿en qué momento se ha invocado a la fiera? Tiemblen los altares, pues Dios ha volteado el rostro a su pueblo.

Desde el primer momento Radu había deducido que existían limitadas posibilidades para que aquella jugada saliera bien. Tan pronto el hedor extraño del inmortal en su morada había alcanzado sus sentidos, supo que su incompleta velada de riñas y deudas no había acabado en aquella industria derruida ni lo haría en ausencia de una catástrofe. Ah, el licántropo había convivido con su condición cerca de sesenta años, ¿cómo no haber comprendido la naturaleza de su esencia llevando tal cúmulo de décadas como hombre y como bestia sobre sus espaldas? Y era ese el gran meollo del asunto, sabía que el monstruo no había sido apaciguado y que cualquier detonante le haría perder sus estribos y, vamos, la causa por excelencia de sus arrebatos de feroz e iracunda inconsciencia estaban en la mayoría de los casos —puesto que reducirlo a todos era un acto de innecesaria atribución monopolista— con los seres y haceres de su estimado hermano Sokolović.

Radu estaba a punto de recibir una felación y, sin embargo, se encontraba tan nulamente excitado que hasta lo sentía un completo desperdicio de esfuerzo; allí, abandonado sobre el suelo, se hallaba el gran pionero del negocio, ahora echado a un lado por sus dos marionetas. El licántropo empezó a desear que todo acabara de inmediato, pero desertar en ese instante no habría logrado más que herir su orgullo y, cuando de Radu se trataba, era el orgullo su más destacada prioridad, sobre todo si su hermano fungía como principal testigo.
El vampiro se introdujo la inerte extremidad del lobo en la boca; ciertamente tenía talento para la labor, pero para el joven alemán, independientemente de cuán atractivo juzgara a su eventual amante, aquella gran simulación teatral socavaba toda voluntad de gozar los placeres propuestos. Tal condición, en sumatoria con el deplorable estado de su anatomía, convertían el ideal de un mullido lecho y un sueño profundo en su idolatrada expectativa de la velada perfecta. Eso, al menos, hasta que su hermano tomó la decisión de intervenir e incrustarle los colmillos.

Radu ahogó un quejido e inclinó el cuello en respuesta a su más primitivo instinto, sentía la sangre derramarse por la extensión de su espalda al tiempo en que aquel insensato succionaba por el simple capricho de mofarse de él. El aliento de Sokolović apestaba a su hurtada esencia, a la lujuria del segundo vampiro, entremezcladas con el inconfundible olor de su saliva y la muerte enfrascada.

Allí estaba otra vez su hermano, accionando en pos de reivindicar su soberanía sobre los acontecimientos; con completo descaro le susurró tonterías al oído y condujo su mano hacia donde yacía su miembro, rígido y erecto dispuesto para introducirse en donde fuera que su amo lo animara. Ya estaba deseando que, en consecuencia de su soberbia impaciencia, acabara mutilado en las fauces de una trampa para osos, ¿qué tanto podía jactarse de sus hazañas un legendario cazador privado de su arma?
Por mucho que detestara el que así fuera, sin importar cuánto se esforzara por resistirse a su arrasadora omnipotencia, Radu debió resignarse al hecho de que, tras ser desafiado por el mayor, finalmente su propia virilidad había comenzado a ponerse de ánimos para la ocasión, endureciéndose en el interior de aquella desagradable boca y comenzando a sensibilizarse frente al roce de las orgánicas texturas. Maldijo para sus adentros, acomodándose sobre el asiento en un intento poco efectivo por disimular su malestar.

A decir verdad, el desarrollo de los episodios no inspiraba en el licántropo expectación alguna, a su entender, la noche podría acabar con una sesión de sexo poco entrañable entre tres bestias o bien un ridículo espectáculo competitivo sobre quién monta a quién durante más tiempo. Así debería haber acontecido, mas debió reprenderse por subestimar a la pequeña sanguijuela que retenía prendida entre las piernas. A primera vista, poco se podía valorar sobre la complexión del tercer individuo al compararlo con el par de hermanos alemanes que fungían como anfitriones, sin embargo, no dejaba de ser un vampiro y, como tal, suponer una latente amenaza para cualquier mortal con la carne blanda.
Radu recibió una dolorosa incisión en su miembro cuando el invitado de Bertok le rasgó con sus colmillos, de inmediato se vio siendo arrojado al suelo con brusquedad, pasando a ser el mayor la víctima de sus fauces. El joven permaneció inmóvil por un momento, acunando su hombría entre sus manos mientras la sangre que corría por sus venas se encargaba de coagular en las heridas apresuradamente. Cuando alzó la vista, dispuesto a dedicarle su más cruento reproche a quien le había agredido sin advertencia, descubrió que Sokolović se encontraba en una posición no muy diferente de la suya, la única diferencia, quizá, era que él aparentaba estarlo disfrutando.
Allí estaba el escuálido vampiro, meneando sus caderas como si la vida se le fuera en ello, reclamando como suyo aquel cuerpo bajo su peso y liberando repulsivos sonidos que se debatían entre un aparente gozo y una creciente furia.

Radu había creído hasta entonces que se encontraba bajo control. Luego de haber participado en tan ferviente batalla durante las primeras horas de la noche, su irrevocable desenfreno animal debería haberse apaciguado hasta nuevo aviso. Compartir la piel con un lobo que excedía el dominio de su conciencia era, como bien lo resaltaba su condición, una maldición; agradecía al destino que fueran solo las noches de luna llena aquellas que le despojaban completamente de su humanidad, puesto que si el monstruo aflorara en cada ocasión que su ira le cegaba los sentidos, posiblemente habría acabado decapitado por la inquisición hacía más de media vida.
Pero cuando más creía poderse jactar de su envidiable autocontrol, era que las cosas se complejizaban a niveles desmedidos. Recapitulando, pues, frente a sus ojos, el vampiro que acababa de herirle su órgano más preciado se hallaba balanceándose extasiado sobre el cuerpo de su hermano, el hombre al que más despreciaba en el mundo y, sin embargo, el único que le conducía a la demencia cuando de deseo se trataba. El joven desgraciado que, en su propio hogar, osaba hacer manifiesto de un comportamiento tan descuidado, seguramente iría a atacarle una vez más. Somos espectadores de un circo de bestias, claro estaba que una mordida no solucionaría la totalidad del conflicto, desafortunadamente para su papel, Radu no le concedió tiempo para concluir la escena.

El licántropo se abalanzó sobre el más joven y, con fuerza animal, lo encarceló contra el muro, sosteniéndole por el cuello sin cuidado de permitirle respirar. En cuestión de un instante de los ojos del vampiro comenzó a manar sangre y, con un simple incremento de presión, un crujido precedió a que la víctima se desplomara, inerte, sobre el suelo. Radu le había fracturado el cuello y, si bien aquello no tardaría demasiado en enmendarse, le concedería suficiente tiempo como para obtener algo de fuego.
El menor de los Rosenthal se percató de que estaba gruñendo, sus sentidos se encontraban funcionando al extremo de su capacidad y los músculos le tiritaban en consecuencia del creciente nerviosismo. Apenas podía razonar, no lograba hilar los pensamientos para saber qué debía hacer a continuación, si acaso buscar un mechero, o encender la hoguera y salvar un tronco en llamas. Había sucumbido a la furia bestial que se alojaba en su interior, conservaba la forma humana porque la luna llena no reinaba en los cielos, pero poco de conciencia le restaba en medio de aquel ataque de furia.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Dom Nov 19, 2017 1:14 pm

Le excita sus quejidos, su altanería, y esa maldita rebeldía para con él, no lo niega que el punto de atracción es que lo enfrenta, no se someta y eso hace que lo desee más, más el afecto que le enloquece, lo motivan y le hacen tener el derecho de ofenderlo como bien sabe hacerlo, era suyo y el hecho de que le invitara al banquete de placeres, no quería decir que tenía que hacerlo, más ahí estaba, encarándole a su dueño como otro mantenía lo que era suyo en esa boca, pero entre caracteres, el Conde no muestra su debilidad, se vuelve animal, provocando y llevando a la traición, así funcionaba esto de tomar y sacar, insultando de la manera más elegante, más exquisita y porque no, hasta hermosa.

Pero el hartazgo se presentó, y la discriminación ante él, no podía permitir que le besara, ni le tocará, más lo que ansío estaba ejecutándose, ahí, atacado por el inmortal, con brutalidad excesiva, le arranca la carne de la yugular, y él se dopa con el olor de la linfa de Vasska, la percibía tan cerca, tan potente, a eso es que le ronroneaba, aparentando gozar la actuación de su negociante, pero la verdad era más caótica, nadie podía superar lo que su hermano desprende de él, y lo observaba, con una penetrante mirada, emitiendo gestos de quejidos, y su templo reaccionando a la fricción del otro, tan candente está, tan caliente percibe su templo pero cometió el peor pecado, saborear de la sangre del licántropo, si por primera vez se prueba, es un arma muy potente para activar el cuerpo de un muerto, y si, con un poco más de esta podría matarlo, porque es veneno, es por ello que no fue tan imbécil de succionar, de tragársela cuando le mordió. Pero ahí estaba, la demencia de un frenesí imparable, consumible a la eyaculación, pronto la derramaría, más jamás desvió la mirada de Vasska, preguntándose que es lo que hará, pero demoraba, y si se corría sería demasiado tarde, puesto que no permitiría que le quitaran al inmortal y se quedaría con él. Pero fue aquel que en un par de segundos antes de hacerlo, se lo quitaron, de una ferocidad emanada, adorando como el odio en sus irises denotan, el animal había despertado al fin, y no, no interrumpiría tan perfecta escena, eso necesitaba vislumbrar, eso es lo que tanto había esperado desde un inicio, más el imbécil demoró, siempre queriendo contrariar, tan sencillo fue que se lo quitara desde un principio y que hizo, ¿largarse a lavar? Y es que eso le recordó el porque estaba enfurecido, él porque tuvo que llegar a todo esto.

Sin moverse del suelo, sujetándose la yugular para que pronto se sanara, derramado demasiada sangre que maldita sea, fue decorado con esta, manchando todo y su preciosa alfombra, todo un escenario sangriento y emotivo, mofándose por última vez de su pequeño lobo; sacándole los ojos al inmortal, acabando con él de la manera más instantánea y menos dolorosa para sí. Observando hasta el último momento en que fuese consumido por el infinito odio de un animal. Tan atractivo se veía, y que enfermiza forma de deleitarlo.

— Si lo vas matar, hazlo de una maldita vez, si no lo harás, déjate de estupideces. Sabías que esto pasaría, y aun así permitiste que sucedería, ya mátalo y deshazte de tu maldito odio, porque si no, me encargare de que pagues por todo. Le has quitado a una mujer su marido, a unos hijos su padre, ¿qué es lo que harás? Deshazte de él ya, y lárgate de aquí.

Arrojó con unas tremendas ganas de afectarlo, de atacar su emociones, su real debilidad, derrumbarlo en ese preciso momento, pero se alzó del lugar, yendo hacia él, tomándolo de su yugular, apretando esta con fuerza, azotándolo contra la pared, cuando vio el final del inmortal. — Tu maldito orgullo llegó hasta aquí, permitiste que te tocara, que te hiciera lo que siempre te he prohibido, más no basta con eso, ¿vienes de no sé dónde, peor que una ramera golpeada, y queriendo hacer de las tuyas después de eso? ¿Quién te crees que eres para hacerlo? No te equivoques Vasska, al igual que el inmortal, no soy de nadie, y lo sabes a la perfección, fuiste tú el que lo quiso así, y no me niegues que no lo disfrutaste, porque se te nota en el cuerpo lo excitado que estas, esto te convierte en la misma mierda en la que me revuelco, entonces, no estás en derecho de pedir libertad, o de que te sea fiel, porque no eres mi mujer como para que exijas que te respete. Y si quieres que lo haga, respeta mis condiciones, y jamás vuelvas a contradecirme… ¿Entendiste? o es que seguirás igual, porque de ser así, estoy en posición para que esto termine.

Sonrió, ciertamente estaba revolcándose de la risa, de las ganas de abrazarlo, y demostrarle cuan afectado estaba, pero así como su orgullo se interpuso, en él, era de la misma manera, en tanto término de mostrarle los lados de su posición, le soltó, acercándose a su rostro y lamió su mejilla qué sucia estaba, era la sangre de aquel que le salpicó, y miró el cadáver del inmortal, realmente ya estaba muerto desde un principio pero eso no se lo diría, porque en los negocios, no hay manera en que el Conde permita que alguien más gane en este, y aquel rebaso el límite, es por ello que culpo a su hermano, solo porque goza hacerlo sufrir, ya después descubriría la verdad, pero le gustaba, ¿cómo no estar enamorado, no, mejor seducido de ese a estas alturas? Es por ello que no podía permitir que lo descubriera, si así es como es, ahora con ello, sería una guerra total.

— ¿Aún no te es suficiente? ¡Que! ¿Quieres ahora matarme? Jaja, inténtalo Vasska, una vez más hagámoslo, tengo tantas ganas de destrozarte el cuello, de despellejarte y recordarte bajo qué reglas te debes regir, porque no pienso nunca matarte, estás consciente de lo que espero de ti, pero parece que lo has olvidado, ¿cuándo lo harás? ¿Cuándo será que te atrevas a hacerlo?  Quizás hoy, así matas dos pájaros de un solo tiro, puedes decir que fue una riña entre dos inmortales, y no tienes por qué culparte de ello, piénsalo, y así te conviene mejor, ¿no lo crees? ¿Quieres que vaya por el arma, o como lo harás?

Esbozo una ligera sonrisa, yendo a tocar el cadáver, en lo que piensa aquel, lo que debe o quiera hacer, era realmente un fastidio, tener que limpiar el desastre, por lo que comenzó a alzar los muebles, para enrollar ese cuerpo con la misma alfombra, ya no necesitaba nada de ello, debían quemar la evidencia, y desaparecer lo sucedido, fingiendo que no pasó nada, sí es que el otro lo quería, pero chasqueo el hocico, la maldita sangre no dejaba de derramarse de su yugular, estaba demorando en sanar, y se comenzó a limpiar con la misma camisa y se amarro un trozo para evitar que chorree y proseguir con la limpieza del lugar.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Vie Nov 24, 2017 10:25 pm





On greed and other sins
Piérdelo todo y comprenderás, comprenderás el valor relativo que posee un suspiro y la eternidad oculta detrás de cada mirada.

¿Hacia dónde? Radu era presa de un auténtico frenesí, el aroma de la sangre entorpecía sus sentidos y la realidad del cuerpo inerte postrado frente a sus pies nublaba su razón. Se descubrió temblando, desorientado, no reconocía las dimensiones de su cuerpo, tampoco la magnitud de sus actos; sentía la necesidad de salir corriendo, de abandonar aquella brumosa escena, pero la interrogante repercutía en su conciencia, ¿hacia dónde?
La potente voz de su hermano, sin embargo, creó un breve espacio de lucidez en medio del caos que eran sus pensamientos, el orden de las palabras pareció acomodar sus percepciones fundamentales y se descubrió comprendiendo el último conjunto de oraciones, y con ellas, lo nefasto de su proceder. El joven volteó a mirar el cuerpo del inmortal una vez más, los ojos perdidos e hinchados, empapados en sangre, la muerte impregnada en su expresión.

El recuerdo de su padre agonizando en el mohoso suelo de la celda que les había mantenido cautivos tantas lunas, las últimas palabras de su madre, la cabeza huérfana de su hermano se agolparon en su memoria, destrozándole el pecho, arraigándose en la culpa.
No se percató del instante en que Sokolović se puso en pie y arremetió contra su complexión, simplemente se halló repentinamente prisionero, víctima incipiente de su punzante mirada, se le dificultaba respirar a causa de la presión ejercida sobre su cuello, y, sin embargo, toda su atención se hallaba congregada en aquellos ojos.
Su hermano le estaba reprendiendo, echándole en cara todas sus faltas, como si ya no bastara con haberle hecho caer en cuenta de que, con sus propias manos, había propiciado a una familia el mismo flagelo que hubiera padecido él, luego de jurarse evitarle a cualquiera atravesar ese mismo sufrimiento. Pero Radu se hallaba inmerso en aquella mirada, buscando desesperadamente rescatar el consuelo que necesitaba, consciente de que, detrás de su rigidez, se escondía un destello de compasión, afecto, este su más grande anhelo.

De improviso, el lazo visual se perdió y su mejilla fue víctima de la caricia de la lengua ajena; volvió a posar los pies sobre el suelo, mientras sus oídos se declaraban víctimas de las provocaciones del mayor.  
Ya las manos le escocían lo suficiente en favor del arrepentimiento, ¿cómo iba a considerar ensuciarlas nuevamente con la sangre de su hermano? Había ansiado desde siempre con intenso fervor el vengar la muerte de su familia, hallar al culpable y despedazarlo sin la piedad que también le habían privado a sus seres más amados; Sokolović había arribado para ocupar ese sitio, el del traidor, el desertor que osó darles la espalda a sus fraternos para retornar suficientemente tarde, revestido con la maldición eterna de aquellos seres que se regocijaran en el asesinato de los Rosenthal. Radu había adoptado, finalmente, la proclamada responsabilidad de acabar con su vida en el momento indicado, mas en instancias como aquella, cuando recapacitaba sobre cuán solo se hallaba en el mundo, lo último que deseaba era prescindir de aquel bastardo desertor.

El licántropo se encerró en sus propias reflexiones, deslizándose contra el muro a merced de la gravedad hasta yacer de rodillas sobre el suelo; los estruendos invadieron la habitación y el temor se apoderó de su cuerpo. Aquel hombre, su más destacado enemigo, era, además, la única persona que le restaba en el mundo. No deseaba perderlo, no entonces, aunque el momento llegara en el que debiera concretar su final, allí, cuando no existía nadie más aparte de ellos dos, Radu quería, no, necesitaba resguardarlo a su lado.

Se puso de pie, vacilando, y le abordó por la espalda. Se aferró de su brazo, deteniéndole en un zigzagueante andar y recargó la cabeza sobre su amplia espalda. Se mantuvo inmóvil en aquella postura, como buscando en aquel sutil gesto el soporte necesario para volver a encontrarse. La sangre que brotaba de la herida en el cuello de Sokolović impregnaba el aire, invocando nuevamente la inestabilidad de los sentidos del licántropo. Radu se dejó, entonces, guiar por un imprudente capricho y retiró el húmedo harapo que recubría la incisión, esforzándose por igualar su altura para lamer con insinuante dedicación la carne abierta. La maldición en su saliva, aunque débil en aquella forma, restringiría al líquido de seguir manando, lo que favorecería la cicatrización; dejó que la sangre opresa de su hermano se escurriera por su mentón, probando apenas su venenoso sabor fundido con sus propios fluidos. La garganta se le cerró tan pronto la sustancia extraña se dio paso hacia su estómago, obligándole a exhalar un sonoro suspiro.
Una vez más se aferró a su camisa, en esta ocasión con ambas manos, y entre jadeos febriles, consecuentes de la insignificante ingesta de su esencia, recurrió a expresarse en su lengua natal.
No te vayas.


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Dom Nov 26, 2017 8:44 pm

¡Lo ha hecho pedazos! Sabe que ha jugado sucio, lo atacó, y ahora, las consecuencias son las esperadas, pero, ¿por qué maldita sea no está conforme? No disfruto del estado en el que se haya, espero que se desvaneciera, que su orgullo, y sus altanerías quedarán pisoteadas como siempre, gozando de su sufrimiento cuando de la bestia se trata, él lo despertó, porque no fueron sus intenciones concluir este encuentro de aquella manera. Lo convirtió en lo que ahora es, solo él. Inundado de odio, celos, y rabia, se pierde en las maldades solo para castigar a su hermano, y superó el límite de subordinación, era una humillación grotesca, tan bestial que ni por más que tratase de evadir su presencia, tratando de limpiar el desastre, se iba a borrar esa jodida sensación. Allí, su aroma, su ausencia, y su silencio le estaban preocupando, ¿porque debía ser él, su debilidad? Siempre fue la única arma en la que jamás se imaginó que le dañase tal grado de denigrarse en un sentido propio. Consciente, aún a pesar de ir enrollando la alfombra, se detuvo, no porque sea un fastidio limpiar la escena, sino porque el ver como se desvanecía, era algo que no podía permitir. No, y más él, porque al momento en que cayó, golpeó al Conde, y con un gruñido, se alzó, se marchaba, no podía ver más esa escena mediocre, no es de él pedir perdón o retractarse de sus acciones, lo hecho estaba, y el remendarlo, no lo iba a hacer, por lo que al alzarse iba a dejar esa peste, no podía con él, no en ese trance, que al darle la espalda y con la decisión de abandonar el recinto, unas manos le detuvieron, no se giró, jamás accedió a su mirada, ni porque su rostro se apoyó en su espalda, se mantuvo en pleno silencio, y cuando la prenda fue desenvuelta del cuello, se giró, sosteniendo su gesto, manteniendo las manos bajas pero no le sostuvo cundo se le acercó, ni cundo lamio su herida, estaba presionando los labios, tragándose la saliva, ¿cómo pudo ser posible que un simple gesto le atraiga la lujuria? y quiso destruir esa brecha que ilusoriamente percibió, soltando una corta risa, grave y engañosa, la sensación le obliga a no caer en ese instinto, y se guardó para él, el ardor, esa quemazón cundo la lengua se paseaba por lo piel, cicatrizando, cerrándose poco a poco y alzó la falange, limpiando con un dedo la sangre de su labio inferior, sin quedar de otra que envolverlo en su regazo, cuando su desesperación noto y supo al fin su decisión, con solo esas palabras lo comprendió. Evadiendo las propias interrogantes expresadas por su coraje, palmeando su espalda y mirando el cadáver. ¿Bajo esa acción que podía proceder? Nada….

— No me iré a ningún lado, y a donde quiera que esté, siempre me podrás encontrar, ¿o es que no me seguirás a donde quiera que vaya?.

Mantenía su mano ofreciendo palmadas, solo esperando un momento para que retomara la compostura y pudiera ser él; el pequeño Vasska. — No debes permitir que mis ataques te destruyan si no eres capaz de soportar, ¿quién lo hará? Dejaste que tus debilidades te cegaran, no fuiste el culpable de matarlo, y quizás y lo sepas, ya era hombre muerto desde que entró a nuestro hogar, solo piensa lo que hiciste y no lo que te dije, eres débil de corazón, ¿por qué? A ti te arrebataron todo, y aún piensas que nadie merece lo que te hicieron, ¿por qué?

Le tomó del mentón, regañándolo, sí, demasiado por que no soporta la idea de seguir viendo esa jodida faceta suya. Por lo que alzo su rostro para que se encontrarse con la propi mirada, era momento de enfrentarse, y peor, decir la verdad, ya que realmente el juego no era ese, y sin esperar más, llamó a los sirvientes, debían terminar lo que él no logró hacer, llevar las cosas afectadas a la calle y quemarlas, deshacerse de cada cosa y dejar limpio sin ninguna evidencia de sangre, o de muerte, y se terminó por quitar las prendas rotas, y las de Vasska, para que no hubiera nada, absolutamente nada, y al concluir las demandas, se llevó a su hermano al estudio, porque si lo llevaba a la habitación terminaría por encadenarlo, y no necesitaba descargarse aún más con él. Así que al entrar a este, arrimo a su hermano al escritorio donde le sentó y comenzó a buscar los papeles de las negociaciones, las exportaciones en las que eran dirigidos por el que ahora quedó hecho un cadáver. Este oculto mercancías, creando su propio negocio y sin ser reportado. ¿Por qué lo hacía, porque se lo informaba? Para que comprendiera, de cierta manera que no era su culpa como se lo encaró, que leyendo lo descubriera por él, ya que no espere que el Conde lo haga, no lo diría directamente, y en cuanto le dio esos papeles, se fue a recostar en el pequeño diván, sin mirar más, tocándose por donde ya la herida no estaba y se hundió en esa instantánea tranquilidad. Con esas inquietudes y sensaciones.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Vie Dic 08, 2017 8:06 pm





On greed and other sins
Quien habita en el infierno, entrega hasta el último aliento por una promesa de paz.

El hecho de convertirse en prisionero había sido siempre su punto de inflexión, en un inicio cautivo por los asesinos de sus congéneres, luego atado a los edictos de las calles, emparentado con la obsesión de la venganza y, finalmente, encadenado a las disposiciones de su hermano; Radu se encontraba, esta vez, atrapado entre los firmes brazos de Sokolović, sin embargo, en lugar de despreciarlo, hallaba en esa tímida tibieza, todo el conforte que necesitaba. Con cautela ocultó el rostro entre sus prendas y reposó en silencio, hurtando a la vida aquella memoria que le era negada y remitía, tal vez, a las raíces del afecto.
Su hermano le propiciaba reacias caricias sobre la espalda y él creyó que no necesitaba ninguna otra cosa; que si, de improviso, su corazón maldito hubiera dejado de latir, entonces no habría existido nada que reprochar a la fortuna.
Escuchó sus palabras, pero se mantuvo en silencio, conservando cada gesto con recelo, seguro de que, posiblemente, no se volvería a repetir. El vampiro parecía estar mencionando obviedades, pero para Radu eran toda una revelación, el grabado incandescente de sus afirmaciones sobre las huellas borrosas de las dichas alguna vez.

Necesitaba escuchar que no había sido su culpa, que la criatura cuyo cadáver yacía envuelto en el tapete jamás había existido, que no la había asesinado, porque desde el comienzo había estado muerta y ya su ausencia había sido llorada. Radu creyó cada frase mencionadas por su hermano, lo necesitaba, quizá en el fondo estuviera convencido de la verdad o siguiera pensando como el niño que ve el mundo a través de los ojos de sus héroes.
Le habían arrebatado mucho, sí, pero no todo, estaba seguro de que en su cuerpo aún habitaba un alma y con ella la memoria de épocas mejores, en tanto aquel reflejo de sí mismo perdurara, él y los Rosenthal seguirían existiendo, y no podía permitirse ser el perpetuador de una devastación de tal magnitud para otros, ni siquiera ante las hordas de demonios. Sería Radu monumento de la masacre que no debía volverse a repetir.

Y, luego de la reprimenda, se topó con sus ojos, por un momento creyó ver a Bertok en ellos y no al monstruo que atormentaba su día a día, deseó arrebatarlo de ese contenedor y regresarlo a la vida para que le cargara en su espalda y le arrojara por la colina como alguna vez hiciera, pero, por algún motivo, lo juzgó más seguro allí dentro, donde nadie podía darle alcance.
Entonces los sirvientes ingresaron en la sala y con sus incautos movimientos comenzaron a recogerlo todo, las manos de su hermano le arrebataron lo poco que llevaba puesto y le fue entregada una bata de seda que olía a rayos de sol. Se marchó con el conde rumbo a su estudio y, ya lejos del hedor a sangre y los deseos de destrozarlo todo, sintió que podía volver a ser él mismo, el arrogante y testarudo Radu que tanto se disfrutaba.
Sentado sobre el escritorio, recibió un montón de papeles escritos, aquí y allá detalles de transacciones, ingresos y egresos de mercancía, listados de compradores, vendedores, la particular ausencia esporádica de ciertos bienes y lo que parecían ser documentos hurtados sobre negocios encubiertos en los que Sokolović no había participado y, casualmente, se comerciaba con las cantidades que escaseaban en sus anteriores tratos. Al parecer, alguien había estado jugando sucio con su hermano, aún no lograba comprender por qué, si el que yacía hecho pedazos en manos de los sirvientes era el responsable de las faltas, aquel había accedido a acostarse con él. En fin.

Radu dejó los documentos a un lado, su pasatiempo preferido no era particularmente el de leer y tampoco podía jactarse de su sentido del orden, pero el vampiro requería de asesoramiento en ese último rubro cuanto antes.
El licántropo se puso de pie y caminó con parsimonia hasta el sitio en donde se hallaba el mayor, tomó asiento sobre su regazo, haciendo alarde de su recientemente recuperada compostura, aunque aquella expuesta sensibilidad consecuente del encuentro próximo entre su yo más sincero y el verdadero Bertok se mantenía a flor de piel.
Así que, en realidad, te traicionaron —comentó, tanteando el territorio—. Supongo que eres lo suficientemente observador como para caer en cuenta de que ese sujeto no pudo haberlo hecho solo. —Agregó, recalcando que no era ningún idiota.
A continuación, se inclinó sobre el cuerpo de Sokolović, recostándose sobre su vientre, con los brazos alojados debajo del mentón. No anhelaba despertar rencor en su hermano, simplemente esperaba que restara importancia a su gesto, puesto que él sí lo disfrutaba.
Tu alfombra… —continuó como si el tema no hubiese variado—, mañana podría ir a comprar una nueva; nada demasiado llamativo, ni tampoco excesivamente simple. —Agregó, recitando como si de una plegaria se tratase.
Pero fue entonces que vaciló. ¿De qué estaba hablando? Tan pronto como acabara el revuelo en la casona, sería llevado de regreso a su habitación, a la celda que había sido preparada con el lujo de la ironía y el aislamiento necesario para retener a una bestia. No habría un mañana de compras ni una variante en su calvario, su hermano, simplemente, estaba sintiendo pena por él. Frunció el ceño y se dispuso a incorporarse.
Olvídalo. Ignora lo que dije.
Luego de vivir tanto tiempo en las tinieblas, aquellas ocasiones en las que apenas se filtraba un destello de luz, se dejaba llevar por la utópica promesa de un amanecer inminente. ¿En qué demonios estaba pensando?


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Mensaje por Sokolović Rosenthal Miér Dic 20, 2017 10:02 pm

No, no ha sido la primera vez, pero pareciera que así lo era. Quizás ya se ha olvidado el pequeño Vasska de cómo su hermano mayor jugaba con él, el cómo lo protegía, y lo adoraba sobre todas las cosas. Que tras la desgracia fue al primero a quien defendió, y el haber mostrado una vez más esa sensación, está seguro que la pudo percibir, ¿por qué?, porque, ¿cómo se esconde el calor del fuego cuando uno lo toca? Así es con esa evocación generada, que ante el abrazo, la calidez de su debilidad y la defensa que podía otorgar sus brazos para él. Estuvo tan cerca de liberar esos sentimientos tan reales, tan confusos y llenos de incertidumbre, y ante esa limitación solo las palmadas fueron lo que expreso todo. ¡Apártate! Es lo que debía hacer e hizo, ¡que oportuno fue, y la servidumbre! Hicieron que desviara la mirada de él, y que de una buena vez, arrojaran todo al fuego y quedara hecho cenizas, que se limpiara todo, ya que se quedó esa inquietud, agitando el cuerpo de Sokolović, yaciendo mientras mantiene la vista al techo para poder controlar su evocación, ¡sigue con la sensación, inolvidable y casi incontrolable! ¡Maldita sea el momento en que todo se fue por la borda! Solo un segundo bastaba para reincorporarse, ser la misma bestia indomable, pero volvió al estado en el que se halló hace un instante, ese en el que flaqueo por su miserable actuación, estando tan cerca de ignorarlo pero llego a él, acercándose como un indefenso, un niño que pide ser amado. ¿Y, cómo negarle eso a estas alturas? …  Él se sentó, y se hizo a un lado para abrirle espacio, dedicándole una mirada. Seguido, se posó en su abdomen con un tierno gesto que le orillo a estirar el brazo para acariciar su cabeza, tantear un poco su rostro y entender porque es que llegaron a donde están.

— Todo el mundo traiciona para llegar a ser superior, pero no todos son inteligentes, él hizo y fue descubierto, y de los otros, ya se pueden dar por muertos, porque si la cabeza cae, los demás son nada ya. Pero dime, ya enterado de lo sucedido, ¿qué harías tú en esta situación?

Sabe que haría todo lo contrario al Conde, pero le interesa escucharlo, y el estar acariciando sus cabellos, le sacó de sus casillas con su insinuación. Tomándolo del brazo para elevarlo y situarlo encima de su templo cuando quiso retirarse, destrozando lo que se ha ocasionado. Ya es demasiado tarde para abandonar la expresión de un pasado que creyó ya enterrado. — Lo dejare a tu criterio pero si veo que no combina, la tiraré. Más, ¿qué es lo que debo olvidar? ¿Todo? …

Cuestionó pero es de él el querer saber todo, y tan pronto lo inquirió, se alzó, quedando sentado junto con él, rostro a rostro, pecho a pecho, como a un amante que le abre su bata para observar su cuerpo. — ¿Por qué no llegaste a tiempo? ¿Por qué llegaste de esa manera? —, silencio reino, pero lo desterró. —….Nada, shhh, mejor olvidemos todo. — Volvió a cerrar su bata, cubrió su piel y se acercó a morder su mejilla delicadamente. Porque si continuaba liberando sus inquietudes, terminaría por iniciar una guerra más, o quien sabe, quizás y fuese mejor eso que estar maniobrando con las propias debilidades; — A partir de mañana no vendré, hay demasiado trabajo como comprenderás, y tengo que hacer un viaje. Por ello, quiero que te cuides y no te portes mal. Espero que esta vez me escuches, ¿lo harás? —,removió el rostro, desprendiendo una caricia en esa mejilla y llegó a sus labios, dando un ligero beso. ¿Qué llevaba entre manos? ¿Qué es aquello que le pondrá a prueba? Deslizó una falange a la altura de su mentón, presionando este para advertir;  — Es tiempo de que comiences a vivir sin cadenas, eso te ofrezco si juras siempre serme fiel, y si un dia me traicionas, quiero que lo hagas muy bien sin que me dé cuenta porque de enterarme, no se de lo que sería capaz, o quizás y sí y ya te lo imaginarias.

Se agacho a desprender una lamida por sobre su boca, liberándole de la opresión, y pensó si estaría haciendo bien dejar que pruebe la libertad, y el darle una oportunidad. Porque recordó unas palabras de su enemigo; que aquello que más cerca se tiene, es el primero en quererte traicionar. Porque se aprende del mejor y esa es la consecuencia que uno debe pagar. Es por ello que llegó la hora de liberar a otro Rosenthal, y si el destino es matarse entre ellos, que comience de una buena vez. Ya sea él, o a su patético perro; Mihăiță, ¿quién matará a quién? Pero es interesante pensarlo desde ya.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Vie Dic 29, 2017 12:56 am





On greed and other sins
Desnudas, dos aves, trinan a los cielos, encargan a la brisa propagar su pesar.

Radu creyó culminado el episodio de dolorosa benevolencia por parte de su hermano; estaba seguro de que, habiendo truncado el diálogo luego de soltar una sugerencia tan vergonzosa, Bertok le escoltaría hasta su habitación, arrastrándole de los cabellos, si le apetecía, y le encadenaría a las paredes; reivindicaría su esclavitud con plata y no volvería a dirigirle la palabra hasta que su cínico sentido del humor le exigiera distenderse de sus responsabilidades como conde corrupto.
Mas no fue así, el menor de los hermanos fue interrumpido en su vertiginosa fuga y atraído de regreso para yacer sobre el cuerpo del mayor; la gentileza impregnada en aquel gesto insistente paralizó los razonamientos del licántropo, quien permaneció inmóvil, anonadado, a escucha inconsciente del discurso pronunciado por su captor. ¿Estaba consintiendo su tonta sugerencia?, ¿por qué oía su voz como si estuviera envuelta en seda? No era posible, no, de seguro estaba alucinando. Y qué dulce ensoñación.
Radu no lograba recuperar la compostura, tampoco se resistió cuando Sokolović incorporó sus cuerpos y le desnudó el torso para derramar sobre él su mirada. Estaba desesperado por hallar la farsa en su comportamiento, el indicio irrefutable de que se recreaba actuando con delicadeza, como si los pleitos y forzadas promesas fueran cosa del pasado y allí se hubiesen quedado, en la sala, envueltos en la alfombra, incinerados en la hoguera. Pero el hombre le inquirió como lo haría un amante herido y pronto se retractó como si deseara sembrar calma entre los dos.

Ni siquiera la mordida resultó agresiva, sino todo lo contrario. ¿Cómo podía permitirse hallar calidez y consuelo en los mismos brazos que anteayer le arrebataron su libertad? No podía creerle, no quería hacerlo. Ceder ante la suavidad de su voz, la ternura de su tacto, removía sin reparo un sinfín de memorias en carne viva que Radu había juzgado desterradas, sepultadas en el olvido forzoso de un pasado que no regresaría, un antes que había atesorado con su vida y había necesitado exiliar con objeto de lograr vivir un presente completamente distinto, carente de todo lo que había apreciado entonces.
¿Por qué le hacía saber que se marchaba?, ¿desde cuándo se interesaba, Bertok, por darle a conocer sus planes?, siempre actuaba como le venía en gana, consciente de que él estaría aguardándole en su habitación, encadenado a la cama, cautivo de su voluntad.
Casi por inercia asintió sutilmente ante su petición, se sentía un niño pequeño siendo reprendido por su tutor; ¿que no se portara mal, qué tontería era aquella? La respuesta no se hizo esperar, con el sabor de aquellos labios aún latente y el calor de la caricia quemándole la piel, fue declarado que le sería devuelto el libre albedrío a cambio de su lealtad.

Radu permaneció inmóvil, incapaz de ofrecer una respuesta inmediata, parpadear siquiera. ¿Estaba alucinando? Buscó en la mirada de Sokolović algún indicio de engaño, aguardó desesperadamente a que torciera el gesto o enarca una ceja, que soltara una carcajada o chasqueara la lengua, pero aquella señal no arribó y el más joven se sumió en un estado de profundo sopor. ¿Estaba hablando en serio?, ¿su hermano le devolvería la libertad?
Extendió los brazos y posó ambas manos sobre el extenso pecho del mayor, con delicadeza, como si temiera que, al tocarlo, aquella ilusión se hiciera añicos. Desvió la mirada por un momento, buscando en el patrón del suelo la fuerza para recuperar la compostura; finalmente volvió a enfrentarlo, esta vez, permitiéndose, aún sin cederle su confianza, creer exiguamente en su palabra.
Deslizó las palmas hasta las mejillas de Bertok y presionó sus pómulos con ayuda de los pulgares; hallaría el truco detrás del trato tan pronto como le fuera posible, mas, por el momento, atendería aquel creciente calor que se estaba incubando en su pecho, vestigio de un sentimiento de antaño, uno cuya intensidad Radu no parecía recordar y que, eventualmente, invocaba su curiosidad. Alivio, sí, ese era el comienzo.

¿Por cuánto tiempo?, –inquirió, haciendo muda la pregunta que más ansiaba pronunciar–. ¿Por cuánto tiempo te ausentarás? –Aclaró.
De improviso, se percató de que las manos le temblaban, de que nuevamente una oleada de aflicción golpeaba a las puertas de su alma y no estaba en condiciones de exiliarla. Aquella entereza que creyó recuperar luego del incidente en la planta inferior pareció desmoronarse junto con la ilusión sobre la que había edificado su corriente vida y el único remedió inmediato que halló fue el de rodear con los brazos a Sokolović. Se aferró a él con vigor y ocultó el rostro contra su hombro. Se descubrió aguardando a que le apartara, que le atestara una bofetada y lo arrojara contra el muro, y a la vez, temiendo que le rechazara.

Escogeré una alfombra que sea de tu agrado –murmuró, buscando una escapatoria a la tempestad de emociones que le abordaba–. Nada demasiado llamativo, ni tampoco excesivamente simple. –Repitió, alzando paulatinamente el volumen de su voz.
En tu lugar –divagó–, habría engañado a los culpables, ¿qué mejor forma de desbaratar su negocio que infectando su seno y aguardar a que se desmorone? Brindarles la seguridad del anonimato, el consuelo de unos cuantos nuevos aliados, la ilusión de que una línea de peones es capaz de derrocar al rey. Y, entonces, cuando el viento sople a favor de la permuta y aquellos bajen la guardia con el sabor de la victoria colmando sus bocas, retiras el telón para revelar que nunca tuvieron el control del lucro. Allí mismo desenmascararás sin error a los culpables y habrás ganado una nueva ruta de comercio. –Impuso algunos centímetros de distancia entre sus rostros, aún con los brazos apostados alrededor de su cuello–. Pero ya no trates con niños esclavos. Es de muy mal gusto. –Sentenció, mirándole a los ojos con el alma desnuda impregnada en los suyos.



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Mensaje por Sokolović Rosenthal Dom Ene 21, 2018 10:23 pm

Cuando un animal es adiestrado de una manera, está siempre se acopla a la vida que se le da. Y ¿qué sucede cuando la rutina cambia? Lo mismo que está sucediendo en Vasska, un silencio profundo, una mirada pérfida e incomprensible, asustado, inquieto, y luchando en pensamientos para generar conclusiones y esperar alguna farsa de la actuación. Más, ese rostro le provocó un asombro, cambió algo en él, percibió una sensación extraña y esperaba que no se le saliera de control su propia decisión. Si supiera que está en juego su libertad por el interés propio del Conde. Quiere que pruebe una vida sujetada a lo que un hombre ordinario realizaría, que conozca el mundo y vea que la vida no es tan diferente a la que fue sometido. Que poco a poco sea él quien ruegue para que el Conde lo ate a su vida, que entre más sienta esa libertad, el acuda a él para no sentir esa distancia. Una psicología inversa, asegurando que siempre permanecerá a su lado, sin ser cuestionable su lealtad. Por lo que en esos momentos, no está seguro de que lo elegirá. Porque lo ha visto, y el tratar de alejarse es que él no permita eso. Y si no resulta como lo pensado, será una decepción profunda, pero no un final.  

Logrando sacarlo de sus casillas, no cuestiona, ni hace una ofensa. Solo se dedica a otorgar un trato amable. Que ocasiona todo lo contrario en esas circunstancias. Sin despegar la mirada sobre él, a pesar de que él hiciera lo contrario, y que al final resultó un enfrentamiento de su parte. Sin mentir, le gusta lo que ve, lo que está resultando de ese camino. Parece lleno de incertidumbre, y confundido. ¡Luce tan hermoso! Tanto como su toque, más si buscaba un truco, nunca lo vera, porque a pesar de todo había cierta verdad. ¡Cruel era, lo admite! Jugar de esa manera, con él, conociendo su estado, el sonido de su corazón y el temblor de sus manos, doblegando su carácter y lo afirmó cuando le abrazo, el cuello se regocijo en un calor exquisito, tenerlo tan cerca, escuchar su respirar, y aspirar el aroma de sus cabellos al posarse en el hombro, mientras él desliza las manos por su espalda, manteniéndolo en su pecho. — No puedo asegurarte nada. Pueden ser semanas hasta meses.

Fue claro, el tiempo no es preciso, y el estar sujeto a sus palabras, sonrió, al diablo la alfombra. Aún no comprende que ese tipo de cosas no le interesa. Se podría incendiar la maldita mansión y ni le importaría, lo único es lo que hace la emoción de obtener lo que quiere. Sí que estaba realmente perdido, no tiene ni la menor idea de sus verdaderas intenciones. Conociéndolo estaba dando resultado, le estaba afectando demasiado y eso es lo esperado.

Hasta que finalmente se expresó, respondió como todo un hombre de negocios, un líder al cual ven como siempre el lado ganador. Se ganó un premio junto con su libertad, le ayudará a empezar una nueva vida (ya que eso es lo que realmente sucede) que no esté confundido por dónde empezar. Y todo por su pensamiento. — Dejaré que lleves a cabo tu plan. Quiero que lo ejecutes a tu manera mientras no esté. Manejaras ese negocio junto con los burdeles. Ahora en adelante a eso te dedicaras, si es que aceptas. Aunque, sabes que los esclavos es imposible de ignorar. Estos son negocios, no debes mezclar sentimiento alguno.

Mantenía la mirada firme ante él, sujetando sus costados. — Antes de irme te dejare los papeles en el estudio de cada local al que debes pedir cuentas e informes, y estar al pendiente de las mercancías exportadas e importadas. Solo que cuidado con todos. No quiero enterarme que te la andas pasando entreteniéndote con mis empleados. —le alarmó, deslizando las falanges por sus piernas, acercándose a esos carnosos labios y le beso. — ¿Debería despedirme correctamente, con un beso y unas palabras, o, solo irme a descansar? —; murmuro por sobre sus labios, alejándose un poco de ellos, y tomando la bata de ambos lados al jugar en abrirla. Dedicándole una sonrisa cundo alzó la mano a su pecho y acarició este. — A partir de esta noche, estarás al mando de todo. No me decepciones. Así que empecemos señor Vasska, ¿descansamos o nos despedimos? —. Cuestionó, mostrándose travieso pero inofensivo, inclinándose un poco, y posaba cálidos besos a su pecho, uno por uno yendo a un hombro cuando le bajo la manga, subiendo a su cuello y susurrando sus nuevos deberes como: El que tiene mucho que hacer para mantener el orden, educar a alguien en especial, Janelle, quien fue ascendida al puesto para adiestrar a las mesalinas. Y demás tareas, desprendidas de un tono suave, e interesado.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Jue Ene 25, 2018 12:08 am





On greed and other sins
Quiéreme, aquí y ahora, mañana, siempre, hasta el final de los tiempos; es la única promesa que puedo corresponderte.

Con qué intensidad contemplaba Radu el rostro de su hermano, buscaba desesperadamente redimirse en sus facciones, enterrar sus acciones en su serenidad, copiar aquella entereza que le caracterizaba. Y con cada instante que transcurría admirándole, más contrariado se descubría, reconociendo su sinigual belleza. Sokolović no era, ahora, más que un vestigio del hombre vívido y cálido que alguna vez había sido, en su sentido literal, claro está, puesto que su arrogancia se mantenía intacta. El más joven había sido cargado por esos brazos, animado por aquella impetuosa voz, elogiado bajo sus caricias y vencido, sin tregua, por la integridad de su porte. Quizá fuera aquel lejano recuerdo de un hermano incondicional el que le impulsara a perdonarle en el fondo, sabía a la perfección que aquel a quien tenía enfrente era un individuo completamente diferente al que le replicaba en sus memorias, mas era capaz de distinguir, en ocasiones como aquella, la esencia inamovible del único y verdadero Bertok. Solía detestarse con tanto ímpetu cuando, víctima de sus arranques de sometimiento, hallaba aún excusas para no odiarle por completo.
Aquella revelación le cayó como plomo sobre el estómago. Era mucho tiempo, incluso incierto, hasta entonces había partido siempre sin anunciarse y en su eterna reclusión le era inadvertida su ausencia. Pero esta vez se le estaba haciendo saber y, para colmo, se le estaba exigiendo que suplantara su papel en los negocios familiares. Todo resultaba demasiado innovador para que el lobo lograra asimilarlo.

El beso le devolvió a la realidad de los hechos, sus caricias resultaban tan gentiles que escapaban a su concepción de lo verosímil, no solo estaban despertando en él una faceta débil y recelada, sino que, además, le inducían en un sopor lascivo, uno que le impulsaba a desear más.
Sokolović le desnudó el torso y le envolvió en un juego discursivo, en el que su rol se reducía al de elaborar una respuesta.
Un mes… —murmuró—, es mucho tiempo. —Cerró los párpados, presionando los labios para evitar delatarse. Sostuvo la cabeza del mayor con sus manos, inclinando la suya hacia atrás, presa de un trance sensitivo febril.
Su hermano era sumamente hermoso, insistía, lejos de limitarse a una opinión personal. Era un hombre robusto, pero armónicamente torneado, agresivo y dominante, conocedor de sus atributos y su sublime explotador. Su voz, su tacto, su porte, su aroma, cada aspecto que le componía parecía fríamente calculado para encajar en los estándares de cualquier ser sobre la faz de la Tierra. Pero debían existir defectos, en principio, Bertok podía ser terriblemente desconsiderado, imponiendo su valor por el de los demás, el de Radu en especial. En ocasiones, aquella faceta rígida que imponía puertas para afuera se resquebrajaba para que su consideración se filtrara hacia el exterior, tal y como en aquella ocasión; se preguntaba, pues, si aquello acontecería con otros aparte de él. Realmente deseaba que ese no fuera el caso.

Cuando decides algo, no hay forma de hacerte retractar —confesó, mirándole a los ojos—, así que, aunque prefiriera lo opuesto, de todas formas tendré que hacerme cargo de los negocios. —Se detuvo para sostenerle por el mentón, elevando su rostro a la altura del propio—. Aunque no lo hubieras mencionado, yo mismo lo habría propuesto. Puedes partir tranquilo, me haré cargo de que las cosas sigan su curso. —Inclinó la cabeza, contemplando sus labios—, sin embargo, por una ausencia tan prolongada, lo menos que puedes hacer es despedirte, ¿no crees?
Y, sin más rodeos, le besó en profundidad, envolviéndole con los brazos, abandonándose al deseo que él mismo había estado encendiendo con su tacto. Ya no pretendía pensar en nada, ni en la partida de su hermano, ni en los huesos que, progresivamente, se reconstruían dentro de su cuerpo a raíz del incremento hormonal; tampoco en el cadáver incinerado del vampiro traidor o en lo mucho que debería informarse sobre las operaciones comerciales de su hermano, sus sociedades, sus proveedores, sus enemigos. Lo que restaba de la noche, había decidido, lo dedicaría a impregnarse del recuerdo de Sokolović, así, cada vez que le echara de menos, fuera cual fuese el motivo, tendría algo a lo que aferrarse.
Radu odiaba estar solo, quizá pudiera considerarlo su más grande temor, mas sería capaz de sobrellevarlo si resguardaba en su conciencia la esperanza de un retorno.



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Mensaje por Sokolović Rosenthal Jue Ene 25, 2018 11:38 pm

Absolutamente se está enardeciendo a causa de Vasska, el temperamento era de las razones por las que el Conde estaba siendo retozón; el comenzar a desearlo con una intensidad, el gustar de que sus manos se deslicen por su piel, abrieron la brecha a una especie de fragilidad. Lo quería, realmente necesitaba sentirlo, tomarlo ahí mismo, el querer penetrar en su aroma, sembrar su presencia y que no olvidara a quien le pertenece. Porque recordó momentos en los que compartía a su lado y no podía liberar esas evocaciones que ahora mismo están tentándolo, quizás por ello se volvió salvaje, el acumular demasiada tensión hizo que explotara y jamás cesó esa sensación, quizás por eso es que lo trataba de someter, pero, ¿Quién era él? Porque solo con su mirada hace que lo añore demasiado, excesivamente que es imposible que esta vez sea como en otras ocasiones, no quiere tomarlo a la fuerza (aunque sabiéndose que nunca ha sido de esa manera porque Vasska lo desea, lo permite, y reconoce que solo será suyo) pero el uso de la fuerza física, el dañarlo no deseaba en ese instante, solo pensaba en tratarlo como en los viejos tiempos, con delicadeza y cariño (pero, ¿será posible entre ellos? Y es que por más que uno esté en ese estado, Sokolovic, su rudeza no es algo que pueda abandonar, así es él, lamentablemente para muchos). Una vez más hallo la manera de salirse con la suya y esta era confundirlo, que pensara en solo ese momento y cuando se marchara que le recordara, que lo lleve en su memoria por cada ausencia. Así que mataba a dos pájaros de un solo tiro, pero resulta tan atrayente como es respondido, quiere más, no es suficiente solo un beso, solo una caricia, o una palabra, le haría suyo en el estudio, sobre su diván, que apestara esa habitación a su unión.

Sosteniéndolo con ambas manos su espalda curvada, expuesto su pecho que ya no podía detenerse, ni su boca se podía retirar de su cuerpo, depositaba los besos que no había dado durante un largo tiempo, y cuando él le tomo la cabeza, se dirigió a delinear con la extremidad de la lengua su tórax, la línea invisible que divide este, hasta detenerse en la entrada de su ombligo, porque conforme bajaba, le alzaba un poco para no interrumpir su recorrido. Hasta que él hablo, y se acercó cuando sus irises sostuvo, cuando tomo de su mentón y el beso más cálido sintió. Sin ser suficiente, lo prolongo, uniendo la carnosidad a un minué perfecto, donde tomo su lengua después de un erótico compas y en lento le abrazo, descendiendo sobre el diván. Encontrándose encima de él, metido entre sus piernas. Ascendiendo la falange hasta posar la palma por sobre su mejilla derecha, acariciando esta, y volviendo a descender esa misma mano por su cuello, su torso, y su pierna.

— Sé que es demasiado tiempo, por ello, estoy aquí, debo irme, pero no lo haré sin antes llevarme algo de ti. Aunque lo dudes, realmente me harás falta, y si no hubieses aceptado, hubiera buscado la manera de que lo hicieras, solo en ti puedo confiar. Sé que harás todo a la perfección, viene de naturaleza, si no, ¿cómo explicas que tu hermano sea todo un éxito? … Mi pequeño Vasska, y ahora, te haré mío.

Volvió a besarlo después de esa pequeña pausa, solo un beso corto, pudiéndose detonar una sonrisa de él cuando abandonó ese rostro, dirigiéndose a explorar su cuerpo, llegando a su falo quien le dio una grata bienvenida, que se lo llevo a la boca, otorgando una agradable felación, donde los movimientos fueron cambiando, la lengua se enrollaba en su miembro, subiendolo y bajandolo, hasta el grado de dar ligeros golpes en su extremidad con el mismo órgano. Todo era de manera gentil, sin ser necesario hacerlo correr, su objetivo fue lubricar, que en cuanto lo obtuvo, se alzó, ayudándole a girar. Mientras que lo hacía, se fue quitando la única prenda que estorbaba: su pantalón junto con la braga masculina.  Quería recorrer todo su cuerpo con la boca, con el mismo cuerpo, siendo su nuca el punto de inicio cuando de espaldas se hallaba.— ¿Puedes recordar nuestra primera vez? Ahora es que viene a mi mente. Tan inocentes, tan enamorados quizás, ¿qué es lo que sucedió? Te volviste salvaje, nos volvimos, pero no te miento, me gustas así, y me encanta ser malvado contigo...—cuestiono y menciono sobre su oído, paseando la lengua en esa forma de caracol, insinuándose a él, rozando el pecho a su espalda, y en sus posaderas el falo mientras contornea su silueta, hasta el de sus redondas posaderas, en las que llego, besando cada una, y otorgo una lamida entre su abertura.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Lun Ene 29, 2018 12:20 am





On greed and other sins
Deshojar una rosa implica arrancar a la pasión, pedazo a pedazo, su eterno fulgor.

Sokolović le correspondía, pero no como lo hiciera de costumbre, sino enfundado en una suavidad que creyera enterrada en los confines de un pasado remoto. El roce de su hermano era gentil, casi delicado, Radu se encontró extasiado, sumido, sin embargo, en una confusión desconocida, ¿por qué, en ausencia de su habitual violencia, seguía reconociendo a Bertok en aquellas manos?
Para el instante en que recobró el aire y una pizca de conciencia, se halló tumbado de espaldas sobre el diván, enteramente expuesto y expectante. Aquel hombre se le hacía inmenso en la claridad, ¿cuándo había sido la última vez que contara con la oportunidad de contemplarle tan detenidamente, en carencia de contiendas?
Su voz se dejaba oír serena, consoladora, y sus palabras le incendiaron el pecho. Estuvo a punto de cubrirle la boca con las manos, de evitar que confesara aquella tontería, ¿cómo denominar, sino, un discurso tan vergonzoso? ¿Desde cuándo su hermano vociferaba elogios y apreciaciones referentes a él? Decidió que considerar aquella escena el producto de un sueño habría sido lo más prudente, sin embargo, le resultaba imposible ignorar la verosimilitud de su tacto.
El alarde repentino respecto de sus facultades le indujo a sonreír y debió hacer un arduo esfuerzo por no derramar un caudal de lágrimas recluso; no iría a hacerlo delante de Sokolović, mucho menos en aquella instancia.

Se descubrió anhelando ser monopolizado, que cumpliera con su veredicto y le ayudara a olvidar que la noche siguiente no le encontraría a su lado. Se retorció extasiado bajo sus caricias y un impulso repentino le llevó a curvar la espalda cuando se encontró en el interior de su boca. La calidez de su aliento le indujo escalofríos y no demoró demasiado en comenzar a producir fluidos propios; si las caricias previas le habían llevado a padecer una erección, la felación le condujo al borde de la explosión, mas, para variar, se detuvo antes de empujarlo al clímax.
Su hermano le presionó para voltearse y él no impuso mayor resistencia, sentía que evitar su mirada sería la vía más eficaz para no evocar sus más embrolladas emociones. Habría funcionado, lo habría hecho de prolongarse la conducta habitual desempeñada por Bertok, haciendo oídos sordos a sus réplicas, gozando a costas de su cuerpo sin considerar su voluntad, pero esta vez aprovechó la posición para murmurarle en el oído, enunciar pensamientos que jamás en la vida habría imaginado oír salir de sus labios. Esta vez no pudo contener las lágrimas, así que, aprovechando la postura, ocultó el rostro contra su antebrazo, obligándose a emitir la menor cantidad de quejidos posible. Detestaba ser tan débil en aquellos momentos, repudiaba su incapacidad para recordar los motivos por los que no podía perdonarle, como si todos sus pesares fueran barridos por el soplo de su consuelo y él acabara refugiándose en la promesa de su compañía incondicional, sin saber, siquiera, cuánto iría a perdurar.

Sokolović prosiguió a distenderse con su anatomía, contorneando su figura y amenazándole con la penetración; la humedad y tibieza anteriormente experimentados en su falo se acentuaron, esta vez, en su cavidad trasera. La inminencia de su beso le provocó a temblar mientras mantenía las facciones fuera de su campo de visión.
Agonizaba al recordar con nitidez aquella primera vez a la que se había referido, cuando aún era joven y curioso, exento de pesares exorbitantes, acogido en el seno de una felicidad que parecía eterna. En ese entonces se había aferrado a Bertok por simple y plena admiración, por amor, quizá; lo había elegido cuando aún disponía de multiplicidad de opciones porque lo había creído digno, valioso, incondicional. Ah, si el correr del destino no hubiera destrozado cuanto había conocido, si no le hubiera sido arrebatado todo para ser arrojado a las profundidades de la miseria, se preguntaba cómo habrían discurrido sus futuros. Tal vez sin engaños, sin pactos ni oscuras promesas, sin un perdón inconcebible ni aquel deseo arrasador y sofocante que les atraía mutuamente desgarrándoles el alma.
¿Habrían hecho el amor como en esta ocasión cada noche?

Radu se limpió con impaciencia las lágrimas, procurando pasar desapercibido y se incorporó sobre sus piernas, empujando el torso del mayor. Sentía su orificio exageradamente lubricado y ya no toleraba ahogarse en sus propios pensamientos, necesitaba hacerlo en otra sensación.
Recargó la espalda contra el pecho de Bertok, ambos erguidos sobre el diván, de rodillas.
No es tu estilo revelar tanto, hermanito —le intimó, esforzándose por aparentar entereza—. Recordemos en qué nos convertimos, pues, y demuéstrame qué tan espantados habríamos estado en el pasado en caso de haber sabido cómo nos entretenemos en el presente.
Sin voltear el rostro, extendió su diestra hasta sus nalgas, empleando los dedos para dilatar su abertura, al tiempo en que, con la zurda, acomodaba el miembro ajeno en posición propicia para la penetración. Removió las caderas, alojándose correctamente sobre él y comenzó a introducir delicadamente el rígido falo del mayor en su cavidad. Al cabo de un instante, tras juzgarlo oportuno, impuso el peso de su cuerpo sobre su cintura, descendiendo abruptamente para engullirlo en su totalidad. Un suspiro escapó a sus labios y un escalofrío ascendió por la extensión de su columna.
Flexionó los brazos hacia sus espaldas y sostuvo con las manos la cabeza de Sokolović, atrayéndolo hasta posicionarse su mentón sobre el hombro. Inclinó el cuello hacia atrás, provocando que sus mejillas se rozasen.
Meses… —murmuró, extasiado—, haz lo que sea necesario para permanecer latente en tu memoria —pidió, dejando la prudencia a un lado—, y que yo no olvide tu presencia ni por un instante.
Sabía qué palabras pronunciar para provocar a su hermano y en aquel momento, necesitaba que le hiciera perder la razón. Su ausencia y lo muy intrincados que se desenvolvían sus sentimientos, en constante embiste entre lo que rememoraban, lo que prolongaban y lo que no eran capaces de apartar, le conducirían al delirio en cualquier momento. Así de avasallante era la presencia de Bertok en su vida, desde siempre y en el futuro, sin variabilidad.



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Mensaje por Sokolović Rosenthal Lun Feb 05, 2018 10:00 pm

Ahí lo tenía, lo estaba logrando, exactamente se dejó llevar por las ideas de una sensibilidad que jamás se haya visto en esa actualidad. Tenía que envolver un mundo bestial a uno de posible humanidad, el caso es que aplico la reversa de la situación al que está acostumbrado Vasska y que el conde otorga sin piedad. ¿Cómo podía saber con exactitud las palabras adecuadas para tenerlo? El convivir con alguien por años hace que aprendas todo en cuanto a este, pero parece que su pequeño no tiene la menor idea, es mejor que piense que aún el viejo Bertok estaba menguando con él, y que mientras Sokolović, la nueva imagen, se está alistando para el combate. Más, ¡no hace mal divertirse en ello, lo goza! Tanto como si ambos estuviesen realmente debilitados, derrotados por el mismo sentir, quizás y si este sucediendo, ya no se sabe con el conde. El jugar de la peor manera siempre le convendría, recordar viejas historias, momentos de antaño, aunque es imposible que vuelva a llegar a ellos, no al menos exactamente como sucedió. Porqué es decir que todo estaba perdido. Y no, los Rosenthal jamás terminan una batalla y la razón es que, no hay cabida para la paz entre ellos. Pero es mejor refugiarse por un instante. Invadirse de esas sensaciones exquisitas, y dementes para la carne, porque no soporta la manera en la que se entrega Vasska, lo está adorando con una profundidad, olvidando ya por todas el real motivo, se estaba refugiando en su cuerpo, entre sus brazos, untándose con los fluidos liberados, demasiado es como ese pequeño orillo a que el conde le besara como lo hace, que le tocara penetrando en su piel, hablándole para que recuerde su voz, sus quejidos, ya que sus gruñidos son de complacencia, tanta excitación y la manera en la que se menea sobre él, ya su dureza lastimaba.

Sin embargo, algo le llamo la atención, podía percibir cualquier fluido, cualquier esencia, pero el aroma a salado, a unas lágrimas, ¡que por favor, no se gire!, que no deje que lo vea justo ahora así. ¡No!... Pensó, pidiendo en su mente, perdiéndose en propinarle las caricias como si no se percatara de ello, sabe que si le ve, cometería el peor error. Y justo él, se recargó en él, lo abrazo por la espalda, lamiendo su nuca y parte de su cuello, sintiendo como una humedad sobre sus piernas chorrea, riéndose cortamente, pero con el tono exaltado y profundamente deseoso de él. — Debería ser el momento en que me digas cuanto te ha gustado permanecer a mi lado pese a las condiciones —, recorrió toda esa nuca con la extremidad de la lengua, acariciando su pecho con ambas manos hasta que su travieso hermanito comenzó a prepararse para la penetración. No engañaba, se dedicó a observar su movimiento, si, exageradamente lascivo, pero aquel dio todo para que así fuera. Y cuando pudo sentir el cómo poco a poco iba cubriendo el miembro, le empotro lentamente conforme el descendía, y sin poder más, hizo un abrazo; descendió la derecha a su miembro el cual apretó un poco, y conforme el movimiento de su cadera era, lo llevo a su ritmo en la mano, girando un poco el rostro para lamer su mejilla después de rozar con esta.

— Y así será, tatuare hasta el último rincón, demasiado que no querrás dejarme ir —, sin abandonar los vaivenes de la mano continuaba y con la otra la iba llevando a su cuello de manera de que le fue estirando de este, mientras empujaba la cadera en una especie de media curva, golpeando con fuerza sus posaderas, pero el ritmo era lento, deseaba tomarlo con todas sus fuerzas, pero en lento. Representando un bailoteo espléndido, en la manera en la sube y baja, recibiéndolo con el empuje más intenso al momento en que él descendía, y de nuevo hacia arriba y abajo. Gustando de como el pecho se deslizaba en esa espalda. Pero, someterlo como lo ha venido haciendo, no quería. por lo que fue despegando el pecho de su espalda al impulsarse con el mentón a esta, quería verlo, por lo que le libera por un instante, sacando el falo de su interior y lo alza, girándolo, y le hace caer sobre esa cama, apoderándose de sus piernas al jalarle hacía el. (Y de las cuales estaba flexionadas, ayudaban a los movimientos para que fuesen directos y más profundos). En que, directamente en la cavidad se fue acercando su miembro, hasta que le penetró de nueva cuenta, mirándole con un atrevimiento.  — No puedes cerrar los ojos, nadie tiene permitido hacerlo y sobre todo, no desvíes el rostro de mí. No me quiero perder nada de lo que pueda causarte este dolor.— le advirtió, comenzando el balanceo, jamás se movió de su postura, pero debía ser el punto de apoyo sus rodillas tras ir empujando el cuerpo hacia adelante, luego atrás, sosteniendo los costados de su pelvis, sin despejar la mirada sobre ese rostro, aún a pesar de que ese falo revoloteaba por el movimiento, y la maldad fue que sus manos se iban desplegando a su pecho, que sintiera esa frialdad sobre él, el tacto bien enfocado y no solo a esos pezones, sino a lo que pudiese percibir como resultado de los vaivenes.


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Mensaje por Radu V. Rosenthal Jue Feb 15, 2018 4:43 pm





On greed and other sins
Somos originarios del sitio por el que lloramos.

Permanecer a su lado. ¡Ah!, si acaso el haberlo disfrutado resumiera todo cuanto había supuesto para él. No, no le había gustado, no era correcto, ni siquiera aproximado.
Radu lo había necesitado desesperadamente.
Desde el momento en que hubiese despertado del trance inducido por la luna llena, luego de la velada en que su abismal cautiverio arribara a su fin y descubriera su cuerpo embebido en la sangre de los asesinos de su familia, despedazados en el arte de sus propias manos; tras recobrar los sentidos y asimilar la pérdida de todos y cada uno de sus seres más amados, el joven Rosenthal se enfrentó a su desvalor. Con la mirada turbia y los sentidos desvariando, se vio sumido en la más asfixiante soledad. No le quedaba nada. Nadie. ¿Qué motivos le restaban para continuar existiendo?, ¿por qué había sobrevivido en primer lugar? Su padre había sacrificado su último suspiro para concederle la libertad, dejándole a la deriva, sin otra cosa que una insignia, una bala y su propia vida.
Radu debió aferrarse a aquello, a la voluntad de su progenitor y la sed de venganza, a la memoria de sus antecesores y los tiempos de gozo. Días y noches, cegado por aquel único objetivo a consumar, el del ajuste de cuentas en términos de la misma moneda, la muerte de los culpables por la desaparición de los Rosenthal. Y en pos de su nuevo motor surcó la frontera de un país, convivió con desnutridos y tuberculosos, condescendió a los farsantes y se codeó con el diablo, realizó todo cuanto se presentó necesario para obtener un indicio más, la migaja crucial que le condujera a la fuente.
Creyó hallarla, mas, joven y turbulento espíritu, desentendido de precauciones, volvió a cometer un error crucial, uno que le condujo de regreso a la opresión, como si los esfuerzos de su padre hubiesen sido vanos. Radu se había perdido, aquello que le inducía a despertar cada mañana era el latente deseo de venganza —más allá de los insultos y latigazos— propulsado por una voluntad que se ahogaba en la desesperanza. El anhelo de asesinar a los culpables había cedido paso a la obligación, ya no respiraba porque quisiera continuar viviendo, sino porque, de no hacerlo, no lograría consumar su promesa.
Y fue entonces, cuando su humanidad se hallara extraviada y su aire procediera de un ideal, que se reencontró con Sokolović. Oh, no caben palabras para describir la ocasión, el licántropo, un contenedor vacío, halló una joya entre las cenizas. Su hermano preferido, aquel con quien hubiera compartido sus memorias más preciadas, regresaba ileso en su búsqueda.

Pero Bertok ya no era el de sus memorias, se había convertido en su peor enemigo. Les había abandonado a su suerte, adoptado la esencia de los asesinos y regresado para subyugarlo a sus intenciones. Radu no conservaba nítidas memorias de ese entonces, puesto que la ira y la desesperación consumieron la restante humanidad que prevalecía en su cuerpo. Al final de cuentas, fuera por cansancio o desasosiego, acabó cediendo a su estrategia y convirtiéndose en otro de los peones en su tablero. Había cosas por las que jamás le perdonaría y, sin embargo, de no haber sido por su hermano, de él no hubiese restado nada a estas alturas del relato.
Sokolović se convirtió en su nuevo soporte, el odio que había decidido profesarle le devolvió el calor a su pecho, la batalla constante por rebelarse a su voluntad se convirtió en su quehacer diario y, poco a poco, recuperó gran parte de la persona que era, de aquella que fue alguna vez.
Permanecer al lado de su hermano, pese a las condiciones, había sido su salvación.
Radu aún se debatía entre odiarle con todo su ser o amarle con la integridad de su espíritu, pero aquella riña resultaba indispensable para mantenerle vivo. Sabía que llegaría el día en que la venganza que tanto él como Bertok insistían en llevar a cabo se completaría y, entonces, debería decidir si acabar con la vida del vampiro o aferrarse a la relación construida durante tantos años. Mas, pensar en el desenlace no le ocasionaba otra cosa que inquietud, por ello prefería posponerlo hasta llegado el momento.

El menor guardó silencio, sabía que su hermano no comprendería aquello por lo que había transitado, mucho menos asumir la verdad como otra cosa ajena al incremento de su autoestima.
Ser tratado con aprecio era un universo que le resultaba incomprendido, había olvidado la última vez que alguien demostrara afecto hacia su cuerpo, aunque odiara admitirlo, no incurría demasiado en el calor de otras personas, no resultaba una experiencia enteramente grata, las memorias eran su peor condena.
El delicado contacto con su piel, la calidez de sus roces, la intensidad y devoción de sus embistes le inducían un agónico dolor en el pecho; por un instante llegó a desear que se comportara con la violencia habitual, la falta de escrúpulos y consideración que le caracterizaba, de ese modo le resultaría más sencillo aborrecerlo y no debería sentir cómo se le estrujaba el corazón en el pecho, sediento de un afecto que tenía prohibido.

De improviso, se vio tendido sobre el diván que fungía de lecho y una petición se propagó por el aire, como una sentencia hacia su persona; estaba siendo juzgado culpable.
No podía verle a los ojos, por mucho que lo intentara, no estaba en condiciones de afrontar aquello que escondiera su mirada, no con el alma tan desprotegida. Se cubrió la visión con el antebrazo, presionando los dientes con fuerza, sin saber ya cómo evitar que se le fugaran las lágrimas.
Optó por centrarse en las sensaciones, aquellas a las que, aunque ahora delicadas, estaba relativamente habituado. La obstrucción del tamaño ajeno en su cavidad, aquella rígida frialdad en contraste con su ardiente calidez, el placer propiciado por su profundidad, en constante roce con su fuente de gozo. La curiosa uniformidad de sus yemas recorriéndole el cuerpo entero, aliviando su calor de forma contradictoria, sólo para inducirle a ir en aumento. La corriente de sonidos, entre humedad y suspiros, el chirrido de la madera que soportara sus pesos, la fricción de la tela inerte.
Radu era consciente de lo mucho que echaría en falta todo aquello, especialmente la compañía, aunque no siempre grata. No en vano podía asegurar que Sokolović se había convertido en su mundo y que, aunque odiara de él un sinfín de aspectos, le estaría siempre agradecido por haberle prestado el aliento requerido para reconstruirse y ponerse de pie una vez más.

Condujo la mano que portaba libre hasta su miembro y comenzó a masajearlo con insistencia, empero, con la misma caridad que su hermano manifestaba para con el resto de su complexión. Los músculos de su abdomen jugaban a contraerse al ritmo de los vaivenes, distribuyendo hasta la punta de sus dedos el impulso eléctrico que suscitaba su próstata al ser estimulada. Se tensó entero cuando las provocaciones en su virilidad surtieron efecto y la potencia de los fluidos seminales se dispararon hacia el exterior, llevándole a curvar la espalda y descubrirse los ojos. Un intenso suspiro se le escapó de los labios y un repentino letargo le avasalló impiadoso.

Meses. Meses en ausencia de Bertok. ¿Qué sería de él en todo ese tiempo? Le restaba, únicamente, aguardar por su regreso y luchar fervientemente por no perderse, una vez más, en el abismo de la soledad.



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Mensaje por Sokolović Rosenthal Sáb Feb 24, 2018 9:18 pm

Lo hizo suyo a su manera, de la forma en la que un amante desea, en la que un hermano podría ofrecer cuando se es lo único que se tiene, como ha estado viviendo; una combinación exhaustiva y descontrolable, porque se juega a que se desborden las evocaciones, justo como el Conde lo hizo, y que quiso aparentar, así como su amado hermano, su amado porque el vaivén producido no fue solo un forniqueo, fue más allá de recuerdos y despedidas, que el dolor tatuado en su cavidad jamás cesara, y que recordara él como su miembro ocupa ese lugar, él como su cuerpo reacciona cuando lo tiene ahí, abierto de piernas, sumergido al orgasmo, bañado de fluidos y entregándose al único hombre que debe aceptar. Al igual, el cómo le estaba mirando, una pesada mirada que si no se tenía cuidado, podría ocasionar hasta vergüenza, siendo los embistes más profundos; entre cada empujón la intensidad aumentaba, fuerte y preciso, sintiendo como la extremidad de su miembro era presionado por la dilatación, pero le negó su rostro, una petición que debía cumplirse, pues serian meses, demasiado tiempo sin verle, y necesitaba recordarle, llevar esa imagen vivida de él, pero rechazó su petición, y lo obligó, otorgando un empuje y se estiró para tomar sus brazos, apartarlos de ese rostro e hizo que le abraza del cuello, formulando una unión entre sus muñecas detrás de la nuca,  escuchando sus dientes presionarse, y lo comprendió, más si tenía que presenciar un llanto, lo aceptaría pero lo quería de esa manera, mirándolo fijamente, deslizando las manos a sus piernas, quería aferrarse a él, así como lo ínsito a que él lo hiciera, tomo sus piernas y las elevó al grado de que le estrujara con estas, mientras él permanece inclinado, embistiéndolo y le dedicó una sonrisa, pues acaba de interrumpirle su masturbación, lo haría él, atendería a su hermano hasta el final, porque a pesar de deleitar su liberación, aún restaba más por venirse, y el untar todo ese semen por su falo para hacer más vehemente la masturbación, lo ejecuto.

Saltando ambos en un compás efusivo, dirigiéndose a sus labios, a los que lame seguido de un prolongado beso, uno que adentro su lengua para ser recibido y así proseguir con el movimiento en su carnosidad, descargando toda su energía con él, explotando sus límites, porque se entregó por completo, aún a pesar de que el diván se uniera al escándalo en esas cuatro paredes, lo disfruto como si fuese la última noche, como si no hubiese nada más que ellos dos. Llegando por terminar el derramamiento de su esencia, gruñendo con una afectación sobre sus labios, porque no quería separarse de ellos. Sin embargo, se separó un poco, emitiendo gestos de quejidos y complacencia al sentirse vaciado, aspirando la pestilencia de sus cuerpos, la unión propiciada que perfumo ese estudio.

Sin salirse aún de él, beso su frente, — Ha llegado el momento de despedirme, espero que cumplas mis deseos, y tratare de estar al pendiente de lo que pudiese suceder. Cuídate mucho, y no busques problemas, sabes que preferiría que permanecieras aquí, pero es tu elección—; acomodó sus cabellos y por última vez se inclinó a besar sus labios, quizás era más difícil dejarlo de lo que se había imaginado, pero si no lo hacía, los problemas suscitarían, por lo que se levantó, cerrando sus piernas, tomando su bata para cubrirlo. — Vamos, te llevaré a la cama, será más cómodo ahí que quedándote aquí,— le palmo una de sus posaderas cuando se hizo ovillo, sin dirigir más palabras porque le resultaría más difícil, por lo que con su cuerpo desnudo, tomo entre sus brazos a su querido Vasska, llevándole a la recamara de él, ya que quería verlo antes de irse, y silencio a la sirviente que hizo presencia, el cansancio venció a Vasska, y parecía dormitar, no quiso despertarlo, y al ingresar al dormitorio, lo recostó sobre la cama, alzando las sabanas para cubrirlo. Dejando que descansara ahí, y Sokolović se fue a bañar, preparándose para su salida, pues el equipaje ya estaba hecho, solo restaba arreglarse.

Sin demorar, se colocó su abrigo cuando termino por vestirse, llevando lo necesario, además de sus pertenencias sobre negociaciones en las que iba a ir a discutir, se dirigió a la cama, y sin que se percatara el pequeño Vasska, le beso su mejilla, ese fue el adiós para ellos dos, fue la última vez que le vio, y no hubo vuelta atrás, le dejo una carta donde le explicaba el movimiento a los locales, el cómo podría resolver ciertas cuestiones en caso de que sucedieran, y si no tenía idea de ello, que acudiera a alguien en especial, y que conoce. Alisto todo para él, dejando propiedades a su nombre y transferencias económicas a su favor, por lo que salió, siendo llevado por el carruaje al puerto, y ahí fue su despedida hasta para París.

Zarpando el barco, el sonido de partida y las anclas subidas, fue la marcha al mundo extranjero, ahí fue lo que comenzó su viaje, un extenso recorrido a los mundos más comercializados y ricos del mundo.


FINALIZADO



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